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REFLEXIONES SOBRE EL NACIMIENTO DE LAS GUERRILLAS EN COLOMBIA Tres de las grandes organizaciones guerrilleras implicadas en la “violencia” posterior a 1980, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARO), el Fjército de Liberacién Nacional (ELN) yel Ejér- cito Popular de Liberacién (EPL), se constituyen a mediados de los afios sesenta y se inscriben, adem4s, en muchos sentidos, en la prolon- gacién de los grupos armados que surgieron durante la Violencia'. Las tres organizaciones tienen, pues, tras de si varios decenios. Las FARC, en particular, tienen su origen en los nécleos de autodefensa de los afios cincuenta y por tal razon pueden mostrar una trayectoria de mas de medio siglo. La cuarta organizacién, el Movimiento 19 de abril (M- 19), aparece mds tarde, durante los afios setenta. Si se considera esta longevidad y, més atin, el giro que la con- frontacién armada ha dado en el perfodo reciente, se podria estar tentado de creer que las guerrillas colombianas han contado desde el principio con condiciones que les han garantizado una fortaleza muy singular, diferente a las que han tenido organizaciones similares en otros pafses latinoamericanos, bien sea gracias a la herencia de la Violencia, a un contexto politico particular 0 a bases sociales mas vas- tas. Hacerlo, sin embargo, serfa ceder a una ilusi6n retrospectiva. Hasta finales de los afios setenta las guerrillas colombianas, como sus homdlogos de otros pafses, no significan una amenaza para el régimen; disponen, ciertamente, de bases de apoyo en algunas franjas del cam- pesinado que les confieren una cierta originalidad; no obstante, hacia 1975 las tres primeras organizaciones parecen condenadas, en el me- jor de los casos, a vegetar en las zonas periféricas y, en el peor, a des- componerse militar y polfticamente. 1. Este articulo hace parte de una serie de estudios en proceso de redacci6n sobre los fenémenos actuales de violencia en Colombia. No trata de la evolucién. de las guerrillas después de 1980; se propone mostrar, por el contrario, la disconti- nuidad entre las dos fases. No aborda tampoco, salvo de manera alusiva, el contex- to social y politico de los afios sesenta ysetenta, que es el objeto de otros estudios en marcha. Ignora, igualmente, de manera deliberada la cuesti6n del imaginario de la violencia desde el siglo x1x, que seré desarrollado en un estudio especifico. 5 En oposici6n a lo que se afirma tradicionalmente, los rastros de la Violencia y las caracteristicas del régimen tienen un impacto ambi- guo sobre el desarrollo de los grupos insurgentes: por una parte, ayu- dan a su surgimiento en la medida en que el recurso a las armas pare- ce hacer parte de una larga historia pero, por otra, provocan al mismo tiempo una desconfianza en amplios sectores, entre ellos muchos cam- pesinos que, incluso cuando se ven arrastrados en conflictos sociales intensos, s6lo excepcionalmente creen en la viabilidad de proyectos politicos revolucionarios y no estan dispuestos a regresar a un pasado de suftimientos. El surgimiento de las guerrillas en los afios sesenta se produce de manera simulténea en referencia al mundo urbano y al mundo rural. Dicho surgimiento es impulsado, por una parte, por el radicalis- mo de los sectores urbanos, salidos muchas veces de las clases medias, que hacen un llamado a la destruccién de un régimen que les parece entrabar el advenimiento de la modernidad en todos los campos, so- ciales, politicos, culturales; y, por otra, por la persistencia de la violen- cia en las zonas rurales y la disponibilidad relativa de una parte de la poblacién campesina para vincularse a una movilizacion armada. To- das las guerrillas se instalan, ciertamente, en las zonas turales; pero los iniciadores de la lucha armada no quieren separar un aspecto del otro y estan convencidos de que los actores urbanos estan destinados a tener, llegado el momento, un papel central. El Partido Comunista esta lejos de ser el Gnico que considera al proletariado como el sector social que tiene la vocaci6n de tomar el relevo de la acci6n campesina. Sin embargo, la movilizacion urbana cede en su impulso répida- mente. Ciertamente, la radicalidad y la demanda de modernizacion afloran en ese momento, a través de la efervescencia politica de las “minorfas activas” en las universidades, en el sector ptiblico yenalgu- nas empresas privadas, y la movilizaci6n hace irrupcién a menudo a través de invasiones urbanas, de acciones “ciudadanas” e, incluso, de elecciones como las de 1970 que representan un éxito muy probable de Rojas Pinilla’; pero estas manifestaciones son discontinuas yno desembocan en un amplio movimiento politico revolucionario. Unos 2. Bien parece que sdlo el fraude pudo privar del éxito al general. Elantiguo “dictador”, llevado al poder en 1953 con el consentimiento de casi todos los secto- res de las elites, depuesto después en 1957 con el mismo consentimiento, logré organizat poco después un comeback, con la practica de un populismo conservador que le valié el apoyo de las clases populares. La eleccién de 1970 es la expresion de una polarizacion social sin precedentes. 46 resultados electorales, en el mejor sentido mediocres, en el peor de- sastrosos, favorecen muy poco la expansién en un pais de la oposicion radical al régimen. Fl rito electoral cuenta mucho’ e, incluso, si bien el nivel de abstencién es muy elevado, no siempre corresponde real- mente a una actitud de oposicién. El mundo rural es el teatro fundamental de las confrontaciones. La constatacién es valida para lo que ocurre entre los afios 1960 y 1975, durante los cuales las guerrillas no logran establecer relevos estables en las ciudades y los combatientes de origen urbano son con- siderados a menudo con sospecha en el seno de las guerrillas; pero lo es también para lo que acontece en los afios ochenta: el M-19, que habfa inaugurado su combate en las ciudades, se ve obligado a teple- garse hacia las zonas de colonizacién; los proyectos de “insurrecci6n, popular”, formulados particularmente por el M-19 y el EPL se quedan completamente cortos. Los intentos recientes de las FARC y del ELN por organizar milicias urbanas han sido poco concluyentes. Es notable, por lo dems, que a finales de 1998, las FARC y el ELN tengan a la cabeza comandantes de pura extracci6n campesina, Manuel Marulanda Vélez y el mono Jojoy enlas FARC, Gabino’ en el ELN. Las dos orga- nizaciones cuentan ahora con numerosos miembros de origen urbano yno economizan esfuerzos para influir sobre las poblaciones urbanas; pero los resultados son por el momento inciertos. De 1960.a 1975 el encuentro entre los dos mundos, rural y urba- no, no tiene pues lugar. Sin embargo, desde hace treinta afios el mun- do rural no ha dejado de reducirse en contraposicion con el mundo urbano, que comprende ahora més del 75% de la poblacion. En los afios sesenta la marcha del proceso de colonizaci6n continda y va a estar asociado, precisamente, con el conflicto armado. En las décadas siguientes, la descomposicién de las relaciones tradicionales y, con mucha frecuencia, la del propio campesinado, se convierten en refe- rencias centrales. Las migraciones hacia las ciudades se hacen cada vez més intensas. Sin embargo el boom del cultivo de la droga desacelera este movimiento pero hace sentir sus efectos en las regio- nes menos integradas al territorio nacional. 3. Excepto el Partido Comunista, los grupos de extrema izquierda preconi- zan durante largo tiempo la abstencién, lo que no es hecho para aumentar su audiencia en la medida en que, incluso manipulado, el voto aparece como un elemento de ciudadanfa. 4. Suverdadero nombre es Nicolés Bautista Rodriguez. 41 Elepicentro de la lucha armada se sigue situando en las regiones turales que suministran la mayor parte de los miembros y de los cua- dros de las guerrillas. En ninguna de las dos fases las guerrillas se logran convertir verdaderamente en eco del deseo de modernidad de nmumerosos sectores. Un desfase de esta naturaleza las condujo al bor- de de crisis insalvables en la década de los setenta. Radicalidad y deseo de modernidad Colombia, a comienzos de los afios sesenta, dio un paso impor- tante en la superacién de la Violencia; pero sus secuelas estaban lejos de ser borradas completamente. En numerosos departamentos el ban- dolerismo social, las autodefensas comunistas y las bandas armadas liberales se mantienen al lado de las intervenciones de los matones de los grandes propietarios y de los militares. Las confrontaciones entre estas fuerzas prosiguen su curso. Restaurar un “orden” politico y social es el designio principal del Frente Nacional —instaurado en 1958— el cual es, en principio, bien acogido en la medida en que implica la promesa de un retorno a la paz. Sin embargo, la unién de los dos partidos tradicionales muy répi- damente conduce, sobre todo, al restablecimiento del teinado de las elites tradicionales. Bajo la apariencia de la “democracia” con- sociacional, se levanta un dique contra el resurgimiento de la movili- zacion popular que se habfa producido alrededor de Gaitén o incluso del general Rojas Pinilla después de su derrocamiento. El régimen no hace nada para satisfacer las demandas de justicia o, incluso, las de teparaci6n social que afloran después de quince afios de convulsién; lo que domina més bien es la obsesién de la “subversion”. Si bien Alberto Lleras Camargo, el primer presidente del Frente Nacional, sabe encontrar palabras para exaltar el “civilismo” ¢ imponerlo a los militares, y adopta un tfmido reformismo agrario conforme a los propé- sitos de la Alianza para el Progreso, la voluntad de contener el “co- munismo” no es menos significativa. Su sucesor inmediato, por su par- te, Guillermo Leén Valencia, descendiente de la aristocracia de Po- payan y portador de una visién ampliamente impregnada del espfritu polftico del siglo xix, erige el inmovilismo en método de gobierno y no encuentra otro plan para terminar con la “pacificacién” que el des- pliegue de las Fuerzas Armadas sobre los ndcleos de autodefensa cam- pesina. La Iglesia, llamada a servir de garante al régimen, no siente la necesidad de asumir sus responsabilidades en la Violencia y sdlo se 48 preocupa por el “orden moral”. Muchas otras organizaciones se ponen al servicio de los dos partidos, como la confederacién sindical UTC por el lado de los conservadores y lo que queda de la otra confedera- cidn, la CTC, por el lado de los liberales. é Pasado un primer tiempo de calma, numerosos sectores se insurgen contra la Santa Alianza de las elites. No todos lo hacen con un prop6- sito de ruptura. En la mayor parte de los casos, sélo se trata en lo fundamental de volver a las formas de acci6n social anteriores a 1948, después de diez afios de una situaci6n excepcional. El Partido Comu- nista, que acaba de salir de una clandestinidad a la cual lo habfan obligado tanto la Violencia como una declaraci6n de ilegalidad produ- cida por el general Rojas Pinilla, se encuentra interesado sobre todo en reconstituir sus bases y en conformar un apoyo electoral aliéndose para ello con las listas de los liberales o del MRL’. En funcién de las disposiciones constitucionales de 1958 el Frente Nacional habia limi- tado, en efecto, la competencia electoral a los dos partidos tradicio- nales. El hecho de que en 1961 el Partido adopte por primera vez una consigna en la que no va a dejar de insistir en adelante, la “combina- cién de todas las formas de lucha” es decir de la lucha legal y de la lucha armada, no debe ser interpretado como una verdadera ruptura con sus orientaciones anteriores, sino ante todo como una forma de reivindicar la tradicién de autodefensa campesina. A lo largo de los afios sesenta, el Partido es percibido como visceralmente reformista —mamerto segtn la expresién comtn— y sordo a las sirenas de la Tricontinental. La radicalidad de las corrientes urbanas se establece, en efecto, tanto contra la tradici6n comunista como contra el Frente Nacional. El aire de los tiempos —la victoria castrista— esté en la base pero también lo esté la revuelta contra los bloqueos culturales y polfticos de Colombia. Los j6venes salidos de las clases medias educadas de las ciudades constituyen en gran medida la punta de lanza. Cualesquiera que sean sus orfgenes el descubrimiento del marxismo se parece muy a menudo a un verdadero proceso de conversi6n religiosa. Un futuro 5, Unién de Trabajadores de Colombia, creada en 1946. by i 6. Confederacién de Trabajadores de Colombia, creada en los afios treinta durante largo tiempo retine a liberales y comunistas. eee TiMoviuhienen Revolucionario Liberal. Desaparece en 1967 cuando Alfon- so L6pez Michelsen tegresa al Partido Liberal y es nombrado Ministro de Relacio- nes Exteriores. 9 adherente del ELN, provinciano de familia liberal ycatélica, comenta asf su llegada a Bogoté para comenzar sus estudios de derecho: “En pocos instantes mi vida cambié y cambiaron mis pélpitos y mis deseos [...]. Las creencias anteriores se quedaron sin fundamento ante la irrupcidn de los nuevos postulados. La concepcién marxista, anterior- mente insulsa, transmutose en mi cerebro en verdad irrebatible Leake Todo lo relacionado con mi vida anterior, familia, estudios, relaciones personales, hdbitos pequefio-burgueses, se tedujo a basuta desecha- ble. Tenfa que bafiarme en las aguas purificadoras de la revolucién para lograr un puesto en el escenario de la historia”’. En este pafs tan impregnado por el catolicismo, el paso a la revolucién se parece mu- cho a un sacramento, y eso ocurre a lo largo de los afios setenta. La efervescencia se traduce en la proliferacién de pequefias for- maciones m4s 0 menos efimeras como el FUAR 0 el MOEC 0 de disi- dencias del partido comunista como los diversos grupos “marxista- leninistas” de tendencia “china”. El maofsmo, cuya penetracién comienza hacia 1964- 1965, abre una via hacia la “revelacién” revolucionaria. Al ofrecer los medios para combatir al mismo tiempo el régimen y la tradicién comunista ortodoxa, pero con la ventaja de erigir el campesinado en sujeto dela historia, el maoismo se presta mejor que otras tendencias para un investimiento cuasi religioso. En la Universidad Nacional de Bogota se conocieron matrimonios realizados bajo los auspicios del retrato de Mao. El Frente Unido de Camilo Torres, surgido en 1965, es un exce- lente simbolo de esta fase intermedia. No se trataba de un movimien- to verdaderamente organizado, sino més bien de un movimiento de opinion que se produce alrededor de la persona de Camilo, un sacer- dote salido de la alta sociedad, que habfa frecuentado las elites polf- ticas y habfa llegado a ser capell4n de la Universidad Nacional y que, después de una estadfa en Lovaina, se une a la causa de la revoluci6n yse vincula con diversos sectores de la extrema izquierda. La fase de agitacién politica no llega muy lejos: el Frente Unido choca con la respuesta del régimen y con las reticencias del partido comunista. Bien parece que Camilo habia decidido desde el principio integrarse al ELN donde encuentra r4pidamente la muerte. La tesonancia del movimiento en los medios estudiantiles y en otros 4mbitos, incluso, 8. M. Correa Arboleda, Suefto inconcluso. Mi vivencia en el ELN, Bogota, Findesartollo, 1997, p. 63. 50 muestra sin embargo c6mo Camilo respondfa a la mutacién cultural encurso al hacer el intento de retranscribir una sensibilidad tradicio- nal, marcada por la nostalgia de una organizacién moral o religiosa de la sociedad, en los términos de una sensibilidad moderna como es la revoluci6n politica y social. Y la via de la ruptura es precisamente la lucha armada. Y no fue precisamente Camilo quien la inaugur6. Desde comienzos de los afios sesenta, la invocacién a las armas est4 a la orden del dfa en casi todas partes. ‘ La referencia a las armas est4 presente en el seno de corrientes diversas que acompafian las “disidencias” politicas. ELMRL, por ejem- plo, partido polftico de oposicién al Frente Nacional creado por Al- fonso Lopez Michelsen, hijo del ex presidente Alfonso Lopez Pumare- jo, acoge desde antiguos guerrilleros liberales que suefian con la re- volucién hasta grupos, como los que forman las Juventudes del MRL, que estén decididos a seguir el ejemplo cubano y cuyos miembros muchas veces terminan vinculados con el ELN. ‘ ! En 1960 surge, en el mismo sentido, otra organizacién, el Movi- miento Obrero Estudiantil Campesino (MOEC), que retine los trans- fugas del Partido Comunista y antiguos guerrilleros liberales como Pedro Brincos y Eduardo Franco. Y no faltan los estudiantes que tratan de impulsar movimientos armados en diversas zonas mas o menos aisla- das, como es el caso de Federico Arango Fonnegra, miembro de una familia de renombre®, que organiza un grupo en el Territorio Vasquez, zona de refugio de grupos liberales durante la Violencia, y de otros que hacen intentos similares en el lejano Vichada. 7 ‘Todas estas iniciativas terminan en un desenlace tragico’®. Se trata sobre todo de encuentros fallidos porque esos jévenes intelec- tuales se colocan frente a campesinos que conocieron la experiencia de la Violencia, pero no se dan cuenta que ésta no necesariamente conduce a una adhesin a la modernidad revolucionarial’. Muchas 9. Asesinado en 1963. Su hermana, Marfa Arango, militante ilustre del Partido Comunista, vinculada principalmente a las luchas urbanas, es asesineda en 1998. 10. Sobre los preludios de la radicalizaci6n armada cf. los comentarios de A. Villarraga et N. Plazas, Para reconstruirlos suerios, Bogot4, Fundacién Editorial para la Paz, 1994 11. Algunos, observan A. Villarraga y N. Plazas, se enfrentan con la evolu- cién hacia el bandidismo de lo que subsiste de las antiguas guerrillas. Losjefes del MOEC conocen las mismas desventuras en Cauca y Urabé. Federico Arango 51 de las antiguas bandas liberales insisten en los combates pero contra los comunistas; algunas se ponen al servicio de los partidos tradicio- nales; otras se colocan en la esfera de influencia del MRL; y algunas toman la via del bandolerismo, no necesariamente “social”. La practi- ca de la lucha armada en un medio campesino no es necesariamente revolucionaria. Ciertamente, hay también algunos nticleos obreros que toman parte en la lucha armada. La Unién Sindical Obrera (USO), el sindi- cato petrolero de Barrancabermeja, es el ejemplo mAs claro. Fortaleci- da por un pasado de luchas vigorosas que comprometfan a menudo toda la poblacién de una ciudad situada en el centro de tegiones tumultuosas, poblada por numerosos migrantes, la USO se vanagloria de haber logrado en 1948, por medio de una huelga, la nacionaliza- cién de la compajifa, y de haber impulsado el 9 de abril del mismo afio una de las “juntas revolucionarias” més s6lidas. En 1963, con ocasi6n de una larga y dura huelga, se reencuentra con su aura de vanguardia obrera y, sobre todo, se convierte en una de las primeras organizacio- nes cuyos dirigentes, en un gran némero, se adhieren a la perspectiva de la lucha armada. A finales de los afios sesenta muchos sindicatos principalmente del sector ptiblico, comienzan igualmente a tener en: tre sus miembros a partidarios de la lucha armada. En el conjunto, sin embargo, antiguos estudiantes urbanos son los que, a principios de los afios sesenta, se vuelven los m4s fervientes partidarios de la lucha armada. La Federacién Universitaria Nacional (FUN), creada a comienzos de los aiios sesenta, se encuentra bajo la dependencia de diversas tendencias revolucionarias, entre las cuales figuran los comunistas, que se destacan por ser muy moderados. Fl ejemplo de Camilo Torres no hace ms que acentuar la tendencia. La trayectoria de Camilo Torres puede dar la impresiOn de que en él convergen plenamente la efervescencia politica de los medios urbanos y la lucha armada. Pero éste no es m4s que un aspecto parcial. Nacimiento del ELN EI] ELN, que se comienza a constituir a partir de 1962, se reclama ante todo de la revolucién cubana. Muchos de sus primeros cuadros, por lo demés, pasan por un perfodo de formacién en Cuba donde se Tee libros para politizar alos campesinos. Cf. A. Villarraga et N. Plazas, op. cit., p. 15. } 52 organiza la Brigada por la Liberacién Nacional José Antonio Galan. El propio Fidel Castro designa al que va ser el jefe de la organizacién hasta 1975, Fabio Vasquez Castafio. Hijo de un pequefio propietario del Quindfo asesinado por los “pajaros” conservadores, comenzé su carrera como maestro. Dos de sus hermanos, Manuel, que hizo estu- dios superiores, y Antonio, también participan en la organizacién. A su lado figuran otros dirigentes de la misma extraccién, sobre todo José Ayala y José Solano Septilveda que fueron combatientes en una guerrilla liberal’. A partir de 1965 el ELN atrae, adem4s de Camilo Torres, a numerosos antiguos militantes estudiantiles, algunos prove- nientes de la Universidad Nacional de Bogota, como Julio César Cor- tés, reconocido por su prestigio como presidente de la FUN, y a otros provenientes de la Universidad Industrial de Santander, con sede en Bucaramanga, como Victor Medina Morén, quien Ilegaré a ser el se~ gundo dela organizacion, o como Jaime Arenas. El ELN también atrae a algunos militantes de la zona petrolera de Bucaramanga, como Juan de Dios Aguilera, un antiguo miembro de la USO, 0 como Ricardo Lara Parada, un maestro nacido en Bucaramanga. La amalgama no tiene éxito, sin embargo, debido a las tensiones que se manifiestan répidamente entre los “rurales” y los “urbanos”. Fabio VAsquez y su estado mayor imponen sus decisiones de manera autoritaria y exigen de todos una “fe ciega”“*. La mayor parte de los cuadros estudiantiles son fusilados a comienzos de los afios setenta en el marco de “juicios internos” basados en acusaciones diversas’. La tensiGn dura largo tiempo, tanto asf que en 1985, Ricardo Lara Para- da, uno de los antiguos dirigentes que habfa abandonado tres afios 12. La guerrilla de Rafael Rangel cuya actividad se desarrollaba en la zona de Batrancabermeja y Yacopi. 13. Gabino admite en un testimonio la influencia de la “mentalidad campesinista” en el entorno de Fabio Vasquez. Cft.C. Medina, ELN: una historia contada a dos voces. Entrevista con el cura Manuel Pérez y Nicolds Rodriguez Bautis- ta, Gabino, Bogotd, Rodriguez Quito Editores, 1996, p. 63. 14. Cfr. los recuerdos de Medardo Correa Arboleda: “La militancia del ELN no eta, pues, deliberante {...]. Lo axiomético era actuar, no pensar [....]. La Revo- luci6n se convirtié en un acto de fe, y la fe no se discute, se profesa”. Op. cit, p. 57. 15, Julio César Cortés y Victor Medina Morén son fusilados después de un juicio. Jaime Arenas, quien habfa logrado desertar para no correr la misma suerte, es abatido en las calles de Bogota. Habja tenido tiempo de escribir La guerrilla por denivo. Andlisis del ELN colombiano, Bogoté, Tercet Mundo, primera edicién 1971, que describe céma la mayor parte del tiempo Fabio Vésquez se ocupaba del juicio alos “traidores”. 533 antes la lucha armada para organizar un poderoso “movimiento ciu- dadano” en Barrancabermeja, es asesinado. Sin embargo la proyeccién del ELN proviene en alguna medida de la vinculacién de diversos sacerdotes. Después de la adhesién de Camilo Torres se produce la vinculacién de tres curas espafioles la cual tiene una repercusién indudable. Dos de ellos mueren raépida- mente en los combates y el tercero, Manuel Pérez, estuvo a punto de ser ejecutado por Fabio Vasquez"; sin embargo, es éste precisamente el que se va a convertir en el lider de la organizacién en los afios ochenta. Si agregamos a esto las simpatfas de los parrocos, nos expli- caremos por qué el ELN terminé por ser considerado como una guerri- Ila situada en la érbita de la teologfa de la liberacién. En términos més generales, esta caracterfstica contribuye a impregnar la radicalidad politica de una tonalidad de fundamentalismo teligioso!®, ELELN de Fabio Vasquez Castafio se instala primero en una zona marcada por la historia de la Violencia pero cercana, igualmente, de la ciudad petrolera de Barrancabermeja: San Vicente de Chucurf, lugar de una rebelién politica en 1928 y de la resistencia liberal en los afios cincuenta. El ELN emprende su primera accién militar, destinada a hacerse conocer, el 7 de enero de 1965, con la toma durante algunas horas de Simacota, una pequefia poblacién de Santander; se desplaza luego hacia el Valle del Opén, y trata de ampliar su radio de acci6n con la creacién de diversos destacamentos en Santander, en las estribaciones de la Serranfa de San Lucas en el sur de Bolfvar yenlos alrededores de los municipios productores de oro de Segovia y Reme- dios al este de Antioquia. La escogencia de estas zonas obedece a varios motivos: la posibi- lidad de establecer vinculos con los obreros del petréleo de Barranca- bermeja, la importancia estratégica del Magdalena Medio, las huellas 15. El “Cura Pérez” es condenado a muerte, igualmente, pero escapa por azar a la ejecucién. Sobre la trayectoria personal del “Cura Pérez” Cf. El libro reciente de Walter J Broderick, El guerrillero invisible, Bogoté, Intermedio, 2000. 16. Medardo Correa Arboleda se refiere también a ese “fundamentalismo cristiano marxista”. Ibid., p. 58. Seg él, las deserciones se debfan ala desmorali- zacién de los combatientes por el autoritarismo de los jefes. Las ejecuciones por “traicién” tenfan una “connotacién de puro origen cristiano” en la medida en que la oposici6n era asimilade a la “pérdida de la fe”, op. cit, p. 43. El mismo autor, que proclama su cristianismo, se refiere alos momentos de autocritica como momentos de confesién de los pecados. En la época, escribe, “gravitaba elcompromiso sagra- do de servir humildemente a la revolucién, sin ‘pecar’ contra ella de pensamiento nide palabra”, op. cit, p. 54. 54 del espfritu de revuelta dejadas por las guerrillas liberales. Sin embar- 10, lejos est& el ELN en ese momento de poseer bases de apoyo eae sinas seguras y permanentes. Ciertamente, para los campesinos movimiento guerrillero pasa muy a menudo por la cosa més natural del mundo. Gabino, entonces un recién llegado cuyo padre habfa co- laborado con la guerrilla liberal de Rangel, cuenta cémo las gentes “no olvidaban que el Ejército y la Policfa eran sus enemigos'"” y pre- senta el ejemplo de su familia que habfa participado en el ee namiento del ELN. Pero la poblacién estaba de hecho més habituada a las guerrillas vinculadas con los partidos tradicionales que a las que ahora se reclamaban de la revoluci6n. Durante la toma de Simacota, declara igualmente Gabino, los guerrilleros arengan a los: habitantes pero €stos “no comprenden de qué se trata” y les preguntan “si a5 liberales o conservadores”!®. Con este testimonio, Gabino pale a desconfianza recfproca que sigue existiendo con frecuencia ee los campesinos y los combatientes, los primeros porque ene cti- mas de las represalias del Ejército después de que la guerrilla a feti- re, los segundos porque con la imposici6n de una disciplina ee b nae, alas poblaciones tratan de tomar precauciones contra las del AD ESS enel Valle del Op6n, prohfben incluso a los campesinos hablar lejos resencia’®. MG a eh pesar de los numerosos fracasos sociales y militares, el EEN continta siendo fiel por mucho tiempo a una visién ofensiva aU nalmente, lo llevaré al desastre de Anorfen 1973. Municipio situa i al norte de Antioquia y de obediencia sobre todo conservadota, es la puerta de una de las vias hacia Uraba. Por esta raz6n el ELN ene tra allf la mayor parte de sus efectivos pero no cuenta con bases . apoyo. Las Fuerzas Armadas los rodean, eliminan a mas de se le sus miembros y hacen numerosos prisioneros. Una gran patte del co- mando es diezmado, dos de los hermanos Vasquez Castaiio figuran entre las victimas, Ricardo Lara Parada es hecho prisionero poco des- pués, Fabio Vasquez escapa y se desplaza a Cuba y los sobrevivientes se toman la direccién. Durante la segunda mitad de los afios ieee el ELN queda reducido a un pequenio nticleo de cincuenta miembros aproximadamente. 17. Ibid., nai f S Jos Medina Gallego, op.cit., p. 54. a onan las propias palabras de Gobino, toda telacién de un campesino conotro. 55 El modelo foquista, al igual que en otros lugares, no tiene éxit en Colombia y hace dificil el aprovechamiento de les condita heredadas de la Violencia. Dejando de lado las purgas recurrentes, la aventura del ELN durante este primer perfodo es la mejor ex, Tog de la voluntad de ruptura politica de la €poca. La pieborde a que se otorga al proyecto militar sobre la construccién de bases soci: a les es una manifestacion de esta impaciencia al igual que el mee precio por el “reformismo” comunista. Sin embargo la organizacié: ‘ simboliza para muchos el rechazo completo del sistema politico a transferencia de las antiguas mentalidades teligiosas. i ‘ai Nacimiento del EPL : La conformaci6n del Fjército Popular de Liberacién (EPL) es igualmente, el resultado de una opcién sobre todo politica e ideol6, ie ca, pero esta vez al amparo de la “via china”. a Muchos de sus fundadores habfan hecho sus primeras armas en el seno de las organizaciones comunistas. Algunos habfan estado vin- culados con las organizaciones de autodefensa, como Pedro Vasquez Rendén, quien habfa sido comisario politico en el Tolima wes de tomar distancia con la linea del Partido Comunista, o Pedro Leé Atboleda, quien habfa comenzado como periodista en Anuoauis Ou - habfan militado en la Juventud Comunista como Francisco Gufies: otros més, como el médico Aldemar Londoiio, habfan sido mien del aparato del partido 0, como el abogado Libardo Mora Toro habte ; trabajado con los sindicatos. Este Ultimo, ademés, habfa Lean Cuba como parte de la brigada José Antonio Galdn®. Se trataba e militantes dotados a menudo de un s6lido bagaje intelectual Hacia 1964-1965 los partidarios de la via china se agrupan enun partido, el Partido Comunista Marxista Leninista (PC-ML), cuyo ob jetivo inmediato era el paso a la lucha armada. Durante Rath € : realizado en 1965, una resoluci6n establece que “es hoy por fee a Colombia, traidor a la revolucién quien no esté de acuerdo Beis lucha armada, No se prepare para ella o impida de cualquier manera su desarrollo inmediato. Amigos y enemigos serdn diferenciados con 20. ‘Todos estos datos son tomados del libro d : ; 5 ledicado a la histori Alvaro Villarraga S. y Nelson Plazas N. Para reconstruit los ee ee i sacamos la mayor parte de las informaciones sobre esta organizaniée, 56 hase en este palpitante problema”. No obstante, el EPL s6lo se orga- iniza verdaderamente alrededor de 1967. Inicialmente el grupo escoge para implantarse una zona préxima del océano Atléntico, los valles del San Jorge y del Sint, en el depar- tamento de Cérdoba. Varias razones determinan esta escogencia. Se trataba de una regién relativamente aislada, al abrigo por consiguien- te de la represi6n militar, pero que cuenta sin embargo con un pasado de guerrilla liberal: los contactos entre el EPL y un antiguo lider de esta guerrilla, Julio Guerra, convertido en militante del MRL y des- pués en inspector de Policfa, van a jugar un papel esencial para esta- blecer las primeras relaciones con la poblaci6n”. La zona constituye, igualmente, una via de acceso hacia Urab4, las tierras bajas de Cér- doba y el valle bajo del Cauca, que son regiones caracterizadas por fuertes tensiones agrarias originadas en la represién de los colonos a medida que los grandes dominios se apropiaban legal o ilegalmente de las grandes extensiones. Es alli precisamente donde la ANUCvaa tener la mayor fuerza”; los maofstas, por lo demas, llegar4n a ejercer una gran influencia sobre sus dirigentes y sobre las estrategias de in- vasion. Fl PC-ML y el EPL logran atraer a numerosos jévenes de la re- gidn, campesinos o estudiantes de extraccién campesina, que son numerosos en la Universidad de Monterfa. Al principio organizan las Juntas Patridticas con la pretensién de prefigurar el “poder popular”. El eco de la Revolucién Cultural hace que se apodere de sus miem- bros la obsesién por borrar cualquier tipo de mentalidad “pequefio burguesa”, tanto en los estudiantes obligados a las tareas agricolas como en los campesinos, que son forzados a regresar a la auto subsis- tencia y a abandonar la comercializacién de su produccién. Este dogmatismo, acompafiado de un rigorismo moral, no era la forma més adecuada para seducir a una poblacién, en gran parte negra, que siempre se habfa resistido a la inculcacidn de los preceptos de la Igle- 21. Ibid., p. 29. 22, No es el tinico antiguo militante de las guerrillas liberales entre los cua- dros, Un jefe importante del EPL, el comandante Jess Maria Alzate, que seré asesinado en 1973, habia participado en las bandas liberales que, en las zonas de café, combatian a los “pajaros” conservadores. 23. Asociacién Nacional de Usuarios Campesinos, cteada en 1969 por el presidente Carlos Lleras Restrepo con el fin de impulsar de nuevo la reforma agraria y alinear a los campesinos. La Asociacién se emancipa del poder y se radicaliza desde 1971. BY sia Catélica, incluso a la influencia de los partidos tradicionales. La crisis de la ANUCa partir de 1974 marca, por lo demés, la cafda dela movilizacién de masas. Los vinculos con la poblaci6n no estaban exen- tos de fricciones ni de desconfianza. Lejos de sentirse “como peces en el agua”, los guerrilleros se ven obligados muy a menudo a disimular su presencia. Uno de ellos comenta su situacién en la 6poca de esta manera: “No fbamos casi nunca por 4reas pobladas, no nos mostréba- mos mucho hacia la poblacién. Lo hacfamos como civiles, se era gue- trillero pero la gente no identificaba la guerrilla. [...] Cualquier gue- trillero, en donde estuviera, tenfa la obligacién de esconderse de la propia poblacién”, Y, en efecto, numerosos fueron los casos en que las denuncias se convirtieron en la causa de la muerte 0 de la deten- cién de los combatientes. La influencia del PC-ML y del EPL no se limitaba sin embargo a las zonas rurales. En los sindicatos, como los de maestros o los de las empresas ptiblicas, sobre todo en Medellin, los adeptos eran numero- sos. La proximidad espacial con relaci6n a la zona del San Jorge o del Sind no lo explica todo. Es probable que también en este caso, mu- chos jévenes se hayan sentido atrafdos por una prédica polftica que tenfa un sabor religioso a pesar de la desconfianza por la religion. Por ello entre sus rangos se encontraban miembros de familias obreras de las grandes empresas privadas de Medellin, conservadores y habitua- dos a una estricta disciplina catélica. No obstante el dogmatismo y las divergencias internas reducen su expansion. Los malentendidos entre las células urbanas y el grupo armado rural eran permanentes. En 1974, el PC-ML se divide en tres tendencias?®. La accién propiamente militar del EPL es muy modesta. Dotado de un armamento precario, orientado sobre todo a consolidar su poder en la zona del San Jorge y del Alto Sind, limitado a incursiones fuga- cesen Urabé y otras zonas planas, el grupo es permanentemente con- tenido por las Fuerzas Armadas. Varios de sus Ifderes iniciales son eliminados répidamente: Francisco Garnica en 1965, Pedro Vasquez en 1968, Libardo Mora en 1971, Pedro Leén Arboleda en 1975. En esta Ultima fecha el grupo armado queda reducido a una accién de- fensiva. 24. Entrevista citada por A. Villarragay N. Plazas, op. cit, p. 85. 25. Estas tres tendencias se reconocen por el nombre de “Tendencia ML’, “Linea Proletaria” y “Comité Central”. El balance al término de los diez afios es, pues, bastante limitado. [:] EPL no logré constituir una verdadera “zona liberada”, ni ee de manera sélida las luchas campesinas, ni menos atin consolidar un potencial militar significativo. Nacimiento de las FARC Dos razones invitan a referirse al nacimiento de las FARC en tercer término. La primera tiene que ver con la cronologia Oficial: las FARC sélo se constituyen abiertamente en 1966 7. la decision se debe en parte a la preocupaci6n por responder al surgimiento de otras orga- nizaciones’®, La segunda, més significativa, es que para este grupo cuenta mucho menos la radicalidad urbana que se definfa amplia- mente en oposicién a la Ifnea del Partido Comunista. Y, Pe las FARC se forman explicitamente como prolongaci6n de as “autodefensas campesinas” y bajo la tutela del Partido Comunista or- ae segunda raz6n contribuye a que las FARC sean peepee al principio de manera ambivalente por la nueva generaci6n revo) Be naria. Las “autodefensas campesinas” parecen tener, como su nombre lo indica, un alcance polftico limitado; surgen en su gran mayorfa en el cuadro de las estrategias de supervivencia impuestas por la Violen- cia, aunque muchos testimonios indican que la principal Eres cién de sus miembros con mucha frecuencia era volver a cultivar nad parcelas lo antes posible. La acogida favorable que dan a las medi ‘ de amnistfa, tanto en 1953 como a comienzos del Frente Nacieng by parece probar que, lejos de querer inscribirse enun ee le con- quista del poder, se inclinarfan mas bien por deponer su virulencia si el Estado logra restaurar dpe y, mas atin, si les presenta, como en omesa de una reforma agraria. wea conserva un cardcter local, se establece en terri- torios precisos, con objetivos circunscritos, reformistas mucho mas que aTlos. Sauipe Comunista, si bien se declara en 1961 en favor de : “combinacién de todas las formas de lucha” y por esta via autoriza el recurso a la lucha armada, manifiesta una mayor inclinaci6n por la i fc las FARC cfr. Eduardo 26. Sobre el primer periodo de las autodefensas y de ue Pizarro Lesusenee Las FARC, 1949-1966, dela autodefensa a la combinacion de todas las formas de lucha, Bogota, Tercer Mundo Editores. 59 conan de posiciones politicas por la via legal de las elecciones*?, ‘Sco importa que se vea obligado a hacerlo amparandose en otras. etiquetas como las del MRL 0 del Partido Liberal: | i + la compet } electoral es fundamental a sus ojos. En este aspecto se separa del ELN, 1) del EPL y de las corrientes radicales que preconizan la abstencié asumiendo el riesgo de ser acusado de “reformismo” o de “revisio, ’ nismo”. Ademés, conforme al marxismo de la Union Soviética tend a privilegiar la conformacién de sus bases de apoyo en el “oroletariadl obrero” y se esfuerza por influir sobre los sindicatos, aunque tenga que acomodarse a su estilo que es sobre todo reivindicativo. De ie aa nera no alcanza a configurar una respuesta para la impaciencia de las muevas corrientes de la clase media. En los artfculos que Regis Debray publica por la época en Les Temps Modemes a ési 1 ; propésito de las guerri- llas latinoamericanas, las FARC son descritas como una nea movimiento campesino y autodefensa armada que no puede ir més alla del reformismo, x en efecto, nada més alejado del foquismo que esta multiplici- dad de niicleos campesinos en armas. Esta constatacién exige sin embargo | un complemento: Colombia es el tnico pats en el cual la problemética de la ocupacién de la tierra, en particular en las zonas en via de colonizaci6n, pasa ampliamente por la aceptacién de una Placa) erage El Partido Comunista, durante varias décadas, a ae i ‘© un papel preponderante en la organizacion de esa pro: ___ Laimplantacién del Partido Comunista en ciertas zonas campe- sinas €s muy anterior al episodio de la Violencia; es de hecho tan. ane gua como el partido mismo. Su influencia se conoce ya en los conflic- tos agrarios de los afios treinta, en Cundinamarca yenel sur del Tolima, durante los cuales colonos y aparceros se levantaron contra las condi: ciones de trabajo en las grandes haciendas de café. Estos Oates tuvieron como resultado la desaparicién o la particién de muchas ha- ciendas y la formacién de zonas controladas por los comunistas y sus BTSEAIGC6/ériclmomentaien 66, que se crean las FARC, el x Congres Partido Comunista reitera su esis dela *combinacién de tals Race ucka! pero pone en primer lugar la organizacién del proletaiado y tec uerda tambign i neces de asociar "lucha de masis” ala icha armada paraponet guardia contra los “planes idealistas” del paso a la luch, posta des exis cies del Feri, de alicia daleserdee aE autoridades y de los latifundistas”. Ch ¢ Frente Paria de Liberisiy Nodondh crewode toe (0) aliudos, ‘Tal es el caso de la zona de Vioté, proxima a Bogoté, que wiacinsa este alineamiento logra sustraerse a las peores manifestacio- ‘es de la violencia partidista. Tal es el caso igualmente de la zona \inttrofe del Sumapaz, que atrae numerosos colonos a partir de los fis veinte, y que va a ser la cuna de un amplio proceso de organiza- ‘én campesina marcado por figuras como Erasmo Valencia y Juande \y Cruz Varela. El segundo de estos Ifderes comienza su carrera en la linea de las corrientes de izquierda del Partido Liberal pero poco a poco se aproxima a los comunistas. El Sumapaz se transforma durante ly Violencia en uno de los polos de la resistencia armada contra los ronservadores y el Ejército”*, La Violencia marca la segunda etapa del surgimiento de las orga- hlznciones de autodefensa. Ademés del Sumapaz, el sur del Tolima es otro de sus epicentros. En la regién de Chaparral y de los municipios adyacentes, donde campesinos indfgenas y colonos hacen frente a los yrandes dominios, se forman las “columnas en marcha”, que buscan jelugio en las regiones montafiosas préximas y se transforman hacia |950 en guerrillas. Atribuirles desde el comienzo una filiacin comu- jaista serfa un error de perspectiva, pero es verdad que répidamente se diferencian de las guerrillas liberales vecinas debido a la distancia (ue toman respecto de los liberales, a la influencia de ciertos campe- sinos marcados por las luchas agrarias anteriores, a su modo de orga- hizacion y de disciplina y, finalmente, a sus contactos con emisarios del Partido Comunista. Los lideres campesinos que surgen de allf, Isauro Yosa (conocido con el sobrenombre de Mayor Lister), Manuel Marulanda Vélez (conocido con el sobrenombre de Tirofijo) se trans- forman r4pidamente en jefes de fila de las autodefensas y de las gue- villas. El €xodo inicial hacia la montaiia y, sobre todo, hacia El Davis, 4 celebrado como el comienzo de la epopeya guertillera. Su difu- sién se extiende a muchas otras zonas del Tolima y del Huila. Viota, Sumapaz, el sur del Tolima, se convierten rapidamente en territorios sustrafdos en buena medida a la autoridad del Estado, so- metidos en cambio a la tutela de las guerrillas que quieren imponer sus propios reglamentos tanto en el campo de la propiedad como en el de las normas de comportamiento. Los grandes propietarios se ven obligados a menudo a pactar con ellas, en particular a pagar contribu- clones o a abandonar la zona, lo que conlleva localmente una nueva 28. Cf, José Jairo Gongélez Arias y Elsy Marulanda Alvarez, Historia de Frontera, colonizacién y guerras en el Sumapaz, Bogoté, CINER s. f. 61 reparticion de la propiedad. No obstante, los gobiernos sucesivos co} tribuyen a reforzar ese sentimiento de territorializacién y lanzan ae. ciones militares para destruirlas, Hay que hacer menci6n a este r pecto a la operacion impulsada entre 195: 4 y 1955 por el general Rojas Pinilla contra los ncleos armados de Sumapaz, que alcanza sobn todo los alrededores de Villarrica y Cunday en los cuales la organiza cion campesina de 1930 habja servido de base al alineamiento de poblaci6n por los grupos armados. La poblaci6n, para escapar a los bombardeos, debe desplazarse hacia otras tegiones. El advenimiento del Frente Nacional no pone fin a esta politica. Bajo el gobierno de Guillermo Leén Valencia, el Ifder conservador Alvaro Gémez Hurta- do (hijo de Laureano Gémez) promueve una cruzada contra lo que califica como “reptiblicas independientes”®? y en 1964 el Ejército lane za vastas operaciones contra los territorios sobre los cuales la guerrilla habfa establecido su control: Marquetalia (en el Sur del Tolima), Riochiquito (zona indigena en el norte del Cauca), El Pato y Guayabero (sobre la porcién de la cordillera Oriental que separa al Huila del Caquetd y del Meta). La evacuacién de Marquetalia, filmada por un periodista extranjero, se convirti6, ademés de la marcha hacia El Davis yel éxodo de Villarrica, en una tercera fase de la epopeya. Las FARC surgen asf sobre el trasfondo de una leyenda ya constituida y pueden afirmar con pleno derecho que el Estado les impuso la guerra. Los desplazamientos que se producen a partir de ese momento son el origen de lo que se ha calificado como el fendémeno de la “colo- nizacién armada”, Cada accion militar da lugar en efecto ala migra- cién de los campesinos hacia zonas practicamente deshabitadas. La ofensiva de 1955 conduce entonces a la ocupacién de los valles altos de los rios Duda, Guayabero y Ariari; la de 1964 lleva a la ocupacién de la zona de San Vicente del Caguén en el Caqueté. De esta manera estas zonas se convierten en feudos de las FARC. Encontramos aquf igualmente una originalidad de Colombia: la ocupacién del espacio Opera en ciertos lugares bajo la direccién de la guerrilla; donde los campesinos se instalan, se encuentran de entrada alineados por ella. La “colonizaci6n armada” ocurre en muchas otras zonas del Caqueté, 29. Cit José Jairo Gonzélez, Bl estigma de las republicas independientes 1955 1965, Bogoté, CINEP 1992. 30. La expresién “colonizacién armada” ha sido forjeda por William Ramfrez Jebsn, “Ta guerrilla tural en Colombia: una via hacia la colonizacién armada’, Estudios Rurales, 1V-2, mayo-aposto de 1981. 62 ile! HMuile ferritori © del Meta, y representa una nueva fase del proceso de izacion. , Loy No toda la colonizacién se produce evidentemente de la mism: ‘I laine sanera. Numerosos son los colonos, victimas 0 no de la sia atetb | |lpyan a estas mismas regiones. Y no todos los que on par' es dow amientos bajo la égida de la guerrilla se adhieren ne: ionari: ellos mente ala idea de un combate revolucionario ya a ee a Jean ante todo el acceso a la tierra. haf Saad alscatiies antes i6 i s zonas donde se \y protecci6n que necesitan. La 3 do ; fa ce estdn completamente vacias y las fricciones it los Dre s tes. El bandidismo se hace sen! lendores pueden ser fuertes. El i , ae. en esos lugares; tanto el ee eee cae pga ici sj fticos locales, tal es el ca: url al servicio de los jefes polftico il es el ca ae Aljure en el valle del Chavis He pe hen sa al a r lojan. El Estado brilla por s . {lie provocan o desa 1 ee SOs, or un inspector de p or de los casos, llega representado por a : ; fipidamente olvidado por la eee eee ysélose crea A aye 0: si sl i fa con las redes partidistas o con a jer en su puesto si se alfa co ee anGaa S do toma la forma de una suc! tios. Algunas veces el Esta eles aie i ara los agricultores solv Awraria, que reserva sus créditos p: de finn accel del INCORA?*! que promueve muy a Ee Se 5 i i el E tiene un rostro, es sobre todo sin perspectiva, Si el Estado t u s e Bueras deen que hacen incursiones como i se cones ; ei ie : i consiguiente el recuer I terreno enemigo y despiertan po! ne ea jones i i ‘ia, pues, esta siempre allt y cuciones anteriores. La violencia, en SER i i: i En estas condiciones, mucl huellas de violencias anteriores. ‘ ee hos perciben el alineamiento que hace la guerrilla como una de protecci6n. wens P cs Independientemente de la Leer s ae Onan ae : i i implican de hecho ev diciones de la colonizacién, que | eeaea ete ti a demanda difusa de orden qt incertidumbres, provocan un: d e A rrilla satisface. La definicién de los limites de las tierras eae es a menudo objeto de litigios que eerie Se A i justicia. El perfodo de dest sencia de una instancia de jus a.E By gu a i ivencia dificil y exige el ende lento c no significa una supervivencic Se eee ak i I nza la produccién, la co los comerciantes; cuando comie’ at ee i ilidades van a parar muy a me es problematica y todas las utilida — e erect locales. Dejados a su suerte, los colonos se ven oblig: “31, Instituto Colombiano de Reforma Agraria. 63 dos con frecuencia a ceder sus porciones de tierra a los grandes pro- pietarios, por voluntad propia o por la fuerza, y a desplazarse cada vez més lejos. La presencia de la guerrilla significa la existencia de una instancia que regula los litigios inter-individuales e interviene en la comercializacién. La guerrilla define los contornos de los nuevos te- tritorios. Existe, pues, una relacién de afinidad entre el fenémeno de co- lonizaci6n y la reproduccién de los grupos de autodefensa. Por ello mismo, estos grupos imponen también su propia légica que no se limi- ta a la organizacién de los colonos sino que responde igualmente a una estrategia de competencia frente a otras redes que surgen en las mismas zonas, por iniciativa de los partidos tradicionales o de los gru- pos armadas liberales y, como es evidente, como resultado de cAlculos geopoltticos y militares. Como es bien sabido la formacién de la zona de Riochiquito no se da al principio sin fricciones con las poblaciones indfgenas que querfan preservar sus formas de gestién. Los testimo- nios recogidos en la zona de Sumapaz permiten apreciar igualmente la lasitud frente a la sucesién de las guerras que se producen como con- secuencia de la presencia de las autodefensas. La llegada de los gue- rrilleros del Sur del Tolima a la zona de Villarrica alrededor de 1954 y 1955 no es siempre aplaudida por las gentes de Juan de la Cruz Varela sino que es vivida como la llegada de “extranjeros” que, como sélo piensan en las armas, no son verdaderos campesinos: “El que se mete a guerrillero es el que no quiere trabajar, quiere ser sinvergitenza: no se les ocurre sembrar nada, ni ayudar en las labores del campo”. Los pequenos propietarios desconffan de la palabra “comunista”. No todos aceptan las consignas de desplazamiento bajo la égida de la guerrilla y muchos expresan el miedo que les produce estar colocados en una posicién entre dos fuegos cruzados*. En los territorios bajo control de la guerrilla, la vida esta lejos de ser idflica; después de décadas la miseria prevalece y la vigilancia es muchas veces un peso, que se resiente como injusto. A pesar de todo ese mundo conocido, con sus reglas y su lenguaje, termina a menudo por ser aceptado como prefe- rible al mundo exterior con sus convulsiones. La serie de decisiones que da como resultado la creacién oficial de las FARC es una expresién de la subordinacién de la resistencia 32. Citado en la introduccién de Fernén Gonzélez al libro citado de José Jairo Gonzélez Arias y Elsy Marulanda Alvarez. 33. Ibid. 4 campesina respecto a la estrategia politico-militar. En 1961, el Partido Comunista, al adoptar la linea de la “combinacién de todas las formas de lucha”, presenta un proyecto revolucionario. Su secretario general afirma en ese momento que la lucha “no se limita a buscar la defensa de la vida y los bienes de la comunidad regional” sino que busca oe - tar un gran movimiento nacional que sea capaz de tomar el poder”. En septiembre de 1964 se reGne en Riochiquito la Primera Conferen- cia de la guerrilla, que crea el “Bloque Sur” para coordinar la acci6n de las diversas guerrillas, y al cual se le reconoce una cierta autono- mfa con relacién al partido. La segunda conferencia, que en sep- tiembre de 1966 preside el nacimiento de las FARC, se realiza inme- diatamente después de las operaciones del Ejército contra Riochiquito y de la Conferencia de la Tricontinental en la Habana y significa, por consiguiente, una respuesta tanto a la constatacién de los limites de la autodefensa como a la exaltacién de la lucha guerrillera en casi todas partes. Los resultados de esta mutacién no son sin embargo espectacula- res. En el momento en que se lleva a cabo esta conferencia, las FARC est4n pensando en la creacién de destacamentos méviles y en la am- pliacidn de su radio de accién. Pero el balance es, por lo menos, de- cepcionante. En 1967, las FARC conocen un revés de gran enverga- dura: concentran numerosos efectivos en el Quindfo, bajo la direc cidn de Ciro Trujillo, su segundo comandante, y sufren pérdidas consi- derables en hombres y sobre todo en armas que, segtin Jacobo Arenas, alcanzaron hasta un 70% del arsenal’, Poco después es asesinado Ciro Trujillo, uno de sus jefes, y Oscar Reyes es detenido. En los afios que siguen, las FARC logran mantener su implantaci6n en las regiones de origen. Penetran sin duda en algunas otras zonas, entre ellas el Mag- dalena Medio, cerca de Puerto Boyac4; pero sus acciones se limitan a la rutina de las emboscadas, a las “ocupaciones” fugaces de los pue- 34. Citado por E. Pizarro Leongémez, op. cit., p. 194. 35. “Una sola direccién que seré la del organismo méximo de direccién correspondiente del Partido, puede delegar tareas militares espectficas y conferiz responsabilidades en los cuadros respectivos y esto facilitard grandemente y simpli- ficaré las tareas de la direccién del movimiento guerrtillero”. Citado por E. Pizarro émez, op. cit. p. 197. ay Siesta esetuas por E. Pizarro Leongémez, ibid., p. 200. Manuel Marulanda Vélez reconoce igualmente que fueron necesarios varios afios para reponerse de ese golpe. 65 blos, a los ataques contra puestos de policia o instalaciones guberna- mentales. Nada que se parezca a una marcha hacia la toma del poder. Esto no impide sin embargo que las FARC sigan disponiendo de ciertas ventajas que no poseen las otras dos organizaciones. Su arraigo local en grupos de campesinos salidos de la Violenciay el control permanente que ejercen sobre su territorio de instalaci6n es un hecho tanto en 1973 como en 1964. La colonizacién esponténea, si bien desborda ampliamente sus zonas, crea sin embargo condiciones favorables para la expansién de su influencia. Sus principales lideres son precisamente de extraccién campesina. Una de las Gnicas excep- ciones es la de Jacobo Arenas, obrero en Santander antes de vincular- se a la guerrilla, en el momento del ataque a Marquetalia, con la funcién de comisario politico y quien se va a convertir, al lado de Manuel Marulanda Vélez, en uno de sus principales dirigentes. El reclutamiento de los cuadros mas jévenes sigue haciéndose esencial- mente entre los rangos del campesinado. Las FARC disponen ademas del prestigio simbélico adquirido en diferentes momentos de la resistencia contra los regimenes sucesivos. Los episodios de la columna de El Davis, de la “guerra de Sumapaz” y del “bombardeo de Marquetalia” componen una narracién heroica acogida por todos los simpatizantes, y los lideres que tomaron parte en esos episodios gozan de un aura que ningtin otro revolucionario puede disputarles. Manuel Marulanda es calificado muy répidamente como un dirigente “legendario”. Estos aspectos constituyen un componente importante para edificar la tinica subcultura polftica susceptible de tivalizar con las que existen alrededor de los partidos tradicionales. Finalmente, y este tltimo factor es olvidado muy a menudo, las FARC son concebidas como el brazo armado de un partido politico, el Partido Comunista, que participa en las confrontaciones electorales, posee numerosos elegidos, dispone de relevos urbanos, en pocos tér- minos, que sigue una estrategia politica que se inscribe en la larga duraci6n y esté muy lejos de depender tmicamente de las eventuali- dades de la lucha armada. En muchos sentidos, los objetivos del Parti- do estén en oposicién con los de la lucha armada porque, al orientar sus esfuerzos a la ampliacién de su influencia entre los trabajadores y el electorado, se ve obligado a mantener un lenguaje reforriista. Ante la imposibilidad de tomar el control de la CTC, la vieja confederacién sindical que expulsa a comienzos de los afios sesenta los sindicatos comunistas, el Partido se decide a crear en 1964 su pro- pia organizaci6n sindical, la Confederacién Sindical de Trabajadores 06 de Colombia (CSTC). La nueva confederacién, que sdlo seré recono- cida al cabo de 10 afios, conoce un lento crecimiento durante esta fase salvo algunos arraigos en la construcci6n, el cemento o los texti- les, y debe enfrentarse desde el principio a la concurrencia de federa- ciones independientes en sectores claves. Si bien la tasa de sindi- calizaci6n conoce un crecimiento rpido a comienzos del Frente Na- cional, entre 1965 y 1980 progresa de manera muy lenta*”. El predomi- nio del sindicalismo de empresa frena la politizacién del movimiento obrero y las huelgas son poco numerosas. Si bien la CSTC impulsa muchas de las huelgas que afectan la industria es el sector ptiblico, donde predominan las federaciones independientes, el que se con- vierten en el escenario de las huelgas m4s importantes en los afios setenta®®, El Partido Comunista se ve, pues, obligado a solidarizarse sobre todo con las reivindicaciones econémicas y debe enfrentar la competencia de diversas organizaciones sindicales y las restricciones legislativas. La huelga general de septiembre de 1977, que deja al descubierto el descontento de los sectores populares, propicia una aproximaci6n entre las confederaciones y estimula en la CSTC su voluntad de ampliar sus bases. El Frente Nacional, como lo hemos dicho, no impide de manera alguna al Partido Comunista tomar parte en las elecciones bajo diver- sas etiquetas. En las elecciones de mitaca de 1968, el Partido se vana- gloria por haber obtenido 118 concejales municipales. El desman- telamiento del monopolio de los dos partidos a partir de 1972 lo con- duce a buscar la formacién de una coalicién de oposicién que en 1974 obtiene el 3.7% de los sufragios depositados en la eleccién presiden- cial, 5 representantes a la Camara y 2 senadores. En 1978 sus resulta- dos mejoran atin mAs; sin embargo, atin siendo modestos, garantizan una audiencia alos comunistas que no parecen contar asf con ningu- na razén para desertar de la militancia legal y desplazar sus esperanzas ala lucha armada. 37. Las tasas s6lo crecen en promedio 4,4% entre 1964 y 1980. En 1965, se estabilizan en 13,6%, en 1980 en 14,5%. Segtin Rocfo Londofio “Estructura y movimiento sindical en Colombia”, en Hernando Gémez B., Rocfo Londofio B.y Guillermo Perry, Sindicalismo ¥ politica en Colombia, Bogota, FESCOL y CEREC, 86. nie 38. En los afios setenta, 44% de las huelgas que afectan las industrias provie- nen de organizaciones afiliadas a la CSTC. En el sector ptiblico el 64% de las huelges provienen de sindicatos independientes de las confederaciones. Cf. Ibid., p.121. ot La preeminencia del Partido sobre la organizacién armada es poco discutible durante esta época. Bajo otra circunstancia se reproduce la disociaci6n entre el mundo urbano y el mundo rural. El Partido tiende a otorgar prioridad al crecimiento de su influencia en los sectores obreros y populares. A pesar de la aparicién de las FARC sigue ha- blando muy a menudo en términos de “autodefensa campesina” por- que los campesinos no constituyen a sus ojos el elemento motor de la revolucién. El Partido no cede, pues, a la impaciencia de las otras organizaciones ni a las sirenas del guevarismo. Si bien en sus feudos turales la Juventud Comunista (JUCO) contribuye a menudo en la formacin de los combatientes, no ocurre de igual manera en las ciu- dades. El Partido se cuida de dar de manera demasiado facil a los urbanos, principalmente estudiantes, una visa r4pida para la guerrilla y, cuando la visa es otorgada, la guerrilla se encarga por su parte de educarlos en la paciencia forz4ndolosa aceptar la disciplina. Algunos No se resignan a este tratamiento y abandonan las FARC, como es el caso de muchos de los fundadores del M-19. Las FARC se inscriben asf en el paisaje rural de Colombia; en ellas se percibe mas el espiritu de la “inconformidad” que el de la revolucién; no tienen de qué inquietar verdaderamente a los gobier- nos; permiten hacer visibles las carencias de las politicas pdblicas frente a unas estructuras agrarias rfgidas, a una ocupaci6n ca6tica del terri- torio, a la privatizacién de los poderes en amplias zonas, a una violen- cia residual persistente. No obstante se podria pensar que en ese mo- mento permiten incorporar una parte de la poblacién colonizadora a la vida nacional, al tomar a su cargo sus demandas y, por intermedio del Partido Comunista, al aproximarlas a las demandas de los sectores urbanos en el marco de un movimiento orientado tambiéna la moder- nizaci6n social de Colombia. Nacimiento del M-19 El M-19 sale a la luz ptblica en 1974 y representa una tercera “generaci6n” en la formacién de las guerrillas. Las FARC encarnan la primera, como prolongacién del modelo de “autodefensa campesina”; el ELN la segunda, que se reclama del modelo foquista; el M-19 esta mucho més préximo del modelo “tupamaro” al privilegiar la critica politica del régimen, via a través de la cual pretende conquistar el apoyo de vastos sectores. 68 Su nombre hace referencia al 19 de abril de 1970, fecha de la eleccién presidencial en la cual el general Rojas Pinilla pierde con. Misael Pastrana, el candidato del Frente Nacional, sobre el trasfondo de una polarizacién social sin precedentes. Para la nueva organiza- cién el fraude est4 fuera de duda. Colocdndose al inicio bajo la in- fluencia de la ANAPO el partido de Rojas Pinilla, sus fundadores quieren sacar provecho de esta amplia movilizacién populista para sentar las bases de una estrategia que rechaza cualquier tipo de dogmatismo doctrinal y se presenta ante todo como nacionalista; du- rante una primera fase algunos de sus miembros conservan su militancia enla ANAPO, participan en su transformaci6n oficial en partido au- t6nomo y expresan su apoyo a Marfa Eugenia, la hija del general; poco después se adhieren a la corriente que, en el seno del partido, defien- de un programa “socialista” y de la cual salen varios de los lfderes que van a hacer parte de la nueva organizaci6n armada, entre ellos Carlos Toledo Plata. El reflujo electoral de la ANAPO, sus vacilaciones polf- ticas y el fracaso de la candidatura presidencial de Marfa Eugenia, llevan al M-19 a privilegiar la lucha armada, pero sélo en 1976 desa- parecen las referencias a este partido politico. Sin embargo, esta fase pteparatoria marca en gran medida la originalidad del M-19 con rela- cién a las otras organizaciones guerrilleras: la voluntad de actuar en las ciudades, el esfuerzo por ganar el apoyo de la opinién con el uso de un lenguaje abierto, nacionalista ante todo, pero también, el proyecto de oponerse radicalmente al régimen en lugar de desarrollar un pro- grama paciente de implantaci6n social. Sin embargo muchos de sus fundadores habfan pasado por las FARC o la JUCO, organizaciones que habfan abandonado debido a su dogmatismo y a sus dilaciones. Tal es el caso de Jaime Bateman Cayén, quien fue secretario de Jacobo Arenas, de Ivén Marino Ospina, Alva- ro Fayad y Carlos Pizarro, quienes figuran desde el comienzo en la direcci6n y alternan en la cabeza del movimiento durante los afios ochenta®®. Sin embargo, el perfil social de numerosos miembros cuen- ta mds. Muchos de ellos provienen de familias de clase media, unas relativamente acomodadas, otras con reveses de fortuna en su trayec- toria, y habfan hecho estudios universitarios en ciudades como Bogo- t4o Cali, Este es el caso de Jaime Bateman Cay6n, el maximo Ider del M-19, quien pas6 su infancia en Santa Marta pero hizo estudios en la 39. Cft. Ellibro de Dario Villamizar sobre la historia del M-19, Aquel 19 serd, Bogota, Planeta, 1995. ao Universidad Nacional de Bogoté y cuya personalidad carismatica, en la que se combinan la autoridad, el gusto por la discusién, el humor y el “sentido de la fiesta”, se convierte en el stmbolo del espfritu de esta guerrilla. Algo similar ocurre con los hermanos Navarro Wolf y mu- chos otros. Carlos Toledo Plata, por su parte, es médico. Carlos Pizarro Leongémez, es el hijo de un vicealmirante que habja sido incluso el Gnico militar salido de la marina en ocupar el puesto de comandante de las Fuerzas Armadas; varios de sus hermanos y una hermana parti- cipan también en la aventura. Esta formacion intelectual no es objeto de sospecha, como ocu- Tre en otras organizaciones, sino que contribuye al estilo del M-19 muy adaptado, con su gusto por las acciones espectaculares, a la era de los mass media. El M-19 surge en 1974 con la publicacién de pe- quefios anuncios en los periddicos en los que se da a conocer el lanza- miento de un nuevo “producto” *; poco tiempo después lleva a cabo el tobo de la espada de Bolfvar del museo que se le consagra en Bogota. “Bolivariano”’: esa es la etiqueta que reclama la organizaci6n. El perfil de los dirigentes, asf como su ausencia de dogmatismo, captan rapida- mente la simpatfa en el seno de los medios intelectuales. El] M-19 cuenta con adherentes en el equipo que publica la revista Alternativa, lanzada por la misma €poca con el fin de agrupar todas las corrientes de oposicién al régimen*; tiene partidarios igualmente en el grupo de opinisn que bajo el nombre de Firmes busca a partir de 1978 volver a juntar los pedazos de una oposici6n que se habfa dividido en las elec- ciones presidenciales de ese afio y en las que habia obtenido resulta- dos lamentables. Su proyeccién, sin embargo, va mucho més lejos an como lo prueba la repercusi6n que tienen algunas de las acciones que el mo- vimiento organiza a partir de 1975; la influencia del modelo tupamaro es perceptible en muchas de ellas, sobre todo en las que juega al jus- ticiero. En 1975, el M-19 secuestra a José Raquel Mercado, el presi- dente de la CTC quien, ademas de ser acusado de solidaridad con varios gobiernos, es declarado sospechoso de corrupcién y de vinculos con la policia®; en las semanas siguientes, las ciudades aparecen Ile- 40. Anuncios del estilo “Depresién, problemas de memoria: espere M-19”. 41. Segin D. Villamizar uno de los gerentes era un cuadro del M-19 pero, sobre todo, la organizacién financié en ciertos momentos la publicacién. 42. También en este caso, como lo anota D. Villamizar, se asemeja a las acciones de los montoneros contra la “burocracia sindical” en Argentina. 70 nas de letreros para pedir a la poblacién que se pronuncie sobre las acusaciones y el destino que se le debe dar al lider sindical. Sin em- bargo, su ejecucién es mal acogida y priva a la organizacién del bene- ficio moral que trataba de obtener. En 1977, logra un éxito mayor con el secuestro durante una huelga del gerente de una fabrica de aceite de palma al cual obliga a reconocer la “explotacién” a la que se some- te la mano de obra en su empresa. Del mismo estilo son otras de sus acciones espectaculares. Durante la noche de afio nuevo de 1978 lo- gra substraer miles de armas de la mayor guarnicién militar de Bogoté®. La operaci6n se convierte de hecho en un desastre porque, en los dfas que siguen, el Ejército recupera la casi totalidad de las armas y proce- de, sobre la base del uso de la tortura, a la detencién de una gran parte de los miembros y simpatizantes de la organizacién**; no obstan- te la represién le ofrece, al menos, la ocasién para denunciar, en el pais y en el extranjero, los excesos del régimen. En febrero de 1980, con el objeto de lograr la liberacién de los numerosos prisioneros de la organizacién, el M-19 ocupa la sede de la Embajada de la Republica Dominicana durante una recepcién a la cual asistfan catorce embaja- dores. La ocupacién dura dos meses y los guerrilleros, que terminan. negociando finalmente su traslado a Cuba, se ganan la admiracién de amplios sectores de la opini6n. Se trata de un verdadero éxito polftico. No obstante, la originalidad del M-19 consiste en dar prioridad a la via propiamente militar y no en buscar la consolidacién de bases sociales estables y menos atin la conformaci6n de feudos territoriales. La organizaci6n se esfuerza por ganar la simpatfa de los sectores desfa- vorecidos de las ciudades con acciones de propaganda como aquella que consiste en apoderarse de camiones de leche y otros productos de primera necesidad para repartirlos entre los habitantes de los barrios 48. En esta ocasiénel M-19 hace ptblico por primera vez el nombre de uno de sus dirigentes, Carlos Toledo Plata. El nombre de Jaime Bateman sélo sera conocido més tarde, durante la ocupacién de la Embajada de la Reptblica Domi- nicana. 44. Entre los dirigentes detenidos figuran Ivan Marino Ospina, el segundo de la organizacién, Carlos Duplat y Afranio Parra. Algunos meses después el turno ser4 para Carlos Pizarro, Andrés Almarales, Gustavo Arias Londofio, Alvaro Fayad, todos miembros de la direccién del M-19. Entre los simpatizantes aparecen nom- bres conocidos como los del poeta Luis Vidales o del ajedrecista Boris de Greiff al igual que socidlogos, médicos, etc. Cf D. Villamizar, op. cit., p. 132. En noviembre de 1979 se desarrolla un gigantesco consejo de guerra parajuzgar a varios centena- res de miembros del M-19. 7 marginales; dispone, igualmente, del apoyo de algunos cuadros sindi- cales, principalmente en Cali y Yumbo, gracias a la influencia de un abogado laboralista, Andrés Almarales, que figura en su estado-ma- yor, pero no tiene la pretensién de establecer un ndcleo obrero perma- nente. En 1979 instala un grupo en las zonas de colonizacién del Caquetd, que recibe el pretencioso nombre de “Frente Sur” pero que no est orientado a alinear de manera permanente a los campesinos. El M-19 privilegia de hecho la movilidad y las operaciones de gran tepercusién; pero los resultados militares son bastante decepcionan- tes, El desastre que sigue al robo de las armas muestra la fragilidad de la guerrilla urbana. Mas de 300 de sus adherentes son detenidos, en- tre ellos la mayor parte de sus cuadros dirigentes. No obstante, a fina- les de los afios setenta la otra originalidad del movimiento, consiste en vincular la perspectiva colombiana con la evolucién de los conflic- tos centroamericanos como lo muestran los contactos de Bateman con personajes claves de ese otro escenario’; la victoria de la revoluci6n nicaragtiense conforta al M-19 en la conviccién de que un régimen puede ser derrocado por la fuerza. El balance politico es, no obstante, mucho més considerable. A través de golpes espectaculares y de un lenguaje nacionalista, el M- 19 logra seducir una franja de la opinion urbana que comprende des- de estudiantes e intelectuales hasta miembros de profesiones liberales 0 cuadros administrativos y contribuye, sobre todo, mucho m4s que las otras organizaciones, a imponer una representaci6n politica segtin la cual el Frente Nacional no habrfa sido més que la versién local de las dictaduras vigentes en los pafses vecinos que, como ellas, s6lo se sostiene gracias a la permanencia del Estado de Sitio* y a la delega- cién en los militares de la tarea de represién de todo tipo de protestas. En seis afios se opera asf un deslizamiento de los més profundos: la eleccién de Alfonso Lépez Michelsen habfa suscitado muchas espe- 45. Jaime Bateman visita a finales de 1979 varios paises de América Central. En 1980 viaja a Nicaragua y a Cuba donde Fidel Castro propone ayudar a la formacién militar del M-19. Cf. D. Villamizar, op. cit., p. 187. 46. De hecho desde 1960 el recurso al Estado de Sitio es'casi crénico. Pero su significaci6n es muy variable ya que va desde la necesidad de superar los bloqueos administrativos (al comienzo del Frente Nacional era necesaria una mayoria de los dos tercios para hacer pasar una ley) y de adoptar lo que en otras partes es considerado como “decretos-leyes” hasta la suspension de las arantfas normales (derecho de huelga o de manifestacién) y el establecimiento de dispositivos judi- ciales de excepcién. 2 ranzas, pero el mandato termina en medio de las desilusiones y del endurecimiento de las medidas de orden piblico y la eleccién de su sucesor, Julio César Turbay Ayala, que da lugar a una abstencién sin precedentes*?, se percibe como un paso més hacia un régimen de ex- cepcién. En estas condiciones, el problema ya no consiste en hacer més flexible el sistema bipartidista sino en destruirlo. De hecho, el diagnéstico del M-19 adquiere el valor de la prediccién creadora de Thomas: el robo de armas da lugar a una represién y a un uso de la tortura de una amplitud sin precedentes. Las clases medias descubren que el Estado de derecho puede llegar a ser una ficcién en las ciudae des y no solamente en las zonas rurales. En febrero de 1980 Carlos Pizarro envia desde la prisi6n una car ta a su padre: “Hoy tu hijo se rebela contra la lacerante realidad de una libertad asesinada, porque no nos ensefiaste el idioma de la co» bardfa. Porque como demécrata y patriota, nos inculcaste el odio 4 muerte a los tiranos. Hoy, tu hijo se rebela contra la actual dependen cia y servidumbre nacional, contra la acumulacién de los poderes del Estado en el Ejecutivo y contra toda forma de monopolio en la actly dad social, porque no tengo la contextura ideolégica para soportar ninguna dictadura, ninguna oligarqufa, ningtin privilegio de casta de fortuna”. Esta “carta al padre”, que mezcla los acentos de la filo sofia politica espafiola del siglo xvily la invocacién al tiranicidio, eat) los lamados a la liberaci6n nacional del siglo xx, expresa bien el ine menso odio que se produce cuando unas instituciones envejeci(liy caen bajo la dependencia de recién Ilegados sin linaje. i Eleco que encuentra el M-19 no es sorprendente ya que, ill Ne: Ff nos en apariencia, se coloca en un mismo nivel con la aspiraciGn & 1a modernidad cultural a la que hemos hecho referencia al prinel como lo prueba la atraccién que ejerce sobre los media. Pero ey sario ir més lejos adn: si bien el M-19 parece inscribirse ampliani enesa modernidad y se parece tan poco a las otras guerrillas, 08 ii todo porque rompe con el mundo de la violencia de los afios eine ta. La renuncia a la conquista de feudos territoriales y la prio) que otorga de entrada a los objetivos nacionales, lo prueban. Tera superacién se opera subordinando su accién politica a una 47. Turbay Ayala tiene la reputacién de haber hecho una bij politica de cuarenta afios gracias a su manejo de los resortes clientelintus lel do Liberal. 48. Citado por D. Villamizar, op. cit.p. 164. propiamente militar; si da la impresi6n de escapar al dogmatismo es, precisamente porque, atrapado por completo en las urgencias de las Operaciones militares, no cuenta con el tiempo para dedicarse a los placeres de la especulacién teérica. Se puede, pues, preguntar tam- bién si lleva a cabo verdaderamente el salto hacia la modernidad. El M-19 se arraiga en el antiguo derecho de rebelién y, a manera de politica, se atiene a un modelo de conquista del poder por la fuerza y acorto término. En 1982, ese modelo parece también haber fracasado: trescientos de sus adherentes, entre ellos una gran parte de sus diri- gentes, se encuentran en prisién; y el nuevo presidente, Belisario Be- tancur, abre nuevas perspectivas con el desmantelamiento de las me- didas represivas y el anuncio de las negociaciones. Conclusién El nacimiento de las guerrillas en Colombia se produce, al igual que en otros pafses de América Latina, en el contexto de la Revolu- cién cubana y de la Tricontinental y se ubica en la conjunci6n entre la radicalizacion de los sectores urbanos medios y la organizacién cam- pesina en las zonas de colonizacién; dispone, ademés, de una carta de triunfo particular como son los rastros, atin muy frescos, dejados por la Violencia. No obstante su desarrollo pierde répidamente su impulso inicial. La amalgama entre “los urbanos” y “los rurales” es cada vez més dificil. La implantaci6n en zona rural sigue siendo limitada. La guerrilla hace parte del paisaje, pero de un paisaje lejano. Solo el M- 19 trata de romper con las formas heredadas de la época anterior, pero sin obtener més ventaja que la simpatia de una parte de la opinién ptiblica. El desgaste y el inmovilismo del régimen politico son percep- tibles aunque éste se encuentra lejos de constituir un sistema total- mente bloqueado y, més atin, un sistema autoritario. Se ha vuelto ahora lugar comtin hablar de una “guerra civil que existe desde hace cuarenta afios”; sin embargo, no vemos cémo se puede justificar la utilizacién de este término a propésito de la fase analizada en este articulo. Las confrontaciones sdlo afectan regiones periféricas y tienen una extensi6n muy relativa; si bien expresan un malestar social y polftico creciente, como se puede percibir en los levantamientos de septiembre de 1977, no estén en condiciones de abrir perspectivas de ruptura. Desde 1977 se comienza a hablar del cambio que se opera en las caracteristicas del conflicto; el endurecimiento del régimen serfa una 4 Nee de sus manifestaciones. Los conflictos centroamericanos abren otro horizonte a la accién de las guerrillas colombianas, en particular al M-19 y alas FARC; pero es sobre todo gracias al auge de la economia de la droga que se comienza a alterar el contexto de la confrontacién al hacer de la corrupcién una dimensién importante del funciona- miento politico y al facilitar a ciertas organizaciones armadas la con- secucién de los medios de reforzar su potencial militar. Otro perfodo se abre de hecho. Las guerrillas llevan el mismo nombre, conservan a menudo los mismos lideres, contintan ejercien- do su dominio en las zonas de colonizacién; pero a partir de un deter- minado momento descubren que su prioridad es aumentar sus recur- sos financieros, tomar el control de ciertos centros de produccién eco- némica y vincularse, en la medida de lo posible, con las redes interna- cionales de tréficos ilegales. En 1982, las FARC dan la sefial de la nueva época con el anun- cio del desdoblamiento de numerosos frentes y agregan a su sigla las letras EB que significan Ejército Popular. La autodefensa y el foquismo quedan relegados al rango de viejos recuerdos. Mas que la lucha armada, es Colombia en su conjunto la que entra en otra fase. DB

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