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Elisée Reclus * EL HOMBRE Y LA TIERRA ** Prefacto Hace algunos afios, después de haber esctito las wiltimas lineas de una larga obra, la Nouvelle Géographie Universelle, exptesaba el deseo de poder estudiar un dia al Hombre en la sucesién de las edades, de la misma forma que lo habfa observado en las distintas regiones del globo, y establecer las conclusiones sociolégicas a las que habia legado, Trazaba el plan de un nuevo libro en el que se expondrfan las condiciones del terreno, del clima, de todo el ambiente en el que se han ptoducido los acontecimientos de Ja historia, en el que se mostrarfa el acuerdo de los Hombres y de la Tierra, en el que se explicarfan las actuaciones de los pueblos, de causa a efecto, por su armonfa con Ja evolucién del planeta. Este libto es el que presento ahora al lector. Desde luego, sabia por adelantado que ninguna investigacién me haria descubrir esa ley de un progreso humano cuyo atractivo espejismo se agita continuamente en nuestro horizonte, y que nos huye y se disipa para * Elisée Reclus (1830-1905). Ademés del que corresponde al texto traducido en este libro, entre sus trabajos principales ‘se encuentran: Reclus, E. (1868-1869): La Terre. Description des phénomines de la vie du globe, Paris, Hachette, 2 vols. Reclus, E. (1876-1894): Nouvelle Géographie Universelle. La Terre et les hommes, Paris, Typographie Lahure, 19 vols. Reclus, E. (1897): Evolucién, revolucién y anargquismo. Traduccién de A. Lépez Ro- drigo, Buenos Aires, Proyeccién, 1969. ** Reclus, E, (1905-1908): L’Homme et la Terre, Patis, Libraire Universelle, 6 to- mos; «Préfacen, t, I, pp. LIV; «Histoire Contemporaine. II. Répartition des’ Hom. mes», t. V, pp. 335376, Traduccién de Isabel Pétez- Villanueva Tovar. 217 218 Antologia de textos volverse a rehacer. Aparecidos como un punto en el infinito del espaciv, sin saber nada de nuestros origenes ni de nuestros destinos, ignorando incluso si pertenecemos a una especie animal tinica a si varias humanida- des han nacido sucesivamente para apagatse y tesurgir de nuevo, no po- drfamos formular reglas de la evolucién hacia lo desconocido, remover la niebla con la esperanza de darle una forma precisa y definitiva. No, peto podemos el menos reconocet, en esa avenida de los siglos que los arqueé- logos prolongan constantemente en lo que fue la noche del pasado, el lazo intimo que une la sucesién de Jos hechos humanos a la accién de las fuer- zas teliiricas: nos est4 permitiendo seguir en el tiempo cada petfodo de la vida de los pueblos que corresponde al cambio de los medios, observar la accién combinada de la Naturaleza y del propio Hombre, reaccionando sobre la Tierra que lo ha formado, * La emocién que se siente al contemplar todos los paisajes del planeta en su vatiedad sin fin y en la armonja que les da la accién de las fuerzas étnicas siempre en movimiento, esa misma dulzura de las cosas, se siente al ver la procesién de los hombres bajo sus vestimentas de fortuna o de infortunio, pero todos igualmente en estado de vibracién arménica con la Tierra que los leva y los alimenta, el cielo que los ilumina y los asocia a las energias del cosmos. Y, de igual forma que le superficie de las regiones nos oftece continuamente parajes cuya belleza admiramos con toda la fuerza del ser, el desarrollo histérico nos muestra en la sucesién de los acontecimientos escenas sorprendentes de grandeza cuyo estudio y cuyo conocimiento nos ennoblecen. La geogtaffa histérica concentra en dramas incomparables, en realizaciones espléndidas, todo lo que la imaginacién puede evocar. En nuestra €poca de crisis aguda, en la que la sociedad se encuentra tan profundamente quebrantada, en la que el remolino de la evolucién se hace tan répido que el hombre, presa del vértigo, busca un nuevo punto de apoyo para la direccién de su vida, el estudio de la historia es de un interés tanto més precioso cuanto que su dominio incesantemente actect tado oftece una serie de ejemplos més ricos y més variados. La sucesién de las edades se convierte para nosotros en una escuela cuyas ensefianzas se clasifican ante nuestto espftitu e incluso acaban por agruparse en leyes fundamentales. La primera categorfa de acontecimientos que constata el historiador nos muestra cémo, por efecto de un desarrollo desigual en los individuos y en las sociedades, todas las colectividades humanas, exceptuando las tribus que han petmanecido en el naturismo primitivo, se desdoblan, por decirlo asi, en clases o en castas no sdlo diferentes, sino opuestas en intereses y en tendencias, incluso francamente enemigas en todos los periodos de crisis. Tal es, bajo mil formas, el conjunto de los hechos que se obsetvan en todas las regiones del universo, con la infinita diversidad que determinan los patajes, los climas y el enredo cada vez mds entremezclado de los acon- tecimientos. Elisée Reclus 219 El segundo hecho colectivo, consecuencia necesatia del desdoblamiento de los cuerpos sociales, es que el equilibtio roto de individuo a individuo, de clase a clase, oscila constantemente alrededor de su eje de reposo: la violacién de la justicia grita siempre venganza. De ahi, incesantes oscila- ciones. Los que mandan intentan seguir siendo los amos, mientras que los sojuzgados se esfuetzan por reconquistar la libertad, y arrastrados por la energia de su impulso, intentan reconstituir el poder en su provecho. Asi, las guerras civiles, complicadas con guerras extranjeras, aplastamien- tos y destrucciones, se suceden en un continuo enmarafiamiento que termi- na de diferente manera segtin el empuje respectivo de los elementos en lucha. O bien los oprimidos se someten, habiendo agotado su fuerza de resistencia: mueren Jentamente y se extinguen, al no tener ya la iniciativa que constituye la vida; o bien es la teivindicacién de los hombtes libres Ja que vence y, en el caos de los acontecimientos, se pueden discernir * auténticas revoluciones, es decir, cambios de régimen politico, econdmico y social, debidos a la comprensién mds clara de las condiciones del medio y a la energia de las inciativas individuales. Un tercer grupo de hechos, que va unido al estudio del hombre en todas las edades y todos Jos paises, nos atestigua que ninguna evolucién en, la existencia de los pueblos puede ser creada.si no es por el esfuerzo individual. Es en la persona humana, elemento primario de la sociedad, donde hay que buscat el choque impulsivo del medio, destinado a etadu. citse en acciones voluntarias para extender las ideas y participar en las obras que modificarén el aspecto de las naciones. El equilibrio de las sociedades no es inestable mds que por la traba impuesta a los individuos en su franca expansién. La sociedad libre se establece por la libertad dada en su desarrollo completo a cada persona humana, primera célula funda- mental, que se agrega después y se asocia como le place a las demés células de la cambiante humanidad. En proporcién directa a esa libertad y a ese desarrollo inicial del individuo ganan las sociedades en valor j en nobleza: del hombre nace la voluntad creadora que construye y reconstruye el mundo. La «lucha de clases», la btisqueda del equilibrio y Ja decisién sobera- na del individuo son los tres érdenes de hechos que nos revela el estudio de la geografia social y que, en el caos de las cosas, se muestran suficien- temente constantes para. que se les pueda dar el nombre de «leyes». Ya es mucho conocerlas y poder dirigir de acuerdo con ellas la propia conduc- ta y la propia parte de accién en la gerencia comin de la sociedad, en armonfa con las influencias del medio, conocidas y escrutadas desde enton- ces. Es la observacién de la Tierra la que nos explica los acontecimientos de Ia Historia, y ésta nos Ileva a su vez hacia un estudio mas profundo del planeta, hacia una solidaridad més consciente de nuestro individuo, 2 la vez tan pequefio y tan grande, con el inmenso universo. (...) 220 Antologia de textos Distribucién de los hombres C5) Antes de haberse tomado la molestia de teflexionar, se puede imaginar ci istribuido al azat y. de hecho, nume- tosos relatos nos hablan de fundadores de ciudades que confian al destino la eleccién del emplazamiento en el que se establecerin los hogares do. mésticos, en el que se levantardn las murallas protectoras: del vuelo de Jos péjaros, de la parada de uh ciervo forzado a corter, del naufragio de un Ingolft, al llegar a ver Islandia, lanz6 al mar los imégenes de madera que teptesentaban los idolos del hogar, intenté en vano seguirlas: se le esce- Paton, y tuvo que fundar en la orilla un campamento temporal hasta que, tres afios mds tarde, volvi6 a encontrar las maderas sagtadas, cerca de las cuales trasladé su ciudad, situada lo mejor posible, por lo demas, en este temible «pais de los hiclos». Si la Tierra fuese completamente uniforme en su relieve, en la calidad del terreno y las condiciones del clima, las ciudades Ocuparian una posicién tancias iguales entre sf. Suponiendo una tegion Ilana, sin obstdculos natu- rales, sin rio, sin puerto, situada de una manera Particularmente favorable, y no dividida en Estados politicos distintos, la mayor ciudad se habria levantado directamente en el centro del pais: las ciudades secundarias se distintas aglomeraciones urbanas: el ntimeto de leguas recortidas por un caminante corriente entre el alba y el creptsculo, es decir, doce o quince, correspondiendo a las horas del fas, constituye la etapa regular de una ciudad a otra. La domesticacién de los animales, postetiormente la inven- cién de la rueda, y més tarde las méquinas, han modificado, gradual o de hombres. En cuanto a los pueblos, su distancia media tiene el recorrido que puede hacer el agricultor empujando su carretilla cargada de heno o de espigas. El agua para el ganado, el transporte fécil de Tos frutos de la tierra es lo que regula el emplazamiento del establo, del gtanero y de primitivas, se encuentra, en el desorden aparente de las ciudades, un orden. de distribuciéa que fue, evidentemente, tegulado antafio por el paso de los caminantes. En la

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