You are on page 1of 81
ele Ue ae "heme call env nove colonel i Frans Crus Irony | - Taher de Jo te: arp arts ScBormatec se eS esas E-Cinrlijoy Tamers SoBe bared Rt Gres Grn jeu dnt mare pericanghescts dateTake Shah y Seon pra he ae ag de Conan redo ore aan Suen 206 Dry Sito Rehm Gert 450 ofc Emery ase Boece stm retention noe ‘Serine nrg pepo pap dre eerste Gaapeituitnpesecnle pcre ects apts “ane Stina ‘tenia 21000 Bese Aes “tata Spin om ae I cer 27, en ect, Digan Dente eran Die er ee “enna Sen ‘enn dae ry 8 EP S800, Ths aos, Madd ‘So oss on- Iepsopor cna on ie eee ci clr 018 Selecta yrs ieee Diese de Baten tam ‘ta dup rb Chaany ala ra Roogaéaselseioares Binet xia Cans Tn ing devchos cect Sts palin mo pre er repodacid, en os en part lehtad on enum po tea de IReiprain deiner, ew ng aap gine ‘SEs opin cero mage Sen, lego ocaglrertnpermbe poi por aa ¢ g 8 Fos pi Gi: 3 § & ui ad O3 Be f2 gu Suz 8 iv SELECCIONY PROLOGO DE FABIO JURADO VALENCIA loqueleg & Fablo Jurado Valencia |i memoria, que.es conocimiento,y shonda en las constela ‘iones de sentido del texto, objeto de la interpeetacién, 2014 i contexto cultural en dos novelas colombianas del siglo x1x or Fernanda Crus Kronfiy [hy historiadores suelen identificar precisos periodos en. Jnjoatta historia politica y social: el Descubrimiento y la ‘Sonu, la Colonia, la Independencia y,finalmente, la Re- ‘bli. Tales periodos tuvieron de alguna manera sus ¢o- wnvlientes representaciones en el imaginario de los le m tiempo. Fl Descubrimiento y la Conquista, or ejemplo, ocuparon alos cronistas de la época. Asi, Pi- jollota, Colin, Bouganville,Albar Nitfez Cabeza de Vaca ‘yl, hicieron que sa escritura rindiera homenaje alas ‘jyenturas de Locos perdidos que estaban viviendo, para viento del mando que permanccia 2 la expectativa {9\ om para Honor y Gloria de los monarcas que compro- ‘yetlan su prestigio y sus fortunas en aquellas empresas, solo comprensibles por la racionalidad de los negocios pero ‘oibien por a légica dela gloria. Después, el xégimen colo- lal tivo qien se ocupara de él, casi siempre en forma de owslay enalgunos casos en forma de crénica de costumn- Js, No vamos a detenernos aqui, pero seria indebido no jycorlar los nombres de Hernando Dominguez Camargo (1006-1659) y Sor Francisca Josefa dela Concepclén (1671- Fernanda Cruz Kronfly 11742), més conocida como la Maire del Castillo, en poesia «si como el de Juan Rodriguez Freyle (1566-1640), Por puesto que la novela atin no existe en auastxo medio pr ‘causas que podrian mencionarse un poco més adelante, B 4s: apenas estd naciendo come género con Cervantes, Ras belais y otros, en ese rnismo siglo. El periodo siguiente colonial, es decir el de la Independencia, reeulta ser un p riodo politicamente identificable dentro de la determina das coordenadas cronoligicas mas o menos exactas, aunqu espiritualmente mucho més complejo delo que comtnmens te se supone. En efecto, la revolucién politica de la Inde: pendencia estuvo precedida por una revohuciin cultural hhondos aleances que cubrié los finales del siglo xv, qu le sirvié de caldo ideolégico alos procesos politicos y mili tares mismos y que se prolongé me allé de las batallasc consecuencias que algunos investigadores ya han preci sado con alin detenimiento, Las siguientes relexiones parten entonces de una pre: sunta: {de qué modo la literatura colombiana se ocupé en su momento, o pasteriormente, de ese proceso histérico co- nnocide con el nombre de inependencia nacional? Pero esta pregunta, que da origen a las suscitaciones que siguen, no) ros ais no viene a mimemoriani una frase’-Y ese idioma se alimenta no solo de palabras sino de gestos y de signos, ‘es mas, las palabras cotidianas, las expresiones normales no sirven, porque en amor no “se habla de eso" y Efrain se “romplace ena dificltad que ella encontraba para pregun- (rine si habia hablado de nuestro amor a Carlos (..J. Es cvideate que el lenguaje fundamental es desplazado a un lnguaje simbélico y que Ins fores ocupen el lugar esencial ‘romo elementos de simbolizacién. Esto no es nada nuevo, pareceria casi que la utiliescién simbélica del lenguaje de las flores para expresar el amor fuese eterna. Sin embargo, ‘romp en el caso de as légrimas, cada flor utilizada y cada [ira derramada reenvian a una convencién, a un dis- ‘use historizado porque aunque as flores sean amoro- 1s, cada forma de amor se liga a otros discursos, a ott0s lenguajes, a aquellos que, ebsoletos, se han vuelto “diseur ss imactuales’, como lo expresa Barthes. Las flores repre- wontan en su perfeceién, es deci, cuando estén en la or de 1a dad, como las doncellas, el momento ideal dela belleza, _quetipo, y las distintas flores pueden ser alegorias de los virtudes, En Maria la gama floral es muy estrecha, Que- «ly redueida, con algunas excepciones significativas, alas lores que se cultivan en el jardin de la casa, flores que ps- via adornar los floreros del cuatto de Birain, los de los sllares de la Virgen los de “los hafos orientales” que dis ‘uta Bfrain cada manana, cuando se sumerge en lasclidas as aromatizadlas por las flores que en ellas ha puesto Maia. ¥es aqui donde se retinen los dos discursos: el de las flores y el delas lagrimas: ambos discursos son placer [wus porque se relacionan con la humedad, con lo que en- ‘vuelve, con lo que se desliza por el cuerpo: elagua que me roilea doblemente acentuacla por su caracter de agua y st “pepauspr wpouny 2 Margoclnte cardcter perfumado yl agua salada que me eae porla cara ryiesala los|abios. Ademés, aunque sean de agua y tengan flores los bafios pueden ser distintos, tanto como puedan diferenciarlos oe lenguajes que determinan a las clases: Maria usa rasas, amcenas, lirios, claveles, azahares, vicle- tas, ¥ Salomé, la mulata,echa floes en ei: guabitas, fo: es de carbonero y venturosas, porque ha oido que en "la hacienda le echan rosas ala pila cuando usted va abafiar- se, yo eché al agua lo mejor que en el monte habia’, Een= gusje de las rosas es diferente al enguaje de las guabitas yy sobre todo al de las flores de carbonero. La pureza ange- licaly lirica ala que se liga a belleza de Maria (y esta ast vezalas rosas ya las lagrimas eayendo por sus mejllas que s0n 10sa9) forma un circulo viciosoy subraya la eirculacién de os lenguajes, Marfa habla con ls lores se colaa un cla- vvelen la cabeza y lo lleva alli hasta que Efrain regresa de ‘un viaje: por supuesto el clave ya est& mnarchito cuando él reqresa yen la marchiter se encuentra el signo esperado, Ja confesion de amor que una mujer decimonénica nunca dice con palabras sino con foes. Las azucenas que trae del ‘monte Efrain son arojadas porla ventana desu cuarto por- ‘que al regresar de su paseo no encuentra flores en el lo- ero yu ausencia significa desamor. Maria recoge el desa- fio cuando aparece con una de ls flores desechadas en el cabello, La declaracién de amor es compartida y no solo por los enamorados sino porla familia entera que descubre Ts signos que lctan en el aire, como las corclas de las flo res cuando aiin permanecen en su tallo. a maschitez se asocia simplemente con la muerte ya sea del amor ode los ‘“werpos, pero esa marchiter se perfila simplemente como ‘ina oposicién ala vida lacrimosa, nunca como una condi- cin de podredumibre o descompasicién, As lafior denota que cl amor est ligado ala muerte y los higrimas que asoman alos ojos permanenterente son los signos definitivos de esa constatacién. Hl agua rlegs las (lores y las lagrimas las mefillas. Fl cuerpo se hunde, vo- oso, en la floralidad acuatica de los bafios orientales, unticipando la voluptuosidad carnal de los pétalos ders=- Inaddos y de los fragmentos corpéreos de la araada que de repene se entrevén entre los descuidos de la ropa, Bfzain yy Marfa se tocan en las flores yen el agua. No es extrana voalonces que se haga una trasmutacién: “Las mejillas de Naeia se tiferom al ofr esto, del més suave encarnado; asi, volpicadas deligrimas, eran idénticas a aquellas r0sas fres- (5; humedacidas de roci, que ella vecogia pata mi por las ‘naamas” El deseo se amplifica se traslada ala sedosidad lusciva de una foracién, peto las presentimientos que la uraleza sollozante” ylas despedidas "con sollozos" in censifican solo adquieren sentido cuando se constata que [amor tiene olor a muerte y su concrecion se organiza en oro ala flor que se deshoj: "Las tltimas flores que puse tur mesa han ido cayendo marchitas ya en el fondo del liororo [." y esa descripcién es el avico —dentro del e8- \liyo amoroso— de la muerte. Las lagrimas se vuelven la ‘videncia de una pérdida absoluta, el signo de la caida, el shandono definitive del jardin paradisfaco que represen- la la casa paterna y el amor idilico de la juventud. Bl de- wo colo se expresa totalmente ante un cuerpo esclavo oun, a Peps peep Margo Glants ‘cuerpo manumiso, como el de la joven Salome que ste- ‘Ba con su amo y convierte en mayordomo al mulato que la uiere porque ella es blanca dentro de las entretelas de su suefio. Efrain la mira, a requiebra, describe “sus cuadriles” en tanto que emboza cuidadosamente el cuerpo de Maria on un paitolén o una falda. La pérdida del amor idiico aparejadaa él la pérdida del lenguaje amoroso que empa- lidece porque ya no lo hablan las mismas floes ni las mis- ‘mas Lirias, colocaa Bfrain del lado dela realidad, es de- ir, del lado donde ya se advierte que la antigua sociedad’ se ha terminado: se marchitan las flores se agotan los s0- Iozos porque el amor ideal ests amancebado con la mer te-como las flores que son, y valga la expresién, la for de un dia, La humedad que enturbia la mirada se rescata sin ‘embargo en la bruma espesa con que la naturaleza “lujus viosa” duplica su percepcién, y, sobre todo, en la nostalgia’ ‘edulcorada con que los decimonénicos contemplan el deli 380 tiempo pasado en que les ojos podian llorar y hablar al untsono, deletreando los signos del amor ideal, amor solo posible en un ambiente pastoril. Las lagrimas son al amor lo que la lavia es ala tierra: su fertilizante més per fecto: Maria no se desangra, se desagua: Por eso los amo es de Mariay de Efrain estén inmersos en la pluviosidad ‘ocular, bautismo primordial que acerea al hombre a Dios antes que el verdadero bsutisme cristiano, Maria, a quien’ su padre Salom6n entrega al padre de Efrain, es converti- da al cistianismo; su padre al despedirse para siempre de ella, Hora: “Aquella criatura, cuya cabeza preciosa acababa de bafiar con una lua de lagrimas el bautisino del dolor utes que el de la veligin de Jesis, era un tesoro sagrado | .Y¥de esta forma, como lo confirman muchas otras ins- |uncias en la novela —en el enlace de las lores en el cuar~ lode Bfrain y en el altar de la Virgen, el vosal que Maria planta alimenta porigual su amor y su devocién—el amor sacrilego porque sustituye a Dios. Esta soberbia desva- ‘da, este pecado capital causan la caida y del Edén se pecipitan al valle de lagrimas que es la Tierra, Las higi- nas vertidas dentro del Paraso, la hacienda patriarcal, e3- | hechas de una doble sustaneia: son sagradas porque inmilan el Jordin y son profanas porque desplazan el amor {nto del cielo como de la tierra, Maria es adorada y su be- lleza no es de este mundo, por eso, al desaparecer ella, de parece tambiéa el espacio sagrado que ela habita y que «ll tea, Poco antes de morir vuelven a unirse en una car- ‘dos de los componentes esenciales del discurso roman- ‘ico y amoroso:"Hlabia una carta ce Maria, Antes de deedo- Varla busqué en ella aquel perfume demasiado conocido yp mi de la mano que a habia escrito; ain lo conservaba, lin sus pliegues iba un pedacito de ciliz de azucena, Mis ‘jos nublados quisieron initilmente leer las primeras i twas’. Yes que la mublazén impide la Lectura y la impide whe todo porque lo que antes era lenguaje hablado aun- we se hubiese desplazadlo para integrarse en los signos vmorosos, es ahora apenas escritura, recuerdo del pasado. de ese pasado solo permanecen los cabellos que hablan le el elicario de los guardapelos y que como las trenzas ‘ntreveran lo vivo com Jo muerto, Gabriel Garcia Marquez ol trépico desembrujado PocBrnsteVolkening De Gabriel Garcia Marquez se ha dicho que sus modelos I varios son Joyce, Virginia Woolf, William Faulkner, pero in sabe si tales ateibuciones no se inspiran en el deseo ventarle un venerable bol genealégico,antes bien que tuna justa apreciacién de los méritos del narrador. Cuando uno lee sus creaciones recientes, coronene tie- elem le eseribao l tomo de cuentos publicados en Mexico Ine titulo de Los fimerales de la Mama Grande, sin adop- \uvsleantemano unaactitud preconeebida, o seaateniéndo- sealtesto on vez de buscarlaa categorias que,alasbuenaso » las malas Te fuesen aplicables, no se ven por ningin lade Jy prosuntas influencias de Joyce o de la Woolf, Las ana- Joylas que haya entre la obra del autor colombiano y lade Jimlkner las encontrannos, no tanto en las peculiaridades \coperamentales yenla forma, es decir, eno que realmente Justificara semejante comparacién, cuanto en la temnatica. Macondo o como quiera que see lame a aquel pueblo a ‘nilla del bajo Cauca en donde se sitia la mayor parte de los ‘vntos relatados por Garcfa Marquez, certamente nos re- ‘wunlaen su tristeza, su abandono y las metafisieas dimen- 2 8 BmesteVolhening puestas deinfinidad de vllorios similares, reconstruct ideal-tipicas de wna realidad compleja , si se me perm acuiar un término paradéjco, abstracciones concretas.E Garcia Marquez, come en Faulkner, resalta ese ra9go, me «ed al eterno retorno delo gual, hasta elas minucias. Tentemente intrascendentes del relato: ex los almendos laplaza, cubiertos de una espesa capa de polvo grisécea) en la semejanza de ciertos personajes, por ejemplo, dela gura arquetipica del ricacho dela aldea que en Lapradigi ‘a tarde de Baltasar y en La viuda de Montiel se Nanna Jos ‘Montiel, pero se parece, como un huevo a otra sacado de’ misma eanasta,alobeso, diabético, malhumarado einescrw ppuloso don Sabas en El coromel ne tiene quien le esciba Astmismo anda vagando porlas pginas del narrador! tino la sombra, medio logendaria, medio fantasinal, del hé roe de pretéritas guerras intestinas y campeén de una cat ‘sa perdida, solo que sus sens son las del coronel Aurel Buendia en lugar de las de John Sartori, su faullineria alter ago en el Bjécito confederadbo, Ni siquiera falta la eva cacién de una mitica figura ancestral de la talla de Lucius Quintus Carothers McCaslin, fandador de un inextricable embrollo de inajes legitimos y esparios, si bien se le han’ substituldo a su semblante de monumental, concupiscente, ‘tencbroso y despético patriarca del Antiguo Testamento los asgos matriarcales de una protohembra, la “Mams gran 4c", cuya formidable humanidad tallada en carne y grasa ‘ee wlla cual roca erritica entre los enclenques ejempla- le muestra especie cantemporainea. hor itima, Macondo,lomisme que Yolonapatavepha para Joulkner, representa para Garcia Marquez algo asi como el silo del mando, no porque se sionta inclinado ala senti- inl idealizacién de usos y curiosidades regionales —ese Ju viulista viajro, trotamundos e inquiato explorador de Jojo horizontes no es ningtin provinelano, aun cuando Juya nacido en Aracataca— sino, sencillamente, porque, ‘ecuchando Tos consejos de su sano y saludable instinto de huorrador, se orienta hacia “el punto de reposo en medio lola aga perenne des fenémencs’, el eje en torno del cual ‘on grande las constelaciones planetarias de su universo 1H que desee trazar otras analogias con no sé qué admi- ‘ule modelo de las etyas angfosajonas, pues, quelas busque; ur lo que a mise refiere, confieso no haber logrado descu- Jvilas en las creaciones del cuentsta, hasta donde Tleguen ‘ui limitados conocimientos de su obra. Mis ain, me abs- ‘cing teas maduras reflexiones, de emprender semejantes rovherche dela paternité. Por una parte, la costumbre, des- jciadamente muy arraigada, de jazgar, clasificar y rotu- lor los valores propias, partiendo del parentesco, las més ‘ves husorio, con ls fenémenos y movimientos literarios ‘le Europa o dela América del Norte constituye una injusti- ‘Ja manifiesta frenteal autor criollo que tiene derecho a ser jwgedo, primero que todo, en su individualidad, luego ala “aque dela pteridad & mest Vlleening luz de lo que tenga en comin con otros del maisino orf yeolo en itimo lugar por sus posiblesafinidades select ‘com el esto del mundo. Por otra parte, el cutioso “delirio, relacion’ al que sucumben tantoa criticos y aficionados este terreno implica el peligro de que asi se vaya creando| lima artificial, un ambiente en extreme literacio, pref deexpetiencias de segunda mano, desde el cual ya no lev in camino a la realidad, o sea al raundo propio del a tor, tal como lo representa su obra, En resumidas cuent ‘mucha gente suele darse por satisfecha con haber estable ido la filiacion —cuanto més exética, més preciada fulano, y en adelante se cree exonerada de la obligaci {de leerlo 0, alo sumo, le da sepultura en el mausoleo de valores consagrados, a no ser que lo entierre sin car nias en el cementerio de pobres, cuando se haya quedadal atras en la emulacion de supuestos precursores, En el caso) dde Garcia Marques ni siquiera cabe preguntar en qué: ida se acerque a Faulkner, pues camo 92 vefa, solo puc sexcomparado con 6 en lo temstico que, desde ego, oe st trae al juicio valorativo, no asi en los aspoctos, tan diver- gentes, del estilo yde los medios de expresisn. En lugar de a construccién esencialmentefaullneriana_ de frases laberinticas, complicadas,intermainables que van cercando su objetive a modo de eapirales cada ver més es: trochas ya las cuales podria aplicarse, mutatis mutandis, la genial observacisn hecha por C, G. Jung en su ensayo so: bre Utisesrespecto del estilo “intestinal” de Joyce, se usa el iro breve, conciso, apidario y eristalino que va derecho al -Btano, dando la impresion de que son las cosas mismas en suv wor asi —yno deotra manera’ las que hablan a través | narrador, segin lo ensefian, mejor que prolijas explica- ‘ones, dos clisicos ejemplos de su manera de escribir, Uiyelato delos sinsabores de coronel que no tiene quien |e seriba se inicia con las siguientes palabras: ". destaps ol arte de café y comprobé que na habia mis de una cu- nda, Retir6 Ia olla del foyén, verti la mitad del agua 1 piso de tierra, y con wn cuchillo raspé el interior del vito sobre Ia olla hasta cuando se desprendicron las tlt- raspaduras del polvo de café revueltas con éxido de YY “La siesta del martes’, a mi modesto parecer lo me- que, hasta ahora, ha escrito Garcia Marquez, comienza vs "Bl tren salié del trepidante corredor de rocas bermejas, ))retté en las planteciones de banano, simétricas e inter- Ininables, y elaire se hizo himedo y nose vol bisa del mar. Una humareds cofocante enteé por la ver onilla del vagéa. En el estrecho camino paralelo ala via (jrea haba carretas de bueyes eargadas de racimos ver- ‘los. Al ota lado del camino, en intempestivos espacios sin wombray, habia cficinas con ventiladoreseléctrcos, campa- Iwentos de ladrillos ojos y residencias con sillas y mestas Ioneas en las terrazas, entre palmeras yrosales polvorien- Bran lasonce dela maatanay ain no haba empezado sealer’ La sobriedad descriptiva que denotan esos dos ejempla- Jes trozos de prosa escogidos entre una plétara de otros iyualmente caracteristicos la parsimonia y sequedad del Jenguaje, cuya limitacion estricta al enfoque del fersimeno +n sa prfstina pureza no deja lugar a placenteras asociacio- hata asenticla cphicpapingeipo maeTteeaiso > mestoVakesing nes de ideas o imagenes, amén del agudo timbre dela vo ‘comparable a las vibraciones de una bien templada cue de acero, se nos hacen tanto mas notables cuanto més « alejan del concepto habitual que uno se haya formado de personalidad de un autor nacido en las cdlidas tierras di mediodia y de sus presuntas inclinaciones a la metafor exuberante 0 al lirismo efusivo, Seria dificil averiguar acaso se manifieste en tales ejemplos una pasion inn: hheredada de quin sabe que tatarabuelo venido de all ‘elimar, por la mesura, la observacign exacta y la parqued do! léxico; antes bien, cabe suponer que ese lenguaje des provisto de ornamentosy divagaciones subjetivas constitu ‘ye un hébito adguirido, fruto de la autodiseiplina, ala c ‘se habria sometido el narrador consciente de ciertos pei {gros inherentes a tropicalismo, hasta convertirla en un ‘como “segunda naturaleza” y parte integrante de su set Sea como fuere, se ha descublerto en el propio cora del trépico para asomrbro de quienes creen tener que asi milar Tas nuevas tendencias de la novela francesa, un obje tivismo de pura copa que, si bien said de una rae distintay resiste la comparacién con el den Robbe-Grillet, Guardé: ‘monos, sin embargo, de recaer en la obsesién europeiz al hablar del ealismo de Garcia Marques (empleando el ‘ino en su acepeisn cabal, derivado de res, la cosa), 0 8 deun fenémeno de raigambre autéctona, afin ala minuclo sidady exactitud del relato, observables en las novelas, ‘graciadamente poco leidas hoy dia, de su compatriota J. A, (Osorio Lizarazo, En efecto, no se me ocurre, por lo que respecta aclertog +asgos predominantes en la obra de cuentista calentano, Juul ms adecuado gue una comparacién con aquel intré- vile narrador dela tragedia del viejo oficial de imprenta perdié su empleo, del burécrata de infima categoria y ‘nunerasa prole que vive de puro milagro, de la criada ex- plotada que se mata trabajando al servicio de una familia, \quolmenteexplotada, dela clase media, del frustrado agen- |e Vajero que, haciendo alarde de imaginariostalentos,lle- vsduvante algdin tiempo una existencia ficicia hasta su- \wnbir ala conspiracién entre el medio hostily su propia, \iwopcldad, de la gente del hampa y del lumpenproletariat \Jooxtrarauros, eriado en la ladera del certo, en fin de ese lov mocturno de Bogota de los aos veintey treinta, cuyas vocOnditas negruras por un fugaz instante se tornaron rojas ycandentes en la hoguera del nueve de abril de 1948, ‘Mas aqut también conviene hacer distinciones. Mien- lravon la peosa cruelmente desmuda y penetrante de Osorio | vavazo palpita un tremendo patetismo que se mitre del ‘wore tenaz, levado a demoniacos extremos, falta en la le Garcia Marquez la nota patética y se substituye al pe- sinvismo abismal del bogotano que en la evocacién de la wwiseria humana y de todas las ignominias della existencia wecleva al plano creativo, una suerte de estoica compostt- 10, quiads na menos ejemplar, pero més iamune al apasio- ‘namiento y, por ende, mas al tono del atemperado clima ‘native que caracteriza alas nuevas generaciones. Por aa- lidura, encarna Garela Marques, en contraste con Osorio Liarazo,cuyos asuntos predilectos, al igual que sus peculia~ risimas eatilisticas, revelan al hombre de tierra fia, satu tudo de la melancolfa brumosa del altiplano, sumergido en. aefisiioe acetone epee REE g & Ernesto Vekening Lambiente, medio conventual, medio buracratica dela ck dad de su infancia, al narrador de tierra caliente en el sr tido especitico que solemos atribuir a esa nocién geogritic Las creaciones de Garcia Marquez —parece una red

You might also like