106, 2POR QUE PREFERIMOS LA DESIGUALDAD?
Para terminar, la solidaridad no puede detenerse en las
fronteras de la nacién y de Europa, Las desigualdades entre
los paises siguen siendo mas considerables que las que exis
ten dentro de las sociedades ms ricas, y una gran parte de
la humanidad se mantiene en los limites de la supervivencia,
La solidaridad y ta justicia globales no s6lo son un imperat
mente informadas que
no pueden simular ignorar cémo viven los mas pobres de los
paises pobres. Estamos embarcados en la mi
rar6n de los retos econémicos y ecolégicos qu
destinos (Duru-Bellat, 2014)
Tal vez sea aqui donde se escribe un nuevo relato de la fra
vo moral en sociedades tan abundan
ma historia en
atan nuestros
teridad. Seria menester ademas que quienes expresan esos
retos, sobre todo los movimientos ecologistas, no hicieran del
miedo el impulso de su combate, pues la angustia conduce
fatalmente sea al repliegue, sea al rechazo de la raz6n y la
Ciencia, sea incluso a la inacci6n ante la catdstrofe inevitable
Conclusion
Por un imaginario de la fraternidad
El hecho de que estemos convencidos de ser igu
les por derecho induce una demanda de justicia y equidad,
porque es preciso, en efecto, que el principio de iguzldad
se adapte a la extrema diversidad de los hombres y sus con:
diciones de vida. Pero esta conviccién no basta cuando se
trata de Ilevar a la prictica politicas de reduccién de las
desigualdades sociales. Para que el principio de igusldad
Hegue a constituir una voluntad de igualdad social, debe
asociarse aun sentimiento de solidaridad y fraternidad:
la igualdad nos compromete porque los individuos tienen
algo de cor porque estan vinculados; por-
que ti . ¥ porque su felicidad privada
depende de la
se debilitan,
indignaciones,
Hoy la afirmacién de la fraternidad es mucho mas necesa-
ria porque los lazos organicos y “funcionales” que, segiin se
pensaba, soldaban la antigua sociedad industrial y nacional
se estan deshaciendo. La economia ya no esti acoplad a la
nacién; una parte de la soberania politica se transfiere a E
ropa y a otras instituciones internacionales; de ahora en
Ja naci6n es plural. Se abre entonces un clima de crisis tanto
icidad publica, Cuando esos sentimientos
s desi
taldades se ahondan, a pesar de las
is insidioso cuanto que Francia se proyeet6 desde macho
tiempo atris en el relato de una sociedad integrada
El riesgo politico radica menos en el agotamiento de
forma de solidaridad que en la apelacién a una fratern
dad restringida y defensiva, recompuesta en torno a temas108 2POR QUE PREFERIMOS LA DESIGUALDAD?
conservadores, reaccionarios y peligrosos. Los populismos
y las derivas ultraconservadoras de una parte de la derecha
no sélo son signos de mal humor; recomponen los imagi-
narios de Ia solidaridad alrededor de la nacién eterna, de
un orden inmutable de los sexos, del enemigo interno, de
la decadencia de las costumbres y de la “declinacién” fran-
ala
ica social con cimientos en un E
cién det
cesa. Otros, sin duda mas generosos, querrian volve
a Rept
do todopoderoso y en el sueio de una recup
época de u
crecimiento.
EL hecho de que todos esos temores sean imaginarios no
significa que baste con dei
mente inaceptables, y oponer sin is el progreso al oscura
inciarlos por irracionales y moral-
tismo, con la expectativa de que los problemas sociales que
dan pabulo a las angustias y la desconfianza terminen por de-
saparecer. Esperanzas vanas, mas atin porque no conseguir
‘mos mas igualdad mientras no seamos capaces de construir
‘otros imaginarios de la fraternidad.
Los movimientos politicos que se remiten a la igualdad de
tunos y la exclusin de otros mediante la recomposicién de un
imaginatio comunitario arcaico nos obligan a definir nuevas
polit
obstinacién hacia un pasado a la vez mitico y definitivamente
terminado, pero no deben tampoco ignorar que la igualdad
implica un imaginario de la fraternidad. Es imperativo no
abandonar el tema de la fraternidad en manos de los enemi-
gos de la igualdad o los enemigos de la democracia. Los pro-
is de solidaridad, Esas politicas no pueden volverse con
gresos de la igualdad social, claro esta, pasan por las luchas y
Jos enfrentamientos, pero estos conflictos sélo son posibles
silos movimientos expresan un imaginario de la solidaridad
que supere las prolongadas fragmentaciones de los intereses
y las jerarquias que nos impiden actuar juntos,
La dificultad estriba en que probablemente no hay un gran
relato alternativo al de las solidaridades perdidas. Cuando la
fraternidad ya no depende de las escenas “trascendentes” de
la religion y la naci6n, debe proceder de una actividad “in-
manente”, pragmatica y obstinada. La construcci6n de wna
fraternidad es, por ello, un trabajo social y politico continuo,
que no pasa tinicamente por esas politicas “inteligentes".
Es preciso que la vida politica se haga cargo de esas dimen-
ia. La vida democratica debe ser
nds activa y capaz de producir una representacién de la vida
social. Es importante que los mecanismos de redistribucin
seatn mis legibles, para echar luz sobre los lazos de interde-
siones simbélicas e imagin:
pendencia que nos ligan los unos a los otros. Si las institu:
ciones ya no pued
er sostenidas por los grandes sistemas
én o de la modernidad triunfante, tam-
se a ser meros servicios, més 0 menos efi-
simbélicos de la rel
poco pueden limita
caces, Deben construir una legi
midad demoeriitica sobre los
cescombros de antiguas legitimidades “sagradas”.
Para terminar, en. una sociedad plural donde las culturas
y los individuos esperan que se los reconozca como anténo-
mos y singulares, es imprescindible construir los espacios y las
escenas que permitan decir lo que tenemos en comtin, a fin
de aceptar nuestras diferencias. Sin ese trabajo, nada nos pro-
tegera del peor de los escenarios: la alianza del conservadu-
rismo cultural y el iberalismo econémico, como preparacién
para el retorno de unas desigualdades sociales que creiamos
desaparecidas para siempre.