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re muragmer-opairant, J. Clavreul F. Perrier,G. Rosolato, J.-P. Valabrega El deseo y la perversion ; Tay, Ry ks ' EL PROBLEMA ANTROPOLOGICO. DEL FANTASMA JEAN-PAUL VALABREGA ——— 1 En esta exposicién, cuya primicia he querfdo reservar pa- ra nuestra Escuela freudiana, no podré hacer mas que una introduccién. Si, como lo espero, el ciclo de conferencias’ que hemos inaugurado este afio pudiera ser continuado por otras series parecidas, seria para mi un placer desarrollar alli la continuacién de estos trabajos. Antes de presentarles las generalidades y las primeras ideas que se desprenden de estas investigaciones sobre el fantasma, no es necesario destacar la importancia de los problemas que aqui abordamos. Ya que todos los analistas coinciden €n reconocer la importancia incesantemente creciente que ha adquirido el fantasma en la clinica, en la técnica y en la teoria desde... {desde cuando, al fin y al cabo? éDesde 1908, con el articulo de Freud sobre los Fantas- mas histéricos, muy poco citado, por otra parte, hasta nues- tros dias? éO 1905, con los Tres ensayos —retocados una infinidad de veces, como se sabe— donde Freud, a propésito de la sexualidad del nifio y especialmente de la escena de seduc- cién, descubre '—de un modo por otro lado largamente re- trospectivo respecto de sus propias abservaciones— el papel decisivo de la actividad fantasmatica? €1900, con la Traumdeutung, donde se esclarece que la misma _necesidad de interpretar un sueiig, que todo el tra- bajo, toda la técnica de la interpretacién descansan sobre la puesta al dia de los fantasmas que subyacen y gobiernan la actividad onirica, y especialmente de los fantasmas de deseo? ‘ Sega 5 ee sl ’ 204 JEAN-PAUL YALABREGA £1895, con los Estudios sobre la histeria? £0 incluso més Jejos, en los Esbozos o ja Correspondencia? Pero bien podriamos tomar otros jalones. Ustedes saben que existe, en los estudios freudianos, “después de Freud” —como se dice—, una tendencia, particularmente nitida a nuestro juicio, a buscar Jas inspiraciones primeras siempre més atr4s. Uno creia, por ejemplo, que tal concepto podfa fecharse en 1914 0 en 1900; jpero qué error y qué ignoran- cia! {Se nos convenceré de que hay una huella irrefutable €n una tarjeta postal enviada a Fliess, Y que el sello del correo prueba esa anterioridad capital! Evidentemente, puesto que todo habia sido descubierto mucho antes de 1900 (digamos 1900 porque es la fecha de aparicién de la.primera obra fundamental), “mucho antes”, en todo caso, jpodemos Preguntarnos por qué Freud se pasé después cuarenta afios de su vida escribiendo una veintena de gruesos voliimenes Para repetir lo mismo! Podemos tam- bién —y por otra parte lo hacemos— buscar el origen de los conceptos en los datos que poseemos o que reconstruimos del propio anélisis de Freud, en la Persona de su padre, de su madre, en la extraiieza de la “constelacién familiar’, en la comunidad judta de Europa central, en la tradicién hebrea, en el Antiguo Testamento, el Talmud, el Zohar, la ley ‘mo- Saica. .. ‘. Ninguna de estas direcciones carece de interés, y todas pueden ser titiles. Pero todo esto es verdadero y falso; es de- cir que existe otra verdad que nos interesa mucho més. Lo que quiero volver a trazar aqui es el movimiento de una exégesis que toma conciencia de todo, excepto de si misma. Interroguemos, pues, més bien, por nuestra parte, el sentido de esta biisqueda en retroceso —como la hubiera lamado Freud—; de esta intencién, que a veces se convierte en com- Pulsién, de remontar el curso del tiempo. éAcaso podemos dejar de ver de entrada- que hay que despejar en ella dos caracteristicas? Ellas son: —Primero: Ia investigacién en retroceso se parece a un a a a EL FANTASMA ; 205 aspecto esencial del‘ psicoandlisis mismo. Este implica igual- mente un remontarse, un sumergirse en la. historia, i do esta cadena, una de cuyas amarras esté anclada en la-his- toricidad, es en el extremo o en los eslabones que faltan en. esta cadena donde recaemos, precisamente, en el fantasma, Hacemos, pues, a propdsito del anélisis, lo que hacemos en el andlisis. Esto es para mostrar que estamos aqui frente a una primera indicacién de lo que Hamaré la transforma- cién * (retournement). Nocién capital que esté desde ahora’ a nuestra disposicién, y sobre Ja cual tendremos que volver, evidentemente, con mucha insistencia. . —Segundo: remontar el curso del tiempo sélo puede Ile- gar, sdlo puede desembocar en algo que es el mito. El mito se refiere siempre, universalmente, al origen. . Ya tenemos suficiente para afirmar no sélo que él proble- ma antropoldgico del fantasma estd pi.inteado -ante nosotros, « sino incluso que no hay forma de plantear correctamente el problema del fantasma si no es bajo el angulo de la antro- pologia. Me refiero a la antropologia psicoanalitica, natural- mente. La antropologfa psicoanalitica es —lo recuerdo— ésa rama bastante nueva y bastante resistida de nuestra discipli- na, en cuyos desarrollos toda investigacién es necesariamen- te, por un lado, desigual, de alli que descontente a todo’ el mundo: a los antropélogos les falta la posibilidad de ver- sur- gir la interpretacién analitica que, sdlo ella, es capaz de pro- * Hemos elegido el término “transformacién” para traducir el poli- sémico retournement, y no sin vacilaciones. Retournement es un sustantivo armado sobre el verbo retourner (volver, volver de revés, dar vuelta, conmover, trastornar). Puesto que el espafiol no posee un sustantivo derivado de la expresién “dar vuelta” (sustantivo que ‘sin duda hubiese conservado el sentido del ori- ginal), y que el mismo Valabrega distingue su refournement de otras posibles “versiones” (inversién, feversién, conversién, nega- ciGn), el término “transformacién” nos parecié ajustarse a la idea de ley general, susceptible de abarcar aquellos casos particulares, en_ta que el autor insiste al definir su concepto. ee pe en lo - anterior y en lo que es anterior a lo ‘anterior. Y es Tecorrien-* aaa. meen anaete a ww tan: pererepimeercomete 206 jJEAN-PAUL VALABREGA porcionar explicaciones a los problemas ‘planteados por los datos recogidos en el campo. etnoldgico; y los psicoanalistas carecen muy a.tmenudo-del conocimiento y del acceso a esos mismos datos. Estamos, pues, condenados a una especie de alternancia, de vaivén entre dos campos, entre el divan y los Trépicos, por asi decirlo, Pero este movimiento es otra cosa que: un inconveniente metodolégico: expresa una realidad relativa al reenvio de uno a otro campo, por ejemplo del mito al fantasma y del fantasma al mito, y és en esta realidad - donde se encuentra el fundamento sdlido de la antropologia psicoanalitica. En lo que habré de seguir nos limitaremos a examinar al- - gunos aspectos de las nociones que a partir de aqui han side despejadas y planteadas en esta introduccién. a4 Comencemos recordando las principales direcciones, com- paraciones, oposiciones y relaciones clasicas en el estudio del fantasma. 1. La oposici6n entre el fantasma y Ja realidad. Dado el papel de la realidad en el andlisis, dudo que por esta via »se pueda llegar al corazén del problema, e incluso advertirlo. Ya que el alegato de realidad que hace el paciente demues- tfa ser precisamente aquello que da la idea mds aproximada del inconsciente en su opacidad, aquello que se ha traducido por la expresi6n resistencia del inconsciente, y que quizd se wexpresaria mejor en una férmula del tipo: “Ya lo sé, pero :aun asf...”, debida a O. Mannoni. No es Ia realidad la que ‘resiste, es el inconsciente. Esta es la transformacién que es necesario operar aqui: Freud partié de Ja realidad, 0 mas bien del realismo —en la realidad, se trata del realismo, esto deberia ser suficiente para instruirnos—, y .no se entiende cémo Freud podria haber procedido de otro modo, dado el estado de la psiculogia cientifica en el siglo xix. Por ello ~~ NS ee NN Ne S EL FANTASMA 207 é “tuvo que hacer un inmenso trabajo e incluso, lo sabemos aho- ra, una crisis, en el momento de abandonar el realismo para descubrir el fantasma. Pudo hacerlo porque era Fréud, y esto deberia eximirnos de volver a empezar con lo mismo, de volver no a Ia realidad, sino a la preconcepcién realista. Al respecto podriamos referirnos al papel del resto. diurno en el suefio. Es muy evidente que no es la realidad, ni siquie- ra la percepcién, la que produce el sueno, ya que durante el dia ha habido muchos miles de otras percepciones. El resto diurno recibe su funcién del hecho de que puede entrar en un fantasma, o de que el fantasma puede aduefiarse de él, como se prefiera. En ese caso se produce un encuentro, una colisién. Pero no es en absoluto una colisién con la reali- dad: es més bien una colisién del fantasma con el simbolo. EI elemento de realidad, por su parte, debe ser buscado efi el hecho’ mismo de la colisién. Esto explica que muy ame- - nudo el resto diurno sélo reaparezca en el curso del andlisis del suefio, en la medida en que la condicién minima de su reaparicién parece ser que se relate el suefio; e incluso en algunos casos —y no los menos interesantes— el resto diur- no sdlo vuelve in extremis, como la pincelada final o la coro- nacié6n del andlisis. En ese momento, por otro lado, adver- timos que en el andlisis es muy dificil distinguir el resto diur- no del fantasma del suefio: asi descubierto, el resto diurno se nos aparece como infiltrado de entrada por el fantasma, ° que es precisamente el que ha designado a ese resto, y no a otro, para desempejiar su funcidn en la elaboracién del suejio. 2. Con mucha frecuencia se ha planteado la cuestién de saber si el fantasma era consciente o inconsciente 0, a veces en otros términos de tépica, si emanaba del Yo o del Ello. Pero en su articulo sobre Lo Inconsciente (1915), Freud ya respondié que era un “mixto”. un hibrido, un “mestizo”. Parece, pues. que Jo que ya nadie piensa en discutir acerca del suefio, lo que por otra parte estamos descubriendo acerca del mito, es decir que hay dos formas, dos contenidos, dos versiones, dos lecturas —lo manifiesto y lo latente, lo cons- - 208 JEAN-PAUL VALABREGA ciente y lo inconsciente—, fuera dificil reconocerlo en el ~* fantasina. Paraddjicamente, seria a propésito del fantasma, Concepto especificamente psicoanalitico si los hay, donde volveriamos ‘a encontrar esas famosas resistencias al psico- anilisis, quiero decir a ios principios thismos del psicoandli- Sis, resistencias sobre las cuales Freud fue el primero en “Hamar Ja atencién (1925). _ He aqui algunos ejemplos: En un articulo reciente (1964), los sefiores Laplanche y Pontalis'’ quieren “reunificar” el fantasma consciente —es decir el ensuefio— y el fantasma inconsciente. De un modo bastante confuso, apoyan su argumentacién, por una parte, en Ia apreciacién justa del “espiritu y de la progresién de la obra de Freud” —apreciacién justa cuyo monopolio parecen Concederse a si mismos—, y Por otra, por el contrario, en la letra de los textos, puesto que, segtin dicen, jFreud utiliza la misma palabra! Esa palabra es la palabra Phantasie. A mi juicio, ni siquiera es necesario seguir los meandros de tales argumentos, que pueden adornarse con tantas referencias como se quiera, ya que se desmoronan ante la simple obser- vacién de que usamos la misma palabra también respecto del suefo.’ El stefio, sin embargo, no debe ser unificado 6 reunificado; muy por el contrario, el psicoandlisis no tuvo Otro objetivo que el de desunirlo en sus componentes de na- turaleza heterogénea para descubrir sus leyes. Si no, podria- Mos preguntarnos realmente por qué Freud se tomé el trabajo de escribir la Traumdeutung. El mejor ejemplo tedrico y técni- Co podria aportarlo la condensacién. La condensacién, ella, inifica. Pero no entendemos nada de la condensaci6n si no la tesconponemos en sus elementos y si nos quedamos en la uni- -ficacién que es, hablando con propiedad, el nivel sintomatico. + "CT. Les Temps modernes, 1964 N? 215. (Hay traduccién espafiola: Jean Laplanche y J. B. Pontalis. Fantasia originaria, Jantasia de los Origenes, origen de lu fantasia, incluido en El inconsciente freudia. 20 y el psicodndlisis francés contempordneo, Nueva Visién, Buenos Aires, 1976.) EL. FANTASMA 209 Consulten ahora el Simposio sobre el Fantasma celebrado en-Estocolmo en 1963." Alli verdn que otro autor francés, el. seitor Lagache, querria, por su parte, suprimir la palabra fan- tasma (phantasme) y retomar Ja palabra fantasia (fantaisie). Evidentemente es la misma palabra que-en aleman iy es una linda palabra! Pero un acuerdo sobre esta base seria pura- mente formal y, por asi decirlo, fénico. Este autor desdefia’ el hecho —sin embargo -indiscutible— de que el sentido de la palabra Phantaise es distinto en alem4n, y significa imagi- nacion. En francés, la palabra fantasia ffantaisie) —cuyo primer sentido cay6 en desuso— quiere decir ahora otra co- sa. Un pain de fantaisie (pan de lujo) es lo que no es un pan popular; un vestido de fantasia es un traje que no es clasico; jy una joya de fantasia es una joya falsa! 'Y ademas, dno tienen ustedes la sensacién de que todo esto es un poco initil? Todos estos esfuerzos para sustituir una palabra por otra palabra consagrada por el uso, Zno hacen pensar en la cruzada emprendida por M. Etiemble para expulsar de la lengua francesa la palabra sandwich:o la palabra pull-over? {Tienen ustedes realmente la sensacién de que los psicodnalistas abandonarén la palabra fantasma, a la que consideran con alguna raz6n como un concepto es- pecifico de su disciplina? E] siguiente es un segundo argumento proporcionado por el sefior Lagache. Para él, el problema importante es que el término Phantasie designa a la vez una funcidn y una pro- ducci6n. Es a la vez la imaginacién y lo que se imagina. Esto es absolutamente cierto. Pero confieso que no veo en ello un problema dificil. Ademés de que la palabra fan- tasma permite precisamente evitar toda confusién entre la funcién productora y el producto, no entiendo dénde pue- den estar ya los peligros, ya las ventajas, de una confu- sién o de una “reunificacién” en este aspecto, habida cuen- ta de que el contexto nunca arroja dudas sobre el senti- * CF. Revue Francaise de Psychanalyse, 1964, N? 4. eee wennmnna ennai 210 {EAN-PAUL VALABREGA do que hay ‘que darle a ta palabra. Tamemos otra palabra qué, en francés, esté en la misma situacién, la de pensée .+ (pensamiento). Ella también designa a la vez Ja funcién y el producto: el pensamiento y un pensamiento (la pensée et une pensée). La confusién, sin embargo, nunca se produce, e incluso el Cogito, que es el punto de partida de 1a filosofia reflexiva sobre él pensamiento, no se demora en este equi- voco que no es tal. : Sefialo al pasar que hay una referencia al pensamiento —en. relacién con el fantasma— en el articulo de Freud’ sobre Los dos principios del funcionamiento mental (1911), que C. Conté tradujo recientemente para uso nuestro. Les suplico que también crean que no ‘hay ninguna in- tencién polémica-de otra naturaleza en el hecho de que haya citado esos dos trabajos debidos a colegas de los que nos hemos separado por motivos que no hay por qué recordar aqui. Simplemente ocurre que esas recientes contribuciones son bastante representativas de una corriente hacia la’ que yo, personalmente, dirijo mis criticas: nos parece, por una parte, qué ciertas discusiones sobre el problema del fantas- ma —por no decir nada de otras discusiones psicoanaliti- cas— tienen tendencia a permanecer en un nivel puramente terminolégico, nivel bastante inferior, a mi juicio, en psico- andlisis, si no se pone nada detrds; y por otra parte, lo repito, se diria —muy curiosamente— que todas las resisten- cias franqueadas a propésito del suefo, especialmente, como acabamos de verlo, en lo que respecta a lo consciente y lo inconsciente, vuelven a encontrarse a propdsito del fantasma. + Esto es lo que quise mostrar. “3, Se ha relacionado también al fantasma con la pulsidn, con la satisfaccién primaria alucinatoria, incluso con la alu- cinaci6n, con la sensacién que (segin S. Isaacs, seria la for- ma primera del fantasma), con las necesidades. con los ins- tintos (ya que hay una indicacién de Freud en este sentido) , con la imagen de la’ percepcién. sensorial (privilegiando, seguin los autores, lo visual, lo tactil, lo auditivo, lo olfativo, - —S* aF ar Sy SP RP ND A i i | | LL Sesisses EL FANTASMA 21 1 {o muscular, {o respiratorio, lo vegetativo), con el rectierdo " y especialmente con el recuerdo encubridor, etcétera. -- Nun- ca terminariamos de enumerar todo jo que se ha podido- decir acerca del fantasma, Pero, Ifegado a este punto, quisiera refrescarles dos textos de Freud, uno sobre la pulsién, el otro sobre el fantasma. En un rato verdn por qué los comparo. Ambos escritos han sido extraidos del articulo sobre Lo inconsciente (1915), cuya traducién he revisado: 7 » cep “A mi juicio”, dice Freud en el primer fragmento, “la antitesis de ‘consciente’ e ‘inconsciente’ carece de aplicacién al instinto.* Un instinto no puede devenir nunca objeto de la conciencia. Unicamente puede serlo la idea que lo repre- senta. Pero tampoco en Io inconsciente puede hallarse Tepre- sentado mas que por una idea. Si el instinto-no se enlazara a una idea ni se.manifestase como un estado afectivo, nada podriamos saber de él. Asi, pues, cuando empleando una expresién inexacta hablamos de impulsos instintivos, incons- cientes o reprimidos, no nos referimos sino a impulsos instin- tivos cuya representacién ideolégica es inconsciente”. Este texto conocido por todo el mundo, me limito sim- plemente a refrescarlo, y para destacar que no hay equivoco alguno respecto de 1a pulsién —que es y permanece por na- turaleza inconsciente— y pata mostrar como la nocidn- de fantasma estd implicita en la dindmica pulsional y de ella se desprende: porque la representacién ideoldgica inconsciente, eso es el fantasma. : éQuiere decir, entonces, que la pulsi6n misma es un ser simple, una suerte de niicleo puro, elemental, inseparable, del inconsciente? En absoluto. Recordemos que ella se defi- ne como un intermediario. Entre qué y qué? Entre lo psi- quico y lv somatico. Y comparemos también esto con,lo que * Debe leerse: pulsién. Se sabe que la traduccién de Lépez-Balleste- ros, que retomamos aqui, elige erréneamente el término “instinto” para vertir el original alemén Trieb. 412 JEAN-PALL VALABREGA . dice Freud en 1908 yen 1932, en los articulos sobre La crea- ci6n literaria.y sobre La angustia y la vida instintiva: “Las : pulsiones son seres miticos”, “la doctrina de 1as pulsiones es nuestra mitologia”. Mito que se descifra, agregaré, en la -representacién pulsional y sus transformaciones, es decir en el fantasma, Se dan citenta ustedes de que la referencia al mito no es una invencién ‘mia, y dénde voy a-buscarla: en “Jos textos de base donde surge en estado naciente. En cuanto al fantasma, encontramos un poco més lejos, “en el. mismo articulo, ese fragmento, también muy conocido, que es él segundo texto que anunciaba. Aqui Freud utiliza también el término “ramificacién”*, que equivale al de representacién, mds exactamente al de representante de la representacién, a propdsito del cual existen —no sé por qué— tantas molestias de traduccién y de interpretacién cuandq también él, por su parte, carece de equivocos. Uno (ramificacién) est4 tomado ‘en el sentido dindmico, el de Schicksal, el devenir; el otro en el sentido estructural. “Entre las ramificaciones de los impulsos inconscientes, cu- yos caracteres hemos descrito, existen algunas que retinen en si las determinaciones més opuestas. Por un lado presentan un alto grado dé organizacién, se hallan exentas de con- tradicciones, han utilizado todas las adquisiciones del siste- ma Cc. y apenas se diferencian de los productos de este sis- tema; pero, en cambio, son inconscientes e incapaces de con- ciencia. Pertenecen, pues cualitativamente, al sistema Prec.; pero, efectivamente, al Inc. Su destino depende totalmente de su origen. Podemos compararlas con personas mestizas, semejantes en general a los individuos de la raza blanca, “pero que delatan su origen mixto por diversos rasgos visi- bles, y por la cual son asi excluidos de la sociedad y del goce de las Prerrogativas de los blancos. De esta naturaleza son las fantasias de los normales y de los neurdticos, que * El término francés es rejeton (retoho). Hemos elegido ramificacion Para mantener Ja traduccién de Lépez-Ballesteros. EL FANTASMA 213 reconocimos como fases preliminares de 1a formacién de sue- 4 fios y sintomas; productos que, a pesar de su alto grado de organizacién, permanecen reprimidos y no pueden, por tan- to, llegar a la conciencia.” De estos dos textos (el segundo no’ deja duda alguna sobre Ja validez y sobre la incidencia de la nocién de fantasmé inconsciente) queremos rescatar esto: . —Las pulsiones y los fantasmas estén en relacién estrecha y necesaria, puesto que los segundos son las representacio- nes —o, bajo la forma de representaciones,las ramificacio- nes— de las primeras. —Las pulsiones —esos seres miticos— y los fantasmas —€sos seres mixtos, como el Andrégino o los centauros, por ejemplo, en la mitologia— son, ambos, a su modo, inter- mediarios. : Haré una observacién més, esta vez relativa a la nocién de imago. Esta nocién, que desempefié un papel importante en la €poca de los primeros descubrimientos psicoanaliticos, a tal punto que fue una bandera, sirvié de titulo para una‘ de las grandes revistas de psicoandlisis que todavia existen.en los Estados Unidos, me parece haber sido utilizada cada vez menos, a medida que la nocién de fantasma ocupaba un lugar preponderante. Quizé sdélo se trate de una sensacién, ya que no he hecho una investigacién sistematica al respec- to.* Ahora bien, la imago es lo que podriamos llamar la ima- gen inconsciente, es decir que esté del lado del fantasma. El fantasma quedaria bien definido como el aspecto dinémi- co de la imago, o la imago como el elemento ‘estatico del * La publicacién de los Ecrits de J. Lacan (Seuil, 1966; ed. espafiola: Siglo XX1, 1975) nos permitié recordar que en un trabajo notable Y ya antiguo (1964), este autor habia insistido mucho en la impor- de Ia nocién de imago (Cf. Propos sur la causalité psychique, s, p. 151-93). (N. del T. La edicién espafiola ha omitido este articulo.) No utilizamos ese texto en el momento de redactar la Presente contribucién, pero creemos que es util agregar su referen- cia. (Nota de 1967.) seremencene , 214 JEAN-PAUL VALABREGA fantasma —tomo se prefiera—, En los trabajos de ja sefiore Dolto, por ejemplo, el término de imago del cuerpo me pare- ‘ceria mas rigurosamente’ exacto que el —que se impuso— de imagen del cuerpo; éste puede sustentar una cierta confu- ~ sin, que no esté en el espiritu de su autor, con la nocién de esquema corporal. En el articulo de S. Isaacs * hay un breve _Parrafo sobre la imago que me ‘parece. acertado. En particu- lar, este autor destaca que: la imago, contrariamente a la imagen, incluye los elementos somaticos. L4 imago se define, pues, también, como un’ intermediario, por ejemplo y especialmente entre la Proyeccién y 1a intro- yeccion. Es esto lo que quiero rescatar por el momento. Estas tltimas observaciones sobre la pulsién, el fantasma y, finalmente, la imago, consti tuyen os fundamentos tedricos del problema antropolégico dél_-fantasma. Veremos cémo y a dénde nos conducen. Mantengamos ajin nuestra atencién puesta en esos mixtos, esos intermediurios a los que ya hemos llegado —intermedia- rios dotados de una importancia que no puede ser subesti- mada, puesto que definen coordenadas verdaderanfente de base de la doctrina analitica como Jas pulsiones y los fan- tasmas— y preguntémonos si podemos descubrir, si no la ley, al menos una de las leyes que presiden su formacién e incluso su estructuracion. a ~'Inmediatamente, entonces, anunciaremos que si: creemos poseér una de esas leyes con lo que llamaremos la transfor- ~ macién. ‘ « Esta transformacién, o mejor ley de la transformacién, de la que creemos estar hablando aqui, no puede ser redu- cida o asimilada a ciertos mecanismos que~ya recibieron o + La Psychanalyse. 1959. N° 5. EL FANTASMA “215 pueden recibir esta denominacién: sla transformacién contrario o 1a orientacién * hacia la propia persona 7m ie Poco a ciertas formas del discurso que, sin embargo, big den de la transformacién. En otras palabras, ésta ta oer es reductible a 1a negacién, ni a la denegacié; a la doble negacién. La transformacién NO se reduce, po; fin, a la inversion o a la reversiOn, expresiones que fuera utilizadas por distintos autores interesados en la mitologia, Gilbert Durand, por ejemplo-y, en cuanto a la ltima, 1a reversion, por Charles Baudouin. » ' : O més exactamente hay que considerar estas transforma- ctones como casos particulares de la transformacién mas general que designa la expresién: ley de transformacién. De alli que tal vez seria mejor hablar, en algunos casos, de vuel- co (renversement). Pero prefiero, al menos Por ahora, con: servar transformacién, primero Porque pienso que a menudo NOs apresuramos demasiado a introducir nociones nuevas —O que creemos ser tales—, y después porque se trata ver: daderamente de una transformacién, y en los distintos senti- dos que la palabra puede adoptar. El gesto de la mano o del cuerpo que se dan vuelta (que l'on retourne), por ejem- plo, y en todos los sentidos en que puede provee una de sus figuraciones validas e inmediatamente perceptibles, sta tampoco n, ni incluso Haré notar, por otra parte, que el fragmento de Freud sobre la transformacién, en el articulo sobre las Pulsiones (1915), tiene una inflexién completamente distinta de la que tomé ulteriormente como mecanismo de defenga del Yo. La transformacién, en especial, significa también un retorno {retour) al objeto narcisistico, sefiala Freud a propésito del sadomasoquismo. n * Tanto para “transformacién™ como para “orientacién”, Valabrega utiliza retournement. Puesto que el autor cita implicitamente el texto freudiano. hemos preferido mantener la distincién entre los dos conceptos. tal como figura en Lépez-Ballesteros. i Ss ae eli nic Sits i 5% “Oe: GTA I “+216 JEAN-PAUL VALABREGA : Hay dos: palabras en “este texto: Verkehrung y Gegen- wenwdung: Todo el alcance de 1a transformacién reside en "-yesta’ diferencia de inflexién que el solo uso de estas dos pa- j1abras no alcanza-en absoluto a traducir; y personalmente pienso que fa ttansformacién en el sentido de esa ley de transformaci6n esté en la ratz misma del dualismo freudiano. --Cotisideremos el caso de la pulsién, ser mitico y, por otro lado, intermediario entre lo psiquico y lo somético. Aqui la fransformacién consiste en la nocién de conversién psicoso- madtica sobre la que ya he publicado y seguiré publicando algunos trabajos y observaciones. Mantengo esta nociém con- » tra aquellos que quieren suprimir la conversién, es decir mucho mis allé del valor de las palabras a las que concedo una importancia secundaria, suprimir uno u otro de los tér- minos entre los que se juega, precisamente, la transforma- cidn. Es esta supresién la que, repito, no es posible, no es concebible en psicoandlisis. Consideremos e] caso del fantasma, que es mas complejo. Sin duda, en primer lugar, podriamos encontrar cien ejem- plos en su obra donde vemos que Freud —lo diga o no— descubre o intexpreta un fantasma utilizando la ley de la transformacién. Relean el articulo sobre los Recuerdos encubridores (1899), por ejemplo, y verén cémo Freud establece al fantasma de- tras del recuerdo. “Llevarle flores a una muchacha” signi- fica “arrebatarle su flor, desflorarla”. Tampoco tengo que recordarles la interpretacién del fantasma clésico: “Pegan a un nifio” (1919), interpretacién. que gira (tourne), es el - Momento de decirlo, alrededor de Ia transformacién del Geschlagen, un poco como si aplicsemos cl proverbio: “Quien bien te quiere. te hard Morar”, o su transformacién: “Quien bien te hace Iorar te quiere bien”, o incluso: “Quien bien te hace Ilorar coge bien”. .: Tengamos la seguridad, Por otra parte, de que el estudio de los proverbios no seria el Gltimo en esclarecernos respec- to de la transformacién. eH a 4 ‘EL FANTASMA ‘ 217 ~Por el momento nO nos extenderemos més sobre este as pecto pero, por intermedio del proverbio, evocamos todé una serie de diversas producciones emparentadas con-el fan- tasma: los datos del folklore, los cuentos, las leyendas, el : Familienroman, finalmente y sobre todo los mitos, -produc- , ciones todas a las que Freud no deja de referirse y de volver a lo largo de toda su obra. Citemos algunas etapas ademds de la Traumdeutung (1900), de la Psicopatologia de la vida cotidiana (1901), del Chiste (1905), de Totem y- tabi (1912): el articulo ya citado sobre los Recuerdos encubrido- res (1899). Gradiva (1907), las. Teorias sexuales infanti- les (1907-8), Los actos obsesivos y las prdcticas religiosas (1907), El poeta y los suefios diurnos (1908), La novela fa: miliar del neurdtico (1909), El doble sentido antitético’ de las palabras primitivas (1910), Suefios con temas de cuentos infantiles (1913), El tema de la eleccién de un cofrecillo - (1913), El tabi de la virginidad (1918), Sobre la con- quista del fuego (1932), Moisés (1937-9), La cabeza de Medusa (1940), y otros que puedo haber olvidado. . . Como ustedes ven, estas referencias son muy abundantes y se escalonan desde el principio hasta el final de la obra. Ahora: ilustraremos otros aspectos més amplios o més preci- sos de esta ley de transformacién que concebimos como una de las leyes fundamentales de la fantasmtica. La tesis que quisiera proponerles es que la transformacién no se opera exclusivamente —ni esencialmente— sobre la materia mis- ma del fantasma, dicho de otro modo sobre el enunciado que de ella puede desprenderse; el enunciado “Pegan a un nifio”, por ejemplo. Por cierto que la transformacién ya juega con esa materia, pero alli donde sobre todo se opera es.entre el fantasma y el mito: del fantasma al mito y viceversa. En otras « palabras, para entender el efecto pleno de la ley de transfor- macién, a nuestro juicio, hay que introducir y conservar en la teoria Ja bipolaridad: Fantasma-Mito. Volveremos sobre la transformacién que opera sobre los enunciados, y sobre las palabras y los nombres, lo que no debe ser desdefiado. UNH eee ea aa sey A UL VALADKEUA Por el momento consideramos el fantasma y el mito. Es muy evidente que el Edipo nos ofreceria el mejor ejemplo. _ La transicién del Edipo con “Pegan a.un nifio”, qué acaba de ser evocado, se establece por si misma, puesto que fue en ése articulo —lo recordamos— donde Freud calificé al Edipo como un complejo nuclear. EI Edipo se convirtid en una especie de nombre comin *,e incluso de lugar comiin, de nuestra disciplina. Creo. que esta evolucion impidiéd que se extrajeran todas las consecuencias necesarias de la observa- cin, simple y trivial, de que el Complejo de Edipo es un inito. . Un dia escuché a un psicoanalista: decir que si en el psico- andlisis teniamos el Edipo, esto se debia al hecho de que Freud era un hombre de una gran cultura cldsica, éPodemos acaso contentarnos, a modo de explicacién, con homenajear el humanismo freudiano? Yo, Por mi parte, me sorprendo Por el modo en que a veces es posible quedarse al margen del problema diciendo, sin embargo, cosas exactas, éEs posi- ble creer que Ia vasta cultura de Freud nos ensefia algo sobre el porqué del mito de Edipo? En verdad seria ésta la ova- sién de hablar de una explicacién “culturalista” en el peor sentido de Ia pafabra, es decir como una disolucién del in- consciente en una pluralidad de factores extrinsecos Y socia- les. El- problema, en realidad, consiste en saber cémo es Posible que lo que est en el corazén del inconsciente —el complejo nuclear— : pueda estar también “en otra parte’, y si se da el Caso, “claramente” en el mito. Pero antes de saber cémo, es preciso primero sefialar que esto se presenta efectivamente asi, es decir renunciar a la Pretensién de dar »-Cuenta del fenémeno por medio de una critica cualquiera de las in fluencias socio-culturales que puedan haberse ejercido sobre Freud. En otras palabras, hay que decir —quizé con * Nom commun es el término con que la 8ramatica francesa designa el sustantivo. Prefcrimos traducir “nombre comin” Para preservar el juego con “lugar comtn™. LLL — EL FANTASMA . 219 ingenuidad— que si el psicoanilisis descubrié el ‘complejo nuclear, y luego lo reencontré en el teatro antiguo, no es, Primero, porque Freud leyé a los tragicos griegos, sino por- - que el complejo se encontraba en el mito. Ahora bien, de ningtin modo es en el mito donde Freud fue a buscarlo; es decir que no fue a buscarlo alli donde se encontraba. Este proceder seré mas bien el que Jung seguird -ulteriormente. ° Muy por el contrario, Freud fue a buscar el Edipo alli donde nO se encontraba en absoluto de un modo manifiesto: en los fantasmas del suefio. Pero después, por medjo de un retorno. al mito, Freud no lo encontré, sino que lo reencontré y, en ese mismo movimiento, le dio su nombre.. Precisamente en- esto consiste la ley de transformacién, en este caso que no puede ser. més central. Alli la captamos en su estado na- ciente y podemos ver que Freud se sometié a ella en su mismo descubrimiento. ; Y, en efecto Zestaba todo dicho con la tragedia de Séfo- cles, que expone el mito claramente? Decididamente no, Si no, el psicoanilisis hubiera sido definitivamente inventado cuatro siglos antes de Cristo y Freud no hubiera tenido —si podemos permitirnos una expresién tan grosera— més que - jubilarse... Pero como ustedes saben que nada de eso ocu- trid, el psicoandlisis esperé que el mito se transformara en fantasma, se encontrara con el fantasma, se uniera a él, mientras que el mito, en Séfocles, no eya ya en si mismo més que el fantasma transformado, y es a partir de este en- cuentro, en Freud, cuando el psicoandlisis nacié verdadera- mente y cuando Freud bautizé el complejo de Edipo. Por lo demas, cuando tuvo que completar su teoria del Edipo, Freud volvié a acudir a un mito: el de Narciso. La concepcién resultante, Ja teoria del narcisismo, se -propone dar cuenta. de los fantasmas psicéticos, y entré en la noso- grafia freudiana bajo el nombre de neurosis narcisistica (la Psicosis). {Se dir que la referencia a Narciso es un segundo encuentro fortuito de Freud —Ilevado por su cultura huma- nista— con el mito? Esto es manifiestamente insostenible, a eeeeneresreneamermmenner emuneepeesei 220 JEAN-PAUL_ ¥ALABREGA y habrfa que esforzarse mucho para négar Ja evidencia, ape- ‘lando a una explicacién cuyo tinico principio no seria otro que el de la arbitrariedad. Méncionemos también que, entre nosatros, ya F. Perrier observé muy bien que la referencia freudiana al mito, puesto que es una constante, aparece como una necesidad interna de la teoria psicoanalitica.® Por dondequiera que se aborde el problema, en conse- cuencia, hay transformacién del mito en fantasma no me- nos que, reciprocamente, del fantasma en mito, lo que hace que, en rigor de verdad, quizd fuera mejor hablar de una ley de la doble transformacién o de 1a transformacién reciproca. A su vez, la operacién de nominacién, tal como ya lo he sefialado, interviene. en la encrucijada misma de la trans- formacién 0, mas precisamente aun, en el cruce de la doble transformacién. La operacién de nominacién, que sobreviene alli como tercer ‘término, no puede evidentemente ser mas eludida ni. reducida que el mito, por una parte, y que el fantasma, por otra. : Asi analizada, esta operacién ‘—la nominacién— puede permitirnos entender ciertos fenémenos que de otra forma nos serian oscurps, aunque pertenezcan al campo de la vida cotidiana. Citaremos aqui tres de ellos: 1. La eleccién del nombre de ciertos nifios, por ejemplo, y las tradiciones familiares que ella implica y que descubri- mos, por esta via, en el andlisis. Darle al nifio el nombre de un ancestro o el de un santo elegido in intentionem, es darle un nombre mitico; es operar, en consecuencia, en el Momento del nacimiento del nifio, es decir cuando se lo nom- bra, la transformacién del nifio fantasmitico en nifio mitico. En el nacimiento, la nominacién interviene, pues, como se ve, en la encrucijada dei mito y del fantasma. Y, lo que es mas, €s consagrar el nifio a un mito. Esto es lo que se quiere decir, sin duda, al afirmar que el nifio se preexiste, por asi ° Cf. su conferencia de noviembre de 1965 en L'Evolution psychia- trique. EL FANTASMA 221" decir, a si mismo, en el fantasma de los mente en el materno. Ya en el fantasma materno, el nifio “es el objeto de una doble transformacién que sé opera’ entre fantasma y mito. Es preciso haber analizado @ mujeres’ que se Haman Maria, o a hijos cuyo padre ausente tenia a José por nombre de pila, para medir el peso suplementario que puede adquirir a veces ‘una neurosis eonstituida en otra -par- te. Es un peso mitico, hablando con Propiedad, que se agrega, a poco que tales encuentros se produzcan, como es habitual, segtin una tradicién religiosa profundamente arrai- gada. . 2. Otro fenémeno, a partir de aqui més claro e interpre- table, es el siguiente: ustedes saben que todos los nifios, casi sin excepci6n, juegan a transformar las letras de su nombre. -O incluso, lo que constituye otra variedad de esos juegos que intervienen en el momento en que el nifio adquiere un domi- nio completo del lenguaje, el nifio juega a crear otro lenguaje que se obtendria transformando las palabras del lenguaje corriente. No sé lo que puede ocurrir, Hlevando la situacién al extremo, en el juego del nombre al revés, si el nifio se lama, por ejemplo, Ledn Noel. Pero en la generalidad de los casos, s6lo podemos interpretar este juego como la emer- gencia en el lenguaje de la ley de transformacién. La trans- formacién procede aqui del fantasma que, como siempre, esta en el origen del juego y lo sostiene; ademés, procede en direccién al mito, pues creo que, por medio de la transfor- macion de su nombre, el nifio quiere acceder a un personaje i mitico que es otro él mismo: él mismo porque se nombra con las mismas letras o las mismas silabas, y otro porque el segundo nombre es la transformacién —desconocible sin la ley— del primero. Es frecuente que este juego de transfor- ) macién se aplique exclusiva o electivamente sobre el nombre | (prénom), es decir sobre la denominacién a la que el nifio ha sido consagrado por una eleccién. Y esto nds descubre a veces, en un andlisis, una clave y una raiz mitica de lo que | Namamos la vocacién 0, en otras palabras, el destino, Voca- padres’ y especial . ? : ) : ) een » 222 JEAN-PAUL VALABREGA -cién y destino designan 1a dimensién mitica del sujeto, y podemos observar de un modo particularmente Iamativo a insercién de esta dimensién mitica por medio de una trans- formacién, desde el momento en que ésta se opera a partir del nombre, en el juego del nombre transformado, . 3. Algo del mismo orden, y que podemos explicar de Ja misma manera, ocurte en 1o que Iamamos fos encuentros de la realidad y de la ficcién. La nominacién siempre tiene interés en esos fenédmenos, puesto que surgen-en el momento ‘mismo que se los nombra, Y Ro pueden surgir de otro modo: Un caso particularmente nitido es el del encuentro entre la funcién y el nombre: asi, el panadero que se llama Pan, © el cura que se llama Sacerdote; y se sabe que la agudeza y lo cémico juegan mucho con €sos encuentros 0 choques. Pero alli no se trata en absoluto de la realidad; se trata de los encuentros con el simbolo, Es un cruce del fantasma y del simbolo que, de Pronto, confiere una dimensién mitica a la telacién entrevista, Y que se traduce ya por la risa o ya, més profundamente, por un estado especifico de perplejidad: -Volvemos a encontrar esta perplejidad cuando pasamos de la nominacién a la explicacién de fenémenos més generales. Incapaz de poder agotar este tema, haré algunas observa- ciones sucesivamente sobre: la transformacién de los enun- Ciados; Ja perplejidad frente al suefio; y finalmente las “ex- cepciones” en etnologia. : A) Concebida como una aplicacién, a menudo incons- ciente en sus efectos, de la ley de transformacién, la trans- formacién de los enunciados sitéa a la vez al autor y al oyente en ese mismo sentimiento de perplejidad. Perplejidad especifica, lo repito; porque deja ver bruscamente la otra di- mensién —fantasmatica 0 mitica— del enunciado. He aquf algunos ejemplos simples de “transformacién de los enunciados: Filosofia de Ja miseria y Miseria de la filo- sofia; Nacimiento de la tragedia y Tragedia del nacimiento; Psicoanilisis de grupo y Grupos de psicoanalistas: Fantas- ma de los origenes y Origen del fantasma (y no es azaroso EL FANTASMA 223 que este ultimo sea el titulo-de un articulo que he citado) .* A través de estos ejemplos podemos ver que fos enuncia. dos que incluyen una preposicién se piestan bien a la trans- | formacién y, entre Jas preposicjones, de demuestra ser, si no indispensable, al menos: muy propicia. El determinativo, po- demios decir, abre por si mismo una cierta via ‘para la trans- formacién. O mejor aun, valiéndonos de una palabra con- denada por ciertos graméticos en francés, pero perfectamente \ ajustada aqui: el genitivo es el que, como su nombre lo indica, engendra mejor la transformacion del enunciado. Estas observaciones son susceptibles de Proveer algunos ° “trucos” utiles (pero esto es de orden més bien recreativo, lo sefialo). Por ejemplo, la transformacién del enunciado puede dar lugar al encuentro de titulos que, por medio de la: | sensacién de perplejidad inducida en el lector, mostrarén , al autor como un espiritu profundo y original; he aqui, pues, j una satisfaccién que puede ser facilmente obtenida Por aque- los a los que ella atafie, Por otro lado, la transformacién es también un “truco” 'écnico. Transformen y verdn. Como se trata de una ley de i formacién del fantasma, pueden aplicarla al suefio o a cual- quier otro enunciado. Podrén descubrir asi un fantasma del ; Paciente, o uno de sus propios fantasmas, lo que no deja de ser titil. La transformacién aparece aqui-como el revelador del fantasma. Es el papel tornasolado: vira al rojo del fan- tasma o al azul del mito. Pero quizds este ultimo truco no: deberia difundirse demasiado. ‘ B) Pasemos a la perplejidad ante el suefio. Habré que decir aqui algunas palabras sobre la temporalidad. Cuando se estudia el mito y el fantasma y se muestra, como Jo intenté og ® Otro ejemplo de transformacién del enunciado tomado de 1a his- toria de la obra de Freud: O. Pfister, en su controversia sobre El porvenir de una ilusidn, escribié La ilusion de un: porvenir, que se publicé en Imago, 1928. (CI. la Correspondencia de Freud | con Pfister. cuya traduccién fue publicada después de la redaccién del presente articulo: Gallimard, 1966, p. 177.) (Nota de 1967.) 2 _ _ _ ahi nr pment sister 224 JEAN-PAUL VALABREGA en otro lugar, a propésito del chamanismo, por ejemplo, que el andlisis de los mitos revela fantasmas y que el anilisis del fantasma prueba que necesariamente desemboea en un mito y que, por fo tanto, fantasma y mito -no pueden sépararse, “Se descubre que Ia ley de transformacién juega en todos los planos. Hay también transformacién det tiempo en espacio y del espacio en tiempo. Asi, las poblaciones alejadas en el - espacio dan, por transformaci6n, una_ imagen del alejamien- to en el tiempo, y esta transformacién esta en el corazén mismo de la antropologia. Lo mismo sucede respecto del tra- tamiento del tiempo mismo, y Por ello el estudio de la tem- Poralidad en el mito, en el fantasma y en el suefio, es lo que mejor permitird percibir al menos determinados rasgos de la naturaleza de ese proceso. El tiempo es el mismo en el mito, en el suefio y en el fan- tasma. Ese tiempo es el pretérito; -pero es un pretérito inde- finido *, como lo expresan las f6rmulas: “Habia una vez” o “De eso hace mucho tiempo”. Asimismo, en lo que respecta al sujeto, o mas bien a los sujetos a los que esas produccio- nes se refieren: siempre hay un sujeto indefinido, un Se 0 un Ello (Es). Son, por otra parte, estas producciones de las que estamos Mablando Jas que pueden Pproveer, por esa raz6n, el dato intuitivo més aproximado, precisamente, del Es de la tépica analitica. La ley de temporalidad en el mito, el suefio y el fantasma, ley que gobierna al pretérito indefinido, es pues una trans- formacién del pretérito en el presente y del presente en el pretérito; transformacién también indefinida, en el sentido a,Unendlich, sin fin. La ahistoricidad o la intemporalidad, ese cardcter desig- nado por Freud como uno de los predicados esenciales del sisfema Ies., y que, para algunos autores, resulta problemé- * En términos morfoldgicos, el tiempo verbal ‘al que alude Valabrega €s, em espaiiol, el pretérito imperfecto. La denominacién “pretérito indefinido” no debe ser tomada, pues, en el sentido estricto que tiene en el paradigma verbal del espanol. See e FREE BELLY. EL FANTASMA’ 225 tico, es esto, y no es en absoluto 1a ausencia de historia. Cuando se prescribe —como se lo ha hecho— “Interpre- tar el presente en términos de pretérito y el Pretérito, en téi- minos de presente”, lo que constituye para algunos analistas Ja técnica por excelencia dé la interpretacién de la transfe- rencia, no se hace mds que una aplicaci6n grosera de 1a ley- de transformacién, . Distinto es considerar que a esa temporalidad del pretérito indefinido le corresponde, para todo ‘acontecimiento fechable - relativo al suefio o al fantasma, el acompafiamiento inevita- ble de la perplejidad. El ejemplo del “resto diurno”, que ya tomé al principio de esta exposicién, lo demostraria bien, El. andlisis de esa sensacién de perplejidad, por su parte, miues- tra que ésta descansa —al mismo tiempo que la demuestra— en la aprehensién confusa de un efecto de transformacién. Observardn ustedes, en efecto, que la perplejidad es la actitud cuasi especifica del sofiante durante el suefio, actitud que se expresa en esta formula introductoria para narrarlo: “Tuve un suefio curioso” (0 taro, © extraiio). Es muy evi- dente que esta formula, siempre la misma, forma parte del contenido, no de tal o cual sueiio, sino de la situacién misrha‘ del sofiante, Asi, exactamente como el “trabajo del suefio” se efectéa segtin un pasaje del resto diurno —elemento fechable— al. suefo propiamente dicho que, por su Parte, escapa al tiem- PO, pasaje por medio de un encuentro del resto diurno con el fantasma inconsciente, del mismo modo esta férmula —en Pretérito indefinido, como el mito— traduce la transforma- cidén de lo temporal en atemporal, en el suefio y en los fan- tasmas que lo sostienen. C) Como tercer punto anunciaba ung observacién sobre las ‘excepciones” en etnologia. Todos aquellos que estudian los mitos, los rituales, las leyes que rigen las agrupaciones humanas, y que consideran esos datos bajo un 4ngulo com- parativo, saben que cualquiera sea la extensién de una préc- tica o de una creencia, a un solo grupo o a una pluralidad ed "226. JEAN-PAUL VALABREGA ‘de’ sociedades, lo que se dice en el mito o lo que se Ileva a cabo én el rito incluye siempre excepciones, aunque més no sea una sola. La excepcién, naturalmente, también puede estar a su vez ritualizada, es decir integrada a una intencién .legalizadora o legislante. Para ‘citar sdlo un ejemplo tomado una vez més de la teoria del chamanismo, a {fa que he intentado aportarle una contribucién psicoanalitica, la regla del privilegio viril atri- buido al ejercicio de los poderes chamanisticos, que parece un privilegio cuasi universal, adquite aqui y allé excepciones bajo la forma de un chamanismo femenino: el chamanismo .de las mujeres viejas en particular. He aqui un hecho, y hay muchos otros que tienen la mis- ma estructura, frente al cual se sorprenderén conmigo de que Ja explicacién en antropologia lo deje siempre sistematica- mente de lado. Con respecto a esto, la explicacién nunca fue mis alla de la referencia a un proverbio, después de todo, ‘que es: La excepcidn confirma la regla. jEs curioso, coin- -cidirdn ustedes conmigo, que encontremos aqui el proverbio, es decir un aspecto folklérico del mito, elevado al rango de Principio cientifico de explicacién! Nosotros, por nuestra parte, propondremos una explica- cién distinta: las excepciones no son “lo que confirma la regla”. Pero hay que integrarlas a la teoria diciendo que son transformaciones. La marca de la transformacién se impri- me sobre todo aquello que, en el orden del mito o del ritual, supone de derecho una extensién universal. De alli emana, a nuestro juicio, la nocién de ley. Pero para Iegar a esta inte- * Sracion de la excepcién —concebida como transformacién—, es: necesario restablecer la libre circulacién entre el mito y el fantasma. Ya que esta circulacién estd en el principio de Ja ley de transformaci6n, que es la ley mas general porque es la ley que funda todas las demas. De modo que se dir4 que el fantasma edipico, o el mito dé Edipo, es la transformacién de la ley de la prohibicién del incesto, que es la ley universal prototipica. £L FANTASMA 227 Iv P&ra terminar, me parece indispensable volver sobre. la_ Proposicién, ya enunciada més arriba, de que el mito dice las cosas claramente. * Esto es cierto pero, precisamente, lo que se dice clara- mente, no se puede ver. O no se puede ver lo >, que justamente se’ dice, o no se puede ver por qué y acerca de qué eso se dice, al menos fuera de ciertas condiciones que estén rela- cionadas con la transformacién del mito en fantasma y re- ciprocamente. No se puede verlo: sin duda por ello, en el iltimo acto del mito y de la tragedia, Edipo debe perder. la vista, ce- géndose a si mismo al mismo tiempo que Ieva a cabo sobre si la castraci6n. Que el mito, pues, diga claramente cosas que sin embargo no se pueden ver sin pasar por esas condiciones que hemos intentado definir, eso es lo que trataré de mostrar tomando un tltimo ejemplo muy simple. Consideraré el problema de las manchas corporales, las pequefias manchas diversamente coloreadas que pueden en- contrarse en la superficie de la piel y en cualquier parte. La pequefia mancha no tiene la misma significacién que los’ lunares, salvo en el caso de que el lunar sea unico o se vuel- va objeto de una singularizacién privilegiada, por ejemplo: el lunar en medio de Ja espalda o sobre el hombro derecho, en cuyo caso puede acceder a una dignidad distintiva vecina a la de la mancha, diferenciéndose a menudo de ella, sin embargo, desde el punto de vista de su entrada en la red de los fantasmas y de los mitos. En casi todas partes hay numerosos mitos. acerca de esas pequefias manchas. El mas difundido es éste: las mujeres embarazadas tienen “‘antojos”. Si, durante el embarazo, la futura madre tuvo un antojo no satisfecho, ‘esto quedaré - 228 JEAN-PAUL- VALABREGA marcado en el cuerpo’ del nifio con una pequefia mancha. Por ejemplo, si la madre tuvo un antojo no satisfecho de fresas, habré una pequeiia mancha roja, una pequefia fresa, " sobre el nifio. Este -mito ‘hace’ que - las pequefias manchas de.nacimiento sean comiinmente llamadas “‘antojos”. Observan ustedes que aquello en lo que Jacques Lacan insistié a menudo, a saber 1a marca, la huella o la impre- ./Si6n como significante —del deseo en este caso— y, tal €omo lo dice, como representante de un sujeto para otro significante —puesto que la mancha es el objeto de una transmisién—, observan ustedes que todo esto se encuentra “en otra parte”, expuesto “‘claramente” en un mito. . ¥ estamos plenamente de acuerdo con esta formulacién de S: Leclaire, segiin la cual “la teoria viene a. ocupar el lugar exacto del mito”, Exactamente, en efecto, para evo- carlo una vez’ més, exactamente como la teoria freudiana © del complejo nuclear vino a ocupar el lugar de lo que esta €xpuesto en otra parte, claramente, en el mito de Edipo. Volvamos a nuestras manchitas. Hay también muchos * otros mitos acerca de esos antojos de la mujer y de su trans- misin. Por ejemplo, este mito etioldgico: aquel que se re- -Sistié- al antojo de una mujer embarazada contraer4 un or- zuelo. He aqui, por otra parte, una transcripcién segin. un texto del siglo xvi: _ “Cuando vemos a alguien con un orzuelo en e! ojo, de buena gana le decimos: usted le negé algo a una mujer embarazada; y si se lo negamos, decimos: usted tendré un » orzuelo en el ojo... Como si el orzuelo fuera un castigo por el peligro de abortar al que exponen a la mujer. Ya que el aborto puede sobrevenir Por un gran deseo o por despecho y enojo qie ella tendré por no poder obtener lo que desea extremadamente.” (Joubert, 1578.) . éTodo este conjunto mitico —Porque repito que encontra- .; mos multiples variantes— queda perfectamente claro? NO tanto, the parece, hasta que no hayamos hecho el rodeo por el anilisis del fantasma. Sélo €ntonces nos entéramos de es- EL FANTASMA: 229 to, al menos segtin la experiencia.que yo. tengo’al respecto: Primero, hay que notar que ia manchita o antojo tiene una. importancia considerable para Ja.madre. Es un signo distin- .tivo gracias al cual su hijo le sera siempre reconocible ‘y no podrd, por ejemplo; ser cambiado por otro. Esto alimenta, a su vez, numerosos mitos en que el nifio, preferentemente de extraccién noble, tuvo que ser abandonado por sus pa- dres y seré algtin dia reconocido, eventualmente como rey © principe, por medio de la manchita. Dejemos de lado to- das estas variantes en las que ustedes reconocen al pasar la trama de fantasmas, de Farilienroman que encontramos to- dos los dias, tanto en el andlisis como en la mitologia. El fantasma, como hemos dicho, desemboca necesariamente en un mito. Son inseparables, En el caso de que la madre no hubiese advertido la man- chita, esto también tiene una gran importancia, pues cuando la aqvierta, el nifio se quejard contra su madre no de ha-: berlo manchado, sino de no haber visto la mancha como sefia de identificacién, en el-sentido antropométrico de la palabra: sefia particular; una manchita en tal lugar. Ahora bien: {qué muestra el andlisis del fantasma? Esto: que para el nifio la mancha no es en modo alguno de ori- gen materno, sino siempre paterno. ZY qué es lo que marcé .al nifio? Es el encuentro del pene del padre y, eventual- mente, de la esperma paterna durante el coito, cuando el nifio se encontraba en el vientre materno.’ En consecuencia, después de ‘este rodeo por el fantasma, pero sdlo ahora, podemos ver lo que se dice claramente —y lo que no se dice— en el mito. Es que-el antojo (envie) de la madre —la pequefia mancha— es la envidia: (envie) del pene del padre. éQueremos avanzar mas alld en la explicacién del con- junto mitico, y Megar a la del mito etiolégico del orzuelo? * Digo esto a partir de mi experiencia personal, y no pretendo, de entrada, deducir de ello. un dato universal, . ~~

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