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Amelia Valcarcel Feminismo en el mundo global CUARTA EDICION El feminismo en sus escenarios politicos i se toman las obras que intentan abordar el panorama actual de la filosofia politica, es probable que el feminismo haya encontrado ya su mencién y hasta su apartado en el re- cuento del autor. Sea todo ello dicho sin echar las campanas, al vuelo, sino en sus justos términos: que ello es novedoso, puesto que hace tan slo una década tal mencién no existia, Conviene slegrarse, aunque slo sea porque prueba mayor respeto a la objetividad, Siendo en efecto el feminismo una fueries de la Modernidad y probablemente ‘a que mas ha influido en los cambios so- 4s bien extrafio que nunca se trata- nn es cierto que se menciona, quiere decir que se entienda, ni mucho menos que se ea. Con el corazén en la mano y sin ensafiamiento: algunas capaces de citar cuatro nombres imprescindibles del femi- nismo, clisicos, por ejemplo, y, sin embargo, conocerin con Ja minuciosidad requerida asuntos bastante mas lejanos, par- 15 ciales o casi pintores: todo cierto que no deseo ofender a nadie' Sin embargo, no hablamos de algo en ciernes, ni siquie- ra reciente, Hablamos de una tradicién politica que tiene tres siglos a la espalda. Aunque esta todavia Ileno y prefiado de novedad, el feminismo no es nuevo. Apuntado su nacimien- to en la filosofia barroca, teniendo sus obras fundacionales en la [lustracion, siendo un movimiento politico de los mas actives del xix y habiendo cambiado algunas de sus conquistas la completa faz social del siglo xx, parece dificil no darle todas las conv: ines que Te son condignas por su dilatada historia y sus abundantes conquistas. Pero, al con- trario, se le ha ignorado, obliterado, silenciado, Hay dema- siada argumentacion, demasiada autoria, demasiados hitos como para no atribuir tanta ignorancia o tanto silencio a una cierta safia. En la ignorancia de quien tiene el deber de saber se es- conde siempre, qué duda cabe, una resistencia. No transmi- to lo que no importa o no deseo que importe. Pero la cosa no ha quedado ahi. El gran canon sabio nos ha venido transmi- tiendo la historia del vilipendio de las mujeres y no ha duda- do en calificar de ridiculas sus pretensiones y demandas cuando se han producido. Las ha minimizado o las ha desca- lificado, Dos cosas resultaron siempre chocantes y risibles para los cldsicos: «que los ratones se reunieran para contro- lar al gato y que las mujeres pudieran reunirse para poner historias generales de fa teorfa politica manejables en es- \S Muy completas, o siguen ignorando. Sélo algtin autor aislado, Kym intents tratarlo, pero se aprecia que no con: licka, Fis fesofta Pola contempordnea (1980), Barcelona, Ariel, 1995. En in, lentamente se eambian las posturas, como grificamente descri« savoir (Paris, Aubier, 1998, pigs. 184 y ss.) 0 del que no se puede desperdiciar una linea, pero que cito ahora posito de la duda sistematica sobre si incluir © no a Wollstonecraft freno a la autoridad masculina». Y por lo chocantes ¢ inve- rosimiles que les resultaban, hicieron de ambas tépicos mo- tivos de fibulas y comedias. Quizé ahora esto comicnza, por fin, a cambiar, pero du- rante largos tractos de la historia del saber y las ideas, si se intenta visualizar la historia del feminismo, ésta ha de ser rastreada preferentemente en la historia de la misoginia, en Jo que los grandes y autorizados escogieron para ensaftar- “se. Por lo tanto, durante siglos, el feminismo tiene que set estudiado y rastreado en su inversién, a modo de una ima- gen en un espejo céncavo, Las imagenes virtuales siempre son deformes, pero se corresponden con un objeto presen- te, Donde veamos aparecer una inusitada misoginia, esto €s, mayor que el habitual ruido de fondo que todavia nos acompafia, debemos buscar qué la provocaba. Y, normal- mente, encontraremos un detonante. Las historiadoras co- nocen bien ese estado de cosas y le aplican la metodologia condigna. Y en los dos iiltimos siglos, aquellos en que la vindica- cién acompaié a la argumentacién y ambas se asentaron so- bre las nuevas categorias politicas de la Modernidad, el asun- to no varib, Cada vez que el feminismo, autoconsciente y or- ganizado, logré hacer pasar a cuestion candente alguna de sus propuiestas (el acceso a la educacidn, el voto, la paridad en el poder), varios autores, y algunos de primera magnitud, dedicaron sus genios a definir en qué consistia ser mujer. Lo que quiero sefialar es que, en vez de argumentar o argitir di- rectamente contra los entinciados feministas y contra quie- nes los mantenian, de individuo a individuo, que es el caso corriente en las disputas que conocemos, la estrategia fue ig- norar tales detonantes y dirigirse al colectivo completo de Ins mujeres para redefinirlo, Frente a la vindicacién de exten- sin auténticamente universal de las ideas mangjadas por la filosofia politica emergente, la respuesta fue refundamentar el lugar tradicional y la exclusién de las mujeres del conjun- to politico basndose en credos cambiantes que aparentaran, 17 ivos solventes, ya fueran éstos los 3s, los Societarismos 0 Las fuerzas desatadas por la filosofia ica barroca y su nueva nocién de sujeto fueron extraordinarias, De ell gran parte seguimos viviendo. La filosoffa barroca nos dond la terminologia, las construcciones conceptuales y los en- marques mas generales con los que seguimos pensando y construyendo nuestro mundo. Por todo ello solemos decir que atin habitamos dentro de la Modemidad, ese mundo que los pensadores y cientificos barrocos inventaron, Sin embar- {g0, pese a su carga innovadora y la gran mayorfa de os pensadores politicos barrocos se ocuparon tempranamen- 8 al colectivo completo de las mujeres. De- nte claro que nada de cuanto iba dirigido a ellas. Creian y menos extrafio, que de- ay dar paso a mayor libertad, pero sin alterar un punto la jerarquia ancestral de los sexos: ésa era |: el resto de las transformaciones”, Esto es algo mas que un uso meramente metaforico de la matemitica; me temo que es real, que hay mundo, que se estaba desprendiendo del lenguaje religioso como itterlingua, edificaba sus nuevas categorias politicas s0- bre un racionalismo intencionadamente restringido.. LA CULTURA DE LA CONVERSACION EI Siglo de las Luces heredo la terminologia de la sofia politica barroca, pero hered6 también un monto de sa~ bidurfa femenina que no sabia bien cémo convalidar: el Pre- mo*. Los salones, y en ello casi todos los ilustrados estan de acuerdo, son deseables entre otras costs porque proponen un lugar en que varones y mujeres pueden hablar, sin por ello abandonar el picante de la distancia entre los sexos; pero pueden hablar de cualquier cosa, Bentham, que siempre es tan claro, llega a alabar los juegos de cartas y mesa porque acaban con la barbara costumbre de la separacién de los irla supone que se han de seguir bienes*. El discurso clerical del «el queda abolido por antiguo y poco elegante; se abre un espacio discursivo del «vosotras» al que puede responderse y que, naturalmente, algunas apro- vecharin. La llustracién heredé del Barroco gran parte de sus ideas as del limbo espectl politica efectiva después. Habia una especialmente recia, la icativo papel de algunas en todo el proceso. La 1a, 2008. Hay en el Preciosismo y lgunos de los. trados una vuelta del amor cortés que ir’ transformindos ‘mente en mera galanteria, pero con disfiaz.culto, Recuérdese, plo, La filosofia en el tocador, de Sade. ado, que intentaron de inmediato re- Pero dio igual que Voltaire aconsejara no ensefiar 108 o que Necker, repitiendo quiza sin sa- a llamara «esa idea salida directamente del matrimonio por inelina Ja nueva idea de recuperacién de la ciudadania presentada por los grandes autores politicos ilustrados, principalmen- te, Montesquieu y Rousseau. Todo este gran periodo que va acién de De la igualdad de los dos s Barre, en 1673, a la Vindicacién de Wollstone- aunque se tratard mas adelante, conviene sefialar ahora que hay cierta diferencia de cronologia enire los estudios europeos y los norteamericanos. Los segundos evitan, quiz por des- conocimiento o por centrarse tnicamente en su prop ria, toda la primera fase, que es, sin emb: 20 posible nombrar el caso, En palabras de Amorés, una percibe completa si no se esté en situacidn de alejarse, siquiera un poco, de ella, del mismo modo que una figura en un cuadro no puede contemplarlo. El cuadro de de las mujeres, aceptado primero con la legitimacién re- giosa, se vuelve visible y revocable mediante esta legatos y nologia, la t6pica e incluso la primera agenda del feminismo, No es una fase prescindible, entre otras cosas, porque dificil- mente puede ocurrr el feminismo alla donde el pensamien- to de corte ilustrado no tenga implantada su presencia, Por al ie una buena crono- Jogi en Europa tene- ‘mos especial interés y excelentes e importante primera etapa. Pero sabemos también que a la vindicacién de igualdad se respondid con la naturalizacion del sexo. Se afirmo que el hhecho de que las mujeres fueran el sexo dominado era d signio de la naturaleza, orden inalterable, condi tica, para cumplir la cual también era ti diera el acceso a la educacién y se les prohi eomportaron los primeros de jos fundadores de la politica ‘embargo, la idea de igualdad es pertinaz. Qui cultades. para igualitarismo ilustrado, Cuando se constituye el los Estados Unidos de el «pacto de sujecién» en el que hace c bre de esclavos y mujeres. El «pactum societatis», dado y pensado de una vez por los padres constituyentes, lockeano, crea las condiciones de equidad y justi denar Ia vida comin, esto es, en puridad, las leyes. Se eleva asi sobre pactos inexpl que quicre, sin embargo, respetar: los que unen al siervo con su sefior, 2 1a mujer con el marido, a los hijos menores con sus padres. Y puesto que el destino de toda mujer, en una socie- dad de religién reformada que por lo tanto abomina del mo- nacato, es 0 ha de ser el matrimonio, debe entenderse que una mujer es cosa en poder de su padre que ha de ser traspa- sada al marido en las mejores condiciones de honestidad, la- boriosidad, obediencia y uso procreador. No conviene, pues, que vaso tan precioso como frdgil quede a la intemperie de su propia voluntad. Declarar a una mujer libre es decir que ¢. Es decla~ Es hacer deja- Ta que el pacto bajo el cual se la coloca le da derecho. El sobrentendido es que, cada vez que los protectores de las mujeres que los varones son por derecho divino y ley na- tural consigan mayores cotas de libertad, la suerte general de las mujeres mejorari, como mejorar la suerte general de la familia, De esta plicida mirada solo quedan fuera aquellas ‘que, por azares o desdichas, se ven obligadas a suplantar a los varones en sus propias casas: las viudas. El cristianismo n piadosa y bonancible, aunque se trate de cris- tianismo de raiz veterotestamentaria como lo es el de los pa- dres fundadores. | ienen el deber de hacer sute, como é tal prictica no pare de crecer hasta el siglo xrx), y menos en un pais que tiene atin muchas tierras por colonizar. Si son ri- cas y honestas pueden permanecer en su estado, si bien'seria mejor que contrajeran nuevas nupcias. Y si son pobres y la- boriosas siempre podrin servir con diligencia a un nuevo 22 marido 0 a un empleador recto y probo. Si son demasiado ancianas para ambus cosas y no disponen de medios munidad se hard cargo de elas, supliendo asi al padre y ma- ° ina y ahorto convenientes, En el pactum subjectionis cada parte ha de cumplit con su parte. Respetar este pacto previo asegura también lo sagrado pre- sente en el pactum societatis, Por el primero, la fami te como sociedad primera, Por el segundo, la sociedad existe n de la familia, Uno y otro no deben mez- lie tolerarfa un poder abusivo yer —, porque asi es como encubrirse, tampoco nadie extrapolaria a la fami dad ideal que es preceptiva en el Estado, EL PRIMER LIBERALISMO Las filosofias politicas fundantes de la Modernidad, las de Hobbes y Locke, no tenian iconos iguales para algo que idea central de que ancestro del orga- nicismo, suponia que el pacto que era realizado por todos met do, superior a cualquier individuo y cualquier clero y, por ende, nico detentador de la violencia legit igualdad tenian un papel «de perfi su modelo, Sin embargo las primeras fi tan que la sociedad p pero entre iguales, que les garantiza la libertad, esa igualdad lentaron no alejarse del pri s, libres e iguales, aquellos que se que sean propietarios. No olvi- Jo puedan permitir, esio 23 demos que la libertad puede aparecer definida como «pro- piedad sobre uno mismo». Por ello y durante cierto tiempo, lo hago porque su auto de que el propio Locke era ac- rata, Zamore et Mirza, obra que ud de los negros. ba sobre el absolutista del Antiguo Régimen, y el modelo se- guia siendo prolifico y fuerte. En América se centraba en el abolicionismo y la libertad ciudadana, incluso contra el Estado. Sin embargo esto pare- ce haber sucedido sobre todo ‘gue connotando en la semdntica de progresista, caso en parte de Europa. En Europa, de heel tomé cuerpo en el asunto de la representacion. El prin de representacién fue el primer coto que poner al contrato social seriado, Rousseau pensaba que slo estados pequefios reunirse ne asi habia sucedido en las democracias ta cosa que no fuera esta democracia directa podia con facilidad tergiversarse. El principio de representacion era, pues, sospechoso, era la puerta que abria a la manipu- pura y simple. La democracia estaba r extensi6n territorial si queria ser verdadera. Tal purismo se rechaz6 tempranamente. La misma reunién de los Estados Generales de Francia se hizo sobre la base de un tipo de re- presentacion premoderna y acabé por representar otto dis- tinto, Discurridas las aguas revolucionarias, la aceptacién de capacidad de ciudadania para una parte significativa de los ciuudadanos de un pais era un hecho que las restauracio- nes monarquicas surgidas del Congreso de Viena no pudie- ron contener. El liberalismo se ocupé, pues, de cémo encajar esta capacidad de decidir sobre los asuntos declarados pal cos y el modo institucional de hacerlo. A tal tarea se corres- ponde el esfuerzo de Constant, por ejemplo. Debe precisarse en quign reside la soberanfa, qué cuerpos son electivos, qué relacién guaran con los cuerpos designados, qué poderes di- manan de unos y otros y quién los detenta legitimamente. No ® ‘La influencia de Montesquicu en esta forma de ver las cosas es eve dente, EI modelo esti en el pasado y se forja sobre los breves periodos republicanos de algunas ciudades griegas y de la propia Roma, 25 es una labor abstracta, politica en el sentido idedtico, sino un trabajo en la complejidad de | iciones que comienza a lad. Empleado en tales asuntos el traba- n del sexo parece esfu- J politica como conjunto es porque a cada individuo que se reconoce vardn, se le recono- ce también su propia esfera familiar de la que es sefor, esfera que el estado debe proteger como esfera de apoyo y autoridad. Elestado bien formado desconfia de las estirpes por su mucho pueden ser ciudadanas porque pertenecen a lo privado; no son ano doncellsy no lo son cud espsas, No armas, no pueden tampoco ser ciudadanas porque no podrian defender esa ciudadania donde a veces es necesario hacerlo, en el campo de batalla. La familia esti fuertemente normada por todas las codi- res no son individuos y tienen su capacidad restringi condena de las mujeres a minoridad perpetua que hi nunciado Poulain de la Barre en el siglo Xvit se convierte en una cuestién piblica que toda ley refrenda, que el saber vali- da, que la costumbre consagra, 26 NACE LA DESCONFIANZA luz por el socialismo utopic estremecidas que encontramos en sus textos es el incumpli- de las pricticas econémicas industriales —leeremos mas de tuna vez—, muchos de ellos estén siendo privados de su natural esfera de autoridad, Porque es justo que puedan mantener una familia y reciban de ella los servicios adecuados, Pero los nue- a que los obreros son so- metidos por Ia rapacidad del capital, impiden que bastantes va- rones puedn serlo a todo titulo, No son ciudadanos, sino pa Fias, sus mujeres no les sirven, condenadas a trabajar en la industria para completar salarios de miseria; sus hijas caen con frecuencia en el vicio por la misma causa; sus hijos no les res- petan. Nada tienen y se convierten individualmente en dese- chos y colectivamente en chusma. Este no era el pacto primiti- igualdad, la libertad es uno de los nombres del abuso EI primer socialismo busca aunar la compasién con la ira. El pacto de igualdad, el contrato social y politico rousseau- niano prometido, se ha quebrado con consecuencias moles- que Marx es un ejemplo sobresaliente”, las des fuertes del abismo social y la miseria moral han de buscarse en los grandes novelistas de la desdicha del xtx, en Victor Hugo, Dickens, Zola, Son los grandes maestros de la com- pasién; y aun el pronunciado naturalismo del tercero no os- curece esta intencidn de fondo. Denuncian que la indigencia moral se ceba en el proleta- riado: ellos se embrutecen con alcohol, politico prometia brilla por su ausencia y esto no parece im- portar a los que dominan la situacion. Pero ,qué impedira que las miasmas morales que lo mas bajo de Ia sociedad su- pura alcancen a los més altos? {Creen estar a Zola, Nana y sus amigas prostitut é que introducen en los mejores ¢ Desereen del orden que las mantiene ¢ inocu millas que pueden infectar a la familia burguesa' E infectar se dice en el sentido literal: de anomia moral y también de sifilis. La prost femenina aleanza en las grandes ciudades del pasado siglo proporciones aterradoras. La pueden llegar a ejercer casi un tercio de las mujeres cen- sadas. Ex obreras, muchachas que han dado «an mal paso», s venidas para servir, esposas de obreros sin tra- uchas estin enfermas de males que, para la pocresia burguesa, mejor no se nombran, los que produce el uso de Venus, las enfermedades venéreas. Pero es un he- cho que el siglo pudibundo coincide con el desenfreno ma or. «Las desdichadas», que asi prefiere nombrar a las pros- iitutas la prensa de 1a época, aparecen en la escena pablica en él las'se- 11 En Nana, Zola es explicito sobre la infecein moral en muchas cenas, pero destacaré dos: Ia primera, en el articulo atribuido al persona- je Fauchery, da, cuando la protagonista hace participes y consentidores de sus caprichos Lésbicos a su nedores habituales, Ambas en la edicidn espafiola de Edaf, 1973, pigs. 655 y 765, respectivamente. 28 cuando s¢ las asesina; pero forman parte del paisaje comple- to de las ciudades, Por eso no esta bien que sefioritas 0 sefio- ras respetables transiten las calles. Que lo hagan en coche 0 carroza las que puedan, La clase media, en casa, o sus muje- res vestidas con un recato nunca visto, «para que no las con- fundar»'?. La calle s6lo es para las mujeres de la calle. como una espada sobre la cabeza de ta mayor parte de las mujeres. Cuando se habla de que las mujeres «carecen de ciuda- dania» esta expresion nuestra, abstracta, suaviza el horror iano, Ese es el que apreciamos en Los miserables, en Crimen y castigo, 0 en la ya citada Nana, pero tenemos mas fuentes y atin poco trabajadas!". Obviamente los filésofos con los dros rasgos del conjunto social, pero lo hacen de un modo curioso y aun torcido. La pérdida de moral, de la que suponen que eilas son e! exponente emblematico, denota que «todo vale», que se ha abierto una carrera cuasi-biolégica en cha por la vida», darn en llamarla, La sociobiologia no es del siglo xx, sino que pertenece por derecho al x rain le los modales reaparece que todos llevamos deniro. Y entonces, sdlvese quien pueda, porque los hay fuertes y los hay débiles, No en primeras fi- pomografia del xix es muy ilustrativa y esti por estudier desde el punto ta ferinista. Algin trabajo hay, pero con otro enfogue; por ejem- ‘Terotémuno, Barcelona, Ediciones B, 2002. 29 ‘guras como Spencer, sino en la mentalidad corriente, la asun- cién del darwinismo se traduce casi siempre en naturalismo inmoral. Produce una versién especialmente torcida de Hob- bes, porque en el gran fildsofo barroco, las leyes forman la se- gunda naturaleza, y asi también sucede con Spencer, que afit- ma que Ia moral es adaptacién evolutiva. Pero no todo el mundo es tan partidario del matiz. Para varios, y no precisa- mente insignificantes, las desdichadas son viciosas. Brotan del inframundo de la pereza, la suciedad, el alcohol; nacen con esa predisposicién porque vienen de lineas de nacimien- to ya contaminadas, pervertidas. Pertenecen por naturaleza a las cloacas sociales", Y con facilidad el estigma puede agrandarse. Todas las mujeres son potencialmente viciosas, es una forma; otra, la afirmacion de que las leyes simplemen- te dan por bueno lo forzoso: asi aparece por ejemplo el t6pi- co de que el matrimonio es una prostitucién respetable. En el contexto de la lucha por la vida y lo que éste debe al papel y situacién de las mujeres en la industrializacién, se se pararin dos interpretaciones divergentes: que el sexo femenino ¢s naturalmente vicioso y culpable de lo que ocurre, caso de Schopenhauer'? y sus seguid 0 bien que las mujeres son vietimas que redi (én, caso de los redentorismos humanistas, Pero los redentorismos son, por lo comin, confesionales y por ello tibios partidarios del cambio profundo en la situacién de derechos de las mujeres, con lo ‘ual su relacién con el feminismo tampoco sera sencilla. ‘aqui, siquiera sea en nota. Schope lega a atribuir fa masa de tas enfermas y famélicas a la mania de conservar su virtud que tie~ mujeres honradas, Para acabar con ambas lacras, que supone co- iarén y el paso de todas fas rm 30 base de mas de una teoria so- del eugenismo o del pri- mo calé en las filas del sufragismo y parte del movimiento obrero. EL SEGUNDO LIBERALISMO- E| segundo liberalismo, cuya figura destacable es S, Mill, g¢, por lo tanto, su pensamiento fuera de los contextos que se - Rechaza e! liberalismo economicista, pero que el siglo xix retine. No es positivista, naturalista, socia- lista, comunista... Anclado en la tradi |, pero claro I supone «8 un derecho natural que todos traigamos escrito en la fren- te al venir al mundo; es por el contrario un bien, el mayor, y |. El sistema politico deberia garantizar su equitati- vo reparto, pero esto pocas veces sucede: Ia rigueza, el des- medido poder de algunos y las costumbres dejan a muchos sin él. Carecen de este bien bastantes varones nacidos en cir- cunstancias precarias y todas las mujeres sea cual sea su cuna. Esto no es ningiin destino, sino el estado de cosas so- bre el que se debe actuar. El camino que Mill ve imponerse como necesidad histérica es el sistemdtico agrandamiento y 31 reparto de la libertad, lo que supone I como horizonte: mayor igualdad y mayor libertad para todos y cada uno, varones y mujeres, Pero mientras que la libertad igualdad es un atributo o bien de los mas idealistas y nobles, o de aquellos que son simple- sélo creen los mejores y los peores. Para la igualdad casi na- die esta suficientemenie preparado. Pero lo que llama prin- cipio demoerético acabari por imponerse. Ell jiberalismo de iene sus aspectos redentoristas en el peso que concede a Ia educacién en el progreso de Ia so- ciedad hacia sus metas, Su feminismo, como el de H. Taylor, es una lucha contra la costumbre basada en la plantilla de ka simetria racionalista. Ambos brotan de la misma fuente y puede decirse que son casi la misma cosa. El sobrentendido , que entiende por ne lugar en estas gio universal en sus propios té1 mujeres que cumplan los requi '© En esto coincide con Michelet. "” J, S, Mill, Diario, ed. de Carlos Mellizo, Madrid, Alianza, 1996, pig 52 ro autor muy reconocido en su época, 32 para el ejercicio de las profesiones. Sus escritos dan voz a las, que se constituiran como las dos vindicaciones centrales del movimiento sufragista: voto y educacién, Pero los ecos del ex- traordinario Sobre la libertad todavia dejan sentir su timbre en la Declaracién de Derechos Humanos de 1948. Resumiendo, la ontologia politica de corte individualista to del poder de! estado como del laissez- 10, hacen que en este liberalismo cris- doportal el desarrollo, en este caso, de un objeto tedrico que no atiende a aspectos que da por sabidos y ya elucidados —como la simetria entre varones y mujeres y su igual va- Sin embargo, la claridad de sus enunciados se opone, se- guin sus fundadores, a una masa ingente de prejuicios y ata- vismos que costaré mucho disolver. A tal doble frente, poli- bida como camino de reformas progresivas. Este liberalismo feminista se convertira de hecho en una de las fuerzas politi- cas actuantes que contribuird decisivamente al cambio so- cial. Y se constituira como punto de inversion para la miso- primera negara que las mujeres puedan ser libres, puesto que nunca lo han sido. La segunda, que sean siquiera seres en el sentido real del término. Ambas negarin que se pueda apli- car distributivamente a tal colectivo el principio de indivi- duacién, .a misoginia romantica, en esta doble vertiente, ya ha sido tratada en La politica de las mujeres'®, Es un enorme ado tedrico cuya finalidad es poner freno al nue- "Alli son tratados separadamente algunos de sus mayores expo- nentes: Hegel, Schopenhauer, Kierkegaard y Nietzsche. 33 ‘yo marco tedrico en que el feminismo y sus demandas se tn desarrollando. Fue cultivada por autores de prime’ ma fila, no por secundarios, y tuyo una fuerte repercusi A ella hubieron de enfrentarse el pensamiento liberal-femi- nista y e! sufragismo como movimiento. 34 Cartruto IL Societarismos y feminismo relacién entre el fer no es clara, por el contrario sera bastante tt tablece con los societarismos. Para el movimiento obrero cualquier liberalismo es sospechoso porque todos intentan lo mismo: encubrir con su palabreria de la libertad la escision social existente entre propictarios y proletarios. Es més, el feminismo es percibido como amenazador en un doble sen- tido: por un lado contribuye a fragilizar atin mas la ya preca- ria estima del varén obrero y, por otro, a romper la unidad de agonizante», miento obrer obrero afirma que cuando las oprobiosas cadenas de la ex- plotacién capitalista se rompan para todos, entonces ya ha- bré libertad de sobra para repartir. En tanto que tal cosa no suceda, que las burguesas deseen tener lo que sus burgueses 35 empleo, menos seguridad. Las cifras hablan tan al tremecen: la misma formacién, el doble de pa hay un punt tida, y con el resultado de muerte. No se puede bromear con estas cosas. Si algunas de las mujeres necesitan amparo, uno y firme, como ciudadanas que son, el Estado debe procurirselo con el mayor cuidado. Es0 es lo justo, que cada cual obtenga lo que precisa para poder llevar una vida digna, Perfeccionar la democracia quiere decir tratar de modo diferente situaciones que necesitan afrontarse de modo dife- rente, en recursos y apoyo especiales, en cuidado y atencién especial. Las mujeres han sido y son todavia, desgraciada- mente, discriminadas, por la cldsica; de modo que es hipécri- ta decir que nos alarmamos porque se use con un colectivo en riesgo, y riesgo grave, las amenazadas, las per Jas maltratadas, una discriminacion inversa, po: que las mujeres conocen bien es la diserimina jon de siem- pre. La de toda la vida. Sélo cuando se acabe serin de reci- be argumentos especiosos que hoy unicamente intentan no hacerse cargo de la gravedad de la situacié La sociedad que hemos heredado no es siempre justa, ni esta bien encajada. Debemos contribuir a hacerla mejor: y proteger mas a quien mas proteccidin necesita es lo adecua- do y lo honesto, Lo demis son disputas en las que no nos en- tretendremos; disputas vi en las que es hasta indigno en- : si no fuera que es mis grave, inhumano, hacer depender ima en riesgo, Cuando cer mis. ay es siempre lograr el bien mayor de Ia ju aunque ello comporte no usar la misma evalu: que la vindican que con el resto d nia, Ese es nuestro caso y el de nuestra ley de violencia. 282 Captruco XIII Los retos de la globalizacion En el caso espaitol el interés por el debate viene de la mano de la propia estructura autondmica del Estado. Bastantes co- Basten dos ejemplos espafioles San Miguel, Llanes, Universidad de Alcala de Henares, 1996, «Los universalismos», Semana de Etica y F- a, dit. Amelia Valcircel y Gabriel Bello, Santa Cruz de Te- nerife, Universidad de La Laguna, 1997, 283 van desde la lengua propia, tradicién anterior de autogobier- no, usos peculiares de derecho consuetudinario, mitologi wre, tradiciones, etc. Para defender ese conjunto de la ten- tacidn jacobina que siempre se le supone al Gobierno Central, muchas comunidades echan mano de la defensa de la mt culturalidad tal y como ésta ha sido realizada sobre todo por la teoria politica canadiense y norteamericana en las dos tl- imas décadas. En esos Ambitos la multiculturalidad se ha vocado de diversas maneras para promover mas finos enca- jes en la concepeién de una democracia avanzada el de Canada es el caso mas claro: son conocidas francofona y las separacién. A fin de propiciar una di que, sin embargo, admita la estructura de un estado tinico, comunidades tienden a nombrarse a nas con culturasy. Pero el caso de Canada es alin més interesante porque al lado de esta tension a resolver, conviven en él tam- bién y forman parte de su «riqueza culturab> grupos de po- bladores autéctonos, previos s europe: reclaman un estatuto diferenci: posteriores de diverso origen que mantienen la pretensién de conservar su acervo propio de tradiciones. En el primer caso stan, por ejemplo, los pueblos indigenas, que se nombran a si mismos como las «pri s rones, pawnis, dakotas... que se resisten, y con argum a aceptar sin mas los procedimientos de una democracia re- presentativa; en el segundo, las comunidades hindies, asidti- icanas, etc., que quieren continuar cultivan- do sus propios idiomas, herencias y modos de convivencia. culturalidad para «preservar y realzar el cardicter multicultural del Pais», ley que pretende acudir a todos esos extremos. Ci ieblos abori- genes, las dos lenguas, francesa alas minorias de otro origen y declara que R84 ica del Gobierno de Canada reconocer y pro- | entendimiento de que el multiculturalismo refle- rsidad racial y cultural de la sociedad canadien- se y reconoce la libertad de todos los miembros de la s0- ciedad canadiense de preservar, realzar y compartir sus patrimonios culturates, _ Canada, ha de tenerse en cuenta, es uno de los escasos paises que solicita a dia de hoy emigrantes y cuyas pricticas, de asilo son mas abiertas. Esta positivamente empefiado en avalar la idea de que «diversidad es riqueza» y poner freno a cualquier brote ra luos tengan ase- gurado igual trato e igual proteccién bajo la ley respetando y valorando su diversidad». Se refiere también a las comuni- dades como sujetos y objetos de proteccién. Y ello nos lleva a otro asunto, otro aspecto, que tambi se encuentra, ademas del previo debate filoséfico culturalismo, debajo de ese texto legal: el comunitarismo. EL COMUNITARISMO De nuevo nos encontramos ante otro debate en filosofia a, debate que surge en los afios 80 del siglo xx, y que 2 En Etica para un mundo global, Madrid, Temas de Hoy, 2002 (hay 2. ediciéa en 2007). Shoei ta ademés como fundamento declaraciones anteriores: la fo tipo de discrimi- mocracia avanzada. E| asunto consiste en la vindicacion de la comunidad como sujeto moral y politico dentro de la estruc- tura estatal de administracion. Es un asunto simple: si el prin- cipal cauce de expresién de la democracia es solamente el voto libre y secreto de los individuos votantes, la democracia queda limitada a un procedimiento para la toma de deci nes; pero todos sabemos que una demoeracia, y mis la de- mocracia como ideal normativo, no se reduce a esto. Com- porta también un conjunto de valores que el estado demo- -0 tiene como trasfondo. Ahora bien, el comunitarismo afirma fundamentalmente dos cosas: que que se integran en cl estado son sujetos morales y politicos, que han de encontrar vias de interlocucién y pi en el estado y que el individualismo es un mal compafiero mo- ral, Por la primera parte es ficil acordar que limitar la de- mocracia al voto cada cierto tiempo marcado para ello es, sin lugar a dudas, tergiversar lo que «democracia en toda su extensidn, Y, yendo al segundo argumento, la e: tructura simple de participacién que el voto supone es indi- vidual. En opinién de los comunitaristas este hecho, sumado 4 un concepto prevalente de los derechos como derecho: iduales, ratifica de facto una de las peores caracteristicas el individualismo. sponsable, segiin los comunitaris mo moral y sus funestas secuelas: sobreim- postacidn del interés propio y pérdida de sentido de la moral humana, Por el contrario, y a su entender, los indi duos vistos como previes a sus comunidades de origen y adhesion en i ybran sen- tido y durabilidad. Fl individualismo es el principal vente del sentido de comunidad, que sin embargo ha maximo expositor de este punto de vista es A. Melntyre en su 1981) (trad, esp: Tras la virtud, Barcelona, siendo el nico pilar capaz de marcar fines a los individuos en tanto que sujetos morales. Para contar con gente que esté dispuesta a ser moral —Io que implica ne- cesariamente no poner el interés propio por encima de to- das las cosas—, e: llevada a otra disposicién, la obediente y , dentro de su grupo de amparo y subjeti normalmente una comunidad, ya la aldea, su iglesia, su pueblo, etc, ene- mos todavia sujetos capaces de ser morales es porque las comunidades los fabrican. Pero las comunidades poco pue- voz, canales y recursos. ‘Vemos ahora cémo se vi itarismo y el uralismo. La suposicion es que la diferencia afiade s de riqueza a la convivencia estatal. Pero, para poder realizar esa benéfica labor cada comunidad no debe ser obs- taculizada por el propio Estado que, con pri la, la deslegitime o peor atin, la disuelva. Si el pueblo hu- r6n, por ejemplo, ha elegido siempre a sus jefes por medio de un consejo de ancianos que actiian inspirados por anti- {20s ritos, no tiene sentido imponer a los hurones el sistema de listas y voto que utiliza un ayuntamiento pequefio co- rriente, Los hurones obedecen a sus jefes porque advierten en ellos una marca de sacralidad que viene directamente de su modo de ser s serles conferida la jefatura por el sistema democritico co- rriente, Asi pues —por ejemplo—, si la existencia del pue- 287 blo hurén supone una riqueza a la que la comunidad estatal 10s y todos queremos que sean distintos y lo que son; por lo tanto han de poder mantener rasgos diferenciales aut que ello suponga modos comunitarios y poco compatibles con ciertos derechos in En el caso de la «Ley de multiculturalidad» canadiense los casos a que se ha querido atender, aunque disimiles, es- tn claros. Y con independencia de sobre el asunto, se ha buscado un criterio abstracto, queza cultural» para enfocar la cuestién. Un caso bastante si- milar se produce en otro de los Ambitos del pensarniento po- ‘ico donde mutlticulturalismo y comunitarismo han tenido gran presencia y . que el debate académico no ha producido todavia resultados contantes politicos, pero est en vias de hacerlo. No tenemos en este caso dos com cierta tensién’. Los pueblos indigenas tampoco son tan fuertes y variados como sus vecinos del norte. Pero estin las diversas comunidades europeas, afticanas y asidticas de origen, muchas de las cuales insisten cada vez con mayor ‘locucién directa con el Estado. De hecho, las comunidades» son personas suficientemente significativas como para que se las convo- que o se les den a juzgar los programas electorales. Debe- mos ademis pensar que cn el caso de la democracia ameri- cana este modo de actuar ha sido iivamente corrient ., en su temprana descripcién de su funciona- miento, nos informa del gran protagonismo de los «grupos > Como es el caso de angléforos y francofonos, pero hay que decir :0y de auloconciencia de la com parecido al canadiense. 288 de interés» en la vida politica que contempla, Todos estos grupos buscaban y buscan interlocucién con las institucio- hes piiblicas e introducir en la agenda comin sus objetivos Las comunidades son, sin ninguna duda, fuertes grupos de interés, Ahora bien, la novedad r dos Unidos del siglo xix la ma des que buscaban de grupos similares. Por su propia naturaleza te sus objetivos con la idea de tolerancia 1 otro asunto. Los grupos comunitarios de interés han suplido, puesto que son grupos de encuadre que suponen un origen comiin y Una voluntad de conservar sus diferencias, la idea de tole- rancia religiosa por la de riqueza mul Han avanza- do un paso, que consideran decisivo, el elogio de la diferen- cia, sobre los planteamientos anteriores. Y no se trata ahora de un elogio de la diferencia simple, sino moralmente m vado, el que plantean los principales pensadores comuni * eLos americanos de todas las edades, de todas las con todas las mentalidades, se iemente, No solament 10 que tambien las religiosas, morales, intelectuales, serias, ‘generales y muy particulares, inmer hos se asocian para dar vantar iglesias, distil pjcto se sus deseos ‘mayor niimero de ristas, como Melntyre o Sandel. Sea mediante la recupera- cién de aristotélica 0 por otros procedimientos, la convieeién de fondo es que la democracia y la perte tienen que hacer ajustes entre si, Muchos intuyen que no son del todo compatibles. La dindmica entre particularismo y universalismo se muestra com 4 esta dinimica, icas ni nucstras costum- 8... todavia. América e: mado por emigrantes que, quienes primero ficar ante los mas recien- ivo y previo «iu Ese no parece ser nue dejando por el momento esto aparte, lo Gnico consistir en la forma general de las y procedimientos gene- lema ahora es que el comu- pero, desde luego, ni nue as han Pp gado tan puestos de fondo. ; ‘cativo es que, para la mejor existencia de la comunidad, no s6lo los rasgos del individualismo han de ser desterrados de su cultura moral comiin, sino que, me temo, han de serlo también los eercicios plenos de algunos dere- 9 que esto reza sobre todo para Jos derechos s Hablar en abstracto de con a forma efectiva en que una comunidad se produce y re- ferencias «de genet idad no es solo el del origen comiin y la voluntad actual en los hechos, también y ante todo un con- junto de practicas, entre las cuales son especialmente rele- 290 vantes las de género. Las mujer todas las comunidades, real 0 fi ne costumbres, creencias a veces re familiares, matrimoniales, vestimentarias, de uso de espa- cios, de tiempos, tabi alimentarios, relaciones de los gru- pos de edad y, en lugar principal, grupos de génera, En realidad este enorme sustrato normativo fue sefialado tempranamente por la filosofia. Primero lo sefialé Montes- quieu, al marcar la difere oponer las normas explicitas legales y rel mas que cada sociedad tenia por mas seguras?. Poco mi jo xix, Hegel en la Fenomenologia le io normativo: eticidad. Filéso- fos y comentaristas posteriores han alabado la perspicacia hegeliana o han usado su distincién moralidad/eticidad para dliversos fines. Pero pocos han reflexionado en algo eviden- jue Hegel hace correlatar en direeto la eticidad con la di- n sexual de la normativa social ‘Varones y mujeres no estin separados por una mera di- ‘morfia natural espontinea, biolégica, dirfamos utilizando un término anacrénico en el contexto hegeliano pero que per- mite comprender lo que Hegel afirma. Ser lo uno 0 lo otto dice, es una realidad espiritual; y con ello quiere afirmar que son conjuntos normativos los que separan a los sexos. Los varones viven para el espacio publico y las mujeres para el ccostumbres son previas a I ie, Pero también leyes penal tas de las normas que una socied su forma de eras giosas y morales « ‘mareadas por la virtud prevalente de honor, ya se dio este ejemplo, dara igual que las ley del Estado y la Religidn probiban el duclo:éste se rea- a mantenerlo por medio de él. Asi © se ensefia en In educacién formal, {que se aprende cuando se sale del mite violaciones ni exeepciones. privado. Ellos para el Estado y ellas para Ia familia. Ellos son, por la naturaleza de su espacio simbélico, moviles, y ellas, por lo mismo, inertes, Unos se arriesgan y otras con- servan, Sin tener que recurrir a earacterizaciones de la etici- dad tan abstractas como suelen serlo las hegelianas —| cidad llega a ser definida como alo sabido y queridos demos reconocerla en todos asumidos por todos que no necesitan por lo comiin ser expli- citos. Varones y mujeres se visten de modo diferente también reglas diferentes del vestir honesto, Se ex han de expresarse de modo diferente. Asumen dispo: corporales y posturas diferentes. Ningin grupo humano —nin- ‘guna comunidad en los términos en que venimos hi ‘do— ha visto con buenos ojos un proceso de aglutit indiferencia de estas normas elementales, Las relaciones que tengan los sexos y que cada comunidad considere dptimas pueden variar; peto lo que no varia es que la existencia de la comunidad siempre ha implicado normativas diferentes en funcién del sexo. Creo que conviene seguir echando mano de Hegel porque su anilisis es magistral: los varones, dice, son lo diferenciado y las mujeres lo indiferenciado, s. Y recuerdo El individualismo, ese azote ren prevenir y combatir, responsi do moral y social moderno, les est supuesto por su norma- na los varones y prohibido completamente a las mujeres. 1n otros términos: nadie puede ser individuo si no es tam- idad perm vo individualismo de los unos asegura la capacidad grupal de amoldarse a cambiantes circunstan- readaptar la tradicidn y triunt pervivencia del grupo en iiltimo término. Sin embargo, seria nefasto en quienes cargan con el deber de mantener 292 Algunos de los mas significativos comunitaristas, Melntyre por ejemplo, hacen tabla rasa de todas estos ms que impor- tantes aspectos, pero ensefian sus verdaderas convil cuando realizan el juicio a la Modernidad. Liamamos mos en un periodo de barbarie del que no somos conscientes, algunos pocos avisados deben reconstruir pequefias comunida- des, no de otro modo que como Io hizo San Benito cuando el Imperio romano desapareci6. La catistrofe i emidad ha sido tan grave que casi nadie se da cuenta de ella. Peor atin, en vez de pereatarnos, consideramos que son logros lucién generalizada que vi- Jos mismos momentos del arreciar comunitari cién bien conocida: ética de las normas y ética del cuidado, Jos deberes abstractos contra los deberes concretos. en un Aest seller internacional aa affront voi prefacio en 1993, Cambridge ( El origen estaba en un estuc berg. Este encontré diferencias icativas entre la forma en que varones y mujeres pa abordar los mandatos morales, Los unos solian fijarse en la nocién de derechos in- dividuales y en los criterios universales de justicia, eran ca- paces de buscar tales criterios incluso sali¢ndose para ello de los corrientes en sus grupos de encuadre; las otras no pensar en tales términos, sino que mas bien estaban en.un marco em caracterizado por «un fuerte sentido pero, subrayo, del mundo proximo: uni la gente que se conoce... y tenian dificultades para traducir las abstracciones morales a deberes concretos®. Kohlberg sacé de todo ello la chusca idea de que las mujeres nunca alcanzaban el desarrollo mo- ral completo; y éste fue el detonante de la obra de Gilligan, quien, por otra parte, habia trabajado con la, por cl contratio, sostuvo la existencia de una ética ; el nombre que ha veni- do recibiendo tal ética es «ética del cuidado». El argumen- to de Gilligan es que lo que Kohlberg supone estadios de desarrollo moral humano son s6lo los rasgos de la moral masculina, marcada por las abstracciones, mientras que mujeres tendrian un sentido acusado de la proximidad mo- ral, Al ser ambos psicdlogos y operar desde su la que tan dificil parece hacer entrar el sentido hist6rico y al- gunos de los datos de la antropologia, ambos suponen sus caracterizs sin més, intemporales, sin radica- cidn territorial y verdaderas «en cualquiera de los mundos posibles». Pero, considerada su polémica desde otro éngulo, lo cierto es que sus caracterizaciones casan perfectamente con lo esperable si los rasgos de la individualidad se toleran ‘ono en funcién del género. wevio de otro autor, Kohl- © L. Kohlberg, The philosophy of moral development, San Francisco, Harper and Row, 198 294 existencia muy posterior de un nuevo modo moral que ha- bria dependido del proceso general de autoconciencia huma- na, la moralita, a 1a que propiamente lamaba moral. Su for macién habria sido tan tardia como la época ilustrada, aunque habria tenido formas y precedents en las escuelas helenisti- ion cristiana antigua y la Reforma, En verdad y wu hallazgo a la formulacion del impera- ;no: una moral a la vez individual y uni- ala tradicién y a las religiones como furentes normativas primarias. Tal moral, decidié Hegel més tarde’ Y cierto que se parece bastante a la que ral masculinay, Esto es asi porque Kobilberg se i tamente en un kantiano, Habermas, a la hora de disefiar «estadios» del desarrollo moral que es una moral diferente, femenin: Ia larga serie de deberes inargumentados asociados ademas con fuertes sentimientos de responsabilidad y culpa que ca- racteriza a las morales previas a la libertad de conc! Sostengo, por lo tanto, que no se esta hablando de ut ral femenina», sino de la moral que es forzado a mantener todo aquel que es dependiente, sea mujer, sirviente, esclavo, vasallo o inferior. Concluir que tener por naturaleza tal con- glomerado me parece simplemente una monstruosidad ca- rente de sentido social ¢ histérico. Recuperando el tema de las comunidades, he afirmaco que en todas ellas el estatuto diferencial de varones y mujeres, se mantiene; siempre hay una eticidad que norma, sobre todo, al colectivo femenino, Ilimese cuidado, decencia, abnegacién © por nombres todavia més sonoros. Y que cualquier comuni- era «abstract. jofia del Derecho, catores afios posterior a la Fenome- nologia 295 aunque es vigilante del excesivo individualismo de sus miembros, se fija especialmente en que sean las mujeres las ner que cumplir con el doble o el triple de deberes, Evidentemente, hasta las sociedades mis individualistas contrasten. Por individualita que sea la socledaden que vic s, cuando una persona mayor cae enferma, nunca se que se trata es de ejercer presion o violencia sobre extraitos. Los p: peles, por ‘ BFESOS 5 vidodes, suslen volver a separar ioe espacios entre loe varones y las mujeres, incluso en los geupos cuyos miembros son acu- jerto que nos hemos deshecho de un gran conglomerado a rior de ellas. ¥ en este trance, o med tanto el comunitarismo como la multi ja Europa no es, en principio, un lugar que carezea lis previo y haya t comunidades que se declaran previas a la propia © del Estado-nacién han luchado por un cierto grad de auto- 296 nomia politica, Pero, y no precisamente de modo pa en su mayor parte los Estados de la viej; Europa, a excepcién de su pluralidad de lenguas sus dos del todo independientes, es relativamente homogénea, tanto étnica como reli afectado sobre todo a las alas mas progresistas del pensa- miento politico europeo, por un lado para dotar de legitimi dad a las escasas autonomias y por otro para completar la idea primitiva de toleranci iosa con una tolerancia cultural que se enfoca hacia los todavia pequefios grupos de emi- grantes. Algunas de las naciones europeas han sido, en el no tan lejano pasado, imperios. Los procesos de descoloniza- cidn han Ilevado hacia las antiguas metropolis oleadas de igracién que dependen para su homogeneidad con la po- blacién metropolitana, del tipo colonial prevalente en el si- glo colonizador. Asi la colonizacién espafiola, que fue terri- y religiosa, como la mas temprana de ellas y lo mismo caso de Portugal, recibe principalmente un’reflujo mi- grante que ¢s homogéneo, cultural y religiosamente, con la poblacién peninsular, aunque no exista uniformidad racial. Los casos de Gran Bretaiia y Holanda son distintos: al haber sido su colonizacion sobre todo comerci cho admini sas.y.culturales notables, Y éste es el mismo caso de Francia, cuyo protectorado sobre el Magreb da ahora como resultado la presencia de un mimero considerable de emig) u- sulmanes, Los grupos asiaticos son numéricamente y de mo- vos. Y a este reflujo se esta afiadiendo tos grupos, Europa dista bastante de ser . Aunque es probable que esté abocada a convertirse en él, 297 La combinacién del atractive que nuestra so produce en las zonas deprimidas de Africa y América con la ima tasa de fecundidad de nuestro continente lleva cualquier lego a vislumbrar el horizonte a medio que ahora se presenta como reflujo de los imperios col les, se extender cada vez mas y dar como resultado una so~ ciedad curopea tan diversa como pueda ser la estadour se. De ahi que el pensamiento progresista, 's cuestiones de horizonte que el conservador, se del debate multicultural y perar que encajen por s Las demandas de unos y otros, por justas que fueren, no cas, sino que existen aqui y ahora, La toler ‘no es ninguna panacea y plantea bastantes prol cos. Desde luego a una fuerte rama del prog 10, se los plantea. Y pensemos que el feminismo, a que sigue teniendo su niicleo principal de emergencia y pro- puesta en el progresismo, es, de alguna manera, un rasgo general y comiin del mundo en que vivimos. La democra jorado y los individuos, mal que bien, lo asumen, ‘Al menos hasta cierto punto! UNIVERSALISMO Y FEMINISMO El ferninismo es un universalismo de raiz ilustrada que ha dirimido siempre su agenda politica con la ayuda de las declaraciones universales. Lo que nace como una polémica Hasta este, notable, de que un varé feministas de nuestro modo de vida oceiden ws asumidas que cualquier varén mu 's preceden o que nos son. contemporinces, por evanzados que pu id por los derechos individuales y politicos cuando éstos son por primera vez enunciados. Ha funcionado por una légica deductiva irrefutable, pero sus conquistas no se deben preci- samente a 4 su sistematica puesta en gjercicio por medio de grupos de interés que tuvieron que afrontar un grave rechazo moral y social. Resumiendo, me temo que en el campo pi mucho que Franklin introdujera esa expresidn en cién de Independencia, no hay casi nada autoevidente. dencia es como Ileganios a llamar a las innovaciones po ticas cuando han alcanzado el consenso y la fuerza sufi- cientes. Pero, por la propia naturaleza de las innovaciones que plantea, el feminismo tiene su nicho de acogida mas asentado dentro de las tradiciones de recientemente también el m luger. EL feminismo ¢s, por descontado y por su. ‘un universalismo y un adherente a la viduales, Por tales rasgos, res y, es més, ha contribuido como nadie a disolverla. Ha veni- do marcando una agenda en los ultimos tres siglos que. medida que se ha ido cumpliendo, ha sacado a las mujeres es muy proximas a las del multiculturalismo. Me re- fiero al relativismo cultural. Es un precedente del multicul- 10 que se presenta, esta vez en el panorama europeo, jiados del siglo xx. Y en parte se debe al propio desa- lo de la antropologia como discurso experto. 299 La idea de que todas las sociedades, que han aleanzado un alto desarrollo inst itucional y las que no han pasado de ser pequeiios grupos tribales son més o menos equivalentes, es el mismo nucleo del relativismo, Pero el relativismo, con independencia de ese exagerado aserto, ha sido extremadamente util al feminismo. El relativismo permite, justamente, relativizar. Y cuando una situacién, y fuerte como era la femenina con la eticidad en todo su es- plendor, se presenta como absoluta, sin contracjemplos e in- mune a las argumentaciones, ha de ser desfondada, el relati- vvismo y su compafiero el comparativismo son y han sido una excelente ayuda. Contra la idea de que los rasgos que una basta con in- cultura atribuye vocar a otra que los abundan, Y no menos servicio ha hecho al feminismo la an- tropologia cultural, fundada siempre en un cierto relat mo, cuando ha desmontado el mismo concepto de «ci que son como son por naturalezas'2, De hecho, una de bién este origen proximo. Digamos que en estos casos el re- mo ha presentado su faz. mas amable, pero desde lue- {20 posee otra bastante peor: si se extrema —si todo vale lo mismo, cualquier principio moral o politico queda abro- gado. ae Normalmente el feminismo ha usado la cara amable del relativismo. Pero el multiculturalismo puede y suele usar la otra, Cada cosa ¢s simplemente un rasgo de cultura, defendi- ble en su contexto, de modo que igual da que en Occidente las mujeres elijan a sus parejas sin coerciones familiares y que en otras culturas se venda a las esposas. Por ejemplo. Y visto esto, el ferninismo ha solido usar con cautela el rela- smo y normalmente no lo ha Hevado al extremo. Por ejemplo, en los espléndides trabajos de M. Douglas: Simbolos ‘piensan las institue canzado mayor desarrollo, Estados Unidos y Canada, se asiste también a la inclusi6n de la teoria feminista dentro de ellos estan marcados, en efecto, por la impronta de cierto grado de relativismo cultural. YY, cierto, encontraremos que esa cercania produce discur- sos académicos de «feminismo multicultural> cuando menos complicados de asumir, Que también tienen sus dentro de su propia drea cultural, todo hay que dec ras como Young" o Ferguson coquetean con el multicultura- 10 y el femninismo diferencialista y otras como Okin o Ben- habib' manticnen posiciones més templadas o universalistas. De todos modos el resultado es, de momento, variable. De ahi que otros autores, por ejemplo Bloom, identifiquen sin mas Jos fines del ferninismo y el multiculturalismo y los hagan, en compania de otros, responsables de la decadencia cultural, moral y politica de Occidente"® ‘Como ya he dicho, del hecho de que todas las vit nes del progresismo se sigue que nire si. En el horizonte ut6pico cada pro- pacifica, ecol 1M. Young, La Ferguson, 5 Westwiew, 1991 diferencia, Madrid, Cé- ‘women, opression and re- y ahora, muchas de estas demandas o son incompatibles entre So necesitan severos ajustes. La demanda de respetar la rencia cultural, por ejemplo, nos puede llevar a pasar po violacién de demasiados derechos individuales duramente conseguiidos en rechos ind mis vaci no de los derivados. ite. Y de los primeros, elemental ‘ derecho a la libertad puede ser inte- rrumpido por varias pricti moniales 0 paternales de lgunos grupos. El derecho a la integridad fisica pasa por los mismos avatares, Y otto tanto sucede con derechos s importantes, como la sal nuestras leyes colocan al derecho a la imagen. ‘uando el feminismo ha afirmado que, pese « que en Declaracién del 48 se hace expresa mencidn de abolir toda for- ma de discriminacién en funcidn del sexo, las mujeres atin no n reconocidos la plenitud de sus derechos individual ‘no se equivoca en absoluto. Lo prucban todas las cifras que nos son conacidas. Y no hace falta para ello ni siquiera salirse de las sociedades occidentales que son, hoy por hoy, aquellas en que la condicién de las mujeres ha experimentado mejoras més sensibles. Con la familia como principal mecanismo de encua- das a una eticidad diferencial en ho- ‘grupal, aceptando y reproduciendo prictica joramiento y exclusion y todo ello avalado por las ins- \s y en bastantes ocasiones las politicas, la ma- yor parte de las mujeres del planeta simplemente no ha adqui- rido todavia el estatuto de individuos de pleno derecho. Erica ¥ Los signos, y especialmente los vestimentarios, puede queen el momento presente y en las sociedades occidentales no estén demasiado cargados, pero lo estuvieron hasta el pa- 302 sado mas reciente. El vestido ha sido jerarquico y genérico. Todavia yo tuve la oportunidad, si se puede hablar de ello en estos términos, de escuchar en los aiios 70 un sermén domi- nical en que se glos6 la apropiacién de los pantalones indumentaria femenina —que nosotras do—, acudiendo al versiculo de la Biblia que re: vista el varén con ropas de mujer ni la mujer con ropas de varén porque esto es abominacién a me lleva al punto del porqué de aquellas modas. Desde los felices aitos 20 del pasado siglo, ya se apunté en otro contexto, la vestimenta fem ciones asombrosas. Estas no s6l vo estatuto, se dabat sobre todo para aqui dad de seguir las ideas que les estaban dando aliento. Quie- ro decir que al lado de una rebelion ética si ce una rebel los afios 20, seguida, el vestido diferencial se mantuvo, pero el femenino menzd a expresarse como «libre», Muchas mujeres, que no habian expresado adhesin por la agenda del sufragismo, comenzaron entonces a introyectar sus nucvas posiciones por medio de la aceptacién calurosa del nuevo vestido. Y no. Ividemos que la moda es un fendmeno masivamente igua- lador. Y, por si fuera poco, tampoco cabe olvidar que para muchas gentes que por posicién social no estén nunca en la Orbita cercana de los grupos innovadores, la rebelién estéti- ca es su manera inconsciente de sumarse a unas causas que desconocen 0 incluso podrian rechazar, Si por ejemplo es- tudiamos la historia y progresidn de las vindicaciones femi- nistas en el ultimo franquismo, podemos fijarnos en los grupos agitadores, su ica, Sus miembros, sus nombres o sus coberturas lega- Pero si queremos saber la verdadera capacidad de pe- netracién del nuevo trasfondo de ideas, no nos queda més remedio que acudir a los nimeros masivos expresados por 303 la moda. Bastantes mujeres de aquellas décadas no sean ca- paces de deseribir la situacién legal y moral existente y tam- poco recordarin haberse opuesto frontalmente a ella, pero guardarin memoria de su propia Bildung en la historia per- sonal de sus leves rebeliones estéticas y afirmarin que fue- ron valerosas al ponerse pantalones, fumar en pitblico, aban- donar los cardados 0 no llevar medias, del mismo modo que las mujeres tras la Primera Guerra hacian alarde de cor- tarse el pelo, ir de manga corta, evitar el corsé o gastar zapa- to bajo. . . . 's muy distinto portar un signo ética o estéticamente. Un signo se porta estéticamente cuando su anterior carga éti- ca esta desactivada, Desplegaré un poco la afirmacion ante- jor de que el vestido ha sido jerarquico y genérico, En todas las culturas humanas habidas, varones y mujeres no se indis- tinguen, ni siquiera lo hacen en nuestra sociedad indiferen- cinda. Y, de ver. en cuando, en ocasiones especiales, cl ves do jerarquico y genérico reaparecen. La obligacicn de «ves- tirse», para ciertas ocasiones de relieve, quiere dec adeeuadamento, sgn el rango y el sexo de cada uno. Por lo general las novias no se casan con pantalones. Y también por fo comiin los varones no se visten con prendas femeninas. El estindar usado siempre es el superior, el varonil. Los varo- nes no se ha feminizado, sino que las mujeres han adquirido el derecho a llevar, sin esfuerzos morales, prendas antes mas- culinas: blaziers, americanas, pantalones, calzado, sombre- 0s, corbatas, etc. En las ocasiones especiales el vestido ge- nérico regresa: cada sexo vuelve por sus fucros en los trajes de gala o en la portacidn de los antiguos trajes étnicos en sus fechas. Para las mujeres el frente de batalla contra sus dere- chos individuals han sido los moralistas, y casi nunca las le~ yes explicitas; los moralistas, situados en ta eticidad, en la defensa de la moral y las buenas costumbres, realizan el ata- que cuando la eticidad se tambalea; con sélo esto, suelen cumplir su propdsito, Hablo de nuestro suelo europeo y de hace bien poco. 304 El multiculturalismo, debo repetirlo, ha querido ser plantilla de desarrollo de la democracia avanzada. No es facil porque no afina lo suficiente; permite, por ejemplo, defender con argumentos ilustrados practicas pre-ilustra- das. Admite el anacronismo. Como instrumental teérico no discrimina lo bastante. Sin embargo debo ahora realizar luna distineién que creo precisa y de hondo calado; es de Celia Amorés: la multiculturalidad, esto es, que pertenece- mos a Ambitos sociales, normativos c imaginarios diferen- tes, es un hecho y planetariamente innegable. El planeta es multicultural, lo sabemos desde las primeras exploracio- nes. Estuvo y esté leno de identidades humanas diversas. Nadie en su sano juicio lo negard, Pero el multiculturalis- mo es otra cosa: es una toma de postura sobre ese hecho. Procede del elogio de la diferencia. Y como toma de pos- tura es bastante problemidtica. Porque el asunto de la dife- rencia es que hay una, la femenina, que las recorte todas, de ahi que nos resulte, a algunas, tan sospechosa, Porque en el juego de las identidades conviene saber bien el terreno quie se pisa. {Multiculturalismo y feminismo disputan por el espac' o por el fondo del asunto? Una comunidad, repito, no es slo el intento de mantener la memoria del origen comin y la vo- luntad actual de diferencia; es, en los hechos, también y ante todo, un conjunto de practicas, entre las cuales son especial- mente relevantes las de género, Las mujeres, por parafrasear a Aristéfanes de nuevo, son el «como siempre» de todas las comunidades, real o imaginado, Una comunidad supone cos- tumbres, creencias, a veces religiosas, rituales, normas fa- miiliares, matrimoniales, vestimentarias, de uso de espacios, de tiempos, tabties alimentarios, relaciones de los grupos de edad y, en lugar principal, grupos de género, Creo que ya se ha dicho. Seguimos, y lo sabemos, teniendo reglas diferen- ciales, algunas de las cuales estamos dispuestos a asumir, al menos de modo esporddico aunque significativo, pero tam- bién es cierto que nos hemos deshecho de un gran conglo- 305 merado anterior de ellas. Y en este trance, 0 medio camino, ta», que es siempre pre- vio al frente politico en el caso de los derechos individua- les de las mujeres. Las mujeres no han precisado leyes ex- ‘as que las excluyeran mientras las costumbres para hacerlo. as, sus defen: vieron que ceder terreno, comparecieron las leyes. Conoe: mos bien ese tracto que en Europa representaron los grav: Y gruesos trazos miséginos y excluyentes de las llamadas co- dificaciones napolednicas. Las mujeres pasaron en el dere- cho civil « formar parte de la esfera privada, lo que ade- a de todo el campo publico, tanto educativo de las mujeres, en pleno proceso de glo- jin y no s6lo en Occidente, ya no pertenece al orden privado, sino al piblico. Como escribe Walzer, «la linea teori- cay prictica entre lo tolerable y Io intolerable es muy proba- bole que se dispute y se trace aqui en tomo a lo que lam: abreviar, cuestiones de géneron'®, El «género», prosigue el mismo autor, «se consideraba como un problema esencial- haya que haber recordado, y en convenciones interac que los derechos de las mujeres son derechos humanos"’. En bblea General en 306 todo el planeta, mujeres de los grupos mas diver ven a favor de sus libertades, lo que su neta frontal o mas lateral, contra las précticas heredadas. Y ello produce tensiones grupales. Podemos imaginar, y todavia volveré sobre ello, ‘iones chocan por sus maneras divergentes de ver el mundo y que luchan por los recursos energéticos. O que tambien lo hacen porque asumen pricticas de valor diferen- esta severa fractura, muy operativa, el fe ser eliminado, La ciudadania global exige un manejo prudente de la vir- tud de la tolerancia, pero no sélo por el riesgo de tolerar lo intolerable o hacer el ridiculo de varios modos'®, sino porque la tolerancia no puede, asi lo haya afirmado el propio Rawls, ponerse por encima de la justicia'. El papel que las mujeres desempetian en los grupos humanos correlata de modo etfecti- vo con la libertad y Ia igualdad que haya fluyendo en el con- junto social, Lo afirmé Montesquicu, lo repitié Condorcet, bertad de las mujeres era la medida de ia en un lugar o en un pais. Pero, sobre mo ha avanzado algo. Sabe que la subordinacién de las mu- jeres es la invariante, pero sabe ademas cémo y para qué se maneja. La tinica es que, en sociedades no igualita- rins, en sociedades del antiguo régimen, es la sumisién de las mujeres lo qui to habré: mas sum para repartir: Los formas de la sur igualdad efectiva haya dos extremariin las iva indo Espaiol, aunaya- told, dentro de Espafia femacional del aeropuerio de Madrid), cubierta con 10 no puede ver mu- es no veladas, puede él mismo ponerse gafas muy oscuras. © Rawls, en The law of peoples ion espanol Isegoria, nim, igualdad de los varones: todas las mujeres les serin o infe- riores u ocultadas, para cementar la adhesion y no despertar Ja envidia. Las sociedades de encierro femenino evitarn la mostracién de aristocracias duales, porque la virilidad co- mun es lo que debe quedar a salvo. Todas las sociedades te- men la envidia, Se desactiva con Ja mucha distancia, pero también con una fuerte identidad compartida. La identidad viril evita pensar en el despotismo en tiempos en que su crédito es cada dia mas bajo. Hay esta dos en este planeta que en vez de repartir bienestar repar- ten «hombria», La naturaleza no se ha hecho cultura sin gastos. La libertad y los cuerpos de las mujeres han paga- do un gran monto del proceso de homi cin, Las con- denas biblicas siguen dando la regla general: «Pariras con dolor y estards sometida al yar6n.» La antropologia, la cultu- ral por ejemplo, tiene este discurso ya bien identifi ado”, Pero estas seguridades han jugado en el pasado. Tras los pro cesos de ilustracién y la revolucién industrial que les es pa- ralela, esas seguridades basales se pierden. La primera con- secuencia es la desestabilizacién de los valores comparti- dos, por lo que se pueden esperar bastantes tensiones. La comparecencia del individualismo femenino no es desea- ble para el grupo. El feminismo altera cl horizonte de valor al simplemen- te apropiarse la norma masculina, Normalmente, para enten- dernos, slo parece que se la apropia: en realidad lo que hace ¢s construir una mas universal, tras diversos tanteos, que acaba siendo aceptada”, La identidad previa quedaré altera- dda, pero se habra logrado una nueva homedstasis, Las muje- res, en las sociedades occidentales y durante los tiltimos tres Frangoise Héritier, Masculin/Feminin, Ly U; existe traducc primero, Masculino/femenina, el pensamienio de la diferencia, 1997, y sobre idéntico asunto, el ya citado De la violence, ty Ul, ody dir F A. Miyares, Democnacia feminista, ed. cit, pigs. 161 y ss. siglos®, hemos ido perdiendo virtudes peculiares, areiai, que las llamaban los griegos, y eso ha implicado un descenso continuado del monto de eticidad presente, por lo tanto un incremento paralelo de la moralitit necesaria para sostener el conjunto; de ahi que en la actualidad casi todos los debe- res sean y deban ser argumentados, hasta el punto de que ha- yams convertido a la propia ética en el procedimiento, la ar- gumentacion, Esto es radicalmente nuevo y extrafio, La mo- ral grupal, ya lo explica a la perfeccién McIntyre, nunca ha ido discursiva ni universalista; ni sus actores individuos, El grupo ha sido el sefior. LAS MUJERES Y LAS IDENTIDADES REACTIVAS Hay gran cantidad de varones a los que desestabiliza tan- to la libertad femenina, que prefieren la tirania antes que el temido desorden moral. Lo que las mujeres puedan hacer con su libertad es peligroso, haram, porque son cl sexo sobre el que se ha depositado la decencia. De ellas dependen la autoestima y la identidad del grupo Y por eilo ocurre que las mujeres y el eémo deban com- portarse forman parte esencial de las identidades reactivas. Llamo asia las identidades que se crean como efecto del re- chazo a la integracién, por ejemplo, el caso de varios funda- mentalismos iskimicos en territorio europeo. Sin querer ol- vidar el peso de otras variables, como la propaganda salafis- tao wahabi y quien Ia financia, o la importacion selectiva de imanes fundamentalistas, lo que aparece es el intento de con- trol del grupo de los pares, los varones hermanos, sobre las mujeres propias, porque precisamente estin dejando de ser 2 O emun periodo mayor, si aceptamos la tesis de Duby, segin la

Leo con asombro que una mujer conversa al islam, que ya tiene dice que como «aun dk Este titulo emblemético puso Soledad Gallego a uno de sus ma- fn, en el diario EI Pais. miento cada vez mis exacto del sistema de poder que tiene vigencia entre los sexos, el patriarcado, que pasa de ser pai- saje moral corriente a sistema de dominacidn dificil de justi- ficar, Alld donde se fragiliza las mujeres adquieren los ras- gos de la individualidad, abandonan la sittlichkeit y dejan de representar la identidad del grupo. Ese nuevo individualismo correlata de un modo caracteristico con la caida del pautaje diferencial de lo honesto en funcion de género, Las mujeres no reivindican el derecho al mal, lo ponen por obra, con los, riegos que asumen por ello, Pero al ponerlo, lo imponen; si se cruza socialmente la linea de la honestidad, entonees todo stema normativo se resiente e incluso aparece una cierta dosis de anomia: cuando la invariante se mueve, el edificio se resiente, La libertad, por ejemplo de opcién sexual o amo- rosa, dimana como prictica directamente de las libertades de las mujeres en el momento presente. También algunos debe- como el de la prostitucion. La libertad de las mujeres ha introducido altas dosis de inseguridad en la eticidad hereda- da, esto es, en el patriarcado, que es su otro nombre. La Modernidad abrié el debate de la tradicién y desde Descartes el pasado dejé de ser asumido como un todo; en otros términos, las identidades comenzaron a quebrarse. Y el feminismo fue una muy contundente maza, de ahi 10 poco costos y de perfecto acuerdo; est por estudiarse la profunda relacién entre la libertad de las mujeres y la tensién p 0 si se quiere, est mal estudiado todo el fendmeno porque se ha hecho ignorando este aspecto basal. Bueno, no es éste ahora el caso. Por eso, porque la Modernidad es un proceso y no precisamente pacifico, porque no es ninguna identi- Asi lo enfocan las identidades pre-ilustradas a fin de de- flactar una buena parte de su at jeres, Ser feminista es ser traidora, Y ademés cada quien, gos, estén calificados para decidir en quié consiste ser ferninista, y no suelen ni proferir el nombre, encubriéndolo bajo el término «familia», privado, 0 «modas procedentes del extranjero», estética”. La defensa de la tra- mn, que conocemos bien en nuestros lares*, implica casi jempre aularquia moral. La tradicion seitala un grueso ciimu~ ide seguridades que ni quieren perderse porque amenazan directamente de la comunidad; la transfor- man en una total idades cargan- do cada una con su libertad; cambian las reglas del juego pa- ‘ssi se preguntaba en los noventa2” por qué la cuestion sobre la modernizacién en el Islam acaba i ndose en la cuestion sobre las libertades de fas mujeres; la respuesta, que creo que no pedia, es obvia porque son lo mismo. PATRIARCADO, MORAL Y POLETICA, Occidente no es una cultura més, posicién que s6lo se tomar por exceso de liberalismo o por ignorancia de la lad de las comunicaciones. En un caso, puesto que no quiere compartir con nadie sus valores, sino s6lo comerciar y seguir su rut gaan las gentes exoticas no es de nuesira incumbencia, Alla 'Y menos atin es de nuestra incumbencia lo que hagan con el mujeres, porque son suyas; este estado de co- sas puede mantenerse si el patriarcado es asumido como lo jenadas espirituales de odernidad, Ediciones del Ori que se tiene en comin, como la humanidad que es comin, Porque esa reconoce en el otro la misma capacidad de dirigir su dominio, aceptado por todos, como mejor haya parecido en cada pueblo. Alli las encierran, act salen demasiado, pero la autoridad del otro es reconocida en esa esfera suya. ‘No hay conflicto. Ahora, evolucionada la Modernidad y ac- tivo el frente feminista, autoconsciente, el solitario Robinson yano es lo que era. Y, ademas, el otro ya no se contenta con vender buenamente sus materias primas 0 sus riquezas ex6- ticas, sino que se nos planta dentro de nuestras fronteras. {Como mantener sobre é! la mirada exotizante? El patriarcado es un sistema de poder que ya no se com- parte tanto como antafio, aunque sin Hegar a la chusca afir- macién de que ha muerto, porque es ridicula, dado que te- nemos el empirismo asumido. La linea fuerte del patriarca- do es la divisién entre piblico y privado, con una frontera ida, el varon soberano en su casa y las mujeres excluidas de la esfera del pacto, Mal podrian ocuparla si son el funda- mento de lo pactado. Y lo pactado es la k legitimidad, la herencia, el respeto, lo decoroso. El patriarcado, escribe Longman”, no es un ordenamiento especialmente agradable para los varones; al fin es un orden que tiene sus exigencias y para que exista hay que mantenerlo porque no se produce ni se reproduce solo, Implica un varén proveedor, reprodu- cirse segtin un orden legitimo, cuidar de la prole, el castigo del amor homBfilo en nuestra variedad y, aftado, la defensa idad del otro y su capacidad de ponerla en ¢jerci ‘uando este tejido normativo se deshilacha, afiade, la natalidad se derrumba, asi que caeremos en manos de los ica del grupo conocido por el nombre de la Li- 313 que lo mantengan, porque les apoya ta fuerza del ntimero: nuestras cunas estan vacias y las suyas no”. De modo que, por la evidencia de esa explicacién que hace de lo que nor- lamamos historia solo una parte de la demogra- destructivas No sé sies tan grave, pero si conozco que, cada vez que ccapas no expertas han legado a detentar el poder de élites duales mas antiguas, por lo comin las nes de las mu- jeres se resie gados aplican normalmente Sus estindares de honestidad, es mis, los ponen como ejem- plo; asi nos lo enscia la historia, que hasta yo comprendo que algo teza con la demografia. En ese caso, atencién, por- 11 nos pone frente a uno de esas situa- Imente. No parece buena tactica ante sta o diferir la jer, como se viene haciendo : ‘La humanidad que tenemos en comin ya no es viril. La jue tenemos rompe las solidaridades de la hom- mista? Segin Hunti ; mos, lo que él llama fa gente Davos; ni que decir tiene que no le concede universalidad, que en su caso quiere decir ni jente”". La universalidad del .ente en su opinidn por parte alguna, ni en la di- 20 Ph, Longman, The empty cradl E " Mt scribe: «La expresisn izacion universal” se puede referir a supuesios, valores y doe Imertte mucha gen- mn laci ccidental y algunas personas en otras Cultura Davos. Cada aio, aproximadamen- teun iquetos, funcionarios estatales, intelectuales y periodistas de decenas de paises se re Dav fodas estas personas tienen titulacion universitaria... Pero cunt ge todo el mundo comparte dicha cultura?..enos de un uno por ciento de la poblacién mundial, El chogue de civ Nueva York, B, Books, 2004, saciones, pigs. 66-67. 314 fusion de las técnicas y el consumo, ni menos en lo que ven- go llamando ideas basales. En opinién de Huntington lo que «cultura subyacente» permanece intocada, Pero es ibertad de las mujeres precisamente opera en ese ni- vel. {Como mantener la sittlichkeit heredada cuando mero masivo de mujeres accede a la formacién medi demostrado que esa variable cambia todas las sociedades en que ocurre. Y ahora es casi global. La Modemidad se abre paso desgastando la cultura sub- yacente y reemplazando la tradicién automitica por la tradi- ‘cidn deliberada, Ya nos lo enseiié Burke cuando tuvo que de tradicién, autoconsciente, de la icién dejaba de ser automitica, se des~ gajaba del monto de la supersticién y se volvia patrimonio. Nuesira reivindicacién de la tradicién es tradicionalista por- que no es espontinea. La aparicién de tradicionalismos en areas planetarias que no los tenfan indica hasta qué punto las verdaderas tradiciones han sido socavadas. Nuestra tradi- cidn, sistematicamente, converte las pricticas en ritos™. En la propia historia de Occidente el fundamentalismo nos es bien conocido, pero no siempre termina como en sus 's pretende, El humanismo renacentista lo tuvo, como antitesis en la Reforma, pero, a la postre, la Reforma llevé a libertades antes no imaginadas y para mucha més gente, no s6lo para las escasas élites; por lo tanto, el humanismo ha dado varias yueltas antes de arribar a nuestro presente reali- zando torsiones que no debemos olvidar, EL feminismo es un humanismo que no ha desenidado ni descuida los datos de antropologia, que, es mas, supone una antropologia no androvéntrica y no antropocéntrica, que sabe de siy de sus limites. Que entiende qué tipo de proceso es la Modernidad, por lo tanto que distingue bien cuando habla 315 como teoria del conocimiento, filosoffa de la historia, antro- pologia o agenda politica. En su nivel tebrico explicativo, yentado por muchas fuentes, es muy rico y presenta ade. mis variables que hacen entender cosas que sin él 0 no se perciben 0 no se entienden. Pero no se limita a entender, sino que siempre implica transformar. En buena parte del mando las mujeres tienen ya ciudadania y donde esto no ocurre la rebeldia esté preseite. Nuestros enfrentamientos civilizato- rios no son por los ritos, tampoco por los recursos 0 no sola- mente por ellos; son por el modelo general de humanidad, Y la libertad de las mujeres es el cufio del modelo universal y uni- versalizable. Rebeldes, Solas o Juntas, las mujeres comienza- mos a ser Ciudadanas del Mundo. 316 CapiruLo XIV Lo que el feminismo ha hecho por ti Desde que en los setenta del pasado siglo el feminismo comenzara su gran tercera fase, aque han producido en su seno diversos, locando temas diferentes en el punto central del pensa- iento y la accién, Del mismo modo que a la obtencidn de las conquistas sufragistas le siguié la mistica de la femini- dad, los ochenta vieron también aparecer una formacién re- activa que intent6 volver a poner las cosas en su lugar a fin de deflactar las vias abiertas por los nuevos espacios lega- les, Sin embargo tuvo mucha menos capacidad que su pre- decesora. Por una parte, el panorama internacional no era homogéneo, y, por otra, el feminismo en los ochenta se es- taba transformando en ‘una masa de acciones individuales no dirigidas, Mientras que en algunos paises se intento suprimir 0 re- conducit los organismos de igualdad a fin de que contribuye- ran a positivar un modelo femenino conservador, en otros, por 317

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