EL MAS ALLA EN EL ANTIGUO EGIPTO
Gabriella Scandone Matthiae - Roma
“La casa de la muerte sirve a la vida”
(Ensefianza de Hargedef, hijo de Cheops)
PREMISA
E. PUEBLO EGIPCIO ANTIGUO Y SU CIVILIZACION
han estado siempre, ya sea en el pensamiento de aquéllos que asistieron
a sus manifestaciones culturales més tardias, ya sea en el de las gentes
que les siguieron en el curso de la historia de nuestro mundo occidental,
estrechamente ligados a la muerte y a la superviviencia en el ms alla,
Desde las paginas que Herddoto en el siglo V a.C. consagra a los
rituales fiinebres y al embalsamamiento, usos caracterfsticos de un pais
en que los hombres “vivian al contrario de los dems hombres”, a la
Momie de Théophile Gautier en la segunda mitad del Ochocientos, a los
modernos y quizé peores productos de la cultura de masas (novelas
policiacas en que el héroe o la herofna se mueve alrededor de tenebrosas
necrépolis del valle del Nilo pobladas por cad4veres vivientes 0, peor,
filmes que contemplan cémo faraones, situados de modo aproximado en
algtin milenio anterior, sacuden cruel e implacablemente a ignaros y
desprevenidos estudiosos occidentales), el hombre del Mediterraneo
siempre ha asociado el concepto de “Egipto” con el de “tumba,
sepultura, mundo de los muertos”. Para afianzar tal conviccién, en 1922
se produjo el hallazgo, por obra de Howard Carter y de Lord Carnarvon,
uWGABRIELLE SCANDONE MATTHIAE,
de Ja tumba de Tutankhamén, con su espléndido conjunto y con toda la
serie de absurdas especulaciones sobre la “maldicién” que habria
recafdo en gran parte de las personas implicadas en la biisqueda y
excavaci6n de la ultima morada del joven soberano de la XVIII dinastia
(ca. 1347-1338 a.C.). Asi, el antiguo Egipto quedé definitivamente
consagrado como tierra de los difuntos, de los sepulcros, de las momias
y de los tesoros funerarios.
De hecho, hay que reconocer que se daban todas las premisas
necesarias para que semejante concepcidn tomase cuerpo: mds que
cualquier otra, la civilizacién egipcia pudo manifestar su identidad a la
posteridad gracias a restos materiales que, en su inmensa mayoria,
guardan relaci6n con la esfera de lo ultraterreno. Solamente hace muy
Pocos afios, si se excepttia la exploracién de los nicleos de habitaculos
de Tell el-Amarna-Akhetatén y de Deyr el-Medina, el interés de los
estudiosos se ha centrado particularmente en el conocimiento de la
ciudad egipcia concebida como lugar de vida de los seres humanos, por
encima de la grandiosidad de los templos y de los palacios oficiales:
cabe, sin embargo, afirmar que este tipo de excavacién presenta notables
dificultades, sea por el material perecedero con que estaban construidas
las moradas de las clases medias (materiales crudos secados al sol), sea
por el saqueo al que se vieron sometidas en el transcurso de los milenios
incluso las moradas de los soberanos y de los grandes aristécratas, en las
cuales si que se habfa usado Ia piedra. Antes de las dos tiltimas décadas,
los testimonios mas vistosos de una cultura que figuré entre las mas
brillantes de la cuenca mediterranea estaban principalmente
representados por dos categorfas: los edificios sacros, con la respectiva
estatuaria real y privada que en ellos aparecia consagrada, y los grandes
complejos funerarios, con las pinturas, los bajorrelieves, las imagenes de
bulto y los enseres méviles que constituian su complemento.
Todavia hoy la documentacién egipcia antigua que proviene de lo
que cominmente se denomina el mundo de los vivos es demasiado
escasa si se la compara con los restos que nos ha conservado el mundo
de los muertos; y tal situacién no puede atribuirse exclusivamente a pura
casualidad 0 al hecho de que el clima seco del desierto en el que tenian
su asiento las necrépolis conserva mejor que cualquier otro los cuerpos
REL MAS ALLA EN EL ANTIGUO EGIPTO.
y el equipamiento ftnebre. En muchas otras civilizaciones de la cuenca
mediterranea, contempordneas y posteriores a la del antiguo Egipto, han
aparecido cementerios, y en ningin caso ha podido verificarse
semejante meticuloso cuidado por garantizar la supervivencia del
hombre después de la muerte, con el pensamiento puesto en cualquier
tipo de necesidad del mismo.
Y es que, en vida, el hombre egipcio estaba constantemente
preocupado por la preparacién de su propia morada iiltima y de su
propio funeral, que habia de desenvolverse segiin ritos muy precisos, de
suerte que el ingreso en el ms alla significase una nueva existencia, y
no la eterna destrucci6n: el “Pafs de Occidente” donde tenian su morada
los difuntos estaba en realidad Meno de peligros, de trampas, de hostiles
entidades prontas a aniquilar al difunto que no estuviese preparado para
afrontarlas. Era, pues, necesario entrar en 61 santificados por las
ceremonias ftinebres, equipados en todos los aspectos para la super-
vivencia material y cuidadosamente instruidos acerca del modo de
superar los obstdculos de cualquier género a que todos, desde el mas
poderoso al més humilde, se verfan obligados a hacer frente sin posi-
bilidad de escapatoria.
Justamente por el hecho de estar obsesionados por la muerte, los
habitantes del pais del Nilo no la amaban, sino que la temfan como a un
enemigo, como a un ladrén que se presenta de noche y arrebata a sus
victimas, sin distinguir entre nifios y ancianos. La vida era bella, dulce,
agradable para el egipcio, y era preciso hacerla lo més deliciosa posible,
precisamente porque podfa quedar truncada de manera fulminante. Asi
reza en realidad un canto esculpido en las paredes de la tumba de Giay,
quien vivi6 en la época de Merenptah, soberano de la XIX dinastia (ca.
1224-1204 a.C.):
“No dejes de comportarte de acuerdo con todo aquéllo que desees,
hasta que Hegue el dfa del lamento, hasta el momento en que llegue
aquél que ve pero que no es visto, y que no tiene fecha fijada, en aquel
dia que aflige a los corazones, aquél que hace que la casa se desmorone
por los suelos cuando llega, de tal modo que todo el trabajo que una
persona ha hecho se convierte en nada. Jamas ha retornado nadie que
haya partido”.
13GABRIELLE SCANDONE MATTHIAE
Tan s6lo en momentos de gran conmocién politica y social, cuando
el sistema de valores en el que los egipcios crefan firmemente —y que se
sintetiza en el concepto de A/aar, traducible a a nuestra
lengua con los términos “orden, equilibrio, armonia’— entraba en crisis,
el hombre del Nilo podfa llegar a pensar en el suicidio, como el
“Desesperado” de la célebre composicién poética que remonta
probablemente al Primer Perfodo Intermedio (ca. 2160-2000 a.C.),
época en que el pais se vio sacudido por trastornos politicos y la
institucién monérquica, pilar de la sociedad egipcia, experimenté un
eclipse temporal:
“Hoy la muerte est4 ante mi, como cuando el enfermo sana, como
la libertad tras la detencién. La muerte esté ante mis ojos, como el
perfume de la mirra, como sentarse bajo un toldo en un dia de viento.
Hoy la muerte est4 ante mf, como un camino trillado, como cuando un
hombre retorna a su casa tras una expedicién”.
Sin embargo, todo lo dicho no significa que los egipcios
rechazasen la muerte en cuanto tal: lo mismo que cualquier hombre
psiquicamente sano de cualquier civilizacién, no la amaban, sino que la
consideraban un elemento ineludible del orden del universo, que habia
hecho su aparici6n en la existencia, a semejanza de otros fenémenos, en
el acto mismo de la creacién. En efecto, antes de tal acto, “el cielo no
existia, la tierra no existia, los hombres no existian, la muerte no exis-
tia”. Por consiguiente, para cualquier egipcio, el problema no consistia
tanto en ocultar la muerte o en ignorarla, sino en superar su peli-
grosidad, hasta el punto de hacer de ella un momento no de destruccién,
sino de regeneracién y de cauce hacia una nueva existencia. Asi, pues,
desde los inicios de la formacién de la cultura egipcia se buscaron todos
los sistemas para evitar caer presa de las entidades destructoras que
poblaban el cadtico mundo de los Infiernos, prontas a aniquilar a todos
aquellos que inevitablemente debian entrar en él, para evitar que
concluyera la vida terrena.
Dado que la muerte y los ritos ftinebres son el punto de partida del
largo viaje hacia las regiones ultramundanas, considero util, antes de
exponer cual fue la idea que los egipcios se formaron del més alla,
detenerse en el modo cémo se preparaban para afrontarlo y en los
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instrumentos que consideraban indispensables para garantizarse una
salida airosa en las dificiles pruebas que allf les esperaban. Por supuesto,
la exposicién tendrd en cuenta los diversos perfodos histéricos, puesto
que la actitud de los egipcios ante la muerte, aun manteniéndose
substancialmente idéntica en el transcurso de los milenios, conocid
diversas modificaciones, imputables a las mutaciones de la sociedad y a
la influencia de los diversos ambientes religiosos.
I. LA LITERATURA FUNERARIA
Condici6n indispensable para arrostrar, superandolo felizmente, el
terrible pasaje de la tierra a los Infiernos, era la conservacién del cuerpo,
soporte material de las entidades espirituales denominadas Ba y Ka,
cuyo sentido real no nos resulta obviamente claro a nosotros los
modernos, del] mismo modo que el actual concepto de “alma” no
serd ciertamente comprendido por aquellos que vengan tres mil afos
después de nosotros. A tal insoslayable necesidad hay que atribuir la
precoz aparicién de las técnicas de momificacién que, en lo que respecta
a los soberanos, aparecen atestiguadas desde la I dinastia (brazo de la
momia del rey Udimu, que reiné hacia el 2900 a.C.), mientras que para
los particulares parecen remontarse a la III-IV dinastia, entorno al 2600-
2500 a.C. Estas técnicas se iran perfeccionando cada vez mas con el
paso del tiempo, y precisamente las férmulas magico-religiosas que
debian acompaiiarlas quedar4n codificadas en los “Rituales de
Embalsamamiento”, cuyos ejemplares de época tardia han legado a
nosotros.
Naturalmente, al cuerpo momificado habia que suministrarle todo
cuanto era necesario para la normal subsistencia: enscres, vestimenta,
alimentos, bebidas, todo ello en abundante cantidad. Asi, las tumbas
estaban colmadas de los objetos indispensables en la vida cotidiana y,
para aumentar su abundancia, se esculpfan en las paredes del sepulcro
escenas de la existencia diaria, que constituian su principal elemento de
decoracién y, en particular, la representacién del difunto sentado ante
15GABRIELLE SCANDONE MATTHIAE
una mesa rebosante de panes, carnes, hortalizas, frutas y bebidas. Tales
escenas, animadas magicamente en la ceremonia ftinebre por los
sacerdotes mediante la recitacién de formulas apropiadas, garantizaban
una eterna e inagotable fuente de aprovisionamiento en el desgraciado
caso en que las ofrendas, que los vivos estaban obligados a llevar a los
muertos, hubiesen quedado interrumpidas por extincién de la familia 0,
mucho peor, por negligencia. No contento atin con tantas precauciones
encaminadas a asegurarle un firme y continuo disfrute de comida y de
otros productos reconfortantes en el mds alld, el egipcio mandaba que en
el propio sepulcro se procediese incluso, a partir de la época de la IV
dinastia (ca. 2550-2500 a.C.), a la incisién de una biograffa del todo
personal, considerablemente itil para los eruditos modernos como tinica
fuente de informacién relativa al ambiente no regio en el perfodo mas
antiguo de la civilizacién del Nilo. En ella, tras enumerar los propios
méritos en vida con el objetivo ya sea de perpetuarlos en la piedra ya sea
de producir una buena impresién en el visitante, el propietario de la
tumba rogaba al transetinte que se detuviese y recitase la formula
funeraria de ofrecimiento:
“Ofrenda que hace el rey, ofrenda que hace Anubis [el dios de la
necr6polis] el cual esté ante el santuario divino, “Aquél que se halla so-
bre su montafia” [epiteto de Anubis]: 0 sea, que se hagan invocaciones-
ofrendas por él en toda solemnidad y todo dia”
La costumbre persistié durante el Imperio Medio y el Nuevo,
cuando las formulas se grababan en estelas, y se interrumpi6 en la época
tardfa con la incisién en estatuas.
EI sepulcro asf equipado, la denominada “morada de eternidad”,
no debia en modo alguno ser dafiado, de lo contrario aquéllos que se
hallaban en el mds allé hubiesen experimentado por ello graves
consecuencias y Iuego se habrian vengado de los responsables de los
perjuicios, como amenaza Herimeru, que vivio durante la VI dinastia
(ca, 2320-2150 a.C.):
“Por consiguiente, en lo que respecta a todo hombre que perpetre
algiin mal contra ésta mi tumba o penetre en ella sucio, yo lo asiré por el
cuello como a una oca, habiendo sido juzgado por ello ante el tribunal
del gran dios”.
16EL MAS ALLA EN EL ANTIGUO EGIPTO.
Y Mami, que viv’
a.C.), recalca:
“Que el cocodrilo esté en contra de él en el agua, que la serpiente esté
en contra de él sobre la tierra, de aquél que haga algo en contra de esto [la
tumba], mientras que yo no he hecho nada contra él. ;Dios lo juzgara!”.
La conservacién del cuerpo, el rito fiinebre ejecutado segiin reglas
fijas, un abundante y completo equipamiento en manjares, vestidos,
utensilios, estatuas y escenas de vida cotidiana feliz reproducidas en las
paredes del complejo funerario no eran, sin embargo, suficientes para
asegurar al egipcio un destino luminoso y feliz en el més alla: en aquel
mundo Idbrego, hostil y lleno de peligros se hacia necesario otro género
de instrumentos para neutralizar y superar las insidias. El pueblo del
Nilo, igual que todos los miembros de las culturas arcaicas, concedia
maxima importancia al poder de la palabra, la cual, caso de ser bien
usada, podia astutamente allanar cualquier obstaculo. En consecuencia,
los medios mas idéneos para ahuyentar las trampas y los riesgos de
ultratumba estribaban ante todo en las formulas magicas, que habia que
emplear sea contra los seres malévolos sea para demostrar el
conocimiento de algunos lugares y personajes fundamentales en la
geografia infernal: si el finado no lograba dar prueba de este conoci-
miento iba sin escapatoria al encuentro de la aniquilacién.
La primera y grandiosa recopilacién de férmulas destinadas a
ayudar al difunto a desbaratar las insidias de los Infiernos fue redactada
por los sacerdotes de Helidpolis, la ciudad del dios-sol Ra, situada a
pocos kilémetros al norte de Menfis, hacia la mitad del Imperio
Antiguo, entorno al 2300 a.C. Sin embargo, ésta no iba destinada a los
comunes mortales, sino que fue realizada en provecho exclusivo del
soberano; de hecho las férmulas se inscribieron, en largas y ordenadas
columnas de jeroglificos de forma perfecta, sobre las paredes de las
cAmaras funerarias y sobre los sarc6fagos de las pirémides de Unas,
Ultimo rey de la V dinastia, de los diferentes faraones de la VI y de dos
reinas, también de la VI dinastfa, Neit e Iput. Esta enorme coleccién de
materiales epigrdficos de variada procedencia representa un patrimonio
inestimable para el conocimiento de la més antigua religion egipcia:
pero por desgracia su misma antigiiedad, los origenes dispares y la
en la época de la V dinastia (ca. 2460-2320
7GABRIELLE SCANDONE MATTHIAE,
absoluta ausencia de textos contempordneos a que referirse para
proceder a su verificacién y confrontacién hacen que gran parte de las
formulas resulten en realidad demasiado dificiles de comprender para
nosotros los modernos. En efecto, dichas formulas contienen alusiones a
fenédmenos astronémicos y a mitos desconocidos, complicados encan-
tamientos contra las serpientes y otros animales nocivos, referencias a
lugares de la geograffa terrena y mitica del Egipto més arcaico, a veces
absolutamente indescifrables. En general cabe afirmar que los “Textos
de las Pirdramides” (tal es el nombre con que se designa a este
imponente complejo de textos sacros) fueron compuestos en el ambiente
teligioso de Heliépolis, centro del culto del dios-sol Ra, el cual, en
consecuencia, ocupa en ellos una posicién destacada respecto a todas las
demds divinidades, inclufdas sus otras formas de Horus y de Atum,
ligada particularmente la primera a la figura del soberano y la segunda
al acto de la creaci6n. El faraén es hijo de Ra, y a su padre retornardé
después de la muerte:
“jOh Ra-Atum!, este rey viene a ti, un espiritu imperecedero, sefior
de los Cuatro Puntos Cardinales; tu hijo viene a ti, este rey viene a
{Que podais atravesar el cielo, estando unidos en la obscuridad!; ;Que
poddis surgir en el horizonte, en el lugar donde él esta bien contigo!”
(Pyr. § 152).
Osiris, que desempefiaré un papel tan grande en la literatura y en
los ritos funerarios posteriores, aparece frecuentemente en los Textos de
las Pirdmides, pero no reviste en ellos la importancia del dios-sol;
incluso es a veces injuriado de manera clara y el recuerdo de sus
sufrimientos se tifie de desprecio:
“iQue Osiris no venga a por ti (es decir, el soberano) con esa su
malévola venida!; a él no le abras tus brazos; [dile]: jve al sur, ve a
Nedit! [el lugar donde Osiris fue asesinado por su pérfido hermano
Seth]” (Pyr § 1267).
EI soberano, aunque divino, no escapaba a las férreas reglas que
regian el ingreso en el mas alld; en el momento de entrar en el
firmamento, que precisamente le competia en tanto que hijo del Sol, era
sometido a interrogatorio por parte de diversas divinidades, cuyos
nombres deb{a demostrar conocer. Solamente después de ello se
18EL MAS ALLA EN EL ANTIGUO EGIPTO.
convertia en Maa-kheru, 0 sea, “proclamado” por un heraldo y
declarado persona que siempre habia actuado de acuerdo con Maat, el
orden universal. En los Textos de las Piramides se hallan también las
primeras alusiones a un juicio que hay que arrostrar en la ultratumba,
concepto que luego se desarrollar4 ampliamente en el Imperio Nuevo y
que demuestra ademas, con brutal claridad, su derivacién directa de la
idea terrena de tribunal:
“[El soberano] cuenta entre quienes no son cogidos en nombre
del Rey (s/c: ni capturados en nombre de los magistrados, que no son
castigados ni acusados de crimen. Asi es el soberano. No es castigado,
no es cogido en nombre del Rey, no es capturado en nombre de los
magistrados, a los enemigos del soberano no se les declara justificados.
EI soberano no es desposeido de sus bienes; no se le arrancan las ufias;
ninguno de sus huesos es quebrantado” (Pyr § 486).
Hasta el final del Imperio Antiguo, que se cierra con los dltimos y
efimeros faraones de una dinastia que habia conocido el esplendor, la
VI, hacia el 2150 a.C., el verdadero derecho a la supervivencia
ultramundana es exclusivo del rey, como se afirma siempre de forma
explicita en los Textos de las Pirémides:
“;Acoge entre los brazos al rey (se invoca aqui al dios-sol Atum,
aspecto de Ra), conduce al rey al cielo, a fin de que no se muera sobre la
tierra entre los hombres!” (Pyr. § 604).
El comtin de los mortales que vivia en el Imperio Antiguo basaba
su propia esperanza de vida eterna en el hecho de congregarse, en la
medida de lo posible, en torno al soberano: en efecto, las necrépolis de
la familia real y de los grandes funcionarios se estrechan junto a las
mastabas de la época arcaica y las pirdmides del periodo clasico, en la
esperanza de que el faraén mantuviese en el cielo la corte que le era
entrafable en la tierra. Sin embargo, con la disgregacién del poder
central y la tendencia de los mas importantes feudatarios a conquistar
mayor independencia, los mismos privilegios reales fueron puestos en
tela de juicio y, durante el denominado Primer Periodo Intermedio, que
va desde el final de la VI a los inicios de la XI dinastfa (ca. 2150-2000
a.C.), diversas férmulas de los Textos de las Pirdmides, a los que se
afadicron otros escritos sagrados, principalmente de inspiracién
loGABRIELLE SCANDONE MATTHIAE
osiriana, fueron reproducidas en las paredes de los sarc6fagos de
ciudadanos particulares, con lo que se transfirié a simples hombres un
patrimonio cuyo destino originario era exclusivamente real. Este
segundo importante Corpus de literatura sacra funeraria, fundamental
también para el conocimiento del pensamiento religioso egipcio, es
conocido bajo la denominacién global de “Textos de los Sarcéfagos”, y
conoce su maxima difusi6n en el transcurso del Imperio Medio,
espléndido periodo histérico que va desde la XI dinastia a los inicios de
la XIII (ca, 2000-1700 a.C.) y que vio las gloriosas empresas de los
grandes soberanos de la XII dinastia: Amenemhet I, II y II y Sesostris I
yl.
En los Textos de los Sarcéfagos se desarrollan algunos conceptos
particulares que los Textos de las Piramides ya habian puesto de relieve,
el primero de los cuales es el juicio post mortem que el difunto deber4
superar; no obstante, la siempre notable presencia del dios sol Ra entre
las divinidades que confieren la vida eterna, el papel de Osiris y de los
dioses préximos a él se hacen cada vez mas decisivos, como asimismo
el de algunas divinidades locales.
El aspecto material de estas férmulas tampoco presenta ya la
solemnidad de las largas inscripciones en refinadfsimos jeroglificos que
cubrian las paredes de las c4maras funerarias donde reposaban los
grandes soberanos de la V y de la VI dinastia: su grafia es con
frecuencia cursiva y estén reproducidas, segtin se ha observado ya, sobre
todo en los sarcéfagos, pero también en papiros, mascarillas, arquetas
para vasos canopes y ldminas de oro. El lenguaje es menos dulico y
algunos capitulos reflejan una mentalidad, hdbitos y conceptos muy
lejanos del ambiente regio; el ejemplo que Hama mis la atencién lo
constituye un pasaje del célebre capitulo 269, donde el dios creador
afirma que todos los hombres son iguales, en estridente contraste con la
doctrina de la superioridad del faraén:
“He hecho a todo hombre semejante a su compafiero; jamés les he
ordenado hacer el mal, pero son sus corazones los que han quebrantado
mis preceptos”.
Estas expresiones revolucionarias aparecen s6lo en seis sarc6fagos
del Reino Medio hallados en el-Bersheh, y no aparecen en ninguna otra
20EL MAS ALLA EN EL ANTIGUO EGIPTO.
parte, ni en textos funerarios posteriores; con todo, su significado, como
puede muy bien comprenderse, es notabilfsimo en una cultura en que el
rey era distinto de todos los demés por su naturaleza divina.
Otro motivo que se halla frecuentemente en los Textos de los
Sarc6fagos es el del “triunfo sobre los enemigos” por obra del difunto,
elemento de cufio puramente osiriano cuyo punto culminante es la
declaracién de inocencia ante un imponente tribunal del que forman
parte las mayores divinidades. El difunto afirma:
“iSalud a ti, Khentamentiu, Wennefer [epitetos de Osiris] que
resides en Abidos! Acudo a ti con el coraz6n leno de Maat. No hay
iniquidad en mi cuerpo. No he mentido voluntariamente. No soy
reincidente. ;Que puedas té darme panes que han pasado por el altar de
los sefiores de Maat! [es decir, de aquéllos que han vivido segtin la
verdad]”.
Otro motivo eminentemente humano y conmovedor, que denota la
“democratizacion” de la literartura funeraria y que aparece en los Textos
de los Sarcéfagos, es el vivo deseo de lograr reunirse en el més alla con
la propia familia: existen f6rmulas tituladas “Recitacién para sellar un
decreto concerniente a la familia y para dar a un hombre la propia
familia en el reino de la muerte” (Form. 135) y “Reunir una familia en
el reino de la muerte” (Form. 136). Particularmente interesante para la
posterior evolucién es la presencia en algunos sarcéfagos de un texto,
“B] Libro de las Dos Vias”, acompajiado de un dibujo que constituye un
auténtico mapa geogréfico de ultratumba con sus trampas, sus peligros y
los terribles custodios que la vigilaban. Igual que en los Textos de las
Pirdmides, también en los Textos de los Sarcéfagos se considera
indispensable conocer los nombres de los seres demonfacos que habitan
el més alld, de las puertas y de los diversos puntos a través de los cuales
discurre el camino que hay que recorrer; inicamente cuando se esté
provisto de estas nociones puede uno estar seguro de no caer victima de
los monstruos aniquiladores, como afirma el difunto en la Formula 335:
“Sus pufiales no tendrén poder sobre mi, yo no caeré en sus
calderas, no entraré en sus mataderos, porque conozco sus nombres”.
Al final de todo estén siempre 1a “justificaci6n”, el “triunfo”, por
los cuales el difunto llega junto a Ra, y asi puede ser su escriba, o bien,
21GABRIELLE SCANDONE MATTHIAE
privilegio real transferido al comtin de los mortales, “llegar a ser
Osiris”. Para conseguirlo, la magia de la palabra resulta también aqui el
método més eficaz, y en los Textos de los Sarcéfagos aparecen
invocaciones a una divinidad, Thoth, escriba divino y personificacién de
la sabidurfa, para que defienda al muerto de los enemigos con su
sublime elocuencia y su insuperable pericia en las artes mégicas, tal
como hizo por Osiris. En esta época hace también su primera timida
aparicién el embrién de un texto célebre, que luego se convertira en el
Capitulo XXX del Libro de los Muertos, destinado a impedir “que el
corazén de un hombre se oponga a él en el mundo subterréneo”, de
momento limitado solamente al titulo; la formula 387, en cambio,
esta pensada para impedir que el coraz6n, sede de toda sensacién, sea
arrebatado al finado en el reino de las sombras:
“jVuelve adentro, ti, mensajero de cualquier dios! ;Has venido
para Ilevarte este mi coraz6n, que pertenece al viviente? No daré este mi
coraz6n a un extranjero”.
Por consiguiente, era decisivo mantenerse firmemente en posesién
del propio coraz6n, destinado a ser pesado en la “balanza de justicia”
cuyo contrapeso era Maat, la regla absoluta de vida a que todo hombre
debia atenerse. Pero, si por un lado la idea de un parang6n directo entre
el coraz6n y la “Verdad” en ultratumba es indicio de una alta
sensibilidad moral, por otro la vieja tentacién de recurrir a la magia
actuaba de modo que, con los encantamientos, se intentase poner
sordina a este peligroso testimonio, que m4s que ningiin otro podia
“hablar” en contra del difunto, del cual formaba parte, y revelar sus
pecados. Si posteriormente, al final, el difunto conseguia dar
cumplimiento a su propio designio de “triunfo”, confundiendo a los
enemigos, también podia tomar venganza de los seres vivos que le
habian causado perjuicios; y lo hacia de una manera horrible, tras
haberse transformado en “halcén de los hombres”:
“He suplicado manifestarme bajo forma de halcén de los hombres.
a fin de poder andar como un hombre, a fin de poder escapar
nuevamente de alli, sin que un dios pueda retenerme... Ha quedado
garantizado que yo tenga poder sobre este mi enemigo, de modo que
pueda Ilevérmelo en presencia de la gente... He aparecido como un gran
»EL MAS ALLA EN EL ANTIGUO EGIPTO
halcén, lo he agarrado con mis garras, mis labios estén por encima de é1
como un pufial reluciente, sobre él mis garras son como las saetas de
Sekhmet [diosa-leona de la guerra y de la pestilencia]... yo corto su
cuello en presencia de su familia, le arrebato el corazon sin que ellos lo
sepan” (Form. 149).
Mayor adhesién a una mentalidad comin, sensibilidad hacia
problemas mas humanos y menos sublimes, como la reunién con la
propia familia, y la preocupacién por un juicio al que hay que someterse
se hacen sentir todavia més en la tercera gran recopilacién de escritos
funerarios que, a partir de la XVIII dinastia, en torno al siglo XVI a.C.,
tomaré el relevo de los Textos de los Sarc6fagos en las tumbas egipcias:
se trata del asf denominado “Libro de los Muertos” 0 mejor, como lo
lamaban los antiguos habitantes del valle del Nilo, “Las Férmulas para
salir de Dia”, que ha llegado a nosotros reproducido en millares de
papiros, a veces elegantemente ilustrados, y en utensilios funerarios.
Este complejo de textos, destinados a asegurar la vida en el mas all4 no
constituye una coleccién de contenido fijo: de hecho, en ningtin
manuscrito se reproduce la totalidad de los ciento noventa capitulos que
el erudito aleman R. Lepsius consiguié identificar mediante una
confrontacién de las diferentes redacciones. Sélo una parte mas 0 menos
extensa de éstos solfa transcribirse en rollos de papiro que debfan
acompaiiar al difunto en la tiltima morada. La mayor parte de las
formulas deriva de los Textos de los Sarcéfagos, y continua asi la
tradicién iniciada con los Textos de las Piramides; sin embargo, se han
introducido también fragmentos de nueva compilacién. La redaccién del
“Libro de los Muertos”, como sucedié ya con la de los Textos de los
Sarc6fagos, tuvo lugar durante un periodo muy significativo para la
historia de Egipto: los inicios del Imperio Nuevo, que conocen el
renacimiento del poderio de los faraones después de un largo y
tormentoso intervalo de decadencia politica que coincidié con la
dominacién de los principes asiditicos, los denominados Hicsos. Estos se
habjan instalado en la zona del Delta oriental, fundaron primeramente
alli pequefios reinos y luego Hegaron a aduefiarse de la dignidad
faradnica, antes de ser expulsados tras duras luchas por los principes de
la casa tebana. Asi pues, la institucién mondrquica experimentéGABRIELLE SCANDONE MATTHIAE
nuevamente una grave crisis, tras la cual la literatura funeraria se fue
acercando cada vez mas al mundo del pueblo Iano. Cabe asimismo
observar que en el Libro de los Muertos las dos principales tendencias
que habian dominado las colecciones precedentes, o sea, el filén
osiriano y el de inspiracién solar, alcanzan una especie de compromiso:
el reino de los muertos queda definitivamente situado en el mundo
subterrdneo, cuyo rey era Osiris, mientras que el dios-sol Ra, sefior de la
vida cotidiana, lo visita cada noche, llevando a los pobres difuntos un
poco de luz y, con ella, una pizca de alegria. El vivo deseo de “estar
junto a Ra en la barca solar” cuando é1 “sale de dia” (de aqui el titulo de
la coleccién) aparece de continuo expresado en el Libro de los Muertos,
y manifiesta hasta qué punto los Egipcios temian en realidad la estancia
en ultratumba, pese a todos los augurios de felicidad post mortem.
Los capitulos mas famosos del Libro de los Muertos son el 125,
que contempla el juicio del alma ante el gran tribunal, denominado
“Sala de las Dos Verdades”, formado por cuarenta y dos jueces
presididos por Osiris en persona, y el 30, relativo al comportamiento
que el coraz6n de! difunto debfa mostrar en el acto del juicio: ambos,
como ya se ha dicho, aparecen en embri6n en las colecciones
precedentes. El capitulo 125 es mas bien largo, y abarca dos
“declaraciones de inocencia”: una dirigida a Osiris y otra a los cuarenta
y dos jueces, Hamado cada uno con su peculiar nombre terrorifico:
“Devorador de Sombras”, “Quebrantador de Huesos”, “Flamigero” y
otros por el estilo. Aqui solamente se citan las palabras dirigidas a
Osiris:
“jSalud a ti, oh gran dios sefior de las Dos Verdades! Yo vengo a ti,
sefior mio, habiendo sido conducido a contemplar tu belleza. Yo te
conozco, conozco el nombre de los cuarenta y dos dioses que estén
contigo en esta sala de las Dos Verdades, que viven como custodios de
los cautivos y beben su sangre en este dia de la valoracién de las
cualidades en presencia de Wennefer... Yo he venido a ti, te he trafdo la
justicia, por ti he rechazado la iniquidad:
No he cometido iniquidad contra los hombres,
no he maltratado a las bestias,EL MAS ALLA EN EL ANTIGUO EGIPTO
no he cometido iniquidad en la sede de Maat,
no he conocido al inexistente (el caos, simbolo del mal),
no he tolerado ver el mal,
no he empezado jornada alguna pidiendo dones a quien debia
trabajar por mi,
mi nombre no ha Ilegado al Capitén de la Barca (el dios-sol Ra),
no he vituperado a dios alguno,
no he empobrecido a un pobre,
no he hecho aquello que es tabi divino,
no he dafiado a un siervo ante su patron,
no he emponzofiado,
no he hecho Ilorar,
no he matado,
no he dado orden de asesinar,
no he causado pena a nadie,
no he disminuido las rentas alimenticias de los templos,
no he malgastado los panes de los dioses,
no he robado las ofrendas de los glorificados (los difuntos),
no he sido pederasta,
no he cometido acto impuro en el lugar santo del dios urbano,
no he afiadido ni quitado al celemin,
no he alterado la avura (medida de superficie),
no he estafado ni media arura,
no he aumentado el peso de la balanza,
no he falsificado el peso,
no he arrebatado la leche de la boca de los nifios,
no he privado al ganado menor de su hierba,
no he capturado los pajaros en los bosquecillos de los dioses,
no he pescado los peces de sus estanques,
no he hecho desviar el agua en su temporada,
no he construido una esclusa para (desviar) el agua,
no he extinguido un fuego en su momento (cuando debia arder),
no he pasado por alto los dias de ofrenda de trozos de carne,
no he tomado el ganado de los bienes del dios,
no he obstaculizado al dios en su salida (en las procesiones)”.
25GABRIELLE SCANDONE MATTHIAE
El capitulo 30, de ordinario, aparecia grabado en un gran
escarabajo de piedra dura, denominado “escarabajo del coraz6n” porque
se colocaba sobre la momia en el lugar del corazén y debfa servir para
impedir que este 6rgano fundamental testimoniase contra el muerto en el
momento del pesaje del alma en Ja “balanza de justicia”:
“;Coraz6n de mi madre, corazén de mi madre, miisculo cardiaco
de mis transformaciones, no te alces contra mi como testimonio, no me
plantes cara ante el tribunal, no manifiestes contra mf hostilidad ante el
guardién de la balanza, puesto que ti cres mi Ka que se halla en mi
cuerpo, el Khnum que hace vigorosos mis miembros; puedas salir ti
(del juicio) en consonancia con el bien del que hemos de ser colmados;
No permitas que mi nombre apeste frente a los miembros de la corte que
reparte a los hombres: ello sera un bien para nosotros, serd un bien para
el juez, y el coraz6n se dilataré al escuchar la sentencia; no te inventes
mentiras contra mi cabe el gran dios, ya que, he aqui en esto reside tu
valoracién!”.
Se ha aludido en las pAginas precedentes al hecho de que, si el
difunto supera las pruebas, Ilegard a ser un “Osiris” y podra llevar la
vida a la cual aspira: se reunird con su propia familia, cultivara
felizmente los campos, gozard de una situacién préspera en todo aspecto
y, al mismo tiempo, conforme a un procedimiento mental que a tos
modemos occidentales nos resulta incomprensible, avezados a la Idgica
griega, conocido como “miiltiple aproximaci6n a la realidad”, ser4 todas
las noches compafiero del Sol en la barca que le conduce al mundo
subterréneo y quiz4 también al superior, y obtendré beneficio de su calor
y de su luz, al paso que aquéllos que no fueron absueltos por el tribunal
divino contemplarén cémo pasa la esplendorosa tripulacién desde
lugares tenebrosos y cargados de tormentos.
Estos horripilantes domicilios, ya someramente descritos en los
Textos de las Pirémides y de los Sarc6fagos, aparecen ilustrados con
mayor amplitud en el Libro de los Muertos y, ante todo, en algunas
composiciones redactadas igualmente en el Imperio Nuevo, hacia la
mitad del mismo: el “Libro del Amduat”, el “Libro de las Puertas”, cl
“Libro de las Cavernas” y el “Libro de la Noche”. Todos ellos
describen el viaje nocturno del Sol, que recorre las regiones inferiores
26EL MAS ALLA EN EL ANTIGUO EGIPTO.
después de haber entrado en el seno de la tierra por el horizonte
occidental; tales regiones son 12, y corresponden cada una de ellas a
una hora de la noche. Estan unidas entre si por un gran rio subterraneo
por el que atraviesa la barca de Ra, no sin dificultad ni acometidas por
parte de seres nocivos, el més terrible de los cuales es la gigantesca
serpiente Apopis. Lo mismo que anteriormente los Textos de las
Pirdmides, los Libros antes mencionados nacen para ser reproducidos
en las paredes de las tumbas reales: el Amduat, que es el ms antiguo,
aparece por vez primera en el sepulcro de Tutmosis I (ca. 1505-1493
a.C.); es sustituido en la tumba de Horemheb (ca. 1333-1306 a.C.) por
el Libro de las Puertas, mientras que el Libro de las Cavernas figura en
el cenotafio de Seti I de la XIX dinastia en Abidos, cuya decoracién,
sin embargo, se debe a Merenptah (ca. 1224-1204 a.C.). Estas
auténticas guias de ultratumba conocieron la misma suerte que los
Textos de las Piramides y, en la primera mitad del I milenio, fueron
transcritas en las paredes de las tumbas y en los sarc6fagos de los
simples ciudadanos. En efecto, por esta época el deseo de retornar a la
gloriosa edad antigua habfa ocasionado el auge de estilos artisticos y de
conceptos religiosos del Imperio Antiguo y, junto a férmulas que
reaparecian al final de Imperio Nuevo, se reproducian fragmentos de
los Textos de las Piramides, cuya eficacia quedaba garantizada
precisamente por su remota antigiiedad.
En esta serie lo suficientemente extensa de composiciones magico-
religiosas, encaminadas todas ellas a garantizar la supervivencia en el
oscuro mundo que se abria més all4 de los confines de la vida, junto a
los textos que declaraban al difunto protegido por los dioses, o bien
semejante a ellos y, por tanto, digno de existir en una dimension
sobrenatural, junto a las narraciones del juicio ante el Tribunal divino y
a las alusiones a lugares més o menos felices destinados a morada de los
finados, van haciéndose cada vez més claras y vivas las descripciones de
los tormentos y de las penas asignados a los que no se habian provisto
con la debida antelacién de sepulturas perfectamente equipadas, ritos
finebres Ilevados a cabo segiin todas las reglas y formulas magicas
eficaces para abordar el viaje al mas all, o bien a los que no habian sido
absueltos en la Sala de las Dos Verdades.GABRIELLE SCANDONE MATTHIAE
I. PRIVACIONES Y PENAS INFLIGIDAS A LOS CONDENADOS
Para el Egipcio de todas las épocas la pena por excelencia era la
“no existencia”, la aniquilacién, el retorno al caos primoridal que
circundaba a la creacién y la amenazaba constantemente, asomandose a
veces inquietante al dominio de la “existencia”. Asf pues, el mds cruel
castigo era el de ser totalmente anulado y en el més alld ello podia
suceder cuando el difunto era devorado por los genios perversos, o bien
por el fuego. Este concepto que, como se vera, conoceré acto seguido un
amplio desarrollo, ya est presente en los Textos de las Piramides, donde
se habla de un demonio Kherti “que vive en los corazones de los
hombres” (Pyr. § 665); para exorcizar el peligro se evocaban
continuamente la vida, la resurreccién, que, de derecho, incumbian al
faraén en cuanto dios:
“| Tierra, escucha lo que dicen los dioses! Ra habla, él convierte a
este soberano en un espiritu, que recibe la propia forma espiritual en
presencia de los dioses, como Horus hijo de Osiris; él le da su espiritu,
que se halla entre las almas de Pe, lo hace noble como un dios que se
halla entre las almas de Nekhen (reyes predindsticos divinizados)” (Pyr.
§ 795).
En los Textos de las Piramides, una pena muy temida, que
apareceré citada con frecuencia en las colecciones posteriores, es
siempre la destruccién mediante el fuego, forma segura de aniquilacién
total; para conjurarla, el soberano proclama sus propios derechos
divinos, que le derivan del hecho de ser Horus, hijo de Osiris:
“Vosotros que vendriais contra m{ para ponerme obstaculos, venid
ami, venid a mi (como amigos), porque yo soy el a/er ego de mi padre,
el pimpollo de mi madre. Aborrezco viajar en la obscuridad, porque
entonces no puedo ver, sino que caigo boca abajo; hoy yo salgo fuera
para llevar la justicia, porque ella est4 conmigo, y a mf no se me pondré
sobre vuestra llama, joh dioses!” (Pyr. § 322-23),
En este pasaje se expresa y exorciza también otro de los méximos
temores que el Egipcio experimentaba respecto a lo que le podia suceder
en el més alla: el “caer boca abajo, volcado”, o sea, hallarse con la cabeza
abajo y los pies en alto. Este singular temor deriva del hecho de que el
28EL MAS ALLA EN EL ANTIGUO EGIPTO
mundo inferior se lo imaginaban como si estuviese situado en la parte
opuesta de la tierra y, por tanto, invertido al de los vivos: en consecuencia,
quien habitaba allf experimentaria la inversién de todas las funciones
fisiolégicas. Los productos de la digestién, en vez de seguir la via natural,
habrian tomado la direccién inversa, y el infeliz difunto deberia soportar
que la boca se le Ienase de los propios excrementos. Asi, pues, para evitar
una situaci6n tan repugnante se idearon numerosisimas formulas mdgicas
que hacfan hincapié en el hecho de que el muerto no se nutre de
excremento ni bebe la propia orina. Por supuesto, el temor de verse
obligados a alimentarse de sustancias tan repulsivas tenia su origen no
s6lo en el pensamiento de hallarse en posicién inversa respecto a la
normal, sino también en la preocupacién de sentirse privados de ofertas
funerarias. El soberano intentaba sustraerse a tan tremenda eventualidad
rogando a los dioses que le asociasen a su mesa:
“Mi boca es pura, las Dos Enéadas me perfuman, y pura es en
verdad esta lengua que esta en mi boca. Lo que yo detesto son las heces,
la orina me repele, detesto mi propio aborrecimiento. Lo que yo detesto
son estas dos cosas, y yo jamds comeré lo aborrecible de estas dos,
como Seth detest6 el veneno. ;Oh vosotros dos Compaiieros que
atravesdis el cielo, que sois Ra y Thoth (el Sol y la Luna), tomadme con
vosotros, a fin que pueda yo comer lo que vosotros coméis, beber lo que
vosotros bebéis, de modo que pueda yo vivir de aquello de lo que
vosotros vivis!” (Pyr. § 127-29).
A estos dos grandes temores se afiaden, en los Textos de las
Pirdmides, otros temores mds humanos: la separacién de la familia, la
reclusi6n en prisién, el sentirse atados e impedidos en los movimientos,
el ser mordido por serpientes u otros animales dafinos, el morar
eternamente en la obscuridad. Algunos pasajes afirman explicitamente
que el rey esté libre de todo vinculo:
“iPuedas tti tener poder sobre tu cuerpo, puesto que no conoces
ataduras; has nacido por Horus, has sido concebido por Seth” (Pyr. § 233).
Numerosisimas formulas estan dedicadas a prevenir los efectos
mortales de la mordedura de las serpientes, y con frecuencia presentan
fuertes dificultades de comprensién para nosotros los modernos. La
siguiente es una de las mas simples:
29GABRIELLE SCANDONE MATTHIAE
“iCae, oh serpiente salida de fuera de la tierra! Cae, oh llama
salida del Abismo! ;Cae abajo, arrdstrate ya!” (Pyr. § 233).
Andlogas preocupaciones a las que manifiestan los Textos de las
Piramides (hallarse boca abajo, mordeduras de serpientes,
encarcelamiento) aparecen en los Textos de los Sarcéfagos en relacién
con las penas, los tormentos y las privaciones a las que los finados
pueden ser sometidos en las obscuras moradas ultramundanas, que son
ineludibles e insoslayables. Aqui también la aniquilacién puede ser
provocada por demonios horribles, despiadados devoradores contra los
que se pide proteccién al dios-sol Atum:
;Oh Atum que resides en la Gran Morada, Sefior de las Enéadas,
salvame de aquel dios que vive gracias a la matanza, que tiene faz de
perro y piel de hombre! Es el guardian de los meandros del Lago del
Fuego, engulle las sombras, despedaza los corazones, inflige heridas,
pero sin ser visto” (CT IV, 310-15).
Se expresa asimismo el temor del fuego, que destruye
completamente el cuerpo, soporte indispensable de las entidades
espirituales, con lo que hace imposible la superviviencia; en el ya
recordado Libro de las Dos Vias se habla de un lago de fuego, que el
muerto debe evitar. La formula 246 estd enteramente consagrada a
conseguir que el difunto entre y salga del fuego sin perjuicios:
“Formula para entrar en el fuego y para salir del fuego al otro lado
del cielo. Yo soy el invisible de forma dentro del esplendor solar, yo
entro en el fuego, yo salgo del fuego, el esplendor solar no me ha
traspasado. Aquéllos que hallan al Grande no me han quemado...”.
Las formulas finales de los Textos de los Sarcéfagos evocan,
mediante la continua repeticién del término “fuego”, un infierno
ardiente, donde el difunto corre de continuo el riesgo de sucumbir.
Véase por ejemplo el inicio de la formula 1139:
“Los muros son altos y yo muero en sus confines. jFuego, fuego!
Las bocas de sus serpientes lo custodian”.
La posterior alusién a mutilaciones que acarrean la muerte
‘definitiva” es frecuente, entre ellas la decapitacién o la ablacién de
miembros; el pasaje conclusivo de la férmula 677 reza: “conservar la
propia cabeza y no morir la muerte”, y la férmula 904, mal conservada,
30EL MAS ALLA EN EL ANTIGUO EGIPTO
tiene como primera frase: “salvar el propio cuello de quien podria
cortérselo”: aqui el verdugo parece ser un monstruo terocéfalo, porque
en otro pasaje se dice que el muerto, para defenderse, “ha guerreado
contra su cuerno, y asi él no podré alzar su rostro, porque seré
despedazado”. Y en la férmula 114, cuyo titulo es “No entrar en el lugar
de ejecucién del dios”, el difunto afirma:
“Yo soy Shu (divinidad urania), no he sido arrastrado al lugar de
ejecucién del dios... no estoy rodeado, no estoy encerrado... soy un
grande, tengo aspecto de babuino, no he entrado en el lugar de ejecucion
del dios, el pufial no tiene poder sobre mi”.
Idénticos temores aparecen en el Libro de los Muertos, que
contiene también él repetidas alusiones a las funestas eventualidades de
la destruccién total, de la “vida invertida”, de la decapitacién o
mutilacién; sin embargo, hay que observar que las tres colecciones
principales de textos funerarios egipcios (Textos de las Pirdmides,
Textos de los Sarcéfagos y Libro de los Muertos) se habian escrito para
las almas justas, no para los pecadores: su finalidad era ayudar al
difunto a conseguir la eterna beatitud. En consecuencia, se subrayaba en
ellas la feliz conclusién de la experiencia de paso de la vida terrena a la
ultramundana, con el relativo corolario de situaciones ideales: comida
eternamente asegurada, vecindad con los dioses; estancia en fértiles
campitias; 0 bien ascensién al cielo. Las nefastas posibilidades de caer
bajo los puiiales del demonio, de ser incinerados para siempre o de
encontrarse volcado hacia abajo con la boca Ilena de substancias
inmundas eran solamente evocadas e inmediatamente exorcizadas; se
preferfa evitar detenerse en aquello que aguarda a los difuntos incapaces
de superar el juicio del divino tribunal, al paso que se insistfa en las
delicias reservadas a los elegidos.
En cambio, los diversos Libros del mas alla inscritos en las tumbas
reales del Imperio Nuevo constituyen un repertorio de textos de cardcter
diverso: ya no existen colecciones de formulas para ayudar al difunto a
superar situaciones hostiles y peligros, sino verdaderas y propias guias
de los Infiernos, que ilustran acerca de las “moradas desconocidas” que
el Sol atravesaba en su recorrido nocturno. Por tanto, la ultratumba era
descrita aqui en todos sus aspectos, incluidos los terrorificos, como eran
31GABRIELLE SCANDONE MATTHIAE
los lugares donde yacian entre tormentos aquéllos que no habian sido
absueltos en la “Sala de las Dos Verdades”. Los Egipcios llamaban a
estos textos sacros con la denominacién general de “Libros del
Amduat”, o sea, “Libros de lo que se halla en los Infiernos”; el mas
antiguo de ellos, conocido también con la simple denominacién de
“Amduat”, Ilevaba en realidad el titulo “Escrito del Espacio
Desconocido” y se remontaba al siglo XVI a.C. A su vez, el ya citado
“Libro de las Puertas” (asf denominado por los eruditos modernos,
puesto que carece de titulo) fue en cambio compuesto en torno al 1320;
algo posterior es el “Libro de las Cavernas”. Otros textos contem-
pordneos de menor amplitud, como el “Libro del Dia y de la Noche” y
la “Letanfa de Ra”, proporcionan ulteriores pormenores para completar
el cuadro que los Egipcios de la segunda mitad del II mileno y de la
primera mitad del I mileno a.C. se habian formado de la topografia
ultramundana.
E. Hornung, autor de estudios fundamentales sobre la literatura
funeraria egipcia, ha clasificado las penas infligidas a los condenados
que se describen en los Libros del Amduat en cuatro categorias:
tormentos dirigidos contra el cuerpo, contra otros componentes de la
persona humana (el Ba, verosimilmente el alma, y la Shu, sombra), los
dirigidos a destruir la unidad de la persona y los encaminados a anular la
misma existencia.
Los suplicios dirigidos al cuerpo del difunto podfan articularse
diversamente. La primera condicién desfavorable para cualquier persona
después de la muerte era ciertamente la privacién de la sepultura, e
incluso aquéllos que habian sido cuidadosamente embalsamados y
encerrados en un precioso sarcéfago podian ser despojados de todo ello
en el més alla, en caso de que se les reconociese “culpables”. De hecho,
en la décima hora de la noche, el Libro del Amduat hace referencia a
divinidades malvadas que “descubren el cadaver, arrancan las vendas de
las momias de los “enemigos”, cuya punicion se ordena en los
Infiernos”. A ello se afiadia ademés la falta de luz, la inmersién total en
la obscuridad tinicamente esclarecida de vez en cuando por monstruosos
resplandores impetuosamente arrojados por el veneno de gigantescas
serpientes, el exilio al lugar donde se dejaba sentir con més intensidad el
32EL MAS ALLA EN EL ANTIGUO EGIPTO
deseo de contemplar el sol, de sentir su confortante presencia, reservada
a las almas de los bienaventurados. Los desgraciados condenados,
ademas de ser relegados a las tinieblas, no vefan y ni siquiera
escuchaban la voz del dios Sol que cada noche Ilamaba a los elegidos a
una nueva vida: “no pueden ver con sus ojos, no pueden escuchar con
sus ofdos, y los unos matan a otros situados por debajo de ellos (0 sea,
que se pisotean mutuamente)”; incluso sus facultades més elementales
eran, asi pues, conculcadas, y a un tormento se afiadia otro. La misma
palabra se les arrebataba: los culpables habitaban el “lugar del silencio”,
mientras que los bienaventurados, al menos durante la noche, podfan
hablar con el Sol y obtener de él fuerza y alivio.
En sintesis, los condenados, debilitados por toda suerte de
privaciones, eran rechazados a las profundidades tenebrosas y casticas
de 1a no-existencia, alejados de la nica fuente vital que representaba el
Sol nocturno, que iluminaba aunque s6lo fuera momenténeamente las
moradas de los bienaventurados y les enviaba un destello del orden
terrestre. En el obscuro abismo Ileno de sufrimiento las posturas,
naturalmente, se invertian: los perversos “posaban sobre su propia
cabeza”, “comian las propias heces y bebfan la propia orina”. Olores
pestilentos les afligian, como afirma un pasaje del Libro de las Puertas,
que recuerda la hediondez del Lago de Fuego, del que los pajaros huyen
(1, 114), y los rugidos de los demonios esbirros los aterrorizaban. Otras
penas corporales eran la atadura de los miembros, el encadenamiento a
palos para ser torturados por verdugos que llevaban nombres espantosos
y significativos (“Atador”, “Compresor”, “Terrible”), el encarcelamiento
en jaulas de madera y, por supuesto, mutilaciones y quemaduras
infligidas mediante espadas que a veces lanzaban llamas, o bien
mediante llamas que golpeaban las carnes como dagas o pufiales.
E] lugar en el que se ejecutaban las condenas a penas sangrientas
Hevaba el nombre de “matadero”; de él era duefia Sekhmet, la dios
leona que presidia la guerra, las matanzas y las epidemias. La asistfan
demonios crueles que, ademas de torturar y matar a las victimas, vivian
de la sangre o de los corazones de aquéllas, como ya se ha visto en los
Textos de las Pirdmides y de los Sarcéfagos: en el Libro de las Puertas
al guardian de una puerta se le llamaba “Bebedor de Sangre” y los
33GABRIELLE SCANDONE MATTHIAE
condenados, segtin el Libro de las Cavernas (49,3), se veian inmersos en
una tiniebla “hecha de sangre”
Sin embargo, entre las penas ultramundanas que mayor horror
producian, estaba siempre el fuego, devorador y destructor implacable;
éste podia provenir de las més variadas fuentes; en el infierno egipcio
despedian fuego las bocas de las serpientes, las fauces de horrendas
divinidades con frecuencia leontocéfalas, el horripilante ojo del dios-
Sol, los ojos de los demonios, las espadas animadas. Vientos encendidos
quemaban los rostros de los condenados, sus cabezas eran substituidas
por hachones perennemente ardientes y, en la quinta hora de la noche,
un mar de fuego pestilente estaba pronto a acogerlos, mientras Osiris y
los bienaventurados obtenfan del mismo mar refrigerio y alimento. En la
hora undécima, el fuego colmaba profundas fosas custodiadas por
genios armados de cuchillos y por una serpiente: en ellas se consumian
perpetuamente cuerpos, almas, sombras y cabezas de los pecadores, al
paso que el dios Horus les vociferaba:
jVuestros cuerpos deben ser sometidos a suplicio con el cuchillo
que atormenta, vuestras almas aniquiladas, vuestras sombras holladas,
vuestras cabezas mutiladas! No os mantengdis derechos, sino posad
sobre vuestras cabezas! No podéis huir, no podéis poneros a salvo!”
(Amduat, 189, 1-7).
Al “mar de fuego”, a las “fosas de fuego”, a la “isla de la Hama” se
afiadian, para el eterno tormento de los pecadores, enormes calderos, ya
recordados en la formula 335 del Libro de los Muertos antes
mencionado, situados en el denominado “Lugar de Aniquilacién”, del
que se trataraé mas adelante, donde se ponian a cocer cabezas,
corazones, cuerpos, almas y sombras de los perversos, y en la mayor
parte de casos en postura invertida a fin de que el sufrimiento fuese mas
agudo; serpientes y demonios atizaban por debajo de ellos el fuego, y la
divinidad solar les incitaba de este modo (Libro de las Puertas, 97):
“jOh Ureo (serpiente que escupfa fuego), que presides tu llama,
lanza el fuego en tu caldero, que contiene las cabezas de los enemigos
de Osiris y los corazones de los enemigos de Aquél que esta en los
Infiernos (siempre Osiris)! jLanza la antorcha en tu caldero, cuece a los
enemigos de Osiris! ;|Oh vosotros dos Ureos, “Llama” y “Abrasador”,
34EL MAS ALLA EN EL ANTIGUO EGIPTO
disparad vuestra llama, encended vuestro fuego debajo de todo caldero
que contiene a los enemigos de Osiris!”.
Quienes habfan sido juzgados culpables en el mas alld de los
Egipcios no solamente posefan un cuerpo contra el cual podian
encarnizarse los verdugos infernales; el individuo, en realidad, estaba
formado también por el alma (0, mejor dicho, como ya se ha insinuado,
por una entidad similar a la que nosotros designamos con el término
“alma’" y que los hombres del Nilo indicaban con la palabra 4a) y por la
sombra (llamada s/u1); por eso, las penas podian ir dirigidas igualmente
a esos otros componentes de la persona humana. Las “almas” eran
encadenadas, arrastradas a los “‘mataderos”, quemadas, asesinadas,
cortadas a trozos; las sombras, sometidas a mutilacién y heridas,
disueltas, finalmente “decapitadas”; almas y sombras, posteriormente, se
cocian en los calderos con los cuerpos, miembros y corazones, eran
colocadas en la horrible y repugnante posicién invertida, privadas de la
luz solar en el momento del paso subterrdneo del astro y arrojadas a la
caética obscuridad primordial. De tal manera las entidades espirituales
eran inexorablemente asimiladas al cuerpo en los tormentos, y para los
condenados jamés podia realizarse la feliz condicién prometida a los
elegidos, o sea, la posibilildad de que el 4a, libre de coacciones, dejase
los Infiernos y pudiese respirar, aunque sélo fuera breves instantes, el
soplo de la vida sobre la tierra, retornando a su sepultura en la
necrépolis; de igual modo las penas infligidas al 4a imped{an la libertad
de reunirse cada noche con su momia, reanimandola nuevamente.
Alma y cuerpo, su indispensable soporte carnal, quedaban de
hecho separados por la muerte, segtin los egipcios; con frecuencia en los
textos funerarios se afirma que la primera esta destinada al “cielo” y el
segundo a la “tierra”. El alma podfa retornar al mundo de dia, y luego
unirse al Sol en su viaje subterréneo nocturno: en esta ocasién
reencontraba el propio cuerpo, yacente en el mundo ultraterreno, y lo
vivificaba; en cambio, si era sometida a suplicio y aniquilacién, al
cuerpo le faltaria para siempre la centella del espiritu, 0 sea la vida
misma.
Culminacién de las penas infernales era la destruccién total de la
persona, que entrafiaba la cancelacién de su existencia: de ella seGABRIELLE SCANDONE MATTHIAE,
ocupaba en particular un horrendo monstruo, la “Devoradora”, la cual
aparece por vez primera en la época del Imperio Nuevo y esta
representada en figuras de innumerables papiros funerarios. Tenia
cabeza de cocodrilo, la parte anterior de leén y la posterior de
hipopétamo, y era la descendiente directa de los demonios canibales de
los Textos de los Sarc6fagos denominados “Engullidores”. Sus enormes
mandibulas erizadas de dientes agudos trituraban cuerpos y almas,
anulaban todos los componentes materiales y espirituales de los
individuos, con lo que los expulsaban para siempre de la creacién, el
reino de lo “Existente”, para precipitarlos en el “No-existente”. El lugar
en que actuaba la “Devoradora” se denominaba “Lugar de la
Aniquilacion” y yacfa en las profundidades mas tenebrosas y casticas de
la ultratumba. Los pecadores y sus almas eran “consignados”,
“asignados”, “condenados” al Lugar de la Aniquilacion, del que “no
habia retorno”: alli, como dice el Libro de las Cavernas, aquéllos eran
encadenados, vigilados, asesinados y por tltimo aniquilados, bajo el
vigilante control de enormes serpientes que, con su hdlito encendido, se
ocupaban de mantener altisima la temperatura en lo que, con expresion
dantesca, podria definirse un “Bajo Infierno”.
Los libros egipcios de los Infiernos describen, por consiguiente,
mediante el texto y las imagenes, la idea que los antiguos habitantes del
Valle del Nilo se habfan formado del més all4 en la época del Imperio
Nuevo, o sea, hacia la mitad del II milenio a.C., 0 poco después. Estas
elaboradas composiciones representan ciertamente un desarrollo de
conceptos precedentes, ya atestiguados en embrién en los textos sacros
funerarios mas antiguos, y constituyen un nuevo intento de privilegiar al
soberano respecto a los comunes mortales, una vez que las compilaciones
de férmulas sacras, en su origen concebidas exclusivamente para la
persona del rey, habian sido objeto de apropiacién primero por parte de
los grandes dignatarios y luego de los stibditos que podian permitirse la
construccién y decoracién de un sepulcro de cierta importancia. Sin
embargo, tampoco escapardn ellos mismos a la democratizaci6n, y
correrdn la misma suerte que los Textos de las Pirémides: después de
haber sido escritos tinicamente en las tumbas de los faraones pasaraén a
cubrir las paredes de las de los simples ciudadanos.
36EL MAS ALLA EN EL ANTIGUO EGIPTO.
Los infiernos egipcios, que los diversos libros del mas alld
describen, muestran una organizacion topogréfica y una variedad de
aspectos mucho més amplias y articuladas que cuanto puede hallarse en
andlogas construcciones imaginarias de otras civilizaciones
contemporaneas; es cierto que en otras partes el material informativo es
mucho mas escaso, pero los pueblos del Préximo Oriente
contemporaneo en general parecen haber concebido la ultratumba como
un lugar humeante, triste y mon6tono, que en cierto modo recuerda el
concepto cristiano del Limbo y probablemente constituye el origen de la
idea que los pueblos griegos tenfan del Hades. En cambio, la ultratumba
egipcia presentaba un doble aspecto: feliz permanencia en la barca solar
y campos fértiles y gozosos para aquellos difuntos a los que declaran
“justos” cuarenta jueces en la Sala de las Dos Verdades en presencia de
Osiris, tinieblas sangrientas y ardientes para los “culpables”, los
“enemigos”.
Incidiendo ahora de nuevo en el abismo en el que habitaban los
condenados, observamos que los tormentos corporales que se les
infligfan con mayor frecuencia eran las mutilaciones y el fuego en
diversas formas y aplicaciones: no aparece en absoluto, hay que
subrayarlo, ningtin tipo de pena realizada mediante el agua, en forma de
ahogamiento, anegamiento o inmersin en el hielo. Tal particularidad
hay que explicarla por el cardcter sacro del agua entre los egipcios: para
éstos, en efecto, la inundacién entrafiaba vida, no muerte, la humedad
primordial habia dado origen a las primeras toscas formas de existencia
(ranas, serpientes) y, en fin, en el Nilo se habia ahogado Osiris: en
consecuencia, todos aquéllos a quienes les habia caido en suerte la
“muerte por agua” eran automaticamente considerados bienaventurados.
La lejania del Sol constitufa un suplicio de cardcter mds espiritual
que material: en realidad esta privacién parece que hay que entenderla
correctamente no como una simple carencia de luz y calor, sino, mas
sutilmente, a modo de una exclusién de la presencia divina, con todo lo
que semejante lejanfa comportaba: relegacién en las tinieblas del Caos,
de la anti-creacién, del desorden, imposibilidad de participar de la Maat,
divina armonja universal que provenfa del astro diurno. Quien no podia
ver la luz del Sol era un réprobo, un no-hombre.
37GABRIELLE SCANDONE MATTHIAE
Alejamiento de la Luz, demonios atormentadores, rios de fuego,
calderas en las que hervian los condenados: cuando en textos de hace
tres mil quinientos afios se encuentran semejantes conceptos, ,cémo es
posible no volver Ia vista a los grandiosos frescos infernales pintados
por Dante en su Divina Comedia? Parece bastante verosimil que en el
extenso repertorio imaginativo medieval relativo a las penas del mds
alld, de los que nuestro poeta obtuvo la inspiracién, hayan confluido
elementos de lejano origen egipcio, probablemente por mediacién de los
Evangelios apécrifos coptos. La eficaz e impresionante descripcién de
las horribles torturas destinadas a los pecadores descritas en los diversos
libros del mas alla ha influido sin duda en los descendientes de los
stibditos de los faraones convertidos a la nueva fe. Para aterrorizar a los
buenos cristianos y mantenerlos alejados de la culpa, qué otra
inspiracién mejor para los fandticos monjes egipcios que la que les
venia directamente de las pinturas de las antiguas tumbas violadas en las
que ellos habijan establecido sus habitaculos de eremitas? Y, asi, en un
texto copto sobre la historia de José se habla de guardianes de las
puertas infernales y de un més alld con rfos de fuego y caminos
peligrosos que hay que recorrer; el mismo més alld es denominado en
diversas composiciones Amen/i, término derivado directamente del
egipcio /mentet, que significa precisamente “Occidente”, o sea, reino de
los muertos: en el Apocalipsis de Pablo, el Abismo abierto por el angel
de Dios es un pozo flameante del cual se desprende una terrible
hediondez, reminiscenc imediata del Lago de Fuego del Amduat (el
cual, a su vez, podria ser el origen de la griega Laguna Estinfalo):
“El agua de este lago es hirviente y los pajaros la rehuyen cuando
ven alla abajo el agua y perciben el olor fétido que hay en ella”.
Una imagen del Infierno bastante semejante a la del lugar donde
moran los condenados en el mas alld egipcio es la evocacién que se hace
en el “Martirio de Macario de Antioquia”, donde los diablos tienen
cabezas de animales feroces (leones, cocodrilos, dragones, osos), como
los demonios atormentadores representados en los Libros del Amduat:
éstos zambullen el alma del pecador en un rio de fuego y, después de
pasar por la Sala del Juicio donde Cristo ha suplantado a Osiris en la
funcién de Juez Supremo, la consignan a la “Comedora” de cabeza del
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