You are on page 1of 15
Vargas Llosa," da ciudad yb faccen Boewos Ares: Aifeqyara, 2012. Ledreroh Rae] José Micus: OvisDo AS LLOSA LA PRIMERA NOVELA DE VARG. Cuando en 1963 aparecié en Barcelona La cittdad y dor , con la que Mario Vargas Llosa habia ganado el Pre- iio Biblioteca Breve de novela, era un autor prsicticamen- te desconocido y del que, aun en st pais, no muchos te- fan noticia. Antes de esa novela, solo habia publicado el libro de cuencos Los jefés (Vargas Llosa, 1959), que obtuvo el Premio Leopoldo Alas. La edicién, aparte de modesra,, ‘era de cotta tirada, lo que explica su limitada difusién en Espafia; y en el Pert solo llegé a escasas manos de amigos, pues no se distribuyé alli comercialmente. El autor ha- bfe publicado algunos de estos primetos cextos en las pégic nas del suplemento «El Dominical» de E/ Comercio, donde 4 también habfa colaborado con articulos que eran una especie de fichss biobibliogréficas, muy puntuales, con apuntes criticos sobre narradlores peruanos activos por esos ufos. Si se tiene en cuenta que buena parte de aquellos re- latos datan de su adolescencia, los méritos narratives que | ‘mussetan no son escasos y pueden considerarse valiosos testimonios de un escritor en su etapa formativa, Pero esta 65 la prehiscoria del escritor: lo que sigue sefiala un avance muy notable y un ahondamiento en la configusacién de su mundo narrative. La cixdad 9 las perv bo conv so wr next 088 MIGUEL ovIEDO una de las figuras clave y més econocibles de esa época, que marca uno de los momentos fundamentales de la no. ‘ela hispanoamericana, En las Iineas que siguen trataré de explicar por qué. En la edicién original de la novela aparecfa un juicioy del ceftico espafiol José Maria Valverde en el que hizo una observacién que hoy ciene tanta validez como entonces: afiemé que Vargas Llose eta un escritor ee poten ‘que nos emo gue hey que contarla con sta el desenlace...(p. XX) El texto de Valverde aparecié en un cuadernillo encar= tado al comienzo del volumen e impreso en péginas color anaranjado, que desaparecié en subsecuentes ediciones’. ‘Apacte del sjuicio» de Valverde, foto del patio del Colegio Milicar Leoncio Prado con la Taabia yu “plano para oriencar al soe she [os Lge Tugares en los que ocurre la acciéa. crataban de u CeECo empobrecido la vida liceraria e incelectual del pais en ua grado dificilmence imaginable para las personas que hoy tienen tteinta y cinco aos © menos. La noveia de Vargas Llosa era un material peligroso, casi subversive: no solo “eeonocido, para convencertos de la importancia intrinseea de la novela, sobre todo porque se crataba de un esc Gsrnoet jeada por Carlos Barral, ide los primeros en leer ei original, quien quedé entusias- mado con él) cuvo éxito: la censura, después del habitual forcejeo, suptimid solo unas cuatro o cinco palabrotas y blasfemias del original, pero dei6 pasar el resto. ‘Al ser presentada al Premio Biblioteca Breve, la novela renfa como titulo La morada del héroe, una alusi6n a Leoncio Prado, jefe militar fusilado por las eeopas chilenas durante la Guerra del Pacifico de 1879 y cuyo nombre designaba al colegio donde se desarrollaba buena parte del relato. En algtin momento de su redaccién, el original se habia la- mado Las impostores, que proventa del epigrafe sarcriano que lleva la novela, pero que el autor abandoné luego porque podia hacer pensar en una narracién de-corte pu- ‘ramente policial o de misterio. El ticulo definitivo no lo puso el propio autor y explicar eso quiz justifique aqui contar, pot primera vez, una pequefia historia personal. ‘Me parece recordar que, estando Vargas Llosa en Lima cuands el jurado se encontraba deliberando y a punto de fallar el premio, el escricor me confié que, en verdad, nin- uno de estos citulos lo convencia del todo y que conside- taba que el més adecuado a la atmésfera de la novela era Las {des peto que nacuralmente no podia usarlo porque habeia sido repetir el de su lubeo de cuentos. Lar morada del héroe tenia al menos una alusién interesante: nna al colegio come el santuaric donde se veneraba la memoria de Leoacio Prado, a wow sos micusL aviEve de quien se dice dio él mismo la orden al pelotén de fusila. mieato para que le disparasen al tercet toque de la cucharill, en su taza de café; dificil concebir mayor acto de desafi, viril, que es un motivo importante en la novela. Peto Vargas Llosa no estaba completamente satisfecho con ninguno de’ esos tftulos, que le parecfan simples aproximaciones. En yi" encuentro casual conversamos de toda esto y le sugeri que ime dejase unos dias para pensar en algunas alternativas ‘Cuando volvimos a vernos (tal vez en la redaccién del diario El Comercio), yo tenfa anotados eres tfeulos, de los cuales hoy solo recuerdo dos: uno era La ciudad y la niebla, que aludia al cielo casi permanentemente encapotado de Lima; el ote cra Le ciudad y los perros. Creo que Vargas Llosa exclamé; «iBse es!», y asf el libro. quedé definicivamente bantizado, Ena novela hay ua corbellino de accién, con émbitox fa con émbitor blecimiento de espacios fisic: ne el modo como el autor construird précticamente todas ¢ sus narraciones. Por un lado, le es casi imposible concebir tuna historia que no ocurra en un fugar decerminado —casi siempre del Peré— y generalmente seconocible de inme-"_ diato para el lector como parce de la realidad objeciva del mundo que precede al acto de imaginarla; por otto, Vargas Llosa trace de intensi = ppresentando casi siempre vacias historias simuleaneas que se enurecruzin, complementan y.disocian. £1 pacséa ni mo que distingue a los relatos del autor es ef binario, es decir, dos historias enfrentadas en un juego de oposicio= nes y complementaciones, pero la gran mayoria de si novelas desborda ese esquema y lo expande mis alld. La experiencia fundamental que cecoge La ciudad y lor perros ciene que ver, como es bien sabido, con los afios que asé como extudiante en el Leoncio Prac y, por lo canto, Pinel mundo castrense. Después de haber hecho primeres Seradios en Cochabamba, Bolivia, Vargas Llosa pasé al co- tegio rligioso Ta Salle, donde inicié su educaciéa secun- daria, Como Jo ha contado muchas veces pero de modo més Jerallado en las primeras péginas de El pez enel agua («Ese sefior que era mi papér, en Vargas Llosa, r993b: 9-31), la uparicién cardia de sx padre, que él crofa mucseo y que s se habfa separado de su madre por lazgos aiios, fue un episo- io traumético que dejé una profunda huella en él: de ser un aifio criado por sus bondadosos abuelos y de vivir £0- deado en: un mundo dominado por presencias femeninas, ‘Vargas Llosa pas6 a vivir al lado de un padre autoricario, que pens6 que esos lazos afectivos habian producido un ser debil y poco preperado para Ia vida que debesia enfrentar como adulto. Ast decidié que el mejor modo de «conver- tirlo en hombre» era sacarlo de La Salle para inscribiclo en el Leoncio Prado, colegio laico regentado por autoridacles militares y que funcionaba bajo un sistema de pensionado, Se suponia que debfa pasar allf los eres tileimos afios de su educacién secundaria, pero solo soporté dos, pues teeminé sus escudios en el colegio San Miguel de Phure. La Salle era tun colegio esencialmente de clase media, micutsas ea Jegio Militar recogia un alumnado de cardcter aluvional, pues tecibfa j6venes de todos los niveles sociales v regiones -del pais, que con frecuencia Hegaban all{ por razones pa- recidas a las que tuvo el padre de Vargas Llosa, es decie, para correg En otras palabras, el cole- gio era una introduccién al mundo militar como el mejor siscema educativo para j6venes desorientados, conflictivos Tihseguros. Ast, el aucor accedié a una de Jas rcalsdades ‘que serfan decisivas para la formacién de su mundo ficti- io: el de fas jerarquias milicares. xxet José sacri avieD0 Desde el comienzo, pues, Vargas Llosa aparece come un narrador que trata de ser fiel tanto a pasajes de sy propia vide como a a realidad social que lo circunda y que no teme usar nombres propios para fustigar a persona, instituciones y hébitos sociales del medio al que pertene. ce. Estimulado por las ideas de Jean-Paul Sartre, que fine uno de los influjos més decisivos en sus comienzos de es. titer, queria dar testimonio del mun: © pervang y se comporté como un escritor cabalmente realista. seo significaba que, al escribir ficciones, no queria que log lecrores olvidasen que lo que é! imaginaba se apoyaba ex firmes bases reales, que podian llegar a lo minucioso, usando nombres de calles, lugares y barrios en los que se afincaban sus historias. Como casi todas sus novelas, esta presenca realidades concretas del pais (an colegio espect. fico llamado Leoncio Prado, un determinado sistema edu cativo del Ejército peruano, una actieud mental comén a las familias humildes y pequefio burguesas, un fraccio- fnamiento social que se percibe hasta en la rivalidad de los bartios: Miraflores, Lince, Callao), a tal punto que hubo quienes hicieron la consabida leccuca superfic velay creyeron gui lidad era un mero ataque al Leoncio Prado como sujeto principal de la historia. La obra contiene una inevitable denuncia, no solo de los mé todos del colegio, sino de las razones que explican esos meétodos, pero no al nivel didactico de quien levanta actas de acusacién para que las cosas se corrijan y mejoren, La obra. crabaja con datos reales, pero no clabora copias di- incluye (y quiza se condena) en el juicio; incorpora trozos vivos del mundo objetivo, pei Jos transpone re Le ciudad y los perros es una feliz solucién al problema de representacién de ta realidad que la mism rectas; enjuicia, pero s storia tanceaba. 2Cémo dar a st ficcién toda la s6lida aparien- va de lo real? gCémo meter al lector en la marea de los hrechos? Esta fue Ia cuesti6n bésica que debi resolver Var. gis Loss, Descubté (evidencemente, através de Lo ef) we la experiencia vital por contar era solo una materia en Sido erudo que debfa pasar por sfleros de ls imagi- cin, qu oe neces dale uaa forme. El autor debe vaponer sus eyes & esa forma, pero Cuidé vieforit en st historia, de darle ai lector todas las ventajas para que encre en el juego de la ficcién. El orden de una eeeructuta y la inmediatez de la perspectiva narrative se advierten en cada una de las partes de esta novela. El argumento de La ciudad y los perros es vitido y ha sido resumnido muchas veces por la critica: Se apoya en un es- quema que sigue bésicamence el modelo de la novela poli cial: hay un grave acto delictuoso que viola las normas del Colegio (el robo de las preguntas de un examen que deben cendir los alumnos); hay un castigo impuesto por las auco- ridades (se suprimen las salidas de fin de sefnana); hay una delacién (la del Esclavo, que no puede dejar de ver a su ena- yy una muerce violensa del soplén (en unas aniobras militares el Esclavo cecibe un tio fatal); hay una acusacién (la de Alberto, que se niega a aceprar que se trac6 de un simple accidente y sostiene que, en realidad, el Jaguar smuté ul Esclavo por venganza) hay un desenlace anticlima- tico (las autoridades desechaa Ia acusacién para evitar el escindalo y todo parece volver ala normalidad dentro y fxe- ra de la insticucién como si nada hubiese pasado). Peto la historia va més alla de los lineamiencos de ese esquema porque hace ua vasto ¢x creta realidad perviana, que incluye milicar, de dose de no in- = we Jos sucuer ovik00 singular de este examen es que borra casi por completo | distincién entre inocentes y culpables: su clima generals el de la ambigiiedad moral de los a La novela teje esa historia cn un continuo movimiente pendular que Ileva la accién del Colegio a fa Ciudad, de adelante hacia attés, como Ieva a los personajes de una ~ persistence desoriencaci6 vical a le explosidn de una vio. confirma su frustsacién, su soledad existencial y su angus. tia. Las leyes que gobiernan La ciudad y Jos perros son la dlualidad y el contraste, como ¢! mismo titulo asf lo sugie- re. Sometido a ese vaivén, el lector descubre los abismos que se abren entre el deseo y 1a conelucta humana, entee la aucenticidad y la impostura, limites que el aucor se resiste a demarcar: él ha vivido visceralmente los hechos que narra, y desde esa conmocién’ moral escribe. De los dos centros de la novela —el Colegio y la Ciudad, que funcienan como un microcosmos y un macrocosmos respectivamente— el primero es e! niicleo generador de la acci6n: se regula con un sempo accual, tenso y veloz. El re. Jato nos coloca de inmediato iz mediat res; este recurso, que ya exploré en Los jefs, aparece aqui para crear una escena ‘que tiene la fuerza compulsive de un hecho consumado: Catto —dijo of Jaguar. Los eostros se suavizaron on el esplandor vacilante que el glo- bo de luz difundia por el recinto, s través de escasas particulas limpias de video: el peligro habia desaparecido pace todos, salvo para Porfirio Cava. Los dads estaban quietos, marcaban tres y uno, su blancura conerastebe con el sueio sucio, —Cuatro epic el Jaguas—. Quién? —¥o —murmurs6 Cava—. Dije cuatro, —Apiirace —replicé el Jaguar—. Ya sabes, el segundo de la inquieeda (p. 9). Mucho, quiz4 todo, se resume en esas Iineas de arran- aque: el destine de Cava —la suerte ha decidido que sea el Gecator del robo— y del Jaguar —su aucor intelectual, fl presunto verdugo que castigard el fracaso— que, a su sez, implican y determinan los del Esclavo —la viceima propiciatoria— y Alberto —el ambiguo testigo que quie- fe convertirse en juez—; y como esto, ademés, se sella inapelablemente con los dads, adquiere el matiz de fata~ jidad que distingue a toda tragedia El _Leoncio Prado funciona como un universo cancen- rador, como un mundo de limites perfeccamente establi , de la clase media contra la clase po~ polar, de los hijos de paps contra los desheredados: la Joagotable y ftenécica faneasia sexual, que incluye com- perencias masturbatorias (episodio de La Perlita), actos de bestialismo (episodio de la’ gallina), el clisico descubri- imiento del burdel, le pornografia y el exhibicionismo. Cada experiencia en las zonas del desprecio y la ruindad los convence de que los caminos hacia lo nefando son casi infinitos y que deben seguir exploréndolos, siempre en tun escalén més bajo. Liceralmence, el le los cadetes quiere ser la negacién coral del mundo impuesto per los prnfesores y de sus verdades pt suele ocurrit ‘con los que odian, perecerfa que ese impulso solo se sacia. riasi pudiesen suplantara lz misma insticucidn que t ‘verte, ser ellos (otra vez) los jefes. Ellos no lo saben, pero, en el fondo, Jo que es Leancio Prado. ‘Asi, 3e produce un nuevo signo de desajuste purque eb modelo que se quiere dest lo.que se.estd consezuyenda; la violencia, en un ilrimo acceso de fatia, “| Se st Jost uicwss ovie00 parece morderse la cols, Los cadetes también quieren, pop su cuenta, feoncior pradina los mal-crio y que el mundo de afuera no era tan siferent do de ale 4 xe 2088 GUEL OVERDO El conerasce.enere 1a Ciudad y el Colegio se resuelyg consecuentemente, en. un.desajusce que tiene las propor ciones de un crdgico malentendido: el farisefsmo de Jo padres cosecha fuitos amargos. Alberto descubre o confi. sma las venrajas de la hipocresfa y la apariencia burguesa el Esclavo paga con su vida el suefio de la virilidad; Jaguar se convierte (en la conciencia de todos) en ua ase. f sino y sella su mediocre destino social. Esta gue ke ita de Carlos Getmdn Belli, en el epflogo, trata de subra ‘ yarnos: «... en cada linaje / el detetioro ejetce su dominion (p. 437). Peto no solo las familias de los cadetes realiza su impostura: los oficiales del Leoncio Prado estén acosa dos por las mismas contradicciones, trampas y menti «que sus alumnos; tampoco ellos creen en sus cédigos. Muy sutilmente, ese escamoteo de la realidad que practican con sus grandes palabras, reglamentos y declaraciones pro- fesionales, se va filtrando en la novela y confundiéndose con la angustia de los j6venes, amplificdndose y refractéin- dose en ella, Las auroridades militares del Leoncio Prado escondea grandes fracasos. El personaje clave para com prenderlos es Gamboa. Gamboa tiene plena conciencia de que en el servicio muchos se corrompen y corrompen el sistema, pero se siente indisolublemence ligado a él; sabe que lena su vida y le da sentido: ‘Gamboe recordé la Escuela Militar. Pcaluga ere su compatero de secciény no estudiaba mucto pero tenfa excelente panterfa, Una vez, durante las maniobras anuales, se lana al rig con su caballo, El agus Ir Hegabs a fos hombros; el animal relinchaba con espan- 107 los cadetes lo exhortaban a volver, pero Picaluga consigu vencer la corriente y ganar la otra orilla, emparedo y diehnoaa F) ~ ‘apicin de afo lo felicits delance de los cacetes y le dijo: «Bs us- ted muy macho». Ahora Pitaluga se quejaba del servicio, de las campaties, Como los soldudos y Tos cadetes, solo pensaba en la | 3 tahun en el Bjzcito centan al menos wna excuse: es sada, Eas os babfan arrancado a la fuerza de sus pueblos Sensi los on ais sean past eter arse de ellos. Pero Pivaluga habia elegido su carre- cole pa et roan venta enfermedades des ne Fou enan pre nce Mates bean jet ca vote el servicio y todos sabfan que su term de caf se dep é a0 pedi 2 Pitlaga bata conned pico. Dos qué sa pedi bse? isle bab cape jams estudiaba y volvia cio dela calle. «Se queds- a ens6 Gambon. Peo rctifcé: «Sal- fenuchos afos de reniente», : tenascin ab vi er pene ——e a disciplina, J jeri, las campa- rio que oto: I odiaban: a cisciplina, J jerry fas (pp. 294-205) a rificado eu uombre de 6505 p ei una elada ion, Antes dela rvere del Eels, Gambon no ech a clp la suc 90 siquiera a los mismos alumnos, como sf Jo hace Pical om ate Gamboa, e! problema son los padres que piden _ rosy que no saben educa asus hijos: «No vienen a 7 legio pr su voluntad ..) so es lo malo {1 A lami los mandan sus padres para que no sean unos bandole- 108 {ok Yala tea mitad, pant que no sean mascasy (p20). Peso cua s produce el eco sangrienc y= casan sus afanes por realizar una investigacién a fen i salve el honor de la instivucién, Gamboa empieza a dudar: orp enon. 8 impose la ditcpling habla sido basa ahor oe en tnanoobelesela, El habia ced queen el Colegio Mil * Salo mismo. Ars dsb. Cio once ol Speen eu del cr? Ln st reece ‘Stone in ean Gi ei ts sates dele einer sea cabernet fa aoc ou propa gud, pore {J De momento, el abacimience que lo pessegufs se agra 7 feet : save 056 suc ov1en0 estaba resnelto a no ocuparse més de esa historia, « no tomar in Giativa alguna. «Lo que me batia bien esta aoche», pens, wes tng! buena borrechera» (pp. 428-430) ‘ores del Colegio, se extiende cambién a la sicuacién de le vide castrense.en-el Peri, Al margen del Leoacio Prado, estos hombres parecen muy escépticos sobte el significads seal de la carrera de las armas. Gamboa insiste en creer que Jos milicares escan hechos para ganar las guetras y defender al pals, pero el capitén lo saca temprano de su ilusidn: «No reo que el Perd tenga nunca una verdadera guetta. [..} Los civiles eerminan resolviendo todo, En el Per, uno es militar por las puras huevas del diablo» (pp. 217-218),

You might also like