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Clinica de la neurosis obsesiva. Posicién subjetiva y direccién de la cura Clinic of Obsessional Neurosis. Position and Direction of Treatment Por Luciano Lutereau' RESUMEN El propésito de este articulo es realizar una presenta- cidn de la posicién subjetiva del neurético absesivo, a partir de los desarrollos lacanianos de los seminarios 5, 8 y 10, en términos de la articulacién entre amor, deseo y goce. En la segunda parte se plantean elaboraciones en. torno ala direccién del tratamiento, en particular sobre Ja téctica de la interpretacién y el manejo de la transfe- rencia, en funcién de una lectura del historial freudiano de “El hombre de las ratas". Palabras clave: Clinica - Obsesién - Lacan - sad ABSTRACT The purpose of this paper is a presentation of the subjective position of the obsessional neuratic on the basis of the developments in Lacan’s seminars 5, 8 and 10 in terms of the articulation between love, desire and jouissance, The second part proposes elaborations on the direction of treatment, particularly om the tactics of inter pretation and the handling of transference based on a reading of Freud's case study of “The Rat Man’. Keywords: Clinie - Obsession - Lacan - Freud ‘Doctor en Filosofia y Magister en Psicoanslsis por Ia Universidad de Buenos Aires, donde trabaja como docente de la Citedra Ide Psico= logia Fenomenologiea y Exstencia, y docente regular de la Catedra Ide Clinica de Adultos, EMail utereaueggmail.com Fecha de presentacin: 09/08/2015, Fecha de aceptacién: 16/05/2016 FACULTAD DE PSICOLOGIA - UBA | REVISTA UNIVERSITARIA DE PSICOANALISIS (2016, N° 16) pp. 71-78 | ISSN 1515-8696 om Por lo general, es una referencia habitual afirmar la ambivalencia en el miicleo de la neurosis obsesiva, Capaz de las acciones mas generosas, el obsesivo resuelve sus acciones, al mismo tiempo, con un tinte agresivo que suele sorprender a su interlocutor. Por esta via, se ha hhablado muchas veces, entonces, de un “deseo de destruc cidn” en la obsesidn y asf, por ejemplo, es que -por momentos- Freud interpreté las coordenadas deseantes de su paciente "EI Hombre de las ratas”. Sin embargo, la agresividad dista de ser un fenémeno privativo de esta forma de neurosis; también puede apreciarse que la histé- rica es capaz de las maniobras de confrontacién mas encarnizadas -asf es que, por ejemplo, ha podide hablar- se de una “histeria perversa” (Cf, Israel, 1974) ~ En definitiva, cabria asumir que este avatar es propio de Ia relaci6n imaginaria con el semejante y, antes que el objeto de un deseo, tifie un modo discrecional de posicién subjetiva: mientras que la histérica objeta al Otto (sea que Jo lamemos Padre, Ideal, etc.) y se identifica con el semejante; el obsesivo hace del Otro el sostén de su relacidn con el deseo y padece el infiemo de la relacién, imaginaria. Por lo tanto, en lugar de desacreditar esta supuesta ambivalencia, més interesante és la via de escla- recimiento de su razén estructural. Para dar cuenta de este aspecto seria importante ensayar la respuesta a una pregunta especifica: jde qué modo se relaciona sintométicamente el obsesive con el deseo, el amor y el goce? Respecto de la primera cuestién, podria recordarse una célebre indicacién de Lacan a propésito del niio (futuro) obsesivo que demanda una cajita con un énfasis algo insistente “En esta exigencia tan particular que se mani cémo pide el nifo una cajta, lo que es intolerable para el ‘toy Ta gente llama de forma aproximada a idea fia, es {que no e¢ una demanda come las otras sino que presenta un eardcter de condieién absolua, el mismo que les he ddesignado como propio del deseo.” (Lacan, 1957-38, 409) De este modo, si la relacién del sujeto con el Otro adguiere cierto tinte destructivo es porque, en la eleva- cign de la demanda a este caricter absoluto, el Otro como deseante es rechazado. Sin embargo, esta posicién en la demanda no deja de ser una demand como cualquier otra en la medida en que esté dirigida al Otro, esto es, se requiere a este itimo pero a titulo de desconocerlo, Por eso asume una condiciéa paradgjica: el obsesiva hace patar au deseo por delante de todo, quiere decir que va 8 buscarlo ms alls, ponienda Ia mira 1, propiamente. en su consttucién del desco, es deci, en la medida en que, en cuanto tal, destruye al Otro. Aqui ext secreto de la contradieidn profunda que b cl obsesive y su deseo.” (Lacan, 1957-58, 410) Por esta via, el Otro no seria mas que un requisite expectante de 1a demanda en juego (por eso Lacan acostumbraba decir que el obsesivo siempre esti pidien- do permiso, es decir, asf restituye al Otro del que “aparen- temente” reniega) y el obsesivo, como cualquier neursti- co, se extravia respect del objeto de su deseo. Asi se accede a una configuracién especifica del deseo de muchos analizantes obsesivos: sostener el deseo en una prohibicién -o en cualquier otra instancia del Otro, aqui como ley, que fundamente la relacién con el objeto=; en este sentido, no pocas veces el objeto mas requerido es rpidamente abandonado cuando la dimensién del esfuer- zo desaparece. Esta configuracién deseante permite intro- ducir, a su vez, ottos dos elementos que establecen sus coordenadas: la hazafia -habitualmente interpretada en. términos de omnipotencia o infatuacién narcisista- y el aburtimiento ~eso que Lacan llamaba “bajada de tensiéa, libidinal” en el camino de realizacidn del deseo-. Este es el derrotero que conduce a los guiones habituales de la fantasmitica del obsesivo, irreductible a la atribucién cortiente de “sadismo” ‘Amor, deseo y goce en la obsesién En todo caso, las posiciones fantasmiticas del obsesi- vo organizan las relaciones del sujeto con el Otro, en funcién de lo indicado anteriormente ~a propésito del Otro como garante-; sin embargo, un detalle suplemen- tario radica en la disyuncién que se establece entre los fantasmas del obsesivo y el acto: aquejado de inhibicio- nes ¢ impedimentos, el analizante excepeionalmente Jogra dar un paso... y muchas veces sélo a través de un acting out. No obstante, iqué acto no seria algo precipita- do? Podria recordarse, en este punto, la frase final del escrito de Lacan acerea del tiempo légico: "..se concluye siempre demasiado pronto. Pero ese demasiado pronto es laevitacién de un demasiado tarde” (Cf. Lacan, 1945). He aqui, entonces, uno de los problemas corrientes del obsesivo con el tiempo: apenas realiza un movimiento en. ladireccién del deseo se encuentra, si no con la angustia, al menos con la decepeién: “Lo que esté en juego se sitda en ota parte, o sea, en el plano de Is dscordanciaentee el fantsema [..] y el acto diante el eual aspira a encarnaro, acto que, respecto del fantasma, siempre se queda corte." (Lacan, 1960-62, 293) ‘Tomarse en serio esta “discordancia” implica asumir ue, si el acto siempre queda corto, entonces esta desti- nado a la derrota. Por lo tanto, como una orientacién clinica importa menos alojar las quejas respecto de 1a vacilaci6n félica del obsesivo -la puesta a prueba del falo fen que consiste su fantasma-! que apuntar a ese interva- Jo que el sintoma viene a suturar. Cabe detenerse, enton- ces, en la dimensién de la hazafia para reconocer su cardcter defensivo: ara que haya hazafa, hace falta ser a menos tees [Lo aque trata de obtener en la hazafa el obsesive esp te esto, que Mamsbamos hace un momento el permiso del tro (..| Hay en la hazafa del observe algo que permane- mM FACULTAD DE PSICOLOGIA - UBA | REVISTA UNIVERSITARIA DE PSICOANALISIS (2016, N* 16), pp. 71-76 [ISSN 1515-3694 ce sempre iremediablemente fiticio, porque la muerte, quiero decir aquello en lo que se encuentra el verdadero peligc, no reside en el advesaro a quien €l parece desafar sino cieramente en otra part. Est precisamente en aquel teatigo invisible, aquel Otro que ests ahi como espectador, que cuenta los tants.” (Lacan, 1957-58, 426-427) He aquf el abanico de una variedad de fenémenos hhabituales en la obsesién -desde el sentimiento de perso- nalizacin hasta el desaffo hueco que, una vez logrado, no tiene consecuencias en el sujeto-, cuyo fundamento es la localizacién del otro como “testigo” mientras la relacidn con el semejante se vacia; de ahi esa sensacién cortiente de estar donde nunca pasa nada, 0 bien de inadecuaci6n con respecto al tiempo y lugar? Respecto de este Ultimo punto, segun la consideracién de que los fantasmas del sujeto obsesivo no suelen ser ejecutados, se cierne esa posicién sintomitica particular ante el deseo que es el aplazamiento. Clinicamente es importante destacar que no se trata de empujar al obsest- vo en la realizaciGn de su deseo, que deje de postergar y avance libremente hacia esos objetos signados por la prohibicién, sino de que advierta que su sostén radica en su condicién de imposibles. Suele ocurrir, y no pocas veces, que en el curso de su andlisis el obsesivo caiga en. Ja cuenta de que aquello que quiso durante mucho anos por ejemplo, segin lo relataba un analizante que ronda- bala treintena de afios, ser una “estrella de rack” (motivo con el que todavia adornaba muchas de sus fantasfas diurnas)- en absoluto es algo que realmente le interese, soporte apenas de su relacién narcisista con el semejante {al sobresalir f4licamente del conjunto) y la conquista amorosa (siempre en el publico suele estar la amada ala ue se dediea la proeza) para una versién del Otro (mas o menos idealizado) desde la cual "se mira desde afuera”* Por otra parte, el contrapunto del aplazamiento est en la aparicién de la idea obsesiva, que irrumpe para poner en tela de juicio el acto, con el efecto enajenante de que se suele acompafiar; en el medio de la situacién, se “desconcentra” ~y aguf se manifiesta el registro de una serie fantasfas de las que podria decirse que su centro esté en la “impureza” del deseo: desde las clasicas ideas relacionadas con pensamientos blasfematorios hasta los temores supersticiosos més recénditos-. En definitiva, la lave de apertura en Ia clinica de la neurosis obsesiva estriba en la reconducci6n a las coordenadas de aparicién. de aquello que no tiene otra funcién que la de interrumpir, No se trata de que el obsesivo tenga un deseo particular mente fijado (una “idea fja"), sino que sus condiciones ddeimposibilidad son las que fijan todo tipo de rodeos para una realizacién mfnima, que pase desapercibida, porque "| no se encuentra alli” (Lacan, 1962-63, 330) Esta via del aplazamiento conduce a aprehender una de las compulsiones més propias del absesivo: la duda, Esta ultima no consiste en una indeterminacién, esto es, en un mero “no saber”, sino que la duda del obsesivo se resume ena eleccién de dudar. De este modo, la duda es un sinto- ‘ma de la irresolucin intrinseca del obsesivo, una forma de elegir no elegir (Ci. Soler, 1988). y permanecer aislado entre FACULTAD DE PSICOLOGIA - UBA | REVISTA UNIVERSITARIA DE PSICOANALISIS (2016, N* 16) pp. 71-78 | ISN 1515 dos opciones, cuando na se trata de preguntar al Otro por Ja causa de su determinaeién ("Qué me conviene?”) pedirse La compulsin es aquila de la dua Concier- nea aquellos objetos dudosos gracias alos cuales se aplaza ef momento de acceso al objeto sltimo. que seria e el pleno sentido dea palabra o ea la péndida de sujet, (Lacan, 1962-68, 345) Por eso Freud podia decir que el sintoma obsesivo se articula en dos tiempos, donde el segundo cancela al primero, es decir, donde el sintoma esta al servicio de poner a distancia el acto en que el sujeto podria “perder- se”, Esta dima consideracién acerca de la duda permite introducir las relaciones del absesivo con el amor: ~iQué es ese amor idealizado que encontrams (J entoda observacisn algo avanzada del absesvo? Cus esa solucion de este enigma ~enigma de la funcién atribuida al Oto, en fest ea la mujer |] para saber lo que representa subrep- Liiamente de negaci de su deseo.” (Lacan, 1962-63, 347) En este punto, més alld de interpretacién edipica que podria reconducir la pareja al lugar de un sustituto paren- tal, importa apreciar el orden de la manifestacién misma el amor en la obsesidn: “aquello que él considera que aman es una determinada imagen suya. Esta imagen, se Ja da al otro” (Lacan, 1962-63, 348). Esta circunstancia no s6lo adhiere al reconocimiento de la oblatividad propia Gel obsesivo, sino que permite caracterizar aquello que Lacan llamara su particular “diplopia” (Lacan, 1953, 48) “Lo impactante en la psicologia del nevrstco [..] es el aura Ade anulacié que rodea del modo mis frie al partena sexual que para él ene mayor realidad, que le es més préximo, eon el eval tene en general los vineulos mss legitimos. ya se trate de una relacién o de un matrimonio. [bo] se presenta un personaje que desdobla al primero y que fs objeto de una pasién mis © menos idealizada, que se Alesarrolla de manera més o menos fantasmstica, con un estilo andlogo al del amor pasién. (Lacan, 1953, 50) El correlato de la idealizacién amorosa de uno los términos es, a su vez, la particular degradacién de la vida erética ~ya entrevista por Freud- que reduce el Otro sexo al estatuto de complemento fantasmitico del deseo: el Dobsesive no sélo ama mujeres alas que luego no se atreve a “mancillar” -esa distincién recogida en la lengua popular que afirma que estén las mujeres para casarse (anticuladas a los ideales familiares) y otras para acostar- se (segin la causa del deseo)-, sino que también desea a mujeres con las que no logra establecer una relacién, tierna. De ah que no se trate, para el analista, de incen- tivar ningtin idealismo invertido -"Apueste por la mujer de su deseo”, en una especie de herofsmo roméntico, que puede estar bien para las novelas pero no para a direccién, de la cura-, sino de advertir el caréeter mismo de la division ¢ interrogar su particular posicién frente 2 la demanda amorosa (en la expectativa narcisista de ser amado en términos ideales) y la condicin de un deseo que no hace lugar més que a la degradacién, esto es, que no se presenta como encuentro con el deseo del Otro ~es decir, que no hace del Otro sexo la causa de su deseo: En este punto, atro modo de entender esa “diplopia” se encuentra en lo que Lacan llamara el “insulto” (Lacan, 1960-61, 281) de! deseo del Otro. Para dar cuenta de este aspecto cabe remitirse ala {6rmula del fantasma obsesivo: AOD (@aia’.a",..) El obsesivo encuentra su lugar en la divisién del Otro con su patognémico “ser para la deuda*~ y desde alli se dirige al Otro que se presenta como falo, a través de una sucesién de formas degradadas del deseo, cuyo valor imaginario se encuentra siempre desplazado.* Esta ‘metonimia del deseo, a su vez, hace del absesivo -enfras- ado en sus objetos- un objetante del falo en el Otro: acidn del signo del deseo del Otro. No abolicén, tampoce destruccién del deseo del Otro, sino echazo de sus signos. He aguf lo que determina esta impostbilidad tan particular que afecta en el obsesvo ala manifestaién «de #4 propio deseo,” (Lacan, 1960461, 282) Como una ilustracién de esta situacién podria pensar- se en las “contrapropuestas” del obsesivo ~que van desde el rechazo de toda iniciativa de su pareja hasta la degea- dacién de todos los intereses de un semejante cualquie- ra-, cuyo correlato es la culpabilidad que luego se resuel- veenlabusqueda del perdén, Deeste modo, lacompulsion a “insultar” el deseo deja al obsesivo en una cierta imposi- bilidad (que, eventualmente, se manifiesta clinicamente fen afirmaciones del estilo: “Ya no sé por qué todo me sale ‘mal"),* punto en que la captacidn de su propio feedback puede orientar al obsesivo hacia el saber. Luego dle considerar las vertientes del deseo y el amor cabe detenerse en la relacién con el goce. La satisfaccién del obsesivo, dadas las coordenadas de deseo anterior mente indicadas, tiene un matiz especifico: un deseo prohibido no quiere decir un deseo extingul- do. La prohibicion esté ahi para sostener el deseo. pero para que se sostenga ha de presentarse.[.] La forma en ‘que lo hace es, como ustedes saben, muy compleja, A la vex lo muestta y no To muestra, Por decila todo, 0 camufla.” (Lacan, 1957-58, 423) En este punto, la clisica atribucién de agresividad al obsesivo puede ser revisada una vez més: "Toda emergen- cia de su deseo seria para él ocasién de aquella proyec ign, o de aque! temor de venganza, que inbibiria todas sus manifestaciones” (Lacan, 1957-58, 423). De este ‘modo, el obsesivo manifiesta su deseo hurtindolo o, para utilizar una expresin de Lacan en “La direccién de la cura...", de “contrabando”, Curiosamente, quien se sitda, respecta de la demanda con un énfasis perentorio es también quien hace de su deseo un juego de escondite Ast pueden reconocerse maniobras habituales en 1a obsesién, que van desde la justificacién permanente de Jos actos mas nimios ~como un modo de intentar darle tuna razén al goce- hasta el sentimiento de levar una vida vacia y sin sentido -como una forma de testimoniar el cardcter extrafo al yo de la satisfaccidn pulsional~ De acuerdo con esta perspectiva puede afirmarse, a partir de la relacién del obsesivo con la satisfaccién, que su posicidn esté irremediablemente fijada a la presencia el Otro, a su mantenimiento,* como instancia de valida- eign -aspecto que, segin se comenté anteriormente, la hhazaha demuestra ala perfeccién-. Por otto lado, a partir de lo ya expuesto a propésito de la relacién del obsesivo con la demanda del Otro, puede pensarse la particular incidencia del objeto anal “Este es el mecanismo de lo que se produce en cierto. momento decisvo de todo anslsis de obsesivo. [J En tanto que fa evitacién del obsesivo es la cobertura del ‘deseo en el Oto por la demanda en el Oto, a el objeto de su causa se sitda allf donde la demanda domina, 0 sea. en el estadio anal, donde ano es pura y simplemente e excre- nto, puesto que es el excremento en evanto demanda- do.” (Lacan, 1982-63, 316) He aqui, entonces, el punto de partida de una coyun- ‘ura particular de la clinica de la obsesisn: la angustia anal frente al Oto, reflejada en actitudes retentivas ~que van desde el rechazo de la interpretacidn (a través de las mas diversas maniobras: “Si, puede ser”, “Nunca lo habia pensado” cuando es sabido que lo que el obsesivo no pensé... ino existel, etc.) hasta el reclamo por el pago de honorarios u otras Vicisitudes transferenciales-, Dicho de ozo modo, el absesivo es particularmente resistente a centregar el capital de gace de su sintoma -aspecto en el ue se diferencia notablemente de a histeria, dada la relacién inmediata con el saber que caracteriza a este ‘timo tipo clinico-. Por lo tanto, intl seria la posicién del analista que pretenda situarse en una demanda més radical, ¥, por ejemplo, pretenda forzar la pérdida que el obsesivo retiene. En todo caso, mucho més propicio es el rodeo que deja a un lado el eitcuito de la pulsién anal para enlazar la obsesidn al saber a través de la curiosidad -satisfaccién propia de lo escépico- Asimismo, antes que reclamarle al obsesivo el producto de su retencisn, se trata muchas veces de indicarle que esa pérdida ya acontecié Transferencia ¢ interpretacién en la neurosis obsesiva {Cémo se presenta clinicamente el obsesivo? En el seminario 5 Lacan formula siguiente descripcién: “cuando vemos a un obsesivo en bruto o en estado de raturaleza, tal como nos llega (..] vemos a alguien que nos habla ante todo de toda clase de impedimentos, de sibiciones, de obsticulos, de temores, de dudas. de prohibiciones, También sahemos de entrada que no sers fen ese momento cuando nos hable de eu vida fantasm me FACULTAD DE PSICOLOGIA - UBA | REVISTA UNIVERSITARIA DE PSICOANALISIS (2016, N* 16), pp. 71-76 [ISSN 1515-3694 9, sino gracias a nuesteas intervenciones [J]. Entonees oe coniaré Ia invasién, més o menos predominante, de su vida psfquiea por fantasmas,” (Lacan, 1987-58, 419) Ahora bien, cabria comparar esta precisién de Lacan con el modo en que se presentara el “Hombre de las ratas” ala consulta con Freud, para evaluar la articulacién entre Tos temores e inhibiciones en cuestién y la vida fantasms- tlea que es su reverso: Un joven de formacién universitaria se presenta indican- «do que padece de representaciones obsesvas ya desde su cia, pero con particular inensidad desde hace evatro aos. Contenido prineipal de su padecer son ~ temores [ademés de impulsos y prohbiciones] de que les suceda algo a dos personas a quienes ama mucho [padre yy amada]. (Esta sitwacin le hizo perder mucho tiempo. en particular en su carrera] De las curas intentadas, la nica provechosa fue un tratamiento de aguas en un institero [pero porque af pudo tener rlaciones sexuales con una wuchacha]. $u vida sexual ha sido en general pobre, el fonaniemo deeempené slo un infimo papel a lot 16 0 17 hos, Afra que su potenea es normal: primer coito alos 26 afos.” (Feud, 1909, 127) Al igual que en el caso Dora, el objetivo de Freud en este historial es reconstruit la génesis y el mecanismo de Ia obsesién -incluso se utiliza la misma palabra (“ensam- bladura”) para referirse a estos aspectos-, Sin embargo, Ta Tlegada a la consulta de ambos es muy diferente, Mas alli de la descripcién de! padecimiento, jno es llamativo due el Hombre de las ratas ponga en un primer plano su vida sexual? En este sentido, es notable que Freud le pregunte por esta misma cuestién, punto en el que verifi- a una primera versién del Otro de la transferencia: el joven universitario habia lefdo un libro suyo y, ademés de encontrar cierta convergencia con los “trabajos de pensa- ‘miento” en que consistia su malestar, puede desprender- se que el hecho de que Freud fuese un Herr Professor no es algo indistinto -de la misma manera en que mis adelante en el caso se relata la asociacidn del nombre de Freud con el de un criminal: asi, ya en este modo de presentacién puede anticiparse el desplazamiento al analista de la oscilacién entre un término idealizado y otro degradado en que consiste la divisién subjetiva del obsesi En segundo lugar, que la vida sexual ocupe el primer plano de esta comunicacién permite entender la posicién de quien consulta frente a la demanda en un “razona- miento” que podria expresarse del modo siguiente: “si Freud eseribe sobre sexualidad, eso es lo que quiere de que le hablen y, entonces, de eso hablaré” ~esto es, ya desde su llegada el Hombre de las ratas se situa respon- diendo a la demanda que le supone al Otro-. De este ‘modo, en esta breve secuencia se encuentra una nueva, pista transferencial que se amplia en el relato de la prime- ra comunicacién que el paciente realiza cuando se le oftece hablar “libremente” FACULTAD DE PSICOLOGIA - UBA | REVISTA UNIVERSITARIA DE PSICOANALISIS (2016, N* 16) pp. 71-78 | ISN 1515 Tiene wn amigo a quien respeta extraordinariamente ‘Acude a siempre que lo asedia un impulso criminal, y le pregunta si no To desprecia como delincuente. Ello apoya aseverindole que es un hombreintachable[.]. Antes, dice, ‘ota persona eer sobre é parecido infu, un estudiante ‘due tena 19 afios euande él mismo andabs por los 14 0 15, sot este estudiante le habla cobrada afecto,y haba elevae do tan exteaordinariamente su sentimiento de sf que podia genio, Este estudiante fue luego su preceptor hogateho,y de pronto moslifis su comportamientorebs}in- dolo como a unidita. Por ttimo,reparé en que se intere- saa por una de sus hermanas..” (Preud, 1908, 128) Cabria detenerse, por un lado, en que la referencia a ese amigo dista de ser anodina ~dado que el nombre de Freud resuena con la palabra “amigo” en alemsn (Freund) Sin embargo, del modo que sea, lo cierto es que ya puede nticiparse otra variable del tratamiento para el analista: si Freud habri de responder como el amigo que lo apoyay lo disculpa; esto es, puede reconstruitse as{la demanda implt- cita (como toda demanda) que se le dite, esto es, sies un. gran hombre o un criminal... como lo demuestra también, por otro lado, el resto de la secuencia cuando incluye al preceptor, con el cual se vuelven a poner en juego las, coordenadas de divisién antedichas y que ocuparfan todo el desarrollo del caso: genio/idiota: en fin, un término idealizado y otro degradado, Eneste punto, no deja de sorprender cémo en el modo de presentacién del padecimiento ya se recortan todos los elementos fundamentales para el tratamiento de la neuro- sis obsesiva. Podria pensarse también la forma discrecio- nal de respuesta de Dora frente a la desilusién con su gobernanta (cuando descubre el interés de esta uhima por su padre): Ia hace echar... el Hombre de las ratas se siente tun idiota -siendo este lugar cafdo (que hoy en dia suele nombrarse como “baja autoestima” o “inseguridad”) un motivo frecuente de consulta-. Exta coordenada de degradacién se encuentra también en el relato de su infancia cuando, hacia los 4 0 5 afios, Ie pidié permiso (como buen futuro obsesiva) ala gobernan- ta para deslizarse bajo su falda, En ese punto se despert6 sudeseo a través de una curiosidad ardiente (de ver mujeres desnudas), tanto como queds fijado a la condicion de no decir nada al respecto, circunstancia asociada al momento fen que (a los? afos) escuchs a otra gobernanta decir: “Con el pequeio es claro que una lo podria hacer, pero Paul es demasiado torpe” y, al entender el menosprecio, el peque- fio se puso a llorar... A los 6 aftos padecta de erecciones, por las cuales consultaba a su madre (motivo que permite Gistinguir el pene del falo y recordar los avatares del caso. Hans en toro al inicio de su fobia), pero el punto crucial estuvo en que su deseo escépico se vinculara con el temor de que algo malo ocurtiri ‘Ademés de indicar la célula elemental de la neurosis infantil, puede advertise en esta secuencia de qué modo a neurosis obsesiva no esta desligada del afecto -es decir, no se trata sélo de una cuestin de “ideas"- y asi es como también toca al cuerpo; asimismo, por esta raz6n, se concluye la manera extrafia en que el obsesivo «78> se vincula con el deseo, en la medida en que el temor cobra ese valor bivalente: por un lado, indica la tentacién. y, por el otro, la defensa, “Temo que tal cosa ocurra..” es una expresién demasiado elocuente como para indeter- minar la posicién de quien habla, esto es, dividirlo entre el deseo y la prohibicisn. Este ultimo aspecto es el que se encuentra en todo el esclarecimiento relativo al gran temor obsesivo del Hombre de las ratas, aquel que motivé la consulka con Freud (a pesar de que la neurosis se hubiese desencade- nado mucho antes), a partir de una vivencia particular en. el contexto de las maniobras militares:* frente a la situa- cign del olvido de sus quevedos, le sucedié sentarse junto un capitin que ya habia demostrado pruebas de cruel- dad y con el cual habia disputado al respecto ~por lo tanto, cabria preguntarse, ¢por qué fue a sentarse justa- mente al lado de ese hombre?-? entonces, este ultimo relaté un tormento aplicado en Oriente que consistfa en introducir ratas en el ano del torturado. En ese momento, se le ocurrié que ese castigo le ocurrla a una persona querida (su amada y su padre). Al dia siguiente, es este capitin quien le acerca sus quevedos, con la indicacién de a quien debia pagar el reembolso. En ese punto, se le plasmé la sancién de no devolver el dinero (para evitar la fantasia anterior), aunque también el mandamiento de hacerlo. No cabe detenerse aqui en el desarrollo completo de la idea obsesiva y todos sus pormenores, sino recoger los dos aspectos que son centrales para la puesta en forma del dispositivo analitico por parte del analista: 1, Cuando el Hombre de las ratas comienza a relatar el tormento, se interrumpe y solicita a Freud lo excuse de continuar. La respuesta de este iltimo no se deja esperar: “Lo mismo podria pedirme que le bajara dos cometas”,” esto es, sanciona el carécter intransigente de la regla fundamental, poniendo en cuestién cualquier atribucién de crueldad por parte del analis- ta como funcién (aunque, por cierto, a Freud crueldad no le faltaba segin demuestra su sugerencia del “empalamiento”). El efecto de esta intervencién, curiosamente, radica en ubicat a Freud en la serie psiquica del Hombre de las ratas, ya que al despedirse Jo saluda con el titulo de “sefior capitin”. De este ‘modo, en la medida en que Freud se abstiene de hacer cconsistir el lugar de goce del Otro a través del cumpli- miento de la regla analitica, esta altima produce como resultado una especificaci6n de a transferencia: ahora Freud ya no es s6lo el Professor (u otro signo del Ideal) sino también un nombre de la satisfaccién que el Hombre de las ratas cede al campo del Otro. 2._ Frente al delirio en que consiste el desarrollo del temor obsesivo, la respuesta de Freud no radica en relativi- zarlo acontecido ni en testear el grado de realidad que Je corresponde, sino que su intervencién tiene el valor de una rectificacién del sujeto en cuestién: a pesar de Ja informacién comunicada por el capitan respecto del reembolso, el Hombre de las ratas -por lo que se desprendia de la secuencia de sus idas y venidas al ‘ratar de cumplir con la sancién y el mandamiento- debja saber que quien habia pagado la deuda era la muchacha de la estafeta postal; por Jo tanto, no sélo se trata de que estuviese tentado de desconocer el interés que pudiese tener por esa muchacha, sino que hhabia un saber que sabia sin saberlo, un saber no sabido, De este modo, con esta intervencidn Freud concierne al Hombre de las ratas con la causa psiqui- a de su padecimiento y, al mismo tiempo, funda Gticamente la existencia del inconsciente. En continuidad con este planteo de Ia posicién del analista en respuesta a la neurosis absesiva puede afiadir- se a secuencia relativa al relato de la ocasién de la titima configuracién de la enfermedad, a partir de la muerte del padre, cuando el Hombre de la ratas se hizo un reproche por su ausencia en dicho momento: sin embargo. este reproche s6lo un tiempo después adquirié un cardcter martirizador, cuando acontecié la muerte de una tia y. en. dicho contexto, se tops con una frase alusiva de su tio que pudo aplicar ala puesta en duda della fidelidad matri- monial de su padre. Asi, el reproche se vuelve obsesivo cuando el Otro queda afectado en su deseo y, por cierto, la cuestién del matrimonio no es un motivo indiferente fn el caso del Hombre de las ratas en la medida en que 61 mismo estaba concernido en la posibilidad de un matri- monio por conveniencia... al igual que el padre)."" Por es0, sil obsesivo responde con su falta ala falta del Otro, para el analista no se trata de enzarzatse en los laberintos. de la culpa yoica, siempre més o menos omnipresente, sino de reconducitla a su fundamento inconsciente, tal coma hace Freud al justificar el sentimiento de criminali- dad -en lugar de disculparlo, como lo habria hecho el amigo- aunque destacando su cardcter desplazado, De este modo, en lugar de tomar la culpa como hilo conductor del andlisis del obsesivo, podrfa afiadirse que mis significativo es considerar el efecto de la ultima ‘manifestacién de la enfermedad: “Una seria incapacidad para el trabajo fue la consecuencia inmediata de este ataque” (Freud, 1909, 139), dice Freud. Dicho de otra ‘manera, las inhibiciones del obsesivo ~que muchas veces conviven con una inmensa actividad, o bien se refugian ena declaracién yoica de “inseguridad"~ son una puerta de entrada al anilisis. Asi lo dice Lacan cuando afirma Jo siguiente ‘Desde luego, no pademos decir que mostarle [..] su relacién con el fal imaginario par, por asf dec, familise rizarlo con ese eallejon sin salida, no esté en la via de solucién de as dificultades(..] es posible no advertr que [ule sujeto no estaba en absolute desembarazade de sus obsesiones, sino tan sélo de La culpabilidad que las scompafiabat” (Lacan, 1960-51, 288) Luego de las intervenciones que ponen en marcha el Aispositivo analitico, cabe detenerse en las interpretacio- nes propiamente dichas, esto es, aquellas que invitan ala claboracién de saber a través de concernir al analizante con su decir «76 FACULTAD DE PSICOLOGIA - UBA | REVISTA UNIVERSITARIA DE PSICOANALISIS (2016, N* 16), pp. 71-76 [ISSN 1515-3694 1. Por un lado, podria destacarse una secuencia que parte de la representacién, a los 12 afos, de que, si su padre morfa, la nifia que amaba seria tierna con él. A pesar de que se defienda de expresar asi un deseo, Freud Ie objeta:"Si no era un deseo, ;por qué la revuel- a2”; y cuando el obsesivo vuelve a desentenderse ~ afirmando que slo por el contenido de la idea- Freud vuelve a concernirlo al decirle que trataba ese texto como uno de lesa majestad -dado que el contenido podia ser expuesto en un contexto en el que resultara anodino-, Sin embargo, el hecho de pensarlo ya impli- caba su posicién, 2. Por otzo lado, el efecto de la secuencia anterior es preciso: “Queda tocado, pero no resigna su contradic- ign”. En este punto, antes que forzarlo a reconocer su participacién en el deseo, Freud abre nuevamente el espacio psiquico de la Otra escena, al afirmar que la idea de la muerte del padre sin duda no se presen- 6 por primera vez en ese caso” De este modo, relan- za la asociacién del obsesivo, quien relata que idénti- co pensamiento le ocurrié medio afio antes de la muerte del padre y, por tercera vez, el dfa anterior a su muerte. No obstante, agrega que la muerte del padre nunca puede haber sido objeto de deseo, sino de temor. Tras este dicho, Freud introduce un fragmen- to de teoria, que vincula el amor consciente con el deseo reprimido. El efecto, con una intervencién que busca el reconocimiento yoico, es una profunda alteracién de lo imaginario: “El queda muy agitado, muy incrédulo, y le asombra que fuera posible en 1 ese deseo”, Dicho de otro modo, el efecto es de extra- fiamiento y cierta despersonalizacién, 3. A partir de lo anterior, puede indicarse la diferencia entre una interpretacién que le otorga un objeto al deseo -en este caso, un deseo de muerte (0 bien, en el caso Dora, su amor por el sefor K)- y una interpre- tacién que circunseribe sus condiciones. Este es el caso de la ditima secuencia significativa, cuando, al devolverle una vez més la palabra al obsesivo (aunque ste afirme que no registra convencimiento alguno en funcin de a intervencién de Freud), sostiene que le gustaria preguntar cémo una idea puede aparecer de modo discontinuo (a los 12, a los 20, etc). En este punto, la intervencién de Freud toma, una vez mis, el cardcter de una interpretacién: “Si alguien plantea tuna pregunta asf, ya tiene aprontada la respuesta. No hay més que dejarlo seguir hablando”, Esta secuencia conduce, finalmente, al ordenamiento de las coorde- nadas del deseo del obsesivo en funcién de una versin del Otro como instancia de prohibicién: el obsesivo no puede desear sin destruir, lo que es distin- to a plantear un deseo de destruccién. Esta triple consideracién invita a pensar acerca de la sutileza dela interpretacién freudiana -a pesar de que, en ciertos casos, todavia se transmita una especie de mistica de la interpretacién que al modo de la intervencién bibli- ca ("Lézaro, levantate y camina) resolveria los sintomas con sélo una palabra~. La funcién de la interpretacién es FACULTAD DE PSICOLOGIA - UBA | REVISTA UNIVERSITARIA DE PSICOANALISIS (2016, N* 16) pp. 71-78 | ISN 1515 restituir un acto de habla antes que el objeto de un deseo. Esto es particularmente sensible en el caso del neurético obsesivo, quien, permanentemente, plantea inguietudes epistémicas acerca del decir del analista. o bien intenta “entender” lo dicho como si fuera un razonamiento, En el caso del Hombre de las ratas, es notorio el modo en que Freud sanciona que el temor 8 un indicador del deseo, esto es, que en su temor se enuncia también como sujeto el deseo, dividido entre pulsién y defensa Conclusiones De acuerdo con estas consideraciones finales, hemos delimitado el modo en que se plantea la intervencién en la neurosis obsesiva y, en funcién del caso del Hombre las ratas, ha quedado establecida una primera secuencia de la transferencia. Por esta va, este ultimo aspecto podria especificarse a través de la manera en que el ‘mecanismo en dos tiempos del sintoma se pone en juego con el analista -a través de una formacién del inconscien- te- hasta alcanzar el estatuto de una puesta en acto transferencial ~que interrumpe la asociacién libre- en. diversas ocasiones: desde la fantasia de que Freud podria golpearlo (que concede su valor a la construccién de una escena infantil en la cual el Hombre de las ratas habria, realizado un desaguisado y debié ser reprendido por el padre) hasta la elucubracién de un plan matrimonial con la hija de Freud -también reintroducida en el anslisis con tun suefio-. En definitiva, esta tltima orientacién llevaria, a confirmar hasta qué punto la transferencia es la palestra de resolucidn de la neurosis y cémo al analista le corres ponde en el dispositivo un lugar menos idealizado que el el interpretador. Asimismo, diferentes aspectos de la clinica de la neurosis absesiva podrian ser retomados en otros contex- tos -como su “particular” sentido del humor (especial- mente pesado para sus amigos 0 parejas), su predisposi- cién al devaneo y la pérdida de tiempo (esas actitudes que a veces se expresan con frases del estilo “me cuesta arrancar” o bien “soy hijo del rigor’), etc.~; sin embargo. fen términos generales, estas particularidades pueden ser reconducidas a los motivos estructurales ya esclarecidos: ese sentido del humor no es més que otra forma del ‘contrabando” comentado a propésito de la satisfaccién, Ja dilapidacién del tiempo es otro modo de ilustrar la relacin con la demanda del Otro, ete. De esta manera, tuna misma estructura se refracta en diferentes fenéme- ros. Y si bien la elfnica psicoanalitica consiste en trazar distinciones, la orientaci6n del tratamiento requiere reconducir esta variedad a una forma Unica, [REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS. 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Buenos Aires La eleciGn de neurosis” en Fnales de ani 2007, Notas “En el fondo de a experiencia del obeesivo hay siempre lo que yo lamaria cierto temor a deshincharse respecto dela inflacin fl ca” (Lacan, 1960-61, 293) esa especie de biribirloque caracterstico det modo de proce der del obsesivo en su forma de situarse respecto del Oto -més fexactamente, de no estar nunca en el huge, en el instante, en el ‘que parece indicar que ests" (Lacan, 1960-61, 289) "ahora bien la corelacén de esta omnipotencis con, por aside «ir la omnivideneia, nos indica sufeientemente de qué se tata. Se teatade lo que se dibuja en el campo que esté més alld del espeis rma de la potencia. Se tata de esa proyeccisn del sueto en el cam po del ideal, desdoblado entre, por un lado el alter ego especular “el yo ideal-y, por otro lado, lo que esté mis als -el Ideal del yo acan, 1962-63, 331) formulacidn del segundo término del fantasma obsesivo alu Ade de manera muy precisa a qué son los objetos para él, en cuanto objeto de deseo, puestos en funcién de ciertas equivalencias ert eas [J]. BLO es precisamente lo que subyace a la equivalencia entre os objetos en el plano erstico. £1 pes de algin mode la ni «dad de medida ala que el sujeto acomoda la funcién 2 minUscula, decir la funcién de los objetos de su dese. (..) aquellas sus tuciones, de quella metonimia permanente cuyo ejemplo encar nado esa sintomética del obsesivo™ (Lacan, 1960-61, 288-290) °Por est vin puede echaree alguna lez sobre las inhibiciones abi wales del obsesiva, que demuestan eve punto en que el yo puede venir a obtura la falicizaién del objeto evando ésta ca. Asi, lab ssv0 introduce su yo degradado en escena (por ejemplo, “soy una ‘icrda"): "En este punto de carencia donde la funcién de flcismo ‘Is que se entrega el sujeto se encuenteaencubiera, en su lugar s€ produce aque! espejismo de narcisismo que en el sujeto obsesivo lamaré verdaderamentefrenéico” (Lacan, 1960-61, 291) ‘se tata de vera qué va diigido en su conjunto el comporta- riento obsesivo. Su objetivo esencial, no hay dua, es el mante- rimiento del Oro" (Lacan, 1957-58, 427) "En este sentido pueden entenderse la reflexiones de Lacan de la fotzoduccién de la funcién de Ia causa en el siatoma en el seminario 10: "El sitoma séle queda constituido cuando a sujeto se percata de €l, porque sabemos por experiencia que hay formas de comportamiento obsesive en las que el sujeto no sélo no ha audvertido sus absesiones, sino que no las ha constituide como les. (..] Para que el sintoma salga del estado de enigma todavia informulado, el paso a dar no es que se formule [for2ar la formu lacidn), es que en el sueto se pertile algo tal que le sugiera hay tuna causa para eso [que quiera saber algo al respecte)” (Lacan, 1962-63, 302303) 'No puede pasar desapersbido, para la lectura del caso, que el eampo mil tuna referencia paterna pi ratas y que, en dicho contexte, se habia propesto “mostrar aloe ficiales de carrera que uno no sélo ha apeendido algo, sino que puede aguantar bastante” (Cf, Freud, 1909, p. 132} Bq esta indieacién no se tata de ninguna atribucidn de volunta, sino de destacar que el neurStico siempre encuentra al Oe que lo trauma, esto es, que verfca su fantasma. ‘agut se interrumpe, se pone de pie y me ruega dispensario dela pintura de los detalles. Le aseguro que yo mismo no tengo inclina- cm alguna por la erueldad. por cierto que no me gusta lo, pero que natursimente no puedo regelarie nada sobre lo cual yo no posea pode de disposicién. Lo mismo podta pedirme que le regalara dos cometas” (Freud, 1909, 133) En sentido esteiet, el “acasionamiento™ de la enfermedad esata en el plan de matrimonio familiar que “le encendi el confito: si ‘dea permanecer fie! a su amada pobre o seguir las huella del padre y tomar por esposa ala bella, rca y distinguida muchacha ‘que le habian destinad, Y a ese conflicto, que en verdad lo era entte su amor y el continuado efecto dela voluntad del padre, lo solucioné enfermando; mejor dicho: enfermando se sustrajo dela tarea de soluconarle en 1908, 156) "Es notable que Freud mismo consigne que intervenciones de ese tenor tampoco busean producir convencimiento, “s6la estsn dee tinadae a introducir en [a conciencia los complejas seprimidos” (Freud, 1909, 148), Una ver el Hombre de las lidad objewva” (Frew que conten la fguracin del mis- ‘mo conflcto en su transferencia al méaico: Mi madre [lade Freud] hha muerto. Quiere presentar sus condolencias. pe de producir I risa impertnente que ya repetiias veces ha mostra- do a raz de casos lutuoses. Por eso prefiere escribir una tarjeta con ‘p.€, pero estas letras se le mudan, al eseribirla, en“p.f (Freud, 1909, clas, concluye por felicita 2 Freud por la muerte de su madre ene miedo envlar sus condolene 52). De este modo, al intent FACULTAD DE PSICOLOGIA - UBA | REVISTA UNIVERSITARIA DE PSICOANALISIS (2016, N* 16), pp. 71-76 [ISSN 1515-3694

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