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Presencia Teologica Tiene el cristianismo algo positive y original que decir acerca del mundo Jo naxralza 0, por el contra —come han fa lentales? Se ha soldo a na de alentar la dominacion del ho ign, de concebir la naturaleza como wcaidan y profana y de con siderar la salvacion individual coma lo dnico verdaderamente im- portante. Observando lo que la Biblia dice reaim Y examinando las Wadiciones de los Pad! Ontodoxiaorientaly de la espiritualidad tra cémo ol cistianismo es, de ue ha sido deformada por infuen Placable ego'smo de ia especie hur sobre esto de la Iglesia, de ht \Valigndose de una serie de intuicior modema —la fisica cudntica, la nueva rmicista,.—, este libro va Dic rministro de la Iglesia de Escocia, es mi or sus eseritos y por sus colaboraciones 1 Sal Terrae IAN BRADLEY DIOS ES VERDE» lan Bradley Dios es «verde» Cristianismo y medio ambiente Sal Terrae resencia } teologic A Coleccién «Presencia Teolégica» Tan Bradley 73 ___Dios es «verde» _ Cristianismo y medio ambiente a2089 Editorial SAL TERRAE. ‘Santander ‘Titulo et original inglés: God is green © 1980 by tan Bradley Poblcado por Daron, Longman and Todd, Le ‘$9 Lille Road, Londoa SW, 1UD “Traded por Petro). Risa © 1983 by ait Sal Tere Potigno de Raos. Parcels "38600 Malian (Cantabria) Con as debi cnc Impreso en Bspata. Pre in Spain ISBN: 84-293-1098-3 Dep. Legal Bi 61893 Fotocomposicin Didot, S.A. Billoo lnpeesiony encuadenacn Gao, SA. - Bilbao indice Prilogo, por Jonathon Porsitt Prefacio Invroduccién Et interés de Dios por toa la creacién «Del Ser es laverra'y cuanto la ena» La danza de fa creacién ‘Batirin palmas los drboles del campo [La caida de la naturaleza La ereacion entra gime con dolores de parto» Et Cristo eésmico sz Quién es éste que hasta el viento y ef mar We obedecen? Bt papel de los sexes hurmanos Le diste el mando sobre las obras de tus manos» Posdata: Algunas sugerencias pricticas para wreverdecers las iglesias 29 3s ” BL Iss Prélogo Recuerdo perfectamente que en una reunién celebrada en Durham, durante la campafa electoral de 1983, se me pidis ‘que habiara sobre tas preferencias politicas de Cristo. «Si el Hijo del Hombre volviera de nuevo —preguats un in- dividuo de Kigubre aspecto desde la Gitima fla—, ,n0 le parece que votaria“‘verde™, puesto que slo una filosofia verde” venera la tierra de’ Dios-y se esfuerza por poner fen prctica el Sermén de la Montafa?»» Debido mis limitadisimos conocimientos teolSgicos, noestaba yo demasiado preparado para hacer frente a aque~ Ila «verde» cuestin esprital, y sospecho que mi respuesta fue todo menos iluminadora. En cualquier caso, hay mu- chas personas que, con escasa justificacién intelectual y ‘ain con menos integridad, reclutan tranquilamente a los muertos y enterrados (y aun a los resucitados) para sus propios ejécitos. La verdad es que desde entonces he pensadlo mucho fen aquel encuentro, y estoy cada Vez mis convencido de {ue el verdadero problema no es si Cristo habria votado 0 no «verde», sino si la Iglesia le habria declarado 0 n0 hereje por haber votado asi En cualquier anilisis objetivo que se haga sobre las causas de la actual crisis ecolégica, son muchos los que ‘pinan que la Iglesia cristiana ha sido (y sigue siendo) parte del problema, mais que de la solucién, Y piensan asi, 4 pesar de que miles de cristianos, a nivel individual, han sido pioneros de Ia proteccidn y defensa de la tierra, Como cristiano un tanto rebelde y heterodoxo, esta ambivalencia ‘me ha hecho sufrir no poco durante aos. Por eso, cuando supe que Ian Bradley (a quien, desde hace tiempo, conozco como maestro y aigudo observador de Ia escena politica) no sélo se habia hecho ministro de Ia Iglesia de Escocia, sino que publicaba también un ibro titulado Dios es «verdes, renacté mi ilusionada esperanza, amis se me habria ocurtide pensar en las hipotéticas intenciones de voto de ninguna persona de la Trinidad! Mis expectativas no se han visto defraudadas. Aunque los teblogos especialistas podrin discutir algunos puntos delicados de su exsgesis, est libro esta escrito para laicos ormales, pero inguietos; para cristianos de a pie: para quienes se siemen deseosos de aprender més sobre los ‘origenes y el significado desu fe, sin sentirse encorsetados, sin embargo, por tal o cual dogma. He aprendido mucho de este libro. Me ha permitido repensar algunas de mis superficiales critics respecto de la practica y la predicacién antiecoldgicas de la Iglesia cristiana, Ha dado palabras a muchos de mis sentimientos sobre Ia creacién y sobre la continua actividad de Dios en el proceso evolutivo, Y ha reforzado mi conviecién de que el movimiento «verde» no llegar muy lejos si se queda atascado en su situacion actual de esterilidad secular y antropocéatrica Si el destino de la presente generacién es convertirse en administradora de la tierra de Dios (y lo ha de ser, ya que somos ta dikima generacién a la que se ofrece esta opcién), hay que reinterpretar el cristianismo en st con: junto para que cante de nuevo su visidn sacramental de la naturaleza, durante tanto tiempo silenciada. Como acer- tadamente afirma Tan, no necesitamos inventar una nueva religion; pero el cristianismo necesita, sin duda, redescu- x0.000 9 ‘rir mucho de su antigua sabiduria, que tan resueltamente le liga a la tierra Mis alli de su estilo académico y de su sensibilidad iterpretativa, este libro es un himno de alabanza ala terra Viviente. Por una feliz coincidencia, lo he leido durante una breve pero reconfortante visita a Lake District. Suba cl lector a'la cima de la montaita de Wandsdyke en ua rojizo atardecer de octubre, cuando la ditima luz solar se cextiende por todo el lago de Windermere, j...y a ver sien tal momento y lugar no descubve el sentido de lo trascen- dente y la intimacion estimulante de Dios! En estos tiempos, el movimiento «verde» es noticia 5 un movimiento joven, leno de confianza y de una creciente inluencia, pero estéjugando un peigraso juezo con quienes estan evando a la humanidad al bore de un abismo ecolégico; con quienes tienen ideas fijas, por ejem- plo la del «consumismo verde, como si ellos pudiesen freer una salvacin sin sacrificio...o sin cambios rales, No seri tan fil, y el movimiento no se sostendri, {y menos atin pod sostener los sistemas vitales de fos que ependemos nosotros y las futuras gencraciones, a menos {que encventre un sistema de valores ms profundo. No se spoya lo que no se venera. Este libro servra para dar consstencia al futuro del ‘movimiento «verde» y para iluminar e inspirar el proceso dde muchos de nosotros. JonATHON PoRRITT Lake District Octubre de 1989 Prefacio El origen de este libro es un articulo aparecido en noviem- bre de 1988 en la seecién «Face to Faith» del diario The Guardian, donde abogaba yo por un «teverdecimiento» del cristianismo, De todo cuanto he escrito como periodista profesional o independiente en casi veinte aos, ha sido steel articulo que mis reaccién ha provocado: ain estoy recibiendo cartas de personas que lo leyéron. Esta reaccién tne animé a desarrollar mi pensamientd sobre el tema. Ast, todos los que se comunicaron conmigo con ocasién de quel articulo serin deudores del mérito (0 demérito) del presente volumen, ‘Nunca me habria embarcado en esta obra, por muy popular y superficial que sea su contenido teoldgico, sin Ja Sida fundamentacion académica que recibi, en Tos tes Sikimos afios, en ef curso de Estudios de Bachillerato en Teologia de la Universidad de Saint Andrews, donde mis profesores soportaron pacientemente a un estudiante in- uieto ¢ incdmodo y donde contraje una deuda de gratitud especial con cuatro de ellos: el profesor Bill Shaw, que me introdujo en el apasionamte tema del pensamiento di namicista y en el rea global de Ia teologia de la creacién; ‘Michael Keeling, que me sir ‘en el Fascinante y saificante viaje de descubrimiento del mundo de la mis- tica y a espirituaidad cristianas, tomando como exponen- tes del «crstianismo verde» a San Francisco de Asis ya Juliana de Norwich; Steven Mackie, que estimul6 mi in- R ios Es VERDE terés por la evologia y por la reforma de la tierra; y el doctor Ron Piper, que me permitid desarrllar mis propias teorias acerca del significado de los milagros de naturaleza cen el Nuevo Testamento; él fue quien més insisté en el ‘cuidado con que Dios sostiene su creacidn, tal como apa- rece en la predicacién sapiencial de Jest. Bl desarrollo de mi pensamiento sobre el intinseco -«verdor» del cristinismo ha molestado a algunas de las comunidades eclesiales de Fscocia, en Dundee y en Fife, gue escucharon pacientemente, y en muchos casos con un entusiasmo realmente estimulane, sermones que con fre- ccuencia debieron de resultarles extrafos y heterodoxos. Me siento fuertemente deudor de la obra de una serie de te5: logos contemporaneos, especialmente el doctor A.R. Pea- cocke, el doctor John Polkinghorne, el profesor Jirgen Moltmann, el profesor George Hendry y el metropolita Paulos Gregorios. Espero que mi deuda con ellos quede clara a Io largo del libro. Mi agradecimiento, tambign, al reverendo Francis Simons, ministro de la Iglesia Unitaia de Essex, en Londres, por haberme permitido citar su poe- ma «To plant a tree», y a la Editorial Wild Goose por aulorizarme a citar la oracién «The whole earth shall cry ‘glory>. Cito la Biblia segin la Revised Standard Version, ‘no ser que indique expresamente lo contratio* Quisiera también dar las gracias a Sarah Baird-Smith ya sus compaiieros de Darton Longman & Todd. Pienso {que es bueno que este libro se publique en una editorial {ue produice tantos libros catélicos. Aunque escribo como ‘ministro protestant, soy plenamente consciente del enor: me «verdor y el caricter holistico del conjunto de la tradicién eatdiica. Soy también consciente de la oport- nidad de la pregunta planteada por Simone Weil: «;Cémo * En Ia presente duce castlana, ls cits ibis han sido ‘omadas del Biblia de Jerusalem. (Nota del Editor). REFACIO B ‘puede Ia Iglesia lamarse catéica si deja fuera al universo ‘Como siempre, mi esposa Lucy ha soportado con en- vigiable humor mis frecuentes ausencias y ha cuidado de los nos durante la composicién de este ott libro. Espero me perdonari que no le dedique este libro a ella, sino a todos los que eran estudiantes en los aos sesenta y que Hegarin a su medio siglo de vida en el planeta Tierra alrededor del 2000: la generacién det Principe Carlos y de Jonathon Porritt, que han, sido para mi motivo de inspi- racién, como sé que también lo han sido para otros muchos, Lan Braotey Introduccion El mayor problema que afronta nuestro mundo en el inicio de Ta tia década del siglo 20¢es, sin lugar a dudas, la «amenaza provocada por la explotacién y la contaminacion del medio ambiente. La escalada de la crisis ecoldgica es ‘enorme y erece constantemente; pero crece y se extiende ‘también la preocupacién humana por este motivo, La lucha por salvar el medio ambiente ha prendido en el corazin y ‘en fa imaginacién de millones de personas, y no s6lo entre ‘quienes votan a los «verdes» o se unen a los «Amigos de la Tierra», sino que figura también en todos los principales programas politicos y sociales, y ya no puede despacharse ‘como si se trtara de un tema marginal, de interés inica- ‘mente para chiflados y maniiticos. Este libro pretende mostrar que la fe crstiana es in teinsecamente «verde»; que la buena noticia del evangelio es promesa de liberacién y plenitud para toda la creacion; y que los cristianos estén llamados a contribuir de manera positiva y original a la salvacién de nuestro planeta ame~ nazado y a la preservacin del medio ambiente natural Para encontrar este evangelio «verde» en el corazén del cristianismo necesitamos, sin embargo, borrar sigios de un pensamiento antropocéntrico que ha colocado al hornbre y no a Dios en el centro del universo, y que ha hecho de la Iglesia, al menos en Occidente, uno de los primeros so- portes y uno de los mas importantes cSmplices de la eX- plotacion y contaminacién de los recursos de Ia tierra 16 os Es VERDE. La religiSn cristiana tiene mala prensa, en general, centre los miembros del «movimiento verde». De todos los ataques lanzados contra ella por el daiio que ha ocasionado, tal Vez el mis incisivo Tuera el que, en 1967, apareci6 en tun artculo de la revista norteamericana Science, titulado «Las raices histricas de nuestra crisis ecol6gica», que se hha convertido casi en un texto clisico y es citado con frecuencia por quienes se preacupan por el medio am- Diente. Su autor, el Profesor Lyna White, afirmma categ6- ricamente queen la taiz de mucios de los desastres actuales esti la arrogancia cristiana frente a la tierra. Y, mis en particular, ve en la tradiciin judeo-cristiana un camino abierto a la explotacin humana de la naturaleza, debido ‘a su descaificacion del animismo de las religiones paganas ¥ a la introduccién de un nuevo axioma: Ia naturaleza no tiene razén de ser, si no es la de servir al hombre: “. Muchas de ellas son ‘examinadas en este libro: la gran cadena del ser; la danza de la creacidn; el «pléroma» —Ia plenitud— de la creacion de Dios; el Cristo césmico; la recapitulacién de todas las cosas; la naturaleza sagrada de la materia implicada en las ddoctrinas de la Encarnacion y de la Eucaristia; el tema del jardin, que aparece a lo largo de la Biblia desde el Edén hasta Getsemani... Pero lo que quiz necesitamos, por encima de todo, es pedir la gracia de ver a Dios no s6lo 6, P, Tonutano be London 1965, p61 IARDI, Hymn of the Universe, Collins, sxRopuectoN 25 através de sus obras, sino también a través de sus palabras. Nos hace muchisima falta recuperar la idea de que las rmaravillas y los designios de Dios se nos revelan tanto a través de Ia naturaleza como a través de la Biblia, Esto 10 expresé clarisimamente Sit Francis Bacon en 1605, cuando distinguio entree! libro de las palabras de Dios y el libgo de sus obras. Pero el principio de que podemos encontrar fa Dios a través de la naturaleza es mucho mis antiguo: esti en el corazn mismo de la tan olvidada doctrina ea: télica de ta teologia natural, que aplica un tremendo co- rrectivo a las doctrinas antropocéntricas al descubri ra zones para creer en Dios absolutamente ajenas al mundo de To humano. Esto esti preciosamente expresado en ese sencillo y encantador himno infantil titulado «Al! shings bright and beauiiful», asi como en los versos de John Keble en su Afio Cristiano slay un libro que todos pueden leer ¥¥ ae ens Ia celestial verdad Lo tnico que se necesita. ‘son ojos puros un corazsn cristiano Las obras divinas de aria y las de abajo, Tas de dentro de nosotos y las de nuestro alrededor, son piginas de este Tibro que muestan ‘como se encuentra al mismo Dios» [Llegados a este punto, creo necesario hacer una actaracién: algunos lectores pueden tener la impresién de que, en mi ‘opinion, el crstianisma tiene muy poco que ver con los ‘eres humanos, y muchisimo con la parte no humana de la creacin, Quiero dsipar este equivoco desde el princi- pio. La Biblia presenta al ser humano como el rey de las, triaturas de Dios, y los evangelios afiman sin lugar adudas {que en esta vida debemos interesarnos, ante todo, por nues- ttos préjimos, hombres y mujeres. Nada de cuanto yo diga ddeberia apartamos del segundo gran mandamieato de Nues- two Seftor. Ni por un momento se me ocuriré negar que 6 los Hs VERDE a través de los otros seres humanos como podemos ver ‘con absolut nitidez el proyecto amoroso de Dios revelado en Cristo, No pretendo sugerir que debamos adoptar una especie de misticismo misdntropo que Gnicamente descubra Ja divinidad en la naturaleza y no en el hombre. Como espero poder demostrar, los crstianos no tenemos nada {que ver con algunos de los mas recaleitrantes ecologists os «verdes oscuros>— como los que pueden encontrarse en los Estados Unidos y, muy ocasionalmente, en Gran Brotaiia, que piensan que fos seres humanos son una plaga de nuestro planeta y rinden culte a la naturaleza salvaje Para los cristianos, el respeto ala naturaleza es un afadido su respeto porel ser humano, no un sustiutivo del mismo. En mi inlento por recobrar el «verdor» del eristianismo, ‘mis sentimientos son los mismos que los de Childe Harold, el personaje de Byron: «No es que ahora ame menos al hombre: es que amo mis a la naturaleza» En un reciente artculo publicado en The Times, Clif- ford Longley, agudo comentarista del acontecer religioso contemporineo, observaba que la década de los ochenta ‘no habia alumbrado ninguna idea religiosa interesante, ori- ginal o profunda, Segin él, los sesenta habian producido fa twologia de la liberacion, y los setenta Ia teologia fe minista, pero los ochenta han consttuido una década ester”, En mi opinion, hay buenas razones para afirmar {que en esos diez afios hemos asistide al renacimiento del cristianismo «verde». La literatura al respecto ha sido abun- dante en cantidad y calidad. Puede decirse que dicho nacimiento comenzé en 1978, con la publicacidn por el ‘Consejo Mundial de las Iglesias de la obra de Paulos Gres orios, The Human Presence: towards an orthodox view of nature. Al aio siguiente se publics un importante libro de AR. Peacocke, Creation and the World of Science, 7. The Ties, 3 de junio de 198, erRopuceION n ‘que oftece una visién anglicana de la integridad y la sa- cramentalidad de la naturaleza. La estimulante obra. de George Hendry, Theology of Nanure, apatecié en 1980, Entre los mas importantes libros de los ochenta, hay que Sestacar: Wind and Sea Obey Him: approaches io a theo- logy of nature (1982), de Robert Faricy: Original Blessing (1983), de Matthew Fox; God in Creation: an ecological doctrine of creation (1985), de Jurgen Moltmann y To Care for Earth: « call to a new theology (1986), de Sean MeDonagh. A mi modo de ver, estas obras en su conjunto constituyen un formidable y hermoso intento de establecer tuna profunda idea religiosa: que nosotros pertenecemos a ‘mundo, ¥ no tanto que el mundo nos pertenezea, Pero, a pesar de esta produccién literaria de Ia ditima cada, ¢} mensaje no parece haber llegado nia las co- rmunidades nia los miembros individuales de nuestas igle- sias. Sigue siendo raro escuchar predicaciones u oraciones aque incorporen el tema ecolégico. Muchos erstianos per- smanecen estancados en el rllado sendero de la salvacion, la justificacién y la expiacidn individuales. ¥ esto me lleva precisamente a la segunda de las razones que me han mo- ido a escribir este libro: una urgencia casi misionera de propagar el evangelio «erde» del eristianismo, conven- ‘ido como estoy de que, si los ochenta han sido estériles en produccién de ideas religiosas, los noventa deben ser Ja década de Ia teologia «verde», pero no propuesta como tuna salida aberrante, sino como el auténtico niicleo de ‘nuestra fe en un Dios comprometide con toda la ereacién ¥¥ en su Hijo Jesucristo, edentor del cosmos, Millones de personas, especialmente jovenes, estin = riamente preocupadas por lo que esti ocurriendo con el ‘medio ambiente natural, Muchas veces son personas que rechazan el eristianismo, porque les parece reductoramente individualistay obsesionado con temas tan poco atrayentes. como el pecado y la retribucién. Yo creo, sin embargo, ‘que el cristiaismo tiene algo vital y positive que decit 28 ios VERDE sobre estas preocupaciones, que es capaz de ofrecer fe y esperanza y que puede desempeiiar un papel positivo en Ja preservacion y salvacién del medio ambiente. Estoy fgualmente convencido de que, si los cristianos dejamos de hablar de este problema, que es ciertamente el mis importante de nuestro tiempo, y no dialogamos con todos ceuantos estin preocupados por el medio ambiente, no s6lo hhabremos perdido una formidable oportunidad misionera Y pastoral, sino que ademas le habremos fallado a la raza ‘humana, if planets y, lo que es atin mis importante, al mismo Dios: al Padre, que conoce y cuida del gorridn que cae del cielo; al Hijo, que entr6 en contacto con las fuerzas rebeldes de fa naturaleza y las redimig;y al Espiritu Santo, {que se cerns sobre las aguas iniciales al igual que se mueve fen el interior de nuestras almas, 1 El interés de Dios por toda la creacién «Del Seftor es la tierra ¥y cuanto 1a lena» No necesitamos ir mis all del final del capitulo primero de la Biblia para encontrar la afirmacién que suele con- siderarse como la raiz de la arrogancia y la indiferencia hhumanas frente al mundo de la naturaleza y que ha inducido 4 muchos a culpar al cristianismo de la actual crisis me- ioambienta: 4Y dijo Dios: “Hagamos al hombre a nuestra imagen y Semejanza; que domine alos peces det mar, alas aves del Cielo, alos animales domesticos y 2 todos los reptiles que Serpean sobre Ia tera» (Gin 1,26) EI mensaje de este conocido versiculo parece muy claro: el hombre es sefior de todo cuanto tiene ante sus ojos, al hhaberle otorgado Dios el derecho a hacer lo que le upetezca con el resto de la ereacién, que Gnicamente existe para satisfacer sus deseos y para que la use en su propio pro- vvecho. No hay duda de que elrelato biblico dela creacion ha sido frecuentemente interpretado de este modo por los ‘ristianos, especialmente desde la Reforma. En su gran comentario al Génesis, escribia Calvino: «El fini 30 os VERDE due todas las cosas fueron creadas (fue) que los hombres no carecieran de ninguna de las comodidades ni de las cosas necesarias para la viday'. Las primeras piginas de la fascinante obra de Keith Thomas, Man and the Narural World, estin plagadas de afirmaciones similares, entre: sacadas de escritos teoligicos de los siglos xvt y xvi. Por inverosimil que pueda parecer, jamis se dieron explica ciones tan ingeniosas para demostrar que todo cuanto hay’ enla tierra existe, simplemente, para beneficio de los seres hhumanos. A mediados del siglo Xv afirmaba Henry More, por ejemplo, que Dios habia ereado Ia hierba del jardin ‘para que el hombre pudiese ejercitar su laboriosidad arran- Cindola: «Si no tuviese nada en que esforzarse, el fuego de su espiritu se habria medio apagado»’. Doscientos anos después, el reverendo William Kirby afirmaba que incluso el piojo tenia su funcidn: la de ser un poderoso incentivo para adquirir hibitos de higiene personal Este modo de pensar se ha mantenido hasta bien entrado, siglo xx, John Dickie, profesor de Teologia Sistemitica en Ta Universidad de Aberdeen y Moderador de la Asam- blea General de la Iglesia de Escocia, escribia en 1930: El mundo existe para nosotos y no para si mismo, Se Sigue esta afrmacin dela verdad de que sé el ser per= sonal es capaz de responder al Amor, de que s6lo él puede ser objeto de Amor en ef verdadero sentido del término Por tanto, Dios quiere al mundo como instrumento, pero slo como instrument, En 1963, otro ministro de Ta Iglesia de Escocia justifcaba st accion de haber matado a dos cachorros de nutria del 1. J. CALVINO, Commentaries om the First Book of Moses, called Genesis, Lon 1847, vol. 1, 6-98. Gado en K.V. Twos, Man and the Natural World, Allen Lane, London 1983, p20. "S Giada on Wile he Earth Endures, Church of Scoslnd, Ein rh 1986, [ELINTERES DE DIDS POR TODA LA CREACION ar Gavin Maxwell que jugueteaban en la sbera, fundindose en que «el Scr ha concedido al hombre el control sobre todas as fieras del eampo>". Esa attud insrumentalista Y antopocénttica respecto del reso de la ereaién no ha Sido exclusiva de fos protestanes, sino gue estétambign ‘rofundamente araigada en la teologiaclasica catia, a omo la expresa este comentario de Tomas de Aquino: «Si ln texto de la Sagrada Escrtura parece prohibimos ser ‘tueles con fos animales salvajes, se debe, o bien aque el ser etucles con los animales nos hace erules con los seres hhumanos, o bien a que el dao causado aun animal produce tun perjuicio material al hombre». En el mismo tono, el anteulo de John Henry Newman sobre los animales en la Catholic Eneyelopaedia contiene este comentario: «Po- demos usarlos, pademos destrilos a placer, para aves tros props fines, en beneficio y satistacein propios»" Indudablemente, este modo de interpretar la proemi- nencia otorgada por Dios al hombre en el Génesis ha se vido para sancionar la explotacién humana y la destrucci6a de la naturaleza, No es de extrafiar el eco que en la mayoria dde quienes se preocupan por el medio ambiente ha encon- trado el veredicto del poeta vietoriano Wilfred Scawen Blunt, cuando culpa al cristianismo de la «atroz doctrina de que los animales y las aves fueron ereados exclusiva mente para placer dei hombre, el cual no tiene obligacién, alguna con respecto a ellos»’, Y Robert Burns pensaba, sin duda, en las palabras de Gn 1,26 cuando eseribié st poema «To a Mouse»: “4 The Observer, 13 de octubre de 1963 5. Clado en KV. Taoxtas, opi, p. 151 6. Ciado en C: Bici'y NB. Cone, The Liberation of Life: fom ello community, Cambridge 1981, A. TLW'S. BLUE, My Diaries, Marin Secker, Londo 1932, P38, 2 loss -YERDE- Siento ‘en el alma que el dominio del hombre haya roto la unin social de la naturalera y justifigue la nefasta opinion {ue te hace estremecer {Ven a mi, ini pobre compaieroterenal, ‘mi mortal camaradal> Pero jes la explotacién de la naturaleza el verdadero con- tenido del privilegio concedido por Dios al hombre en el relato biblico de la ereacidn? No sera ésta una deforma- ci absoluta del tema de la preocupacién de Dios por todo lo creado, que resuens a lo largo y ancho del Antiguo ‘Testamento? Creo que el concepto, que hemos tomado de la Biblia, de la relacin entre los seres humanos y el resto del mundo esti refido con el auténtico mensaje de la Es- critura y es consecuencia de nuestro principal pecado como seres humanos: el de ser absolutamente antropocéntricos ¥y poner al hombre en el cenio del universo. Como en ‘otros lugares, utilizo aqui el género masculino con toda Intencién: el antropocentrismo es un pecado tipicamente ‘masculino, y uno de os principales valores del movimiento feminista contemporineo es el de haber promovido una visién mas humilde y holisticn del lugar de los seres bu- manos en el mundo. Espero que las feministas lo tengan en cuenta cuando vean que en este libro uilizo la palabra nombre», y que lo tomen como un eumplido, no como tun insulto” Aungue me temo que habri que recusrira algo ‘mas que al feminismo para cambiar nuestra vision ano pocéntrica de! mundo y poder vemos como Dios mismo ‘hos ve: como parte de ina maravillosa y compleja cade de seres, en la que cada eslabsn es tan valioso & impre cindible como el siguiente EJ mejor lugar para descubrir emo nos ve Dios y poder ‘empezar & liberartos de uestro antropocenteismo, 10 te- nemos en los majestuosos capitulos iniciales del Genesis, ten los que se expone el gran mito judeo-cristiano de la creaci6n. Y utilzo deliberadamente la palabra «ato», no LINTERES DE DIOS FOR TODA LA CREACION 33 para insinuar que el relato del Génesis no sea verdadero, sino para dar a entender que la verdad que contiene no es tuna verdad de cardcter literal o faetico, Fuera del movi- ‘miento creacionista, seguramente son pocos los creyentes cristianos que consideren hoy el relato biblico de la crear cid como una pieza de historia objetiva que deseriba c6mo Se origind el mundo, Su verdad esta, mis bien, en lo que ros dice sobre la relacién de Digs con este mundo y sobre su manera de actuar en él. Esta forma de considerar el relato de la creacién lo rescata del mbito de una remota historia primitiva y lo hace mas relevante para nosotros hoy. Hay que leerlo como una pieza profundamente pen- sada de literatura poética y espiritual, mis que como relato cientifico de los origenes del mundo. Hay dos relatos biblicos de la ereacién (uno, en el capitulo primero del Génesis; otro, en el segundo) que se diferencian notablemente, tanto en su forma como en st contenido, y que transmiten mensajes muy distintos sobre larelaciéa entte los seres humanos yel resto de la creacin. Curiosamente, el segundo relato, que procede de Ia fuente > o Yahvista —asi Hamada porque utiliza el término hhebreo Fahvé para designar a Dios, es el més antiguo y suele datarse alrededor de! afio 950 a.C. El relato que aparece en el primer capitulo, perteneciente al llamado documento «Sacerdotal», fue escrito cuatro 0 cinco siglos mis tarde, En el relato Yahvista no se menciona el dominio del hombre sobre el resto de la creacion. La imagen que offece de las relaciones humanas con la naturaleza tiene que ver ‘con el compaiierismo y la «administricin». El reino at mal es ereado para que los seres humanos no estén solos, y Adin es colocado en el Jardin del Edén para que «lo labre y lo cuide> (Gn 2,15). Pero no podemos en modo alguno ignorar la misién que se confia al hombre de do- ‘minar sobre el resto de la tierra, segin el ulterior reato Sacerdotal. Dicha misién aparece en Gn 1,26, pero se En 10s «VERDE repite y se refuerza en Gn 1,28, donde se encomienda al hombre que «pueble la tiem y'Ia someta». Casi exacta- mente con las mismas palabras, el Salmo 8, al reflexionar sobre la condicién humana, comienza preguntando: «Qué ex el hombre para que te acuerdes de é1?», y concluye con esta respuesta: Lo hiciste poco inerioe a un dios, lo cononaste de gloria y dignidad, le diste ef mando Sobre las obras de tus manos, {odo o sometiste bajo su pies: los rebaios de ovejas toros, 1 hast as fieras salves, saves del cielo, Jon peces del mar ‘que surcan las Sendas de las aguas. A primera vista, estos versiculos parecen dar al hombre ‘patente de corso» con respect al resto de Ia ereacién Para deserbir la relacién de los seres humanos con los ‘demas seres creados, se utilizan en dichos versiculos tes verbos hebreos, todos los cuales tienen una fuerte con- notacidn de poder y guardan relaciéa con el dominio que e’jercen los reyes. En otros lugares del Antiguo Testamento setraducen como «pisotear», «dominar, «gobernar», «es lavizar», oprimit», ebatir», «violentar» y «forzary. Sin embargo, si consideramos més detenidamente el contexto general en el que estas palabras aparecen en Gé- nesis 1, n0s haremos una imagen muy diferente de lo que significa «dominio» en este caso particular, Una simple lectura superficial det relato Sacerdotal revelaciertas cosas que, por lo menos, cuestionan la interpretacién tradicional de sus versiculos finales. Visto en conjunto, es evidente gue el tema dominante del relato no es el dominio del hombre sobre la naturaleza, sino el absoluto sefiorio de Dios sobre la totaidad del cosmos. Lo esencial de la ni rracién es afirmar que s6lo Dios es quien manda; que es su poder creador, sin ayuda de nadie, el que somete las -HLINTIRES DE DIOS FOR TODA LA CREACION 3% fuerzas del caos y sustenta el ser del mundo; que tode ‘cuanto existe le pettenece, Sélo Fl puede ser descrito come sefior de la creacidn, En palabras de una cancién popular, “El tiene el mundo entero en sus manos», 0, como afm: ins solemnemente el Salmo 24,1: «Del Sefor es la ier y cuanto contiene», | relato Sacerdotal de la creacién deja también muy ‘aro que el hombre no es el finico objeto del interés y I solictud de Dios. Su objetivo es la ereacién del munde ‘como un todo, y no sélo la creacién del hombre, En cad uno de los sucesivos pasos del relato de la creacin se insiste machaconamente en que Dios vio lo que habia he ‘cho, y que era bueno. En otras palabras, Dios vie que erat bbuengs muchas otras cosas, aparte de los seres,humanos por El creados. Hombres ¥ mujeres son los ailtimos er fenlrar en escena y, hasta cierto punto, pueden ser visor ‘como el glorioso colofén de la creacién, pero no come derentadores del derecho de hacer lo que les plazea con resto de las cosas creadas antes que ellos. Su situaci ante Dios ¢s, mas bien, Ia de unas criaturas cuya depen: dencia de El para vivir, respirar y existir no es menor que Ia de la mas Simple ameba, Es verdad que hay un aspecto importantisimo en el que los seres humanos son presentados como seres realmente Sinicos. Gn 1,27 nos dice que fueron creados a imagen de Dis, que es algo que no puede decirse de ninguna ot criatura, Se han hecho muchos esfuerzos para intentar es lublecer lo que esta frase signifi y, concretamente, pare determinar en qué sentido los seres humanos se aseinejat Dios. ;Acaso en el sentido de que estin dotados de razor ‘0 de que tienen un alma inmortal? De hecho, la investi ‘gacién modema del Antiguo Testamento sugiere que palabra hebrea tradicionalmente traducida por «imagen> podria traducirse mis fielmente por «representante», por ‘que pretende transmitir Ia idea del hombre como un gente de Dios en la tierra. Esta interpretacion hace posible em 36 ios Es VERDE 1 considerar a los eres humanos como «administra ores» de la creacién, mis que como «sefiones» de la mis- fa, Pero, aun cuando conservemes la idea tradicional de Ia imago Dei y veamos al hombre como el nico ser creado imagen y semejanza de Dios, llegamos a una conclusiéa similar sobre su situacin respecto del esto de la creacidn, En Ja medida en que poslamos penetrar en lo que siempre seri un grande y sagrado misterio, ene las caractersticas principales del Dios adorado por los cristianos deben fi- fporar, sin lugar 2 dudas, la creatividad, 1a justicia y un lamor irresistible, desbordante e ilimitado. Afortunada- ‘mente, ya hace mucho que pasaron Tos tiempos en que se vein al Todopoderoso como un emperaddor roman o un monarca medieval, caracterizado por atributos tales como a omnipotencia, lara y el dominio. Silos humanos fueran los sinicos seres creados a imagen de Dios, ello querria decir, sin dada, que habrian sido creados para que ejer- citaran las vrtudes que distinguen a Dios. Lo cual seria difcilmente compatible con un supuesto encargo de ex plotar el resto de la creacién. Si la expresién «imagen de Dios» puede haber sido smalinterpretada durante siglos de crstianismo, atin peor ha sido la interpretacion dada a la palabra-clave «dominio», utlizada en Genesis 1 para descrbir las relaciones entre Jos humanos y el resto de la creacién, Ya hemos indicado aque las palabras hebreas originales tenian que ver con la autoridad de los reyes. Pero en el antiguo mundo israelita los monarcas no eran vistos como personajes absolutistas yy déspotas, sino como vice-regentes y representantes de Dios en ta tira, el cual habria puesto en sus manos el poder y les habria confiado la mision de practicar la mi- sericordia y la justicia con todas sus eriaturas. Es en esta clase de dominio en la que piensa el autor del documento Sacerdotal cuando consigna el encargo hecho a los hu- ‘manos de dominar la tetra, No se trata de que alguien entregue el poder a otro, sino de que el Sefior de todas las [EL INTERES DE DIOS FOR TODA LA CREACION 37 cosas confia en una de sus criaturas y la hace responsable del bienestar y el orden de todas las demis. En su monumental comentario a Jos primeros capitulos dl Génesis, Claus Westermann rebate categoricamente la ideu de que el dominio dado por Dios alos humanos sobre ‘el mundo animal se pueda interpretar como una autoriza- cid para su explotacién. Westermann sefiala a importan- ‘ea que en el pensamiento hebreo tiene la categoria de sseres vivientes» (nefesh haya), en la que se incluye a Jos humans junto a los animales, las aves, los peces y los Insectos. Y sefiala también que ese dominio no incluye, Ciertamente, ef derecho a matar a los animales para que sirvan de alimento, puesto que el relato Sacerdotal de la creacién (lo mismo que el relato Yahvista de Génesis 2) presenta a los seres hhumanos como vegetarianos que se alimentan de los fratos de los arboles y de las planta, ‘Las personas perderian el papel regio que les ha side asignado entre los seres vivientes—escribe Westermann— Sihicieran de los animales objeto de su capricho»'. En su ‘opinién, lo que sugieren las palabras hebreas del retato de la creacién generalmente traducidas como «dominio» es la primacia de los humanos en la jerarquia del reino animal En cierto sentido, tal vez habria que leerias como un re ‘conocimiento del principio evolutiva y del hecho de que ‘el Homo sapiens es la mis evolucionada de todas las es- pecies que hasta ahora han aparecido sobre la tierra. Ade. ‘mis, proporcionan una forma de clasficar y otdenar el mundo de los vivientes. No deja de ser interesante, en este sentido, que esas mismas palabras se empleen para des. cribir Ia relacién del sol con la luna y las estrellas, esta- bleciendo uns jerarquia similar en el mundo de los planetas. Si hay un mensaje claro en el mandato de Dios a los 3. C. WesteRaioy, Genesis 1-11: 4 commentary, SPC, Loadon 1984, 9-138

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