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Giorgio Piccinato La construccion de la urbanistica Alemania 1871-1914 Coleccion de Urbanismo OIKOS-TAU 60 La construccién de la urbanistica graficas y gréficos en blanco y negro y a colores. La coleccién es hoy la fuente fun- damental para quien quiera investigar las vicisitudes urbanisticas de la época. La otra revista importante nace varios afios después y es The Town Planning Review, que se empieza a publicar en 1910 por la Liverpool University, bajo la direccién de Patrick Abercrombie.*" Otro canal de difusién de la cultura urbanistica esta constituido por los semina- rios que se organizan a menudo para familiarizar a los funcionarios de la adminis- tracién publica con los problemas de la ciudad: en Alemania el més importante es el de Berlin-Charlottenburg, que publica también las contribuciones més importan- tes en una coleccién especial, los Stddtebauliche Vortrage.® Pero este es, sobre todo, un tiempo de manuales. EI primero, publicado en Berlin en 1876, es el de Baumeister, que sustancialmente fija el esquema sobre el que se basaran los tratados sucesivos. Detalladisimo, y por tanto superado enseguida, es clarisimo en los planteamientos de principio y en las consecuencias ldgicas.*? En 1890 sale el de Stiibben, destinado a hacer una inmensa fortuna en Alemania y fuera, republicado con adjuntos hasta 1924 y traducido muchas veces. Sistemiti: co como ninguno, es un catilogo de ejemplos para cada ocasién.# En 1909 sale el manual de Eberstadt,** dedicado exclusivamente al problema de las viviendas. Aqui el tono es muy distinto, critico-analitico mas que descriptivo, lo que es también un signo del avanzado nivel de elaboracién alcanzado ya por la cultura urbanistica, cuyo autor es uno de los exponentes més notables. En el mismo afio sale también en Londres otro célebre manual, el de Unwin, en el cual sorpren- de, en comparacion con los alemanes, la buscada asistematizacién.4° Contemporaneamente a los manuales salen algunos ensayos. Entre todos ellos el mas famoso e influyente es ciertamente el de Sitte,*” publicado en Viena en 1889. Un gran éxito sonrfe también, sobre temas andlogos, al de Charles Buls, que sale por primera vez en Bruselas en 1882.‘ 41, Existe una sola revista de urbanistica que precede a Der Stidtebau: es La ciudad lineal, que sale en 1897, nacida como érgano oficial de la Compania Madrilenia de Urbanizacién de Arturo Soria y Mata. Su difusién era muy limitada y ademas estaba destinada casi exclusivamente a sostener un particular modelo morfol6gico. Lo mis- mo es valido para Garden Cities and Town Planning, que nace en Londres en 1904 y para La Cité:jardin que sale cen Paris entre 1912 y 1914. The American City, que se publica en Nueva York desde 1909, en cambio, esté dedicada preferentemente a problemas administrative. 42. Stddtebauliche Yortige aus dem Seminar fur Sttdtebau an der Koniglichen Technischen Hochschule zu Berlin, Erenst u.Sohn, Berlin 1908-20, a cargo de Joseph Brix y Felix Genzmer. 43. Baumeister, R., op. ci 44. Stibben, J. Der Siddiebau, cit 45. Bbersiadl, R., Handbuch, cit. 46. Raymond Unwin, Town Planning in Practice, an Introduction 10 the Art of Designing Cities and Suburbs, Fisher, Londres, 1908. 47, Camilo Sitie, Der Siddte-Bau nach seinen Kinstlerischen Grundsatzen, Graeser, Viena, 1889. Un estudio cexaustivo sobre Sitte y la cultura urbanistica de su tiempo es naturalmente la de los Collins, cit. 48. C. Buls, Esvhérique des villes, Bruylant-Christophe, Bruselas, 1893. Los intereses de Buls, burgomaestre de Bruselas y figura de primer plano en la sociedad urbanistica internacional, estin dirigidos sobre todo a los proble- mas de la conservacin de los centros monumentales. 4. Una teoria general de la urbanistica Operatividad y teorizacién La literatura urbanistica de la época esté constituida en gran medida por manua- les. Es posible deducir de ellos una gran cantidad de informacién sobre la discipli- Na, pero no proporcionan una imagen exaustiva sobre su estructura y sus motivacio- nes. Los manuales tienden de hecho, en primer lugar, a definir los modos de uso de la disciplina y el papel del operador disciplinar, y dan a la urbanistica un cuadro que coincide con su colocacién en el panorama técnico-cientifico de la época. La misma subdivision de la materia, como normalmente se presenta en los manuales, desde Baumeister en adelante, tiene la funci6n de fijar los argumentos independien- temente el uno del otro, para poder ofrecer poco a poco respuestas parciales o, final- mente, la respuesta definida por la suma de las precedentes. La urbanistica es en realidad, y quiere ser, sobre todo, una técnica operativa. La misma informacién hist6rica, en la literatura especializada, tiene un valor inmedia- to, de confrontacién cuando no es de propuesta.! EI tono del tratamiento es de tipo normativo: se indican las disfunciones y se pro- ponen los remedios segiin un mecanismo tan definido que no queda ningtin espacio para preguntarse sobre la naturaleza de los objetivos y sobre la naturaleza de los paré- metros adoptados. No es que falten las tentativas hist6ricas de sector, para los modelos de organi- zacién propuestos —desde la red viaria a la distribucidn de la tipologia edilicia, y al sistema de las zonas verdes—, que son todos de tipo operativo, pero nunca, nor- malmente, de tipo interpretativo.” 1. ste planteamiento caracteriza sobre todo al tratamiento de los argumentos de disefo urbano. Es tpico, por- gue se vuelve a encontrar en los ensayos y notas de otros autores en distintas circunstancias el planteamienio de Stibben: sus intereses son preferentemente tipoldgicos y el breve excursus hist6rico con el que empieza, por ejem- Plo, el capitulo dedicado a la esttica de las plazas publica, solo sirve para proporcionar ulterior material sus suge- Fencias compositiva. La ejemplificacion, que es uno de los puntos fuertes del manual, esté generalmente sacada 4e los contents y de las épocas mas diversas, (Ver J. Stibben, op. cit., parte Il, cap. Ily TX). Es evidente el aburr- miento que inspiran los debates mas propiamente formales y su sustancial incomprensicn de las tesis de Site es si igico resultado. (VerJ. Stabben, Recent Progress in German Planning, Conference, octubre 1910, Londres, 1910) 2. Hiay una excepeisn y se la debemos, naturalmente, a Eberstadt, Su andlisis del replanteamiento del centro en a ciudad modema, sosteniendo la hipétesis morfoldgica racial, se apoya en un agudo examen de las razones his- tiem que sostienen its distnasoranizacones espacial. VerR, bers, Handbuch ci. pane I. pat 28, par. 3 2 La construccién de la urbanistica Por otra parte, es evidente que la misma abundancia de indicaciones operativas, normativas, esquemas te6ricos de sector, presupone la existencia de una teoria general de la urbanistica que, aunque nunca se especifique, constituye un patrimonio comin a todos los operadores disciplinarios de la época. Por tanto, es necesario esclarecer las relaciones que median entre las distintas posibilidades sectoriales, indicar los valores en los que se inspira la busqueda disci- plinar y, sobre todo, poner en evidencia los elementos que la urbanistica ochocen- tista asume como obvios y que en cambio delimitan un sistema preciso de opciones politicas y culturales. Compacidad y unicidad Esta operacién se hace posible por la sustancial compacidad y univocacién de la disciplina. Las controversias sectoriales e intersectoriales —tales como las elegi- das como guia de localizacién, la amplitud de la intervencién piiblica, el grado de detalle en los planos, etc.— no tocan una especie de acuerdo de fondo que sostiene el conjunto de la investigacién.* Esto es tanto més sorprendente, por cuanto el campo disciplinar parece que ten- dria que ser controvertido por naturaleza, ya que nace de una situacién social de crisis. Las condiciones de vida en la ciudad industrial contradicen clamorosamente la ideologia dominante, construida en torno al mito del progreso. Los puntos de posi- ble intervencién son numerosos y, a falta de una hipstesis metodolégica general 0 de una teorfa, serfa de esperar una cantidad no controlada de propuestas e indica- ciones divergentes, no sélo por lo que respecta a las soluciones, sino por la misma naturaleza de los problemas afrontados. En cambio, la cultura alemana, en la cual se reasume gran parte de la cultura urbanistica europea y americana de la época, se caracteriza por una fundamental uni- cidad y coherencia: no s6lo los objetivos sino también los criterios de juicio y los valores de referencia son los mismos para todos. Las voces discordantes, las criticas de fondo se marginan: el criterio de la con- cretidad sobreentienden una eleccién ideolégica precisa. La cultura urbanistica par- ticipa de pleno en la construccién de la sociedad capitalista industrial —sus valores son los de la clase dominante— y excluye todo lo que puede poner en duda los supuestos ¢ insiste en la sectorializacién y en la especializacién para evitar pregun- tas inquietantes. 3, Sobre la prioridad en las decisiones de localizacién y los distintos niveles del plano, ver R. Baumeister, op. cit, parte I, cap. V, J, Stibben, Uber den Zusammenhang zwischen Bebauungyplan und Bauordnung, cit., J. Stib- ben, Der Siadiebau,cit., parte Il, cap. 1, R. Eberstadt. Handbuch, cit., Introducci6n; ver ademds la ley sobre la alineacin del 2 de julio de 1815 y los «criterios»establecidos por Verband Deutscher Architekten und Ingenieur Vereine ‘en 1874 en Berlin, la ley Adickes del 287.902. Sobre las caracteristicas de la intervencién piblica, ver: R. Baumeister, op. cit., parte II, J. Stibben, Der Siad- tebau, cit., parte Ill, cap. Ty I, R. Bherstadt, Handbuch, cit, partes IV y VIL Una teoria general de la urbanistica 63 EI rechazo de la utopia Las tentativas de esquematizacién general estén a menudo presentes en el inte- rior de los distintos sectores, pero también aquf se limitan a proponer modelos de organizacién 6ptimos respecto a los criterios restrictivos de juicio adoptados, y los costes y la salubridad para las viviendas populares al décor de una sistematizacién monumental. __El interés esta en realidad en otro lugar y el valor de las propuestas es propor- cional a su concretidad y a la posibilidad de su inmediata utilizacién. _ Una prueba de ello esta en la falta casi absoluta, en la literatura urbanistica «ofi- ciab-, de propuestas ut6picas 0, por lo menos, radicalmente innovadoras. Es necesa- rio por ello dirigirse a otras dreas culturales, menos comprometidas en la construc- cién de la ciudad, cuanto més atentas a las estructuras sociales que lo sustentan. No Fig. 22. Emplazamiento de un monumento: estatua ecuestre en la Place Royale de Paris St., fig. 764, pig. 387. Fig. 23. La fuente Heinrich en la plaza del mercado de Braunschweig St., fig. 775, pag. 395. Bele” Ala Benge Fig. 24. Plaza Belle Alliance en Berlin. Proyecto Felix Genzmer. St., fig. 776, pig. 396. Una teoria general de la urbanistica 65 hay sitio aqui para generalists como Howard o Geddes, que se nos aparecen tan extra- ios de Owen o de Korpotkin como los representados por la urbanistica militante.* La extensa polémica desarrollada en torno a las tesis de Sitte y de sus discipu- los, es intrinseca a la llamada, aunque sarcdstica, a un mayor realismo, como si for- mara parte de Sitte, y en protesta contra la pretendida practica de la propuesta del gasto derivado del prejuicio, mas bien que de una atenta consideracién de la situa- cién concreta aplicada.> Es también indicativa la ausencia de referencias a las teorias marxistas, hasta el punto que la misma «cuestidn de las viviendas» de Engels se ignora totalmente. Esto también se puede achacar al ostracismo opuesto al socialismo de la sociedad bis- marckiana y post-bismarckiana, pero es perfectamente coherente con los plantea- micntos eficientistas de los «funcionarios». De todas maneras, no entraran nunca a formar parte de la cultura oficial ni los sostenidores —bastante mas inocuos— del movimiento de la ciudad-jardin, usados continuamente como adorno de una disci- plina que pretende llegar a ser llamada a hacer frente a los deberes mucho mas arduos e inmediatos que los indicados por tal camino. La historia {Cuél es el valor que se atribuye, en este contexto cultural, a la historia de la urbanistica? Estos son los afios en los que se empieza un trabajo sistematico de recons- truccién de las vicisitudes urbanas. En los convenios ha estado siempre presente por lo menos un comentarista sobre argumentos pertenecientes a la historia de la ciu- dad, y en los mismos manuales un capitulo introductivo de cardcter hist6rico pare- ce de rigor. 4. Los que en cambio son muy conocidos por los modernos estudiosos de la historia de la urbanistica, gracias al lugar que la literatura corriente les ha reservado. No hay duda que subrayando el papel de estos personajes se busca ante todo el acreditar una tradicion «contestalaria» de la urbanistica. Uno de los més interesantes ensayos en esta direccidn se puede encontrar en Francoise Choay, Liurbanisme, wiopies et réalités ~ une antologie, Editions du Seuil, Paris, 1965. 5. Ver J. Stibben, «Stadtbauplan, Enteignung und Umlegung (Plano urbanistico, expropiacién y recomposi- cin inmobiliaria), Der Stddtebau, pag. 127, 1904. Stubben polemiza con Sitte que se habia rebelado en contra de tna propuesta de una ley general sobre la expropiacion de zona. Sitte parece adelantar la preocupacién de que una ley de expropiacién en vistas a una recomposicién inmobiliaria allanaria el camino a ka propagacién de los planos sa escuadra y cartabén», tipicos de las oficinas ténicas municipales, y lo pone como motivo para defender la propie-~ dad privada. El tema lo vuelve a coger Stibben en un articulo sucesivo, «Enteignung und Umlegung» (Expropiacién y recom: posicién territorial), Der Stadrebau, pig. 38, 1905, 6. Por ejemplo, el texto de la relacidn de Haverfield al congreso de Londres de 1910, ampliado, ha sido por mucho tiempo uno de los estudios hist6ricos més difundidos en el mundo anglosajén (Francis John Havertield, Ancient Town Planning, Clarendon Press, Oxford, 1913). Brinkmann y Gurlitt, a menudo presentes en los congresos de urba- nistica con relaciones e intervenciones, se dedicardn més adelante casi exclusivamente a estudios hist6ricos, Son ‘numerosas las exposiciones locales dedicadas @ la historia urbana desde la de Dresde en 1903, citada en numerasas ‘ocasiones, a la de Karlsruhe en 1907. Entre todas, destacan las organizadas regularmente como ocasién de las con- venciones de la revista Lart public, cit. Un primer intento de utilizar el anélisis hist6rico en la préctica profesional ‘se encuentra en el TV congreso de arquitectos y urbanistas de la revista Kunst und Denklmalpflege, organizado en Erfurt en 1903 con la participacion, entre otros, de Stibben, Gurlitt y Hofmann, (Cit. en Deutsche Bauzeitung, XXXVIL, pigs. 578-83, 596-91, 598-603, 1903). 66 La construccién de la urbanistica Esto sin embargo no es fuficiente para convencer al critico sobre la efectiva nece- sidad de verificacién histérica que tendrfa que caracterizar a la nueva disciplina. Considérense por ejemplo los manuales y el gran mimero de referencias al pasado urbano que en ellos se encuentran. Si normalmente la parte descriptiva supera en gran medida a la analitica, no es solamente por la inadaptacin del bagage critico, sino también por el evidente valor cjemplificativo unido a la descripcién. La historia es siempre, en estos escritos, magistra vitae en el modo més directo; Ia informacién tiene un valor inmediato, de comparacién cuando no de propuesta. Una de las motivaciones mas frecuentes de las referencias hist6ricas es la que respecta a la composicién urbana. Este es el tema sobre el cual los tecnéeratas parecen encontrarse con los cultores del pasado, pero es también, como veremos, aquel del cual se dividen, claramente distintas, dos maneras diferentes de aproximaci6n al pro- blema morfolégico. No existe, tampoco en este caso, una voluntad de anilisis histérico de la morfo- logfa urbana —con pocas honorables excepciones—, sino una tentativa de organizar una casuistica atemporal sobre la que referirse al afrontar los problemas actuales. Interesa més bien poco como se haya formado la ciudad, en cambio s{ importa preveer como crecerd. La historia urbana como instrumento de btisqueda sobre los mecanismos formativos de la ciudad, es todavia un capitulo entre los més margina- les y mas sostenido por el orgullo civico que por un interés cientifico real. Tanto més perturbadoras aparecerén por tanto las interpretaciones de Sitte y atin més las de Geddes, que no se duda en reconocer el valor también operativo de la la inter- pretacién histérica, planteando una lectura dindmica de la realidad territorial con una anticipacién de algunos decenios sobre la cultura corriente.’ Planteamientos generales Una reconstruccién de la sustancia tedrica de la disciplina urbanistica entre el ochocientos y el novecientos tiene que basarse en la publicidad contempordnea como fuente esencial de documentacién, més concisa que cualquier deducci6n que se pueda sacar de las intervenciones urbanisticas realizadas. De todas maneras, es necesario leer entre Iineas, puesto que los escritos dispo- nibles no estan nunca orientados en este sentido, sino que tienden a evitar los plan- teamientos generales para cefiirse lo mds posible a los casos concretos. 7. Bs imeresante darse cuenta como, también en la urbanistica, ef descubrimiento de la historia coincide con revaluacidin de la edad media. Se trata naturalmente de la referencia ms inmediata contra el clasicismo dominante tambign en la composicin urbana, pero las implicaciones anticaptalistas son, en Geddes, muy claras y explicitas. Ver P. Geildes, Cites in Evoluién, cit., cap. 4: Paleotechnic and Neotechnic. A. Geldes, defensor convencido de la posibilidad de prever la evolucién de ln ciudad, usa el término de conurbation, que desde entonces (1905). ha servido para indicar un éreainteresada por una urbanizacién difundida pero poco estructurada, como la que se ori gina con el ripido crecimiento de un centro urbano y por su conjuncion y articulacién con centros menores, que, 4s vez se han convertido en focos de desarrollo. Geddes ha conseguido individualizar algunas situaciones de conur- bration o de city region que habrian resultado escandalosamenteevidentes slo algunos decenios més tarde, y en aquel momento reconocidas finalmente por la cultura urbanistica: el Rub, la regi6n atlintica entre Filadelfia y Boston. Es evidente la extraordinaria distancia entre esas intuiciones «territoriales»y la cultura rigurosamente «urbana» de su tiempo. Una teoria general de la urbanistica Fig. 25. Plaza de la Republica en Paris. St., fig. 778, pag. 398. 67 68 La construccion de la urbanistica El planteamiento aparentemente programitico de la urbanistica oficial ha sido durante mucho tiempo comparado con el abiertamente ideol6gico de la tradicién uté- pica, resultando de ello la creacién de una imagen sustancialmente tecnicista y no comprometida con la cultura de los «funcionarios». En contra de esta pretendida limi- tacién, a menudo se ha levantado la critica novecentista, incapaz —precisamente por- que participa plenamente de la misma tradicién cultural— de comprender el alcan- ce ideolégico real. En cambio, como es natural, existe una base tedrica y se observa sistematica- mente. Es precisamente esto lo que hace posible la unicidad de posturas disciplina- res como las que ya se han mencionado. Sélo que, para darse cuenta, es necesario desarrollar una investigacién completamente interna a la disciplina, sin ninguna des- viacién en busca de confirmaciones explicitas en los tratados 0 incluso en el contex- to real. Entonces es posible comprender las razones que justifican la creacién de los ins- trumentos de intervencién, la eleccidn del campo de operaciones, la individualiza- cién de los problemas a resolver. De este modo la disciplina reconquista su dignidad de ciencia, reveléndose com- prometida en la realizacién de un proyecto social histricamente correcto y fiable. Ciertamente, su proyecto no es el profundamente reformador que mds tarde ven- dra desbancado cada vez con mayor frecuencia, pero debemos reconocer sus carac- terfsticas reales, que siempre son un acto positivo en vista a su replanteamiento. Intentemos, en primer lugar, descubrir su articulacién. Emplazamiento de una fuente delante de la iglesia de San Lorenzo en Nuremberg. St., fig. 780, pag. 400. Una teoria general de la urbantstica 69 Articulacién La urbanistica, como las otras ciencias, se apoya sobre algunos postulados que no se ponen en discusién porque estén en los origenes de su formacin disciplinar. Pero veremos que son estos postulados los que caracterizan la disciplina de modo no equivoco como un instrumento de racionalizacién y conservacidn, a pesar del clamor de protesta y contestacin que a menudo acompafian sus intervenciones. La urbanistica sé construye con el tiempo, apoyaindose sobre las bases que se deri- van de nacer y ser definida en una época historicamente determinada. Sustancial- mente incapaz, de volver a poner en discusién sus motivaciones originales, continuard trabajando en las direcciones que se le indicaron desde un principio, alcanzando niveles cada vez mis elevados de sofisticacién, pero siempre incongruentes con los nuevos objetivos que va declarando.’ Existen, ademés, algunas cuestiones alrededor de las cuales se articula la disci- plina. Estas cuestiones constituyen el argumento principal de la literatura urbanisti- cay no hay estudioso de la época que no se pueda eximir de tomar posici6n en pro o en contra de las distintas propuestas. Algunos de estos problemas estén presentes todavia hoy; basta pensar en el tema de la expropiacién de las areas de desarrollo urbano o al de la edificacién a bajo coste. Otros, por ejemplo los tipolégicos, no conservan mas que un valor de testimonio. Es sobre estos debates que se forma y se afina el bagage disciplinar: con insis- tencia puntillosa se examina y reexamina el tema elegido, se busca en su interior, se evaluan las consecuencias de las distintas soluciones posibles. Se da, de esta manera, la direccién a una tradicién disciplinar especifica, defini- da en su campo de aplicacién y en sus problemas de fondo, Pero también se da ini- 8. En otras palabras, la disciplina, que en su principio estaba perfectamente integrada en el cuadro cultural y social de su tiempo, se ha visto obligada a revestirse de un papel contestatario que le era estructuralmente extrafo. CCiertamente el énfasis hacia la tradiciGn reformista que, como hemos visto mas de una vez, es en realidad marginal ‘su historia, le ha permitido superar las grandes limitaciones de sus planteamientos ochocentistas, y ha evitado que se reexaminaran a fondo las motivaciones de manera que respaldaran su historicidad. El urbanista ha pasado de ser la expresién puntual de un momento social y politico a ser una especie de sediciente ultima spiaggia en donde se feiine un grupo de profetas incscuchados. Es Sabido que los adictos a los trabajos —por lo menos los mis advertidos— no estén de acuerdo con tales planteamicntos, pero esta es atin una imagen que, por extrait edlculos politicos, siempre han querido dar de la disciplina, Vuelvanse @ leer, por ejemplo, muchas de las relaciones oficiales de los congresos del Instituto Nazionale d'Urbanistica; aqui nos conformamos con recordar una frase: «Desde diciembre de 1945, desde el primer congreso de la reconstruccién en Milin, estuvo claro que las fuerzas hostile a la planificacién urba nistica tenfan en el pais la aplastante delantera sobre el exiguo grupo de los que, a pesar de ello, pretendian una lucha ideal que corria el riesgo desde aquel momento de tener poco crédito incluso en el seno de los partidos demo- craticos que entonces se estahan reestructurando» (Relazione generale introducttiva: venti anni di battaglie urbanis- tiche, preparada por Giovanni Astengo para el XII Congreso del Instituto Nazionalid’Urbanistica que habria tenido que desarrollarse en Népoles entre el Hf 16 de noviembre de 1968, en Urbanistica, 54-55, pag. 46, septiembre, 1969. 7 ‘vor Bed ‘ogy “uy “aS ‘auSomog ap siog mp amuaay b| apsap OISIA shitd Ua OJUMEA [OP OMY "RZ “By Una teoria general de la urbanistica “€Om “Fed ‘seu “By “IS “surg ua fray jog jap e129 AJ anbiyug v oweWNUOW LZ “Std brectieeten ose La construccién de la urbanistica R La construccién de la urbanistica cio a una tradicién de busqueda sobre algunos modelos 0 esquemas de la realidad, que tienden a ignorar las relaciones existentes entre los fenémenos urbanjsticos y el contexto social y econémico. La urbanistica es, y quiere ser, en el periodo del que nos ocupamos, sobre todo una técnica operativa. Sus instrumentos legales son esencialmente dos: el plano regu- lador y el reglamento edilicio. El plano, péngase atencién a ello, no es —o no pretende ser— de tipo consulti- vo, sino vinculativo. No se trata pues de un plano o de una opinién ofrecida a la consideracién o al uso de la colectividad, sino de un instrumento claramente coer- citivo, apto para imponer las soluciones que la técnica esté en disposicidn de indicar. Un planteamiento tan autoritario pareceria ciertamente contradecir la ideologia liberal y liberfstica que est en las bases de la filosofia del desarrollo ochocentista. Pero observamos que se empieza a discutir sisteméticamente de normativa urbanis- tica cuando el proceso de desarrollo ya ha transformado radicalmente las realidades urbanas precedentes y mientras se advierte la necesidad de procedimientos aptos para tutelar su continuidad. La intervencién del poder piblico que asume en la Alema- nia de Guillermo II dimensiones vastas y complejas en distintos sectores de la vida social y econémica, se presenta también en el campo urbanistico con una particular claridad, sea en términos inmediatos como en propuestas para el futuro. Liberalismo y estado fuerte se revelan como aspectos no opuestos en una misma realidad y son los pilares sobre los que se apoya la expansién del IT Reich: la urba- nistica, ciencia subalterna como ninguna, no podfa dejar de reflejar sus principios. 4:2500 Fig. 29. Arco de Sempione en Milan. St., fig. 787, pig. 408. Fig. 30. Proyecto para unas pequefias instalaciones cerca de Chemnitz Paul Klopfer, Holzminden, 1908, DSTB, 1908, lam. 21. 74 La construccién de la urbanistica Los postulados Cataloguemos aqui algunos postulados: a) La ciudad es el nico campo de aplicacién de la urban{stica, aunque en una Epoca de grandes transformaciones territoriales, es sobre la ciudad y en la ciudad donde se afrontan los desequilibrios y se indagan sus causas, Falta, en la literatura urbanistica del tiempo, toda alusién menos que superficial a los procesos de redis- tribucién de la poblacién, a la degradacién del ambiente natural y agricola, al des- arrollo social, Que la urbanizaci6n sea un efecto y no una causa es un dato que los urbanistas prefieren ignorar.? - b) La ciudad esta destinada a crecer indefinidamente y el problema de limitar su crecimiento en realidad no se plantea.” Entender el crecimiento como un fend- meno natural, no discutible, es naturalmente complementario a la limitacién del campo de indagacidn de la ciudad. No existe por tanto en la urbanfstica alemana el proble- ma de las dimensiones 6ptimas en la ciudad, tan presentes en cambio en el pensa- miento ut6pico-reformista. Este es un clemento extremadamente significativo, porque da un cariz realista a la buisqueda: mientras Howard" y Saarinen” se proponen como alternativa, los alemanes asumen el papel de realistas que afrontan los problemas efectivamente sobre la mesa, buscando soluciones que no comporten saltos de ningtin tipo. . c) La ciudad es, naturalmente, monocéntrica, y la expansién en cada direccién se define «equilibradamente>..* El juicio implicito en esta definicién resume clara- mente el sentido de la accin urbanjstica. La ciudad crece y por este solo hecho produce riqueza, provocando el aumento de valor de los terrenos de expansiGn. Se plantea asf el problema de garantizar un crecimiento homogéneo, continuado e indiferenciado en todas direcciones, de manera que en toda la ciudad los terrenos adquieren valor gradualmente. * 9, Este planteamiento es ipico de la urbanistica alemana: la opinidn de Geddes es distinta (ver nota 7, cap. 4), pero también es verdad que tendré muy poca importancia en la definicién del papel disciplinar. Desde una organiza~ Cigna escal territorial de la urbanistica, se empezard a discutir de mancra concreta s6lo algunos decenios ms tar- de. cuando se hardn mis urgentes as demandas para un desarrolio econsmico programado: este es el caso de la ‘Tennessee Valley Authority y de la politica inglesa de la New Towns, entre las primeras y més conocidasiniciativas. ‘Antes, no hay duda, que =Los proyectos urbanisticos |...] se basan por un lado sobre elementos nuevos, o sea con ampliaciones, y por otto lado sobre lo que ya existe, 0 Sea eon las mejoras a la ciudad vieja (J. Stibben, Der Stad- tebau, cit. parte Mc ir. 86) rt Jc Baumeister ofits ep. L,parcunadeclarncn porticularment expicia, Los demds son tos det misino parecer, tanto que no vale la pena de discutirlo. TI. Las ciudades jardin propuestas por Howard hubieran tenido que sustraer habitantes a las ciudades més gran- ‘des «demasiado congestionadase. Ver Ebenezer Howard, Tomorrow: A. Peaceful Path Real Reform, 1898, refundidas como Garden Cities of Tomorrow, Faber and Faber, Londres, 1902. 12, Fliel Saarinen (1873-1950) habia elaborado, en los afios de la Primera Guerra Mundial, un plan para el Gran Helsinky, que preveia la construccién de una serie de ciudades satélites de clara inspiracién howardiana, olvidando decididamente el encargo que sc le habia confiado del simple plano de transformacién y ampliacién, Ver G. Picci nate y MT Helin, oUrbaniicn, 38 pig, ADS Lg 3. Baumeister, op. cit. cup. Vs stadt, Handbuch, cit., parte IV, pa. Ta, Mor Eber, Haul cite parte Hyp, R: Baumeister op cI cap.V: J. Sten, Der Stade dau, cit., parte 1, cap. It, 221, 283, par. 57. Una teoria general de la urbanistica vat Un crecimiento no homogéneo y en el cual la deshomogeneizacién no fuese cau- sada por situaciones particulares —un rio, un palacio real, fortificaciones—, una expan- sién que fuera direccionada a propésito, se tomaria como modelo erréneo, el error tipico a evitar.'5 El desorden es el crecimiento esporddico, el orden el continuo. En condiciones de crecimiento equilibrado el trafico tiende a disminuir gradualmente desde el cen- tro a la periferia. La permanencia del baricentro del tréfico en un mismo punto del rea urbana es la necesaria confirmacién de la correccién del proceso de expansién en hecho, © d) Clases y categorfas distintas utilizan la ciudad de manera distinta y es deber de la urbanfstica reconocer la especificacion de estos distintos modos de uso. Las exigencias de clasificacién y de zonificacién del érea urbana estén justificadas por distintos motivos: higiénicos, funcionales, sociales. Por lo que respecta a estos tiltimos, no hay duda en que las 4reas mejores han de ser para los ciudadanos de renta més elevada; aqui también las calles, los jardi- nes y la decoracién urbana serdn de una calidad més elevada.” A las clases medias se les destinan éreas y equipamientos de menor valor, a menu- do cuidadosamente clasificadas en relacién a los distintos niveles de renta,'* mien- tras que las clases trabajadoras s6lo tienen necesidad de ambientes en los cuales se respeten las condiciones minimas de habitabilidad.” En realidad, la edilicia popular esta siempre prevista en los confines del area urba- na, 0 alrededor de las industrias, llevando al extremo la hipstesis de segregacién social sobre la cual esté construida la estrategia del zoning.” e) Construir libremente es uno de los derechos fundamentales del ciudadano.”! Esta posicién puede entenderse plenamente con s6lo reflejar al hecho que se trata de una conquista de la ideologfa liberal, arrancado muy recientemente del arbitrio del principe. Se da en efecto el hecho, atin a fines del siglo xix, que algunos estados alema- nes, menos rozados por los nuevos principios del derecho napolednico, no reconoz- can tal derecho. De esta manera la batalla por la libertad de construir asume el sig- nificado de una confrontacién entre lo nuevo y lo viejo, de una lucha para la liberacién de la tirania del poder. ‘fi La intervencién ptiblica tiene por objetivo principal el de garantizar las con- diciones «naturales» minimas del desarrollo. La administracién publica tiene por tanto sobre todo la funcién de dar normas para la salvaguardia, limitando slo aquellos aspectos de la construccién en los que interviene directamente suministrando servi- 15, J. Stabben, Der Siddebau, cit, parte Il, cap. XI, pér, 362-69, 16. J. Stabben, Der Stddtebau, cit, parte 1, cap. Il. pat. 57 17, R, Baumeister, op. cit, cap. V; J. Stibben, Der Siadiebau. cit., parte 1, cap. 1 18 19. 1. C. Fuchs, cit., ver nota 19, cap. 3 20, R. Baumeister, op. cit, cap. V; I. C. Fuchs, cit. J. Stibben, Der Stddtebau, cit., parte, Il cap. U 21. R. Baumeister, op. ci, cap. V; Der Siddtebau, cit., parte Ill, cap. I; R, Eberstadt, Hanbuch, cit, parte V, par. 49 76 La construccién de la urbanistica cios especiales.” A las limitaciones impuestas por las medidas de seguridad con- tra el fuego corresponde la proteccién contra incendios; a las limitaciones sobre los indicios de superpoblacién, la formacién de parques y jardines piblicos; a las que respectan al trifico, la introduccién de aceras y seméforos. Sin embargo, en Ta mayor parte de los casos, las normas aseguran el mantenimiento de unos niveles minimos aceptables de calidad: las soluciones éptimas constituyen pocas veces un objetivo para la administracién publica. Estas estén destinadas a realizarse esponténeamente una vez que el proceso de crecimiento se realice sin problemas. 22, Ver R, Wuttke, op. cit, cap. 1V, Die Baupolizei: J, Sibben, Ober den Zusammenkang zwischen Bebawung- splan und Bawordaung, ei. pat. 718: 3. Sbben, Der Side, cit, pare Il, cap. I: R. Bberstadt, Handbuch, cit, parte IV, soe. Ly TV: op. cit, IIL, cap. 124 5. Las «cuestiones» Se ha dicho que la literatura urbanistica —las revistas, los ensayos, los manua- les, los debates en congresos— se desarrolla en torno a algunos temas clave. Estos resultan interesantes ante todo como criterio de seleccién (porqué estos pro- blemas y no otros), por el modo en que se plantean y, en fin, mds que por la gama de soluciones propuestas (de todas maneras bastante limitadas) por la luz que se arroja sobre los caracteres y los problemas reales de la ciudad ochocentista. La tipologia edificatoria Uno de los argumentos més debatidos se refiere a la tipologia: edificacién abierta 0 edificacién cerrada?! Aqu{ la discusién no se puede resolver en términos de des- tino de utilizaci6n, sobre todo porque se trata de una cleccién significativa en el ambito de la edificacidn residencial, aunque no es la tinica raz6n. El problema es més bien el de individualizar el médulo de crecimiento del tejido urbano, en el que se inser- tardn posteriores especificaciones tipolégicas y funcionales, junto a una serie de con- sideraciones de cardcter social. Al margen de alguna excepcidn, para buscarse mas entre arquitectos que entre urbanistas,” las simpatfas de estos tiltimos se dirigen regularmente a la edificacién de baja densidad. De todos modos, se reconoce en Stiibben, que serfa una locura adoptar como regla general la edificacién abierta en un ciudad. Los grandes estra- tos de poblacién de media y baja renta no podrén evitar los edificios de apartamen- 1. El tema esta detalladamente discutido en J. Stubben, Der Siddtebau, cit.. parte I, cap. 1, par. 3-26, pero es ficil encontrarlo a menudo en toda la literatura del perfodo, Baumeister trata de ello sobre todo en op. cit., parte 1, cap. IL, Iegando a la conclusién que Ia ampliacién urbana tendria que realizarse sobre todo a través de casas uni- familiares. Stubben sostendré en cambio la superioridad del sistema mixto, mientras que Eberstadt insistiré amplia- mente sobre el peso de las opciones tipoldgicas en la formacién de la renta, observando que no es el alto coste del {erreno el vinculo de una intensa expotacidn edilicia, sino mas bien al contrario: es la adopeidn de tipologias inten- sivas uno de los instrumentos més certeros para provocar el aumento de precios de los terrenos. Ver R. Eberstadt, Hanbuch, cit., parte Il. De modo semejante se habia expresado también Baumeister. Ver op. cit,, cap. IL 2. Ver por ejemplo, Karl Scheffler, Die Architektur der Grosstadt, Casirer, Berlin, 1913, cap. 1; H. Schmidkunz, Flachenstadt und Raumsiadt, Der Stidtebau, pag. 42, 1910, 3.1. Stibben, Der Stddiebau, cit., parte I, cap. I, par, 12

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