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Qué es la educaci6n? Philip W. Jackson PAIDOS CLIESTIONES DF EDIICACION Laidea de escribir este libro surgié a causa de las observaciones que hizo John Dewey ante un pablico de educadares en 1938 como cierre de una serie de conferencias patrocinadas por Kappa Delta Pi, una sociedad educacional honoraria, y luego publicadas en un volumen titulado Experience and Educ wperiencia y educacién). En lo que dije anteriormente he usado con frecuencia las palabras 1 espero y creo, a favor de simplemente porque se les pueda aplicar el cé La cuestion basica atatie 2 la naturaleza de la educacién sin ni adjetivo califcativo fijado previaente. Lo que queremos y necesita- ‘mos es educacion pura y simple, y deben hacerse progresos mas se- uros y mas répidos cuando nos dedicamos a descubrir solamente qué es la educacién y qué condiciones deben cumplirse para que la educacién pueda ser une realidad y no un nombre ni un eslogan. Esta es la Unica razon por la cual puse énfasis en la necesidd de una sensata filosofia de la experiencia (Dewey, 1963 [1938]: 96). ‘Cuando le por primera ver estas palabras, seguin recuerdo, afines de la década de 1940 0 comienzos de la de 1950, mas o menos unos diez afios despues de su aparicién, me senti desconcertado. Yo me estaba preparando para convertirme en un profesor del ciclo secundario y hacia poco tiempo que habia aprendido que John Dewey no era el inventor LQuiesa sero? del sistema decimal Dewey. :Por qué el Dewey famoso en la esfera edu cacional terminaba su libro pidiendo a sus lectores que se dedicaran a ‘descuirir qué es precisamente la educaci6n”? Probablemente la mayo- tla de esos lectores ya eran educadores profesionales, razoné, 0, como yo, estaban en camino de graduarse. Seguramente, hasta los nedtitos ya sabian la respuesta a esa pregunta. {Yo ciertarente la sabial For qué, enionces, urgitlos a repensar esa pregunta? En realidad, cuanto mas examinaba el consejo de Dewey, tanto més extrafo me parecia Lo que me molestaba no era solo ese pedido general; su manera de ‘expresar ese consejo era igualmente desconcertante, Habia lanzado no tna pregunta sino varias para que su ptilico las considerara y algunas parecian categoricamente incomprensibles, Los adjetivos “pura y sim- ple”, por ejemplo, sonaban raros aplicados al sustantivo "educacion”” No podia descubrir qué querfan decir es0s califcativos. Estaba sugirien- do Dewey que si pontamos nuestras mentes en ello, en ultima instancia llegarlamos a la Unica concepcién verdadera de la educacion, la nica ue todo pensador claro se verla virtualinente obligado a aceptar? Esa posibilidad se me impuso como muy improbable, por decir lo menos. Si existiera una Gnica concepcion verdadera de la educacién, ime dij, ciertamente habria sido descubierta en una época muy lejana. Sin duda ahora, después de siglos de pensamiento y préctica educacio- nal, cualquiera de los secretos mas intimos de la educacion ya tendria ue haber salido a la luz. Ademas, eno era eso precisamente lo que Dewey estaba presentando con un entusiasmo tan evidente a fo largo de las paginas de Experiencia y educacién? {No era esto lo que estaba en el corazdn mismo de lo que é llamaba “una sensata filosofia de la experiencia"? Por otra parte, cno se estaba contradiciendo al dejar muy claro a través de a absoluta magnitud de su propio esfuerzo, no solo en ese libro sino en una cantidad de sus otros escritos, que un verdadero entendimiento de la educacion era cualquier cosa menos puro y simple? Cuando empecé a desconcertarme por las palabras de Dewey, yo habia leido muy poca filosofia, pero lo poco que habia leido me hizo sospechar que lo que hacia Dewey era invitar a sus lectores a pensar icacion filosoficamente, de la manera en que fo habria hecho Socrates. El problema era que, en aquel momento, yo no sabia qué hacer con ese pensamiento. Desde entonces he leldo gran cantidad de obras filos6ficas y he alcanzado una mejor comprensién de lo que See 2% a ss raanas oF cee oe Dees ay Dewey pedia a sus lectores. Aunque suene extrano, también he lega- doa creer que el mismo Dewey tal vez no estuviera del todo consciente de qué pedia exactamente: En realidad, estoy seguro de que no puede haber tenido plena conciencia Lo que Dewey se trafa entre manos con su consejo al cerrar la serie de conferencias es algo sobre lo que yo he cavilado durante bastante tiempo. Lo cierto es que mi bésqueda de una respuesta me ha ocu- pada casi constantemente durante afios. Esa busqueda me ha lleva- do en un viaje mucho més largo y mas arduo de lo que nunca habia imaginado al comenzar. Me ha llevado, ante todo, a una lecture en profundidad de Kant y de Hegel y también de los escritos de varios de sus ilustres contempordneos. ‘Me concentré en esos dos autores desde el comienzo, no solo a causa de su evidente preeminencia como fildsofos, sino también por que sabla que al empezar su carrera Dewey habia recibido una pro- funda influencia del pensamiento neohegeliano. Y también sabla que se sentia en deuda con Hegel aun después de que esa influencia se habia desvanecido. Por consiguiente, pensé que una lectura atenta de tuna o dos de las principales obras de Hegel podrla darme fa clave para alcanzar una mejor comprensién de lo que Dewey habia pedido que hiciera su publico de 1938. Por entonces, no tenia ni a menor idea de aque la decision me arrastraria a un prolongado estudio de Hegel y de Kant, ni de que yo terminaria transformandome en un hegeliano mas atdiente de lo que el mismo Dewey fue durante la mayor parte de su larga carrera. Sin embargo, lo mas importante es que, como resultado de ese estudio, finalmente legué a pensar en la educacién de maneras por completo nuevas para mi. Confio en que lo que aprendi puede interesar a otros y esa es la primordial razon de que haya escrito este ibro que presenta algunas de las partes mas destacadas de mi propio viaje € invita a otros a uniiseme para revivras Seguir los consejos de Dewey La mera mencién de que me beneficié con la lectura de Kant y de Hegel implica adelantarme demasiado. Mucho antes de dirigit mi inte- rés hacia Hegel y sus contemporéneos en busca de una guta, yo tenia ut wcoucrcon? que decidir si debia seguir los consejos de Dewey, cosa que no todas las personas a las que les pregunté estaban dispuestas a hacer. Cuando, por ejemplo, le confié a un amigo que comparte mi admi- racin de larga data por Dewey que tenia la intencién de pasar cierto tiempo tratando de descubrir qué estaba insinuando aquel viejo mu- chacho en el parrafo final de Experiencia y educacién, su reaccion fue rapida y directa: “Me suena como si nuestro reverenciado mentor, e Gran John, hubiera estado buscando una manera facil de concluir su conferencia. Apostaria a que no estaba pensando muy seriamente en lo que estaba diciendo al llegar a ese punto” Por supuesto, yo habla considerado esa posibilidad y la habta re- chazado mucho antes de hablar con mi amigo. La habia rechazado poor dos razones. Primero, sentia que tomar la salida facil para concluir Una serie de conferencias era algo que estaba totalmente alejado del espiritu de Dewey. Aquella sencillamente no era su manera de hacer las cosas 0 es0 e5 lo que me habla llevado a pensar la lectura de una buena cantidad de sus conferencias pablicas. fra mucho mas probable ‘que continuara siendo un paciente expositor hasta el final, aun cuando para ello tuviera que sonar demasiado locuaz. En segundo lugar, yo sentia que el impulso del parrafo final de Dewey era por lo menos comprensible, aunque otros aspectos de ese mismo fragmento fueran un poco desconcertantes. Lo que estaba que hiciera —pensar profundamente sobre el 1 estaba en perfecta armonia con fo que tno académicas de Dewey. En todas una cantidad de conceptos familiares: el valor, amor y la virtud, para nombrar solo algunos. Al parecer, Dewey estaba simplemente tratan- do de satisfacer esas antiguas expectativas. Estaba actuando como lo hicieron los filésofos durante sigios. Llequé a la conclusion de que aquella era una raz6n suficiente para seguir su consejo. De todos mods, finalmente decid que la mejor manera de juzgar «el valor del consejo de Dewey era tratar de aceptario durante un tie oy ver adénde me llevaba. Lo que sigue constituye un relato aproxi- mado de ese recorrido, con algunos apartes explicativos a fo largo del camino. a 28 Las munis og cua ce Dever Las cuatro preguntas de Dewey Una de las primeras dificultades con las que tuve que vérmelas fue indagar las cuatro preguntas que Dewey invitaba a considerar ante su piiblico de 1938. 1. 2Qué debe ser algo, sea lo que fuere, para merecer el nombre de educacion? 2Cudl es la naturaleza de la educacién sin ningtin adjetivo califi- cativo prefijado? - {Qué es la educacién pura y simple? {Qué condiciones deben cumplirse para que la educacién pue- da ser una realidad y no un nombre o un eslogan? aw Lo que mas me inquietaba de estas preguntas era su nisinero, {Por qué tantas? Las concebia Dewey como interrogantes verdaderamente separados © como variantes de una tinica pregunta que, por alguna razén, él reformulaba de diversas maneras? Las tres primeras me sona- ban repetitivas; la cuarta, en cambio, se mantenfa apartada. Invito al lector a reexaminar las cuatro, como aparecen enumerades, para ver si ‘mi evaluacion le parece adecuada, Pero, silas tres primeras fueran todas variaciones de una tinica pre- unta, podriamos prequntarnos cul es su forma invariable. ¢Podria ser, sercillamente, "ZQué es la educacién?” y punto? El modo en que Dewey presenté sus preguntas nos hace pensar en esta posibilidad. Las lanzé todas juntas apresuradamente, como si en verdad no importara preferira considerar cada miembro individual de su au- usted la que prefiera”, parece implicar su modo de pre- sentacién; “cualquiera de ellas es igualmente buena para comenzar” Pero pronto comprendi que esa interpretacion de su intencién era en si misma demasiado apresurada. Pues, cuando traté de imaginar ‘cémo podria responder Dewey a tal proposicién, lo imaginé diciendo: "No, no. La pregunta no es ‘ZQué es la educacién?” y punto. Esa es una pregunta demasiado escueta. Lo que me gustaria es que los edu- cadores piensen sobre qué es la educacién real y verdaderamente. Qué es la educacién fundamental, esencial y absolutamente. Qué es ia edu- ‘acién en un sentido en cierto mode final, cuando se han jugado todas 2Qet es a oucrcon? las fichas, digamos, o cuando ya se ha dicho y se ha hecho todo”. Mi evocacién de su impaciencia no se detuyo ahi. Me lo imaginé dando ms explicaciones, mas 0 menos en esta linea: "Otra manera de decitlo serla preguntarse acerca del valor bésico de la educacién como empre- sa humana, ¢Qué la hace tan esencial para nuestro bienestar como jalquiera, dedicar su vida a seguir mejorandola?” jué a darme cuenta de que mi imaginacién me es- taba llevando a expresar la urgencia moral tacita que, segtin presen- tfa, acechaba bajo la superficie de ese consejo final de Dewey. Por momentos, me preguntaba si estaria equivocéndome. 2Estaba Dewey realmente atenazado por una urgencia moral al plantear aquellas pre- guntes?

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