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La evidencia que muestra que la contracepción entra en conflicto con los mandatos
de Dios proviene de varias fuentes. La primera de ellas es la naturaleza, o en
términos más religiosos: la creación. Los actos contraceptivos son malos porque
deliberadamente violan el diseño natural hecho por Dios para la raza humana, algo
que conocemos como la ley natural. El propósito que marca la ley natural para el
acto sexual es la procreación. Esto no pretende indicar que los cónyuges no deben
disfrutar el acto conyugal. Lejos de eso. Desde el comienzo, los cristianos han
reconocido que el placer derivado del coito es una bendición de Dios, adicional a las
bendiciones del acto sexual, que tiene el propósito importante no sólo de tener
como consecuencia en ocasiones de fertilidad el que comience una nueva vida, sino
también en las ocasiones de infertilidad, fortalecer el lazo de intimidad, respeto y
amor de la pareja. Este fortalecimiento del lazo conyugal trae como resultado un
ambiente estable y armonioso, e ideal para criar a los hijos.
Cabe señalar que el placer sexual dentro del matrimonio se vuelve antinatural e
inclusive dañino cuando se utiliza de manera que intencionalmente se excluye su
propósito básico de procrear. Un acto sexual cerrado a la vida no es hacer el amor,
sino hacer el egoísmo, lo más contrario al amor.
Esto es falso. El control natal no es nuevo, ha estado presente por miles de años.
Durante el imperio romano se utilizaban métodos rudimentarios como telas de
lana para absorber el esperma, venenos para fumigar el útero, amuletos, posiones,
e incluso objetos similares a los preservativos pero de materiales naturales, no de
latex.
Por último, el impacto social que ha tenido el uso generalizado de los métodos
artificiales se convierte en una fuente de evidencia para terminar de convencernos
de no utilizar y no fomentar el uso de los anticonceptivos. La contracepción se nos
presenta como comodidad, remedio al estrés y método práctico de planeación
familiar, pero en realidad es uno de los principales enemigos de la familia.
Pablo VI previó graves consecuencias del uso irrestrictivo del control artificial de la
natalidad. El nos advirtió que la contracepción abre un camino ancho y fácil
hacia la infidelidad conyugal y la degradación general de la moralidad.
No se requiere de mucha experiencia para saber lo débiles que somos como
humanos y para entender que los hombres, especialmente los adolescentes, que
son tan vulnerables en este momento de sus vidas, necesitan motivación para ser
fieles a la ley moral, y no debe la sociedad ofrecerles un medio tan sencillo para
eludir esta observancia querida por Dios.
También el Papa temía lo que ya vemos hoy en día, que el hombre acostumbrado a
usar anticonceptivos llegara a perder el respeto hacia la mujer y considerarla como
un mero instrumento de placer y ya no su compañera amada y respetada. Basta
revisar el contenido de las películas, los programas y algunas revistas para
constatar que la percepción de la mujer en la sociedad ya está presentando estas
consecuencias. Las mujeres se sienten cada vez más presionadas a mantenerse
bellas, vestirse con ropa entallada, enseñar el ombligo y lo que marque la moda,
porque los medios de comunicación las están educando así.
Yo, siendo padre de familia, me pregunto cómo se vestirá mi hija cuando le toque
su turno de ser adolescente, si la tendencia actual continúa. Me gustaría que la
sociedad regresara a valorar el pudor y la modestia, dos valores que nos permiten
conocer a las personas, y amarlas con respeto.