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historiaban el pasado, de consigna’ las egestas de los rey pues cada vez se inv callaron, expurga El queso y les gusanos narra la historia nero friulano Domenico Scandella, con Mediante los expedient y de otros documentos que d actividades ecor as y 010s 2 vida, Ginzburg reconstruye un fragment Yamada «cultura p © «cultura clases subalterna da al ostracis que la reintegrac las clases inferiores en la historia s6lo es a través de la caso de Menocchic me alguna manera, somos deudores. 2 En otros tiempos era licito acusar, a quienes elo que ellos 4.0 simplemente ignoraron ‘como Menocchio, que murid en la hoguera po ‘orden del Santo Oficio a finales del siglo XVLat gratia y la sociologla. Asi, \ge. por su singularidad en simbolo de su tiempo y en una especie de labon perdido de un mundo oscuro, dificil- similable al presente, pero del que, de 8 a El queso y los gusanos Carlo G El queso y los gusanos El cosmos segun un molinero del siglo XVI eR M et 2.) CARLO GINZBURG EL QUESO Y LOS GUSANOS EL COSMOS SEGUN UN MOLINERO DEL SIGLO XVI TRADUCCION DE FRANCISCO MARTIN “TRADUCCION DE LAS CITAS LATINAS [AL CUIDADO DE FRANCISCO CUARTERO p Ediciones Peninsula Barcelona ‘Tia orignal italiane jenna es vera (© 1976 by Eine, Tri, Quedan igurosmente probs, sin suorizacin cite delentealces del copyrighe, bj as sacionscxablesdar a eye, a eprodceton tu o parcial dee brs por tale eo o prostimcncoxprendios i reprogfa Yel tratamiento informatics, yl dsribucion de chmplares ellaociane agi pesto pain tc ls exporacin importacin de eos Cempiarc paras 75 r2.tosuimxos 77 13. LEcTORES RURALES 80 14. PAGINAS IMPRESAS ¥ 83, 15-CALLEON SIN SALIDA 85 16.F1 TIEMPO DE LAS vinGENES 87 17, ELFUNERAL DE LA VIRGEN 88 18 ELPADREDE CRISTO go 19.21 DiaDELJUICIO. 91 20. MANDEVILLE 97 21, PIGMEOS Y ANTROFOFAGOS 108 22, «DIOS DENATURA® 104 23.108 TRES ANILLOS 107 24, CULTURA ESCRITA Y CULTURAORAL 110 25.ELCMOS 110 26.puitoco 114. 27. QUESOS wfricos ¥ QUESOS REALES 116 28.81 MONOPOLIO DEL SARER 122 20, 1AS PALABRAS DEL “FLORILEGION 125 30. FUNCION DELAS METAFORAS 127 31. Y 127 5 FH S92¢5 ‘coNTENIDO J2-UNAMIRGTESIS —13r B3-RELIGION CAMPESINA 136 34 SLALMA 137 35-Noto st» 139 36. 0S ESPIRITUS,SIETE ALMAS, CUNTRO ELEMENTOS 37-TRAYECTORIA DF UNA IDEA 142 SS cONTRADICCIONES 146 jo-tLearaiso 148 4. UN NUEVO «<«10D0 DE VIVIR> GE MATAR CURAS™ 153, 42 54. “EL MAGO OMNIPOTENTE ¥ SANTO DIOS..° 55. <1 YO HURIERA MUERTO HACE QUINCE ANOS» 56: SEGUNDA SENTENCIA. 192 S7-TORIURA 193 58.sc0L10 104 59 PELLEGRINO BARON 60. 08 MOLINEROS 6. CULTURA DOMEINANTE ¥ CULTURA SUBALTERNA 62.cantas DEROMA 216 Abreviaturas 3x9 age 150 163 287 190 191 208 214 A Laisa PREFACIO Antes eta vilido acusar a quienes historiaban el pasado de consignartini- camente las «gestas de los reyes». Hoy dia ya no lo es, pues cada ver se investiga mis sobre lo que ellos callaron, expurgaron o simplemente ig- noraron.' «:Quién construyé Tebas de las siete puertas?» pregunta el lector obrero de Brecht.’ Las fuentes nada nos dicen de aquellos albatii- les anénimos, pero la pregunta conserva toda su carga? La escasez de testimonios sobre los comportamientos y actitudes de las clases subalternas del pasado es fundamentalmente el primer obstéculo, . ELhombre comin, esribe VicensVives, «se ha convertde en el principal prota- gonista de la Historia» (it. P. Chasm, «Une histoire religicuse sérille>, en Rene Piscire modern et contemporsine XI, 1965, 9-9, n0%a 2). 2. Lacita de Brecht est sacada de «Fragen eines Lesenden Arbeiters», en Hunde Geolicte, 1918-1950, Bein, 1951, pp. 107-108. Ahora veo que la misma poesia Isha w= lizado como epigrafe J. Kaplowe, The namer of Kingr: The Parisian Laboring Poor in the Eighteen Century, Noeva York, 1973. Vid también H. M. Enzensberger, «Leterstra come storiografias, en I Monahi, 9 (2966), . £3 3 Utiizo el témino gramstiano «clases subalternas- porque design una resid su «cultura popular».* 3 La existencia de diferencias culturales dentro de las denominadas socie~ dades civilizadas constituye la base de la disciplina que paulatinamente se ha autodefinido como folclore, demologia, historia de las tradiciones po- pulares y etnologia europea.’ Pero el empleo del término «cultura» como definicién del conjunto de actitudes, creencias, patrones de com- 4 Los procesos contra Menocchio se hllan en el Archivo de la Curia Arzobispal de ‘Usine (en adelante ACAU), Santo Ofc, Ano integra 1583 n, 107 wu ad 128 nd proc nim, 126, y Ana integra 1596 4m. 281 nsque ad 306 inl, proc. nin. 28s. El nico eruito {qoe los menciona (sn haberlos consulta) es A. Batistlla IS. Office l fra relist in rink, Appunt stoic document, Vine, Bos, p. 65, en donde errGneamente afirma que -Menocchio se sls del supico. ‘5. La bibliografia sobre estos temas es, saturalmente, muy vast. Para una orienta- in preva y mis asequible vid. A.M. Cirese, eri didcell intern di caltara alle 0- et sageriari, en, AA. VV., Flor antropdlgia tra strcine ¢ marciome, también de Ci- rese, Palermo, 1972, pp. 1-42; Lombardi Satriani, Anoropelogia cata op ct: NA. WV. concerts di cutura. [fondament ori della sien ancropoogia, por P. Rosi Turin, 1970. Fl concepee de flelore como «acervo inorgnico de ideas, ete fue también formuado ‘con ciertavailacién por Gramsci: vi, Leterratara ¢ vita nacional, Turin, 1950, pp. 215 y 1. (eid. también Lombardi Satriani, Aneoplogiecalurale, op. city pp. x68) portamiento, etc., propios de las clases subalternas en un determinado periodo histérico, es relativamente tardio y préstamo de la antropologia cultural. Slo a través del concepto de «cultura primitiva> hemos lega- do.a reconocer la entidad de una cultura entre aquellos que antaiio defi- injamos de forma paternalista como «el vulgo de los pueblos civilizados>. La mala conciencia del colonialismo se cierra de este modo con la mala conciencia de la opresi6n de clase. Con ello se ha superado, al menos ver- balmente, no ya el concepto anticuado de folclore como mera coseche de curiosidades, sino incluso la postura de quienes no vefan en las ideas, creencias y configuraciones del mundo de las clases subalternas més que un acervo desordenado de ideas, creencias y visiones del mundo elabora- das por las clases dominantes quizas siglos atrés. Llegados a este punto, se plantea la discusién sobre qué relacién existe entre la cultura de las clases subalternas y la de las clases dominantes. ¢Hasta qué punto es en realidad la primera subalterna a la segunda? O, por el contrario, zen qué medida expresa contenidos cuando menos parcialmente alternativos? @Podemos hablar de circularidad entre ambos niveles de cultura? No hace mucho, y ello no sin cierto recelo, que los historiadores han. abordado este problema. No cabe duda de que el retraso, en parte, se debe a la persistencia difusa de una concepciGn aristocrética de la cultu- ra. Muchas veces, ideas o ereencias originales se consideran por defini- cidn producto de las clases superiores, y su difusién entre las clases subalternas como un hecho mecinico de escaso o nulo interés; a lo sumo se pone de relieve con suficiencia la «decadencia, la «deformaciGn» su- frida por tales ideas o creencias en el curso de su transmisi6n. Pero la re~ ticencia de los historiadores tiene otro fundamento més notorio, de indole metodolégico mas que ideolégico. En comparacién con los an- tropélogos y los investigadores de las tradiciones populares, el historia- dor parte en notoria desventaja. Ain hoy dia la cultura de las clases subalternas es una cultura oral en su mayor parte (con mayor motivo en los siglos pasados).* Pero esti claro: los historiadores no pueden entablar didlogo con los campesinos del siglo xv1 (ademas, no sé si les entende- ). Por lo tanto, tienen que echar mano de fuentes escritas (y, even- tualmente, de hallazgos arqueolégicos) doblemente indirectas: en tanto 5. Una cultura werden; vid, sobre el tea, C. Berman, Dieci anni dilavoro eon le font oraln, en Prime Maggio, § (primavers 1975) PP 35°50 que escritas y en tanto que escritas por individuos vinculados mis 0 me- nos abiertamente con la cultura dominante. Fsto significa que las ideas, cereencias y esperanzas de los campesinos y artesanos del pasado nos lle~ ‘gan (cuando nos Ilegan) a través de filtros intermedios y deformantes. Seria suficiente para disuadir de entrada cualquier intento de investiga- cin en esta vertiente. Los términos del problema cambian radicalmente si nos propone- ‘mos estudiar no ya la «cultura producida por las clases populares, sino [a «cultura impuesta a las clases populares». Fs el objetivo que se marcé hace diez afios R. Mandrou,’ baséndose en una fuente hasta entonces 1. Re Manco, Del dr poplaie aur VIF XVI ler La Bk ene 4 Try Pri 964 sla que sears popular
    , en Past and Present, 50 (febrero 1971), pp. 43-75% E. P. Thompson, «Rough 5 yyorfa de los estudios deddicados especificamente ala definicién de lo que era Ia cultura popular en la Europa preindustrial, destaca el nivel de investiga cién de obras como las de N. Z. Davis y E. P. Thompson sobre el «Chari- vari», que arrojan luz sobre aspectos particulares de aquella cultura. Aun- que la documentacién sea exigua, dispersay lficil, puede aprovecharse. Pero el temor a incurrir en un desprestigiado positvismo ingenuo, unido a Ia exacerbada conciencia de la violencia ideolégica que puede ‘ocultarse tras la mas normal y aparentemente inocua operacién cognosci~ tiva, induce actualmente a muchos historiadores a arrojar el agua con el nifio dentro—sin metéforas—, a descartar la cultura popular con la docu- ‘mentacién que nos facilita de aquella una imagen mas 0 menos deforma- da, Después de eritiar (y con raz6n) los estudios mencionados sobre lite~ ratura de celportage, un grupo de investigadores™ ha llegado a preguntarse si ala cultura popular existe fuera del gesto que la suprime>. La pregunta ces pura retériea y Ia respuesta es claramente negativa. Esta especie de neopirronismo pareve paradéjico de entrada, ya que tras ello hallamos los ‘studios de M. Foucault, y éstos son los que con mayor autoridad, junto ccon su Historia de ta locura, han llamado la atencién respecto a las prohibi- ciones y barreras a través de las cuales se constituyé histéricamente nues- ‘ra cultura.” $i miramos con atencién, no obstante, la paradoja es sélo 12, Vid. M, de Certeau,D. JoliayJ. Revel, «La beauté du mort: le concept de" ture populaire"s, en Polique ayiowrbui, diciembre 1970, pp. 3-23 (fase ctada est en kap.2). 13. En Folie et dricn, Histoire del fle 3 ge asique (Pais, 196) Foucault air~ in que «fire Phistoire dela fli, voudra done dire: fare une étude structurale de Pen- semble historique—notions, insticutions, mesures juridiques et poliidres, concepts ‘Music: le Charivari anglaise, en Anmaler BSC, XXVII(c972), pp. 285-342 (y, actualmen- te, sobre el misino tema, C. Gauvard y A. Gokalp, Les conduites de bul teu signification 2 lefin du Mayen dge: Le Charizard, nim. 29, 974, pp. 693-704). Los studies ctados ‘son tiles como ejemplo, Sobre el prablema, algo distinto, de la persistencia de modelos calturales preindusriales entre el proletariado industrial, vid. del mismo ‘Thompson, “Time, Work-Discipine, and Industrial Capitalists, en Pas and Present, 38 (diciembre 1967) pp. 56-97 y The Making ofthe Engst Working Clas, Londres, 1968 (2 ed. av- ‘mentads); de E. J, Hobsbawm, sobre todo Primitive Rebel. Seu in Archaic Forms of So- al Mevement inthe 19th and zoth Centuries, Manchester, 1959, y «Les classes ouriéres anglaisesetla culcure depuis les déburs de la évolution industrielle», en AA. VV., Nive~ aus declare op. ct, pp. 186-199. 16 aparente. Lo que fundamentalmente interesa a Foucault son los gestos y criterios de la exclusi6n; los excluidos, menos. En la Historia dela locura ya estaba parcialmente implicita la trayectoria que inducirfa a Foucault aes- cvibir Les mots et les choses y Llarcbévogie du savoir. La redaccién de estas dos obras fue casi con certeza acelerada por las facilonas objeciones nihi- listas planteadas por J. Derrida a la Historia de la cura. No se puede ha- bblar de la locura en un lenguaje histéricamente participe de la razén ocei- dental, y en consecuencia del proceso que ha conducido a la represin de la propia locura: el punto de equilibrio de que ha dotado Foucault a su ‘obra—dice en sintesis Derrida—no existe, no puede existir. De tal forma que el ambicioso proyecto foucaultiano de una archéologie du silence se ha transformado en un silencio puro y simple, eventualmente acompafiado de una muda contemplaci6n estetizante. ‘De esta involucién da testimonio un volumen que retine varios ensa- yyos de Foucault y de sus colaboradores, ademas de una serie de docu- ‘scientfiques—qui int captive une folie dont état saage ne pout jamais re restrué en Tuséme; mais & deft de cet inaccessible pueté primitive, "sue stracrarale doit monte vrsladécision qui ie et sépare laf raison eflie»(p. VI). Todo ello explica la ‘ausencia ena libro de los locas, ausencia que nose debe slo i prevalenterente, ala dif ‘ultad de reunir una documentacin adecoada. Los dlrios ranscrits en millare de pagi- nas, coneervados en la Bibliothéque de Arsenal, de un aeayo semianalibero y «demente furioso» que vivid a finales del siglo xv, segén Foucault, no nen sto en el universo de nnestro discurso», som algo ~ereparablemente menor ena Historia (p.)-Es dif deter- rminarstestimonios de exe cariz pucden arojr hz alguna sobre a «pureté primitives de Ia locura, quizés no tan winaccesible» después de td. De cualquier manera, la coherencia ‘de Foucault, en est libro ivtant pero genial, es fuera de das salvo algunas contradic- ‘ones ocasinales: eid, por ejemplo, ls p. 475-476). [Hay trad. cas. de est bro: Hsia y el «si- Tencio», tinicas reacciones legitimas ‘Vemos que el irracionalismo estetizante es la vinica meta de esta se- rie de investigaciones. Apenas se acentia la relacién oscura y contra- dictoria de Pierre Riviére con la cultura dominante; se pasan por alto, sin més, sus lecturas (almanaques, libros piadosos, aunque también Le ‘bon sens du curé Mesler). Se prefiere describinoslo vagando por los bosques después de cometer el delito, como «un hombre inculto {..] tun animal sin instintos [...] un ser mitico, monstruoso, imposible de definir por ser ajeno a todo orden enunciable». Se cae en éxtasis ante ‘una enajenacién absoluta, éxtasis que no es mas que el resultado de cludir el andlisis y la interpretaciGn. Las vietimas de la exclusién social se convierten en depositarias del tnico discurso radicalmente alternati- vo a las mentiras de la sociedad establecida; un discurso que pasa por cl delito y Ia antropofagia, que se encarna indiferentemente en el me- ‘morial redactado por Pierre Rivigre o en su matricidio. Fs un populis- ‘mo de signo contrario, un populismo «negro», pero en definitiva po- pulismo. 6 Lo que hemos dicho hasta ahora demuestra con amplitud la ambigtiedad del concepto de «cultura popular». Se atribuye a las clases subalternas de la sociedad preindustrial una adaptacién pasiva a los subproductos culturales excedentes de las clases dominantes (Mandrou), 0 una ticita propuesta de valores, siacaso parcialmente autnomos respecto ala cul- tura de aquéllas (Bolleme), o una ajenidad absoluta que se sitia sin re- 18 bozo mis alla, o mejor dicho mas acé, de la cultura (Foucault). Es mucho mas valiosa la hipétesis formulada por Bajtin de una influencia reefpro- ca entre cultura de las clases subalternas y cultura dominante. Aunque precisar el modo y el momento de tal influencia (ha comenzado a ha- cerlo con éptimos resultados J. Le Goff)" significa afrontar el problema con una documentacién que, en el easo de la cultura popular, como he- 1mos sefialado, es casi siempre indirecta. Hasta qué punto los eventua- les elementos de cultura hegem6nica rastreables en la cultura popular son fruto de una aculturacién'’ més o menos deliberada, o de una con- vergencia mis © menos espontinea, y no de una deformacién incons- ciente de las fuentes, claramente proclives a reducir al silencio lo comin y lo corriente? Hace afios tuve que afrontar un problema similar durante una in- vestigaci6n sobre los procesos de brujeria"® entre los siglos xvr y xvn. Queria saber qué habia representado en realidad Ja brujeria para sus propios protagonistas: las brujas y los brujos; pero la documentacién ‘con que contaba (los procesos, y no digamos los tratados de demonolo- sia) constituia una barrera tan impenetrable que ocultaba irremedia- blemente el estudio de la brujerfa popular. A cada paso tropezaba con los esquemas de origen culto de la brujeria inquisitorial. La tinica bre- cha en el obsticulo fue el descubrimiento de un filén de creencias has- ta entonces ignoradas, y centradas en los benandanti, un culto agratio ccuya existencia se puede verificar en el Friuli entre el siglo xvr y el xvn, La discrepancia entre las preguntas de los jueces y las respuestas de los acusados—discrepancia que no podia achacarse ni al trauma del inte~ rrogatorio nia la tortura—traslucfa un profundo niicleo de creencias populares sustancialmente auténomas. 14, DeJ. Le Goff id, «Culture léicae et traditions folkioriques dansa civilisation mérovingienne», en Anaaks ESC, XXII (1967), pp. 780-791; «Culture ecclésiastique et culture foldlorique au Moyen Age: Saint Marcel de Paris tle dragon, en Ricerche stari= the ed eencmiche in memoria di Crrade Barbazal,diigida por L. De Rosa, l, Nipoles, 1970, PP. $3-94. 15. Fid, setualmente V, Lanternari, Antropologia ¢ imperialimo, Turin, 1974 pp. 5 ¥s8.yN. Wachtel, «Lacculcurations, en Faire de Ubisore, op. cit, 1, pp. 124° 146. 16. Vid C, Ginaburg, I benandent. Stregneria ¢ cult agrari ta ‘500 ¢ ‘600, Turin, 1974 19 Las confesiones de Menocchio, el molinero friulano protagonista de este libro, constituyen en ciertos aspectos un cso anilogo al de los be- nandant. También aqui la irreductibilidad a esquemas conocides de par- te de los razonamientos de Menocchio nos hace entrever un caudal no explorado de creencias populares, de oscuras mitologias campesinas. Pero lo que hace més complicado el caso de Menocchio es lacircunstan- cia de que estos oscuros eleimentos populares se hallan engarzados en un conjunto de ideas sumamente claro y consecuente, que van desde el radi- calismo religioso y un naturalismo de tendencia cientifica hasta una serie de aspiraciones ut6picas de renovacién social. La abrumadora conver- ‘gencia entre la postura de un humilde molinero friulano y la de los gru- ‘pos intelectuales mas refinados y conscientes de la época vuelve a plan- tear, de pleno derecho, el problema de la circulacién cultural formulado por Bajtin. Antes de examinar en qué medida las confesiones de Menocchio nos ayu- dan a precisar el problema, es justo preguntarse qué relevancia pueden tener, en general, las ideas y creencias de un individuo de su nivel social considerado aisladamente. En un momento en que hay equipos enteros de investigadores que emprenden ambiciosas empresas de historia cuan- titativa de las ideas 0 de historia religiosa seriada," proponet una indaga- ci6n lineal sobre un molinero puede parecer paradgjico y absurdo: casi 17. Vid, para el primer tema Lior tsi op. cit; para el segundo, P. Chau, Une bsirerdigiwe, ep. at. yatwalmente M. Vovelle, Pi barepue et déhricianatim ex Provence an XVII, Par, 1973. En genera, F. Fart, «Lisoire quantitative et construction du fi historique, en Annales ESC, XXV1 (1978), pp. 63-75, Me care ovras coms seal acertadamente las implicaconesidoldgias de wn mécoo que en- dea reabsorber ls ruprras (las revoluciones) en los perfodoslargos ye el eqilirio ‘el sistema, Vid. sobre esta misia paua ls invesGgaciones de Chauna si como lt contibucia de A. Dupront a étas ene Gado compendio Litre et sit, pp. 185 ¥ $s), en donde, tra ambiguas dsquisiciones sobre el ala clea» se legs a clogiar Jos virtues ranquilzantes de un metodo que permite estar el siglo xvi frances g- norando el desenlace revolucionaro, lo que equialdris a liberarse de la wscatologta dela historian (p. 233) tun retorno al telar manual en la época del telar automatico. Es sintomi- tico que la viabilidad de una investigacién de este tipo haya sido descar~ tada de antemano por los que, como F. Furet, sostienen que la reinte- racién de las clases inferiores en la historia s6lo es posible bajo el epigrafe «del nimero y del anonimatom, através de la demografiay la so- ciologia, «del estudio cuantitativo de la sociedad del pasado»."* Con ‘mejante aserto por parte de los historiadores, las clases inferiores queda rfan condenadas al «silencio». Pero sila documentacién nos ofrece la posibilidad de reconstruir no s6lo masas diversas, sino personalidades individuales, serfa absurdo re chazarla, Ampliar hacia abajo la nocién historica de «individuo» no es objetivo de poca monte. Fxiste ciertamente el riesgo de caer en la anée- dota, en la vilipendiada histoire éoénementiell (que no es solo, ni necesa- riamente, historia politica)” Pero no es un riesgo insalvable. En algunos studios biogréficos se ha demostrado que en un individuo mediocre, ca- rente en side relieve y por ello representativo, pueden eserutarse, como ‘en un microcosmos, las caracteristicas de todo un estrato social en un de~ terminado perfodo historico, ya sea la nobleza austriaca o el bajo clero inglés del siglo xvn.? gEs éste el caso de Menocchio? Ni mucho menos. No podemos con- siderarlo como un campesino «tipico> (en el sentido de «medio», «esta disticamente més frecuente) de su época: su relativo aislamiento de la aldea no plantea dudas. A los ojos de sus paisanos Menocchio era un hom- bre cuando menos distinto de los demés. Pero esta singularidad tiene I mites precisos. De la cultura de su época y de su propia clase no escapaba nadie sino para entrar en el delirio yen la falta de comunicacién. Como la lengua, la cultura ofrece al individuo un horizonte de posibilidades laten- 18. Vid Con ello no deseamos confrontar la indagaciones cualitativas con las ccuantitativas.* Simplemente queremos hacer hincapié en que, en lo que respecta a la historia de las clases subalternas, el rigor de éstas no puede prescindir (0, si se quiere, no puede todev‘a prescindir) del vituperado im- presionismo de aquéllas. Fl alegato de E. P. Thompson contra el «grose- ro impresionismo del ordenador, que repite ad nauseam un elemento sim- ple recurrente, ignorando todos los datos documentales para los que no ha sido programado», ¢s lteralmente cierto, en el sentido de que, como ¢s logico, el ordenador no piensa: sélo ejecuta. Por otra parte, s6lo con 23, Vid. las consideraciones de P. Bogntrery .Jokobson,-lflclore comme for- sna di ceazone autonomar, x Strament eri, (1967), pp. 223-240 Las mons pi sins de G. Lukdes sobre I confluyeron con «..” Aunque lo parezca, no es una distincién perogrullesca. Lo que ha 27. Sobre historia de lr mentalide, vid. actuakmente J. Le Goff, «Les mentaliés: tune histoiteambigue>, en Faire de Phir, op. it, IIL, pp. 76-79. El passe eitado #2 4 caracterizado los estudios historicos sobre la mentalidad es la recurrencia deelementos inertes, oscuros, inconscientes de una determinada visin del mundo, Las supervivencias, los arcafsmos, la afectividad, lo irracional, todo ello delimita de modo especfico la historia de la mentalidad, diferen- cindola con bastante nitider. de las disciplinas paralelas ya consolidadas, ‘como la historia de las ideas o la historia de la cultura (aunque algunos in- vyestigadores no establezcan diferencias entre éstas). Reducir el caso de “Menocchio exclusivamente al émbito de la historia de la mentalidad, sig- nificarfa situar en segundo plano el acentuado componente racional (no necesariamente identificable con nuestra racionalidad) de su visi6n det mundo, Pero el argumento concluyente es otro: la connotacién decidida- ‘mente interclasista de la historia de la mentalidad, Fsta estudia, como he~ ‘mos dicho, lo que hay de comiin entre «César y el tiltimo soldado de sus legiones, entre san Luis y el campesino que labra sus tierras, entre Crist6- bal Colén y el marinero de sus carabelas». En este sentido el adjetivo no deja de ser puro pleonasmo, la mayorta delas veces. Ahora bien, no es que queramos negar la legitimidad de lasin- vvestigaciones de este tipo, pero es notable el riesgo de incurrir en extrapo- laciones indebidas, Incluso uno de los mayores historiadores de nuestro si- ‘go, Lucien Febvre, ha caido en la trampa. En un libro equivocado, aunque fascinante," intent recrear, a partir de una investigacién sobre un indivi- 28, Vid. L. Rebwre Le peblime de Pincryance as XVI! ste La religion de Rabelais Pa 1s 1968 (17 edicy 1942). Como se sabe, la argumentacién de Febvre, 3 partir de un tema ‘speciale refutacin de a tesispropuesta por A. Lefranc, stn Ia cial Rabelais en cl Pancagrael (1532) seria un propagandists ateose prolongs en ccculos cadaver mis am- plios. La terera parte de la obra, sobre ls limites de la increduldad de siglo v1, es des- de luego la més moderna dese el punto de vista metodol6gico, pero también lamas ge- nética e inconsistente, como tal ver lo presintiera el propio Febvre (p. 19). La falsa cexrapolicin 2 propésito de la mentalidad colectiva de lot chornbres del siglo vt» 82 reente excesivamente de ls teorias de Léxy-Bruhl -nvestr maestro», . 17) sobre la men: ‘olidad primitiva. (Fs eurioso que Febvre ironice sobre la gente dela Edad Media para hablar, pocaspiginas después, de hombres del siglo xvi y de «hombres del Renacimicn- to, aunque admitaen esta dkima cita que se trata de una formula (p.89-90)- 5 ‘duo (si bien excepcional como Rabelais), las eoordenadas mentales de toda ‘una época, Mientras trata de demostrar un presunto «atefsmo de Rabe~ lais, todo va bien. Pero cuando se interna en el campo de la «mentalidad (0 psicologia) colectiva>, sosteniendo que la religién ejercia sobre los una influencia sutil ya la vez-agobiante a la que era im- posible sustraerse—como no pudo sustracrse Rabelais—el argumento se hace inaceptable. :Quiénes eran aquellos mal definidos prefiramos el término de «cultura popular», a su vez tan poco satisfactorio. El clasismo genérico no deja de ser en todo. ‘caso un gran paso adelante respecto al interclasismo. ‘cimoda>: ti. pp. 153-154, 142, 382, 344.) La alas a los campesinos esté en lap. 253%, ya Bajtin habia observado (Lieeuave de Francois Raeles, op ct, . 137) que el andlsis de Febyrese basa inicamente en los ambientes de I cultura oficial. Fl enfrentamiento con Descartes en pp. 393 425, pain. Sobre ext stimo punto, vid. también G. Schneider 1 Wibertnn. Per wna stor sale ela caleuraborgbese nel XVI e XVIII ese, rad. it, Bolo- nia, 1974. y as observaciones (no todas aceptables)formuladas en la p. 7 ss. Sobre el riesgo, patente en Ia historiografa de Febvee, de caer en una modalidad de rfinada tau- tologia, od. D. Cantimor, Storie storia, Turin, 1971, pp. 223-225. 26 Con ello no pretendemos afirmar la existencia de una cultura homo- ,énea comin tanto a campesinos como a artesanos de las ciudades (por no hablar de los grupos marginales, como los vagabundos)* de la Euro- pa preindustrial. Simplemente nos proponemos delimitar un émbito de jnvestigacidn en cuyo seno habré que llevar a cabo andlisis particulariza- des similares.” Solo de esta manera podremos eventualmente extender Jas conclusiones a que podamos llegar. 9 Dos grandes acontecimientos hist6ricos hacen posible un caso como el de Menocehio: la invencién de la imprenta y la Reforma. La imprenta le ‘otorga la posiilidad de confrontar los libros con la tradicién oral en la que se habia criado y le provee de las palabras para resolver el conglome- rado de ideas y fantasias que sentia en su fuero interno. La Reforma le cotorga audacia para comunicar sus sentimientos al cura del pueblo, a sus paisanos, a los inquisidores, aunque no pudiese, como hubiera deseado, decirselo a la cara al Papa, alos cardenales, a los principes. La gigantesca ruptura que supone el fin del monopolio de la cultura eserita por parte de los doctos y del monopolio de los clérigos sobre los temas religiosos ha~ bia creado una situacién nueva y potencialmente explosiva. Pero la con- vergencia entre las aspiraciones de un sector de la alta cultura y las de la cultura popular ya habfa quedado eliminada definitivamente medio siglo antes del proceso de Menocchio, con la feroz. condena de Lutero a los ‘campesinos sublevados y a sus reivindicaciones. A partir de entonces no aspirarfan a tal ideal més que exiguas minorfas de perseguidos como los anabaptistas. Con la Contrarreforma (y, paralelamente, con la consolida- ci6n de las iglesias protestantes) se inicia una época altamente caracteri- zada por la rigidez jerirquica, el adoctrinamiento paternalista de las ma- ss, la erradicacién de la cultura popular, la marginacién més © menos 29. Vid. B. Geremek, ll pauperismo nel’ed preindustriale (ecolix1V-xvit)~, en Storia d aia, vol. V, como I, Tula, 1973, pp- 669-698; br dei vagabond, drigido por P. Camporesi, Turi, 1973 30. Se anuncia la aparicin inminente de un importante trabajo de Valerio Marchetti sobre los atesanos del siglo x01 resdentesen Siena 27 PREFACIO violenta de las minorfas y los grupos disidentes. ‘También Menocchio aca- Daria en la hoguera.* Hemos dicho que es imposible proceder por cortes precisos en el corpus cultural de Menocchio, Sélo un juicio « pesteriori nos permite aislar aque- Ios temas, ya por entonces convergentes con las tendencias cle un sector de Ia alta cultura del siglo xvt, que se convertirian en patrimonio de la cultura =progresista» del siglo siguiente: la aspiracién a una renovaci6n radical de la sociedad, la corrosi6n interna de la religién, la tolerancia. Por todo ello, Menocchio se inserta en una sutil y tortuosa, pero nitida, linea de desarrollo que lega hasta nuestra época. Podemos decir que es nuestro precursor. Pero Menocchio es al mismo tiempo el eslabon per- dido, unido casualmente a nosotros, de un mundo oscuro y opaco, al que sélo con un gesto arbitrario podemos asimilar a nuestra propia historia Aquella cultura fue destruida. Respetar en ella el residuo de indescifrabi- lidad que resiste todo tipo de andlisis no significa caer en el embeleco es- tuipido de lo exético y lo incomprensible. No significa otra cosa que dar fe de una mutilacién hist6rica!* de la que, en cierto sentido, nosotros ‘mismos somos victimas. «Nada de lo que se verifica se pierde para la his- tora», recordaba Walter Benjamin, mas «sélo la humanidad redenta toca plenamente su pasado».!* Redenta, es decir, liberada. 31. Para lo expuesto en este prrafo, wi ademas pp. 127-120, 32. Nose confunda en modo algano con la nostalgia reaccionaria del pasado, ni con Ja retoricaigualmente reaceionara so pretexto de una supuesta«civilidad campesina» in- ‘mol y aistrica. 33. La frase de Benjamin igura en Tos diffi dalla triangles nevus. Sagi e Frommers, divigila por R. Sole, Turin, 1963, p. 73) 28 Una redaccién provisional de este libro fue sometida a discusin prime- ramente durante un cursillo sobre religidn popular impartido en el oto- fio de 1973 en el Davis Center for Historical Studies de la Universidad de Princeton y, luego, en un cursillo coordinado por el autor en la Uni- versidad de Bolonia. Quedo sumamente agradecido a Lawrence Stone, director del Davis Center, y a todos los que con sus criticas y observa ciones me prestaron su ayuda para mejorar el texto, especialmente a Pi 0 Camporesi, Jay Dolan, John Elliot, Felix Gilbert, Robert Muchem- bled, Ottavia Niccoli, Jim Obelkevich, Adriano Prosperi, Lionel Rothkrug, Jerry Seigel, Fileen Yeo, Stephen Yeo, asi como a mis estu- diantes de Bolonia. No quiero olvidar mi agradecimiento al padre Gu- gliclmo Biasuti, bibliotecario de la Curia Arzobispal de Udine; el maes- to Aldo Colonnello; a Angelo Marin, secretario del municipio de Montereale Valcellina, y a los funcionarios de los archivos y bibliotecas citados, tras contribuciones se mencionan en el texto que sigue. Bolonia, septiembre de 1975. EL QUESO Y LOS GUSANOS. est intéressant se passe dans 'ombre. ‘On ne sait rien de la véritable histoire des hommes. céLINE hy [ueoccuto) Su nombre era Domenico Scandella, y le Hamaban Menoechio.' Naci6 en 1532 (en su primer proceso’ declaré tener cincuenta y dos afios) en ‘Montereale,’ un pueblecito entre las colinas del Friuli, a veinticinco ki- metros al norte de Pordenone, desde el que se divisan los Alpes del Veneto. Siempre vivi6 alls, salvo durante dos afios de destierro (1564- 1565), por motivo de una rifia,* durante los que residi6 en otro pueblo cercano—Arba—y en una localidad de la comarca de Carniola que no conocemos. Estaba casado y era padre de siete hijos; otros cuatro mu- rieron. Al canénigo Giambattista Maro, vicario general del inquisidor cde Aquileia y Concordia, le declaré que sus actividades eran de «molen- dro, carpintero, serrar, hacer muros y otras cosas». Pero fundamental ‘mente trabajaba como molinero y vestia las prendas tradicionales del oficio: bata, capa y gorro de lana blanca. As{ comparecié en el proceso, vestido de blanco. 1. sel nombre que figura en los docamentos de la Inquisiién. En otros figura también como «Menoch o como -Menochi>. 2. Vid. ACAU, proc. N2 126, 6 158 5. Actualmente Montereale Celina, es un pueblo entre colins (a 317 metros sobre l nivel del may) situado ala entrada dl valle Celina. En 1584 la patroquia contaba con seiscientascincuenta alas: vid, AVP, Sacraram Vistadionum Nores ah anno 1582 ugue ad anmw 1584 £1680. 4 Vid. ACAU, proc. 136, 6 207 §- : -«Sélo tengo dos molinos en alquiler y dos campos como aparcero,’ con ello he sustentado y sustento a mi pobre familia. Pero desde luego exa- getaba. Aunque buena parte de las cosechas sirviera para pagar y tuviera que satisfacer el impuesto del canon sobre los terrenos y el alquiler de los 6, Vid, ACAU, Semontisrun contra reo. Offi liber If. 160 7. Sobre los contratos de aparceka en este perioo, nd. G. Giongewt, Conzadin ¢pr- pritari nl alia morn, Rapport i praducion contrat agra dal sealo XVI a ogg, Torin {974eP. 97 ys No saberos si se tataba de aparceras ;(f 10): «Aliam petiam terrae tunis ing. in circa loco dito [campo del legno: a mane dicta laguna, a meridieterre- ‘num M. d, Horatit Monts Regslistentum perserJacomum Margnanu a sero terrenurn tentum per se Dominicum Scandelle eta montbus suprasripeus ser Daniel Capolam 9. (Oura parecla de tierra de labor stuada en el término de Montereale en el paraje Imad Alla Vie del Hema, la eval leva por nombre Langona, de una yugada aproximadamente, ‘dministrada por Bartolomeo Andrea: levante, el dicho camino, a mediodi, la finca de rmacse Domenico Scundell, a poniente, la Via de Sorry, por a pare de la montafia, afin ‘a administrada por los herederos de Stefano de Lombarda»; «Ota parcela de tierra de tuna yugada aproximadamente, enol paraje dicho [.-] I Campo del Legno: a levante, Ia ‘guna ciada, a mediodia, la inca del seior Orazio de Montereale, administrado por mae~ se Giacomo Margnano; a poniente, la inca administrda por mzese Domenico Scandella ysporls parte dela montana, elantedicho maese Daniel Capola»). No hemos posido eon- froncar con precsin los topdnimos del texto. La identificcion de estas dos parcels ean Jos «dos campos como aparcero mencionades por Menoechio doce ais atris (1584) n0 es totalmente segur: entre otras cosas s6lo de la segunda parcela se habla de modo expl- to com de un trronum totum, es decir, presumiblemente nivelado. Sefilaremos que cen un eatastro de 1578 (ASP, Nota b. 40, 0° 332, f. 1157's.) no aparece el nombre {de Domenico Seandella, a diferencia del de Bernardo Scandella (no sabemos si eran par lentes el padre de Menocehio se Hamaba Giovanni) meneionado varias veces. Por cierto ‘que el apelldo de Seandellaactnlment es corrente en Montereale. 4 dos molinos (probablemente en especies), debia quedarle suficiente para vivir y hasta salir de apuros en las malas temporadas. Sabemos que, cuan- do estuvo desterrado en Arba, alquil6 en seguida otro molino. Su hija Giovanna," al casarse (casi un mes después de la muerte de Menocchio), aporté una dote equivalente a 256 liras y nueve sueldos. No era gran 8. Vid, A. Taglines, Siruturae politica sociale in sa comunith veneta del ‘500 (Uii- 19, Milin 1960, p. 78 (el alquiler de un mx ejemplo, ascende a 61 celemines de trigo, mes dos jamones). Vid. también el contravo de aluiler de un nuevo molino efectuado por Menocchio en 1596 (id. ademas p. 150). ‘9. Vid. ACAU, proc. n* 126, acta del 28 de abril de r584 (hojas sin nomera). 16, Vid ASP, Notarle,b 488, n. 3786, & 277-278, 26 de enera de r600. El espo- soe llamaba Daniele Colussi. Comparindola con otras dote, vid. Ibid, b. 40, n. 3315 ff. 2vsigs 390 lias y diez sueldos; ibid, for sig unas 340 liras ibid, b- 488, 0.3786, ff. 17-0: 300 lias; bid, 200-210: 247 lias y dos sueldos; ibid, 230-247: 182 liras y ‘quince sueldos. La exigiidad de esta dima dote era debido al hecho de que la esposa, Maddalena Gastaldione di Grizzo, eelebrada sus segundas nupeias, Lamentablemente ro disponemos de datos sobre la posicién socal o Ia profesion de os individuos nom= bradosen estos contratos. La dote de Giovanna Scandella estaba constiuida por loss sguientes objetos: Un echo con eolehén nuevo y un par de ssbanas de lino medio usadas com fnedas (de al snchadz),almohadones y eabezal nuevos; con wna colcha, que el dicho Stefano promete ‘comprar nueva L684 ‘Una eamisa de cuero nueva 5 10 ‘Una toguillabordada i S Un vestido gris mo ‘Una sibana de lana y algodéa con cabezal de pao nueva woo tra sibana similar a la anterior a Un vest gris medio usado ‘Una sébana bane, lstada de algodén blanco, con fran alos pies Bt (Una eamisols de medi lina 8 10 ‘Un par de mangas de pao anaranjado con cordones de seda Un par de mangas de pafo plateado ‘Un par de mangas de , habia exclamado Domenico Melchior al oiri."* Y Giuliano Stefanut: .** Mientras se iban recogiendo los testimonios, Menocchio emper6 a sospechar que se estaba preparando algo contra él. Por ello fue a visitar al vicario de Polcenigo, Giovanni Daniele Melchiori,® amigo de la in- 38._ Vid. oto caso andlogo sucedido en Fil it por G. Miecoli, La storia eligi, en ‘Storia dais, vol I, tomo I, Turi, 1974, P94 39. Vid ACAU, proc.n.°126,f.107. 40. Tbid, £72. 41, Vill ACAU, proc. n° 126, £37 (Daniele Fasseta); fr (Giuliano Stefan); f 27 (Francesco Fasset} £7 (Giovanni Povoledo; fo (Daniele Fasets) 442. Ibid, £110 (Andrea Bionima) 445 Tid, proc. n° 134, declracién dl 7 demayo de 1584. Sobre el proceso anterior in- «nado a Melchior, ysbre us relaciones con Menoechio oi. supra pp. 121-122. Tanto Mel- choi como Poicreto fueron procesados por el Santo Oficio (en marzo yen mayo de 1584 ‘espectramente) bajo le scusacin de habe intentado influencia con sus sugerencis la cat- s contra Menoecio: td, ACAU, proc. Melchior le impusieron muntenerse a disposicin el ribanal, yall acaba cosa Policreto le fue impoesta una pena canna. favor de Po liret testimaniaron el alalde de Pordenone, Gerolamo de’ Gregor, personajes de a n0- ‘Hera local emo Gerolamo Popai.Policreto estaba vinculado aa faiia Mancica-Monte- real, ala que también pertenecan los sefiores de Monterele en 1583 fae nombrado rbitro (cucediendo en sta fancin au padre, Antonio) en un pleito entre Giacomo y Giowan Bat- ‘sta Mantica por una parts, y Antonio Mantica por otra (vd BCU, ms, 1043), a EL QUESO ¥ LOS GUSANOS fancia, quien le exhorts a presentarse voluntariamente al Santo Oficio, co por lo menos a obedecer sin dilacién cualquier citacién que se produ- jera, y le amonest6 asi: «Contéstales a todo lo que te pregunten y no in- tentes hablar de més ni trates de hablar de estas cosas; responde tinica- mente a lo que te pregunten». También Alessandro Policreto, un antiguo abogado de Menocchio, a quien se encontré casualmente en casa de un amigo suyo mercader de lefa, le aconsej6 presentarse a los jueces reconociéndose culpable, pero declarando al mismo tiempo no haber creido nunca sus propias afirmaciones heterodoxas. Por ello Me- nocchio fue de inmediato a Maniago, obedeciendo la citacién del tribu- nal eclesidstico, Pero al dia siguiente, 4 de febrero, visto el curso que tom6 la instrucei6n sumarial, el inquisidor en persona, el franciscano fray Felice da Montefalco, le hizo arrestar y «llevar esposado» a la cér- cel del Santo Oficio de Concordia." El 7 de febrero de 1584 Menocchio fue sometido a su primer interrogatorio. 3 [primer nvreRROGATORIO] [A pesar de los consejos que le habjan dado, muy pronto se mostré extre- madamente locuaz. Intent6 presentar su postura bajo un angulo mis fa- vorable que el que arrojan los testimonios. Por ejemplo, aun admitiendo haber tenido, dos o tres aiios antes, dudas sobre la virginidad de Maria y haber hablado con varias personas, entre ellas un sacerdote de Barcis, puntualiz6: «Bs cierto que yo he dicho estas palabras ante varias perso- ras, pero no las exhortaba a que las creyeran, y al contrario, he exhorta- do a muchos diciéndoles: “Queréis que os ensefte el camino verdadero? ‘Tratad de hacer el bien y seguir el camino de mis antecesores, y lo que manda la Santa Madre Iglesia”. Pero las palabras que yo antes pronun- ciara, las decia por tentacién, y porque asf las crefa y queria enseftar a ‘otros; ha sido el espiritu maligno el que me hacia creer aquellas cosas y asimismo me incitaba a decirlas a otros».** Con esta declaracién, Me- nocchio confirmaba sin mas, inconscientemente, la sospecha de que se habia atribuido en el pueblo el papel de maestro en doctrina y en com- 44. VAEACAU, proc. no 126,f.158. 45. Wid, 160-2 2 portamiento («zQueréis que os ensefie el camino verdadero?»), En cuanto al contenido heterodoxo de este tipo de prédica no habia dudas, y sobre todo ante la exposicién que haria Menocchio de su singularisima cosmogonia, de la que al Santo Oficio habia llegado hasta entonces un eco confuso: «Yo he dicho que por lo que yo pienso y creo, todo era un ‘ca0s, es decir, tierra, aire, agua y fuego juntos; y aquel volumen poco a poco formé una masa, como se hace el queso con la leche y en él se for- ‘man gusanos, y éstos fueron los angeles; y Ia santisima majestad quiso que aquello fuese Dios y los angeles; y entre aquel mimero de éngeles también estaba Dios creado también él de aquella masa y al mismo tiem- po, y fue hecho sefior con cuatro capitanes, Luzbel, Miguel, Gabriel y Rafael. Aquel Luzbel quiso hacerse sefior comparandose al rey, que era Ja majestad de Dios, y por su soberbia Dios mand6 que fuera echado del cielo con todos sus drdenes y compafia; y asi Dios hizo después a Adan y Eva, y al pueblo, en gran multitud, para llenar los sitios de los éngeles ‘echados. Y como dicha multitud no cumplia los mandamientos de Di ‘mand6 a su hijo, al cual prendieron los judios y fue crucificado».** ¥ af dié: «Yo no he dicho nunca que le mataran como a una bestia» (era una de las acusaciones contra él: mas tarde admitirfa que sf, que podta haber dicho algo asi)" «Yo he dicho claramente que se dej6 crucificar, y aquel que fue crucificado era uno de los hijos de Dios, porque todos somos hi- jos de Dios, y de la misma naturaleza que el crucificado; y era hombre como nosotros, pero de mayor dignidad, como si dijéramos hoy dia el Papa, que es hombre como nosotros, pero con més dignidad que noso- tros porque tiene poder; y el que fue crucificado nacié de san José y la ‘Virgen Mariam. 4 [zaroseso>?] Durante la fase de instruccién del proceso, dadas las extrafias manifesta~ ciones referidas por los testigos, el vicario general pregunt6 al principio si Menocchio hablaba «en serio o en son de burla»; mas adelante, si es- taba mentalmente sano. En ambos casos la respuesta no dejé lugar a du- 46. Ibid, x7r-2. 47. Ibid, £6 Giovanni Povoledo). 8 EL QUESO ¥ Los GusANos «das: Menocchio hablaba . Ademis, junto con sus hermanos, habia, inducido con amenazas a aquel que a sus ojos era el principal responsable detods a siuacin—es deci el piroco de Montreal que les es bier Ziannto era analieo) una cara pars Meno, pres en as ciceles del Santo Oficio. En ella ele sugeria que prometiera «obedien- dia bso aa Sats ges, dicen que no cre iad rer «que lo que manda Dios Nuestro Sefior y la Santa Iglesia, y que preten vniry mors en nf erisians snl que ons I Sata Iglesia roma na ein y postin, que anes bien (legac) pede I vido, y mil vidas que hubiereis, por amor de Dios Nuestro Sefior y de la santa fe cristiana, asi como que reconocéis tener Ia vida y todo bien de N.SMla Iglesia [..J».* Al parecer Menocchio no reconocié tras estas I neasla mano de su enemigo, el prroco,y la atribuys a Domenego Femé- nussa,"" un mercader de lana y madera manufacturada que venia a su aolino ya veces le prestaba dinero, Pero estaba claro que cumplir las su- _gerencias que le indicaba !a carta le resultaba duro. Al final del primer imerrogatorio general (7 de febrero) exclamé con obvia reluctancia, vol viiéndose hacia el vicario general: «Sefor, esto que he dicho es por inspi- unpre $2 Lame ion shop Tay esa msn oe dpi geen de Zot sal ogitaaren ct del rine procs conn te ACA; pron. tenn pio coe si Zip ie cmt na ec ost lpr contr opin pron (1 ‘cn Vora lan Jhb cs Meno suit ra ide cos, face: haber espero de tos por denuna Meoocth al Santo OF, pest de considera habe ira hablo con Ni Selasiana conde de Meme gu ie ns ned gn din em oo Grr ong po nn nD ine trogmorl dlp detape de ssh cl prone eer cre cou come: -Yo me pes Siren ort pp ei Sane a prstan uno ay se memati cade, yo meas como saan, me a fro mis ang gu ree udado pote opin qe yo a denna sla terorment todo Domenegoy me ain pods hace lg acco [> Ene lt the akan evo: Vera de dlc nab Sts Steric gue aa conse “cena tier okie de que Moncton co apimtin (Alor 9-Ph. 3. Puree yon lobule side Zane vid pou 306,63 45 EL QUESO ¥ Los GusaNos racién de Dios 0 del demonio, yo no confirmo que sea ni verdad ni men- tira, pero pido misericordia y haré lo que me sea indicado».** Pedia per- én pero no renegaba de nada. Durante cuatro largos interrogatorios (7, 16y 22 de febrero, y 8 de marzo) se enfrentaria a las objeciones del vieario, negando, apostillando, rebatiendo. «Consta en el proceso—pregunta por ejemplo Maro—que habéis dicho no creer en el Papa, ni en las reglas de la Iglesia, y que cualquiera tiene tanta autoridad como el Papa?>.* Res- puesta de Menocchio: «Yo ruego a Dios omnipotente que me haga morir ahora mismo si yo ereo haber dicho eso que V. S. me pregunta», Pero era cierto que habia dicho que las misas por los muertos eran inttiles? (Gegtin Giuliano Stefanut,* las palabras que promuncié Menocchio, un dia que volvian de misa, fueron exactamente éstas: «Por qué hactis limosna ‘en memoria de un montén de ceniza?»). Explicacién de Menocchio: «Yo he dicho que hay que estar prestos a hacer el bien mientras uno esté en este mundo, porque después Dios-Sefior es quien gobierna las almas; porque las oraciones y limosnas y misas que se hacen por los muertos, se hacen, creo yo, por amor de Dios, quien luego hace lo que quiere, porque las almas no reciben esas oraciones y limosnas, y depende de la majestad de Dios el recibir estas buenas obras en beneficio de los vivos o de los muertos». Pretendia ser una hébil precisién, pero que en realidad con- tradcefa la doctrina de la Iglesia sobre el purgatorio. «No intentes hablar de mas», le habia aconsejado el vicario de Poleenigo, que por algo era amigo suyo de Ia infancia y le conocfa bien. Pero era evidente que a Me- nocchio le era siempre dificil contenerse. De repente, en los tltimos dias de abril, se produce algo nuevo. Las autoridades de Venecia invitaron al inquisidor de Aquileia y Concordia, fray Felice de Montefalco,” a que se atuviera a la costumbre vigente en los territorios de la Repiiblica, que imponia, en las causas del Santo Ofi- cio, la presencia de un magistrado seglar junto a los jueces eclesiasticos. Este conflicto entre ambos poderes era tradicional. No sabemos sien 54 Thid, 1g 55. Thid, 56. Tid 8%. 57, 58. Thi, proc.” 134, declaracin del 7 de mayo de 1584. 59. Vid. Ginzburg, [bonandent, op. cit, indice. 60. Vid. P. Pasehini, Vonesa ¢ Pnguisziene Remana da Giulio II a Po IV, Padua, 1959: PP. SEY S82 A. Stella, Chess e Stato mllerelesioni de nunc pantfc « Ensis, Vati- ‘ano, 1964, especialmente pp. 290-291. Ibid £297, 46 | | ] Empezé denunciando la opresién que ejercian los ricos sobre los pobres ‘mediante el uso, en los tribunales, de una lengua incomprensible como el latin: «Yo soy de la opinién que hablar latin es un desacato a los pobres, yaque en los ltigios los hombres pobres no entienden lo que se dice y se hallan aplastados, y si quieren decir dos palabras tienen que tener un abogado>.“* No era mis que un pequefio ejemplo de la opresién general, de la que la Iglesia se hacia cémplice y participe: «Y me parece que en nuestra ley, el Papa, los cardenales, los obispos son tan grandes y ricos que todo es de la Iglesia y los euras, y oprimen a los pobres los cuales si 126,39 62. Ibid, f.gr: 63. Thid, 270 47 HL QUESO Y 10s GusaNos tienen dos campos alquilados son de la Iglesia, de tal obispo, de tal ear- denal>. Recuérdese que Menocchio tenia dos campos como aparcero, de los que ignoramos el propietario; en cuanto a sus conocimientos de latin se limitaban, a lo que parece, al redo y al pater noster aprendidos cuando ayudaba a misa. Su hijo Ziannuto se apresuré a encontrarle un abogado en cuanto el Santo Oficio le encarcel6. Pero estas coincidencias, 0 posi- bles coincidencias, no deben engafiarnos: el discurso de Menocchio, a pesar de que adquiera mayor relieve por su caso personal, desembocaba en un dmbito de mayor envergadura, yal exigir de una Iglesia que aban- donase sus privilegios, que se hiciera pobre con los pobres, se vinculaba, siguiendo el ejemplo evangélico, ala formulacién de una religién distin- 1a, sin existencia dogmatica, reducida a un micleo de preceptos pricticos: -«Quisiera que se creyese en la majestad de Dios, y en ser hombre de bien, y hacer como dice Jesucristo, que respondié a los judifos que le pre~ guntaban qué leyes debian tener, y él les respondié “Amar a Dios y al pr6jimo”>, Esta religién simplificada no admitia para Menocehio limita~ ciones confesionales. Pero Ia apasionada exaltacién de la equivalencia de todas las religiones, sobre la base de una iluminaciéin concedida en igual medida a cualquier hombre—L.a majestad de Dios ha infundido a todos el Espiritu Santo: acristianos, herejes, a turcos, ajudios, ya todos ama, y todos se salvan de igual modo»—acabé en una explosién violenta contra los jueces y su soberbia doctrinal: «Y vosotros sacerdotes y frailes, ain queréis saber vosotros mas de Dios, ysois como el demonio y queréis ha- cer de dioses en la tierra y saber igual que Dios, como el demonio: y quien piensa que mas sabe, menos sabe». Prescindiendo ya de toda dis- crecién y prudencia, Menocchio declaré que rechazaba todos los saera- mentos, incluido el bautismo, por ser invenciones de los hombres, «mer~ cancias», instrumentos de explotacién y de opresién por parte del clero: «. De la extremauncién: «Creo que no cesnada y no vale nada, porque se unge el cuerpo pero el espiritu no pue- de ungirse». De la confesién lleg6 a decir: .” El vicario, incrédulo, pregunt6: «Qué cresis que es el Espiritu Santo», y Menocchio: «Creo que es Dios», Pero gsabia cudntas eran las personas de la ‘Trini dad? «Si, Sefior, esta el Padre, el Hijo y el Espiritu Santo». «En cual de 66, Aqui Menoechio manifest su rebelién conta la reglamentacién del matrimo- aio esablecda por el Conclio de Trento: vid A. C. Jemolo, «Riforma tridentina nelPambito matrimoniales, en AAVV., Coneribui alle teria del Conc di Trentae delle Contrerforma, Quadern i Belper, (3048), pp. 45 ¥ 5. 67. Vill ACAU, proc.n.?126,f.112. 68. Thid £386. Wid, 2s." 7x. Mbid, £8, 66. Thid, £6. 49 [BL QUESO ¥ Los GUSANOS estas tres personas creéis que se convierte la hostia?». «En el Espiritu Santo», «:Qué persona precisa de la Santisima Trinidad ereéis que esté en la hostia?>. «Creo que es el Espiritu Santo». El vieario no daba eré- dito a semejante ignorancia: «Cuando vuestro pirroco hacia sermones sobre el santisimo sacramento, ¢qué ha dicho que era ¢sa santisima hos- tia? Pero no era ignorancia: «Fa dicho que es el cuerpo de Cristo, pero yo seguia creyendo que es el Espiritu Santo, y es porque creo que el Es- piritu Santo es mayor que Cristo que era hombre, y el Espiritu Santo viene de la mano de Dios». «Lo ha dicho [..] pero yo seguia creyendom. En cuanto se presentaba la ocasién, Menocehio reafirmaba casi con in- solencia la propia independencia de juicio, del propio derecho a asumir ‘una actitud auténoma; afadié para el inquisidor: «Me gusta el sacramen- to pues cuando uno se confiesa, comulga y toma el Espiritu Santo, y el cespiritu se alegra [...Jj en cuanto al sacramento de la eucaristéa, ¢s algo para gobernar 2 los hombres, hecho por los hombres a través del Espiri- tu Santo; y decir misa es cosa del Espiritu Santo, igual que adorar la hos- tia, para que los hombres no sean como los bichos».” Por lo tanto, misa y cucaristia se justificaban, desde un punto de vista casi politico, como ‘medios de civilizacién, aunque ello tuviera lugar en una frase en la que resonaba involuntariamente, con signo cambiado, lo que dijo al vicatio de Polcenigo (». También Cristo habia dado a los hombres, con ‘supasin, un modelo de comportamiento: «Nos ha ayudado [..] a nosotros ‘ristianos, ya que ha sido como espejo, y asf como él ha padecido con pa- iencia por amor nuestro, nosotros muramos y padezcamos por amor suo, Y no nos asombremos de morir ya que Dios ha querido que murie- rasu hijo». Pero Cristo no era més que un hombre, y todos los hombres son hijos de Dios, .” Finalmente habia decidido seguir el eami- no que le habia aconsejado su hijo, pero antes habia querido hacer oft lo que prometia hacia tanto tiempo, «diria mucho contra los superiores y sus malas obras».® Cierto que no ignoraba a lo que se exponia. Antes de volver a la cércel, implors piedad de los inquisidores: «Sefiores, yo os Fuego por la pasién de Jesucristo Nuestro Sefior que me liberéis; y si me- reaco la muerte, dédmela, pero si merezco misericordia, se me ororgue, porque quiero vivir como un buen cristiano».** Pero el proceso no habia concluido ni mucho menos. Algunos dias més tarde (1 de mayo) se rea~ rnudaron los interrogatorios. Fl alealde habia tenido que ausentarse de Portogruaro, pero los jueces estaban impacientes por volver a oft a Me~ nocchio. «En la vista antedicha—dice el inquisidor—hemos visto que en el proceso parece estar vuestro énimo lleno de estos humores y de malas doctrinas, pero el santo tribunal desea que acabéis de esclarecer vuestro nimo».** Respuesta de Menocehio: «Mi amigo era altanero, y deseaba que hubiese un mundo nuevo y otro modo de vivir, pues la Iglesia no an daba bien, y que se hiciera algo para que no hubiese tantas pompas>. 7 [una soctepan arcarcal Sobre el significado de la referencia al «mundo nuevo», al nuevo «modo de vivir», volveremos mis adelante. Antes vamos a tratar de comprender de qué manera este molinero friulano habia podido expresar tales ideas. Friuli en la segunda mitad del siglo xv1 era una sociedad con caracte- risticas arcaicas muy marcadas." Las grandes familias de la nobleza feu- 19. Vid ibid, 260-270 Vit. iti, 90-307 82, Vid ibid, 3, 85, Sobre el Friuli de esta époc, aparte de P. Pachini, Sti del Fria, Udine, 1954, que trata exclsivarente dea vicstudes polities, vid. especialmente los numero- sos estos de PS. Leiche «Ua programma di parce demoertica in Friuli nel Cingue- conto», en Stade franment, Udine, 993, pp. 307-121; La rappreentanca dei cantaini pres if Veneto Luegotenente dela Paria de ri bid, pp. 125-1435 se habfan mantenido hasta cien afios atrés, mucho mas tiempo que en las regiones circundantes.* E1 antiguo parlamento medieval habia conservado sus propias funciones le- sislativas, « pesar de que el poder efectivo estuviera desde hacia tiempo cen manos de Jos lugartenientes venecianos.* En realidad, el dominio de Venecia, iniciado en 1420, habia perpetuado el estado de cosas en el limite de lo posible. La vinica preocupacién de la Reptblica fue la de crear un equilibrio de fuerzas con tal de neutralizar las tendencias dis- gregadoras de la nobleza feudal del Friuli. Aprincipios del siglo xvr los contrastes en el seno de la nobleza se ha- bian acentuado. Se habian creado dos partidos: los zamberlani, favorables a Venecia, aglutinados en torno al poderoso Antonio Savorgnan (que ha- brfa muerto transfuga en el bando imperial) y los trumieri, hostiles a Ve- necia, a cuya cabeza estaba la familia de los Torreggiani. En esta discor- dia politica entre facciones nobiliarias, se insert6 una violentisima lucha de clases. Ya en 1508, el noble Francesco di Strassoldo, en una interven- 84. Vid A. Batistlla, La servit di masnada in Frislv, en Nace arco vento, XI (4906), 2* pre, pp. 5-63; XI 2906), 14 pare, pp. 6p 22 part, 320-3315 XIIL (ager), r* parte, pp. 171-184, 2 parte, pp. 142-157; XIV (2907), 1 arte, pp. 193-208; XV (:908), pp. 225-237. Los limos vestgios de esta insttucién desaparecen hacia 1460, pero cm los status friulanos de un siglo mas tarde subssten ital como Deno ] 0 De ers communi mamaria Vid. tabi G, Sasol de Bianchi, La scompars della servti di masnada in Fru», en Ce Fart, 2 (1950), DP 145-150. 85. Vid ] Pero, un molinero como Menocchio zqué podia saber de este intringulis de contradicciones politicas, sociales y econémicas? Qué idea se hacia del gran juego de fucrzas que silenciosamente condicionabean su existenci Una imagen rudimentaria y simplificada, pero muy clara. En el mun~ do existen muchos grados de «dignidad>: estd el Papa, estin los carder Ies, estin los obispos, esti el parroco de Montereale; esté el emperador, estin los teyes y los principes. Pero por encima de las gradaciones je~ rirquicas hay una contraposicién fundamental entre «superiores> y ‘chombres pobres» y Menocchio sabe que forma parte de los pobres. Una imagen claramente dicotémica de la estructura de clase, tipica de las so- ciedades rurales.” Sin embargo, parece entreverse en los razonamientos de Menocchio un minimo indicio de actitud més diferenciada frente a los . La violencia del ataque contra la méxima autoridad religio- sa—«Y me parece que en nuestra ley, el Papa, los cardenales, los obispos son tan grandes y ricos que todo es de la Iglesia y de los curas, y oprimen los pobres [..}»—contrasta con la critica mucho mas suave que viene in- ‘mediatamente después, frente a la autoridad politica: «Me parece tam- bién que estos sefiores venecianos tienen ladrones en su ciudad, pues si uno va‘a comprar cualquier cosa y pregunta “;Cusinto quieres por esto dicen un ducado, cuando no vale mas de tres marcell:y quieren que este- ‘mos de su parte [..».”” Desde luego estas palabras encierran mas que nada ba reaccidn del campesino que brutalmente toma contacto con la hostil realidad ciudadana; de Montereale o Aviano a una gran ciudad como Vene- cia, el salto era grande, Pero subsiste el hecho de que mientras se acusa di- rectamente al Papa, los cardenales y obispos de « alos pobres, de los «sefiores venecianos» slo se dice que «tienen ladrones en esa ciudad». Esta diferencia de tono no se debfa en absoluto a la prudencia: mientras pronunciaba aquellas palabras, Menocchio tenia ante sal alealde de Por- ‘ogruaro,alinquisidor de Aquileia y a su pétroco. Para él aj 96._ Vid. el belisimo libro de S. Ossowsti, Soria di clase e eis sxe, tit lana, Turin, 1966, especialmente pp.23 9 g7- Vid ACAU, proc. 126 ff. 272-287 37 EL QUESO Y 10s GUsANOS EI propio Menocchio parece darnos una orientacién de partidas «Todo es de la Iglesia y los curas, que oprimen a los pobres, los cuales 3 tienen dos campos alquilados son de la Iglesia, de tal obispo, de tal carde- nab>* Como hemos sefialado, no sabemos si esto era también aplicable a su caso. Segiin una estimacién de 1596—posterior en doce aflos a estas afirmaciones—uno de los campos presumiblemente alquilados a Menoe- ‘hio confinaba con un terreno que un miembro dela familia del sefior de lugar, Orazio di Montereale, habfa alquilado a un tal Giacomo Margna- ro.” Pero en este mismo catastro se mencionan varias parcelas de terreno, propiedad de las iglesias locales o de los eontornos, y concedidas en alqui- ler: ocho eran de Santa Maria, una de San Rocco (ambas en Montereale), ‘una de Santa Maria di Pordenone. Desde luego, Montereale no era un c2s0 aislado: a finales del siglo xvt la solider. de la propiedad eclesiéstica en el Friuli y en todo el territorio veneciano segufa siendo masiva."” Donde ha- bia disminuido en cantidad, se habia consolidado y reforzado cualitativae mente. Esta situacién explica bastante bien las palabras de Menocchio, aun en el caso de que él no hubiera tropezado con la renovada dureza de la pro- piedad eclesistica (que entre tanto siempre habia quedado excluida explt- citamente de la desgravacién obligatoria de enones de aparcerfa decreta- da por las autoridades venecianas). Bastaba con que mirase a su alrededor. Sin embargo, la presencia difusa de propiedades eclesiésticas en ‘Montereale y en sus entornos explica la dureza de las acusaciones de Me- nocchio, no sus implicaciones, ni su magnitud en un plano mas gene- ral. Papa, cardenales y obispos «aplastan» a los pobres: pero, zen nombre de qué, zcon qué derecho? El Papa «es hombre como nosotros, salvo 98. Vid ibid, £270, 0. Vid. ASP, Notarile, b. 488, n. 3785, x74 y sig, especialmente f. 190: La rmentablemente no disponemos sobre este periodo de tn inventario de ls bienes cle- sidsticos existentes en Friuli, como el enormemente analitico redactado en 1530 por orden del logarteniente Giovanni Bassdona (eid. BCU, ms. 993): en ff 620-640 hay una lista de arrendatarios de la iglesia de Santa Maria de Montereale, en la que no f- gua ningsin Scandell ‘oo. Vid A. Stell, «La propriethcoclesiastice nella Republica di Venezia dl seslo xv al vm, es) Nu rsa storca, XLII (3958), pp- 50-773 A. Ventura, «Considerario- ij sullagricoltura veneta e sull'accumularione originaria del eapitale nei secoli xvt © svt, en Stud toric, IX (1968), pp. 674-7225 y actualmente, en general, el importante ensayo de Chitolni, Un probleme pert, o. cit pp. 353°393- 38 SLUTERANOS ¥ ANABAPTISTAS el hecho de que ¥ ANABAPTISTAS ala delacion de uno de sus dirigentes."s Pero también en Friuli sobrevi- vieron clandestinamente durante algiin tiempo conventiculos disper- 30s." Eran anabtistas, por ejemplo, el grupo de artesanos de Porcia en- carcelados por el Santo Oficio en 1557, y que solfan reunirse en casa de un curtider y de un tejedor de lana a leer las Escrituras y hablar «de la re- novacién de la vida [..], de la pureza del Evangelio y de la absolucién de los pecados». Como veremos, es posible que Menocchio, cuyas afirma- ciones heterodoxas se remontaban, segiin un testigo, a treinta aftos atris, hubiese entrado en contacto con este mismo grupo. Sin embargo, a pesar de las analogias sefialadas, no parece justo defi- nit a Menocchio como anabaptista, El eoncepto positivo que él formula sobre la mis, la eucaristia y, dentro de ciertos limites, sobre la confesi6n, es inconcebible para un anabaptista. Sobre todo, un anabaptista, que veia en el Papa la encarnacién del Anticristo, nunca habria pronunciado una frase como la que adujo Menocchio hablando de las indulgencias:"” «Creo que son buenas, porque si Dios ha puesto un hombre en su lugar, que es el Papa, concede un perd6n, es bueno, porque pareciers que las diera Dios pues las da un factor suyo»." Todo esto salié a relucir en el primer interrogatorio efectuado en Portogruaro (28 de abril) las decl raciones altivas—y a veces presuntuosas—de Menocchio en tales cir- ccunstancias, nos inducen una vez més a descartar totalmente la hipétesis de que étas fueran dictadas por la prudencia o el célculo. Hay que tener en cuenta, ademas, la heterogeneidad de los testigos que, como veremos, cité Menocchio como «fuente» de sus propias ideas religiosas, que son lo nis alejado que pueda imaginarse de las rigidas prohibiciones sectarias x05. Vid. Stella, Dallanabattomo, op. cit, pp. 87 y 85 id dom Anabattonse antor= sitarioma.. pp. 64 y s. Vid. también C. Ginzburg, I castitut di dm Pico Manel, Flo= rencia-Chieago, 1970 (-Biblioreca del Corpus Reformatorum Italicorutn»). 06. Sobre la stzacinreligosa en Friuli en el siglo x1 vid P. Paschini,«Fresia€ Riforma eattolica al confine orientale dali», en Lateramom nue serie, XVI (ir. 1 4), Roma, 1951; L. de Biasi, (eid Paschini, Venezia, oct, p42) . 115, Me remito a un tema que ha surgido en un ensayo anterior a ét («Folkiore, agi, religionen,en Storia dla, l, Turn, 1972, pp- 645,98, 656 58) qe me pro- pongo desirolar en el fro 116, Con lo que sigue trato de precisr, y de conregir en parte, lo excita en Felli 0p 45. 63 EL QUESO ¥ 108 GUSANOs aparentemente cubria temas y términos de las discusiones de la época, se entrevé la presencia masiva de tradiciones diversas, mucho ms antiguas, Qué tiene que ver con la Reforma una cosmogonia como la que descri- be Menocchio—el queso primordial del que nacen los gusanos, que son los angeles? :Cémo vincular con la Reforma afirmaciones como las que atribuyen a Menocchio sus paisanos —«todo lo que se ve ¢s Dios, y no- sotros somos doses», «cielo, tierra, mar, aire, abismo e infierno, todo es Dios»? Mejor atribuirlas, provisoriamente, a un sustrato de creencias campesinas, de muchos siglos de antigiiedad, pero no del todo perdidas, La Reforma, al romper la costra de la unidad religiosa, as hizo aflorar in directamente. La Contrarreforma, en su intento de recomponer Ia uni- dad, las habia sacado a la luz para, evidentemente, erradicarlo. Ala luz de estas hip6tesis, las afirmaciones del tono radical promun- ciadas por Menocchio no se explican vinculindolas al anabaptismo, y menos a un , en Riva StorcaMaliane, LXV {1.966}, 138-39). Esta extensin parece inoporta- ‘na pues induce «subestimar las profundas diferencias que exstian entre religion popular yselgion cut, o entre radcalismo del eampo y radicalism rbano. Ciero que stipalo- 64 -MOLINERO, PINTOR, 5UFON agitaci6n de la Reforma contribuyé a revelar, pero que era mas antigua ie la Reforma."* quele a 10 [oLINERO, rnvToR, BUFGN| ‘Que un molinero como Menocchio hubiese legado a formular ideas inde- lentes tan distintas a las cortientes, parecid inverosimil a los inguisi- dores. Se pregunté a os testigos si Menocehio habia , en Medicala et Hanamistict, nueva serie, 4 (1973), PD. 35~ 3$,basdo en documentos inqusitorales del comarca de Tolos, en los que se recogen “statements often tinged with rationalism, skepticism, and revealing something of a ma- ‘eralistcatitude. There are asertions about a terrestrial paradise for souls afer death and about the savation of unbaptized children: the denial that God made human fale the derisory quip about the consumption of the host che identification ofthe soul as booc; andthe attribution of natural growth othe quate of eed and sl alone~ (pp. 9- 30). Estas afirmaciones se aimilan convincentement, mis que aun in hajo directo de la ‘propaganda citar, a una corrente de ideas y rouncis aut6noms. (El catarsmo habria ‘onribuido, si acaso, a sacar ala Iw, direc © indirectament, desencadenando ls in- . Pero en ambos ca- 50s la respuesta fue negativa. Menocchio declaré secamente: «Seftor, nun- ca he conocido a nadie que tuviera estas opiniones; estas opiniones que yo tengo las he sacado de mi cerebro». Pero mentia en algo. El padre ‘Ottavio Montereale (que como se recordaré fue indirectamente el respon- sable dela intervencion del Santo Oficio) dijo haberse enterado en 1598 de que «este Menocchio habia aprendido sus herejfas de un maese Nicola pintor de Porcia»'** cuando éste fue a Montereale para pintar en casa de lun sefior de Lazzari, cufiado del propio padre Ottavio. Y el nombre de Nicola ya habia sido mencionado durante el primer proceso,” provocan- do una reaccién claramente embarazosa en Menocchio. 11g, ACAU, proc. 226, f.20-jr, 120. Tbid, 210 11, Thi, proc. n 285, boas sin numerar (11 de noviembre de 1558) 2, Thi, proc. n” #26, £230, Nose menciona ningsin Nicola da Porcia en los e= ‘ios que yo conaaco sobre la pineura ilana del siglo xv1, Antonio Forniz, que est re- lizando una serie de investigaeiones sobre los pintores purilianos, me informa amable- ‘mente, en una carta fechada el 5 de junio de 2973, que no ha encontrado rastro ni de ‘=Nicola da Porciaw ni de =Nicola de Melchior» (id otras nota). Se ha observado que €lencuentto entre el pintory el molinero podria estar vinculado a relaciones no silo re- ligioas, sino profesionales. Bn los regiseros de patente venecianas no era extrafio el caso de pintores,escaltores y arquitectos que solictaban la exclusiva para Ia realizacion de hacen sobre los campos, el agua bendta, que sobre ellos se espare el dia de la Fpifana, no influyen en modo alguno en las vias yen los drboles para hacerles produeir fruto, sino silo cl esireoly el trabajo del hornbre> (id. A. Serena, «Fra gl ereccitevigiani», en Arcbciovent-tridentine, WL, 1923, p.1735 ¥ Ginzburg, I benandanti, op. ct, pp. 38-394 corregir en el sentido anteriormente seialado) Est claro que el caarsmo nada tiene que ver. Mis bien se trata de afirmaciones que «may wel have arisen spontaneoosl from the cogitations of men and women searching for explanations that accorded with the realities ofthe life in which they were enmeshed» (Wakefield, Some Unortboda, op. ct. 33) Fjemplos anilogos los que hemos citado podrian ficilmente mukipicarse. Esa esta t= icin culeural, que resurge al cabo de siglo, a la que queremos alu con la expresin. -, lo que justificaba por la debilidad de su propia constitucién fisica). Pero poco después empezé a hablar, de un modo al parecer un tanto ‘ago, sobre un libro que tenia Nicola, apartindose del tema. También Nicola fue a su vez. llamado a declarar ante el Santo Oficio, pero en se~ uida fue puesto en libertad vistos los testimonios de buena reputaci6n redactados en favor suyo por dos eclesissticos de Porcia. Sin embargo, en el segundo proceso aparecié un indicio de la in- fuencia ejercida por un personaje andnimo sobre las opiniones hetero doxas de Menocchio. Durante el interrogatorio del 19 de julio de 1599, ‘Menocchio responde al inquisidor, que le preguntaba cuanto tiempo ha- —basindose en una novela del Decamersn, como veremos— que cualquier hombre podia salvarse independientemente de su religién, y que por esto un tureo hacia bien en seguir siendo turco y no convertir- se al cristianismo: «Puede hacer quince o dieciséis aftos que tengo esta opinién, porque empezamos a conversar y el diablo me la metié en la ca- bera»."” «Con quién empezaste a conversar?», pregunt6 de repente el inquisidor. Sélo tras una larga pausa (past Jongams moran) respondié Me nocchio: «No sé». Por lo tanto, con alguien debia haber hablado Menocchio de cues- tiones religiosas quince o dieciséis aiios antes en 1583, probablemen- te, ya que a principios del afio siguiente habia sido encarcelado y proce~ sado. Se trataba con toda probabilidad de quien le habfa prestado el libro prohibido: el Decamerén. Menocchio confesarfa el nombre dos semanas mis tarde: Nicola de Melchiori." Ademas del nombre, las fechas (coin- 123, Vid. ACAU, proc. n2 285, hojs sin nomerar (vista dl r9 de julio de 1590). 124, Vi ibid, hos sin numerar (vista del de agosto de 1569). ‘molines. Muchas veess son nombres conocides, como el del escultor Antonio Riecio 0 el arquitecto Giorgio Amadeo, o de Jacopo Bassano, que obruvieron del Senado,res- pectivamente en 1492 (los dos primeros) yen t544 (el tercero) una exclsiva para certos ‘molinos: rid. Mandich, «Le privaive industria veneziane (2450-t550)», en Riis el rit commerciale, XXXIV (1936), . 15 PP. 538, 545, ero vid. también p. 541. He po- ido descubrir casos andlogos en uns paca ulterior en base a forocopias del fondo AS- Ven, Senato Terra, puesta genslmente a mi disposici6n por Carlo Poni 6 pl VEST EL QUESO ¥ Los GusANos ‘cidencia en la que no repararon los inquisidores) inducen a identificar a este personaje con Nicola de Poreia, a quien en 1584 Menocchio no veia justamente desde haefa un aio. El padre Ottavio Montereale estaba bien informado: Menocchio de- bia de haber hablado efectivamente de temas religiosos con Nicola de Porcia. No sabemos si éste habia sido miembro del grupo de artesanos de aquel lugar que, como hemos visto, mas de veinticineo afios atrés se reu- nia a leer el Evangelio.* En cualquier caso, pese a las declaraciones en su favor conseguidas en 1584, se le conocia desde hacia tiempo como hombre herejisimo»." Asi, al menos, lo habia definido el noble de Por- denone Fulvio Rorario en 1571, al referirse a un hecho de hacia ocho 0 diez afios: Nicola «dijo que é{ mismo habia roto unos retablos que ador- naban una capilla cereana a Porcia, diciendo que estaban mal hechos y que no eran apropiados, que eran [..] mercanefas [..] y que no hay nece- sidad de poner figuras en la iglesia». No podemos por menos de pensar cen la dura requisitoria contra las imégenes sagradas pronunciada por ‘Menocchio. Pero no habia aprendido sélo esto de Nicola de Porcia. «, 2) que ilstran deforma ejemplar la figura de Caraviay la vetaliterara en la que parcialmente se inseri bel Sogn, Sobre viajes l inferno de bufones u otros personajes cfmicos populares, vid. Bsjin, Loenare de Franc Rabelais 0. ct, p. 393. 29. Vid. seg, pct f ATI La iconografia de a poradaesla habitual del «me- laneslicom: pro la dependenca del grabado de Durero, bien conocida en los ambiente ve ‘necianos, parece induduble. Vid. R. Klibansky,F. Sal yE. Punofshy, Saturn and Melan- hay, Sues in tbe History of Natural Philesophy, Religion andr, Londies, 1963, (Hay rad ‘east: Saturn y a melaelit, Madd, Aliana, 1991] 130. Vid I saga, op. cit, f.B x1 69 EL QUESO ¥ Los GusANos Taiacalze. Este aconseja a Zanpolo una estratagema para que pueda ‘cumplir su promesa y aparecerse al Caravia Sé que Farfarello te quiere mucho {y que pronto vendri a visitarte; te preguntaré sisientes mucha pena: cuando tile weas,finge estar ‘més desconsolado de lo que estis, se ofteceri éla complacerte. ‘Entonees ti dile lo que piensas: ‘quizé te complazca totalmente." «, confes6 ignorar el significado. Con ‘mayor claridad se manifesta la relacién entre la condena de las «leyes y rmandamientos de la Iglesia» en tanto que «mercancias» (término em- pleado, como hemos visto, también por Nicola de Porcia) y la invectiva contra curas y frailes que el Sogno atribuye a san Pedro: ‘Mercado hacen de sepultar muertos ‘como un saco de lana o de pimientos: {en estas cosas son muy prestos ‘ehiisan el entierro alos difuntos Si primero no les dan dinero en mano; después se van a beber y manducar rigndose de quien hace tal dispendio y gozando buena cama y rica mesa. “Mercados de mayor importancia hhacen de la Iglesia que fue mia dindose entre sf gran abundancia sin pensar en quien sufre caress, ara mf esto es muy mala solia, ‘que hagan de mi Iglesia mercancia yy beato quien aumente el beneficio ‘diciendo pocas misas y ningtin oficio."” La implicita negacién del purgatorio' y, en consecuencia, de la utilidad de las misas por los difuntos; la condena cel empleo del latin por parte de curas y frailes («Con artes hacen todas sus ceremonias / hablando vulgar y no latin»); el rechazo de las «iglesias suntuosas»;"* las precisiones Sobre el culto de los santos: hay que honrar alos santos, hijo mio, los preceptos de Cristo han seguide [..) 137. Ibid £B. Ie - 1538. Zanpoto no describe ef Purgatorio; en un cierto puntos refiere de focta am: biga alas «penas / del inferno alli abajo, o en Purgatorio» id, f Iv) 139. Ibid, £ Ci 140. Sobre este punto Caravia insiste especialmente, vtuperando entre tras cos a magnificencia de la conseruccin de ls Scuola di San Rocco (Venecs), B EL QUESO ¥ 108 GUSANOS Quienes hagan como ellos, queres Dios que al ciclo suban, elegidos: pero aq gracias no les dispens el que eso eren,equivocado esti.” yy sobre la confesiér Confesase deben los cristianos fees, cada hora a Dios de mente y eorazén, yy no-una sola vezal fin del aio para demostrar que Judi no son." son todos ellos motivos recurrentes, como hemos visto, en las declaracio- nes de Menocchio. Y, sin embargo, habia leido el Sogn cuarenta afios des- pués de su publicacién, en unas circunstancias totalmente cistintas. El concilio que debia haber servido para resolver el enfrentamiento entre " y luteranos—enfrentamiento que el Caravia comparaba al que existia entre las dos facciones friulianas de los struamier’y los zamberla- ni, —se celebr6, si, pero fue un concilio de condena y no de coneordia. Para los hombres como el Caravia," la Iglesia esbozada por los decretos, trentinos distaba mucho de ser la Iglesia «enderezada» e inspirada en el «puro Evangelio» que habian sofiado. Ademés, Menocchio debié de leer el Sogno como un libro vinculado en muchos aspectos a una época ya pasi- da. Cierto que las polémicas anticlericales 0 antiteolégicas segufan siendo actuales, por los motivos que hemos expuesto, pero los elementos mis ra- dicales de la religién de Menocchio superaban con mucho al Sogno. En éste no haba indicios ni de negaci6n de la divinidad de Cristo, ni de rechazo de la integridad de la Escritura, ni de condena del bautismo, definido también como «mercancia», ni de exaltacién indiscriminada de la tolerancia. Ast pues, zhabfa sido Nicola de Porcia quien hablé con Menocchio de todo esto? En Jo que respecta ala tolerancia, parece que si, siempre que laiden~ tificacién entre Nicola de Melchiori y Nicola de Porcia sea exacta. Pero gt Thid, (D.Mle, aga, Bid, Er 143. bid FB. Io 14. Sobresu produecinlitrara lterior al Segna id. Ross, Un aneddet op ct. En 1557 Caraviasufricfa un proceso inquisitorial, durante el calle fue reprochado el propio ‘Seg, por estar compuesto ) «Quetéis que os ensefte el camino verdadero? Tratad de hacer el bien y seguir el camino de mis antecesores, y lo que manda la Santa Madre Tgle- sia»; éstas fueron las palabras que, como se recordar, Menocchio sos- tuvo (por supuesto casi mintiendo) haber dicho a sus paisanos. En reali- dad habia ensefiado lo contrario, a apartarse de la fe de los mayores, a rechazar las doctrinas que el parroco predicaba desde el pilpito. Mante- ner esta eleccién desviadora y durante un perfodo tan largo (quizés ya por entonces unos treinta afios) ante una pequefia comunidad como la de Montereale y posteriormente ante el tribunal del Santo Oficio, requeria una energia moral e intelectual que no es exagerado calificar de extraor- dinaria. Ni las deserciones de parientes y amigos, ni las reprensiones del parroco, ni las amenazas de los inquisidores lograron hacer mella en la seguridad de Menocchio. Pero ."" Quince dias mas tarde plantearia otra alter- 145. Es imposible, como hemos visto, datar el aranque de la heterodoxia de Menoc- chio, Sin embargo, seflaremos que € confesi que no observaba la cuatesra hacia vent sos (ACAU, proc. 1.126, £ 277) fecha cas coincident con la del decreto que le desterr6 tle Montereale, Menocehie podria haber tenido contactos con cteuls lneranos durante el perfodo que resiié en Cami, zona froneriza ena que a penetracién dela Reforma era cs pecakmente notoria. 146 Vi ibid, f x6rv. ny. Vid ibid, 19r 75 EL QUESO ¥ Los cusANos nativa: «EI diablo 0 algo me tentaba»."#* Poco después precisé qué aquel «algo que le atormentaba: «Estas opiniones que he sostenido he sacado de mi cerebro». Y durante todo el primer proceso no modifi caria esta acttud. Inctuso cuando se decidi6 a pedir perdén alos jucces, atribuirfa los errores cometidos a su propio «sutil cerebro». Por lo tanto, Menocchio no pretendfa revelaciones o ilumninaciones especiales. En sus discursos situaba siempre en primer plano el propio raciocinio. Esto bastarfa ya para diferenciarlo de los profetas,"? visionae tios y predicadores itinerantes que entre finales del siglo xv y principiog del xvt se dedicaban a lanzar kigubres vaticinios en las plazas de las cine dades italianas. Todavia en 1550, Giorgio Siculo, ex benedictino, habia intentado referir a los padres de la Iglesia reunidos en el Concilio de Trento, las verdades que el propio Cristo, que se le habia aparecido . ‘Junto al raciocinio, los libros. El Sogo dil Caravia no es un caso ais- lado. [aen= contré ciertos libros que no eran sospechosos ni prohibides, por lo que el Redo, Padre Inguisidor orden que le fueran resttuidoe 152. A juzgar por la bibliografiacompilada por G. Spini, no debi eratarse de la tra- dduccién de Brocioli eid. Le Biblia, XLM (2940), p. 138 8). 7 q EL QUESO Y Los GUSANOS recillas de la Biblia, Flores de toda la Biblia, Flores nuevas, que se editaron hasta la mitad del siglo xv" 3) Ul Lucidario (;Rosario?) della Madonna (probablemente identificado ‘con el Rosario della gloriasa Vergine Maria del doninico Allerto da Caste- Ilo, también reeditado varias veces durante el siglo xv1);' 4) I Lucendario sic, por Legendaria) de sant (es la traduccién de la di fundidisima Leyenda atirea de Jacopo da Varagine, a cargo de Niccolé Malermi, aparecida con el titulo de Legendaria delle vite de tuti li samtiy'* 5) Historia del Giadicio (oe trata de un poemita anénimo del siglo xv en ‘octavas, que circulaba en numerosas versiones, de distinta extensidn);"* 153. Vid H. Sucice, DenbmalerProvensaisber Literatur und Spracte, 1, La Haya, 1883, pp. 495565. Rohe, Die Quel der Remaniske Welureni bd, pp. 380538; .Zambrn, Le opereselgort a tampa dic XII NIV, Bolona,r884, 48. Coma ‘emo sefalado lis ediciones son de ampitud diver: algunas comprenden hasta ena cimiento, as hasta la ifanca ola pas de Crist. Las que yo he loealizado (in efee- ‘oar una bisquede sistemstia) vance 1473 215525 cai tod son venecianas, No sbe- smos cracumente cuindo Menocchio compe el Fie, La obra sigus ai crclando durante ucho tiempo: el indice de 1569 incluye el Flores Biblioram et doctorum» (oid FL Reusch, Die Fis bora probit des schrbnienJabrbunders, Ti £2, 1886, p. 333) in 1576] comisurio del Sacro Palazzo, ray Damiano Rubeo, espon- (i. las dda del inquiskor de Bolonia nstndole a retirar dela circulcin el Pleo ‘4 a Bilis (ei. A Rorondd, «Nuovi documen pe a soiadllndice di libs prot bite (¢473-1638, en Rimacnene, XIV (1983), 9-157) 14. Menocchio hab primero del Laide delle Maden; contnuacin secon 16: , en ‘Anmalidel pontfiin musee misionaraenaloge ogi lteranersi, XIII (1967) P 9, NOTA 2. SS ‘She de Ml dM Sunder, Le lne# igre aio do 96 ge’ 530 T Misr grasa 178,916 lure eo Bibles Universitaria de Boon (Op abe gre ee gut dele de mop Paha rr Boone por Neuro Bete, cov cen dei Suntiina Ingiione Fre epee ana oid sbonsenocnp rs) Enno cles STA Trae partcnda orga de Mate, cod por Mens 9-77 $asinomtnng aco versione ns eves conran cs Bots Mare. acca a Syed Balogh le mp: pl ule dle. Pt pei mona HS a Bene, BIBLIOTECA RAFAEL GARCIA GRANADOS. snareneSTTUTO DE 79 era Poets, ivi. EL QUESO ¥ Los GuSANOS 9) Lamario al modo di Italia caculato compost mela cit di Pesaro dal ece- ‘mo, dottore Marino Camilo de Leonardis (también de este Lumario existen varias ediciones);"* 10) El Decamerén de Boccaccio, en edicién no expurgada; 11) Un libro, que a falta de otra identificacién, como hemos visto, un testigo supone es el Cordn (del cual se publicé en 1547 una traduccion, italiana en Venecia). B [uscrores nvnates} ‘Veamos antes que nada cémo consiguié Menocchio hacerse con estos libros. El inico que sabemos con certeza que compré es el Flerilegio de la Biblia, ] Bl hecho de que més de la mitad de los libros eitados por Menocchio procedieran de préstamos lo tendremos presente también para analizar alcaricter de su catélogo. En realidad, sélo en el caso de Florilegio de la Biblia, podemos con todo derecho postular con certeza, mas all de la lectura de Menocchio, una verdadera eleccién que le impulsase a com- exactamente agtel libro entre tantos otros amontonados en la tien- da, o el carrito del desconocido librero veneciano. Es significativo que el ‘orilegi hubiera sido para él, como veremos, una especie de libro de e2- becera. En cambio, fue por pura casualidad que el padre Andrea Bionima tropezase con el volumen del Mandavilla que habia ido a parar en medio de unos «escritos de notaria> en Maniago; una fiebre indiscriminada de Jecturas, més que una curiosidad especifica, lo habia hecho llegar a ma- nos de Menocchio, Probablemente puede aplicarse la misma tesis a todos Jos libros prestados por sus paisanos. La lista que hemos reconstruido re- flea mds que nada los libros que Menocchio podfa tener a mano; no eran desde luego una muestra de predileccién ni de eleccién consciente. ‘Ademds, es una lista parcial. Esto explica, entre otras cosas, el predo- minio de textos religiosos: seis sobre once, més de la mitad. Era obvio. que en el transcurso dle los dos procesos a los que se le sometié, Menoc- chio se refiriera sobre todo a este tipo de lecturas para justficar sus ideas. Esmuy probable que una lista completa de los libros que posey6 0 ley6 1nos habria facilitado un panorama més variado que incluyera, por ejem- plo, alguno de aquellos «libros de caballerias> comparados provocado- ramente con las Escrituras—el Libro che tratta di bataglia, chiamato Fio- ravante (M. Sessa, Venecia, 1506) u otro similar. No obstante, este manojo de titulos, fragmentario y unilateral, nos permite algunas consi- Aeraciones, Junto a la Biblia encontramos libros piadosos, reelaboracio- es escritas en verso y en prosa, vidas de santos, un almanaque, un poe- nita semiburlesco, un libro de viajes, una crénica, una coleccién de relatos (el Decamertn: todos textos en lengua vernécula (como ya hemos 8 EL QUESO ¥ LOS GUSAKOS \dicado, Menocchio sabia de latin poco més de lo que habia aprendido ayudando a misa)" publicados algunos dos o tres siglos atras, muy di fandidos, y consumidos en diversos niveles sociales." Fl libro de Fores- tiy el Mandeville,*” por ejemplo, formaban parte de la biblioteca de otra persona, muy distinta, chombre sin letras», es decir casi jgnorante en la- 175. Vid. ACAU, proc m2 136, 167: «Respond “Vo sé decir el reds y tambien loved que se dice en msn he odo, y he syudado a cantar en la ilesia de Monte Re- ale" ncerogatus “Sabiendo vos el ered, c6mo deat, sobre exe arial, “tin. Tesam Chistu filiom eis unicum dominurs nostram qui eanceptos est de Spiito santo, na. tus ex Maria virgne? -yen Jesurist, su inico Hijo, nuestro Sefor, que fue concebide por obra del Eopirite Santo, y nais de Santa Maria Virgen») qué es fo que en el pasado habéis razanado y rei, y qué eres acralmente?>. Ex ci dct: “Entendéis por ety palabras, ‘gui concepas est de Spirit santo, nas ex Mara vrgie? faque fe coneeti- do por obra dl EpintaSant, ynacs de Sans Maria Virgen’»] respond "Seon {que locntiendo”». Fl desarrollo det dilogo registra pore! notario del Santo Oficio pae= ce indiar que Menocehio slo entendio cuando le repiteron ls palabras del Crd a ‘yer més lentamente. EL hecho de que también supers el Pater mater Gi, pros 2° 385, hojas sin numerar, £2 de jlo de 1599) no contradic la suposicin que heros formal do. Por el contraro son menos obvias las palabras de Cristo al ladrén que Menoechio Git (hod mecum erisin parainos; hoy estas conmigo en el Paraiso» proc. a? 126,637) pero deducr sobre exa inca base que tviera un profundo conoeimiento dl latin, seria muy arresgado, 176. Lamencablemente no disponemos de esos sistemsticos sobre libros din: dos entre las clases sobaltemas en la Talia del Cinguecento,y mene an entre le mic noria dels miembros de estas clazes que erencapaces de leer. Seria muy Gl una nme tigicin de los tetamentcs, los iventaroe pst morte (como la emprendida por Bos, sobre todo en ambientes mereantiles)y ls procesosinguisitriales. Vid. ambiga loses timonios recogidos por H.-J. Martin, Lore, por et sii Paris au XVIP see (58 1201), I, Ginebr, 1960, pp. $16-818, y para un perfodo ulterior. J. Sou, «Lecture & clases populates 4 Grenoble au dachuitieme sil: lerémoignage desinventsres apres Acton en Images du pelea XVIIP sie-Collgue dicen Provence, 25 et 26 dot 1965, Pats, 197, Pp. 95-102 177. Paracl primero wid Leonardo da Vinci, ert eter or A. Marinoni, 29er8 cc, Millio, 1974, p. 254 68 una contra vos). Para el segundo, vd. E. Soi Le ft dei mame i Lemardo de Vin, Ts, 1968, sup 10-14 del Gora ri d= Us leceratura talon, p. 205 (bre a reacin de Leonardo a lectus del Mandevil 104 capa, 87 dl texto). En general id. también, ademis del edcn cada de Man- noni, pp. 399 s E. Garin, all problema delle font del pnsiero di Leonardow, en La carafe del Rinacimente italian, Focencis,x96t, pp. 388 y s, y C. Diniot “Leonardo wore diletere, en hala Medlosal« Unni, V (e963) pp. 185 y= (Qe themes tatado de tener en cuenta también metodoldgicamente) 8 CALLEION stN SALIDA tin: Leonardo. ¥ la Historia del Giudicio™ figura entre los libros propie- dad del famoso navuralista Ulisse Aldrovandi (que entre otras cosas habia tenido problemas con la Inquisicién por sus relaciones con grupos heré- ticos durante su juventud). Cierto que en esta lista choca (suponiendo ‘que Menocchio lo hubiera realmente lefdo) el Cordn, pero es una excep- cin que trataremos aparte. El resto esti formado por titulos bastante corrientes, que no nos sirven para esclarecer de qué manera Menocchio habia legado a formular lo que uno de sus paisanos definia como «opi- niones fantisticas»."”? 45 [caLLEFOw si sata] De nuevo tenemos la impresion de hallarnos ante un eallején sin salida, Primero, dada la extravagante cosmogonia de Menocchio, nos habfamos planteado por un momento, igual que el vicario general, si no se trataba de discursos de un loco, Descartads la hipdtesis, el examen de su eclesio- logia sugiere otra: que fuera anabaptista. Rechazada ésta igualmente, nos planteabamos—ante el dato de que Menocchio se consideraba un mrtir ‘luterano»—el problema de sus vinculos con la Reforma. Sin embargo, la tesis de situar las ideas y creencias de Menocchio en una profunda veta de radicalismo rural, sacado a la luz por la Reforma, pero independiente de ella, nos parece en eminente contradiccién con la lista de lecturas que hemos rehecho basindonos en las actas del proceso. lo que servia para explicar del modo mds simple el epi- teto aplicado a Maria, comparsndola con las compaferas. De este modo, 8a. Vid bid, FE 172-18 183. Citoa partir de a edicién vencciana de 2575 (por Dominico de’ Franceschi, en Frerzata al seg della Regina, f42r 184. Vid]. Furlan, «ll Calderari nel quarto centenario della morte», en If None, 21 (1963), pp. 3-30. Elverdadero nombre del pintor era Giovanni Maria Zaffon No sé sise ha advertdo que el grupo femenino de in derecha, en I eseena de José con los pre~ tendientes, copia un grupo andlogo pintado por el Lotto en Trescore, en el fresco que representa a investidurs de santa Clara 87 BL QUESO ¥ LOS GUSANOS un detalle pasaba a ser el control del razonamiento, modificando su senti- do global "7 (eu FUNERAL De La vines] Al final del interrogatorio del 28 de abril, después de haber expresado sin ambages sus propias acusaciones contra la Iglesia, los curas, los sacra- ‘mentos y las ceremonias eclesiisticas, Menocchio, contestando a una pregunta del inquisidor, declaré: «Yo creo que la emperatriz. en este mundo ha sido mayor que la Virgen, pero alli es mayor la Virgen, por- que alli somos invisibles»."™ La pregunta del inquisidor tenfa su origen en un episodio referido por un testigo, y confirmado sin vacilacién por “Menocchio: «Seftor, s{ que es cierto que he dicho cuando pas6 la empe- ratriz.que ella era més que la Virgen, pero lo entendfa de esta manera; y en aquel libro de la Virgen nunca le fueron presentados ni hechos tantos honores, sino que cuando la llevaron a sepultar le hicieron deshonor, ya que uno quiso quitarla de los hombros de los ap6stoles y se le quedaron las manos pegadas, y eso era en la vida de la Virgen». zA qué texto aludia Menocchio? La expresi6n «libro de la Virgen» puede hacernos pensar una vez mis en el Rosario della gloriesa Vergine ‘Maria, pero la cita no coincide. El pasaje se encuentra en otro libro que _| leyé Menocchio: el Legendario de le vite de tutti lisanti de Jacopo da Va- ragine, en el capitulo titulado De /'assumptione de la beata Vergine Maris que es una reelaboracién de «un cierto librito [...] apécrifo, atribuido al beato Juan evangelista>. Hee aqui la descripcién de las exequias de Ma- rfa redactada por Varagine: «Fueron juntos los ingeles y los apéstoles cantando y llenando toda la tierra con el son admirable de su vida (de Maria). Despertados todos por tan dulce melodia, salieron de la ciudad y demandaron con diligencia qué era aquello, entonces uno dijo: “Los iscfpulos llevan a Marfa que ha muerto, y cantan en torno a ella esa melodia que ois”. Entonces todos corrieron a coger sus armas, y se ari maban entre si diciendo: “Venid, matemos a todos los disefpulos y que- memos este cadaver que ha trafdo aquel embaucador”. Y viendo esto, 185. Vid. ACAU, proc." 126, £290. 186, Vid ibid 88 EL FUNERAL DE LA VIRGEN principe de los sacerdotes, estupefacto y leno de ira, dijo con despre- cio: “He aquf el taberniculo de lo que nos conturbaba a nosotros y a nuestra generacién, jqué gloria ha merecido!”. ¥ diciendo esto puso la mano sobre el lecho con intencién de tirarlo al suelo con el cuerpo, y al poner sus manos en el lecho se le secaron y le quedaron pegadas al le- cho, y aquejado por el sufrimiento, gritaba con grandes lamentos, y el resto del pueblo fue condenado a la ceguera por los angeles que estaban en las nubes. Y alli gritaba el principe de los sacerdotes diciendo: “Te ruego, oh san Pedro, que no me abandones en esta tribulacién, te rue- go que lleves mis preces al Sefior, acuérdate de la vez que la criada de Ia entrada te acusé y yo te defend”. A lo que Pedro contest6: “Noso- tr0s estamos ocupados con las exequias de la Virgen y no podemos aho- raatender a tu curaciGn, Pero sicrees en el Seftor Jesis yen ésta que le trajo al mundo, creo que sin duda lograris el beneficio de la salud”. A lo cual éste respondié: “Yo creo que el Sefior Jestis es el verdadero hijo de Dios, y ésta su santa madre”. De inmediato se le despegaron las ma- nos de la camnilla pero sin embargo los brazos seguian secos y no se di- sip6 en ellos el gran dolor. Entonces dijo Pedro: “Besa el lecho y di, yo creo en Dios Jesucristo, el cual éstallev6 en su vientre, permaneciendo virgen después del parto”. Y habiéndolo hecho, le fue restiuida la sa- Id [..}>." La afrenta que hace al cadver de Maria el jefe de los sacerdotes se re- suelve, para el autor del Legendario, con la descripeién de una curacién milagrosa y con la exaltacién de Maria virgen madre de Cristo. Pero es evidente que para Menocchio no cuenta el relato del milagro, y menos ain la afirmacién de la virginidad de Maria, que él tantas veces negara, Lo que él extrae de forma aislada es tan s6lo el gesto del sumo sacerdote, la «deshonra» hecha a Marfa durante su enterramiento, prueba de su mi- serable condicién. F filtro de la memoria de Menocchio transforma la narracién de Varagine en lo contrario. 187, Cito. partir dela edicin venecana de 1566 (sein Girolamo Seotto, p. 262, Porciemo, que se puede advertir que entre la escenas de los frescos del Calderrien San Rocco figural de la muerte de Maris 89 Bip Palit ¢ ® Viney, FL QUESO ¥ LOS GusaNos 8 {et papRE De cristo] La referencia al pasaje del Legendario era casi fortuita. Es mucho més im- portante, por el contrario, la referencia al Florilego de la Biblia. Como se recordaré, durante el primer interrogatorio Menocchio habia sostenido que no creia en la concepcién virginal de Marfa por obra del Espiritu Santo «porque tantos hombres han nacido en el mundo, y ninguno ha nacido de mujer virgen»,"* 0 por haber leido en un libro titulado Flori- Jegio de la Biblia que san José llamaba hijo a Nuestro Sefior Jesucristo», con lo que argiia que Cristo era hijo de san José. Ahora bien, en el capi tulo CLXVI del Florilegio, Cémo fue enviado Fesis a ta escuela, puede leer- se como Jesis maldijo al maestro que le habfa dado una . Cristo responderd con rostro feliz: -«Aquel pobrecito que acudia muerto de hambre, afligido y vencido, {que por mi amor limosna os pedi, no lo expulsasteis ni Io alejasteis sino que de lo vuestro comid y bet ‘ya dle dabais, por amor de Dios: ‘bed que aquel pobre era yo". De la iequierda entonces hablar querrin, pero con gran ita Dios los echars tlciendo: «Recadores de obras malas al infierno al sempiterno arder. De vosotros no obtuve de beber ni de comer no hicistes bien alguno por mi amor. Malaventuradas, al faego eterno, donde estaréisen duelo sempiterno>. Y responders ese pueblo doloride: « la protesta de los condenados—se convierte en realidad en una re~ Glaboracién. Pero si en los casos anteriores, la adulteracién se producia fandamentalmente por omisién, en éste el procedimiento es mas comple- jo. Menocchio da un paso adelante—en apariencia minimo, pero en reali- ‘had enorme—respecto al texto: si Dios es el préjimo, «porque dijo “yo era quel pobre">, es més importante amar al préjimo que amar a Dios. Era jma deduccién que exasperaba radicalmente la insistencia respecto a una religiosidad prictica, factual, comin a todos estos grupos de herejes italia- nos de la época. También el obispo anabaptista Benedetto dAsolo ensefia- bala doctrina de «un solo Dios, un solo Jesucristo Nuestro Seftor media dor» y la caridad hacia el projimo, porque «el dia del juicio (..] no nos ppreguntarin otra cosa que si hemos dado de comer a los hambrientos, dado de beber alos sedientos, vestido alos desnudos, visitado a los enfermos, al- bergado a los forasteros [..J, por ser los funcdamentos de la caridad."* Pero las declaraciones de Menocchio sobre este tipo de predicacién—si, como es probable, llegé a sus ofdos—no eran meramente receptivas. En ‘us discursos alora muchas veces una reduccién tendencial, aunque clarsi- ima, de la religién a la moralidad. Con una magnifica argumentacién, habi- twalmente llena de imagenes coneretas, Menocchio explie6 al inguisidor {que blasfemar no era pecado «porque hace mal solamente a uno misino y no al préjimo, como sucede, si yo tengo un tabardo y lo quiero romper, hago mal solamente a mi mismo y no alos otros, y creo que el que io hace ial al préjimo no hace pecado; y como somos todos hijos de Dios, si no nos hacemos mal unos a otros, como por ejemplo un padre que tiene varios hijos, y uno dijera “maldito sea mi padre”, el padre le perdona, pero si le rompe la cabeza a un hijo de otro no se le puede perdonar sino page; por so he dicho que blasfemar no es pecado, porque no hace mal a nadiew."* tog. Vid Stella, Anebattisme, op city p75 195. Vid. ACAV, proc. n? 126, 210 par conservado en la Biblioweca Trivulzina, El cjemplar de a ei presenta varantes de poca mont bolosesa de 93 EL QUESO ¥ Los ausANoS Por consiguiente, quien no hace mal al pr6jimo no comete pecado: la elas ci6n con Dios se hace irrelevante frente ala relacién con el préjimo. Y, « Dios es el préjimo, zpor qué Dios? ‘Naturalmente Menocchio no dio este ultimo paso, que le habria lle vado a la afirmacién de un ideal de justa convivencia humana totalmente ‘expurgada de connotaciones religiosas. Para él, el amor hacia el préjima segufa siendo un precepto religioso, o mejor dicho, la propia esencia de lareligién. En general, sus testimonios no carecen de fluctuaciones (tam. bién por esto se puede hablar, en su caso, sélo de una reducciGn tenden- «ial de la religion a moral). A sus paisanos solia decirles (segxin lo que re- firi6 el testigo Bartolomeo d’Andrea): «Yo os ensefio a no hacer mal, no coger las cosas de los otros, éste es el bien que se puede hacer». Pero en el interrogatorio que tuvo lugar el 1 de mayo por la tarde,”” al inguie sidor que le pidi6 precisase cuales eran las «obras de Dios» gracias a ls ‘cuales se va al cielo, Menocchio—que a decir verdad habia hablado sen- cillamente de «buenas obras-—respondié: «Amarlo (a Dios), adorarlo, santificarlo, reverenciarlo y darle gracias; y ademés hay que ser caritati- vo, misericordioso, pacifico, bondadoso, honorable, obedientisimo a sus ‘mayores, perdonar las injurias y mantener las promesas; haciendo esto se vaal cielo, esto basta para ir allf». En este caso, a los deberes con el pré- jimo se unfan los deberes con Dios, sin que se resaltara la superioridad de los primeros sobre los segundos. Pero la lista, que sigue a continvacién, de «obras malas»—arobar, asesinar, hacer usura, hacer crucldad, hacer vergtienca, hacer vituperio y homicidio: éstas son siete obras que desa- gradan a Dios y dafian al mundo y placen al demonio»—versaba tinica- mente sobre las relaciones entre los hombres, sobre la capacidad huma- na para prevaricar al préjimo. Y la religién simplificada de Menocchio («y haciendo esto se va al cielo, y esto basta para ir alki») no podia acep- tarla el inquisidor: <¢Cudles son los mandamientos de Dios?. «Creo —respondi6 Menocchio—que son los que he dicho antes». «‘Nombrar el nombre de Dios, santificar las fiestas, gno son preceptos de Dios?» Esto no lo sé>. En realidad, era precisamente a insistencia exclusiva en el mensaje cevangélico en su forma mis sencilla y descarnada lo que consentia de- ducciones extremas como la formulada por Menocchio. Este riesgo ha- 196. Vid ibid, for, 107. Vid. ibid, 330-347: 94, a ofa DEL JUICIO bia sido presentido con claridad excepcional casi cincuenta aflos arites en uno de los textos més significativos del evangelisino italiano: un opisculo anénimo publicado en Venecia, con el titulo de Aleune ragioni ddl perdonare.** B1 autor, Tullio Crispoldi, elaborando una serie de ser- mones del famoso obispo de Verona, Gian Matteo Giberti, de quien era fiel colaborador, se esforzaba por demostrar con argumentaciones de todo tipo que la esencia de la religién cristiana estaba en la «ley del per- donar>, en perdonar al projimo para que nos perdone Dios, Sin embar- go, hasta cierto punto no pasaba desapercibido que esta «ley del perdo- nar» podia ser interpretada en clave exclusivamente humana, poniendo con ello en peligro» el culto debido a Dios: «Este remedio del perdo- nar es tan grande y tan presente que Dios haciendo esta ley ha puesto en peligro toda la religion por él dada: pero que parece una ley hecha s6lo por hombres para el bien de todos los hombres, por la cual abiertamen- tedice Dios no querer considerar las injurias que le hacemos, por innu- merables que fuesen, con tal de que entre nosotros nos perdonemos y nos amemos. ¥ es cierto, si a los que perdonan el perdonar no les diese {a gracia para salir del pecado y ser hombres de bien, cada uno haria cau- sa en juzgar que esta ley no es ley de Dios que quiera regir a los hom- bres, sino ser s6lo ley de hombres que para estar y vivir en paz no se preocupan de delitos o pecados que se hacen en secreto o de acuerdo, 0 de modo que no se disturbe la paz y el vivir en el mundo. Pero viendo que quien en honor de Dios perdona, obtiene lo que quiere de Dios, y ¢s favorito de Dios, y se muestra presto a las obras buenas y a huir de las malas, las personas se confirman en reconocer la bondad de Dios hacia nosotros». Por lo tanto, solo la intervencién sobrenatural de la gracia divina im- pide asumir el micleo del mensaje de Cristo (la «ley de perdonar») como ‘un vinculo puramente humano, politico. La eventualidad de esta inter- pretacién mundana de la religién esta bien presente en el autor del optis- culo. Este conoce (y en parte esté influenciado por) la version més cohe- 198. En Venecia por Stephano da Sabbio, 1537. Sobre Crispolii, vA. Prosperi, ‘Tra ecangelis¢ Controriformas G. M. Giberti (1495-1543), Roma, 1969, nice. Sobre e opiseulo, ep. it i acualmente C. Ginzburg y A. Prosper, Giochi di patensa. Un semi- sari sad «Benefico di Cristom, usin, 1975 199. (Crispi, une ragion, op. it ff 34-0 95 Ui g ow 1 QUESO ¥ 10s GUSANOS rente? la de Maquiavelo, y no la del Maquiavelo menoscabado™ por una tradicién simplificadora como teorizador de la religioinstrumentum. regni, sino la del Maquiavelo de los Discuss, que en la religion identifi- ca sobre todo un poderoso elemento de cohesién politica. Pero el objeti~ vvo polémico del pasaje que hemos citado parece ser otro: no tanto la ten- dencia a considerar sin prejuicios la religion desde fuera, sino la de demoler sus propios fundamentos desde dentre. El temor, formulado por Crispoldi, de que la «ley del perdonar> pueda entenderse como . ‘Naturalmente no hay motivo alguno para suponer que Menocchio conociera las Ragioni de! perdonare. Simplemente existia en la Italia del i= glo xv1, en los més heterogéneos ambientes, una tendencia (entrevista agudamente por Crispoldi) a reducir la religin a una realidad puramen- ‘te mundana, a un vinculo moral y politico. Esta tendencia ests expresada cen Ienguajes muy diversos, que parten de presupuestos muy diversos. Y, 200. Vi iid. 29 ys especialmente f. 300-311: a¥ cierto y ellos [soldados yse= fore] y to estado y condicin de personas y toda repiblica yreino es digno de perpe- tua guerra y de nunca tener reposo, donde habemos muchos que odiamas el perdonar, 0 {que decimes y consideramos mal al que perdona. Dignos son que cada no haga vengan- ‘ay razon por si mismo, ¥ que no haya ai juez ni oficial pablico, para que con sus males ‘ean cuén gran nal hay si cada uno imponc x propia razén,y como las venganzas, part bien y paz dela vida pblica, estén encomendadas alos oficiales pablicos para las leyes ‘también de geotiles,y que aprendan aquellos también que era honesta cost el perdonay tmazime evando por bien dela replica o de otra persona privada se hacia esto: como st alguien perdonase aun padre para qu los hijos no fueran privados de esta ayuda. Y pien- Sa cuin mayor causa es hacerlo porque Dios lo quiere. Fsta razén del buen vivir publie> cat repetidamente dicha en otros sitios ¢ por muchos. Y vd. los eaitalos XI-XV del Iibco de los Dic (impresos por primera vex en 1533) 101. id. prélogo de G. Prociesi a N. Macchiaveli I! rine e Discos oral prima deca di Tita Lisi, Mili, 1960, pp. LIX-LX. 96 sin embargo, aun en este caso tal vez. podamos entrever una convergen- tia parcial entre los ambientes més avanzados de la alta cultura y los gru- populares de tendencia radical. Si ahora volvemos a los toscos verses de la Historia del Giudicio men- cionada por Menocchio para justificar su propia afirmacién («me digo {que es més precepto amar al préjimo que amar a Dios»), vemos clara- gente que una vez mas el tamiz.interpretativo era, con mucho, bastante nis importante que la «fuente». Aun sila interpretacién de Menocchio habia sido desencadenada por su contacto con el texto, sus raices se hun- dian profundamente 20 [MaNDEviLte] Y sin embargo, habia textos que habfan significado mucho para Menoc- chio; y entre cllos el primero, segtin su propio testimonio, «el caballero Zuanne de Mandala», es decir, los Vigjes desir Jobu Mandeville. Cuando se reanudé el proceso en Portogruaro, los inquisidores repetirian, esta vez en tono amenazador, la habitual exhortacién a que nombrara a

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