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Savater, Fernando (1999) Las preguntas de a vida. Barcelona: Editorial Ariel Cartroto PRIMERO La muerte para empezar Recuerdo muy bien la primera vez que comprendi de ve- ras que antes 0 después tenfa que morirme. Debia andar por los diez afios, nueve quizé, eran casi las once de una noche cualquiera y estaba ya acestado, Mis dos hermanos, que dor- ‘mis conmigo en el mismo cuarto, roncaban apaciblemente. En la habitacién contigua mis padres charlaban sin estriden- cias mientras se desvestfan y mi madre habia puesto la radio, ‘que dejaria sonar hasta tarde, para prevenir mis espantos ‘nocturmos, De proto me senté a oscuras en la cama: jyo tam bien tba a morirme',jera lo que me tocaba, lo que iremedia~ blemente me correspondial, jno habia escapatorial No s6lo tendria que soportar la muerte de mis dos abuelas y de mi querido abuelo, asf como la de mis padres, sino que yo, yo ‘mismo, no iba a tener mas remedio que morirme. {Qué cosa tan rara y terrible, tan peligrosa, tan incomprensible, pero so- ‘bre todo qué cosa tan irremediablemente personal! A los diez afios cree uno que todas las cosas importantes sélo les pueden pasar a los mayores: repentinamente se me revelé la primera gran cota importante —de hecho, la mas importante de todas— que sin duda ninguna me iba a pasar ‘a mf, Tba a morirme, naturalmente dentro de muchos, mu- chisimos afios, después de que se hubjeran muerto mis seres ‘queridos (todes menos mis hermanos, ms pequetios que yo ‘To remove this message, purchase the product at www.SolidPDF.com 30 LAS PREGUNTAS DE LA VIDA ¥ que por tanto me sobrevivirtan), pero de todas formas iba a mmorirme. Iba a morirme yo, a pesar de ser yo. La muerte ya zo era un asunto ajeno, un problema de otros, ni tampoco Ten geal gee roe lonnenrin eumndo Bagne mayen odor ire cuando fuese otro, Forque también me di cuenta enton- ces de que cuando llegase mi muerte seguiria siendo yo, tan yo mismo como ahora que me daba cuenta de ello. Yo habia de ser el protagonista de la verdadera muere, la mas auténti- ca e importante, la muerte de la que todas las demés muertes no senan mas que ensayos doloroses. ja muere, la de mi yo! No la muerte de los sts, por querides que fueran sino Ja muerte del unico «yo» que conocia personalmente! Claro que sucederia dentro de mucho tempo pero... m0 me estaba pasando en cierto sentido ya? ¢No ea el darme cuenta de que iba a morirme —yo, yo mismo— también parte de la propia muerte esa cosa tan importante quo, a pesar de sr todavia tun nifo, me estaba pasando ahora a mi mismo y a nadie mis? _~ Estoy seguro de que fue en ese momento cuando por fin cempecé a pensar. Es decir. cuando comprendi la diferencia entre aprender o repetir pensamientos ajenos y tener un pen- Sec etre petals =a prometiera personalmente, no un pensamiento loo prestado como la bicicleta que te dejan para dar un paseo. Un [Pensamiento que se apoderaba de mi rmucho més de lo que Yo padia apoderarme de él. Un pensamiento del que no posi ‘subirme o bajarme a voluntad, un pensammiento con el que n0 ssabfa qué hacer pero que restltaba evidente que me urgia a hhacer algo, porque no era posible pasarlo por alto. Aunque todavia conservaba sin critica las creencias religiosas de mi ‘educacién piadosa, no me parecieron ni por un momento al ‘ioe de la cortosa do la muerte, Uno o dos atios antes habia, visto ya mi primer cadéver, por sorpresa (jy qué sorpresal) un hermano lego recién fallecido expuesto en el atrio de la iglesia de los jesuitas de la calle Garibay de San Sebastién, po- nemos tt. nombre, lector, el mfo o el de cualquiera, Pero st significacion va més all de la mera correccin logica. Si de- Todo Aes B Ces A luego CesB seguimos razonando formalmente bien y sin embargo las im- plicaciones materiales del asunto han cambiado considera blemente. A mf no me inguleta ser B si es que soy A, pero no deja de alarmarme que como sov hombre deba ser marsal Fn el silogismo citado en primer lugar, ademas, queda seca pero claramente establecido el paso entre una constatacion genéri- a ¢ impersonal —la de que corresponde a todos los humanos el morir— y el destino individual de alguien (Sécrates, t, 40...) que resulta ser hutmano, lo que en prineipio parece cosa To remove this message, purchase the oC SONI. ee por) ee eee 4 [AS PREGUNTAS DE LA VIDA pprestigiosa y sin malas consecuencias para luego convertirse fen una sentencia fatal. Una sentencia ya cumplida en el caso dde Sécrates, atin pendiente en el nuestro. ;Menuda diferencia hiay entre saber que a todas dehe pearls algo terrible y saber ‘que debe pasarme a mi! El agravamiento de la inguletud en- tte la afirmacién general y la que lleva mi nombre como su- Jeto me revela lo nico e irreductible de mi individualidad, el, ‘asombro que me constituye: Murioron otros, pero ello acontecié en el pasue, ‘que es la estacién (nadie lo ignora) mds propicia la muerte cE posible guy, sbi de Yagub Almansu ‘muera como tuvieron que morir las rosas Aristoteles>* ‘Murieron otros, murieron todos, morirén todos, pero. 2 yo? Yo también? Notese que la amenaza implicits, tanto en al stlogismo antes citado como en los prodigiosos versor de ‘Borges, estriba en que los protagonistas individuales (Sécra- tes, el moro medieval stbdito de Yaqub Almansur o Alman- ‘zor, Anstoteles..) estan ya necesariamente muertos. Ellos también tuvieron que plantearse en su dia el mismo destino irremediable que yo me planteo hoy: y no por plantedrselo es- ccaparon a él. De modo que la muerte no sélo es necesaria sino que re- sulta el prototipo mismo de lo necesario en nuestra vida (si el silogismo empezara estableciendo que todos los hombres comen, Sécrates es hombre, etc.r, seria igual de justo desde lun punto de vista fsiolégico pero no tendria la mista feraa perstasiva). Ahora bien, aparte de saberla necesaria hasta el punto de que ejemplifica la necesidad misma («necesarios es etimolégicamente aquello que no cesa, que no cede, con lo bre poten comple, Aliza ator, ‘LA MUERTE PARA EMPEZAR 35 ue no cabe transaccién ni pacto alguno), équé otras cosas Conocemos acerca de la muerte? Ciertamente bien, pocas Una de ellas es que resulta absolutamente personal ¢ intras. forible: nadie puede morir por uuu. Es decir, resulta impost ble que nadie con su propia muerte pueda evitar a otro defi nitivamente el trance de morir también antes o después. El Padre Maximilian Kolbe, que se offecié voluntario en un campo de concentracién nazi para sustituir aun judio all que Ievaban a la cémara de gas, s6lo le reemplazé ante los ver.

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