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de mamé Cora estan representados co ‘a través de una caricatura de lac teria en la década del sesenta (en su versin origin. tada}. Como Esperando la carroza has obras teatrales argentina, la de La dela familia para describir, como en un modos de vida de la sociedad e ademss,d Obra en dos actos tras criticos, en cambio, proficren poner el acento en de Esperando la carroza. Observan iad argentina asi la prioridad. ajes, Langaner evidencia su pur ien cumple la funcion de desenmasearar para los personajes Discépolo-—. Una vez que parece retomar su su mujer == Nicole Dofta Gertrudis, antiga de Cora ipe, hermano de Cora Mamd Cora ~> Mot Camillero primero Camillero segundo Asistentes al velorio Primer acto Cuadro I Sala en casa de Sergio. Clase media baja. Muebles de distin- tas 6pocas. La buena madera se codea con la formica y con plstico. En el fondo izquierda, wna puer- 1a. Ala derecha, dos puertas que condu- ‘en, una al dormitorio principal y la otra al cuarto de Mail- de. Para que este decorado siroa por espacio de varios mini- tos para introducirnos en In casa de Susana y Jorge, est rdcticamente cubierto de paales que cuelgan, que cubren fos sillones. Un recipiente de plstico para bufiur a wi bobs tuneochecito en el camino y olros objetos que hacer a esta ela- padeainfancia. Susana, sentada ante la mesa cubierta de co- fas, prepara ura mayonesa. Se oye Horar ala bebita. Jorce. — (En off) Susana Susana. —No puedo dejar la mayonesa. ¢Querés que se Corte? (Aparece mand Cora con su aire “ido”, como si flo- tara) MamA Cora. —Tiene hambre. Le prepararé la mamadera Jorce. — (Viniendo con ta beba en brazos.) Hace media hora que tomé la diltima. MaMA Cora. —Entonces ‘unas cucharaditas de tilo. gusana, —(Molesta) No le dé nada, mamé Cora. Métanle ‘el chupete en la boca y déjenla tranquila. (Jorge pasen # Ia hohita. mientras le golpea la cota.) 6 doleté la barriguita. Le daré wgsner RA. —jPero Susana! Escupe el chupete! Se lo pongo y lo escupe todo el tiempo. Para mi que es tu le- che. Estas muy nerviosa tiltimamente. SUSANA. — (Muy neroiasa.} jldeas suyas! zDonde me ve ner- viosa? (A Jorge.) Fijate si se ensuci6. Jorok. — (Fijandose.) Se ensucis. Susana. — gPodrias cambiarla? JoxGE. —Susana, sabés que no sé. Mama Cora. —La cambiaré yo. Susana —jNo! Deje, mamd Cora, voy yo. (Susanye va a bus- agua y paiiales planchados, con aire cnnssado.) 4. —jGran ciencia! {Cambiar un pafiall ios.) {En qué puedo ayudarte, Susana? Susana. —(En off) En nada. No me ayude en nada. Por que no lee el diario tranquil Joce. — (Yendo para adentro,) Susana, deja que teayude. La hacés sent Cora mira ta mayonesa.) MaMA Cora, Bs fija que esto es para hacer flancitos. (Abre ta heladera y saca una botella de leche. Vierte poco @ poco In leche sobre Ia mayonesa mientras revuelve.) jera para nada. Voy a meter esto en los mol- decitos y al horno. (Vaa la cocina con el recipiente. Su- sana y Jorge regresan cargados con todos los elementos necesarios.) ‘ANA. —jLlorona! Mamita estaba preparando la comi- da. (Le saca los pafales.) Toma, Jorge, Ilevalos al bao y sné cuidado de que no se caiga nada al suelo. (Jorge va es sucios al baiio.) En vez de ayudarme, us- Esperando la carroza 15 ted se pone a llorar. gLe parece bien? ZEh? zLe parece bien? (La limpia, le echa talco, le pone otro pafial.) zPodes planchar, Jorge? Jonce. —(Regresabido,) Sabés que no sé. Sabés que cuando Jo hago yo, quemo todo, SuSANA. — {Donde habré puesto el alfiler? Jone. —Tené cuidado. Susana. —No se mueva, Desapareci6, Jone. — (Lo busea por el suelo.) No lo veo. j SUSANA. —Sacé otro del armario, entonces. (EI va para ntro.) Jorce. —(En off) Donde? zPara qué me mandas a mi, sabés que no sé? Susana. —(Euriosa.) Aprendé. Dentro del armario, JorGE. — (En off) Si. Dentro del armario. {Pero dénde? ‘SuSANA. —Jorge, no me pongas més nerviosa de lo que es- toy. En el cajoncito de arriba JoRcE. — (Aparecienito con contré. Susana. —Entonces, zpor qué me creds problemas? Qué hhacés con ese pan? JorcE, —Estaba en el armario. SuSANA. —(Hace un gesto de fastidio,) Como la matamos de hambre, esconde comida hasta debajo de la almohada. Aqui esta el alfiler, Deja Jorcr. —Susana, dejala que te ayude. Susana. —Jorge JORGE, —Deja que se sienta itil. No esta chocha’, Susana. —{No? No sabés cuanto me tranquiliza oirte de- cir e50. No esté chocha. (Suspira cansada,) Bueno, teso- ssoro, que puede pincharse. Yeon 1 ments por fected 1 ue cox | to, a dormir ahora hasta la proxima mamadera, ;Oy6? (A Jorge.) gLa acostamos en el cochecito? Jorce. — 2A mf me preguntas? SUSANA. —Mis otros maridos no estan en este momento, 2A quién querés que le pregunte? Joncs. —jY yo qué sél (Ella va a acostar a Ta beba.) — ~Arreglé un ‘Poco el plastico ¥ sacuc la. Jokce. Susana, si sabés que no sé. ‘SuSANA. —; Jonct. — (Hace los arreglos y descubre un pedazb de tortilla de- bajo de la almohada,) ;Tortilla de Papas! SUSANA. —Lo que sobré de anoche. Gon raz6n no Ia en- nariz.vos? {No olés como yo? jHue- let A podrido, huele. Deberias ira investigary sacar to- se puede déscomponer, Aparece mamé Mama Cora. — (Se durmis? Susana. —En eso esta, (La acuesta,) Llevala al cuarto, Jor- Be, ¥ cerra la persiana. (Jorge se Ileoa el cochecito, Susans busca y rebusca sobre ln mesa, levantando partales yotras cosas.) {Donde esta? Mamé Cora, — Qué? SUSANA. —La fuente honda, MaMa Cora. ~ ,Cual? SusaNa. ~Yo dejé sobre la mesa la fuente honda en la que estaba haciendo una mayonesa i Esperando la carroza 17 MaMmA Cora. ~jUna mayonesa! ¢Eso era una mayonesa? * ‘SUSANA. ~No, eran hormigas africaiias. Cuatro huevos te- fa esa mayonesa, y casi medio litro de aceite. Mamé Cora.'—Yo cref, SUSANA. —{Qué crey6? MamA Cora. — (Defendiéi SusANA. —¢Qué hizo con el MamA Cora. —Flancitos con leche. (Susana corre a la coci- na.) Vos hablaste de flancitos anoche. Ibas a hacer flan- citos. (Aparece Jorge.) Vos la oiste. ;lba 0 no iba a hacer flancitos? (Susana regresa.) SUSANA. — (Draniticamente.) Cuatro huevos, litros de acei- te, litros de leche, sal, mostaza y seguramente tonela- das de aziicar, para tirar a la basura, Jorce. — {Qué querés decir? SUSANA. ~ Quiero decir que no solo perdimos dinero, sino tiempo. Me eché a perder la mayonesa, Jorce. —Mamé, gpor qué hiciste eso? Maa Cora. —No tenia cara de mayonesa, Jorge. Jonct. ~ :Por qué no preguntaste? No hagas guntar primero. (Susana se saca el delanti suelo y sale de la casa.) ;Adénde vas? ;Para! (Sale detras,) .) No parecia mayonesa ? sin pre- Mamé Cora mira a su alrededor mientras levanta el del fal, antes de salir rumbo a ta cocina. El resto de los se pierde ripidamente en la parrilla?, y queda el Ii medor de Elvira y Sergio. Este, en pijama, acostado en el so- Si; lee un diario. Se oye misica y la voz Iatosa de un locutor de radio dando noticias de 1962, 2 Parte superio ea ecena SERGIO. ~ (Suena el tetéfo ‘ono, ; Teléfono! Euvta. ~Podrias atender vos, zn0? SERGIO. — Es el tmico dia de descanso que tengo. Evita, ~Me gustaria saber cual es el info (Levanta al au cut) iHlola! jNo! Aqui no hay ninguna Paquita. (Cuelga.) Haceme el favor de atender el teletone cuan- do suene. lo. Que atienda Matilde, quesiemprees Fluka. —Esté durmiendo, ;No sabés que s@ acosts a las cuatro de la mai st cle estuvo hasta esa hora? Los vecinos la 1? ¢Quién la trajo? 2Vos le diste permiso? dle las cuatro preguntas querés que te con- este primero? ieee Pienso moverme de este sllén, (Ella hace moc te fest, saca una fuente de un mueble y oa ala 1m.) éEsta claro? As{ que si vuelvea sonar Porque * descanso que tengo no voy a pasar. me... Evia. — (Regn no descar benyo pude MMs hubieras dicho que no vinieran y basta ‘A. — £Y privarte de los mimos que te hace? “Mi amante maravilloso”, morcito de Nora”, Esperando la carta 19 SeRGIO. —Cref que la apreciabas : RA. — A esa hipécrita? Sf, le tengo cierta simpatia, Porque es fina y tiene clase, que es algo que por cierto no sobra eft la familia, ERGIO. —Entonces dejate de protestar. 'VIRA. —Protesto porque al fin y al cabo ellos tienen sir- vienta y yo no. gPor qué no nos invitan mas seguido? iQué desgracia! Los tnicos ricos de la familia y se les ilumina la cara cuando les ahorramos una comida (Sale por fir con ta fuente. Sergio da ouelta la pagina gue leyendo. Suena el tinsbre de calle.) SERGIO. — (Elvira! Timbre. FLvina. ~(Reaparece, un poco fastidinda.) Te estas tomando demasiado en serio lo del descanso. Serco. — {No ves que estoy en pijama? Euvina. {Por qué no te vestis? (Abre.) Hola. {Cudnto? Qué? ZEstis loco? Oime, Pepe, Hevatelas. (Cierra) Dos botellas de vino, ciento veinte pesos, SekGIo. ~2¥ qué les vas a dar? Evra. — Agua. Yo no pago sesenta pesos por una bot de vino. {Qué hora es? SERGIO. — Ese reloj esta parado. EWiRA. —Deben de estar por llegar. Por qué no te vestis? ‘SERGIO. ~¢Tengo que ponerme el esméquin para comer con mi familia? Evia. En pijama, no comés. Y anda a darte un baiio, que hace varios dias que lo estas necesitando. SERGIO. ~Me bafé anteayer. E.vina, —En suefios. Te baités o esta noche no te metés en mi cama. (Elvira va ala cocina) Manip. — (Desde su cuarto.) Mama... Etvira. —(Desde la cocina.) {Qué querés? Mati. — (Desde su ewarto.)jLa canill 20 Jacobo Langsnee Euvina, — (Desde la cocina.) Esta cerraca, Manne, — (Desde su cuarto,) Estoy toda enjabonada, (Ser- 0 arroja el diario al suelo y se rasca el pie izquierdo contra el sof. Matilde viene de su cuarto entvuelta en un toallin y et pelo metido en uni gorea de bao.) Cortaron el agua, Stacio. —Y después viene aquella insistiendo en que me bane, Marioe, ~{Con qué me saco el jabon? Evin. ~ (Viniendo de la cocina.) Otra vez cortaron el agua. (Con gesto dramitico se drige al teléfong y marca unt mi. mero.) ZBlisa?... Elvira... Qué pasa con el agua?... A mi no me avis6 nadie... ;Cuatro horas...! ;Desde cuando...? {Desde ahora mismo? Tengo que hervir los ravioles... No tire la suya, Hiérvalos y llameme, que Noy a buscarla. Gracias. Es usted un angel. (Cuelga.) Yo hago ravioles, ella hace ravioles. Yo hago puchero, ella hace puchero. ;Qué pafs! SeRcio, — ¢Qué te importa? ¢Qué paso? Ewina. ~Cortaron e! agua por cuatro horas, Me io hacen a propésito. SERGIO. ~ Elen, = Me paod toda ln hianane eclaia els yendo el diario. : SERGIO. — Fue solo una inocente preguntita Etvira. ~No me hagas inocentes preguntitas. ;Acaso no sabés el trabajo que da una casa? Stncto, —iNo lo voy a saber! Si no habla de otra cosa! Mi pobre madre quedé viuda a los treinta y cinco aftos y con seis hijos. Etvina. —Conozco el tango, Sexcio, — Atendia la merceria, Eivina. —Cocinaba, zurcia, tejia, bordaba y seguramente jodia, y jams se le oy6 una queia. Me lo contaste mas de un millén de veces. Pero yo soy de carne y ella era de hierro, Senco. — Pobre vieja! Pobrecita! Evins, —jTangos, no! Smicio, 5 Cuando plenoo di 5268 glue Sufrié la pobre y en la poca felicidad que tuvo... Evia. ~Cuando pensas en todo eso no pasa nada. Lo pensaste mas de un mill6n de veces y jams pas6 na- da. (Suena el timbre de call.) Son ellos. ;Yo me niato! (Abre Ia puerta.) Hola! (Entra Jorge y detrds de él, como sn fi ‘si co- * Reprint 1 tangsner Susana. —Pasa que yo ya no doy mis, Sencio. — (Incorporiidese.) ¢Tan grave es la cosa que ni quiera pueden decir “buenos dias”? UsaNa. —No es un buen da para nosotros, Sergio. loRce. —(Contemporizador.) Buenos dias, buenos dias. 10. ~ Buenos dias. Ahora si, gqué pasa? Susana. —Pasa que yo solo tengo treinta afios y queno me resigno a vivir en una casa que no ¢s mi casa'y en la que soy nada mas que una sirvienta, Jonct. —Ya esta. Ya tuvo que salir con esa estupidez, MIKA. —Oigan, ¢por qué no van a ventilarflos trapos su- clos en la azotea de ustedes? son de ustedes. iy furiosa.) lace cuatro afios que tu suegra vive en mi casa, y parece que con el firme propésito de no moverse de 10, — clin qué te molesta la pobre santa, si es que se puede saber? Susawa. ~ {En qué me molesta? {Me pregunté en qué me molesta? En qué no me molesta, deberias preguntar. . = ;Pobrecita! brecita”, pero nunca hiciste nada uy facil decir “pobrecita” a cuatro cua- Pero ella noes mi madrey yo no ten- 80 Por qué aguantarla. Mete las manos en todas pa tes, manosea todo. 10. —Te querré ayudar, SuSANA. — (Muy nerviosn.) (Que se quede quietal Yo no quiero ayuda. Si agarro una olla chica, ella dice que agarre una més grande. Me quita las cosas de las tha. os, prueba la comida mil veces para ver si est con. dimentada, revuielve todo el dia en el armario You (A Jorge, muy enojada.) ¢Me querés decir qué busca en ese armario?-¢Qué espera encontrar? ¢Petroleo? Todo el ‘tia saca las cosas y las vuelve a poner y desarregla to- Esperando la cartoza 25, do que es un contento. Hace quince dias, aprovechan: dlo que nosotros no estdbamos, quiso bahar a lanena, Euvira. — {Qué bie Susana. ~ (Rifamente:) Casi me la ahoga, JORGE. —La pobre sufre porque se da cuenta de que ya no sitve para nada y trata de demostrar que... Susana. ~Para hacérme rabiar, nada més. Pata eso sirve, (4 Elvira) Por qué no te la traés por un tiempo? EivikA, — (Yen a la cocina.) ¢Dénde querés que ln ponga? SusANa. —En el cuarto del fondo. Evika. —(Desde la cocina.) ¢En el cuarto de los cachiva- ches? Ahi ya no cabe ni un alfiler. SUSANA. ~En ese cuarto cabe més que de sobra una cama (Renparece Elvira.) Fiviga. ~Ese cuarto es de dos por dos y ya no hay sitioni Para un pelo escudlido, SusaNa. —Entonces la ponés aqui o en tu cama, pero en rnogoa 8 terminé, Cuatro atios es bastante tiempo, ho te parece? - ~éPor qué se te ocurre que tiene que venir acé? éAcaso no hay mas hermanos? SUSANA. —A mi me importa un soberano pito adénde va- ¥2.0 con quién. Solo quiero que me la saquen de mi casa. : Joxct. ~iPero sera posible! jYa esté bien! Estis hablando dle mi madre. (Sitencio breve.) Sergio... hacele un sitio ac. ‘SERGIO. —Pero Jorge... Jorcr. — Hacele un sitio. Vos os tan hijo como: YO, y tu mu- jer es mucho mas paciente que la mia E.vika. —Paciente hasta por ahi només, chiquito. Porque Yo también tengo mis nervios y no estoy como para andar... bueno... B Jonce. — Espero, Elvira, que nunca te pase esto. Y si algin dla te pasa, te deseo de todo corazén que tu hija tenga Paciencia como para aguantarte. RA. —jLa boca se te haga a un lado! Joxce. —Podria suceder. No? Mi madre fue una mujer tan dinémica como la que més, SERGIO, —[Es increible! Joxcr. es increible. Cuando pienso en como era hace solo diez. afios... Y ahora Stkcio. —Habria que emplear a una mujer para que la atienda * SUSANA. —jClaro! Como casualmente lo que nos sobra es Plata, podriamos contratar los servicios de una enfer- mera, iene por qué ser una enfermera. Ademés, si fuera necesario, la pagariamos entre los cuatro herma- nos. Susana. —2Dénde querés que meta a la enfermera? El cuarto de mama Co- SusANA. —Tan grande como el de Matilde, y lo comparte con la nena, IRA, — {Estas loca? El de Matilde es de dos por dos. Susana. —Lo que quieras, pero tu suegra se viene a vivir aesta casa. Sercio. —A n nadre vos no la vas a echar de ningiin la- ? Mi madre es una sefiora, no cualquier co- rse.) {No tenés manos para cerrarle el pico de ina bofetada? &. ~Sergio. ge no sabe expresarse claramente y se acerca a Sergio. Le pone as manos en las solapas del saco pi- Jama.) Tiene razon. Ella tiene raz6n. Tengo tna hijita de ocho mese: sperando la carroza 27 SuSANA. ~Y otra de setenta y ocho aos, JORGE. — Aguantar a la nena ya es un martirio, Llora todo el dia. Es como una usina. No para. Llora, llora, llora, ‘Trabaja lasicinticuatro horas del da. Ustedes insistic. ron en que necesitaba una familia. Yo vivia tranquilo, Pero era el mayor y todos se empefiaron en que nece- sitaba una familia. ;Pues bien! Ahora tengo familia. SUSANA, — ¢Estas arrepentido? Jonct. —No. iyo soy feliz. Es que solo estoy desesperado. Bivins. —ePor qué no hablan con Antonio y Emilia? Susana. — Emilia es viuda y trabaja como una negra para mantener al vago de su hi Ra. —Miren, ahora nomas viene Antonio. Haganle la oferta a él. A fo mejor, le tienta. ‘Susana. —(Llena de resentimiento,) ¢Los invitaste a comer? Etvika. —Si, Ellos nos invitaron la semana pasada. SUSANA. —Evidentemente, nosotros no somos de la fami- lia Vika. —gPor qué deeis eso? ‘SUSANA. ~Desde que me casé con Jorge, comi una sola ve: en esta casa. Y fue hace tres afios, Euvina. ~Y vos, gcudntas veces nos in SusANA. ~Miés de una vez. Evia. —No me enrostres® més tus ensaladas rusas ni tu guiso de arroz, que no gozan de gran reputacién en el barrio. SERGIO. —jElvira! ELviRA. ~ ZY qué? Si solo hace e1 arroz. (Suena el timbre. Elvira abre (Entran An- fonio y Nora. Esta leva sobre sus hombros una estola de piel te? 28 Jacobo Langsner . y trae er: Ia mano una bandejita muy pequeria.) ;Masas! iSiseras mala! Nora, —Si. Las mismas de siempre. E.vir. —jCon lo que engordan! Nora. —No seas tan coqueta. {Mas invitados! {Qué sor- presa! ;Pero qué sorpresa més agradable! (A Susana.) {Como ests, linda? Susana. —Bien. ZY vos? Nora. —Muerta de calor. (Se besan. A Jorge.) Qué tal, amoroso? ‘Tenés la felicidad pintadapen la mirada. jCuanto me alegro! (Besa a Sergio.) {Como esta mi amante maravilloso? RA. —jAy! Esta esta insistiendo mucho con eso de mi aravilloso”, Esti empefiada en que empie~ ce a sospechar algo. (Antonio y Nora rien.) Nowa. —Todo es cierto, mi querida. Todo es cierto. ;Pero ‘qué idea maravillosa tuviste, Elvira, de invitarlos! {Hace tanto tiempo que no nos vefamos! ;Con lo que yo los quiero! {Qué tal, Susana? ;Qué bien se te ve! {Con ese aire tan sereno que te caracteriza! jA mi me da una paz verte! Para mi sos como la campifia ingle- sa. Verde, calma, generosa, SusANA. Siempre con tu ojo clinico vos, para ver el esta~ do de animo de la gente. ELvika. ~Me parece que lo tinico que comern serdn estas masas. ANTONIO. ~Me prometiste ravioles con tuco. Evins. —Y te los amasé con estas manitos. Es que nos quedamios sin agua y no tengo en qué hervitlos. ANTONIO, —jAb, no! ;Con la ilusi6n que trata! Nora. —jVive sofiando con tus comidas, Elvira! Te re- cuerda cada vez. que ve las manchas de tuco que le quedan en las camisas. (Rie.) ;Cudl es el secreto de tus Esperandd la carroza 29 tucos? No salen con nada. (Rien todos.) ¢A qué se de- bbe esta deliciosa reuni6n familiar? (A Elvira.) ;Qué idea estupgnda tuviste, inviténdolos! Hace siglos que no los veia. SuSANA. —Termind de una vez, Nora. Nosotros no esta- ‘mos invitados. Hay que tener dinero para que lo invi- tena uno. Nosotros somos pobres. Evins, ~Muy espiritual. {No hablo siempre de la mara- villosa espiritualidad de Susana? No hablo de otra co- sa. (A Susana.) ,Creés que Antonio nos pasa una men- sualidad? ANTONIO. —Por favor, queremos pasar un plicido domin- g0 familiar. Tranquilo, pacifico, sereno y de reconcilia- ci6n nacional. SusaNA. —Entonces, Ilegaron en mal momento. Evins. —No, querida. Quien llegé en mal momento sos vos. Solo vos y nadie mas que vos. Asi que, si querés hacernos a todos un favor, te volvés a la camita y te le- Vantas dentro de unas horas de! lado derecho, porque no estoy dispuesta, y creo que todos estaran de acuer- do en esto, a aguantar tus impertinencias. Sex10. —;Por favor! (Rie. Se dirige a Norn.) Me paso toda Ja semana afiorando el domingo y, cuando llega, mira lo que tengo. : EtviRa. —Sino te gusta, ya sabés lo que podés hacer. Noa. —(Abrazando a Sergio.) ¢Cémo te atrevés a hablarle asia mi amante preferido? Eivina. —{No te lo dije? (A Antonio.) {No te parece que aqui puede haber algo? Nora. —Pero, dulce, qué puedo hacer para que me creas? Evita. Nada. No es necesario que hagas nada. Nora. —;Serd posible que nadie me tome en serio? ;Es ofensivo! 30 Jacobo Langsner Dame ei boiso, ja piel y ios guantes y sentate. (Nora esta vestida de modo ostentoso. Lisa gafas negras y, ‘a pesar del calor, un vestido Neno de lentejuelas muy poco apropiado para la hora.) Nota. —Las gafas, no, Odio la luz del mediodia. Evita. —jAh, si! jBs cierto! (Yendo al dormitorio principal.) Sergio, ocupate de los drinks’ Noka. —;Drinks! Funcionan las clases de idioma, segin veo. SERGIO. ~Si. Dice “no” en cuatro 0 cinco idfiomas. Nowa. —Malo. Darfa mi reino por un vermut. A ver si asi me despejo un poco. Antonio. — (A Susana.) Como esta la chiquita? SuSANA. —(Agresiva.) Bien. Nowa. — Aun no cumplié el anito, gno? Siempre me olvi- do de preguntar por ella. No es que no la recuerde, jeh! Ocupa un ortante, tanto en mi co- 2No es cierto, An Evi tonio, que siempre hablo de ella? ANTONIO. = (Distratdo.) De quién? Noga. —De la chiquita. Siempre le digo a Antonio que ja- “mas habia visto en mi vida una bebita mas linda. zNo es verdad, tesoro? ANTONIO. ~Si, i. Nora. —{Todavia no cumplié el afio, no? SusANA. —No. Acaba de cumplir los ocho meses. (Entra Matilde vestida con un lindo vestido primaceral.) Noa. —Con vos se completa ef cuadro familiar. Sospe- cho que este vaa ser el dia mas latdico de mi vida. Es- tacriatura me devuelve la juventud, Esperando a carroza 31 MATILDE. —Buenos dfas. ;Queé tal, tfo Jorge? Jorce. —(Besdndola.) ;Cémo estas? Nunea tenés un mo- mentito pai ir a visitarnos. A cuatro cuadras, Vivi mos a cuatro cuadras y creo que todavia no conocés niatu prima, Mani.pr, —jClaro que la conozco! ¢No te acordas que fu al sanatorio a ver a tia Susana? Evins. —Si. Con escarpincitos, batitas y otras cosas. Matitpe. —(Besando a Susana.) Qué tal, tia? (A Nora, des- pués de besarla.) Qué bonito vestido! Nora. —{Te gusta? (Nora da una vuelta para que Matilde le aprecie ex conjunto.) Modelito de Jamandreu‘, No es precioso? Mari.pe, —Un sueiio, ) Silas tias:toman vermut, yo creo que no voy a tomar nada. Nora. —{Por qué decis eso? Susana. —Porque mi cufiado dijo: “Matilde, llevale este "”. Pudo haber dicho “a tu tia Nora” Matilde es Nora y el tinico tio, Antonio, Nosotros so- mos pobres. SeRGIO. —Te viniste con todos los cables pelados, jeh! 12a a Nora el verniut.) 32 Jacobo Langsner Susana, —2No sabés que no tomo? Sercio. — {Por qué armés tanto escandalo, entonces? Donde esta la botella de cofiac? Maite. Mama la tiene guardada. ANTONIO. —Servime un whisky. .. = {Ehhh, loco! {Whisky! (A gritos.) Elvira, ;dénde guardaste el conac? (Desde adentro.) En el placard. Vent a buscar Ja té tan mara que ir, jeh! Tienen qui Susana. — Apena Nora. —Majiay ina, no. Y el martes... tampoco. EI miércoles te telefoneo y queda- mos. La chiquita podra correr por el jardin y tomar un poco de aire puro. 10s. Ser por eso que Dios me hizo estéril —¢No consultaste al médico? A veces son los MamiLDE. ~C6mo lo sabés? El hecho de que puedas eya- cular no quiere decir... Sercio. —gPero de qué habla esta? Estas hablando como un yiro’, Elvira! ¢La ofs? MAriLDe. ~Estoy hablando de cosas naturales. ‘SeRGio. En mi tasa no quiero que hables de cosas natu- Esperando lacarroza 33 rales. Qué es esto? {Un quilombo"? ZEso es lo qué aprendés en la escuela? Nora. —(Riéndo.) jMiren la cara de Sergio! SERGIO. —Quiero que me digas, ahora mismo, de donde sacaste esa expresi Mamie. — gEyacular? Lo lef en ese libro que tenés en tu me- de luz. No pensaras que todavia soy virgen, no? SERGIO, —Por tu bien, espero que lo seas. jElvi ELvina. — (Desde adentro.) Quis —iMe da cada susto! Esta manana volvié alas cua- tro de no sé donde y cuando le pregunté de dénde, me “de un cabaret con d —Fuimos a Parroquia con mi ami- ima y doa Elisa. No hicimos nada male: SUSANA. —2A qué le llamas vos hacer alg Manitoe. —A dar besos de lengua y esas cosas. Pero aun- to. (Deja el auricular descolgado sobre la puerta del dormitorio.) Mamé, es la al la nesa y se acerca a inchapelotas de iga? (Aparece Elvi- invita Matitpe. ~Dofia los ravioles, pero dice que elagua se le consumié un poco y que tiene demasiado almidén, 34 Jacobo Langsner . Anda a buscarla y tené cuidado de no quemarie. —Siempre tengo que ir yo. (Matilde sale.) ka. —gHabra ofdo? Ay, Dios mio, jefe no haya ofdo! Heva al a estupidal ( dijo que nos podiamos ida mental! Quién te fono descolgado? Aprendi sola. ( la! n vos! Cuando se trata de mover descolgado? Que horror! ;Con fa lengua que tiene esa mujer! Siempre me pasan estas cosas. (Nora y Antonio rien.) SusANA. —Eso te pasa por la incrofble facilidad que tenés para juzgar a todo el mundo. Elma. —Que yo sepa, Susana, a esta fiesta nadie te invi- to, ;Como quedaran los ravioles hervidos en agua mi- neral? Esperand la carroza_ 35 ANTONIO. ~Supongo que bien. Evia. —(A Matilde.) Andé a comprar media docena de botellas dé agua mineral. (Matilde hace un gesto de fas y sale.) Nora. —Ay, Elvira, yo creo que vivirfa en tu casa. Me di- vierto tanto aqui. (Rie.) ;Siempre te pasan cosas tan sscabelladas! LviRA. ~Si. Me pasan muchas cosas y esta es la peor de todas. No conocés a mi vecina. Es capaz de decir que me vio, con sus propios ojos, en Ia cama con el por- tero. SERGIO, —|Miré como se escuda! Noka. —jCémo se descubren las cosas! RGIO, ~Ya me parecia que el portero me saludaba con mAs amabilidad estos siltimos tiempos. Evia. —zPor qué no se van a la mis Nora. —Ay, jse puso colorada! (Rie.) Por fi der nuestros escripulos, Evin. —(Yendo a la cocina.) Vayanse al diablo. Noa. —jEnrojecié de veras, eh! Pero de rabia Jorce. —;Vamos, Susana? : oka. —ZQué apuro tienen? No nos vemos nunca. Susana. —Yo no tengo sirvienta. Nora, —(Asociando,) Como esta mama Cora? Susana. —(Encantada de tener una oportunidad de retomnar el fenra, ouctve sobre sus pasos.) ;Espléndida! Nova, —Supongo que cocinara ella, zno? SANA. —S{. Hace muchas cosas. ANTONIO, —Hace como dos meses que no la veo. SUSANA. —Si, son todos muy buenos ver a mi madre ni un solo dia. 8. Yo no dejo de ce a 36. Jacobo Langsner ‘Anronio, —Después de comer, la levaré a dar un paseo con el coche. El aire le va a sentar bien. Susaa. —Lo que le haria bien es que la invitaras a pasar ‘un tiempo en tu casa. Nora. —jAy, no! ;Pobre! Se aburrirfa como una ostra. (Con intencién.) ,No se siente feliz.en tu casa? : Susana. —gCémo se va a sentir feliz en esa ratonera? Sin aire, sin luz... jLa pobre seria tan feliz cuidando las flores de tu jard s Nora. — Pero si nunca estamos en casa! Antonio vive en la oficina, ocupdndose de las finanzas, y yo no dejo un ia de ir a casa de mamA. Sabés que la pobre esté peor. Apenas si camina. SUSANA, — Qué tiene? Nora. —Los médicos dicen que no tiene nada. Pero la po- Dre esta casi paralitica. He pensado seriamente en Ile- mela a casa, pero papa tiene un cardcter tan impo- sible, que supongo que alos dos dias Antonio y él dis- cutirian por cualquier cosa. ANTONIO. —Confieso que tengo muy poca paciencia con los viejos. Susawa. Pero con tu madre deberias tener un poco més. Hace cuatro afios que vivo con ella y sé que la pobre seria muy feliz si pudiera descansar por un tiempo en Ia casa de otro hijo. Nora, —2Por qué? Digo... gqué iba a decir? ;Ah, sft Pero, zcomo podés decirle a la pobre y querida anciana que se vaya a la casa dle otro hijo, sin herirla? Susaa. —No tengas miedo, no se sentiria herida, jJoRGE. — Mama cumplié Ia semana pasada setenta y ocho aos, Antonio. ANTONIO, —jPut daste? Se me pas6! gPor qué no me lo recor- Bsperando la carrova 37 Jorce. — Por qué? Tenés una sola madre y pudiste haber- te acordadgsin ayuda. ANTONIO. —Tengo otras cosas més importantes en la cabe- za que el cumpleafios de mama. Hiciste mal, Jorge. Debiste avisarnos. Al fin y al cabo, ella vive en tu casa Y por esa raz6n tenés més obligaciones que nosotros. SUSANA. —Eso si que esté bien. {Sabés que te funciona el cerebro? ;De veras, Antonio, que sos inteligente! Enci- ma de que vive en casa, somos nosotros los que tene- ‘mos que cargar con todas las obligaciones. Te aseguro que me dejaste pasmada. Realmente... no puedo ce- rrar la boca, Estoy sumida en el asombro. (Furiosa.) En cuatro afios fueron incapaces de preguntarle si necesi- taba algo. ANTONIO. —Supongo que Jorge le dara lo que ella nece- sita, SUSANA. —jLo suponés! Por qué lo suponés? No supon- ‘gas. ZQué te hace suponer eso? {Nuestro ritmo de vi- da? No es una vida rumbosa" la nuestra, Antonio. ¢Sabés lo que gana tu hermano? Jorce. —jBueno, basta! ‘Susana. —Me pasé todo el invierno con mi tapado viejo, juntando peso por peso para reunif la cantidad nece- saria como para comprarme otro, Cuando por fin lo- gré reunirla, tu madre tuvo un ataque hepatico y la fortuna se me fue al diablo, entre médicos y medica- mentos. A ninguno de ustedes se le ocurri6 preguntar- nos si necesitébamos ayuda. Nona: —Si, realmente... creo que la manutencién de ma- ‘mé Cora es algo que nos concierne a todos. 12 Pomposa, magpatics i 38 Ja SuSANA. ~Tampoco es soli) una cuestion de plata, Nora. 'No es solo eso. Es que... bueno... yo estoy un poco cansada y quisiera vivir sola con mi marido y mi hija por un tiempo. jLa puta madre! ZNo tengo derecho a tun mes de vacaciones? Nora. —jClaro que si! Esto esta fuera de toda discusi6n, Pero insisto. Creo que seria de una extrema crueldad decirle a esa sefora... a esa dama... que se vaya a ca- sa de otro hijo por un tiempo. ‘ Susana. — Fila se sentiria feliz. de que los hijos se la dispu- ta nun poco. Nora. —Hay que tener cuidado en eso. SUSANA. —jPero si se queja de todos! ‘Antonio. —Yo estaria dispuesto a pasarle un mes. {Cudnto te parece, Jorge? ‘Susana. —No necesitamos tu dinero, Lo tnico que quere- ‘mos ¢s que te la lleves por un tiempo a tu casa ANTONIO. —No hables de ella como st se tratara de un pe- > rrito o de un par de zapatos viejos. mi manera de hablar. (Entra Matilde con dos a. aon saber qué dijo mi madre para que la e con ojos de asesina? (Entra,) Nora. —Te voy a ser franca, Susana. Si yo me la llevara a casa, mi madre sentirfa unos celos terribles. Y las dos tas... (Rie) ZY aqui, Sergio? nero por y no hay sitio. Nora, —2¥ en lo de Emilia? SUSANA. ~ ‘en una habitaci6n, con su hijo. ANTONIO. {Claro que no! La pobre Emilia tiene unos problemas terribles. ad lacarrora 39) Esper Nora. —Pero seria 1a solucién, incluso para E ‘entre todos le pasdramos una mensualidad. Jorce. —jEmili tiene un cardcter tan amargo! Mama se moriria a los dos dias de estar con ella. Nora. —jRealmente! ;Qué carécter horrible tiene esa mu- i Susana. —Tiene sus motivos. claro, pobre! Si yono quise decir... ;Pero, con todo! Hay gente que trabaja duramente y no deja de sonrefr por eso. SusANA. —Emilia es viuda y sé que no tiene para comer. ANTONIO. —Por eso no voy a verla, No puedo soportar que pase hambre. Nora. —Y es viuda hace cinco afios. Hasta cuando se puede llorar la muerte de un marido? ANTONIO. —Esa pregunta me inquiela bastante. Cudnto tiempo me vas a Hlorar a mi? Nota. —No te preneupes, queridlo, que yo voy a morit an- tes, Allos doce aftos, una gitana me pronosticé que mo- riria alos cuarenta SERGIO. —Entonces, todavia te quedan quince afios de vi- da. Noka, —Reite vos, reite... pero yo todavia no tengo esas patitas de gallo que vos sf tenés en es0s ojos preciosos, SERGIO. — {Patas de gallo? Donde? Nora, —jQué caradura! jNo tiene otra cosa y pregunta donde las tiene! ;Ahi las tenes, locura Evita. —Bueno, bueno, quese te esta yendo la mano. Mu- cho chiste, mucho chiste, pero a mi me parece que ya hay un olorcito a quemado. ANTONIO. —Lo que huele esa salsa maravillosa. Falta atin mucho para saborear esos ravioles? Etvika, —Diez minutos. Pero no hay garantias, jch! Me /9 ja, que 40 Jacobo Langsner : trajo dos botellas de agua que apenas si van a cubrirla mitad de los ravioles. ANTONIO. —Van a salir perfectos. ‘Suncio. —El estémago me hace ruidos extrafios. Evia. —A vos el est6mago te pide comida a todas horas. Para mi que tenés unas solitarias estupendas. Nora. —2Cudntas puede tener el pobre? Se aman solita- rias precisamente porque se tienen de a una. 10, —jClaro! Si tuviera més, se llamarian “acompafia- das”. (Rien lodos, menos Susana.) jReite, Susau SusANA. —No tengo ganas. mi Senco, — (Se pone a hacer gracias delante de ella.) A ver c6- mo se rie este pepinillo en vinagre? 2A ver como se rie el terror del barrio? 2A ver una sonrisita por lo menos? zAver? Aver? SuSANA. — Querés dejarte de joder? No te das cuenta de {que estoy a punto de estallar? Hace cuatro afios que acumulo rabia contra ustedes, Me va a costar mucho reirme de tus estupideces. Nota. —Pero, dulce, gqué te pasa? jNo eches a perder un dia tan radiante! SuSANA. —Para mies un dia tan feo como cualquiera, Nora. —Me pregunto por qué. Sos una mujer joven, llena de atractivos, inteligente, serena, reposada, compren- siva SUSANA. —(Indignada porque se siente manipulada por Nora.) ‘$6 como soy, Nora. No necesito tus halagos. Lo nico que quiero es un poco de paz. Nota. —Ay, querida, si yo no conociera a esa santa ancia- na, pensaria que es una bruja capaz.de las peores atro- cidades. ANTONIO. —Mamé es el ser més dulce de la Tierra. Evins. —No hacés mas que quejarte y zquerés que te di- si Esperande la carroza 41 ga algo? No tenés derecho. Vos pudiste comprarte un televisor color y nosotros, no. SUSANA. —El tplevisor fue un regalo de casamiento. ¥ mal- dito sea el momento en que nos lo regalaron. Nora. — Por qué? Es una compaiifa maravillosa cuando una esta sola ‘SUSANA. —Gracias a él, siempre tenemos la casa a oscuras. ‘Mama Cora se pasa las horas mirando esos estépidos programas. ANTONIO. —jPobre! Menos mal que encuentra interés en eso. SUSANA. —Pero jtodo el dia! Y a todo volumen, claro, por- que como esta casi sorda.... (Breve silencio.) Antonio, se lo pedia Sergio y ahora te lo pidoa vos. Por favor, den- me unas vacaciones sin mam Cora. Nada més que un mes. (Silencio. Susana sale.) Jonce. —Esté muy nerviosa. Ustedes quisieron que tuvie- ra.una familia. Ahora tengo familia, Estoy desespera- do. No es que sea desijraciado, jeh! Yo soy feliz, pero no puedo mas. Si quieren, lo pido de rodillas. Lléven- sela por un tiempo. Se lo ruego. No aguanto més. (Sa- Ie. Silencio.) Nora. —jQué his-té-ri-cos es-tén! Euvira. —ZAhora entendés lo que te digo cuando habla- ‘mos de ella? ‘SERGIO. —jPobre Jorge! Evra. — Pobre? jEs un estapido! Un hombre de cin- cuenta afios, en sus cabales, no se casa con una mujer veinte afios més joven. Después de todo, a ella, yo la comprendo, Susana es una mujer joven y no creo que Jorge la haga demasiado feliz. Nok. —{Por qué? jEs tan bueno! Evins. — Bueno para qué? No precisamente para lo que 90 xO cells quiere. Con el temperamente que tiene, tan voles- nico, se casa con ese cadaver viviente. (Nora rie.) Si es verdad! ;Por qué nos hizo caso? ;Por qué se cas6, si no queria? ;Alguien le puso el revélver en el pecho? Y so- bre todo, ¢por qué se cas6 con esa fiera? A veces me pregunio quién les habré ayudado a hacerles esa hija. (No ) Pero, mujer, jsi es una boba! Ella se pa- 56 una hora hablando pestes de la pobre vieja y él sus- pirando como una Magdalena. No sé cmo no le rom- pid los dientes de una bofetada. — Qué horrible! Llegar a cierta edad y ser nada zstorbo en el camino de todos. Noa. — Pero qué estas diciendo! Mama Cora no es un es- torbo, ni nada que se le parezca. Bs una viejecita fuer- te y muy util todavia para muchas cosas. ;Vos creés que se pasa las horas, como dijo Susana, mirando tele- vision? Evins, ~/Y qué tiene de malo la television? zAcaso no es Nora. —Las veces que fui a casa de Jorge... zcudntas ve- oro? (No han ido casi nunca.) Infinidad de como es0... Nora. —Por lo menos clos veces fuimos, gno? Bueno. Esas veces la hemos visto zurciendo, tejiendo, bordando, indo, cocinando... Creo que, en el fondo, Susana es una mal agradecida, ANTONIO, — Vamos a Hevarla a casa, Nora. Noka. —jClaro! ;Por supuesto! El préximo domingo la in- Vitaremos ¢ pasar el dia. Ustedes también, jeh! Ya es- tan invitados, ANTONIO. —No me refiero a pasar un dia, Sino... por un tiempo. ‘Me niego en rotundo a ser tan de- salmada con ella, Mi corazén no me da como para se- pararla de su nietecita, a la que seguramente adora. {Pero céfno se te ocurre una solucién tan abominable para ella? jAntonio! Sencillamente, no te reconozco. (Entra Matilde.) Esa crueldad no va con mi caracter. Mari.oe, —Mama, hierve el agua. Hace unos globitos ra- ros, Euvira. —Voy. (Sele.) Nora. —Matilde, gvos la querés a la abuelita?, Mamie. —{Claro! Noa. — Ven? Este tesoro tiene sentimientos y no dir que no sile ponen una cama en el cuarto para la pobre y querida abuela. Marie, —jAh, si, mira qué bien! Noka. —2No es cierto? Asi la pobre se sentiré acompafta- da, con esa inyeccién juvenil que solo Jos jvenes pue- den dar. Mauve. —¥o no quiero dormir con Nora. —gPero no acabis de decir que la quer Matritpe. —zY eso qué tiene que ver? ( Nora. —jAy, criatura! Como podés ser tan egoista! Maritpe. —La abuela esta muy bien donde esta. ANTONIO. —No, no esté bien. Ya oiste a Susana. La pobre est muy vieja y quién sabe cudnto tiempo le queda de ‘como para fulntinario.) ‘me muere en mi cuarto? gQuieren ma- tarme de un susto? Nora. —Mird que resultaste ser diplomatico. ». —Luego me explicaras cémo hiciste para hacer tanta fortuna. (Rien todos.) Etvika, ~ (Reapareciendo.) Matilde, gquerés poner la mesa? gDe qué se rien? 44 Jacobo Langsner Nona, —De mi marido. Acabamos de descubrir que es el tacto y la diserecion en persona. Mariupe. —Quieren meterme a la abuela en mi cuarto. Etvina. —Con qué? zCon forceps"? Porque si cuentan con mi buena voluntad, estén arreglados. No se hable més del asunto. Que se aguanten entre ellos, que tam- bién yo tengo mis problemas... Nora, —Quién no los tiene? (Matilde saca wn mantel det ‘aparador y tiende la mesa.) ELVIRA, —...y no corro a la casa de mis hermanas a pedir que me los sclucionen. Vamos, ang hablar mas det asunto, que les ravioles estén hirviendo y quiero pa- sar un domingo pacifico. Nota. —jEso! Un domingo familiar, sereno, como los que ustedes logran en esta casa. No te imaginds, Elvira, ‘eudnto me gusta venir a comer a esta casa. Etyika, —Lo s6, lo sé. Nona. —jEl clima que se respira aqui! Evia. —Mejor se respira en el jardin de tu chalet. Vas a ‘comparar Acassuso con Colegiales". Nora. —No me refiero al aire, sino al clima de hogar. Ese clima que solo se respira en una casa con hijos. Eivigs. —Con invitar a Matilde... Ella sola te puede oxi- genar todo (Golpeando tas manos.) El que ten- ga necesidad de lavarse las manos o de hacer algo pa- recido, que lo haga. (A Sergio.) Vos, andé a ponerte de- ceate, gquerés? Sexcio, — Yo me siento decentisimo asf como estoy. 4 prt de San isk nl zona none del Gran Fon! pore de a udad de Boenos Aes. Evia, —No comparto esa ex6tica idea, asf que me hacés el favor y te vas a cambiar, jeh! (Yendo a la cocina.) Y ‘rompé esas revistas de porquerias si no querés que la” nena se entere de otras cosas. ‘SERGIO. wa Rom .) Qué opinds vos? {Me cambio? Nona. —jAy, st Me deprimen tanto los hombres en pija- ‘ma. (Sergio alza la mirada al techo y se va al dormitorio.) Mani.ve. ~Falta un cuchillo. ina. — (Desde la cocina.) Veni a buscarlo, (Matilde sale.) ANTONIO, ~ :Por qué no lo dejaste comer en pijama? Nora. —Bastante me deprime la idea de comer ravioles amasados por esta, como para soportar encima. vor. =Vos siempre con tus zalamerias. A vos tampoco te gustan los ravioles de esta, ni el tuco que hace, pero (Matilde ouelve con un cuchillo y con tal de una. Exvina. —(Entrando de risims. Y estan pega debe ser la culpable. Era poca y era con gas. Esta estt- pida fue incapaz, de pedi sin gas. Maritpe. —jY yo qué sabia! Evins, —Nunca sabés nada. gPero céimo no se te ocurrié pedir agua natural? Pero eso, que ya es horrible, no es todo, También se me quemé el tuco. be. —gTambién el tuco? {Ni siquiera salvaste el tuco? Evins. —Por culpa de tu tia que vino a Henarme la cabe- za con los cuentos de mamé Cora. Mario. —(In como si fuers la patrona,) Put ‘mo es posible! Si fuiste mas de veinte veces a la cocina mientras estuvieron ellos. Mai aga. —Oime... vos a uni no me pagas un sueldo. :Sa- és cudnta carne se me eché a perder? jUn kilo y me- dio de peceto relleno! 2Y © seportar tus gritos? Stecio. — (Desde el dormitorio. Elvira, gqué se quema? aka. —(A gritos.) La casa. (Muy preacupada.) Qué les doy de comer, ahora? Nora. —Por nosotros no te preocupes. Vos sabés que yo solo pellizco de aqui y de alli ‘A. ~gPero de dénde vas a pellizcar si se me quemé casualmente el aqui y el alli? a. —Abri una lata de cualquier cosa. .s. —No tengo latas con cualquier cosa. Mat #. — Yo no voy Matilde, andé a comprar medio kilo de. re) jéndola.) Que vayas a comprar fiambre surtido, algo asi como mortadela, matambre y pastro la a de lo de! Nona. ~Y ahora va a empezar a largar una indirecta tras otra para que vayas a comprar un pollo asado 0 algo dor ANTONIO. —No seas malpensada. Noa. —Como sino conociera a tu familia. AntoNio. — {Mi fan to de la tuya? ia! ¢Querés que hablemos un poqui- iende un cigarri- 1 periddico mientras se oyen los de Elo saparece Elvira.) ELvina. —gPara qué queria yo ser madre? No me sitve pa- ranada. Solo para dolor de cabeza y para gastar plata. jMe pene tan nerviosa! Nora, —¢Por quénocontratés a alguien para que teayude? E.vina. —No, gracias. Somos dos mujeres y no estamos paraliticas. Ademas, no siempre es asf. A veces me ayuda; pero los domingos, ni bajo tortura. ;Qué hace- mos? Nora. —No te preocupes y disfruté de esta paz. Eivina, —Tendremos que comprar algo. (Nora mira a An- ificattoamente.) Pero donde? Habra que ir al centro. Porque por este barrio esti todo muerto. Nora. —No te desesperes. Comeremos la carne tal como, esta. A nosotros nos encanta la came carbonizada RA. ~ Estas loca? ;Qué podemos hacer? Antonio, gno ELvina. —jjNo me pongas mas nerviosa dle lo que estoy! {Carambal (Se anvopiente y se acerca a Norn.) jAy, perdo- Noka. —Bueno. Evita. — Tengo un carécter. nés un carcter muy feo. Eivina, —(Tomdndole la barbitla con viclado? (Aparece Sergio.) E.vira. —Como para salir con Antonio enseguida a com- prar algo en alguna parte. SERGIO. — {Qué te pas6? Se te ques, Bivins. —Si. 2¥ qué? Pasa algo? SeRGIO. ~Si a vos no te da vergtienza, a mi tampoco. Ima- ginate. Pero por una vez.que Nora y Antonio vienen a comer. 23 | 48 Jacobo Langsner Evia. —gjPor una vez!? Vienen un domingo sf y el otro también, SeRcio. —(Continuando, sin ofrla.) ...pudiste haber puesto tun poco més de cuidado en la cocina. IRA. —Che, che, che, no te remontés, que no sos barri- ete. Anda a comprar algo si querés comer; y sino, no vayas. SERGIO, ~ También puedo comer en un restaurante. Evia, ~Magnifica idea. Anda a comer adonde quieras y a mi dejame en paz. Nok. —jElvira, por Dios! jUn dominggttan lindo! No lo echemos a perder, —Vamos, Nora, vamos a comer al restaurante de juina ‘Sergio!! Estoy segura de que la misma porque- que nos pueden servir allt, la podremos comer aqui sin if tan lejos. Quiero decir... no quise decir eso, Es- ‘tis actuando como una criatura. Sexcio. —jPor una vez que recibimos gente! (Sefialando a su hermano y a Nora.) Ellos nos atienden como a reyes cuando vamos a comer. Eivina. ~Eillos tienen sirvientes y Nora no se moja las ma- nos. StRcI0, ~Ni siquiera compraste aceitunas, sardinas, papi- tas 0 algo por el estilo para ir haciendo boca Etvirs. —No me levantés la voz si no querés que vaya a pedir socorro al convento de la esquina. ‘SERGIO, ~Si en esta casa hay una victima, esa no sos pre- cisamente vos. Nona. ~ (Que fie por sus cosas al cuarto de Elvira.) Ah, yo me Ei "5 Tomando un aperitivo Tsperando la carroza 49 voy. Thank you very much", pero un domingo asi, yo no paso. (Se poi Ia estola.} Es cosa de habito. En casa de * mis padres jamés se alz6 la voz. ni para decir buenos dias. (Se airige a la puerta.) Son muy adorables, muy queribles, pero ANTONIO. —jNora, no seas criatura! Noka. —No soy una criatura. Detesto la violencia; eso es, todo. Desgraciadamente no soy sensible; soy hiper- sensible y esto me aniquila. Mis nervios no son de ace- ro. Yo me desintegro. (Abre la puerta y aparecen brusca- ‘mente Susana y Jorge.) SUSANA. —ZEsté aqui? SERGIO. — gBuscés a alguien? SUSANA. — A mamé Cora. jEsta aqui? SERGIO. —No. :Dijo que venia? SuSANA. ~Se fue. La puerta estaba abierta y ella no estaba. ELvina. —£Se fue de tu casa? (Intercambio de miradas entre Elvira y Nora.) Susana. — Donde estars? Evia. — ;Ahora te preocupas? (Elvira se va para adentro.) SusANA. Yo sabia que esa serpiente iba a pensar lo peor. (Gritando,) Nadie la eché. Nora. — (Pobre sefiora! ANTONIO. —Habré ido a casa de Emilia. SERGIO. —No te quedes ahi. Tomé el coche y anda a ver si esté alli Susana. ~ No nos Hlevarias de paso a casa? La nena que- 6 sola, ANTONIO. —Clazo. Vamos. (Los hombres y Susana salen. Nora se vuelve hacia la puerta de la cocina, de donde sale Elvira.) 16 cis prac, ay ona. —ZQué me decis? ,No te espanta? Evia. —A mi ya no me asombra nada OKA, —jPero es alroz! (Se 0 — Matilde! ;Masica en un momento como este, no! Se me parte la cabeza. Apage Cuadro 2 que lola! jMaldito aparato! Se volvié a cor tar, Nona. —Deji, no insistas mas. Ya regresarén. ite.) No me va a vencer a mi on lo que nos cuesta! Llama. tan el tubo y se corta. ;Maldito aparato! a, calmate; me ests poniendo nerviosa. Te Nona. lo suplico. A. —Esta na... Ah, disculpe que lo moleste a hora tan intempestiva, gpero seria tan amable de Ila- mar a la sefiora Emilia, deal lado? ¢Cémo? No le oigo. E& muy urgente. (Pauisa.) — jHora intempestival (Sacude su relajito.) Qué ho- races? Evia. —Mala suerte. Es usted Io que se conoce, en el gran mundo, como un auténtico caballero. (Cuelge.) jal se te atragante la comida y te tengan que llevar a algiin hospital, medio ahogado. E Not Nora. —2Qué te dijo? Etvira, —jQue no! Noka. —Mamé Cora estara seguramente con Emilia, y los hombres habran ido a comprar algo a una rotiseria. (Entra Matilde) Maritvé, —Mathé, mi estémago esté desesperado. Etvira. —Jodete, Marine. —2A qué hora vamos comer hoy? Eivign. ~En esta casa come solamente el que trabaja, mi hijita. Nora. — (Con falsa ternura.) ;Cielo! gPor qué no abris el pa- ‘quetito dé masas que traje? (Matilde sale y regresa con ta bandejita.) Marius. —ZQuerés, tia? Noka. —Bueno. Aunque soy tan poco amiga de los dul- ces. (Comer ensintismadas, wn largo rato.) Evia. ~jAy, Di Nora, —(Comiendo.) ;Con raz6n las pagamos al precio que Jas pagamos! Son deliciosas. Comé, Elvira. Ia boca tena.) Como, como. (Las tre cio, Timbre de calle. Elvira se atora y se atropelia, pues no le hace mucha gracia que ta pillen comiendo tran- nite msientras no se sepa algo de la arrciana.) Marie. — {Qué te pasa? Eivika. —Répido! Llevate la bandejita a la cocina, Si nos ven comiendo antes de saber qué harpasado con la vie~ 1 van a decir que no tenemos corazén. (Matilde leva a bandejita a la cocina; Elvira abre la puerta tosiendo. Son Susana y Jorge.) Susana. —2Y? ‘A. —7Y hurra! Todavia no volvieron. Esperamos, por Susana, que no le haya pasado nada Susana. —Qué querés decir con es0? Evina. —Que si le pas6 algo habs sido por tu culpa y, én €se caso, no quisiera estar en tu pellejo para no cargar con tu conciencia. Eso quise decir. Nora. —jElvirat Susana. —(Abalanzéndose sobre Elvira.) Eso si que no te lo voy a permitir. (Jorge la sujeta por la JORGE. — Quiet Noka. —Por favor, muchachas, sean hyenas. Vamos a no hablar més de mama Cora hasta que regresen los hom- bres y sepamos qué ha pasado con ella Evita. ~ Pero vos te creés que me Voy a callar después dela monstruosidad que me dij oka. —Las dos dijeron monstruosidad mos de otra cosa, (A Susana, aplacar, SUSANA. — in doler.) Desde el pritner dia quete vi, Elvira;cuan- Jorge me trajo a comer a esta casa, me dije... +t, — Pero sera posible! jNo te podés call SuSANA. —Yo no empecé. ELVIRA. —Seguro, santa. Vos nunca empezas nada. Pero £80 es solo por falta de tiempo, Las que gua més que cualquier otro miisculo del cuerpo hu- ‘mano, nunca tienen tiempo para empezar a hacer na- Y qué fue lo que te dijiste la pri- ‘mera vez que viniste a comer a esta casa? Susana. —2De verdad querés saberlo? Euviza. —ZNo ves que me estoy muri Quiero saber lo que te di tercera, la décima... Esperando lacarroza 53 Susana. —No necesité venir tantas veces para ver lo que eras. 3 Eira. — Pero qué te dijiste? Habla de una ver. SUSANA. —Mé dije: “Esta mujer debe ser lo mas fal que Dios ha echado sobre la Tierra”. Fuvita. luta, yo! Nona. — (Alzando la vz con aire mucho ms mundano que an- tes.) Con quién dejaron a la nena, Susana? ELVIRA. ~Si yo soy falsa, a vos, tesoro, no sé como catalo- arte. Porque seré nerviosa y qi ia, jpero falluta...! Esa si que es una novedad. Fa- ta 605 vos, que te cosiste la lengua. Yo a vos te lo hu- biera dicho. Y en aquel momento yo no me cosi la ¥ le dije a Jorge: ”“;Con esto te vas a casar? Este v tepone los cuernos" el primer mes decasados”. (A Jor- 8¢,) {Te lo dije o no te lo dije? Sentindose, desesperado,) ;Quién habré inventado a las mujeres? ;Dios mio! ,Para qué tendran .—Matilde, traé una de esas riquisis vaste a la cocina y convida a tus queridos tos (Matilde va a ta cocina.) Jorce. —Insu beza? Elvira. ~zY vos qué comiste? Lengua? ‘MatitE. —(Voloiendo con ta bandejita.) Por lo menos co- ‘mieron lengua, Nosotras estamos muertas de hambre. éQuerés, tia? SusANA. — (Para subrayar el rechazo le da ja, arrojando al suelo los dulces.) jNi golpe ala bande- Lb 4 Jacovo Langsner Eivika. ~jAhi est! Manchame la alfombra, ahora, (A Ma- de.) Recogé esas porquerias antes de que la grasa se instale definitivamente ahi. (Matilde recoge las masas.) Y cayeron justo boca abajo. Con lo que odio yo la cre ma! Noa. —De haberlo sabido. Eivika. —No quise decir eso. Es que... engordan, man- chan y dan dolor de barriga. SUSANA. —(A Elvira, ;Se puede saber por qué le dijiste es0? Evins. —2A qq SUSANA. —Aeeste. Por qué le dijiste quege iba a poner los, cuernos el primer mes de casados?” Nota. —(Nue uy mundana, Pero con ganas de esti- mular la n cosas que pasaron ha- ce cuatro aftos! {Quién se acuerda de eso? Susana. ~Blla se acuerda. Y creo que me asiste algtin de- recho a saber por qué lo dijo. vIRA. ~gLo querés saber? Te lo voy a decir. No tengo ningdin problema. (Se incorpora pesadamentte.) En pri- mer lugi jje porque tengo lengua; en segundo lugar, porque somos libres, soberanos ¢ independien- tes, y en tercer lugar... porque quise. SUSANA, —Si yo me aprovechara de las tres estupideces que nombraste y dijera una cosita que yo me sé, te aseguro que perderfas las ganas de hablar gratuita- mente de la gente. E.vika. — gPero quées lo que sabés de mi? Habla. Pero an- tes te aconsejo que te laves la boca con cepillo, jabon y lavandina, porque no tengo nada que reprocharme en los diez aftos que Hevo casada. Susana. —@Estds segura? Eivina. —gCreés que vas a poder manchar mi nombre del mo modo que manchaste la alfombra? jHabla! sperando la carraza 55 iDecf! No te quedes ahi como una momia griega sembrando ia duda en Mi que decir? Susana. —(Dotni dudas.) Nonada vin. —No digas “nnnada” como si escondieras algo horrible. Si sabés algo, escupilo, Jone. —Quieren terminar de una vez? \Cotorra Etvina. —(AL borde del llanto.) Cotorra seré tu madrina. Nora. —Susana, te lo pregunto por tercera vez. ;Quién se quedé con la nena? (Susana cal JORGE. Mis suegros. Noka. —jAh, qué adorabl sos padres, Susana? Jorce. —(Al ver que Susan sta.) Estan bi Nora. —Hace siglos que no los veo. ;Con lo que yo los quiero! Estarén felices con la nieta in tus maravill eComo mos por qué Ilora tanto. No pa Nora. —Sera para ensanchar los pulmones. La naturale- za sabe lo que hace. jEs tan sabia! JoRGe. —Serd. Pero yo me estoy volviendo loco. No duer= mo hace ocho meses. Me acuesto,sabiendo que va a Morar y ya no consigo dormir. Exvina. —(A Matilde.) ¢Querés traerme tn poco de sal de frata®? Matitpe. ~Si, mama, (Va a la cocina) Evins. —Dejé. Voy yo. (Va detnis de Matilde) 56 Jacobo Langsner Jone. —(A Susana.) Qué mal estuviste! Nona. — jDe veras, Susana! ;Cémo pudiste inventar una cosa asi! SUsANA, —No inventé nada. Nora. —jNo puede ser! jElvira! zCon quién? Jone, —jSusan ‘Susana ~ Yo me sé con quién. Jorce. —,Como querés que te diga que te calles? Noka. —Susana, jes muy deticado lo que estas diciendo! SUSANA. —2Y ella? gElla puede decir que yo le voy a poner Ios cuernos a este? 2 Nora, —Es de una naturaleza tan peculiar. jEs tan ner- viosal SUSANA, —También yo soy nerviosa. ;Qué gracia! En nom- bre de sus dichosos nervios, insulta a medio mundo, Nox. — {Dios mio! Estés segura? No puedo creerlo, SusANA. = |Pero mejor! No lo creas, Noa. —2Y Sergio sabe que...? JoRGt. No le hagas caso, Nora, No te das enenta de que son inventos de esta, solo para amargarla? Noa. —Susana es honrada. Es incapaz de inventar una cosa asi, para hacerle dafio a una inocente. ;Verdad, dulce? Si ella habla es porque sabe que tiene funda. ‘mentos para hacerlo, Conozco pocas personas tan ho- nestas y con ese sentido de la justicia. Yo te admiro, querida. Te juro que te admiro. Conta. SusANA. —No quiero hablar. Me arrepiento de haber ha- blado. Jorcr. ~Te hubieras arrepentido antes. Hablar delante de Matilde... No tenés perdén de Dios. SuSANA. No me di cuenta de que estaba. (Callan porque aparecen draméticamente Elvira y Matilde. Esta, con un ‘nso de agua y uia caja de aspirinas. Elvira, con una palan- Esperando la carroza 87 ‘gana con agua y una toallita en Ia frente. Antbas se dirigen al dormitorio principal con aire grave.) Nona, ~ {Sergio sabe que...? JorcE, —jQue fio te hagas caso, Nora! {No te das cuenta de que est inventando cosas? Nora. —jAy, me quedé temblando! (Le muestra Ia mano.) Mira como me tiembla. (Qué valor! Hay que tener co- raje para engafar al marido. Si yo legara a hacerlo al- ¢giin dia, me parece que no podria volver a mirar a An- tonio a la cara, (Susana la mira entre irdnica y abisma- da”) ;Pobre Sergio...! zFue hace mucho? SUSANA. —No. Joxce. — {Pero callate! Susana. —Solo dije Noka. —jPero Jorge! Yo no voy a contar nada. Imaginate. Vos me conocés. Lo que me cuente Susana, morira conmigo. (Reaparece Matilde.) ;Pobre Elvi un dia duro para ella, Susana. —Ha > para toclos. Nora. —Si, pero... la pobre se puso nerviosa esta mafia- na cuando se dio cuenta de que le hal agua; puso a hervir [os ravioles en agua mineral y se le endurecieron como piedras; se le quemé la carne del tuco, desaparecié mama Cora, ahora se pelea con vos... Son demasiadas cosas. (Vienien de la calle Sergio xy Antonio.) =2¥? (Los hermanos estén sudando,) Hablen! 2Esté con Emilia? SeRci0. — (Sin resuello.) No. Emilia no sabe nada. Venimos de hacer la denuncia 21 noise, ANTONIO. — Debiste de lraberla hecho vos, Jorge. ;Pasamos una vergitenza! Jorce. — Por qué? ‘ANTONIO, —Porgue no nos acordamos del nombre com- pleto, Es Ana Maria de los Dolores Arias Navajo, zno? ie, —jClaro! xxcto. —No tan claro. El oficial nos Por qué dijo primero mama No supe qué contestar. ONIO. —Hace aos que te lo quer {Por qué la Hamamos todos mama Joxce, —La llamanast desde chiqui \cimos, ya se Hamaba asi ANTONIO. —Ni siquiera recordamos los aios qu {Cuantos JoRce. —Setenta y ocho. ‘ANTONIO. ~Yo dije ochenta. SERGIO, —Mis 0 menos. {Qué diferencia hay? irando a vieja ‘6 con cara rara. nos pregunto, A jYoqué sé! Cuando ti jQué ver- =" guenzat = {Trajeron algo para comer? Nena! Pregunta primero por tu abuela, (A Anto- io.) {Fueron a lo de tfo Felipe? nos ocurrio? SUSANA. —Malilde, traé la guia, ¢querés? (Matilde sale, An- tonio mira a Susane.) lo, —gSalié con dinero? ANA. —jClaro que no! De donde iba a sacar dinero? ie regresa con la guia, Sergio se la saca de las nanos.) 10. —Dame. (Busca en la guia.) "ANTONIO. —{Elvira? Nota, —Se acosto un rato. No se siente bien. ANTONIO. ~{Por qué? ore Noa. —(Minindolo significatioamente.) Por nada, querido. Sergio marca los niimeros del felgfono de tio Felipe.) SeRGIO. —{Ti0? Soy Sergio. Sergio. Su sobrino. ;Cmo que qué sobrino? EI hijo de mamé Cora. Haga memoria, tia. Sergio. L¥ casado con Elvira. El hermano de Anto- rio, que a su vez esté casado con Nora y... (Mira el t- bo.) Corto, (Pesado silencio entre todos.) Nora. — Emilia? ANTONIO. — Emilia que? Nona. —2Cémo esta? ANTONIO. — Igual que siempre. Mal. Luis se queds sin tra- bajo. Nora. —2Quién es Luis? Nora. — Ah, se llamaba Luis. Nunca lo supe. ANTONIO. — Hace un mes lo echaron del empleo por haber lacto parte de enfer Nora. 10. Le mandaron el médlico. —Y no lo encontré. ANTONIO. — {Qué te pasa? Jorce. —Pienso en la nena Nota. —Matilde... dulce... :por qué no vasa ver como es- ta tu madre? 3 MAriLDr. — (Yendo,) 2¥ emo vaa estar? Srrcio. — {Le pasé algo a Elvira? Nona. —Nada grave. Por qué no vas a verla? (Sergio oa g. —gPara qué? 60, Jacobo Langsner Nona. —Bueno, al fin y al cabo la discusién fue con Susa- na y... no estaria de mas que te disculparas. SUSANA. —Ya soy mayorcita; no necesito que nadie dé la cara por mi. Nora. —Bueno; no te disculpes. Pero ya tuvimos un do- mingo bastante agitado. Si con una palabra sensata pudieras calmar los énimos, :no lo harias? Joxce. —(Yendo al dormitorio.) Elvira. ANTONIO. — Qué pas6? Nona. ~Si querés enterarte, anda cop ellos, querido, Vos, sabés cémo te aprecia Elvira y el €aso que te hace. ANTONIO. — (La mira asombrado y por fin se incorpora.) Elvira... (Susana mira a Nora como adivinando su pensamiento.) Nona. — (Después de un silencio, mientras se arregla los plie- el vestdo, y sin mirar a Susana.) Me dejaste hela- de Elvira, Susana. —Estoy demasiado angustiada como para hablar de eso, ;Qué horrible, Nova! ;Qué culpable me siento! Nowa. —;Querida,-por Dios! Todos somos culpables y to- dos somos inocentes. No te tortures antes de tiempo. Los viejos son como nifios y hacen diabluras como ellos. Susana. —Me tiene... de quince meses, pero jamas la hu- biese echado a la calle, imaginate. Noa. —Lo sé. Lo sé. USANA. —Bastante paciencia tuve con ella durante cuatro interminables aftos, Nora. —Ya lo creo. Y esa es otra de tus virtudes: la pacien- cia. (Silencio.) Te dije que me dejaste helada con la his- toria de Elvira. Me ofste? Susana. —Nora, no pienso decirte nada. Asi que no pier- das el tiempo tratando de sonsacarme nada. Soy cual- quier cosa, menos chismosa. Nora. —jPero Susana! 4 lacarroza 61 Espen ‘SusANA. — jPero si te vefa venir! Enviaste a todo el mundo adentro para hablar del asunto con comodidad. Pero’ te equivocaste conmigo. Yo no hablo. Nora. —Quérés que te diga una cosa? Hacés mal. ;Guar- dar un secreto tan terrible para vos sola! Es algo heroico y te juro que me hace admirarte. Pero es un esfuerzo es- teil, tesoro. Saca todo lo que tenés adentro. Tenés un tu- mor... pues, lo aconsejable es extirparlo. ¢Para qué con- servar esa angustia? SusANA. —Ese secreto no me angustia nada. Y si me angus- tiara, como soy catélica, se Jo confiaria a mi confesor. ¢Pero qué me importa a mi lo que pueda hacer o haber hecho esa mujer? Noka. —Tampoco a mi, podés estar segura. Es una historia antigua? Susana. —Es una historia, Punto. Nora. —Esté bien. Si no querés hablar, no hables. Tan ami- gas como siempre. Peto me ofende un poco tu actitud. 2Creés que yo pueda hacer circular ef chisme? SUSANA. ~{Por qué no? No sos paralitica. Sobre todo de engua. Noa. — (Muy ofendida) Bueno! Aunque un poco tarde, por fin nos hemos quitado la careta. Ahora sé lo que pensés de mi : SUSANA. —Pienso que sos, en el fondo, una buena mujer. Sos mala simplemente porque tenés mucha plata y no tenés nada que hacer. Y como no tenés nada que hacer, movés la lengua todo el dia con cualquier persona, solo para enar las horas. Nora. —jBueno! Gracias por haberme dicho, con tanta franqueza, lo que pensas de mi. Pero de hoy en ade- ante, te dispenso de la obligacién que tuviste hasta ahora de saludarme. 30 62 Jacobo Langmer = JA. -No te enojes conmigo, Nora. Por lo menos no te enojes por culpa de la ver tad. Nora, — {Cuando fui con chismes, Susana? Queen, Siempre. Sino sabés hacer otra cosa. Para qué {querés saber con quién se acost6 Elvira? ;Para saber qué clase de mujer es! ‘Vamos, Nora! Las mujeres no cambiamos por i nds o menos ficles al marido. Ya ves, vos tenés mores con Sergio y para mi seguis siendo la misma. (Nora fa mien espaninda. Se oye un trugro,) srmitis! (Se incorporn,) {COmo te per ive, viene y vm.) Esa es una infamia que no te voy a perdonar mientras viva Susana. —zlnfamia? Nona. —jInfamia, st! Siawa, Nora, zde veras eres que la gente no lo sabe? jgnorante. Como se ocupa tanto de no, descuida la suya. TEs una infamial Y uw tea perdona- Nora. —jIntamy Qué horror! USANA. —cPor qui ‘Nora. —Noquit SUSANA. ~j Noa, —zPero quign te dijo eso? SUSANA, Nadie. Tengo ojos y, sobre tod, tengo ofclos Nora. —Peto yo te juro que... SANA, --No jures. No hagas el ridfculo. La cuesti6n es {que sé positivamente que es verdad y se acaD6 Noth, Sesana, no s0s infalible: No podés decir tan de Saprensivamente... asegurar que... (Bajando a ‘v0%.) Sergio y yo. is horrible! No se juega con Ja repur Fron de dos personas tan frivolamente, La tranquill- dad de dos familias esta de por medio. si te parece un horror? 5 volvera hablar con vos mientras viva. i Susana. —Ya te dije que no hablo. Noka. Sillegaras a hacerlo, cometerias una injusticia es- pantosa. Yo te juro que... (Cae al suelo porque se engan- uel aco deyit paar In rotura dela alfonbra. Sarpren- aida, se echa'a Horar.) La culpa es mia por venir a esta casa. :Para qué tengo que venir yoa este cuchitril? Yo pertenezco a otra clase. Yo no debo agacharme hasta ste punto, solo porque mi marido esta unido por la- zos de sangre. Alfombrasrotas falta de agua, menti- ras y mas mentiras... jentirast Te vi salir de una amoblada™ con Sergio. Noa. —{Mentiras! Y no repitas eso si no. mande, 0 que le pidaa Antonio que la pesada”. Susana. —Con lentes negros, panuelo 8 nin ayeedaria a kA. —Soltame. (Se s SANA. = uerés que te de- mande a los de la cabeza... (Su- icorporarse: Nora se limpia.) sient.) No quiero que me toques. fio que lo sé y jams dije nada. (Paw eve.) Tampoco te juzgo. Nota. —jPero como podés insistir! Vist hace un afio a jje que vi a una mujer Nora. —jLo : SUSANA. ~Yo no me acordaba que llevabas capa Ahora me acuerdo. Solo me acordaba de los lent fiuelo en la cabeza. yo te juro que. for jacouy Langsner Susana. — (Secamente:) No jures. (Suena el teléfono, Sus atiende.) {84 jHola! Diga. Soy la cufiada. Bueno, momento. (Llama, Sergio, telefono. Del Departamer- to de Policia. (Vienen corriendo Sergio, Antonio, Jorge y ‘Matilde. Luego aparece Elvira con el pafiuelo sobre la fren- te, Sergio toma el auricular.) Sexcio. — jHola! Si, soy yo. :Si? (Pause dramatica,) ;Dénde? SuSANA. —{Qué paso? Serco. —jMamita! ;Pobrecita! SUSANA. ~ {Qué pas6, Sergio? SexcIo. —Si, si, por supuesto. (Cuelga. Guarda silencio. To- 8 esperan que diga algo.) . IRA. — @Querés terminarla? ZHasta cudndo nos vas a mantener en vilo? Hablé de una vez. SeRGIO. —Una anciana se tir6 al paso de un tren, cerca de Nafez™. (Uin poderoso trueno hace estremecer a todo el undo.) Tenemos que ir al depésito® para hacer el re- conocimiento. JoRce. —No puede ser ella. No fue para tanto. Ademés, geémo iba a jlegar tan iejos? ANTONIO. —Sergio... SERGIO. ~ Vamos. (Se dirigen a la puerta los hermanos y Susana.) SusANA. —jQue no sea ella, Dios mio! Que no sea ella. (Salen.) Exvika, —(Cerrando la puerta de calle de un golpe y volviéndo- s¢ furiosa,) {Ojala sea ella! ;Ojalé sea ella! Solo para que Ja conciencia la remuerda como se merece. Fin del primer acto. ore de I luda de Boenos Ais Segundo acto Cuadro1 0 decorndo. Un segurdo mas tarde. ititud del acto anterior) Ojala sea ella, solo para que la conciencia la remuerda como se merece. Mamiuve. ~|Mamé, cémo podés hablar de ese modo! Evia. —Solo Dios sabe cuanto la odio. Nora. —Lo cierto es que no hace ningdin esfuerzo por ga- narse el carifio de nadie. E.vira. ~En cambio, cualquiera diria que goza haciéndo- iar. ;jHablar mal de mi! ;Te das cuenta? Yo, ique fui fiel hasta ia tdiotez! Vorque si hay algo de lo que me pueda arrepentir, es de haber sido tan caida del ca- tre” como lo fui toda la vida. zNo te lo dije siempre? Las Ginicas mujeres felices son aquellas que les ponen cuernos asf de grandes a los maridos, Noka. —jY decirtelo en la cara! E.iks. —jBso! Y decirmelo en la cara y delante de la ne- na, que parece una sefiorita, pero que al fin y al cabo solo tiene quince aftos, Mar Et No hay derecho! Una se mata durante todo el santo dia para darle una educacién esmerada, dentro de lo posible, gno? Y viene una desgraciada que en menos de lo que canta un galfo te tira el edi abajo. jNo hay derecho! Pero gcon quién? {Con quién iba a engaftar yo a Sergio? Decime. {Con quién? Te ju- 10 por la a sagrada memoria de mi madre que nunca. ices en cruz y los besa.) por esta cruz, que nunca engaié a Sergio ni con el pensamiento, mi- lo que te digo. Que me muera aqui mismo si te afento. Que se me caiga el techo encima. Que se abran os abismos del infierno ante mis pies, si. oF, —iMamat jencia feactlle En mo. No, sefior. Por- cir... Hay mozos honradisimos. (Rpidamente.) Pero es- .. teno es el caso. ¥ me niego a seguir hablando, porque Mejor sera coserse la boca y no decir nada. Asi vivi toda la vida. Ce- rrando los ojos a lo que vefa y los ofdos a lo que ofa. Y asi seguiré no... Pero mird... serd mejor no seguir hablando. Nok. —Lo que ha pasado con la pobre anciana no tiene nombre. thar a la pobre vieja a la calle comoa un opetanuy a carrera 07 Qué somos? ;Negros somos, como para ser tan sal- vajes? ,O judiios, para ni siquiera tener creencias reli- giosas? jNo! Esa mujer no tiene perdén de Dios. Oja- la sea la igs la que se arroj6 debajo del tren. Espero que sea ell, solo para que la conciencia la remuerda como se merece. Nora. —jPobre dulce y querida mamé Cora! jTan itil que era todavia! jTan servi Evia, —jEso! jTan til y servicial! ;Trabajaba como una burra todo el dia, la pobrecita! jNo! Si no tiene perdén de Dios. No! Si los pecados no se pagan en la Tierra, se pagan en el Cielo. En algin lugar habri que pagar, digo yo. El Gnico consuelo que tengo, Nora, y gracias a Dios que me eduqué en una casa catolica, apostélica y romédnica”, es pensar que un dia de estos, Dios me la va a agarrar por su cuenta y le va a hacer pagar una por una todas sus fechorias. Porque si hay algo que creo es en Dios y su justicia, Nora. Si. La Iglesia es un gran consuelo. MAMLDE. ~ {Que hora tenés, Nowa. —(Consultando con gran dificu pulsera.) Tiene tantos brillantitos que apenas s dos y cuarto, creo. Mariupe. — (Después de una pausa.) ¢La van a traer aqui? (Elvira fa mira como si no hubiera entendido.) A la abuela. Noka. ~Tesoro, no nos adelantemos. Atin no se sabe si esella. Mamie. —Pero por si “un si acaso” llegara a ser traeran aqui? Etvira. —Supongo que lo menos que puede hacer Susana, un pequeiio reloj Las da bo Langaner ya que no supo respetarla mientras vivi6, es rendirle algan homenaje después de muerta. Digo yo. No sé. Noa. —Elvira.... no hay que pedirle peras al olmo. EIvIRA. —Pero un poco de piedad y misericordia a un ser humano se le puede pedit, :n0? jAl fin y al cabo, qué somos, Nora! ;Por Dios y los Santos Evangelos! ;Qué somos? {Salvajes del Africa o del Amazonas? ;Dénde quedaron las ensefianzas que recogimos de las Tere- sianas? ;Perdieron el tiempo las monjitas? Solo contes- tame a eso. :Perdieron el tiempo? —Si la traen, gdénde la velamog? En mi cuarto, Que después no duermo. Nora. = historia. AVIRA. = (Si, pobre ci Nora. —jYo tengo una migraine™ que no veo! Evia. —Moi aussi”. ;Ademés, tengo una sed....! (A Matil- =Yotroa mi, dulce, que voy a tomar una aspirina, Se me parte la cabeza Bivina. —{Tenés? (Nora fa No me refiero a la cabe- no a la aspirina. (Nora rie. Matilde sale.) —jAh! Supongo que si. Siempre tengo. (Abre su car- eva.) Vivo tan distraida en estos ultimos tiempos, que no seria nada raro que... Pero si, tengo. ;Qué cal Lika. —jAy, sit Pronosticaron treinta y nueve grados. Pe- ro a mi me parece que hace mas. Y justo hoy tenfa que matarse la vieja eee apeetrrateemetaire al (Rie.) Decis unas cosas terribles! (Vuelve MArILDE. — (Voleiendo con dos vasos y una botella de agua mi- eral.) Se dgscongeld la heladera. No hay cubitos. Evia. —2Por qué? Quién la descongels? Mamie. —No sé. Estamos sin luz. Ewika. —gPero existir tragedia mayor? ;Todo me tiene que pasar a mi? ;Con este calor! (Sil {Qué tragedia! Sin agua y sin luz. (Nu aver como me la trae a casa. (Nora fo Nowa. —2Quién? Eivika, ~Susana, Vas a ver como me trae el cadliver a casa Nona. —{Creés que se atrevera? Eivika. —jVamos! {No la conocés? Pero si no la conocés, tampoco me conocés a mi, porque soy capaz. de aga- rrara la vieja y arrojarla a la calle junto a ella, De mi no se van a reir, jNo tenés idea, Nora, de lo mortifica- da que estoy! jQué desgracia! Vivir toda la vida rodea- da de brute Noka. —jAh, si Evins. —Yo provengo de una familia... no es por jactar~ ‘me, Nora; vos sabés que seré cualquier cosa, inenos vanidosa. Pero provengo de una casa que mas que ca- sa era un santuario, Vos no conociste a mis padres. Nora. —No. Desgraciadamente no Hegué a conocerlos. Pero me hablaron mucho de ellos. Sé que eran algo... unique”. ELVIRA, — Unique! Es poco decir. Eran... tnicos. (Suspira.) Menos mal que lo que se mama de chica no se pierde. Dicen. Y lo puedo decir con orgullo. No hay dinero ‘ jaco00, que pague lo que mis padres hicieron por mi. Si vivie- ran, los tendria en bandeja de plata. A mino me estor- barfan como la pobre mamé Cora a Susana. Mariuve, —jPero la abuela no es la madre de Susana, ma- ma! Es la suegra. Euvina. —2Y eso qué tiene que ver? ;Acaso no es la madre del marido? Como se puede tener el coraje de decirle ‘a la madre del hombre que comparte tu cama... del padre de tus Noka, —jUn momenti comparte tu vida. - aka, —jEso! Como se puede decirle: “Fiera, vayase de esta casa’ Nora. —Bueno, no creo que haya dicho eso, exactamente. ELviRA. —Hablas como si no la conocieras. Bueno, pero si no se lo dijo con palabras, se lo dijo con hechos, que la estoy viendo! ;Pobre vieja! ;Dios mio! Llegar a cierta edad y ser nada més que un estorbo en el camino de todos. Noa. —/Si, ¢5 un horro1 Euyira. —Y si llegara a vivir tantos afios y me convirtiera en un ser intitil y molesto, recuerda mis ensefianzas, hija mia. Marine, ~Mamé, no digas més estupideces. ‘A. — {Mira el respeto que me tiene! (Se sea wn zapato con furia y Matilde se incorpora asustada.) {Te darfa dos sopapos! De quién aprendiste a ser tan bruta? Agra- decé que esta tu tia, que si no... ;Salvaje! (A Nora.) Es inatil. Una madre puede tener paciencia de santa pa- racriara una docena de hijos. Pero un solo hijo no tie- ne ninguna paciencia para con los pobres padres. Nora, —Y asi es. Qué se le va a hacer? (Swena el timbre de calle.) (Elvira la mira.) Del hombre que Evins, —gQuién sera ahora? (A Matilde.) {Querés abrir? (Matilde abre, y entra una mujer de unos cincuenta y cin- co aifos, delgada y vestida de negro. Es Emilia, la herma- nna pobre.) EMuLia. —2Y? ¢Aparecio? Evira, —(Sin darle importancia ni a lo que dice ni a la recién degad) Tus hermanos fueron a la morgue para reco nocer él cadver de una anciana que se arrojé bajo las ruedas de un tren en Néintez. (Emilia se desploma pesa- damente) Noka. —jBlviral ;Como se lo decis a Evins. —jAy, qué sensible habia si buscar el frasco de ent de cologne’ forio de ln madre. Nora trata de rean pedndole las manos y Ia cara. Emili © —EEMitia. — ¢Qué pas6? (Al ver a Elvira.) jAy, Dios Nora. —No se sabe con certeza todavia. No te angusties antes de tiempo. Ewitis. —jAy, pobre mama, a lo que tuvo que Heger! Fiviga —Fso se Jo tenés que agradecer a tu querida cu- fadita ia, — 2Vos te consideras muy inocente? (Reaparece Ma filde con un frasco de colonia.) ;Quién es inocente en es ta casa? Una pobre vieja que quien sabe si le quedaban uno 0 dos aftos més de vida... Quién puede arrojar la primera piedra en esta casa? f -s. — (Miran la colonia.) jLa que compramos en la ga- leria del Once! No sabés que esta es francesa? iLDE. —Me pediste que trajera el eau de cologne. ra. —Te lo pedi en francés para reforzar tus coneci- (A Matilde.) Andé a (Matilde va al dormi- ral r gol- 1 Agus de colonia en frances 72. Jacobo Langsner mientos del idioma. Llevate eso de aqui. (Matilde hace un gesto de fastdio y se retire con la colonia.) uuia. — Dios mio! ;Qué vida rons, esta! (Llora angus- S que ni se Bueno, no te pongas asi. Alo mejor no es ella. No es la tinica vieja con ganas de matarse en Buenos Ai- A esta vivita y coleando en compania de alguna amiga. Nona. ~ (En v0% baja.) jBlvira! (Le hace un gest dole que se calle.) s Ewuita. —jCuatro hijos! Y que entre los cuatro no hagan os merecemos, si existe un Juicio nal. No merecemos otra cosa mas que el infierno. .) ¥ alguno rico, Nota. — Antonio siempre quiso ayudar. Ewuia. —jNora, tené un poco de vergtienza! Viven los dos solos en esa enorme casona, sin hijos, y ese delincuen- te no tenia sitio para una pobre madre vieja —Mira lo que son las cosas. Precisamente fioy ha- blamos de eso. 2Verdad, Elvira? Vos sabés como mis padres de celosos, Emilia. C6mo querias que lle- vara a mamé Cora conmigo, siendo ellos tan celosos, como son? Etta. —Ah, si, mi hija, todos los pretextos son buenos. ‘Ademas, zahora de qué sirve hablar? Noa. —Esperemos que no sea tarde, y no lames “delin- cuente” a tu hermano. Es tan patriota como el que mas. Ewutia. —Y si no fuera tarde, qué? gCreés todavia en los milagros? gCreés que tu coraz6n va a empezar a latir esta tarde? (A Elvira. )O el tuyo. Yo no. Yo ereo que las, dos son un par de egoistas, incapaces de sentir amor y misericordia por nadie. mo pidlién, Vika. —Che, che, che EMilia. ~ZQué? zTenés el coraje de sentirte ofend seas caradura Evins. ~Y voy gpor qué no te ocupaste de ella? Al fin y al cabo no era mi madre. Emutia, —2Dénde querfas que la metiera? {Debajo de la cama? RA. —Cada cual sabe dénde le aprieta cual es su via cru plata. 1A, ~£Quién te pide nada? No te sobra la plata, pero no te perdés un estreno de cine ni un banquete, cuan- do se trata de aparentar delante de los parientes, VIRA. =jAl cine! gHace cudnto que no voy, Matilde? DE. —(Pillada de sorpresa, contesta sin pensar.) Puiste anoche. Ra. — (Entre asombrada y furiosa.) zAnoche? Si. Fui ano- che, éPero hace cunto que no iba? Siglos. Y, al fin y al cabo, che, si voy al cine es con mi plata y no con dine- 10 robado ni prestado. Ewmia, ~]Y mis hermanos! Que me abandonen a mi, to- davia! Pero a ella. Ella se sacrifico toda la vi sotros. (Mientras habla tironea nervic que cubre la mesa, Sobre el mantel hay un centro de mesa apato y is. A nosotros tampoco nos sobra la Heno de woas y otras frutas de ceramica y vidrio.) Ella se sactifics toda la vida por nosotros. Trabajé como una burra para que no nos faltara un plato de comida o un nervio ands del mantel iDelincuente: Evia, —(Levarttando el centro de » ‘mismo tiempo el mantel para finda, que ante cada insulto tironea nuts y ! jMaricones! ;Calzonudos! 7A Jacobo Langsner : lia, te raego que te calmes y que elijas con cuidado et vocabulario. Estés ante una nena Ewitia. —jCuatro hijos! Y no digo nada de Nora, que no tiene hijos y por lo tanto no sabe. Pero vos, Elvira... ‘vos tenés una hija. No tenés miedo al dia de manana? Exvika. —No te atrevas a meterle ideas raras en la cabeza. 4s hablando como una comunista judeo-masdnica. ‘se ha criado en una casa cristiana, rodeada de amor y delicadeza. Sabés? ;A vos te gusta tener un hi- jo vago? 6 Etta. —Hablar con vos es como hablaf con la pared, A. —Si no querés obtener respuestas, mi consejo es {que mejor hables con la pared, que no tiene lengua. Pe- ro yo, gracias a Dios, tengo y me defiendo porque ten go la conciencia tranquila. No tengo nada que repro- charme, Nora. —(Mu ica.) Bueno, yo creo que sf... creo quie todas tenemos algo que reprocharnos. La verdad ‘es que no hacemos todo lo que deberiamos hacer por fa gente. Yo te juro, Emilia, que... yo no sabia cual era Ia verdadera situacin de mamé Cora. De haberlo sa- bido, algo hubiéramos hecho Antonio y yo, para solu- cionarlo, Imaginate! Antonio adoraba a mama Cora. Y yo misma siempre la tuve en alta estima, Pero te ju- ro que no sabia, No quiero defenderme con esto, por- que la falta de preocupacién no nos hace inocentes, pe- ro... te ruego que no me creas peor de lo que soy. Eivina, —jEso! Nadie es peor de lo que es. Quiero decir que... si yo también hubiera sabido... EwitiA. —Callate, Elvira. Callate, No seas hipécrita. ¢Me vas a decir que, viviendo a cuatro cuadras de distan- cia de lo de Jorge, no sabias cudl era la verdadera si- tuacién en su casa? Esperando la carroza. 75 Evia, ~Nunca yemosa Jorge. No vamos a su casa y ellos no vienen aqui. No trago a Susana. Jamés la tragué y no pienso tyagarla Ewitis. —jMuy bien! Pero la cuestin es que mama tuvo que suicidarse porque los queridos hijos le hicieron la vida tan pesada que no pudo soportarla. Noa, —No te apresures, no se sabe. Eutia, —Yo lo sé. Me lo dice el corazén. Evins. —A vos el corazén te dice mucho y te equivocés siempre, Meterle a esta chiquilina ideas raras en la ca- beza, para que me odie cuando sea vieja. No tenés per- don de Dios, Emilia. Sobre todo vos, que tenés un hi- jo como el que tenés. Noka. —jElvira! Realmente, Elvira, a veces parece que ha- blas sin pensar las cosas. Evins. —{Qué? gDije alguna mentira? Una madre tiene que cuidarse mucho antes de hablar. (Seitaland» dra- miéticamente a Matilde.) Porque ahi esta ¢ una madre. Emilia. Eso fue lo que dije. Eivina. —Por eso hay que frenar un poco la lengua. EMILIA. — (Muy serena.) Andateala mierda. (Se incorpora len- tamente ante el asombro de Elvira. Sale dando un portazo.) Evins. —/Pero! ‘ Nora. —jElvira, qué poco tino! Evia. —;Pero no ofste como me.... las cosas que me dijo! i¥ las cosas que intents meterle a esta en la cabeza! Noa. —;Pobre Emilia! Deberias salir a buscarla Evins. —Ni muerta. Que se vaya con Dios. (A Matilde.) jY vos... tarada! Idiota de la cabeza. (Se toca la cabeza.) Porque vos sos corta de aqui. Yo digo que hace un si- glo que no voy al cine y vos... que fui anoche. Maritpe. ~ {Para qué me preguntaste? igo de we 76 Jacobo Lang Euvika, —Te lo pregunté para que dijeras que hacia mucho que no iba, Maritpe. —jYo qué sabia! Ewvika. —Nunca sabés nada. Nona. —Elvira, que es0 no tiene importancia. También habla mal de Antonio. Pas d‘importance®. ira, —jClaro que “pasdamportans”! Al fin y al cabo, voy con mi plata y no jorobo la vida de mi fan tandoles mis penas. Cada cual carga con su cruz ga- mada. 0 no? (A Nora.) 2Vos sos feliz2\(s puesta) gEntonces? Yo tampoco. La vida es una gran porqueria, pero no Ie jorobo la paciencia a nadie por es0. ( 0. Mati Marie Et ndo cl auricular) Si. gQuién es? Pero querido, gio. Estamos ) Me a- “querida” y yo le pregunto quién es. (Vuelve al tur) Sergio, note econocila vor, Claro que nadie mas que vos me llama “querida”. Ni siquiera vos me llamas ‘asi nunca. Por eso me sorprendiste, La nena me dijo que mecénicamente. Conta. jAy, Sergio! Eiviea, ~ (To no te 1econoei la voz. No te pongas a vina. —(Asiente.) Quién fue? {Quién decis que fue? Antonio? 2¥ no podriamos velarla alli? (Nora cae ayia Esperando a carroza. 77 sentada.) {Aqui? Sérgio, jsabés lo sensible que es la nena! {Qué querés? ;Traumatizarla? Si, querido, ya sé que es tu Madre. A mf también me duele. ;Imagi- nate! (Qué cosa! Bueno, gqueé se le va a hacer? jNo so- ‘mos nada, eh! ;Pero que Susana no me pise esta casa, eh! Que no me Ia pise. ¢Tardan mucho los tramites? Bueno. (Va a colgar, pero se acuerda de...) Ah, viejo... te acompano en el sentimiento. (Cueiga.) Qué vida, Dios mi MAamiupe. —zLa van a traer aqui? Evia, —Yos te calls. zDonde querés que la velen? gEn la casa de donde la expuls6 la bruta de tu tia? ;Pobre ja! (A Matilde.) Andé a comer algo antes de que guen; después no vas a poder. ;Pobre Sergio! Tenia una voz! Dice que qued6 tan destrozada que apenas sela reconoce. Por los zapatos. Reconocieron los zapa- tos que usaba. {Qué iba a hacer? {Negarme a que la trajeran? Una no es un animal, después de todo, Nora. —jAy, hubiese dado diez afios de mi vida por que no fuera ella. jLas trastadas que puede jugarte el cora- zon! Yo hubiera jurado que no era ella. Evia. ~Y yo hubiese dado lo que me queda de vida por- que lo fuera. ig Mariuoe. ~ Dénde piensan velarla? gEn'tu cuarto? Evia. —jQué problemat Esta desgraciada de Susana me desorganiz6 toda la casa. Dénde la velamos? Nora, —jEn tu cuarto! De todos modos.... quién vaa dor- mir esta noche? ELVIRA. ~jEso! {Quién va a dormir? ;Con el cansancio qu tengo! MAminpe. ~ Por qué no la velamos en tu casa, tia Nora? Nona. —;Pero Matilde! Evins, — En realidad, Nora,en tu casa tenés mas comodidad, 3h 78. Jacobo Langsner Nora. —No se necesitan comodidades para velar a wn ser querido. Lo tinico que se necesitan son buenos sentimientos. Maritve. — A mi me impresionan los muertos. Euvina. —Ya mil MAariLbe. —{Por qué la tienen que traer aqui? No pueden velarla en la morgue? Eivira. —gPero a quién salis, tan dura de sentimientos? jEs la madre de tu padre, caramba! (A,Nora.);Si hubie~ ses ofdo la voz del pobre Sergio! ;Estaba tan emocio- Nowa. —Parece mentira. jMamé Cora! La vi el mes pasa- do... tan limpita..., tan... ins. —jEso! jTan limpita y tan. jQué barbaridad! Parece mentira. ( te Jorge y Susana.) Jorce. —Elvira, no pueden hacerme eso. Vivid conmigo toda la vida: Mai o bien, vivi6 conmigo. No pueden hacerme eso. Mama no sabia lo que hacia. ;Vos creés que yo iba a permitir...? Si hubiera sospechado... No- ra, jqué desgracia tan grande! ;jPodés imaginar lo que serd mi vida de ahora en adelante!? Exvira. —Un calvario. Como debe ser. Jorce. —Las cosas no sucedieron como ustedes se imagi- nan. No pueden hacerme esto. Nota. —2Qué te estamos haciendo, Jorge? ¢Querés explicarte? y Sergio decidieron que, puesto que ma- ‘ma no querfa vivir en mi casa, tampoco hay que velar- Iacn ella. Ervina. —Ese ¢s un juicio sensato. Se mat6 por eso, zno? Jor. — {Qué va a pensar la gente? Yo también me mato. No pasa de hoy; yo me mato. No lo soportaré. No so portaré que la gente piense... \Qué barbaridad! iran violentamen- Esperando la car‘oza 79 Ewika. —;Ahora te preocupa tu buen nombre? SUSANA. — (Dirjgiéndose a Elvira como una tigresa.) Cersé el pico, arpia¥ (Jorge la aferra por la cintura.) ELviRa. —jQué audacia! ;Te das cuenta, Nora? SuSANA. Convent Euwina. —/Te das cuenta con lo que hay que lidiar? Susana. —(Desprendiéndose de los brazos de su marido.) Nosé para qué vinimos a pedir el apoyo de esta. Vos sos el mayor y por lo tanto tenés mas derechos que os otros. Eimina, — Ahora te acordas de los derechos? :Por qué no Pensarona tiempo en los deberes, antes de echarla a la calle? JoRGE. —Pero gquién la echo? (Se deja caer de rodillas, presa de Ia desesperacién.) ;Quién la ech6? Susana habia pre- parado una mayonesa para hacer. Evia. —Ya lo sabemos. Muy bien. Ahora no te molesta- ra mas. INO querian que algu gtin tiempo? Pues bien, Dios los oy6 y se la Hlevo para siempre. De qué se quejan? JorGE. —Vivi6 conmigo y saldra para su morada final de mi casa ELvIRA. —Sergio también es un hijo. + Nora. —Y Antonio. SUSANA. —{Desde cuando? Para la gente. {Pero cuando fueron hijos para ella? Evia. —Con vos no hablo. SUSANA. —Mejor. 2Quién te necesita? Evia. —Sino me necesités, zpara qué viniste? ZYo te lla- mé? zAlguien ha ofdo mi voz? SuSANA. —Vinimos porque pensamos que como sos vos quien eva los pantalones en esta casa y como conoce- ‘mos la roca que tenés en lugar de coraz6n... angsncr —]¥ que seas vos quien se atreva a hablar de mi Jue no dudaste un instante en empu- nia martir a la muerte porque te echo a jar a una : perder una porqueria de mayonesa! Vos te atrevés 2 ablar de mi corazon? (Se echa a llorar con gran h .as lagrimas que ya derramé en el dia de hay por a culpat Nota, —Muchachas, un poco de respeto por el alma de esa pobre anciana, Evia. —(Dejando de Horar st le.) iso! Un poco de respeto, qué tanto! ;Caramba! No le dieron un minuto de descanso mientras vivid. Déjenla en paz ahora que SUSANA, —Si vos sabias que no le dimos ni un minuto de descanso mientras vivi6,

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