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ROGER ENRICO
-JESSE KORNBLUTH :
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de Roger Eco y Jose Korba
‘Una putea da Gartam Books
68 Ft Arorue, New Wek, WY. 0109
Cop 1908 or opr Een
Copy 1089 para Hapsnoamerica
por Ector Noma SA.
Agarado Ate 52580, Gop, Colombia
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Franti a eprodccién oa o paral de ester,
er cusker med, parma eserio dela Eder
(vectra eitoal, Maria del Mar Ravassa 6.
Editor, Armando Bernal M.
ete de exicion, Nancy Z. de Ujtalussy
DiseAadera de eubierta, Glona Dia? Granados
ISBN: 958-04-05989,
Ch 0889,
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CARVAJAL S.A.
Imoreso en Colombia
Printed in Colombia659.44
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RECONOCIMIENTOS VII
capituLo 1 “El paso mas seguro que jamas se dio” i
capitulo 2 Para los que piensan como jévenes 19
capitulo 3 Aprendiendo a dirigir 35
carrrulo 4 La guerra de los 180 dias 15
cariruto 5 En busca del terreno alto 105
caPITULO 6 Ufa y carne 117
caprruLo 7 Cuando uno quiere una estrella... 135
capiruLo 8 Un mensaje para Michael 159
capiruLo 9 La voz de una Nueva Generacion 177
caPITULO 10 Nivelando la-cancha 195
capiruLo 11 Tomamos la delantera 217
caprtuvo 12 Ruleta de celebridades 237
caPiruLo 13 Dulce venganza 255
capitulo 14 “Los hemos lastimado.
Lo sentimos mucho” 295
capiruLo 15 Sobre las olas 317
caprruLo 16 A cielo despejado 34d
INDICE 359
140328A mis devotos y enérgicos colegas en Pepsi
USA; a BBDO, nuestra agencia publicitaria
inmensamente creativa; y a nuestros socios,
los embotelladores de Pepsi, que realmente
lo hacen todo.
A Michael Jackson, sin cuyas habilidades
muchos de los sucesos que narra este libro
no habrian ocurrido.
Y a mi esposa Rosemary y mi hijo Aaron,
* euya inspiracién, apoyo y amor le dan com-
bustible al motor todos los dias.{Como puede una persona dirigir una compania como Pepsi-
Cola USA y al mismo tiempo escribir un libro?
La respuesta es: Con mucha ayuda.
En mi caso, tuve la fortuna de que algunas de las
personas més consagradas y ms inteligentes que se pueda
imaginar intervinieron personalmente, no sélo para dar conse-
jos, sino encargandose de una gran parte del trabajo.
El primero! fue Joe McCann, vicepresidente de asuntos
corporativos de PepsiCo.
Durante una buena parte del periodo en que se desarro-
laron los hechos a que se refiere este libro, Joe fue mi enérgico
y @ficiente jefe de relaciones publicas. Como tal, participé
activamente en las mas importantes iniciativas de Pepsi-Cola
USA, e incluso fue a menudo su catalizador. Es légico, pues,
que este libro haya sido idea suya y que él haya colaborado con
sus conocimientos, su habilidad de escritor y su revisién
critica.
También en PepsiCo, el antiguo presidente de la junta
directiva Don Kendall, y el actual, Wayne Calloway, apoya-
ron desde el principio este proyecto inusitado, no corporati-
vo — agregando una razén ms a la ya larga lista de las que
me obligan para con ellos.
Lo mismo que Joe McCann, Pete Reader me dio sanos
consejos sobre como empezar el libro. La sabiduria y la
recomendacién de David Fisher me llevaron a Bantam Books.vi RECONOCIMIENTOS
En Bantam, Louis Wolfe, Alberto Vitale, Linda Grey,
Stuart Applebaum, Stephen Rubin y Peter Guzzardi respon-
dieron con entusiasmo y decisién. Su confianza en que esa
editorial podia producir este libro en una fraccién del tiempo
que normalmente se requiere para ello, me dio la energia y el
valor de proceder.
Peter Guzzardi, editor principal, merece mi eterno agra-
decimiento por sus exhortaciones, siempre de buen humor,
sus correcciones hechas en forma tan sensitiva, y una miste-
riosa habilidad para mantener en la memoria diversos borra-
dores sin confundirlos.
La agente literaria Kathy Robbins también hizo una
contribucién vital al recomendarme como coautor a Jesse
Kornbluth, sin el cual este libro todavia seria s6lo una idea
en la fértil mente de Joe McCann. Como fue nuestra colabo-
racién lo dice el hecho de que ambos digamos que las partes
que mas nos gustan del libro las escribié el otro.
Mi secretaria, Patti Giordano, introdujo el manuscrito
en mi computador Macintosh con rapidez, precisién, y una
curiosidad constante sobre qué venia en seguida — notable
reaccién de una persona que ya conocia la historia.
Mi buen amigo Alan Pottasch, instructor de buceo con
escafandra ‘aut6noma y genio creativo, me presté una ayuda
que no tiene precio, lo mismo que los ejecutivos de Pepsi USA
John Almash, Richard Blossom, Dan Clark, Becky Madeira,
Bennett Nussbaum, Ken Ross y Jim Stanley. Fuera de la
compafifa merecen especiales agradecimientos Jay Coleman,
presidente de Rockbill, Inc.; Jim O’Neal, vicepresidente princi-
pal de Frito-Lay; Carol Dreyfus y Scott Ellsworth del Smithso-
nian Institute; Edward Kosner, director y editor del New York
Magazine; A. O. Smith; Pearl, Sam y Richard Kornbluth; y
Annette Tapert.
El equipo editorial y de produccién de Bantam trabajé sin
descanso para cumplir las terribles fechas limite. Mis agrade-
cimientos a Alison Acker, Barbara Cohen, Betsy Cenedella,
Sara Goodman, Jim Plumeri, Donna Ruvituso, Lucille Salvino
y muchas otras personas.
Fue un placer especial volver a trabajar con Jack Hoeft,
antiguo colega en Pepsi y hoy presidente de ventas y mercadeoRECONOCIMIENTOS ‘ eg
de Bantam, Es grato comprobar que las lecciones de mercadeo
que se aprenden en un oficio se pueden aplicar en otro.
Finalmente, mi esposa y mi hijo aguantaron muchas
tensiones, comidas frias, y fines de semana perdidos mientras
yo tratsba de poner por escrito esta narracién de la Guerra
de las Colas. Nunca les podré expresar a Rosemary y a Aaron
todo mi agradecimiento. O tal vez si: si prometo no volver a
escribir un libro mientras esté manejando una empresa.
Lo prometo.CAPITULO 1
“El paso mas seguro
que jamas se dio”
Erase que se era un mundo sencillo e inocente, en el cual uno
podia pedir una Coca-Cola sin que le preguntaran: “;Cual de
las dos?” Este libro explica por qué ese mundo ya no existe.
También explica por qué la Coca-Cola Company, después de
haber lanzado con tantos bombos y platillos la Nueva Coke
en la primavera de 1985, volvié a su formula original al cabo
de menos de noventa dias. ¥ explica por qué, gracias en parte
a ese esquizofrénico verano de Coke, ocurrio lo increible:
Pepsi-Cola pasé a ser la bebida favorita de los Estados Unidos.
Seguin mi experiencia, los hombres de negocios que
presumen de conocer las interioridades de dos compahias que
son intensamente rivales, 0 bien se dedican al trafico de
informacién mal habida, 0 estan inventando cuentos. Per-
mitame el lector que le asegure desde el comienzo que yo no
soy conocido por el empleo de tacticas subrepticias ni por
habilidades de novelista.
Entonces {qué me autoriza para contar la historia multi-
facética de las dos companias?
Dos cosas:
La primera, el hecho de ser presidente y jefe ejecutivo
de Pepsi-Cola Company.
La segunda tiene que ver con una serie de decisiones que
tomamos mis colegas y yo. Creo que esas decisiones fueron tan
significativas para los directores de Coca-Cola en su sede de2 CAPITULO UNO
Atlanta, Georgia, como para nosotros mismos. Comprendo que
parece desfachatez pero realmente creo esto: Junto con los
caballeros de Atlanta, mis colegas y yo inventamos la Nueva
Coke.
Esta historia extraordinaria empezé hace anos, antes que
yo asumiera la presidencia de Pepsi. En ese entonces Pepsi le
estaba ganando terreno rapidamente a Coke con una campana
publicitaria basada en una prueba directa de sabor que se
llamo el Desafio Pepsi. Picados por el éxito de esta campania,
los ejecutivos de la Coca-Cola Company resolvieron realizar
ellos también una prueba de sabores — un Desafio Coke. Los
gustadores eran empleados suyos, y la prueba gustativa se
Ilevo a cabo en sus propias oficinas en Atlanta.
Segun el Wall Street Journal, Pepsi gan6.
No por gran margen, pero ganamos.
Pocos meses después de haberme posesionado de mi
nuevo cargo (el 11 de noviembre de 1983, dia en que cumpli
39 afios), firmé el contrato de publicidad mas caro de la
historia con una celebridad: US $5 000000 por el privilegio
de hacer dos comerciales y patrocinar una gira de un joven
talentoso aunque timido que cantaba con voz muy aguda y
bailaba para atras.
Muchos pensaron que yo estaba chiflado. Y muchos me
escribieron para decirmelo. Yo mismo empecé a pensar si no
tendrian razon.
_EI siguiente acontecimiento importante en lo que vino a
lamarse la Guerra de las Colas ocurrié el 23 de abril de 1985,
cuando Coca-Cola hizo lo que sus ejecutivos denominaron “el
anuncio mas importante en los 99 afios de historia de la
compania”. Desaparecia el producto que le habia dado fama y
miles de millones en utilidades. En cambio, tendriamos para
siempre una “Nueva Coke”, producto que, segun el elocuente
presidente de su junta directiva, Roberto C. Goizueta, era
“mas cabal...mas suave...mas armonioso, y sin embargo
mas atrevido”.
Casi todo el mundo penso que los de Coke se habian
vuelto locos. Decenas de miles de personas escribieron para
decirlo. ¥ yo estaba seguro de que los criticos tenian razon.EL PASO MAS SEGURO QUE JAMAS SE DIO 3
— El Desafio Pepsi, la firma del contrato con Michael
Jackson para hacer comerciales para Pepsi-Cola, y la Nueva
Coke, no son hechos aislados.
Como se vera en estas paginas, el uno sigue al otro con
tanta seguridad como las ventas de gaseosas aumentan en el
verano.
Pero la historia, aun cuando sea la del negocio de ga-
seosas, no es nunca una simple cuestién de unir los puntos.
Hechos relativamente insignificantes suelen poner en movi-
miento fuerzas mucho mayores.
En nada se ve esto tan claramente como en la historia
militar. La primera guerra mundial “empezo” por el asesinato
. del archiduque Francisco Fernando de Austria-Hungria y de
su esposa. La segunda guerra mundial “empez6” con la
invasion de Polonia. La intervencién norteamericana en
grande escala en Vietnam “empez6” por un supuesto bombar-
deo a un barco de los Estados Unidos en el golfo de Tonkin.
En comparacién, desde luego, las batallas entre Pepsi-
Cola y Coke en la Guerra de las Colas son triviales. No hay
derrotas definitivas. Los proyectiles que nos disparamios son
con frecuencia cosas bobas. Pero, con todo, nuestras batallas
son muy reales.
Miles de millones de délares estan en juego, lo mismo que
la “participacién en el mercado” — el comportamiento de las
ventas de una gaseosa en comparacién con otras de su
categoria. Y algo intangible pero no menos importante: el
orgullo. Este ultimo es tal vez el ingrediente mas importante
en esta historia.
= Comprendo muy bien por qué los orgullosos y frustrados
ejecutivos de la Coca-Cola Company — a quienes todos,
excepto los consumidores, les habian dicho que estaban
vendiendo la mejor gaseosa del pais — querian responder al
Desafio Pepsi y a nuestros comerciales de Michael Jackson.
Sin embargo, cuando me preguntan: “Pero gpor qué
respondieron con el monumental error que fue la Nueva
Coke?” mi respuesta sorprende a la gente. Esperan que
yo me lance a hacer el panegirico de las maravillas de
Pepsi — un mondlogo interesado, no muy digno de crédito,
sobre su sabor superior, la superioridad de nuestros anuncios4 CAPITULO UNO
Y, por inmodesta extension, la superioridad de nuestra admi-
nistracion. No es ése mi estilo.
Pero para poder explicar como gané Pepsi la Guerra de
las Colas (y, en contra de lo que se esperaba, ha seguido
ganando después), tengo que hacer otra cosa que es mucho
menos mi estilo: tengo que olvidarme de Pepsi por el momento
y hablar exclusivamente de un tema que, como lo vera el lector,
es fascinante por muchas razones: La Coca-Cola Company.
El 7 de marzo de 1985, un poco antes que Coke cambiara
su formula, un hombre de 95 afios murié tranquilamente en
un hospital de Atlanta.
Se llamaba Robert Woodruff, y fue uno de los dos gigantes
de la industria de bebidas gaseosas. (El otro es Donald
Kendall, de quien se hablara mas adelante.)
El poder le legé a Woodruff en 1923, cuando fue
nombrado presidente de Coca-Cola Company. Retuvo ese
titulo hasta 1965, ario en que se jubilé y pasé a ser miembro
de la junta directiva y présidente de su comité de finanzas.
En 1981 lo nombraron presidente honorario. Cuando final-
mente renuncié a la junta, en 1984, habia servido a la
compania durante 61 anos.
No lo conoci personalmente, pero si he leido lo que se ha
escrito de él y he sido admirador de su obra, de modo que creo
entender su caracter complejo, a veces contradictorio,
Por una parte, era un ejecutivo discreto, casi invisible,
que gustaba del anonimato y satisfacia su amor propio ob-
servando las utilidades siempre crecientes que mostraban los
estados financieros de Coke.
En Atlanta uno no podia adivinar que fuera la cabeza del
mayor imperio mundial de las bebidas gaseosas. Vivia en una
casa que bien habria podido comprar cualquiera de sus jovenes
ejecutivos. Si bien sus otras cuatro residencias eran mas ricas
(su hacienda de 1 860 hectareas en Wyoming y su plantacion
de 19000 hectareas en Georgia ciertamente no eran modes-
tas), pocas personas de Atlanta las conocian.
Para sus coterraneos era “mister Bob”, conocido por sus
obras de caridad. Habia donado millones para sus causas
favoritas — US $ 200 000 000 a la sola Universidad Emory. YEL PASO MAS SEGURO QUE JAMAS SE DIO. 6
aun cuando pocos lo sabian, se interesaba en la religion; un
ministro le mandaba sermones especialmente escritos para é]
en que se trataban los problemas morales en términos de
concentrados y agua carbonatada.
Robert Woodruff amaba su vida privada — y la protegia
muy bien. En la vieja sede de Coke hizo instalar un ascensor
privado para subir a su oficina. Al lado de ésta habia una
cocina con dotacién completa, que sélo le servia a él. No le
gustaba mucho salir de su refugio, de modo que invitaba a los
ciudadanos eminentes de Atlanta a que lo visitaran alli, y a
algunos hasta les habia dado Haves de la oficina para facilitar
sus visitas.
Sin embargo, era hombre que no vacilaba jamas en
ejercer su poder.
Decfan algunos que en Atlanta la influencia estaba
dividida mitad y mitad: Woodruff ejercia la mitad del poder,
y la otra mitad se la repartian entre los demas. Su estilo
gerencial s6lo parecia casi subliminal. Es cierto que rara vez
daba una orden directa y casi nunca firmaba un documento;
pero eso era porque no lo necesitaba. A una palabra de mister
Bob, a cualquier hora del dia o de la noche, todo el mundo
corria a complacerlo.
Como no tenia descendencia, trataba a la compania como
si fuera su hija. Y nunca quiso que ésta fuera otra cosa que la
viva imagen de su padre; de donde resulté que, con el correr
de los aos, Coca-Cola cosechara mas y mas triunfos y fuera
cada vez menos y menos innovadora.
Pero también es cierto que no necesitaba innovar, pues
Robert Woodruff poseia una receta unica y tan brillante que
no precisaba revision.
+ E] queria un letrero de Coke en todos los rincones.
* Queria ver botellas de Coke en todas las tiendas.
“Su propésito, bien simple, era poner una Coke al alcance
de la mano de todo posible consumidor.
Ese ideal — fundamento del imperio de Coca-Cola — ha
sido también adoptado por todas las companias de bebidas
gaseosas.
Nunca ha sido superado.6 CAPITULO UNO
Robert Woodruff tenia también a su favor otra cosa que,
a su modo de ver, no necesitaba actualizarse.
Se llamaba la “Mercancia 7X” y era la formula del
concentrado de Coca-Cola.
Esta Mercancia 7X ha sido siempre uno de los secretos
mejor guardados del mundo. La compania la protege tan
celosamente que cuando el gobierno de la India le exigié que
revelara su formula, prefirié cerrar el negocio en aquel ca-
luroso y sediento pais de 850 millones de almas.
El senor Woodruff tuvo toda la raz6n en sacar a Coke de
Ja India.
Porque la Mercancia 7X no era una simple mezcla de
azucar y sabor; era una pocién de alquimia, y la bebida gaseosa
que produce no era tan s6lo un brebaje refrescante: era el unico
sabor que no cambiaba en un mundo sujeto a mas rapida
mutacin de lo que cualquiera quisiera.
En los dias anteriores a los aviones de propulsién a chorro
y las bajas tarifas que les permitieron viajar a enormes
cantidades de norteamericanos, el mundo mas alla de nues-
tras fronteras nos parecia a muchos grande e inhospitalario;
de modo que si uno se encontraba en el Norte de Africa y veia
el familiar letrero de Coca-Cola, aquello era casi tan agradable
como un pasaje de regreso a USA. Pero incluso aqui en casa
Coke tenia un inmenso poder emotivo. Un emblema de Coke
en una bodega de Iowa, con los colores destenidos por el calor
de incontables veranos, podia llevar a cualquier norteameri-
cano de regreso a su nifiez.
Pero tales sentimientos no evocaban tan sdlo nostalgia y
fantasias. Gracias a la persistente mentalidad de. Robert
Woodruff, esos queridos anuncios de Coke — en el Norte de
Africa o en‘Iowa o en lugares mucho mas lejanos — lo llevaban
a uno a una maquina expendedora; y cuando la botella verde
caia por el canal, retrotrafa al consumidor de Coke a los
partidos de futbol en la escuela secundaria, al primer au-
tomévil, a los almuerzos campestres dominicales.
En 1938 un legendario periodista de Kansas, William
Allen White, fue fotografiado al cumplir setenta anos. Se hizo
retratar al lado del aparato de servir Coke en su fuente deEL PASO MAS SEGURO QUE JAMAS SE DIO. 7
soda preferida, y explicé: “La Coca-Cola es la esencia subli-
mada de cuanto significan los Estados Unidos”.
White comprendia.
EI que bebia una Coke se hacia una transfusion: tomaba
‘un poquito de alma del pais.
Coke era el ideal americano embotellado.
Robert Woodruff también entendia esto.
Asi se explica, me parece, por qué Woodruff no fanfarro-
neaba ni se jactaba. No tenfa para qué.
Sabia quién era: el guardian de Coke.
Con la direccién de Woodruff, la Coca-Cola Company gano
muchos millares de millones de dolares.
Pero no hay hombre que gobierne eternamente.
Inevitablemente, el lugar del sefior Woodruff fue ocupado
por hombres que — a pesar de que decian acatar sus idea-
Jes — tenfan sus propias ideas.
—En 1979 Brian Dyson fue nombrado presidente de Coke
USA. Es un hombre alto, delgado y se halla en perfecto estado
fisico. Toma parte en competencias atléticas, y me dicen que
escribe poesia y cuentos. Lo creo. Nacido en la Argentina y
educado en Inglaterra, no es el tipo que uno se imagina que
anda rondando las plantas embotelladoras en sus ratos de
ocio.
Cuando Dyson asumié el mando, Coke USA era una
division dormida que habia sido muy zarandeada por los
advenedizos de Pepsi. Esto se debia en parte a un mercadeo
muy activo que estaba haciendo Pepsi. Y en gran parte, al
Desafio Pepsi.
Cuando se inventé el Desafio Pepsi en Dallas, Texas,
en 1974, esa ciudad era territorio casi exclusivo de Coke. Alli
los que no bebian Coca-Cola bebian Dr Pepper, cuya sede
estaba en Dallas. Pepsi iba muy a la zaga como tercera y le
costaba mucho trabajo luchar con las gaseosas de precio reba-
jado.
Desesperada, nuestra division PBG (Pepsi Bottling
Group), que es la que maneja las plantas embotelladoras de
la compaiiia, le pidié a Alan Pottasch, padre de Ja publicidad8 CAPITULO UNO
de Pepsi, que desarrollara una campatia especial para el
mercado de Dallas.
Se realizaron pruebas a ciegas de sabor entre las dos
bebidas. No sélo salié ganando Pepsi, sino que los consumido-
res de Coke decian cosas como ésta: “jHola! Yo he estado
tomando Coke toda la vida. ¢Y ahora resulta que en realidad
la que prefiero es la Pepsi? jIncreible!”
— ¢Qué hara usted ahora? — preguntaba el encuesta-
dor.
— Pues tomar Pepsi — contestaba el bebedor vitalicio
de Coke. be
En 1975, después de que los resultados de estas pruebas
fueron confirmados por una firma independiente de encuestas
de consumo, Pepsi los filmé y utiliz6 estos didlogos de la vida
real como comerciales de television. Personas comunes y
corrientes hicieron de estrellas de la pantalla en sus pueblos.
Mientras tanto, las cifras de Pepsi llegaron a las nubes. Las
ventas se elevaron en Dallas — y se quedaron elevadas.
Pronto el Desafio Pepsi se extendié al 80 por ciento del
pais — y parecia que no tenia fin el nimero de personas que
se mostraban gratamente sorprendidas al enterarse de que
la bebida que preferian no era Coke.
En 1977 Pepsi estaba vendiendo mas que Coke en los
supermercados de los Estados Unidos y estaba ganando te-
rreno en otras partes. Es cierto que Coke seguia ejerciendo la
supremacia — ésta se la aseguraba su abrumadora domi-
nacion en maquinas vendedoras, en los restaurantes, y su
presencia en todas partes en el exterior — pero en los anos
70 el impulso de su negocio se debia més bien a sus rea-
lizaciones pasadas que a la vision y energia de sus ejecu-
tivos.
Brian Dyson, argentino de nacimiento, fue nombrado
presidente de Coke USA para que cambiara todo eso, para que
pusiera a Coke a moverse de nuevo. Pero aun cuando Dyson
habia acumulado una impresionante serie de aciertos en la
division internacional de Coca-Cola en México y en la América
del Sur, no estaba bien familiarizado con el mercado norteame-
ricano. Dedicé, pues, sus primeros afos a estudiar y aprender,EL PASO MAS SEGURO QUE JAMAS SE DIO. 9
y a formular una estrategia que le infundiera un poco de vida
a una companiia dormida.
En 1981, Roberto Goizueta, de 47 afios, fue nombrado
presidente de la junta directiva de Coca-Cola Company. Su
antecesor, Paul Austin, habia ganado en cierta ocasion un
concurso de cargar cajas en una planta embotelladora. Seria
dificil imaginarse a Goizueta haciendo eso; él nacié y se crié
como aristécrata en la Cuba anterior a Castro y se educo en
la Universidad de Yale.
Goizueta empezé su carrera como ingeniero quimico en
la divisién internacional de Coke. En 1977 era jefe de
operaciones técnicas en la sede de la compaia, en Atlanta.
Ese afio los investigadores iniciaron trabajos secretos sobre
la formula de la Diet Coke --:la primera cola para régimen
de adelgazamiento que la coi ipahia juzgé digna de llevar la
marca registrada mas famoss. del mundo. Con un publico tan
preocupado por la alimentacién como el de los Estados Unidos,
esta bebida no podia fracasar. Todos los que habian tenido
algo que ver con su desarrollo sabian que la compania tenia
entre manos uno de los mayores éxitos de 14 industria de
productos de consumo.
Todos — menos los altos mandos de la Coca-Cola Com-
pany. Segun ellos, “Coke” significaba Coca-Cola, el liquido
de las botellitas verdes. Era sagrado, no se podia tocar. De
modo que a fines de los afios 70 la Diet Coke se archivé
silenciosamente.
Cuando Roberto Goizueta llegé a la presidencia en 1981,
estaba decidido a cambiar las reglas del juego y modernizar
la compafiia. Nada era sagrado. La Diet Coke si se introduciria
en el mercado.
Y es mas. Goizueta examiné el balance general y vio
una tonelada de dinero en la olla. Resolvié gastarlo y, por pri-
mera vez en la historia moderna de Coke, endeudarse un
poco. Entonces Coke compro Columbia Pictures por unos
US $700 000 000. En seguida Goizueta pensé qué otros cam-
bios podria hacer en el negocio de bebidas gaseosas.
Como primera medida, reestructur6 la compafia para10 CAPITULO UNO
aligerarla de lastre, en especial embotelladores de tercera
generacién, que estaban tan enriquecidos que ya no los podian
sacar de los campos de golf.
En seguida empez6 a buscar gente nueva.
Se imaginan ustedes en dénde?
En McCann-Erickson, la agencia de anuncios de Coke,
la cuenta se le pas6 a John Bergin quien, durante los muchos
afios que trabajé con BBDO, habia tenido parte importante
en la creaci6n de los comerciales sobre “la Generacién Pepsi”.
éConocia bien Bergin a Pepsi? Bueno, digamoslo de este modo:
Habia escrito discursos para Don Kendall, presidente de la
junta directiva de PepsiCo.
Goizueta contraté también a Sergio Zyman, ex funciona-
rio de Pepsi, para que desempenara el cargo de vicepresidente
de mercadeo de Coke. Y contraté a un montén de jévenes
ejecutivos sonsacaéndolos tanto de Pepsi USA como de las
embotelladoras Pepsi — Larry Smith y Marv Herb, entre
otros — con tratos lucrativos como concesionarios de Coke.
Mas tarde contraté a Ed Mellett, presidente de la division de
servicio de comidas de Pepsi, para que desempenara uno de
los nebulosos cargos ejecutivos de Coke.
Con todos estos funcionarios que antes habian sido de
Pepsi, y con un nuevo espfritu corporativo basado en una
filosofia de accién rapida conocida como “listos-disparen-
apunten”, la Coke se desperto.
El imperio estaba preparado para repeler el ataque.
{Cémo hace una compania para recuperar la iniciativa?
‘Una via es la comercializacion astuta.
Ciertamente, Coke era una vieja marca — en 1986 cum-
plié exactamente cien afios.
&¥ qué? En el negocio de comidas y bebidas no existen los
ciclos de vida de los productos. No hay marcas viejas — s6lo
comercializadores viejos incapaces de infundirle nueva vida a
los productos que tienen que vender.
Muchisimas compafifas comercializadoras de primera
han mantenido sus viejas marcas vibrantes y contemporaneas.
Asi lo ha hecho la General Mills repetida y brillantemente con
sus Wheaties. Este es un producto con el cual se criaron losEL PASO MAS SEGURO QUE JAMAS SE DIO i
norteamericanos. Centenares de millones de personas lo
conocen como “el Desayuno de los Campeones”. Ahora es “Lo
que Comen los Grandes”. El mismo producto — con modifica-
ciones muy pequefias, ninguna de ellas relativa al sa-
bor — pero presentado para atraer a una nueva base de
consumidores.
Coke podria haber hecho algo por ese estilo. Pero parece
que sus ejecutivos no pudieron idear una manera de presentar
su producto en una forma nueva sin sacrificar la idea de
“como lo hacia mi mama”.
Entonces apelaron a otra manera de tomar la iniciativa:
introducir productos nuevos.
Tardaron un poco en hacer las formulaciones y pruebas, *
de suerte que slo en 1982 empezaron a aparecer las bebidas
nuevas 0 mejoradas de Coke.
En los tres afios siguientes, Coke cambio de posicién o
modificé seis de sus ocho marcas.
No hay duda de que era un programa muy ambicioso,
sobre todo para una antigua tortuga.
ero yo nunca me habria imaginado que ese esfuerzo
Negaria ‘a incluir a su marca bandera. Cambiar los productos
que la gente consume en cantidades y con los cuales esta
intimamente familiarizada, es un negocio muy arriesgado. El
cementerio del mercadeo abunda en huesos de viejas marcas
de renombre — y de grandes ejecutivos que fueron — que
pasaron por alto este hecho.
En una ocasién, aos antes de que yo entrara en la
division Frito-Lay de PepsiCo, las ventas de las hojuelas de
maiz |amadas Fritos sufrieron una baja subita. La gerencia
contraté consultores, hizo toda clase de analisis, cambié los
anuncios, y al fin descubrié que algun genio habia metido la
mano, aunque slo un poquitin, en la receta.
Cuando los altos mandos de Frito-Lay se enteraron de lo
sucedido, la receta original se restablecié en dos segundos.
Y cuando yo entré en Frito-Lay, me contaron el cuento,
con su moraleja.
¢Cual moraleja?
“No tocar los Fritos”.
Nunca la he olvidado.12 CAPITULO UNO
Cuando el imperio reunia sus fuerzas y se preparaba a
lanzar sus gaseosas nuevas 0 las reposicionadas en el mercado,
los ejecutivos de Coke descubrieron que tenian un problema.
Un problema que les parecié muy afortunado.
Durante los experimentos que condujeron a la Diet Coke,
dicen los ejecutivos que sus investigadores dieron por pura
casualidad con una receta mejor para la Coca-Cola corriente
y que tenia un sabor menos aspero que la Mercancia 7X.
Los investigadores se la llevaron a los ejecutivos.
Los ejecutivos entraron en éxtasis.
éPero qué debfan hacer? {Darsela a los consumidores —
cambiar la formula de la Coca-Cola — 0 guardarla en una
alacena?
He dicho que los ejecutivos de Coke tenian un problema,
pero no era ése. Mas bien el problema era: {Como decirle a
mister Woodruff que habian estado traveseando con la Mer-
cancia 7X?
Y cuando dijéra: “{Cambiar la formula? jPor Dios,
sefiores, eso serfa como si Procter and Gamble sacara un jabon
Ivory que se hundiera!”, {qué le iban a contestar?
Cuando hay duda, se investiga.
Coke dice que contraté, entre otros investigadores, a
Patrick Caddell, que figuré mucho en la campafia presidencial
de Jimmy Carter en 1976.
La compania dice que 200000 personas probaron la
Nueva Coke en el curso de tres afios, y que esta encuesta le
costo US$4000000. Fue, segin afirma, el programa de
investigacion mas exhaustivo y costoso de su historia.
Probablemente asi fue, pero no hicieron bien la tarea. Se
limitaron a hacer pruebas en que los consumidores probaban
pequeiias cantidades de productos no identificados.
En esas pruebas, dice Coke, el 55 por ciento de los
encuestados mostraron preferencia por la Nueva Coke.
Cuando tos encuestadores les informaron a los consumi-
dores que habian probado dos variedades de Coca-Cola, la
preferencia por la Nueva Coke, dicen, subié a 61 por ciento.
Probablemente asi fue, en las pruebas de un sorbo en que
aparentemente pusieron su confianza. Pero parece que noEL PASO MAS SEGURO QUE JAMAS SE DIO 13
hicieron ninguna prueba extensa del consumo domésti-
co — pruebas en que debian haber Ilevado litros de la Nueva
Coke a los hogares para poder evaluar el atractivo de la bebida
en un periodo largo de tiempo.
Tampoco hicieron ningin mercadeo de ensayo, como
poner a Ja venta la nueva formula real en una o dos ciudades
a fin de estimar la reaccién de los consumidores, antes de
lanzarse a cambiar el producto en todo el pais.
Y cuando pidieron al publico que juzgara entre las
Coca-Colas A y B en esas pruebas de un sorbo de bebidas no
identificadas, no le dijeron que votar por la Nueva Coke era
votar para acabar con la vieja.
éPor qué no hicieron pruebas de consumo doméstico?
Por qué no ensayaron en mercados de prueba?
Desesperado, Guth inicié otra serie de experimentos. La
facilidad con que se conseguian a bajo precio botellas usadas
de cerveza, de 12 onzas, lo Nevé a embotellar en éstas la
.bebida, pero como eran el doble de lo corriente también tenia
que cobrar el doble, o sea 10 centavos. Por supuesto, los
consumidores se resistieron a pagar ese precio. Entonces Guth
resolvié ofrecer la botella de 12 onzas por 5 centavos, mientras
que las botellas de las demas colas eran de 6 onzas por el
mismo precio. Al fin Guth les daba a los consumidores una
buena razén para gomprar Pepsi. En 1936 la compafiia rea-
liz6 utilidades de US$2000000, y dos afios después, de
US $4 200 000.PARA LOS QUE PIENSAN COMO JOVENES 23
Pero Pepsi y la prosperidad no estaban por entonces
destinadas a hacer buenas migas. Una rebaja de jornales en
Loft hizo amotinar al personal de aquella empresa, Guth
renunci6, y se desaté una acalorada pugna por la propiedad
“Pete”, dos policias de Pepsi-Cola, aparecia en 205 periddicos
dominicales. Anuncios de Pepsi se publicaban en 77 revistas.
Ese verano, 8 aviones volaron 233000 kilémetros en una
campafia de anuncios escritos con humo en el cielo, que todo
el mundo vio. (Volando sobre Brooklyn, un piloto olvidé la
segunda P de Pepsi, y en el término de dos horas la compania
recibié 11 000 llamadas_telefonicas de protesta.)
Pero el mayor golpe publicitario de la compania, en 1940,
fue un estribillo que se cantaba con la tonada de “John Peel”.
No tenia introduccién, ni anunciador, ni lo patrocinaba
ninguna celebridad. Nada mas que esto:
Pepsi-Cola da en el clavo. ;
Doce onzas completas, que es mucho. /
E] doble por los mismos 5 centavos.
Pepsi-Cola es la bebida para usted:
Al principio Pepsi compré tiempo para este comercial de
15 segundos en cuatro radiodifusoras, pero la gente se volvié
loca con él y a finales del afo se habia cantado gratis 300 000
veces en 500 emisoras. Y como el publico queria seguir
oyéndolo, la compafia hizo 1500 copias para los tocadiscos
tragamonedas. Es increible, pero la gente pagaba cinco
centavos por oir una cancioncilla sobre una bebida que valia
cinco centavos. Siguieron Ilegando pedidos. Se distribuyeron
100000 copias. La fama y la prosperidad habian legado a
Pepsi-Cola.
«La segunda guerra mundial lo cambio todo. Robert
Woodruff prometié poner una Coke en manos de todo soldado
norteamericano, y esto hizo que el gobierno exceptuara a24 CAPITULO DOS
Coca-Cola (pero no a Pepsi-Cola) del racionamiento de azucar.
El gobierno, ademas, construyo en el extranjero cerca de cien
plantas embotelladoras de Coke, con lo cual ésta pudo
abastecer a las fuerzas armadas del 95 por ciento de las
bebidas gaseosas que consumieron durante la guerra. Cuando
terminé el conflicto, Coke no sélo contaba con millones de
consumidores que eran ex combatientes agradecidos, sino
también con la base de una red mundial de embotelladoras,
por cortesia del Tio Sam.
Pepsi, por el contrario, salié de la guerra prisionera de
su lema de “el doble por los mismos 5 centavos” que la
colocaba en la posicién de la gaseosa que era una ganga,
posicion ideal durante la depresién pero mucho menos eficaz
un poco después. Cuando los soldados regresaron a casa y
empezé la bonanza de postguerra, nadie queria que le recorda-
ran las penurias pasadas. La gente tenia la idea de que Pepsi
era una bebida para tomarla en la cocina, pero si habia que
servirla en el comedor, debia transvasarse primero a una
botella de Coke. Pocos hacian esto. Las utilidades de Pepsi
cayeron de US $6300 000 en 1946 a US$2100000 en 1949.
En el mismo lapso el precio de sus acciones cayé de US $40 a
US $8. :
Esta tendencia bajista no se corrigi6 hasta que llegé a la
presidencia Al Steele en 1949. Este era un dirigente notable
y audaz. Habia trabajado en el negocio de muebles, habia
manejado un circo, habia sido director de publicidad de la
Standard Oil de Indiana y vicepresidente de mercadeo de
Coke. Cuando estaba desempefiando este cargo, en 1948, tuvo
la mala suerte de presidir una convencién anual memorable
por una falla total de los micréfonos. Sin amplificacion, las
excelentes e inspiradoras dramatizaciones que Steele habia
preparado parecieron pantomimas insulsas.
En Pepsi, el comportamiento de Steele era poco discipli-
nado. Se tomaba largas vacaciones, llegaba a la oficina cuando
le daba la gana, y cuando estaba por fuera no tenfa el menor
reparo en mandar el avion de la comparifa en busca de sus
cigarrillos preferidos. Pero desde el principio los embotellado-
res lo adoraron. En un discurso famoso les dijo: “Ya ha HegadoPARA LOS QUE PIENSAN COMO.
la hora de que ustedes no sigan andando en esos Fords de
mala muerte. Los voy a poner a todos en Cadillacs”
Esta actitud fue una inyeccién formidable para los
embotelladores. Estos no gozan de un derecho temporal de
distribuir Pepsi, sino que son duefios de sus territorios, como
son también duefios de las plantas embotelladoras, de los
camiones de reparto y de las maquinas vendedoras. Pepsi es
propietaria de las marcas registradas y de las formulas. Pepsi
crea el mercadeo y los productos, y produce los concentrados
de sabores que los embotelladores compran para hacer las
bebidas gaseosas, De modo, pues, que los embotelladores
invierten una enorme suma en su negocio, y esperan en cambio
un aumento en el valor de mercado de sus concesiones. Cuando
se encargo Al Steele, en uno de los malos momentos de la
companifa, eso no estaba ocurriendo, sino todo lo contrario: las
concesiones de Pepsi eran tan poco rentables que nadie las
queria casi ni regaladas.
—) Steele lo cambio todo. Introdujo una botella elegante,
creé un departamento de mercadeo, presenté la Pepsi como
una bebida refrescante, ligera y de bajo contenido calérico, y
se cas6 con Joan Crawford. Y algo mas: Logré que los em-
botelladores echaran mano de todos sus ahorros e hipotecaran
sus casas para invertir en el negocio; de donde resulté que en
1959 habia mas de 200 embotelladoras de Pepsi con que nadie
sonaba diez afios antes. Las ventas internas subieron un 200
por ciento y las utilidades el 700 por ciento.
NS Al fin Pepsi se convirtié en un desafio significative para
Coke. ———
=
La ultima campafia de Pepsi, antes de que BBDO
empezara a actuar como su agencia de anuncios en 1963, se
lamo “Los Sociables”. Fue una campana de muy alta socie-
dad, con caballeros de cabello gris que bailaban con damas
muy elegantes. En uno de los comerciales aparecian dos de
sombrero de copa frente a un museo de arte. La Pepsi se
llevaba en baldes de plata. Aparecian criados en el acto de
servirla. En otro anuncio se veian las hijas de Joan Crawford
ante una mesa con sus perritos. En todos los comerciales la26 CAPITULO DOS
musica era la misma. Al son de una banda de jazz una mujer
cantaba:
Sea sociable, sea elegante.
Viva al dia con Pep-si.
Es ligera, es refrescante.
Viva alegre, airoso, joven,
Sea sociable, tome Pep-si.
al vez esto habria sido muy bueno para un producto
basado en posicion social, como Perrier, pero fue un grave
error para Pepsi. A los embotelladores no les gust, ni al
publico tampoco.
Uno de sus pocos partidarios fue Al Steele, quien al
casarse con Joan Crawford se volvié hombre de sociedad. En
1959, cuando las utilidades estaban disminuyendo y se veia
venir un alza de precio del concentrado, Steele hizo una
correria de seis semanas por nueve ciudades, con el empeno
de lograr que los embotelladores invirtieran mas dinero en
su camparia publicitaria. Segtin todos los informes, en esta
correria se mostro brillante: apasionado, vigoroso, convin-
cente. A} terminarla, él era claramente el que mandaba en la
compania. Tres dias después sufrié un fulminante ataque
cardiaco y murié. Con él murieron “Los Sociables”.
Cuando se le pidié a la BBDO que se encargara de la
publicidad de Pepsi, lo primero que hizo esa agencia fue
realizar una encuesta entre los buenos consumidores de colas.
“Los que aparecen en estos anuncios {son personas con
quienes a usted le gustaria tener amistad?” preguntaban. Los
encuestados les echaban un vistazo a Los Sociables y contesta-
ban con una rechifla. La verdad es que en este pais, segun lo
describid BBDO, el pueblo no admira a la alta sociedad. Los
que en estos anuncios aparecian bebiendo Pepsi eran personas
a quienes los verdaderos consumidores de Pepsi no querian
ver ni en pintura — y viceversa.
La agencia hizo luego una investigacién sobre edades.
Les pregunto a los bebedores de cola cudntos anos tenian, de
qué edad se sentian y cudntos anos quisieran tener. Encontré
que los jovenes querian ser un poquito mayores, y los viejosPARA LOS QUE PIENSAN COMO JOVENES 27
un poquito menores. Los de 23 ahos, empero, no querian
cambiar. La campafia de “Los Sociables” estaba dirigida a
individuos de 30 afios.
“N _Evidentemente, lo sensato era pensar mds como jévenes.
ae ss
Si los hombres y las mujeres que manejan las agencias
de publicidad son honrados, les diran a ustedes que las
compafiias obtienen la publicidad que merecen. Las grandes
campafas no son accidentales. Las inspira — por lo menos
en los negocios de mercadeo — un solo individuo: el jefe
ejecutivo.
“—~" + En 1963, Pepsi tuvo la fortuna de que a su presidencia
llegara el segundo de los dos giggfites del negocio de bebidas
gaseosas, Donald M. Kendall.
Ya entonces Kendall era famoso en la compara. Hijo del
propietario de una granja lechera, pasé su nifiez en Sequim,
Estado de Washington, ordenando vacas, trabajando en un
campamento maderero, y manejando motoniveladoras. En la
segunda guerra mundial gané muchas condecoraciones como
piloto de la Marina en el Pacifico. En 1947 se traslad6 al Este
a trabajar como vendedor de concentrado Pepsi para las
fuentes de soda. Diez anos después era gerente nacional de
ventas de la compafia.
Lo que le dio tanta fama no fue el solo hecho de haber
ascendido desde vendedor de concentrado, sino su habilidad
para vender Pepsi donde menos se podia esperar, en la Union
Soviéti En efecto, en 1959, siendo jefe de la division
internacional de Pepsi, transformé la Exhibicion Nacional
Norteamericana en Mosct en un escenario para la promocién
de un solo producto del capitalismo. El vicepresidente Richard
Nixon estuvo presente. {Y el cliente? Nikita Krushov, premier
soviético.
Kendall se las ingenié para persuadir a Krushov de que
se acercara al puesto de Pepsi y probara dos tipos de esta
bebida, una embotellada en los Estados Unidos y otra en
Rusia. Que Krushov prefiriera la Pepsi rusa no hacia al caso;
lo importante fueron las fotografias del premier haciendo la
prueba, que le dieron la vuelta al mundo con leyendas como
ésta: “Krushov aprende a ser sociable”. Bien podrian haber28 CAPITULO DOS
agregado: “Y Don Kendall demuestra ser un diplomatico
brillante”.
Cuatro afios después, a los 41 de edad, Don Kendall fue
nombrado presidente de Pepsi-Cola.
+Entre 1963 y 1986, afio en que se jubild, Kendall tomo
una compania medianamente préspera pero sin duda de
segunda categoria y la transformé en una corporacion que
ocupa el puesto 41 (Coca-Cola ocupa el 44) entre las 500 de
Fortune.
+ El vehiculo para esta realizacién fue una fusion — entre
Pepsi y Ja compafiia de bocaditos Frito-Lay — que urdieron
él y Herman Lay en 1965. De esa fusion nacié PepsiCo, Inc.,
con Lay como presidente de la junta directiva y Kendall como
presidente y jefe ejecutivo de la compania. Lay renuncié en
1970 y entonces Kendall ocupé la presidencia de la junta.
En 1965 Don Kendall sabia que una habil fusion no era
suficiente para hacer una gran organizacion. Pero tenia una
vision y una meta imperiosa: crearia la mayor compafia
pequefia del mundo, una corporacién que se distinguiera
realmente por su personal talentoso y donde prosperara el
espiritu empresarial.
Para crear un clima que atrajera a gente del tipo que él
queria, traslad6 la sede, que estaba en un hermoso pero
pequeno edificio de Park Avenue, en Nueva: York, a la
poblacién rural de Purchase, a unos 30 kilometros al norte de
la ciudad, en el condado de Westchester. Las oficinas, di-
sefiadas por Edward Durrell Stone, se levantaron en un te-
rreno de 49 hectareas ornamentado por el notable arquitecto
paisajista Russell Page. En los prados ondulantes se colocaron
grandes esculturas de Henry Moore, Alexander Calder, Isamu
Noguchi y David Smith, entre otros, que el mismo Kendall
escogié personalmente. También inicié uno de los primeros
programas de aptitud fisica para empleados que hubo en el
pais, para lo cual construyé una instalacién perfectamente
dotada de equipo y de personal.
Después de haber conseguido colaboradores de primera
y de haberles proporcionado este idilico lugar de trabajo,
Kendall, que seguia considerandose a si mismo el vendedor
de Pepsi, se dedico a extender el negocio por todo el mundo.PARA LOS QUE PIENSAN COMO JOVENES 29
Con su pelo blanco, cejas pobladas, trajes con chaleco,
vigoroso liderazgo y admiradores en capitales muy diversas,
como Washington, Mosca y Pekin, eso fue exactamente lo que
hizo.
« En 1986, cuando le entregé el mando a Wayne Calloway,
la corporacién PepsiCo — a la cual pertenecian ya los restau-
rantes de Pizza Hut y Taco Bell, ademas de los negocios de
bebidas gaseosas y bocaditos — vendia cerca de US$9000_
millones.
Este era un volumen dieciocho veces mayor que el de
1965, afio en que se constituy6 PepsiCo.
En 1962, afio anterior al del nombramiento de Kendall
como presidente, la BBDO bas6 su campajia publicitaria en
sus encuestas sobre edad de los consumidores.
“Ahora es Pepsi, para los que piensan como jovenes”, fue
el lema.
Y por primera vez un lema de Pepsi se vio en television
con mas frecuencia que en anuncios impresos u ofdos por la
radio. Habia Iegado la era del sonido y del movimiento
electrénicos, y se contraté al notable fotégrafo Irving Penn
para hacer los comerciales.
La musica de los comerciales podia ser de los afios 20,
pero el “Makin’ Whoopee” de Eddie Cantor — y la voz pastosa
de Joanie Somers cantando nuevas letras seductoras — no
hacian sentir viejo a nadie que recordara.
gComo podia Don Kendall superar esto en su primer ano
de presidencia?
Principalmente retando a BBDO a ir mas alla. Sus
ordenes fueron sencillas. Los comerciales tenian que poner
énfasis en personas de carne y hueso. Tenian que ser vi-
sualmente Iamativos. Y debian tener un gran anzuelo mu-
sical.
Con esto estuvo dispuesto el escenario para la creacion
de la campafa publicitaria de mayor duracin y éxito entre
Jas de su clase.
Para Alan Pottasch, nuevo director de publicidad de
Kendall, éste era el tipo de incitacién que a él le gustaba. Para
un joven escritor llamado Phil Dusenberry seria la oportuni-30 CAPITULO DOS
dad de incorporar algunas técnicas cinematograficas que
estaba aprendiendo del cine inglés. Y para un director creativo
como John Bergin era la posibilidad de orquestar una palabra
aqui, una idea allf, hasta que BBDO tuvo una frase inolvida-
ble: “jAnimese! Usted es de la Generacién Pepsi”.
“Animese” era una idea perfecta para la television.
Habia unos pocos segundos de serenidad y musica melodio-
sa...y en seguida el pandemonio. Pelicula ultra-rapida en
camaras ligeras, luz del atardecer reforzada con iluminacién
de fondo, eran cosas que realmente no se habian empleado
nunca en comerciales de television. Y las camaras enfocaban
autos de sport, motos, helicépteros y atletas. E] resultado seria
intenso y visual.
Pero gvenderia Pepsi?
40 se reiria el publico de esa frase tematica tan larga?
4Y quién se iba a considerar parte de una generacién que
levaba el nombre de una gaseosa?
BBDO hizo otra cosa antes de presentarle su campafa a
Don Kendall. Escogié un estribillo escrito por Sid Ramin.
Ramin nunca habia escrito un anuncio comercial canta-
do, pero si se habia ganado el Premio de la Academia por
su adaptacion de West Side Story, la opereta de Leonard
Bernstein.
Alan Pottasch aprobé el concepto, el lema y la musica.
Pero el voto que contaba era el de Dori Kendall.
Y el voto de Kendall fue un resonante si.
“El momento mas emocionante de la historia — dice
John Bergin — fue cuando Kendall oyé la mtsica. En ese
momento Kendall se convirtié en el padre de la Generacién
Pepsi”.
Los comerciales de la Generacién Pepsi, con su énfasis
en el estilo de vida de los consumidores y las mas adelantadas
técnicas de filmacién, causaron sensacién entre el publico.
Pero en su forma pura duraron exactamente dos afios.
Después de la creacién de PepsiCo en 1965, Don Kendall
tuvo que concederles mas atencién a cuestiones corporativas,
y en el manejo del negocio de Pepsi-Cola lo reemplazé un
talentoso ex embotellador. Lo mismo que muchos de susPARA LOS QUE PIENSAN COMO JOVENES. an
colegas de la época, el nuevo presidente no confiaba en la
publicidad que no se centrara en el producto.
De modo que la campana publicitaria paso a ser: “El
sabor que supera a los demas. (Pepsi lo sirve.)” Y la publicidad
dejé a un lado a los individuos no actores que habian sido las
estrellas de los comerciales de la Generacién Pepsi. La botella
de Pepsi volvié a ocupar el primer plano. La musica era
vibrante, la imagen se proyectaba en la pantalla en formas
interesantes, pero la sensacién — y la reaccién de los consu-
midores — no eran las mismas.
Una investigacién demostré que lo que mas recordaban
los consumidores de los anuncios de Pepsi no era “El sabor
que supera a los demas”, sino el tema de los comerciales que
se habian retirado del aire casi dos aiios antes: la Generacién
Pepsi.
Don Kendall comprendié que se habia cometido un error.
En 1969 ese error se corrigié. Y el equipo creativo produjo los
Mejores comerciales de todos: “Usted tiene mucho que
vivir ...y Pepsi tiene mucho que dar”.
Cuando Don Kendall ocupé la presidencia de la junta
directiva de PepsiCo en 1970, Andy Pearson fue nombrado
presideute de la compania, y en virtud de su’ cargo le
correspondia la responsabilidad directa por las operaciones,
dia tras dia. Pero no era en realidad lo que se podria llamar
“an hombre de operaciones”; nunca habia manejado antes
un negocio. Habia sido el mejor experto en mercadeo de
McKinsey, la muy bien reputada firma de consultores. Su
ambicion era hacer de PepsiCo /a primera empresa comerciali-
zadora del pais.
Para que le ayudara en este propésito, contraté a un
fuerte aliado, Vic Bonomo, quien habia sido jefe de la division
Maxwell House de General Foods. Bonomo y Pearson recono-
cieron que para llegar a ser la primera’companiia comercializa-
dora se necesitaba mucho mas que querer serlo; necesitaban
formar un equipo de mercadeo enteramente_nuevo. Esto
implicaba la desagradable pero necesaria tarea de reemplazar
a muchos de los viejos ejecutivos del diagrama organizacional.
Uno de los nuevos talentos que descubrieron fue un32 : CAPITULO DOS
vicepresidente de mercadeo, John Sculley, quien pronto de-
mostré que no era un cualquiera. A los 32 amos de edad,
aparecié en Ja cubierta de un numero de Business Week, en
que se hacia la pregunta: “jHa muerto el sistema de gerentes
de producto?” El articulo se basaba en las claras ideas de
Sculley; y a partir de entonces, este hombre timido y en
apariencia contradictorio (a veces pensador, distante y frio; a
veces maestro, abierto y cordial; a veces fogoso luchador con
vivo sentido de lo dramatico) fue uno de los mas conocidos y
respetados comercializadores en el negocio de productos de
consumo.
Los afios de Bonomo fueron de crecimiento sin preceden-
tes. Empezando en octubre de 1971 (con excepcién de un
periodo flojo de dos meses) Pepsi goz6 de 72 meses seguidos
de crecimiento de su participacion en el mercado. En 1974 la
marca Pepsi-Cola se habia emparejado con la Coke en los
almacenes de alimentos.
En 1977 Pepsi tomé la delantera — permanentemente.
Dos afios antes de este decisivo acontecimiento, la carrera
de John Sculley en PepsiCo se alejé de las bebidas gaseosas.
Pero justamente después que la marca Pepsi aventajé a Coke,
Vic Bonomo ascendié para hacerse cargo de mas amplias
responsabilidades corporativas, y Sculley regres6 triunfal-
mente a Pepsi, esta vez como presidente, el mas joven en la
historia de la compafia. Tenia 37 afios.
‘A mediados del decenio de los 70, yo trabajé corto tiempo
con Sculley en PepsiCo Foods International, la rama de la
compania que distribuye bocaditos en el extranjero. En 1980,
cuando pasé a Purchase como alto vicepresidente de ventas y
mercadeo para las plantas embotelladoras de propiedad de la
compania, tuve ocasion de tratarlo mas de cerca. Nos en-
tendiamos muy bien, y en 1982 me pidié que aceptara el cargo
de vicepresidente ejecutivo a su lado.
Desempené el puesto con mi habitual dedicacién, con-
centrandome inmediatamente en el cambio que por entonces
estudidbamos — y que pronto pondriamos por obra — de
azticar a jarabe de maiz de alto contenido de fructosa como
edulcorante para la Pepsi. Empecé a desarrollar una nuevaPARA LOS QUE PIENSAN COMO JOVENES 33
linea de gaseosas con adicion de jugos de frutas. Y a pesar de
ser el mas nuevo en el equipo de Sculley, empecé a intervenir
en la publicidad de Pepsi.
Comprendi que estébamos confundidos — y con razon.
Durante cinco afios habiamos logrado buenos aumentos de
ventas, mientras el Desafio Pepsi se destacaba cada vez mas
en nuestra estrategia de mercadeo. El sexto afio, 1982, no fue
tan bueno. Nuestras ventas aumentaron, pero no al ritmo
acostumbrado.
Y a medida que el Desafio ganaba importancia, iba
desplazando la publicidad de la Generacion Pepsi. Inver-
tiamos una menor proporcién de nuestros presupuestos de
publicidad en imagen. Nuestro mensaje se estaba limitando a
“Pepsi sabe mejor que Coke”. Era un mensaje. fuerte y
convincente, pero obviamente no era nuevo. Y en mis largos
afios de mercadeo de productos de consumo yo habia adquirido
la conviccién de que hay tres cosas que el consumidor
norteamericano no perdona: calidad inferior a la esperada,
anuncios engafiosos . .. y que lo hagan aburrir.
Con las dos primeras nosotros no teniamos ningun
problema, pero aburrir al publico era un peligro inminente,
como lo es siempre que los comercializadores tienen miedo de
abandonar una formula publicitaria bien probada y buena; lo
cual equivale a decir, cuando se teme a la creatividad en vez
de estimularla y adoptarla.
El Desafio Pepsi presentaba también otros problemas.
El] mayor de ellos era que todos (con excepcién, segun parece,
de John Sculley, el que mas contaba) tenian opiniones muy
firmes sobre él. No habia dos iguales. De modo que, ademas
de la divisi6n usual entre blanco y negro, habia grandes zonas
grises.
A Harry Hersh le gustaba el Desafio. Harry es presidente
de PepCom, grande e importante concesionaria de Pepsi. Por
otra parte, al hablar de los embotelladores, que en su mayoria
no gustaban del Desafio, no se podia sefialar realmente a
Harry. El habia trabajado para la Pepsi-Cola Company. El
Desafio era invencién suya.
Andy Pearson, a quien no se podia acusar de tener ideas34 CAPITULO DOS
grises, creia que el Desafio era el Santo Grial, durante tanto
tiempo perdido. Lo mismo opinaba mi antecesor, Jack Pingel,
quien le dio vida con la comercializacion.
Don Kendall apenas toleraba el Desafio. Lo veia como
una campaha promocional de corta duracion que habia sobre-
vivido, con cierta justificacion, mas de lo que él esperaba. Pero
él nunca pens6 en que pudiera reemplazar a la publicidad
tematica de la Generacién Pepsi.
‘También militaba en ese campo Alan Pottasch, quien ya
para entonces era el decano de los ejecutivos de publicidad
para productos de consumo. Alan nunca se ha comportado
como un decano. Maneja su propio avién, es un as del buceo
con escafandra autonoma, y tiene una casa en las islas
Caiman, donde espera poder pasar mas tiempo y establecer
algun dia una escuela para buzos. Pero todos estos intereses
no le distraen de sus actividades de negocios. Nada es mas de
su gusto que producir anuncios capaces de abrir brecha.
No importaba, por tanto, que Alan hubiera creado los
comerciales del Desafio Pepsi. Ahora consideraba que ya
habian cumplido su misién, y lo unico que estaban haciendo
era anunciar a Pepsi y a Coke.
Asi que a finales de 1982, Pepsi estaba madura para
cambiar su campafia de publicidad. Lo que necesitabamos
eran los dos elementos que constituyen toda gran publicidad:
una persona dispuesta a asumir el enorme riesgo que seme-
jante cambio implica, y una idea tan potente que capturara
la imaginacion del publico norteamericano,
Pero en ese momento escaseaban las buenas ideas para
crear la importantisima nueva imagen de Pepsi.
Y nadie parecia dispuesto a correr grandes riesgos.CAPITULO 3
Aprendiendo
a dirigir
éC6mo llegué a ser presidente de una gran empresa norteame-
ricana?
Buena pregunta. Ciertamente no era ésa mi meta. Yo
queria ser actor. jY no hablemos mas de planeacién a largo
plazo y fijacion de metas!
La mayor parte de mi vida antes de cumplir los veintiin ~
ahos sugiere que la administracion corporativa no era una
direccién muy promiseria. Yo no era un individuo “practico”.
Mi padre, hombre trabajador, inteligente y pragmatico,
pensaba mucho en mi durante mi nifez. A él no le era dificil
formarse ideas muy precisas acerca de todo; pero yo lo traia
muy caviloso. Aunque hoy no lo confesaria, yo estoy seguro
de que muchas veces Ilegé a pensar que su hijo era completa-
mente inutil.
Yo no me desvivia por acometer trabajos corporales ni
me interesaban los deportes mayormente. Esto no tiene gran
importancia si uno vive en Paris; pero en Chisholm, Minne-
sota, el pequefio pueblecito donde me crié, si es un grave
problema.
Chisholm esta enclavado en la Sierra de Hierro de
Mesabi, en el Estado de Minnesota, region minera donde la
gente se defiende con el poder de sus musculos y el sudor de
su frente. Era un lugar espléndido para criarse, pero no se
distingue por su produccién de actores. ‘Yo si logré agarrar el\,
papel principal en algunas comedias escolares, pero cuando
terminé la escuela secundaria, nadie habia venido de Holly-36 CAPITULO TRES
wood a descubrirme, de manera que me interesé en lo que
mas se.parece al teatro:,la politica. N
_—~ Trabajé como voluntario en la campaiia presidencial de
John Kennedy, me hice elegir presidente de mi clase, y
descubri que dirigir las cosas era divertido. Si mi padre no se
impresioné gran cosa, en cambio si le complacié ver que al fin
yo le iba tomando el gusto al trabajo. Y dio la casualidad de
que mi primer empleo me lo dieron en Ja embotelladora local
de gaseosas.
~* "Si mi mamé se preocupaba menos por mi, no era porque
creyera que todo iba a salir bien sino porque ella era una de
esas formidables madres italianas que protegen excesiva-
mente a sus hijos. Que yo no fuera una persona practica, como
Jo eran todos nuestros vecinos, carecia para ella de importan-
cia ante el hecho de que yo era su retono y por tanto, lo mismo
que mi hermano y mi hermana, fenomenal.
Cuando terminé la escuela secundaria, no sabia qué
hacer. Me hubiera gustado salir a conocer el mundo, pero no
teniamos dinero para eso, y mis oficios de verano no me habian
henchido el bolsillo, ni mucho menos. Asi, pensando en ir a la
universidad, solicité admisién en las que estuvieran cerca y
escogi la de St. John’s, en Collegeville, Minnesota, porque me
ofrecieron una beca.
A principios de mi ultimo aio en la escuela secundaria
yo habia hecho el examen de Becas Nacionales al Mérito. No
gané una beca sino que recibi un papel Iamado Carta de
Encomio, el cual tiré en un cajon y me olvidé del asunto.
Ocurrié entonces que, avanzada ya la primavera, alguna
persona considerada, que trabajaba en el programa nacional
para premiar el mérito, pens que los millares de muchachos
de todo el pais que no habian ganado beca pero si una carta
de encomio, merecian que se hiciera algo por ellos. Mando
pues, sus nombres, a diversas instituciones universitarias
pequefias que disponian de fondos sobrantes para becar
alumnos.
Algunas de estas instituciones deseaban diversificar su
estudiantado y para ellas un chico de Minnesota que habia
obtenido en el examen para Becas Nacionales al Mérito una
calificacién suficientemente alta para obtener una Carta deAPRENDIENDO A DIRIGIR 37
Encomio, no era un desastre total...aun cuando no supiera
jugar fatbol o hockey.
De la noche a la mafiana me vi convertido en estrella.
Todas las semanas me Ilegaban por correo ofertas de becas
completas. En junio me lleg6 una de Babson College, de
Wellesley, Massachusetts, cerca de Boston.
E] mismo dia que la recibi, me lleg6 también un folleto
de orientacion de St. John’s. En éste se daban detalles del
reglamento: las luces se apagaban a las once de la noche;
salida, un fin de semana cada mes; y cosas por el estilo. Esto
no es para mi, me dije, y corri a la biblioteca para averiguar
si Babson realmente existia. Solo entonces me ¢ enteré de que_
era una facultad de administracion de negocios.
En ese tiempo yo noteniar a de Ic Jo que era una escuela _
de administracion...ni me importabs tampoco. Bien podia
haber sido una facultad dé~astronomia, Lo unico que me
“jfiterésaba éra que estaba mas de mil « quinientos kilometros
mas lejos que Collegeville, Minnesota, en el gran mundo
desconocido.
Por alguna raz6n (en realidad, no sé por qué) yo tenia la
idea de que lo mejor que se puede hacer en la vida es ex-
perimentar cuantas cosas distintas sea posible. Evitar pro-
gramarse uno excesivamente, dejarse Hevar un poco de la
corriente de las oportunidades y seguir distintos intereses.
Pensandolo bien ahora, ésta es una de las cosas mas
importantes que deben aprender los jévenes de grandes
aspiraciones en los negocios. Los ejecutivos que han triunfado
no han seguido una senda estrecha con peldafios cuidadosa-
mente preparados para escalar la cima. Mas bien, se han
permitido la oportunidad de aprender y desarrollarse de una
manera mas natural, aunque a veces parezca al azar. En su
carrera han tenido muchas metas distintas, muchos oficios
diversos; no necesariamente con distintas compafias, pero si
en diferentes funciones en una misma compafiia.
Son mejores ejecutivos de mercadeo porque trabajaron,
digamos, en personal o en fabricacién. Son mejores ejecutivos
de fabricacién porque han hecho un poco de mercadeo, Y son
mejores jefes ejecutivos de una corporacion porque tienen una
vision amplia de los negocios, de la vida, y de la gente.
——38 CAPITULO TRES
Asi, pues, como ocurre con la mayoria de los ejecutivos
de éxito que conozco personalmente 0 por mis lecturas, mi
disposicién para correr un albur, para probar mi habilidad en
muchisimas cosas distintas, es probablemente la razon de que
un chico de origen italiano nacido en un pueblecito de
Minnesota haya tenido la oportunidad de llegar a presidente
de Pepsi-Cola. Eso, y el hecho de que tuve Ja suerte de trabajar
y aprender con un grupo de personas formidables que estuvie-
ron mas que dispuestas a enseharme.
Como se vera en estas paginas, me encontré muchas
veces en los sitios mas extrafios — y, a menudo, yo era el tipo
jque parecia estar fuera de lugar; como eso del chico que queria
ser actor, después politico, y que al fin se matricula en una
facultad de negocios en Boston.
Sentirse fuera de lugar es cosa que asusta. En Babson los
profesores hicieron todo lo que en su mano estuvo por in-
fundirme confianza; pero yo tenia tanto miedo que estudié
como loco y saqué un promedio de 3.97 en el primer semestre.
Mi papa, jquién lo creyera! empezo a pensar que habia alguna
esperanza para mi.
Pasé por la facultad en tres afios, y tan ocupado estuve
dirigiendo una sociedad estudiantil y un tribunal de estudian-
tes, y editando e] anuario del curso, que no me qued6 tiempo
de pensar qué iba a hacer después. ‘Tenia facilidad para los
mumeros — no matematicas avanzadas, sino nimeros comu-
nes y corrientes — pero lo que realmente queria era hacer
algo en que tuviera trato con la gente. Me decidi por la funcién
de Personal, pensando que por lo menos desde ese punto de
mira tendria la oportunidad de aprender qué es Jo que hacen
realmente las personas en una empresa grande, y de determi-
nar después cual seria el campo para mi.
‘Anhelaba regresar a Minnesota y volver a ver a Rosemary
Margo, mi novia de los dias de escuela, y solicité trabajo en
varias compafias de Minneapolis. La General Mills me con-
traté y me puso a trabajar redactando descripciones de ofi-
cios. Escribir me aburria terriblemente; pero averiguar lo que
realmente hacian las personas era fascinante.
En ese tiempo la guerra del Vietnam se intensificaba y
Ja Junta de Reclutamiento empezaba a mirar hacia donde yoAPRENDIENDO A DIRIGIR 39
estaba, de modo que tenia que tomar una decisién: o el servicio
militar, o estudios de postgrado. Casi todas Jas personas con «
quienes yo trabajaba en la General Mills tenian grado de.
MBA. magister en administracion de negocios], y como veia _
claramente que un grado superior me ayudaria muchisimo
‘en mi carrera dé negocios, solicité admisién en la facultad de
estudios superiores de Babson y me aceptaron, pero no llegué
a matricularme.
Por, el_contrario: en otra de mis desviaciones de los
peldanos ‘de una carrera légica, respondi a la propaganda de
“Alistese en la Marina y conozca el mundo”, y senté plaza en
el programa de Aspirantes a Oficiales Navales, pensando
f solamente en lo divertido que seria conducir un buque en la
inmensidad del mar.
Con gran dolor de mi parte, lo primero que hizo la Marina
(por haber descubierto que yo no distinguia el rojo del verde)
fue conducirme a mi lejos del puente de mando de sus buques.
Me mandaron seis meses a una Escuela de Oficiales de
Abastecimiento y luego, en el verano de 1967, se acordaron
de preguntarme qué me gustaria hacer.
— Cuando salga de aqui — contesté — voy a dedicar mi
vida a los negocios. Lo que menos quiero hacer ahora es llevar
libros. Déme usted un oficio que tenga que ver lo menos posible
con esta monserga de suministros.
— Myy bien, sefior sabelotodo — me contest el oficial
de servicio —. {Le gustaria ir al Vietnam?
— Con tal que no tenga que aplicar nada de lo que he
aprendido aqui...
— Trato hecho.
{Qué mas da? — pensé yo. Estoy en la Marina; y el oficio
de la Marina es la guerra. Y aunque nadie que yo conozca
quiere la guerra, habiendo guerra no puede uno estar en el
servicio naval y no ir a donde la estan haciendo; y en 1967
donde la estaban haciendo era en el Vietnam. Ademas, tengo
que confesar que el patriotismo enardecia mi pecho: yo creia
entonces que nosotros teniamos la razén.
‘> Mi maestro en el Vietnam fue el capitan de corbeta Bill
Aldenderfer. Estaba encargado de las operaciones de combus-40 CAPITULO TRES
tible para el Primer Cuerpo, en la parte mas septentrional del
Vietnam del Sur. Pocos de sus antecesores habian durado mas
de seis meses en el cargo; si no pedian ser relevados, la Marina
los cambiaba.
Esto era comprensible. El oficio era sumamente dificil.
Cada semana habia que conseguir varios millones de galones
de combustible de decenas de fuentes distintas y nada
confiables. Luego, con ayuda de un sistema increiblemente
inseguro de comunicaciones, habia que mandarlos a lo que
parecia centenares de puntos de destino.
Eso era en los dias buenos.
En los dias malos — entre fuego de artilleria, morteros,
cohetes, sabotaje del Vietcong, tifones, y algunos accidentes
tontos — llevar cualquier cosa a cualquier parte era una
locura.
Yo fui uno de los tres individuos escogidos para formar
Jo que Bill llamaba su Comando de Operaciones de Combusti-
ble. Bill se habia graduado en la Academia Naval, y si esto
hubiera ocurrido en 1985 y no en 1967, se le habria podido
describir como una versién de “Rambo” del Cuerpo de
Abastecimientos. *
La mitad del tiempo se comportaba como un adolescente.
La mitad del tiempo lo hacia trabajar a uno en jornadas de
18 horas. Pero el ciento por ciento del tiempo se aseguraba de
una cosa: que a nadie le faltara combustible.
No lo habria podido lograr si se hubiera cefido al
reglamento, de modo que no se ceftia a él. Y bajo su direccion
todos nos volvimos increiblemente recursivos. Convenciamos
a los pilotos de que Ilevaran combustible a remotas bases
perdidas en la selva cargando en sus aviones enormes vejigas
de caucho — a veces a cambio de cosas que ellos querian, a
veces picando su honrilla de bravos, y siempre pasando por
encima del papeleo.
Bill me ensené a arriesgar y a hacer la tarea, costara lo
que costara. Una vez, siendo yo alférez y estando él ausente,
calculé que necesitabamos otro oleoducto submarino para
poder descargar mas buques a la vez. Una instalacion de este
tipo requiere inmensas cantidades de material: kilometros de
tuberia, valvulas, bombas. Sin que me intimidara la magnitudAPRENDIENDO A DIRIGIR 41
de la obra, despaché a Hawai un mensaje marcado “operacion
inmediata”, que es casi como anunciar que estallé la guerra
nuclear, para pedir los materiales. Al dia siguiente llamé un
capitan desde Pearl Harbor:
— éQué graduacién tiene usted, Enrico? — me pregunto.
— Alférez, mi capitan.
Al otro extremo de la linea se oy6 una serie de maldicio-
nes. Al fin dijo:
— ¢Quién firmé esto?
— Lo firmé yo.
— (Sabe usted lo que esta haciendo?
— St, mi capitan, lo sé muy bien.
Callé un momento, y luego:
— éY quiere que el material vaya. en avién, o se lo
podemos mandar por mar?
— {Qué se necesita para mandarlo por aire?
— Cuarenta y dos aviones, joven.
— No, no — repuse — . Por mar esta bien. =
Volviendo atras la vista, tal vez se pueda discernir aqui <
una pauta: Al onderfe Wy
3 consul
“En apoyo de esta tesis, considérese otra calaverada mia
anterior a la época de Pepsi. Ocurrié en 1968, inmediatamente
después de la ofensiva de Tet, cuando el grupo Primero de
Caballeria Aérea avanz6 a la region septentrional del Vietnam
de] Sur. Sus integrantes tenian mas helicépteros que todo el
Cuerpo de Infanteria de Marina —e iban a necesitar una
buena cantidad de combustible.
Ami me mandaron a un solitario arenal denominado Cua
Viet, un poco al sur de la zona desmilitarizada, con la mision
de ver si se podia hacer algo para ayudar al Primero de
Caballeria a conseguir la gasolina que necesitaba para los
centenares de helicopteros estacionados no lejos de alli.
Los pilotos eran como adolescentes suburbanos: estacio-
naban sus helicépteros a la puerta de sus tiendas de campafia,
como si fueran autos de carreras. El coronel no era menos
alocado:
—No necesitamos nada — me dijo—. No queremos42 CAPITULO TRES:
ayuda. Nosotros mismos traemos el combustible, colgado del
fuselaje.
— Si, mi coronel, pero ustedes queman mucho combusti-
ble para transportarlo. Lo podriamos traer de una manera
mas facil y economizarles tiempo y trabajo.
— ¢Cémo?
— Construiremos un oleoducto desde nuestros depésitos
de almacenamiento hasta su base.
El coronel dio un resoplido. Yo insisti:
— No son mas que sesenta y cinco millas.
— Cuando lo terminen, ya se habra acabado la guerra.
— No, mi coronel. Lo haremos en sesenta dias.
— 4Cémo?
—Con el Cuerpo de Ingenieros de la Infanteria de
Marina.
— Si, jpor supuesto!
De todas maneras, yo me fui a Da Nang, y en compania
ge Bill fui a ver al almirante. Tampoco a éste le sono bien la
idea.
— El Vietcong volaré la tuberia — nos dijo.
— Seguramente — le contesté —. Pero tenderemos la
tuberia con tubos provisionales de asalto, que son hechos
justamente para eso. Si vuelan una seccién, facilmente la
reemplazamos a la manana siguiente.
Sesenta dias después, teniamos mi oleoducto.
EI Vietcong lo volé. Repusimos los tubos. Entonces el
enemigo volé las grandes y costosas valvulas de control que
habia a lo largo de la linea y que no son tan faciles de
reemplazar.
Ff E] almirante aprendi6, una vez més, a no confiar en el
criterio de los oficiales j6venes.
~ Yo aprendi a prestar ofdos a los almirantes.
El coronel siguié transportando el combustible en sus
aviones.
Por haberme enganchado como voluntario para ir al
Vietnam, yo tenia derecho a escoger mi proximo lugar de
servicio en cualquier parte del mundo. Me las arreglé para
sacar, de paso, una licencia por algunos dias, fui a Hawai,APRENDIENDO A DIRIGIR 43
donde me reuni con Rosemary y nos casamos. Pocos meses
después, habiendo concluido mi servicio en el Vietnam, pasa-
mos a Gaeta, en Italia, pequetia poblacion situada entre Roma
y Napoles. Entonces mis deberes eran mas tranquilos a bordo
del buque insignia de la Sexta Escuadra, pues me correspondia
manejar la lavanderfa, la peluqueria y el almacén. Después
del Vietnam, esto no era muy emocionante, pero fue un afio
divertido y me dio tiempo para reflexionar sobre los principios
de liderazgo que hab{a observado durante mi permanencia en_
el Sudeste del Asia, principios que tendrian importante
aplicacion en mi carrera de negocios. —
~ De Bill Aldenderfer aprendi que uno tiene que dedicar
mucho tiempo a averiguar en qué consiste realmente su oficio.
Del almirante aprendi que escuchar a los demas es
importantisimo.
De ambos aprendi que uno esta en capacidad de aventu-
rarse solamente después de haber hecho ambas cosas. Enton-
ces si es sensato correr el albur, porque, contando con‘un:
inteligencia razonable, su juicio sera acertado en !a mayoria
de las ocasiones.
Y aprendi de toda la triste y frustrante experiencia
norteamericana en la guerra del Vietnam que es peligroso
creerse infalible.
7 +En 1970 volvi a la General Mills, esta vez como gerente
de producto. En mi anterior encarnacion alli habia redactado
descripciones de oficios para personas que ejecutaban este
trabajo, y descubri que me gustaba; en una compaiiia de
productos de consuma, es alli donde esta la accion.
{Qué cosa es la gerencia de producto?
Es un sistema de administracién que se populariz6é a
finales de] decenio de los 50, gracias en gran parte a Procter
& Gamble. Les permite a Jas grandes companias de productos
de consumo que venden muchas marcas distintas, actuar
como empresas pequenas que s6lo tuvieran un producto o
marca. En medio de todo esto y casi como si fueran presiden-
tes de pequefias empresas, estan los gerentes de produc-
to — coordinando, dirigiendo, controlando. Hay un gerente
de producto para Tide, otro para Crest, etcétera.Fuera de la compania, los titulos a veces parecen un
chiste. Imaginese cémo seria telefonear a su papa para darle
la emocionante noticia de que usted ha sido nombrado
“gerente de papel higiénico Charmin”. Pero para un joven
trabajador y concienzudo ser responsable por Charmin es tan
importante como manejar el mundo. Cuida de él, lo mima, ve
que le pongan atencién la burocracia y la fuerza vendedora.
Y sabe que su carrera probablemente ascenderd o descendera
paralelamente con las ventas y utilidades de Charmin.
En las corporaciones los cinicos ven a los gerentes de
producto como unos chicos supereducados, mocosos que inte-
lectualizan demasiado todas las cosas, no realizan nada,
hablan mucho y no escuchan — y los ascienden todas las
semanas.
A veces tienen razon.
Sin embargo, los buenos gerentes de producto investigan
el mercado para descubrir qué atraeré a los consumidores
hacia su producto. Luego conectan todo eso con la publicidad,
Ja fijacion de precios y las tacticas de promocién para fomentar
la marca. Y, ante todo, le trazan una direccién estratégica a
su negocio.
Cuando las cosas salen bien, el gerente de producto es el
eje del negocio, pues es el coordinador central de informacion.
Y_ la informacién lo es todo.
Parece exageracién, pero no lo es. El gerente de producto
obtiene poder mediante la informacion. Cuanta mas infor-
macién, mas poder.
Esto es verdad, realmente, en cualquier funcién de un
negocio, ya sea de Personal, de fabricacién, de relaciones
publicas o de cualquier otra cosa. Dominando los hechos es
‘como una persona ejerce impacto en lo que ocurre.
Los buenos gerentes jovenes lo entienden asf, y buscan
‘activamente informacién. Los malos jamas lo acaban de
entender. Siguen concentrandose en formar organizaciones
mas grandes bajo su mando y en controlar mayores presupues-
tos de gastos. Creen que estas cosas representan el poder en
una compafiia, y con esta visién estrecha tocan apenas la
superficie de las cuestiones, y tal vez hasta hacen politica conAPRENDIENDO A DIRIGIR. 45
el jefe. A su debido tiempo, y casi infaliblemente, son opacados
por los gerentes jovenes realmente buenos que comprenden
la necesidad de ir al fondo de las cosas y de saber mas que
cualquier otra persona acerca de cada problema.
Como se ve, no es cuestién de galones.
Es cuestién de hechos.
YY con los hechos en la mano, el individuo puede hacerse
empresario, gerente general sin titulo — un campeon.
éQué hace un campeon en una compafifa? Corre por los
pasillos gritando: “Siganme, muchachos”. Y si lo dice en forma
suficientemente persuasiva, con bastante sustancia, {qué
sucede? Que lo siguen.
~ Entonces es realmente el gerente de todo lo que se
relaciona con la causa que defiende. Porque si la gente lo
sigue, ,qué importa lo que diga el organigrama? Claramente,
esa persona es la que manda; ella se ha apoderado de la
burocracia.
Al parecer esto pone en peligro el empleo, pero no es asi.
Hay que tener en cuenta que la burocracia no quiere hacer
nada, sino estarse sentada, administrando. En realidad, esta
esperando que alguien venga corriendo por el pasillo y
gritando “Siganme”, Necesita de esa persona. Sin ella, nada
sucede.
Si no hay campeones, no hay crecimiento.
La primera persona que me ensené esto fue Steve Chase,
mi director de mercadeo en General Mills. Le estaré eterna-
mente agradecido porque me acepté a pesar de no tener yo
un grado de M.B.A., que entonces era requisito de ingreso al
area de gerencia de productos.
Me encantaba trabajar en mercadeo y me encantaba la
General Mills. Era y es una gran compafia, con gente es-
pléndida y mucha integridad.
No me importaba ser el mas bajo del escalafén, como lo
era también mi linea de productos: “Otras marcas anuncia-
das”. Ni siquiera me molestaba esta descripcion inexacta,
puesto que era muy poco lo que se anunciaban estos productos.
Teniamos harina Red Band que sélo se vendia en las
Carolinas; mezcla de harina para tortas Betty Crocker, que46 CAPITULO TRES
entonces se vendia principalmente en el norte de California.
Teniamos harina Wondra y harina La Pifia, para vender en
los mercados hispanicos del sur de California.
Con productos como éstos, en una compania tan grande
como la General Mills, nadie le presta a uno mucha atenci6n.
Pero yo trabajé duro y a los nueve meses me ascendieron a
un departamento clave: el de Wheaties, el Desayuno de los
Campeones, y terreno de los reyes del mercadeo.
Estimulado por mi primer ascenso, me dediqué en cuerpo
y alma al oficio de gerente auxiliar de producto de Wheaties.
Mi mujer, Rosemary, quedo debidamente impresionada, lo
mismo que mi papa, mi mama, mi hermano, mi hermana y
todo el pequefio ejército de parientes a quienes alcanzaron a
comunicar la noticia.
Después de seis meses yo seguia muy entusiasta, pero
habia un pequefo detalle que no dejaba de preocuparme: el
cheque de mi sueldo no mostraba aumento alguno. Un dia le
hablé de esto a mi superior inmediato, y él me llev6 a ver a
su jefe.
— Si, usted ha sido ascendido — me dijo este modelo de
excelencia ejecutiva —; pero el sueldo se lo aumentaremos
cuando a nosotros nos dé la gana.
Con esto se revents el globito. Para ser franco, lo primero
que pensé fue: Vayanse a la porra.
Después de unas pocas semanas llegué a la conclusién
de que no valia la pena seguir con la General Mills. Yo era el
tinico subalterno en mercadeo que no tenia un M.B.A., y pensé
que esto tenia algo que ver con la manera como me trataban.
Pronto afectaria a mi energia y entusiasmo. Si yo seguia
resentido, se justificaria que me despidieran.
Pensé hablar de todo esto con Steve Chase, el que se habia
aventurado a admitirme en mercadeo, pero (seria por falta de
madurez emocional) no le hablé. Sin embargo, resolvi salirme.
A pesar de mis sentimientos negativos acerca de lo
sucedido, lo dificil era encontrar un oficio— y una com-
pafiia — tan bueno como mercadeo en la General Mills, 0
mejor aun.
~~ Envié mi hoja de vida a cuantos patronos en potencia
encontré en las paginas amarillas. Afortunadamente recibiAPRENDIENDO A DIRIGIR 47
contestacién de Frito-Lay, division de PepsiCo., con sede en
Dallas, Texas. Fui inmediatamente a casa a hablar con
Rosemary. Su reaccién fue igual a la mia: “Alli fue donde
mataron a Kennedy. Déjalo”.
Pero yo nunca habia estado en Texas, de manera que
resolvi ir a Dallas a conocer. Con gran sorpresa descubri que
en 1971 tanto Dallas como Frito-Lay estaban a las puertas de
una bonanza; la energia y Ja excitacion electrizaban. Cuando
regresé a Minnesota informé a mi jefe que me retiraba.
A los pocos minutos me encontré en la oficina de Cal
Blodgett, gerente general de la division de cereales para el
desayuno “Big G”,
— Reconozco que Frito-Lay es una compafia maravi-
Hosa, pero no queremos que usted se vaya — me dijo Cal —.
Piénselo bien; pero si resuelve irse y después no le gusta,
lameme por teléfono. Puede volver aca.
Me retiré, pero archivé lo que me No porque tuviera
intencién de regresar, sino porque manejo la situacién en una
forma tan elegante, que si yo algun dia me viera en una
posicién de responsabilidad, me gustaria decirle eso mismo a
un subalterno. Y con el transcurso de los afios, asi lo he hecho.
Otra cosa también archivé. Prometi no tratar jamas a
nadie que trabajara para mi en forma tan despiadada e
insensible como me traté el “jefe de mi jefe”. A veces en el
calor del combate, cuando las cosas no marchaban bien, sé que
no siempre he cumplido esa promesa, pero por lo menos he
aprendido a avergonzarme de ello.
A veces realmente se necesita hacer un esfuerzo extra
para recordar que a los empleados hay que tratarlos con
dignidad, sensibilidad, y hasta con un poco de amor. Pero da
buen resultado — para ellos, para el negocio, para uno mismo.
Se dice que Frito-Lay es una de las empresas mejor
administradas del pais. Eso es porque le presta muy minuciosa
atencion al cliente, y a los detalles de manejar un negocio
sumamente complejo con unas cuarenta plantas manufacture-
ras, varios centenares de centros de distribucion, y un sistema
de reparto que cuenta con mas de 10 000 vendedores viajeros
que Ievan los productos directamente a los 300000 puntos48 CAPITULO TRES
de venta al por menor. Frito-Lay hace estas cosas tan bien que
en 1986 sus ventas se acercaban a los US$3000 millones.
Es sin disputa la mayor contribuidora a las utilidades de
PepsiCo.
Tiene, sin embargo, la propensién a escoger para sus
productos nombres juveniles. Yo empecé mi carrera en
PepsiCo como gerente asociado de producto en Frito-
Lay — éigase esto — para un bocadito con sabor a cebolla
llamado Funyuns. Mi jefe manejaba una marca registrada
mucho mas importante, Cheetos. Por alla en la estratosfera
andaba el que manejaba los Fritos.
Pero, ademas de su nombre, los Funyuns tenian otros
problemas. El producto habia resistido bien pruebas amplias
en el mercado, y Frito-Lay habia resuelto distribuirlo nacio-
nalmente. De eso hacia seis meses. Luego, por alguna razon
inexplicable, las ventas empezaron a descender rapidamente.
Jim Groebe, mi director de mercadeo, dijo: “Cuando las
ventas caen en esa forma, generalmente es porque alguien
ha cambiado algo: o la publicidad, o el disefio del empaque, 0
incluso podria ser un cambio en el producto mismo. Averigiielo
usted todo, especialmente estas cosas”.
Yo hablé con todas las personas que tenian algo que ver
con todos los elementos del negocio. No pude encontrar nada
que anduviera mal. Luego ocurrié una cosa curiosa. Mi jefe,
el gerente de producto, vino a verme y me dijo:
— {Me creera usted? Esta mafiana contesté el teléfono y
era una sefora ya entrada en afos, una consumidora,
quejandose.
— {Qué dijo?
— Que ella antes comia Funyuns pero ya no... porque
le saben a quemado. Yo no sé de donde sacaria semejante cosa.
Yo tampoco, de modo que segui adelante con mis investi-
gaciones, y encontré una correlacién: la venta de Funyuns
empezo a decaer aproximadamente en la misma época en que
Frito-Lay sacé otro producto nuevo, un bocadito de papa con
el nombre de Munchos. Le llevé esta informacién a mi jefe. A
él también le parecié significativa y se la paso al vicepresi-
dente de mercadeo. Este a su vez consult6 con el vicepresi-
dente de ventas, y de ahi a poco todos me decian que me\
APRENDIENDO A DIRIGIR 49
preparara para presentarle mi descubrimiento a Harold
Lilley, entonces presidente de Frito-Lay.
_ Esta es una de las grandes cosas de Frito-Lay y PepsiCo:
- El que hace el trabajo de zapa en una cuestién, leva la bola
hasta la cima. Nada de estar mandando memorandums
escaleras arriba, para que luego baje una orden desde arriba
a la tropa que debe ejecutarla. Pero entonces yo no apreciaba
la importancia de esto. Con menos de un mes de experiencia
enel puesto, con un producto que aparentemente iba de cabeza
al desastre, y ante la perspectiva de mi primer encuentro con
el presidente, la unica emocién posible era miedo.
Miedo, especialmente, de Harold Lilley. Este era un
ejecutivo corpulento, muy inteligente aunque no intelectual,
un tipico “hombre de la calle” cuya percepci6n instintiva de
los problemas y la direccién que deberia seguir el negocio eran
mas acertadas que todos los pesados andlisis que hacian los
jévenes como yo.
Lilley se sienta y senala lo que hay sobre la mesa:
— Eso {qué es? — pregunta.
Es el cartapacio de mis investigaciones, de varios cen-
timetros de espesor.
— jValgame Dios! El producto no es tan grande.
Yorpienso: Bueno, entremos en materia. Levanto la
cubierta dé la carpeta.
Hay una gran tabla de mimeros — precisamente lo que
61 no quiere ver\Al lado de cada tabla he trazado un circulo.
— éY qué demonios significan esos circulos?
— La €poca en que se introdujeron los Munchos en esa
zona del pais.
— (Me va usted a decir que los Munchos tienen Ja culpa
de que hayan bajado las ventas de Funyuns?
— Si sefior, hay cierta correlacién...
Mira el cuadro y después me mira a mi.
— Joven, usted puede creer todas esas majaderias de
Harvard; pero yo sé qué es lo que pasa con ese produc-
to.,.jNunca debiéramos haber cambiado la formula!
Estupefaccién general. Nadie entiende a qué se refiere
el jefe, pero todos se alejan un poco de la mesa. Yo me siento
como si estuviera solo con Lilley. Silencio total. Pienso: Hace50 CAPITULO TRES:
menos de un mes que estoy aqui. Dejé un buen puesto en
General Mills por no tener un M.B.A. Este tipo cree que me
gradué en Harvard jy eso no le gusta, evidentemente!
En el tono mas suave y delicado posible, pregunto:
— ¢La formula se cambi6?
— Bueno, no les quisimos decir nada a ustedes — res-
ponde Lilley con su vozarron —, pero la Administracion de
Alimentos y Drogas estaba examinando el colorante que
usdbamos en los. Funyuns, tinte rojo numero dos. Entonces
pensamos que era conveniente no seguirlo usando en el
producto, por si acaso esos sefiores lo encontraban perjudicial.
Le agregamos un poquito de azicar de modo que cuando el
producto se frie, se acaramela un poco y mantiene el color
rojizo.
Exacto. Y no le habia dicho nada al personal de fabri-
cacién, a quien se le ensefia a freir hasta que dé el tono
requerido. Y freian el producto demasiado tiempo y el azuicar
se quemaba.
Después descubri que si bien Harold Lilley era un lider
sensacional, le gustaba guardar la informacion para si mismo,
a menos que fuera indispensable que los demas la conocieran.
Entre “los demas” no se contaban los nios de mercadeo. Las
operaciones eran para hombres grandes.
{Un cambio de formula de un producto?
Solamente los consumidores — como aquella sefora en-
trada en afios que hizo la llamada telefonica — podian sa-
berlo.
‘Terminé la reunion y yo sali convencido de que me
echarian de la compania. Al fin hice acopio de valor y fuiala
oficina de Jim Groebe a preguntarle si mi retiro era inminente.
— (Esta bromeando? jSi lo ha hecho muy bien! — me
dijo Jim —. Encontramos la solucién {no es verdad? ;Qué
importa por qué camino? Vaya a dar 6rdenes para que la
formula se restablezca como era originalmente, y luego a
divertirnos con un producto que acabamos de resucitar de
entre los muertos.
Tres meses después de mi entrevista con Lilley, me
ascendieron. (Por lo visto no era tan grande su aversién a losAPRENDIENDO A DIRIGIR 51
graduados de Harvard.) Me nombraron gerente de Cheetos.
No habia transcurrido un afo cuando me invitaron a la
estratosfera: gerente de producto de Fritos, las hojuelas de
maiz. Un afo mas, y me hicieron director de mercadeo,
responsable de negocios por valor de varios centenares de
millones de délares.
Un ascenso meteorico en el mundo de la gerencia de
productos.
Atribiyase a que estaba en una compafia de rapido
crecimiento, més interesada en las personas que obtenian
resultados que en la tenencia de los puestos — y con jefes
mas interesados en fomentar a los que tenian buenas posibili-
dades que en cubrirse las espaldas.
Atribtiyase también a que yo no pasaba mi tiempo metido
en una oficina revolviendo papeles. Uno no aprende nada si
pasa todo el dia sentado en un sillén. Yo pasaba mucho tiempo
en el terreno con la gente de fabricacién y ventas de Frito-Lay,
en especial con Jim O’Neal, hoy alto vicepresidente de ope-
raciones y entonces apenas el hombre mas listo y mas co-
nocedor de toda la compania. En esas visitas fue mucho lo que
aprendi sobre mi negocio.
Con esto no quiero decir que aprendiera los numeros y
los procedimientos solamente, sino la manera como esta
estructurado el negocio. Qué sostiene su crecimiento. Por qué
los consumidores compran sus productos. Como se hacen
éstos, cémo se comercializan y se venden.
Lo cierto es que cuando uno inicia su carrera, el propésito
de trabajar con una corporacién no es ganar dinero para la
empresa. Si, por supuesto que hay que ganarlo para triunfar
y ser ascendido y lograr que lo escuchen a uno cuando expone
sus ideas; pero no esta alli para eso. Esta alli para aprender.
Y las personas que estan por encima de uno o que lo rodean,
estan alli para ensenarle.
Viéndolo de esta manera, lo que estaba ocurriendo en mi
carrera con Frito-Lay no podia producir utilidades inmediatas.
Era una inversién para los dos. De modo que yo me dije: Esta
compafiia hace un producto y lo vende, pero no lo hace ni lo
vende en su sede. :
Y entonces sali al terreno para observar y escuchar. Y52 CAPITULO TRES
cuando se presentaban las vacantes jugosas, a mi me as-
cendian. Porque hablando en plata, por decirlo asi, yo era el
tipo en quien més podian confiar.
Uno de mis héroes en Frito-Lay era Jimmy Sappington,
padre del justamente famoso sistema de ventas con camiones
de reparto. Cuando Jimmy tenia que hablar en publico escribia
sus discursos, y lo hacia con tanto cuidado que dedicaba una
hora de preparacién por cada minuto de exposicion verbal.
Esto se reflejaba en su éxito. Como vicepresidente de ventas,
pasaba al estrado después de una entusiasta reunion de
vendedores. Las luces se amortiguaban y él se paseaba de aca
para alla, sin decir palabra.
Se hacia profundo silencio — y entonces Jimmy se de-
tenia, se volvia de frente al auditorio y exclamaba: “|Qué
compania!” En seguida daba otros pasos, volvia a pararse y
decia: {Y qué equipo!” Después de unos cinco minutos de esto,
uno estaba dispuesto a seguirlo a cualquier parte.
Yo lo queria mucho. Jamas hubiera querido discrepar
de él.
Llego la revision semestral de las operaciones de Frito-
Lay en 1975, y nos correspondié a Jimmy, al encargado de
nuestra oficina en Tokio, y a mi, exponer el estado de nuestros
negocios en el Japon para conocimiento de la alta adminis-
tracién de Frito-Lay y PepsiCo.
Dos afos antes me habian pedido que colaborara en el
mercadeo en ese pais. Con ese motivo habia viajado varias
veces a Tokio, y habiamos ensayado todo lo que utilizabamos
en el mercadeo en los Estados Unidos, pero alla nada nos daba
resultados satisfactorios. Era hora de pensar en hacer cam-
bios.
La vispera de la reunién cené con el gerente general de
Tokio, y en la conversacion estuvimos de acuerdo en que,
tratando de repetir el gran éxito de Frito-Lay en los Estados
Unidos, habiamos dedicado todo nuestro tiempo y dinero a
crear en el Japén el mismo sistema formidable de distribucion
que teniamos aqui; pero alla no funcionaba. Nuestros competi-
dores se valian de distribuidores japoneses mayoristas ya bien
establecidos, que tenian sobrada capacidad para cumplir unaAPRENDIENDO A DIRIGIR 53
buena tarea; y, peor atin, en esa forma Ilevaban rapidamente
sus productos a centenares de miles de puntos de venta al por
menor, mientras que nosotros estabamos limitados a los
10000 puestos, mas 0 menos, que podiamos abastecer con
nuestra pequeiia flota de camiones de reparto.
Durante la cena le pedi al gerente de Tokio que le dijera
a Jimmy que debiamos cambiar de direccién: aprovechar el
sistema de distribucién de los mayoristas japoneses y dedicar
nuestro tiempo y dinero a Hevar nuestros productos al
mercado en lugar de dedicarlos a los camiones.
— gComo se le ocurre? — me contesté —. No puedo
hacer eso.
— éPor qué no?
— {Después de haber gastado tanto tiempo y dinero?
@Decirle yo eso al padre del sistema de ventas con camiones
de reparto? Seria el fin de mis dias.
— Bueno, pues se lo diré yo. Yo me encargo de esa parte
de la exposicion. Usted le presenta el informe de operaciones
y todo lo que marcha bien; en seguida entro yo con las malas
noticias.
A la manana siguiente vamos a la oficina de Jimmy. Por
Jas ventanas brilla el sol y ya pica bastante. Va a ser uno de
esos calurosos dias de julio en Dallas. Ojala que el calor se
mantenga fuera del edificio, pienso yo.
Acompanan a Jimmy algunos ayudantes, individuos que
se han criado en su sistema. El gerente de Tokio empieza su
informe. Termina. La temperatura en la oficina todavia es
confortable. Ahora me toca a mi.
Empiezo a hablar explicando por qué debemos abandonar
el sistema de ventas con camiones de reparto en el Japon. Y
no paro. Porque siento que todos los circunstantes estan
pensando, jQué tupé tiene este tipo!
Y después... ya lo veo: estan pensando: {Qué le va a
pasar cuando acabe?
Empiezo a ver las cosas como ellos y no tengo muchas
ganas de acabar. Al fin se me acaban las maneras de decir que
en el Japén hemos estado adorando falsos dioses.
— Yo he venido pensando lo mismo desde hace tiem-
po — dice Jimmy —, pero no sé como se lo vamos a decir a54 CAPITULO TRES
Harold Lilley. Ustedes conocen a Harold. El cree que el sol
sale y se pone en nuestro sistema de ventas con camiones de
reparto.
Hay asombro general. Yo insisto:
— Ya que estamos revisando el sistema de ventas, me
parece que debiéramos volver a examinar todo nuestro enfo-
que del negocio en el Japon. Francamente, creo que lo que nos
conviene es un contrato de asociacion, en lugar de trabajar
solos. En realidad no sabemos lo que estamos haciendo, y
jamas vamos a salir adelante si no nos asociamos con una
buena compania japonesa que nos indique lo que hay que
hacer en su territorio.
Subitamente hay consenso en que, evidentemente, eso
es lo que debiéramos hacer. Digamoselo a Ja alta gerencia.
En realidad, Enrico, digaselo usted.
Mientras mas palmaditas me dan en la espalda, siento
que se alejan mas de mi. Cuando termina Ja reunion, todos se
han colocado a varios kilometros de distancia del chico de
mercadeo.
Ya es tiempo de ir a presentarles nuestras recomendacio-
nes a los altos jefes: a Harold Lilley, a Don Kendall, presidente
de la junta directiva, a Andy Pearson, presidente de PepsiCo,
y a otros por el estilo, En esta presentacién veo en el fondo del
salén a John Sculley. Hasta donde yo sé, es el jefe de mercadeo
de Pepsi, No sé qué tiene que hacer aqui.
Pero pronto me olvido de él, En el fondo y a los lados del
salén hay mas de veinte personas, todas hojeando nerviosa-
mente sus carpetas de presentacién y todas vistiendo sus
trajes “sinceros” — esos trajes especiales, discretos, que se
guardan con mucho cuidado en los closets para presentaciones
formales como ésta.
Me pregunto: {Por qué se preocupan tanto? Yo soy el
tinico que debiera estar preocupado. El negocio de Frito-Lay
marcha muy bien y sus exposicionés van a ser muy buenas,
mientras que yo tengo que dar las malas noticias del Japon.
Y entonces caigo en la cuenta de que ni siquiera he traido nada
escrito.
En Ja mesa de conferencias est el auditorio: el PresiDENTE
pe 1a Junta Directrva, Don Kendall. Su corpulencia se elevaAPRENDIENDO A DIRIGIR 55
muy por encima de la mesa aun cuando permanece sentado
en su sillén. Su cabello blanco y sus cejas pobladas lo destacan
entre todos los demas en la penumbra del salén.
El gerente de Tokio inicia su presentacién. ;Presentacion
he dicho? Mas bien es como los boletines de noticias al dia
siguiente de Pearl Harbor: malas noticias seguidas por malas
noticias.
Y Don Kendall no es aficionado a las malas noticias. Su
actitud es: No me cuente durante una hora y media como todo
anda mal. Digame qué remedio le va a poner.
Pero guarda silencio.
Por fin no aguanta mas, y dirigiéndose al gerente en
Tokio, funcionario contratado por su afinidad con los japone-
ses, pregunta:
— {Pero qué es lo que pasa? {Por qué no funciona?
— EI sistema de ventas con camiones no funciona alla.
— ¢Por qué?
— A los japoneses no les gusta ser vendedores viajeros.
— jComo es eso!
— Pues...lo que pasa es que alla todos son universita-
rios. Y, como usted sabe, a los japoneses no les gusta trabajar
duro en estas cosas. Todos quieren estar en las oficinas ... No
ensuciarse las manos... Irse a casa temprano.
Hay una pausa que dura demasiado tiempo. Luego, en
el silencio de la sala poco iluminada, el hombre del cabello
canoso y las cejas abultadas dice una sola palabra:
— jPamplinas!
Es bien claro lo que piensa Kendall de todo esto.
Y ahora me toca a mi. Paso al estrado. Siento las piernas
mas pesadas que de costumbre. A cada paso aumenta mi
depresién.
Me lanzo, de todas maneras; hablo del sistema japo-
nés de mayoristas distribuidores, de contratos de asocia-
cién, de nuestros competidores japoneses, de llevar nuevos
productos al mercado. Y con muchisimo cuidado suavizo las
cosas diciendo que tal vez debiéramos organizar un grupo
de tarea para verificar si estas ideas se ajustan a la reali-
dad, pues, por el momento, se trata sélo de hipdtesis, como es
obvio.56 CAPITULO TRES
Esto no le parece mal a Lilley. Kendall no dice una
palabra. Salimos de la reunién con vida.
A la manana siguiente Sculley viene a mi oficina a
decirme que lo van a nombrar presidente de PepsiCo Foods
International, y que el Japon pasaré de Frito-Lay a su di-
vision. Me pregunta si yo lo podria documentar un poco mas.
‘Tengo dos gavetas del archivador llenas de material sobre
el Japon. Pasamos casi todo el dia juntos. Luego se despide.
Poco después me Ilama Frank Peck, vicepresidente
principal de ventas y mercadeo de Frito-Lay.
—— John ha resuelto organizar el grupo de tarea que usted
recomendé — me dice —. Puede usted ir al Japon por unas
pocas semanas?
— Ya lo creo.
Una semana después, Frank me vuelve a llamar, y me
pregunta:
— {Si se le ofreciera el cargo de presidente en el Japon,
usted aceptaria?
— Si, yo si; pero no sé qué diria mi mujer.
— ¢Por qué no le pregunta?
— Se fue a Minnesota a visitar a sus padres.
— Pues le sugiero que tome un avion y vaya a hablar con
ella, porque hay una buena posibilidad de que le ofrezcan ese
cargo, y usted debe saber lo que debe contestar.
Yo sé que Rosemary no querra irse de Dallas ni de la
nueva casa que acabamos de comprar, pero vuelo a Minnesota.
No le anuncio que voy, sino que lego directamente a casa de
mis padres, que queda a tres cuadras de la de su familia, y le
pido a mama que invite a comer a Rosemary.
Rosemary entra y me ve. Se le llenan los ojos de lagrimas
de rabia. ~
— {A donde nos vamos a mudar esta vez?
Yo empiezo a sonreir nerviosamente.
— jOh, no! jAl Japon no! — exclama.
En el avion yo he preparado para ella una presentacién
con cuadros que contienen listas de ventajas y desventajas.
La saco del bolsillo y me pongo a explicarle: Nuestro hijito,
Aaron, tiene cuatro afios. En el Japon podremos criarlo sin
distracciones. Consolidaremos 1a familia. Todos estaremosAPRENDIENDO A DIRIGIR 57
mas unidos que nunca. Y sera una experiencia formidable en
la vida.
Rosemary me escucha sin decir palabra. He terminado.
— Iremos — dice ella al fin —. Pero lo malo es que te
vengas sin decirme nada y me des esta sorpresa. Pero lo que
realmente me pone furiosa es esto: ventajas y desventajas y
cuadros, no sélo para ti sino para Aaron y para mi. Como si
no supieras que nosotros podemos hacer nuestras Propias
listas.
Ahora ya lo sé. .
Parti para Tokio como miembro de la fuerza de tarea de
John Sculley, y en septiembre de 1975 me ofrecieron el cargo
de presidente de PepsiCo Foods del Japon, dependiente
directamente de John, cuya oficina estaba en Purchase, Nueva
York, a unos 13000 kilometros de distancia. Pocas semanas
después iniciamos negociaciones para celebrar un contrato de
asociacién con una compaiiia japonesa.
Pero la primavera siguiente, estando en medio de estas
negociaciones, Sculley me Ilam6 a los Estados Unidos para
decirme que las suspendiera pues estaba pensando en com-
prar una compafia de bocaditos mas grande, en el Canada.
Alli me daria a mi un papel'importante, de modo que queria
que vendiera nuestra compaiiia japonesa por cualquier cosa
que me dieran.
Le repliqué que todavia no habia comprado la compania
canadiense, que eso no era mas que un proyecto, y agregué:
“No nos cuesta casi nada seguir en el Japon. Ensayemos el
contrato de asociacién. Si no resulta, liquidamos el negocio”.
No acepté esta propuesta. Regresé a Tokio e informé a
nuestros presuntos socios que habiamos cambiado de opinion
y que ahora queriamos mas bien venderles a ellos la compania.
Después de tantos meses de negociaciones para formar una
asociacién, esto los alejé de nosotros.
Unas pocas semanas después, supe que Don Kendall iba
a visitarnos al Japon. Se alojaria en la residencia del embaja-
dor norteamericano, y se iba a entrevistar con el primer
ministro japonés, con el ministro de relaciones exteriores, con
el ministro de economia, y conmigo.58. ‘ CAPITULO 'TRES
{Conmigo?
Si, aparentemente para hablar sobre el contrato de
asociacion.
— {No esta enterado de que ya no haremos contrato de
asociacién? — le pregunto a John Sculley cuando logro hablar
con él por el teléfono de larga distancia.
— No sé — contesta Sculley —. Creo que Andy Pearson
le dio una copia del memorandum que yo escribi.
— John, a lo mejor lo tiré al cesto de los papeles. gNo
podrias hablar con él antes de que viaje? Por lo menos asi
conoceria tu punto de vista.
— Si, Je hablaré — dice Sculley.
El y Andy Pearson van a la oficina de Kendall.
— Don — dice Pearson — quisiera que hablaramos so-
bre la compafiia japonesa. .
— isi?
— {Recibié la copia que le mandé del memorandum de
John?
— Si.
— {Como le parecié?
— Le tiré a la basura.
— Bueno, pues hablemos de eso.
—Hable usted todo lo que quiera — dice Kendall —,
pero no nos vamos a retirar del Japon. Ya sé que hasta ahora
no hemos tenido mucho éxito, pero tampoco nos esta costando
mucho, Y si no somos capaces de resistir en paises como el
Japon, jamas tendremos un negocio internacional.
Sculley me Iama otra vez por teléfono. Me dice que
Kendall ya oyé su punto de vista y el de Andy, y que ahora
quiere conocer el mio. Cuando Kendall llega a Tokio me
pregunta:
— {Por qué cambié usted de opinion sobre el contrato de
asociacién?
— Yo no he cambiado de opinion — le contésto midiendo
mucho las palabras —; pero en vista de los hechos que le
presenté a John Sculley, él y Andy opinan que seria mejor
retirarnos.
— {Qué hechos son ésos?
— Es un negocio arriesgado. Las companias norteameri-APRENDIENDO A DIRIGIR 59
canas de alimentos estan perdiendo dinero aqui. Procter &
Gamble, General Foods, General Mills — a todas les va mal.
A pesar de todo, yo creo que nosotros tenemos una probabili-
dad razonable de triunfar. El mercado de bocaditos esta a
punto de arrancar. Nosotros podriamos colocarnos en posicion
de aprovechar la marea si logramos conectarnos con una
comercializadora japonesa de primera. Y s6lo nos costaré
US $3 000 000 — o, bueno, tal vez US $5 000 000 — entrar en
el juego.
— Por lo que veo, usted no esta en el mismo campo que
John y Andy — comenta Kendall.
— Pues, las mismas cosas que le digo a usted se las he
dicho a ellos. Comprendo que hayan decidido vender y re-
conozco que ésa es una decision corporativa. Si por mi fuera,
yo creo que PepsiCo es bastante grande para correr riesgos
como éste; yo me quedaria.
— A mi esos riesgos no me asustan — me dice —. Siga
adelante y celebre el contrato de asociacién.
De regreso en mi oficina después de esta conferencia,
pienso: jAhora si que la he hecho buena! Estoy atrapado en
medio de Sculley y Andy Pearson, el presidente de PepsiCo,
por un lado, y el presidente de la junta directiva por el otro.
Y estoy sintiendo esa opresién en mi pecho cuando entra
mi secretaria a decirme que Andy Pearson esta en el teléfono.
‘Tomo el aparato. El ya ha hablado con Kendall. Es curioso:
no parece estar molesto.
— Oiga usted — me dice —. Esto no debe ser motivo de
inquietud para usted.
glnquietud? ;Yo? No, yo siempre estoy sudando frio como
ahora.
— Don Kendall y yo estamos a cada rato en desacuer-
do — agrega —. Por eso nos complementamos muy bien.
Véalo usted en esta forma: es como tener una amante con la,
aprobacién de su esposa. Asi que no se preocupe y siga
adelante.
Jamas olvidaré esa llamada. Es una de esas cosas que
uno recuerda toda la vida. Pearson, después de haber sido
desautorizado por su superior, se mostraba mas preocupado
por mis sentimientos que por los suyos.+60 CAPITULO TRES
Esta es otra leccion sobre comportamiento ejecutivo que
hay que archivar para volverla a consultar cuando uno es el
de los problemas.
Ya era, pues, tiempo de volver a conversar con nuestros
potenciales socios japoneses, la Compaiia Fujiya, dandole un
yueleo al asunto. Mi buen amigo y asesor en el Japon, Bud
Ingoldsby, inventé una explicacion mas 0 menos creible de
nuestro proceder.
Bud ha vivido en el Japon desde los primeros anos del
decenio de los 60. Fund alla la primera compania verdadera
de investigacion de consumidores y luego la vendi6é con buena
utilidad. De paso, el sake, el sushi y todas las demas cosas
japonesas se le entraron en la masa de la sangre y resolvi6
quedarse para asesorar a personas como yo que pretenden
penetrar en el mercado japonés.
La historia que Bud inventé era sencilla: el cuento del
bueno y el malo. El bueno era Kendall, conocido y respetado
en el Japon como un gran internacionalista. El malo (y lo tuve
que aceptar con remordimiento de mi conciencia, sobre todo
después de aquella llamada telefonica), tenia que ser Pearson,
e] tecnécrata desconocido cuyo analisis computarizado dice:
Cierren ese negocio.
‘Asi que esto fue lo que les dijimos a los japoneses:
“Kendall ha venido a Tokio como una tromba y esta furioso.
Tiene fe en el Japon e insiste en que firmemos nuestro contrato
de asociacion”.
Basicamente, era la verdad, aunque un poquito vestida
de melodrama.
Los japoneses dijeron: “Kendall es un hombre muy
bueno”. .
Y sesenta dias después, firmamos el contrato.
Por supuesto, a los japoneses no les importaba un pito
estas maniobras. Sélo estaban esperando a que los inescruta-
ples americanos armaran su comedia.
La persona con quien hicimos el trato fue el senor Goro
Fujii, hombre de mente rapida, muy sensato y muy paciente.
Viajamos juntos a firmar los documentos en la sede de PepsiCo
un dia de buen augurio que el senior Fujii escogié de un librito
que sacé del bolsillo. Por la noche, en una comida que dio enAPRENDIENDO A DIRIGIR. 61
su honor Kendall en su casa, pas6 largo rato conversando con
Andy Pearson y después me Iamé a mi aparte y me dijo:
— Su amigo el senor Pearson es un hombre brillante y
muy amable. No veo como su modo de pensar pudo ser tan
erréneo sobre nuestra compaiia.
— Si — le dije —. Es dificil entenderlo. Debemos ver que
tenga la oportunidad de ilustrarse mejor sobre el Japon.
Luego me escurri discretamente y sali al patio a respirar.
Pocos meses después la nueva sociedad, Fujiya-Frito-
Lay, inicio operaciones. Yo fui su primer presidente. Como
muchas compafiias nuevas, tuvo al principio sus tropiezos,
pero algunos afios después cobro vida bajo la direccion del
senor Ohi, quien habia salido de la compafiia Fujiya para ser
mi segundo en el mando. Era hombre experimentado y
prudente, y yo nunca me habria imaginado que, como mi
sucesor, introduciria con mucho éxito — jme lo creeran us-
tedes? — un bufuelo de maiz que sabe a pulpo.
‘Yo ya no estaba presente cuando esto sucedio. Mucho
antes de que el sefor Ohi introdujera su buiiuelo de pulpo, a
mi me habian trasladado al Brasil, como vicepresidente de
area para Pepsi-Cola International.
Cuando Rosemary y yo le dijimos a nuestro hijo Aaron,
quien a la saz6n tenia seis afios de edad, que posiblemente nos
mudariamos del Japén al Brasil, pregunté: “Yo he estado
en el Brasil?”, y cuando le dijimos que no, afiadi6: “Entonces
quiero ir alla. Y después, quiero conocer el Africa”.
Parece que, con mucha pena de Rosemary, yo estaba
influyendo mucho en él.
Andy Pearson tenia otras razones para darme a mi ese
empleo. Seguin explicaba, el Japén no le decia mucho sobre
mis capacidades porque para los ejecutivos occidentales era
muy dificil entender el mercado japonés. Bien podia suceder
que yo fuera brillante y el negocio fracasara, o que fuera el
més inepto de los ejecutivos y el negocio floreciera. Creia que
en el Brasil mi esfuerzo si se reflejaria en Ja marcha del
negocio, y Pepsi descubriria qué tenia yo a mi favor.
Lo que por el momento tenia a mi favor, cuando nos
instalamos en Rio en 1977, era una idea muy precisa de donde62 CAPITULO TRES
daban las clases de Berlitz. Sobre todo lo demas — el idioma,
el negocio de bebidas gaseosas, la América del Sur — mi
ignorancia era completa.
Una vez mas, me encontraba fuera de lugar. Y pasé los
primeros seis meses diciéndoselo a todo el mundo.
“Yo en realidad no sé nada del Brasil — o la Argentina,
o Chile, o el Paraguay, o el Uruguay, o Bolivia, territorios que
tenia bajo mi responsabilidad — ni tampoco sé mucho sobre
e] negocio de bebidas gaseosas. No sé.. a”
No es de extrafar que con una direccién tan clara mi
gente hiciera mas o menos lo que le daba la gana — sobre
todo mi suave, triguefo y apuesto gerente en el Brasil, Sergio
Zyman.
Zyman habia nacido y se habfa criado en México. Tenia
una buena instruccién —hablaba bien media docena de
idiomas — y durante dos afios habia sido director de mercadeo
de Pepsi en el Brasil bajo mi antecesor, Ted Glover.
Como Ted se habia ido del Brasil varios meses antes para
encargarse de otro destino, Sergio era el que estaba mandando
en toda la operacién cuando yo llegué en junio de 1977.
Evidentemente esa situacién era muy de su gusto. Le
gustaba el poder y lo ejercia con tanto entusiasmo que, muchos
afios después, sus colegas le encajaron el remoquete de “el
Aya-cola”.
Una manera de quitarle el poder a un jefe es hacerlo
depender tanto de uno, que no pueda hacer casi nada por si
mismo. Y yo, proclamandome ignorante, era una presa facil.
“No se preocupe usted — me dijo —. Yo me encargo de eso”.
Y antes que yo pudiera hacer una pregunta, ni mucho menos
aprobar una medida, ya estaba él en marcha. Pero tampoco
era yo un nifo de pecho, y pronto me di cuenta de sus
marrullas.
Siempre me he sentido confortable manejando activa-
mente las cosas que estan a mi mando, de manera que
comprendi que mis relaciones con Sergio tenian que empeorar.
En visperas de Navidad, Rosemary y yo dimos una fiesta,
y aunque todavia no nos defendiamos muy bien ni en por-
tugués ni en espafiol, hicimos buenas migas con uno de los
subalternos de Sergio que se disponia a ir a pasar los dias deAPRENDIENDO A DIRIGIR. .
fiesta con su esposa cerca de Montevideo. Dio la coincidencia
de que Rosemary y yo teniamos que ir a Buenos Aires, y como
esas dos ciudades s6lo distan entre si media hora por avin,
invité a nuestros nuevos amigos a que fueran a cenar una
noche con nosotros. Aceptaron.
E] dia en que tbamos a encontrarnos, estuve trabajando
en nuestra oficina de Buenos Aires; y justamente cuando me
disponia a salir, se presenta Zyman de improviso:
— Hola, jefe, ;como esta usted? — me dice.
— Sergio, {qué hace usted aqui? Debia estar en Rio.
— Tuve que venir por un negocio importante — unas
botellas.
{Botellas? Bueno, podria ser; pero mas bien creo que el
viaje tiene algo que ver con las compras de Navidad en Buenos
Aires. En fin, no puedo ocuparme de estas minucias. Debo
regresar al hotel a esperar una llamada de nuestros nuevos
amigos.
La llamada no llega. No se presentan.
Transcurridas varias semanas, el gerente uruguayo se
presenta en mi oficina en Rio de Janeiro y me dice que él y su
mujer sintieron mucho no habernos visto en visperas de
Navidad. *
—No se preocupe —le contesto—. Rosemary y yo
supusimos que se les habria presentado alguna novedad en
la familia.
Me mira de una manera extraia y cierra la puerta
— éNos estuvieron esperando? — pregunta.
— Hasta las once.
— jQué cosa! — exclama —. Nosotros si estuvimos alli.
Estuvimos en su hotel. Sergio estaba esperando en el
vestibulo. Me dijo que usted estaria ocupado en una reunion
hasta medianoche y no podia cumplir la cita, de manera que
mi mujer y yo cenamos con él.
Yo no hice ningun comentario, pero pensé: gEs esto un
malentendido, o hay aqui gato encerrado?
A los pocos meses ocurre otro incidente. Esta vez el
escenario es Rio. Por conducto de los Zymans, Rosemary y yo
conocemos a un contratista brasilefio y a su esposa. Nos
entendemos muy bien y seguimos viéndonas.E! rimyitan
1 UNIVERSIDAD DEL WALLE64 CAPITULO TRES
a su apartamento a ver un partido de la Copa Mundial de
Futbol un domingo.
El viernes por la noche Rosemary me dice que la mujer
de Sergio !lamé6 para transmitirle un recado del contratista:
En su casa de campo ha habido un incendio y tienen que
cancelar la invitacion. No sospecho nada; pero el sabado por
la manana el contratista llama por teléfono:
— {Como esta su hijo? — me pregunta.
— Muy bien.
— Como?
— Si, muy bien. Justamente lo voy a llevar a un juego
de pelota.
— La mujer de Zyman le dijo a mi mujer que su nino
estaba enfermo.
— Ya Rosemary le dijo que a usted se le habia incendiado
su casa de campo.
— jAh!
— jAh!
Obviamente, todo esto hace que nuestras relaciones con
Sergio no sean las mejores. Tal vez haya una buena expli-
cacién de estos incidentes, y tal vez no. Pero antes que yo
pueda exigirsela a Zyman, él se las ingenia para convencer a
"Ted Glover — quien ahora tiene un nuevo empleo dirigiendo
ventas y mercadeo para Pepsi USA en Purchase — de que sin
él no puede hacer su trabajo. Y Zyman se va a'tejer sus redes
en la sede de Pepsi en Purchase.
No pas6 mucho tiempo, empero, sin que se le viera el
cobre, y antes de dos anos se vio cudl era su lealtad a Pepsi
USA cuando se pasé a Coca-Cola Company. Pero no se
preocupen ustedes, le dice a todo el mundo; él no va a trabajar
para Coke USA. Va a seguir un curso en Harvard y después
trabajara en algunas tareas corporativas especiales.
‘Asi lo hace. En un soplo...se gradia en Harvard; en
otro...ha terminado las tareas especiales. En un abrir y
cerrar de ojos. ..es presidente de mercadeo para Coke USA.
jBingo!
Pero yo veo las cosas por el lado positivo. Tener a Zyman
en Coke hizo muchisimo més divertido para mi ganar la
Guerra de las Colas. _APRENDIENDO A DIRIGIR 65
Una cosa que era cierta de Pepsi era que zarandeaba
mucho a sus ejecutivos; apenas empezaba uno a entender su
oficio y a conocer una ciudad extrafia a donde lo habian
destinado, la compafia le ofrecia un puesto distinto, en un
negocio distinto, en otro pais. Sdlo estuve en el Brasil unos
pocos meses mas que Sergio Zyman, pues a mi también me
ofrecieron un puesto mejor: vicepresidente de mercadeo de
Frito-Lay. Dos afios después, en 1980, me ofrecieron otro mejor
aun: vicepresidente superior de ventas y mercadeo del Grupo
de Embotelladores de Pepsi-Cola. Y luego, en 1982, John
Sculley me pidio que fuera su vicepresidente ejecutivo.
Pero claro que todo este zarandeo también tiene su lado
bueno. Para mi significaba que obviamente me habian
sefialado como una de las personas que tenian posibilidades
de llegar muy alto en PepsiCo. Yo entonces no lo sabia, pero
los altos mandos de PepsiCo si. Para ellos, era una manera
de ver como me desempenaba en distintas situaciones, bajo
diversas presiones, manejando problemas distintos. Si uno
hha de ser una de las diez personas, mas 0 menos, que toman
las decisiones de vida 0 muerte en una compafiia, eso es
importante. Porque las situaciones, las presiones y los proble-
mas que uno tiene que enfrentar todos los dias en los negocios
son. siempre distintos.
¥Y, como lo he aprendido en la Guerra de las Colas, nada
permanece igual por mucho tiempo.
Por ejemplo, ganar una batalla en la Guerra de las Colas
parecia una cosa muy lejana en diciembre de 1982, cuando
Allen Rosenshine, presidente de la junta directiva de BBDO,
nuestra agencia de publicidad, y Phil Dusenberry, vicepresi-
dente y director creativo de la misma, vinieron a nuestra ofi-
cina de Purchase para mostrarnos los nuevos comerciales de
Pepsi para 1983, Ese dia estabamos preocupados con nues-
tros propios problemas y no encontrabamos soluciones que nos
permitieran vislumbrar en el horizonte un gran error de Coke.
Lo que necesitabamos era lo que busca todo ejecutivo de
mercadeo de productos de consumo: una carta ganadora.
Una estupenda publicidad es una gran carta ganadora.
En BBDO nosotros éramos un cliente muy importante;
en el negocio de la publicidad, las bebidas gaseosas tienen un66 CAPITULO TRES
atractivo muy grande, de modo que el “gerente de cuenta”
para Pepsi es en realidad el presidente de la agencia, y su
vicepresidente es nuestro director creativo, y todos los jovenes
de talento que entran en la agencia quieren trabajar en
nuestra cuenta. Esto explica por qué la BBDO se ha venido
apuntando triunfos para nosotros desde hace veinte anos: nos
dan lo mejor que tienen.
Otra razon es que nosotros esperamos de ellos una
publicidad estupenda.
Asi, pues, ese dia frio de diciembre de 1982 Phil Dusenbe-
rry se situa a la cabecera de la mesa de conferencias y empieza
a hablar con su voz suave, apenas un murmullo que nos hace
a todos inclinarnos un poco. Es parte de su técnica — y de su
encanto. Cuando todos nos inclinamos para ofr, siento que
todos hacemos votos porque otra vez haya dado en el clavo.
Estamos realmente preparados para el material que trae.
No son comerciales terminados. No estaran terminados
hasta poco antes de la convencién de nuestros concesionarios
embotelladores, dentro de tres meses. Pero es muy importante
que veamos ahora los primeros cortes, para corregir cualquier
error que se le haya escapado a la agencia de publicidad, para
planear nuestras compras de espacio en Jos medios de comuni-
cacién, y para preparar nuestra presentacién a los embotella-
dores. .
La ultima razon es la mas importante de todas, porque
nosotres en realidad no le vendemos Pepsi al publico. Eso lo
hacen nuestros 208 embotelladores independientes que son
nuestros concesionarios. Nosotros les vendemos Pepsi a
ellos — el concentrado y el mercadeo Pepsi. Si los concesiona-
rios creen en lo que estamos haciendo, ellos realizan el resto
de la venta con gran entusiasmo, y por lo general con
magnificos resultados.
Cuando uno va a ver comerciales que estan en proceso
de elaboracién, los de la agencia de publicidad suelen decir
cosas como éstas: “Estos son apenas cortes sin pulir. El color
no se ha corregido. Habra flechas y manchas oscuras y toda
clase de trucos fantasticos con los efectos especiales. El sonido
no est bien. Pero...”
En el negocio de publicidad esto se denomina a veces “elAPRENDIENDO A DIRIGIR 67
preambulo”. En Pepsi ciertamente no Jo consideramos muy
importante, de manera que cuando Phil empieza, su buen
amigo Alan Pottasch le dice: “Phil, saltate el preambulo.
Muestra la pelicula”.
Como yo acabo de incorporarme a este grupo, soy el que
menos conoce la campafia venidera. Lo unico que sé en
realidad es que el tema para 1983 va a ser “|Oh, qué época
para Pepsi!”, que utilizaremos musica mds lenta, para cam-
biar, y que probaremos nuevas técnicas de camara.
Personalmente, no siento ningun entusiasmo por esta
campana. Pero tampoco veo que lo sienta nadie mas en la
compania. Supongo que esto no significa nada. Todos los
demas que estan ahora en el salon han asistido a la creacion
de los comerciales. Oyeron cuando BBDO propuso los concep-
tos, han discutido las ideas y han visto los bocetos de los
anuncios, de modo que probablemente ya han agotado su
entusiasmo. Supongo que les volvera cuando vean la pelicula.
Proyectan la pelicula.
Cuando termina, todos callan. No porque los comerciales
sean malos; en realidad no son malos; pero tampoco son
buenos. No dan todavia en el punto. Todo son imagenes y
cortes constantes de una cosa a otra, y musica agradable, pero
falta continuidad 9 tema, y en comercial tras comercial uno
se pregunta: ta: Esto qué q qué quiere d decir?
“Noto la desilusién de John Sculley y su frustracién.
“jOh, qué época para Pepsi!” no va a hacer nada por
nuestra imagen ni mucho menos le va a causar panico a Coke,
por lo menos no en la forma en que esta hoy. Pero nadie tiene
Hea de cual seria el remedio.
Yo, por lo menos, no la tengo. Bueno, si la tengo, pero con
US $4 000 000 de pelicula sobre la mesa {lanzara el novato el
primer tiro? {Es demasiado tarde para cambiarla? Pero es
tan mala realmente?
Asi que todos nos quedamos mirando a Phil Dusenberry,
y él nos mira a todos.
Ahora parece que todas las discusiones sobre la publici-
dad de imagen con la Generacién Pepsi versus la publicidad
de producto con el Desafio Pepsi, estan produciendo un vasto
silencio en nuestra sala de conferencias.