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Amigos robots Isaac Asimov 7 UE Tere (ono eMC) Se TMT STD NSLS WM NSS Se ee Ministerio de Educacién Presidencia de la Nacién Imuewtavio: W456 \lustraciones David Shannon Traduccién Francisco Torres Oliver Actividades Gabriel Casas Vicens Vives Asimov, Isaae Amigos robots: Colecciones de aula, edicion especial para el Ministerio de Edueaeién de la Nacién / Isaac Asimov ~ 1a ed. San Isidro: Vicens Vives Argentina, 2014. 96 pil; 22 x 16 em. Traducido por: Francisco Torres Oliver ISBN 978-987-1291-64-9 1, Narrativa estadounidense. 2. Relatos. I. Francisco Torres Oliver, trad. IL. Titulo CDD 813 Fecha de catalogacién: 27/10/2014 Primera edicién, 2014 ISBN: 978-98 © 1953, ZIFF DAVIS PUBLISHING COMPANY. “Sally®, del libro Nighi/all and Other Stories, de Isaac Asimov. © 1950, ISAAC ASIMOV “Robbio", del libro J Robot, de Teane Asitnow. © GABRIEL CASAS Sobre las notas y las actividades, ‘© FRANCISCO TORRES OLIVER Sobre la tradueeisn, © CREATIVE EDUCATION Sobre las ilustraciones. ®VICENS VIVES PRIMARTA, $.A. ‘Sobre Ja presente edicion. Prohibida ta reproduecién total o parcial por cualquier medio, ineluidos los sistemas clectednicos de almacengje, de reproduccién, ast como ef tratamiento informdtico. Reservado a favor del Editor el derecho de préstamo publica, alquiler o cualquier otra forma de cesién de uso de este ejemplar. IMPRESO EN ARGENTINA, PRINTED IN ARGENTINA. Impreso en el mes de noviembre de 2014 por Latingrsfiea SRL, ‘Rocamora 4161 (CL184ABC) Cdad. Aut. Bs. As. Argentina Robbie 7 See say “1 ACTIVIDADES 85 Robbie N oventa y ocho, noventa y nueve y cien —acabé de 7 contar Gloria, apoyada contra el arbol. La nifia se quité de los ajos su bracito gordinflén y se quedé parada un momento, parpadeando y arrugando la nariz a causa del sol. A continuacién, procurando mirar en tedas direcciones a la vez, se alej6 cautamente! unos pasos del arbol sobre el que habia estado apoyada. Estiré el cuello para estudiar la posibilidad de que él es- tuviera escondido tras unos arbustos que habia a la dere- cha, y se alejé un poco més para tener un Angulo que le per- mitiera ver mejor los rincones mas apartados del jardin. E) silencio era profundo, salvo el zumbido incesante? de los in- sectos y el trino ocasional de algun pajaro que se atrevia a desafiar al sol de mediodia. 1 eautamente: con cuidado, sin hacer rnido. 2 ineesante: continuo, que no para. —Seguro que se ha metido en casa —dijo Gloria, torcien- do el gesto—, y le he dicho mil veces que eso no vale. Con sus diminutos labios apretados, el cefio® arrugado y la mirada atenta, Gloria eché a andar con determinacién hacia el edificio de dos plantas que se encontraba al otro la- do del camino de la entrada. Demasiado tarde ya, Gloria oy6 crujidos detras de ella, seguidos del ritmico clamp-clamp de los pies metalicos de Robbie. Gloria se volvié, y vio que su compafero salia triun- fal de su escondite y corria veloz hacia el arbol que hacia de madre. Gloria lanz6 un grito de consternacién.* —jEspera, Robbie! {No vale! Me prometiste no echar a correr hasta que yo te viera. Los pequefos pasos de Gloria no podian competir con las zancadas de Robbie. Entonces, a unos tres metros de la me- ta, Robbie se puso de repente a andar despacio; y Gloria, con un sprint decisivo, lo adelanté jadeante* y tocé la corte- za del 4rbol-madre antes que él. Se volwié jubilosa hacia el fiel Robbie y, con la mds mez- quina ingratitud, premié su sacrificio echandole cruelmente en cara su supuesta incapacidad para correr. —iRobbie no puede corre-er! jRobbie no puede corre-er! —gritaba Gloria con toda la fuerza de su vocecita de ocho afios—. [Yo le gano siempre! jYo le gano siempre! —cantaba con voz aguda y ritmo machacoén. Robbie, por supuesto, no contesté..., al menos con pala- 3 ceo: entrecejo, parte de la frente que esta entre las cejas. 4 consternacién: disgusto, pena, enfado. 5 jadeante: respirando rapido y con dificultad. 10 bras. Se puse a hacer como que corria, alejandose poco a po- co, y Gloria eché a correr tras Robbie, que la esquivaba siempre en el ultimo momento, obligéndola a girar en circu- Jo con los bracitos extendidos. —jRobbie! —protesté—. ;Quédate quieto! Y la risa le salia forzada en jadeantes carcajadas, hasta que Robbie se volvid de repente y la cogié, haciéndola girar en volandas* de manera que, para ella, el mundo se desva- neci6 momentaneamente, dejando tan solo una especie de vacio azul, y los arboles verdes se inclinaron dvidos’ hacia ese vacio. A continuacién Robbie la bajé a la yerba, y Gloria se apoyo en la pierna de Robbie sin soltar todavia su dedo duro, metélico. Poco después Gloria habia recobrado el aliento. Se echo intitilmente hacia atras su pelo alborotado, imitando vaga- mente uno de los gestos de su madre, y se giré para ver si se habia roto el vestido. Gloria dio una palmada a Robbie en el torso: —jEres un chico malo! |Te voy a dar una azotaina! Y Robbie se encogié, cubriéndose la cara con las manos, de manera que Gloria tuvo que afiadir: —No, Robbie, no te voy a pegar. Pero ahora me toca a mi esconderme, porque ti tienes las piernas mas largas y me habias prometido no correr hasta que te viera. Robbie asintié con la cabeza (un pequefio paralelepipedo* de aristas y vértices redondeados unido a otro paralelepipe- do parecido, pero mucho m4s grande, que hacia de tronco 6 em volandas: por el aire, como si fuera volando. 7 avidos: ansiosos. 8 paralelepipedo: cuerpo geométrico de seis caras paralelas dos a dos. mediante un cilindro corto y flexible), y se puso obediente- mente de cara al arbol. Una delgada lamina metalica oculto sus ojos encendidos, y en el interior de su cuerpo se inicié un tic-tac resonante y regular. —Ahora no mires; y no te saltes nimeros —le advirtié Gloria, y corrié a esconderse. Robbie fue marcando los segundos con invariable regula- ridad; al Negar al namere cien se alzaron los parpados, y los brillantes ojos rojos de Robbie barrieron todo el entorno. Se detuvieron un instante en un trocite de tela de vivos colores que asomaba de detras de una roca, Entonces avanz6 unos pasos y comprobé que era Gloria, que se habia agazapado® detras. Lentamente, manteniéndose siempre entre Gloria y el arbol que hacia de madre, Robbie avanzé hacia el escondite, y, cuando Gloria estuvo claramente a la vista y ella no po- dia por menos de reconocer que se la veia, Robbie alargé una mano hacia ella, al tiempo que con la otra se golpeaba la pierna haciéndola resonar. Gloria salié de su escondite de malhumor. —jHas mirado mientras contabas! —exclam6 con grosera injusticia—. Ademas, ya estoy cansada de jugar al escondi- te. Quiero que me Ileves a hombros. Pero Robbie se sintié herido ante acusacién tan injusta, asi que se senté con cuidado y meneé la cabeza gravemente de un lado a otro. Gloria adopté en seguida un tono zalamero.”” 9 agazapado: agnchade para esconderse. 10 zalamero: carifioso para contentar al otro, 13 —Vamos, Robbie... Lo de que has mirado no Io decia en serio. Dame un paseo, anda... Robbie no iba a dejarse convencer tan facilmente, asi que miré obstinadamente”! al cielo, y meneé la cabeza con mas energia. —Anda, Robbie. Por favor... Gloria le rodeé el cuello con sus bracitos sonrosados ¥lo apreté con fuerza. Luego, cambiando al instante de humor, se apartd y le dijo: —Pues si no me das un paseo, lloraré —y contrajo la ca- ra asombrosamente para empezar a llorar. El insensible Robbie no presté atencién a esta horrible posibilidad, y negé con la cabeza por tercera vez. Gloria comprendié que habia Iegado el momento de jugarse su mejor baza,” —Si no me das un paseo —exclamé acalorada—, no te contaré mds cuentos, ya esta. Ni uno mas. Ante semejante ultimatum" Robbie se rindié de manera incondicional,"* asintiendo vigorosamente con la cabeza hasta que el metal de su cuello empez6 a hacer ruido. Le- vanté a la nifia eon cuidade y la senté sobre sus hombros anchos y planos. Gloria renuncié a cumplir su amenaza de Iorar, y ahora, en cambio, se puso a dar gritos de contento. La piel metali- ca de Robbie, que conservaba una temperatura constante de veintitin grados, gracias a ciertas resistencias interiores, 11 obstinadamente: con tozudez o cabezoneria. 12 su mejor baza: su mejor carta; esto es, le dird algo para presionarlo. 18 ultimatum: iltima posibilidad que se le afrece a alguien para algo. 14 incondicional: sin condiciones, 14 tenia un tacto suave. Y el sonido que la nifia producia al golpear ritmicamente con los talones en su pecho, resultaba agradable. —Eres un avién como los que recorren la costa, Robbie; eres un avidn costero grande y plateado. Pon los brazos abiertos. Venga, Robbie, tienes que abrir los brazos, si quie- res ser un avién costero. Le cual era de una légica aplastante, desde luego. Los brazos de Robbie eran alas que cogian las corrientes de aire y él era un avidn plateado. Gloria torcidé la cabeza del robot y la incliné a la derecha. El robot se ladeé bruscamente. Gloria lo proveyé" de un motor que hacia « Cuando los Weston se hallaban absortos en las hazanas de un poderoso electroiman, la sefiora Weston se dio cuenta de repente de que Gloria no se encontraba a su lado. Su pa- nico inicial dio paso a una serena decision, y tras recabar"® 44 prosaico: vulgar. 45 ineludibles: indispensables. 46 recabar: solicitar, pedir. 35 la ayuda de tres vigilantes, emprendié su busqueda minu- ciosa. Gloria, naturalmente, era de las que se ponen a deambu- lar*’ sin rumbe fijo. Para su edad, era una nifia extraordi- nariamente decidida y curiosa. Habia visto un enorme le- trero en la tercera planta que decia: «Al Robot Parlante».** Tras leerlo y observar que sus padres no parecian tener in- tencién de ir en la direccién adecuada, hizo lo que era de suponer: esperé el oportuno momento de distraccién pater- na, se solté de la mano disimuladamente, y siguié la direc- cién que indicaba el letrero. El Robot Parlante era un artefacto muy poco prdctico, de valor meramente publicitario. Cada hora, un grupo guiado se detenia ante él y susurraba unas cuantas preguntas al téenico encargado. El encargado transmitia al Robot Parlan- te las que juzgaba que se adecuaban a los circuitos de este. Era bastante aburride. Estaba muy bien saber que el cuadrado de catorce era ciento noventa y seis, que la tempe- ratura del momento era de 22 grados, que la presién atmos- férica equivalia a 762 mm de mereurio y que el peso atémi- co del sodio era 23, pero para eso no se necesitaba de nin- gun robot. Sobre todo, no se necesitaba aquel lio de cables y tubos que ocupaba una superficie de veinte metros cua- drados. Poca gente se molestaba en interrogarlo dos veces. Pero en uno de los bancos habia sentada una niiia de unos cator- 47 deambular: ir de un lado a otro. 48 parlante: que habla. 36 Robbie ce 0 quince afios que esperaba para hacerle una pregunta mas. Era la tinica en la sala cuando entré Gloria. Gloria no la miré. Para ella, en ese momento, la presen- cia de otro ser humano era algo insignificante. Dedicaba to- da su atencién a este objeto voluminoso con ruedas. Por un. momento, vacilé, algo desalentada,*® pues no se parecia a ninguno de los robots que habia visto. Cautelosa, insegura, alzé su voz aguda: —Por favor, sefior Robot, {es usted el Robot Parlante? No estaba segura, pero pensé que a un robot que hablaba habia que tratarlo con mucha cortesia. Se oyé un zumbido aceitoso de engranajes, y una voz de timbre metélico dijo retumbante con palabras que care- cian de acento y entonacion: —Yo-soy-el-robot-que-habla. Gloria se qued6é mirandelo con tristeza. Hablaba, pero el sonido provenia de algvin lugar de su interior. No tenia una cara a la que dirigirse. — Podria ayudarme, senor Robot, por favor? —pregunt6. 49 desalentada: desanimada. 37 E] Robot Parlante estaba concebido para que respondiera a preguntas, aunque solo debian hacérsele aquellas que po- dia contestar, Asi que tenia plena confianza en su capaci- dad. —Yo-puedo-ayudarte —dijo. —Gracias, senior Robot. {Ha visto a Robbie? —iQuién-es-Robbie? —Es un robot, senor Robot —y se puso de puntillas—. Asi de alto, pero mucho mas; y es muy simpatico. Tiene ea- beza, jsabe, senor Robot? Quiero decir que usted, con per- dén, no tiene: pero él sf E] Robot Parlante ya no la seguia bien: —j{Un-robot? —Si, sefior Robot. Un robot como usted, salvo que no pue- de hablar, naturalmente, y parece una persona de verdad. —iUn-robot-como-yo? —Si, sefior Robot. La tinica respuesta a esto del Robot Parlante fue un cre- pitar erratico™ y un sonido extrano e intermitente. La gene- ralizacién radical que se le proporcionaba, es decir, su exis- tencia, no como un objeto particular, sino como miembro de un grupo genérico, el de los robots, fue demasiado para él. Intento asimilar obedientemente el concepto, y se le quema- ren media docena de bobinas. Empezaron a zumbar peque- fias sefiales de alarma. Estaba esperando Gloria la respuesta de la maquina, procurando disimular su impaciencia, cuando oy6 el grito de su madre. 50 crepitar: dar chasquidos al arder: errdtico: que sale de distintos sitios 38 —{Qué haces aqui, nifia mala? —exelamé la senora Wes- ton, mudandosele al instante toda su ansiedad en enfado—, éTe das cuenta del susto mortal que has dado a papa y a mama? Por qué te has escapado? El encargado del robot habia entrado a toda prisa tam- bién, muy nervioso y preguntando quién de todos ellos ha- bia estado manipulando la maquina. —jNo saben leer los letreros? —grité—. No se permite estar aqui sin acompaiiante. Gloria alz6 su vocecita apenada por encima de la griteria de la madre y del encargado: —Sdlo he venido a ver al Robot Parlante, mama. Pensa- ba que a lo mejor él sabia dénde estaba Robbie porque es robot también —y entonces, al venirle el stibito recuerdo de Robbie, se eché a llorar—. Tengo que encontrar a Robbie, mama. Lo tengo que encontrar. La sefiora Weston ahogé un grito, y dijo: —jAy, Dios mio! Vamonos a casa, George. Esto es mds de Je que puedo soportar. Essa noche se ausenté George Weston durante unas horas, y a la manana siguiente hablé con su mujer con una expre- sidn sospechosamente semejante a una satisfecha compla- cencia. —Se me ha ocurrido una idea, Grace. —{Sobre qué? —fue la fria e indiferente pregunta. —Sobre Gloria. —{No irds a proponerme que volvamos a comprarle el di- choso robot? —No, claro que no. 39 5 & E £ = RB x = 4 3 —Entonces adelante. No tengo inconveniente en escu- char tu idea. No parece que haya servido de mucho todo lo que he hecho. —Bien, pues he pensado lo siguiente: el problema con Gloria es que piensa en Robbie como si se tratase de una persona y no de una maquina. Naturalmente, no puede ol- vidarlo. Ahora bien, si logramos convencerla de que Robbie no era mds que un armatoste de acero y cobre construido con laminas y alambres, y que sus jugos vitales eran elec- tricidad, jeudnto le durara su aforanza? Mi idea es atacar el problema desde el punto de vista psicoldgico, jentiendes? —iY qué propones que hagamos? —Muy sencillo. ;Adénde imaginas que me fui anoche? A convencer a Robertson, de la empresa U.S. Robots & Mecha- nical Men Inc., de que nos organice mafiana una visita eom- pleta a sus instalaciones. Iremos nosotros tres. Cuando ter- mine la visita, Gloria habra comprendido que un robot no es un ser vivo. A la sefiora Weston se le iban abriendo cada vez mas los ojos, y brillé en ellos algo asi como una repentina admira- cién por su marido. —Vaya, George; esa si que es una buena idea. Y los botones del chaleco de George Weston se tensaron al hincharsele el pecho de orgullo. —Tengo muchas —dijo. E! sefior Struthers era un Director General concienzudo, y por tante un poco charlatan. Asi que la sugerencia se mate- rializé en una visita explicada (quizé incluso excesivamente explicada) paso a paso. Sin embargo, la sefiora Weston no 40 se aburrié. Es mas, incluso lo interrumpié varias veces para pedirle que repitiese la explicacién en un lenguaje mas sen- cillo a fin de que Gloria lo comprendiese. Estimulado por esta apreciacién de sus poderes narrativos, el sefior Strut- hers desplegé su cordialidad y se fue volviendo cada vez mas comunicativo, si es que eso era posible. El propio George Weston dio muestras de impaciencia. —Perdone, Struthers —dijo interviniendo en mitad de un discurso sobre la célula fotoeléctrica—, jno hay en su fa- brica una seccién donde solo trabajan robots? —(jEh? jAh, si, claro! (Naturalmente! —y sonrié a la se- nora Weston—. Un circulo vicioso en cierto modo: los robots creando robots. No se trata de una practiea generalizada, por supuesto. En primer lugar, los sindicatos de trabajado- res no nos dejarian porque muchas personas perderian el empleo. Pero podemos producir algtin que otro robot utili- zando exclusivamente mano de obra de robot a manera de experimento cientifico, Mire —se dio unos golpecitos con los lentes en la palma de la mano para reforzar sus palabras—, de lo que no se dan cuenta los sindicatos, y se lo digo como hombre que ha sido siempre comprensivo con el movimien- to obrero en general, es de que la aparicién del robot, si bien implica cierto desajuste inicial, inevitablemente... —Si, Struthers —dijo Weston—, pero {podriamos ver esa seccién de la fabrica que dice? Estoy seguro de que seria muy interesante. —iS8i, locarse los lentes con un movimiento convulsivo,5! desaho- jNaturalmente! —el sefior Struthers volvid a co- 51 convulsivo: con una contraccién, répidamente. 41 gando una blanda tosecita de deseoncierto—. Siganme, por favor. Estuvo relativamente callado mientras guiaba a los tres por un largo pasillo y bajaban un tramo de esealeras. Lue- go, al entrar en una sala amplia y bien iluminada en la que reinaba un zumbido de actividad metalica, abrié las com- puertas y volvié a dar rienda suelta a su torrente de expli- caciones —iAhi lo tienen! —dijo con un tono de orgullo en la voz—. iS6lo robots! Hay cinco supervisores, pero ni siquiera es- tan en la sala. En cinco afos, desde que empezamos este proyecto, no ha habido el mds pequeno accidente. Desde luego, los robots que se montan aqui son relativamente sen- cillos, pero... Hacia rato que la voz del Director General se habia apa- gado en una especie de murmullo para los ofdos de Gloria. La visita entera parecia bastante aburrida e insustancial para ella, aunque habia muchos robots a la vista. Pero nin- guno se parecia ni en lo mas remoto a Robbie, asi que los miraba con manifiesto desprecio. Observé que en esta sala no habia trabajadores. Enton- ces sus ojos repararon en seis 0 siete robots ocupados afano- samente™ en torno a una mesa redonda que habia en el centro de la sala. Los ojos se le agrandaron de repente con incrédula™ sorpresa. La sala era enorme. Gloria no alcan- zaba a ver bien del todo, pero uno de los robots se parecia a... Se parecia a... jera él! 52 supervisor: el que controla que las cosas se hacen bien. afanosamente: con mucho esfuerzo y dedicacién. 54 imerédula: que no se lo cree. 42 —jRobbie! —su grito traspas6 el aire, y uno de los robots que habia junto a la mesa titubed,® y solté la herramienta que sujetaba. Gloria casi se volvié loca de alegria. Se colé entre los barrotes de la barandilla antes de que su padre o su madre pudiesen detenerla, salté agilmente al piso, medio metro mas abajo, y echd a correr hacia su Robbie con los brazos abiertos y el cabello flotando detras. ¥ los tres adultos vieron con horror algo que la excitada nifia no vio: un pesado tractor de transporte se acercaba ciegamente por su carril fijo. Weston tardé unos segundos en reaccionar, y esos segun- dos fueron decisivos, porque le impidieron aleanzar a Glo- ria. Aunque Weston salté la barandilla en un intento deses- perado, fue evidentemente inittil. El sefior Struthers hizo sefias desesperadas a los supervisores para que detuviesen el tractor, pero los supervisores eran solo hombres y necesi- taban tiempo para reaccionar. Fue Robbie el que actud instantaneamente y con preci- sion. Salié disparado desde el otro extremo, salvando con sus piernas metalicas el trecho entre él y su pequefia ama. Todo sucedié en un instante. Robbie agarré a Gloria con un movimiento de brazo sin disminuir una pizca su velocidad, haciendo que perdiera el aliento. Weston, que no acababa de entender lo que estaba ocurriendo, sintié (mas que vio) pasar a Robbie junto a él y, desconcertado, se detuvo en se- co. El tractor cruzé la trayectoria de Gloria medio segundo después que Robbie rescatara a la nifia, avanz6 tres metros mas y se paré con un frenazo largo y chirriante.™ 55 titubed: dud6, vacilé. 36 chirriante: ruido aguda y molesto. 43 Robbie Gloria recobré el aliento, se so- metié a una serie de apasionados abrazos de sus padres, y se volvié ansiosa hacia Robbie. Por lo que a ella se referia, no habia pasado na- da, salvo que habia encontrado a su amigo. Pero la expresién de alivio de la sefiora Weston habia dado paso a otra de oscura sospecha. Se volvid hacia su marido; y a pesar de que estaba despeinada y de que presen- taba un aspecto poco digno, consi- guid parecer bastante temible. —Has sido tu el que ha planea- do esto, gverdad? George Weston se pasé el pa- fuélo por su frente sudorosa. Le temblaba la mano, y sus labios solo consiguieron curvarse en una tré- mula y palida sonrisa. La sefiora Weston continué: —Robbie no esta concebido para el trabajo de ingenieria o de cons- truccién, de manera que no tenia ninguna aplicacién aqui. Lo habéis traido adrede para que Gloria se lo encontrase al llegar, ;verdad? —Bueno, si —dijo Weston—. Pe- ro, Grace, gcémo iba yo a saber que 45, el reencuentro iba a resultar tan accidentado? Y Robbie le ha salvado la vida; eso tienes que reconocerlo. No puedes echarlo otra vez. Grace Weston reflexions. Se volvié hacia Gloria y Robbie, ¥ los observé abstraida un momento. Gloria se agarraba al cuello del robot con tanta fuerza que habria asfixiado a cualquier criatura que no fuera de metal; y no paraba de decir tonterias con una exaltacién®” medio histérica. Los fuertes y poderosos brazos de acerocromo de Robbie (capa- ces de convertir una barra de acero de cinco centimetros de diametro en una galleta) se curvaron tiernamente alrede- dor de la nina, y sus ojos se encendieron de un rojo intenso, muy intenso. —Bueno —dijo la sefiora Weston finalmente—; creo que puede seguir con nosotros hasta que se oxide. 57 exaltacién: entusiasma. 46 Sally ally venia por la carretera del lago, asi que la saludé con la mano y la llamé por su nombre. Siempre me gustaba ver a Sally. Me gustaban todos, por supuesto; pero Sally era la mas bonita del grupo. De eso no habia la menor duda. En respuesta a mi saludo, aceleré un poquitin. Sin per- der la compostura. Sally no la perdfa nunca. Aceleré solo lo suficiente para mostrar que se alegraba de verme, nada mas. Me volvi hacia el hombre que habia a mi lado. —Es Sally —dije. El hombre me sonrié y asintié con la cabeza. Lo habia hecho pasar la sefiora Hester, y me lo presente: —Es el sefior Gellhorn, Jake. Recordara que le eseribié pidiéndole una entrevista. Lo decia por decir, pues ella sabia que no lo recordaria. Tengo miles de cosas que hacer en la granja, y no puedo 49 perder tiempo con la correspondencia. Por eso tengo con- migo a la sefora Hester. Vive bastante cerca, me resulta muy titil para solucionar estas tontadas sin necesidad de molestarme, y, lo que es mds importante, le gustan Sally y el resto del grupo. Hay gente a la que no les gustan. —Encantado de saludarlo, sefior Gellhorn —dije. —Me llamo Raymond J. Gellhorn —dijo, y me dio la ma- no y se la estreché. Era un individuo largo, media cabeza mas alto que yo, y mas corpulento también, Tenia como la mitad de mi edad, unos treinta y tantos afios. Tenia el pelo negro y liso, peina- do con raya en medio y con laca, y un bigote fino y muy cui- dado. De orejas para abajo se le pronunciaba una gran mandibula, de manera que parecia tener algo de paperas.' En televisién habria sido natural que representase el papel de malo, asi que supuse que era buena persona. Pero la te~ levision no siempre se equivoca... —Soy Jacob Folkers —dije—. zEn qué puedo servirle? Desplegé una ancha sonrisa en la que mostré unos dien- tes blancos. —Quisiera que me hablase un poco de la granja que diri- ge aqui, si no tiene inconveniente. Oi acercarse a Sally por detras de mi y alargué la mano. Avanz6 hasta tocarme y noté calido el esmalte duro y bri- llante de su guardabarros en la palma de la mano. —Un automévil precioso —dijo Gellhorn. Era una forma muy simple de decirlo. Sally era un des- capotable del afio 2045, con motor positrénico Hennis-Car- 1 paperas: abultamiento de Ix zona alta del euello. leton y chasis Armat. Tenia las lineas mas puras y admira- bles que haya visto yo en ningtin modelo sin excepcién. Era mi coche favorito desde hacia cinco afios, y le habfa instala- do todo cuanto se me ocurrid. En todo ese tiempo no se ha- bia puesto absolutamente nadie a su volante. Ni una sola vez. —Sally —dije, dandole una palmadita—, te presento al senor Gellhorn. E] ronroneo de los cilindros del motor se elevé un poco. Presté atencién, a ver si sonaba algun golpeteo extraio. TI- timamente venia oyendo golpeteos de motor en casi todos los coches, y el cambio del tipo de gasolina no habia supues- to la mas minima mejora. Esta vez, no obstante, el motor de Sally tenia la misma suavidad que su pintura. —éLes pone nombre a todos los coches? —pregunté Gell- horn. Su tono soné divertido, y a la sefiora Hester no le gusta la gente que habla como burlandose de la granja, de modo que dijo con sequedad: —Por supuesto. Los coches tienen auténtica personali- dad, {verdad, Jake? Los sedanes? son masculinos y los des- capotables femeninos. Gellhorn volvié a sonreir: —+tY los guarda en garajes separados, sefiora? La sefiora Hester le lanz6 una mirada furibunda.? —Y ahora, senior Folkers —afadié Gellhorn, dirigiéndose a mi—, {podria hablar con usted a solas? 2 sedan: modelo de coche no descapotable, esta es, el mas corriente. 3 furibunda: lena de ira, irritada. Sally —Depende —dije—. jEs usted periodista? —No, sefior. Soy agente de ventas. No se va a publicar nada de lo que hablemos usted y yo. Me interesa que sea es- trictamente confidencial,* se lo aseguro. —Vamos a dar un pequefio paseo por la pista. Hay un banco donde podremos sentarnos. Echamos a andar. La sefiora Hester se alejd. Sally nos si- guid a escasa distancia. — Le importa que nos acompane Sally? —dije. —En absoluto. No puede contar a nadie nada de lo que hablemos, jverdad? —se rio de su propio chiste, alargé la mano y froté la rejilla de Sally. Sally dio un acelerén y Gellhorn retiré instintivamente la mano. —No esta acostumbrada a tratar con desconocidos —ex- pliqué. Nos sentamos en el banco bajo un gran roble desde don- de podiamos contemplar, al otro lado del pequefio lago, nues- tra pista de carreras particular. Era el momento mas ani- mado del dia, y los coches se encontraban ya en la pista; al menos treinta de ellos. Incluso desde donde estabamos po- dia ver que Jeremias se dedicaba a su ‘hazana’ habitual de ir agazapado® detras de un modelo mas viejo, acelerar de repente y adelantarlo aullando con un deliberado chirrido de frenos. Dos semanas antes, practicando ese mismo juego, habia echado al viejo Angus fuera del asfalto, y lo castigué dejandole el motor desconectado dos dias. 4 confidencial: secreto. 5 agazapado: agachado para que no lo vean. Pero me temo que no sirvid de nada. Parece que la cosa no tiene remedio. Para empezar, Jeremias es un modelo de- portivo, o sea un tipo de coche tremendamente impulsivo. —Bueno, senor Gellhorn —dije—. {Puedo saber para qué quiere esa informacién? Pero estaba distraido mirando a su alrededor. —Kste lugar es sorprendente, sefior Folkers —dijo. —Llameme Jake, por favor. Todo el mundo me llama Ja- ke. —De acuerdo, Jake. jCudntos coches tiene aqui? —Cincuenta y uno. Cada aio Iegan uno o dos nuevos. Una vez recibimos cinco. Aun no hemos perdido ninguno. Todos estan en perfectas condiciones. Incluso tenemos un modelo del 2015, Mat-O-Mot, todavia en funcionamiento: uno de los primeros coches automaticos. Es el primero que tuvimos aqui. El bueno de Matthew era un anciane ya. Ahora se pasa- ba la mayor parte del dia en el garaje, pero es que era el abuelito de los de motor positrénico. En sus tiempos, los unicos que conducifan coches automaticos eran los vetera- nos de guerra ciegos, los parapléjicos® y los jefes de estado. Pero yo estaba al servicio del sefior Samson Harridge, que era lo bastante rico como para permitirse tener uno. Yo era su chéfer en aquel entonces. Los recuerdos hacen que me sienta viejo. Me acuerdo de cuando no habia ni un mal automdvil en el mundo con inte- ligencia suficiente para volver por si solo a su casa. He con- taban a cada instante ducido montones de coches que neces 6 parapléjico: paralitico de la mitad inferior del cuerpo. la mano del hombre en sus mandos. Esos trastos solian ma- tar anualmente a decenas de miles de personas. Los automaticos resolvieron ese problema. Naturalmen- te, el cerebro positrénico es capaz de reaccionar mucho mas deprisa que el humano, lo que permitié que la gente se de- sentendiera de los mandos. Subias, tecleabas tu destino, y dejabas que el coche hiciera lo demas. Hoy todo eso nos parece natural, pero recuerdo cuando aparecié la primera normativa que obligaba a retirar de las carreteras los viejos automéviles y solo permitia la circula- cién a los automaticos. Dios mio, la que se armé. Lo llama- ron de todo, desde comunismo hasta fascismo. Pero des- congestion las carreteras, acabé con las muertes por acci- dente de trafico, y aumenté el nimero de personas que podia viajar de esta nueva manera. Naturalmente, los automaticos eran de diez a cien veces mas caros que los manuales, y no habia tantos como para que un particular se permitiese comprar uno. La industria se especializé en la produccién de autobuses automaticos. Siempre podias llamar a una empresa de autobuses, pedir que parase uno en tu puerta en cuestién de minutos, y te llevaba a donde ti quisieras. Normalmente tenias que ha- cer el trayecto con otros viajeros que llevaban el mismo iti- nerario, pero {qué tenia eso de malo? Sin embargo, el sefor Samson Harridge se compré un co- che particular. Fui a hablar con él en cuanto lo recibié. El coche no era entonces Matthew para mi. No sabia que mds tarde se iba a convertir en el miembro mas antiguo de la 7 descongestioné: consiguis que hubiera menos coches. granja. Yo solo sabia que me iba a dejar sin trabajo, y lo odiaba por eso. —WNo va usted a necesitarme mas, jverdad, sefior Harrid- ge? —le dije. —jDe qué tiene miedo, Jake? —contesté—. No creera que me voy a fiar de un trasto asi, verdad? Usted seguira al volante. —Pero si funciona por si solo, sefior Harridge —dije—. Explora la calzada, reacciona con exactitud ante los obsté- culos, los seres humanos y los otros coches, y memoriza los trayectos. —Eso dicen, eso dicen. De todas maneras, usted ira sen- tado al volante por si acaso. Es sorprendente lo que se puede querer a un coche. Poco después le puse el nombre de Matthew, y me pasaba el tiempo sacandole brillo y vigilando su puesta a punto. Un cerebro positrénico se mantiene en condiciones 6ptimas® cuando tiene en todo momento el control del chasis; lo que quiere decir que vale la pena mantener el depdésito de com- bustible leno para que el motor pueda estar al ralenti® dia y noche. Al cabo de un tiempo, sabia cémo se encontraba Matthew por el ruido de su motor. Harridge, por su parte, acabé cobrandole afecto también. No tenia a nadie mas a quien querer. Se habia divorciado de tres esposas, y habia sobrevivido a cinco hijos y tres nie- tos. Asi que cuando el sefior Harridge muri6, quizd no fue una sorpresa que mandara convertir su propiedad en una 8 éptimas: muy buenas, excelentes. 9 ralenti: funcionamiento del motor cuando no se acelera, con el coche pa- rado. granja para automéviles jubilados, conmigo al frente y Mat- thew como primer miembro de un linaje” distinguido. La granja es ahora toda mi vida. Nunca me he casado. Uno no puede estar casado y ocuparse de los automaticos como es debido. Los periddicos lo consideraron una extravagancia;" pero pasado un tiempo dejaron de hacer chistes al respecto. Hay cosas con las que no se debe bromear. Quizd no habéis teni- do nunca la posibilidad de comprar un automatico, ni puede que la lleguéis a tener en la vida; pero creedme: acabariais enamordndoos de él. Son incansables y carifiosos. Harfa fal- ta no tener coraz6n para maltratar a uno de ellos, 0 para presenciar impasibles” como lo maltratan. Tanto es asi que cuando alguien posee un automatico adopta las medidas necesarias para que lo alberguemos'* en la granja cuando se jubile, si no tiene un heredero de confianza a quien encomendar sus cuidados. Se lo expliqué a Gellhorn. —jCincuenta y un coches! —dijo—. Eso representa una fortuna. —Cincuenta mil délares cada uno como minimo, de acuer- do con el precio original —dije—. Ahora valen mucho mas, pues los mejoramos de continuo. —Debe de costar un dineral mantener la granja. —Eso es verdad. La granja es una organizacién sin bene- ficios econdmicos que, por tanto, nos supone una desgrava- ll extravagancia: algo raro, que llama la atencidn. 12 impasibles: tranquilos, sin alterarnos. 13 alberguemos; alojemos, acojamos. 57 cién en los impuestos;" y desde luego, los automaticas que ingresan vienen normalmente con una cantidad de dinero que los antiguos propietarios entregan junto con el coche. De todos modos, los costes suben continuamente. Tengo que mantener el lugar ajardinado; tengo que estar asfaltando y repasando los automAticos viejos sin parar. Luego esta el combustible, el aceite, las reparaciones y la instalacién de innovaciones en ellos. Todo eso significa dinero. —é¥ lleva mucho tiempo en esto? —Ya lo creo, senor Gellhorn. Treinta y tres afos. —No parece que saque mucho de esto. —<éQue no? Me sorprende, sefior Gellhorn. Tengo a Sally y a cincuenta como ella. Mirela. Sonrei. No pude evitarlo. Sally estaba tan impecable'? que casi danaba la vista. Debié de aplastarse algun insecto contra su parabrisas, o pegarsele alguna mota de polvo: el caso es que se puso a trabajar: un tubito emergid del chasis y derram6 sobre el cristal Tergosol,"* que se extendié sobre la pelicula de silicona de la superficie; instantaneamente, con un chasquido, se coloed en posicién la escobilla, y escu- rrié el agua hacia abajo, expulsdndola por un canalillo al suclo, donde cay6 goteando. Ni una sola gota salpicé su bri- Ilante capé verde manzana. Con un chasquido, la escobilla y el tubo de detergente volvieron a su sitio y desaparecieron. —En mi vida habia visto hacer eso a un automatico —di- jo Gellhorn. 14 Es decir, que sirve para rebajar (desgravar) la cantidad de dinero que se paga al Estado (impuestos), 15 impecable: sin ninguna mancha. 16 Tergosol: marca de detergente o limpiacristales, 58

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