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| Revista de cultura Afio 2, namero 7 Noviembre de 1979 2.500 $ Martin Fierro en la literatura nacional Locura, psiquiatria y delito en la Argentina Heidegger, Freud, Susan Sontag Textos de Umberto Eco, Jaime Rest, Noemi Ulla ~ ODENISTIA Revise Afio 2, nimero 7 Noviembre de 1979 Director Jorge Sevilla N Secretaria de redaccién: Beatriz Sarlo Colaboraron en estentimero: Car- los Altamirano, Rail Beceyro, Fulvio Carpano, Umberto Eco, Maria Teresa Gramuglio, Alberto M. Perrone, Jaime Rest, Nico- . las Rosa, Beatriz Sarlo, ‘Noemi Ulla, Hugo Vezzetti. Diagramacién: Carlos Boccardo. Indice: Maris Teresa Gramuglio: Continuidad entre Ia Ida y la Vuelta de “Martin Fierro” 3 Beatriz Sarlo: Razones de la afliccién y el desorden en “Martin Fierro" Carlos Altamirano: La fundacién de la literatura argentina 1 Hugo Vezzetti: Penalidad y moralizacin. Para una By historia de la locura y la psicologia en la Argent 13 Noemi Ulla: Ciudades 19 Libros: Nicolés Rosa: ¢Freud contra Sassure? 2 Raul Beceyro: Sobre ia fotografia: estética y sociologia del arte 4 Jaime Rest: Jules Feiffer: un Aristofanes de la sociedad de consumo 28 Fulvio Carpano: El sindrome heideggeriano 30 Umberto Eco: Informes de un asesor literario 36 Este numero de Punto de Vista fue ilustrado con trabajos realizados por el Equipo Cronica, que se constituy6 en Espafia en 1964. Punto de Vista recibe toda su correspondencia, Punto de Vista. Registro de la propiedad intelec- cheques y giros, a nombre de Beatriz Sarlo, Casi tual en trémite. Hecho el depdsito que marca I lia de Correo 39, Sucursal 49(B), Buenos Aires, ley. Impreso.en la Argentina. Argentina. Punto de Vista fue compuesta en Gréfica Inte eS gral, Estado de Israel 4465 - 2° “A” - Capital Suscripciones % Federal, e impresa en los talleres gréficos Litodar, Argentina 6 nimeros 25.000$ Brasil 3215, Buenos Aires. Exterior 6 nimeros 25 u$s (correo aéreo). 2 Maria Teresa Gramuglio Continuidad entre la Ida y la Vuelta La Vuelta de Martin Fierro aparece en 1879, siete afios des puis de fz “Ida”; siete afios en los que terminan la guerra del Pa- raquay, la conquista del desierto Y, con los ditimos “entreveros jordanistas”, los alzamientos de fos caudillos del interior. Avella- eda sucede a Sarmiento y el pais esté en visperas de acabar con el problema de la capital; los més amargos conflictos de una €poca dolorosa y turbulenta se van liquidando, y los antiguos “hombres de Parana empiezan a incorporarse, en Buenos Aires, a las realizaciones de la nueva etapa. Cuando aparece E/ gaucho Martin Fierro Hemandez es un activo y encarnizado opositor del gobierno de Sarmiento. Cuando se publica la Vuelta, ocupa un cargo en la legislatura de la pro- vincia de Buenos Aires. En esos siete afios el antiquo perseguido, el “federalote ultra’, ha pasado de un iltimo exilio a la radica- sion definitiva en Buenos Aires: trayectoria que se esgrime para fundamentar una comprobacién ya cldsica que ha sido formulada de diversos modos: la de las dife- rencias entre la /da y la Vuelta. Uno de esos modos propone la tesis de que en la Vuelta Her- néndez se “corrige la plana” a si mismo; rastrear todas sus ma- de “Martin Fierro” Con los textos que se publican en este niimero, Punto de Vista recuerda uno de los centenarios més gloriosos y problematicos de la literatura argent el de “La vuelta de Martin fierro”” aparecido en Buenos Aires, en 1879 nifestaciones formaria parte de otro trabajo: el de la historia de las lecturas de Martin Fierro, tra- bajo pertinente y necesario, ya que a esta altura el poema es también esa historia. Ya en 1902, Ernesto Quesada —forzando la cronologia— afirmé que Hernan- dez, alarmado. por el auge del moreirismo que su Martin Fierro habria engendrado, “quiso des- viar la corriente con su Vuelta de Martin Fierro, en ta cual describe el regreso de éste, su transforma- cién en gaucho bueno, pacifico y ‘ordenado, que termina por dar excelentes consejos morales a sus hijos y por enaltecer et trabajo” Este juicio denuncia una tenden- cia de la lectura: en el intento de recuperar al autor —y esto en una ‘obra contra el criollismo en la teratura— proponiendo un Her- nandez arrepentido frente a los efectos sociales y literarios de su poema, se puede vislumbrar el comienzo del movimiento de re- cuperacin de Martin Fierro por parte de la-critica culta, que co- mo es sabido culmina con Rojas y Lugones alrededor del Centena- No se debe olvidar que en el libro de Quesada se condensan los aspectos que definen un ci clo: el del rechazo del gauchis mo. Pocos afios después, la nece- sidad de encontrar valores arque- tipicos que definan lo nacional excluyendo al inmigrante llevard 8 proponer a Martin Fierro como. Poema épico, fundante de nucs- tra literatura y representativo de nuestra identidad nacional, Desde otra perspectiva inte rior al poema mismo, a su econo- , Martinez Estrada confir- mé las diferencies entre la (day la Vuelta, En su extenso estudio afirmé que “el Martin Fierro que vuelve es otro”, que "Cruz lo destruy”” y que en la Vuelta “queda anulada por completo la intencién social y politica” del Pcema. La menera como este ‘cambio podria vincularse con la trayectoria politica y la experien- cia de vida de Hernandez queda subsumida en la funcién que Martinez Estrada asigna al Mar tin Fierro, en tanto sintesis de aspectos a través de los cuales le resulta posible formular una in: terpretacién de la vida argentina. A pesar de ello, Martinez Estrada acierta cuando afirma, contra la critica neutralizadora y compla- ciente cuyo ejemplo més acabado encuentra en Tiscornia’, a “im- * Dice Tiscomia: "ef tema central de {a segunds porte es is asimilacén a la vice regular y democritica, lo cual importa uns renuncia del gaucho a1 indivdualided ex kéril_y una nueva conciencia se vivir Ye Djar en sctiedad con lor derhée", Martine Estreda calfica duramente 2 est® tipo de Criticas: lav llama ertiea “con preivicio de colegio de monje” 3 | i posibilidad de la Vuelta”: y acierta también cuando sefiala que la Vuelta es un intermezzo ¥ no un verdadero final, ya que termina, como terminé la prime- ra parte, con una marcha hacia lo desconocide y no con una in: tegracién al nuevo orden. No es initil reiterar que el Martin Fierro no es un texto tranquilo; visibles tensiones, rup- turas y rebeliones lo recorren. Entre ellas, esas diferencias entre la fda y la Vuelta, cuya existen- cia es indiscutible y que conviene resumir: empezando por lo mas visible, la mayor extensién de la Vuelta es correlativa de la proli- feracion de personajes y de hfSto rias: los dos hijos de Martin Fie- ro, Picardia, Vizcacha, el More no. También los ambitos se mul. a tolderia, la carcel. La lad casi sin respiro de la Primera parte es constantemente ‘suspendida por un cimulo de dis- cursos descriptivos y reflexivos (las costumbres de los indios, los artilugios del juego, los consejos y los refranes) y por las declars- cones casi puramente “sociologi- cas. Un cambio es fundamental en la construcci6n, 0, si se quie- re, en la situacion de discurso: el fondo “vacio" de Ia /da es sus tuido por un espacio, la pulperiar poblado por un at repre- sentado, un publico, que también puede intervenir en la accién, {sin que esto implique, como fo quiere Martinez Estrada, una “caida” en la forma tradicional del didlogo gauchesco que Her- nandez habia evitado en la pri mera parte). Pero la més flagrante de tas di- ferencias es el regreso mismo, después de la impugnacién al or- den social que entrafia el final de la primera parte, pues ese final implicaba una miltiple ruptura: de Ia historia, cuya continuacion aparece como problematica; con el canto mismo, en el gesto de romper la guitarra; y con el mun- do de la “civilizacién", de las “poblaciones”, que —no olvidar- Jo— se abandona a disgusto (Y a narrati 4 Fierro dos lagrimones / le roda- ron por la cara). Como se articulan estas dife rencias y cual es su alcance? Mas claramente: en el interior de esas diferencias, indica la Vuelta una atenuacion de la “intencion so- ial’ de la /da, correlativa de un iraje"’ en la configuracion ideo- légica de José Hernandez? Sobre fa trama de los hechos, la trama de los textos define y puntsa ese proceso; y entre los hechos y los textos de la /da y la Vuelta, otros textos, en otro nivel, también deben ser teni dos en cuenta: los prologos de Hernandez (1872, 1874, 1879); gus escritor periodisticos; su dis curso parlamentario sobre la fe- deralizacin de Buenos Aires; su Instruccién del estanciero. Lugar de pasaje, punto de articulacion entre la actividad politica y “ta jiteraria, ese conjunto despliega todos los matices (que los tex- 10s literarios condensan) de una concepcién que varia en sus pro- puestas politicas y aun en sus mé- todos, pero cuyos enunciados so- cioeconomicos permanecen irre- ductibles. La lectura de ese material co: rrobora que no es un abuso ideo- lésico afirmar que Hernandez fue un liberal.? Pero esta afirmacion puede casi rozar el error sino se perciben y puntualizan los com- ponentes especiticos de su libe- ralismo, que lo diferencian y en la practica lo oponen a otros re- presentantes de esa tendencia, como Sarmiento, Es verdad que Hernandez invierte el esquema del Facundo, pero lo hace man- teniendo (y aceptando) sus tér- minos, al denunciar que de la ciudad provienen la violencia y el despotismo que desquician a la campafia.? En ese marco, su 2 Decirio de mode tan rotund implica dejar en suspenso, por el momento, ei mode particular en que Hernéede? fue también un federal urauicieta Ia flexion rural y demo critics de su Eberaliemo. 3 Et siguiente posaie del articulo “Los inmigrantes y 103 hios del pais”, publicado fon £7 Rio ae la Pata en 1869 prewnta mu particular vision.del progreso del pais lo lev6 a proclmar la ga- naderia como fuente exctusiva de la riqueza econémica; se sitta, or lo tanto, en un éngulo to de los grupos que impulsaron los proyectos de modernizacion y de inmigracion, pero al igual que ellos, ignoré que en nombre de los principios det liberalismo ‘econémico se condenaba al pais a la dependencia, congelindolo en su funci6n de productor de materias primas. ‘Si somos las colonias de Europa con respecto a la materia prima, los pueblos de Europa son nuestras colonias con respecto a la materia fabril"’. El ingrediente mas atipico, pe- ro constante, del liberalismo de Hernéndez es su democratismo efectivo, que se materializa en la defensa ‘de los pobres del campo yen sus propuestas sobre divi- sién de la tierra: “No hay paises mas pobres y més atrasados ~di- ce— que aquellos donde la pro: piedad esta repartida en unas cuantas clases privilegiadas”. El componente democrético impri- me un sesgo peculiar a algunos postulados del liberalismo; muy especialmente, en lo que hace a su nocién de que el Estado debe velar por la suerte de los habitan- tes pobres de las campafias, enun- ciado que en el interior de los es- critos politicos de Hernandez en- tra en colision con sus declaracio- nes ortodoxas acerca de un Esta- do exclusivamente administrador ¥ no propietario de bienes. chos punter de coincidencis entre tos pro- fuestas de Hernéadez y el programma det Fa- undo, exceptuando la preccupacion con ereta for protege a los dewrotegidos, que carseteristica de Herndadez: "Un buen gobierno se preoruperd y realicors les oor Drovagsas en beneticio de Ia poblacién in- ‘Gustria, dard gorantias a la propiedad 2 |2 vida, a lot derechos de los habitantes de 13, Ccampaia: dark impulio a ls obras de cami tnos ¥ feerocarvles que supriman las distan- las y conquisten ef desierto; promoverd y lievard a cabo la division de la Uerra, adap tindols 2 las necasidades de Ia inmigracion ‘Que lleque atraids Por as ventajas positives de #8 explotacibn: reports la terra grat. 8 condicion de poblarla: feciitaré of mm ‘Grante lox insteumentos apticolas necesa. Fos; fundoré excvelas de ares y oficion EI democratismo, bajo la for- ‘ma de defensa de los habitantes de la campafia, no solo esta estre- chamente vinculado a la concep- cién rural de la economia que sustenta Hernandez y se comple- ‘menta con ella sino que impregna todo su sistema de ideas y se eri- ‘ge en un programa social nunca abandonado, por encima de sus cambios politicos. Partiendo de esta aproxima cién —que seria necesario desa- rrollar con un seguimiento preci 80 y una sistematizacion de los diversos enunciados en todos los textos indicados— es posible ade- lantar brevemente que en Martin Fierro ese conjunto ideolégico complejo se muestra, mas alld de los modos de realizacién de la “Ida” y de la “Vuelta”, como coherente y fiel a si mismo, des ‘mintiendo la tesis de una crea- cién incohsciente, desvinculada ‘© a contrapolo de otras practicas del autor. Aparece incorporado y transformado: en la base misma del sistema de transformaciones estd la opcién linguistic (Ia elec- ci6n del lenguaje gauchesco) que suelda el proyecto literario a la figura del protagonista y a su mundo rural: junto a eso, la in- tensificacion del ingrediente so- cial det conjunto en desmedro de lo politico y de su inmediatez, por medio de una serie de opera- ciones y elecciones formales que van potenciando mutuamente su eficacia: el _mondlogo, la alter- Rancia de “voces” que se hacen cargo del relato, la construccién de la sextina, que permite la yux- tapesicion de distintos tipos de discurso. Entre todas ellas, resul- ta decisiva la configuracién de una historia en que la necesidad de reparacin de una injusticia Padecida moviliza el avance del relato. Esta reparacion nunca Hegaré: el relato crece, como los males, con nuevos males (nunca se achi can los males, / van poco a poco creciendo) y ni siquiera el regre- so y el reencuentro con los hijos se traducen en una terminacion ee El trabajo en a Ida yen a Vuelta Me acergué a algunas estancias Por saber algo de cierto, creyendo que en tantos afios esto se hubiera compuest Pero cuanto saqué en limpio fue que estabamos lo mesmo. Vuelta, canto XI No es lo explicito de este pasaje (nada se ha compuesto, las cosas estan igual que antes) lo que interesa, sino recordar la significativa co- rreccién que anota Leumann: en el manuscrito aparecen los dos ver: ‘s0$ que fueron sustituidos por “creyendo que en tantos afios / esto se hubiera compuesto”. Los versos suprimidos decian: “dispuesto como venia / a.someterme al gobierno”. La transparencia de ese enunciado no autoriza a"leer en él una aceptacion incondicional de la nueva si- tuacion del pais, sobre todo si se lo conecta con los versos que siguen y con el final del canto anterior: “Me voy, le dije, ande quiera, / aun- que me agarre el gobierno, / pues infierno por infierno, / prefiero el de la frontera. Con més.claridad que en la primera parte, los indios constituyen, en la Vuelta, el infierno, y el servicio en el fortin tam- bién conserve, en ambas partes, esa caracterizacion. {Qué puede sig- nificer entonces el proyecto (censurado) de “someterse al gobierno”? ¢Pagar las culpas anteriores? (Pues no inorarén ustedes / que en cuen- tas con el gobierno, / tarde o temprano lo Ilaman / al pobre a hacer un arreglo). éAceptar esos ““infiernos” que la autoridad tiene el poder de dispensar? éPuede ser éste uno de los puntos claves del “‘viraie? Conviene notar cémo se relaciona el proyecto del regreso con el trabajo: "Me he decidido a venir / a ver si puedo vivir / y me dejan ‘trabajar. Sé dirigir la mansera / y también echar un pial / sé correr en un rodeo / trabajar en un corral — / me sésentar en un pértigo /lo mes- ‘mo que en un bagual”. En la /da, la vision de los espacios infernales (Ia frontera, el desier- to) donde el trabajo es rechazado (En el fortin: Yo primero sembré trigo / y después hice un corral, / corté adobe pa un tapial / hice un quincho, corté paja— / La pucha que se trabaja / sin que le larquen un rial. En fos toldos: Alli no hay que trabajar /vive uno como un sefior) se opone a la evocacién de otro espacio (Ia estancia) donde el trabajo era “‘juncién’’: la famosa "Edad Dorada’’ del canto Il de ta /da, que no es, en rigor, la evocacién de un pasado feliz, sino la descripcion de un estado de cosas. En ese espacio son posibles los trabajos chos por excelencia, los trabajos con el ganado: ésa es la “oferta” de Martin Fierro en la Vuelta, y ése es el trabajo valorizado en ambas partes. Hay coherencia en esos enunciados: lo que se acepta es el mismo tipo de trabajo que el gaucho realizaba (0 puede realizar) cuando vivia en sus pagos “con toda segurid”; lo que se rechaza, los cambios brutales que “la faculté del gobierno” introducia en sus costumbres primitivas. . ————$————————— 5 de los “enriedos malditos”. Al regreso le sigue una nueva parti da; al reoncuentro, una nueva se- paracion. AGn més: anulado el espacio posible de refugio que se posee en la /da (Ia tolderia), solo queda el cambio de nombre, la disolucion en la nada, la pérdida de la identidad. A\ partir de estos datos, 0 més bien de esta descripcién, es posi ble formular la hipétesis de que, pese a las diferencias visibles de construccién, la Vuelta no corti: ge ni contradice a la Ida, y que, por debajo de esas diferencias, un mismo niicleo ideolégico-afectivo las recorre a ambas y prove a la historia, a la peripecia, de idénti- ca “‘intencién social”. Si la hipo- tesis sobre el texto es correcta, sus corolarios en el segundo nivel de la pregunta que se formuld mis arriba serian dos: ni Hernan: dez hace un “viraje" entre la /da y Ia Vuelta) , nies un “revolucio- nario” en la /da (claudicante 0 no en ta Vuelta) como lo quiere cierta critica, En cuanto a la vigencia del Martin Fierro, basta sefialar que ms alld de.la desaparicin de las circunstancias y tipos concretos que ingresan en su anécdota, la eficacia y el acierto con que se organizan los registros lingii cos y temdticos en torno de ni cleos tan fuertemente moviliza- dores como la denuncia de la in- justicia y la defensa del persegui- do, son mas que suficientes para asequrarle tanto el lugar de privi- legio que ocupa en la literatura como la enorme aceptacién po- pular que ha recogido hasta hoy. Beatriz Sarlo Razones de la afliccién y el desorden en “Martin Fierro’ José [Hernandez a su hermano Rafael]: Y han de pasar, només, para nosotros, los afios? éVacilacién, sangre, vacio, habré sido només nuestra suma en el drbol de las horas? A veces, nadando en el rio firme de la fraternidad, qué tentaci6n, qué tentacién, hermano, de echarme a morir, 0 separarme para mirar, callindome por fin, desde /a orilla, el delicio. Estos pueblos se me antojan a veces como un pan en llamas, Una “'miquina de dafios” teje la narracién de Martin Fierro. Inevitables, las peripecias de la biografia gaucha son como “ca- dena de males". En efecto, lo que {a historia de Fierro ensarta en su hilo son desgracias que se ‘cumplerr como destino, porque, inscriptas de antemano en la bio- grafia social, el poema reprodu- ce su logica. La causalidad histo- rica y la literaria se realimentan y una proporciona pie a la otra. Los eslabones de la cadena son unidades idénticas (por eso se lee muchas veces: al gaucho le sucede esto, el gaucho sufre asi, etc.) y diferenciadas (si no lo fueran no habria relato, por lo menos no tanto relato como hay en /da y Vuelta de Martin Fierro). Contando todo el tiem- Po casi lo mismo —las razones por las que un gaucho empefioso y diligente es considerado, luego, como un bandido— Hernandez cseribié una vida ejemplar! por lo que ensefia, Esta ejemplaridad no es, como se ha ardilido en contra * asi ta caliica Ezequel Martinez Este a on Muerte y transtigurecién de Marvin Fierro, Buenos Aires, Fondo de Cultura Eeonémies, 1968, sogunds edicién. Juan José Saer, “Didtogo bajo un carro” 08 favor, moral. Es, mésbien,una ejemplaridad de la accion, del movimiento de la historia narra- da: el gaucho “gasta Ia vida / en juir de la autoridad”. EI relato también se gasta, es decir: trans- curre, segiin este impulso que lo recorre de ung punta ala otra: Fie- fro es arrancado de su pago en una leva que lo incorpora al con tingente fronterizo, vuelve a su casa, que es tapera, para irse a matrerear, escapa al desierto, re- gresa para conter y oir historias, que, en su desenlace, lo impulsan a otra vida. Ida-Vuelta-Ida; “An- duve cruzando el aire / como bo. la sin manija”. Circular, el desti- no del_gaucho ("suerte reculati- va" y “'taba culera”) se repite en las peripecias de su historia lite- nto de esta narra- ci6n se origina en las desdichas. No hay en Martin Fierro un so- lo episodio que no sea desdicha- do: hasta el encuentro del padre con sus hijos, recurso tipico de la narrativa decimonénica que lo utiliza come final feliz, desenca- dena la narracién miltiple de desgracias y funciona como predmbulo de una nueva separa- cién. Las desdichas se postulan como ciertas: Y ya con estas noticias Mi relacién acabé— Por ser ciertas las conté Todas las desgracias dichas, dice el enigméatico narrador del Ultimo canto de la /da. Porque el programa litererio de Hernandez asegura la solidaridad ideoldgica del relato de Fierro con la biogra- fia gauche, Sin embargo, con esta compro. bacién se adelanta poco. Hernén- dez, en la campaiia de denuncia Publicada en su periédico E/ Rio de la Plata durante 1869, habia expuesto largamente todos los ‘temas’ del Martin Fierro: el con- tigente y sus miserias, la arbitra- riedad de autoridades rurales ejercida sobre el habitante pobre ‘de la campafia, su vida desasose- gada bajo la amenaza de despojo Y desarraigo, etc.*. Frente a estos 3 Estos articulos de Herindez ‘veron recopilados por Antonio Papts Larraya Prosas de! Martin Fierro, Buenos Aires, Rai 901, 1952, EI programa que all se expone arece compartide por una freccién del ws ‘onomigms, Véase: Femende ©. Barba, Lor autonomistas de! 70, Buenot Aires, Preamor, 1976. % ; articulos militantes pero de prosa imprecisa, casi desvaida, el lector del Martin Fierro no puede evitar preguntase qué sucedié cuando Hernéndez, sentado ante sus cus- dernos, comenzd a anotar es3s sextinas de una seguridad _asom brosa y, casi siempre, perfectas Para decirlo de otro modo: el Martin Fierro esté construido con los materiales ideolégicos de los articulos aparecidos en 1869, pero la lectura del poema hace prevalecer la idea de discontinui- dad, més que la de un transito previsible de la prose socio politi ca al verso campero. Registramos un hiato: équé hay alli? équé su- cade en ese espacio? El Martin Fierro se escribe a partir de varias elecciones: una lengua rural (que no es pintores- ca, ni esta petrificada de modis mos, ni se juega toda en el Iéxi- co, como ta de Ascasubi y del Campo); tas convenciones retd- ricas de la literatura gauchesca (alteradas, retocadas, burladas*): un conjunto de proposiciones descriptivas y programéaticas so- bre la triste situacion del habitan- te pobre del campo. Sin embar- go, Martin Fierro no es la suma previsible de estas tres elecciones. La eficacia estética del _poema (que explica su perdurabilidad) esté en otra parte. Hay que bus- carla en el modo en que las elec- ciones de Hernandez se procesa ron a través de dos redes. Una: la particular configura: cién de su ideologia en una es- tructura de actitudes y senti- mientos, donde el liberalismo del programa social y politico de Al. berdi se trenza con as experien- cias del mundo rural. Cierto ar- caismo dosplaza el modelo de una sociedad movida por la competencia entre sus miembros, para oponerle el ideal de una co- munidad organica, en la que ta > adolto Prieto saata algunas de as or erencias entre ol sistema de Ia gauchesca y ‘Martin Fierro on: Borello, Becco, We! berg ¥ Prieto, Travectoris de le poesia gau- 1 Buenos Aires, Plus Ultra, 1977, intervenci6n paternal del Estado repare las injusticias flagrantes de la miseria y el depojo. La otra red es la vida de Hernéndez, Mar- tinez Estrada rastred el desquicio de su familila, los desplaza tos de su hogar, su nifiez reparti da entre tias, abuelos, padres mas © menos deambulantes; las muer- tes prematuras; los desplazamien- tos y persecuciones que lo arras- tran de Buenos Aires a Parana, de Corrientes a Montevideo, de San- ta Ana do Livramento @ Buenos Aires; el destino de politico per- dedor que lo sigue durante toda la década de 1860. y primeros afios de la siguiente: como secre- tario de Pedernera, cuando la Confederacién se derrumbs, co- mo ministro de un gobierno co- rrentino que es volteado por una asonada mitrista, como soldado de un bando en retirada, el ejér- ito de Lépez Jordan. Este des- quicio politico y personal se re- pite con la tenacidad de un des- tino hasta 1874. Y habia arran- cado casi antes de su nacimiento: sus padres se casan enfrentando la oposicién familiar, su abuelo lo acepta como prenda de paz en una familia que no logrard, sin embargo, recamponerse. Esta he- rida puede leerse con claridad también en el texto del Martin Fierro. El desorden y la inestabilidad, el caos familiar y politico, las guerras civiles que primero sepa- ran a la familia paterna de Her: nandez y luego a Hernandez de su propia familia, convergen en una estructura afectiva que da un sentido a los rasgos de cu ideolo- = gia. Por lo demas, otros cruces, en los que también se juega la textura ideal y estilistica del poe- ma, merecen notarse: el liberal Hernandez, mienbro_ progresista del federalismo y de! autonomi mo, conserva un nucleo arcaico, como flexion decisiva de su ideo- logia. Y ese liberal (que suele rrarse a la idea de una regulacion armonica de los miembros del ‘cuerpo social) es también un ru- ral, un hombre que repetidamen- te en su vida se vinculd con ta ‘campafia, con su saber y cultura tradicionales. almente, cuan- do tuvo que hacer una eleccién que definiria el destino de su obra, decidié recortar su’ poema sobre las convenciones de la gau: chesca, un sistema |iterario ar- caico. £1 mundo rural esta afectado por el desorden y el desamparo, Esta comprobacién se reitera co: mo motor narrative de Martin Fierro. El arco que va de la aflic- ion al desorden repite en el rela- to la causalidad social y, por debajo, la herida constitutiva de Hernandez. Una estructura a la vez ideolégica y afectiva explica la articulacion de tres niveles: la biografia social del gaucho, la vida tramada de desdichas de Martin Fierro y una experiencia bésica de Hernandez. Una misma herida genera la dinamica del tex- to (su cardcter novelistico, como dice Borges) y la experiencia de su autor. Martin Fierro, \day Vuelta, se mueve por la afliccién y el desor- den, Sistema causal del relato, la convergencia de estas dos razones desencadena todas las funciones narrativas: sufrir y sdber, suftir y cantar (conter), padecer sin tér mino. Y orgeniza también todas sus secuencias: pérdida, injust cia, muerte, separacién, exilio, persecucién, canto. “De estrago en estrago/vive llorando su ausen- cia", se dice del gaucho en el poema de Hernandez. La desara- cia original es el desorden y, co- mo. tal, es motivo de unidad del relato, y, a la vez, t6pico litera: io, ideolagico y afectivo. Eje de la vida del gaucho en Ia objetivi- dad social, elemento fundante en la biogratia de Herndndez, motor narrative en Martin Fierro: Triste suena mi guitarra °¥ el asunto lo requiere— Ninguno alegrias espere Siné sentidos lamentos, ‘De aquel que en duros tormentos Nace, crece, vive y muere. Una vez en marcha, en el can: to III de la /da, la “maquina de dafios” no se detiene: tejido en esa maquina (“es un telar de des: dichas/cada gaucho que usté ve’) el destino de Fierro, Cruz, los hi jos. Picardia, el Moreno, se mue- ve con el impulso del desorden y la afliccién, Desorden y afliccién también son motores —en lo ob: jetivo y en la subjetividad— de la vida del pobre del campo. La Precision con que los temas ideolégicos se ensamblan en la re PresentaciOn literaria, se explica Porque el mismo ‘mal’ hirié a la sociedad y a uno de sus miem: bros: segundén de la elite gober- nante, el amenudo derrotado Jo. sé Hernandez. “Mucho tiene que contar/El que tuvo que sufrir”, se lee al co. mienzo de la Vuelta: un enuncia- do casi trivial de la sabiduria po: pular contiene, repetido diverse mente en todo el poema, la ver dad que hizo del periodista de EI Rio de la Plata autor de Mar: tin Fierro. La forma impersonal del enunciado retne a Fierro, al Rarrador y al que escribid el poe. ma: équién tuvo que sufrir? En la respuesta, la clave del texto re mite a ese motor original que de fa vida de Hernéndez transita a la biografia gaucha, articuléndo se en la mediacin de una herida (el caos, el desorden) que tam bién afecta a la sociedad argent na, En su discurso sobre la fede ralizacién de la ciudad de Buenos Aires*, Hernéndez dijo: “Si pu- diera haber un rincén de la Re- pablica, un perimetro donde no existieran partidos, alli seria la * Cimara de diputados dela Provincia de Buenos Aires. Sesiones del 19, 22 23 de noviembre de 1880, En’ Pagés Larrava, op. residencia obligada de todos los hombres honrados, de todos los que quieren con sinceridad el bie nestar de la patria. iOjala no hu: biera partidos! iQjald no estuvie- fa nunca divida la sociedad! En- tonces, no veriamos nuestro sue lo mancharse con la sangre de sus hijos”. Declaracién de quien, du rante més de veinte afios, habia deambulado, con suerte despare ja, en general adversa, por la po litica nacional. La misma tension puede leerse en la Vuelta: He visto rodar la bola Y no se quiere parar, Al fin de tanto rodar Me he decidido a ven A ver si puedo vivir Y me dejan trabajar. Toda la historia de Fierro es la contradiccién de esa esperanza: Por esa contradiccién tanto el re- lato como la denuncia fueron po- sibles y, también, necesarios. 9 Carlos Altamirano La fundacion de la literatura argentina Cuando, en 1913, Ricardo Rojas se hacia cargo de Ia cétedra de literatura argentina afirmo que, al inaugurarla se veria obligado, no solo adictar sus lecciones, sino a crear la materia. La “crisis moral", padecida sobre un fondo donde se enlazan progreso material e inmigraci6n, ‘enmarca la fundaci6n de una literatura de los argentinos. En 1913 y a través de varios nimeros, la revista Nosotros pu- blicd las respuestas al cuestiona- rio que habia hecho circular en: tre “un distinguido nicleo de hombre de letras” acerca del sig- nificado del Martin Fierro. ¢Po- seemos —decia la encuesta elabo- rada por la revista— un poema nacional en cuya estrofa resuena Ja voz de la raza? El acercamien- to establecido por los criticos en- we los varios poemas gauchescos, recogidos oficiaimente en los programas de literatura de los es- tudios secundarios, importa ace: 0 uN enorme error de aprecia: cién sobre el diverso valor estéti- co de aquellos poemas? que plantes ob- Jecioner cientifices bien fundadas. En: 18 Ramos Mejia, 3M.” Le locure en le historia, 4. LJ. Roio, Buenas Ares, 1993. 2 Gierto “nacionalisma” de elite en uentra 30 origen en xa raiz xendfobs y por momentos racists. * Soler, Ricaurte: EI pasitivsmo argen- tne, Busnes Altos, Paidés, 1968: p. 153 5 Figueroa, Gregorio: Consideraciones médicotegsles sobre la locura (1879). te sis, p78. (6.0.89. Weop.17. © Er tre albedeio © libertad moral et poder en vietud dsl cual el hombre eli & entre el bien y ef mal, decide y quiere lo fue ha elesido, desputs de una ceiberacion uminada por el sentimiento de! deber mo- sal", id. . 18. * Femindez. Julién: “Deliro de tas per- secuciones y tentativa de asesinato”, Anales del Cirovlo Médico, ¢ |, 272.974 © Veose now 6. 1 Sontilén, Pablo: “Informe médico- legal en Ia conta seqvics al narricida José Vivaso", Anales del Cireulo Médico, t, 89. 165-6 3 ig. p. 188 y 167: "En la conciencia de tade hombre existe el principio det Bien el principio del mal”. Las bastarcllas son al autor. "8 ta.p 71. 172¥ 173. 8.9413 vars. 5 a.p.at7y 148, 16 ntoténder, L: “Refutacién clinico pricoldgice del informe médieo legal expe ‘ide por e consejo de Higiene Publica 20- bbe el estado mental del porricida Joxd ivado" (Folleo), 6-3. 714..0.8. Noemi Ulla Ciudades Noemf Ulla aparece ligada al primer ensayo que se publicé en nuestro pais dedicado especialmente a las letras de tango (Tango, rebelién y nostalgia, 1967), cuando su novela Los que esperan el alba habia recibido en 1965 el primer premio en el concurso ‘organizado por la ireccion de Cultura de la Provi de Santa Fe. En los Ultimos arios, diversos diarios y revistas de la capital y de Montevideo han publicado sus cuentos, cuya escritura elaborada sobre un arduo montaje donde el lugar comiin se desplaza y cede su espacio al entramado de otro lugar que juega con aquél, reformula obstinadamente las convenciones de la poética. La viajera perdida es uno de sus libros de cuentos inéditos. ‘ Colabora en los diarios La Opinién y Conviccion Cada tanto, yo extrajio a las mujeres. Los vesti- dos que nos probabamos en las tardes, antes del bafio, para elegir cudl nos pondriamos. Nos cam- bidbamos constantemente: el cuerpo de una era el de la otra. Una més delgade, otra més alta, pero las formas redondeaban igual las telas y podiamos asi de que nuestro guardarropa era infinito. Sobre la cémoda deposi amos la bijouteria y cada color de vestido tenia sus collares 0 pulseras que le iban bien, Un espejo muy grande servia para la altima palabra y si ésta no convencia, pesaba la opinién de alguna de noso: tras. Querer estar hermose, se sabe, es escuchar también la palabra més gentil. Algunas veces salia ‘mos juntas, y esperdbamos que él aceptara nuestro arregio; de lo contrario, habia que cambiarse total- mente. Paco a poco ibamos tomando la mano a sus gustos y cuando alguien se equivocaba demasiado, era porque queria contrariarlo. El cabello recogido era de su agrado y las manos, si se las cargaba de anillos, debian ir sin pintura en las ufias y al revés: uias pintadas de rojo, manos desnudas. Una de no- sotras siempre flevaba un peine y un cepillo en el bolso de mano, podia suceder cualquier eventuali- dad con el gusto de é! y habia que complacerlo de inmediato para gozar del peseo y no convertirlo en una tormenta ingrata. Al regresar bajébamos del gran auto y nos pardbamos junto 2 los ligustrines ” a esperar que éI nos ordenara Ia entrada, En eso, to- das éramos muy respetuosas y su silencio nos pare- cia el mejor de los homenajes: 61 miraba cémo nos

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