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Nosotros, ,quién? En las sociedades occidentales modernas la palabra «nosotros» ni nombra una realidad sino un problema. Es el problema sobre el que s ha edificado toda nuestra historia de construccién y de destruccién, Incluso podrfamos decir que la modernidad occidental, hasta hoy, e Ja historia ambiciosa y sangrante del € del problema del nosotros. ~~" En el mundo global simbélicamente nacido en 1989, tras la caf del muro de Berlin, el problema del nosotros adquiere rasgos propio: que se han complicado tras la otra fecha fundadora de nuestra contem= poraneidad: el 11 de septiembre de 2001. En el cruce de caminos enti estas dos temporalidades, vivimos en un mundo en el que triunfan a la vez una privatizacion extrema de la existencia individual y un recru decimiento de los enfrentamientos aparentemente culturales, religio- sos y étnicos, articulados sobre la dualidad nosotros/ellos. Por un lado. el nosotros ha perdido los nombres que habfan sido conquistados pa poder nombrar la fuerza emancipadora y abierta de lo colectivo. Pot otro lado, el nosotros ha reconquistado su fuerza de separacién, d agregacidn defensiva y de confrontacién. Asf, el espacio del nosotros se nos ofrece hoy como un refugio 0 como una trinchera, pero ni como un sujeto emancipador. En el mundo global, no s6lo el yo sino) también el nosotros ha sido privatizado, encerrado en las Idgicas del valor, la competencia y la identidad. Los rasgos de novedad del mundo global tienen una historia: la, de unas sociedades que se han construido a partir de la desvincula- ci6n de sus individuos respecto a cualquier dimensién compartida de! la vida. La irreductibilidad del individuo, como unidad bdsica del mun- do moderno, tanto politico como cientifico, moral, econdmico y artfs- 29 Nosotros, ;quién? tico esta en la base de una dindmica social para la cual el nosotros sélo puede ser pensado como un artificio, como un resultado nunca garan- tizado. ,Cémo construir una sociedad a partir de las voluntades indi- viduales? {Qué tenemos en comtin? Son las preguntas con las que en torno al siglo xvii va tomando forma expresa y reconocible nuestro mundo actual. Son preguntas que parten de una abstraccién: la prima- cfa del individuo, como unidad desgajada de su vida en comin. Ha- blar de «vida en comtin» no es sinénimo de identidad cultural o politi- ca, asf como tampoco de la sumisién de la singularidad al uno, a la homogeneidad del todo. «Vida en comtin» es algo mucho mds bdsico: el conjunto de relaciones tanto materiales como simbélicas que hacen posible una vida humana. Una vida humana, unica e irreductible, sin embargo no se basta nunca a sf misma. Es imposible ser slo un indi- viduo. Lo dice nuestro cuerpo, su hambre, su frio, la marca de su om- bligo, vacfo presente que sutura el lazo perdido. Lo dice nuestra voz, con todos los acentos y tonalidades de nuestros mundos lingiifsticos y afectivos incorporados. Lo dice nuestra imaginacién, capaz de compo- nerse con realidades conocidas y desconocidas para crear otros senti- dos y otras realidades. El ser humano es algo mds que un ser social, su condicidn es re- lacional en un sentido que va mucho més alla de lo circunstancial: el ser humano no puede decir yo sin que resuene, al mismo tiempo, un nosotros. Nuestra historia moderna se ha construido sobre la negacién de este principio tan simple. Por eso, el «nosotros» funciona en nues- tras lenguas sdlo como el plural de la primera persona. Como pronom- bre personal, «nosotros» no se sostiene por si mismo: como desarrollé Benveniste en su famoso ensayo sobre los pronombres, «en nosotros siempre predomina yo porque no hay nosotros sino a partir del yo y €ste yo se sujeta al elemento no-yo por su cualidad trascendente. La Presencia del yo es constitutiva del nosotros».' En otras palabras, el Nosotros, como pronombre personal, es un yo dilatado y difuso, una Primera persona amplificada. Como yo dilatado, como persona amplificada, el nosotros nom- bra la puesta en plural de la conciencia individual y arrastra consigo todas las aporfas de esta operaci6n: solipsismo, comunicacién, empa- |. E. Benveniste, Problémes de linguistique génerale, Gallimard, Paris, 1966, p. 233. BU ic cd ee ppdblenialdel, nogot tfa, accién comtin... En la escena de la intersubjetividad, el nosotr« siempre resulta ser el lugar de una imposibilidad, de una utopia, de fracaso. ,Y si ésta escena misma, como presupuesto del nosotros, fu ra ya la causa de su imposibilidad? ;Y si nosotros no somos unos otros, puestos frente a frente, sino la dimensién del mundo mismo qut compartimos? Asf, el nosotros no serfa un sujeto en plural, sino sentido del mundo entendido como las coordenadas de nuestra activi: dad comtin, necesariamente compartida. Este desplazamiento es el que abre la vfa a un pensamiento de I comuin capaz de sustraerse a las aporfas de nuestra herencia individuas lista. Sobre esta otra via, el problema del nosotros no se plantea com un problema de la conciencia basado en el drama irresoluble de la in: tersubjetividad, sino como un problema del cuerpo inscrito en ui mundo comin. El nosotros, en tanto que horizonte cfvico y revoluci nario, ha sido entendido en nuestra cultura, de rafz cristiana, como ui conciencia colectiva, reconciliada, que puede surgir de la superaci6i de los cuerpos separados. Pero zy si los cuerpos no estan ni juntos ni separados sino que nos sittian en otra Idgica relacional que no hem sabido pensar? Mas alld de la dualidad unidn/separaci6n, los cuerpos se continiian. No s6lo porque se reproducen, sino porque son finitos Donde no llega mi mano, llega la de otro. Lo que no sabe mi cerebri lo sabe el de otro. Lo que no veo a mi espalda alguien lo percibe desdt otro dngulo... La finitud como condicién no de la separacién sino dé la continuacién es la base para otra concepcién del nosotros, basad en la alianza y la solidaridad de los cuerpos singulares, sus lenguaj y sus mentes.

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