Professional Documents
Culture Documents
MODELO A:
Análisis de un texto teatral: La comedia nueva o el café, de Leandro Fernández de Moratín
Índice:
BIBLIOGRAFÍA 15
1
1. El emisor del texto dramático.
Frente a ellas, Jovellanos, el propio Moratín, o Santos Díez González, entre otros,
abogan por un teatro renovado, cuya base se asienta en la Poética de Luzán y en las
tendencias dramáticas que llegan de Francia.
Moratín crece en un ambiente literario e ilustrado, y pronto comienza a desarrollar su
propia carrera. Recibe las influencias de su padre, Nicolás Fernández de Moratín, catedrático de
Poética y defensor de los preceptos clásicos, y estas se verán reflejadas en su actitud reformista
cuando propone a Godoy la renovación teatral, y cuando, en 1799, es nombrado director de la
Junta de Dirección de los Teatros. Sus viajes a Francia, Inglaterra o Italia (subvencionados por
el poderoso Godoy y otros políticos) le permiten asistir a representaciones teatrales
impregnadas del nuevo espíritu ilustrado, y afianzar sus bases teóricas sobre la renovación
teatral: verosimilitud y decoro; conmover al publico y deleitarlo; y atenerse a las tres reglas de
la poética aristotélica: unidad de tiempo, unidad de espacio y unidad de acción. Pero estas
premisas deben, además, estar al servicio de la educación de los espectadores, como
1
GARCÍA BARRIENTOS, José Luis (2001): Cómo se comenta una obra de teatro, Madrid, Editorial Síntesis.
2
ROMERA CASTILLO, José Nicolás (2013): Teatro Español: siglos XVIII-XXI, Madrid, UNED.
3
CAÑAS MURILLO, Jesús (2011): Sobre la trayectoria y evolución de la comedia nueva, Alicante, Biblioteca Virtual Miguel de
Cervantes. Disponible en http://www.cervantesvirtual.com/obra/sobre-la-trayectoria-y-evolucion-de-la-comedia-nueva/
2
corresponde a la esencia de la Ilustración. Todas sus obras se atienen escrupulosamente a
estos preceptos.
Además de la obra motivo de este estudio, otras cuatro piezas completan su producción
dramática: El viejo y la niña (c. 1783), la cual, tras diversos avatares —censores,
fundamentalmente—, fue puesta en escena con notable éxito en 1790; El barón (estrenada en
1803, pero basada en una zarzuela escrita por Moratín en 1787); La mojigata (1791), y El sí de
las niñas (1801), que fue estrenada en 1806 y supuso un éxito sin precedentes en la escena
madrileña. Las cuatro comparten tema: los matrimonios concertados por los padres y sus
desastrosas consecuencias. La originalidad de La comedia nueva o el café se asienta en su
temática, vehículo que Moratín utiliza para manifestar sus ideas sobre el teatro. Se estrenó en
1792, en el teatro Príncipe de Madrid, por la compañía de Eusebio Ribera; y nuevamente en
1799, en esta ocasión bajo la estricta supervisión del autor sobre toda la puesta en escena.
Si las cuatro obras citadas anteriormente sufrieron problemas de censura, La comedia
nueva también, por ser considerada un ataque hacia los autores teatrales del momento. Sin
embargo, Moratín lo desmiente en el prólogo de la primera edición:
«Esta comedia ofrece una pintura fiel del estado actual de nuestro teatro (dice el prólogo de su primera edición); pero ni
en los personajes ni en las alusiones se hallará nadie retratado con aquella identidad que es necesaria en cualquier copia, para que
por ella pueda indicarse el original. Procuró el autor, así en la formación de la fábula como en la elección de los caracteres, imitar la
naturaleza en lo universal, formando de muchos un solo individuo.»4
No obstante, muchos lectores y críticos han visto en ella a Zamora, Comellas y a otros
autores de la época.
«Pereció, sin embargo, que se había propuesto como modelo a Comella, Zavala y otros autores de su estilo, y los devotos
de este teatro se propusieron “reventar” la obra de Moratín; pero la opinión favorable de los más salvó la comedia, que se
representó otros siete días con gran aplauso y excelentes críticas. »5
4
RÍOS CARRATALÁ, Juan A. (2002), editor: La comedia nueva o el café, Alicante, Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes. Disponible
en http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/la-comedia-nueva-o-el-cafe--0/html/fedc6482-82b1-11df-acc7-
002185ce6064_1.html#I_2_
5
ALBORG ESCARTI, J. (1999): Historia de la Literatura Española. Siglo XVIII. Tomo III, Madrid, Gredos.
3
bienintencionado, que lo apoya y anima su carrera como escritor. Todos ellos desgranan sus
ilusiones y proyectos, que se basan en los beneficios económicos que genere la buena acogida
de la obra. En escena aparecen, además del tabernero, otros dos personajes. Uno apoya la
obra con cierta ironía, y el otro, sincero y honesto, vaticina el fracaso de la misma.
Cuando al fin se produce el estreno, el fracaso es estrepitoso. El amigo pedante se
retracta de sus primeras observaciones, asegurando que ya sabía la mala calidad de la pieza, y
los abandona. Pero el personaje que representa la racionalidad, la ilustración y la honestidad,
tras explicarles qué ha sucedido (pretendían vivir del teatro sin estar capacitados para ello), se
hace cargo de la difícil situación económica de la familia.
Se cumple, por tanto, uno de los preceptos clásicos: la unidad de acción, pues los
hechos acontecen de forma lineal, y no hay acciones paralelas.
Moratín estructura la obra en dos actos, el primero, dividido en seis escenas; y el
segundo, en nueve.
En el primero, se presentan los personajes masculinos, y se plantea el argumento
general de la obra, con la comedia por estrenar como punto de referencia. En el segundo,
aparecen los personajes femeninos, y el grupo del autor habla sobre los proyectos pendientes si
se cumplen sus previsiones de éxito, sin abandonar, en ningún momento, las alusiones al
dramón. Se produce el estreno y se constata el fracaso. También, el desenlace antes
mencionado.
Desde nuestro punto de vista, esta división no responde a un punto de inflexión, y
ambos actos presentan gran continuidad.
No ocurre así a partir de la escena VI del segundo acto, pues el regreso al café del
personaje ilustrado, quien cuenta el desastre del estreno, sí supone una ruptura.
2.2.1 Diálogo.
García Barrientos denomina «funciones ‘teatrales’ del diálogo»6 (para diferenciarlas de
las del lenguaje del teatro), a las siguientes:
6
GARCIA BARRIENTOS, José Luis, op. cit. págs. 58 a 62.
4
Dramática: forma de acción entre los personajes (humillar, herir, pelear, seducir…, con
palabras).
Caracterizadora: proporciona al público elementos para caracterizar a los personajes.
Diegética o narrativa: proporciona al público información fuera del marco dramático, “fuera de
escena”.
Ideológica o didáctica: transmisión de ideas, mensajes, lecciones.
Poética: lenguaje poético orientado al público, y neutralizado en la función comunicativa
interna (los personajes no lo perciben como poético).
Metadramática: particular e infrecuente, el diálogo alude al propio drama que se representa.
Desde nuestro punto de vista, el diálogo de la pieza cumple, en mayor o menor medida,
todas las funciones descritas. Entendemos que la principal, en este caso, es la ideológica o
didáctica; y que podría considerarse metadramática la que corresponde a los fragmentos que
aluden a la obra El gran cerco de Viena, “teatro dentro del teatro”.
5
Pipí y don Antonio se caracterizan paulatinamente, a través de sus propias
intervenciones, en el mismo acto y escena. Vemos así la condición de inferioridad del primero
respecto al segundo, su oficio, y su condición social:
DON ANTONIO.—Parece que se hunde el techo. Pipí.
PIPÍ.—Señor... […]
DON ANTONIO.—¡Ay, amigo Pipí, cuánto más vale ser mozo de café que poeta ridículo! […]
6
DOÑA MARIQUITA.—[…] Allí había una tempestad, y luego un consejo de guerra, y luego un baile, y después un entierro... […] salía la dama
con un chiquillo de la mano, y ella y el chico rabiaban de hambre; el muchacho decía.— «Madre, déme usted pan», y la madre invocaba a
Demogorgón y al Cancerbero. […] El patio estaba tremendo. ¡Qué oleadas! ¡Qué toser! ¡Qué estornudos! ¡Qué bostezar! ¡Qué ruido confuso por
todas partes!... […] y apenas hubo dicho que no había comido en seis días, y apenas el chico empezó a pedirla pan, y ella a decirle que no le tenía,
cuando, para servir a ustedes, la gente que a la cuenta estaba ya hostigada de la tempestad, del consejo de guerra, del baile y del entierro comenzó
de nuevo a alborotarse. El ruido se aumenta; suenan bramidos por un lado y otro, y empieza tal descarga de palmadas huecas, y tal golpeo en los
bancos y barandillas, que no parecía sino que toda la casa se venía al suelo. Corrieron el telón; abrieron las puertas; salió renegando toda la gente;
a mi hermana se le oprimió el corazón, de manera que […]
Y en la escena VIII, dirigiéndose a don Eleuterio, arremete contra los autores que se lanzan a
escribir comedias sin la adecuada preparación, y alude a las “reglas” luzanescas que desconocen:
DON PEDRO.—[…] ¿Qué modelos se ha propuesto usted para la imitación? ¿No ve usted que en todas las facultades hay un método de
enseñanza y unas reglas que seguir y observar; que a ellas debe acompañar una aplicación constante y laboriosa, y que sin estas circunstancias,
unidas al talento, nunca se formarán grandes profesores, porque nadie sabe sin aprender?
En esta pieza, la función poética del diálogo queda eclipsada por las antes
mencionadas, auque podemos señalar las intervenciones de doña Marquita. A pesar de su
sensatez y sencillez, podría considerarse que algunos de sus parlamentos la cumplen, cuando
refleja la incertidumbre sobre su futuro, escena II, acto II:
DOÑA MARIQUITA.—¡Qué inquietud! ¡Qué ir y venir! […]
DOÑA MARIQUITA.—¿Y quién sabe lo que sucederá todavía, hermana? […]
DOÑA MARIQUITA.—[…] y poderme ir a comer un pedazo de pan con quietud a mi casa, sin tener que sufrir tales sinrazones.[…]
DOÑA MARIQUITA.—¡Suspirado, sí, suspirado! Quién le creyera a usted.
Respecto a los fragmentos de la obra El gran cerco de Viena, pensamos que refuerzan la
impresión negativa que esta va causando al espectador a lo largo de la pieza. Su función podría
considerarse como metadramática, pues contempla “el teatro dentro del teatro”, y el
7
espectador asiste a una representación en la que se produce otra, aunque, en este caso, no se
trate de la misma. Llamamos aquí la atención sobre el título de la obra que estudiamos: La
comedia nueva. Su ambivalencia nos lleva a la teoría de Moratín sobre la nueva forma que debe
adoptar el teatro, y también, a la nueva comedia que va a representarse esa tarde, es decir, El
gran cerco de Viena.
En la escena III, es su autor, don Eleuterio, quien comienza a dar pistas al público sobre
la calidad de su obra, cuando habla de la tonadilla y pretende rehacerla en unos minutos. Don
Antonio lee unos versos ampulosos y nada elegantes:
DON ANTONIO.—[…] «Por DON ELEUTERIO CRISPÍN DE ANDORRA... Salen el emperador Leopoldo, el rey de Polonia y Federico,
senescal, vestidos de gala, con acompañamiento de damas y magnates, y una brigada de húsares a caballo.» ¡Soberbia entrada! Y dice el
emperador.—
Ya sabéis vasallos míos […]
de la hambre a los esfuerzos
hemos comido ratones,
sapos y sucios insectos.
Moratín, con estas indicaciones, disecciona ante el público El gran cerco de Viena, como
ejemplo de las comedias de su tiempo que tanto le desagradan, y que sin duda los
espectadores han reconocido ya.
2.2.2 Acotaciones.
Cumplen los requisitos que les atribuye García Barrientos7: son impersonales, describen
los aspectos no estrictamente verbales, y facilitan instrucciones mínimamente necesarias para la
escenificación.
Aparecen al comienzo de cada escena, pero también en medio de los diálogos, y son de
dos clases:
De situación y movimiento de los actores, muy breves —a veces una sola palabra—:
DON ANTONIO sentado junto a una mesa; PIPÍ paseándose. (Acto I, escena I).
DON PEDRO se sienta junto a una mesa distante de DON ANTONIO; PIPÍ le sirve el café. (Acto I, escena II).
Bajando la escalera, salen por la puerta del foro. (Acto I, escena III).
Levántase. (Acto I, escena III).
Saca el reloj. (Escena IV).
7
GARCIA BARRIENTOS, José Luis, op. cit. pág. 46
8
Y las que indican la actitud de los actores, que son las más largas (dentro de su
concreción), y más abundantes en el segundo acto:
Se levanta impaciente, en ademán de irse. (Acto I, escena III).
Siéntase, haciendo esfuerzos para contener la risa. (Acto I, escena IV).
DOÑA AGUSTINA, muy acongojada, sostenida por DON ELEUTERIO y DON SERAPIO. La hacen que se siente. PIPÍ trae otro vaso de agua,
y ella bebe un poco. (Acto II, escena VIII).
Se levanta colérica, y DON ELEUTERIO la hace sentar. (Acto II, escena VIII).
Aparte, con ternura. (Acto II, escena IX).
DON ELEUTERIO, su mujer y su hermana quieren arrodillarse a los pies de DON PEDRO; él lo estorba y los abraza cariñosamente. (Acto II,
escena IX).
Entendemos que la brillante destreza estilística del diálogo de Moratín hace innecesarias
más acotaciones aclaratorias. Las que contiene son muy precisas, ajustadas perfectamente al
desarrollo de los diálogos y en ningún caso suponen una distracción.
3. Personajes.
Don Pedro cumple la función dramática de portavoz12 autorizado del autor. En sus
diálogos se expresan, como ya vimos, las ideas que llevaron a Moratín a concebir esta obra. Es
pues, uno de los protagonistas principales. Cumple el ideal ilustrado: es sensato, estudioso,
8
GARCIA BARRIENTOS, José Luis, op. cit. pág. 154 y ss.
9
GARCIA BARRIENTOS, José Luis, op. cit. pág. 165.
10
GARCIA BARRIENTOS, José Luis, op. cit. pág. 176.
11
GARCIA BARRIENTOS, José Luis, op. cit. pág. 154.
12
GARCIA BARRIENTOS, José Luis, op. cit. pág. 178.
9
culto, interesado por las artes y bondadoso. Es también un hombre honrado y directo que dice
la verdad, aunque duela o moleste; o, si la situación no lo permite, abandona el lugar y opta
por el silencio. Quizás por eso su carácter es adusto.
Su contrapunto es don Antonio, también culto y honrado, aunque con una perspectiva
de la vida distinta. Prefiere no enfrentarse a los desatinos, los pasa por alto, o los cubre con
una fina ironía. Al contrario que don Pedro, su carácter es alegre. La función de este personaje
es muy importante en la obra. Moratín necesita que don Pedro pueda explicarse, que pueda
expresar sus ideas y su modo de actuar. Necesita “un igual” que le interrogue, que saque fuera
su punto de vista. Enfrentar directamente a don Eleuterio con don Pedro no hubiera sido
posible, pues el primero no tiene ningún conocimiento sobre el teatro. Tampoco con don
Hermógenes, por el mismo motivo y con el agravante de su pedantería.
Consideramos que ambos personajes forman un tándem que representa la razón
ilustrada, aunque don Antonio se queda solo en las palabras, mientras que don Pedro redondea
su discurso con su acción final.
Queda patente que en el momento en que se escribió la obra no estaba bien visto que
una mujer se interesase por la cultura, o que ayudase a su marido en su labor creadora. Sus
10
obligaciones eran otras, las que describe doña Mariquita, y doña Agustina aparece como un
personaje tópico, “marisabidilla”. Sin embargo, a ella no parece importarle y apreciamos una
situación de igualdad con su marido. Ella lo ayuda, aunque sabe tan poco como él. Entre los
dos componen una comedia que prevén será su tabla de salvación, y ella antepone esta labor al
papel prefijado que le asigna la sociedad.
Doña Mariquita, al contrario, asume como propio, y con orgullo, el papel único de
esposa y madre. Solo ansía que la obra triunfe para poder llevarlo a cabo. Don Hermógenes, su
pretendiente, es solo un instrumento más. No le agrada su palabrería, pero tampoco lo rechaza.
Y no muestra dolor por su ausencia cuando este la abandona, sino por la imposibilidad de
acceder al círculo de mujeres casadas y cumplir su papel (acto II, escena IX).
Nada mejor que la expresión cadalsiana “erudito a la violeta”, (acto I, escena IV), que
don Pedro le dirige a don Hermógenes, para definir a este último. Pertenece al grupo de don
Eleuterio, y pensamos que su función primordial es romper el tono serio de la obra. Esta carece
de efectos cómicos, y quizás la intención de Moratín fue doble: representar a un tipo muy en
boga en aquellos momentos, repudiado por él, y salpicar la pieza con sus intervenciones para
lograr momentos de distensión. Sus latinismos, sus citas de las obras clásicas (casi nunca
coherentes o acertadas), refuerzan su pedantería. Su carácter es el de una persona interesada,
que alienta a don Eleuterio únicamente para conseguir su objetivo: saldar sus deudas. No
creemos que conseguir la mano de doña Mariquita fuera prioritario para él, pues cuando los
abandona, interpelado por esta, no alude en ningún momento a su compromiso, únicamente a
la mala calidad de la obra (Acto II, escena VIII).
No consideramos que don Serapio sea un tipo característico del ambiente literario.
Tampoco, que represente al público. Sus intervenciones más importantes se producen en el
acto II, escena II. Es apasionado y defiende sus gustos y sus obras preferidas.
Pensamos que su función consiste en ofrecer una visión del ambiente teatral del
momento: las disputas entre seguidores de las distintas compañías, el ambiente de los corrales
de comedias, de los círculos de actores, etc. En el argumento, es él quien ha propiciado el
romance entre don Hermógenes y doña Mariquita.
Es un hombre bienintencionado (en contraposición a don Hermógenes), sencillo,
crédulo, y con escasos conocimientos de teatro. Sus ánimos hacia don Eleuterio no son
interesados. Solo le mueve la emoción del estreno, el ser partícipe del ambiente de creación, el
poderse codear con un autor.
11
Y en último lugar se encuentra Pipí, el tabernero. Como ya vimos en el apartado de las
funciones del diálogo, entre él y don Antonio, en el acto I, escena I, describen a los personajes
y revelan el motivo físico que dará pie a la obra: la representación de una nueva comedia.
Posteriormente se desdibuja, y pasa a ser un elemento del café, con mínimas intervenciones,
salvo en el acto II, escena V, en la que comparte, de nuevo, protagonismo con don Antonio,
anticipando la catástrofe del estreno.
Desde nuestro punto de vista este personaje se encuentra fuera de la configuración,
fuera del triángulo imaginario que hemos utilizado como ejemplo. Es un elemento fijo del café
(sería extraño que no hubiese nadie para atender a los personajes que lo habitan). No está
relacionado con ninguno de ellos, y la información que ofrece al principio podría deducirse de
las intervenciones posteriores. Entendemos que acelera el proceso de comprensión del público,
que lo prepara para los hechos siguientes, pero que solamente ofrece indicios para despertar su
curiosidad.
No solo la pieza debe ser un reflejo del estudio, atenerse a las normas, estar dotada de
elementos de calidad; también debe ser acogida y recibida por los espectadores. Son estos los
que darán el éxito a la nueva comedia, y es de ellos, del público, de quien depende el
cumplimiento de todos los deseos del grupo de don Eleuterio. De manera colateral, la buena
acción final de don Pedro también se debe al público. Este ha rechazado la obra, y don Pedro
se hace cargo de las consecuencias. Es el público alborotador que recibe el dramón, pero
también es el público que presenciará la Comedia nueva de Moratín. En este punto,
encontramos una contradicción: si El gran cerco de Viena adolecía de los defectos comunes a
las obras que entonces llenaban los teatros, ¿por qué no triunfó? René Andioc13 explica:
«En la medida en que Moratín consideraba, con razón, que el público era juez supremo en asuntos de teatro, y criticaba, a través
de El gran cerco de Viena, un tipo de comedia particularmente popular, no tenía más remedio que presentarlo unánimemente
reprobado, es decir, impopular. Era una conclusión lógica, si bien no conforme a la realidad. En efecto, el estreno de LA COMEDIA
NUEVA fue tan bochornoso como el de El gran cerco de Viena de don Eleuterio, pero con la particularidad de que la comedia de
13
ANDIOC, René (2001), editor: El sí de las niñas – La comedia nueva, Madrid, Espasa Calpe, pág. 32.
12
Moratín fue abucheada por la fracción más popular del concurso, el cual —animado por unos alabarderos juiciosamente dispuestos
en la sala— no pudo aguantar largo tiempo la áspera lección que se le daba desde las tablas.»
En resumen, los personajes cumplen con las reglas de verosimilitud y decoro. Sus
diálogos se corresponden con su caracterización y con su clase social, y actúan conforme con lo
que de ellos se espera. El personaje más complejo es don Pedro, pues a pesar de su adustez e
ideas firmes en contra de la obra que se iba a estrenar, finalmente empatiza con el grupo de
don Eleuterio y les presta su ayuda.
4. El tiempo.
5. El espacio.
13
De nuevo fiel a los preceptos aristotélicos que recoge la Poética de Luzán, Moratín
circunscribe su obra en un solo espacio: el café. La escueta acotación al comienzo de la obra lo
sitúa en Madrid, al lado de un teatro. Nos parece muy importante que ya se mencione este
lugar, pues será fundamental en la pieza. Solo dos puertas en escena: al exterior y hacia otra
sala del piso superior.
Son tres, por tanto, los espacios diegéticos: el teatro, la sala superior y la calle, en ellos,
como hemos visto, transcurrirán las acciones simultáneas antes descritas.
La sala superior, de la que llegan ruidos a la planta baja, acoge al grupo de don
Eleuterio al comienzo de la obra, y es el lugar al que vuelven (salvo en la salida al exterior),
cuando abandonan la escena.
La puerta al exterior lleva al teatro, pero también a la calle, donde aparecerá implícito
otro espacio, la librería a la que acude don Eleuterio para informarse sobre las ventas del
dramón.
La elección de un café como espacio para la comedia se debe a la importancia que estos
tenían en el siglo XVIII como lugares de reunión y tertulia, de intercambio de novedades y de
relaciones sociales. Los ilustrados debatían acerca de la política, y los artículos periodísticos
eran el punto de partida de muchas acaloradas discusiones. El periódico se cita en el acto I: a
través de él se informan del estreno. Don Pedro, de hecho, acude al café “fastidiado”, porque
en el que ha comido, dos literatos habían comenzado una disputa (acto I, escena III).
Pero en este caso, cobra más importancia el teatro, pues, como hemos visto, será allí
donde se resuelva la acción que da pie a La comedia nueva. Este espacio latente es más
importante que el café, para los personajes y para el público. Toda la acción está encaminada a
su resolución en esas tablas, y la escena del café pasa a un lugar secundario.
Moratín juega con la metateatralidad al aportar un espacio imaginario que podría ser el
mismo en el que se está representando su obra.
14
ANDIOC, René, op. cit. pág. 33.
14
Cada personaje interacciona con los otros desde su nivel social y cultural, y su lenguaje
es acorde en todo momento. Este contraste enriquece la obra, y denota la maestría del autor.
Ha quedado patente el carácter didáctico de la pieza, y también, las críticas (veladas o
directas) hacia los autores del momento. Entendemos que Moratín corrió un gran riesgo al
escribir La comedia nueva: tanto de rechazo del público —como así ocurrió—, como de
problemas con la censura.
BIBLIOGRAFÍA
ALBORG ESCARTI, J. (1999): Historia de la Literatura Española. Siglo XVIII. Tomo III, Madrid, Gredos.
ANDIOC, René (2001), editor: El sí de las niñas – La comedia nueva, Madrid, Espasa Calpe.
CAÑAS MURILLO, Jesús (2011): Sobre la trayectoria y evolución de la comedia nueva, Alicante, Biblioteca Virtual Miguel de
Cervantes.
Disponible en http://www.cervantesvirtual.com/obra/sobre-la-trayectoria-y-evolucion-de-la-comedia-nueva/
GARCÍA BARRIENTOS, José Luis (2001): Cómo se comenta una obra de teatro, Madrid, Editorial Síntesis.
RÍOS CARRATALÁ, Juan A. (2002), editor: La comedia nueva o el café, Alicante, Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes. Disponible
en http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/la-comedia-nueva-o-el-cafe--0/html/fedc6482-82b1-11df-acc7-
002185ce6064_1.html#I_2_
ROMERA CASTILLO, José Nicolás (2013): Teatro Español: siglos XVII-XX, Madrid, UNED.
Otras consultas:
15