You are on page 1of 19
LOS ee DE L CIENCIAS DEL HOMBRE Fl mundo de Juan Jacobo Rousseau Introduccion, notas, seleccion de textos y traduccion: Jorge E. Dotti € Centro Edilorde América Lalina 00904525 Secretaria de produceién: Oscar Troeose Aaesoriian: Oscar Sammartino, Estla Enecoiz Conte inacion y produccién: Natalio Lukawecks, in E, Marquez i ica Latina SA tro Editor de América 2 See ce ow Toy. Libro de edi ated Hecho epee 6a8 ands Oeste PPO So is. As Enea cates Halo, ‘Av. Mosconi 640, Lomas dl ener is 6 ul Jer iS fs, Dsndores ona Be teem gar, Buenos Ares; ne Dpu sR " Azara 225, Capital impreso en diciembre de 199 ISBN: 950-25-2049-1- INtrOduccion, 1. “Todo en los recuerdos de esas 6pocas de felicidad y de inocencia vuelve a menudo para arrebatarme y entristecerme” \ La actualidad de Rousseau impacta. Ante todo Por su condicidn de intelectual problematicamente ligado a la sociedad de la cual aspira a ser con- ciencia critica; es decir contradictoriamente nece- sitado del reconocimiento que amenaza desvirtuar la funcién politico-pedagégica de su propuesta. Pero también y fundamentalmente por la solucién personal del dilema: Jean-Jacques asume. el en- frentamiento con el sistema cultural al cual esta social e ideolégicamente “destinado”, en el doble plano del aislamiento (soledad y pobreza) y de la Proyeccién revolucionaria de la regeneracion aus. Piciada. Ambas instancias representan el rechazo al compromiso con la realidad de su siglo, y se cristalizan en actitudes sociales y tedrices tan compiejas y matizadas como su misma personal dad. Esta independencia conceptual y existencial configura la “excepcionalidad” de Rousseau. A ella atribuye J-J. la causa de sus “desventuras”: cons- cientemente enajenado de su sigio, goza del raro privilegio de presentarse como Paradigma de pu- reza ante una realidad corrompida, y como victima expiatoria cuya justa denuncia es Pagada con in- comprensién y odio. Se siente lacerado por ten- dencias que la historia ha contrapuesto artificio- samente y cuya conciliacién puede alcanzar séio en fa profundidad de su alma, libre de contamina- ciones sociales; al mismo tiempo, pedagogo-refor- mador que quiere transferir - exterior la tumino- idad que descubre en si mismo. En el origen de esta laceracion Rousseau cree descubrir la tensior. y su caracter contemplativo: “es como si mi co- razén y mi espiritu no pertenecieran al mismo in- dividuo” (0. C., ed. J. Fabre y M. Launay, Paris 1967, |, 63). Su’ tarea sera conciliar la aspiracién a lo inmediato (lo natural y puro) con la necesidad de valerse de la mediacién (la politica y con ella el “peligro” de la historia) para ver tal concilia- cién realizada, en su persona y en la sociedad. Un dualismo facilmente perceptible rige sus es- quemas conceptuales e impone un criterio evalua- tivo de Ia historia del género humano y del hom- bre J-J. (dimensiones reciprocamente esclarece- doras), polarizado en nociones correlativas y con : “sentimientos-razon”, “naturaleza-soc ‘autenticidad-apariencia”, “frugalidad-lujo”, “libertad-servidumbre”. Esta sincronia adquiere un significado hist6rico preciso a través de la dialéc- a de “‘caida-redencién”, en funcién de la cual los anteriores conceptos se estructuran también diacrénicamente. La idea de “caida” sefala el pasaje (historicamente determinable) del primer término al segundo, de un opuesto a su contrario; la de “redencién” (de no univoca determinacién en la perspectiva evolucionista rusoniana) propone el proyecto que Rousseau lega al porvenir. Ambas pautas complementarias se entremezclan en la ‘obra del ginebrino y las etapas de la autobiogratia resultan escandidas con el mismo ritmo que deter- mina ‘la evolucién de la humanidad. El microcos- mos de J-J. encuentra en la historia social su correlato ampliado y ambas regiones se iluminan mutuamente: la individualidad de Rousseatt es al mismo tiempo su universalidad. La fascinacién que ejerce su modernidad radica en el modo en que sabe conjugar el ideal (burgués) de identificacion del destino personal con el del género humano, con una actitud de critica social que, sin desvir- tuar la dimensién cientifica de su planteo, lo re- vierte del piano descriptivo y aparentemente Lae tro al de la intencién politica y moralizante. Su individualismo adquiere a anuncia un i 7 juras historicas tuturag a La propia nifiez y adolescencia adqui mismas confotaciones positvas. que ur coats a los sentimientos intimos y a los estadios origi- Rarlos de la humanidad, es decir a lo pre-so Educado “para ei corazén y las emociones”” con Pocas pero apropiadas lecturas su padre lo ha formado “libre y republicano”, de cardcter “inde. mable y orgulloso, reacio a ‘todo yugo y servi dumbre" (123). Al igual que entre fos griegos y fomanos legendarios con quienes se identificé des, fle Pequefio, todo a su alrededor es simple y na. iural, ingenua felicidad y virtuosismo. “,G6mo po. dia envilecerme cuando los nicos ejemplos ante mis ojos eran de dulzura y en torno a mi encontra. pa sélo las mejores personas del mundo?” (Ibid) El amor y la atracci6n sexual no alteran este cuadio ico. Lejos de ocultar su “masoqui menzando por la famosa fesée en las nalgas) y su inmadurez afectiva ("‘postrarme ante una amante imperiosa, obedecer sus érdenes, tener que pedirle Perdén, todo ello es para mi un deleite muy dulce inacién hacia bullir mi re de un amante acon- Confesiones) se apaga en la misma imacinapia que lo alienta, y hasta la descripcién eeu cign amatoria se asimila a una ensehtanza m&e onc tre sus aprendizajes de adolescente. Sin ser ardion: temente deseada, vaticina el fin de la felicidad del aprendiz: “amaba demasiado sinceramente, oso decir que con demasiada perfeccién, para ser fe. iz facilmente. Jamas hubo pasiones ala vez mas vivas y mas puras que las mias; jamas hubo amor ne tierno, mas verdadero, mas desinteresado" Su misma educacién “politica” (en el sentido amplio, clasico, que Rousseau sabra darie) no es- capa a esta idealizacién. Mas que sus primeras lecturas (Bossuet, Ovidio, La Bruyére, algtin Mo- ligre y sobre todo Plutarco), resultan decisivas sus experiencias personales de la injusticia y del peso determinante que lo social tiene en la moral de los hombres. Una acusacién banal (la ruptura de un peine) y la obstinada autodefensa a la que se sin- ti6 obligado, lo transporian de la “dulzura, equidad y complacencia” con que lo habian tratado hasta entonces, a la “‘confusién y turbacién" provocada por esta’ primera desnaturalizacién:: “ese primer sentimiento de la violencia y de la injusticia ha quedado tan profundamente grabado en mi alma que todas las ideas con él relacionadas me revi- ven mi primera emocién, y ese sentimiento —en su origen referido a mi mismo— ha tomado tal consistencia en si y se ha desligado de tal modo de todo interés personal, que mi coraz6n se i flama ante la visién 0 el relato de toda accion injusta, cualquiera sea el objeto y ef lugar donde se cometa, como si el efecto recayera sobre mi” (127). Ha experimentado (y lo hard también pero en. sentido inverso cuando acuse a una pobre sirvienta por un robo intrascendente que i ha cometido) la impotencia de la inocencia y del sen- imiento puro frente al peso de la palabra y la opinion; sabe ya que la verdad desfallece si la apariencia la niega. Este conocimiento sefala et comienzo del alejamiento del “paraiso” y la pér- dida irreparable ‘de la felicidad natural i nificé el fin de mi nifiez, Desde entonces dejé de gozar una felicidad pura y atin hoy siento que el recuerdo de los encantos de mi infancia se detiene alli” (Ibid.). Importa poco ta fidelidad de la pin- tura autobiografica; decisivo en cambio es visua- izar el esquema con que Rousseau rele su propia vida. Rota la unidad pura de su primera edad, la vivencia personal de la injusticia adquiere el mis- mo significado que el motivo de la “socializacion” 10 del hombre natural tendra en sus escritos antro. poldgicos. A ia pureza del origen sucede la des- naturalizacién impuesta por !as relaciones inter- humanas; sociabilidad y vicio se identifican; la Jaridad del sentimienio espontaneo se apaga ante la opacidad del mal; la personalidad se desdobla y la consiguiente ficcién (robar, mentir, holgaza- near) se impone junto con el miedo antes descono- ido. El vehiculo de esta corrupcién es el trabajo: el primer ensayo de integrasién social de J-J. es como aprendiz de grabador (1725). La misrna amistad sucumbe ante el embate de los prejuicios; su primo, hasta entonces compafiero inseparable, “era un moze del barrio alto y yo, misero aprendiz, no era mas que un muchacho del Saint-Gervais: a pesar del nacimiento, ya no habla mas entre nosotros, ser mi amigo era rebajarse” (136). No queda para el joven desclasado otra libertad que la soledad y el didlogo consiyo mismo, el re- fugio en los libros y los paseos por campifias y bosques, provisorio intento de reinmersién en la naturalidad que 1a sociedad ha violado. Es durante una de estas caminatas que llega a lo de un cam- pesino 2mpobrecido y, al descubrir que éste es- conde su comida para sustraerla a la avaricia fis- cal, J-J. experimenta también la dimensién social de la injusticia: “todo lo que me dijo al respecto y que yo ignoraba completamerite, me produjo una impresién que no se borraré jams. Fue el ger- men de ese odio inextinguible que desde entonces se desarrolld en mi coraz6n contra los vejamenes que sufre el pueblo infeliz y contra sus opreso- res” (183). Pese a todo lo que esta personificacion tiene de ideal (de “ente moral”), es posible distin- guir el sujeto historico asi caracterizado. El cam- pesino arruinado por el fisco, las capas burguesas que no participan de los benef mercantilista, artesanos manufactureros desplaza- dos por el mecanismo competitive que comienza a suplantar’a los monopolios y a la industria do- méstica, pequefios propietarios que en su estre- " chez se mantienen al margen de la dindmica de la historia; en fin, el hombre comin que vive de su trabajo manual independiente, contrapuesto af homme de qualité aristocratico y parasitario y al bourgeois gentilhomme; una clase “media” im- Pregnada —en la éptica rusoniana— de virtud y civismo. Sin derechos politicos y soportando con sus espaldas la cuspide de la pirdmide social, el pueblo” de J-J. sera democratico y jacobino cuan- do haga valer sus reivindicaciones. Deciamos, en- tonces, que es de estas primeras vivencias que nace su idea del mal (la desigualdad y sus efectos), que engloba la moral y la politica en una misma actitud existencial: “zPor qué, habiendo encontra- do tanta gente buena en mi juventud, encuentro necesariamente tan poca en mi edad’ avanzada? eSe ha extinguido su raza? No, pero el rango so- cial en que debo buscarla ahora no es el mismo en que la encontraba entonces. En el pueblo, en quien las grandes pasiones hablan ocasionalmen- te, los sentimientos naturales se hacen sentir mas a menudo. En las clases més altas estén absoluta- mente ahogados y bajo la mascara del sentimiento, s6lo habla siempre el interés 0 la vanidad” (176). Que a historia muestre cémo la mediania_ética alabada por Rousseau degenerara en el Terror, para ceder finalmente a miras mas prosaicas, No invalida fa funcién cumplida por su doctrina en el espectro ideolégico de la Francia pre-revo- lucionaria. EI tema que engarza las vicisitudes de J-J. en e! decenio siguiente a su voluntario alejamiento de Ginebra (1728), es el de la busqueda de una posicién social acorde a sus capacidades, cimen- tadas en una creciente dedicacién a} campo inte- lectual (particularmente a la misica). Rousseau aspira a verse reconocido por su talento, sin que ello comporte el abandono de sus principios mo- rales. Su ideal es la meritocracia, bandera de avanzada del estado llano, Ardua tarea, paralela a la progresiva “culturalizacién” y conocimiento de! R mundo y de los hombres. Comienza como lacayo en casas nobles; pacientemente va demostrando su ingenio y se le abren perspectivas socialmente mas elevadas. Vaga por distintas ciudades vivien- do amores imprecisos y aventuras; ensefia musica y cuando no viaja, lleva —en el mejor de los ca- sos— la vida tipica del “cliente” de una familia aristocratica. Pero esté destinado a otros horizon- tes, y lo sabe. Una conocida anécdota pinta el estado de dnimo de! joven J-J. Mientras sirve la mesa en la casa Gouvon, asombra a los aristocré- ticos comensales al traducir una ambigua frase latina del escudo de armas, motivo de una discu- sién que queda asi zanjada. Ello le vale el elagio del conde y la fugaz atencién de su nieta, de quien Rousseau esta secreta e inmaculadarnente enamo- rado. “Ese momento fue corto, pero delicioso des- de todo punto de vista. Fue uno de esos momentos demasiado raros, que reubican las cosas en suv ‘orden natural y vengan el mérito envilecido por los ultrajes de la fortuna” (156). Orden natural y orden Social, jcémo sufre J-J. su diferencia! Su ingreso al mundo social es, por el momento, tangencial, es decir va madurando como hombre y como in- telectual desde posiciones periféricas y subordi nadas: doméslico, secretario, Preceptor, burécrata en el catastro real, maestro de musica en las bon- nes familles. Se sabe intelectualmente superior a quienes sirve y moralmente incontaminado en su pobreza; aprende que las recompensas sociales ignoran los méritos. Fuerte en sus principios, re~ chaza las oportunidades de estabilizarse a costa de su independencia. Seguir sus peripecias, sus decisiones “insensa- tas” 0 “contradicciones” como gusta llamarlas, es visualizar también e! problema del status del inte- tectual en una sociedad donde conviven el inmo- vilismo del Ancien Régime con la creciente movi- idad burguesa. En tal sentido, Rousseau se pre- senta como portavoz (en mayor o menor medida consciente) de una nueva dignidad, a la que se 13 accede mediante la virtud civica y el genio artisti- co y ante Ja cual toda otra forma de predominio social deberfa “‘naturalmente” ceder. Este concep- to hunde sus raices en esquemas de conciencia vigentes a partir del Renacimiento y que forman parte del proceso de emancipacion social del ai ta que hard eclosion en el primer romanticismo. Peculiar de Rousseau es el matiz politico de su postura: dicha dignidad y emancipacién se identi- fican con las del ciudadano. Sus mismas “excen- tricidades” o su “‘sentimentalismo” apenas ocultan el afan de independencia y de justo reconocimien- to que su visidn radical alimenta. Paraddjica pero inevitablemente —dados los roles sociales de la época—, el ingreso de Rous- seau en el beau monde es posible por una doble dependencia (como doméstico primero y como amante después) de la aristocratica Mme. de Wa- rens, agente del rey de Cerdefia en Piamonte. “Maman” brindara a J-J. fa tranquilidad animica y econémica que necesita para moldear definitiva- mente sus rasgos intelectuales. “El germen de lite~ ratura y filosofia que comenzaba a fermentar en mi cabeza y que no esperaba més que un poco de cultura y de emulacién para desarroliarse com- pletamente” (202), florece junto con ias plantas que el novel herborista cultiva ociosamente en Les Charmettes, ultima isla de inocencia. Ademas de perfeccionar sus conocimientos musicales, am- plia su cultura general y entra en contacto directo con textos decisivos para sus futuras elaboracio- nes doctrinarias: Pufendorf, Port-Royal, Descartes, Malebranche, Leibniz, Locke, sin perder “nada de lo que escribia Voltaire” (203). Compone poemas, breves piezas musicales, una comedia de signifi cativo titulo: Narciso o el amante de si mismo (1731), Las leves “fonctions champétres” que de- * sarrolla son mas una distraccién que una impost- cién social: “las vendimias, la cosecha de frutas, nos entretuvieron el resto del afio y nos ligaron cada vez mas a la vida ristica en medio de esa 4 buena gente que nos rodeaba” (209). Las imagenes bucélicas traslucen algunos motivos de su credo Intimo: la virtud intierente a los trabajos agricolas, la bondad incontaminada del labriego o pastor; el estudio auto-impuesto y alternado con el paseo solitario (por una naturaleza desploblada y como tal ‘‘cémplice”) 0 con la geptil causerie con una mujer comprensiva. : Pero la légica dualista y cristiana subyacente al pensar rusoniano exige que el paraiso cierre us puertas. Desplazado del corazén de Mme. de Warens, J-J, se ve obligado a enfrentar la empresa mayor para la cual se siente, sin embargo, prepa- rado. Junto con la idad se disuelve también la naturalidad de esta primera etapa; la lucha con la sociedad artificial y egoista sera ahora despia~ dada. “Los dulces recuerdos de mis bellos afios pasados con tanta tranquilidad como inocencia, me han dejado mil impresiones encantadoras jQué diferentes son las del resto de ii vidal”. Tras un breve periodo de preceptor en casa Ma- bly, parte en 1741 a tentar fortuna en Paris, arma- do tan sélo de su proyecto para un nuevo sistema de escritura musical 7 2. “La Gnica moral al alcance de este siglo es la moral de pacotilla” En agosto de 1742 lee su trabajo en la Academia de Ciencias. Es significativo que haya intentado obtener suceso en una de las instituciones pecu- jiares del mundo cultural moderno, nacida con ei propésito de agrupar artistas y cientificos y de ofrecerles posibilidades de reconocimiento perso» nal y libre del monopolio y anor eclesidstico o universitario, También significative es el obstdculo que Rousseau encuentra en el dog- matisco de nuevo culo solidificado en esas sedes. La desilusién y el rechazo comienzan a orientar su juicio sobre la realidad cultural del siglo ("los 15 campesinos de Montmorency son miembros de la sociedad mas utiles que toda esa caterva de holgazanes pagaros con el sudor del pueblo por ii Seis veces por semana a parlotear en una aca- demia” 64), pero iejos de desanimarlo, impulsan su afan de inserciér: en los circulos intelectuales. Pese a su condicién provinciana y plebeya —y a las diferencias ideolégicas que en pocos afios lo Nevaran al enfrentamiento con la cultura que ahora lo acoje—, su figura se destaca en salones iterarios y en casas nobles (Dupin, Broglie, Fri se, D'Holbach), que seciben gratamente al promi- sorio compositor y gentil profecor de misica. Pau- latinamente se gana un lugar bajo el sol del arte y ello afianza la conciencia de su dignidad personal. Nos lo testimonia otra anécdota: de visita a la condesa Bielinska (Mme. de Beuzenwall) es invi- tado a almorzar; “un cuarto de hora mas tarde comprendi por alguna que otra palabra que la mesa a la que era invitado era la de la servidum-~ bre. Mme. de Beuzenwall era una buena mujer, pero —limitada y demasiado henchida de su no- bleza polaca— tenia poca idee de las con: idera- lones que se les deben a los talentos. Aun en sa ocasi6n, ella me juzgé por mi actitud modesta mas que por mi traza, que aunque simple era adecuada y no indicaba en absoluto un hombre hecho para almorzar con la servidumbre. Yo ya habia olvidado ese camino hacia tiempo como para querer retomarlo” (231). J-J. no es Figaro, La tnica oportunidad de “ascenso” e integra- cién social la tiene como secretario del embaja- ‘dor francés en Venecia. Su estada en la Serenisi- ma (1743-44) lo pone en contacto con un universo desconocido y desde ura posicién privilegiada, que Rousseau asume con la esperanza de encau- Zar su futuro en el rango mas alto que su origen Je permitia aicanzar. Pero sus continuos alterca- dos con el embajador cierran tempranamente este Peréntesis. De regreso en Paris, Rousseau intenta que su caso sea reconsideradd, pero choca con 16 prejuicios conocides y extrae una moraleja sin- tomética: “Todo el mundo convino conmigo en que yo habia sido ofendido, perjudicado. vafado [...] pere 6! era el embajador y yo un simple se- cretario. El buen orden —o lo que asi se llama— queria que yo no obtuviera iusticia y rio obtuve inguna [...]. Une de las grandes maximas de fa sociedad es inmolar siempre el mas débil al mas poderoso. La justicia y la inutilidad de quejas dejaron en mi alma un germen de nacién contra nuestras esttipidas insti lles, en fas que o! verdadero bien piblico y la verdadera justicia son siempre sacrificados a no se qué orden aparente, en realidad destructive de todo orden y que no hace mas que agregar la sancién de la autoridad publica a la opresion del débil y a la iniquidad del fuerte” (246). “Inmola- cién”, “sact el orden natural es ritualmente ofrendado al artificial, la interioridad a la aparien- cia, el débil al poderoso. Rousseau ha madurado y de ahora en més tendremos ai fogonero tedrico del club Jacobins-Saint Honoré. En Paris se vinoula a las principales person dades culturales: conoce a Voltaire, Buffon, Fonte- nelle, Marivaux; traba amistad con Diderot —con quien proyecta una hoja periodica: Le Persifleur— y se conecta al “partido enciclopedista”. D’Alem- bert le encarga articulos sobre musica. Escribe poesias, comedias; compone canciones; se repre- senta su dpera Las musas galantes y.adapta por encargo Las fiestas de Ramiro de Voltaire-Rameau. Durante estos afios de creciente fama conoce ala humilde e iletrada Teresa Levasseur, de quien sera Su protector-amante y tendré cinco hijos. Sabida es la decision de Rousseau: abandonarlos en el Hospital de Nifos Expésitos. Voitaire haré public {anénimamente en 1764) este hecho para despres- tigiar al contradictorio autor del Emilio, quien por su parte nunca oculté a sus amistades su “con- ducta fatal” (248), una conducta demasiado habi- tual en su época como para que no inspirara a un 7 intelectual trashumante y temeroso. Fousseau ne- garé haber procedido por falta de sentimientos, Hlegando a presentar su gesto como el de un re- publican ingenuo y no el de un padre desapre- hensivo: “jamés en su vida pudo ser J-J. un hombre sin sentimientos [...]; dejando librados a mis hijos a la educacién publica al no poder educarlos yo mismo [...] crei cumplir un deber de ciudadano y de padre y me consideré a mi mismo miembro de la Republica de Platén” (258). En su vejez la- mentara también no haber previsto la posterior identificaciOn, Pero de todas las excusas, la que Neva mejor grabado su sello personal es la que da a la objecion bienpensante (“gpara qué los tu- vo?”) que le hace Mme. de Francueil: “La natura- leza —contesta J-J.— quiere que los tengamos, pues Ia tierra produce alimentos para todos; pero es la clase de los ricos, es su clase, la que roba a la mia el pan. de mis hijos” (52). La retorica ple- beya echa un velo sobre la intimidad Inaccesible de su conciencia, Rousseau ha alcanzado cierto renombre, pronto reforzado por la resonancia y las polémicas que suscitara su Primer Discurso y que 10 convertiran en una suerte de objeto cultural de moda. Esta ‘obra habria nacido de usa “iluminacién” que per }6 @ J-J. respondgr al tema de la Academia de Dijon (‘‘Si el progieso de las ciencias y de las artes ha contribuido a corromper o a depurar las costumbres”) de un modo radical y negativo, de- terminando definitivamente sus opiniones. “Apenas hube leido tal cuestién, vi ctro universo y me volvi otro hombre” (256), “no enicontré nada mas gran- de y bello que ser libre y virtuoso, por encima de la fortuna y ce la opinion, y bastarse a si mismo” (268). Consciente de ios limites de su escrito, se Sorprende al saberse ganador del premio. Diderot fogra que sea publicado y répidamente alcanza gran difusién, generando controversias por el tono Negativo y pesimista, tan discordante con las ereencias en boga. El Primer Discurso es la critica 18 de un moralista a la significacién social de ta cultura contempordnea: ciencias y artes son de- nunciadas por ser hijas del egoismo, de! lujo y de los vicios modemos. Mas alla de innegables jedades y del tono declamatorio, Rousseau afronta —en modo rudimentario— el problema del nexo entre la libertad personal y el bien comin, denunciando la cultura elitista y utilitaria que tiene ante sus ojos. Juzgado ‘como pieza de ingenio su- perficialmente provocatoriay arroja a J-J. a la ce- lebridad. En 1752 se estrena con gran éxito su 6pera El adivino de la aldea; el Mercure difunde sus cartas y-articulos por toda Francia; el fracaso del Narciso es compensado por et impacto de su Prefacio, destinado a disipar equivocus y a atizar la polémica que lo mantiene en el candelero, y en el curso de la cual va elaborando las ideas recto- ras de su sistema. “El éxito de mis primeros es- critos me habia puesto de moda [...]: pronto no hubo en Paris hombre mas buscado que yo” (262- 3). Toda esta fama se apoya en un malentendido: J-J. no es una més de las plumas talentosas del siglo, es su acusador. Es un momento decisivo: Rousseau decide Hlevar a cabo una reforma personal profunda para ade- cuar su vida a sus principios y transformarse en paradigma alternativo de una sociedad frivola e injusta. La frugalidad y la desvinculacién de la ‘cultura oficial” son la Unica eleccién posible para transformar la “caida” en redencién. Al lujo y al conformismo lo vencen las costumbres austeras: decide vivir exclusivamente de su trabajo de co- pista de musica (intelectual-artesano), cambiar sus eventuales expectativas (“renuncié para siempre a todo proyecto de enriquecimiento y progreso” (260); colocarse “‘en la situacién mas independien- te de todas, la Gnica en la cual el hombre no se encuentra jamas en la necesidad de perjudicar a 4os demas para beneficiarse personalmente” (62). Renuncia a su cargo de contador en casa Dupin, rechaza la pensién que Luis XV pensaba conferirle 19 Por el éxito de E} adivino en Fontainebleau (rehu- sando incluso entrevistarse con el rey); simbdlica- mente deja de portar espadin y reloj. “Crei adop- tar una decision completamente conforme a mis Principios y sacrificar lo aparente a lo real” (267). Lo “aparente” es a realidad cristalizada’a su alre- dedor, la finesse aristocratica y la superficial cul- tura cortesana y adulona; las relaciones egoistas y la vacua perorata de los }ésofos, que con su escepticismo terminan loando al déspota ilumina- do de turno; la cara brillante de la injusticia. J-J. siente que debe pagar con la pobreza y la incom- prensién el precio de la virtud. “Pronto no vi mas que error y locura en la doctrina de nuestros sa- bios, opresién y miseria en nuestro orden social. 6 hecho para disipar esos embustes y [juzgué] que para hacerme oir era necesario armonizar mi conducta con mis principios [...]. Hasta entonces habia sido bueno, de allf en mas me volvi virtuoso o al menos me embriagué con la virtud” (282). Esta aspiracién al aislamiento (incontaminacion) pero simultaneamente a ser ejemplo moralizador y ia viviente, encierra en su légica una con- tradiccién, El encierro en la intimidad le garantiza una conciliacién —entre la virtud y la realidad— inmediata, tal como Rousseau la desea. Pero no trasciende lo personal. El ambito social en que debe reverberarse exige en cambio una mediacion y, con ella, el peligro de la distorsién y el vicio. Esta mediacién es doble: implica tanto un histérico (con el eventual desfasaje en la utopia), como el proceso del discurso mismo (que es légi camente prioritario), es decir el raciocinio y las palabras que permitan inscribir su reforma personal en el marco mas amplio —social— que le garan- a-un sentido y una realizacion plenos. Los mis- mos principios éticos que le imponen el aleja- miento, le exigen una proyeccién pol incidir sobré la realidad, representar la negat presente sin mimetizarse ni desapatecer. J-J. se 20 hace escritor. Escribir es arriesgarse al malenten- dido, pero el silencio (al cual conduce la légica del renunciamiento) es traicién: el peligro de la distorsién se compensa con la misién pedagdgica. La pureza del aislamiento y la entrega a las pala- bras para desenmascarar lo aparente se concilian en una figura tipica de la personalidad rusoniana: Rousseau-censor invisible, maestro ausente que reforma sin comprometerse, ve y educa sin ser visto ni juzgado (y que cuando lo sea, sera ne- cesariamente incomprendido). “Tomé la decision de escribir y de esconderme” dira a Voltaire. Su soledad no puede no ser relativa, necesita de to negado para adquirir consistencia frente a ello. Si la ruptura fuera total, no seria posible la catarsis; el mismo anhelo purificador que lo allena del mundo, lo liga a éste como un Sécrates redivivus. Hasta el fin de sus dias Rousseau creeré que la historia y los hombres lo castigaron por su osadia, condendndolo al monélogo. La tarea sistematica comienza a concretarse en estos afios de efervescencia y agitacién espiritual en los que sienta las bases de su doctrina. Su Segundo Discurso le permite desarrollar sus ideas en el contexto de un tratamiento filosdfico de la historia de la humanidad. Con sus tesis criticas y ajenas a la atmésfera intelectual prevalente, no alcanza gran difusion: “encontré en Europa s6lo unos pocos lectores que lo entendieran y nadie que quisiera hablar de él” (uno de esos “pocos’ sin embargo era Adam Smith); pero el peso y las implicancias sociales de su denuncia son adver- tidos en los circulos parisinos, con los que crece el inevitable enfrentamiento. No lo aminora el ar- ticulo “Economia Politica” escrito para la Enciclo- pedia, a pesar de su corte aparentemente menos polémico con la ideologia iluminista. Mas alld de los celos profesionales y rencillas literarias, de la Psicologia y la egolatria de los personajes, cierto es que Rousseau provoca “fastidio” (260) porque sus gestos radicales responden a pautas contrarias a a las de los enciclopedistas. Aunque inscriptos en un sistema referencial comin, Rousseau de- nde un esquema de sociabilidad aiternativo al del modelo moderno y burgués del cual e! parti philosophique es el vocero continental. En este grado de la evolucién de su pensamiento, J-J. es urt extrafio en Paris. Hastiado de “las intrigas de los intelectuales, sus vergonzosas querellas, la poca buena fe de sus libros”, abandona la capital. Paraddjicamente, renuncia a los salones aceptan- do Ia invitacion de su mas ilustre animadora: Mme. d'Epinay. En 1756 se instala en L’Ermitage, al bor- de del bosque de Montmorency. “Tomé desprecio por mi siglo y mis contemporaneos, y sintiendo que entre ellés no encontraria una situacién que pudiera contentar mi corazon, lo he paulatinamen- te desligado de la sociedad de los hombres y me he hecho otra en mi imaginacién, que me ha pro- curado mayor placer al poder cultivarla sin sufri mientos, sin riesgos, encontrandola siempre segura y acorde a mis necesidades” (61). Son tres ahos durante los cuales “el ermitafio” produce o esboza sus obras mas famosas. EI aislamiento agiliza la comunicacién con su Yo y en la intimidad palpita el suefo irrealizado de un amor sublime y total (““devorado por la necesi- dad de amar sin haber podido jamas satisfacerla plenamente, me veia alcanzar las puertas de la vejez y morir sin haber vivido” 258). La situacién es propicia para “imaginar” una sociedad amoro- sa, irreal y gratificante, plegando a sus deseos un mundo ficticio moldeado para escapar a la host dad del real: “la imposibilidad de alcanzar los se- res reales me arrojé en el pais de las quimeras” (ibid.). Imaginacién y realidad se confunden y aquélla se corporiza cuando J-J. conoce a Mme. de Houdetot, inmediatamente ideaiizada y trans- formada en objeto de su ensofacién amorosa. Rousseau vierte sus sentimientos en forma de car- tas y da vida a la obra que lo haré famoso entre sus contemporaneos: La nueva Eloisa. Es el roman 22 pasional moderna que conduce a la eclosién ro- mantica de un Werther. El verismo psicolégico desplaza la tradicional narracion exética y refleja el amor como impulso determinante de las accio- nes humanas y de la virtud misma. Rousseau ut iza un codigo novedoso al servicio de una funcién ética anteriormente,dogmatizada (en formulas ecle- sidsticas y maximas morales) 0 directamente au- sente de la literatura popular. Sus personajes no son hérces sino seres humanos, pero que dejan traslucir una instancia trascendente. No discurren losoficamente, sino que expresan las “verdades de! corazén”; recortados en el marco de una na- turaleza sutilmente humanizada (pero no raciona- lizada como el jardin barroco}, ensefian cémo el honor, a virtud, el amor impregnan una vida sim- plemente arménica. La cadencia tematica de la obra responde a las vicisitudes del “amor” de Rousseau: en su primera parte, pintura febri una pasién incontenible; en la segunda, ante la conciencia de la imposil ideales (prosaicamente: Mme. de Houdetot en- cuentra a Rousseau interesante, pero un intelec- tual devoto y empobrecido no es un substituto apetecibie de! marqués de Saint Lambert, su aman- te real), la sublimacion de sus sentimientos en una alabartza de la moralidad matrimonial. J-J. se encauza gor el camino de la sagesse. Las vicisitudes de sus relaciones con Mme. de Houdetot aceleran el distanciamiento con Mme. d'Epinay y sus acdlitos (Grimm, Diderot); la Carta sobre Ja providencia (1758) y la Carta sobre los espectaculos (1758), en abierta discusién con Vol- taire y D’Alembert, testimonian e! hiato doctrinario y marcan la ruptura definitiva con los enciclope- distas. Las continuas controversias le niegan la tranquilidad necesaria para decantar culdadosa- mente sus ideas, pero en el fuego de la polémica fraqua sus armas tedricas mas eficaces. “Ful ata- cado por todas partes y cémo no habria de serlo. Habia tenido algun éxito en el mundo y maltratado 23 a los sabios” (53). La precariedad de su situacin, en constante y contradictoria dependencia de la buena voluntad de un noble o una dama aristocrd- ica, no le hace ceder en sus convicciones. A Ma- lesherbes, h |, necesitado Rousseau de su n favorable, escribe frases de este tenor: ©s puedo disimular, Sefior, que tengo una total aversion por las clases dominantes [...]. Odio a los grandes, odio su clase, su dureza, sus’ pre- juicios, su pequefiez y todos sus vicios, y los odia~ tia mas si los despreciara menos” (65). Los préximos afios lo veran perseguido por sus leas y también acosado por sus propios traumas. El Contrato social y el Emilio (1762) son condena- dos en Paris, Ginebra y Berna; su autor expulsado y difamado, ‘Alternara polémicas inuttiles gon dis- Cusiones politicas de alto nivel, como cuando in- terviene a favor de la fraccién burguesa de su ciudad natal contra la oligarquia local (Cartas desde la montafia, 1763), cuando lega a los pa- triotas corsos un Proyecto de constitucién (1764), © en su Lltimo trabajo politico de envergadura, las Consideraciones sobre ef gobierno de Polonia (1772), a pedido de los insurgentes polacos; obras. que revelan su capacidad para teorizar in concreto. Sus escritos se difunden, pero son también falsi ficados 0 alterados; en el consenso general que los philosophes (‘‘multitud de pequefios intrigan- tes [.. .] que habria que mandar a trabajar la tierra @ sus provincias” 64-5), tienen hacia su persona —loco— y hacia sus doctrinas —falsas y extra- vagantes—, J-J. ve un “complot tenebroso”, una maquinacién oculta y extendida (en secreto’ con- tubernio con los jesuitas). En busqueda de tran- quilidad acepta la invitacion de Hume y se instala en Inglaterra (1766); poco después, sup: desequilibrada lo lleva a acusar al autor del Trea- tise de confabular contra su persona. La ruptura es clamorosa. De regreso en Francia, deambula bajo seudénimos por distintas ciudades, sobrelle- 24 uis © vando penosamente (con la proteccién de algunos nobles: Mirabeau, el principe de Conti), sus males isicos y emocionales. Instalado en Paris (1770), suscita temores y represalias con lecturas privadas de Las Confesiones, que la policia pronto prohibe. En su vejez, es el solitario a quien se visita para conocer la veracidad de una fama que ya es le- yenda, Retoia sus trabajos musicales y tal vez una _de sus Ultimas alegrias haya sido el elogio de Gliick y el suceso de su‘épera Pygmalion. Pero su ocupacién predilecta es la herboristeria, la co- leccién de simbolos memorativos de la naturaleza, a la cual J-J. desea abandonarse e integrarse, en un élan casi mistico que es el corolario final de su anhelo de contacto con lo puro y de su descon- lanza hacia los hombres. Su salud empeora y un clima neurético y autojustificatorio se respira en sus obras autobiogrdficas. Ha perdido el interés por la comunicacién; el desdoblamiento (Rousseau. Jean-Jacques, Yo incomprendido y publico-intimi- dad oculta) le garantiza el unico auditorio que no puede defraudarlo: si mismo y las generaciones futuras. Encerrado en su ego, resignado al triunto de la apariencia, sélo le queda el orgullo que da la creencia de haber mantenido a ultranza una con- ducta virtuosa sin opacidades, inspirada “en esos sentimientos innatos que ta naturaleza ha grabado @n todos los corazones para’ consolar al hombre en sus miserias y alentarlo a la virtud” (488). En 1778 se traslada a Ermenonville, invitado por el marqués de Girardin. Su décima Promenade quedara inconclusa. 3. “Nada de apariencias, s6lo la realidad” 25 acerca del caracter organico y sistematico del pen- samiento rusoniang. J-J. mismo alude al “gran principio” que unifica significativamente los varia- dos matices de su doctrina: “la naturaleza ha he- cho al hombre feliz y bueno, pero ia sociedad lo corrompe y lo vuelve miserable” (474). El motivo del hombre natural adquiere en Rousseau un sesgo peculiar, contrapuesto a su uso “optimist” gene- ralizado en el siglo XVIli. J-J., que se considera a si mismo como una imagen viva de la naturalidad perdida ("gDénde puede haber encontrado su modelo el pintor y apologeta de la naturaleza, hoy tan desfigurada y calumniada, sino es en su pro- pio corazén? La ha descripto tai como él se sentia a si mismo”, 474), da una flexién personalisima a esta figura Conceptual moderna en funcién de la finalidad que lo impulsa: aspira a ser tanto el arva- lista que describe cientificamente un proceso y ‘sus resultados, como el fiscal que acusa —desde el tribunal de la politica— la sociedad cuya ley de movimiento ha revelado. El nexo entre los dos polos de esta actitud (investigador-reformador) se regula sobre la base del motivo de la naturalidad ausente. El observador que se distancia para ase- gurar objetividad a su visi6n, comprueba el grado de corrupcién alcanzado y experimenta pesimismo ante la conciencia de una naturalidad irrecupera- ble y de una imposible socializacién auténtica. Junto a él, el critico esboza en su misma denuncia a perspectiva de una recuperaci6n de la inocencia perdida, mediante una actualizacién regeneradora de la potencialidad (derrochada pero no sofocada) del momento natural. Toda su obra se configura en la alternancia de estos dos motivos, pero prevalece la fuerza testi- monial del segundo: es entonces sobre el eje del impulso reformador, y a su manera combativo, que centraremos nuestra lectura. La primacia de la politica es precisamente el hilo conductor del corpus rusoniano; una nocién con connotaciones diversas que nos recuerda, prime- 26 ramente, la imagen clasica en la que confiuyen 4 problema practico de la conciencia subjetiva (Ia - moral) y el de las relaciones interpersonales en vista del bien comunitario (e! derecho). R. escapa ala distincién moderna entre fuero interno y ex- temo, moralidad y legalidad; para é! pierde sen- tido la nocién de una esfera ética autosuficiente y ajena a la de la politica. Semejante separacién refleja la tragedia del hombre moderno, dislocado entre sus intereses privados y las “obligaciones” publicas. Asimismo, ello significa que para R. no hay un campo de reflexin (desde los temas meta- fisicos F asta las cuestiones musicales) impermea- ble a la perspectiva ético-politica: toda proble- matica que atafie al hombre debe ser abordada atendiendo a la dimensién social implicita en la condicién humana de agente libre y a su vez su- jeto de necesidades. Finalmente, esta primacia de la politica responde al voluntarismo rusoniano. J- J. gusta presentar sus actos como resultantes del entrecruzamiento de su voluntad con el “azar”; este recurso psicolégico del “cedimiento ante el destino” lo protege en su individualidad, volviéndo- lo irresponsable por los efectos de sus decisiones (actor y victima simultaneamente). Pero R. mismo neutraliza este mecanismo al reafirmar como dis- tintivo de la praxis humana la voluntad personal y auténoma. Esta instancia irreductible de libertad individual libera al hombre del determinismo escép- tico de la religién dogmatica o de la “filosofia”; transferido al plano social se vuelve palabra de orden democratica: el “Yo comin”, la voluntad general decide libremente, cambia ei curso de la historia, desatia la légica providencialistica de un Dios-tirano 0 de un déspota autoriterio. EI rol determinante de la libertad-voluntad hu- mana en la construccién de la historia se conecta al modo en que R. afronta el prodlema (corolario inevitable) de la Teodicea: la ingerencia de Dios en las cosas humanas y la presencia del mal en el mundo. Su religiosidad “del corazén” y su hu- 7 manismo radical lo llevan a rechazar la nocién cris- iana de una culpa existencial —el “pecado or ginal”— que explica el mal que aflige el transito mundano del hombre como “expiacién” necesaria. Por el contrario, los contenidos morales son un producto del hombre, en el mismo sentido en que lo son el lenguaje o la sociedad misma. Sdlo el ‘hombre es culpable de sus falencias y s6lo a él corresponde superarlas. Es absurdo atribuirle una culpa “por naturaleza”, pues el hombre natural —en su soledad y autosuticiencia y sin necesi tar de sus semejantes— no conoce ni el mal el bien. Bondad 0 maldad son “adquisiciones” de la vida en comin y el Unico imputable es el hom- bre civilizado. En su naturalidad, el ser humano es amoral, como un recién nacido o un animal, y el mal presente es tan convencional como las Palabras que hablamos, surgidas en el curso de una evolucién milenaria (y equivocada). De este modo, J-J. elimina las resonancias escatolégicas y clericales y reduce el mal que es dable consta- tar en la actual situacién del hombre —artifice de su historia y de su condicién moral—, a su ica: es la desigualdad, et mal gobierno o injusticia que prevalecen cuando el egoismo sofoca las “verdades del corazon”. De ello resulta que la instauracién del bien coincide con la de la sociedad justa y que corres- ponde al hombre llevarla a cabo. La divinidad —en la cual Rousseau cree sin ambages— se mantiene epictreamente indiferente ante la lucha que los hombres deben librar consigo mismos para redi mirse. Esta perfectibilidad potencial, esté apertura al futuro (sea asequible o utdpico), deja traslucir el esquema frinitario que anima la teodicea laica tusoniana. El ritmo: “inocencia-caida-redencién” es escandido con el tono personal de Ia religiosi- dad de J-J. y adquiere asi un significado neta- mente mundano: la historia es el terreno en que el hombre “genera” el mal pero puede también subsanarlo. 28 eCual es el tono personal de la rel lad de J-J.? Sentimental y politico. Su posicién se escla- Tece menos por la distancia que la separa de los cultos institucionalizados, que por la brecha que abre en el frente iluminista con su denuncia del teismo genérico y del ateismo difuso entre los “filésofos” y el ambiente aristocratico. Rousseau identifica el pathos religioso insuprimible en el hombre con una actitud doble, de valencia indi- vidual y social respectivamente. Por un lado, fren- te a la exterioridad liturgica (la “apariencia” de una fe), el Yo debe retrotraerse en si mismo y dscubrir, en la pureza de su intimidad, las verda- des eternas grabadas por Dios en el’ corazén y Stergiversadas en dogmas por los hombres. Es la religiosidad “natural” de la iluminaci6on interior, del desocultamiento de ese fondo que, oculto, se ha sustraido al envilecimiento de la historia. Por otro, esta retraccién se complementa4n una ex- pansion hacia el exterior para configurar el so- in auténtica brinda a los ides, es decir la consolacién que reciber i icado en el polo de la miseria. Perseguido por las Iglesias, J-J. lo sera también por los iluministas, a los que acusa de cinismo e insensibilidad ante la fe de los nece- sitados. “Este entusiasmo por el ateismo es un fanatismo efimero, un producto de la moda, y se destruiré por si mismo [...]. Esta cémoda filoso- fia de los ricos y contentos que tienen su paraiso en este mundo, no podria ser por mucho tiempo la de la masa del pueblo, victima de las pasiones de aquéllos y que, carente de felicidad en esta Vida, necesita encontrar al menos la esperanza y las consolaciones que esta barbara doctrina le quita” (487). El determinismo atenta contra la Ii bertad; ‘su corolario escéptico contra los. sent mientos populares; ambos favorecen s! desinterés de los poderosos. No hay solucién de continuidad entre esta denuncia y el conocido anatema de Robespierre (rusonianamente cultor del Ser Su- 29 premo, no de la “diosa-razén”): “el ateismo es aristocratico”. Pero la politicidad que inunda también el te- reno de fo religioso en Rousseau no se limita a esta caracterizacién “clasista” (que sin embargo influira en el revival romantico de la Restauracién). Su comprensién del roi que juega la religién en la practica social —con la consiguiente propuesta de una “profesin de te civil”, tolerante y patrid- tica— se hace evidente en su juicio acerca del significado histérico de! advenimiento del Cristia- nismo. Soslayando Ja argumentacién ingenua que no ve en la religion mas que “supersticién” y un invento de! cura” para vivir a expensas del ore- yente (V'infame de un Voltaire o un Diderot), el analisis rusoniano deja vislumbrar una apreciacién 4s fina y profunda. J-J. imouta al Cristianismo én propia del estadio evolutivo en que comienza a disolverse el vinculo terrenal, efectivo y solidario, entre los miembros de la ciudad anti- gua ante e! embate del individualismo. Es decir ser la religién de !a “persona” abstracta contra- puesta al ciudadano clasico, y que ofrece como correlato compensatorio a la disociacién real de los nexos comunitarios, una hermandad etérea y transmundana (la de las “almas" en el “cielo”). La sociedad de los cristianos se establece no por la pertenencia a una comunidad que los reconoce como miembros en funcién de la praciica publica, sino por la condicién intima y privada de ser ijos de Dios”. La fidelidad a ésta hace pendant con el abandono de las obligaciones para con aquélla; la solidaridad con una Iglesia que no se identifica mas con el Estado es el corolario inevitable del dualismo impuesto a los hombres. EI famoso capitulo conclusivo dei Contrato social testimonia la variedad de matices y la riqueza del pensamiento rusoniano. La necesidad de desarrollar sistematicamente su polémica, obliga a Rousseau a concretar instru- mentos metodolégicos novedosos. No se trata de 30 —_ una cuestién meramente “epistemolégica”. Los i. Iésofos —denuncia— han pintado al hombre na- tural con los colores del honnéte homme contem: poraneo, extrapolando al hipotético estadio primi tivo todas las caracteristicas (tan ciertas como negativas) de la condicion moderna. Esta desfigu- racién no es gratuita: sacraliza como “natural” y eterno el estado de cosas presente, en si contin- gente y resultante de una evolucién larguisima y de agentes diversos, y por ende transitoria. Escri- tores politicos, juristas y filésofos (la tradicion iusnaturalista clasica y moderna: Aristételes, el “preceptor” Agustin, el “sofista” Hobbes, Grocio; por supuesto la coterie holbachique: D'Holbach, D’Alembert, Diderot, Grimm), todos recurren a lo factico con propésitos ideolégicos. La descrip- cién de un sistema normolégico positive y de los institutos histéricos en su muda e inevitable fac- ticidad, se revierte “metafisicamente” en Ja justi- icacién del orden vigente. Deducen el derecho del hecho; Ia legitimidad de Io existente a partir de su mera existencia. Rousseau, por e! contrario, leva —o pretende Ilevar— el problema del funda. mento de una asociacién politica al ambito de los principios, es decir de la legitimacién racional del Estado 0 sociedad civil en cuanto concepto ideal- regulative 7 Sus realizaciones histéricas circuns- iales. Pretende un : tanci 1a Ciencia’ filoséfica del de- ‘Sin embargo, cuando pasa del nivel fundante al de la concrecién de su nueva perspectiva antro- polégica, no puede evitar la tensién —que cono- comos— que desestabiliza su armazén doctrinario, Al acudir al método genético-evolutivo de las cien- cias naturales (Buffon), Rousseau intenta colocarse en la situacion del observador externo (distante del objeto para abarcarlo con su mirada) e im- Parcial (libre de presiones ideolégicas), que estu- ia el decurso de los acontecimientos humanos con la misma neutralidad con que el gedlogo estudia la corteza terrestre para indagar la evolu- at cién de nuestro planeta. Pero siendo su objeto la historia del hombre y de su devenir social, se vuelve ‘inevitable tanto un recurso a los hechos (a la facticidad contingente de lo histérico), como la evaluacién ético-politica. Seguir las sucesivas alteraciones impresas a esa materia primera y pura” que es el hombre natural y juzgarlas como degradacién y enviciamiento, sancionar moralmen- te las transformaciones operadas sobre esa tabula rasa originaria, configura una actitud bivalente que explica ciertos momentos de fractura en el desa- rrollo doctrinario (aunque coherentes con la perso- nalidad de J-J.). Pensamos en el recurso al “‘azar” © a las “circunstancias fortuitas” para explicar el _mecanismo evolutive, lo cual no se con facilmente con el postulado inicial del “hombre artifice de la historia”; o en la necesidad de apelar, para la puesta en practica del proyecto regene- fativo, a una mediacién extrarracional y ajena al pretendido sistema de derecho, como lo es la figura del mitico legislador o del infal humanas y ofrecen una ambigua posibilidad de efectivizar lo irremediablemente utdpico. Asimismo, lo que vuelve mas compleja la toma de posicién rusoniana es el hecho que su polé- mica: a) engloba “personajes” sociales de diversa extraccién historica; y b) responde a instancias conceptuales. heterogéneas (virtud clasica e indi- vidualismo moderno). El primer motivo significa que, bajo una terminologia més retérica que so- ioldgica ("ri “poderosos"), Rousseau alude negativamente a las figuras tanto arcaicas como modernas que caracterizan el despotismo paterna- lista e iluminado de la Francia pre-revolucionaria. Se trata ciertamente de la aristocracia terratenien- te y parasitaria, noblesse d’epée tra robe (burocratica y mas permeable), solidificada en sus privilegios de nacimionto y de casta. Pero 4ambién de sectores burgueses enriquecidos con los monopolios estatales y el proteccionismo mer- cantilista. Grandes propietarios y financistas, re- caudadores de impuestos y empresarios, comer. lantes y burécratas, principes de la Iglesia y jentela’ intelectual, todos se benefician con un régimen donde conviven (cada vez menos pacifi- camente) estructuras antiguas con impulsos mo- dernos. Las mascaras importan menos que el es- piritu del siglo. La critica rusoniana embiste contra los principios que lo animan, y sus acusados son tanto los representantes del Ancien Régime, como la punta de lanza del Tercer estado, que va asu- miendo roles socio-politicos importantes. Francia no es Inglaterra ni J-J. un socidlogo; por el contrario, su visién es pre-econémica, es ética: sus observaciones tienen mas de calurosa indignacién que de licido cinismo. Le interesa {a virtud civil en sentido clasico y no el “progre- so”. Pero en su sensibilidad ante la cuestion de nante del espiritu social que combate: e! egoismo moderno, la apologia de un individualismo irres- tricto y del antagonismo como motor histérico; la ereencia en que el sacrificio de una parte de la sociedad contribuye al desarrollo de la espe (la “insociable sociabilidad” de Kant); 0 sea lo que —aludiendo expresamente a Mandeville y Hume— Rousseau llama “Las paradojas inglesas en favor del lujo” (964): presentar os “vicios privados” (el consumo desenfrenado de unds pocos) como tit les para promover el bienestar colectivo. J-J. po- lemiza con las doctrinas modernas (seguidas en Francia por J. F. Melon por J. C, Goumay, el maestro de Turgot) que, pese a su diferencia con el inversionismo ascético de Smith, anti cuela cl uniza del optimismo burgués por la ar- monia natural, por la panacea metafisica de la ‘ma- no invisible” smithiana, prefigurada en sus rasgos esenciales en las doctrinas que Rousseau recha. 33 ry za. Es innegable el “airaso” de la vision econ6- mica rusoniana, o la errénea identificacion de so ciabilidad y explotacion, division del trabajo @ justicia; pero ello revela también un tipo de de- nuncia que lo distingue e impide asimilarlo a los exégetas de la cosmovision “moderna”. Cierta~ mente, su defensa de la ‘‘naturalidad” se inscribe en el contexto mas ampli ca a la “ine naturalidad” de los resabios tardo-teudales y ab- solutistas, pero adquiere también una, flexién democratico-popular ausente en sus contempora- neos. : ‘A las dificuitades digamos “objetivas” (la com- plelidad de la sociedad pre-revolucionaria: agri- . cultura arcaica, manufactura e industria incipien- te; rigidez aristocratica y movilidad burguesa, monopolio, mercantilismo y laissez-faire) se suma —para enriquecer la trama del “fenémeno_Rous- seau"— la optica peculiar que él asume. En ella confluyen la vision idealizada de la comunidad ca (la polis mitica donde lo publico y lo pri- vado no se han divorciado) y un profundo indivi- dualismo que lo rescata para la conciencia mo- derna. El citoyen rusoniano esté tenso entre el rechazo virtuoso al egoismo de Mandeville y la negativa libertaria al organi noce la propiedad privada como el pilar dela so- ciedad, pero exige que ésta sea verdadera co- tereses; sabe su vida y sus bienes protegidos por el Estado, pero hace a la voluntad general el Unico depositario del contenido seman- ico de tal garani En base a estos presupuestos se comprende cémo el esfuerzo de Rousseau se canalice como proyecto regenerativo. Tal como el Yo intimo es la antitesis purificante de ta “apariencia’, asi la naturaleza a-histérica y su correlato’ post-histérico (la sociedad justa) lo son de la corrupcién pre- sente. Consciente de la absurdidad de retrotraer al hombre al estadio salvaje, JJ. aspira a una + socializacién completa que dé luz a un nuevo tipo 34 de nexos interpersonales y que supere la hibrida ambigiiedad contemporanea {el burgués moderno que no es ya hombre plenamente natural ni toda- via un ciudadano realizado). Sin ilusionarse sobre la viabilidad histérica de su propuesta, Rousseau la articula sin embargo en tres niveles: 1) el per- sonai: J-J. mismo en su soledad y austeridad; 2) el socio-politico: a través del pacto revolucionario; 3) el individual: “a la espera” de la transformacién radical y frente al ambiente enviciado, sdlo resta una pedagogia “negativa”, eddcar al nifio sustra- yéndolo a lo artificial y aislandolo del vicio. Con 10 menos clarividencia que Hegel, también J-J. intenta la dificil simbiosis entre la subjetividad y la universalidad, ta libertad y la justicia, Tan inestable como el hegeliano es ef resultado alcan- zado: no la sacratizacién de un instituto histérico Imperfecto, sino la fuga personal y doctrinatia en ta utopia, na! OP | Soledad 4. “Hubiera debido ijar mi vista €n algo mas cercano” Prevenidos de los mati ices y peculiaridade: gestacan a Rousseau del retrotierra tedrioo ‘de ‘a Ro e& posible dejar inob: ir servada su - eee — o innaturalismo _ 4 “revoluny andere gica_de las “revoluciones bur. f i- ‘aria y estrechamente Gees SS cee fal” (Locke, Kant, Humboldt Beene otros). Aludiremos muy somef, conceptos clave que certi eladiendo el problema exeg y comparaciones entre los 1) Estado de naturalez, genérica indica la situacion e #! hombre obedeciendo exclu: naturales”, es decir aquélla eI ico de las influencias Principales doctrinarios. a. En su-avepcién mas 35 Pende de un poder constituido (que emana y hace cumplir, por el contrario, “leyes positivas”). Lo que acomuna las diferentes respuestas de los ted- ticos iusnaturalistas al problema del de las “leyes naturales” es haber ul ficcién juridica como concepto altemativo al de una “politicidad natural” de raiz clasica (z06n po- litikon). 1 hombre no avcede a una comunidad politica de modo inmediato sino mediatamente, a través de esa peculiar mediacién que es el acuer do interpersonal, la decisién de conformar una sociedad civil. E1 Estado, en cuanto producto ar- al, no puede reposar mds que en el consenso de los gobernados (contra la doctrina del “‘dere- cho divino” en sus diversas acepciones). El tado de-naturaleza” es entonces el expediente tedrico con el cual se eleva el conseritimiento a nico titulo de legitimidad del orden politico. De las caracteristicas que se atribuyen a este ituacién pre-politica dependeré el rasgo que ad- quiriré 1a condicién antitética, a sociedad ci © Estado. Si lo “natural” es ‘pintado “negativa- mente” (ef homo homini lupus de Hobbes), Estado resultante del pacto social sera necesaria- mente autoritario y exigira sumisién absoluta pa poder transformar radicalmente la condicion pre Cedente. Si lo natural es “positive” (el hombre de Locke, sujeto moral y titular de derechos ante ‘de sor ciudadano), el Estado tendré un poder limi lado: no seré mas que el guardian prescindent que perfecciona, con su funcién de “juez impar. cial”, el desenvolvimiento de tas relaciones “na: turales” (interviniendo sélo para hacer respel la inviolablidad de las esferas privades). Rlousseau toma elementos de las dos descrip ciones esbozadas y se opone a iboats a tural no es ni belicoso ni Vencia: es de alslamiento y soledad del hombre que vaga por las selvas como un animal y proved Por sI mismo a su propio sustento. Es una situa clén a-moral (no conoce ni el bien ni el mal p que no esta en contacto con sus iguales) y pre- social (no necesita de! trabajo para satistacer sus necesidades). Vive en paz y feliz en su equilibrio, no desea mas que |o necesario y lo tiene - cance de la mano. Le basta el amor de si (senti- miento innato) para conservarse a si mismo, y Io atempera con la piedad (conciencia intuitiva de la identidad con sus semejantes en cuanto seres sensibles). La racionalidad y el habla, la moral y la sociabilidad, todo lo que to distingue de los demés animales, esta en él en potencia, aguar- dando las circunstancias que lo actualicen. EI significado. de esta imagen: inusual (que no es la del bon sauvage hat ual) es representar hi potéticamente el punto de partida de la evolucion ge la humanidad. El hombre como tabula rasa 0 ‘grado cero” (Starobinski) del curso historico: el érmino a partir del cual comprendemos los cam- ios introducidos por la fuerza de las cosas eh esa condicién originaria y la consiguiente “humaniza- cién” del hombre. Rousseau historiza asi todo lo humano (social, politico y cultural) y abre la pers. Pectiva de una evaluacién ética radical. Este pro- eso de desnaturalizacién ha sido negativo y ‘sus elapas marcan una via. “descendente”. Historia y maldad coinciden: el camino de la especie ha degradado al individuo. A un cierto punto (desa- rrollada la division del trabajo y con ella el Iujo ¥ la explotacién, y degenerado el amor de si en amor propio o egoismo), los hombres estipulan un Pacto inicuo, que sanciona la desigualdad econo. mica y la injusticla politica (propias del actual estado de cosas). La socializacién ha sido defi siente porque incompleta: sin ser mas la entidad tosuficiente que era.en su origen, el hombre no s fampoco un ser plenamente socializado, El Facto inicuo se asienta en un concepto no comu- filario de propiedad y crea una igualdad ew [Prmal (“ante ta ley"), para dejar inmutada ta des- Haldad real entre los particulares, La realizacion e las potencialidades atrofiadas o adormecidas — 7 Teclama un pacto revolucionario que invalide ta istoria precedente. 2) Contrato social. Es el acto juridico corre lativo 2 la idea de consentimiento. La nocién de ‘servidumbre voluntaria” es para Rousseau. mamente contradistoria; quien se somete a un amo no puede hacerlo’ libremente; el amo que Pacta, ya no lo es mas, La sociedad politica no conoce amos y esclavos, sino soberano y stbdi- tos: solo un acuerdo puede generarla. Todo hom- bre es libre porque tiene en si mismo (en su volun- tad) el principio de sus acciones; la sociedad —que es su producto— no puede’ contrariar su esenci La Escuela del derecho naturat reconocia dos tipos de pacto: uno entre los individuos para for Mar una comunidad pacifica (pacto de asociacién), y otro para determinar e! poder o gobierno que @segure la paz mediante el uso imparcial de la fuerza (pacto de sumisién); este ultimo a su vez como “concesién” de ta tilularidad de la sobera- ia al gobierno, 0 como simple “delegacién” pro- visoria para su ejercicio por las autoridades. Al igual que Hobbes, Rousseau rechaza la teoria del doble pacto, pero a diferencia de! genial autor del Leviatén (para quien sin el sometimiento incon nado no hay ni siquiera sociedad, sino anar- quia), el unico pacto que J-J. admile es el de constitucion de la sociedad. La légica monista responde en ambos autores a un mismo propd- sito: el fruto de! acuerdo debe ser una institucién que transforme radicalmente las condiciones pre cedentes al pacto mismo, y no puede dar lugar a dos fuentes de soberania (lo cual seria contradic- torio). Para Hobbes ésta pasa integralmente al gobierno, para Rousseau queda en el pueblo. EI contrato social rusoniano indica un nuevo comienzo de a historia, se coloca “en el futuro” su rasgo distintivo es la alienacién social o en- trega ilimitada y voluntaria por parte del individuo de todo lo propio a la comunidad, para recibir de él ella —como contrapartida— ta garantia de su vida y de su propiedad (regulada ésta en funcién dei interés general). Esta alienacion lleva a cumpi. miento la desnaturalizacién y borra ta contradic- cién entre homme y citoyen. Crea asi un nuevo sujeto historico: la voluntad general, “Yo comin” © cuerpo moral, que no es la suma aritmética do voiuntades sino ta concrecién de una conciencia social supraindividual mediante el consciente abandono de! egoismo. Ei arbitrio individual se universaliza y moraliza; ef acatamiento a !a vo- luntad general es un acto de libertad porque ei inividuo se somete como stibdito a si mismo como soberano. A diferencia de Ja libertad “negativa” de pacto icuo (armonia forma! y externa entre los "“atomos” sociales, las esferas Privadas), J-J. propone una libertad “positiva”: autonomia u' che: diencia sélo a las leyes que el ci 4 si mismo. La totali nace de este acto: sor el estado natural no hay “derecho”. nature panttCo (lo “ei contrapuesto alo el régimen de la “ley” 0 “declara. cién publica y solemne sobre un Odjeto de inte- - Sdio la voluntad general es soborana evolucionaria de Rousseau i rol es la afir- maci6n ultrancista de la soberania popular y de sa caracter inalienable. Soberano absoluto no es ol gobiemo sino el pueblo: si éste delegara oh ejer- de su voluntad, negaria ta pro de hombres libres. La aobaraii tenpoestesan ible, pues cualquier par politica y terminaria por di le la “potencia ejecutiva” son meros funci encargados de la administracién publica, rove, bles apenas actien ineficientemente o pretenden arrogarse potestad soberana. La “potencia legisla. tiva” (el Partamento) tampoco es titular de la so- 38 berani 6 apne ue “debs Teen comiaton sin iniciativa propia en asamblea, Slo qui aa econ ta sustal ge oe Guien mantiene un interés egois- facultad de cugener@l_ puede delegar en otros la la’ coben ter ibre. En el ejercicio continuo de acorn anla, los ciudadanos cierran la. brecha srante abierta en si mismos por una historia equivocada. La finalidad del estado politico es entonces. restablecer racional y conscientemente lo que el hombre habria alcanzado de no haber “‘extraviado” su camino. Su eventual realizacién historica daria Por resultado un ordenamiento justo. Rousseau alude a dos tipos de desigualdad: una natural o- fisica, otra moral o politica. La primera es ine~ vitable; la segunda es convencional y, en cuanto tal, perfectible. ~Como? Armonizdndolas, es de- cir logrando que haya proporcién entre ambas. Un régimen de justicia es aquél que distingue rangos y otorga recompensas en funcién de. los talentos y capacidad de los individuos en sus ser- vicios objetivos a la comunidad. Mas que a las. necesidades fisicas (frente a las cuales el cuerpo- politico provee medidas para evitar la polarizacion. clasista y la explotacién), el reconocimiento social’ debe prestar atencién a los méritos, que adquie- ren significancia at ser evaluados —una vez mas— politicamente. La meritocracia rusoniana repropo~ ne asi la tradicional vision de la felicidad como- equilibrio y de la virtud ético-politica, en el marco: “de condiciones modernas. Una primera respuesta sera Termidor. Para concluir, si quisiéramos encuadrar siste- maticamente los principales. escritos de Rousseau a la luz de las consideraciones precedentes, po- driamos distinguir entre: |) obras relativas al mo- mento de analisis genético-evolutivo (Discursos, ensayos, etc.); Il) exposiciones de la reforma ru- soniana: a. socio-politica (Contrato social, centra- do en la “soberania"; Economia politica, en el “gobierno”); b. individual-pedagégica (Emilio); c. 40 personal (véas2 punto IV). La nueva Eloisa es una summa novelada de la temética rusoniana, a la par que espejo privilegiado del autor; I!) incur- siones en temas politicos concretos, mediacién en- tve utopia y realidad (Cartas desde la montaiia, C. sobre los espectaculos, escritos sobre Cércega y Polonia); IV) obras autobiograficas y apologéticas (Contesiones, Rousseau juez de J-J., Ensofacio- nes...); V) obras literarias y musicales, sean ted- ricas (Diccionario de musica, etc.) 0 artisticas (EI adivino, Narciso, Pygmalion, dtc.). a

You might also like