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TT © 1a wuswn DE SU CASA CORRESPONDH A UN IDEAL ERRONEO En medio de las dudas, perplejidades y confusion, tan frecuentes en todo lo que 4 la mujer se refiere, lo mas fijo, determinado y generalizado que se ob- serva entre nosotros, es la idea de considerar como tipo de perfeccion femenina 4 la que es buena mu- jer de su casa. En la bondad de ésta, como en todas las bonda- des, hay grados; nos fijaremos en el superior, en que estd la mujer honesta, prudente, econdmica , traba~ jadora, cuidadosa del érden y aseo de la casa, inte- ligente en cuanto puede contribuir 4 que en la mesa, haya la mayor variedad y regalo con los medios de que dispone, que el vestido y ajuar sea de luci- miento sin mucho coste; no dada 4 Iujo excesivo ni a4 diversiones caras 6 que la distraigan de sus debe- res; esposa y madre amante, y, en fin, gue no pien- sa mis que en su casa,en su marido y en sus hi- jos: esta frase es el restimen de sug perfecciones. aVamos 4 negarlas? gVamos 4 convertir en asun- to de critica un modo de ser, digno por tantos con- © Biblioteca Nacional de Espafia 16 ceptos de aplauso? yVamos 4 combatir con sus mis- mas armas 4 los que usan las del ridiculo? Vamos 4 dirigir cargos severos? Todo esto se halla tan léjos de la justicia como de nuestro pensamiento y de nuestro corazon, que ama, respeta, y no pocas veces admira 4 esas mujeres modestas en medio de tantas vanidades, puras en medio de wna atmdsfera cor- rompida, sufridas cuando por donde quiera ven impaciencias quejumbrosas; viviendo para los otros y de tal manera olvidadas de si, que tienen como un hébito la abnegacion, y ni dun se aperciben de que su vida es una série de sacrificios. Por ellas hay fa- milia; por ellas flota el arca santa en medio del oleaje continuo y tempestuoso de tantas deprava- ciones; por ellas queda en la conciencia oscurecida de tantos hombres un punto luminoso; por ellas hay odsis para el corazon y la conciencia de muchos via- jeros en los desiertos dela vida; en ellas encuentran amparo y consuelo los perseguidos de las iniqui- dades sociales. No quisiéramos que nadie nos aven- tajase, y creemos que ninguno nos aventaja; en re- conocer, apreciar y ensalzar todo esto; pero si seme- jante modo de ser pod{a constituir el ¢deal de Ja per- feccion en el castillo feudal, de ningun modo en la casa, del cindadano de un pueblo moderno, que es 6 tiene la pretension de ser libre, y que necesita li- pertad. Cuando la sociedad estaba organizada para la guerra; cuando era omnipotente el imperio de ta fuerza bruta, se comprende que la mujer no tuvie- © Biblioteca Nacional de Espafia - VW se mision social, que se limitase 4 la doméstica, que el hogar fuera su mundo, y que no pasara el puente levadizo sino para trocar las rejas de la fortaleza por las del convento. Pero cuando los pueblos se organi zan para la paz; cuando empiezan 4 comprender que necesitan vivir de trabajo y de justicia; cuando las facilidades y las tentaciones del crimen y del vicio establecen una corriente de inmoralidad que no le es dado encauzar 4 la ley y necesita un dique de vir- tud y abnegacion que sélo pueden. oponer los eleva- dos afectos de la bondad ilustrada; cuando las ereencias religiosas se debilitan y tienden 4 conver- tirse en sentimientos; cuando los pueblos no espe- ran ni pueden esperar Ia salud sino de si mismos, del empleo racional y arménico de todas sus faer- zas (de todas), materiales, intelectuales y afectivas; cuando se demuestra, que ninguna fuerza se pierde en el mundo de la materia, y no tardard en verse que lo propio acontece con las del espfritu, y que aqudllas que no tienen influencias arménicas, las tendran porturbadoras; cuando apénas puede desco- nocerse que la mujer purifica 6 vicia la atmdsfera que Ia rodea, y hagase lo que se haga, el cireulo de esa atmédsfera se ensancha cada dia; en tales cir- cunstancias, gquién asegurard, con conocimiento del asunto, que la mujer de su casa no ¢s un anacro~ nismo, ni que contribuye, como podia y debia, al progreso de la humanidad? Su existencia es un bien inapreciable, si se compara 4 la de las mujeres des- ordenadas y livianas y 41a de los hombres inmora- - 2 © Biblioteca Nacional de Espafia 18 les, pero es un mal si se considera lo que podia ser, y necesita que sea, todo pueblo que avyance rapida y regularmente hiicia la justicia. No desconocemos lo quo vale y lo que sirve ese nuicleo fuerte y sano de sentimientos puros y virtudes inquebrantables,’ sin el cual apénas se comprende la existencia de esta sociedad donde hay tanto corrompido y movedizo; pero tampoco se nos oculia cudn alias dotes se es~ terilizan 6 se convierten en obstdculo de bienes que debian facilitar. En nuestra época agitada, creemos que sin mucha impropiedad podria compararse esta mujer excelente 4 un aparato que, en medio del mar tempesttioso, mantuyiese la naye 4 flote, pero que no le permitiera andar, Claro esta que esta re- gla,dun admitiendo que lo fuese, ha de tener excep- ciones, que’ nosotros reconocemos, sintiendo que no sean mds numerosas. a 4 quicn acusar de tan grave mal? gA las mu- jeres, 6 & los hombres? Las mujeres sufren mas que nadie las consecuencias del mal, 4 que contribuyen. sin querer y sin saberlo, y del cual no tienen res- ponsabilidad, porque no tienen idea. ,Quién podria hacerles un cargo de que practiquen el deber como le comprenden, como no pueden ménos de compren- derle, maxime cuando asi comprendido y practica- do, si 4 veces estéril y dun perjudicial, es siempre dificultoso? En cuanto é los hombres, tampaco seria, justo acusarlos precisamente cuando hacen mds que- han hecho nunca por la mujer, y exigirles el impo- sible de que pasen instanténeamente de las tinie- © Biblioteca Nacional de Espafia 19 blas 4 la luz, y marchen sin vacilar ni tropezar, ni volver nunca atras, por un intrincado laberinto, que de tal puede califiearse hoy, en Espafia al ménos, esta cuestion social. Cierto que no se considera asf, ni se Io da este nombre, poro tambien que no se suprime de la So- ciedad por dmitirla al enumerar sus grandes cues- tiones, y los que no la incluyen entre ellas, se pare- cen 4 la Academia, que rechaza del Diccionario de la Lengua ciertas palabras que todo el mundo usa. No cabe duda, para quien refiexione, que la Cuestion Social dela mujer, sino formalmente como la del obrero, esta esencialmente planteada, y que, como todas las cuestiones que se plantean en la sociedad, es preciso resolverla. gCudndo? Los siglos la han planteado, los siglos la resolverin, y no seré poca gloria para el nuestro haber dado hacia la solucion un paso, como todos los suyos, de gigante. Comprendiendo la esencial lentitud y difieultades dela obra, y mds en el terreno dondo nos ha cabi- do en suerte trabajar, procuramos, segun nuestras mermadas Suerzas, contribuir 4 remover obstdculos, pero consideréndolos como venidos de las cosas, sin que haya en nuestro énimo nada parecido 4 queja acusadora ni critica hostil, Pueda esta disposicion de dnimo comunicarse 4 las lectoras y 4 los lectores, y asi como serdin pocos en ntimero, sean tan exce- Jentes en calidad, que no consideren el asunto vitan- do, que pionsen en él y le discutan con calma, por- que de disentir se trata, y no de dogmatizar, y que © Biblioteca Nacional de Espafia 20 no tengan por ofensivo lo que jes parezea erréneo, xveconociendo que los errores se rectifican y se de- muestran, no se acusan y se anatematizan, maxime si se incurre en ellos con tan buena_fe y voluntad como tenemos al escribir este libro. La mujer de su casa es un ideal erréneo, hemos dicho; sefiala, el bien donde no esta; cofresponde & un concepto equivocado de la perfeecion, que es para todos progreso, y que se pretende sea para ella inmovilidad. Hay dos hechos culminantes, imposibles de des- conocer, d poco que se reflexione y se ame la verdad, son estos: La mujer tiene grande influencia social. La mujer xo tiene virtudes sociales. Sobre lo: primero, no es necesario insistir mucho. Como hija, como madre, como esposa, como aman- te, segun que es 6 no hourada, tedo el mundo re- conoce su influencia en la moral; ¥ como un pue- blo es y vale lo que son y valen su moralidad y sus costumbres, de ahi que nadie niegue cudnto contri- buyen las raujeres al bien 6 al mal de la sociedad en que viyen. Generalmente, este mal 6 este bien no se considera sino en la esfera de moral, y 4un allt” de un modo imperfecto, pero su influencia se ex- tiende 4 todas; en Ia religiosa esté muy de bulto, y cuando toma parte activa en la politica, la convier- te en pasion y fanatiza 4 los hombres. Los monta- dieses de La Vendée, los de las Provincias Vascon- gadas y Navarra, los insurrectos de Cuba, gno reci- © Biblioteca Nacional de Espafia

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