EL EVANGELIO DE LA ESPERANZA
Loe detengaor no se han de tomar en cuenta de destenc
Don Quijote, 1, 14I, LA SERVIDUMBRE DEL DESPECHO
Fin a inculpacién a Estados Unidos del fracaso liberal pudini
iacernir el expediente al que se recurri6 para rehuir Ia propia
responsabilidad y més a fondo, el intento de sortear las com
ecuiencias de la encrucijada en que quedé cogido el problema
ide la identidad nacional por el conflicto conservador liberal.
‘Pero apenas hace falta aclarar que no fue asi-como entendiero
wy vivieron— esa aventura sus protagonistas. No se trata, ob-
viamente, de una maniobra deliberada, sino de uno de esos
recursos desesperados alos que se recurre cuando, sin percibir
‘verdadero motivo, se ven frustrados los anhelos en que se ba
ifrado la felicidad futura.
zs muy de notar, por lo pronto, que en el recurso al many
aquelsmo histério se inicia et deterioro de la tendencia liberal
como fuerza independiente y opuesta a la conservadora, Alu
Thos al, proceso mediante el cual el liberaismo acabars. pt
reconocer aquella identidad de objetives con el conservaduris:
mo que nos revel6 el aniliss comparativo de sus respectivas
‘esis Y en efecto, el supuesto de ser unos derechos de justicia
absoluta 1os atropellados por el intervencionismo de Estados
Unidos, (lo que hace de ese pais tina potencia histéricamente
nefasta) es una nocién paralela ~por no decir idéntica— a la
premisa fundamental de la tesis conservadora, segiin la cual,
ecuérdese, los entes histéricos que no actualizan el sistema
de creencias, ideas y valores del modo de ser heredado de la
Colonia deben estimarse como ajencs y contrarios al sentido
59trascendental inmanente al devenir de la historia; entes, pues,
descartiados y contrarios a los designios providenciales.
Lo cierto, sin embargo, es que ese inicio de convergencia
de las dos tendencias. no pasa de ser eso, de manera que nos
‘compete hacernos cargo del subsecuente desarrollo de la tesis
liberal, ya lanzada por el equivoco camino que hemos descrito.
oes bien culpabilidad de Estados Unidos
«e-enemiga mortal de linaje iesoamericano; ciegos al moti
vo que inspiré esa manera de evadir la responsabilidad propia,
y-sncastillados en el mexpugoable ampato de la justicia-abso.
suciins de-ona-prosperidad que soles habia figurada ian al
aleance-de-suquano, Sé del desdén que muchos historiadores
contemporineos tienen por cualquier expliccién que no se
tenga a eso que Haman los “factores socio-econémicos” y que
remita, en cambio, ala esfera de los sentimientos de la singu
Jaridad personal de los hombres, sobre todo ahora que la com
prensién de la historia se ve tan ensombrecida por la idea del
predominio ambiental como elemento determinante, ya que no
Unico del acontecer humano Pero veremos ~contra una nocién
tan enajenante de Ia condiciin humana, que si se descuenta
como resorte fundamental el despecho que provoca tna admi
xacién frastrada, resulta imposible entender satisfactoriamente
el extraordinario partido que abrazaron los idedlogos liberales
‘a consectencia de su tropiezo
Medularmente, el impuls, Ia voluntad y Ia decisién de mol
ear et propio ser de acuerdo con el modo de ser de otro &
Quien se estima y admira como paradigma, es una experiencia
de la entrega amorosa, y nada mejor sabido que el despecho
subsiguiente al desengao por incumplimiento de las esperan
zas que fueron concebidas como merecido premio de la devo.
cin yservidumbre implicadas en ella. Induce, para alivo de su
Jntenso dolor, una actitud radicalmente opuesta, y lejos ya de
reconocer y proclamar las perfecciones que despertaron la adimi-
racién y el vehemente impulso imitativ, se tend al otvora
fascinante modelo como indigno de tan inmenso, como inmere-
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cido rendimiento, Se te descubren fealdades y vicios que et
{mperio de la ilusién mantenta ocultos, y as se opera su trans:
Figuracién en ese cruel, perverso, ingrato y femertido enemigo
gue pintan las rencorosas quejas de cuanto despechado ha
abide
[He aqui, desde otro éngulo ef cémo y el porque de la trans
formacion en traidor y abusivo villano del que fue alucinante
modelo y faro de las esperanzas de los liberals. Pero no se
‘agora en esa conversin el impulso det desengafio cuando se 10
ma en cuenta de despecho, porque e cuando, ~ya desenmas
farado en stt_odioso carictet el antes tenido por dechado—
sumge la necesidad de Ta autojustificacion por haber sucumbido
al hechizo y falsas promesas —en el caso el sefiuelo de Ia pros
‘pevidad— de alguien de tan ruin indole, Y es asi como seme
Jante caida en tentacién aparecerd a los ojos de quien cayé en
fla, como excusable desvio —noble, al fin y al eabo=, debido
ala ceguera inducida por Ia alucinacién admirativa y amorosa.
[Se experimentaré el alvio del despertar de una pesadilla se
“endra por bienaventuranza el no haber sacrificado, en aras
del idolo fementido, el modo de ser propiolque, como a joya
inapreciable puesta a rieygo en un momento de desvario, se le
concederé una supetioridad inmensa respecto a ese otro modo
dde ser por el cual queria canjearse, Junto, pues, ala justfica-
cin del desia y de haber eludido Ta ignominia de una entresa
irreversible, se corona el proceso de desagravio con un regodeo
cendas excelencias propias que convierte en perdidoso al que
fue trano.
{ Pero puesto que la autoglorificacién por exaltada que sea—
seri incapaz de apagar la apetencia en poseer cuanto en el otro
parecié tan codiciable y digno de ser emulado, su nueva abo-
frecible imagen y el arrepentimiento de haber querido aseme-
jarse a él no lograrin que desapatezca su subyugante atraccién.
{Pese al rencor y al despecho, subsstré, pues, un doble vinculo,
‘de scrvidumbre: el de sélo tener-sentido el encarecimiento del
“Modo de ser propio como recur de autoafirmacién respecto
fal que fue modelo, y el del persistente anhelo de poscer las
‘eualidades que despertaron 1a original admiracién.(Odioso y
6‘causante de todas las desgracias, el modelo no pierde su domi-
nio de paradigma, ya como término a quo en Ia afirmacién
del propio ser; ya como el envidiable poseedor de una pros-
peridad deseada como indispensable,
e
fe
Il. EL BALSAMO DE LA AUTOGLORIFICACION
No serd facil encontrar en los anales del pensamiento historio-
grifico una tesis mas desnuda de apoyo empirico que Ta del
liberalismo iberoamericano en la segunda fase de su formu-
placién: la que corresponde a la etapa que se inicia a raiz del
| fracaso en el intento de imitar a Estados Unidos, Pero seme-
"jnte extremo nd debe causar demasiada sorpress @ recordamos
el vuelo que emprendié fuera de la realidad histérica en el
empefio de evadir la propia responsabilidad. Hemos aludido
a esa importante y voluminosa veta —de profundas raices co-
loniales— que emergié como tesis formal a finales del siglo xtx
y cuya més notoria contencién fue la de afirmar, como verdad
poco menos que apodictica, Ia superioridad espiritual de los
pueblos indoamericanos con respecto a los sajones y particu-
‘Jarmente al de Estados Unidos. A tan optimista vision se ads-
cribe una pléyade de connotados pensadores y entre ellos,
nuestro José Vasconcelos que contribuyé a ella sis delixantes
obras La raza césmica ¢ Indologia y ¢l escudo de Ja Universi-
dad Nacional Mexicana con la divisa “Por mi raza hablard
“l espiritu”, Pero como se tata de una corriente de dimensio-
nnes'continentales, podemos valernos para su exposicién del
texto mds conspicuo y representativo, el Ariel publicado en
| 1900 por José Enrique Rodé, Debido al atractivo que ejercié
et estilo de su prosa —tan del gusto de I época~ y al generoso
profetismo de su mensaje{este célebre libro conmovié, profane
‘damente Ia decaida conciencia iberoamericana y foe aclamado
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