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BIBLIOTECA ROMANICA HISPANICA | HELMUT HATZFELD inicipa rox DAMASO ALONSO II, ESTUDIOS Y ENSAYOS, 73 ; ESTUDIOS SOBRE EL BARROCO TERCERA EDICION AUMENTADA 808 HAT est FHCE/175806 PM b BIBLIOTECA ROMANICA HISPANICA EDITORIAL GREDOS, S. A. ge “o le = g 4 a o oS = 2 @ & = 175806 © EDITORIAL GREDOS, S.A, Sénchéz Pacheco, 83, Madrid, 197, pare Ia versién espafiola ‘Versién espatiola de ANGELA FIGUERA (del inglés), CARLOS CLA- VERIA (del aleméa) y M. MINIATI (dol italiano). Depésito Legal: M. 36092-1972 Gréticas Condor, S.A Sénchez Pacheco, 83, Madria, 1973,— 3699, PREFACIO Los estudios que siguen, referentes al Barroco Liveratio, sepre” sentan en realidad el contenido de varios articulos anteriores sos wean rel Berroco, rfundidos y puestos al dia. Su interés pyode ou cilir en el hecho de que el autor he ido viviendo simultinetmene resi S movimiento de la cxtca que ba reinterpretado al sto 51 Chropeo desde este nuevo énguo, siendo uno de 1s primeros presses: sar ree icho anovimniento con su Don Quijote as Wortkunstwerty FX Tego cn ago? (en espaol, en 1949). Por tanto él prevents tos Siguientes ceptulos en la misma secvencia en que fueron ceseritos & fehngo de os aos, servic para mostrar cl crecimiento, ito a principio y fantsticamente aceleado después, de 's importancia con Peas a in exitica y al estudio del Barroco, a través de um tempers: ceside eal presntacin, sin embargo, no Uegaria & concentrat de re gaficiente el interés sobre fos distintos problemas del Barroco Meiderados en si mismos, en su orden légico, y tal como hoy se 10s Sfreven, resucltos en parte, en parte debatides atin y haste pucks ar eie' de jucio. Nos ha parecido prefrible, por consiguiense, Ope oo tee coe mize au point de Ia cuestion del Barroco. Los problemas fenereley se tratn en los custo primeros capitulos, donde 1s deba- Sener os eruitos se estudian también; el capitulo VE tata del poeta expaiol baroco par excellence, Pedro Calderon de le arc Per los cuatro capitulos siguientes se hace un andlisis de los problemas paricalaes correspondients al tema; el capitulo XI es un enstv0 del Papo dele toria del Barroco en una controvesia (Cervantes)s ot comprende los resultados de la anteriores consideracones y culmine Sey capitulo XE con la exposicién del papel decsivo desempedado Estudios sobre et Barroco por Espafia en el Barroco literario. La indicaci6n de los articulos en su forma original, sefialando Ia fecha y el lugar en que aparecieran, como clave a este prefacio, en forma de lista bibliogréfica puede verse en el mimero de la Revista do la Universidad de Madrid sobre el Barroco, 42-43 (1962). Son nuevos los capieulos VI; VII, 1-2; XI, 2. De acuerdo con esto, el primer capitulo serd un andlisis critica de las teorfas sobre el Barroso, desde Ia rehabilitacién de sa concepto cen el siglo xx, hasta el dia de hoy, primero en la Historia del Arte y luego en Ia Historia Literaria, tanto desde el punto de vista euro- peo como desde el punto de vista nacional de los distintos paises a Jos que atafe. En un segundo capitulo se establecerd la division del Barraco, demasiado amplio y dificil de manejar como “estilo de épo- 2, en las fases de su proceso vital, evidentes, aunque, en certo modo, superpuestas: crecimiento, plenitud y decadencia. O sea, Ma- nierismo, Barroco (alto, perfecto 0 clisico) y Barroguismo 0 Recocé. ‘Como estas fases no coinciden por completo cronolégicamente en los distintos pafses, exigen un tercer capitulo: La evolucién histérica del Barroco, El cuatto capitulo trata de poner en claro la confusién que tan frecuentemente se origina alrededor de la expresién “estilo berro- ‘c0”, haciendo 1a conveniente discriminacién entre estilo barroco ideo Ugico, cultural y formal. El capftalo quinto intenta demostrar de forma indudable que el Barroco, en su madurez, al contrario de lo que pasa fen su punto de origen (Manierismo) y en su forma decadente (Ba- rroquismo © Rococé), constituye un arte verdaderamente grande en aquellos maestros que lo cultivaron, a pesar de los diferentes matices nacionales y de los distintos momentos en que se produjeron sus fases de desarrollo en los varios paises. Como barrocos clésicos se presentan Tasso, Ceroantes, Racine y antes de todos éstos, Calderén. En el capitulo séptimo, se estudia 28 estos y otros autores comparindolos, en su cardcter de massiros del Barroco, con otros estlos: a Tasso, con Dante; a Cervantes, con Géngora; a Racine, junto con Comeille y otros poetes menores, con Jas fuentes Iatines de sus patéfrasis bfblicas o himnices. Por compa racién se afirma el caticter manierista de la prosa de Malén de Chai- de y de Montaigne y de Ia poesia de Cafes y de Desportes. El ca- pitulo nono estudia en Lope de Vega y en Graciin dos tipices for- as de Barroguismo y det Rococé. El estudio del Rococ6 particular Prefacio 9 francés se excluye agul porque el autor le dedioé un libro entero’, EL capitulo intenta demostrar la posibilidad de comparar el Barroco artistico con el literarfo en el paralelo: Cervantes y Velizquez. El oa- cceno opone el Barzoco al Renacimiento en la controversia erudita so- bore Cervantes: “Cervantes y el Barroco”. El capitulo doce trata del uso y abuso del rémino “barroco” en la critica literaria. El capitulo twece, de la expansién del Borroco titerario a través de Europa, y del papel decisivo de Espafia en esta irradiacién por su excepcional contri- bbucién de obras barrocas 2 la literatura universal. Mi resis de que el bbarroco es fenémeno muy espaol la eree algo exagerada E. Lafuente Ferrari; sin embargo, E. Orozco Dizz se ha adherido a ella al escri- bir sobre Ia permanencia del barroco espatiol T Hllmitt Hatsfeld, The Rococo. New York: Pegasus, 1972. 2B Orozco Diaz, Leccién permanente del barroco espiviol, Madtid, Ate- eo, 1956, Capituro Penceno EXAMEN CRITICO DEL DESARROLLO DE LAS TEORIAS DEL BARROCO Bs un hecho reconocido que, si en el siglo xix se subrayaba de modo tipico en la Historia Literaria el contenido ideol6- fico de las obras, ea el siglo xx el interés se ha desvindo hacia Jos problemas de la forma. Esta desviacién implica la interpretacion de ta Historia Literaria como historia del Arte Literario y convierte al historiador de la literatura en un auténtico historiador de un arte sui generis y no en un pseudo-filésofo. En este proceso de transfor macién se considezaba que el técnico historiador de arte, preocupado esencialmente por la forma, habia de ofrecer al historindor de litera~ tura una ayuda considerable en cuanto a la metodologit, sin que eso suponge Ja existencia @ priori de formas comparables entre Ja lite- ratura y el arte, La mera coexistencia de formas susceptibles de com- paracién en el espacio y en el tiempo, y Ja posibilidad de un origen comin se creia que habfa de suponer una gran ventaja para elucidar los problemas literatios a través del arte, tanto més cuanto que los historiadores de arte podian presentar métodos magistrles para el andlisis de Ia forma. Otro problema consistia en que el historiador de arte siempre rpencaba en Europa como un conjunto, como un escenario principal donde se desarrollaban los fenémenos artisticos, hasta el punto de que los matices nscionales se juzgaban casi por completo desdedables; ‘mientras que el historiador de literatura en el siglo pasado se limitaba 4 considerar los estlos literarios nacionales como enteramente depen- Examen critico de las teorias Qn dientes de los idiomas respectivos, tan s6lo comprensibles dentro de unas limitadas fronteras y, por tanto, no comparables entre si como podia hacerse, dado su “lenguaje” internacional, con los de la pintura, Ja musica, Ia esculture y Ja arquitectura. Sin embargo, cuando se cempezé a percibir que ciertas formas Iiterarias se aceptaban por igual ‘en diversos paises y afectaban de igual modo a distintos idiomas na~ cionales en un determinado periodo, comenzé ya a aparecer el con- cepto de un fendmeno litererio de alcance curopeo, El abandono de Ja tesis de una diferencia fundamental y aparentemente infranquea- bie entre los estilos iterarios nacionales produjo una nueva desviacién, del interés de los eruditos, que ahora se traslada del estudio aislado de las literaturas nacionales al estudio comparativo de las mismas. Asi, cl historiador litecario que intenta descubrir el espacio comtin, 8 decis, las raices europeas de todas las tieraturas nacionales, que no crecen aisladas sino en un continuo y mutuo intercambio, dependen- cia e influencia, empieza a penser en formas europeas como té:minos para su estudio comparativo. Y ocurrié que los estilos de época, referentes tanto a la forma ‘como al contenido: Renacimiento, Romanticismo, Reslismo, que to- dos estaban de acuerdo en acepter, se vieron aumentades con uno més: cl Barzoco. Al considerar este hecho, no se debe olvidar que el término “Barroco” tuvo el significado de algo insélito, como un im- perfecto razonamiento, un extrafo sifogismo o una perla irregular’ Ese palabra: Barroco, exa tabis para todo critico de guste neoclési- co. En atte, representaba algo sinénimo de mal gusto, a través de casi todo el siglo xm, no s6lo hasta Jakob Burckhardt, sino hasta Bene- detto Croce. Pero habia de llegar un dia en que se comprendiere que fl gusto cotrespondiente al Renacimiento clésico no era un patrén eterno y que otras épocas y otros pafses podian contribuir al arte europeo con valores acaso més grandes y ciertamente mis modernes. Consideraciones parecidas a las que, un siglo antes, habfan redimi- do al arte gético de su ostracisme, terminarian por hacer lo mismo con el barroco, La historia de los estudios sobre e} Barzoco nos mos- tard cémo el término fue rehebilitado junto con el arte que desig- 7 J. Carominas, Diccionario Crisco Etimoldsico de ta Lengwa Castellana, Bditoril Gredos, 1954, 1, pA. 415, da las dos ctimologias confundidas en el téemino eplicido al ate Estudios sobre el Barroco rnaba?, ast como Jo que significa ta aplicacién de ese mismo témino Ja fteratura?, ‘Ya en 1887, el historiador de arquitectura Cornelius Gurlitt afir m6 que el Barroco era un estilo basado inicialmente en formas cli- sicas renacentistas, que detivaba hacia unos exaltados modos de ex- presién, y que tuvo su origen en Italia, en Roma principaimente, siendo responsable de ello la Compaiiia de Jess. Un estilo, en una palabra, abiertamente didictico, que da un aspecto ostentoso a la vida, y muestra, en todas las ramas de la cultura, un impetu exage- rado‘ Un aio més tarde, en 1888, Heinrich Wolflin llegé a definir esa exorbitante expresidn de energia, de modo més preciso, como el paso de formas lineales a otras mis libres, pintorescas y recargadas; formas que, a su vez, revelan un nuevo sentido de la vida, visible ya en Miguel Angel, y que alcanz6 su madurez en 1580 aproxima- damente. Wolff, sin embargo, no legs a darse cuenta de que el desarrollo de ese Barroco se apoy6 en un periodo formal de tanteos (© maniere, que hoy lamamos Manierismo, término que ha logrado una rehabifitacién similar a Ia de Barroco. No duda Welffin en incluir en esa general evolucién fenémenos puramente literarios, como Ja obra del Tasso, EI Barroco, como movimiento de masas pesadas, se nos aparece, en general, como un impulso ascendente, contras- tando, sin embargo, con Ia sensacién de ser arrastrado hacia abajo. Su centro nervioso esti en un anhelo de infinto, en la sensacién de algo tremendo, poderoso ¢ inconcebible; en una especie de intoxica- in por el deseo de perderse en los abismos de lo eterno. Este ané- del fundamento psicolégioo de las formas visibles es la res- puesta cautelosa que Wolffiin nos oftece al problema del Barroco, respuesta que pudiera muy bien consticuir el puente entre el jesuitis- m0 de espiritu espaiiol y el estilo basroco: una actitud religiose de terrible gravedad, que despierta el sentido de ia responsabilidad en el hombre, actitud que s6lo puede mantenese con 10s ojos semicerrados 2 Ver Wolfgang Stechow, “Definitions of the Baroque in the Visual ‘Ants’, en Journel of Acsthotcs, V (1948), 109-124. 3 "René Wellek, “The Concept of Bazogue in Literary Scholarship”, Ib 77-108, trabsjo puesto al dia en. Concepts of Cristom, New Haven: Yale University Press, 1963, pigs. 69-127. # Comelius ‘Guslitt, Geschichte des Barockstils in Italfen, Stuttgart: Boner und Scubert, 1887, pégs. 7-19: Architektur, Examen critico de las teorias 3 (Como los misticos), sofiando con grandezas abrumadoras y expacios infinitos ‘Aungue el ingenio de Heintich Wolffiin supo ver Jos elementos cesenciales del Barroco tanto psicolégicos como formales, hay un ele- ‘mento, no obstante, que a 4 debid: parecerle despreciable, pero que ‘Alois Riegl en sus primeras conferencias sobre el Barroco, proaun- ciadas en 1892, consider fundamental, sobre todo por lo que hace a la reaccién del piblico modetno frente a esta forma de arte, Dice Riegl que, debido a los extraordinarios elementos que concurren en dicho arte, al contemplerio, se siente uno como envuelto en un mun- do de confusiones, de efectos un tanto desagradables, cuyas causes rho acertamos a comprender. Volvia, ademés, a sefialar al jesutismo ‘como elemento inspirador del Barroco, basindose en el factor de una nueva dominacién mundial det papado basada en la coatrarrefor- ma‘. Este sltimo punto, sin embargo, introdujo cierta confusiéa en el problema del Barzoco como creacién y del Barroco como evolucién, Por tanto, resulté muy oportuno que, en 1897, August Schmarsow retrotrajera los oxfgenes del Barroco a fecha muy anterior @ 1a con- tmarzeforma, situindolos en Miguel Angel, que fue, en verdad, el artista responsable de este movimiento, espirituelmente comprome- ‘ido en 4l, en todos los campos del arte: esculcura, pintura, arquitec- ture y poesia. Schmarsow propuso, como la natural quinta esencia del estilo barroco visible en toda Europa, el contraste entre el in- tento y la realizacién; entre lo alto y lo bajo, entre lo interior y 10 cextero, con todas las variantes posibles en el espacio y en el tiem- po? La férmula de Schmarsow, referente a una tensién que con tanta evidencia intente aplicar las mismas categorias a la expresién artistica y a su fundamento psicolégico, queda resumida en el ané- isis de Wilhelm Pinder, en 1914, donde dice que 1 Barroco es “un alzarse hacia una espiritualizacién, no conocida hasta entonces, con cl fin de sobreponerse a la mmteria...y lograr que lo finito aparezca 5 Heintich Wellin, Renaissance and Barock Eine Untrsuchung wer Wesen und Entstehung des Berocksils in Ttalin, Beazosizang. und Keramen- tar von Hans Rose, MGachen: Bruckmain, 1925, pigs. 595 81-85. 2 Alois Riel, Die Enttehung der Barockhurst in Rom, ed. Yoo Burda und Mar Dvofsc, Wien, 1908, Des. 3-6 Hee “7 Augurt Schmarsow, Barock send Rokoko, Lele: Hire\, 18975 pé- nas $2.y 123. 14 Estudios sobre el Barroco como infiito”*. Hay aqui, sin embargo, menos tensién que armoni- zaci6n. En 1915, Heinsich Welfin perfeccion6 su teoria del Barroco, ‘expuesta en 1888, con sus famosos cinco principios de la historia del arte, imitando su andlisis estructural al poder discriminatorio de 10s ojos y 2 su modo de ver y de reproducir los objetos. De nuevo opone 1 Barroco al estilo que fue su inmediato predecesor en Italia, el Re- nacimiento, y ion pi traste con 1a . fundidad a lo meramente superficial; Ia unidad a la multiplicidad, la complejidad a ta densidad; 1a oscuridad a la claridad. El Barroco sel estilo del punto de vista pictérico con perspectiva y profundi- dad, que somete la multiplicidad de sus elementos a una idea cen- tral, con una visign sin limites y una relativa oscuridad que evita los, detalles y los perfiles agudos, siendo al mismo tiempo un estilo que, sa La de rece ares J erm Con Tos Princlpios dé la Wisforia del arte de Welifin, el Barroco quede definitivamente establecido como fenémeno esilistico con una riqueza de ejemplos convincentes para todas las artes del dibujo en la mayor parte de los paises europeos en el siglo xvii. Dominan los ejemplos italianos, mientras que Espafia, y Francia en especial, son ‘un poco olvidadas. Lo que Heinrich Wélfflin hizo respecto a los aspectos forma les del Barroco, Jo hizo Werner Weisbach con relacién a su com tenido, iconografia y significado, en su libro de 192r acerca del Ba rroco como arte de la Contrarreforme, Weisbach extiende sus inter- pretaciones 2 todos los paises, pero se ve obligado a hacer gran mi- ‘mero de distingos entre Italia, Espafia, Francia y Alemania. A pesar de todo, como result evidente mis tarde, no establecié In distincién suficente entre Jos elementos del Barroco espatiol en pleno floreci- miento, el Barroco atin en ciernes de Ftancia y Alemania, y el ya decadente Barroco italiano, al principio del siglo xvit, después de celebrado el Concilio de Trento. Tras definir el espiritu de la Contra- 5 W. Pinder, Deutscher Borock, Disseldost, 1912, Binleitung 9 Heinrich Wolfin, Kunstgeschiciliche Grindbegrffe, Miinchen : Bruck- ‘mang, 1921, y Ernest ©, Hassold, “The Baroque 2s a basic concept of Ar, en College tt Journal, VE (1946), 3-28. Examen critico de las teorias 1s reforma de modo més bien vago, Weisbach tampoco se muestra muy claro por lo que respecta al sentido en que las iuerzas dirigentes, las reacciones espontineas y los elementos oponentes, si los habia, trabe- jaron para producic el desarrollo del estilo. El arte barroco, estudiado ‘como expresién de la Contrarreforma, se ve, ademis, en Weisbach, limitado iconogréficamente 2 las obsas de tema religioso, También es discutible el supuesto, hecho de modo general por Weisbach, de un misticisme que llega a confundirse con el erotismo; de un ascetismo _ “que enciecra elementos de crueldad, y den “herélsmo exorbitado hhasta la représentacién mis naturaliste. La teoria de Weisbach acerca ‘del Barroco resalta igualmente que las formas artisticas seguian por si mismas una ley iamanente en su desarrollo, no siendo sino los fhornes que recibian el bronce liquide y ardiente de una nueva men- talidad. El Bazroco, segin 50, no es sino un ilusionismo cuyos rasgos naturalistas se deben a la evolucién inmanente del Renacimiento, y que sélo mis tarde Legan a coincidir con les tendencias de la devo- cin ignaciana ®, Mencionemos, para recapitular, que Gurlit, Welfflin, Riegl, Schmarsow y Weisbach, gigantes en su esfera, anticiparon ademis tantas cosas aplicables a los estudios literarios, que los histo- riadores de la Literatura no dudaban en seguirles hasta el punto de ‘que todos los de menor categoria sintieron 1a tentacién de imitarles demasiado servilmente 0 de contribuir con nuevos puntos de vista de dudosa calidad a sus conclusiones. ‘AL intervenir por primera vez en lz discusién de los problemas referentes al Barroco, los historiadores de literatura empezaron por confundir Jamentablemente las cuestiones formales, sociolégicas, psi colégicas y meraisicas, cuyos principios tanto Woltfin como Weis- bach habian tenido cuidado de mantener claramente discriminados. Ya en 1922, A. Hibscher ereia que era licito extender cualquiera de estos principios a la literatura del siglo xv1t, para oponerta a la del xvi como literatura de la sociedad, en contraste con la literatura del in- dividuo; de lo musical, en lugar de lo plistico; de lo ilimitado, fen vez de Jo medido; de le interpretacién subjetiva, contra la cri- tice objetiva; de la mitologia, contra la ficcién o el mito, Hibscher @ Wemer Weisbach, Der Barock alt Kunst der Gegenreformation, Ber~ tin: Cassiren 192%, pigs. § ¥ 210. Teaducido al espaiol por Enrique Lafuente ecrari, ET barrocoy arte de la controrreforma, Madrid, Espasa-Calpe, 1012 6 Estudios sobre el Barroco describia al Barzoco como “la encamaciéa de un sentimiento antité- tico de Ja vida". Su principal error consiste en tomar como punto de partida Ja literatura alemana, que, en el siglo xvi, se hallaba to- davia en una época jnicial de tanteo, comparada con Ja madurez de las lixeraturas rominicas. Es curioso consignar que Frite Strich , que en 1916 ensefiaba en Ja misma universidad que Welfin, diera por ‘supuesto que, con sélo ponerle la ctiqueta barroca, la literatura ale- mana podia ganar importancia, hasta el punto de poderse demostrar que ella era la que habia influido en las otras por medio del “Ba- rroco”, que era creacién auténticamente alemana. Hay que decir en seguida que todos los que, como Strich y Hub- scher, estudiaban exclusivamente las literaturas germénicas y, de modo particular, la literatura alemana, estaban condenados a equivocerse, ya que, al interpretar el Barroco, prescinden de las cuatro condi- ‘iones que los historiadores de arte consideraban exenciales para sus teorias y que tan sélo se daban en los paises meridionales latinos, como requisito previo indispensable para la apariciin del Barroco: cen primer lugar, la existencia de un renacimiento plenamente des- arrollado como punto de partide; en seguado término, Ia no existen- cia de una reforms oficial, prostica e iconoclastas tercero, una con- trarreforma dominante en todos los tertenos y de tendencias artis- tices; cuarto, un arte y una literatura que se hallaran a un mismo nivel de perfeccién. Idénticas fueron las ciusas del fracaso de Oskar Walzel ® cuando intent6 aplicar los principios de Welffiin para pre- sentar la literatura alemana del xvi1 como literatura barroct, por tun ado, y, por otro, demostrar que la estructura de los dramas de Shakespeare es también barroca, sin tener en cuenta las especiales condiciones culturales correspondientes ". Entre los estudiosos de la MA, Hiubscher, “Bazock als Gestaltung antithetischen Lebensgefils”, en Euphorion, XXIV (3922), 517-362, ¥ 759-805. 12 "Bete Strich, "Der Ipriche Sti des 17. Johrhunders”, en Die Ernie. ‘Abhondlungen sur deutschen Literenurgeschichte. Festschrift fiir Franz: Mun- cher (Milnchen, 1936), pigs. 25-53. 1a" Oskar Walzel, Handbuch dor Literaturwissenschaft. Gehalt wnd Gestalt fm dickterschen Kunstwerk, Beslin-Neubabelsberg, 1923, portcularmente pé- ginas 312-320, y también 325-330. El pericio entre ia estructura de una obra de arte que se produce en cl espacio a de una obra dramética, cuya accidn se dessrrolla en el tiempo, Examen critico de las teorkas 7 literatura alemana hubo desde entonces una verdadera falange que se dedicé a seguir el camino que Strich y Walzel habian indicado. Basta con citar sus nombres: Karl Vigtor, Martin Sommerfeld, Hans Pyrite, Gerhard Fricke, Giinther Miler, Paul Hantchamer y Herbert Cysarz. Su actividad se desarrolla en la década que va de 1928 a 1938. El objeto de sus estudios —casi siempre poesia lirica— no po- dia levarles ‘muy ficilmente a un verdadero andlisis wélffiniano, Desde 1940, los germanistas han cambiado su teorfa, tanto que Her- mana Pongs, en 196T, hasta excluye la literatura alemana del Ba- rroco ®, Era, sin embargo, muy posible aplicar dichos principios de Wolf- ffin, como el propio maestro habla indicado, a géneros de carécter descriptivo-narrativo, a la épica de Torquato Tasso, por ejemplo. La tarea podia levarse a cabo sin otra dificultad que la de modificar ligeramente dichos “principios”, como lo hizo, en efecto, Theophil Spoersi ya en 1922", ‘A partir también de Ia historia del Arte, surgié entonces otra complicacién en el problema del Barroco, al negar a éste su origen italiano. Porque, en este momento, entra Bspatia en la querella como el pais “barroco por predestinacién”. El desaffo fue lanzado por S. Sitwell en 19242". Al parecer, se originaba una contradiccién in soluble: si Espatia es la patria predestinada del Barroco, geémo podia Ge, de acuerdo con Woifftin, Riegl y Schmarsow, nacer en Roma? {No se iniciaria mis bien en Espafia? Y gouindo? El plateresco, ‘que cubrfa la.més. sencilla fachada renacentista de impostacién ita- Femail, a Ia menor objecién, el mls dudoso que se pueda establecer, Tam- ‘poco ha resultado convincenteaplicado a Iss literataras romences, por ejemplo, Zeal intento de Damell H. Routea y F, Sénchez y Escribano, Wolff's Principles in Spanish Drama, 1500-1700, New York: Hispanic Institut, 1952 4} Darnell TH. Roaten, Structural Forms in the French Theater, 1500-1700, Philadelphia: University of Pennsylvania Press, 1960, Los discipulos de Roa- ten y Escribano siguen este tipo de analogis, por ejemplo Roger Loren Par- Tous, Renaissance and Barogues multiple unity and unified unity in the teat~ tment of verse, ornament end structure, tess, Wisconsin, 1959. A, Doge, Das Kleine Lethon der Weltlteranur (Stuttgart, 1961), Pig. 160. is “Theophil Spoesti, Renatisence und Barock bel Ariost und Tasso, Ver~ such einer Ancoentieng Walffinscher Kunstberrachtung, Bern: Tiaupt, 1922. 17 Sacheversll Sitwell, Southern Baroque Art, London, 1924. HL BaRn0co, 2. 18 Estudios sobre el Barroco liana com los adornos y atabescos tipicamente espafoles, ¢no_ seria ya el verdadero Barsoco? Y la auténtica semilla de este estilo ya desarrollado y conocido por el nombre de “barroco”, el que Ios es- ppafioles levaron, con infinites variantes, al Nuevo Mundo, donde innumerables iglesias de un barroco peculiar testimonian sin lugar & dudas Ja entusiasta aceptacién de un estilo nacional, epodia ser un producto importado y adaptado de modelos italianos? #, Sitwell in- tenta explicar también el motivo de que los Habsburgos espafctes conquistaran a Alemania con ese “‘clasicismo bestardo” mediante cl cual el viejo Sacro Imperio Romano pretendia revitalizar una causa ‘moribunda con monumentos desproporcionads ®, En cierto sentido, Ortega y Gasset dio un paso al frente para apoyar Ia tesis de Sitwell, Segtin él, el Barroco no s6lo se encontraba ya preformado en Espafia, sino que habia legado a su punto culmi- nnante cuando la peninsula se desprendié de las himas influencias renacentistas. Dice que la contribucién espatiola al Barroco consiste cen coa pintura “a distancia” en In que el orgulloso desdén innato en cl caricter espaol pretende ver tan sélo lo esencial del objero en que pone la vista, mientras que Jo accidental se percibe sin contornos, Gesdefiosamente, “con el rabillo del ojo”, Esta invencién revolucio~ naria del Barroco, antecedente de! impresionismo ¢ independiente del ‘asunto, que puede ser profano 0 religioso, no se debe a Miguel Angel, ni siquiera al Greco, sino a Velzquez. El Barroco es el modo espaiiol de mizar las cosas, Ja “visién lejana” ®, En el misino afio 1924, el especialista de arte espafiol en Munich, Hugo Kehrer, declara que, en realidad, si lo metafisico es“Ia esencia del Barroco, con tanta 0 ‘mis razén ha de ser Espafia su patra, ya que en ningtin sitio tiene 1 chee Siew, Spoth Borwove Art eh Bugs ix Porta Mev tad har Glos Lona Bucy tot, Br esi Ik qs Se Set Gates "Et Buss ong de Aan etn # Boros (4) Beko Cally Rosas Soo, 195% 6579 iF Sates Siva Geomen Baroque a, Laon’ Buco 1927, in oe Tost Ortega y Gasset, “El punto de vista en las artes”, en Revista de este Cee tes) npn sk Gave ls dene Bl panto do ions ras Mant Ren Gens, 1935, 95s pels magi samen erttico de las teortas x9 Jo trascendente una importancia tan capital, Ast es como, por moti- ‘vos formales y razones psicoligicas a la vez, el interés del Barroco parece de siibito centrarse en Espatia, Pero znacié el Barroco en Espatia 0 no hizo sino desarrollarse en lla y extenderse desde all; y tiene el plateresco algo que ver con ello? Si, de acuerdo con le idea expuesta por Wilhelm Hausenstein ‘en ese mistao aio, el Barroco se identifica simplemente con un rea- lismmo catélico paraddjico y aterrador, no tiene por qué ser espaiiol ‘precisamente; puede reducirse a un arte particularmente spiritual que utiliza medios concretos para expresarse ®, y su presencia es po- sible en todas partes. De cualquier modo, el Barroco, como supuesto fengmeno artistico espafiol, fascin6 en este punto a los tratadistas Fiterarios. Se hace ello presente en 1927, en primer Ingar, con motivo de la resurreccién de Géngore, iniciada por Démaso Alonso y con ini estudio sobre el estilo del Quijote como jesuitico en su ideclogia y ‘musical-barroco en sus motivos sinfénicos®. En segundo lugar, tenc- ‘mos también la definicién que Leo Spitzer hace del estilo de Quevedo considerindolo como una mezcla indisoluble de “ascetismo y mun- danalidad”, f6rmula que, 2 primera vista, parece convenit muy bien al Barroco espaol, EI hecho més curioso, sin embargo, es que, también en 1927, el flbsofo Karl Gebhart descubrié en los Palses Bajos, de religiin pro- testante, que sufrieron una larga dominacién espafiola, y aun entre los refugiados judios procedentes de Espafia, el espfritu del Barroco. Por tanto, asi el pintor Rembrandt como el filésofo Spinoza tienen para Gebhardt ese espirita del Barroco, como liberacién de Ias formas Timitadss, autéatica sustancialidad y potencialidad infinita, Estos. va- lores, dice Gebhardt, nacieron sin duda en Espatia, por medio de los tistics, y fueron sistematizados como “religién del Barroco” por 2 HL Keber, “Spanischer Barock”, en Festschrift H. Wolftim, Mtn- chen: Hi. Schmidt, 1924, 233-243. 2 W, Hatnenstein, Vom Geist des Barock, Munchen, 1924, pig. 629. D Helmut Hatafeld, Don Quijote als Wortkunstwerk, Leipzig: Teubnes, 3927. En ospaiol: El “Quijote” como obra de arte del lengusje, Madrid: Consejo Superior de Investigaciones, 1949, 2" ed, 1966. 2 Leo Spitzer, “Dis Kunst Quevedos in seinem Buscén", en Archioum Romanicum, XI (1927), $11-s80, 0 Romanische Sul- tnd Liveranerstudien, ¥. 2 Marburg: Elbvert, 1931, 48-125, 20. Estudios sobre el Barroco Jos jesuitas #. Después de la argumentacién de Gebhardt ya no pare~ cia quedar Ia menor duda de que el “espiritu” del Berroco se habia trasladado al menos desde Ttalia a Fspafia, siendo éta Ia response bie de su desarrollo. Esto se hace también evidente en la Historia de la pintura barroca italiana de Nicolaus Pevsner, que aparecié un aio mis tarde, en 1928, donde el autor proclama que €1 Barroco es el abandono de la vida arménica al modo italiano, de la belleza disci- Plinada y de tos valores mundanos en beneficio de un anbelo ultra- mundano y de un ideal estético no dependiente del cuerpo humanos {deal perseguido con fanitica energia, y que no fue “impuesto” al pue- blo, sino que expresaba los verdaderos sentimientos de éste. El genio italiano, por su parte, no era compatible con estos sentimientos, en Jo que puede verse la razén de que Italia no produzca ya grandes pin tores en el siglo xvi, el siglo del Barroco. Pevsner afade, incluso, que el Barroco italiano sélo se muestra fecundo alli donde 1a influen- cia espafiola es mas efectiva*. Otto Greutoff, que trata de modo particular el Barroco espaol, Jo considera como expresién de inguietud hacia Dios, protesta contra cl paganismo, gusto por las formas distorsionadas, un quijotesco “vis- Jumbrar” y transformar lo real en icracional; todos rasgos eternos de Espafia, para cuya explicacién no es necesario siquiera acudir a la (Contrarreforma ”’. Es evidente que Ortega y Gasset, Peviner y Grautoff piensan en el Greco més bien. que en Velézquez, y uno siente la teatacién de preguntar: ¢En qué quedamos? Quiéa es barraco, el Greco 0 Ve~ Mzquez? Mas tarde nos ocuparemos de este nuevo problema. Lo que si podemos aficmar desde ahora es que los historiadores de arte han resuelio ya esa cuestién de modo decisive cuando hablan del “ma nierismo” del Greco y del “barroco” de Velizquez % Gaal Gebhardt, “Rembrandt und Spinozo, Stlgeschichtiche Betrachtuo- gen zim Burockprobiem”, en Kant Studien, XXXII (1927), 11-181, partion Jarmente 120-179. 2 Nicolaus Pevsner, Barockmalerei in don Romanischen Lindern, Wilde park-Potsdam: Athension, 19283 I: Die italianische Malersi vom Ende der Renaissance bis sum ausgehenden Rokoko, pags. 3 5, 107. BT Otto Grastolf, “Die Maleel im Barccizeltalter in Frankreich und Spa- nien®, en Pevsner, op. cit, 1928, pigs. 219-222. 2% Wilhelm Pinder, “Zar Physiognomike des Manierismus”, en Festschrift Examen critico de las teorias 2 Al llegar aqui, el punto més importante de la discusiéa es el de sis licito considerar al Barroco como un fenémeno eterno en Espaiia, ddejando sin explicar, por tanto, el origen hist6tico italiano del Ba- rroco. Esta idea del Barroco como feadmeno esenciaimente ¢spa- iol, compartida por Sitwell, Ortega, Kehrer, Pevsner, Gebhardt, Grau- toff y otros, leva consigo el peligro de interpretaciones erréneas y simplifcaciones demasiado facies. Asi, en 1928, el historiador de I teratura Elisha K. Kane, identifi al Barroco con el conceptismo, considerdndolo sencillamente como “una tendencia artistica que st- cvfica la fidelidad a Ia forma objetiva para conseguir la novedad y Ia sorpresa en la expresién... Jo que significa una sobrecerga de emo- cién”. Este Barroco, dice, tiene como antecedentes Ia hipéibele de ‘Lucano, toda Ia edad de plata de Ja literatura latina, y puede seguise, 1 través de Alfonso X, Juan de Mena, Juan Ruiz, la Celestina, y Juan dde Padilla, hasta las artes gemelas de Géngora y el Greco, “podades y recortadas”®. Pero Kane no puede incorporar a su sistema a los ‘mas ilusttes representantes del “Barroco” espaiiol, Cervantes y Ve~ lizquez; ni puede, al dejar a un lado todo lo que implica Ja contra rreforma, remontar el Barroco hasta un origen auténticamente espa- fol, y tampoco mejora la cuestién separando por completo el aspecto espatiol del Barroco del aspecto europeo. Al seleccionar, por otta par- te, las manifestaciones més amaneradas para definir un posible Ba- rr0co, coincide més bien con Benedetto Croce, que, partiendo de los italianos decadentes como Marino, y de su propio anticlericalismo, s6lo ve en el Barroco mal gusto y carencia de ideas. ‘Si se considera al Barroco como algo tipico de Ja literatura y el arte espafioles, no puede en modo alguno consistir en mal gusto tii- camente. Estos criticos se fijaron en un fendmeno periférico, en vez de llegar al fondo mismo del Batraco espatiol. Como veremos mis tarde, Emst Robert Curtius no abandoné jamés este punto de vista Ludeig Klages, Leipsig: Ambrosiut, 1932, 148-156, y Wilhelm Friedtinder, ‘Die Entstehung des antiklasdschen Stiles jn der Telienischen Malerel um 1520", en Repertorium fiir Kunstuissenschaft, XLVI (1925), 49-86. 9" Elisha K. Kane, Gongorism and the Geldsn Age, Chapel Mill: NCUP, 1928, pgs. 84-97, 213-14, 252. 8 "Benedetto Croce, Storia della etd barocca in Teale, Bari: Laterza, 1929, xy ances en Der Begriff des Barock, Die Gegenreformation, Zivei Essays, Zie ich, 1925. Estudios sobre el Barroco Hacia 1928, el interés por lo que al Batroco se refiere pas6 a Francia, Fue una verdadera novedad que Eugenio d’Ors, con motivo de ciertas conversaciones mantenidas con algunos franceses y alema- res en ocasién de unos cologuios celebrados en Pontigny sobre civi- lizacién europea, intentara incluir a Francia en su propio concepto intemporal del Barroco y viera a éste como Ia expresin artistica del absolutismo y de Ja monarquia triunfante. Acuiié para el problema la excelente frase simbélica: “Ciipula y Monarqula”", Ese mismo aio 1928 nos oftecié Ia intentona de Friedrich Schiitr que, preten- diendo derivar el Berroco de una tradicién francesa, confunde la for- ‘ma exuberante y grotesca de Rabelais con el Berroco. No tavo en ‘cuenta el ambiente cultural ni la ambivalencia de todas las formas de expresién®, hacia [a cual acababa precistmente de amar la aten~ cig de los escudiosos Karl Vistor ®. Otro investigador, Leo Spitzer, cevitando todavia aplicar @ los franceses la expresién bartoca, se acer 6, sin embargo, al descubrimiento de que el ciasicismo francés no ¢5, al fin y al cabo, otra cosa sino un Barroco moderado™, Lo lamé equivocedamente, como André Gide, “Romanticismo domado”, Pero esta clisica mitigacién era, respecto a la forma, una nota arménica en tono mas bejo, del Barroco europeo, aunque su esencia y su est itu eran sustancialmente los mismos que informaban otras expresio- nes més vigorosas de las ideas metafisicas y religiosas en Italia y Es- pada. Esto quedé pricticamente demostredo por el autor de estos ‘ensayos en 1929, Desde entonces ba sido ya posible, a pesar de las desesperadas protestas de los eruditos franceses y de los expertos en “Clasicismo”, tunic a Francia con los otros pafses latinos en un estilo comin de 31 Eugenio d'Ore, Les ideas y las formas, Madzid: Péez, 1928, cap. I: Cipule y Monarguia, pigs 41-04, y capitulo IV: Bstructuras Barrocas, pégi- sas 143-177, ‘2 Feodkich Schins, Burock, Rlasssiomus und Rokoko in der fransdsl= schan Literatur, Eine prinaipielle Suilbetrechiung, Leiptigy 1928 ‘Karl Vittor, Probleme der deutichen Barockiteratur, Leipzig, 1928. 4 Leo Spitzer, “Die kiassische Dimpfung in Racines Sti", en Archiown Romanicim, XI (1928), pigs. 361-472, y también Romanische Stile roid Literatunstudion, Marburg, 1931, Vol. T, 135-268. ‘S) Helmut Hatzield, “Der Barocketil der religitven Klassischen Tyrie in Frankreich”, on Litoranorissonschatliches Johrbuch der Gérresgecelschejt, IV (1929), 4-29. Vézse Capitulo VIL, 2. Examen critico de tas teorlas 23 Gp0ca, europeo y catélico, en el que sin duda también participan un poco mis tarde Austria y Baviera como regiones meridionales de Alemania. Asi, en 1929, pudo Martin Winkler sefialar como rasgo: mis importante del Berroco Ja reaccién del Sus, més intimamente unido a Roma, frente a las tendencias reformadoras y revolucionarias del Norte *. En ese mismo afio, 1929, tuvo Dagobert Frey un atisbo que rela- ciona efectivamente a Tintoretto y al Greco con Pascal y Racine. Dent que el Barroco era una mancra de pereepein y concepcién que funde lo simulténeo con Jo sucesivo y que no esti menos presente ‘en Ia accién de la tragedia francesa que, por ejemplo, en “La pre- sentacién de la Virgen” de Tintoretto. “En ambos casos percibimos que, al fondo, se extiende una infinita distancia, un mundo misterio- so ¢ invisible” #7, Estos primeros “rapprochements” fueron luego, co- tno mis tarde veremes, confrmados ténicamente por Wylie Sypbe. En 1931, el psicélogo Albert Wellek liamé la atencién hacia la sines- tesia como peculiaridad del Barroco literario en toda Europa, donde, ‘por primera vez, se presenta el color como un fendmeno percibido por el oido, en oposicida al Renacimiento, en el que, a lo mis, po- ian “ire” las formas, pero no los esores Los eruditos hispanistas, por su parte, seguian haciendo digresio- nes acerca de la opinién de que el Berroco debia ser algo genuina- mente espaol. Ludwig Pfandl crefa_que el Barroco no podia ser sino in expreston del “desengaio” que sigue. a un periods &¢ apoges politico y culturaly un estilo en que el alma espaiiola exagera su ingtnita duslidad de naturalismo e ilusionismo®, Ferruccio Blasi cre~ y6 que ef Barroco en Espaia es, seacillamente. el Renacimiento 2% Mactin Winller, “Der Mensch des Barack”, en PreusscheJalrbicer, 216 Jan-Jun 1929), pégs. 297-312, pig. 299 ; i Bagobare Prep, Goth wd Rensssance, Avesbare: Fier, 1929, pis as 634, 117. : Aten Walch, “Rensissinee und Barocayntsthesie: Die Geschich: des Dopyclemptnens im 16. und 17. Jebthunder’, om Dewsche Viertel- Sams, TK C930 eee 3 Tindnig Mead, Geschichte der sponischen Naionlitertur in ihrer Bhieeet, Freiburg W/B: Herder, 1029, pit. 215, 0 Historia de le iteratura ‘aclonal espaol en la edad deo, Batslona: ‘GU, 1952, ps. 28. 24 Estudios sobre el Barroco italiano mal digerido y pop 1, Pero todas estas teorias pali- deceron ane odes x Emile Male del cardcter subje- tivo-visionario de la pintura religiosa barroca, en la cual el objeto st- grado resulta desdefable frente a la emocién del Santo, que préctica- mente crea ese objeto, y de Ia que él es inseparable. Por tanto, @ consecuencia de un cambio radical en los conceptos segrados, es el santo visionario el que constituye el tema principal, y no la visién *, Nada puede parecer mas espatiol, en verdad, que esta curiosa fusién, considerada por Américo Castro como una ativica herencia, este mis- ticisme pictérico, del que Zurbardn es capaz de expresar todas las fases, desde el recogimieato hasta Ia “noche oscura” y el éxtasis. Pero fl mismo procedimiento se observa también en el pintor jansenista francés Philippe de Champagne. Valiéndonos de la clave que Male ‘nos suministra, hasta se puede dividir el Barroco en dos categoria tuna més naturalisticamente visionaria y otra auténticamente mistica, ‘como expuso P. Stubbe ®. Ambas formas pueden seguirse hacia atris, sin luger a error, asta Legar a su iinico y comin manantial: la ex- tética Espatia, Del mismo modo, la formula que en 1935 aplicé Paul Hankhamer al Barroco alemén; “Una tensién entre la vida y el espf- rina, con dos vias de escape: Ia negacién ascética de Ja vida o la ironia” ®, hace pensar inmediatamente a todo el mundo en Santa Te resa y Cervantes, respectivamente, 0 en San Juan de la Cruz y Que- vedo. Los hispanistas dedicados a Jos estudios literarios han complicado Ie cucstiéa embarcéndose en un distinguo entre el Renacimiento y el Barroco en la propia Espaia, insistiendo en un auténtico Renacimien- to espatiol completamente distinto del italiano, que ya mostraba ras- 4g03 prerteformistas en la primera mitad del siglo xvi. Este Renaci- micnto erasmista o “pletista” es considerado como una forma cristiana de humanismo, Como se deduce del curso de los estudios sobre el Renacimiento espatiol magistralmente recogidos y analizados por Otis ® Becruccio Blasi, Dal Clacsicismo al Secentismo in Iepagns, Roms, 1929. at E, Male, L’drt religieux prds le condle de Trente, Paris: Colin, 1932; pig. 186. ‘@ 'P. Stubbe, Naturalistick of Mystik, Diss. Louvain, 1933. ® Paul Hankhames, Deutsche Gegenreformation snd deutscher Barock in der Dichung, Stutgart, 1935. Examen critico de las teorkas 25 H, Green, la distincion entre el humanismo eresmita y la contra rreforma ignaciana no admite ficilmente el establecimiento de un paralelo comparable al que se ha podido hacer entre el Renacimiento y el Barroco en relacién con Ariosto y el Tasso, en Italia, por ‘Woitflin y Spoersi. Los hispanistas que hablan de Renacimiento y Barroco son los que se ven més desorientados por los aspectos for ‘males del gongorismo, et culteranismo y el conceptismo, que parecen reflejar la falta de ideas durante la contrarreforma. En realidad, esos casos extremos 0 amanerados no hacen sino impedir que se fije Ia atencién en ottos autores de dicho perfodo que se vieron libres de esas tendencias, Trabajando en la linea que acabamos de sefialar y criticar, tambiéa Las Rosales, en 1936, traté de identificar al Barroco como una “sustantivacion de las formas”, frente al Renacimiento, que seria una “sustantivacin de la realidad” #, Ademés, tan sélo si partimos de Ia base de un concepto estruc- tural y formal y de una teoria meramente poética, podremos consi- derar que la importancia del petcarquismo italiano y de los elementos aristotélicos en el Lamedo Renacimiento Espafol fue sustituida por el ‘elemento popular espaticl. Entrambasaguas definia, por consiguiente, al Barroco como “la plena transformacién de toda la estética del Rena- cimiento importada a Espaiia”*, Lo mismo exactamente, pero dedu~ ciendo una conclusién inversa, se aficma cuando, en 1935, Américo Castro interpreta al Barroco como un perfodo inmaturo entre el Re~ nacimiento y Ta Tlustracién, un perlodo que, con sus suefios reaccio- narios, impide una més répida evolucién desde el primero hasta Ia ‘hima, y encuentra un campo mucho més propicio en Espafia que en Francia: “Lo Barroco seria, pues, junto al Renacimiento logra~ do... el inmaturo y malogrado, y que pugna, gesticulante, con ner viosismo irrefrenable, por aproximarse a un paraiso que le anunciaron 4 Otis HE. Green, “A Critical Survey of Scholarship in the Field of Spa- nish Renaissance Literature (1914-44)", en Studies in Philology, XLIV (1947), igs. 238-254. 7 “S Luis Rosales, “La figuracién y la voluntad de morir en ta poesia espa- fiola”, en Cruz y Roya, 38 (5936), 67-98. ‘#” Joaquin de Entrambetaguas, Lope de Vega simbolo del temperamento ‘estbtice espafiol, Murcia, 1936, pég. 20. 26 Estudios sobre el Barroco yy juzga perdido” *. Asi se da Américo Castro la mano con. Croce. Después de tantos y tan contradictorios intentos de definir el Barroco, Herbert Cysarz encontré en 1936 una férmula que abarca ada menos que todo el Barroco espatiol, Cervantes y Calderén: cs, principalmente, Ia visién de un mundo roto a través de un prisma de cambiantes aspectos metafsricos, que hallan su unidad en Dios * Vale la pena mencionar, de paso, que un francés dijo del ensayo de Cysarz que era un puntal de apoyo para la soluciéa del problema del Barroco®, Fue Marcel Bataillon, en 1937, quien suministré una teoria del Barroco, més amplia, y que busca las rafces de este movimiento nue- vamente en el Coucilio de Trento®. La férmula central concieme a su origen: el penoso alumbramiento de una ortodoxia entre 1556 ¥ 1563. En esta teorfa tridentina, Espaiia es a la vez sujeto y objet Es sujeto, principalmente, en cuanto este pafs, donde 1a cristiandad estuvo en contacto con Jos semitas por espacio de siglos, no se asi- smilé el paganismo italiano renacentista, sino més bien una especie de ‘espititualismo de tipo septentrional. Este “etasmaismo” intenta man- tener un equilibrio inestable entre el protestantismo del norte y un Renacimiento paganizado. Pero, a partir de 1550, le Inguisicién de Roma se habia ido ex- tendiendo hasta Jos territorios espafioles de Népoles, para servir Inego de estimulo a la Inquisicién nacional espafiola, més xedical todavia. El celo religioso espafiol incenta sobrepasar a Roma bajo Felipe I, fen el mismo grado que haba pretendido ensefiar ef catolicismo a Jos papas bajo Carlos V. San Ignacio, que un tiempo fue sospe- choso de iluminismo, al crear el “ignacismo”, consiguié suministrar al papa un iastrumento de devociéa y absoluta obediencia que an- ticipaba todo Io que el Concilio de Trento, preparado y llevado a cabo preponderantemente por teélogos espafiles, iba & mantener. 7 Américo Castro, “Las complicaciones del arte barroso", en Tierra Fir- ‘me, 1 (1933) plus. 161-168. “as “Herbert Cysezz, Dewscher Barock in der Lyrth, Leipaig, 1936. ‘A. Moret, “Vers une solution du probléme du baroque”, en Reowe Germenique, 28 (4937), Pigs. 373-377. 2 Marcel Batallon, Evosme et PEspagne, Paris: Droz, 19375 piss. 83, 53%, $43). 740» 743-759) 795, 814-17. Erasmo y Espoa, México: Fondo de Gultsra, 20 eda, 1966. Examen critico de las teorias 1 Después de Trento, la postura renaceatista erasmiana, anterior al ‘oncilio, y In postura ignaciana barroca, que Je siguié, o sea los ‘estilos culturales Carlos V y Felipe Il, mostraron claramente sus con- tastes: tna actitud que toma en serio al paganismo clisico como in tuoduceién providencial ai existinismo, contra una actitud que con sideraba a los clésicos griegos y romanos como una escuela agradable de fibulas inofensivas, que pretendian ensefiar una moral mundane ‘0 sea: “lo sobrio, 1o claro y lo veraz” contra “lo ampuloso, bablistén y parabolano”. El devoto bumanismo barroco, combinado con Ja ac- titud estoica, parece, no obstante, mostrar un sentide critic mode- ado, compatible oon Ja iconia y gun con la sétira. El punto de vista de Bataillon sobre el Barroco es negativo. Es preciso mencionar de ‘nuevo a Américo Castro, que elimina a Cervantes del Barroco por ro excajar en la frmula definitoria: “a disminucién de aquella ‘dig- nites hominis’ del Renacimiento”®, Ni Batallon ni Castro pueden ‘concebir los valores de una cultura que no admite que la sola razén fbumana pueda resolver todos los problemas de la vida y que un fio metafisico colectivo del espiritu de una nacién pueda ser un fenémeno espontineo y no impuesto. Ademis, en Ia medida en que Castro y Bataillon escriben exclusivamente como historiadores de ideas, desdefian por completo los problemas del estilo artistico, posi- blemente revelador de lo que ellos prejuzgan. ‘Esta actitud negativa respecto al Berroco espafiol, iniciada por Pfandl, Castro y Bataillon, mas por razones diferentes, hallé ua eco ‘exagerado, y deformado haste casi el vilipendio, en Guillermo Disa Plaja, el aiio roqo. Segiin este escritor, que parece dar por sabido ‘que el Barroco no existe fuera de Espatia, dicho estilo es: “La nos- talgia de una edad heroica” y, al revés de lo que opinan Castro y Bataillon, “el triunfo del intelectual” precisamente. Claro que se trata de una intelectualidad interesada més que nada en las elucubraciones {ngeniocas, en las cuales, no ya Quevedo, sino el propio Cervantes “ve ‘ya las armas desde las letras”, Bi Bartoco, contra la opinién de todos Jos demis cxiticos, es para Diaz-Plaja individualista, ya que en 1 no existe “sumisién absoluta de lo individual a lo colectivo”. ¢Posible tazén de ello? Esa misma sangre judie de los “marranos”, mencio- TH Amético Castro, “El Don Juan de Tiso y el de Molitre como persona~ jes barrocos", en Hommage & Ernest Mortinenche, Pacis, 1937, pégs. 93-111 28 Estudios sobre el Barroco Bo Estudios sobre el Barroco ada por Castro y Bataillon como raiz de un renacimiento alumbrado, para Diaz-Plaja responsable dei Barroco, ya que tan sélo “el pueblo de tedlogos y usureros” puede producir una civilizacién de la “exal- tacién de lo infinito y sabotsje de lo real”. El “senevaliamo” sustituye ‘entonces al “idealismo neoplaténico”, y un supueste nuevo principio se convierte en reinante: “la hermosuta de Jo horrible” ®, Diaz-Piaja se refiere a algo que ya fue discutido en la Historia de las Ideas Estéticas de Menéndez Pelayo, particularmente por 10 que hace a Is diferencia fundamental entre ei concepto occidental y criental de la belleza. Todas estas consideraciones de los autores que acabamos de rese~ fiar sobre Ja importancia de Espaiia en el Barroco autorizaron al que esto escribe para mantener, en una conferencia pronunciada en Ia Universidad de Bruselas en marzo de 1949, la teoria siguiente: No es la contrarreforma en el sentido de Weisbach, sino Espafa como tal, la responsable de la difusién del Barroco histérico en Europa; como lo es también de esa misma contrarreforma, tanto la jesutica como la de Trento, Existia ea Espafia un gusto barroco permanente y temo, que daba preferencia a Jo raro, 2 lo complicado y a lo diving sobre lo terreste, bello y mundano. Este gusto resistié 1a influencia clisica greco-romana del renacimiento italiano, modificéndola “2 Ia espaiiola”, y propags este gusto renacentista modificado a la propia Italia. Fue alli, entonces, en Napoles y en Roma particulamente, donde se originé el Barroco histético. Se extendi6 ste por Francia, Alemania ¢ Inglaterra, y regres6 a la misma Espatia, donde sobrepujé ‘sus peculiares tendencias en fendmenos tah exorbitantes como el “conceptismo” y el “churtiguerismo”. Antes de que esto ocurriera, sin embargo, ya habia Espada moderado este estilo en artistas como Cervantes y Velézquez. En Francia, esa moderaciéa se hizo por prin ipio. Si Espafia no leg6 a hacer Jo mismo en toda la linea, de nuevo hhay que atribuitlo a su tradicional gusto arabigo y oriental. En otras palabras: tanto el origen como la exageracién del Berroco en Espaiia © Guillermo Diaz-PIsja, Et espiritu del Barroco, Tres interpretaciones, Barcelona: Apolo, 1940, pigs. 17, 27, 3% 37, 60, 68, 69, 103, Tio. Examen cvitico de las teorias 29 estin en razén directa de ese espftitu mozirabe que, en tiempos pa sados, cre6 el arte “mudéjac” y la literatura “aljamiada” *. Exta teorfa del “cierno barroco” espatiol, concebido como heren- cia drabe que, en un momento de la historia, derrot6 al puro Rena- cimiento italiano y produjo el Barraco hist6rico, se convirtié también fen un nuevo punto de vista para Wemer Weisbach y Ie indujo, en 3941, 8 modificar su primitiva teoria de 1a Contratreforma, tal como Jo expuso en sus conferencias de Londres acerca del arte barroco ‘spatial *, Si la eterna contradiccién entre la razén occidental y Ia oriental sabiduria nunca ha sido resuelta en Espafia por un crudo recionalis- smo ni por un fideismo sin alma, la etiqueta que Castro quiere poner 4 Cervantes resulta ser una de las ms atinadas f6rmulas del Bazzoco: “Contraste entre le audacia y la untuosidad piadosa”™, Solo que no hay contraste, sino complemento. Y es, en verdad, signifi- cativo que los padtes jesuitas Rafael Maria de Hornedo y G. Villoslada acepten el anélisis del Barroco que Bawillon y Castro nos ofrecen, sin més que darle un valor positivo. Ast, para el P. G. Villoslada, fen 1940, ef Barroco es el medio espatiol de desprenderse de! “huma- sismo erasmista”, micntras que el P. R. M. de Homedo dive que los ejercicios espirituales son el elemento vital del Berroco, y que, “para los jesuitas, el Barroco es puro valor formal y literatio”. Ese proceso ‘que va desvalorizando el Renacimiento por el Barroco es el medio {que emples Espafia para volver a dar un simbolo y un significado trascendente a un mundo al que el Renacimiento no habia dejado en herencia sino apariencias sin sentido, En el proceso no va implicito 8 Helmut Hatefeld, “El predominio del espltiu espatol en la Steratara ‘eropes del siglo $v", en Revise de Flologa Hispanica, TH (2941), 923. ‘Ahora tabemos mucho mis de esos problemas gracias a Amttico Casto: Le [Reslded histviea de Espaia, Mexico: Portis, 1954, Véase el Ultimo eapttlo el presente ibe. emer Weisbach, Spanish Baroque Art. Three lectures delivered at the University of London, Cambridge Univ. Prete, 194%, plist. 47. 5 "Amico Castro, “Los Prélogos al Quijote’, en Revive de Filologla Hispénice, I (2942), pls. 337- “SD. G. Villoiada, “Eisznnismo y Coatrarreforma®, en Rezén y Fe, 221 (940), ps. 23. 30, Estudios sobre el Barroco cen modo alguno ni aquello de “letras contra Jas armas” ni la “nos- talgia de una edad heroica” ". También Joaquin de Entrambasaguas, que no esti muy a bien con el erasmismo, opone el Barroco como “humanismo cerebral” al “aumanismo efectivo” renacentista © “epicureismo espititual” con aspectos que representan “rasgos inguietadoramente seguros... para 1 nmundo catélico” #, Todos los investigadores espafioles: Castro, Disz-Plaja, Hornedo, Villoslada, que, aun apoyéndose en razones muy distintas, relacionan ‘1 problema del Barroco con ef problema del fin del humanismo, tienen un buen campedn en Giuseppe Toffanin, que ensedé en una tierra de antiguo bispanizada: en Napoles. Para él, sin embargo, los que rompen la unidad greco-romano-cat6lica de la Edad Media y del Renacimiento a0 son los jesuitas, sino los sabios naturalistas, como Bacon y Giordano Bruno, Vesalio y Galileo, que se oponen a todo fo que no sex experimental, y los constractores de Ja incompatibilidad fundamental entre Ia tredicién clisica y el ctistianismo, como Savo- parola y Pascal. Pero aun con este traspaso de responsabilidades « una nueva clase de pensadores, para Jos que el humanismo no tiene pri- mordial importancia, la formula barroca de Toffanin no se diferen- clarfa de la hispdnica: “El exaltado espiritualismo humanistico mue- re: la fe se da cuenta de que no lo necesita” ®. Toffanin oftece, por tanto, una nueva distincién puramente Iiteraria entre el Renacimien- to y el barzoco: clésico, para el Renacimiento; clasicista para. el Barroco. Con este esquema italiano, Toffanin desbaratarfa todo lo que hhay entre el Tesso y Racine, al intentar la interpretaci6n y el reajuste de la Postica Aristovélica al espititu de la contrarreforma. Cuando explica cémo pudo verificarse dicho ajuste, la teorfa de Toffanin aparece extraordinariamente afin a la de Weisbach: las realizaciones renacentistas del humanismo estaban completamente gas- 57 P, Rafnel Maria de Hormedo, “Hacia una desvaloracién del barroco?”, ‘en Razin y Pe, 125 (1942), 4760, 361-74, 545-58, ¥ 126 (1942), 37-525 $4, 8, 59, 373 8 “Jooquia de Enurambssazuss, Et paisa inexistenze, Castellén de a Pla- 2a, 1933 = “Giuseppe Totfanin, Storia dsl? Tmanesimo, Bologna: Zanichelli, 1943, lgina 248. Examen critico de las teorias 3r tadas y la interpretacién catéliea de la Poética de Aristételes les in- fundié nueva vida. La catarsis aristotélica, tomada como instrumento ppare luchar con Jas pasiones, era una ayuda muy oportuna, que per~ rmitié a la contrarreforma utilizar Ia poesia y Ja teoria poética para Ia propaganda moral ®. Por tiltimo, el historiador de arte Enrique Lefuente Ferrari ia- terviene en la potémica de los historiadores de ideas y consigue real- mente una cierta mise au point, como dicen los franceses, del Berroco espafiol y de las teorfas del Barroco, sefialando algunas puntos altamen- te convincentes, en general, tanto respecto al esquema total como a Ia tuadiciéa renacentista, las implicaciones espitituales del ignacismo, Ja poética aristotéica superpuesta a todo platonismo literaro, el concep- to de un destino sobrenatural opvesto a Ia nobleza clisica y la exe presién moderada de los grandes maestros. Examinemos con mis detalle los puntos de vista de Lafuente Ferrari, ya que ademis coin iden, al menos en parte, con los de Oswaldo Spengler, el famoso autor de La decadencia de Occidente, Empieza Lafuente Ferrari por Tamentar que, con el pensamiento fijo en las normas del clasicismo {greco-romazo, ni los historiadores de arte como Ponz, Llaguno y Ceén, ni el gran Menénder y Pelayo fueron capaces de comprender dl sentido del barroco. Sedil, en segundo lugar, como un punto importante de la metodologia, que no es licito definr el estilo de una ‘ép0ca tomando como base un procedimiento selectivo y separando las artes unas de otras: “la inconsecuencia de admirar a Graciin y a Calderén, tolerar 1a pintura imitativa... y condenar la arquitectura de Cano o de Churriguera”. Por fin, y ésta es una opinién completa- mente nueva, Lafuente Ferrari no cree en absoluto que el Renaci- micnto italiano sea Ia forma de expresién normal del arte occidental. EI Renacimiento vino més bien a interrumpir de un modo artificial fl arte Gético, que era su verdadera expresién, y lo que hace el Ba- ® Giuseppe Toffenin, II Testo ¢ Petd che fu cua, Napoli: Libseriaeciea- tien, d. (19457), pla. 63, ot B. Lafuente Ferrari, “Le interprecacién dol Barrooo 3 aus valores es- pafioles”, en Bolctin del Sominario do Estudios de Aree y Arqueolosia, VIL (1942), pigs. 13-66; reimpreso como Ensayo preliminar de Werner Weisbach El Barroco, arte de ls contrarreforma, Madsid: Calpe, 1942, p&gs. 16-31, 33: 36, 46. Estudios sobre el Barroco r10co ¢3 un intento de volver a unir io que el Renacimiento habla roto, sin renunciar sin embargo a las adquisiciones de éste. EI Bartoco... no fue un echarse a perder del atte clisic, sino Ia espontines reaceiéa del arte occidental, que cata de reanudar la ‘continuidad de su propio devenir. Hagamos notar cémo el punto fundamental que aquf se expone es el de un estilo barroco que se asimila las adquisiciones del Renaci- ‘miento conservando un sustrato gético. é ‘En cuarto lugar, tratando de la importancia sucesiva que fueron logrando las distintas naciones, di te gran arte borroco y su ionografia emanen de Rom. opin i imc efch.s nde + Asn 4b et Iicosalemanes.. La partcipecién aristce de Francis en el Barsooo cs muy importinte a partir de Luis XIV. En quinto lugar, rectfica acertadamente 1 “slogan” de! Barroco como arte de la contrarzeforma, sustituyéndolo por el Barroco como Ia evidencia de lo sobrenatural”. —* 7 En sexto higar, desarrola esta férmula estebleciendo un atinado paralelo entre lo “occidental-cristiano” y lo “clésico-pagano” en sus formas artsticas y su psicologia, paralelo que no podria establecesse de modo mis convincente: Esta nueva seasibilided deja de lado ol erifciel mundo plaénico de Jos hamanisas para plantesrie de auevo Jos eternos y angus tiosos problemas del hombre, 3, em primer lugar, los de su salva cién, su responsabilidad y su miseria... por su dramética intuicién de To concreto humane. En séprimo lugar, califica al espftitu del Barroco de “emociones yy vivencias religiosas” que no tienen por qué materializarse necesa~ riamente en temas religiosos, sino que pueden hacerlo en cualqui motivo de los que palpitan en lo eterno del horabre. Tal es la dig. nidad que Lafuente Ferrari opone a la “dignidad” que Castro atribu- ye al hombre del Renacimiento: Examen critica de las teorias Con temas devotes Inios...el ets toliciemo de la comtrarreforma, bt servido.. para expretar.. el an- sia de cternidad y de salvacia, esa idea de Ia dignidad del hom- ‘bre... ante Jo absolur... ef ansia de inmortalidad, En octavo Tugar, destaca la circunstancia de que, en contra de las esperanzas de todos aquellos que s6lo se fijan en lo externo y van a la caza de “gongorismo” y “churriguerismo”, esta tensién altisima del alma “se expresa siempre en los grandes maestros con una emociéa contenida y una sobriedad concentrada”, Su novena y ultima afirmacién es que el inspirador de todo el Barzoco de Ja contrarreforma es Sen Ignacio de Loyola EI arte y Ia devocién de la Contrarreforma reciben del fundedor de Is Compedia tun impulso perfectamente clato, seguido por st época... con fldelidad y consteuencia admitables, Si tenemos en cuenta esta equilibrada exposicién de Lafuente Fe- rari, resulta posible y ficl, a partir de elie, extender el concepto del Barroco a las literaturas de todos los paises latinos, incluyendo Por- tugal. La existencia de un barroco portugués quedé demostrada desde 1950, en el valioso estudio de Aftinio Coutinho %, seguido por otro de Cindido Jaca ®, que puede reivindicar para Os Lusiadas la gloria de ser Ja primera obra épica, en idioma rominico, verdaderamente Darroca. Este barroco temprano de Portugal que se podria lamar manuelino, como en Ja historia del arte, se revelaré a los investiga- dores posteriores més bien como un tipo del manierimo renacen- tista, cegin se verd mis tarde, Es interesante recordar que en 1949 el caltico Luis Monguié nots que Menéndez Pelayo usa ya en 1886 vuna sola vez el tétmino “Barroquismo lierario” para ia Iiteratura portuguesa del siglo xv1 4. Con fa “sobriedad concentrada” de Lafuente Ferrari como marca el Barroco, los franceses fueron invitados pricticamente a recon- @ Afrinio Coutinho, Aspectos de Hteratura berroca, Rio de Janci, 3950, ‘© Cindido Juce, “A Projegio de Camées na literntura barsoce”, en Rev vista fillégies, . 2,°Ul (2955), 24-52. ‘Luis Monguis, “Contribuciéa a le cronotogéa de Barroco y burrogus= "en PMLA, 64 (1949), pas. 1230. gece ae Ee ee eee EEE et sobre ot areas siderar su arte clisico de la época de Luis XIV y admititlo como su periodo barz0co, empresa gue ya venia preparada por Spitzer, Auerbach Valdemar Vedel“, Gerhard Roblfs * y el que esto es- cribe. A pesar de no haber aceptado los franceses en general ests teorias, escucharon, sin embargo, al inglés Allan Bosse, descubsidor de las obras de Jean de Sponde, y los criticos, en Francia, no vacila- ron en calificar de “barroco”, de acuerdo con dicho profesor, a ese trasnochado y melancélico imitador de Maurice Scéve, pretendiendo dar a entender con esa denominaciéa una especie de estilo interme- dio entre Du Bartas y Malherbe. Boase Uamaba también “barrocos” fa los poetas metatisicos ingleses Donne y Crashaw, como represen- tantes de un fenémeno paralelo al de Sponde y su generacién®, Se- mejante error terminolégico ha hecho confundir en Francia, desde 1930, el barroco verdadero con un manierismo posrenacentista de po- ‘quisima importancia para esa literatura. Lo que desde entonces bus- ‘can los criticos franceses para establecer un barroco en Francia som formas exageradas y ampulosas incluso al margen de su literatura saniecista. Este error no se ba reparado étin hoy en dia. Los escrito res franceses llegaron a pensar que el Barroco consistia en, “Yex- cis dans la décoration verbale”, “le surnaturel paien”, “le Chrétien rmagique”, “les passions violentes”, “les caractéres extravagants”. Es Raymond Lebigue, comparando a algunos dramaturgos franceses de principios del siglo xvir con Shakespeare, quien hace esas afirma- © Leo Spitzer, “Die Klasssche Dimpfung in Racines Stil", en Roma ische Stile Literaturstudion, 1, Marburg, 1931, 135-268, asi como “The Récit de Théraméne”, en Linguistics and Literary History, Princeton Univ. Press, 1948) 87-134. “@ Brick Auerbach, “Racine und die Leidenschaften”, en Germanisch~ Romanische Monatsschrift, XIV (1926), 371-380, y Mimesis, Bera: Francke, 1946, 329-48. ‘St “Valdemar Vedel, “Den Barokstil om kxing aar ré00", en Edda, I (19), 17-40. ‘Gerhard Rohlf, “Racines Mithridate als Beispiel hiischer Berock- ichtung”, on Avehio fier das Stadium der neveren Sprachen, x66 (1936) 200- “© Allsn M, Bouse, “Then Malherbe came”, en The Criterion (Jan. 1930- 458), 287-306; “Jean de Sponde, un poéts incoonu”, en Mesures (Oct. 1939), Tay-ist, y *Podtes anglais et francais de Pépoque’ baroque", en Reoue des sciences Iuomaines, IL (1948), 155-184. Examen cvitico de las teorias 35 cones. Hs él quien presenta como barrocas tragi-comedias manierista, ‘en 1942 aéio en que Francia se decide, a regafadientes, a aceptar al ‘menos 1a denominacién de un Barroco francés, dindole mucha mis amplitud que la que Boase le concedia, Dice Lebégue: Bs precivo resecionsr contra Ja falta de curiosidad de los fran- ceses hacia el espiita barroco. Es una falta lamentable, poraue ig- noran los studios hechos en el extranjoro sceren de Io literatura ‘barroca... Barroco es lo iracional... el gusto... del misterio y de lo sobrenatural y, en fin, el impulso emorivo 7 pasionel... Lo que Boileau decia de 1a “comedia” espafiola... produce también entre osotrot. ..Hay misterio en el alma del hombre. Los moralistas del siglo xvit, que analizan minuciosamente el corszéa humano, 2 de- tienen ante el inexplicable “no sé qué”... En Francis, el arte basroco ‘no hha sido tan exuberante como en ot#0s paises catélios... Pero el espisita barrooo dejé su impronta en tina buena cantidad de dra- ‘mas franceies} poetas de talento y aun verdaderos genios..escti= ‘bieron obras que pertenecen innegablemente al teatro barroco. ES én uma verdad que es necetario recordar a lot bistoradores fran- ceses do nuestes literature... No hubo foso slguno entre el Barroco 3 el Clasicismo ..-Bajo el imperio.. del Clasicismo, el gusto por ciereas caraterstcss del Barroco persiste stn, Lebigue, que no hacia le menor objecién a un Corelle berroco, no admitia un Racine que lo fuera. Su actitud supondria Ia conside- racién del Clasicismo como un estilo nuevo entre el Barroco y el Ro- coe6, lo que es inconcebible. Lebégue no acierta a ver al Clasicis- mo 0, mejor a Jos “clasicismos” como algo que se da en todas las 7 Raymond Lebigue, “Le Thétire baroque en France”, en Bibiothique atone et de. Renaivsance, (1942), Pigs. 161-184, 162-63, neta 2, és. 163, not pig. 1692 “Dor lo que feepecta & mucetos exetlors, ver tcl lbro de Valdemar Vedel sobre Carnsle'y Molitre (Traducein francesa > 2935) eh eaptalo thalado “Lo Barro y 4 Ctisico” el taba de coojanto eH Hatteld, ‘Die tranadssche Kinsik in neuer Sic (Rlasuk als Duroc", Dubllndo en 1935 en la seve holandesa Tiidscre soor Teel on Leterem, igs, 212-282.— Acerca del “No sé gué’, HL. Jacolbet nos remite « Gon” banld, a Paved, a Gracia y af P. Boutour, (Reve Histor Literare, pe Hy ey rans he HN ogi en Eth Hs, schrf Hr franatosche Sprache und. Litrane, LAWEL (1956), 47-8 Eich Kohn, Romonitiches Johrueh, VI C9530) 2058 96 See Eee reece eee Bere Gpocas, como una serie de reglas artificiales, ajenas al fivir de los estilos, existiendo, por consiguiente, un clasicismo renacentista, otro barroco, otro ilustrado y otro roméntico, El primero es de cufio ita fiano, el segundo francés, el tercero inglés y el cuarto alemén. Le~ ‘begue ha dejado petrificado su punto de vista al aceptar un periodo ‘barroco para los poetas lirioos que van de Ronsard hasta Malherbe”. ‘Marcel Raymond, por otzo lado, intenta desgraciadamente, en 1944, extraez del Renacimicnto extravegante o manierismo de Ronsard ‘su fSrmula del Bazroco: “Una conciencia que, alimentindose de los Geiegos y Latinos, se inserta en una inconsciencia medieval”, mien- tras que, de decir algo, serfa mucho més correcto oponer a esta férmula verdaderamente “famboyante” la de que un nuevo medievalismo se ha insertado en ciertas formas imitatvas de la antigiedad. Marcel Ray- ‘mond, sin embargo, no ha variado de postura en su Baroque et Re- naissance postique (Paris, Corti, x955) ni siquiera en su “Le Baroque littéraire francais” (Studi Francesi, n’ 13 [x96r], 23-39)- Hay que ‘comprender, por lo menos, que las opiniones congeladas no pueden ‘mantenerse cuando la sincera discusién acerca del Barroco est toda via en curso, En realidad, no es el Renacimiento frencés, sino su mis ‘puro Clasicismo, Jo que constituye un aspecto tipico de] Barzoco. Tras las sugestiones, extraordinariamente umidas, hechas en este sentido por Pierre Kohler” y Gonzague de Reynold, ambos profesores en Suiza, Thierry Maulnier™® y Mme. Dominique Aury, en su antologia 7H Raymond Lebégue, “La Poésle baroque en France”, en Cahiers de PAssociation Internationale des tudes Froncaises, 0. + Guillet 191), 23-34 § La Pobsie jrangaise de 1360-1530, Paris: Ed, Enseignement Supérieur, 1951, ‘Marcel Reymond, *Clasique et baroque dans Ia poésic de Ronssrd” en Concinnitas, Festschrift fir Hl, Walflin, Basel, 1944, pes. 137-173. Pierre Koller, “Le Classicame frangais et le probléme du baroque”, en Lettres de Prance (Lausanne, 1942), 49-138. Kobler se muestra algo més Gecidide en 19st: “Le Baroque et les lettres franquises", en Cahiers de PAs- edition Tntsrnationale des Etudes Frangaises, n.'t (1951), pig. 22, “EL re- fisjo del Barrovo, del que no se libra ni le tragedia clisica, aos indica In di- ficultad de encontrar 10 clisico puro bsjo Luis XIV". k Goszague de Reynold, Le XVU¢ siéele: Le Classique et le baroque, Monteéal 1944. °S Thienry Maulnier, Introduccién a Mme. D. Aury, Podtes Préciews et baroques du XVIC stele, Angers: Petit, r94r, y Poésie du XVIIe siddle, Paris! La Table Ronde, 1945. Examen oritico de las teorias 31 Les podtes précieus et Baroques du XVII* sigcle, estin a punto de cruzar Ja frontera entre “preclasicismo preciosista 0 barroco” y “cla sicismo puro”. Tanto es asi, que Maurice Blanchot, al hacer un re- ‘paso de esos intentos, pudo sacar Ja siguiente conclusién; Hl Clasi- cismo francés es barroco por Ja precisién con que expresa los més complicados misterios de la vide del modo més sencillo; un resul- tado, sin embargo, que no se obtiene sin una enconada lucha con in- umerables dificultades. Y comenta: ‘Thiesry Meulnier indica que, si se quiere dar a te palabra pre~ closismo un significado preciso, extalogando los asuntos, las imi genes, Ing recetas de escuela, st ve uno impelido a clasificar entre Jos preciosistas a todos los poetas del siglo xvi... En tdrminos generales, se puede decir que los preciosists ven ‘en la poesia un medio pore penetrar los misterios del hombre y del ‘mundos una aventura espiritusl que lleva el alms hasta evas cegio- res extzemat que no podria alcanzar sin el arte. ..Et un poder ‘conquistado sobre las fusrase escuras de las cosas... Son prociosistas ‘porque son clésicos 7. ‘Luego, Maurice Blanchot nos da una nueva y excelente férmula del Barroco: “EL arte berroco se expresa como un equilibrio entre 1 exceto y Ia medida dentro de lo extrafio”. Por el contratio, el ‘dudoso privilegio de Odette de Mourgues ® consistié en confundir avin mis, en vez de aclarar, el concepto del Barroco, casi aceptado ya, al ‘menos por lo que hace a la primera mitad del xv1t, hasta destruitio cde modo imperdonable. Identifca al Barroco sencillamente con lo bur- lesco y lo separa de los refinedos “précieus” asi como de aquellas me- lancéiicas y sofisticadas tendencias que a ella le parecen constituir lo metafisico'y que culminan en el poeta pre-renacentista de Ja escuela de Lyon, Maurice Scive®. % Dominique Aury, Les Podtes priciewe et baroques du XVIIC sidcle, Angers, 1941, 11 Maurice Blanchot, Fox Pos, Paris: Gallimard, 1943, ch 5: Les Pol tee baroques du XVI siete, pigs. 151-56. Odette de Mourgues, Mesaphysical, Baroque and Précieux Poetry, Ox- ford: Clarendon Press, 1953. =P Mme. de Mourgues, gue, aunque muy deseosa de constrair puentes nite Francia e Inglaterra, jgnora completamente las infuenctas italianas y es- 8. Estudios sobre el Barroco ‘Menos confusién se advierte en las mentes de ciertos historiado- es de arte franceses tales como W. Weidlé, que ya en 1949 decla- aba francamente: “El arte del siglo xvi francés, pese a la ideologia clasicista, se basa entesamente, como el de todos los paises europeos de esa época, en el Barroco italiano” ®. Edmond Préclin y Victor L. Tapié, historiadores franceses que ‘entienden por Barroco “las Monarquiss ceatralizadas”, consideran el pesiodo anterior a 1660 como “barroco italianizante e hispanizante”, ¥ el perfodo posterior a 1690, muy correctamente, como una época ¥en que las influencias cristianas y barrocas se boszan”. Mas, para sa tisfacer Ia anticuada creencia en el Clasicimmo francés, fabrican una pequefia fase intermedia, o mejor, interrumpen arbitrariamente el pe~ Hodo barroco, que, segiin sus propias palabras, se extiende hasta 1690, fen el preciso momento en que aquellos elementes italianos y espatio- Jes se han desvanccido en un barroco puramente francés, durante un lepso de tiempo que va de 1660 2 1690 y que ¢s “una época breve de equilibrio”, sin acertar a ver, como 10 vio Maurice Blanchot, que ese equilibrio se mantiene entre fuerzas extremas y extraias, es decir ‘que constituye un auténtico Barroco. TEI mejor libro sobre el barroco francés, el de Jean Rousset, que aborda el problema en 1953, resulta ambiguo porque, si es verdad ‘que amplia los limites de época mis allé de 1650, restringe el término ‘barroco a las estructuras no permanentes en Arguitectura y a los g&- rneros secundarios de la Literatura, en los que predominan Ia inesta~ bilidad y le ostentacién como formas opuestas a las del equilibrado ¥ grave Clasicsmo, que sélo absorberia clementos barrocos; volviendo fasi a considerar al Clasicismo como un estilo nuevo, Rousset no elimina a desazén del historiégrafo que ve al Barroco y al Rococé en su autén~ tica evolucién interrampida injustificadamente por un Clasicismo que jadolas, fue tambien refutaca en la resefia critica de R, Lebégue en Reowe PHistoire Liséraie, LXIL (1950), 576-78, y B, . Dubois en XVIIé sidcle, 1B 33 (1950), 707-8, 8 Pe Wrddlé, “Le Classique et fe baroque dans Tart francais", en Re- ‘owe d'Bsthézique, TT (1949), pas. 346. bt Fidmond Préclin et Victor L. Tapif, Le XVIU¢ siéele. Monarchies con- sralites, Paris: Presses Universinites, 1943, pass. sc0-sot. Jean Rousset, La Hatdranre de Page baroque en France, Circé tle Peon, Paris: Corti, 1953- Examen critico de las teorias 39 resulta en extremo perturbador si se habla com referencia a Europa y no a Francia exclusivamente, Este fue e! motivo de que el erudito italiano Franco Simone se preocupara seriamente de verificar una fun~ damental y necesaria revision de la historia de Ja literatura francesa del xvii, en la que el Barroco llegara al fin a constituir una época que abarca pricticamemte todo el reinado del Clasicismo®. Falto, sin embargo, del apoyo de sus colegas franceses, tambiéa Franco Simone, fen su revista Studi Francesi (J, 1957) tuvo que atenerse a un com- promiso, calificando de barroca tan sblo a la primera mitad del si- {lo xvi, principalmente en los “periodos” sefalados en su Bibliogra- fia. Eso ha cambiado posteriormente, Pero el problema de por qué la segunda mitad, precisamente, del sigio xvir puede ser considerada barroca no se puede silenciar desde tun punto de vista técnico. La comparacién del arte de Poussin con el de Racine condujo a Wylie Sypher, ea 1952, 2 la afimacién de que, aun basindose en razones estructurales, el arte y Ia literatura que se llaman clisicos, son, evidentemente, en su sentido més pro- fundo, barrocos. “En Racine, cada accién va inserta en un juego de fuerzas definitivamente barroco al que un pintor lamaria doble “con- traposto” 4. Del mismo modo, Pascal, con su estilo de “desunién uni- da”, fue estudiado y declarado berroco por Sor M. Julie Maggioni*, y el Tartuffe de Moliére, destrozado por la lucha entre su voluntad Yy sus impulsos, parecia auténticamente barroco a G. W. Moore, 1 Franco Simone, “Attuaith della disputa sulla poesic francese delet bazocea”, em Messana, TL (1953), 5-18; “La storia letteraria francese ¢ Is for~ fnasione e diseoluzione dello schema storiografico clasico”, en Rivista di Let- leveture Moderne, IV (3953-8), B. 2 4-22 3 m. 3, 4-125 “I Contribus europe! identiicazione del barooco femncese", en Comparative Literature, VI (1954). ter 7 *Ber la definizione di un Barocco francese”, en Rivisea di Leterature smodeme, Vn. 27 (8954), 165-292. slic Sypher, “The Late Barogue Image. Poussin and Racine”, en Magazine of Av 43 (2952), 214, y en sus Four Stages of Renaissance Style Transformations in Art and Literature, 2400-1700, Garden City, N. Y.: Dou- bleday, 1955. ‘Sister M, Tulle Magaionl, The Pensées of Pascal. A Study in Baroque Style, Diss. Catholic Univ., Washington, D. Cx, 1950. Ne G. W. Moore, “Tartuffe and che Comic Principle in Moliére”, en Mfo- dem Language Review, XLIL (1948), 45-53. 40 Bstudios sobre el Barroco mientras que Bossuet era para Mary Gotaas un barroco tipico. No Puede, por consiguicate, sorprendernos demasiado que, después de Franco Simone, bubiera por Jo menos otro historiador ialiano de la literatura francesa, Mario Bonfantini, que, en 1955, Uegera a ia con- clusién de que los Uamados clisicos franceses por excelencia, los que florecen entre 1660 y 1650, a los que los franceses defienden como sus inconmovibles “clasicistas”, teniendo en cuenta su tiqueza, su ten sién trégica, pero armonizada, y su sublimidad, y que no siguen més reglas que las no pedantescas, no son otra cosa sino “los clisicos del barroco francés" #, ‘Me pacecia urgente dejar claro al fin, en 1961, que no hay que confundis el preclasicismo manierista con el barroco y que ya no es posible negar al clasicismo francés su cardcter barroco. Con este criterio elegi los titwlos més importantes para una bibliografia del barroco Titerario francés que me pidieron™. Un especialista como Richard A. Sayce, ba abrazado mi punto de vista, De otra parte, los his- toriadores de Ja literatura francesa tratan de mantener todavia un concepto de barroco en contraste con el “clasicismo”. Esto se observa en el libro consagrado a Racine por Philip Butler (libro bien in- formado, pero que confunde hechos establecidos por una reinterpre~ tacién de términos). Més importante para el problema del barroco francés me parece el librito de Amelia Bruzzi¥. Lo que ve la seio- rita Bruzzi muy bien es que el llamado clasicismo francés no repre- senta més que un sector minimo del barroco del seiscientos francés y gue el sentimiento de la muerte 0 de Ia naturaleza (comprobados en ‘Théophile de View y Saint Amant), el uso de ciertas metéforas (en # Mary Gotuas, Bossuet and Vieira. A Study in National, Epockal and Individual Style, Diss. Catholic Univ, Washington, D. Cy 1953. "Mario Bonfantini, La Letreratura francese del XVIT secolo. Nuout prom DBlemi e orientomentt, Napoli: Edizioni sclentifche, 1953, pée, 83. 1 David C. Cabeea and Jules Brody, A Critical Bibliography of Frenchy Literature, 3 (The Seventeenth Century, ed. N, Edelman), Syracuse, 196%, B84 ® R.A. Sayce, “The Use of the Term Baroque in French Literary His- tory", en Comparative Literature, 10 (1958), 246-253. ‘Philip Butler, Classicisme et baroque dans Focwore de Racine, Paris: Nizet, 1959, Amelia Bruzzi, Studi sul barocco francese, Bologna: Patrdn, 1962. - Examen critico de las teorlas rs Srienne Durand), o las ideas cinicas y su lenguaje (en La Rochefou- auld) nada tienen de clisicos. La autora, sin distinguir entre las ge- neraciones barrocas, cree en dos verticeles a través del siglo, Ia clésica Y —tnucho més imaportante— Ia barroca. Aunque tal panorama no sea exacto, subraya un aspecto importante y establece definitivamente el caricter barroco de La Rochefoucauld, Una visién més certera sobre cl barroco francés nes proporciona una discfpula de Allan Bosse, mejor informada que Odette de Mourgues, es decir, Joyce G. Simpson. En su libro sobre las vicisitudes de Torquato Tasso en Francia, llega a la conclusién de que Tasso mismo quiso hacer clisicos sus principios barrocos y que Racine, Moliére y Boileau obran exactamente igual bajo otras condiciones eulturales. Vale ta pena transeribir su férmaula: Le pétiode 1660-86 est universellement reconnue comme spogée ddu classcisme frangais. Pourtant, & y regarder de plus prés, elle. n'est gulte plus classique que la période précédente, ‘Tras haber discutido cémo Ja influencia espafiola fue sustituyeado a I italiana sigue diciendo: Comme tout classcisme, il représemte une victoire temporaize sagnée pat un groupe artistes exceptionnellement douts.. cur ua act plus facile, plus populsie... Lart classique... ne saursit durer ‘sans oe raidir, qui ne sauna plaice sinon & un public avert, raf fin€ (pig. 129). Después de esta concesién a Ja existencia de un Barroco francés, que ha de ser identificado con Io més zefinado del Unmado “Clasi- cismo”, volvamos a las teorfas mis recientes del Barroco referentes a Italia y Espasa, Merced a un nuevo anélisis que, ayudado por Wlffin, verifies Arminio Janner de algunas obres tpicas de Ja Iteratura italiana rena centista, como 1! Cortegiano, por lo quea la teoria se refere, y el Orlando Furioso, pot lo que hace a la prictica, este autor intent6 es- % ‘Joyce G. Simpson, Le Tasse et 1a Bitérature et Part baroques en France, Paris: Nizet, 1962. 2 Estudios sobre el Barvoco . tablecer ciertos principios de arte literario que abarcasen tanto la forma como Ia psicologia, Tales principios, descubiertos y estudiados para cl Renacimiento, podian indicar a la vez lo que pudiera ser el Barroco como estilo que se opone al primero: No seria dulzura (dol cesed), sino austeridad; no indulgencia (soavitd), sino responsabi- lidad; no sencillez (semplicita), sino complejidad, tanto formal como psicolégicas no un término medio (onesta mediocrta), sino decisién radical: santidad © pecedo; no algo que abarcera todo el mundo ‘material (wniversalita), sino el mundo espicitual: catolicidad En 1944, Leo Spitzer da una formula del Barsoco que merece n0- tarse: “El hecho espisitual aparece siempre encarnado, y la carne llama siempre a lo espicitual”, Més importante juzgamos hoy, sin em barge, su compromiso “mediterraneo” respecto al origen paradgjico del Barroco, que histéricamente procede de Italia, pero que existe ya “preconcebido” en Espatia. Spitzer explica: “EI catolicismo medite- srénco —espaiol o italiano— ha encontrado en la misma sensuali- ddad la expresign de Jo trescendente” , expresién de la virtud que se Visualiza, como dice Fleming, “en los estanques pobledos por deif- nes de porcelana y surtidores con ninfas de piedra que huyen de los sétivos de mirmol a través de la Huvia realista del agua” %, Mazio Praz ve Je eseacia del Barroco en Ia actitud simbélica, en el culto de Ja metéfora preparado por los humanistas, en Ja perspectiva ilusoria de Ja arquitectura, que considera como paralela 2 la metéfora, y a la tendencia epigramética debida a la revalorizaci6n de la antologia griega. Gracién —afirma— considera a Marcial como “el primogénito de la agudeza” y Tesauro considera 2 la locura como una especie de meté- fora, porque también el loco toma una cosa por otra. Ea resumen, ‘enumera multitud de elementos decisivamente barrocos, procedentes de la antigtiedad y del humanismo, que, si bien produjeron wna cierta % Arminio Jenner, “Il Castiglione ¢ PAiosto a sosteguo di Enrico Walt fin”, en Concinnitas. Festschrift flr Heinrich Woiffin, Basch, 1944. % Leo Spitzer, “El busr00o espaol”, en Boletin del Instcuto de Invest- gaciones Histéricas, XXVIN (1948), 17-30. ‘% William Flsming, “The Element of Motion ia Barogve Art and Music”, on The Fournal of Aesthetics, V (4946), 121-128. % Mario Prax, La poesia metafisica inglesa del Seicento, John Donne, Roma: Edizioni Italiane, 1945, pigs. 6-1. Examen critico de las teorias 48 complicacién en los espiritus, no tienen nada que ver con Ia contra- ‘eforma ni siquiera con la religién, pero son ciertamente mediterrineos. Por lo que hace al problema bazroco, el simple estudio literario de la forma ba perdido todo sentido si se separa de la historia de las ideas. Esto es lo que suministré en 1946 2 Gallegos Rocafull nuevas formulas para explicar le razén inmediata del Barroco: “El Papa frente al César; Dios frente al hombre; el realismo teol6gico frente al wopismo renacentista; Ia verdad divina frente a los fueros de la razén”*, Estas formulas son nuevas en cuanto a las palabras, pero no en Ia sustencia. Lo que nosotros queremos saber en realidad es ebm, caxindo y por qué el Renacimiento europeo legs a convertirse €a Barroco, tal como éste ha quedado definido. El gue en un cierto momento histécico se Uegara a una especial “‘combinacién de rigidez y frenest”, de acuerdo con la opinion de Stephea Gilman (1947), n0 fue un acontecimiento que se dicra de modo “ni automatico ni inevitable... ocurrié por medio de Ia mente y Ia decisién de Jos hombres... para que el cambio se-produjera era necesaria la introduccién de Jo eterno en la mente humana”, Gilman, fijéndose en Espafia de modo especial, hace responsables de dicho cara- bio a los ascéticos espafioles visualizedores, Fray Hernando de Zé rate y Malén de Chaide”. Desgraciadamente, éstos sparecen dema- siado tarde para explicar el Barroco como creacién. Lo mismo podria decirse sobre un barroco cristalizado s6lo a través de las obras de Cervantes, como lo quiere, por ejemplo, Joaquin Casalduero ™, tanto mas cuanto que los primeros afios entre 1520 y 1536 son los afios decisives de lo que Gabriel Aubaréde ha Uamado “La révolution des Saints” ™, Parece, en. verdad, que si el italiano Miguel Angel es el padre del Barroco formal, tal como Wolffiin dej6 establecido al prin cipio de nuestro estudio, no parece haber duda de que el espafiol % José M. Gallegos Rocafull, EE hombre » el mundo de los t26logos es ‘potoles de los siglos de oro, Mexico: Sty0, 1946. ‘Stephen Gilman, “An Introduction tO the Ideology of the Baroque ia Sptin”, en Symposiiim, 1 (1946), 82-107, patticalarmente 99-103. 400" Joaquin Casalduero, Sentido y forma de las Novelas Bjemplares, Buc- ros Aires: Institute de Fillogis, 1943, PAB. 207. : 1 “Gabriel Aubartde, La Revolution des Saints, 2520-1536, Paris: Gale limard, 1947. 4. Estudios sobre et Barroco San Ignacio sea'el padre del espfrieu det Barroco, del “Contra-Renaci- miento”, como Werner P, Friederich ha lnmado al Barroco . Llegados a este punto en las especulaciones sobre el Barroco, val-

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