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CARLOS VAZ. FERREIRA Una be las anécdotas més citadas sobre la vida de Carlos Vaz Ferreira fue su encuentro con Albert Einstein en Montevi- deo, en abril de 1925. Se comenta que acordaron verse en la avenida 18 de Julio para intercambiar ideas. Caminaron un rato, conversaron y luego se sentaron en un banco en la plaza de los Treinta y Tres. Un fotdgrafo de la publicacién Mundo Uruguayo se enteré del hecho y los fotografié sentados en la plaza. Después del encuentro, Einstein habria dicho que Vaz Ferreira fue una de las personas no vinculadas a la fisica que le hizo comentarios mis inteligentes sobre su trabajo cientifico. Vaz Ferreira, junto a José Enrique Rodd, son menciona- dos de forma casi undnime en todos los trabajos que se han hecho sobre pensamiento uruguayo. Ambos pertenecieron a la misma generacion. Rodé nacié en 1871 y Vaz Ferreira en 1872. Sin embargo, Rodé murié muy joven, en 1917, a los 45 afios, y Vaz Ferreira vivid hasta los 85 affos (fallecié en 1958). Carlos Vaz Ferreira nacié en Montevideo el 18 de octubre de 1872. Su madre era la uruguaya Belén Ribeiro y su pa- dre el comerciante portugués Manuel Vaz Ferreira. Tres aiios después, en julio de 1875, nacié su hermana Maria Eugenia, que fue una destacada poetisa. En el relato Recuerdos de mi padre, escrito por Matil- de, hija de Carlos, hay varios pasajes muy sabrosos en los que ella describe los aspectos mas humanos de su padre. Por ejemplo, cuenta que nacié prematuro, de siete meses, y bas- tante debilucho. Con gracia, Matilde escribe: «Contaba que su doctor, un bondadoso médico, ya entonces “a la antigua”, se mostré muy moderno al recomendar a los padres que le dieran bastante vino todos los dias, para fortificarlo, y ade- mas, que no lo contradijeran, sino que, por el contrario, le hicieran todos los gustos». Su infancia fue la de un nifio, digamos, consentido, pero no duré mucho tiempo, porque siendo muy joven debié asu- mir responsabilidades familiares propias de un adulto. A los 17 afios, ante la ausencia de su padre, que vivia en Brasil, co- menz6 a trabajar para ayudar a su familia. A los 20 afios viajé a San Pablo requerido porque su padre estaba enfermo. Al llegar, después de un viaje en el que fisicamente lo pasé mal, se enterd de que su padre habia fallecido, pero no pudo saber con claridad qué habia ocurrido. Lo poco que supo fue que habia sufrido un ataque al coraz6n, pero no logré encontrar el lugar donde habia sido sepultado, ni tampoco el registro del sepelio. El socio de su padre se habia apoderado de sus cosas y el unico objeto que le fue entregado fue un reloj de oro. Desde joven Vaz Ferreira deslumbro por su inteligencia y su dedicacién al estudio. Esther de Caceres, escritora y do- cente, que fuera alumna de Maria Eugenia, cuenta la siguien- te anécdota en el ensayo Pasos del recuerdo. Para una icono- grafia de Carlos Vaz Ferreira: «E\ doctor Abel Pinto, recién llegado a dictar sus clases, después de oir una disertacion del joven estudiante sobre la conciencia, renuncié al cargo, adu- ~*~ ciendo que no podia desempefiarlo pues habia en la clase un estudiante que lo aventajaba en saber». En 1897, con solo 25 afios, fue designado catedratico de Filosofia en Educacion Secundaria, que dependia, en esos afios, de la Universidad de la Republica. En 1903 se recibid de abogado. Dedicé la mayor parte de su vida a la docencia y a la gestién educativa. Fue rector de la Universidad de la Rept- blica en dos periodos: 1928 a 1931 y 1935 a 1941. Impulsé la creacién de la Facultad de Humanidades y ocupé el cargo de decano en tres oportunidades, entre 1945 (aiio de la funda- cidn de la facultad) y 1958 (afio de la muerte de Vaz). En 1913 fue designado Maestro de Conferencias, catedra creada por ley para que él la ocupara, sefialé Arturo Ardao en el ensayo El magisterio de Vaz Ferreira. Esta posicién fue clave para que desarrollara y divulgara su pensamiento. La mayor parte de su obra escrita, entre ellos el libro Logica Viva, son el resultado de los apuntes y versiones taquigraficas de estas conferencias, luego corregidas y revisadas por él. «A través de esta cdtedra libre que atendié hasta la hora de su muerte, el magisterio de Vaz Ferreira asumio definitivamente su significacién nacional, por la amplitud de los intereses in- telectuales que aspiré a satisfacer y por la diversidad del pu- blico que lo escuchara», explicé Ardao. «En ese puiblico, a lo largo de numerosas generaciones, fue la juventud un sector al cual se dirigié con especial afeccion la palabra del Maestro». Esther de Caceres describe a Vaz Ferreira como «de una sobriedad y de una sencillez sostenidas a lo largo de una vida de sacrificio y renunciamiento». Era una persona timida y so- litaria, que «siempre nos hacia pensar en aquel destino de los grandes seres». i Uno podria pensar, al leer esa descripcién, que fue un hombre con una vida familiar y social pequefia, pero no fue asi. Contrajo matrimonio a los 28 afios con Elvira Raimondi con quien tuvo ocho hijos: Carlos, Alberto, Elvira, Sara, Ma- tilde, Mario, Eduardo y Raul. En los primeros afos vivid en la calle Colon, en el barrio Ciudad Vieja. Su vivienda mas conocida es la quinta en el barrio Ata- hualpa, que terminé de construir en 1918. Su hija Matilde cuenta, en Recuerdos de mi padre, que al «estrenar la casa nueva en 1918, por un tiempo establecié un turno entre noso- tros para cada noche tener en la mesa del comedor, ya que de dia casi no nos vefa, un hijo diferente al alcance de su afecto». Era un gran aficionado a la misica y tenia un buen to- cadiscos y muchos discos. Con frecuencia se organizaban veladas musicales en la quinta. En muchas ocasiones hubo interpretaciones en vivo realizadas por mtsicos célebres de la época, como Eduardo Fabini, Luis Cluzeau Mortet, Lyda Indart y la soprano Delia Staricco. Una personalidad compleja «Era de linea nerviosa, é! no era un hombre que se diga tranquilo, de esos tranquilos. Era un poquitito nervioso», conto Rosita Barbieri, a sus 94 afios, en un documental de TV Ciudad. Rosita era vecina de Vaz Ferreira en el barrio Ata- hualpa. «Era de un trato muy bueno, y sobre todo a sus veci- nos. El como abogado a algunos vecinos les dio un consejo y los defendié y no les cobré. Ese es el asunto. Era un hombre bastante desinteresado». Los testimonios generalmente tienen esos dos ingredien- tes: por un lado, que era muy amable, delicado, afectuoso, pero por otro lado que era un hombre tenso, a veces intoleran- te o inflexible, obsesivo con la puntualidad y por momentos malhumorado. En Recuerdos de mi padre, su hija Matilde, haciendo referencia a un episodio menor, referido a un pajaro (un mirlo), dice al pasar: «durante una de sus depresiones ciclicas», lo que nos da algunas pistas de sus estados emo- cionales. Esther de Caceres también lo describe desde los dos la- dos. Dice: «Ese acento tierno, familiar, constituia uno de los encantos entrafiables en la amistad con Carlos Vaz Ferreira». Luego agrega que su compaiiia era «serena, austera, cordial». Pero también sefiala: «Todo no era apacible en la relacién con Carlos Vaz Ferreira. A veces un forcejeo de almas, que fatalmente se establece entre seres intensos, venia a turbar el encanto de la amistad feliz. Entonces él aparecia, mas que siempre, con su caracter fuerte e indomable». De Caceres cuenta también sobre la tozudez de Vaz Ferreira para abrirse a una relacién con el pintor Joaquin Torres Garcia, cuando este retorné al Uruguay. Torres Garcia le habria dicho a Vaz Ferreira que deseaba conocer su obra, y Vaz Ferreira, segin cuenta De Caceres, «le contesta con una frase tajante, que si bien consignaba la verdad, tenia el duro y seco sonido de una puerta que se cierra sin cuidado: “Es muy dificil, imposible, conocer esa obra”». Estos testimonios muestran a un hombre racional y 16- gico, por supuesto, pero de una gran sensibilidad, una hiper- sensibilidad, con un registro de emociones variado e intenso. Uno de los momentos mas dificiles de su vida fue la muerte, en 1924, de su hermana Maria Eugenia, que lo hun- dio en una tristeza muy profunda. En 1925 murio su madre y poco después fracas6 su proyecto de creacién de Parques Es- colares. En 1929, a sus 57 afios, cayo en una crisis emocional ore grave y abandoné todos sus cargos y recién volvié a la activi- dad en 1932. En 1945 se creé la Facultad de Humanidades y Ciencias, proyecto elaborado por el propio Vaz Ferreira, y él mismo asumié como su decano hasta 1949. Vaz Ferreira desarrollé otras varias actividades, como por ejemplo fue jugador de paleta vasca y socio durante afios del Euskal Herria. Mas atin, construyé en su quinta de Ata- hualpa una cancha de pelota. Otra de sus aficiones era el aje- drez. Ademas de jugarlo le gustaba presenciar partidas entre grandes maestros. La musica, como antes mencionamos, fue una de sus grandes pasiones. Su hija Matilde escribid que en su «colec- cién figuraban miles de discos», en su mayoria de musica clé- sica. Algunos de sus compositores preferidos eran Schubert, Schumann, Beethoven y Bach. En su quinta del barrio Atahualpa, Vaz Ferreira observa- ba y cuidaba en particular a las aves. Todas las mafianas daba de comer a las gallinas. Los vecinos comentaban que era un lugar bastante salvaje y descuidado. Légica viva Légica Viva, el libro mas importante de Carlos Vaz Fe- rreira, fue publicado en 1910 y su propdsito fue analizar la légica de un modo real y vivencial. No es un libro de texto que explique qué es un silogismo 0 una aporia, no habla de proposiciones, premisas y conclusiones. Es un libro que propone eliminar los paralogismos y fa- lacias del pensamiento cotidiano. Un paralogismo o falacia es un argumento que parece valido pero no lo es: Hay una diferencia entre ambos términos, Paralogismo, que es la ex-

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