El origen
dela mano humana .
EI andlisis estadistico de los restos de la mano de un hominino i
demuestra que las proporciones caracterfsticas de la mano humana
no pudieron ser una adaptacién ligada a la industria litica
David M. Alba, Salvador Moya Sola y Meik
nna de las principales crf-
ticas a las que tuvo que
hhacer frente Darwin tras
Ia publicacién de El Ori-
gen de las Especies sos-
tenfa que la seleccién natural solo
podia eliminar los caracteres ina-
decuados, pero no crear las com-
plejas adaptaciones que observamos
en la naturaleza. Segiin esta critica
los estadios primeros, en sf mismos
ineompletos, no podfan conferir Ia
ventaja adaptativa que proporciona
Ia estructura acabada. En ediciones
posteriores del libro, Darwin rechaz6
In objecién apelando al principio
de cooptacién.
De acuerdo con el principio de
cambio funcional, como se conoce
también el de cooptaci6n, en sus
estadios iniciales la estructura ha-
bria desempeftado una funcién di
tinta; ahora bien, tal funcién del pa-
sado habria sido, tiempo después,
“cooptada”, vale decir, reclutada
para cumplir la misién actual. Para
esa desconexidn entre el origen de
1. VISION PALMAR dsl metacarpiano
ol dodo puigar de chimpancé Vzquerd,
Austrlopthocus afarensis (centro), hembra
hhumanos y macho humano (derechal. La
‘mayor robustez en el caso de los hurianos
sugiere que este cardcter se halla vinculado
4 la fabrcacion y uso de dts itcos.
46
tuna estructura y su funcién actual,
Ios paleont6logos Stephen Jay Gould
y Elisabeth Vrba acuftaron en 1982
€l término exaptaci6n. Debfa ap!
carse a aquellas estructuras coop-
tadas, es decir, aquellas que en su
origen o no desarrollaban ninguna
funcién o desarrollaban una funcién
adaptativa diferente de la que, an-
dando el tiempo, cumplirfan. Ha-
bia, pues, que distinguir entre adap
taciones genuinas, propias de las
estructuras que evolucionaron me-
diante seleccién natural para levar
a cabo su funcién actual, y exap-
taciones.
Adaptacién y exaptacion
No resulta fécil saber cudndo nos en-
contramos ante una adaptacién y
cudndo ante una exaptacién. En pa
Jeontologia no podemos observar de
un modo directo la funcién de una
estructura, sino que hemos de infe-
rinla a partir de Ia forma, Si inter-
pretainos todas las estructuras como
adaptaciones, podremos deducit la
fanci6n de las estructuras fesiles a
partir de la funcin que desempefian
en los descendientes. Pero si hemos
de separar, de acuerdo con el prin-
cipio de cooptacién, fancién actual
y origen evolutivo, nos encontra-
InvesTigAGiON Y CleNciA, febrero, 2005AMD MAA, SLVAO08 MOYA OLA MEME KOMLER
‘mos con un problema importante:
ge6mo averiguar la funcién de una
estuctura en el registro f6sil?
Para aceptar una hipstesis de adap-
taci6n en el registro fosil, seftala
George Lauder, se requiere, como
minimo, que exista una concordan-
cia historica entre el origen de la
estructura y el inicio de una presion
selectiva que favorezca la funcién en
‘uestiGn. En pelabras de E, N. Amold:
“Queda descartada cualquier hipé-
tesis de adaptacién si aparece el cardc-
ter novedoso antes que el pertinente
régimen selectivo”. A menudo se
corfunde exaptacién con adaptacién,
pese a la claridad del principio: si
la aparici6n de la nueva forma y de
Ja nueva funcién no coinciden, nos
hallamos ante una exaptaci6n.
Enunciadas tales premisas con-
ceptuales, veamos su aplicacién al
origen de la mano humana, uno de
nuestros objetos de estudio en el
Insiituto de Paleontologia M. Cru-
safont de Sabadell. ;Evolucionaron
las proporciones de la mano huma-
na en el sentido de una adaptacién
para la fabricacién de herramientas?
20 ya existian anteriormente para
desarrollar una funcién distinta?
Dentro del orden de los Primates,
los humanos modernos (Homo sa:
pieas) presentan dos caracteristicas
distintivas principales, a saber, Ia
locomocién bépeda y un grado eleva-
do de encefalizacién. Ambas pecu-
liaridades aparecieton en algin
4e tipo humano. Las yemas del pulgar y de otro dedo
cat, stiles cada vez més comple-
Jos, hasta desembocar en las muy
tecnificadas sociedades actuales.
Pero ello no se habria logrado sin
una morfologia adecuada de la
‘mano humana, que permitiese una
manipulacién eficiente durante el
uso y la fabricacién de instrumen-
tos liticos.
rmalmente, el indice) sostienen con firmeza y precisién el objeto en cuestin.
Pinzas de precision
Entre las diversas caracteristicas
de la maro humana que facilitan Ia
manipulacién de tiles, destacan
las proparciones; en particular, 1a
gran longitud del pulgar con res-
pecto a la longitud total de la mano.
Tales preporciones son esenciales
para realizar la “pinza de pre-
purto de la evolucién humana
después de que el linaje hu-
‘mano se separase del linaje de
los grandes antropomorfos. El
bipedismo se remonta como mi-
nim hasta nuestros ancestros
ausiralopitecos (género Austra-
Topithecus); la encefalizacién
alos primeros re-
presentantes del género Homo.
La aparicién del bipedismo
pernitié que las extremidades
anteriores, en particular las ma-
nos, quedaran liberadas de
funciones locomotoras y se
aplicaran exclusivamente a la
manipulacién. A su vez, el ele-
vado grado de capacidad de
rocesar informacién, asociado
aun gran tamafo del encéfalo
en relacién con la masa cor-
poral, posibilit6, en el curso
de la evolucién humana, no
s6lo usar, sino también fabri-
Anatomia
de la mano humana actual
cisiéa de tipo humano”. Los
primates en general pueden Ile-
var a cabo dos tipos de pinza:
de precisién y de fuerza. Me-
diant= la primera, sujetan los
objetas entre el pulgar y uno 0
mis del resto de dedos de la
mano. Mediante la pinza de fuer-
2a, el individuo sujeta los obje-
tos entre la palma de la mano
y el testo de dedos, con el pul-
gar srviendo de mero soporte.
Humanos y grandes antropo-
morfos (chimpancés, bonobos,
gorilas y orangutanes) realizan
mbes tipos de operaciones. Sus
‘manos utilizan, pues, pinzas de
precision y de fuerza en dis-
tintas proporciones. Sélo los hu-
manos, sin embargo, realizan
un tipo particular de pinza de
precision, la “pinza de preci-
sign yema con yema”. Aqut, el
‘objeto en cuestiGn se sujeta con
InvesrigaciOn ¥ CiENCIA, febrero, 2005
a7fuerza entre las yen
y de uno o mas dedos de la mano
(aormalmente el {ndice). Este tipo
de pinza, el més habitual entre los
humanos, resulta vedado a los gt
des antropomorfos por una razén
biomecénica: la escasa longitud del
pulgar con respecto al resto de los
dedos
Las manos de los grandes antro-
pomorfos, largas en comparacién
con las de los humanos, resultan
48
ser una adaptacién a Ia locomocién
‘ola. Sirven para suspenderse
mas y trepar por los tron-
de las
cos. Tanto el orangurén como tos
simios antropomorfos africanos pre~
sentan este patrén de manos largas
con un pulgar corto. Por tanto, con
los elementos de juicio disponibles,
podemos suponer que la mano corta
y el pulgar largo de los humanos
constituyen una caracteristica deri
de nuestro linaje, evolucionada
derecha @
iaquierde, de Australopithecus afarensis
de la localidad A.L.939/933w (oart info
rior de la iustracién), comparadss con Ia
mano de chimpaneé (aribe izquierda y le
mano de humano maderno (ariba dere
cha). No se incluyen las flanges distaes.
fa partir de un antepasado con pro-
poreiones de la mano més simies-
cas, mas primitivas.
Las proporciones de la mano de
los simios antropomorfos no les
impiden utilizar, ¢ incluso fabricar,
instrumentos, lo mismo en libertad
que en cautividad; existen pruebas
abundantes del uso de instrumentos
por diversas especies de primates.
En el caso particular de los chim-
pancés, se conoce incluso cierta
variabilidad de un grupo a otro;
ademas, son los tnicos que no se
limitan a aprovechar los objetos
naturales encontrados, sino que los
modifican. Mas, para esa fabrica~
cci6n de instrumentos toman tan s6lo
materiales orgdnicos (ramas, por
ejemplo), que no suelen dejar hue-
lia en el registro arqueol6gico.
Fabricacién de dtiles
La fabricacién de instrumentos If-
ticos y el uso de instrumentos se~
cundarios (stiles para hacer ttiles)
corresponden de forma exclusiva &
los humanos. El paleoantropélogo
Randall L. Susman ha asociado las
caracterfsticas morfolégicas que per-
miten evar a cabo una pinza de
precisién de tipo humano con una
mayor capacidad de manipular ins:
trumentos. Mas atin, erige esas ca-
racterfsticas en “criterio de fabri-
cacién de instrumentos”,
‘Si Susman tuviera raz6n, las pro-
porciones de la mano humana de-
berfan ser una adaptacién para Ia
fabricacién de instrumentos liti-
‘cos, cuando menos. La hips
tra, desde Iuego, dentro de lo po-
sible. Pero el principio de cooptacién
nos advierte de un error potencial:
igualar la funcién actual de una
estructura anat6mica con su origen
evolutivo.
{Son las proporciones de la mano
humana una adaptacién para la fa-
bricacién de instrumentos liticos?
Para responder a esta pregunta, sc
requiere verificar el criterio de con:
cordancia histérica, esto es, averi-
Ivesrisaci6n ¥ CiENCIA, febrero, 2005guar en qué momento evo-
lucionaron las proporciones
de la mano humana y en
qué momento se origina
ron las presiones de selec~
cién impuestas por la fa-
bricacién de instramentos
liticos. Soto el registro f6-
sil puede sun
Tes datos.
Lo que dice
al registro fésil
El registro fésil del com-
portamiento humano, 0 72
Bistro arqucolégico, indica
fue las industriasIitcas més
antiguas documentadas da-
tan de hace 2,5 millones de
aos (2,5 Ma). Por desgra-
cia, a causa de Ia escasez
de huesos de la mano de
humanos fésiles, no se ha
podido documentar todavia
Ta transicién evolutiva desde
una mano simiesca hasta
una mano humana. Por un
lado, existen fésiles de la
mano de Ardipithecus ra-
‘midus, uno de los miembros
més antiguos reconocidos
del linaje humano, hallado
en Etiopia, pero ain no han
sido publicados. Se cuenta
también con una mano ar-
ticulada, asociada a un esqueleto
de Australopithecus africanus, te
cuperad en la cueva de Sterkfonten,
aunque hasta la fecha s6lo se han
publicado informes preliminares. El
espécimen manual mas completo del
registro fésil humano, el llamado
O.H7, procedente de la garganta de
Olduvai, no presenta ni el meta-
carpiano ni la falange proximal del
pulgar; no aporta, pues, suficiente
informacién con que reconstruir las
proporciones de ia mano.
‘Quedan, por fin, os restos de Ia
mano de Australopithecus afaren
sis (la especie del famoso esque-
leto parcial de “Lucy”), desente-
rrados en el yacimiento etfope de
‘AL.333/333w, Entraan un grave
problema: los metacarpianos y fa-
langes corresponden a varios indi-
vidios mezclados. Tal desorden ha
dado pie a una doble interpretacién
de las afinidades morfolégicas de
la mano de Australopithecus. Para
ciertos autores, incluido Susman,
se trataria de una mano esencial-
InvesTisaciON Y CleNCIA, Febrero, 2005,
de algin hueso de
figura 3. No se incluyen las falanges dist
4. MANO COMPUESTA de Austrolopithecus afarensis, contac
ionada 8 partir de la meno izqierda y le imagen especular
‘mano derecha reproducidas on le
mente simiesca y adaptada a la sus-
pensién arboricola; ademés, al ser
una mezcolanza de huesos de dis-
tintos individuos, no podrian deter-
minarse las proporciones del pul-
gar. Para Mary W. Marzke y otros,
Ja mano de A. afarensis mostrari
algunos caracteres més cercanos a
Jos humanos; el pulgar en particu-
lr serfa mas largo que en los gran-
des simios antropomorfos, sin al-
canzar el tamafio de los humanos
‘modernos y, por tanto, excesivamen-
te corto para permitir Ia pinza de
precisién yema con yema.
En cualquier caso, la mezcla de
huesos consttufa en sf misma un pro-
blema. Los partidarios de la hipétesis
simiesca podfan argumentar que las
proporciones més humanas esgrimi-
das por los partidarios de la segunda
hipdtesis resultaban de la combina-
ci6n aleatoria de los huesos.
Aleatorizacién
Los autores de este articulo resol-
vimos la objecién de 1a mezela de
huesos en un articulo recien-
te, aparecido en Journal of
Human Evolution. Basamos
nuestro estudio de las pro-
porciones de la mano de A.
‘afarensis en Ia reconstruc-
ci6n de dos manos parciales
(izquierda y derecha) atri-
buidas @ un mismo indivi
duo. Cuando los huesos de
la mano derecha e izquierda
se combinan, a la recons-
truccién sélo le falta la far
lange media del dedo cuarto;
ello nos permite comparar
las. proporciones manuales
de A. afarensis con huma-
nos modemnos y grandes an-
‘tropomorfos actuales.
El supuesto de que Ios
huesos seleccionados per-
tenecen a un mismo indivi-
duo, y los descartados no,
se fundement6 en la com-
patibilidad de tamafos y
en la esirecha congruencia
encontrada entre las facetas
articulates. De ello podia
extraerse una hipstesis ve~
rosimil de trabajo, pero no
una demostracién irrefuta-
ble. En efecto, la mayoria
de los fosiles (ademas de
los huesos de 1a mano hay
otros restos 6se0s) no se en
contraron en conexién anatémica;
se hallaban dispersos por una lade-
ra de pocos metros cuadrados, Hay
representados restos de, al menos,
tres individuos ce tamafo grande y
dos de tamaiio pequeito.
‘Nuestra principal aportacién con-
sistié en haber demostrado esta-
disticamente (con una fiabilidad
del 95%) que las conclusiones ob-
tenidas suponiendo que los huesos
empleados en la reconstruccién per-
tenecian a un mismo individuo se-
guirfan siendo ciertas, aun cuando
estos huesos perteneciesen todos a
individuos distintos. Esta demos-
tracién estadistica, clave para dar
suficiente robustez a nuestras con-
clusiones, se Ilevé a cabo mediante
Ia aplicaci6n de un proceso de alea-
torizacién a las técnicas estadisti-
cas esténdar empleadas.
En esencia, s2 acometieron los
anélisis no s6lo con la mano com-
puesta de A. afarensis, sino también
con una serie de manos “quiméri-
cas” de humanos y grandes antro-
49pomorfos actuales. Las quimeras
se generaron de una forma aleato-
ria, mediante la mezcla de huesos
procedentes de muchos individuos
distintos. A través de ese método
pudo calcularse 1a probabilidad de
obtener erréneamente las proporcio-
nes de A. afarensis al mezclar alea-
toriamente huesos. correspondien-
tes @ individuos distintos. Cuando
esta probabilidad no llegé al 5%,
qued6 estadisticamente descartada
la posibilidad de que los resultados
obtenidos se debieran al azar.
‘Se comparé la mano de A. afa-
rensis con manos de hominoideos
actuales (humanos, chimpancés, bo-
nobos, gorilas y orangutanes). En
ese cotejo se tuvieron en cuenta la
Jongitud relativa del pulgar y las
proporciones globales de la mano,
En el proceso de comparacién se
emplearon residuos alométricos, que
permiten calcular la desviacién de
un individuo con respecto a la ten-
dencia general de la muestra en
cuanto al tamafio corporal; se so-
metieron los datos a un andlisis de
Ja varianza y andlisis multivariante
candnico, también lamado anélisis
discriminante.
En lo concerniente a las propor-
ciones globales de la mano, A. afa-
rensis se situé més cerca de los
umanos que de los simios antro-
pomorfos, aunque no sin diferencias
estadisticamente significativas con
Jos humanos actuales, una discre-
408
440
435
490 .
435
420
415
Intongtud puigar
4,10
405
400
480 490 5.00
5.10
Inongtud mano
540
520 630
In longitud pulgery mano
350
4.00
450 5.00 550
In masa corporat
AB VC OG 00 OH+Y XA
50
pancia explicable al tratarse de gé-
neros distintos. El andlisis de alea-
torizaci6n confirms tales resultados.
Mostr6, en particular, que, sise tiene
en cuenta el grado de similitud con
los humanos actuales, puede ex-
cluirse que las proporciones de tipo
hhumano de la mano de A. afaren-
sis se deban a la mezcla de huesos
procedentes de distintos individuos.
En lo concerniente al tamaiio rela-
tivo del pulgar, A. afarensis tam-
bién se aproximaba bastante a los
humanos con un pulgar muy alar-
gado, en comparacién con los si-
mios antropomorfos. También lo
confirms el procedimiento de alea-
torizacién,
Atendiendo a la masa corporal,
el largo pulgar de los humanos no
resulta tanto de un alargamiento
en términos relativos cuanto de un
acortamiento del resto de la mano;
idéntica explicacién cabe ofrecer del
pulgar de A. afarensis. Tales afir-
maciones han de tomarse con cau-
tela, dada la falta de conocimien-
tos Seguros sobre el tamaiio corporal
real de los fsiles; con todo, el and
lisis de aleatorizacién revela que
podemos llegar, al menos, a con-
clusiones firmes respecto el acorta-
miento de Ia mano.
El hecho de que A. afarensis pre
ceda en alrededor de un millén de
afios los primeros restos arqueo-
6gicos de industria litica, fechados
hhace 2,5 Ma, nos permite refutar la
hipotesis de Susman. Seguin éste, las
proporciones humanas de la mano
evolucionaron en origen como una
5. GRAFICOS ALOMETRICOS en tos que
se ponen en relacién distintas medidas de
le mano (aria) y de la mano y el cuerpo
(abajo). Asi, en a, se ilustra la relacién
alométrica entre la longitud del pulgar y
le longitud de la mano. En b, le relacién
entre la longitu del pulgar(simbolos si
dos) y do la mano (simbolos abiertos) res.
acto do la masa corporal. Las abreviatu-
ras designan la siguante: In, logaitmo
natural; B, bonabo; C, chimpancé; 6, go-
fila: 0, orangutén; Y, gib6n; A, Australo-
pithecus afarensis, Estos graticos mues
tran que A. afarensis tenia un pulgar
largo en relacién con la mano (a); to
mismo que en los humanos actuales, ello
se debia a un acortamiento de ta meno
Y no a un alargamiento del pulgar ()
InvesTiGAGION Y Ciencia, febrero, 2005,nv ALA, SALADON MOYA SLA Y MERE KOHLER
6. LAS TENICAS ESTADISTICAS mult
variants establecen madides del grado de
semajanca de las manos de diferentes pri
mates, El anélisis dscininente realizado
can los residues slomeérios rlativos 2 la
longitud de la mano arroja, como puede
abserveree en 2, qo A. afaransis 0 si
mds préximo al “centride" de los hua
nos modernas quo aldo los grandes a-
tropomoros. Queda fuer, sin enbsrgo,
dla vaiabiidad actual. (Los ojos cendi-
cas son variables obtenias a partic de
las originales por medio de una transfr.
imaciénalgebraica que permite establecer
comparaciones entre grupos.) Otra manera
de representar este enlsis mediante or
‘agrogacin, con las “disancias
nobis" al cuadrado resultante
del andlsisciscriminante— ata también,
como se representa en, que A. afarensis
se agrupa con ls humanos moderns. Las
abveviatures designan i siguiente: In, loge
ritmo natura; B, bonabo; C, cimpancé; 6,
gra; 0, oranguti; A, Avstralopthecus
afarensis; HW, bunano moder.
adaptacién al uso y la fabricacién
de instrumentos Iiticos.
En efecto, queda patente que no
se cumple el criterio de concordan-
cia historica emre el origen del carée-
ter (las proporciones de la mano hu-
mana) y el comienzo de la presién
selectiva pertinente (Ia fabricacién
de instrumentos liticos). Ello no ex-
ccluye que se seleccionaran otras ci
racteristicas de la mano humana para
‘cumplir dicha funcién. Ahora bien,
cen lo concerniente a las proporcio-
nes de la mano, la fabricaci6n de ins-
trumentos Iiticos habria favorecido
como méximo pequeiios reajustes
de las proporciones en cuestidn.
Con otras palabras, las. propor-
ciones peculiares de la mano hu-
mana constituirfan una adquisicign
anterior a Ia fabricacién de dtiles
de piedra, adquisicién que habria
sido cooptada Iuego para Hevar a
cabo Ja nueva funcién. Con respecto
a la fabricacién de instrumentos If
ticos, las proporciones de la mano
humana no serfan una adaptacién,
sino una exaptacién,
Origen de las proporciones
de la mano humana
Una vez descartada la fabricacién
de instrumentos liticos, falta por resol-
InvesTigaciON y ClenciA, febrero, 2005
a 6
4 o's? oA
ug?
ae} 28°
8 "og
Zo be
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wip pet
°
° aeo.0
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6
a
ge
H
A
°
Ste ee eee eld
50 40 30 20 10 °
ESCALA DE DISTANCIAS RELATIVAS
ver el origen de las proporciones
hhumanas de la mano. De acuerdo con
cierta hipétesis, que no puede com-
probarse en el registro arqueol6-
ico, deberfa atribuirse a las presio-
nes de seleccién impuestas por tipos
de manipulacién més complejos que
los observados entre primates no
hhumanos actuales. Razona la hipé-
tesis que los homininos pr
—los antecesores inmediatos de los
humanos— habrian mostrado com-
portamientos instrumentales mas com-
lejos que los actuales chimpancés
en libertad, incluyendo el uso y tal
ver fabricacién de tiles con mate-
riales orgénicos.
Esa argumentacién introduce un
escenario posible, aunque no nece-
sario. Atendamos a los primates no
humanos actuales. Las manos les
sirven para un amplio abanico de
diversas funciones locomotoras y
manipuladoras. Desde nuestra pers-
pectiva antropocéntrice se nos hace
a veces dificil entender que, en los
precursores del linaje humano, Ia
manipulacion pudiera estar desvin-
culada de la fabricacién de instru-
mentos. No obstante, todos os pri-
mates utilizan sus manos para tareas
muy dispares, desde el acicalamiento
hasta la recoleccién y el procesado
de alimentos. Esas operaciones, sin
relacién con las herramientas, re-
quieren, sin embargo, movimientos
complejos.
Si se quiere evitar caer en un ra-
zonamiento circular, hay que abor-
dar el origen de la mano humana
en un marco que trascienda la vin-
culacién de ta misma con el ma-
nejo de tiles. En ese nuevo enfo-
que, deberfan considerarse otras
actividades Hevadas a cabo por los
primates en contextos no locomo-
fores y que implican una manipu-
lacién compleja
al7. MANOS do los primates antropo-
morfos fésiles Dryopithecus lacts-
ns (0) y Oreopithecus bambolit
(0, dobiomente representado)
Oreopithecus presenta unas propor-
ciones més cercanas a las hum.
nas, aunque evolucionadas de forma
independiente a partir de un ances-
{ro con proporciones simiescas
parecido a Oryopithecus. (No se
incluyen las falanges distales.)
Aungue los bidlogos se empefien
fen analizar por separado Ia evolu-
cién de cada cardcter, no debe olvi-
‘arse que los organismos presentan
un alto nivel de integraci6n, Merced
allo, una misma estructura anat6-
mica desempefia a menudo mas de
tuna funcién: en razén de ello tam-
bién, presiones sclectivas de dis-
tinta indole actéan a la vez sobre
a misma estructura anatémica. Lo
observamos en las manos: aunque
manipulacién y locomocién no sean
funciones excluyentes, acostumbran
implicar presiones selectivas dis-
tintas, si no opuestas.
Las presiones selectivas de tipo
locomotor ejercen, en general, una
82
influencia mas determinante y se
reflejan directamente en la morfo-
logia de la mano. Las adaptaciones
asociadas a Ia manipulacién vienen
condicionadas por las restricciones
biomecénicas impuestas por Ia lo-
comocién; con otras palabras: 1a
locomocién podrfa impedir a ad-
quisicién de proporciones éptimas
para una manipulacién més eficien-
te. Los primates tienen las manos
adecuadas para su tipo de locomo-
ci6n. Dada la primacta de esa fun-
ci6n, acometen como pueden la otra
funcién, la de manipulacién,
En los monos cuadripedos, las
proporciones de la mano son en ge
neral mas humanas (y por lo tanto,
més eficientes para la manipulacién),
pues el cuadrupedismo terrestee fac
Vorece unas manos cortas. Pero en
Jos gibones y orangutanes, con com-
portamicntos locomotores arbéreos
4e tipo suspensor y trepador, se fa-
vorece una mano larga, menos ade-
cuada para la manipulacién; lo
mismo se aplica a los antropomor-
fos afticanos, que presentan un ca-
racteristico “andar de nudillos. de
tipo cuadnipedo™
Sélo la adquisicién de un bipe-
dismo terrestre habitual, como en-
contramos en los humanos moder-
nos, libera las manos de las fatigas
Tocomotoras; quedan exclusivamente
expuestas a la presién de seleccién
relacionada con la funcién mani-
paladora.
Nuestra hipdtesis
Desde os tiempos de Darwin viene
admitiéndose una relacién entre el
bipedismo y la aparicidn de las ap-
titudes manipuladoras humanas. No-
sotros proponemos la hipstesis de
{que las proporciones de la mano hu-
‘mana, incluida una longitud notable
del pulgar, podrian haberse origina-
do de las mismas presiones de selec-
ccién que se pueden encontrar entre
los primates no humanos actuales,
tuna vez que las manos quedaron li-
beradas de demandas locomotoras
al adoptar Ia locomocién bipeda.
La hipotesis se revela congruente
con los datos anatémicos recaba-
dos de A. afarensis. Ademés de pro-
porciones manuales de tipo humano,
este australopiteco muestra ya mu-
chas adaptaciones a un bipedismo
habitual. Algunas de tales adapta-
ciones reflejan una menor eficacia
para trepar a los Arboles. Nuestra
hipotesis concuerda también con otro
aspecto de interés en A. afarensis
cl incremento relativo de la longi-
tud del pulgar no se obtuvo alar-
gando el pulgar, sino reduciendo la
ongitud de la mano, que es 10 que
cabrfa esperar de una mano no so-
metida @ una intensa presién de se-
leccién de tipo locomotor.
‘A propésito del tipo de cuadru-
pedismo terrestre en los antropomor-
fos africanos, podria aducirse que
se privilegié un andar de nudillos
frente al bipedismo o el cuadrupe-
dismo digitfgrado por una raz6n de
peso: para conservar una mano large,
exigida en el mantenimiento de com-
lvesmisaci6n ¥ Ciewci, febrero, 2005
avi ALBA, SALNADOR WOYA SOLA MEE KOHLERportamientos arboricolas ancestra-
les, pero poco adecuada para una
‘manipulacién eficiemte.
Muchas de las caracteristicas bf-
pedas de A. afarensis implican ya
un decremento en la eficiencia de
la locomocién arbérea. Ello se hace
evidente en los brazos, que tienen
escasa incidencia en la mecénica del
bipedismo, pero desempefian una
funcién primordial en a locomo-
cién arborea
Nuestra explicacién encaja tam-
bign con el descubrimiento de que
Oreopithecus bambolii, un simio an-
tropomorfo bipedo, que evolucioné
en condiciones de insularidad en el
Mioceno superior de Italia, tenfa
un pulgar de proporciones humanas.
Una vez més, la liberacién de los
requerimientos locomotores facilita
Ja aparicién de unas proporciones
snuales de tipo humano como re-
sultado de presiones de seleccién
relacionadas con la manipulacién,
pero desligadas de a fabricacion
de instrumentos,
Los autores
M, Albo, Selvador Moy Sold
Kahler constituyen el grupo
de paleoprimatologia del Instituto de
Paleontologia M. Crusafont de Saba
oll. Alba esté terminando su tess
Aoctoral sobre paleobiologa de prima
tes, Ente los hallaagos de Moy’ y
Kahler destacan los relativos at bovido
‘Myotragas y los grandes anirapomor
fos Oreopithecus bambi y Dryopthe
cus laletarus. Recientemente, han di
ide on Can Vila las excavacines que
han proporcinado ef nuevo primate
antcopomorta Perofapithecus.
Bibliogratia complementaria
Eueuce oF HoMINO-UKE Paécision GRIP
CCAPARIUTY I THE HaNO OF THE Moe
Ie APE OnevrrrHecus. 8. Moy2-So,
Kahler y L. Rook en Proceedings of
the Notional Academie of Sciences, vol.
86, pigs. 319.317; 1998.
‘Te SraucTURE oF EvauvTouenY THeoR.
S. J. Gould, Tho Balknap Press of Har.
var University Press; Cambridge, 2002.
MORPHOLOGICAL AFRIUTIES OF THE AUS:
TRALOPTHECuS AFARENSIS HAND ON THE
Bs OF MaxUAL PRoPoRTiONS avo RE:
‘TIVE THUNB LENGTH, Alba, S. Moya
Sold, M. Kahler en Journal of Human
Evolution, vol. 44, pigs. 225-254; 2003,
IvesrisacioN ¥ CleNcia, febrero, 2005
BIBLIOTECA
SCIENTIFIC
AMERICAN
Un volumen de 22 x23,5 cm
179 paginas, profusamente ilustrado
‘en negro y en color.
LA DIVERSIDAD HUMANA
En La diversidad humana, Richard Lewontin
nos muestra que no hay dos individuos iguales.
Fuente de esa diversidad es la interaccién entre
las diferencias ambientales, asi como entre éstas
y los acontecimientos aleatorios que se producen
durante el desarrolio. Excepcién hecha de
los gemeios idénticos, las personas divergen entre
si en multiples genes, por lo que no cabe hablar
de una constitucién genética “normal y Unica”.
@
Prensa Cientifica, S. A.