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pone PRA2T mas que un hombre, menos que un dios CONTADO POR Iris Rivera MLUSTRADO POR HUADI CT Imvorrawo: SQ HERCULES mas que un hombre, menos que un dios contapo por Iris Rivera ILUSTRADO POR HUADI UN BEBE ESPECIAL 9 icen que dicen, que dicen que dijeron que... Zeus, el dios de los dioses, se le aparecié cierto dia a la joven Alcmena, esposa de un rey griego. Ella era una simple mortal y el sinver- giienza de Zeus tomé la forma de su esposo. La muchacha no descubrié el engafio y, cuando se dio cuenta, ya era un poco tarde: estaba esperando un hijo. Asi empezaron sus amarguras, porque la pobre Alc- mena tuvo que soportar, a la vez, los celos de su ma- rido y, lo que es peor, los celos de la esposa de Zeus (la vengativa diosa Hera). Mientras la criatura crecia en la panza de Alcmena, la diosa Hera decidié que ese bebé tenia que tardar mucho en nacer. Para eso envié a la Tierra a su hija Tlitia (diosa de los partos), para que se ocupara del asunto. Ilitia hizo el viaje acompafiada por las tres Parcas y, Jas cuatro, se sentaron en el umbral del cuarto de Alcmena, con los brazos y los pies cruzados. Hércules ya estaba queriendo nacer. Estaba empu- jando, empujando. Y su madre aullaba, se retorcia. Pero las diosas seguian empacadas en esa posicién magica que impedia el nacimiento. iMenos mal que esa madre no estaba sola! La acom- pafiaba una amiga nada tonta que, en vez de deses- perarse, pensd. Pens6 y ¢qué hizo? Entré en el cuarto, esperé un ra- to y, de pronto, salié gritando y mintiendo que el ni- fio ya habia nacido. El engafio dio resultado: las emisarias de la diosa Hera creyeron que habian fracasado. Y descruzaron los brazos. Y descruzaron los pies. Fue entonces (y sélo entonces) que Hércules pudo nacer. La diosa Hera, sumamente contrariada, le tomé to- davia mas ojeriza al chico y le embromé la vida de ahi en adelante. Por el tiempo en que nacié Hércules (pero un poco después) tenia que nacer también su primo Euristeo. Sin embargo, la diosa Hera (conocedora del Desti- no) sabia que el primero en nacer reinaria sobre mu- chos pueblos griegos. Y con gran poder. Ah... Ella no iba a permitir que ése fuera Hercules, porque ya lo tenia bien entre ojos. La diosa no iba a dejar que ese bebé, todavia no na- cido, viera la luz antes que su primo y se convirtiera en tan poderoso rey. Por eso fue que usé sus grandes poderes para retrasar el nacimiento de Hércules, apurando el de Euristeo. Y asi fue. Euristeo nacié antes. Y Hércules, en lugar de ser rey como correspondia, tuvo que ser subdito de su primo. Pero la vengativa diosa no quedé conforme con eso. No, no, no... para nada conforme. Ella siguio persi- guiendo a Hércules con sus odios y venganzas. Le enyié serpientes, monstruos y —para peor de to- do- le envié ataques temporarios de locura que lo atormentaron durante toda su vida. Sin embargo, nada de eso impidié que el muchacho (hijo de un dios y una mortal) cumpliera con su des- tino de gloria. Hércules era un semidiés. Y habia na- cido para ser héroe. Ni bien Alcmena, la madre de Hércules, lo tuvo en _ gus brazos, pensé que tenia que esconderlo. No queria que la diosa Hera lo encontrara. Es que temia, y con razén, por la vida de su chiquito. Asi fue como, llorando, la pobre mujer alzé al hijo apenas nacido y se puso a andar. Llegé a una plani- cie, busco un lugar abrigado entre unos arbustos y alli lo dejo. Pero no lo abandoné a su suerte: se lo encomend6 a todos los dioses (menos a Hera, claro). Y regresé a su casa con el corazon hecho hilachas. Solito con su alma, el bebé dormia. Pero, cosas del Destino, no tardaron en encontrarlo dos mujeres. Mejor dicho, dos diosas que andaban recorrida por la Tierra. Una era Atenea (la diosa de la inteligencia) y la otra iay!... la mismisima Hera. Atenea lo reconocié enseguida (por algo era bien despabilada); pero Hera, por suerte, no. Es mas: le encanto este bebé gordito; se enternecié toda. Atenea (que habia escuchado los ruegos de la pobre madre) decidié protegerlo y pensé: “Si consigo que Hera le dé de mamar, este chiquito se volveré in- mortal”. Entonces, como quien no quiere la cosa, se lo propu- so. Y Hera... jacepté! Pero Hércules ya tenia muy buen diente y lo primero que hizo, fue morder la teta que le ofrecia la diosa. jPara qué! Furibunda, Hera lo arrojo bien lejos (me- nos mal que era fortachén, el mocoso). La diosa se volvié a las alturas del Olimpo chorrean- do leche, toda dolorida. Y parece que asi fue como se forms, en el cielo, la Via Lactea. Alcmena, la sufrida madre de Hércules, tenia por es- poso a un rey, quien tomé al bebé como hijo propio. Entre los dos lo recuperaron después de este primer incidente. Madre sufrida y padre postizo, intentaron criar a es- te pichoncito de héroe. Hércules result6 grandote y de muy buena salud. Fuerte, rozagante el nene... pero perseguido por la implacable diosa. Cuando la criatura tenia apenas tres meses, Hera mando a dos serpientes gruesas y espantosas para que mataran al pobre en su cuna. éPobre? Las ser- pientes Ilegaron hasta el bebé que dormia y se en- roscaron en el cuerpo de la criaturita. ¢Criaturita? El bebé Hércules tanteo las eabezas de las serpientes en la oscuridad, apreté apenas una en cada mano, para sacdrselas de encima... y las es- tranguld. Las serpientes aflojaron el terrible abrazo y el bebé las revoled como a dos globos pinchados. Cuando la madre verdadera y el padre postizo vieron lo que el chiquitin habia hecho, no supieron si mara- villarse de espanto o espantarse de pura maravilla. Pero algo les quedé claro: Hércules no era ningun nene de mama. ALUMNO DIFICIL ércules no era un nene como los otros. Era un semi-nene porque era un semidids. Y tenia una fuerza impresionante. Su padre postizo, el rey, decidié contratar para él a los mejores maestros. Y ellos le ensefiaron a pelear, a disparar flechas, a manejar carros, a leer y a escribir. Todo lo aprendia a la perfeccién. Pero sucedié quese empezo a llevar mal con su pro- fesor de musica, el que le ensefiaba a tocar la lira. Pa- rece que este profesor tenia mal caracter, lo retaba mucho, y Hércules se le puso rebelde. Queria saber mas que él, poder mds que él. Entonces el profesor lo » retaba mas, para ponerlo o en vereda... hasta que un dia Hércules se paso de la raya. Y le tird la lira por la cabeza. 10 iAy! jCon la fuerza que tenia! El profesor de musica cayo muerto ahi nomas. Hércules quedé mudo de espanto. El no queria, él no habia querido hacer eso. Pero su furia habia po- dido mas. Y su fuerza impresionante, también. Entonces, desesperado, Hércules se pregunté —Esta fuerza que tengo ¢sera un don?, go sera mi des- gracia? Aunque todavia era una criatura, Hércules fue Ileva- do ante un tribunal muy severo que queria conde- narlo a toda costa por la muerte de su maestro. Sin embargo, el chico no quiso que nadie lo defen- diera. Sabia muy bien lo que habia hecho. El era el primero en condenarse. Hablo frente al tribunal, sin abogados. Y se confes6 culpable. Dijo que si, que habia cometido un crimen horrible. Y dijo que estaba arrepentido. Y dijo que, en toda su vida, él mismo no se iba a perdonar. Amonton6 razones y razones en su contra... y una sola a su favor: él no habia querido hacerlo. El no sa- bia controlar su fuerza terrible. Y, mucho menos, sus arranques de furia. Por qué? Porque era un nifio. Los miembros del severo tribunal deliberaron. Hercules razonaba como un adulto, pero obraba co- mo un chico. Tenia berrinches de nene unidos a la fuerza de varios hombres. ¢Se lo podia condenar? EI tribunal resolvié que no. Y lo absolvieron. Pero hubo un juez, uno solo, que nunca lo perdon6: él mismo. Por eso estuvo de acuerdo cuando su pa- dre postizo, el rey, le buscé una tarea tranquila: irse a vivir al campo y convertirse en pastor. Pero no lo mando solo. El rey le puso otros maestros para que aprendiera, con ellos, a controlar sus im- pulsos. Entre ovejas y corderos (animales mas mansos no puede haber) siguié creciendo Hércules. Y siguio aprendiendo, con los mejores maestros, a usar el ar- co y la flecha, a conducir carros, a practicar esgrima. Para todo esto necesitaba gran control sobre sus reacciones. Hércules lo sabia y por eso se convirtio nd Bunqes6 ugionguysip ep jewel en un alumno muy aplicado. No queria tener, en su conciencia, ninguna muerte mas. Sin embargo, a medida que el tiempo transcurria y Hércules se hacia hombre, se aproximaba el dia en que la vida tranquila se le iba a terminar. Hércules habia nacido con destino de héroe. No po- dia seguir mucho tiempo més cuidando ovejas. Ya se habia convertido en un muchacho imponente. Y, en un momento dado, decidié cambiar de vida. Y usar su fuerza portentosa en ayuda de quien hiciera falta. LOS DOCE TRABAJOS donde iba, lo seguia el odio sin limites de su diosa enemiga. Hera lo perseguia a sol y a sombra. Asi, llegé el dia en que un rey —muy agradecido por la ayuda que Hércules le habia dado- le ofrecié a su hija como esposa. La chica se llamaba Mégara y era lindisima. Hércules se casé con ella de lo mas con- tento. ¢Contento? Eso no lo soportaba su diosa odiosa. Hera empez6 a tramar una terrible venganza.Y espe- rd. ¢Qué cosa esper6? Que Hércules y su esposa Méga- ra fueran mas felices toda- via. Esperé a verlos ro- deados de hijos. Y luego hizo algo que no tiene nombre: la diosa puso en la cabeza de Hércules un remolino de locura. 13 14 Hércules perdié el control de sus actos, de su fuerza. Hercules perdié el control de Hércules y... idio muerte a sus propios hijos! Cuando salié del delirio que le habia enviado la dio- sa, el infeliz se miré las manos murmurando pala- bras sin sentido y miré a su esposa que temblaba de horror. Tal vez habra quien piense que la diosa Hera se apia- do de alguno. Pero no, nada de eso. Esta no era la pri- mera que le hacia a Hércules... ni iba a ser la ultima. Cuando Hércules se dio cuenta de lo que habia he- cho, se sintié aterrado. Una culpa sin limites se le instalé en el pecho para siempre. Una culpa mas honda que pozo sin fondo. Un dolor infinito. Una desesperacion. “Y ahora ¢qué? Y ahora gqué?”, se preguntaba. Sélo algun dios podria darle la respuesta. Y por eso fue al ordculo de Febo, el sitio donde ese dios contestaba preguntas. El oraculo respondié que, para lavar su horrenda culpa, debia ponerse a las érdenes de Euristeo, éEu- risteo? Era el primo que su diosa enemiga habia he- cho nacer antes que él para que reinara en su lugar. Y Hércules debia ponerse a las érdenes de ese pri- mo, si queria lavar su culpa. Esto era exactamente lo que deseaba la vengativa diosa. Y esto fue lo que Hércules hizo sin pensarlo dos veces. Esto hizo, lleno de arrepentimiento. Esto, para limpiar su alma des- dichada. Hercules se sometié a to- dos los caprichos de su primo Euristeo, un cobar- don envidioso que no valia nada, pero que lo tuvo en sus manos y a su disposicién. Durante doce afios Hércules realizé todo cuanto le encargaba su primo. Fueron doce desafios sobrehu- manos que él convirtié en doce memorables hazafias. De los doce trabajos de Hércules, éste fue el primero. En el reino de Euristeo habia un leén muy temido. Era un devorador insaciable de ovejas y de personas. De este leén se sabia que tenia la piel invulnerable y que vivia en una caverna con dos salidas. Hacia falta un valiente que se animara a capturarlo... y éste fue el primer trabajo que el rey Euristeo le encargé a su primo Heércules. El formidable forzudo fue entonces tras el leon. Iba sin miedo. A pecho descubierto. Y solo. Busco y buscé a la fiera hasta encontrar la famosa caverna de dos salidas. Entonces se escondio tras un arbusto y vio salir al leon con el cadaver de un griego entre los dientes. 45 a6 Hercules se le acercé por detras. Pero el leén se dio vuelta, solté su presa y lo encaré. Ojo a ojo. Y, de pronto, miedo a miedo. Hércules, veloz de reflejos, le disparé una flecha. Pe- ro ella reboto en la piel invulnerable del ledn. No le habia hecho ningun dafio, Sin embargo, eso hizo que el len entrara en la caverna. Répidamente, Hércules levanté una piedra pesadisi- ma, como si hubiera sido una pluma. Con ella le ta- po una salida... y corrié a entrar por la otra. Al verlo avanzar con su fisico imponente y su mirada terrible, el lebn retrocedié y se pego a la piedra que le tapaba la salida. Entonces Hércules, sin vacilar, se le tiré encima y lo estrangulo con la fuerza descomu- nal de sus manos. Después, tranquilamente, le sacé la piel y se hizo con ella una armadura invulnerable. Con la cabeza del leon, se hizo un casco. Y ésta fue, de aqui en mas, la vestimenta que us6 para los siguientes trabajos. El dios Zeus, su padre, que miraba todo desde el Olimpo donde viven los dioses, se sintid muy orgu- lloso de este hijo suyo y, en recuerdo de la hazafia, convirtié al leén en la constelacién de Leo. De los doce trabajos de Hércules, éste fue el segundo. La Hidra era una serpiente gigante que vivia en un pantano de la re- gién de Argélida. Tenia nueve cabe- zas y nueve alientos venenosos que mataban plan- tas, animales y gente. La Hidra era una maldicion de los dioses y Hércules debia enfrentarla. Ocho de sus cabezas eran mortales, pero la numero nueve, la del medio, no. Esa era inmortal. Mientras la Hidra la tuviera pues- ta, seguiria dando guerra. Sin embargo, Hércules no se achico y salio a buscar al monstruo. Iba armado con una maza, flechas de fuego y una guadafia de oro. Y lo acompafiaba un so- brino de ésos que son de darle una mano al tio. Tio y sobrino: dos cabezas humanas contra esas ho- rribles nueve. Cuando encontraron a la Hidra y ella los vio, les so- plo sus alientos apestosos. 17 18 Tio y sobrino trastabillaron, pero se repusieron y siguieron avanzando hasta que Hércules se le fue encima al bicharraco y la Hidra lo envolvié con su cuerpo asqueroso. Lo envolvio y apretaba. Sélo las ma- nos le quedaban libres. Entonces, con su guadafia de oro, entré a cortar ca- bezas. Pero jufl... fue peor. Donde cortaba una, a la Hidra maldita le crecian tres. Hércules le grit6 a su sobrino que encendiera antor- chas. Y que fuera quemando la raiz de cada cabeza que cortaba. El sobrino fue haciéndolo, a toda velocidad y, de es- te modo, detuvo la multiplicacién de las cabezas. Pero faltaba la del medio, la cabeza inmortal. La Hi- dra seguia viva... y apretando. Hercules hizo un supremo esfuerzo y jtras! la corté. El sobrino quem6 la herida y la Hidra aflojé el abra- zo como si se hubiera desinflado. El cuerpo del monstruo estaba muerto. {Pero la ca- beza, no! Habia que hacer algo antes de que, a partir de ella, creciera otro cuerpo de Hidra. Entonces Hércules se apuré a enterrarla y, levantan- do una piedra enorme, tapé la sepultura. Luego em- papé sus flechas con la sangre venenosa de la cria- tura (por si en otra oportunidad le hicieran falta fle- chas envenenadas)... y el segundo trabajo quedd cumplido, De los doce trabajos de Hércules, éste fue el tercero. En los montes de Arcadia vivia una cierva con patas de bronce y cuernos de oro. Todos la respetaban por- que estaba consagrada a la diosa Artemisa y porque, ademas, corria tan rapido que, aunque no la hubie- ran respetado, nadie la podia alcanzar. Pero el rey Euristeo estaba encaprichado con tener esa cierva y, como vio que el forzudo habia puesto fin a la cuestién de la Hidra y andaba desocupado... bueno, le encargé otro trabajito. Que le trajera a la cierva, ya que estaba, le dijo. Y que se la trajera viva éa ver? Hércules pensé que lo més simple seria herirla con un dardo que no la dafiara, pero que le fre- nara la carrera. Pero ¢y si la diosa Artemisa se le enojaba? No, no: él ya tenia un pleito con otra diosa. Ya sabia lo que era ponerse a una diosa en contra. No, no, por favor. Mejor, pensar una forma menos violenta de cazar a la cierva. an Mientras pensaba, Hércules la perseguia por los montes. Un afio anduvo tras ella, pero ni la alcanza- ba ni se le ocurria como. Un buen dia, la cierva de las patas de bronce —siem- pre escapando- Ilegé a la orilla de un rio y cometid el error de lanzarse a las aguas. Grave, grave error. Hércules no corria tan rapido como ella, pero na- dando era un campeon olimpico. Y la alcanzo. Entonces la cargé al hombro con suma delicadeza ("jLa diosa! jque no se me enoje la otra diosa!"). Y asi, intacta y toda temblorosa, se la llevo triunfante a su primo, el rey. Y, con una suavidad y una paciencia que, comun- mente, Hércules no tenia... el tercer trabajo estaba cumplido. De los doce trabajos de Hércules, éste fue el cuarto. Erimanto era un valle tan seco y pobre que sus habi- tantes no tenian ni siquiera esperanza. Y la culpa era de un jabali gigante que se comia o destrozaba todo lo que quisiera crecer. Por eso, Euristeo le encargé este nuevo trabajito a Hércules; atrapar al jabali. Heércules recién llegaba de la mision anterior. Y era invierno. Y hacia un fresquete... Pero claro, bueno... en fin, Ni ganas de ponerse a pensar tenia. Sin embargo, cuando llegé a Erimanto, algo se le ocurrid, Algo se le ocurrié y se puso a gritar con su voz potentisima. HI jabali paré las orejas y puso sus patotas gordas a correr a través de un campo nevado y en direccion al grito que lo desafiaba. Pero, a medida que el bicho avanzaba, Hércules retro- cedia. Las patotas del monstruo se hundian en la nie- ve y pesaban mas. Se empez6 a cansar y a andar mas lento (para colmo estaba rechoncho, el condenado). Hercules, con una sonrisita de costado, lo siguié pro- vocando hasta que la bestia no pudo mas con su al- ma y cayé en la nieve. Entonces lo alz6, lo cargo al hombro y se lo llevé a su primo, que ya lo tenia un poco cansado. Cuando estuvo frente a él, Hércules hizo ademan de tirarle el jabali por la cabeza. Y el primo rey salié dis- parando a esconderse en una gran vasija que tenia para casos de apuro. 21 = = = eS 2 g = 2 e & s 2 a = s Asi, con una sonora carcajada de héroe, termind Hércules su cuarto trabajo. De los doce trabajos de Hércules, éste fue el quinto. Hercules volvia de su cuarto trabajo cuando se en- contr6 con un rey muy poderoso llamado Augias. Este rey dominaba sobre tierras muy extensas y tenia tanto ganado que, pese a su gran poder, no lograba conyencer a ningtin criado para que le limpiara los establos. Durante treinta afios, la suciedad de tres mil bueyes se habia acumulado en el suelo e infectaba el aire. Asi fue como su primo, el rey Euristeo, le encargé el trabajo numero cinco: limpiar los apestosos establos de Augias. Hércules fue, vio, pensd... y se comprometié a dejar el piso impecable en un solo dia. Pero pidié, como salario, la décima parte del ganado. Es decir: tres- cientos bueyes. Augias acepté, creyendo que lo que Hercules prometia era imposible de cumplir. Pero Hércules, ha- y desvié las aguas de dos rios para que atravesaran los establos. Y los rios arrastraron la suciedad, dejin- dolos inmaculados. Claro que, dira alguien, se contaminaron de lo lindo las aguas. Y... no era ésta la primera ni la ultima vez que Hércules arreglaba una macana haciendo otra. En fin, el caso es que Augias vio que tenia que pagar nomas los trescientos bueyes. Y ¢cémo lo soluciond? Diciendo asi: ~¢Trescientos bueyes? ¢Cuando me comprometi yo a pagar trescientos bueyes? jPara qué lo habra dicho! Hércules se puso nervioso y borré al rey Augias del mapa de Grecia. Pero no quiso el trono para si mismo. Se lo dejé al hijo del rey. Y el quinto trabajo qued6 cumplido. De los doce trabajos de Hércules, éste fue el sexto. La laguna Estinfalia estaba rodeada de bosques y, mas alla, se veian plantaciones y ganado pastando. De eso vivian los griegos de la region. Pero un mal dia llegé la desgracia. Una bandada de pajaros monstruosos se asenté en los Arboles del bosque y alli se multiplicaron. Sus ufias eran terribles y sus plumas, de hierro, parecian pufiales. Los pajaros de Estinfalia salian, en una bandada ne- gra que cubria el cielo, a comerse las plantaciones y a devorar el ganado. si algun griego les hacia fren- te, le arrojaban sus mortiferas plumas y se lo comian. también. Asi fue como el rey Euristeo le encargé a Hercules su trabajo numero seis. 23 Hercules cargé sus flechas y buscé a los pajaros por el bosque hasta que el cansancio y la noche lo ador- mecieron. Al despertar vio, posado en las ramas altas, al ejérci- to negro de plumas como pufiales. Pero las ramas le estorbaban la visién y pensé que, para acertarles con sus flechas, la unica solucién era sacarlos del bosque. Pero ¢cémo hacer? ¢Como hacer? Ah... su diosa amiga, Atenea, estaba atenta y le puso a mano un par de cimbalos de bron- ce, que eran como platillos. Al verlos, Hércules se inspird. Golped los cimbalos uno con otro. Los hizo sonar furiosamente y los pa- jaros se espantaron huyendo del bosque. Pero, en pleno vuelo, los‘ fueron bajando las flechas certeras del forzudo que, esta vez, no usé la fuerza. Cuando cay6 el ultimo pajaro, su sexto trabajo quedé cumplido, De los doce trabajos de Hércules, éste fue el séptimo. El rey de Creta estaba moribun- do. Debia entregar su corona a uno de sus hijos y eligid a Minos. Pero Minos era un hijo adopti- vo del rey y, a los hijos de san- gre del rey no les hizo ninguna gracia la eleccién. ¢Por qué a Minos y no a uno de ellos? Minos se defendié de esta manera: ~Yo soy el elegido porque asi lo quiere mi verdadero padre Zeus, el dios de los dioses. ;Y cuidado conmi- go, porque todo el Olimpo me protege! Mmm... los otros no le creyeron. Entonces, para probarlo, Minos pidié a Poseidon (el dios del mar) que hiciera salir de las aguas un toro blanco. —Después lo sacrificaré en tu honor como agradeci- miento —le prometié al dios para convencerlo. Y Poseidén que, como todo dios, era amante de las ofrendas, aceptd. Y surgiéd només un toro bellisimo de entre las olas. Demasiado, demasiado bello en realidad. Tanto, que Minos se arrepintié de su pro- mesa de sacrificarlo y quiso engafiar « Poseidon. ¢Como? Facil: mezclé al animal en cu rebafio y lo cambi6 por otro toro blanco, aunque no tan bonito. Pero ¢a Poseidén le iba a dar toro del montén por to- ro fino? jCualquier dia! Al dios le atacé la divina furia y puso en el toro una furia nada divina. La bestia em- pez6 a correr por la ciudad echando fuego por las narices y aterrando a los griegos, a las griegas y a los grieguitos. Aaah... ey ahora? 26 Ahora: Hércules, el héroe especializado en feos y asuntos bravos. Hercules, que estaba en otra parte, cruzé el mar, co- rrié a la bestia, lucho cuerpo a cuerpo, la vencid, la encadeno y se la entrego viva a Minos, todo por el mismo precio: gratis. Y su séptimo trabajo quedé cumplido. De los doce trabajos de Hércules, éste fue el octavo. Diomedes era un rey griego mas malo que la peste. ‘Tenia cuatro caballos que, al respirar, echaban Ila- maradas por las narices y que, ademas, eran... carni- voros. ¢Pastito a ellos? jPor favor! Carne humana o nada.Y el maldito de Diomedes, que odiaba a los ex- tranjeros, se los servia a sus caballitos en bandeja. Forastero que entraba a sus dominios... jadids! Menos mal que, si habia en Grecia alguien que en- “ tendia de bichos feroces, ése era Hércules.Y alla fue. O, mejor dicho, alla lo mand6é su primo Euristeo, que siempre le buscaba trabajos asi de sencillitos. Cuando Hercules, forastero también, llegd a los do- minios de este rey mas malo que la peste, tuvo que mirar bien donde pisaba porque, por el suelo, anda- ban desparramados los restos del ultimo banquete que se habian dado los sanguinarios caballos, Saltando extranjeros destripados, Hércules llegé al palacio del rey que permitia semejante barbaridad. Y tuvo la paciencia de esperar a que Diomedes saliera de paseo con los animalitos. Cuando el rey Diomedes salié (muerto de risa, para colmo), Hércules salté sobre él, hizo justicia por ma~ no propia y lo tiré a los caballos para que se lo co- mieran de postre. Al hacerlo, quedaron bien pipones. Entonces Hércules se los llevé, mansitos, a su primo Euristeo. Y asi cumplid con su octavo trabajo. De los doce trabajos de Hér- cules, éste fue el noveno. Hipélita era la reina de las amazonas, una tribu integrada solo por mujeres. La reina Hipélita tenia un cin- turén que le habia regalado su padre, el dios de la guerra. Ese cin- turén simbolizaba fuerza, poder. Y écual pudo haber sido el trabajo de Hércules esta vez? Conseguir el cinturén de Hipdlita para la hija de su primo, una chica bastante antojadiza. Trabajo nada facil, por cierto. Las amazonas eran muchas y de lo mas bravas. Pero alla fue él, de todos modos. Iba preparado para que lo recibieran mal. Pero, al llegar ¢con qué se encuentra? Con que la reina 27 on Hipélita lo saluda hecha un amor y le dice que le va a jregalar! su cinturén con mucho gusto. Mmm... demasiado facil. La diosa Hera estaba vien- do todo desde el Olimpo y no aguanto. Se vistid de amazona, se infiltré entre la tropa de mujeres y les Iené la cabeza en contra de Hércules. jPara qué! Las amazonas, embraveci- das, montaron hacha en mano y... jal ataque! lidad... jera una trampa! Y el tremendo forzudo se de- fendid. Pero defenderse, para el tremendo forzudo, era no dejar amazona con cabeza. Conclusién: segin algunos, Hipolita fue de las pocas que se salvaron. Pero, se- gun otros, ni eso. Hércules le entregé a su primo el cinturén de Hipo- lita, y el noveno trabajo qued6 cumplido. De los doce trabajos de Hércules, éste fue el décimo. Gerién era un gigante feo como él solo. Tenia tres cuerpos, soldados uno a otro a la altura de la panza. Asi, disponia de seis brazos y seis piernas para usar a la vez. Era el mas fuerte de los monstruos con forma humana y, para colmo, tenia tres cabezas ho- rrendas. Nadie se le animaba. Gerion poseia un reba- fio de bueyes con el pe- lo de un magnifico co- lor rojo. Un segundo gigante se ocupaba de cuidarlos con la ayuda de un perro feroz con dos cabezas, ojos de loco y lomo de serpiente. jUna pinturita! Pero claro, el rey Euristeo... esos bueyes! ¢Qué mejor que mandar a Hércules? Y alla fue. Hercules lleg6 al lugar, estudié un poco el panorama y {TOC! de un mazazo eliminé al gigante cuidador. De otro mazazo {TOC! se deshizo del perro. Y que- d6 duefio de los bueyes rojos. Bueno... duefio, mas o menos. Porque, en eso, apa- recié Gerion y se le tiré encima. El més fuerte de los monstruos contra el mas fuerte de los héroes. {Lo que fue aquello! Pero los dos brazos de Hércules pudieron mas que los seis del otro, quien termin6 asfixiado tres veces (una por cada cabeza). jles tenia unas ganas a 29 on Y Hércules se llevé nomas el rebafio. Pero, casi lle- gando al reino de su primo, la antipatica Hera le mandé6 una nube de moscardones gigantes que le dis- persaron los bueyes por los montes. Y tuvo que ir a buscarlos uno por uno. Uno por uno los volvidé a reunir, se los entregé al pri- mo y asi termino con su décimo trabajo. De los doce trabajos de Hércules, éste fue el undé- cimo. En los confines del mundo habia un jardin donde crecian manzanas de oro. Tres ninfas jardineras, las Hespérides, lo cuidaban... pero no solas. Tenian un dragon de cien cabezas, cuyos doscientos ojos solian estar muy atentos. Y alla fue Hércules, porque su antetltimo trabajo era traerle a su primo tres manzanas de las Hespérides. En el camino encontro a Prometeo atado a una roca desde hacia afiares. El dios de los dioses lo habia cas- tigado y por eso un Aguila jay! le comia el higado que le volvia a crecer para que se lo comiera de nuevo. Hércules no dudé en matar al guila y liberarlo. Prometeo, agradecido, le aconsejé que eso de conse- guir las manzanas, mejor se lo encargara a Atlas (un giganton condenado a sostener el cielo, con todas sus estrellas y planetas, por toda la eternidad). Hércules tomé como bueno el consejo, buscé a Atlas y se ofrecio para tenerle durante un tiempo el cielo -_ (fuerza no le faltaba) a cambio de que él le consiguiera las manzanas. Atlas aceptd, encantado de liberarse de semejante peso, y Hércules cargo, como si nada fuera, el Universo entero sobre sus hombros. Atlas partio en busca de tres manzanas de oro y, a pesar del dragon de las cien cabezas, las consiguid. Pero, mientras volvia con ellas, penso: —Me parece que yo lo embromo a Hércules. Le llevo las manzanas al primo y no vuelvo nunca mas. Y eso traté de hacer: le dijo a Hércules que no se preocupara, que él mismo entregaria las manzanas y que enseguida volvia. Pero Hércules no tenia un pelo de zonzo y sospeché: —~Mmm... éste me quiere dejar el peso del Universo para siempre. Entonces dijo: —Ah... bueno. Pero, ¢me sostendrias el cielo un po- quitito mientras me acomodo un almohadon en la espalda? —No hay problema —dijo Atlas, y recibié el paquete... cosa que Hércules aproveché para salir corriendo con las tres manzanas. Y en la carrera gritaba: 31 “euinqe16 ugIonquysip ep jeueyeyy 390 “jHasta la vistaaaaaa...!” Cuando entregé las manzanas a su primo, su ante- ultimo trabajo quedé terminado. Y de los doce trabajos de Hércules, éste fue, por fin, el ultimo. El trabajo numero doce de Hércules fue llevarle un perro a su primo, el rey. Ah, pero jqué perro! Nada menos que el can Cerbero (con tres cabezas veneno- sas, cola de dragon y el cuello erizado de serpientes). La ocupacién que tenia el can Cerbero era nada me- nos que custodiar las puertas del Infierno, el reino de Hades. El primer problema de Hércules fue como llegar. Por suerte consiguié que lo acompafiara el dios Hermes, pero... el dios lo dejé ahi. Y que se arreglara como pudiese. Cuando los muertos vieron venir al vivo de Hércu- les, huyeron espantados. El can Cerbero se puso frente a la puerta ladrando de tal forma que a cualquiera, que no fuera Hércu- les, se le hubieran parado los pelos. Todo el Infierno se estremecid. Pero el héroe clavé sus ojos en los ojos del perro infernal y avanz6. Y fue tan poderosa su mirada, que la bestia agaché las seis orejas y corrié, como un chihuahua, a esconderse ba- jo el trono del dios de los Infiernos. Hércules lo siguié y le explicé al dios a qué venia. Entonces el dios le permitié luchar con el pichicho, siempre que usara solo las manos. Muy bien: Hércules tom6 al perro por el pescuezo y, aunque el bicho lo pinché varias veces con el aguijén que tenia en la cola, igual consiguid dominarlo y se lo Ievé a su primo, el rey. Pero cuando el cobarde del primo lo vio, pegé un salto, se tiré de cabeza, como de costumbre, dentro de su tinaja grandota... y desde ahi le rogo a Hércu- les que, por favor, devolviera el perrito a su cucha. Asi, el ultimo trabajo quedo cumplido. OTRO PAR DE HAZANA ientras cumplia con sus doce trabajos, Hércules se hacia tiempo para otras pe- quefias hazafias. Por ejemplo, persiguiendo al jabali de Erimanto (su cuarto trabajo),.lleg6 al lugar donde vivian los cen- tauros, seres mitad hombre y mitad caballo, que no eran ni una cosa ni la otra. No podian ser del todo caballos porque eran hombres. Pero, como hombres, eran de lo més brutos (con perdén de los caballos). Sin embargo, uno de ellos —llamado Folus- le cayé simpatico a Hércules porque lo convidé con vino, la bebida del dios Baco. Lastima que el divino olor de la bebida atrajo a los otros centauros (quienes no eran amantes del agua mineral preci- samente). Al galope aparecie- ron, en tropilla, armados con mazas y dispuestos a todo... a cambio de un trago, Verlos venir metia miedo, francamente; pero a Hér- cules ni se le despeind el flequillo. Los esperé de frente y, cuando los tuvo a tiro, los acribill6 a flecha- zos. Los que lograron esquivar las flechas, galoparon en retirada a todo lo que daban sus cuatro equinas patas. Folus, el centauro amigo de Hércules, no lo podia creer. Estos hombres-bestias eran tan fuertes y cor- pulentos... ¢c6mo podia fulminarlos una sola flecha? Curioso, Folus fue hasta uno de los cadaveres y le arrancé el dardo. Pero, sin querer, la flecha se le ca- y6 de la mano al suelo rozandole apenas una pata. Y el veneno que tenia era tan poderoso, que Folus cay fulminado como los demas. No era para menos: se trataba del veneno de la Hidra. En otra de sus tantas idas y vueltas, Hércules llego al reino de Admeto. EI rey del lugar sufria de una rara y mortal enferme- dad para la que no se conocia cura. El rey de Adme- to se moria. Para casos asi de graves, los griegos consultaban en el ordculo, un lugar donde los dioses respondian pre- guntas a los mortales. —¢Cémo podremos salvar al rey? —preguntaron. Y, a través del oraculo, los dioses respondieron: —S6lo se salvara si algun familiar 0 amigo se ofrece a morir en su lugar. 35 36 jCasi nada pedia el ordculo! Los amigos, silbando una tonadita griega, se fueron retirando disimulada- mente. Y los familiares se rasgaron las tunicas, como quien dice... pero ninguno se ofrecié. Sélo Alceste, la esposa del rey, estuvo dispuesta a se- mejante trueque y hasta apuré los tramites. El caso fue que, cuando Hércules Ilegé al reino, el rey estaba curado porque ella ya descendia a los In- fiernos. -jQué bello gesto! —pensé Hércules—. jCudnto amor! Y dijo: —jDéjenlo en mis manos! Entonces, como si nada fuera, como quien baja las escaleras del subte, el héroe descendié al tenebroso reino de Hades; el dios infernal. (No era la primera vez que lo hacia, después de todo.) Pero la reina ya era una sombra dificil de arrancar de las tinieblas. Hades tiraba de ella para abajo. Hércu- les tiraba de ella para arriba. Hasta que, finalmente, los brazos del forzudo arrancaron a Alceste de la muerte para devolvérsela a su esposo. Con los huesos a la miseria habra vuelto la pobre, con la ropa desarreglada y los pelos revueltos... pero viva. Vivita y coleando parece que volvid. DE TRAGEDIA EN TRAGEDIA Cag ércules estaba en Ecalia. Al rey del lugar, ex maestro de Hércules, le robaron gana- ae do... y no tuvo mejor idea que acusar in- justamente a su antiguo alumno. Ante la acusaci6n, el héroe decidié irse de alli para no enfrentarse con su viejo maestro. Pero el hijo del rey lo persiguid, hubo lucha y el principe cayé muerto. Eso ‘era lo que menos hubiera deseado Hércu- les... pero ahi estaba. Los griegos anti- guos se iban a las manos enseguida. éY después? v7 jAh! Después Hércules se arrepintié a mas no poder, pero no habia vuelta que darle. Entonces resolvid consultar al santuario de Delfos para escuchar el consejo del dios Febo. Pero... en el santuario se ne- garon a atenderlo. Aprovechando la ocasion, la diosa Hera (jcuando no!) le envié a Hércules otro ataque de locura tem- poraria para que reaccionara de lo peor. Y asi fue. La locura le duré lo suficiente como para que dejara el santuario hecho una pila de cascotes. jAy! El dios Febo bajé a la Tierra furibundo y ahi mismo se trenz6 con Hercules. Entonces Zeus, dios de los dioses y padre de los dos, bajé también a la Tierra. ~jBasta ya! -trond Zeus, y ordend a Febo que con- testara de una buenjisima vez a la pregunta que habia hecho Hércules en el santuario. En fin... parece que, con la sangre en el ojo, Febo le puso a su medio hermano un castigo ejemplar: —Si quieres lavar tu culpa... deberas venderte como esclavo. Esclavo? jEsclavo él! ¢Esclavo el héroe de los hé- toes? Y bueno, lo tuvo que hacer. Sentia otra vez una cul- pa horrible. Necesitaba ser perdonado. Fue esclavo, nomas, de Ja reina Onfalia, lindisima y ociosa, quien lo manejé a su realisimo antojo. Le hizo trabajar la tierra, pastorear rebafios, combatir en guerras y, en los ratos libres, vestirse de mujer y tejer a los pies de su caprichosa majestad. Asi fue como el mas fuerte de los fuertes vivid otros tres afios sometido, avergonzado, rebajado, humillado y sin decir ni mu. POR AMOR A DEYANIRA asados los tres afios de esclavitud junto a Onfalia (con quien tuvo dos hijos), Hércules ya andaba metido otra vez en batallas defen- diendo a los débiles cuando... jconocié a Deyanira! Ella era hermosa y princesa. Tan princesa y tan her- mosa, que tenia una fila larga de pretendientes. Su padre, el rey, dijo que daria la mano de la bella al que venciera a los demas en combate. Hércules no lo pensé dos veces y se anoté en la lis- ta. {Para qué! Con sdlo verlo se borraron todos los demas. Bueno... casi todos, porque quedé uno que no se le achicé. Su nombre: Aqueloo. Era el dios del rio mas importante de Grecia, {Casi nada! Frente a frente. Héroe contra dios. A la primera embesti- ‘} 1X.) da, el dios quedé reyol- cado. Entonces, para la segunda se convirtié en ser- piente y esta vez el héroe lo revoled. Asi que, en el tercer intento, se transformé en toro y, con ojos de demente, salté sobre Hércules. Pero el forzudo tomé al toro por las astas... y le arrancé una. En fin: mugiendo bajito, Aqueloo pego la vuelta y se escondié en el fondo de su rio a berrear como un ternero. De este modo, Hércules se quedé con su amada De- yanira... y con el cuerno vacio. Pero las ninfas lo llenaron de frutas y flores y entonces fue el famosisimo Cuerno de la Abundancia, del que siempre salian cosas buenas. El centauro Neso, mitad hombre y mitad caballo, vi- via en las margenes del rio Eveno. Y sélo sabia em- pujar, patear, forcejear, arrastrar, lastimar. Era tan violento que ni él mismo se queria. Es decir que, co- mo hombre, Neso era un caballo. ¢Su trabajo? Transportar viajeros de una a otra orilla del rio. Pero, como todo lo hacia a las patadas, nun- ca recibia una sonrisa. Sdlo dinero, Hércules y Deyanira, muy enamorados, se habian unido en matrimonio. Un dia, el centauro Neso vio aparecer a la bella De- yanira, y la amo también, a primera vista (como hombre la am6, pero a lo bestia). “eynyes6 uoIONquIsip ap jeuayeW. Al cruzar con ella el rio, la abraz6 como un bruto y la chica grité a todo lo que daba su bellisima garganta. Hércules oyé los gritos, corrid, calz6 una flecha en su arco y dis- paré, certero, al corazon del centauro. Neso, herido de muerte, le rogé a Deyanira que recogiera su sangre. Le dijo que era un filtro de amor, que si un dia Hércules se enamoraba de otra hermosa, ella sdlo le tocara el cuerpo con esa sangre. Y lo recuperaria. Deyanira le crey6. No pens6é que un moribundo pu- diera mentir. Y guardé la sangre del centauro ya muerto, embebiéndola en un trozo de tela. Pero jay! lo que guard6 no era ningun filtro de amor. Ella estaba guardando, en realidad, la venganza futura del centauro. Paso el tiempo. Hércules, casado con su amada Deyanira, tenia cinco hijos y era feliz. Bueno... todo lo feliz que puede ser un héroe, siempre de mision en mision y de guerra en guerra. En realidad, Hércules y su esposa se veian poco. Ella siempre temia que otra hermosa le robara su amor, Y mas temores tuvo, y mas dudas, cuando su- po que la Ultima mision habia terminado y vio que su esposo no volvia. Pasaba el tiempo y no... Hércules no volvia. Deyanira empez6 a preguntar a uno y a otro hasta que Licas, un compafiero del héroe, le cont6 la ver- dad. Hércules se habia enamorado de otra hermosa. jAy! La pobre Deyanira lloré hasta secarse, hasta ser poco mas que una tunica griega que arrastraba su al- ma por ahi. Deyanira no hallaba consuelo. Y no lo hallo hasta que un recuerdo cruzé su mente como un pequefio rayo: la sangre del centauro Neso. Era el momento de usarla. Pero ¢como? Su esposo estaba lejos, demasiado lejos. Sin embargo... la oportunidad llegé sola: Hércules necesit6 una tunica nueva para una celebracion al dios Zeus y jse la mandé a pedir a su esposa! Sin, dudar, Deyanira restregé la sangre magica del centauro sobre la tunica sin usar de Hércules y se la envid. Luego se sento, ansiosa, enamorada, a & esperar su regreso. (J @ Pero, cuando él reci- _ @ bid la tunica y se la puso, la tela se le adhirié al cuerpo. Y quemaba, que- maba que era un espanto. 43 Aa Enloquecido, el héroe se arrancé la ropa, pero al ha- cerlo se arrancaba jirones de piel. Un fuego terrible lo devoraba por dentro cuando fue Ilevado ante Deyanira. iAy, Deyanira! La sangre del centauro le traia a su amor de vuelta, si. Pero gcémo liberarlo de ese tor- mento? Ella no lo supo. Y tampoco soporto ver el espantoso dolor que, sin querer, le habia causado. La enamorada, la desesperada esposa sdélo encontré un camino sin retorno. Y se quité la vida. Mientras tanto Hércules, héroe entre los héroes, es- taba agonizando. El fuego horrendo lo devoraba por dentro. Al arrancarse la tela a jirones, se desgarraba la carne. El dolor era espantoso. —{QUE ALGUIEN ENCIENDA UNA HOGUERA!- aulld. Pero nadie queria hacerlo... Nadie queria hasta que Pean, el padre de uno de sus amigos, compadecido de él, le obedecié. Y encendid la hoguera en la plaza, ante los ojos aterrados de la multitud. Entonces Hércules, loco de dolor, se arrojé a las lla- mas. Pero, en ese momento, un trueno cruzé el espa- cio, una nube bajo sobre la hoguera y la multitud pu- do ver cémo, desde el fuego y sobre la nube, el héroe subia hacia el cielo. iLibre, libre por fin de todo padecimiento! Libre también de su vida heroica. Libre de su vida tragica. Ya era bastante para él. Ya era suficiente también pa- ra los dioses. Sobre la nube llegé al Olimpo. Y alli fue recibido triunfalmente por todos los dioses. Por todos, hasta por la diosa Hera, que tanto lo habia perseguido, que tanto dafio le habia hecho. Hasta ella lo acept6 como un verdadero hijo. Y dicen que dicen, que dijeron que su padre Zeus le perdon6 sus faltas para siempre, le dio una esposa divina (Hebe, la diosa de la juventud) y le concedié la bien, pero bien merecida inmortalidad. (Sera por eso que, pasados bastante mas de tres mil afios, la historia de Hércules se sigue contando, co- mo ahora, una y otra y otra y otra y otra y otra... y otra vez.) INDICE Wing beberespecial ee 1s SEIN a lle BE lawmen cosen 3 Alumno dificil.......... FL AUAES siren ee evecare eee Los doce trabajos ....................... digas 13 Otro par de hazafias.......... . noe, De tragedia en tragedia .. 37 Por amor a Deyanira ..... . 40 Algunos personajes son dificiles de olvidar. De boca en boca y de libro en libro, siempre vuelven. & iPobre Hércules! jQué vida complicada la suya! Siempre en peleas con gigantes, hombres y monstruos (para colmo, perseguido por una diosa enojada). Pero, a fuerza de musculos y de coraje, consiguié triunfar una y otra vez. Y, por si esto fuera poco, llegar a ser inmortal. ea aZ 0 ~ slrege7siso 1593! 3 ‘www.az.com.ar

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