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t a ol (Peal a mel\ sala EL PASADO enero) Universidad Nacional de Colombia Ue kes uy Pe ree a Pensar el Pasado / editores: Carlos Miguel Ortiz Sar- miento y Bernardo Tovar Zambrano. - Santaié de Bogoté: Universidad Nacional de Colombia, Facultad de Ciencias Humanas, Departamento de Historia y Archivo General de la Nacién, 1997. ISBN 958-96212-0-1 1. Historia - Teoria 2. Colombia “Historia 3. Colombia - Historiografia 1. Ortiz Sarmiento, Carlos Miguel, 1997. © 1997, Departamento de Historia Universidad Nacional de Colombia y Archivo General de la Nacién. Apartado Aéreo 14490 Telefax: 3681574 Santalé de Bogota ISBN: 958-96212-0-1 Primera edicién: agosto, 1997 Depésito legal conforme a la ley Disefio Carétula: Paula Iriarte Coordinacién: Sara Gonzélez Hernéndez figuel Angel Suérez Correccién: Carlos Ivin Garefa 8. Armada electronica: Ediciones del Comén Ltda Impresién y encuadernacién: Impreandes Presencia S.A. Las opiniones expresadas en los articulos de la obra s de responsabilidad exclusiva del respectivo autor CONTENIDO EL CAMINO DE AYER Y LOS RETOS DE HOY Carlos Miguel Ortis Sarmiento 7 COLONIALISMO, DIVERSIDAD E INTOLERANCIA: LA RESPONSABILIDAD DEL HISTORIADOR, Hermes Tovar Pinson 19 LA HISTORIA: “HIG ET NU Medéfilo Medina Pineda SI BL HISTORIADOR 40 LA ALQUIMIA DEL PASADO? Mauricio Archila Neira PORQUE LOS MUERTOS MANDAN El imagi satridtico de la historia colombiana Bernardo Tovar Zambrano 125 LA VERDAD POSMODERNA EN LA HISTORIOGRAFIA Jersy Topolski a7 EL HISTORIADOR éO LA ALQUIMIA DEL PASADO? Mauricio Archila Neira* “Naderfas. El nombre de Morana, Una mano templando una guitarra, una vos, hoy pretérita que narra para la tarde una perdida hasaiia de burdel o de atrio, una porfia, dos hierros, hoy herrumbre, que chocaron J alguien quedé tendido, me bastaron ara erigir una mitologia, Una mitologia ensangrentada que ahora es el ayer... El pasado es arcilla que el presente labra a su antojo. Interminablemente.” Jorge Luis Borges (Los conjurados) EI pasado que es labrado continuamente por el pre- sente es la materia prima del historiador. Esta frase nos sirve para proponer la metfora del historiador como el * Profesor asociado, Departamento de Historia, Universidad Nacional de Colombia 75 Mauricio Archila Neira moderno alquimista del pasado, Debo advertir antes de seguir adelante que toda metéfora, como todo ejemplo, flaquea. Habré un punto, que cada uno deberé descubrir, en donde ella pierde las posibilidades explicativas para las que la hemos usado. Pero como imagen condensa en pocos rasgos lo que queremos decir. Lo segundo es que toda metéfora encierra mas rasgos autobiogréficos de los que su creador piensa, También dejo a su iniciativa deseubritlos. EI primer paso en esta conferencia es precisar la definicién de alquimia, Para el diccionario de la Real Academia Espafiola de la Lengua, “es un eonjunto de especulaciones y experiencias generalmente de cardécter esotérico relativas a las transmutaciones de la materia que influyé en el origen de laciencia quimica, Tuvo como fines principales la bisqueda de la piedra filosofal y de la panacea universal”. En una segunda acepci6n dicen los académicos que en forma figurativa, “es una transmuta- cin maravillosa e increible”. Me gusta més la segunda definicién que la primera. En el menos riguroso Pequefio Larousse Ilustrado se la define como “(el) arte quimérico de la transmutacién de metales. (Esta ciencia se ocups en vano en descubrir la piedra filosofal para obtener oro y el elixir de la larga vida, pero dio nacimiento a la quimiea. Se le debe el descubrimiento de la pélvora, el fosforo, etc.)”. Segin tenfa entendido habfan sido los chinos quienes inventaron la pélvora, pero eso no impor- ta para nuestros propésitos. Llama la atencién en estas definiciones el uso de palabras contradictorias tales como: especulaciones y cexperiencias esotéricas, arte quimérico y ciencia, descu- brimiento y transmutacién. Eso es lo primero que me impacté de la alquimia —que es contradictoria por definicién—. FI practicante de la alquimia ces un espe- 16 BL historiador co la alquionia del pasado? culador o un charlatan? 2Un pseudo-cientifico esotérico, un artista o un artesano? éUn sofiador o un descubridor? Deberemos contestar que todo eso y mucho més. Los alquimistas fueron artistas, artesanos, cientificos (en las condiciones de la baja Edad Media), médieos (como Zen6n el protagonista de Opus Nigrum de Margarite Yourcenar), charlatanes entre tantos otros oficios. Eran una especie intermedia entre poetas, humanistas y cien- icos. Lo particular de su oficio era que, en una 6poca de radicales certezas religiosas, ellos dudaban, buscaban, a tientas en la oscuridad. Los movian quimeras como la piedra filosofal, el elixir de la vida o la panacea universal, No lograron descubrirlas, pero dieron las ba quimica moderna, entre otras cienci BI historiador contemporfineo, a su modo, es un nuevo alquimista. La diferencia es que la transmutacion increible y maravillosa no es ya sobre metal sino sobre la arcilla del pasado. El historiador es también una especie media entre la poesia, el humani ciencia. Perder alguna de estas dimensiones la riqueza de su ofieio. Para el ensayista Octavio Paz “la historia participa de la ciencia por sus métodos y de la poesia por su visié Como la ciencia, es un descubrimiento; como la poesia, una recreacién”.’ Estas palabras hacen eco de las pro. nuneiadas afios atras por Mare Bloch, padre, junto con Lucien Febvre, de lo que aqui llamaremos la Nueva Historia: “La historia tiene indudablemente sus placeres estétieos, que no se parecen a los de ninguna disciplina. Ello se debe a que el especticulo de las actividades humanas, que forma su objeto particular, esté hecho, * Gitado por De Roux, Rodolfo, Blogo de la incertidumbre, Bogot, Nueva América, 1988, p. 118, cma 7 Mauricio Archila Neira més que otro cualquiera, para seducir la imaginacién de los hombres” Hay, sin embargo, otro rasgo comiin entre el historia- dory el alquimista: ambos son creadores, ambos buscan producir transmutaciones maravillosas. Ojala los histo- riadores seamos més exitosos que los alquimistas en la biisqueda de nuestras quimeras, porque las tenemos, Este es el tema de la conferencia que pienso desarrollar ‘en cuatro secciones: el oficio del historiador y la (re)ereacién del pasado; Ia crisis de la Nueva Historia; qué preguntas nos planteamos hoy y qué respuestas aventuramos. Entremos, pues, en materia. La alquimia del pasado ‘Ya hemos dicho que el pasado es la materia prima del conocimiento hist6rico. Pero no se trata de cualquier pasado. No nos interesa en forma prioritaria, por ejem- plo, el pasado geol6gico o biol6gico. Ello corresponde a otras disciplinas. El pasado que nos interesa no ¢s una abstracta medici6n de tiempo. Como afirma el mismo Bloch, el objeto de la historia es el pasado de los hombres (y de las mujeres, agregamos hoy). 2 Introduccién a la Historia, México, Fondo de Cultura Econdmica, neti 78 BB historiador éo la alguimia del pasado? Ahora bien, ese pasado desaparecié. Lo tinico que existe es el presente. Deslindamos campos de una ver con la vieja escuela positivista que dio origen a la dis plina. No es posible hacer lo que proponia Leopoldo Von Ranke hace mds de un siglo: “contar las cosas tal ycomo: realmente acaecicron”.’ No es posible porque los hechos del pasado no estn ahi para que el historiador vaya y abra la gaveta en donde reposan y los saque tal cual sucedieron. Los hechos pasados no existen como tales, lo que queda de ellos son las huellas que dejaron. trazos del pasado Ilegan hasta nosotros de formas diver- sas (monumentos, escritos, memoria oral, cuentos ym: recientemente fotos y peliculas). Son las fuentes que los historiadores usamos para remontar nuestra bisqueda de lo pretérito. Si el pasado ya desaparecié y dej6 s6lo unas huellas, la tarca del historiador es, a partir de ellas, reconstruir Jo mejor posible lo sucedido. Pero nunca se sabré a ciencia cierta si la reconstruccién que hacemos es la ‘verdadera’. Como dice Paul Veyne, la historia produce siempre conocimiento mutilado. El historiador no puede decir a ciencia cierta como fue el Imperio Romano 0 la Segunda Guerra Mundial, lo que él cuenta es lo que podemos saber hoy de ese Imperio o esa Guerra.’ El arte del historiador es armar el rompecabezas de ese pasado, con la particularidad de que el rompecabezas puede ser armado de miiltiples formas.’ En ese sentido, el historia: bitado por Braudel, Fernand, La historia y las ciencias sociales, Madrid, Alianza Editorial, 1974, p. 28. * Wriang History, Middletown, Wesleyan University Press, 1984, p. 13. © La metifora del rompecabezas es de Erie Hobsbawm en “History from bellow: Some Reflections" en Krantz, Frederick, (Bd), History from Belle, Montreal, Concordia University Press, 1984, 79 Mauricio Archila Neira dor es tin creador, un descubridor del pasado: transmuta las huellas de los hechos en historias. Los historiadores somos, de alguna forma, inventores del pasado. Desarro- lemos més esta afirmacién. La vida individual y colectiva est llena de eventos a los cuales no les prestamos importancia cuando suce- den, incluso cuando han concentrado la atencién de los cronistas de turno. Con el paso de los afios el historiador, revisando las fuentes, olfatea un hecho que considera significativo en su reconstruceién del pasado. ¥ lo trac de nuevo al presente. Un ejemplo de nuestra cosecha puede ser atil para comprender lo dicho. Revisando prensa del Frente Nacional para mi estudio sobre los conilictos sociales en ese periodo me encontré con una noticia, entre muchas otras, que me Ilamé Ia atencién. EL 31 de agosto de 1961, a tres afios de inaugurado el gobierno bipartidista de Alberto Lleras, los huelguistas de Avianca (azafatas, despachadores de aviones y otros empleados de ‘cuello blanco’) realizaban una manifesta- cin en Bogota por la avenida Eldorado. Al pasar frente ala Universidad Nacional un grupo de estudiantes, segu- ramente movilizado por activistas de la Juventud Comu- nista y de las Juventudes del MRL, salié de los predios a marchar solidariamente con los huclguistas, quienes ya levaban casi 20 dias en paro. La policfa, alerta por la marcha, decidié intervenir violentamente para impedir que la manifestaci6n engrosada continuara. Huelguistas y estudiantes ingresaron con premura al campus univer Sitario, y respondieron con una Iluvia de piedras a la provocaci6n. La poliefa invadié los predios de la ciudad blanea con gases lacrimégenos. El balance de la refriega, impreciso como suele suceder en estos casos, fue de unos 12 estudiantes y casi 20 policfas heridos, algunos de ellos atendidos en el alma mater. Bl resto de la historia sigue como es tradicién en el pafs: mutuas acusaciones de 80 Bt historiador éo la alguimia del pasado? provocacién, investigaciones exhaustivas que no condu- cen anaday discursos oficiales denunciando la presencia de tenebrosos agitadores externos. Bl paro en cuestién duré otros 15 dias més y tuvo ribetes dramaticos como la huelga de hambre de trabajadores realizada en i ‘comisién quinta de la Camara de Representantes. Mien- tras tanto la Universidad Nacional permanecié en paro por unos dias, y a éste se sumé la Libre, la del Atlintico Yy otras universidades del pats Hasta aqui una sucinta narracién de sucesos que se a as en ren lamé la atencién este hecho? Por muchas razones: una de cllas fue la presencia en escena piblica de trabajado- res no propiamente obreros, catalogados como emplea- dlos 0 de ‘cuello blanco’ quienes adquirieron protagonis. mo desde esos aiios. Otra es el deseneanto ereciente del mundo laboral yestudiantil eon el Frente Nacional —lla mado también la ‘segunda repablica’ por la ilusion de restauraci6n demoeritica que proponia—. Pero tal vez Jo mis notorio fue la muestra de solidaridad estudiantil con tn conflicto que era ajeno a sus intereses coneretos, Hay alli un valor humano que nos interesa destacar, La explicaci6n racional de esa actitud es dificil de lograr Boro se puede cud laletura marinade adquisicion verdadera concieneia proletaria por parte de la peque fa burguesia o al andlsis fonclonaliate de interes una mirada como la de Claus Offe, quien muestra la disponibilidad de clases medias para sumarse a deman. das globales." Pero nunca sabremos con certeza la raz6n de esos hechos pues tal vez no siempre éstos tengen una rente El Tiempo y las revistas Semana y Nueva Prensa de 7 Delautor ase autor ase en particular Partidospolticosy nuevos mos {os sociales, Madrid, Batoral Sistema, 1992, capt. 81 Mauricio Archila Netra explicacién racional.” Asi se hace evidente que nuestro conocimiento hist6rico es limitado, que nunea lo podre- mos reproducir tal como ocurrié y menos entender en su totalidad. Lo que nos impacté no fue el dramatismo de otras huelgas, baste mencionar la de los cementeros de Santa Barbara de febrero de 1963 que concluys en masaere, aunque no podemos desconocer que algo de dramatismo sf refleja el evento en cuestién. Tal vez eso mismo es lo que interesa relievar: las pequefias aeciones en la coti: dianidad que encierran profundos valores humanos que compartimos. De esta forma un hecho que pudo pasar desapercibido para los actores mismos, para los period tas (0 cronistas modernos), y para muchos historiadores ycientificos sociales, capté nuestra atencién. Y lo reerea- mos, Sobre unos trazos histéricos, lo reinventamos. Pero esa (re)invenci6n del pasado tiene sus limites: No partimos de la simple imaginacion pues estamos condicionados por la existencia de huellas del pasado, de una parte, y pretendemos producir un conocimiento veraz, de otra parte. Eso nos diferencia de los artistas, en particular de los novelistas y dramaturgos, de los que, sin embargo, hemos estado cerca, Ellos pueden inventar- se totalmente una historia sin referencia alguna a las huellas del pasado. ¥ lo hacen por gusto. Por eso a una novela no se le puede pedir veracidad hist6riea aunque tenga referentes documentales—, sino placer estético Hay, no obstante, cosas que nos acercan y que reafirman Laacei6n colectiva siempre cuenta con una mezela de: instrumental (costo-beneficio) y otras ‘racionalidades’ como la nece sidad de identificacién, la lealtady el sentido de perteneneia (Revilla Blaneo, Marisa, “El concepto de movimiento social: Accién, identidad yysentido” en Grompone, Romeo, Instituciones politicus y' sociedad, Lima, Instituto de Estudios Peruanos, sf, pp. 362-359) 82 El historiador éo la alquimia del pasado? nuestras aseveraciones iniciales sobre la dimensién poé- tica o artistica de la historia, Nosotros como los novelis- tas debemos armar una trama a partir de los datos que poseemos, Construimos un argumento y narramos his- torias.’ Pero estamos atados a las fuentes y a la necesidad de producir conocimiento con pretensién de verdad. Glaro esté que es una verdad relativa, como la de las ciencias, y no absoluta pues ésta sélo existe en la esfera de la religion. Ahora bien, las restricciones en Ia invenci6n del pasa- do tienen que ver también con el tipo de fuentes consul- tadas (unas més permeables que otras a los sucesos), lo métodos usados (el procedimiento de lectura de ell la contrastacién con otras fuentes), la interpretacién (enmarcada en teorias e incluso ideologias a las que recurrimos para construir el rompecabezas), la difusién de la misma Gn, la posicién en el gremio que otorga mayor 0 menor credibilidad, la misma subjetivi dad del historiador (cl animo con que se inicia y prosigue la investigaci6n) ¢ incluso el tipo de recursos financieros de los que disponemos (que permiten consultar mas fuentes y sistematizarlas mejor). Son todos condicionan- tes del oficio de reconstruir el pasado. Hay ademés uno que hemos dejado aparte para resal- tarlo: la responsabilidad ética en esta alquimia, éPara qué recreamos el pasado? Cada uno podra dar su respues. ta. Henri Pirenne, en palabras de Bloch, dijo “si yo fuera un anticuario gustaria de ver las cosas viejas. Pero soy un historiador y amo la vida". A lo que el mismo Bloch agregaba: “Bsa facultad de captar lo vivo es, en efecto, la cualidad dominante del historiador”." ‘Soy historia- ® Quien mejor desarrolla este punto es el eitado Paul Veyne, Wri ‘ing... eapieulos 3 6 83 Mauricio Archila Neira dor porque amo la vida’, excelente frase que describe una destacada trayectoria humana y un programa de investi gacién cientifica. Como ésta pueden existir muchas otras respuestas; lo importante es ser conscientes de nuestra responsabilidad en la transmutacién del pasado. Entender que nuestro conocimiento no es ingenuo y que jugamos un papel en la sociedad contempordnea. Noso- tros contribuimos no s6lo a entender nuestra sociedad sino a construirla o a destruirla. En ese sentido el oficio del historiador es una actividad del presente. Somos parte de los intelectuales de nuestro: mundo pues perte- necemos a él Bric Hobsbawm, en una reilexién sobre el papel del historiador ante eventos recientes como los de Europa del Este, dice: “En esta situacién, los historiadores en- cuentran que se les otorga el inesperado papel de actor politicos. Yo pensaba que la profesién de historiador... s inofensiva. Ahora sé que no lo es. Nuestros estudios pueden convertirse en fabricas de bombas como | talleres en los que el Ejéreito Republicano Irlandés ha aprendido a transformar fertilizantes quimicos en explo- sivos. Este estado de cosas nos afecta de dos formas. ‘Tenemos una responsabilidad ante los en general y la responsabilidad de criticar las manipula- ciones politico-ceonémicas de la historia en particu- ° Bloch, Introduccion... p. 38. 141 historia de nuevo amenazada”, Vigjo Topo, febrero, 1994, p. 78. A engln seguido se va lanza en ristre contra quienes pretenden suprimir la diferencia entre fiecién y realidad, yafirma contunden mite: “No pexlemos inventar nuestros hechos”. BI sentido que hemos dado a ln (re)invencién del pasado aqui es diferente del criticado por Hobsbawm, pues nosotros compartimos con él un ruferente ontoligico de los hechos: ellos existieron. 84 PL historiador éo la alquionia del pasado? Nuestro conocimiento del pasado puede ser conside- rado intitil desde una racionalidad téenico-instrumental, pero de ninguna forma desechable. Tal vez valga la pena distinguir con Bloch entre utilidad pragmitica y legiti- midad intelectual del saber hist6rico.” La comprensi6n del presente no es posible sin el conocimiento hist6 y de alli se desprende nuestra legitimidad intelectual y nuestra responsabilidad ética. Somos los funcionarios de la memoria de la sociedad y manejamos las claves del pasado. Somos, en fin, constructores de la sociedad presente. En esta tarea colaboramos con los otros cien- tificos sociales pues nuestros destinos estén cruzados, asi recorramos caminos diferentes. Greo que ha llegado el momento de mirarla evolucién lina para hacer explicito cémo ha contribuido ella a construir nuestras sociedades contem- pordneas, qué tipo de valores hemos transmitido, qué proyecto o proyectos de ser humano hemos apoyado y, para volver a nuestra metéfora, qué hemos obtenido en nuestras transmutaciones del pasado. La erisis de la Nueva Historia Tal vez sorprenda hablar sobre la crisis de una forma de hacer historia en la cual nos inseribimos, Parte de la sorpresa puede radicar en el aparente apresuramiento en decretar una crisis donde no es evidente atin. Es preciso aclarar primero que crisis no es algo negativo, por el contrario puede ser un momento de crecimiento y atin de fortalecimiento de la disciplina. Hay crisis que Presagian cambios como puede ser ésta que atravesa- mos. En segunda instancia, cuando mencionamos la crisis de la Nueva Historia nos referimos a un profundo Ineroduceién.., pig. 14. Mauricio Archila Netra cuestionamiento de sus fundamentos, cosa que se esté haciendo a veces timida, a veces vergonzantemente. No debemos esconder nuestras perplejidades. Por el contra rio, el camino honesto de construir conocimiento es enfrentar los retos contemporéneos sconder nues- tras debilidades. BI término Nueva Historia es bastante impreciso y se a una reaceién radical contra las formas en las que se practicaba el oficio, aquellas construidas por los alemanes y franceses de fines del siglo pasado, que a una escuela con perfiles definidos. Bsa reacei6n fue liderada por Mare Bloch y Lucien Febvre por medio de Ia famosa revista Anales de Historia Eco- n6micay Social, y puntualizada por su diseipulo Fernand Braudel. Los antecedentes son muchos pero podemos citar a Marxy Engels, de una parte, yal socilogo francés Emilio Durkheim, de otra. A riesgo de simplificar sefialaré los principales puntos del paradigma que agrup6 a los ‘nuevos historiadores desde los arios veinte y que tocé nuestras playas hasta centrados los afios sesenta." El centro de la propuesta de a llamada Nueva Historia fue hacer cientifiea la discipli- na en el contexto de las ciencias sociales. Era un doble rechazo al historiador humanista, de una parte, y al positivista, de otra, Se trataba de romper con el narrador fil6sofo, y con el que pretendia hacer historia como se Bl camino era alejars mente de la filosofia y de las ciencias natura encuentro de las disciplinas hermanas, 8 litica; 2) el reemplazo de la historia politica por una que verse sobre toda la ama de actividades humanas;y3) la eolaboracion ccon otras disciplinas sociales (La revolucién..., pi. 11). 86, Bl kistoriador ota alquimta det pasado? La historia, en palabras de Braudel, debia insertarse enel campo de las ciencias sociales, aprendiendo de ellas no solo su lenguaje sino, sobre todo, sus método particular se trataba de acercarse a las ciencias sociales —éstas son palabras mias—, tales como la geo jologfa, la demograia y en especial la eco- nomfa. Para no ser devorada por ellas, peligro que advir- ti6 con rapidez Braudel, la historia debia afirmar su capacidad de sintesis y su pretensin de totalidad. De manera lo que nos proponian los fundadores de la Nueva Historia era colocar a la diseiplina no sélo en contacto con las ciencias sociales sino convertirla en el centro de ellas, Fue una intencién que afirmé a los historiadores cn la importancia de su oficio y animé su ionalizacién, No es por azar que bajo esta sombra rimeras carre- ¥s adentramos en. nucstras etapas formativas en el estudio de otras dis plinas bajo los grandes retos de hacer la sintesis de las distintas dimen de la vida humana y realizar el programa de una historia total. Tareas ingentes que parecian verdaderas quimeras aunque el mismo Braudel estuvo cerea de lograrlo con su estudio sobre el Medite- Frineo en Ia époea de Felipe II. A la historia ya no se le podia identifiear con el epiteto de la disciplina de lo Particular. Estabamos en el centro de la produceién de conocimiento general, total. Entrabamos pisando duro en el concierto de las ciencias sociales. Pero hacer historia cien ica implicaba algo més. Se trataba de superar el estudio del acontecimiento, de la “Véase el citado libro La historia yy las ciencias sociales. Esta ccapacidad de adaptacién de la historiogratia francesa fue clave pai su posicionamiento en las ciencias sociales y su éxito en términos de difusidn (Dose, F., La historia en migajas, p. 264), En | > Mauricio Archila Neira ‘coyuntura y de la corta duracién, para anclarnos en las permanencias y en la larga duracién. Por esta via nos nutrimos del estructuralismo, mas de Lévi-Strauss que de Taleot Parsons. Era la biisqueda de las estructuras, tarea que ya habfa iniciado Marx en el siglo pasado. En nombre de la dialéctica nos adentramos en el mundo de las estructuras practicamente invariantes. Adin recuerdo —y afloran de nuevo los rasgos autobiogréficos de esta conferencia— haber estudiado con maximo detalle el libro de factura francesa Las estructuras y los hombres." Bn realidad era una sintesis de uno de esos debates en la Sorbona de los afios sesenta entre historiadores de la talla de Ernest Labrousse y Albert Soboul. Después de sesudo andlisis de las estructuras econémicas, sociales, politicas, culturales y religiosas, de la base y la superes. tructura, de sus permanencias, de su inmovilidad, al- guien se preguntaba —en el citado debate franc ‘e6mo explicar el cambio, a lo que sc le respondié postu- lando una nueva estructura: la del cambio que atrave: ba a las otras estructuras. Nunca entendi cémo podia haber una estructura que fuera anti-estruetura, Gémo el ‘cambio podia ser una estructura y cémo se relacionaba con las otras, definitivamente dejadas en quietud absoluta. Bra la prédica de una historia casi inmévil, de la anti-historia en el sentido de negarle la diacronfa. Para llegar a ser ciencia de lo general, de sint. historia debia salir del laberinto en el que la hal metido sus fundadores en el siglo pasado: la historia politica entendida como la narracién de event de los grandes personajes, de reyes, papas y gobernantes 'S La version espariola de este texto fue traducoion de Manuel Sacris tin (Barcelona, Ariel, 1969). Su impaeto se siente en textos claves durante nuestra formacién como el de Ciro FS, Cardoso y Héctor Peréz Bignoli, Los métodos de la historia, Barcelona, Critica, 1976, 88 Bl historiador co la alguimia del pasado? De alguna forma Febvre y Bloch criticaban la historia de individuos, léase particular, y proponian la historia social 0 de coleetividades en donde el pueblo menudo adquirie- ra protagonismo. No es por ello extratio que la historia social, entendida como socio-econémica, se haya con- vertido en la princesa de la disciplina. Georges Duby, a Principios de los setenta, dijo que sila historia miraba al hombre en sociedad, toda historia debia ser social.” Bric Hobsbawm, por la misma époea, la leg6 a llamar la historia de la sociedad y le auguré mucho futuro: rren buenos tiempos para el historiador social. Ni siquic- ra aquellos de nosotros que nunea pretendimos damos ese nombre deseariamos hoy renunciar a él”. En realidad, la historia social fue hasta hace poco la rama més dindmica de la disciplina; de ello dan cuenta los estudios tanto franceses como ingleses y los logros en nuestro medio." Fue la mejor representacién de la Nueva Historia ydomin6 sin disputa en la disciplina hasta el presente. No es por azar que incluso los que indagan Por el pasado de las ciencias naturales, para diferenciar- se de la tendencia internalista, se designen también historiadores sociales. Pero la historia social fue cada vez més el bastién de una historia que negaba la politica y ¢ ufanaba de ser su sustituto. Mutatis mutandis es similar a quienes hoy postulan el reino de la sociedad civil por encima del sistema politico como si uno y otro ° Historia social eideologia de las soviedades, Barcelona, Anageama, 1976, p. 10. EL afin de Duby en ese momento era liberar a la historia social de la subordinacién en que Ia eolocaba la historia econdmiea, 1 “De la historia so No. 10, 1991, p. 6p Ala historia de la sociedad”, Historia Social, fara un balance de su trayeotoria vase Casanova, Julidn, La historia social y los historiadores, Barcelona, Editorial Critica, 1991 89 Mauricio Archila Neira no fueran mutuamente necesarios. Sobre ello volvere- mos luego. Finalmente la historia cientifica implicaba la supera- cién de la narrativa como método expositivo y su reem- plazo por el andlisis estructural. La narracién estaba tan articulada al objeto tradicional de la historia —los gran- des individuos, los acontecimientosalsiados lo particn- lar— que era preciso desecharla para practicar estrate- dias ee ues mis acordes con el pretendido cardcter cientifico. Se imponia, por tanto, el andlisis de los even- tos desde uno 0 varios problemas seleccionados por la teoria o ideologia en boga. A los historiadores se nos olvidé escribir con gusto y nos dedicamos a hacer text con una jerga casi impenetrable, gran parte de ella heredada de la economia. Ahora bien, aunque la propuesta de una historia cientifica tuvo acogida casi universal, especialmente en los medios universitarios, no asf en las adustas acad mias, hubo un par de ataques que produjeron como reaceidn la afirmacién del carécter cientifieo de la bi toria, De una parte tenemos el frontal cuestionamiento de Karl Popper a lo que él llam6 historicismo.” Bl partia del supuesto de que no puede haber conocimiento obje- tivo en la historia pues los hechos no son verificables y las fuentes estén mediadas por intenciones 0 por la subjetividad. La historia por ser una reconstruceién de hechos particulares no podfa, por tanto, construir leye cexplicativas causales y menos realizar alguna prediceién seria. Entonces, no era ciencia. Claro que Popper partia de una idea de ciencia natural positiva que ya habia sido rechazada por Bloch y Febvre. ° La miseria det historicismo, Madrid, Alianza Editorial, 1981. 90 EL historiador éo la alguimia del pasado? El segundo ataque vino desde la otra orilla politica, la vertiente estructuralista-marxista, encarnada en Louis Althusser.” Para el fil6sofo franeés lo real estaba ideolo- gizado, luego no podia ser conocido verdaderamente. El nico camino era la Teorfa, en singular. La historia ofrecia cuando més un material empirico para ser puri- ficado por la Teoria, que no era otra que el marxismo. Pero no era cualquier marxismo; de la préetica teérica althusseriana s6lo se salvaba el Marx adulto, el resto era desechado por idealismo. A pesar del crudo ataque al carécter cientifico de la historia, hasta echarla al saco de la empiria despreciable, el althusserianismo impreg: 6 con su lenguaje el discurso histérico de los afios sesentay setenta. Fue la época en que se lefa masa Marta Harnecker, la divulgadora de Althusser en América Lati- na, y tal vez.a Emilio de Ipola, que a Mousnier 0 a Pirenne. La defensa contra el estructuralismo althusseriano, y en menor escala contra el positivismo popperiano, vino no tanto de los franceses, sino de ingleses como B. P. Thompson quien eseribié el polémico texto La miseria de teoria.” Alli, al mismo tiempo que reitera el carécter real de los hechos y reafirma la dimensién eientifica de la historia, Thompson hace denuncias claves sobre el estructuralismo imperante que leidas hoy cuestionarfan indirectamente los fundamentos de la Nueva Historia. Una de ellas es que el sujeto de la historia no son la estructuras y menos las teorias; son los hombres y muje- res coneretos, Por esa via postula el historiador inglés la categoria experiencia como el puente entre lo real y lo pensado, entre la necesidad (material) y el desco (eultu ® Véase, por ejemplo, La revoluciéin redrica de Mars, México, Siglo 1968, * Barcelona, Critiea, 1981. Maurieto Archila Netra ral). Iniciaba también su ruptura con Ia trillada metéfora del edificio social construido sobre una base y cuyo techo era la superestructura. Pero Thompson, como otros marxistas ‘inicos, no quisieron ir mas lejos en esta incipiente critica a la Nueva Historia, cuyos paradi¢mas centrales eomparti De esta forma la historia cientifica, es decir, una historia totalizante, que estudiaba estructuras, con én- fasis social y con sesgo apolitico, lejana de la narrativa, fue convirtiéndose en una historia abstracta en donde los seres humanos poco contaban. Perdié imperceptible- mente su objeto. Por contribuir a la liberacién radical del hombre, dejé de lado a los seres concretos. Se relegs a poesia, los placeres estéticos del oficio, la erudicién y los historiadores nos inclinamos totalmente ante una forma de hacer ciencia: la economia que para muchos cra la nueva profecia.” Y en este paso, con seguridad necesario en el desarrollo de la disciplina, sacrificamos dimensiones cruciales para el oficio del historiador. Esas son las que afloran en la desarticulada eritica a la Nueva Historia que se insinéa hoy. Bn los aftos ochenta, cuando estibamos en esa critica de Ia disciplina, hecha desde dentro de la Nueva Historia y de los historiadores sociales en general, nos sobrevino el final de este corto siglo XX, como Io tama Hobsbawm.** Fue un final que socavé radicalmente los fundamentos de la disciplina hist6rica. Con el fin del muro de Berlin se derrumbaron muchas cosas —para ser exactos algunas ya habjan caido antes ® entre otras cosas por responder a nuestro afin modernizador, Véase Palacios, Marco, “Modernidad, modernizaciones y ciencias inliss Politico, No. 23, 1994, pp. weva York, Pantheon, la Historia del Siglo XX 1994. Ha sido por Editorial 2 The Age of Contradictions tradueido al espaol como Cri Lhistoriador ¢o la alquimia del pasaclo? de 1989—, entre otras las grandes ideologias que propo- nian una idea de progreso tinico para la humanidad, un fin universal de la historia. Se tambalearon los grandes ‘metarrelatos construidos en el siglo XIX, por los cuales a humanidad habia luchado a sangre y fuego a lo largo del siglo XX. Fue la crisis del socialismo real la que mas cuestion6 la idea de progreso pues éste se planteaba como fase superior al capitalismo, con tal consistencia y fuerza que al menos hasta los ailos sesenta parecia posible. Sin embargo, el socialismo conocido fraeasé por motivos que escapan a esta conferencia y con él se hundié esa idea de cambios cualitativos siempre proyee- tados hacia adelante. Baste mencionar los recientes sucesos en Europa del Bste o en la ex Uni6n Soviética para hacer evidente lo que decimos. Bl sentido de la historia deja de ser tinico y, lo que es peor, no siempre se proyeeta hacia un futuro mejor, Pero habré que decir que el fin de este corto siglo XX no ha sido negativo del todo. Con la caida del muro también se destruyeron los proyectos de colectivizacién centralizada del crecimiento econdmico, de ciudadania iniea, de homogeneidad cultural y de tinico fin de la historia. Lo que sueede es que los sustitutos a esos Proyeetos no son tampoco la soluci6n pues la libertad de mercado en plena globalizaci6n afecta no solo a los paises més pobres sino a los débiles de todas las socieda- des, La atomizacién del individuo lo priva de las solida- ridades necesarias para sobrevivir y la irrupeién de par- ticularismos puede presagiar xenofobias peores que las dejadas atrés. Si pensamos en el caso colombiano, la aparicién de nuevas violencias o el solo incremento de las estadisticas en este rubro muestran un panorama que se torna atin més oscuro. Por ello nos asalta el temor pesimista de un presente que reproduzca el pasado y de tun futuro que repita ese presente. Para evitar esas horro- 93 Mauricio Archila Neira rosas reiteraciones, existen los historiadores. Pero lo sucedido ha afectado a Ia disciplina misma; veamos ‘como. La idea de progreso fue la cuna de la naciente profe- sin en el siglo pasado. Aunque los padres de la disciplina renegaron de la lectura providencial del judeo-eristianis- mo, heredaron de esas religiones, como en general el pensamiento cientifico occidental, una idea de destino superior de la humanidad, Esta no podia avanzar sino hacia su perfeceidn. Bra lo que se llamaba, en términos cristianos, el sentido de la historia o la teleologia. La Nueva Historia, aunque no se jacté de predicarlo, ereia en una idea de progreso més secular, bien fuere de catadura liberal, social-demécrata, anarquista 0 marxis- ta, Era también una creencia comin entre las cient humanas con las cuales se asocié. La disciplina histérica no es ajena a la crisis actual que no es sélo de las ideologias sino del mismo pensa- micnto cientifico. Ella también ha visto tambalear sus cimientos, en especial los formidables logros de la Nueva Historia. Ya no se comparte la idea de progreso que informaba a nuestros antepasados y que mareé nuestras ‘tapas formativas (hablo de mi generacién). Las miradas colectivas entran bajo sospecha de ser larvados totalita- mos. El programa de la historia total, de Ia gran sintesis, ya no esta al orden del dia. Por encima de las ‘estructuras vuelven a sobresalir los seres de carne hue: con sus experiencias coneretas; en los colectivos se rescata el individuo, Nuestra fijacién economicista es suplantada por miradas de otras dimensiones humanas como la cultura y la mentalidad. El énfasis cuantitativo de nuestros estudios se ve desplazado por el gusto hacia lo cualitativo. El estilo de exposici6n cambia: se retorna ala narrativa como proclamé hace aiios Lawrence Sto- 94 El historiador co la aquimia del pasado? ne.” Y, en fin, se vuelve a dudar del cardcter cientifico de Ia disciplina para reseatar su dimension esta y Dos riesgos nos acechan en este proceso inmediato que nos negamos a calificar: éSe esta haciendo tabula rrasa del pasado?; ése esta haciendo un trénsito a nuevas formas de practicar el oficio sin tocar fondo en la crisis? © peor atin écon actitudes solapadas y vergonzantes que no plantean claramente las rupturas que se busca hacer? Nuestra creencia, nuestra esperanza, es que la respuesta ante ambos riesgos es negativa pues algo hemos apren- dido del oficio. De una parte no se puede ser historiador Yolsdar paso ements cso de a disspin, Cresmos 1ue las nuevas generaciones no estan dispuestas a hace are eal cot es ecptesloe goat nates realizar en su época Bloch y Pebvre. De otra parte, si nuestro oficio es analizar hasta el fondo las situaciones mas que dar recetas de soluciGn, mal podriamos pasar por encima de nuestra propia crisis, ocultarla para seguir dando tumbos. No serfamos éticamente responsables con el conocimiento adquirido y, si asi ocurriese, équé valores podriamos ensefiar?, Hacer un balance de estos riesgos es lo que nos proponemos a continua i Las preguntas ¢ incertidumbres de hoy No pretendemos en esta secei6n ofrecer un balance exhaustivo de las tendencias historiograficas en boga hoy dia en la disciplina. Ni siquiera de que afloran en nuestro medio.“ Queremos, sin embargo, hacer explicita The past and the present revisited, Nueva York, R.K.P. Ine., 19 oa ed, Nueva York, R.K.P. Ine., 1987, * Bs el centro de la propuesta de Paul Veyne en Writing History "No sobra reeomendar la lectura del balance colestivo de la histor 95 Mauricio Archila Neira nuestra valoracién de algunas formas de historiar que percibimos en nuestro medio, y sobre todo reflexionar obre el tipo de valores que encierran estas posturas. De esta forma nos preguntamos équé propuestas de socie~ dad y de ser humano encarnan las investigaciones que ‘adelantamos? éQué tipo de alquimia del pasado estamos practicando? Acudimos de nuevo a la sabiduria que dala experiencia de Mare Bloch euando dice: Me gustarfa que (entre) los historiadores de profesién, Jos j6venes sobre todo, se habituaran a reflexionar sobre ‘estas vacilaciones, sobre estos perpetuos ‘arrepenti- mientos’ de nuestro oficio. Esta seré para ellos mismos, la mejor manera de prepararse, con una eleecién deli- berada, a conducir razonablemente sus esfucrz0s. Lo primero que debemos decir es que hay una irrup- cién de objetos de la historia o de sus sujetos o actores, si se mira desde otro lado. El hegemonismo de las Gscuelas pasadas es reemplazado a veces con fingida timidez por nuevos aeercamientos que no hacen expli ta su seleceiGn, Nuestra intenei6n hoy es escudrifiar lo {que hay por detrds de estas nuevas posturas a veces mal Gonsideradas como retornos a destrezas supuestamente abandonadas. ‘Ya no es tema exclusivo de la historia el estudio de los préceres de la patria—porlo general esa minorfa blanca, fica y masculina que nos gobierna—, pero tampoco de fos actores colectivos, supuestas vanguardias de proce- sos revolucionarios. Hoy los seres humanos del pasado que estudiamos los historiadores son méltiples: hombres y mujeres (antes decfamos s6lo hombres), los de abajo y ia colombiana publicado en Bernardo Tovar (Compilndor), Lt > Jneroduceién... 8, 19. 96 Bl historiador ¢o la alquima del pasado? de arriba, y los del centro también, negros y blancos, indigenas puros y recién reconstruidos, viejos y j6venes, hasta nifios, esclavos o libertos, encomenderos 0 enco- mendados, caciques o indios, homosexuales y heterose- xuales, aleohdlicos y abstemios, en fin, la lista serfa interminable. En pocas palabras, no hay sujeto hist6rico por antonomasia. Cualquiera puede serlo; desde un os- curo tendero hasta un ilustre profesor universitario. Los historiadores inventamos, sobre seres que dejaron hue- Ilas del pasado, los nuevos sujetos de nuestra pesquisa. Basta mirar los temas de monografias o tesis para hacer- se una idea de esta explosin de sujetos, de esta plurali- dad de actores. Las formas de abordar estos miltiples sujetos son también diversas, Aunque continuamos mirando su exis- tencia material —en eso afortunadamente no hacemos tabula rasa del pasado— nos proyectamos también a otras dimensiones de su existencia. Nos preguntamos por sus gustos alimenticios o estéticos, preferencias sexuales, pensamientos religiosos, conocimientos cien- tificos, actitudes politicas y, en fin, ahora indagamos por cuanta dimensién humana sea posible imaginar. La his- toria de las ciencias reverdece tanto por el interés de cllas en conocer su pasado como por el nuestro de aportar trayectorias de cientificos que las jalonaron Algo similar se observa en la historia de las religiones entendida mas como cultura y mentalidad religiosa que ‘como historia institucional. De los nuevos rumbos de la historia politica hablaremos luego. Se rompe asi también el determinismo de otras épocas y la mirada unicausal de la conducta humana. La unidad de andlisis también varia. No es necesaria- mente el individuo, como ocurria con la historia tradi cional, 0 lo colectivo, como sucedia en la historia social, 7 Mauricio Archila Neira Ja médula de la Nueva Historia. Se tiende a trabajar, eso si, en una escala menor. La llamada microhistoria florece como alternativa a las historias totales que antes nos obsesionaban.” Aunque afortunadamente no desapare- cen los esfuerzos de sintesis y las miradas globalizantes, la investigaci6n histérica tiende a discurrir por el amino. de lo particular, de lo local, de lo pequesi. Ya no es la clase obrera en su conjunto lo que nos atrae, por ejem- plo, sino las familias, las unidades fabriles, los barrios 0 las localidades en donde crecieron los trabajadores y trabajadoras, Hoy nos interesa resaltar lo sobresaliente y al mismo tiempo lo comin y corriente. Esto cuestiona la concep- cidn tradicional del hecho histérico y de la misma d plina. Ya no es posible suscribir sin més la definicién convencional de historia. Acudimos de nuevo al Dice nario de la Real Academia de la Lengua: Historia es la “narraci6n y exposicién de los acontecimientos pasados dignos de memoria, sean pablicos o privados.”

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