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NATALIO R. BOTANA. LA TRADICION REPUBLICANA Alberdi, REVISADA Y ACTUALIZADA EDITORIAL SUDAME! DE LA REPUBLICA DE LA VIRTUD ALA REPUBLICA DEL INTERES fs por donde ascendfa el honor politico. En el primer ‘estaban los patres patriae, que reinaban con justi- it} infs arriba los propagatores 0 propugnatores imperii wecfan su territorio en las guerras honorables y lo contra los invasores; en el escalén siguiente, , Enrique VII de Inglaterra y Enrique IV de Fran- spresentaban el papel de liberatorés o salvatores, que nla paz a las guerras intestinas y liberaban a su patria Ia cumbre quedaba reservada a los conditores Rémulo, Ciro, César, fundadores de es- imaginaron los filésofos de Ia Hustracién que ¥ pronto, en medio de acontecimientos colosales, re- in stibitamente, con fortuna variable, los condito- periorum y de nuevo planearia sobre los escombros 22 NATALIO R, BOTANA no ambiguo. La ley, la constitucién, el interés del habitante y la virtud del ciudadano pueden evocar el sose- gado diélogo entre el intelectual y los fantasmas de su ga- binete, o la empresa de quien pretende reconstruir el orden politico sobre otros supuestos. Antes de que estallara Ja edad de Ja revolucién® habfa palabras que guardaban su sentido primigenio, como realidades inconmovibles, y otras que, lentamente, cambiaban de significado. La repiiblica y la libertad politica que ella encerraba, ads- criptas al paradigma de la antigiiedad, habrian de soportar un acelerado trajin en la segunda mitad del siglo XVM. ‘Tres autores servirén de guia. Rousseau luché por conser- var en la repiblica y en la libertad el significado del mundo antiguo. Adam Smith exploré Jas antfpodas. ¥ un iniciador, Montesquieu, reunié en un haz de pensa- miento las respuestas de los antiguos y ol interrogante de los modemnos. Con él se inicia esta marcha. Para Voltaire, que no ahorraba criticas, Del Espiritu de las Leyes —publicado por Montesquieu en'1748—, reme- daba un laberinto sin pista alguna, falto de método. Sue- Te creerse que la épica politica, hija directa de la simplifi- ceacién, despierta el entusiasmo de los fieles. El juicio que Adam Ferguson dedieé a Montesquieu: “un profundo po- Iitico y un amable moralista”, no parece que corresponda a un autor consagrado a develar mundos exaltantes. Es que el empefio por entender las diferencias entre los hom- bres y las cosas exige otros menesteres; reclama un len- guaje distinto y 1a disciplina de un método que busca abar- car la pluralidad de significados dentro de un orden inte- ligible. Se equivoca Voltaire, Del Espiritu de las Leyes | supone un método, del mismo modo como ese pretendi- do laberinto conduce a discemir por lo menos dos con- cepciones acerca del orden politico que se contienen en tina misma obra. LA TRADICION REPUBLICANA 23 EI método que propone Montesquieu tiene por objeto hacer comprensible él didlogo entre la razén humana y la |_ diversidad de la historia. Nada es més ajeno a su propésito “que la intencién de explicar la realidad por medio de un principio tnico o de una categoria exclusiva. La ley tenia para Montesquieu un sentido universal que debia adap- / tarse a las condiciones impuestas por la tradicién, la reli- gién y la moral, la necesidad geogritica, las costumbres) yy las maneras de una nacion* : “La ley, en general, es la razén humana en cuanto gobiema aos ‘pueblos de la tiorra; las leyes politieas y civiles de cada nacion no eben ser mas que los casos particulares a Jos que se aplica la razén humana, Por ello dichas leyes deben ser adecuadas al pueblo para el que fueron dictadas, de tal manera que solo por una gran casuali- ad las de una nacl6n pueden convenir a otra.”* Si una ley llega a vivir esponténeamente en el corazon humano es porque traduce una proeza de adaptacion. En ‘este encuentro entre la raz6n universal y la historia, entre Jo necesatio y lo contingente, Montesquieu sittia la obra del legislador. Inmerso en un torrente de pasiones donde los fines y los valoree, las culturas y Ins civilizaciones, no son siempre compatibles, el destino del legislador esta condenado a lidiar con los infinitos propésitos que gufan Ja accién humana, “La justicia —escribié en Lettres per- sanes (N° 83]— es una relacién de conveniencia que se en- cuentra realmente entre dos cosas [...] Es cierto que los hombres no ven siempre esas relaciones; a menudo in- cluso, cuando las ven se alejan de ellas; y su interés es siempre el que mejor les conviene. La justicia levanta su vo2, pero Ie cuesta hacerse entender en el tumulto de las, Pasiones.” Queda en claro que el peso inerte de la natu- aleza y Ia pasin humana no aniquilan la justicia y la Ubertad, pero le imponen limites y un punto de partida de tiempo y ‘lugar. Vano seria para los hombres que LA TRADICION REPUBLICANA, 4 NATALIOR. BOTANA con tamafio reducido y poblacién escasa, suje- crean su destino, aun sin conocer ni controlar el efecto tea division entre amos y esclavos.” A primera de sus acciones, recaer en un ingenuo voluntarismo le. gislativo; y sin embargo, nada impide.explorar por otro camino un fin civilizador més cercano a la realidad. La ley regula, modera, apacigua: trasciende la historia y la ‘es cases de Gobiemo: el republicano, el monérquico y | diversidad y, al mismo tiempo, no puede desentenderse 0, Para descubrir su naturaleza nos basta con la idea que | | de ellas.* ie estos tres Gobiernos los hombres menos instruidos. Doy | H gipuestas tres definiciones 0, mejor, hechos: tino, que el Go i entra la pista del laberinto que resume I ee uaa : ie Trepublicano es aquel en que el pueblo entero, o parte del Gudas y certozns de una vida. Montesquiew afronté la J tiene el poder soberano; cl monirquico es aquel en que {mproba tarea de entender una realidad pluralista para tino solo, con arreglo a leyes fijesy establecidas; por el discemir, en ese abigarrado conjunto, los principios que fo, en el Goblemo despético una sola persona sin ley y sin habrén de justificar los regimenes mas adecuados a la lleva todo segin su voluntad y su eapricho. Esto es lo quo) razén humana. La teoria de los regimenes politicos que po naturaleza de cada Gobierno” (BL: 11,1}. Ed de alli se desprende abarca dos mundos distintos: por una poco que se reflexione, las diferencias son obvias. La parte, el universo clisico de las formas puras de gobier- miblica es una forma de gobierno con dos brazos posi- no, movidas por una pasién predominante.y, por la otra, Ta democracia y la aristocracia, en Ia cual el poder el mundo ascendente de la modernidad, expuesto median- foberano esta definido exclusivamente por el nimero de ‘te un régimen mixto que dispone a los poderes y alas titulares que lo detentan, En la repiiblica democratica el fuerzas sociales en reciproco control, al paso que da libre ler de sancionar y de legislar reside en todo el pueblo, curso a las pasiones antes contenidas en un molde estre- entras que en la repiiblica aristocritica esa facultad su- “cho. se concentra cn una parte del mismo, La monar- fa y el despotismo, en cambio, estin calificados por la fituleridad del poder y el ejercicio del mismo, por quien wanda y por el modo como lo hace, por el soberano y ‘or la ley. Este es el primer cambio de orientacién; el Segundo es todavia més importante porque pereibe entre Montesquieu en el mundo elésico 1 punto de partida es una interpretacién de la teoria clisica de las formas de gobiemo. Montesquieu modifica el orden de 1a politica y la estructura de la sociedad una en parte la tradicién en la que se inspira para distinguir ‘sociacién significativa, un estrecho maridaje entre el ta- el gobiemo moderado del gobierno despdtico. La teoria, Taailo, la poblacién, las instituciones intermedias, la igual- griega de los regimenes politicos, consagrada por Aristé- _ dad de los ciudadanos, la tradicién legal y la forma de teles, suponfa una pluralidad de formas de gobierno (la _ Bobiemo que resulta, La repiblica deberd adaptarse a una monarquia, la aristocracia y la democracia) que resulta- Sociedad de pequefias dimensiones, mas o menos igualita- ‘ban ser, pese a la turbulencia que solfa agitar la superfi- tia, segtin impere la democracia o la aristocracia; la cie, una de las especies posibles de un mismo género de 28 NATALIO R, BOTANA “monarqufa a un pluralismo jerérquico, con poderes su- bordinados y dependientes, en un territorio intermedio: | el despotismo, en fin, a un espacio de dimensiones extre- | mas donde ninguna institucién protege la soledad del sib- dito frente a la dominacién arbitraria (EL: VIM, 16, 17, * 18, 19, 20). — La discusién acerca de la naturaleza del gobierno expo- ne un argumento que constituye el niicleo bisieo del credo de la libertad: Ia divisiGn entre los gobiernos mode- rados, regulados por la ley, Ias instituciones sociales o a costumbre, y los gobiemos arbitrarios sujetos al capricho de Ia voluntad. ¥ esta os la diferencia crucial entre legi- timidad ¢ ilegitimidad. Para Montesquieu hay tres legiti- midades posibles —la monarquia y las dos repiblicas— y ‘una ilegitimidad profunda que, en la perspectiva del go- bierno segin su naturaleza, es hija de una sociedad sin leyes ni instituciones y del peso inerte de una naturaleza colosal. He aqui, pues, el primer espectro de Ia ilegitimi- dad: 1a extension, los espacios enormes donde sobrevive tun agregado de individuos semejantes en la sujecion _ comin al déspota, Bl orden despotico corresponde a una sdciedad homo- génea situada al extremo de la repilica democrética, que es como su cara opuesta.® En una sociedad, la igualdad de los siibditos nace de una servidumbre, que no re- conoce rangos ni diferencias; en la otra, de la plena parti cipacién del individuo en el orden politico: “Todos los hotibres son iguales en el Gobiemo republicano, asf como en el despatice: en el primero, porque 10 son todo, en el st ‘pando porque no son nada” [EL: VI, 2]. {" La repiblica democritica se presenta de este modo | como ol remedo més fiel de la democracia clésica sin S08 ncras historicas. Sociedad integrada por ciudadanos igus LA TRADICION REPUBLICANA aT les, ausente el ejército de sombras de la esclavitud anti- gua, donde la pobreza digna y la médica propiedad han erradicado a 2 miseria, la repiblica democrética es un gobiemo de hombres libres: alli, ta politica expresa un propésito coméin, guiado por la palabra que se pronuncia en piiblico. Los ciudadanos deliberan y legislan en asam- blea abierta (un senado puede morigerar sus decisiones) tal como acontecia en la radiante escena de las ciudadesme- diterréneas, cuya plaza, inundada por el sol, contrastaba con Ja penumbra del hogar doméstico (EL: Il, 3; IV, 8; V, 5,6, 7)" El sentido de la libertad en la democracia es diferente Gel que predomina en la reptiblica aristocritica. Este go- bierno descansa sobre una escala semejante, pero sus ciu- dadanos no son iguales: un estamento superior gobierna sein la ley, 1o cual coloca a esta repiiblica en un estadio intermedio. La aristocracia podré aproximarse a la demo- cracia si es representativa de la mayor parte del pueblo, 0 | bien distanciarse de ella cuando un grupo minoritario se apropia del mando y lo aprovecha en su beneficio. Mon- __ lesquieu establece aqui las bases, todavia imperfectas, de _ tu Worfe acerea de la repablica representativa y, en el aso opuesto, expone Ia concepcién clisica de Ia oligar- uia. Como lo propio de la aristocracia es designar a los ‘agistrados por eleccién, mientras la democracia lo hace | Por sorteo, la naturaleza de este gobierno se perfecciona __{tando 1 estamento superior obra en nombre de Ja fezoria del pueblo; ausente el sentimiento do reprosen- : re al ee y s6lo al pueblo puede pertenecer. En cambi 7 s ace, CRUE entonees, el Godietno? Un cuerpo intemmedio 46 NATALIO R. BOTANA pondencia, encargado de la ejecucion de las leyes y del mantoni- rmiento de la libertad, tanto civil como politiea” (CS: 1, 1]. Dicho esto, que rompe con el molde consagrado, Rou- sseati no tiene inconveniente en combinar su teorfa de la soberania con la concepcién tradicional acerca de las for- mas de gobiemo, y distinguir monarquia, aristocracia y democracia, En el primer caso el gobierno se concentra en un ciudadano, en el segundo en un pequefio nimero y en el tercero en todo el pueblo o en su mayor parte [CS: III, 3]. Las formas extremas encierran dos peligros equivalen- tes: la usurpacién de Ia soberania, cuando el que gobier- nna es uno, y a corrupcién del legislador, que pone la ley a su servicio, si el gobierno es democritico. El pueblo en cuerpo, supremo legislador, no debe aplicar la ley a los casos particulares. La ley no tiene para Rousseau otro sentido que el de Ia universalidad, definida tanto por el sujeto colectivo que la emite, como por el objeto general que orienta su finalidad, Ausente la segunda dimensién, la ley pierde sentido y deja de ser. “No es bueno que el ‘que hace las eyes las ejecute, ni que el cuerpo del pueblo desvie su atencién de las cosas generales para ponerla en los objetos particulares” (CS, III, 4]. Esta dificultad pue- de ser resuelta merced a una aristocracia electiva que, para pueblos sencillos, y de la aristocracia hereditaria, “ol peor de todos los gobiernos”, tiene la ventaja sobre el £0- nado por eleceién [C8: III, 5]. Parece claro que la institucién del gobierno es un mal necesario en la repiblica que hostiga sin cesar a la sober” nia legislativa. Mientras el deber de la soberania consist en velar por el bien general, el gobiemo esté condenad®s igual distancia de la aristocracia natural, solo conveniente bierno popular, donde “todos los ciudadanos nacen magistrados”, de limitarlos a un pequefio niimero desig: por imposicion de la necesidad, a ejecutdr dicho inter’ LA TRADICION REPUBLICANA a o estd cargado de un aire de tragedia porque alimenta el “germen de la corrupeién. Un destino pesimista planea so- e la repttblica: puesto que cada ciudadano ejerce la so- a legislativa, la expresién concreta de esa voluntad debilita a medida que se subdivide por partes iguales entre los miembros del cuerpo politico; de manera que si poblacién de la repiiblica aumenta,. disminuye la in- cia efectiva del ciudadano en la formacién de la vo- uuntad general. Debilitada la vita activa crece proporcio- mente el riesgo de que alguien usurpe la soberania 18: IIL, 1, 2]. A ese despojo esti orientada la naturaleza Sobiemo y el principio destructor que lo anima: _“...larde 0 temprano ha de oeurrr que el Principe termine por primir al Soberano y rompa el pacto social, Esto et el vicio nhe- aie inevitable que, desde el nacimiento det cuerpo politic, ¢ sin tregua a destruirio, lo mismo que la vejez y la muerte n por destuir el cuerpo del hombre” [CS: II, 10], jo es facil preservar a la repitblica del riesgo de la usur- - En el plano juridico, Rousseau reafirma las condi- bésicas para conservar la legitimidad: la separacion ieta del gobierno con respecto al soberano, el care- revocable de todas las formas de gobierno y el control shines mediante asambleas periédicas. Es cierto ‘ambios son siempre peligrosos” y que conviene ‘ar con rigor “todas las formalidades requeridas para Tan elo regular y legitimo de un tumulto sedi- - Ei oknted de todo un pueblo de los clamores de Oh gonna et” ringin obsticulo debe interponerse x a y el soberano para impedir la reunién de oe Hares que controlen directamente alos ma- on grattetl dependencia del gobiemo queda con- 3 corn Proposiciones. La primera: “Sie place al ‘nservar la presente forma de Gobierno”; y la 48 [NATALIO R. BOTANA segunda: “Si le place al Pueblo dejar en Ia administracién alos que actualmente la ostentan”’ [CS: 111, 18]. Esta relacién sin obstéculos, donde un pueblo virtuoso dispone la forma de gobiemo y controla a sus magistra- dos sin la pasién que degenera en interés particular y lucha facciosa, debe instalarse en un escenario sociolégico sobre e| cual pueda arraigar la repiblica soberana. Al-fin de cuentas, el vinculo entre soberania y forma de gobier- no traduce el propésito de colocar al ciudadano en un estadio superior de moral colectiva, rechazando la preten- sin que procura obtener un resultado feliz de la confron- tacién de los egoismos particulares.”* He aqui el mal que tiene su referente historico en el gobiemo de Inglaterra tal como Montesquieu lo presenté en el Libro XI de Det Espiritu de las Leyes. Esa experiencia representativa ¥ 4 pluralista, que como hemos visto fragmenta la sobera: nia en poderes diversos, ejercidos por diferentes cuerpos de magistrados, es s6lo digna de condena y castigo. No habré, en este sentido, término medio ni compromiso Po- sible: 3 “La Soberania no puede ser representada, por a misma 14760, por Ia que no puede ser enajenada; consiste esencalmente on 18 V0 Tuntad general, y la voluntad general no so representa; es la misma © cs otra; no hay témino medio. Los diputados del pueblo n0 508 jules, ni pueden ser sus representantes, no son mas que sus mands farios; no pueden concluir nada definitivamente. Toda ley aUe @ Pucblo en persona no ha ratifieado es nula; no es una ley. El pueblg inglés cree ser libre, y se engafia mucho: no lo es sino a tleceién de los miembros del Pariamento; desde el momento en 4 tstos son elegidos, es esclavo, no es nada” (CS: I, 15}. En el momento en que se deja de lado la tradici6on sica para dar paso al mundo moderno, Rousseau Fe?! el progreso y, de espaldas a su tiempo, i fon busca del ideal de una repaiblica austera tal © LA TRADICION REPUBLICANA 49 .d6 reflejado en la vieja Esparta, Alli, la plenitud de la gitimidad reconcilia al Estado con la sociedad: “En Gre- todo lo que el pueblo tenia que hacer lo hacia por sf smo: estaba constantemente reunido en la plaza pabli- Y*, Entonces Rousseau se interroga, a punto de ‘en una dolorosa contradiccién, “‘;acaso Ia libertad s6lo a expensas de la libertad ajena se conserva la ¥ en las que el ciudadano no puede ser perfecta- libre si el esclavo no es extremadamente esclavo. la situacién de Esparta, Bn cuanto a vosotros, pue- jodernos, no tenis esclavos, pero Io sois; pags su ad con la vuestra, Por més que pondderéis esta prefe- Eo auto en ella més cobardfa que humani- é resta por hacer para no rendirse ante lo inevita- Bien miradas las cosas, no veo que en lo sucesvo, le Bible al Soberano conservar entre nosotros el et ‘ icrechos al i cudad no ef may poquenn” . modo se cierra el argumento, Rou- 0 aber visto en mi javentud, en los alededores de En eeetéculo muy agadable y quzé nico sobre la Meonaulafa entera cubierta de moradas sitadas en el sles que de ells depend de suerte que esas casas, 'vales como las fortunas de sus propietarios, ofte- 50 NATALIO 8. BOTANA ces, cémodos, libres de impuestos, de subdelogados, de prestacio- hes, eultivan los blenes euya producctén es para elles con todo el cuidado posible, y ocupan el ocio que les deja esta Inbranza para hhacer mil obras con sus manos y sacar provecho del genio inventivo ‘que lee otorga la naturaleza... Sobre todo en inviemo, momento ‘cuando la altura de las nieves les quita una fécil comunteacién, eada tuno bien eélidamente encorrado en su propia casa de madera, que ‘ha construido, se ocupa de mil trabajos entretenidos que expul- ‘san el ledio de su reliro y perfeccionan su bienestar. Jamés entra en Ja comarea un carpintero, un eetrajero, un vidriero, un tornero de profesin; ellos hacen todo pata sf, nadie lo hace para otro; en el ‘conjunto de muebles cémodos y hasta elegantes que adomnan su vi- vienda no se ve ninguno que no hays sido hecho por la mano de st ducfio. Todavia les sobra octo para inventar y hacer mil instrumen- tos diversos de acero, de maders, de carton, que venten a los ex: tranjeros, de los cuales muchos llogan a Paris, entre otr0s e505 De- quefios relojes de madera que se ven desde hace algunos afios. Los hacen también de hierro, asi como relojes de precision; y To que pparece inereible, cada cual reiine en sf mismo todas las profesiones diversas en que se subdivide la relojeria y hace todas sus herra- mientaa”?7 Este es, al cabo, el mundo que guarda-el secreto del bien polftico: una comunidad integrada donde 1a unidad prevalece sobre la division del trabajo y de 1a sober no. Asi, mientras el genio tutelar de la politica perfeccio- na al ciudadano en este marco estrecho de vida agreste ¥ conducta frugal, la naturaleza escindida del hombre reco” bra su dignidad primitiva. La idea de ciudadanfa regres! ‘en triunfo cuando los espiritus més perspicaces la habian olvidado: ciudadania orientada por la voluntad genersh ” modelada por la educecién y el ejercicio de una religion civil, que habrd de fusionar, como otrora en la ciudad 5 grada, la virbud, las creencias y las leyes, hasta el limiter si es preciso, de forzar al ciudadano a ser libre {CS: 1, T_ Mis alld de estos severos limites, Rousseau guarda silencl? porque nada debe fragmentar el comportamiento huma- LA TRADICION REPUBLICANA 51 frente a una realidad incierta. Cuando le tocé legislar y jdiar con un Estado grande, erigié barreras que separaban ciudadano del habitante, o establecié instituciones para ‘reformar él régimen representativo mediante un sistema “de mandatos imperativos similar al que se practicaba en Jos Paises Bajos."* Resguardos o prevenciones que quiz an nacido de esa nostalgia de la unién moral entre so- edad y Estado, a6lo realizable en una ciudad pequesa. Los genios tutelares suelen tener vida propia y gustan del encierro al que sus creadores parecen condenar- de 1a movilizacién social en un Estado grande: “Que juzgue el peligro de excitar una vez las masas enormes gue componen la monarqufa francesa, ,Quién podri con- ner la conmoci6n o prever todos los efectos que pueda producir?”? Y no obstante los temores y contradiccio- es de su creador, el genio tutelar de Rousseau cobré telo propio, para descubrir otros escenarios, bajo el ablema de un principio de legitimidad que al mismo tiem- be impugnaba Ja soberania absoluta, concentrada en un rca, y la soberanfa pluralista distribuida en diferentes 08 representativos. Libre de su encierro, esa legiti- d se impuso como criterio capaz. de restaurar un bien to tras las mediaciones de la representacién o Ia ri- La respuesta « Montesquieu, que ae sitéa en el Politico, es tan contundente como la que merece tm Smith en el campo de la economia. Smith o la sociedad evolutiva Pesimismo de Rousseau descontaba que el mundc = Presa del despotismo y de los intereses mereantiles, Mados bajo ciudades inmensas. Pezo esa naturaleza TPA, escindida por la division que trae el poder yel 52 NATALIO R, BOTANA trabajo, era sin embargo redimible, Una decisién constitu. tiva de la repiiblica, que Rousseau representaba mediante el Contrato social, podia volver las cosas a quicio, siem- pre que el ejercicio activo de la voluntad general, en un marco propicio, convirtiera el egofsmo en virtud. El sue- su expresién espontinea, la inclinan hacia la felicidad fio de regresar a Arcadia, donde renaceria el hombre Yel bienestar. El sentimiento y el interés propio, regula que hacia todo por sf mismo y era a la-vez gobemante y dos por la justicia natural, atemperados por la simpatia y gobernado, productor y consumidor, tenfa un camino tbenevolencia, actian de consuno con Ia naturaleza fijado: la politica, es decir, el ciudadano como legislador, et. En ese punto de encuentro, donde se retinen el mun. debia salvar a la sociedad. El pueblo era un conjunto de j externo y los sentimientos morales de la naturaleza ciudadanos ms que una adicién de habitantes; a él le mana, en procura de sus fines, tiene lugar una de las cabja la tarea de rescatar el orden natural perturbado por ts ¢ infinitas realizaciones de la libertad. Ast, la liber- obra en el mundo lentamente, de una manera casi ‘LA TRADICION REPUBLICANA 53 __ Diez afios més tarde, en La teoria de los sentimientos morales, Adam Smith sostuvo que la Providencia ha sem- do en la naturaleza humana sentimientos que, a través Ja decadencia moderna. Como puede advertirse, la idea de un orden natural, perceptible, que socava el privilegio y la servidumbre, perturbede por agentes extraionimpregna la reflexin de iformando el sedimento de la civilizacién verdadera, idam Smith rozé la cima de la fama en vida cuando, } 1776, dio a luz un libro que encierra una de las claves Jnundo modemo. El genio de su Investigacién acerca Rousseau. E] mismo problema rondé en tomo a Adam Smith y le inspird una solucién diametralmente opuesta. ‘Su hallazgo es este: el mundo est4 gobernado por un or- den natural que puede ser redescubierto eliminando las restrieciones que lo perturban; de este modo, la interac- én de los individuos, dejada a su benéfico curso, lejos de generar el caos habré de ser la causa eficiente del orden social. “Los proyectos —escribié en 1749~ perturban la naturalezs ‘en ol curso de sus operaciones sobre Jos asuntos humanos, y nose requiere més que dejarlaen paz y darle la posiilidad de jugar ca nt plamente en la prosecueién de sus fines para que pueda establecet Ge broduccién. La historia sus propios desigios /.../ Poco més es neceserio para levar # U8 R sobre los presupuestos del orien neron i i i | que estado al grado mas alto de riqueza desde la barbarie més abyeet# la ley que le es propia y produce as aparte de paz, impuestes moderados, y una administracion de i85 dos los hombres sin dlvecimerny clos ticia tolerable, todo lo dems lege por el curso natural de las cost: dere ase abms sin lseriminacién alguna, Para ‘Todos los gobiemos que estorban este curso natural, que fuerZs# asin tt Smith os necesria la bert, Tes ti a libre eleecién del trabajo, el mereado li- Jas cosas hacia otro eanal, o que intentan detonor ol progreso de 8 pine sociedad en un determinado punto, no son naturale, y, para 8% iim) alibertad del comercio interior y exterior tenerse, estén obligados a ser opresores y tirdnicos.””? ¥ abe (0% Privilegios corporativos y las rentas 1 abrir ‘Cauce a la productividad del ahorro que gene- ica, entre otras cosas, en una combinacién de pers- Has donde conviven ls filosofia, Ia historia y la eco- Politica, Smith representa el mundo historico tna larga transicién desde el estado salvaje, impul- LA TRADICION REPUBLICANA 55. NATALIO R. BOTANA 54 ra ganancias susceptibles, asimismo, de ser reinvertidas.*" “No sla benevolencia del earnics ssimis jencia del carnicero, del cervecer tc Fl filésofo moral y el historiador se han desdoblado en roo qur non proc lalimenoy dla conndemeiSn Ses pro 1 legislador que formula, como Rousseau, un Programa io interés, No invocamos sus sentiientos humanitarios sino sa ide reconciliacién con el orden natural. Pero mientras para egg I ahamos de mers nee, sna dese is. el padre del Contrato, la reconstruccién del mundo debia ser tarea activa de la voluntad general, cuya ley vigilaba gRenuncia deliberada del deber impuesto por la fil la recaida en el lujo ostensible de las ciudades o en la sofia cldsica de buscar el bien general y la libertad ae degradacién mercantil, segin Adam Smith la prudencia na, més alld de las diferencias que separan a naciones 7 del filsofo debia detenerse allf donde concluia el trabajo gobiernos? Nada de eso, Toda la obra de Adam Smith a de jardineria consistente en desbrozar el terreno de los 44 impregnada del racional deseo de encontrar el camino agentes de Ia desigualdad y de la servidumbre. Esa era la que lleve a buen puerto ese secular viaje. Donde yace la terapéutica aconsejable para reconstituir la libertad hu- energia que conduce a Ia felicidad? ;Qué medios permi- mana, Bs que la felicidad no puede provenir jamés de un ten alcanzar el bien? Veamos el origen y 1a traza de este designio colectivo, cuslquiera sea quien lo formule, ni itinerario. En su estudio sobre el principio de la monar- tampoco de la voluntad legislativa, sino de su circunstan- jufa hemos visto como Montesquieu entrevié los curiosos cia contraria: del entrecruzamiento espontneo de los resultados de In fama y del honor que concurrfan al bie intereses humanos que erean eu propia historia, Ninguna general sin que los sujetos tuvieran conciencia de ello. te ley positiva puede impedir esa marcha ascendente de Ia | 1714, Mandevile ("a companion very entertaining” se- humanidad.”” gin anotaba Franklin en sus memorias) edité su Fébula Los intereses humanos aparecfan en el horizonte de Ia | de las abejas: o vieios particulares, beneficios piibli cultura ilustrada como otro hallazgo que incorporaba Io Soode partlaba una eonin eqpentees sate You iehe mejor de cada término de la dicotom{a elisica, Entre ta- Particulares y el bien general, que rendia sus me naan ae zon y pasion se abria paso otra propiedad de la conduct _ tos cuando Ia habilidad del politico, su en que imponia célculo y reflexién a las aspiraciones del E convertfan esas pasiones en beneficio pili eae hombre. Esta distincién maduré al abrigo de un primer “Smith, que admiraba a Montesquieu, no strut i fie esbozo, ya perceptible en la teorfa del comercio de Mon- ta de Mandeville, pero la moraleja implicita a el rl a tesquieu, que procuraba apaciguar las pasiones malsanas ‘duizd le haya servido de plataforma para avizorar oa con pasiones més benignas. La pasién por el poder si” Bio tedrico de proporciones; desde alli, conviren do la Himites, la ambicién del déspota y los vicios de la mala f° “fvaricia 0 el egoismo en célculo y ventaja, | iendo Ta podian hallar coto en el amor al luero cuyo espiritu “Pro: FFesnojs In vstud del ala de un caduano eossapade al Guce en los hombres cierto sentido de le justicia estricts" bien pablico y la entregé a un habitante Cie cess [BL: XX, 2]. Adam Smith fue més lejos y redujo la bala” ee el mundo impulsado por su interés parti- za de pasiones a una nueva categoria basada en la usc sin trabas del interés o la ventaja individual” + La critica subyacente a este hallazgo estaba inspi irada aa NATALIO R. BOTANA en una discreta modestia frente a la inagotable capacidad de la naturaleza humana. En la Teoria de los sentimien- tos morales, Adam Smith reflexioné como un humilde confidente de la Providencia divina, cuyos designios Glti- ‘mos nunca conoceremos del todo, que gobiema la armo- nia natural y promueve el bienestar del hombre por ‘medio de sus inclinaciones. Los hombres ricos, escribié, «<,,gon conducidos por wna mano invisible a hacer casi la mis- ‘ma distribueton de las cosas necesarias para la vida que Ia que hu- biera resultado de una division de la tierra en porciones igueles entre todos sus habitantes, y asi, sin quererlo y sin saberlo, hacen ‘avanzar el interés de la sociedad, y proveen medios para la multi- plicacién de Ia especie. Cuando la Providencia dividié Ia tierra tentze unos poeos sefiores dominantes, ni olvidé nl abandoné a aque los que patecfan haber sido dejados fuera del reparto. Bstos dltimos, también, disfrutan de su parte de todo lo que ella produce. En ‘cuanto a lo que constituye Ia verdadera felicidad de la vida hu- ‘mana, no son en modo alguno inferiores a aquellos que parecfan. tan por encima de ellos. Con respocto a la salud del cuerpo y Is paz del expiritu, todos los diferentes rangos de la vida estan casi en el mismo nivel, y el mendigo, tendido al sol # la vera del camino, posee ess seguridad por la eual los reyes estén Iuehando”.?* Esta visién de las cosas no percibfa en Ia historia y la politica un proceso lineal, donde el efecto sigue a la causa que conscientemente lo provoca, ni tampoco advertia en aquellas un conjunto de actos resultantes del bien querido por un ciudadano virtuoso, sino més bien las concebfa como un espacio sin limites, cruzado por tantas corrien- es y meandros que ninguna maqueta puede reproducit- | Los hombres tienen sin duda fines que conocen, ¢per? quién, fuera de Ia Providencia, serd lo suficientement? sabio para conocer ¥ controlar los efectos de esos actos singulares? La historia es un cementerio de consecuencias imprevisibles que, sin embargo, son benéficas para aq orden social: LA TRADICION REPUBLICANA 87 .como cualquier individuo pone todo su empefio en emplear “su capital para sostener la industria doméstica, y dirigida a la con- secucién del producto que rinde més valor resulta que eada uno de _ ellos colabora de una manera necesaria en la obtencién del ingreso ‘anual méximo para la sociedad. Ninguno se propone, pot lo gene- sal, promover el interés piblico, ni sabe hasta qué punto lo promuere. Cuando prefiere la actividad econémica de su pais a la ranjera, inicamente considera su seguridad, y cuando dirige la de tal forma que su producto represente el mayor valor po- ‘sible, solo pionsa en su ganancia propia; pero en este como en mu- 0s otras eas0s, es conducido por una mano invisible a promorer fin que no entraba en sus intenciones. Mas no implica mal algu- para la socledad que tal fin no entre a formar parte de sus pro- 6sitos, pues al perseguir su propio interés, promueve el de la so- dad de una manera més efectiva que si esto entrara en sus desig. No son muchas las cosas buenas que vemos ejecutadas por Jos que presumen de servit solo el interés pablico” [RN: ‘Por esta razén, la historia no cambia a saltos por obra decisiones cruciales. Alberga, en su naturaleza profun- ‘un progreso evolutivo que, de algin modo, queda re- ielado por el origen y desenvolvimiento del comercio en 1 mundo feudal [RN: TI1, 4]. Montesquieu reprosentaba fe periodo como el terreno fértil de la libertad gética, famada en los poderes particulares y los privilegios. Adam Smith ese mundo no ofrecia ninguna garantia Seesrided © de supervivencia para el desvalido. En los poderes particulares eran como la cara Control sobre el soberano: sefiores y aa et de guerra permanente, que levantaban ejércitos wou Yelaban a Ta servdurbre, imponfen la violencia, a afl desorden. La deseripcién no es del todo dis- la que presentan Hobbes y Rousseau sobre el e 2 naturaleza o la sociedad civil corrupta; pero el Po tiene que ver con los presupuestos de la tualista y se aproxima en parte, aunque di- LA TRADICION REPUBLICANA NATALIO R. BOTANA 68 tiem el dingnéetic, 21a curaentzevists POY Montesquieu. fer gupertice donde zena Ts ior, OI ‘Adam Tras Na Pteeza ost aclendo #1 ODT DTS O Sate My eamercio a samufacre, eG e® sobre eee dione Um edad, y ota. slencisn oPertie intro- cae justia, ibertad'y seguridad, jo hombre, con tl que no vol Is leyes de I just gat on perfecta libertad para persequir ST n djujo eradualmente orden y justiolay ‘entre los individuos que vivian en guerra: continua con sus bob rparheinmi jguales yen dependencis ‘gervil con sus superiores. Los a con cualquier otro 7 ¢ tnvirtiendo sus capitales en concu- ‘parones ¥ los poderosos vieron, de esta suerte, 1a posibi- mio se veré liberado end de personas. El ‘ya con sus inquilinos, mt Cente hard de scare nuvercus esulones, 7 + perdieron distancia soci “aeeeeieteeaaeene ed asteenita subidure bu “Asi perdieron distancia social con = j asegurarningin orden do conosimiento y os, a sab ergia becia 1a a de tie 1a actividad privada, ngendcla sabe, a es més Yentajosas para Ia sociedad, Segtin el sistema do la compra y venta. Tateriores y gradualmente derivaron ft €m pet natura, el Soberano Gi “Ahora bien: zcudles son las condiciones generales de Ja Toe tres ey i renee tiene tres deberes que ‘bearia en responder que la Pez rhumaino: el primero defender a la pepe andere sae terap teers poaen poz? Adam Smith no titul oips relaciones sociales son trensparentes- H ‘ 3 lo posible a eada uno de les miembros de la sociedad de la del papel penéfico de ay de Ia 07: z i dea pan Se ep evict pr rre icién de a nen eee una beet regimenes ibertad con el pluralismo sae anacrteee eeaes iertas jerérquico del antiguo régimen. ‘Beas instituciones, ue eet al Den aa cacne clas ar eae ® paten reeaudo sus prvlegios, ahoga 8 gu juris ‘Sipps ie eaagancene boon ceerenp uae a yecién 1a bertad de los sibditos ¥ Su fundamental igual” fa penne oun grupo de tes, sun peak oalors-eolort cea, Para Adam Smith las corporaciones fragmentan 108 3 remanteatons ais lan ete soca” (RN: mercados de le misma manera como + ‘perones frustran la posibilidad de contar justicia | en comprenderse mejor ic - aero: todos 10s habitants. Ambos obstéeulos fire ancealis coats port Politicas ‘ban el orden de la naturaleza, tue David Hume propuso entre libertad pera ‘Como puede advertirse, -l otro, la utopia de los fisidcratas de ea jhombre con Ja libertad natural satural mediante un despotamo log. Las d it a cuyo término el individuo, es decir él interés parti tones no eran en nada ajenas alas beh ieee voleado a la actividad productive, debia redimir a 1a poll” H Smith, Hume, que habia sido st anecncrenonial ties, Rousseau hubiese aborrecido esta propuesta. Leh compatriota-y 60 NATALIO R, BOTANA LA TRADICION REPUBLICANA eu “Bn todos los gobiemnos hay una lucha intestina perpetua, abier- ‘tre la Autoridad y la Libertad; ninguna de las dos wo srrlger munca en el combate, En Yoo goblemo bene | Gilad bedsaeeretebrateeeeteciaticaeeee aaa Pesariamente hacerse un gran sacrficlo de libertad; sin embargo, ni mal entendidos o practicados en exceso." Que se cn tordad que Kimita la Ubertad puede nunca y tl ver ,, pot ejemplo, en el porvenir de una sociedad que i constitucion, llega a ser completa e incon- do hasta limites imposibles la divisién del trabajo: puede quedar en pie alguna virtud cuando cunde mibrutecimiento de un individuo incapaz, Ia edueacion jada y el ejército profesional, con su cuerpo de se hace fuerte y dominante? [RN: V, 1, Parte gu notoria intrascendencia prictica, la doctrina de Ques- irs. I y 111}. nay, Dupont y Mercier de La Riviére era, con resperto a7 nego Adam Smith el ideal de la ciudadania: “No la politica econémica, 1a mas cercana a la verdad), pero ciudadano —escribié— quien no esta dispuesto a pretendieron imponer el laissez faire com las armas de un ar las leyes y a obedecer al magistrado civil; y cier- ‘autocrata, convenientemente ilustrado en esa verdad, que mte no es un buen ciudadano aquel que no desea. liberara a la sociedad del mercantilismo. Para Adam fet por todos los medios en su poder, el bienestar Smith, el gobierno mfnimo no era contradictorio con 1a 3 Ja sociedad y de sus compatriotas”.“* Pero cons- libertad ni tampoco debia sobrevivir amparado por un Ja fragilidad del orden social, cauto cuando se poder absoluto. El gobierno es pues tan natural como el medir los efectos de Ja accién humana, A. Smith pausado desenvolvimiento social que garantiza: “Ta acti vyidad del gobiemo es natural y por Jo tanto buena allf donde promueve el bienestar general, y es una interferen: ‘cia con Ja naturaleza y por ende mala cuando agcede a lot intereses generales de la sociedad”.” {Alcanzaba esta idea de la libertad a percibir su en un mundo que comenzaba a descubrir la ener céndita de Ja naturaleza? En Glasgow, mientras Adam ‘Smith daba forma a su ilosoffa de la libertad, Jame! Watt multiplicaba la fuerza motriz con la inveneién de ld ‘maquina a vapor. El hallazgo merecié escasa atencion © su parte, semejante, en cierta medida, a la desconfian®) que provocaba en su espiritu la concentracién del cap! : mediante la sociedad anénima.*? En realidad, 1a tor Parag tourth: Alexander Hamilton and the Idea of Repu- tenfa otrot destinatarios: la iniciativa y Ia ibertad indi Boe cones ford 1970, p. 174, n do R. R. Palmer: The Age of the Democra- Qual que, no obstante el optimismo implicito en much on. A Politica Z eee ee aie ict History of Burope and America, 1700- lenge”, Princeton, 1974 ta o seereta, en siquie nunca deba, en ningun trolabie.”™* Los fisideratas defendieron la armonia de los intereses sociales en consonancia con la armonia de la naturaleza (A. Smith admitié que, con todas sus imperfecciones y humana, la simpatia con los humildes y los #, en un siglo indiferente a Ia condicién del eomiin, trastocd el cuadro de la repiblica y colo- Protagonista, junto con el ciudadano activo de destino. otro escenario. Mas alld de la plaza gin ree Ja claridad alumbré también el hogar doméstico, 7 NATALIO R. BOTANA > Las opiniones de Voltaire. y Ferguson, con respecto a Montes- ‘quieu, stadas por P. Gay: The Enlightenment: An Interpretation, aurehy. The Seience of Freedom”, London, 1978, pp. 924 y 832 Ms Cont. 1. Berlin: “Montéequiew” (1955), en Against the Current. Bssays in the History of Ideas, London, 1979, pp. 187. y ST" Dedieu: Montesquiaw et ta tradition politique anglaise en Fisnce, Les sources anglaises de “L'Esprit des Lois”, Paris 1909, p. 158. F Montesquieu: Del Espiritu de las Leyes (1748), (Bn adelante ‘RL, Traduecion de M, Blazquez y P. de Vega), Madrid, 1972, fro 1, Cap. 2 ‘Todas las citas serén de esta edicion, confrontadas F corregidas, Legado el easo segtn el texto original en Montesquieu Jeaures completes, préface de G. Vedel, présentation ot notes de D. Oster, Paris, 1964, Las citas restantes, pertenecientes a otras obras de Montesquieu, son de mi tradueci SCont, E. Caterer: Filosofta de la ilustracién, (traduecién de BE. Imaz), México, 1975, p. 241;1. Berlin: "Montesquiou”, op. cit, P, 151; T. L. Pangle: Blontesquiew's Philosophy of Liberaliom. A Commentary on the Spirit of the Laws, Chicago and London, 11978, pp. 192-193, Peeee R. Aron: “Montesquieu” en Les Etapés de la pensée sociologique. Montesquieu, Comte, Marx, Tocqueville, Durkheim, Pareto, Weber, Parfa, 1967, pp. 33-36. “Ata Contribution de Montesquieu ' la jociale” (1892) en: Montesquieu et Row Sseau précurseurs de la sociologie, Parfs, 1966, pp. 63 y 67. S"Gont. T. L, Pangle: op. cit,, pp. 52 y 80. La imagen que con: trasta la luz del espacio pablico con la oscuridad del recinto priva: Tate Ih IL Arondt: ‘The Humen Condition. Chicago and London $978, pp. 28.37. En el mismo sentido, consultar C. Lefer: H: Arendt, Pensamento. Persuosa @ poder, Rio de Jansiro, 1979, PP: gaba como una hipétesis convi Foyale, que propugnaba Voltaire en tanto Ia monarqufa ere reaior garante de ta libertad, ver P. Gay: op. eit, vol. I, pp. 466, TTL, La erftica a la libertad g6tica como simplificacion extrema & ‘una realidad diferente, debida a algunos publicistas britain te ellos Bolingbroke, puede rastrearse on J. G. A. Pocock: SKiaveliion Moment. Florentine Political Thought and the Ate fie Republican Tradition, Princeton and London, 1978. P 482-483. ‘Bn contra de la nocién que agus deftendo de formas Pures gobiemo, ver L. Althusser: Montesquieu ta politique et Tite) Ber, 196s, p. 40. Conviene advertir que la imposibilidad de Combinacién equivalente entre prineipios no anula la existence Joo mismnos, como pasiones secunderias, en una forma de gob! LA TRADICION REFUBLICANA, 63 BL, “‘Advertencia”: “Se debe tener en cuenta que hay una gran neia entze decir que determinada cualidad, modificacion del io virtud, no es el resorte que impulsa a un Gobierno y decir h tie'no extn on dcko Gobierno [.-]winque a visa po- eect dee epablicn el nonce entunte tambien “fae sao motor eungis noua waa ects ee alan ala exe gumonte atu poli Fa O-Hneehnan: The Peosons and Se Interest Pol Suumens for Capitaiam before i Prumph, Pencton, 7a, p. 10. B Los conceptos de libertad positiva y de libertad negativa son Berlin: "Two Concepts of Liberty” (1958), en Four Essays on fy, London, 1969. Conf. T. L, Pandle: op. cit, pp, 116-119 y 122128; M. Dis nd “The Separation of Powers and the Mixed Regime”, Publius, Journal of Federalism, vol. 8, N° 3, 1978, pp. 83 y 58. E Conf. A. O. Hirschman: op. cit,,p. 79, 16 Libertad-participacién en ol sentido empleado por G. Bur ‘que la contrapone a la Ubertadautonomia: Ver Traité de ce politique, Tome V: “L’Btat libéral et les techniques pol Mela democratie gouvernée", Paris, 1963, pp. 11-12. ont. R. Derathé: Jean Jacques Rousseau et la science poli- ton tempo, Pari, 1974, p; 308. feral respecto mi ensayo: “Jean Jacques Rousseau y las for- gobiemo (Acerea del Libro IIT del Contrato social)”, Me >. vol. IE, N° 2, abril 1980, cuyo argumento reproduzco casi ente en los parrafos que siguen, y también, entze la profu- afia recionta, J. G. Merquior: Rousseau and Weber. Two tin the Theory of Legitimacy, London, 1980, pp. 57-76. - por B. de Jourenel: Bssei sur la politique de Rousseau, Eontrato social (en adelante CS): Libro 1, Ca ‘bro 1, Cap. 1, En las cites ciones al Contato he tilnado la edion erties de Ber Ge Jounel: Du Contrat soci! de Jean Jaoques Rovasen, 88 d'un Essai sur le politique de Rousseau par Bertrand de ml tecompagne des notes de Voltate ot d'autres contampo- Vutour, Gondvo, 1947, Para la raduecién castllan ol Feferencia os J. J. Rousteau: EI contreto social, (texdc- a6 Pent intzoducsion de A. Rodriguez Hussar, Ma ona a estntes, perteecintas «otras obras de . E. Durkheim: "Déverminat Be im: “Détermination du fait moral” en So- sag Philosophie, Parts, 1963, pp. 78 y 85; R. Derathe: op. 6. Bar en op et, Tome Il: “L'a” p61 y RD. : Buudes sur la théori démocratique. Spinosa Rousseau * 1963, p. 60. La interpretacién de la voluntad general, aa NATALIO R. BOTANA como ley moral inscripta en el corazén del ciudadano, es de B. de SJouvenel en sus estudios consagrados a Rousseau aqui citados. La bia contemporanes més representativa, que advierte en Ia volun: fed general el germen del principio totalitario, es Ia de J. 1, Talmon: The Origins of Totalitarion Democracy, London, 1981 Chap, TIT. Un punto de vista somejante adopta H. Arendt: On Re- volution, New York, 1963, p. 74 35°N", Rousseau: Manuscrit de Genéve, Livre 1, Chap. 1V, Cit, por R. Derathe: op. cit, p. 392. 28 Conf, R. Derathé: op. cit. p. 386. 25 Cont. B. de Jouvensl: "Théorie des formes de gouvernement chez Rousseau” en Du Principat et autres reflexions politiques, Paris, 1972, p. 271 "1 Véaae, al respecto, G, Burdeau: Le Citoyen sefon Rousseau, Communication sux Journées D’Btudes sur le Contrat Social a” YUgiversite de Dijon, mayo, 1982 BN Rousseau: Lettre 6 D'Alembert, cit. por B. de Jouvene! “Rousseau, evolotionniste peasliniste™, en Di Principat. op. ett. pp 261 ss. 24 Propésitos que Rousseau sostuvo en el Projet de constitution pour la Corse y en las Considérations sur le gouvernement de Polog- he, véase B. de Jouvenel: Essai... op. cit, pp. 122 y ss. ¥ R. Derw thes.op. eft, pp. 272 y as G07. Rousseau: Jugement sur lo polysynodie, cit. por B. de” Souyene): Essai... op. cit, p. 81 30 Cit. por d. Viner: “Adam Smith and Laissez Paine" (1927) ‘The Long View and the Short. Studies in Economic Theory on Polley, Glencoe, 1958, p. 215, mi traduccion. 3P Cont. J. Viner: op. eit, p. 217; J. G. A. Pocock: op. cit pp. 498-199; B, de Jouvenel” La Civilisation de pulssance, Pai 1976, pp. 6-9; A. Skinner: “introduetion” a A, Smith: The Wealth of Nations (Books F-il), Penguin Books, 1979, pp. 31-40 y 46-51. 7 Punto crucial de su teorla que Hayek ha puesto en evidendi en toda su obra, Véase especialmente F, A. Hayek: Derecho, lef Tacién Hbertad, vol. 1: “Normas y orden", Madrid, 1978, © wy tv. 33 Conf. A. Hirschman: op. cit, pp. 40-43; d. J. Kirkpatt “Martin Diamond and the American Idea of Democracy”, Publ ‘The Journal of Federalism, vol. 8, N* 3, 1978, pp. 195s. queze de las naciones (en adelante RN. Edicicn dk Gna. introduccion de M, Lerner, Nueva traduccion preliminar de G, Franca), Méxieo-Buenos Aires, Fondo de © Beonémiea, 1958, Libro I, Cep. 2 3° Cont. J Viner! “Introduction to Bernard Man Letter to Dion, 1732” (1953), reimpreso en op. cit, p. 3415) Hayek: "El Dr, Bernard Mandeville” en Nuevos estudios en 2 vet Je cul LA TRADICION REPUBLICANA 65 poten, econcnia «histor dele tee (tnduelon M1 Been Ain, 1081 ae dicate pp. #2806 ia neat fe Viner SA. Schimper uty of Eamon re rom swans By 8. Boa Scie Noa Po PR Sm: The Theory of Moral Sentinen ‘ 510,09. 8063089 ambien 210, eee et ee gi no puede ser totalmente controlado por lo intents Impoten- qecareennmyenstettie Br, Sone agarmnt oes See ciate bitin ange eee tf a ee ee ny a f por ". Gay: op. cit., vol. Il, pp. 461-462, Mi traduccién, ie oa mate a ee f. J. Viner: “Adam ‘Smith and Laissez Paix G. West: op, cit., pp. 95-127 apa Spat te C ue subra Ja virid ylabenevolocia en ln tora do Smithy ones alent con cl selPinteres, lane of Moral Sentiments, fee '¢ory of Moral Sentiments, p, 377,

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