You are on page 1of 70
ALBERTO SAAVEDRA PELAEZ BOQUERON i, gents i ieee sell tan Aig PRESENTACION Para el BANCO CENTRAL DE BOLIVIA, constituye motivo de orgullo presen- tar el libro “Boquerén. Memorias de un Soldado” escrito por Alberto Saave dra Peldez, destacado empleado de la institucién por mas de treinta y cinco anos Solo quien, como Alberto Saave- dra Peldez, ha participado en las ac ciones de Fortin Boquerén, puede na- rrar en esta pagina los momentos he- réicos vividos por nuestros compa triotas. Con este volumen, se enriquece la bibliografia boliviana sobre la Guerra del Chaco, permitiendo apreciar la brillante actuacién de un soldado, con Sagrado por sus propios méritos, co- mo un legitimo héroe nacional. —o—o0—0— jEnfréntese el lector a un libro sin- gular! la narracién vivencial de uno de los hechos mas heroicos de la historia humana, estén impresos en sus pagi- nas: La defensa del fortin Boqueron, donde un pufado de valientes solda- dos bolivianos contuvo, durante vein- tiun dias, el asedio constante de un enemigo treinta veces superior en nu- mero y en calidad de armas. (Pasa a la solapa posterior) = ° os it > = = a | BOQUERON MEMORIAS DE UN SOLDADO t es) DISTRIBUIDOR EXCLUSIVO Fitorial Los Amigos del Libre LIBRERIA EDITORIAL “JUVENTUD” LA PAZ — BOLIVIA Depésito Legal Ne. 4 - 4 - 72/90p. PROLOGO En la Punta Brava de Boquerén La presente edicién es propiedad del Autor. Quedan reservados todos los derechos de Ley. Boquerén, una isla de bosque rodeada de pajonales en if que se habia abierto una plazoleta en la que se levantaban dos galpones de adobe (construidos por las tropas bolivianas que ocu- paron ese fortin paraguayo del Chaco, en 1928), tres 0 cuatro chozas de espartillo y se habian cavado un pozo de agua y un tajamar (para abrevadero de animales), ha sido el escenario de Ia gesta militar mds heroica de Ia historia de Bolivia. mi Boquerén jue tomado por el cjército de Bolivia en 1928, en represalia por el ataque paraguayo al jortin boliviano Van- guardia y devuelto después, en cumplimiento de un jallo de una Comision de Neutrales reunida en Washington. Fue tomado por segunda vez por el ejército de Bolivia el 31 de julio de 1952, ‘en adicién a los fortines Corrales y Toledo, por orden del Pre- sidente de la Repdblica, doctor Daniel Salamanca, como “re- presalia” por el desalojo sufrido por fuerzas del ejército bolivia- no (15 de julio) que habian tomado posesién de la laguna pa- raguaya Fitiantuia un mes antes (15 de junio). Boquer6n, en poder de Bolivia desde el 31 de Julio de 1932, estaba ocupado por un destacamento jefaturizado por el tenien | Impreso en Bolivia — Printed in Bolivia ! ——— Impresores: Empresa Editora “URQUIZO” S.A. 3 Calle, Puerto Rico N®. 1135 Telf:, 321070 — Casilla 1489 La Paz — Bolivia ro eg te coronel Manuel Marzana, que se componta de 320 hombres del regimiento Campos, 40 del regimiento 16 de Infanteria, 2¢ del regimiento Lanza y 30 artilleros que manejaban tres cafo- nes de poco calibre, haciendo un total de 448 personas. En el curso de la batalla que se iba a suceder, lograron ingresar algu- nos refuerzos que aumentaron el niimero de defensores a un po- co mds de 600 combatientes, El ejército paraguayo, decidido a reconquistar su fortin, primero actué con 5.000 hombres, que fue aumentando hasta mds de 10.000. El 9 de septiembre (1932), después de una aproximacién cautelosa durante el dia anterior, las fuerzas paraguayas atac.- ron Boquer6n seguras de su triunfo. El jefe de una de las divi- siones actuantes, Carlos José Ferndndez, ha dicho en un libro: “Desde el Comandante del Primer Cuerpo (teniente coronel Jo- sé Félix Estigarribia) hasta el ultimo soldado, estdbamos conven- cidos de que el enemigo abandonaria el fortin al sentir y compro- bar la potencia de nuestro ataque”. Oiro militar paraguayo ha anadido en otro libro: “Cinco mil hombres de las tres armas es- taban listos para hacer trizas de Boquerén”. Pero durante ese 9 de septiembre, ocho asaltos paraguayos fueron rechazados por los dejensores bolivianos, que no se movieron de sus trincheras, diezmando las filas contrarias con certero fuego de fusiles y ametralladoras. Una compafiia del regimienio 14 de Infanieria, comanda- da por el capitén Tomds Manchego, Juerte de 100 hombres, en- tre los que figuraba como soldado raso Alberto Saavedra Pelde:z, autor del libro que prologamos, ingresd al fortin cerca de la me- dia noche de ese sangriento dia y fue destinada inmediatamen- te aun sector de las trincheras que iba a ser el mas atacado por los paraguayos durante toda la épica confrontacion. Cuando el Prinier Cuerpo del Bjército paraguayo tomaba posiciones de apronte el 8 de septiembre para sus primeros y age, we frustrados asalios del dia siguiente, el regimiento Curupayty, 4 de Infanteria, pidié y obtuvo ser colocado en la vanguardia para ser el primero que ingresase al fortin reconquistado y ast rect- perar su honor y la posesién paraguaya de la que fue su guarni- cién y tuvo que abandonar ante el fuerte ataque boliviano del 31 de julio. El Curupayty fue rechazado el 9, como lo fueron los demdés regimientos atacantes, mas se aferré al terreno que pudo conquis- tar, no lo abandoné desde entonces y desde él, con su inquebran- table voluntad de triunfo, sufriendo muchas bajas, siguié atacan- do lo que se bautizé por los mismos oficiales y soldados para- guayos como Iq “Punta Brava” de la defensa, es decir, el sector de trincheras bolivianas mds dificil de vencer, pero que ellos estaban resueltos a recuperar costase lo que costase. Y combatiente defensor de la “Punta Brava” con una ame- iralladora pesada fue Alberto Saavedra Peléez con camaradas de la compaitia Manchego del 14 de Injanteria. Relata su actuacién en este libro con ejemplar modestia y con lenguaje sencillo y directo. Su trabajo tiene un gran valor histérico. Es un testimonio veridico e intimo de lo que fue el comportamiento individual de un defensor de Boquerdn, que como todos los demds, cumplia su deber con extraordinario co- raje, protagonizando la gesta mds gloriosa de la historia militar de su pats, obedeciendo disciplinadamenie, con el caracteristicc estoicismo del pueblo boliviano (en Boquerén estaban oficiales y soldados de todos los niveles sociales y de todas las latitudes de la reptiblica), !a orden del Gobierno y del Estado Mayor, que les dijo textualmente: “El Capitan General ordena y la Patria pide no abandonar Boquerén, prefiriendo morir en su defensa antes que dar el parte de retirada. Quebrantar Ia ofensiva para- guaya en ese punto sera suficiente para desmoralizar al enemigo”. La epopeya boliviana en Boquerén amd la atencion del mundo entero, Hasta un diario de la Repiblica Argentina, pais inclinado decididamente a favor del Paraguay, al que ayudaba Pepe con armas, nafia, viveres y hasta asesoramiento militar detras de una fementida neutralidad, no pudo menos que contentar: “En Boquerén esidn escribiendo unos pocos soldados bolivianos la mds bella pdgina del heroismo americano. Contados centena- tes de hombres luchan desde hace 15 dias no solo contra enemi- gos mucho mds numerosos, sino contra el hambre y la sed que les han impuesto los sitiadores. Antes que rendirse prefieren la muerte”. Y las pocas centenas de combatientes bolivianos lograron sostenerse en sus trincheras durante 21 memorables dias y no- ches, rechazando los ataques casi diarios de la infanteria para- guaya y soportando impertérritos el bombardeo de cafiones y morteros. Hasta que se les termind la municién y no tuvieron con que detener un nuevo ataque general de las unidades para- guayas que se hizo inminente para el 29 de septiembre. El te- niente coronel Marzana y sus bravos oficiales decidieron que no se rendirian. Confiados en la nobleza del jefe enemigo, tenien- te coronel José Félix Estigarribia, resolvieron pedirle una hon rosa capitulacién: entregar el fortin a cambio de que se dejase a todos los sobrevivientes bolivianos retirarse honorablemente ha- cia su retaguardia y unirse con sus camaradas que defendian los fortines Yucra y Arce. Pero cuando se levantaron trapos blancos solicitando una tregua momentdnea para que dos parlamentarios fuesen a pedir una entrevista del jefe boliviano con el jefe paraguayo, las tro- pas paraguayas que durante la noche se habian acercado sigi- losamente a pocas decenas de metros de las trincheras bolivia- nas para su asalto decisivo, invadieron el foriin y sorpresivamen- te tomaron presos a todos sus ocupantes, que no tuvieron tiem po de reaccién alguna. La segunda parte del libro de Alberto Saavedra Peldez, es un interesante relato de todas las incidencias que tuvo su vida de prisioriero en diferentes puntos del Paraguay, incluyendo ua (Esa G tees _ lance amoroso. También esté el relato de su accidentada, va- liente y peligrosa escapada de Ia prisién cruzando a nado el rio Paraguay hasta la costa argentina. Roberto Querejazu Calvo ate Tomds J. Manchego) Figueroa Héroe de Boquerén Teniente Coronel Ma- nuel Marzana O. INTRODUCCION Dice un proverbio Arabe que, en la vida, cada hombre © _ debe tener un hijo, plantar un arbol y escribir un libro. “ soy escribidor, literato, novelista, poeta ni mucho menos. — Pero me animo a escribir estas mis memorias, llegando ya a los ochenta ajios, y asi sea lo ultimo que haga en Ia vida, ‘No pretendo escribir la guerra del Chaco né, solamente aquello que he vivido, visto, y ofdo, en la forma mas verdéz y_ _ como soldado del 14 de Infanteria. Dedico estas lineas a mi adorada difunta madre, dofia _ Enriqueta Peldez de Saavedra, que también se hizo presen- te en el Chaco. _ Amis hijos Rolando y Alberto, a mi Club Ateniense de Oruro, y a mis entrafables amigos “Los Protestantes” de ‘Cochabamba a quienes les debo tantos homenajes. El autor “+ Cochabamba, Enero 1990. FUERZAS BOLIVIANAS TOMAN EL FORTIN PARAGUAYO “BOQUERON” A principios del mes de julio 1932 las fuer- zas bolivianas, y después de tres horas de fuerte resistencia de los paraguayos, toma- ron el fortin Boquerén. Fue el Regimiento ‘Campos comandado por el Tenl. Emilio Agui- rre el que realiz6 esa memorable hazafia. Capitan Eulalio A. Facetti Primer defensor de Boquerén AN ial ALBERTO SAAVEDRA PELAEZ Habia algarabia en nuestras tropas por el triunfo, y se disponia a izar nuestra ensefia patria. El comandante de las tropas paraguayas, Regimiento Curupayti era el teniente Eulalio A. Facetti (foto) qued6é emboscado en el fortin y sorpresivamente dispara su ametralladora cuando nuestras tropas atin permanecian for- madas. Aguirre cae mortalmente herido junto con varios oficiales y clase de tropa. Mueren nuestro capitin Luis Pando, teniente Lucio Vila y el mayor Monrroy, quedan heridos el capitan Luis Teran y los tenientes Rafael In- daburo, Victor Guzman y José Avila. Quince soldados muertos y 21 heridos. Pere, DE ORURO AL CHACO BOREAL _ Tulio 1932: Habian pasado recién dos meses, que ha- biamos sido desmovilizados del servicio mili- tar obligatorio. Ese servicio nos tocé hacerlo en Sucre en el Regimiento 2 de Infanteria, nuestros comandantes fueron el mayor Julio O. Romero y el teniente Alfredo Tellechi. Era- mos cuatro amigos de Oruro destinados a Su- ere Armando Ortiz Reynolds, Edmundo Za- baleta, Ernesto Acebey y yo Alberto Saave- dra Pelaez. Ei Comandante Marzana leyendo los diarios de Asuncién. io ALBERTO SAAVEDRA PELAEZ Fuimos adiestrados en ametralladoras Vi- ckers, nuestros jefes eran muy estrictos. Pre- sintiendo talvez la guerra, haciamos manio- bras nocturnis en Mesa Verde y la Glorieta. Volviamos cerca del amanecer al cuartely a las 7 de la mafiana nuevamente saliamos a . ejercicios. Un dia nos hicieron saber que en- trabamos al Chaco y partié nuestro Regimien- to hasta Potosi pernoctamos en Potosi y al dia siguiente partimos a Tarija. Alli recibi- mos nuevas instrucciones ya mas adaptadas al Chaco. Nos hacian tender y levantarnos en medio de espinas. Esto pasé en el mes de fe- brero del afio 1932. Después de permanecer tres meses en Tarija en el mes de mayo nos licenciaron a todo el Regimiento y volvimos a Oruro. Como decia al principio habian pasado dos meses que fuimos licenciados del servicio militar, y en Oruro nos dedicabamos a prac- ticas deportivas. Existe todavia en Oruro una noble y meritoria Sociedad de Socorros Mu- tuos de Artesanos, estos ancianos poseian un gimnasio completo importado de los Estados Unidos, tenia barras, paralelas, argollas, ca- balletes, colchones para caer etc., Los de mi Club, denortivo Ateniense les solicitamos que nos permitan usar su gimnasio, y ellos muy noblemente accedieron a nuestra peticion, de modo que eramos duefios y sefiores del local, alli practicamos en los aparatos diariamente. Se comvoco al campeonato de basket y alli nos concentramos, para madrugar y empezar a trotar hasta el Hstadium Oruro Royal. Que recuerdo a los amigos, Luis Artezana A. Ro- See OD lane “BOQUERON": MEMORIAS DE UN SOLDADO _berto Abaroa, Ernesto Cornejo, Arsenio Mi- naya, Julio Beltran G., Alberto Antezana, Ga- lo Rodriguez, Arturo Ferrufino C., Luis Lazzo _ Q. Félix Dalence Aguirre, Armando Ortiz Rey- holds, José Perez, René Encinas, Juan Dalen- ce A., Isaac Borda Canedo, pudo haber algu- mos mas pero solo recuerdo de los mas asi- | duos. Nuestras distracciones eran sanas, ha- _ ciamos bailecitos con las amigas y nos ser- vidmos té con masitas del Antioco (una pas- teleria del Paraje Guachalla de Oruro). Algu- nos habian aprendido a fumar pero la mayo- ria no habiamos adquirido ese vicio, mucho menos al alcohol. Una noche de Julio escuchamos el Cla- _ Yin de Guerra. Nos encontrébamos concentra- dos en el local de la Soc. de Socorros Mutuos de Artesanos. Pusimos al hombro nuestros colchones y a casa a despedirnos. Nuevamen- _ te tomamos las armas, esta vez para defender _ la Patria. Formamos en la primera y la cuar- ta compafia del Regimiento 14 de Infanteria, ‘asi nomas sin nombre. Nos dijeron que debia mos ponerle el nombre a nuestro regimien-~ ©, del fortin que primero conquistemos. En fh Plaza 10 de Febrero, el general Quintani- i nos despidié a las dos compafiias del 14 de teria, y sub-estimando al enemigo nos . Vamos a sacarlos a ldtigo a los paragua- _-yos del Chaco (sic). __ Hso nos repitié varias veces desde los _balcones de la Prefectura. Papas ALBERTO SAAVEDRA PELAEZ Las dos compajiias de Oruro que forma- bamos el Regimiento 14 de Infanteria nun- ca llegamos a conocer a nuestro comandante que decian debia ser el corone! Pereira, me- nos alin al resto del Regimiento. Las dos com- pafiias estaban formadas por 80 hombres en la cuarta de ametralladoras pesadas y la pri- mera de 120 fusileros con 6 ametralladoras li- vianas. Nuestra compafia la 4ta. éramos_ to- dos clases, el que menos cabo y expertos me- trallistas, muy disciplinados. Nuestro Coman- dante fue el capitén Tomas J. Manchego, el segundo el teniente Renato Sainz y el tercero el sub-Oficial Carlos Avila. Lleg6é la noche de la partida, fuimos uno de los primeros contingentes de reservistas del 31 que marchaba, al frente de batalla. Su- bimos al tren, cargados de cigarrillos, estam- pas, escapularios y medallas que nos obse- quiaban nuestros familiares y amigos, Habia alegria y también lagrimas. Partimos vivan- do y cantando. 4A dénde vamos? nos pregun- tébamos y al unisono respondiamos: hasta Asuncion!jjjj. No faltaban las guitarras y las improvisaciones. Habia un cabo de apellido Aranibar, muy ocurrente, no estoy seguro si lo inventaba o habia oido en alguna parte, can- tando decia: No llores negra que he de volver No Mores negra que eyde golver Tuna bandera del Paraguay Para tu aljombra teyde traer pro a ie “BOQUERON”: MEMORIAS DE UN SOLDADO Era mucha nuestra alegria, entusiasmo, _patriotismo y optimismo. Lo imitabamos a anibar y coreabamos una y cien veces la _ copla. Asi amanecimos en Uyuni donde nos es- peraban con una caliente taza de café con pan, _ que nos cayo muy bien era Julio y el frio apre- _ taba. Pasamos a Villazén. Alli pasamos dos _ dias y aprovechamos para comprar anteojos que nos cubrian de la tierra. Esperamos has- ta que el ejército consiga camiones para tras- _ ladarnos a Tarija. Solo egaron cuatro camio- nes y dieron preferencia a nuestra compafiia _ de am.pes. Alli empezdé la separacién de nues- _ tros amigos de la primera compafiia, en ellas estaban Armando Ortiz R., Félix Dalence A. Rodolfo Luzio Lazarte, Max Ocampo y otros. Pasamos tres dias en Tarija. Mi capitan _ Manchego se desesperaba por llegar lo antes _ posible al Chaco. No habia camiones para los bo hombres que éramos y partimos a pie pa- sando por Santa Ana, Junacas, Narvaes y En- tre Rios. Se nos hacia penosa la caminata, ha- bia que cargar con el equipo y las piezas, ya “no cantabamos, por que el calor era mucho para nosotros los altiplanicos pero aguantaba- mos estoicamente. Llegamos a Villamontes y ahi si que empezamos a sentir el trdpico, las alimafias y mosquitos. Se nos rapé el cabello _ hos cortamos las ufias para evitar rasgufios al rascarnos, se nos dio pastillas para evitar la terciana y después de otros dos dias parti- s en los mismos camiones. Al anochecer Megamos a D’Orbignyg frontera argentina y q ‘atravesando el rio Pilcomayo a pie, habia muy eae ALBERTO SAAVEDRA PELAEZ poca agua, era época de estio asi empezo la ca- minata mas seria, debiamos llegar a Ballivian en dos dias y lo hicimos en cuatro. Llegamos al fortin Ballivian. Alli pasamos Ja noche y formando notamos que faltaban cinco solda- dos, habian desertado a la Argentina pues es- tabamos a pocos pasos del rio Pilcomayo que no les fue dificil atravesarlo. En el fortin ha- bia muchos gauchos, que nos comerciaban dulces, yerba mate, aziicar, cigarrillos etc. Des- pués nos avisaron que eran espias paragua- yos y nos dimos cuenta que la Argentina es- taba a favor del Paraguay. Después de dos dias de descanso, legaron camiones y nos trasladaron a la compafiia a fortin Saavedra y seguimos viaje a Alihuaté, donde permane- cimos una semana. Haciamos patrullajes has- ta un puesto que llamaban Pozo Encanto don- de habia agua riquisima de una especie de vertiente. El agua de Alihuaté era mas que mada, era, un curiche donde se bafiaban unos patos blancos que cuando se zambullian sa- lian negros por el barro. A los tres dias ya sentiamos la nostalgia del hogar. El soldado Enrique Suarez G., en las noches cantaba; Que triste que triste la vida en la campafia sin luz en la cabafia sin tener a quien amar Ausente de mi madre viejita que yo adoro la que talvez llora en mi lejano hogar... 24 “BOQUERON”: MEMORIAS DE UN SOLDADO Conocimos a un escuadron del Regimien- o Lanza comandado por un sargento Fede- co Coll que habia Megado antes que noso- tros a Alihuaté y ya eran mas conocedores ie fortin. Nos decian que tengamos cuidado al ir de patrulla a Pozo Encanto, no dormir por ahi salian pilas de patrulla a Alihua- partiendo de Rojas Silva el fortin paragua- yo mas cercano. Una tarde nuestro comandante Manchego s dijo, que al amanecer la compafiia debia partir rumbo al fortin Arce. Asi fue, al amane- r nos dieron doble racién de pan y un jarro le mate cocido y emprendimos la caminata. _ Pesada se nos hizo, y a eso de las seis de la tar- llegamos al fortin Arce: que fortin mds be- lo mejor que habiamos conocido hasta atonces. Habia un riachuelo cubierto por bas acudticas, que separandolas teniamos agua cristalina y fresca. De mucho tiem- nos bafiamos, pero el recibimiento que nos izo el Coronel Francisco Pefia, no fue muy ito. Nos dijo que él no esperaba gente sino res. Tuvieron un encuentro con nuestro andante que después supimos fue muy orado. Dormimos esa noche y al dia _ si- nte paseamos por todo el fortin. En las ras habia un grupo de aborigenes a los los llamaban matacos. Nos pedian comi- i y ropa. En nuestro reconocimiento del for- ) me parecié rara la manera de fortificacion. fibia una casa de dos pisos que ha debido ser Comando, en las ventanas habian nidos (metralladoras hechos de adobe, una gran HAL [peal ALBERTO SAAVEDRA PELAEZ puerta de entrada con vigas enormes de so- porte. Me puse a pensar en los fuertes de los americanos para defenderse de los pieles ro- jas. Me imaginaba que asi tendria que ser la guerra que nos esperaba. Esa tarde tuve un encuentro muy grato, en el Comando estaba Carlos Pefia Clavijo como encargado del al- macén de viveres, que aunque no estaba re- pleto habia muchas conservas y botellas, va rios sacos de harina de maiz quebrado (fran- gollo). Nos abrazamos con Carlos hablamos de Oruro, le conte de nuestra partida y des- pués me regal6 con dos barras de chocolate orurefio Haracic. Me deseé la mejor suerte y me avisé que nuestra compafiia debia partir esa noche a la toma de un fortin paraguayo llamado Rojas Silva, el tercer fortin que to- maria nuestro ejército El primero fue Lagu- na Chuquisaca los paraguayos le llamaban Samaclay; el segundo fue Boquerén y Rojas Silva que planearon tomar esa noche seria el tercero — 2 — TOMA DE ROJAS SILVA El fortin Rojas Silva segun los patru- Heros distaba de Arce mas 0 menos unos 20 ' Kkilometros. Empezé nuestra caminata a las ‘ocho de la noche cargados de nuestras cuatro ‘piezas pesadas, y cada vez las sentiamos mas _pesadas. Eramos los 75 hombres de la compa- i ia de los cuales cincuenta y cinco eran fusi- leros que también cargaban la munici6én nos Seguian otros cuatro cargando tachos y vive- ‘res. Por una senda enmarafiada y guiados por mataco que lo llamaban cabo Juan. Llega- os después de unas tres horas de. caminata ’ un puesto llamado puesto Tejerina. Pasa- el resto de la noche cargando las bandas a las ametralladoras que después las lleva- cada uno en bandolera. Empez6 a tronar 61 cielo cuando salimos a Rojas Silva después r © tomar un mate cocido, por un tupido bos- 6 siguiéndolo al cabo Juan que abria sen- a machetazos. Se nos vino una fuerte Ilu- vin, cuando saliamos a un pajonal. Manchego i08 ordend que cubriéramos la municién an- _ 08 que nuestros cuerpos. ALBERTO SAAVEDRA PELAEZ Tapaébamos con nuestra: i ‘S carpas | = cién y nos echamos encima, Al fonts denpe jonal mas 0 menos a un mil quientos metros Ba. Heo ore ot fen memos @ divisar una ca- . in Rojas Silva. Manch observando con su largavi souaBe gavistas no; gue nee Relsenes caminando. ‘Armano nee S, las cargamos y esperab orden de asalto los fusileros if pavonEl 1 cali = ran papiatags Ronee gritando VIVA BOLE u os a la cabeza al tenient 5 Sainz y al sub oficial Avil. poate te od ‘a. No Ile; 7 den de asalto, Manchego dijo que oe Esperaébamos la sefi al para entrar aoe y, Sucedié lo que menos copera eae) aviones nuestros aparecieron sobre Boho mio ee se dirigian al fortin pila. bre el fortin, estall: bas cuatro resulta: vimos caer las bombas s O- ‘aron dos de las seis bom- ron. chusas como decimos — 28 el fortin hacia Gondra abandonandolo todo. Grande fue nuestra alegria. Pensibamos que P #i asi nomas iba a ser la guerra, pronto llega- _ tamos hasta Asuncion. Nuestro botin de gue- tra fue bueno: algunos fusiles, vacas, gran cantidad de galletas redondas, yerba mate en _ sacos grandes, rosados jabones en barras de 80 centimetros, una vitrola, discos y hasta dos fuitarras. Matamos a tiros a las vacas y co- mimos sendos pacumutos. Era un bonito for- tin parecia una isla, estaba rodeada de agua. Se hizé6 la bandera sin mucha ceremonia, lue- go nos dedicamos a hacer nuestras casitas con troncos y ramas de techo, Se temia un contraataque y armamos posiciones en luga- res estratégicos. Al segundo dia vimos llegar soldados a caballo, eran como ocho, casi les disparamos pero Manchego con su largavis- tas vio que llevaban gorra, esperemos que se acerquen y les hicimos alto con un tiro al ai- re, luego escuchamos el santo y sefia jPotosil. Era el sargento Coll que lo conocimos en Ali- huatd en el escuadron del Lanza. Habia teni- do la misién de salir de Alihuata a cortar la retirada que ya se suponia de los pilas hacia Gondra. El ataque a Rojas Silva habia sido pla- neado en Comando y posiblemente comuni- cado a nuestro comandante Manchego, y a los aviadores que tomaron parte en el ataque al fortin. El sargento Coll salié de Ali- huata a cortar la retirada de los pilasy se perdié en el monte la noche de la luvia y sa- lieron a la picada cuando ya los pilas habian 29 — ALBERTO SAAVEDRA PELAEZ pasado velozmente. Asi llegaron al forti: encontraron bien Bosecionedse del mie cae co dias de los mejores que hemos pasado en el Chaco bahandonos y comiendo grande, como dicen los paraguayos. ! 130° 5 Dia nublado, se escuchan truenos alo le- Manchego pone sus oidos al suelo y nos di- 0 no son truenos de luvia es un bombardeo cafiones, direccion noreste, ahi queda Bo- zon, fortin paraguayo que esta en nues- 9 poder, posiblemente sea un contraataque a retomarlo. Después de dos horas que damos comentando y haciendo preguntas @ nuestro comandante, sentimos llegar ca- qniones por el mismo lugar por el que habia- mos llegado. Eran Jos nuestros que abriendo \ino a punta de hacha y machete llegaron a llevarnos para que reforcemos Boquerén que habia sido atacado por los pilas. P Muy dificilmente por el mal camino abier- to a la rapida, llegamos en los camiones al lu- x de nuestra partida fortin Arce. Esta vez mos muy bien recibidos y felicitados por el coronel Francisco Pefia por la accion que no nos habia costado ni una vida, pero si fue muy sacrificado nuestro debut. Sin bajar de los camiones y. de inmediato volvimos a par- Nate ALBERTO SAAVEDRA PELAEZ tir rumbo al fortin Yucra, donde legamos mas 0 menos a las nueve de Ja noche. Grande fue nuestra sorpresa al encon- trarnos con algunos amigos de la primera compafiia. La mafana de ese dia el Coman- dante de la Cuarta Division habia ordenado que un batallon del 14 de Infanteria con sus dos compaiiias que se encontraban en Yucra se dirigieran en camiones a Boquerén para reforzar la guarnicion, sin saber que los para- guayos habian Iegado al camino esa misma mafiana con la mision de evitar la entrada de cualquier refuerzo al fortin. Cuando los camiones estaban on su recorrido cruzando un pajonal, fueron acribillados a bala de fu- siles y ametralladoras de los paraguayos apos tados en el bosque que bordeaba el pajonal. Los oficiales y soldados saltaron de los ca- miones y se tendieron en el pajonal y se tra- baron en fuerte combate con el enemigo, Mu- rieron 40 de ellos entre otros el teniente Ro- sendo Villa, Alfredo Tellechi y Hernaén Sala- zar. Hl mayor Adolfo Lairana, comandante del batallén cay6 prisionero con diez solda- dos, algunos de los sobrevivientes, lograron zafarse unos yendo a Boquerén y otros a Yu- cra. i La cuarta estabamos en Yucra con. érde- nes de ingresar a Boquerén 30 soldados las cuatro pesadas y 50 fusileros. Tuvimos un en- cuentro con los sobrevivientes de la primera compafiia que esa mafiana fueron sorprendi- ‘dos y diezmados. Estaban entre otros Félix Dalence, Rodolfo Luzio L., y otros nos conta- OD “BOQUERON": MEMORIAS DE UN SOLDADO ‘ron lo sucedido, habian caido amigos y el mas querido, Armando Ortiz R. Llenamos nues- tras caramafiolas de mate cocido, subimos a los camiones y adelante, serian aproximada- eee 10 ae la noche teniamos las piezas armadas listas para contestar el fuego ene- migo, los faroles apagados pero haciendo rui- do con los motores, sentimos unos disparos ero no contestamos, Avanzabamos con toda velocidad que podian dar los camiones. No quedaba lejos Boquerén. Los sorprendimos a los pilas que no habian pensado que nuestras fuerzas se atreverian a entrar por el mismo lugar donde en la mafiana diezmaron a nues- tros compafieros y se replegaron hacia el monte, también bastante diezmados por que el combate de la mafiana les ocasioné muchas bajas. Error tactico de ellos. Alberto Saavedra Peldez y Armando Ortiz Reynolds. * Regimiento Sucre 2 de Infanteria 1931 pea or ALBERTO SAAVEDRA PELAEZ Liegamos a Boquerén junto’ con nues- tros bravos jefes y oficiales, con la compafiia, intacta. Habian algunos contusos por los bar- quinasos de los camiones. A mi me golpeo la curefia de la ametralladora mas arriba de la rodilla caus4ndome una herida que me san- graba mucho. Nos recibieron varios oficiales en la oscuridad, pero no pudimos identificar- los. Directamente nos Ilevaron a un puesto de sanidad. Alli lo reconoci al mayor Eduar- do Brito médico de la guarnicién, por ser tam- bién de Oruro, Una curacién rapida, esperar 6rdenes y saber el sector que debiamos ocu- par. Empezamos a caminar en medio de una total oscuridad. No sabiamos donde pisaba- mos ni donde ibamos, cargados de nuestras armas. Nos condujo un teniente que después supimos que era el teniente Inofuentes Cle- mente de herdica actuacién durante la bata- lla. Caminamos como media hora y legamos @ una zanja muy bien hecha con troncos de proteccién. Ya nos estabamos acostumbrando a la obscuridad. Nuestras cuatro ametrallado- ras pesadas fueron distribuidas cada 50 me- tros de distancia. Los del Regimiento Cam- pos habian hecho las fortificaciones, ya que fueron éllos los que tomaron el fortin a los pa- raguayos, Para cada pieza habia un parapeto en forma de media luna, cubiertos por grue- Sos troncos y en altura de modo que podiamos disparar de parados las piezas. No bien acaba- mos de posicionar las piezas, seguramente por el ruido que haciamos, nos comenzaron a a Oates “BOQUERON": MEMORIAS DE UN SOLDADO disparar del frente, nosotros contestébamos furiosamente hasta que amanecio. Con los primeros rayos del sol, nos dimos cuenta don- de estibamos. Eran unas hermosas posicio- nes, debajo de Arboles quedando bien mime- tizados. Veiamos sin ser vistos por el enemi- go. Teniamos un campo de tiro perfecto, una picada desmontada y unos cien metros de pa- jonal defendido por alambres de puas coquea- do a una altura no mayor de 40 centimetros del suelo el cual poco podiamos distinguir por Ja yerba que lo cubria, y menos el enemigo que se encontraba mas lejos. EN LA PUNTA BRAVA Ese nombre le pusieron los paraguayos a nuestro sector. Ese dia 10 de septiembre nos encontrabamos muy cansados. No habia- mos dormido toda la noche. Habia un silen- cio en toda la linea. Solo muy lejos se escu- chaban disparos. Nuestros jefes decian que eran tropas nuestras que estaban tratando de romper el cerco que nos habian hecho los pa- raguayos y entrar a reforzarnos. Aprovechamos este silencio y vimos que entre los troncos que protegian nuestra posi- cion, habia uno que sobre salia y obstaculiza~ ‘ba el movimiento horizontal de la pieza, deci- dimos rebajar esa punta con ayuda de un ma- chete. Me turnaba con un soldado que le de- ciamos el Rubicundo, apellidaba Valverde. El ruido que haciamos lo sentian los pilas que los ubicamos mas o menos & unos 100 metros de nuestras posiciones, tac, tac, tac, desvasta- vamos de astilla en astilla. Seguramente por el ruido que haciamos, nos ubicaron con lar- gavistas. El] blanco que presentabamos era ape ALBERTO SAAVEDRA PELAEZ solo de medio cuerpo, Cuando y6 macheteaba Valverde se agachaba y viceversa. Ya casi estaba rebajada esa maldita punta que no nos dejé operar noche antes, Para constatar nos paramos los dos y en seguida sentimos tiros, instintivamente nos agachamos y Valverde cay6 sobre mi gravemente herido, Me bajio en sangre. YO pensé que también estaba heri- do por que senti Sangre caliente. Felizmente no fue asi, al Rubicundo le alcanzé Ja bala por el pabellén de la oreja derecha causandole una profunda herida de raspeton debajo de nuca. Era gordo y aleanzabamos a ver su gra- sa. Pego un grito cuando cay6 y lo hicimos eallar. No nos era permitido ni hablar si no era en voz baja. Todo nos sentian del lado ene- migo. Lo Nevaron a Valverde en una camilla al fortin y cuando partia el rubicundo recla- maba su plato su jarro y su cuchara, asi de- Sangréndose. Esta fue la primera baja que sufrié nuestra compaiiia, Minutos después empezé un ataque paraguayo, querian entrar- se por todo lado, disparaban sobre nuestras posiciones sus cafiones morteros y automati- cas con exagerado derroche de municiones podiamos ver al enemigo. Tenian sus Posicio- nes al final de la picada que batia mi pieza. Se paraban corrian y caian. También noso- tros haciamos derroche de municiones por que teniamos en abundancia, lastima gue al final de la batalla nos falté. Se escuchaba mu- sica de bandas y los gritos de los pilas que trataban de desmoralizarnos con sus salva- jes chillidos. Los morteros que causaban mu- cho ruido al estallar siempre detras de nues- — 3% — “BOQUERON”: MEMORIAS DE UN SOLDADO icione: incipi ausaba pa- tras posiciones. Al principio nos c¢! > co No conociamos esa arma. Le pregunté mi comandante gqué arma es esa mi capi? Paton? no me dijo ‘son Janzaminas' habia escuchado esa palabra una vez y me imagina- ba las catapultatas que usaban los antiguos guerreros de Grecia. Respetando la memoria de mi capitan diré que ni é1 sabia siendo pro- fesional que esa arma era mortero. Cuando caia el proyectil detras de nuestras posicio- nes daba la impresion de que la campana de la catedral habia caido sobre el escenario de un teatro, distribuyendo silbantes carcazas de distinto tamafio causando heridas al que mas. Las recogiamos y poniéndolas sobre las posiciones las colecciond4bamos para mos- trarlas cuando volvamos. eniamos fé de que venceriamos la ba- eta. El capitan Manchego era mi amigo y me cont6 que las tropas de Toledo habian sa- lido de ese fortin para venir a reforzarnos. Fue siempre una alegria el saber que no es: tabamos tan desprotegidos. Nuestras posiciones recibian fuego a me- tralla de la eeitienia enemiga pero no loge ron silenciarnos. Una vez nos perforaron el tubo refrigerador de la pieza. Vino a nuestra posicion el chofer que nos habia traido la no- che del 9, Era un negro de apellido Lazcano, introdujo un tarugo de madera a la perfora- cion y lo envolvié fuertemente con gomas que habia cortado de un neumatico. La pieza fun- cionaba a maravilla, desbaratando los conti- nuos ataques enemigos. El soldado Teofilo peepee, ALBERTO SAAVEDRA PELAEZ Guzman E. la manej i jaba con much: we poevebemos continuamente al copa eee en OB GaioEs ae ee Todo el pondié muy bi de- eee! resaltar la colaboracién del “ontenes ainz y del sub-oficial Carlos de Avila, Un dia que sufrimos un f, i 4 ‘uerte ati cere poe eres horas y los velamine? Ey ices, S© Me ocurrié un ardi me ee a eae talvez de la pelicae estando en Sucre, nos leva- ron a todo el regimiento ‘Sin nove me i loved pene . Con la desesperacién ence ah a ge ALISTEN GRANADAS DE MANO’ HES ue e, del que no se nos habia Proveido pero sur- ee e ecto, cuando todos los compaiieros del ee Sean granadas de manooo, El ene- ¢ ue por este ardid retrocedi - dando ae, mee que dias después Oona un olor los cadaveres insepultos. oe ee Y6 tenia el grado de cabo. Mi Buoy vino el teniente Renato Sainay we aio oe ‘abo por orden del Comando queda en 8 pepaide al grado de Sargento” esto me le- va Suede ae Patridtico. Ya no le tenia- S a muerte y la desafiab: ardid que comento, el de alis nanee ae i ten gr mae Bec omeatss el coronel Barerdave Oa ee ine Pons con lubro la Guerra del Cha- Habia incertidumbre por falta de notici Sern es tropas que dizque debian ieee orzarnos. Rechazabamos una y cien veces — 49 — “BOQUERON”: MEMORIAS DE UN SOLDADO los ataques paraguayos pero fisicamente nos estabamos agotando por falta de alimentacion y agua que cada vez eran mas escasos. Nos da- ban un cucharon de sopa de garbanzos los pri- meros dias después nada. En un momento sen- ti que conversaban el teniente Sainz, Nujfiez dei Prado y el suboficial Avila. Le pregunté a mi teniente Sainz que noticias habian de Yu- cra. Me respondié que pronto llegaran que ha- bian roto el cerco y que por Castillo también estan entrando refuerzos. Nosotros oiamos el combate en que se trababan nuestras tropas desesperadas de romper el cerco de hierro pa- raguayo. Cesaba el fuego en nuestras lineas y escu- chabamos el tiroteo fuera del fortin, en el pa- jonal de Yuera. Pero nunca Iegaron excepto algunos soldados del 6 de caballeria y algunos del 14 de Infanteria que logrando romper el cerco por Castillo entrando a Boqueron trayen- do alimentos que nunca los vimos, trajeron hasta un tubo de mortero pila que nadie sabia manejarlo. Esta patrulla tenia la mision de entrar a Boquerén dejar los viveres y la mu- nicién que traian y luego volver a salir, pero cuando lo intentaron ya habia sido nuevamen- te cerrado el cerco y tuvieron que reingresar a Boqueron. Liegaron a nuestras posiciones como refuerzos entre ellos estaba Félix Dalen- ce A. gran amigo mio que habia hecho estu- dios en la Escuela de Clases y fue un buen sol- dado valiente y decidido. Pasaban los dias. To- do escaseaba, municién, comida, agua. Una mafiana se presenté en nuestras posiciones —-M— ALBERTO SAAVEDRA PELAEZ un Oficial alto y forni felicité a los des iat ee hasta ento: de duro caracter, Nos nm que Por la actuacié: “BOQUERON": MEMORIAS DE UN SOLDADO manta para traerlo y entrarlo a nuestras po- " siciones. Previamente gritamos a los pilas que no disparen, que estamos saliendo ha recoger un herido suyo. Salimos el kochala Arce asi lo Namabamos al asistente de Sainz otro sol- dado Osco y y6. Reynaba silencio y espectati- va, no tuvimos ninguna dificultad lo arras- tramos pegados al suelo siempre temeroso del traidor pila. En nuestras trincheras ya vimos un hombre alto fuerte, llevaba colan no Ileva- ba botas, se las sacé o se las sacarian sus sol- dados dandolo por muerto. Se acercé el capi- tan Manchego tuvo la gran sorpresa de reco- nocer al herido. Nos dijo que el afio 1928 cuan- do los paraguayos atacaron y tomaron el for- tin Vanguardia, este oficial que se llamaba Fernando Velasquez los trat6 con muchas con- sideraciones a él y alos otros prisioneros, Manchego sacando un pafiuelo de su bolsillo Je limpio la sangre de la herida que tenia en Ja frente sin orificio de salida. Nos ordend sa- car agua del tubo de refrigeracion de la ame- tralladora y le dio de beber al paraguayo. Co- mo estaébamos deseando también esa agua. Ve- lasquez recuper6o el conocimiento y también lo reconocié a Manchego, yo oi algo que le dijo Manchego medio lagrimeando, quiso sacarse un anillo y entregarselo, este tranquilizandolo le hablé vas a sanar te vamos a curar vino una camilla y se lo llevaron al fortin. Después su- pimos que murid. Después de la guerra me en- teré que Velasquez fue comandante de una compafia del Regimiento Curupaity, el que atacaba la Punta Brava. —B3— Algunos oficiales, cadetes y soldados paraguayos muertos heroicamente, al tratar de retomar su fortin BOQUERON Fotos obtenidas de los paquetes de cigarrilos "HEROES" que se vendian en ‘Asuncion los afios 1932 -1933 (Coleccién incompleta) MayorSergio Salaskin ‘Vol, ruso, caldo af frente de sus Cabo 1° Tomds Mongilés Capitén Fernando Veldequez: | 1 } Tee. I Joaquin Bernardino Morales | | i ! TI | Me P Marcin Randec i i y) | “BOQUERON”: MEMORIAS DE UN SOLDADO El dia 16 sentimos ruido de aviones, los reconocimos como nuestros, vimos que, des- de muy alto arrojaban bultos de los cuales al- gunos parecian caer dentro del perimetro nuestro y otros en el campo de nadie. Como los soldados no podiamos alejarnos de las trincheras que ocupabamos, pues los ataques enemigos se sucedian en el momento menos pensado. Y6 no conoci el centro del fortin por que llegamos como dije de noche y directo a las trincheras. Los camilleros nos avisaban que los bultos caidos al fortin se destrozaron con el impacto. Los proyectiles que contenian desparramaron su pdlvora y habia que rea- condicionarlos algunos sirvieron para los fu- siles pero no para las ametralladoras. Nos tra- jeron algunos panes no habiamos visto hacian dias ninguna comida. Escaseaba mucho el agua. Los camilleros nos contaron que el ta- jamar del centro del fortin estaba ubicado por francotiradores paraguayos y mataban a quie- nes se aproximaban y que en sus aguas flota- ban ya algunos cadaveres en estado de putre- faccion, En la noche la pelea era por los bultos que habian caido en el campo de nadie. Soldados paraguayos se arrastraban desde sus posicio- nes para recogerlos y los nuestros hacian lo propio. Un soldado José Carranza del 16 de In- fanteria nos trajo panes que distribuimos en- tre todos a un pedazo por que no alcanzaba eran pocos. Después este mismo soldado Ca- ere fue herido cuando quiso intentar otra salida. lay (yO ALBERTO SAAVEDRA PELAEZ También volaron sobre el fortin avio- nes pilas. Muy alto. Alguien mencioné que de- cia que uno de los pilotos de ellos era un ar- gentino de apellido Almonacid. Nuestro sol- dado Aranibar, que no se desprendia de su guitarra ni en los momentos mas dificiles, im- provis6 de inmediato el siguiente verso para, incluirlo entre sus canciones: Almonacid, Almonacid Teyde matar con mi jusil Festejamos mucho esta ocurrencia que se hizo popular en la compafiia. Dia después, hizo una aparicién fastas- mal, caminando hacia nuestras trincheras un soldado u oficial enemigo. Era moreno alto fornido. Se habia extraviado de sus filas 0 tal- vez desertaba, suerte tubo que no lo vimos si- no cuando ya estaba en nuestras lineas, leva- ba fusil, tres soldados nuestros le apuntaban y le hicieron alto, este boté su fusil y le diji- mos que se entregara. Asi lo hizo avanzé has- ta llegar a nosotros, parecia loco mascullaba algunas palabras inentendibles. Lo conduje- ron al fortin y tampoco supimos mas de él. Pero en el fortin habia declarado su nombre era N. Lezcano y habia dicho que los cadetes paraguayos del Colegio Militar de Asuncion habian salido jurando que legando a la linea Boquer6n seria tomado por ellos. Esta noticia nos Ja dieron cuatro soldados del Comando que nos trajeron municién y carne de mulas que las habian carneado enel fortin. Eran nye “BOQUERON": MEMORIAS DE UN SOLDADO aquellas en las que entraron los dos cafiones Schneider 75. A las cuatro dela mafana el enemigo reanudd sus ataques a nuestras po- siciones esta vez en mayor numero y con to- das sus armas, parecia que nos querian liqui- dar de una vez por todas. Los morteros hacian retumbar la tierra igual que sus cafiones 105. Los cadetes avanzaron por todos los sectores estaban mezclados por tropas corrientes pero se los podia distinguir por sus uniformes mas claros que el verde olivo de los demas. Asi se lanzaron al ataque valientemente y los recibi- mos con rafagas de ametralladoras causando- les numerosas bajas. Muchos quedaron ten- didos en el pajonal y los mas se desbandaron. Después supimos que, una fraccién boliviana al mando del coronel Montalvo que debia in- gresar a Boquerén, legé por la retaguardia al iniciarse el ataque enemigo con los cade- tes y desbaratd el asalto. Los nerviosos para- guayos disparaban muy alto y conseguian practicamente picar las hojas de los arboles, ie caian sobre nuestras cabezas como mix- tura. Todo el dia y la noche soportamos estoi- camente el ataque del enemigo que no cejaba en su intencion de rendirnos. Aviones bolivianos vuelan nuevamente sobre Boquer6én y desde la linea enemiga los reciben con nutridos disparos con armas de todo calibre. Muchos bultos caen en la linea enemiga como en la anterior incursidn. Los menos caen en nuestro fortin. De pronto sentimos que nuestra gloriosa avia- ee ALBERTO SAAVEDRA PELAEZ cién bombardeaba la linea enemiga muy efi- cazmente. Nuestra artilleria compuesta por dos cafiones Schneider 75 a cargo del mayor Calero y el teniente Enrique Barriga, contes- tan el fuego enemigo, hasta cuando pudieron por que después se inutilizaron las piezas que- dando nuestra defensa sin artilleria. Algunos de nuestros soldados, nos hacen llegar galle- tas y municioén pertenecientes a cadaveres enemigos que habian extraido de sus morra- jes desafiando el hostigamiento. Radio cocina nos hace saber que los han visto a los tenien- tes German Busch y Arturo Montes que logra- ron ingresar al fortin burlando la estricta vi- gilancia del cerco, y que se disponian a salir nuevamente con unos 15 soldados. Nos escasean los viveres y la municién. Pasaban tres dias que no probamos nigtn alimento. Hay orden de disparar unicamente sobre blancos efectivos. La situacion se hace cada vez mas angustiosa. Llega a nuestras po siciones una proclama del General Quintani- lla lanzada por nuestros aviones que decia: “Vosotros que defendeis la santa causa,” “haciendo derroche de valor y patriotismo,” “mereceis el bien de la Patria. Vuestro heroi-" “co comportamiento, el bien ganado presti-” “gio del soldado boliviano. Vuestros cama-” “radas también os ayudan y acaban de ha-” “cer retroceder y derrotar al enemigo impo-” “tente ante el vigoroso empuje de sus bayo-” “netas en el nuevo contraataque que realizé.” “Debeis permanecer firmes en vuestras po-” Teniente Coronel Manuel Marzana O. Comandante del Fortin Boquer6n Bp fal ALBERTO SAAVEDRA PELAEZ “siciones. Tened fe en Dios y la santa causa”’ “de la Patria y la victoria sera nuestra. Se-’” “guid peleando con valor y bizarria en la de-” ‘fensa del VERDUN BOLIVIANO. El pais’ “entero os contempla, vibra de admiracién”’ “al contemplar que sois dignos de nuestros” “valerosos antepasados y que respondeis a” “Ja gloriosa y legendaria tradicién de la Pa-” “tria. Viva Bolivia”. Firmado General Quintanilla Comandante del Primer cuerpo de Ejército (copia fiel del original). Al dia siguiente nos hacen llegar a las po- siciones otra proclama, esta vez del Coman- dante del fortin Tcnl. Manual Marzana Oroza, decia asi: os “{Camaradas de Boquerén! Soldados. Me’ _girijo a vosotros rogandoos a nombre de la” ‘Patria, que continueis en vuestros puestos,” “firmes y sin vacilaciones. Esperad con calma” “y resignacion la Megada de nuestro triunfo” “rotundo. Confiad en que nuestros compaiie-” “ros que también combaten con igual valor y” “heroismo que nosotros estan muy proximos” “a vencer y venir a estrechar nuestros pechos” “con los suyos. No olvideis por otra parte que” “Ja Patria tiene cifrada en nosotros en estos” “momentos, momentos supremos su honor y” “su prestigio. Por consiguiente, no permitais” “queridos soldados que Bolivia sufra las hu-” “millaciones de una derrota, antes mas bien” “retemplad vuestro espiritu, recoged vues-” “tros nervios, confiad en el Dios de las bata-” “llas, y seguid cumpliendo vuestro deber, de-” a egos “garon limpia y lozana. No omitais ningun” ' “sacrificio, como lo habeis hecho hasta hoy” *BOQUERON": MEMORIAS DE UN SOLDADO “fendiendo la hermosa bandera de tres colo-" “res, que nuestros antepasados nos la entre-" “porque cada dia que pasa se agiganta nues-"" “tra gloria, ganada en buena lid, Haced buen’ “uso de las armas que nos entregoé la nacion”’ “para defenderla. Acordaos ahora de los pa-” “dres que nos legaron Patria Independiente” “3 costa de su sangre. Haced memoria de” “aquellas luchas épicas de tiempos pasados” “en que los Colorados de Bolivia, Abaroa y” “otros valientes dieron nombre y prestigio al” “ejército. Tenedlos en cuenta también a los” “heroicos defensores del Acre”. “Y ahora soldados que habeis conquista-” “do para nuestra historia, quizi una de las” “paginas mas gloriosas que se registraron” “;Qué debeishacer? Continuad en vuestros” “puestos de sacrificio por la Patria jSolda-” “dos Valor y Sacrificio, sed constantes por” “que toda Bolivia vive en Boquerén Fdo.” “Tenl, Manuel MarzanaO. Comandante del” “Destacamento defensor del fortin (copia” “fiel del original).” Esta proclama tuvo también la virtud de levantar mas nuestro espiritu patridtico. Co- menzamos a gritar {Viva Bolivia! pilas cara- jos y los insultabamos, vengan cobardes les deciamos, provocando reaccion de su parte. Nos contestaron en guarani bolis guaycurus (indios) y quién sabe que cosas mas nos dirian. que por entonces no entendiamos en su gua- rani. Jeep eles EL CAPITAN TOMAS J. MANCHEGO FIGUEROA Habia tranquilidad en el frente. Espora~ dicos disparos en todos los sectores. De pron- to sentimos un hostigamiento con morteros, parecia que nos habian reglado mejor que an- tes por los insultos que les dijimos. Las gra- nadas de morteros caian mas cerca de noso- tros, otras hacia la derecha de nuestras trin- cheras donde habia un buraco muy bien for- tificado con gruesos troncos de techo,. Alli dormian Manchego, Sainz, Avila e Inofuentes No distaba mucho de nuestras posiciones co- mo a unos seis metros de nuestras zanjas. Han pasado ya muchos dias y cada vez era mayor la desesperacién de querer retomar Boquerén e impedir la entrada de refuerzos nuestros, a los que los sentiamos en el pajo- nal de Yucra esforz4ndose por romper el cer- co oiamos los jViva Bolivia! en cada que asal- taban y empezaba simultaneamente el ataque a nuestras trincheras. Las bajas paraguayas eran innumerables. Serian las tres de la tarde BURT aes ALBERTO SAAVEDRA PELAEZ mas 0 menos cuando llega hasta pel pth ieurenie Clemcate tana ndonos la noticia de que el c - ae de nuestra compaiiia Habe caida en almente herido de una carcaza de mortero en ja cabeza, quitandole el habla y paralizandole ee ioe capitan Manchego grita- 1) los se nos derramaron las lagri Queriamos ir a verlo, pero fue en v: saith habian conducido los camilleros al fone oe oe prohibido movernos de las trincheras on mas esfuerzos que hicieron los médicos no pudieron salvarlo y murié. Valiente y temera- ap cere con aien juntos partimos de Oru- . Oo .querido capitan, n creerlo. Su muerte nos infundis Tad SOERIBEE Jeébamos con rabia. Provocabamos al Beenie pee que nos asalte y cuando Jo hacian nues- ras ametralladoras vomitaban fuego diez- mandolos. El paraguayo era valiente y gue- rrero pero mal soldado, nos parecia que des- conocian la tactica militar, entraban a cue gentil, y de tres en tres, ge Se hizo cargo de nuestra fiia qu \ Care comy también habia sido mermada el ReniGHes ne nato Sainz, hombre valiente también, que jun- to al sub-ofici i nae Soe Avila peleaban a nuestro lado Sainz y Avila se fueron al fortin j ee encargado de la pieza. Habia pitas on inea, nos dedicabamos @ limpiar las piezas fusiles, cambiamos a nuestra ametralladors una pieza que se lama platina, situada junto — 58 — hep “BOQUERON": MEMORIAS DE UN SOLDADO al resorte recuperador. El hambre y la sed nos hacian desfallecer. A un soldado se le habia ocurrido urgar un bulto que estaba en el bu- raco de nuestros nuevos jefes. Habia en con- trado dos latas de conservas sorprendido nos muestra. Abrimos la una con el cuchillo bayo- neta era salmon. Nos repartimos a lo que pu- do alcanzarnos. El soldado que encontro recla- m6 una mayor parte, le alcanzamos lo que sa- pro que era casi nada, se tomo el jugo, y procedimos a abrir la otra lata. Nos encontra- mos con un contenido negro y jugoso. Ningu- no sabiamos qué era. YO les dije esta conser- va esté descompuesta, es mejor que muramos de un tiro antes que intoxicados. Cabé en el suelo un agujero y lo enterré junto a la otra jata de salmon vacia. Media hora después, lle- gan Sainz y Avila. Se meten en su buraco que distaba tres pasos de nuestra trinchera y an- tes nos recomiendan que no nos durmiéramos y silo hacemos que sea con un solo ojo, con el otro vista al enemigo. Estas ocurrencias te- nia nuestro teniente. Siempre tenia a flor de labio algun chiste, un sentido de humor sor- prendente. Al poco rato sale de su buraco y pregunta gquien saco dos latas de mis bul- tos? Teniamos que repartirlas entre todos. Wadie abrié la boca y nos concretamos a mi- rarnos los unos a los otros. De repente empie- za, un hostigamiento pila y nosotros responde- mos con la pieza y los fusileros. Sainz se pone a nuestro lado y también dispara con una li- viana que trajo del fortin. Estaba a su lado el sargento Tedfilo Escalera, que también fue participe de lo hurtado yen el fragor del comba- te le pega un eructo en la cara del teniente. Seo es ALBERTO SAAVEDRA PELAEZ Este reconoce : el olor del sa i salm6 oe pelea le dice; iCarajo ti aon cuando pa- lO mi lata de sal. € la habias co- y le contesta: Yé Boe nos echa una mirada Bue calamares que s eee ita al sub-oficial ean al S epece ace probar a algunos, y este rechaza, de la ocurrenci Despues rei cia, imos ._, Los combat intensidad. Log a Se mantenian con la misma pt 708 Paraguayos aumentan cada mero apoderand los cheras, que son ri — 60 — “BOQUERON": MEMORIAS DE UN SOLDADO contraataque. Hay desesperacién en nuestras filas por la falta de agua, estabamos ham- brientos y faltos de municion. Los pocos vive- res que lanzan nuestros aviones no alivian en nada la dificil situacién veiamos aproximarse el fin por que el cerco era un circulo de hierro, mas cerrado cada vez. Solo la memoria de nuestro capitan muerto, nos hace pelear y nos mantiene la moral y sed de venganza. Se esta acabando la municion solo los fusiles pueden disparar. En la ametralladora nos quedan dos bandas que conservamos para los momentos de mayor peligro. Vemos luces rojo, amarillo y verde detras de nuestras posiciones y de pronto un grito. Vamos a ver que pasaba era él soldado Luciano Osco, asistente del capi- tan Manchego que andaba con su fusil por to- da la linea y, cargado como un ekeko, llevaba la pistola de iluminacion y un morral con va- rios cartuchos para la misma, al atravesar un lugar que no habia zanja, recibié un tiro en la misma mano que sostenia el morral, y este se incendio produciéndose como fuegos artificia- Jes. Llegaron los camilleros y se lo llevaron al fortin, Después supimos que le habian am- putado desde el antebrazo. Pasada la guerra lo encontré en Oruro como portero de la Prefec- tura. En la tarde del 28 de septiembre, los ofi- ciales de todos los sectores desaparecieron. Quedamos sin mando en las trincheras. Nos preguntabamos que podria estar pasando. Después supimos que el coronel Marzana los habia convocado a su puesto de Comando pa- EGA ALBERTO SAAVEDRA PELAEZ “BOQUERON": MEMORIAS DE UN SOLDADO ra, idi decidir la Suerte de la guarnicion. La tro) on. pa ‘in municién, eber agua, los heri- llo o Ramirez. Esto se pensdo en Coman- do, reunidos todos los jefes y oficiales. Final- mente se determiné que al clarear el nuevo dia, salga como parlamentario el capitan An- tonio Selinas del Regimiento Campos con el sub-oficial Carlos de Avila, levando un men- saje del coronel Marzana para Estigarribia, proponiéndoles una entrevista. r mensaje bian cum- Hsa noche todavia hicimos algunos dis- paros para demostrar al enemigo que seguia- mos con el afan de lucha, pero al amanecer, lego a las trincheras la orden de no disparar mas desde el amanecer del 29. Se calaron ba- yonetas en los fusiles. Supimos que, en el sec- tor por donde salieron Salinas y Avila se le- vantaron en nuestras trincheras algunos tra- pos blancos, significando que se deseaba una corta tregua, para la entrevista de los jefes. Su- bitamente en todos los sectores nos vimos in- vadidos por soldados paraguayos del Regi- miento Curupaity, antes de que pudieramos intentar ni Ja mas leve reaccion. Los paragua- yos habian creido que los trapos blancos eran sefial de que nos rendiamos y siguiendo al Regimiento Curupayty jnvadieron el fortin por todos los sectores, lanzando sus tipicos gritos de Piiiipoooooo. Aparecié frente a nosotros un ofical para- guayo, que se presenté como el teniente Ma- nuel Islas. Nos result6 un hombre humanita- rio. Nos dijo: Basta ya muchachos, han pelea- do bien, ahora todo se acabé, algunos soldados Ht quisieron ultimarlos. Yo habia sufrido una he- ea ca aS aaa Ell teniente coronel Manuel Marza na Oroza, ante el comandante en Jefe del Ejército Paraguayo, Genera? dosé Felix Estigarribia El Comandante Luis Cuenca al descender del automovil en et puesto de Co- mando de nuestro Ejército El Capitan Antonio Sa- linas, Portador del men- saie del Teniente Co- ronel Marzana al Co- mandante en defe de nuestro Ejército Los muertos de Boquerén El Capitan Fernando Velazquez 3 . od 5 a + wo o a E = a rt ae Hoy sc cumple el primer aniver- sario de la muerte gloriosa de este gallardo' oficial, en los memorables aealtos al fortin Boquerén, De la dotacién del bravo Regi- mriento Curupayty, que tanto lustre adquitiera en la épiea jornada, su- pa Races = de tidal valients, ‘nctnando siempre con singular arrojo en las primeras Mneas, Fernando Veldzauez, egresado en Agosto del 28 de ia Escuela Militar, fag de aquella legién do valientes oficiales que, obserionados con Ia santa idea Jo la reivindieacién do nuestras selvas chagueiias, consagré: fs mejores euergias y al fin su hermosa juventud, on ares de oso Noble propésito, Las soledades de] Onaco vieron crngar su otrogants figura, desde Rohia Negra hasta Boquerén y con- servan el recuerdo de sus obras. Tan Ngado so sertis a osa tierra chaquefia. quo decidi enclavar on a sn hoger. Fué esty bravo ani litar de los wrimeros on marchar a ja xhconquista sglortosa do Bogus- rén, y atacando con la valentia y ol _empuje soberbio, caracteristica ‘lel soldado paraguay, fuo a caer con morta! herida ‘entre les adver- rarfos combatienter. Quiso «1 desti- no por wn0 de sve xaros designios, cue fuera el Caritin boliviabe: Manchego quien recogiess sax Gtk mas palabras en Bogterdn, “Bp amis- mo oficial boliviano mucrgo Inego. en dicha aceién £né conocido y pri- slonero del Capitin Velézquez en Reabio Mown. » rats de Ja cantnra dei fortin Vanguardia on 1928, Beta 2 seam en hemednje! 2 Ta memoria del autémtico héroe qie inmolé su joven y preciosa vida e tn acto de beroismo personal qi nuestra historia hard perdurar o me un ejemplo de bravura, abnog cién y sacrificie en aras de la Pat El Doctor LUIS ALBERTO DE HERRERA, sonnparede de otros jefes paraguayos junto a una de las bate tomadas al enemigo en las fortificaciones de Boqueron Frente a la en 4 ronel Marzana, seniado un grupo de oficiales para- guayos momentos después de la rendicion. Proclama de! Teniente Goronel José F. Estigarribia después de la caida del fortin Boquerén A LOS SENORES JEFES, OFICIALES, CA- DETES Y SOLDADOS DRL PRIMER CUERPO DE EJERCITO. El arrojo y la pujanza incontenibles de nues.. tra raza acaba de dar otra prueba ante los cjos del mundo. A nuestros heraicos aizaltos durante veinte dias, el enemigo de ‘‘Boquerén’’ ha ren- dido sus armas. Mis homenajes de recordacion conmovi da sean para los caidos eu esta épica jornada y de calurosas felicitaciones a los bravos del Pri- mer Cuerpo de Ejército, que permanecen en pié. Habéis conquistado todos, una de las glorias mas puras para las armas paraguayas con el gran triunfo de hoy, que la Historia de nuestra patria guardara como un tesoro. Os trasmito las congratulaciones del Exeelen- tisimo sefior Presidente de la Reptblica y sss colaboradores, recibidas hoy de nuestra Capital, = 3 aS Una parte de los prisioneros bolivianos tomados en BOQUERON en momentos en que estan por ser conduci- dos aISLA PO-I El Diario de Asuncién 29-9-32 JOSE F. ESTIGARRIBIA Vuestro Comandante en Jefe ie ces Visita de uno de los fuertes reductos fortificados del enemigo en Boquerén Parte del botin tomado a los invasores en la memorable jornada del 29 de Septiembre de 1932 20h. “82 a : 3 & i ‘Situacion del LEE. Stroessner, | eadete en Boquerén ALBERTO SAAVEDRA PELAEZ rida en el hombro derecho 0 C y otra peque’ ic ranieeed Sree que se einen ce b i es dias asi vendad: pervele habia sangrado mucho y la sea: ie eee: Le pedi por favor agua al teniente roa y me dié un sorbo de su caramafiola de aton. Fuimos conducidos al fortin que yo lo veia por primera vez. Vi la noria de donde se ene eae 2 oes ae estaba ubicada por u pilas. Un galpén grand truido de adobes era, el hospital aslo 15 no dia llamar, donde meena pao eae ee nar, nuestro; - ves heridos en total estado de decuompoatcinn. Ninguno podia pararse. La, . La mayor part ij fracturas en las Sencmmadosc a siaings . Vino un camién y los trasl: ) adaron a i say hed pemuldes. La mayor parte Acura amino y los que né6 como mi ami for ee pends deliraba de fibre, Cae . Asi nos encontramos 1 tro del fortin. Algunos Hadde AOe tin. quedaron ech: Te oe cee y la debilidad, los poopy . Liegaron camiones iste: ee, pee sere de pepey, Hasta pUnuRpe Lee S manos y la cara negra dor y la tierra. Pasé com sii eaey ae 2 rra. hora tuvieron asi. De rato en etoile ace pe! s legaban mas pa- taguayos trayendo algun bolivi he viani - eer ee Ceoyaderse en el HBL ped 1 . Los traian a culatazo; i aoe aes a@ nuestro eens eae vormos, Tan pocos docla dene cone oot 3 » donde esta el 2 a oe Arturo Bray que llegé ese TORE 0, les oblig6 que se retiren, que vayan a se- iD “BOQUERON": MEMORIAS DE UN SOLDADO guir buscando a los que quedaban embosca- dos. Vimos que armaron dos pesadas frente a nosotros, creiamos que nos iban a fusilar, estaban algunos ebrios. El mayor Bray les or- dend disparando su pistola al suelo que se re- tiren, que respeten a los prisioneros. Habla- ban entre éllos en guarani. Ninguno hablaba espafiol. Nosotros los mirabamos asombra- dos eran altos, barbudos. Los mas tenian fo- rrados de cuero de res desde los tobillos has- ta las piernas para desplazarse en el monte. Mascaban tabaco y escupian por las comisu- ras de los labios. Cuatro oficiales se nos acer- caron y nos charlaron. Nos preguntaban nues- tros nombres y si eramos de La Paz que ha- ciamos antes de venir a la guerra, eramos mu- chos estudiantes. Para que me lavaria la ca- ra, se me acerco un oficial y al verme rubio se me acercé y me dijo ‘usted es menonita. Era la primera vez que escuchaba esa palabra y le contesté que significaba esa palabra “me- nonita”. YO soy boliviano le dije. Al darse cuenta de que hablaba el castellano se retiro. Desde entonces quedé con ese mote entre mis compaiieros que habian oido. Luego nos die- ron un plato'de locro asi lamaban una sopa de maiz con carne. Nos repartieron galletas, unas bolas de pan mas duras que la piedra. Nos hicieron formar y marchar rumbo a isla Poi. Caminamos por una picada ancha y pa- samos por donde estaban los cafiones y obu- ges que nos habian hostigado durante los 23 dias que resistimos. Conocimos también aque- llos malditos morteros. Eramos unos 200 de pura tropa. No habia entre nosotros ni un ofi- apes: ALBERTO SAAVEDRA PELAEZ cial. No los habiamos visto desde el dia ante- rior. Fueron éllos los primeros conducidos en camiones hasta isla Poi y luego siguieron has- ta Asuncién. Los camiones que llevaron a nuestros heridos, volvieron a darnos aleance y nos recogieron a, los que desfalleciendo mar- chabamos por la picada. Llegamos a isla Poi en la tarde, nos dieron alojamiento en enor- mes carpas donde cabian hasta 100 soldados. Estébamos mezclados con heridos paragua- yos en catres improvisados. De estas carpas habian como 20 y de gran tamajio que servian de hospitales. Hra una tortura la noche no se podia dormir por los quejidos, habian muchos de los nuestros que tenian desinteria, alguno que por la debilidad, ya no podia bajarse de su camilla se hizo un tajo en la camilla y por ahi salia su escremento. Mi amigo Max Ocam- po, herido y con fiebre, se habia levantado de noche y salié de la carpa, delirando tropezé en una de las zogas y cayé a una zanja que habia al rededor de las carpas para proteccion de los bombardeos de aviones bolivianos. Max no se levanto mas, lo enterramos en el cementerio del fortin, Cada dia habia como 10 entierros. Isla Poi era un fortin grande. Habia pozos ar- tesianos, agua en abundancia. Muchas muje- res que lavaban la ropa de los heridos. La se- gunda noche sali a dormir afuera. Hacia mu- cho calor. Armé una, almohada con mis cho- colateras, y quedé sumido en un profundo sue- fio. Desperté a las 2 de la mafiana con el soni- do de una orquesta. Me eché de menos de mis chocolateras, habian desaparecido. Me las ro- baron mientras dormia. La orquesta tocaba era ee *BOQUERON”: MEMORIAS DE UN SOLDADO. una musica que yo la conocia la aprendimos en la peauelan Por entonces estudiabamos en textos argentinos y seguramente esta pieza en su letra decia asi: Cual retazo de los campos, de los cam- os. Do jams se pone el sol, se pone el sol Es la ensefia de mi Patria la bandera bicolor (Nosotros deciamos tricolor) 3 Es muy bella mi bandera, mi bandera Nadie iguala su lucir, su lucir YY es su sombra la que buscan Los valientes al morir... Habian sido los del Regimiento San Mar- tin, integrado por voluntarios argentinos. Es- to me lo conté una doctora cirujana Berton, que fue la que me extrajo la carcaza de mi ma- no, y mientras lo hacia me insultaba: Boli co- barde me decia porque yo gritaba por el do- lor. Me opero sin anastesia. Despues nos hici- mos amigos y me contd que al regimiento que paso esa noche, le pusieron el mote de Regi- miento Nandu-ha por que corrieron como aves- truces al primer ataque de los bolivianos en Toledo. Tuve otro amigo en los varios dias que nos quedamos en isla Poi, 10 dias mas o menos esperando movilidades para que nos trasladen a Puerto Casado. Fue un médi- co mayor Pedro Juan Caballero. Habia sido Diputado Nacional, era todo un caballero. En Jas tardes nos sentabamos a conversar. Me preguntaba como era Bolivia, me decia que sabia que éramos muy ricos por las minas que Se ALBERTO SAAVEDRA PELAEZ tenfamos de oro, plata y estafio. Me hablaba también de la guerra tripartita que sostuvie- ron los paraguayos durante muchos afios con la Argentina, Brasil y Uruguay, que pelearon hasta las mujeres y los nifios de ocho afios. y que, al final el Paraguay quedé desolado y me repitid esto que yé lo anoté: Llora, llora urutai En las ramas del yatay Ya no existe el Paraguay Donde naci como ti, Muy consternado me Tepitio estas frases. Después me dijo que escriba. una carta a mis Padres, haciéndoles saber que estoy vivo. Asi Jo hice y a los pocos dias viajamos juntos has- ta kilémetro 145 punta de rieles del ferroca- rril que tenian en el Chaco. También iba con nosotros la doctora Berton. En ese punto en- contramos ferrocarril. Nos subieron a las pla- taformas y asi llegamos hasta Puerto Casado donde permanecimos dos dias. De alli nos em- barcaron rumbo a Asuncion, pero desembar- camos en Villa Hayes cerca de Asuncion, des- de alli se divisan las luces de la capital, llega- mos a un cuartel donde estaban muchas tro- bas paraguayas que nos miraban con admira- cién. No trabajamos, sino alguna vez para traer lefia del monte para cocina comun, Co- mun digo por que del mismo rancho comia- mos bolivianos y paraguayos. Cada dia llega- ban mas prisioneros bolivianos, tomados en Yucra y Arce, cuando sus tropas arremetie- ron sobre esos nuestros fortines después de — 7 — “BOQUERON”: MEMORIAS DE UN SOLDADO la caida de Boquerén y en los cudles no hubo mayor resistencia. : fone Estando en Villa Hayes, leg6 un prision: ro bolivians caido en Yucra era un sub oeee de nombre Eli Céspedes Toro, ex-cade sae) Colegio Militar, nos conto que todos ane De acaron Boquerén, con sui e Pinon morteros, automaticas etc., S0_ Le zaron sobre Yucra, donde no hubo resisten: cia. i Hayes, un Dos meses pasamos en Villa cuartel a la orilla del me se tae a fiabamos todos los dias, n e fapen. para lavar nuestra ropa. ave one es ecial de no hacernos tral Seioeerbe de Boquerén. Siempre nos ee cierto respeto. Pero al final ya no nos aguar' ban esas mismas consideraciones, por que a nos confundimos con los miles mas que cayey ron prisioneros y todos estabamos entrevera~ dos. ae oe 4 5 ; RQ : 3 3 ie < $ ; 3 8 é UNA BATERIA PARAGUAYA DE OBUSES 105 mm LIMPIANDO UNA CARCEL Llegé un dia en que nos formaron y dije- ron que iriamos a otro campamento, por que ya no cabiamos en el cuartel de Villa Hayes. Hscogieron a, 100 prisioneros y nos condujeron aun lugar Wamado “LA EMBOSCADA” En un barco nos trasladaron rio arriba y des- pués de navegar desviamos del rio Paraguay @ un arroyo llamado Pirebebui. Al anochecer llegamos a un desembarcadero, y conducidos a una gran carcel. Nos contaron que en ese lu- gar los emboscaron a los prasilefios cuando su guerra tripartita, y pasada esta quedaron muchos brasilefios prisioneros que con el tiempo dejaron generacion. Era como llegar al Africa. La mayor parte de los pobladores eran negros. Era, una respetable cércel. No co- nozco ninguna asi en nuestra Patria. De pare- des altas de pura piedra. Los muros anchos, donde paseaban los centinelas todas las noches gritando para constatar que no estaban dor- midos. En cada esquina habia una garita, pa- ra que se protejan los centinelas de la lluvia. Sus celdas eran con gruesas puertas de hie- er79 oe ALBERTO SAAVEDRA PELAEZ rro. Tenia un patio grande de 200 metros por lado, era la dimensién de la carcel. Su puerta de entrada era ancha, alta y de puro fierro de- Jante de ellas habia dos habitaciones para la guardia. Nos habian Mevado ahi para hacer la limpieza, pues estaba abandonada talvez cin- cuenta afios. Nos dijeron que nos acomode- mos en las celdas, y la primera noche pasa- mos una de perros. Habia mil alimafias y mos- quitos, avispas etc. Nos juntamos los mas ami- gos, Alejandro Arzabe Reque, Carlos Brun Ascarrunz, Jorge Yafiez Ortiz, Nery Terceros, Alfredo Gamarra, Walfredo Duefias, el sub- oficial Alberto Gonzales y Antonio Tirado. En otra celda estaban el sub-oficial Guillermo Garcia, el soldado Ricardo Aramayo Ossio y Raul Ibarguen, nos juntébamos para _ prote- jernos mutuamente. Dos dias después empe- 20 el trabajo. Nos repartieron hachas, mache- tes, azadones y meta a derribar primero la ma- leza del patio, hasta ponerlo limpio. Habia frondosos arboles que nos hicieron dejar para que hagan sombra. Después nos sacaron a los alrededores de la cArcel. Dijeron que habia que limpiar 200 metros a la redonda de los mu- ros. Al principio nos salieron ampollas en las manos por que no estabamos acostumbrados, nunca habiamos manejado esas herramien- tas, especialmente las hachas cuando nos to- caba derribar gruesos arboles. Los custodias nos daban ejemplo y nos ensefiaban como se manejaba. Ellos eran muy practicos. Meses trabajamos en esa tarea, hasta que nos pusi- mos practicos en el manejo de las herramien- tas. Después nos llevaron a una legua mas alla ei BO) a “BOQUERON": MEMORIAS DE UN SOLDADO z cel, hasta donde habia un palmar, cor- eee varias y las transportamos a la carcel, sara hacer galpones en el patio de la misma. ‘obres de nuestros hombros nos salieron am- pollas, era un trabajo forzado y pesado. fe nados estos trabajos, ya teniamos mas re ra. Nos dejaban jugar futbol en el patio. Co- menzaron a llegarnos pequefios giros de nues- tras casas, al mostrarles dinero a los pias se volvieron mas blandos. Les comprabamos : a- rutos y nos permitian la salida al pueblo, claro e custodiados. Hicimos amistad con un mu- lato de apellido Jara, que era adventista y nos queria convertir a su religion obsequiandones con sus revistas “El Atalaya” y nosotros le levabamos la corriente. Queriamos ae aR ubique donde estabamos, que distancia habia hasta la frontera del Brasil, si habia camino 0 solo era senda etc. etc. Nos dié mucha y ay importante informacién. Planeaban realizar una fuga, el sub-oficial Garcia junto con un chaquefio de apellido ‘Mandepora, Cees ae dijo que si queria podia incluirme le acep' e principio. Pero una noche sin Leia en cuenta desaparecieron. Se dijo que ore capturados, bajados y conducidos a Sas Llego el 6 de agosto 1933 jGran dian de ie Be tria. Nos permitieron previo edi aaih ranted nuestra fiesta con una guitarra y mend ini . hhechas de platos de laton gigantes de Of pi las. La guitarra tocaba un soldado gece ee Alli se aguz6 el ingenio probervial de los bo: livianos. = Salimos de la carcel a una altura que ha- pia frente ala misma y empezaron las can- Seg ee ALBERTO SAAVEDRA PELAEZ ciones, cuecas huayfios etc., les gust6 nues- tro folklore a los paraguayos como a nosotros el suyo se bailé cuecas y hasta un tango en- tre el “Pisi” Gamarra y y6. Se cantaba en que- chua y aymaré con algunos insultos impro- visados a los paraguayos que no lo entendian Wos pedian que les traduzcamos y les tradu- ciamos bellezas que los halagaban. Asi nues- tro 6 de Agosto la pasamos entre risas que a veces se volvia lanto. Terminada la limpieza de los alrededores de la carcel, nos pusieron a trabajar una can- tera de piedra que habia cerca del campamen- to. Era de piedra loza que cavando la tierra debiamos sacar para ser enviada a Asuncidén. Los pobladores curiosos, venian a la reja de la puerta a vendernos platanos, cigarros puros, yuca cruda y cocida, naranjas etc. Las piro- peaban a Jas cufiatais (nifias) y les gustaba, algunas sin ser vistas por los custodias nos obsequiaban, tablillas de dulce de chancaca. Los domingos jugabamos futbol con los custo- dias. Asi disimulabamos la nostalgia de la Pa- tria escribiamos cartas a nuestras casas, y nos contestaban que no las habian entendido muy bien por que llegaban censuradas. Un dia un soldado Aliaga me hace leer una carta que estaba escribiendo a su familia. En una parte decia como queriendo hacerles saber que nos hacian trabajar mucho “Lo bueno que tene- mos es que trabajo no nos falta” y al despedir- me afiadia “ Alko jina tratahuancu” (nos tra- tan como al perro) Tu hijo que te quiere. Alfredo P.D. “Manda encomienda y giro”. Aes ne Grupo de prisioneros bolivianos en el Cam; : ipamento ‘La Emboscada" rodeando al médico de Boqueron, Dr. Torrico - visita ALBERTO SAAVEDRA PELAEZ Muchachos que no recibian giros de sus casas, tenian que ingenidrselas para conse- guir patacones (pesos) hacian juguetes de ma- dera, volantines que les llamaban mucho la atencion de los mitais (nifios) y sus madres les compraban. Hacian ataudes de madera que cuando se levantaba la tapa el muertito se pa- raba, hacian avioncitos y otros juguetitos que los vendian a través de la reja. Los domingos era una romeria en la reja se vendia y se com- praba de todo. El dinero paraguayo no valia na- da comparando con el nuestro cada boliviano equivalia a 48 guaranies. Una vez recibi un giro de cinco délares que me mand6é mi ma- drina de bautizo Dita. Irene Soria Galvarro desde Oruro y me pagaron 490 guaranies. Cal- culen los ricos que nos creian. Costaba el kilo de azticar cuatro garanies. Podiamos dejar que nos adulen los pilas que estaban mas lar- gados que nosotros. Les invitamos cigarrillos rubios Alfonso Trece y Reyna Victoria o los “Héroes” que eran mas baratos y llevaban en cada cajetilla una fotografia de los héroes y muertos paraguayos en el Chaco. YO coleccio- naba estas figuritas y las guardaba especial- mente de los cadetes paraguayos muertos en Boqueron. Algunas de éllas ilustran este li- bre. e se sabia, que nuestras tro- gun triunfo en los combates, automaticamente se nos apretaba mas en el trabajo. Nos obligaban a sacar mas piedra e inventaron hacerla apilonar y cubicarla cosa que antes no se acostumbraba. Cada vez pas obtenian apd ie : iF Qn "BOQUERON”: MEMORIAS DE UN SOLDADO Varios soldados habian aprendido a ha- sogas de las raices de caraguata y nos de- cabémos por distraccién a aprender. Habia nh soldado boliviano de apellido Valdes que cia que tenia el grado de sub-oficial no lo ociamos en Boquerén pero decia que alli ‘6 prisionero. Era muy adicto a los pilas, y pegaba para hacernos formar al amane- ry salir al trabajo. Alguien dijo que era él wien denuncié la fuga de Garcia y Mandepo- Y6 pelee con este Valdez a pufios un dia y © gandé por que yo era muy debil, pero me endi hasta que nos separaron. Presumimos ‘que nos incluy6 a Carlos Brun y a mi en la lis- de los que preparaban fuga y, fuimos tras- dados al Estado Mayor de Asuncién. Nos etieron a un corral donde también habia pa- ayos acusados de emboscados. Asi los maban a los que evadian ir ala guerra. En arani les decian Sandias hui. hui. Alli pa- mos tres dias, nos daban desayuno y ran- oho. Les faltaba gente para enviar al frente y sacaron a los pilas que nos hacian compa- , los extrafiamos por que eran estudiantes » Derecho, tenian su cultura y charla muy rtida. Toda la guardia que nos condujo ibién fue enviada al frente. Nadie sabia por estabéamos alli y nos preguntaron. Y6 les testé que anteriormente estuvimos en Vi- Hayes y que nos enfermamos. Nos vieron n afligidos que nos mandaron al Hospital forme, y yO también. Fue aquella que me de- litar Central. Alli nuevamente me encon~ con la doctora Berton quién se alegro de boli cobarde cuando me extraia una carca- 6 85 ee ALBERTO SAAVEDRA PELAEZ za sin anestesia. La pasamos muy bien en el hospital haciéndonos los enfermos, y nos da- ban buena comida a recomendacién de la doc- tora, hasta mate cocido con leche nos daban como a los heridos paraguayos, tremendos so- quetes de carne cocida. Llegaron muchos he- ridos paraguayos del frente y me encontré con uno que mostraba a todos los trofeos que habia sacado en Toledo a los soldados muer- tos bolivianos, mostraba, relojes, anillos y una libreta de cuero que en forro decia Siemmens. Me llamo la atencion y le pedi que me mostra- ra. Era nada menos que el diario de guorra de mi cufiado IGNACIO ARIAS LEON que mu- rié emboscado en Toledo, segun noticias que recibi de casa. Lahojee y me cayeron dos gruesas lagrimas. Le avisé alsoldado que era mi hermano, rogandole que me la diera. No tenia valor para él como los re- lojes y los anillos y me dio la libreta. Esa libreta hice llegar hasta Oruro y en- tregué a su hermana dofia Luisa Arias L. Dos dias después arribé gravemente her. herido un amigo Atenien- mano’ ‘autor Se don Luis Antezana Ara- falleci aco _ iibar, tenia una tremenda herida en el pecho. Habia, permanecido por su gravedad mucho tiempo en los hospitales del Chaco y finalmente lleg6 a Asuncion. Su heri- da no estaba todavia cicatrizada. Tenia una palidez mortal y temiamos que de un momento a otro podia morir por su debilidad. — 86 — A LA CANTERA DE TACUMBU _ Como llegaban muchos heridos del frente, hicieron una redada a todos los que nos veian andar por todo el hospital. A los paraguayos a gus casas y a los bolivianos a Tacumbu. Ya es- taban en ese cuartel mas de 200 prisioneros. ira un cuartel de caballeria. Nos hacian levan- _ tar de las camas tendidas en el suelo a las cua- tro de la mafiana, para dar Ja comida a los ca- ballos, afrecho entre otras cosas. Luego mon- tando a pelo a los caballos los levabamos al rio _ &bafiarlos y rasquetearlos. Los pilas corrian jor nuestro detras gritando y arreando a nues- ‘tros caballos. Muchos que no estaban acos- tumbrados a cabalgar, caiamos, felizmente el h iso era de arena. Volviamos al cuartel a to- Bia: desayuno, mate con galletas y luego a la antera que distaba del cuartel unos tres- cientos metros. Llegaron mas prisioneros bo- livianos entre ellos los amigos Walter Pena Clavijo y Hugo Ferrufino Parrado, amigos Oruro. Estaban cansados por la cami- ta desde el puerto hasta Tacumbu. Conversa- mos largo recordando nuestros afios mozos en One ALBERTO SAAVEDRA PELAEZ Oruro. Poco tiempo después los cambiaron a otro campamento de la Recoleta. El trabajo en las canteras era el mas pe- sado de los que habiamos realizado, hasta en- tonces, pero la juventud da para todo. Traba- jabamos extrayendo la piedra con dinamita. Y6 sostenia el barreno y otro golpeaba con el combo, hasta perforar un agujero de unos 20 centimetros mas o menos que se cargaba con un cartucho, encendiamos una guia y a correr gritando va tocaaar (asi llamaban los pilas al estruendo que producia) explotaba y a cargar las piedras, unos eran los que cargaban a las carretillas, otros descargaban y las apilona- ban. Otros con grandes herramientas como trinches gigantes escogian el ripio, toda la mafiana bebiamos tereré (yerba mate con agua fria y bombilla de laton). Antes de las doce teniamos descanso. Llegaban las mar- chantas, como les decian los pilas a las rabo- nas que estén siempre detras de los soldados, traian para vendernos o fiarnos con lista que hacia un comedido boliviano. Tenian refres- cos dulces chip4s (cufiapes de gran tamafio) Hablaban poco espafiol y asi nosotros ibamos aprendiendo su guarani. Yo ponia mucho in- terés por que tenia siempre en mente evadir- me de la prisi6n. EN BARRIO OBRERO _ Ciento veinte prisioneros fuimos traslada- los a otro campamento, cercano a Tacumbu. fos libramos de los caballos y de las madru- adas a las cuatro. Era un campamento im- provisado, situado en el Barrio Obrero de suncidn. De alli cada dia, saliamos formados y custodiados a las canteras de Tacumbu. Dis- ‘taba unos dos kilémetros era distraido el tra- cto, habian tiendas o pulperias y podiamos a compras de aziicar y de pan fresco, pa- ya hacernos en la noche nuestro matecito ex- ira. Nos acostumbramos mucho al tereré y ‘consumiamos mucho en nuestras horas de ‘descanso y en especial los domingos. Forma- ‘mos un grupo muy bonito y unido eramos Luis orant Ortega, Nery Terceros, Gualberto Due- fias, Alfredo Rea Nogales, Jorge Ballon Bena. ‘yidez, Silverio Salinas Oropeza. Jugabamos ‘ajedrez con un juego que tallé en made- pas de dos colores. Jugabamos fiitbol los do- ‘mingos con los pilas y alguna vez compraba- mos una garrafa de vino de madera y bebia- _mos entre todos. == (89 — ALBERTO SAAVEDRA PELAEZ Nuestros custodias se relevaban cada vez, a los jovenes los mandaban a la guerra y tanto oficiales como soldados eran viejos o ex-heridos y curados. Intimé con un soldado de unos cuarenta afios llamado Eligio Herrera, para quién le escribia cartas a sus familiares y hasta para sus enamoradas que vivian en Paraguari. Un dia el Comandante me pesco en ese afan y ley6, la carta y le gus- to tanto, que también para él tuve que escri- bir. Era un teniente correntino que habia vuel- to ya del frente, Hombre de una ignorancia su- pina, leia y no entendia lo que decia el perid- dico, circunstancia que me favorecié muchi- simo como veran. _ Me hacia quedar en el campamento, no salia al trabajo con los demas. A las nueve de Ja mafiana me hacia atravesar un buen peda- zo de carne en un palo y lo ponia a las brasas donde estaba cocindndose el rancho. Asi co- miamos los dos un buen pacumuto, con galle- tas, y luego un mate. Terminado el pacumuto, me pedia que se lo leyera el periddico del dia. Por entonces 1934 los italianos peleaban con los abisinios y Musolini le exigia rendicién a Hali Salasie. Era largo el articulo unas cua- tro columnas, y cuando terminaba de leer, el correntino como todo comentario mirandome me pregunto 2Quién gana? Me causaba risa y me obligaba y contarle y explicarle que la pelea era en Africa que, quién era Musolini y quién Hali Salasie, las armas que empleaba etc. Lo que consegui fue ganarme su amistad y su confianza. Le pedi que sea yé quién vaya 25100. “BOQUERON": MEMORIAS DE UN SOLDADO s jueves a.Asuncién custodiado natural- nente a recoger la correspondencia que lle- ba de Bolivia para nuestros muchachos. Me uceedio y cada jueves iba al centro con una olsa. La Oficina se lamaba de Informacio- nes para Prisioneros. Alli trabajaba un meri- orio ex-combatiente de mucha mas edad que sotros. Don Luis Gutierrez Monje, en Oruro ‘a Director del Periédico “La Patria” amigo “mio y de mi familia. A este sefior le conté dis- ‘eretamente que estabamos preparando una “fuga de la prisién atravesando el rio Para- ay. Se asusté un poco y me recomendé que tuviera mucho cuidado. Le dije que mi deci- sign era irrevocable. Nuestra vida se hacia ‘mas llevadera’ cada dia. Haciamos deporte, ; sica, nos llegaban giros, comprabamos ci- garrillos Héros, Reina Victoria, puros, vino en damajuanas, invitando al comandante y a los custodias que no estaban de guardia, pero sa- liamos siempre a la cantera a trabajar y los sabados al rio a bafiarnos y lavar nuestras ro- pas, caminabamos unos tres kilémetros. Un sol- dado que dormia a mi lado, me lavava la ropa y era como mi asistente, por que él no recibia giros y yo si, entonces el ponia el pa- rapeti (asi Wamabamos a un tachito de laton con oreja de alambre) y hacia el matecito co- cido en las noches. Compartia con él todo lo que podia. Mientras Antonio Tirado lavaba mi ro- pa yo me dedicaba a nadar todo el tiempo que permaneciamos en el rio, unas tres horas, yo nadaba y nadaba sin salir del rio a la orilla, para probar mi resistencia, braseaba y des- cansaba de espaldas. Llegué a adquirir mucha ON ser ALBERTO SAAVEDRA PELAEZ resistencia, Cambiaron de comandante, el sa- liente me recomend6 al entrante. Le dijo que era estudiante, que escribia muy bonitas car- tas, y que era el encargado de recoger la co- rrespondencia para mis compafieros etc. El nuevo me dio las mismas ocupaciones, salia solamente tres veces a la semana al trabajo. Me hacia escribir cartas de amor. Y6 me bur- laba al empezar las cartas copiando versos de Acufia: Pues bien, yo necesito decirte que te adoro decirte que te quiero con todo el corazén Que es mucho lo que sufro Que es mucho lo que lloro etc, etc. Y seguia con una declaracidn, y el tenien- te me creia un gran poeta y muy inteligente. Escribia cartas para todos y asi me gana- ba patacones y la amistad, mas que todo la confianza de los custodias. Cuando les conta- ba a mis camaradas Alfredo Rea Nogales a Luis Morant Ortega y a los otros reiamos mu- cho. Era a que no falte de que reir, en medio de nuestra pena. Una temporada nos sacaban a los prisioneros de tres en tres a colaborar en casa de alguna que habia quedado viuda de guerra y no tenia quién siembre la tierra pa- ra dar de comer a sus hijos. Quedaban pocos hombres, A mi me sacaron a una casa donde habia una capuera (chaco) de una hectarea, ae D “BOQUERON": MEMORIAS DE UN SOLDADO sembrabamos yuca cosechamos mani, car- ke ° panes como decian los mucha- hos, en la casa de una sefiora, a quién le ayu- ‘bAmos hasta en los que haceres de la casa, ‘se lavaba ropa, se cocinaba. Fue donde mas aprendi el guarani. Las hijas nos cantaban ; Be clones preciosas y romanticas. Una decia Despierta nifia, fragante rosa Ya que tus suefios vengo a turbar Para decirte joven hermosa con toda el alma rojay ju jay Nifia querida de mis ensuefios Vengo a tus suefios a molestar para decirte con toda el alma Che ven guaret Ya mucho tiempo que tu bien sabes Que en ti pensando, ando vay-je Y de tus labios jamas escucho Una esperanza Che ven guaret. Su musica es muy linda y yé no la olvido y la canto con alguna frecuencia o cuando le- ga una ocasion. Habia otra mas corta pero igual muy sentimental, decia: Ojos azules color del cielo boquita roja como el carmin cabellos de oro mejilla grana flor deliciosa de mi jardin... No quiero salirme del tema, aunque po- dia hacerlo, cuando me pongo romantico, pero es que no puedo dejar de escribir estas mis mae OD ows ALBERTO SAAVEDRA PELAEZ memorias asi tenga que alagarme. Al leerla, mauchos de mis amigos de Boquerén que ain viven, recordardn con nostalgia los dias vivi- dos en la prisién. Aquellos que estuvimos jun- to al pueblo paraguayo, trabajando en las can- teras,en caminos, tumbando arboles corpu- lentos, sembrando en las capueras. De éllos quisiera recibir una voz de aliento. Estamos ya en el otofio de nuestras vidas, y quizas po- cos Heguen a leer estas mis memorias, pero los que lo hagan que inculquen amor a nuestra amada Bolivia. Aqui les cuento lo mas emocionante de mi vida en la prisién. Volvimos otra vez al cam- pamento, por haberse terminado los trabajos de siembra, en la capuera de la sefiora. Otro dia escogen tres prisioneros para ir a trabajar a otra casa particular. Hsta vez era en el taller de un mercenario francés, tenia el grado de mayor, y se llamaba Leon Fragnau. En tiem- po de paz abria pozos artesianos en la ciudad y en la campajia (Campafia llaman al campo). Esa era su profesién al estallar la guerra. Fue movilizado para ir al Chaco. Nos conté que a los quince dias de la caida de Boquerén él ha- bia abierto un pozo surgente de agua alli. Lle- gaba de vez en cuando del Chaco a la capital asuncena, donde conservaba su taller y su j gente trabajando, A la mayor parte de su gen- te la habian movilizado y su esposa que era muy entendida también en el trabajo, y espe- cialmente en el manejo del personal, pidid tres prisioneros para que ayuden. Fuimos con dos expertos que a la vez hacian de nuestros Pao po “BOQUERON": MEMORIAS DE UN SOLDADO ias. (tenian fusiles) a una escuela “Ge- ees Habia un pozo de unos cinco me- e estaba tapado por las on tres palos y p i a roldana de la que sujetaba una so- . ie cnirabe al pozo. Dos de mis compafie- _ ros, relevandose entraban en una canasta has- ta el fondo, la cargaban de basura, la canasta ; ‘y alli quedaba, jalaba la pita y nosotros cobra- amos y vaciabamos al suelo al lado de la bo- ca. Uno de los paraguayos me ensefio como se alumbraba al que estaba debajo el pozo, con is un espejo que le daba luz. Me empefié en ha- (4 cerlo lo mejor que pude, por no entrar al pozo, a y lograba hacer Negar rayos de luz al fondo. De esta manera ya logramos acumular un monton de basura. — 95 — UN ROMANCE Habia frente al pozo donde estabAmos trabajando un curso, o una clase donde esta- ban pasando clases unos 30 mitais (nifios) con una profesora que nos llamaba la atencidn, por lo linda que era, joven, né muy alta de lar- ga y rubia, cabellera y de unos ojos celestes como el cielo. Un dia en mis afanes de darle luz con el espejo al que estaba abajo, hice lle- gar la luz del espejo, hasta el fondo del curso donde estaba Delmira, (asi se llamaba) expli- cando a los nifios frente al pizarrén. Serian muy frecuentes las veces que llegaban los re- flejos del espejo, pues un rato de esos la ve- mos salir furiosa y de hecho me increpa di- ciéndome “boli huaycurt (indio) deje pues de miolestar con ese espejo, que no me deja pa- sar clases... Sefiorita, le contesté disculpe, no habia notado que la molestaba, voy a tra- tar de que no se repita, teniendo mas cuidado. Qued6 absorta al oirme hablar correctamente el espafiol, y como arrepintiéndose de haber- me dicho huaycuri me contesta: pero usted habla correctamente el espafiol. Y6 picaro le ee OT at ALBERTO SAAVEDRA PELAEZ respondo. Si sefiorita hablo el espaiiol, que- chua, aymara, inglés, francés y algo de ale- man. Sonrio y se fue a su clase. Su risa me cautivé, desde ese momento se generalizé entre ambas partes, un fuego gra- neado de miradas. Parecia que iba a haber ro- mance, miradas que por lo que a mi respecta iban acompafiadas de sonrisas, sefias y otros proyectiles mortiferos que debian causar no- tables estragos en el enemigo. Un dia tuve que hacer alto el fuego, por que apareci6 la di- rectora del Colegio, que al final se hizo mi buena amiga y no cesaba de darme gracias por el trabajo que estabamos haciendo en la escuela. A la media hora se hacia el fuego mas intenso y animado, Al dia siguiente me animé a escribirle a la profesorita, talvez obedecien- do a las sefias que me hacia. Una carta muy romantica y sentida porque me ena- moré muy deveras. Me referi a sus lindos ojos azules, a sus bellos cabellos, a su escultural cuerpo. La muy indiscreta mostré la carta a todas sus compafieras, y hasta a la directora. Las profesoras me miraban de reojo desde sus aulas y talvéz no creian que, el huaycurt mal trajoado, fuese tan romantico. Lastimosamen- te termino el trabajo del pozo, Instalamos una cafieria y una bombay la escuela General Diaz ya tenia agua. A los tres bolis nos hicie- ron una despedida en el jardin con asado, re- frescos y chipas. No termin6 alli el romance ella le contd la relacion a su madre y ésta sintid curiosi- dad de conocerme, al leer mis cartas. oes “BOQUERON": MEMORIAS DE UN SOLDADO Un dia en el campamento Barrio Obrero al que volvimos, nos encontrabamos jugando al ajedrez con Alfredo Rea Nogales, y senti- mos unos gritos del cabo de guardia que decia Samaclay... Samaclaaay nadie le hizo caso, por que solo sabiamos que Samaclay era el nombre de un fortin paraguayo en el Chaco. Con este cabo nos conocimos dias antes y me dijo ta no eres Samaclay? N6 le dije y6 ape- llido pues Saavedra. Este que dias antes me conocié se habia dicho que para recordar mi apellido se iba a acordar del fortin Saavedra y cuando me llamo se acordo del fortin Sama~ clay. Reimos con Alfredo el chiste y salia la prevencion. Me encontré con una muy simpa- tica sefiora que acompafiaba a Delmira. Las hicieron pasar a un cuartucho que habia para la guardia y alliconversamos muy cordial- mente. Me contd que habia leido mis cartas dirigidas a su hija y que élla estaba muy ena- morada. Le contesté que y6 también estaba muy enamorado. No solo la musica, siné tam- bién el amor, no tiene fronteras. Que pase és- ta maldita guerra me dijo y las cosas cambia- ran. Se despidieron y al irse le di un beso en la mejilla a Selmira. Ilusion que ya se fue. Las cosas para mi cambiaron, gané un mote mas, mis compafieros ya no me decian el Saavedra sin6 el Samaclay. Asi ese bonito romance ter- mino. — 99 — MI EVASION Hacia un mes que la maldita guerra ter- mino. Los pilas seguian haciéndonos traba- jar en las canteras, y ahora con més intensi- _ dad. Tenian que aprovechar la mano de obra gratis, para concluir el asfaltado de la aveni- da Palma de Asuncién que era a donde se di- oe la piedra que extraimos con nuestro su- lor. Con alguna regularidad se recibian en- comiendas y giros de nuestras casas. Y6 siem- pre custodiado por un nuevo amigo para- guayo de apellido Gavilan, con quién atrave- sSabamos la ciudad conversando y tratando de _ ejercitar el guarani, Congeniamos pronto y é1 me decia: Hu Saavedra, como quiero que te cases con mi hermana, escribele una carta. Y6 Je habia escrito muchas para su novia. Llega- mos a la Oficina de Informaciones, recogimos cartas y encomiendas para_ los compafieros del Campamento Barrio Obrero. Fue es- | ta vez que preparé un bulto con mis cosas in- timas, bien cosido en el tocuyo en el que me lego una encomienda de casa. El bulto conte- — 101 — ALBERTO SAAVEDRA PELAEZ nia las cartas que recibi de mis padres y ami- gos, fotos que sacamos y principalmente todos estos documentos que ilustran estas mis me- morias. Volvi a encontrarme en la Oficina en la que trabajaba mi recordado amigo el perio- dista don Luis Gutierrez Monje. Le volvi a re- petir mi decisién de evadirme, volvio a reflec- cionarme, me decia es muy peligroso, pero mi decision ya estaba tomada. Eramos cuatro los que debiamos emprender la aventura Luis Carlos Brun de Oruro Silverio Salinas Orope- za, Jorge Ballon Benavidez de Sucre y yd. Lo unico que le ruego le dije, es cuidar de este bulto, que contiene, cartas y otros documen- tos y tratar de hacer llegar algun dia cuando te repatrien a mi madre, a quién él la conocia xaucho. Si salgo vivo de esta aventura, yo re- cibiré de tus manos cuando llegues repatriado. Me juro cuidar el paquete como cosa propia. La fuga que preparamos fue asi: Carlos Brun trabajaba en una maestranza, bajando del Barrio Obrero hacia el rio Paraguay, cerca de un pueblito Wamado Lambaré, en las faldas de azul cerrito del mismo nombre. Un domin- go le permitieron subir a nuestro campamen- to, custodiado por un sefior de edad madura que llevaba revédlver en cinto, fue entonces que planeamos la escapada. Carlos habia lo- grado robar un neumatico de un auto viejo y lo pusimos en condiciones de ser inflado. Pa- ra la noche determinada también debia lle- varse el inflador. Un jueves, cuando custodias y prisioneros, nos encontrabamos debajo un arbol en el campamento, cantando con Oe “BOQUERON": MEMORIAS DE UN SOLDADO guitarras y bebiendo dos garrafas de vi- no que las compramos dia antes, los cuatro trepamos Jas alambradas por detras del galpon donde dormiamos, asi nadie nos vio ni nuestros mismos compaiieros, por que no hicimos saber nial mas intimo. La alam- brada tenia unos tres metros de alto y puds al borde. No tuvimos dificultad, tocamos suelo, y luego despacio y sigilosamente comenzamos a caminar a tranco largo. Apurabémos el pa- so hasta llegar donde Carlos que nos espera- ba con el neumatico y el inflador. Juntos los cuatro apuramos el paso tratando de llegar a Ja orilla del rio Paraguay. Teniamos que atra- vesar o rodear el pueblito poco habitado. Fal- tando poco para llegar al rio, dos individuos mos cruzaron, eran mayores de edad, diria viejos. Nos saludaron en guarani Vea shapa la coé “Iponante jina les contesté. Moo pico rejo nos dicen Amoite moinbiri le contesté y se pasaron esos fueron momentos de nervio- sismo. Seguimos andando mas despacio intu- yendo patrullas o guardias. Asi fue, a unos 100 metros pudimos distinguir una fogata y un lampeon a camisa. No alcanzaron a vernos tas cee media vuelta para desviar nuestra sa- ida al rio por mas al sud-oeste. Estabaémos bien orientados por la Cruz del Sur. Dejabamos a nuestra espalda Asuncion y a nuestro fren- te las luces de Puerto Pilcomayo (Argentina) Nuestra salida debia ser justamente en la con- fluencia de los rios Paraguay y Pilcomayo, la punta del Chaco. Apresuradamente volvimos atras y nos internamos al monte. Habriamos andado como 15 minutos e hicimos alto para ot 83) q a ALBERTO SAAVEDRA PELAEZ tomar decisiones. Uno de nosotros deberia ir a explorar y ver por donde podiamos salir al rio sin ser vistos. Sorteamos y me toca la mi- sion, dejando el neumdtico me separo de los tres y me dirijo rumbo sur y no alcanzo a ver el rio. Ya serian las doce de la noche y me dis- pongo a volver a juntarme con los tres. Me perdi en el monte y jamas pude dar con ellos. Los tres al ver que tardaba se orientaron me- jor y salieron al rio, inflaron el neumdtico y se lanzaron a nadar y ganar la orilla argenti- na. Eran buenos nadadores y me contaron después que su travesia la hicieron aproxi- madamente en hora y media. Y6 quedé solo y fracasado corria por el monte atravesando a veces capueras, hasta que apareci frente a una casa, donde habia un viejito y su esposa debié ser, mateaban junto a un fogon al verme ei viejito grito Mondajia Mondaja (ladron). Di media vuelta y segui corriendo a todo lo que daban mis piernas y mirando siempre al cielo a la Cruz del Sur. Me habia alejado mu- cho y me sentia desfallecer de cansancio. Aqui viene lo mas interesante de mi evasion, me iva a caer y quedarme dormido. Eso habria significado mi fracaso, que me encuentren dormido y me maten. Parecia que iba a cla- rear el dia y me doy cuenta que, a mi frente habia un establo con vacas. Me acerqué cau- telosamente y veo a un enano barbudo que or- defiaba con un lampeon a su lado... Enano digo por que lo vi sentado en un banquillo de unos treinta centimetros de alto. Tenia una crecida barba canosa. Traspasé el cerco de palos, levanto la mirada yme alcanzé a ver AGM “BOQUERON": MEMORIAS DE UN SOLDADO _ jQue quiere me grit6! ;Quién es usted! Olvidé decir antes que de los cuatro que escapa- mos y6 era el unico que llevaba uniforme pi- la sombrero, blusa, pantalén y alpargatas. (convoy llamaban los pilas a la blusa de su uniforme). No era nada dificil conseguir de pieza en pieza este uniforme. Me acerqué te- meroso hasta donde 61 estaba y le conté la pu- ra verdad. Cuando noté su acento extranjero, germano: Soy boliviano le dije y me escapé del campamento para pasar a la Argentina. Liegué a conmoverlo cuando le dije que que- ria llegar a Bolivia donde tenia mis padres y hermanos que estaén sufriendo por mi. “Vaya- se, me dijo haga de cuenta que no lo he visto, pero no me comprometa, mi esposa es para- guaya lo mismo que mi hija y tengo dos hijos que estan en el Chaco jVayase y pronto! Estoy cansado le dije de tanto correr toda la noche. Mis labios temblaban de emocién y casi no alcance a decir mas queria desmayarme. Se hablando el hombre y me alcanzd un caneco de leche, que la bebi desesperamente. Le to- que las fibras de su sentimiento y le pedi que me ocultara hasta recobrar mis fuerzas y des- uués me lanzaria al rio hasta alcanzar la ori- a opuesta. Clareé y el rio estaba a poquisi- mos metros. Me vié tan extenuado que me su- giriéd que me ocultara en un horno abandona- _do de ladrillos que habia a unos doscientos metros de su casa. Me hizo prometer que si me encontraban no le contara a nadie que me pro- tegio. Me fui caminando y encontré el horno de ladrillos que hacia mucho tiempo que no funcionaba estaba derrumbado. En- pees ADS eer ALBERTO SAAVEDRA PELAEZ contré la boca del horno y me meti de cabeza sobre las cenizas, quedé profundamente dor- mido. Habrian pasado unas ocho horas eran mas omenos las 10de la mafiana. Des- perté cuando alguien con voz femenina, me sacudié. No sabia donde me encontraba. Crei e sofiaba. “No te muevas de donde estas me dijo”. Los estan buscando a los que fugaron anoche del Barrio Obrero. Hay soldados que pasaron muy cerca de aqui. Mira ahi estan y se agacho para no dejarse ver, tanto que me parecié que se me venia encima. Los recono- ci a mis custodias Herrera y Gavilan. Lleva- ban sus rifles debajo del sobaco y miraban a todo lado. Iban por un camino ancho y siguie- ron bajando. Cuando se alejaron, la nifia se fue, recomendandome que no haga ningin movimiento. Yo pegado al suelo miraba a mis alrededores. Estaba a veinte metros del rio. Serian Jas cuatro dela tarde y lleg6 nueva- mente mi visita. Esta vez me trajo un plato de cumanda (comida) y me conto las novedades 9 que las sabia todas. -Tome asiento por favor- le | dije, sefialandole el sueio. Me contd que, los lecheros que pasaban del frente en botes, pa- ra compraries leche, habian dicho que tres polivianos habian nadado con una goma Ile- garon sin novedad y que estaban custodiados en la Prefectura Maritima argentina. Dijeron hasta sus nombres, Carlos Silverio y Jorge y que un cuarto posiblemente se hubiera ahogado (se referian a mi) Tres dias estuve alli en el ben- dito horno de ladrillos, siempre visitado y de- sesperado de saber cuando y como iba a ter- minar mi aventura. — 106 — “BOQUERON": MEMORIAS DE UN SOLDADO #1 alem4n no pudo resistir con el secreto adentro y al amanecer del mismo dia en que ‘Megué, se lo conté a su hija advirtiéndole que no se lo diga a su madre. Asi me conversaba ‘esta simp4tica nifia, y, pidiéndole un lapiz y "un papel me animé a seguir explotando mis ‘mafias. Le hice un acrostico y con eso termi- né ganandome su aprecio. Le pedi que me con- siga un palo que flote, -por favor reina- le dije, ' asi podré ayucarme y pasar el rio. Sabes na- dar? me preguntd, muy bien le contesté y con el alimento que me has dado estos dias estoy fuerte nucvamente. Esa tarde no volvio y al dia siguiente, junto con el desayuno me trajo el palo que su padre habia cortado. Era un tim- _ bo de un metro de largo era liviano y apropia- _ do para el caso. Mi decision estaba tomada, morir o ven- cer a este rio de mierda, como jlo habian he- cho mis compafieros, Esa idea me obsesiona- ba no queria ser yO precisamente el que fra- casara en nuestro proposito. Era el cuarto dia que alli me encontraba y cuando vino por ultima vez la nifia le pedi que le agradeciera a su padre y de élla me des- pedi con un beso en la mano. Horas mas tar- de serian las once de la noche me sorprendio el padre para despedirme y recomendarme _ que no me lance al agua de ahi mismo, sind - que subiera unos quinientos metros rio arri- _ ba por que a los doscientos metros mas o me- nos habia un remolino que se lamaba Ita En- vramada (Remolino de Piedra) que si Negaba — 107 — ALBERTO SAAVEDRA PELAEZ cerca me envolveria y tragaria. Me acom- pano hasta el lugar de donde mas o menos po- dia vencer el remolino. Trate me dijo de ganar unos doscientos metros adentro y luego con ayuda del palo le sera facil ganar la orilla opuesta, Preparé mi rosca atandola con una ven- da, envolvi mi camisa, pantalon y sombrero. El bulto me lo puse a la cabeza, me persigné ymiré al cielo le dije adiés al gringo y me lance al agua. Nadé furiosamente mirando siempre a mi frente las lucees de puerto Pilcomayo y a mi espalda las de Asuncion. Me acordé dentro del agua y nadando siempre de la cancion pi- la al cerrito de Lambaré del que cada rato me apartaba mas y mas decia mas 0 menos asi ese pedazo de cancion: Puerto Casado mi desvario Azul cerrito de Lambaré La Escalinata mangrullo el rio Mi canto herrante te cantaré. _Ya me creia en la Argentina junto a mis amigos estaba alegre y optimista, no me falla- ban mis fuerzas y cuando me di cuenta vi las luces de Asuncion a mi frente. Estaba volvien- do? no, desorientado? no. El remolino me tenia en su primera vuelta. Como una reaccién rapi~ da tiré mi palo a unos dos metros y me puse a nadar a brazos partidos para salir de aquel mal- dito remolino. Lo logré pero mi palo estaba a unos treinta metros flotando como llamdéndo- me. Iva rio abajo y mefué facil alcanzarlo, — 108 — “BOQUERON”: MEMORIAS DE UN SOLDADO me abrasé de el y me tomé un descanso nadan- do de espaldas, pero la corriente me alejaba mas de mi objetivo. No desfalleci, saqué fuer- zas no se de donde y nuevamente luché por ganar la orilla argentina. Mucho rato habia estado en el agua. Calculé mas de una hora. _ Ya distinguia mas cerca el monte. Los arbo- les se me acercaban. Trate de pisar el fondo y todavia no lo encontré, Pensé en botar mi palo para nadar braceando con los dos brazos, pero erei que todavia me podria hacer falta, Me vino a la cabeza el refran tan popular “Que no se queme el pan en Ja puerta del horno”. Nadé con mas entusiasmo, hasta que vi un 4rbol que tenia la mitad sumergida en el agua. Lo alcance y tantee nuevamente el piso, no lo en- contré, pero ya no importaba se me venian mas Arboles. Ya no nadaba sino pasaba de ¢ronco en tronco. Estaba en un curiche (mon- te inundado). Buscaba el piso, hasta que lo encontré. Era fangoso y muy espinoso. Ese rato le tomé mas carifio a mi palo y le dije -si salgo vivo vendras conmigo-. Miré las luces de Asuncién y recordé el canto de los pilas: Asuncién que distante va quedando tu recuer- do para mi.... Segui adentrandome y el mon- te se hacia mas espeso. Podia como en las trin- cheras ver sin ser visto. La corriente me habia pajado mucho y Puerto Pilcomayo quedaba a unos dos mil metros rio arriba. Llegué a un Arbol grande y frondoso. Ahi descanse un buen rato serian unas dos horas, queria vencerme el suefio y el cansancio. Empecé a subir lenta~ mente mucho tiempo y de rato en rato veia las luces de Asuncion. Amanecié y las luces eléc- — 109 — ALBERTO SAAVEDRA. PELAEZ tricas de Asuncion y de Puerto Pilcomayo se apagaron. Otro largo descanso y vi una lan- cha grande, posiblemente paraguaya, bajaba por la orilla opuesta. Poco rato después dos botes partieron de Puerto Pilecomayo, cruza- ban el rio. No sabia, que determinacién tomar Si seguir metiéndome al monte hasta pisar suelo firme 0 acercarme mas a las casas que ya se veian en Puerto Pilcomayo. El curiche era interminable. Sali6é el sol, y y6 seguia con medio cuerpo dentro el agua. Perdi la nocién del tiempo y los nervios me traicionaban. Vol- vi a ver los botes que regresaban del frente paraguayo. Se los veia muy cerca y me oculté, pero alcancé a ver dos hombres en cada una. Vi los tachos y pensé que contenian la leche que fueron a comprar al aleman. Media hora o talvez mas, bajo un bote a remo en el que iban dos hombres. Se me para- ron los pelos, pensé que eran paraguayos, y me oculté para que no me vean. El bote siguid bajando a remo. A mucho rato volvia esta vez vio arriba por supuesto. Escuche sonido de motor. Pasaron muy cerca de mi como a 20 metros. Reconoci a Carlos Brun jmicom- pafiero! No pude aguantarme mas y gri- té Carlooos. Escuché que dijo es él. Dejé de funcionar el motor entonces sali de mi escon- dite y me vieron. Avanzaron a remo hasta donde estaba, y yé a mi vez me acerqué a éllos. No pude contener unas lagrimas de emocion. Recuperado de mi emocién ya estaba a salvo. Sube me dijo Carlos y me paso el remo. Y6 solté el remo y traté de subir por mi cuen- = 110 —. “chas horas. Me esperaba Silverio, Jorge y un -yestirme deshaciendo mi rosca. Me felicit6 y r i e habia sido la profesora de la escue- ‘ ita Me dijo Hamarse Maria Isabel Vidal Mar- _ Me trajo un jarro con café caliente que termi- “BOQUERON": MEMORIAS DE UN SOLDADO 4 ie pee aciendo una flexién como se hace en f a : = ahi nomas cai desmayado. Poco dur6é mi gmayo y me subieron hasta Puerto Pilco- i mayo. Por fin pisé tierra firme después de mu- i ‘ tan de Marina mas una sefiorita. Habia enc: varios marineros argentinos que me i miraban absortos. El capitan argentino muy i gentilmente se me present6 cuando acabe de me dijo “usted es un valiente”. Lo mismo la se- chi. Que muchacha mas _ gentil y bondadosa. ‘ vivirme. Trajo su cémara fotografica hoe oe a los iene Y6 posé agarrado de mi palo salvavidas. Dos meses después recibi una carta de Maria Isabel, estando ya en la J Patria y copias de las fotos. Adjunto unas. ‘Los cuatro evadidos posamos para la profesora argen- tina Vidal Marchi, Silverio Salinas, Carlos Brun, Jorge Ballén y el de sombrero pila Alberto Saavedra Peldez. Al fondo el rio Paraguay — 111 — ALBERTO SAAVEDRA PELAEZ Después lo mas ameno de nuestra fuga. La legada hasta Formosa. Argentina, las autoridades policiales nos tomaron presos y nos condujeron a una comisaria, como extran- jeros que llegaban al pais sin documentacién alguna. Nos prontuariaron y quedamos entre rejas. Le contamos al comandante la verdad de nuestra presencia. Le pedimos que nos ha- ga el favor de dar aviso a nuestro Consul. Asi lo hizo y vino el Consul a visitarnos. Habia apellidado Seburo. Dud6 lo que le contabamos de como habiamos fugado del Paraguay. Pe- ro nos prometio telegrafiar al Estado Mayor de Bolivia y segin este informe nos prestaria ayuda. En la tarde el Comisario nos conté que el Cénsul le habia comentado que _ posible- mente seamos desertores del Chaco. Dos dias tardé en llegar la respuesta del Hstado Mayor de Bolivia y los vimos llegar a nuestras rejas, al Consul y Comisario sonrien- do y nos dieron libertad. Nos Ilev6 al Consula- do y alli nos mostré el telegrama de nuestro Estado Mayor, que decia: “Si los soldados Carlos Brun, Silverio Sa- linas, Jorge Ballon y Alberto Saavedra P., se encuentran en esa presteseles toda ayuda punto ellos se encontraban prisioneros en el Paraguay. Todo qued6 compensado, nos invit6 a ce- nar, nos regalo unos billetes y nos compro, pasajes en el Ferrocarril Norte Argentino, has- ta Jujuy. En Jujuy buscamos también al Con- — 112 — Cuarenta aifios después nuestro General MARZANA al centro, a su derecha, Alberto Saavedra P. a su izquierda Pactfico Uribe ENLACE MARA EXCITE Ls Yumtas QUE ACTUARON FLA NEMOSA TE BORE perfesta tiueiplink y terotsno,ecao también mu relevaate compor~ ‘tmalonto on «1 combats. ‘suce9 BE 40 ago ba, Loud wi toni. Gonantante 45x7Fostvoumento, ALBERTO SAAVEDRA PELAEZ sul boliviano, un sefior Campero, quién nos pago los pases hasta Villazon. Telegrafiamos a nuestros familiares en Oruro y pocos dias después nos recibian con bombos y platillos. JULIO 1936 Empez6 la evacuacién de los prisioneros de guerra del Paraguay a Bolivia. Llegaban en grupos de 1000 por Yacuiba. Pedi al Comando de la Divisién de Oruro, integrar la comisién que iba a esperarlos a los evacuados por Yacuiba. Una comisién de ' seis fuimos a Villamontes. Y6 integré la co- mision de estadistica, junto al teniente Ernes- to Cornejo Montoya quedando alli tres meses, hasta la llegada del ultimo soldado. Fue entonces que tuve la mas grata sor- presa, al encontrar a mi gran amigo don Luis Gutierrez, Fue emocionante nuestro en- cuentro. Me hizo entrega del paquete que le confié en Asuncion cuando le anuncié que me iba a evadir. De otra suerte no podria escribir estas memorias, con. las ilustraciones, fotogra- fias y recortes de periddicos que le dan nove- dad a mis apuntes. Aqui termina el esfuerzo que hice, para escribir esta mi humilde contribucidn a la his- toria de la guerra del Chaco, talvez olvidando detalles y nombres que se escaparon de mi memoria. — 114 — “BOQUERON": MEMORIAS DE UN SOLDADO Pero antes de poner fin a mis_escritos, suento, que los hombres, no la Patria, pagan. nal. En agosto de 1936 fuimos confinados ocho ‘0x-combatientes. Fue en el gobierno del gene- Yal Toro, Nos levaron a Santo Corazon, pro- vineia Chiquitos de Santa Cruz. Seria otro libro que tenga que escribir, pa- ra narrar las peripecies que tuvimos que su- frir, durante varios meses; pero mejor no lo hago para no hablar mal de nadie. PARTE ESTADISTICO DE UNIDADES BOLIVIANAS EN BOQUERON R.I. 6 Campos, 248 hombres Fraccién R.I. 16 Capitan Aguilar, 89 hom- bres Fraccién R.I. 16 Capitan Rivero, 89 hombres Fraccion R.I. 14 Capitan Manchego, 65 hom- bres Fraccién R.I. 16 Mayor Ocampo, 60 hombres My. Eduardo (ingreso cerco, 10 hombres) Tte. Montalvo, herido I. cerco, 15 hombres Tte. Pando, 12 hombres Jefes y oficiales 31 hombres. UNIDADES PARAGUAYAS EN BOQUERON Regimiento 3 de Caballeria Mongelos Regimiento 6 de Infanteria Boquer6én Regimiento Curupayty 4 de Infanteria Regimiento 2 de Infanteria Itororo Regimiento 3 de Infanteria Corrales Regimiento 2 de Caballeria Toledo Regimiento 2 de Mayo Infanteria Regimiento 1 de Zapadores Gral. Aquino Regimiento Lomas Valentina, Infanteria = 17 — ALBERTO SAAVEDRA PELAEZ *“BOQUERON": MEMORIAS DE UN SOLDADO Grupo General Roa de Artilleria (cerco) Regimiento de Reserva Batallén Paredes. Los regimientos eran remozados a través ARMAMENTO BOLIVIANO EN BOQUERON 650 fusiles 12 ametralladoras pesadas 2 cafiones Sneider 75 1 cafién Krupp 2 cafiones Semack — Antiaéreo. 24 piezas de morteros Brandt 82 cafiones de 75 y 125 mm. 160 ametralladoras livianas 140 ametralladoras pesadas Baciliano Caballero Irala). ' machetazos. — 118 — Grupos de Morteros 14 piezas MUERTOS BOLIVIANOS EN BOQUERON Batallén Pitiantuta k Oficiales 6, Clases y soldados 61. MUERTOS PARAGUAYOS EN BOQUEROT de los dias, legando a un total de 15.000 hom- 87 jefes y oficiales bres que actuaron en la Batalla de Boquerén, My. Oscar R. Ortellano enel cerco y el cerco externo que buscaba My. Basilio Sevebriakoff (ruso) abrir brecha (Datos Cnl. paraguayo Baciliano ; Cap. Ruperto R. Zenteno Caballero Irala). Cap. Fernando Velasquez. El resto tenientes P y subtenientes 4.500 muertos y 8.000 heridos. Datos del Cap. Abraham Swaiser de la mi- si6n argentina en el Paraguay. LO QUE DIJO “EL DIARIO DE ASUNCION” 12 ametralladoras livianas : EL DIA 29 DE SEPTIEMBRE DE 1933 Observadores epidermicos que nos juz- guen tuertamente al constatar que en nues- r tra veneracion y gratitud y orgullo honramos ARMAMENTO PARAGUAYO EN BOQUERON _ la maytiscula importancia al primer capitulo de la vivida epopeya actual, cuando después se sucedieron glorias con menos gaseosa, al parecer: el épico dique de Nanawa invicta, la tenaza monumental de Campo Via y el a mo- eo oe galope mitol6gico de eee guanee . q unfal y desgarrante a todo lo ancho del sal- Seen ee » vaje Chaco, como abriendo una picada en un ‘ bosque de laureles y como enhebrandose en (Dato que proporciona el Cul. paraguayo _ eada fortin cogido al invasor, en un zigzag de — 119 — ALBERTO SAAVEDRA PELAEZ Mismo siguiendo con el indice sobre el microscépico resumen geografico del Chaco —donde la timida punta del dedo al sefalar un punto, abarca una extensién de leguas en Ja que puede saber una nacién y cuyo recorri- do exige del tiempo un gotear de numerosos dias— asi mismo, ese avance es un desborde de vitalidad y audacia. Y pensar que no sdlo las distancias se comprimen superlativamente en el mapa, sino que el suelo no tiene esa, lisu- ra de papel y los pies en marcha exhorbitan- te estén antipodamente lejos de deslizarse con la facilidad con que resbala el dedo sobre el mapa burlandose de la topografia supri- miendo selvas, eliminando esteros y sin sen- tir las mordeduras de los mil obstaculos de una naturaleza hostil e inédita. Boquerén no ha sido el triunfo mas reso- nante y magnifico conquistado en esta gue- tra por la audacia y el heroismo indomable de la estirpe. Ha sido sencillamente la Victo- ria, asi con mayuscula. El yunque del sacrifi- cio donde se retemplé el antiguo acero de la taza y donde florecio en toda su pujanza arro- lladora, la voluntad de un pueblo que desper- taba ante la evidencia de su poderio. Alli en ese taberndculo resplandeciente y sangriento esa conciencia profunda en nuestra fuerza, florecié con vigor renacido y alli se abrieron de golpe y de par en par, las puertas de la his- toria, descorriendo la perspectiva de un mag- nifico destino, Capitulo inicial de la, nueva epopeya pa- tria, nacido al conjuro inaudito y portentoso de la gloria a fuerza de corazén ‘y sacrificio, — 120 — “BOQUERON”: MEMORIAS DE UN SOLDADO Boquero6n es el simbolo y cifra redivivos de la patria, tanto mas grande cuanto mas sufrien- te. Y por su contenido historico, por su vital trascendencia, por su fuerza creadora de vo- Juntad y de fé: porque en Boquerén aprendi- mos a conocernos, esa pagina vibrante de nues- tra historia nueva encierra en si la grandeza inefable de las cosas eternas y sublimes. Y ante ese altar santificado por todos los Sacrificios y heroismos el Paraguay dobla hoy Jas rodillas porque alli renacioé la patria a su vida verdadera y porque alli esta su corazon, ardiente de fervores y encendido de gratitud como una lampara votiva inextinguible. Ry eae: Al adherirnos con renovada uncién al ju- bilo patridtico aparejado por la evocacién de esta triunfal epopeya y en la imposibilidad de ofrecer un relato completo y detallado de la gran batalla de 19 dias, materia que corres- ponde a los técnicos militares, reproducimos Ja versién de un testigo presencial de la ren- dicion del fortin Boquerén y de sus defenso- res, que en esta misma fecha del afio pasado fue escrita especialmente para EL DIARIO por el Dr. Horacio Fernandez, ex Auditor Ge- neral de nuestro Ejército en campaiia. Como esa edicién se agoté a los pocos mi- nutos de haber aparecido y atendiendo al pe- dido insistente de numerosos lectores, volve- mos a estampar ese relato el més completo y — 121 — ALBERTO SAAVEDRA PELAEZ veridico, de la rendicién de Boquerén segin testimonio del héroe maximo de la victoria, Soe ret de Divisién. Don José Félix Estiga- Tribla. A las 5.20 de la mafiana, un intensisimo fuego de armas automaticas en el ala derecha ocupada por el Regimiento “Boquerén” nos anunciaba el comienzo de la batalla definiti- va. La orden de asaltar resueltamente las po- siciones bolivianas de “Boquerén” estaba da- da. Se habian tomado todas las determinacio- nes que preceden a una gran lucha, las unida- des habian rectificado y mejorado sus dispo- sitivos la unidad y el parque habian enviado todos sus elementos a primera linea nuestra artilleria ya no podia batir en muchos secto- res las trincheras bolivianas. Tal era la proxi- midad de los combatientes que era peligroso para nuestras propias fuerzas su inutiliza- cion. Todo el mundo ya estaba de pie en el cam- pamento. Fl dia iba a ser fecundo en todos los horrores de la guerra. La “tragedia del agua” se acentuaba. De “Villa Militar” sabiamos que el “Pirizal de la Victoria” se agotaba por mo- mentos; hecho que se comentaba en voz ba- ja: la noticia se trasmitia en forma angustio- sa y los rostros empalidecian al saberla. Te- niamos la conviccién absoluta que ese dia las fuerzas paraguayas se apoderarian del re- ducto fortificado de “Boquerén”, al precio, es cierto, de algunos centenares de vidas. — 122 — "BOQUERON’: MEMORIAS DE UN SOLDADO De pronto a los diez minutos, un intenso tiroteo cesa por completo. El Tte. Coronel Es- tigarribia, con su serenidad caracteristica, trasunto de su admirable equilibrio espiritual que le ha permitido dominar las situaciones mas dificiles y los trances mas terribles de es- ta guerra, contemplaba a algunos kilémetros de distancia la perspectiva que ofrecian los montes y “cafiadones de Boquerén” Le Hama la atencion el hecho. El Mayor Garay Jefe de Estado Mayor del Primer Cuerpo de Ejército, informa que de acuerdo al parte trasmitido por el Mayor Britos que la Segunda Division de Infanteria se acercaba a las trincheras bolivianas sin re- cibir fuego. Se da la orden de extremar las pre- cauciones. Tiros aislados se escuchan en las li- neas, nadie se explicaba exactamente lo que ocurria. Hs la iniciacion del asalto final decia- mos y cruzaba nuestra mente el recuerdo de veinte dias de luchas gigantesca en los campos de “Boquerén” “Castillo” “Yuj- ra’ y “Lara” contra todos los horrores de la guerra y de la naturaleza hostil”. El heroismo paraguayo habia culminado ya en la gran - deza esquiliana. Pocos minutos antes de las seis, el Mayor Andrada avisa que las trinche- ras enemigas aparecian banderas blancas. No pudimos ocultar una sonrisa de franca satis- faccién; el Tte. Coronel Estigarribia expreso con honda sinceridad “Creo que vamos a aho- rrar las vidas de muchos paraguayos”. — 123 — ; ALBERTO SAAVEDRA PELAEZ Dos oficiales parlamentarios abandonan las trincheras bolivianas y se dirigen hacia nuestras lineas; la Primera Divisién comuni- ca el hecho. El Capitan Antonio Salinas del Regimiento de Infanteria “Campos”, y el Sub- Oficial Carlos De Avila del Regimiento de In- fanteria N9. 14, de tragica recordacién, son los Oficiales parlamentarios que a las 7 horas le- gan al puesto de Comando del Jefe paragua- yo, trayendo el siguiente mensaje: “Boqueron, 29-IX-32.” “El Comandante del fortin al sefior Co- mandante de las fuerzas paraguayas en el mismo sector” —Pte. Seiior. “Fil Oficial Parlamentario portador de la presente nota, Capitan Antonio Salinas, le- va la mision de entrevistarse con Vd. en re- presentacion mia”. Dios guarde a Vd. Teniente Coronel Marzana. Entretanto los partes telefonicos de la II Division anunciaban la presentacién del Tte. Coronel Luis A. Cuenca y otros Oficiales a nuestras lineas. A las 7.10 horas, el Tte. Cnel. Estigarribia recibe al Capitan Salinas y éste dice: “En nombre del Teniente Coronel Marza- na, Jefe del Fortin Boquerén, solicito para él una entrevista con el sefior Comandante, en el lugar que usted indique”. — 124 — “BOQUERON": MEMORIAS DE UN SOLDADO El Teniente Coronel Estigarribia le res- ponde: “Muy bien, diga usted a su Comandan- te que en este momento recibo aviso de que el Teniente Coronel Cuenca y varios oficiales ya se han rendido en nuestras lineas, que los soldados ya se estan entregando y que lo es- pero en este lugar esta misma mafiana, en la brevedad posible. Puede usted volver al for- tin con toda tranquilidad para informarle de todo esto. De la conversacion que tengamos, dependera la suerte de ustedes”. El Capitan Salinas y el suboficial De Avila, que habian sido acompafiados por el Mayor Rafael Fran- co, desde la primera linea, piden permiso y se retiran. Algunos minutos después, se recibe aviso telefoénico de que el Teniente Coronel Marza- na, se habia entregado a los Tenientes Islas y Valdovinos y a las 7.20 el Mayor Bray comu- nica que lo conducia personalmente hasta el Puesto de Comando del Jefe de nuestras fuer- zas. A las 7.40 horas el Mayor Bray Mega al puesto de comando y dice con voz firme: “Pre- sento al Teniente Coronel Marzana, Jefe del Fortin Boquerén”. “Adelante dice el Teniente Coronel Esti- garribia, pasandole la mano al Jefe boliviano, estoy a sus érdenes. Sus emisarios acaban de volver al fortin”. — 125 — ALBERTO SAAVEDRA PELAEZ El reducido ntmero de oficiales que se hallaban presentes estaba en un profundo si- lencio. Nadie se movia, la respiracién conte- nida de todos los presentes, la presencia del Jefe de las fuerzas bolivianas, la evocacion de todo el drama sangriento que estaébamos vi- viendo el final entrevisto de la carniceria hu- mana que tantos horrores nos habia hecho sentir, los disparos que atin a lo lejos se escu- chaban todo ello llenaba el ambiente de una solemnidad y de una angustia infinita. El Teniente Coronel Marzana, con traje kaki, botas de charol usadas, gorra y un por- tapliegos, permanecia de pie, mesa de por me- dio, frente al Teniente Coronel Estigarribia. La barba crecida de expresién agradable, un ligerisimo temblor agitaba su labio inferior. Su pierna izquierda ligeramente recogida se movia, denotando la lucha gigantesca de sus nervios en tension. Su voz era firme: el tono ya bajo decaia por momentos. Visiblemente. emocionado dijo :“si, mi comandante. He solicitado esta entrevista para pedirla ga- rantia de nuestras vidas la de los Oficiales, sobre todo ja de los heridos y de la tropa. He- mos quemado mi Comandante, el ultimo car- tucho. Estamos sin viveres ni municiones: de lo contrario, esta rendicion no podria justifi- carse. Sus soldados estan al pie de nuestras trincheras, considero toda resistencia inutil y en estas condiciones, mi responsabilidad ante la historia seria demasiado grande si entre- gara aeste grupo de valientes que nos ha acompaiiado, a la masacre estéril de las bayo- — 126 — ne “BOQUERON": MEMORIAS DE UN SOLDADO. netas. Hemos cumplido con nuestro deber; ha- ce veinte dias que venimos combatiendo, algu- na vez podré hablar y justificarme ante mis superiores; pero, ahora, un deber de humani- tarismo me obliga a proceder en esta forma con mi pobre tropa”. El Teniente Coronel Estigarribia respon- did: “Nada mds solicita el sefior Comandan- te?”. “Nada mas”, dijo el Teniente Coronel Mar- zana, en un esfuerzo supremo por aparecer tranguilo. Su rosiro angustiado, reflejaba, fielmente su titanica lucha interior; anhelante, esperaba, la respuesta del Jefe paraguayo. “Hstén en buenas manos, continu6 dicien- do el Teniente Coronel Estigarribia, sus vi- das la de todos esta asegurada. El soldado pa- raguayo es duro y valiente en la lucha pero pasado el fragor de la batalla es generoso y magnénimo con el vencido. Sus heridos seran atendidos de inmediato y todos gozarén de moyor comodidad en nuestras posiciones de retaguardia”’. “Gracias, mi Comandante”, respondié el Teniente Coronel Marzana y se acerco a reci- bir de manos del Jefe paraguayo el cigarrillo que con gesto gallardo y generoso le ofrecia. La conversacién se hizo general, el jefe *boliviano no oculté su admiracién de herois- mo del soldado paraguayo, se sentia satisfecho lo dijo mas de una vez de haber cumplido su deber en la medida en que los comandos su- Pete 7” 1 }

You might also like