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TIEMPOS Y LUGARES ANTOLOGIA DE ESTUDIOS SOBRE POBLAMIENTO, PUEBLOS, GANADERIA Y GEOGRAFIA EN MEXICO, Bernardo Garcia Martinez EL COLEGIO DE MEXICO INDICE Prdlogo PoBLAMIENTO I. Ideas y leyes sobre poblamiento en el México colonial: la accién del gobierno IL. Fronteras prehispdnicas y ocupacién de la tierra: un elemento bésico para el andlisis de la historia ambiental de México a partir de la época colonial TI. E] Monte de Mixtlan: una reflexién sobre el contrapunto entre poblamiento y naturaleza en el México colonial TV. Los poblados de hacienda: personajes olvidados en la historia del México rural PUEBLOS V. La naturaleza politica y corporativa de los pueblos de indios VI. Jurisdiccién y propiedad: una distincién fundamental en la historia de los pueblos de indios del México colonial VII. La ordenanza del marqués de Falces del 26 de mayo de 1567: una pequefia gran confusién documental e historiografica VIII. “Pueblos de indios”, “pueblos de castas”: asentamientos nuevos y organizacién corporativa tradicional en la Nueva Esparia del siglo xvi 15 Al 59 85 133 15] 171 203 8 INDICE Ganaperta IX, Los primeros pasos del ganado en México X. Los caminos del ganado y las cercas de fas haciendas: un caso para el estudio del desarrollo de Ja propiedad rural en México XI. Rios desbordados y pastizales secos: un recorrido de contrastes por los caminos ganaderos del siglo xvit navohispano Gerocraria XI. En busca de la geografia histérica XIH. El espacio del (des)encuentro XIV. Cien afos de carreteras en México (1891-1991) 225 257 277 327 365 403 Y. LA NATURALEZA POLITICA Y CORPORATIVA DE LOS PUEBLOS DE INDIOS* El pueblo de indios aparece por doquier en los testimonios histéricos coloniales, 0 por lo menos donde habia pueblos y habfa indios. Es decir, casi en todas partes. Pueblo de indios parece una expresién didfana. Qué otra cosa puede ser sino un pucblo-con-indios, forma antigua de lo que modernamente se ha denominado comunidad indigena, Hoy se cultiva una imagen colectiva en la que esa comunidad es un ente rico en pers- pectivas culturales, poseedor de la pervivencia mds 0 menos heroica de virtudes de tiempos idos, leno de continuidades. Sin embargo, las dos piezas clave de esa definici6n —pueblo e in- dios— descansan en dos de los conceptos mds vagos e imprecisos del idioma espafiol. Pueblo no es palabra univoca. Sus acepciones y sind- nimos abarcan un vasto abanico de realidades que va desde aldea hasta nacidn. Sus equivalencias en otros idiomas (por ejemplo people, rown, Folk, Ortschaft, Dorf, village, xwpio, etcetera) conducen a conceptos de diversas familias y significados. El castellano pueblo es como una gran licuadora que mezcla a todos. Jndio es un concepto generalizador que en su origen cuvo un significado muy claro (independientemente de lo erréneo de su etimologia), pero el tiempo y la mezcla demogrdfica y cultural lo han hecho por demds eléstico. Se le ha manejado como sus- tantive y como adjetivo. Se le ha llenado de contenido racial, cultural, lingiiistico o ideoldgico segtin tiempo y circunstancias. Hay diez, quince o més definiciones de indio y en cada una de ellas entra un universo humano diferente y con antecedentes diferentes. Las dificultades no son cosa de hoy. Ya desde tiempos coloniales hubo cambios e inconsistencias en el uso y significado de esos términos. * Este articulo fue presentado como discurso de ingreso a la Academia Mexicana de a Historia el 8 de junio de 1999 y publicaco originalmente en Memtorias de la Academia Mexicana de la Historia, x11 (1999), 213-236. Se reproduec sin cambios. 133 134 PUEBLOS Hay que leer entre lineas y ejercer buen juicio para entender correcta- mente lo que se quiso expresar cada vez que aparecen en un documento colonial cualquiera. Y, por lo tanto, definir al pueblo de indios no ha de ser tan simple como pudo parecer a primera vista, Afortunadamente contamos con la investigacién histérica, forma muy respetable de res- catar verdades olvidadas y contextos ignorados. Nos mostrara que en el pueblo de indios habia mds complejidad de la que puede sacarse dela lectura superficial de su nombre. Por ejemplo, una organizacidn politica y corporativa. Tal es la razén del titulo de este discurso. Tal vez la investigacién histérica debe mucho brillo a fos grandes descubrimientos documentales, pero en este caso fue trabajo de hormi- ga el que llevé a rescatat la realidad de los pueblos de indios. Cuando los historiadores del presente siglo volvieron los ojos sobre temas que no habfan sido estudiados, y el de los pueblos de indios era uno de ellos, se encontraron desorientados. Conceptos antropoldgicos y definiciones juridicas dieton pie a fa socorrida figura de la “comunidad indigena”, que muchos historiadores simplemente exportaron al pasado colonial (y Jo siguen haciendo), y no fuc rato que identificaran toda referencia aun “pueblo” con la imagen de una “comunidad” de dimensiones reducidas, una localidad rural cualquiera. Tal equivalencia no fue cuestionada porque los estudios se referian a los pueblos sin preocuparse por ninguno en particular. Recogian sus nombres 0 topénimos, si, pero sélo para ilustrar con casos concretos los preceptos legales o la evolucién del tributo. Eran estudios sobre los indios, sobre la sociedad indigena, o sobre lo que se entendia bajo ese titulo, pero no sobre los pueblos. Investigaciones de tinte mas particular buscaban dilucidar asuntos relativos a las unidades de produccién o los calpulli, percibidos como via de andlisis para penetra a fondo en el pa- sado de fas “comunidades”. Que tras las “comunidades” habia mds fondo que el imaginado se puso de manifiesto conforme se empezé a estudiar a pueblos, localida- des, 0 agrupaciones sociales o politicas en si mismos o por s{ mismos. Obvio: no bastaba con conocer el bosque; habfa que familiarizarse con los arboles. Ese paso era necesario para rescarar la historicidad, indivi- dualidad y personalidad de los pueblos. Pronto se vio que no fueron lo mismo unos que otros. Hubo niveles jerarquicos que los distinguie- ron entre sf. Unos resultaban proximos, casi equivalentes, a los seforios LA NATURALEZA POLITICA ¥ CORPORATIVA DE LOS PUEBLOS DE INDIOS 135 prehispdnicos que figuraban en las historias de la conquista, y otros en cambio estaban lejos de ese pasado. La equivalencia entre sefiorios y ciertos pueblos sefialaba continuidades importantes, pero se le tomé con desconfianza porque parecié estar fuera de lugar o de proporcion, y en todo caso parecia aceptable hablar de sefiorios antes de la conquista pero no después de ella, habida cuenta de que ésta, paradigma de la destruccién, implicaba una gran ruptura con el pasado. Charles Gibson fue quien penetré en la complejidad de los pueblos per seal estudiar a los del Valle de México. El resultado fue su obra monu- mental de 1964. Concentrado en el siglo xvt, Gibson rescatd la historia individual de cada una de las localidades del valic por separado. Empezd por analizar una larga lista de top6nimos para luego buscar la estructura que le daba orden y sentido. Tuvo el acierto de recurrit a la temprana determinacién de las encomicndas para reducir muchas localidades a un nimero menor de unidades mayores. Naturalmente, no se trataba de sumar las chicas para formar las grandes. La distincién no era cuantita- tiva sino cualitativa; era como poner a cada personaje en su lugar. Las unidades mayores eran organizaciones complejas que se sustentaban en una linea de continuidad que arrancaba en los sefiorfos prehispanicos (pero no en las estructuras tribales), continuaba por las encomiendas, y subsistia a través de la evolucién de cacicazgos, corregimientos, tasa- ciones de triburos, repartimientos de trabajo, congregaciones y otros desarrollos, Esas unidades mayores eran, por lo tanto, organizaciones de origen antiguo, y se reprodujeron en fa época colonial como estructuras politico-territoriales presididas por una cabecera y completadas por una setie de sujetos. Eso explicaba Ja jerarquia de las localidades. Hasta este punco las conclusiones de Gibson no arrojaban un conacimiento que en si fuera totalmente nuevo, pero nadie habfa puesto empefio en sistema- tizarlo y menos en derivar de ello una propuesta conceptual. Gibson hizo otro aporte valioso (todavia no bien comprendido) al distinguir a las estructuras tribales de las sefioriales. Al demostrar que las segundas dominaban sobre las primeras, absorbiéndolas y combi- ndndolas, abrid la puerta a una revisi6n de no pocos supuestos de la historia de los siglos xv y xvt. Ademas, hallé que los sefiorfos podian ser multitribales —y en efecto muchos lo eran. Estos hechos reflejaban un desarrollo histérico comprensible dentro del proceso de consolidacién de estructuras politicas que se vivid en el pasclasico, pero sobre todo un 136 PUEBLOS escenario politico de diversidad étnica y social cuyo significado se vera con plenitud mas adelante. Gibson, sin embargo, no hallé un término especifico para definir a las referidas unidades mayores 0 estructuras politico-territoriales que encontré tras las localidades individuales. Para suplir esa falta opté por una definicién orgdnica, la de “complejo cabecera-sujeto”, expresando sus caracteristicas de manera un tanto oblicua. Por ejemplo, al definir la encomienda dijo que era una “donacién de indios, especialmente como tributarios, 0 el dea de los indios donades”. La frase implicaba la natu- raleza territorial del complejo referido, pero no la hacfa explicita, y algo parecido ocurrié con Ia asociacién entre cabecera y tahtvani o sefior, Rara vez Gibson se equivocaba en sus apreciaciones porque tras ellas estaba no sdlo su inteligencia sino una prudencia extrema, pero esta ultima virtud hizo que a veces se quedara corto. Como no ahondé en el andlisis de las relaciones politicas tejidas en el complejo de cabecera y sujeto, dejé de él un retrato relativamente simple, atado a la figura todavia predominante de la “comunidad”. El glosario de su obra era transparente, porque definia al pueblo como “town”, sin precisar a cual de las acepciones de esta palabra inglesa se referia (siendo que hubiera sido adecuado aclarar, por ejemplo, que se trataba de algo més préximo aun “incorporated town”); y definia al thahtoani como “Indian ruler of a community” —y especificamente de una cabecera. En los afios siguientes hubo més estudios sobre temas afines —flo- recia la corriente etnohistérica— pero pocos meditaron la propuesta de Gibson, mdxime que rara vez se interesaron por la individualidad de los pueblos o por ellos en si mismos, sino por aspectos que les afecta- ban en conjunto, como el repartimiento o la tenencia de la tierra. Los noyedosos estudios sobre el siglo xvii, que tomaron mucho vuelo por entonces, se inscribieron en una tradicién historiografica diferente para Ja que el siglo de la conquista era poco menos que prehistoria, Cuando Jos dieciochistas se encontraban con pueblos los trataban especificamen- te como localidades o “comunidades indigenas”, daban por hecho que su pasado se remontaba a tiempos inmemoriales, y no consideraban fa posible existencia o preexistencia de unidades mayores. Por esos afios nadie se ocupaba del xvit. En 1971 meti mi cuchara. Mi interés era estudiar no un drea central como el Valle de México sino una zona marginal, la que hoy se Hama LA NATURALEZA POLITICA Y CORPORATIVA DE LOS PUEBLOS DE INDIOS 137 Sierra Norte de Puebla, Queria cubrir por lo menos dos aspectos: pri- mero, preservar la individualidad de los pueblos tratando de reconstruir su pasado, el de todos y cada uno; segundo, cubrir hasta mds acd del siglo xvi. Esto me llevé hasta 1700, fecha muy redonda pero que re- Alejaba bien el fin de una etapa. El manejo de herramientas geograficas fue esencial para percibir la evolucién de los sistemas espaciales, cuyo andlisis arrojaba informacién no menos valiosa y precisa que la docu- mental. En efecto, con la geografia histérica se puede hacer una especie de arqueologia con el espacio, y eso es importante en un Ambito como el de la Sierra, donde la documentacién histérica es escasa. Obviamente, Ja geografia exige prestar atencién a las peculiaridades de cada lugar. Y, si, encontré en la Sierra un sistema de cabeceras y sujetos como el del valle de México, as{ como una linea de continuidad, reflejada en los topénimos, que tocaba sefiorios, cacicazgos, encomiendas, corregimien- tos, tasaciones, repartimientos, congregaciones, doctrinas y parroquias. También se dejé ver con claridad el cardcter pluriétnico de la mayoria de las unidades mayores u organizaciones politico-territoriales que el andlisis permitié delinear. Se trataba de conjuntos que incorporaban, por ejemplo, gente de lengua nahua y totonaca, o de ascendencia nahua y otomi, todos bajo un mismo gobierno y en un espacio comtin. Hasta aqui todo se movia en terreno mas o menos conacido, pero la designa- cién del complejo “cabecera-sujeto” resultaba demasiado artificial: era s6lo una definicidn funcional generada por y para especialistas, un mero recurso de explicacién cientffica. Més llamativo todavia, la evidencia de la Sierra iluminaba también la de otras regiones y mostraba que ese complejo habia tenido una exis- vencia real y casi universal en Mesoamérica. Habja sido una sofisticada construccién politica que, multiplicada en centenares de ejemplares, jugé un papel central a partir de fa diltima etapa del perfodo prehispani- co y durante la época colonial. Incluso habia tenido personalidad juridi- ca, Seria posible, entonces, que no hubiera habido un nombre especifico para designar a esa sofisticada construccién politica de la que tantos ejemplares habia? Ese nombre no podia ser el de comunidad porque no hacia justicia ni a su complejidad politica ni a su diversidad social, Tal término le quedaba chico. Ademds, en la época colonial comunidad habfa tenido otro significado diferente, como fo habfa hecho notar en aquel momento Andrés Lira. 138 PUBBLOS El nombre que se nos escapaba habia estado presente frente a nucs- tros ojos desde siempre, pero entre sus muchos significados se ocultaba el que nos era esencial, Ese nombre era el de pueblo. Rastreando la pa labra pueblo encontré que, salvo por la acepcién derivada directamente de populus, como teferida por ejemplo a lo popular, eta una voz poco comun en el espafiol anterior a la conquista (en el que més bien se hablaba de aldcas, pueblas 0 lugares). Luego, ef estudio del siglo xvir mostré las evoluciones posteriores de Ja palabra, que la enlazaban con acepciones més modernas y familiares para nosotros. Pero entre tanto el término estaba alli, en los comienzos del petiodo novohispano, como el que se habia elegido de manera casi exclusiva para definir esa comple- ja organizacin politica y territorial que la investigacién histérica estaba sacando a la luz. No habia necesidad de recurtir a la definicién organica de “cabecera-sujeto” si la palabra pueblo, o la expresién més formal y legal de pueblo de indios, estaba alli y se habia creado para ese fin. La historiografia no habla advertido eso porque los investigadores tomaban la palabra pueblo como localidad, poblado o comunidad (en el sentido estrecho del término), sin cuestionarse algo que parecia tan obvio, o la traducian al inglés, ya lo vimos, como town. Primera secuela del estudio de la Sierra fue la conclusién de que el concepto original de pueblo estaba mas proximo al concepto de seriorio de fo que se habia pensado, al grado de que llegaban a ser sinénimos, y mds todavia si se ponfa énfasis en los aspectos politicos y territoriales de la realidad que definian. Linajes y cacicazgos, principales y terraz- gueros, sistemas tributarios, estructura de barrios, todo ello y més, conflufan en reforzar Ja imagen del cardcter sefiorial y pluriétnico de los pueblos asi como en mostrar sorprendentes continuidades entre la organizacién prehispanica y la colonial. Podfa verse la conquista bajo nuevos ojos, con lo que se adelantaba en la explicacién de cémo fue que se dio cabida a ese sistema de dominacidn indirecta en que'se fun- dé, en sus inicios, el regimen colonial. La dominacién indirecta —~y la encomienda fue su punta de lanza— era viable en la medida en que los pueblos poseyeran los atributos de cuerpos politicos en plenitud, incluido en ello elementos de soberania y jurisdiccién. Alli estuvo el quid de la conquista, cuyo terrible impacto se debié a que fue obra de politicos (de ambos bandos, y vencedores siempre) y no de simples soldados. £1 gobierno colonial arrebaté después a los pueblos parte de POLITICA Y CORPORATIVA DE LOS PUEBLOS DE INDIOS 139 sus atributos jurisdiccionales, como lo expuse en un estudio publicado en 1992. Segunda secuela del estudio de la Sierra, o mds bien otra cara del mismo andlisis, fue el razonamiento de que si hubo un concepto espa- fol para definir al pueblo o sefiorio debid haber habido otro u otros similares en Mesoamérica. Y naturalmente que los hubo. La palabra nahua alrepetl se conocia como equivalente a la espafiola pueblo, pero no habiendo sido esta ultima bien entendida tampoco lo habia sido aquélla, que, por otra parte, también habja recogido diversos signi- ficados desde el siglo xvt hasta el presente de modo tal que se cred una confusién parecida a la del espafiol. Gibson incluyé el término altepetl en su glosario casi como curiosidad, dandole con una sola palabra la traduccién mds pobre que podia recibir: town, sin mayores aclaraciones, Pero no era sélo la palabra la que realmente tenia que salir a la luz, sino su significado original, el concepto tras de ella. Tistes preceden- tes habia en la historiografia mexicana para conceptos tan importan- tes como pueblo y altepetl. Uno y otro mal entendidos, y la voz nahua practicamente desconocida, o por lo menos desaprovechada, lo cual es de lamar la atencién si se piensa en la gran preocupacién que habfan puesto diversos especialistas en rescatar conceptos como los de tlahtoani, requitl, calpulli (éste circulaba hasta en los textos escolates), y otros al- rededor de los cuales se tejian no pocas de las interpretaciones entonces en boga sobre la organizacién social indigena. ;Cémo es que todavia en 1980 prdcticamente nadie se habla percatado de que todos esos concep- tos tenian al altepetl como referente de base? Otros idiomas mesoamericanos tenian voces equivalentes que han debido ser rescatadas o estén en espera de que se haga. En este punto se harian. necesarias diversas consideractones sobre fas raices etimoldgicas de estas palabras, su simbolismo y sus derivaciones conceptuales, pero no me voy a detener en ello. El término alteperl (arl-repetl, literalmente agua-cerro) tiene connotaciones que los fildlogos pueden explicar. Los términos de otros idiomas pueden ser relativamente simples, como en el totonaco, cuya voz chuchutsipi es un equivalente exacto de la voz nahua, como traducido de clla (y pudiera ser colonial); pero otros remiten a asociaciones de significados 0 a contextos etimoldgicos diferentes que no han sido explorados del todo, a excepcidn del mixteco Au, que Ke- 140 PUEBLOS vin Terraciano ha enlazado con otro concepto asociado, el de yuhuitayu, cuyo significado nos remite a las alianzas politico-matrimoniales de los sefiorfos mixtecos y es evocador, por tanto, de la idea de unién o fede- racién. El término maya databil, examinado més superficialmente, no parece muy lejano de la voz mixteca en cuanto a la implicacién de su significado, y lo mismo el tarasco iveta, aunque en éste como en otros idiomas aun es necesario indagar mucho, precisar o corregir. No se pue- de prejuzgar que el concepto existiera en todos los idiomas mesoame- ricanos, pero s{ cabe pensar que su presencia o ausencia, o sus variadas etimologias, respondieran a situaciones particulares y hasta ahora desco- nocidas de la historia prehispanica. En todo caso, pueblo resulté ser una traduccién comin a todos, especialmente después de que la otra traduccién que se haba intentado, seflorlo —una excelente traduccién— se abandon6 por ser politicamen- te incorrecta en el contexto novohispano del siglo de la conquista. Por qué se securrié precisamente a pueblo cs algo que no se sabré a ciencia cierta en tanto no se termine de rastrear el uso de la voz en todo tipo de escritos del temprano siglo xvi (trabajo que inicié y no he concluido). Pero pienso que la eleccién hecha, seguramente discutida en algtin mo- mento durante el periodo de la conquista, es bastante consistente con la acepcin de la palabra como directamente derivada de populus, que es diferente a la acepcién posverbal, derivada de poblar, que lleva a puebla ya pueblo como poblado. Seforio y pueblo entrarian asi en un complejo conceptual congruente. Por otro lado, otra opcién bastante afin hubiera sido zacidn, y es precisamente la que se usé para referirse a los pueblos (populus) 0 tribus del Norte. Con nacién y pueblo se forman asi concep- tos que en cierta forma son paralelos. Creo que un estudio filolégico aclararfa estos puntos bastante bien. E] uso de] término pueblo sin distinciones regionales sobre toda Me- soamérica implicé una generalizacién, pero debe considerarse que tam- bién se hizo, o se impuso, una generalizacién al uniformar criterios de organizacién o reorganizacién en todas las regiones novohispanas. Por cso, salvo excepciones entre las cuales pueden citarse las construcciones politicas muy particulares de Tlaxcala o Michoacan, el término pueblo resulté congruente con la organizacién relativamente homogeneizada a Ja que los seftorios mesoamericanos se ajustaron, o tuvieron que ajustar- se, una vez incorporados al sistema colonial espafiol. LA NATURALEZA POLITICA Y CORPORATIVA DE LOS PUEBLOS DE INDIOS 14 El caso es que habia sido un error definir el altepet] o pueblo de indios, o simplemente el pueblo (en esta acepcién), como town, como poblado o localidad. Craso error, llevado por afios; fruto de lectura floja, interpretacién equivocada, contexto mal entendido. La verdad es que pueblo es el nombre que se habia dado a un seforio, una organizacién con amplia expresién territorial que se desempefiaba en el terreno po- Litico y corporativo. El dahtoani no era gobernante de la cabecera, sino del pueblo; no era un lider focal sino un verdadero sefior jurisdiccional. Los sujetos dependian de la cabecera, pero por encima de eso, cabecera y sujetos eran integrantes del pueblo, de lo que se dibujaba claramente como un pequefio estado. Volviendo a la Sierra, y discurtiendo hacia el siglo xvu, el segui- miento de cada pueblo en particular permitié distinguir etapas, matices, variedades regionales y otros aspectos individuales 0 compartidos. Llev6 ala confirmacién de que los pueblos entraron en la época colonial como cuerpos politicos en plenitud, relativamente extensos, multilocales, con atributos de legitimidad, gobierno y jurisdiccién. Luego se produjeron los fendmenos de desintegracién de los linajes sefioriales de raiz pre- hispdnica y los procesos de reorganizacién espacial culminados por las congregaciones. A continuacién dio inicio lo que a Ja larga resulté ser determinante en la evolucién ulterior de los pueblos: el proceso impre- sionante de su fragmentacién, alimentado por la secesién casi mecanica de barrios y sujetos iniciada en la segunda mitad del siglo xv. No voy a seferir su historia, pero sf a sefialar que los pueblos habrfan de crecer en cantidad a costa de simplificarse, de banalizarse. Yo analicé el fendémeno en la Sierra paso a paso, pero una sola ojeada a los datos de cualquiera otra regién mostraba que la experiencia habla sido compartida por to- dos y cada uno de los pueblos novohispanos, o casi. Muchos estudios regionales aportaban al respecto informacién suelta, aparentemente sin mayor significado, que ya serfa posible interpretar correctamente. Encuadrado en las coordenadas del poder y el espacio, la fragmen- racién fue un fenédmeno eminentemente politico. Lo expuse ligado a intereses locales, mecanismos de mercado, el culto de los santos y el deterioro del modelo de pluralidad étnica. Después de 1700 el proceso continué a toda velocidad hasta producir el resultado extravagante de jos mds o menos 4300 pueblos existentes en Nueva Espafia a fines del perfodo colonial. Resultado extravagante, desde luego, si se piensa en 142 PUBBLOS esos pueblos no como simples Jocalidades (no serfa extrafio que hubiera tantas en un pafs de las dimensiones de México), sino como herederos 0 derivados de cuerpos politicos tan complejos como los altepet! origina- les, y en muchos sentidos como microcosmos de ellos. Cuando publiqué los resultados de mi estudio en mi libro Los pue- blos de la Sierra, en 1987, teservé el término pueblo, en el sentido ex- puesto, para hablar de los cuerpos politicos coloniales derivados de los sefiorfos prehispinicos. Era de la mayor importancia evitat otras acep- ciones a menos que fuera de manera explicita o circunstancial. Por nin- gun motivo habia que dejarse llevar por la imagen de que un pueblo era lo mismo que un poblado, localidad, o lo que Aay ex dia lamamos un pueblo, La tarea no fue particularmente dificil, pero sf requirié de cuidado y reflexién. ;Por qué? Porque de forma mds 0 menos paralela también corrid esa otra acepcién mds limitada del vocablo, y a partir del siglo xvi se fue haciendo comin, y més atin en el xvii, cuando los propios puchlos se volvian, ellos mismos, cada vez més limitados en todos los sentidos: politica, econémica, cultural, socialmente. Se hizo muy relativo cl identificar en ellos a verdaderos cuerpos politicos. Las sucesivas fragmentaciones habian convertido a muchos en entidades unilocales de {nfima sustancia y carentes de la admirable pluralidad de sus predecesores. No se podia culpar a nadie de ver en ellos a simples towns. Pero una vez descubierta su historia, rica en documentacién y en ejemplos, el problema conceptual se reducfa a seguir el uso colonial de la palabra pueblo, viendo como habia evolucionado, entreverindose unas acepciones con otras de manera a veces consciente y a veces inconsciente para confusién nuestra ~—y aun de la gente de entonces. No en balde, como dije, el de pueblo es uno de los conceptos mds vagos € imprecisos del idioma, Por fortuna el contexto guiaba siempre, invariablemente, hacia la interpretacién correcta. De gran ayuda era la existencia de la de- signacién oficial de pueblo de indios, cuyo uso por lo regular fue un poco més consistente, pero sobre todo otra designacién que el tiempo hizo comtin y necesaria, la de pueblo de por si, cuyo significado como “puc- blo propiamente dicho” es obvio y debiéramos tencr siempre presente. Quienquiera que haya ideado esta designacién, a principios del siglo xvu, tuvo una conciencia clara del problema que habia detras. Notemos, enue paréntesis, que Gibson definié el pueblo de por si, inexactamente, como cabecera. LA NATURALEZA POLITICA ¥ CORPORATIVA DE LOS PUEBLOS DEINDIOS 143 Pero hubiera sido espantoso titular a mi libro “Los pueblos de por si de la Sierra”. Tal vez debi haber puesto un titulo mds representati- yo de mis argumentos. Desde luego me hubiera resultado conveniente servirme con amplitud del término nahua, lanzindolo desde el titulo y ptesentando no a fos pueblos sino a los altepetl de la Sierra (0 altepe- me, un plural menos clasico que es el que usé entonces). Pero privilegié pueblo sobre alteperl porque, entre otras razones, no quise imponer una perspectiva nahua sobre regiones no exclusivamente nahuas. En trabajos posteriores, sin embargo, he recurrido con més frecuencia a alseperl que a pueblo, aun a propésito de dreas no nahuas: no puedo negar que el imperialismo nahua sigue teniendo sus efectos, y después de todo me interesa exponer el concepto mds que el vocablo que lo expresa. Cabe notar que en inglés u otros idiomas se puede dejar a nuestro pueblo, el pueblo de indios, como pueblo, y traducit a cualquier otro “puc- blo” como town, village, o lo que corresponda. Asi el concepto queda distinguido nitidamente. Pero en espafiol es mds dificil evitar la confu- sion, o al menos lo ha sido por mucho tiempo. Es un poco de reflexién todo lo que se necesita para salir de ella, aunque también se requicre vencer la natural resistencia que se deriva de un uso tan largamente artaigado asi en el lenguaje popular como en el cientifico. La ulterior difusién del concepto de pueblo o altepetl como referi- do a una organizacién politica y corporativa tiene su historia. Un foro bueno y oportuno para discutir estos puntos se dio en un simposio del Congreso de Americanistas que se celebré en Amsterdam en 1988 a ini- ciativa de Arij Ouweneel. Yo encuentro muy significativo ese simposio, cuyo contenido se publicé casi enseguida, porque en él participamos yo y otros investigadores que también habjan reflexionado sobre los con- ceptos de altepetl y pueblo, de manera que fue entonces que el tema gand presencia en las discusiones académicas. Las otras ponencias de Amsterdam tenfan un origen diferente. Eran producto del seminario sobre documentos histéricos en lengua néhuath que dirigia James Lockhart en la Universidad de California. Lockhart también se habia percatado del lugar central que ocupaba ef altepetl y estaba volcando su interés sobre el vocablo en si y su contenido genérico. Dejé ver parte de sus puntos de vista cn 1986 en su edicién de las actas de cabildo de Tlaxcala, pero sus conclusiones no aparecieron sino hasta que publicé su gran libro sobre los nahuas en 1992, La metodologia de Beare 144 PUEBLOS LA NATURALEZA POLITICA Y CORPORATIVA DE. LOS PUEBLOS DEINDIOS 145 Lockhart se basaba en el andlisis de documentos nahuas de naturaleza colectivas. En este terreno Farriss iluminé mucho el camino de Lock- diversa, con mucho énfasis en perspectivas filolgicas y lingiiisticas. Et estudio de los pueblos en sf no era parte de su método, ni tampoco su finalidad. De cualquier modo, lo que es importante sefialar es que ef altepet! mds o menos genético que surgié de los documentes en néhuail de los valles de México y Puebla resulté ser lo mismo que el altepetl de cane y huese que habia surgido de los documentos en castellano de la hart, como el de todos nosotros. Hechas estas observaciones haré un comentario sobre los ayunta- mmientos constitucionales o municipalidades, pues estas organizaciones, politicas y corporativas en su esencia, cobraron forma desde principios del siglo x1x sobre el mismo terreno de los pueblos. Los estudios sobre esta época no han asimilado los planteamientos aqui expuestos sobre Jos pueblos, y permanecen, salvo alguna excepcidn, identificando a los pueblos coloniales con localidades 0 “comunidades indigenas”, y han dado a entender que las municipalidades despojaron a las “comunida- des” de lo poco que les quedaba, absorbiéndolas 0 colocdndolas en posi- Sietra y otras partes de Mesoamérica. Su método y fuentes permitieron a Lockhart un andlisis pormenori= zado del altepetl de los vailes de México y Puebla, sus simbolismos, sug componentes, su estructura y su posicién dentro del panorama social, Aqui podrfa incluirse una discusién sobre la identificacién de los cal- pulli con los sujetos coloniales. Me limitaré a resaltar que el andlisis del altepetl puso en evidencia su naturaleza corporativa, lo que implica a la vez una precision y un complemento respecto a lo ya dicho sobre su na- cién marginal. Hay que advertir que no es fécil hacer una reconstruccién = precisa de lo acurrido entre 1812 y 1824 porque, entre otras compli- caciones, hubo propuestas legislativas variadas y a menudo basadas en interpretaciones torcidas o rebuscadas de la realidad. La terminologia varié de provincia a provincia, y mds en los estados, que promulgaron leyes diferentes. El pensamiento ilustrado y los enfoques liberales, cada uno por su lado, contribuyeron a deshgurar el ambito de lo corporati- yo y a tacializar el de lo indio, asunto que no me es posible examinar turaleza politica, especialmente en fo que toca al perfodo colonial tardio, cuando los rasgos politicos, jurisdiccionales y de soberania de los pue= blos se diluyeron notablemente, pero no su organizacion corporativa: Al contrario, instituciones coma las cofradias y las escuelas de primeras letras contribuyeron a mantenerla viva. La referencia a to corporativo en esta ocasién. Ciertamente, conceptos como los de pueblo y altepett quedaron fuera de la terminologia politica o se trasladaron a un terreno de inferior jerarquia para designar a organizaciones unilocales y bastante cerradas, sometidas al contro! de wna cabecera de corte urbano y muy mestiza. En este sentido los ayuntamientos han sido vistos como instru- mentos de dominacién. implica, por otra parte, deslindarse de la imagen comunitaria que se detiva, con inexactitud, de los estudios antropolégicos modernos. En este punto no debo dejar de mencionar el aporte de otra linea de investigacién, la de Nancy Fartiss, que tiempo atras habia escrito su inteligente libro sobre los mayas yucatecos en la época colonial. Farriss publicé en 1984 y no tuvo a su alcance el concepto de pueblo, ni, para el caso, ef de altepet! ni su equivalente maya, y tampoco se preocupé por rastreat y organizar los pormenores de localidades en particular como lo habia hecho Gibson, ni trabajé materiales en lengua maya, pues su inte- rés no estaba en estas L{neas. (El estudio de los pueblos en Yucatan se ha- bria de emprender més tarde, en mi seminario de El Colegio de México, con el libro de Sergio Quezada como resultado final.) Pero Farriss, apli- cando finos métodos de andlisis antropoldégico, y con su extraordinaria capacidad para discernir el contenido social de los procesos histéricos, resalté el cardcter corporativo de la organizacién social y econdmica de los mayas yucatecos, que encontré encarnado en sistemas de autoridad y teciprocidad amarrados alrededor de funciones rituales y obligaciones Peto no es menos cierto que los ayuntamientos fueron fa légica res- puesta nacional a la extravagancia que presentaba fa existencia de 4300 unidades politicas, por desvirtuadas que estuviesen para entonces. Ade- mds, como ya vimos, los pueblos originales habian sido fragmentados y la mayorfa de esos 4300 era producto de las secesiones de los siglos xvi 0 xvii. Los que habian sido parte integrante de unidaces mayores, es decir, de antiguos altepetl o pueblos de indios, fuese como cabeceras 0 sujetos, volvieron a ocupar su lugar como integrantes de unidades mayores, es decir, de nuevos ayuntamientos constitucionales, como cabeceras muni- cipales o dependencias segiin el caso. Ciertamente, no siempre se traté de una reconstraccién fiel, pues era natural que en el proceso hubiera cam- bios y que las nuevas unidades o nuevas cabeceras no se correspondieran 146 PUEBLOS con las antiguas, pero en la mayor parte de los casos si sucedié asi. Una excepcién a la regla fire Oaxaca, donde casi cada pueblo surgido de esas fragmentaciones fue reconocido como municipio independiente. Estos asuntos no se podrin aclarar con exactitud sino hasta que se complete el estudio particular de todos y cada uno de esos 4300 pueblos; reconstruyéndolos en sus componentes antiguos, examinando cémo, cudndo y por qué la mayor parte de ellos surgié o se mantuyo como un cuerpo separado, y luego identificando uno por uno a los ayuntamientos constitucionales creados hacia 1824, Se trata de un ejercicio académico similar al que décadas atrds inicié Gibson a propésito del siglo xvi con las encomiendas como punto de inflexién. Tras esta propuesta se deja ver un elemento de continuidad que nos conduce ni mds ni menos que de los sefiorios prehispdnicos a las municipalidades, a través de las encomiendas y los altepedl, y en el que desde luego se echa de ver que no todos los pueblos fueron de igual jerarquia. En este terreno falta mucho por hacer, pero mi colega Dorothy Tanck nos acaba de brindar en su nuevo libro ef perfil global de los 4300 pueblos que llegaron al siglo x1x. Otra percepcidn generalizada en la historiograffa contempordnea es lade que la creacion de ayuntamientos, al anular a los pueblos, dejé alos asentamientos 0 comunidades indigenas —y aqui vuelve a aparecer el concepto— sujetas a cabeceras mestizas, como ya anticipé. Pero esto es. relativo, y cierto sélo desde un punto de vista, que es el de que los pue- blos de indios eran de por si “indigenas”, o exclusivamente indigenas. Fsto me lleva a la segunda parte de ese binomio, pueblo de indios, pero es un tema que he de dejar para otra ocasién. Debo concluir este discurso; y lo haré refiriendo sélo algunas conclusiones derivadas del estudio de casos particulares que no voy a detallar, Entre los pueblos de indios de finales det periodo colonial habia unos que estaban integrados por individuos que no eran descendientes de la poblacién prehispdnica. Pero la figura legal que mejor encarnaba a cualquier corporacién de gobierno que se formara en el contexto rural; si no es que la tinica existente, era la del pueblo de indios. La presencia de algo tan indefinible como las castas entre indios inequivocamente definidos hace necesaria una revisi6n conceptual, Es clara fa diferencia entre indios étnicos ¢ indios de pueblo, o mejor todavia —como se ex- presé muchas veces— “hijos del pueblo”, es decir, los integrantes de las corporaciones politico-territoriales llamadas pueblos de indios o pue- LA NATURALEZA POLITICA ¥ CORPORATIVA DE LOS PUEBLOS DEINDIOS 147 blos de por si, sea cual fuere el origen de esas personas, Parece estar fuera de duda que la abrumadora mayoria de los indios de pueblo eran indios étnicos, aunque estoy convencido de que un cuidadoso andlisis regional, cuando se haga, va a arrojar mds matices de los imaginados hasta ahora. Pero el meollo de la cuestién no radica en esto (ni en considerar los in- numerables matices que podrfan incluirse dentro del grupo de los indios étnicos), sino en distinguir las diferencias y darles su debida dimensién. En la época prehispdnica las diferencias sociales y culturales de ma- yor significacién se reflejaban en las distintas jerarqufas de la nobleza, Ja posicién que ocupaban los mayeque, o la calificacién que los nahuas daban a los otomées o los huastecos, por citar un par de ejemplos. A falta de un elemento discernible de raza, las fronteras que hoy Ilamariamos étnicas eran las que separaban a sociedades de diferentes grupos lingitis- ticos 0 marcaban las identidades tribales. Pero estas fronteras e identi- dades, y los miiltiples linderos sociales, no eran las que determinaban la integracién de los cuerpos politicos, como los altepetl. Gibson percibié eso tempranamente, cuando depuré a las identidades tribales de mu- chos de los elementos simbdlicos con que se adornaban en las historias antiguas para colocarlas en su correcta dimensién dentro de los comple- jos de cabecera-sujeto en el Valle de México. Investigaciones posteriores reforzaron esa apreciacion, y es significativa la evidencia que muestra la pluralidad implicita en fa incorporacién de gente de diversa identidad tribal o lingiiistica bajo el dominio de un determinado dlahtoani o sefior en un mismo altepetl o pucblo. Eso no quiere decir que toda esa gente disfrutara de igualdad de condiciones. Por lo regular, los grupos lin- © giilsticos o tribales minoritarios estaban en calidad de dominados 9 no tenian poder de decision. Un matiz adicional provino de los acomodos resultantes de la conquista espafiola, como se desprende del estudio de René Garcia Castro sobre los pueblos del Valle de Toluca, cuyo tejido social y politico se armaba, en cada uno, con hilos nahuas y matlatzin- cas. Pero siempre, a pesar de las diferencias existentes, quienesquiera que estuviesen ligados af pueblo eran parte del cuerpo politico: ni se les negaba ni se les expulsaba. Los mecanismos de rotacién para cubrir ~ cargos de gobierno daban pie a un sistema de representacién aceptable. Precisamente esa pluralidad contribuye a la caracterizacién de los se- fiorios o altepetl como verdaderos cuerpos politicos, capaces de formar un sistema funcional de gobierno sobre bases complejas y no sdlo sobre 148 PUEBLOS los fundamentos elementales de una sociedad primitiva y homogénea semejante al paradigma, creado después, de fa “comunidad indigena”. Los rasgos de pluralidad de los pueblos de indios se mantuvieron, vigentes durante todo el siglo xvi y aun mas acd. Bajo esta perspectiva, la presencia de mestizos en los pueblos, documentada desde épocas bastante tempranas, merece ser apreciada con un criterio amplio. No podian ser sino una pieza mds en el mosaico pluriétnico que ya se co- nocfa, y asf no es extrafio el que hayan ocupado posiciones de mando, Naturalmente que desde el punto de vista espafiol la perspectiva era di- ferente, pues los parametros para dividir el universo social en espafioles, indios y mestizos, ademés de los negros, respondfan a una visién mas generalizadora y simplificadora: nada podfa ser mas generalizador que el concepto de indio. Ciertamente, este concepto fue determinante en la conformacién del orden colonial y de modo especial en fa legislacion y la estructura fiscal, pero también es cierto que el contenido humano tras el concepto cambié con el tiempo. Las denuncias que aparecieron en los pueblos en el sentido de que los mestizos se aduefiaban del po- der en demérito de los indios deben leerse con cuidado, entresacando de ellas elementos de una perspectiva espafiola cada vez més fuerte, que era la que reclamaba un lugar distinco para los mestizos, ¢ incluso con siderando cémo se podfan mover con efectividad las piezas del juego polftico que daba sustento a los pueblos en la época colonial. Obsérvese una cosa: nunca ha sido particularmente dificil sefialar a los diferentes. Podemos hacer un resumen final de lo que debemos entender por pueblo de indios, alteperl o sus equivalentes. Si estos nombres figuraran como entradas en un diccionario su definicién correcta seria la de “es- tado, sefiorio o cuerpo politico nativo”, o “estado, sehorto o cuerpo politico surgido de la tradicion palitica mesoamericana’, y esta adjetivacién res- ponderfa al calificativo “de indios” en el sentido cortecto. La precision respecto a si estado, sefiorfo 0 cuerpo politico, o corporacién politica, dependeria, en cada caso, de la posicién de mayor o menor independen- cia, autonomia o posibilidad de gobierno interno que cada uno de ellos tuvo en diversos momentos de su historia, desde la época prehispanica hasta su disolucién a principios del siglo xx. No se estaria implicando que un pueblo estaba de por si atado a una identidad étnica determina- da, como en efecto nunca lo habia estado. Si en cambio pusiéramos en el citado diccionario una definicién que resultara en algo as{ como “esta- LA NATURAL POLITICA Y CORPORATIVA DE LOS PUEBLOS DEINDIOS 149 do, seforto 0 cuerpo politico integrado por indios” (en el sentido racial), 0 ‘“sehorio étnico”, estariamos violentando la realidad mediante la adopcién irreflexiva de un concepto equivoco. Lockhart tuvo un desliz al incluir el adjetivo en su definicién del altepertl, que es ésta: “Cualquier estado soberano; en México Central, generalmente, los estados étnicos locales que los espanoles llamaron pueblos”. La capacidad de los altepetl o pueblos de indios para dar sustento a otganizaciones corporativas construidas sobre bases de pluralidad social y cultural no debe ser tomada como una mera curiosidad de la historia de algunas localidades, Mucho menos debe verse la gradual descom- posicién de esa capacidad, que estuvo asociada a la desintegracién po- litica y espacial de los pueblos, como irrelevante 0 como un fendmeno de significacién local, ¥ tampoco seria correcto relegar al terreno de lo anecdético los casos en que ciertos pueblos reprodujeron, aunque fuese rardiamente y con diferentes componentes humanos, el modelo de plu- ralidad que alimenté a sus precedentes, No pretendamos dirimir, al menos por el momento, si los procesos de desintegracién o recomposicién fucron inducidos por fuerzas exter- nas a los pueblos o si surgieron de su propia dindmica. Ni los pueblos estaban en un vacio 0 ajenos al resto del mundo, ni eran colectividades catentes de voluntad ni de conflicto, de manera que lo interno y lo externo se mezclaban con lo positive y lo negativo en un entramado multidireccional de causas y efectos. Pero sf tomemos nota del hecho comprobado de esa desintegracién, de la extraordinaria cifra de colec- tividades independientes en que desembocd, y sobre todo de las Lineas trazadas para separarlas o distinguirlas. No nos alejemos en ningun mo- mento de la perspectiva de las unidades mayores que les precedieron y de las cuales surgieron. Y no perdamos de vista la diversidad de los componentes sociales y culturales que apatecieron, eventualmente, aun en los pueblos de formacién mas tardia, Son temas en los que la investi- gacién histérica puede sumergirse mucho y con gran provecho. En contrapartida se levanta la imagen de la comunidad étnicamen- te homogénea, comprometida con sus intereses locales por encima de cualesquiera otros y a menudo en conflicto con sus vecinas por disputas sobre pedazos de tierra, Se ha criticado a Eric Wolf por la construccién de su modelo de comunidades corporativas cerradas, y especialmen- te por este ultimo adjetivo, Nancy Farriss argumenté de manera muy 150 PURBLOS especifica contra esa imagen y demostré lo inadecuada que resultaba para definir a los mayas coloniales, y en general lo es cuando se trata de caracterizar a los pueblos mesoamericanos. Pero hay que revisar fa critica a Wolf, porque la comunidad cerrada, corporativa, émicamente homogénea existe, s6lo que su historia no es tan antigua. Proviene de la desintegracién de los pueblos de indios y de su deterioro como cuerpos politicos plenos. En cuanto a la imagen que se tiene de ella, se alimenta, por un lado, de las perspectivas del pensamiento ilustrado y liberal que pusieron entre indios y no indios un lindero predominantemente racial. en demérito del criterio politico y corporativo que habia prevalecido hasta entonces, y, por otro, se alimenta de los enfoques indigenistas que han matizado la perspectiva racial con elementos étnicos o culturales. El indigenismo més reciente va todavia mds alla al procurar la consoli- dacién de identidades étnicas aglutinando en conjuntos separados, por ejemplo, a todos los zapotecos 0 a todos los mazahuas. Ninguna de estas perspectivas rescata elementos de diversidad o de pluralidad, sino por el contrario se ubican, en terrenos que lindan con los de la exclusividad, ja afirmacién frente a lo ajeno, la pureza racial, la resistencia cultural, la limpieza étnica y otras perspectivas igualmente fundamentalistas, No es éste el lugar ni el momento de discutir estas perspectivas, pero si el de sefalar cudl es su sustento histérico. Si se pretende buscar ese sustento histérico en los pueblos de indios coloniales o en los altepetl prehispdnicos, que fueron las expresiones mds clevadas de la organiza- cidn politica y social mesoamericana durante el tiempo en que tuvicron vigencia, la pretensién debe ser rechazada. No hay tal sustento histérico, La estatura social, la legitimidad politica y la sofisticacién corporativa de los alrepetl y los pueblos de indios, por lo menos antes de que se consu~ mara el proceso de su desintegracién, fue incomparablemente superior que la de la mayoria de las construcciones més recientes. No pocas de éstas estan basadas en principios que hubieran provocado rechazo entre los hombres que vivieron en esta parte del mundo en fos siglos xv 0 xv1. Luego entonces el sustento histérico, o los fundamentos y antecedentes de las comunidades cerradas, las identidades étnicas, la resistencia culru- ral y otras expresiones similares asociadas al contexto de lo que hoy se Ila- ma indio deben buscarse en otro lugar, que ciertamente est4 mucho més cerca de nosotros que del pasado heroico en el que se les pretende poner. VL JURISDICCION ¥ PROPIEDAD: UNA DISTINCION FUNDAMENTAL EN LA HISTORIA DE LOS PUEBLOS DE INDIOS DEL MEXICO COLONIAL* El propésito de este articulo es hacer piblicas algunas observaciones que he hecho al estudiar aspectos de la identidad espacial de los pueblos de indios en el México colonial.' Estas observaciones estan limitadas al siglo xv1 porque lo he tomado como punto de partida para el examen del problema que presentaré a continuacién, pero el asunto no es de ninguna manera ajeno a los siglos posteriores, de los que me ocuparé en otra ocasién. Por lo comin se califica a los pueblos de indios como poseedores de una base territorial. Esta caracterfstica suya no ha sido cuestionada en la medida en que lo han sido otros atributos que en un tiempo se consideraron correctos, como por ejemplo el cardcter cerrado de las co- munidades. En nuestros dias se ha comprendido que buena parte de la imagen predominante de la sociedad indigena colonial descansa en una extrapolaciéa de conceptos y problemas propios de !a sociedad indigena de nuestros dias, de lo que se deriva una visién exagerada de los elemen- tos de continuidad. Los estudios histéricos han demostrado que hay una considerable diferencia y también discontinuidad entre los rasgos esenciales de los pueblos de indios coloniales y los de las colectividades campesinas modernas. Al aceprar que los pueblos coloniales poseyeron una base territorial se entiende, a menudo, que en ellos prevalecio un sistema de propiedad comunal o corporativa, y, con esto, que la lu- * Este articulo fue publicado originalmente en Revista Exropea de Estudios Latinoa- mericanos y del Caribe/Buropean Review of Latin Amevican & Caribbean Studies, 53 (dic 1992) {Latin America Studies, 58}, 13-26. Se reproduce can diferente disposicién de notas pero sin cambios de contenido. ™ Una versién abreviada de este articulo fue presentada como ponencia en el XLVIE Congreso Internacional de Americanistas, en Nueva Orleans, en junio de 1991. 151

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