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SUPERRCLE Nicholas Car Foto: Joanie Simon Nicholas Carr es autor de los lisros El gran interruptor (2008) y Las tecnologias de la informa- ci6n, éSon realmente una ventaja competi- tiva? (2004), y ha escrito para The Atlantic, The New York Times, The Wall Street Jour- nal, Wired, The Guardian, The Times of London, The New Republic, The Financial Times y Die Zeit, entre otras muchas publi- caciones, www.nicholasgearr.com wwwtheshallowsbook.com Otros titulos publicados enesta coleccion NICHOLAS A. CHRISTAKIS Y JAMES H. FOWLER Conectados AMARTYA SEN La idea de /a Justicia MALCOLM GLADWELL Lo que vio el perro DANIEL COHEN La prosperidad de! mal CARLO ALBERTO BRIOSCHI Breve historia de la corrupcién JUAN GOYTISOLO Blanco White, E1 Espafiol y la independencia de Hispanoamérica TONY JUDT Algo va mat DANIEL JONAH GOLDHAGEN Peor que la guerra GEORGE SOROS Mi filosofia NOAM CHOMSKY EILAN PAPPE Gaza en crisis PETER SINGER Liberacidn animal VUI en IVIALLY {QUE ESTA HACIENDO INTERNET CON NUESTRAS MENTES? ‘«éGoogle nos vuelve estUpidos?» Nicholas Carr condensé asi, en el titulo de un célebre articulo, uno de los debates més importantes de nuestro tiempo: mientras disfrutamos de las bondades de la Red, £es- tamos sacrificando nuestra capacided para leer y pensar con profun- didad? En este libro, Carr desarrolla sus argumentos para crear el mas ravelador andlisis de las consecuencias intelectuales y culturales de Internet publicado hasta la fecha. Nuestro cerebro. como demuestran evidencias cientificas @ hist6- rieas, cambia en respuesta a nuestras experiencias, y la tecnologia ‘que usamos para encontrar, almacenar y compartir informacion pue- de, literalmente, alterar nuestros procesos neuronales. Ademés, cada tecnologia de la informacién conileva una ética intelectual. Asi como el libro impreso servia para centrar nuestra atencién, fomentando el pensamiento profundo y creativo, Intemet fomenta el picoteo rapido y distraido de pequefios fragmentos de informacién de muchas fuen- tes, Su etica es una etica industrial, de la velocidad y la eficlencle. La Red nos esta reconfigurando a su propia imagen, volviéndonos mas nabiles para manejar y ojear superficialmente la informacion pe- ro menos capaces de concentracion, contemplacion y reflexion. Este libro cambiars pare siempre nuestro modo de entender y aprovechar las nuevas tecnalogias, “«Absorbente y perturbador. Todos bremoamos sobre cémo Internet nos ests convirtiende, y especialmente a nuestros hijes, en cabezas de cher- Tito ocelerados ¢ Incapaces de meditaciones profundas. No es ninguna broma, insiate Carr, y a mime hs convencido.n JOHN HORGAN, Wail Street Journal «Una réplica calmada y elocuente a aquellos aue afirman ave Ia cultura di- pital es inofensiva, que afirman, de hecho, que nos astamos volvienda mas listos cada minuto que pasa simplemente porque podemos conectarnos a Un ordenador y dojarnes llevar por un interminable carrusel de links.» JULIA KELLER, Chicago Tribune r i www aditorialtauruscom olraase7lsa0754 SUPERFICIALES —— NICHOLAS CARR SUPERFICIALES 2Qué esta haciendo Internet con nuestras mentes? Traduccién de Pedro Cifuentes TAURUS — PENSAMIENTO owt origin: he Shaina. Wha the tert i Ding ta Our Brain, Dubliesde por W. W, Norton, @Nicholas Cary, 2010 ©De la traducci6n: Pedro Cifuentes © De esta edicion 2011, Distribuidora y Editora Aguilar, Altea, Taurus, Alfaguara, S. A. Calle 80 No. 9-69 Teléfono: (571) 699 60 00 Bogoti, Colombia ‘* Aguilar, Akea, Taurus, Alfaguara, 8. A, Ax, Leandro N. Alem 720 (1001), Buenos Aires © Santillana Ediciones Generales, 8. A. de G. ¥. Avenida Universidad 787, Colonia del Valle, ‘09100 México, DF. ‘+ Santillana Ediciones Generales, §.L.. ‘Torrelaguna, 60, 28943, Madrid Diseiio de cubierta: Ben Wiseman ISBN orSontrstor Impreso en Colombia Printed in Cilombia Primeraedicién en Colombia, febrero de 2011 Todos os derechos reservados. yea publicacn no puede ser reproducida en toda ei en part, niregitradi ea, otransmitide por on sistema de reeuperacien Aeiformaclén, en ninguna forme ti por singin medio, sea mecinieo, fotoquimic, electronica, magne, lectrosptic, por lowxopia, {9 eualqnierotz sin el permisn previa oreseritode la editor, Ami madre ya la memoria demi padre —— INDICE DE CONTENIDOS Prologo. El perro guardian y el ladrén 1. HAL yyo. 2. LOS CAMINOS VITALES .. Digresiin sobre qué piensa el cerebro cuando piensa acerca de si mismo. 9. LAS HERRAMIENTAS DE LA MENTE 4. LA PAGINA PROFUNDIZADA Digresién sobre Lee de Forest st increible audiin. UN MEDIO DE LA NATURALEZA MAS GENERAL. ). LA VIVA IMAGEN DEL LIBRO 7. MENTALIDAD DE MALABARISTA Diggesién sobre el crecimiento de las pnentuacion ten los tests de inteligencia. 8. La IGLESIA DE GOOGLE. gy. Busca, MEMORIA Digresion sobre la escritura de este libro. 10, ALGO COMO YO Epflogo. Los elementos humanos... Notas. Lecturas recomendadas Agradecimientos Indice analitico. Yen medio de esta amplia quictuad ‘un saniuario rosécen vestiré con el ensejado interminable de un cerebro activo... ‘Jou Keats, «Oda a Psyche» ee a PROLOGO EL PERRO GUARDIAN Y EL LADRON Eqn 1964, justo cuando los Beatles preparaban su invasién-del espectro radiofénico estadounidense, Marshall McLuhan pu- blicé Comprender los medios de comunicacion: las extensiones del ser humano y se transforms de académico desconocido a estrelia. Profético, aforistico y alucinante, el libro era un producto per- fecto de los aiios sesenta, esa década ya distante de viajes lisér- gicos y expediciones lunares, de viajes interiores y exteriores. ‘omprender los medios de comunicacién fue en realidad una profe- cia, y lo que profetizaba era la disolucién de la mente lineal. McLuhan declaraba que los «nedios eléctricos» del siglo xx —teléfono, radio, cine, television— estaban resquebrajando la tirania del texto sobre nuestros pensamientos y sentidos, Nues- tras ments aisladas y fragmentadas, encerradas durante siglos cn la lectura privada de paginas impresas, se estaban comple- tando de nuevo, fusiondndose en el equivalente global de una aldea tribal. Estabamos acercdndonos a «la simulacién tecnold- gica de la consciencia, cuando el proceso creative de conocer sera extendido colectiva y corporativamente a la totalidad de la sociedad humana». Incluso en la cima de su fama, Comprender los medios de comu- nicacién fue un libro mas debatido que leido. Hoy se ha conver- tido en una reliquia cultural, reservada a cursos universitarios sobre comunicacién. Pero McLuban, que tenia tanto de show- ‘man como de erudito, era un maestro en el arte de acuiiar fra- ses, y una de ellas, aurgida de las paginas del libro, pervive en forma de refran popular: «El medio es el mensaje». Lo que se ha olvidado en nuestra repeticién de este aforismo enigmatic es que McLuhan no estaba s6lo reconociendo (y celebrando) el poder transformador de las nuevas tecnologias de la comu- nicaci6n. También estaba emitiendo un aviso sobre la amena- za que plantea ese poder, y el riesgo de no prestar atencién a esa amenaza, «La tecnologia eléctrica esta a las puertas —escri- bi6—y estamos entumecidos, sordos, ciegos y mudos sobre su encuentro con la tecnologia Gutenberg, aquella sobre y a tra- vés de la cual se formé el American way of lifer?, McLuhan comprendié que siempre que aparece un nuevo medio, la gente queda naturalmente atrapada en Ia informa. cién —el «contenido»— que lleva. Le importan las noticias del periédico, la musica de la radio, los programas de la televi- sion, las palabras pronunciadas por la persona que habla al otro lado del teléfono, La tecnologia del medio, por muy des- Tumbrante que pueda ser, desaparece detras de todo aquello que fluya por él —datos, entretenimiento, educaci6n, conver- sacién—, Cuando la gente empieza a debatir (como siempre hace) sobre si los efectos del medio son buenos o malos, discu- ten sobre el contenido, Los entusiastas lo celebran; los escép- ticos lo denuncian. Los términos de la discusién han sido practicamente iguales para cada medio informativo nuevo, re- trotrayéndose al menos hasta los libros salidos de la imprenta de Gutenberg. Los entusiastas, con motivo, alaban el torrente de contenido nuevo que libera la tecnologia, y lo ven como una sefial de «democratizacién» de la cultura. Los escépticos, con motivos igualmente validos, condenan la pobreza del conteni- do, observéndolo como una sefial de «decadencia» de la cul tura. El Edén abundante de una parte es la inmensa tierra bal dia de la otra. Internet ha sido el iiltimo medio en suscitar este debate. El choque entre entusiastas web y escépticos web, desarrollado durante las dos iiltimas décadasa través de docenas de libros y articulos, y miles de posts, videos y podcasts, se ha polarizado como nunca, con los primeros que anuncian una nueva era “4 —— Pab.o00 dorada de acceso y participacién y los segundos que presagian una nueva era oscura de mediocridad y narcisismo. El debate lu sido importante —el contenido si importa—, pero al bas- cular sobre ideologias y gustos personales ha legado a un ca- llgjén sin salida. Las opiniones se han vuelto extremistas; los ataques, personales. «jLuditas!», acusa el entusiasta, «/Filiteos!», rezonga el escéptico. «jCasandral». «jPollyanna!», Lo que no ven ni los entusiastas ni los escépticos es lo que McLuhan si vio: que, a largo plazo, el contenido de un medio importa menos que cl medio en si mismo a la hora de influir en nuestrosactos y pensamientos. Como ventana al mundo, y 4 nosotros mismos, un medio popular moldea lo que vemos y cémo lo vemos —y con el tiempo, si lo usamos lo suficiente, nos cambia, como individues y como sociedad—. «Los efectos de la tecnologia no se dan en el nivel de las opiniones o los conceptos», escribié McLuhan. Mas bien alteran «los patro- nes de percepci6n continuamente y sin resistencias’. El show- manexagera en aras de enfatizar su argumento, pero el argu- mento es vilido. Los medios proyectan su magia, o su mal, en cl propio sistema nervioso. Nuestro foco en el contenido de un medio puede impedir- nos ver estos efectos profundes. Estamos demasiado ocupa- dos, distraidos o abrumados por la programacion como para advertir lo que sucede dentro de muestras caberas. Al final, aacabamos fingiendo que la tecnologia en si misma no tiene mayor importancia. Nos decimos que lo que importa es cémo la utilizamos. La presuncién, reconfortante en su arrogancia, es que controlamos. La tecnologia sélo es una herramienta, inerte hasta que la tomamos ¢ inerte de nuevo cuando la solta- mos. McLuhan cité un pronunciamiento autocomplaciente de David Sarnoff, cl magnate mediatico pionero de la radio en la RGA y de la televisi 6n en la NBC. En un discurso en la Univer sidad de Notre Dame en 1955, Sarnoff deseché las criticas so- bre los medios de masas con los que habfa construido su imperio y su fortuna, Retiré toda culpa sobre los efectos secun- atti 1B Sure actaias darios de las tecnologias y los adjudicé a los oyentes y especta- dores: «Somos demasiado propensos a convertir los instru- mentos tecnolégicos en chivos expiatorios por los pecados de aquellos que los cometen. Los producios de la ciencia mo- derna no son en sf mismos buenos 0 malos; es el modo en que se usan el que determina su valor». McLuhan se burlaba de esa idea, reprochando a Sarnoff que hablara con «la voz del sonambulismo actual». Cada nuevo medio, entendia McLuhan, nos cambia. «Nuestra respuesta convencional a to- dos los medios, en especial la idea de que lo que cuenta es cémo se los usa, es la postura adormecida del idiota tecnolé- gico», escribié. El contenido de un medio es sélo «el trozo jugoso de carne que leva el ladrén para distraer al perro guardian de la mente». Nisiquiera McLuhan podria haber anticipado el banquete que nos ha proporcionado Internet: un plato detras de otro, cada uno mas apetecible que el anterior, sin apenas momen- tos para recuperar el aliento entre bocado y bocado. A medi- da que los ordenadores conectados han menguado de tama- io hasta convertirse en iPhones y BlackBerrys, el banquete se ha vuelto movil, disponible siempre y en cualquier lugar. Esta en casa, en el coche, en clase, en la cartera, en nuestro bolsi- lo, Incluso la gente que sospecha de la influencia irreprimi- ble de la Red pocas veces permite que su preocupacién inter- fiera con el uso y disfrute de fa tecnologia. El critico de cine David Thomson observé que «las dudas pueden considerarse débiles ante la certidumbre del medio»®. Hablaba sobre el cine y c6mo proyecta sus sensaciones y sensibilidades no s6lo sobre la pantalla, sino sobre nosotros, la audiencia absorta y complaciente. Su comentario se aplica incluso con mayor fuerza a la Red, La pantalla del ordenador aniquila nuestras dudas con sus recompensas y comodidades. Nos sirve de tal modo que resultarfa desagradable advertir que también es nuestra ama. 1. HAL y yo Detente, Dave. Detente, por favor... Dave, detente. Puedes parar?». Asi suplica la supercomputadora HAL al implacable astronauta Dave Bowman en una secuencia célebre y conmo- yedora hacia el final de la pelicula 2001: una odisea en el espacio, de Stanley Kubrick. Bowman, a quicn la maquina averiada casi ha enviado a una muerte interestelar, esta desconectando cal- mada y friamente los circuitos de memoria que controlan su cerebro artificial. «Dave, mi mente se esta yendo —dice HAL con tristeza—. Puedo sentirlo, Puedo sentirlo». Yo también puedo sentirlo. Durante los tiltimos arios he te- nido la sensacidn incémoda de que alguien, o algo, ha estado trasteando en mi cerebro, redisefando el circuito neuronal, reprogramando la memoria. Mi mente no se esté yendo —al menos, que yo sepa—, pero esta cambiando. No pienso de la forma que solfa pensar. Lo siento con mayor fuerza cuando leo. Solia ser muy facil que me sumergiera en un libro o un articulo largo. Mi mente quedaba atrapada en los recursos de la narrativa o los giros del argumento, y pasaba horas surcan- lo vasias extensiones de prosa. Eso ocurre pocas veces hoy. Ahora mi concentracién empieza a disiparse después de una pagina o dos. Pierdo el sosiego y el hilo, empiezo a pensar qué otra cosa hacer. Me siento como si estuviese siempre arrastran- «lo mi cerebro descentrado de vuelta al texto. La lectura pro- fiunda que solfa venir naturalmente se ha convertido en un es- fuerzo, Sioneretanen Creo que sé lo que pasa. Durante mas de una década ya, he pasado mucho tiempo online, buscando y navegando y a veces afiadiendo contenido a las grandes bases de datos de Internet, La Web ha sido un regalo del cielo para mi como escritor, In- yestigaciones que anteriormente requerian dias por las estan- terias de hemerotecas o bibliotecas pueden hacerse ahora en cuesti6n de minutos. Unas pocas biisquedas en Google, algu- nos clics rapidos en hipervinculos, y ya tengo el dato definitive © la cita provechosa que estaba buscando. No podria ni empe- zar a contabilizar las horas 0 los litros de gasolina que me ha ahorrado la Red. Resuelvo la mayoria de mis trémites banca- tios y mis compras en la Web. Utilizo mi explorador para pagar facturas, organizar mis reuniones, reservar billetes de avién y habitaciones de hotel, renovar mi camé de conducir, enviar invitaciones y tarjetas de felicitacién. Incluso cuando no estoy trabajando, es bastante posible que me encuentre escarbando en la espesura informativa de la Web: leyendo y escribiendo emails, analizando titulares y posts, siguiendo actualizaciones de Facebook, viendo videos en streaming, descargando musica © sencillamente navegando sin prisa de enlace a enlace. La ‘Web se ha convertilo en mi medio universal, el conducto para Ja mayoria de la informacién que fluye por mis ojos y oidos ha- cia mi mente. Las ventajas de tener acceso inmediato a una fuente de informacién tan increfblemente rica y facilmente es- crutable son muchas, y han sido ampliamente descritas y justa- mente aplaudidas. «Google —dice Heather Pringle, redactora de la revista Archaeology— es un don asombroso para la huma- nidad, que retine y concentra informacién e ideas que antes estaban tan ampliamente diseminadas por el mundo que prac ticamente nadie podia beneficiarse de ellas»!, Seguin Clive Thompson, de Wired, «la memoria perfecta del silicio puede ser un don enorme para el pensamicnto»’. Los beneficios son reales, Pero tienen un precio. Como su- geria McLuhan, los medios no son s6lo canales de informa- cin. Proporcionan la materia del pensamiento, pero también modelan el proceso de pensamiento, Ylo que parece estar ha- MALY Yo ciendo la Web es debilitar mi capacidad de concentracién y contemplacién. Esté online o no, mi mente espera ahora ab- sorber informacion de la manera en la que la distribuye la Web: en un flujo veloz de particulas. En el pasado fui un buzo en un mar de palabras. Ahora me deslizo por la superficie como un tipo sobre una moto acuitica. Quiza soy una aberracién, un caso extraordinario. Pero no parece que sea el caso, Cuando menciono mis problemas con la lectura a algtin amigo, muchos dicen que sufren de afliccio- nes similares. Cuanto més usan Internet, més tienen que es- forzarse para permanecer concentrados en textos largos. Al- xunos estén preocupados por conyertirse en despistados cr6nicos. Bastantes de los blogueros que conozco han men- cionado el fenémeno. Scott Karp, que solfa trabajar en una revista y ahora escribe un blog sobre medios online, confiesa «que ha dejado de leer libros completamente. «Estudié Litera- (ura en la universidad, y era un lector voraz de libros —escri- he—. 2Qué ha pasado?». Especula con la respuesta: «2Y si toda mi lectura es ondineno tanto porque ha cambiado el modo en cl que leo, es decir, por pura conveniencia, sino porque el imodo en el que PIENSO ha cambiado?»". Bruce Friedman, que bloguea sobre el uso de ordenado- res en la medicina, también ha descrito como Internet esta alterando sus habitos mentales. «He perdido casi completa- mente la capacidad de leer y absorber un articulo largo en pantalla 0 en papel», reconoce*. Patdlogo de la facultad de Medicina de la Universidad de Michigan, Friedman desarro- Id este comentario en una conversacién telefénica conmigo. Su pensamiento, dijo, ha adquirido una cualidad stacatto, que {Ieja el modo en el que capta répidamente fragmentos cor tos de texto desde numerosas fuentes online. Ya no puedo leer Guerra y paz —admite—. He perdido la capacidad de ha- cerlo, Incluso un post de mas de tres o cuatro parrafos es de- ado para absorber. Lo troceo». Philip Davis, un doctorando en Comunicacién por la Uni- versidad de Cornell que colabora en el blog de la Sociedad de Publicaciones Académicas, recuerda un tiempo, alld por los afios noventa, en el que ensefié a una amiga a usar un ex- plorador de Internet. Dice que se quedaba «alucinado» y «hasta irritado» cuando la mujer se detenia para leer el tex- to en las paginas que se encontraban. «jNo se supone que debes leer las paginas web, sino simplemente hacer clic en las palabras con hipervinculo!», la regaaba. Ahora, escribe Davis, «leo mucho, o al menos deberia estar leyendo mu- cho, pero no lo hago. Acorto. Hago scrolling. Tengo muy poca paciencia para los argumentos largos, trabajados, ma- tizados, a pesar de que acuse a otros de dibujar un mundo demasiado sencillo»®. Karp, Friedman y Davis todos hombres educados con vo- cacién de escribir— se muestran relativamente animados so- bre el declive de su capacidad para leer y concentrarse. Des- pués de todo, dicen, los beneficios que obtienen de usar la Web —acceso rapido a montones de informacién, herramien- las potentes de biisqueda y filtrado, una forma facil de com- partir sus opiniones con un piiblico pequeito pero interesa- do— compensan Ia pérdida de su capacidad para sentarse twanquilamente y pasar las paginas de un libro o una revista. Friedman me dijo, en un email, que «nunca ha sido tan creati- vor como en los tiltimos tiempos, y que lo atribuye a «su blog y Ja posibilidad de revisar/escanear “toneladas” de informacién en la Web». Karp esta convencido de que leer muchos frag- mentos pequeiios e interconectados de informacién en Inter- net es una forma més eficiente de expandir su mente que leer «libros de 250 paginas», aunque sefiala que «no podemos reconocer todavia la superioridad de este proceso interco- nectado de pensamiento porque estamos midiéndolo a par tir de nuestro antiguo proceso lineal de pensamiento»’. Davis reflexiona: «Internet puede haber hecho de mi un lector me- nos paciente, pero creo que en muchos aspectos me ha hecho més inteligente. Mas conexiones a documentos, artefactos y personas implican mas influencias externas en mi pensamien- to y, por tanto, en mi escritura»’, Los tres saben que han sacri- HALY vo ficado algo importante, pero no regresarian al estado anterior «le las cosas. Para algunas personas, la mera idea de leer un libro se ha vuelto anticuada, incluso algo tonta—como coser tus propias camisas 0 descuartizar una vaca—. «No leo libros», dice Joe O'Shea, ex presidente del cucrpo de estudiantes en la Univer- xidad de Florida State y beneficiario de la beca Rhodes en. 2008. «Acudo a Google, donde puedo absorber informacion relevante rapidamente>. O'Shea, diplomado en Filosofia, no ve razon alguna para atravesar capitulos de texto cuando lleva im minuto o dos escoger los pasajes pertinentes a través de Google Book Search. «Sentarse y leer un libro de cabo a rabo no tiene sentido —afirma—. No es un buen uso de mi tiempo, ya que puedo tener toda la informacién que quiera con mayor rapidez a través de la Web», Cuando aprendes a ser «un caza- dor experimentado» en Internet, explica, los libros son super- Alias*. O'Shea parece ser més Ia regla que la excepcién. En 2008, una firma de investigaci6n y consultoria Hamada nGenera pu- hlicd un estudio sobre los efectos de Internet en la poblacion Joven, La compaiiia entrevist6 a unos seis mil miembros de lo que llama «generacién Web» (niiios que han crecido usando Internet), *. En una charla de una reciente reunion Phi Beta Kappa, la profesora de la Uni- versidad de Duke Katherine Hayles confes6: -Ya no puedo conseguir que mis alumnos lean libros enteros»"®. Hayles en- neiia inglés; los estudiantes de los que habla son estudiantes de Literatura. La gente usa Internet de muchas maneras diferentes. Algu- nus personas han adoptado ansiosa, incluso compulsivamente, lua tiltimas tecnologias. Mantiencn cuentas con una docena, 0 mix, de servicios onlins, y estén suscritas a multitud de feeds de informacién. Bloguean y ctiquetan, mandan mensajes y tweets. A otras no les importa mucho estar a la tltima, pero de todas formas estan onlinela mayor parte del tiempo, tecleando en su ordenador de sobremesa, su portitil, su teléfono mévil. La Web se ha convertido en una parte esencial de su trabajo, sus estudios o su vida social, y muchas veces de los tres. Todavia hay gente que se conecia sélo algunas veces al dia —para compro- bar su correo, seguir alguna noticia, investigar sobre algdin tema de interés o hacer alguna compra—. Y hay, por supuesto, muchas personas que no utilizan Internet para nada, ya sea porque no pueden permitirselo o porque no quieren, Lo que esta claro, sin embargo, es que para la sociedad en su conjunto la Web se ha convertido, en tan s6lo los veinte aftos transcurri- dos desde que el programador de sofivare Tim Berners-Lee es- cribiera el cédigo para la World Wide Web, en el medio de co- municaci6n e informacién preferido. La magnitud de su uso no tiene precedentes, ni siquiera segtin los estandares de los medios de comunicacién de masas del siglo xx. El ambito de su influencia es igualmente amplio. Por eleccin o necesidad, hemos abrazado su modo caracteristicamente instantaneo de recopilar y dispensar informacién, Pareciera que hemos llegado, como anticipé McLuhan, aun momento crucial.en nuestra historia intelectual y cultural, una fase de transicién entre dos formas muy diferentes de pensamiento. Lo que estamos entregando a cambio de las r+ quezas de Internet —y s6lo un bruto se negaria a ver esa rique- za— es lo que Karp Hama «nuestro viejo proceso lineal de pensamicnto». Calmada, concentrada, sin distracciones, la mente lineal esta siendo desplazada por una nueva clase demen- te que quiere y necesita recibir y diseminar informacién en es tallidos cortos, descoordinados, frecuentemente solapados —cuanto més rapido, mejor—. John Battelle, ex editor de una revista y profesor de Periodismo que dirige ahora una agencia de publicidad online, ha descrito la fascinacién intelectual que experimenta cuando navega por paginas web: «Cuando hago bricolaje en tiempo real durante varias horas, “siento” como MALY vo ne enciende mi cerebro, “siento” que se vuelve mas inteligen- te»'!, La mayorfa de nosotros ha experimentado sensaciones similares cuando esta online, Los sentimientos son intoxicado- rex, tanto que pueden distraernos de las consecuencias cogni- tivas mas profundas que tiene la Web. Durante los tiltimos cinco siglos, desde que la imprenta de Gutenberg hiciese de la lectura un afin popular, la mente li- neal y literaria ha estado en el centro del arte, Ja ciencia y Ia nvciedad. Tan diictil como sutil, ha sido la mente imaginativa del Renacimiento, la mente racional de la Iustraci6n, la men- te inventora de la Revolucién Industrial, incluso la mente sub- versiva de la modernidad. Puede que pronto sea la mente de ayer. La computadora HAL 9000 fue alumbrada, 0 , el comando «deshacer». Tenia que edi- tar todo en pantalla, Al usar el procesador de textos, yo mismo me habja convertido en una especie de procesador de textos. Cambios mayores vinieron después de que me comprase un médem, alla por 1990, Hasta entonces, el Plus habia sido una maquina contenida, sus funciones limitadas al software que instalaras en su disco duro. Guando se conectaba a otros ordenadores a través del modem, adquiria una nueva identi- dad y un nuevo rol. Ya no era slo una navaja suiiza de alta tec- nologia. Era un medio de comunicacién, un dispositivo para buscar, organizar y compartir informacion. Probé todos los servicios online —CompuServe, Prodigy, incluso el efimero eWorld de Apple—, pero me quedé con America Online. Mi MALY yo suscripeién original a AOL me limitaba a cinco horas online por semana, y repartirfa a duras penas esos minutos precio- sos para intercambiar correos electrénicos con un pequefio grupo de amigos que también tenjan cuentas, para seguir las conversaciones en algunos foros y para leer articulos impresos dle periddicos y revistas. Lleg6 a gustarme el sonido de mi mé- dem conectindose con los servidores AOL a través de las li- neas telefénicas. Escuchar los bleeps y clangs era como seguir ima discusion amistosa entre dos robots. A mediados de los hoventa estaba atrapado, sin quejarme, en el «ciclo de actuali- zaciones». Jubilé el viejo Plus en 1994, reemplazdndolo con un Macintosh Performa 550 con pantalla a color, unidad CD- ROM, un disco duro de 500 megabytes y lo que parecia en aquel tiempo un procesador milagrosamente veloz de 33 me- whercios. El ordenador nuevo requeria versiones actualiza- das de la mayoria de los programas que usaba, y me dejaba ulilizar toda clase de aplicaciones nuevas con las prestaciones multimedia mas recientes. Cuando hube instalado todo el soft- ware nuevo, mi disco duro ya estaba repleto. Tuve que salir y comprar un disco externo suplementario. Afiadi también un disco Zip, y después una grabadora de CD. En un par de aiios ya habia comprado un nuevo ordenador de mesa, con un mo- hitor mucho mayor y un chip mucho més rapido, asi como un modelo portatil que podia usar cuando viajaba, Mi emplea- dor, mientras tanto, habia prohibido los Mac en favor de los PG, asf que estaba usando dos sistemas diferentes, uno en la oficina y otro en casa. Fue alrededor de esa época cuando empecé a ofr hablar de algo llamado Internet, una misteriosa «red de redes» que pro- metia, segtin personas al tanto, «cambiarlo todo». Un articulo publicado en Wired en 1994 declaraba a mi amada AOL «stibi tamente obsoleta», Un invento nuevo, el «explorador gr: co», prometia una experiencia digital mucho més excitante: «Al seguir los vinculos —haga clic, y el documento vinculado Aparece— puede viajar a través del mundo onlinepor los cami- nos del capricho y la intuicién»", Primero estaba intrigado; Sunerictaton después me atrapé. Para finales de 1995 habia instalado el nuevo explorador Netscape en mi ordenador de trabajo y lo estaba usando para visitar las paginas aparentemente infinitas de la World Wide Web. Pronto tendrfa una cuenta ISP en casa también, y un médem mucho més veloz para acompajiarla. Cancelé mi servicio AOL. Ya saben el resto de la historia porque probablemente tam- bién es su historia. Chips cada vez mas yeloces. Médems cada vex mas rapidos. DVD y grabadoras de DVD. Discos duros con capacidades de gigabytes. Yahoo, Amazon, eBay. MP3. Videos en streaming. Banda ancha. Napster y Google. BlackBerrys ¢ iPods. Redes wifi. YouTube y Wikipedia. Blogging y microblog- ging, Smartphones, pen drives, netbooks, eQuién podia resistirse? Ciertamente, yo no. Cuando la Web se hizo 2.0, alld por 2005, yo también me volvi 2.0. Me volvi un activo participante de las redes sociales y un generador de contenido. Registré un dominio, «roughtype. com», y abri un blog. Fue muy estimulante, al menos durante el primer par de afios, Habfa estado trabajando como periodis- ta freelance desde el inicio de la década, escribiendo principal- mente sobre tecnologia, y sabfa que publicar un articulo o un libro cra un asunto lento, comprometido y con frecuencia frus- trante. Te esclavizabas con un manuscrito, se lo mandabas a una editorial y, asumiendo que no fuera rechazado y enviado de vuelta, atravesaba rondas de edicién, comprobacién de da- tosy revisiones varias. El producto acabado no apareceria hasta semanas 0 meses después. Si era un libro, podrias tener que esperar mas de un aiio hasta verlo impreso. Los blogs acaba- ban con el tradicional aparato editorial, Tecleabas algo, codifi- cabas algunos vinculos, dabas al botén «publicar» y tu obra ya estaba ahi fuera, inmediatamente, para todo el mundo. Tam- bién obtenias algo raro en la escritura mas formal: respuestas directas de lectores, en forma de comentarios o, si los lectores tenfan sus propios blogs, vinculos. Era nuevo y liberador. Lalectura online también era nueva y liberadora. Los hiper- vinculos y los motores de busqueda proporcionaban una ofer- HAL Yo twinterminable de palabras, imagenes, sonidos y videos en mi pantalla. Cuando las empresas editoras retiraban sus modelos de pago, el flujo de contenido gratuito se convirtié en un ci- clon. Los titulares se agolpaban a todas horas en mi pagina de inicio Yahoo y mi lector de flujos RSS. Un clic en un vinculo Ilevaba a una docena o un centenar de clics mas. Nuevos co- rreos aparecian en mi bandeja de entrada cada minuto. Regis- tré cuentas en MySpace, Facebook, Digg y Twitter, Comencé a ncelar mis suscripciones a periddicos y revistas. Quién las necesitaba? Cuando llegaban las ediciones impresas, htime- das 0 no, sentia que ya habia visto todas las historias En algtin momento de 2007, un mar de dudas se desliz6 por mi infoparaiso. Empecé a ver que la Red estaba ejercien- do una influencia mucho mayor sobre mi que la que habia te- nido mi viejo ordenador de mesa. No era sdlo que estuviera cmpleando tantisimo tiempo en mirar una pantalla de orde- iiclor, No era slo que muchos de mis habitos y rutinas esta- ban transformandose mientras me acomodaba cada vez mas .y hacia dependiente de, las paginas y servicios de la Red. KJ modo mismo en que mi cerebro funcionaba parecia estar cambiando. Fue entonces cuando empecé a preocuparme so- he mi incapacidad para prestar atenci6n a una sola cosa du- te mas de dos minutos. Al principio pensé que el problema era un sintoma de degradacién mental propia de la madurez. Pero mi cerebro, comprendi, no estaba slo disperso, Estaba hambriento. Exiga ser alimentado de la manera en que lo ali: mentaba la Red, y cuanto mds comia, mas hambre tenfa. In- cluso cuando estaba alejado de mi ordenador, sentia ansias de mirar mi correo, hacer clic en vinculos, googlear. Queria estar conectado. Al igual que Microsoft Word me habia convertido en un procesador de textos de carne y hueso, Intemet, me dlaba cuenta, estaba convirtiéndome en algo parecido a una nriquina de procesamiento de datos de alta velocidad, un HAL humano. Echaba de menos mi viejo cerebro. 2. LOS CAMINOS VITALES Friedrich Nietasche estaba desesperado. Enfermizo de niito, nunca se habia recuperado totalmente de las lesiones que sufriera a los veintipocos aiios, cuando se cay6 de un caba- lo mientras servia en una unidad montada de artiller‘a del ¢jército prusiano. En 1879 sus problemas de salud empeo- raron, obligandole a renunciar a su catedra de Filologia en la Universidad de Basilea. Con s6lo 34 afios, comenz6 a vagar por Europa en busca de alivio a sus muchas dolencias. Llega- do el frio del otofio, se dirigfa hacia el sur, hasta las costas del Mediterraneo, para regresar por primavera al norte, a los A- pes suizos 0 a casa de su madre, cerca de Leipzig. A finales de 1881 alquilé una buhardilla en la ciudad portuaria italiana de Genova. La vista le fallaba; y mantener la mirada fija en una pagina se habia convertido en una tarea agotadora y do- lorosa, 2 menudo causa de fuertes dolores de cabeza e incon tenibles vomitos. Se habfa visto obligado a reducir sus escri- tos, y se temia que pronto tendrfa que renunciar a ellos por completo. Aguzando su ingenio, encarg6 una maquina de escribir da- nesa —una Writing Ball Malling Hansen— que le fue entre- gada en su domicilio durante las primeras semanas de 1889. Inventada unos afos antes por Hans Rasmus Johan Malling- Hansen, director del Instituto Real de Sordomudos de Copen- hague, la bola de tipos méviles era un instrumento de extraiia belleza. Se parecia a un acerico adomado de alfileres de oro. Laan cannon vraien Cincuenta y dos teclas para las letras maytisculas y mimiscu- las, los mtimeros y los signos de puntuacién, sobresalian por la parte superior de la bola en una disposicién concéntrica cientificamente disetiada para permitir la escritura mds eficien- le posible. Justo debajo de las teclas tenfa una placa curvada que contenia la hoja de papel. Mediante un ingenioso sistema dle engranajes, la placa avanzaba como un reloj con cada golpe de tecla, Con la practica suficiente, el mecanégrafo podia es- cribir hasta ochocientos caracteres por minuto con aquel apa- rato, lo que lo convertia en la mas répida maquina de escribir {abricada hasta entonces', Esta maquina rescaté a Nietzsche, al menos por un tiempo Una vez hubo aprendido a usar el teclado, fue capaz de escri- hir con los ojos cerrados, usando s6lo la punta de los dedos. Sus palabras volvian a pasar de su mente a la pagina. Estaba 1 prendado de la creacién de Malling-Hansen, que le escri- bio una oda: Como yo, estiis hecha de hierro mas eres fragil en los viajes. Pacienciay tacto en abundancia, con dedos diestros, exigimos. En marzo, un periédico de Berlin informé de que Nietzs- che se «encuentra mejor que nunca» y, gracias a su maquina de escribir, cha reanudado su actividad escritora>. Pero el dis- positivo surti un efecto mas sutil sobre su obra. Uno de los igjores amigos de Nietzsche, el escritor y compositor Hein- rich Késelitz, noté un cambio en el estilo de su escritura. La prosa de Nietzsche se habia vuelto mas estricta, mas telegrafi- ca, También posefa una contundencia nueva, como si Ia po- tencia de la maquina —su «hierro»—, en virtud de algin miste- rioso mecanismo metafisico, se transmitiera a las palabras impresas en la pagina. «Hasta puede que este instrumento os alumbre un nuevo idioma», le escribié Késelitz en una carta, sciialando que, en au propio trabajo, «mis pensamientos, los Suprarierates musicalesy los verbales, a menudo dependen de la calidad de la plumay el papel». «Tenéis razon —le respondié Nietzsche—, Nuestros utiles de escritura participan en la formacién de nuestros pensa- Mientras Nietzsche aprendia a escribir a maquina en Génova, unos ochocientos kilémetros al noreste de alli un joven estu- diante de Medicina Namado Sigmund Freud estaba trabajan- do como investigador en un laboratorio de neurofisiologia vienés. Su especialidad era la diseccin de los sistemas nervio- sos de peces y crustéceos. A través de sus experimentos dio en suponer que el cerebro, al igual que otros érganos del cuer- po, esta formado por muchas células diferentes. Mas adelante ampli6 su teoria sugiriendo que los huecos intercelulares —las «barreras de contacto», como él las llamaba— desempenaban un papel esencial en el gobierno de las funciones de la mente, dando forma a nuestra memoria y nuestros pensamientos. En aquel entonces los postulados de Freud quedaban al mar- gen de la opinion cientifica mayoritaria. La mayoria de los médicos e investigadores crefan que el cerebro no era celular €n su construcci6n, sino que mas bien constaba de un tejido Yinico y continuo de fibras nerviosas. E incluso entre quienes compartian la opinion de Freud de que el cerebro estaba for- mado por células, pocos prestaron atencidn a lo que pudiera estar sucediendo en los espacios entre elas’. Comprometido en matrimonio y necesitado de aumentar sus ingresos, Freud abandoné tempranamente su carrera como investigador para pasar consulta privada como psicoa- nalista, Sin embargo, estudios posteriores confirmaron sus es- peculaciones juveniles. Armados con microscopios cada vez mas poderosos, los cientificos confirmaron la existencia de cé- lulas nerviosas especificas del cerebro. También descubricron que esas células —nuestras neuronas— son a la vez iguales y diferentes respecto de las demas células de nuestros cuerpos. La eaninon vitan Las ncuronas tienen niicleos centrales, 0 somas, que desem- pet un funciones comunes todas las células, pero también tienen dos tipos de apéndices a modo de tentaculos —los axo- ies las dendritas— que transmiten y reciben impulsos eléc- tricos. Cuando una neurona se activa, un impulso fluye del soma a la punta del ax6n, donde se desencadena la liberacion «le unas sustancias quimicas Hamadas neurotransmisores. Es- los neurotransmnisores afluyen ala ®. Leone observa que «los cam- Came amini ventas, No es de extraiiar que la neuroplasticidad se haya relacio- nado con afecciones mentales que van desde la depresién al trastorno obsesivo-compulsivo, pasando por el tinitus. Cuanto mis se concentra en sus sintomas una persona que sufre, mds le graban los sintomas en sus circuitos neuronales. En el peor de los casos, la mente en esenciase entrena para la enfer- mead, ‘También muchas adicciones se ven reforzadas por el fortilecimiento de esas vias plisticas en el cerebro. Incluso dosis muy pequeiias de drogas adictivas pueden alterar drasti- Gamente el flujo de los neurotransmisores en las sinapsis de ua persona, dando lugar a alteraciones duraderas en los cir (uitos del cerebro y su funci6n, En algunos casos, la acumula- tidn de ciertos tipos de neurotransmisores como la dopami- wa, una prima placentera de la adrenalina, parece realmente impulsar el encendido 0 apagado de ciertos genes particula- tes, lo que fortalece atin mas la ansiedad por Ia sustancia. Los tauminos vitales se vuelven letales. Lumbién existe potencial para adaptaciones neuropkisticas ne deseadas en el Funcionamiento cotidiano y normal de nuestras mentes. Los experimentos demuestran que, al igual (que el cerebro puede crear nuevos circuitos 0 fortalecerlos a Haves de la prictica fisica o mental, a los circuitos puede debi- Iistlos o disolverlos la negligencia. «Si dejamos de ejercer hnestra capacidad mental —escribe Doidge—, el cerebro no av limita a olvidar: el espacio que dedicabaa las viejas habilida- tes se entrega a las nuevas habilidades que se practican en su lugar™, Jeffrey Schwartz, catedratico de Psiquiatria en Ta fae tultud de Medicina de la UCLA, ha definido este proceso tome «da supervivencia de los mas actives». Las habilidades Inentales que sacrificamos pueden ser tan valiosas, 0 incluso nis, que las ganadas, Cuando se tata de la calidad de nuestro pensamiento, nuestras neuronas y las simapsis son completa- mente indiferentes. La posibilidad de deterioro intelectual es luherente ala plasticidad de nuestro cerebro. Eso no significa {ihe no podamos esforzarnos una vez mas en redirigir nuestras avtiales neuronales para reconstruir las habilidades per Si significa que las trayectorias vitales de nuestro cerebro ses rin, como entendia Monsieur Dumont, los caminos de menor resistencia. Seran Jos caminos que la mayorfa de nosotros tome la mayoria de las veces; y cuanto més avancemos pot ellos, mds dificil nos sera dar marcha atris. ee DIGRESION SOBRE QUE PIENSA EL CEREBRO CUANDO PIENSA ACERCA DE SI MISMO Lia timeisn det cerebro, crefa Aristoteles, era impedir que et tuerpo se sobrecalentara. «Compuesta de tierra y agua», la Materia cerebral «atempera el calor hirviente del corazén», es- tribio en Las partes de los animales, un tratado de anatomia y fi- alologia. La sangre se eleva desde el «fuego» que hay en la re- Klin del pecho hasta llegar a la cabeza, donde el cerebro redu- te sit temperatura «a la moderacién». La sangre asi enfriada Muye Inego hacia abajo por el resto del cuerpo. El proceso, st yleve Aristételes, era similar al que «se da cn la produccién de Iivias, Pues cuando el vapor asciende de la tierra Hevado por tlecto del calor a las regiones superiores, tan pronto como Hle- ywil aire frio que esta por encima de Ia tierra, se condensa de huevo en agua debido a la refrigeracion, y vuelve a la tierra en Jurnia de fluvia». La raz6n por la cual el hombre tiene «el ma- yor ecrebro en proporcién al tamaiio de su cuerpo» es que «la iegion del corazén y del pulmén es mas caliente y mas rica en aungre en el hombre que en cualquier otro animal». Parecia ubvio a Aristételes que el cerebro no podia ser «el érgano de la acusacién», como habia conjeturado Hipécrates, entre otros, yu que «cuando se lo toca, no se produce ninguna sensacién». Kur su insensibilidad «se parece —escribié— a la sangre de los wnimales ya sus excrementos». Fs Ficil, hoy en dia, reirse del error de Aristételes. Pero tam- hién es facil entender cémo el gran fildsofo fue Nevado tan le- Jon del buen camino, E] cerebro, embalado cuidadosamente en la caja de hueso que es el craneo, no nos da ninguna sefial sensorial de su existencia. Sentimos latir nuestro corazon, ex- pandirse nuestros pulmones, revolyérsenos el estémago; pero nuestro cerebro, a falta de movilidad y terminaciones nervio- sas sensoriales, sigue siendo imperceptible para nosotres. El origen de la conciencia est mas alli del alcance de la con- ciencia. Los médicos y los filésofos, desde los tiempos clasicos, pasando por Ia Ilustracién, tuvieron que deducir la funcién del cerebro mediante el examen y diseccién de las acumula- ciones de tejido gris encontradas en los craneos de los cadive- res y otros animales muertos. Lo que vefan reflejaba, por lo general, sus suposiciones sobre la naturaleza humana o, mas generalmente, la naturaleza del cosmos, Como describe Ro- bert Martensen en The Brain Takes Shape (El cerebro toma fo ma], encajarfan la estructura visible del cerebro en su metafo- ra metafisica preferida, organizando las partes fisicas del 6rgano «a fin de representar la similitud de acuerdo a sus pro- pios términos», Escribiendo casi dos mil aiios después de Aristételes, Des- cartes evocaha otra metéfora Iiquida para explicar la fiumcién del cerebro. Para él, el cerebro era un componente de una compleja «anéquinay hidraulica cuyo funcionamiento se pare- cia al de las «fuentes de los jardines reales», El corazén bom- bea sangre al cerebro, donde, en la glandula pineal, se wans- formaria, por medio de la presion y el calor, en «espi animales», que a su ve viajarian a través de «las tuberias» de los nervios. «Las cavidades y los poros» del cerebro servian de «aberturas» para regular el flujo de los espiritus animales en el resto del cuerpo’. La explicacién de Descartes del papel del cerebro se ajustaba perfectamente a su cosmologfa meca- nicista, en Ia que, como escribe Martensen, «todos los 6rganos funcionaban de forma dinamica obedeciendo a propiedades Spticas y geométricas» dentro de sistemas aut6nomos'. Nuestros microscopios, escaneres y sensores modernos nos han desengafiado de la mayorfa de las nociones viejas y fanta- siowas sobre cl funcionamicuto del cerebro, Pero la cualidad Sony QUE PIER RIMMEL ANDO HIENNA ALAA mF MENA extraiamente remota del cerebro —el modo en que parece a tn vez. formar parte de nosotros y estar apartado de nosotro sigue influyendo de manera sutil en nuestras percepciones. ‘Wenemos la sensacién de que nuestro cerebro existe en un es- tudo de espléndido aislamiento, que su naturaleza fundamen- tal es inmune a los caprichos de nuestro dia a dia. Si bien sabe- mox que nuestro cerebro ¢s up monitor exquisitamente wensible de la experiencia, queremos creer que esta mas alla dle la influencia de la experiencia. Queremos creer que las im- presiones que nuestro cerebro registra como sensaciones y al- macena como recuerdos no dejan huella fisica en su propia tatructura. Creer lo contrario, nos parece, pone en tela de jui- to ke integridad del yo. :so fire sin duda lo que senti yo cuando me empecé a preo- tupar porque mi uso de Internet pudiera estar cambiando la formicen que mi cerebro procesaba la informacién. Me resist ula idea en un principio, Parecia absurdo pensar que jugando ton un ordenador, una simple herramienta, pudicra alterar tle ninguna manera profunda o duradera lo que estaba pasian- tly dentro de mi cabeza. Pero me equivocaba. Como han des- tubierto los neurélogos, el cerebro —y la mente que alum hnsi— es una tarea en constante progreso. Esto no sélo se rumple para cada uno de nosotros como individuos. Se cum- ple pura todos nosotros como especie. 3. LAS HERRAMIENTAS DE LA MENTE eatinecconacan lapiz de colores de una cajay garabatea un circulo amarillo en la esquina de un papel: es el sol. Coge otro| lapiz y dibuja una linea ondulada verde a través del centro de la| pagina: es el horizonte. Luego dibuja dos lineas marrones que confluyen en un pico irregular; se trata de una montafia. Al lado de la montaia, dibuja un desigual rectingulo negro cor nado por un tridngulo rojo; su casa. La nia crece. Va a la es4 cuela. Dibuja de memoria la silueta del mapa de su pais. Lo di- vide, a grandes rasgos, en un conjunto de formas que represen tan sus divisiones administrativas. Y dentro de una de ellas di- buja una estrella de cinco puntas para marcar su pueblo. La| nina sigue creciendo. Estudia para agrimensora. Compra un conjunto de precisos instrumentos que utiliza para medir los| limites y contornos de una propiedad. Gon la informacién que| se procura, traza un plano preciso de la parcela, que luego se convertira en un modelo para que otros puedan tasarla. Nuesura madurez intelectual como personas puede remon: tarse a la forma en que trazamos dibujos o mapas de nuestro} entorno. Comenzamos con representaciones primitiyas y lite rales del terreno que vemosa nuestro alrededor, y vamos avan- zando hacia representaciones, cada vez mas precisas y abstrac- tas, del espacio geogrifico y topografico. Es decir, avanzamos de la representacion de lo que vemos a la elaboracién de | que sabemos, Vincent Virga, experto en cartografia afiliado al la Biblioteca del Congreso, ha observado que las etapas del desarrollo de nuestras habilidades cartograficas son muy simi- lares a las etapas generales del desarrollo cognoscitivo infantil blecidas por el psicdlogo suizo Jean Piaget en el siglo xx. Pasamos de la percepcin egocéatrica, puramente sensorial, «jue el nifio tiene del mundo al andlisis mas abstracto y objeti- vo de la experiencia en la juventud. «Al principio —escribe Vinga al describir cémo va avanzando la pericia de los niftos en cl trazado de mapas— las percepciones no se corresponden con las capacidades de representacién: y sélo se presentan las unis simples relaciones topograficas, sin tener en cuenta pers pectivas ni distancias. A continuaci6n evohiciona cierto “rez imo” intelectual que representa todo lo conocido con cre- tientes relaciones proporcionales. Y, por iiltimo, aparece una tepresentacién visual “realista”, [que emplea] cilculos cienu- ficos para su consecuciény! Al pasar por este proceso de maduracién intelectual, cada tno de nosotros representa toda la historia de la cartografia. Los primeros mapas de la humanidad se trazaron en tierra ton un palo o se tallaron en piedra con otra piedra; eran tan iuidimentarios como los garabatos de los chiquillos. Con el Heimpo Los dibujos se hicieron mas realistas, describiendo las proporciones reales de un espacio que a menudo se extendia mucho mas alla de lo que podria ver el ojo. Mas avanzado el tleipo, el realismo se convirtié en ciencia, tales eran su preci- alin y su abstraccion, El cartégrafo comenz6 a utilizar herra- Inientas sofisticadas, como Ia brijula y el teodolito, para me- div ingulos, confiando en cémputos y férmulas de género nnitematico. Finalmente, en un salto intelectual mas, los ma- pas llegaron a utilizarse no s6lo para representar en minucio- sy detalle vastas regiones de la Tierra o del firmamento, sino lmbién para expresar ideas: un plan de batalla, el andlisis de In propagacion de una epidemia, una prevision del creci mictite de la poblacién. «El proceso intelectual de transfor- mur la experiencia en el espacio en una abstraccion del espa tlo representa una revoluci6n de los modos de pensar», encribe Virga®, Suireaeteannas Los avances histéricos en cartografia no se limitaron a re- flejar el desarrollo de la mente humana. Ademas ayudaron a impulsar y orientar los mismos avances intelectuales que do- cumentaban, El mapa es un medio que no sélo almacena y iransmite informacién, sino que también incorpora un modo particular de ver y pensar. A medida que progresaba la carto- grafia, la difusién de los mapas difundia a su vez la manera distintiva que un cartégrato tenia de percibir y dar sentido al mundo. Cuanto més consultaba la gente aquellos mapas, mas entrenaba su mente para comprender la realidad basindose en ellos y en su lenguaje. La influencia de los mapas iba mucho mas alla de su empleo practico en el establecimiento de limi- tes de propiedad y el trazado de rutas. «El uso de un espacio reducido para sustituir al de la realidad —explica el histori dor de la cartografia Arthur Robinson— es un acto impresio- nante en sf mismo». Pero atin mas impresionante es que el mapa impulsara la evolucién del pensamiento abstracto» en toda la sociedad. «La combinacién de la reduccién de la reali- dad con la construccién de un espacio analégico es un logro de un orden muy elevado en el pensamiento abstracto —es- cribe Robinson— porque permite descubrir estructuras que se desconocerian si no fueran asignadas»*, La tecnologia del mapa dot6 al hombre de una mente nueva y mas comprensi- va, mas apta para entender las firerzas invisibles que dan for- maa su entorno ysu existencia, Lo que hizo el mapa con el espacio —waducir un fenéme- no natural a una concepcién artificial ¢ intelectual de dicho fendmeno— Io hizo otra tecnologia, el reloj mecanico, con el tiempo. Durante la mayor parte de Ja historia humana, las personas experimentaban el tiempo como un flujo continuo y , ciclico. Fn la medida en que el tiempo «se tenia en cuenta», esta cuenta se llevaba con instrumentos que hacfan hincapié en.este proceso natural: relojes de sol alrededor de los cuales se desplazaban las sombras, relojes de arena por donde se des- lizaba la arena, clepsidras a través de las que corrfa el agua. No habia ninguna necesidad especial de medir el tiempo con Las tinmeaniin rs oh aati previsin ni de fiagmentar un dia en pedacitos. Para la mayo- Ha de kas personas, los movimientos del Sol, la Luna y las estre- Ils eran el tinico reloj que necesitaban. La vida, en palabras tlel medievalista francés Jacques Le Goff, «transcurria domi- mada por los ciclos de la agricultura, indiferente a la exacti- tucl, despreocupada por la productividad»*, Esto comenzé a cambiar en la segunda mitad de la Edad Media, Las primeras personas en exigir una medicién mas precisa del tiempo fueron los monies cristianos, cuya vida gi- aba en torno aun riguroso horario de oracién. En el siglo v1, 1 Benito habia ordenado a sus seguidores celebrar siete mi- may cle oracién en momentos especificos del dia. Seiscientos unos después los cistercienses dieron un nuevo énfasis a la puntualidad, dividiendo el dia en una sccuencia de activida- tles reglamentadas y considerando cualquier retraso 0 pérdi tha «le tiempo como una afrenta a Dios. Impulsados por una necesidad de exactitud temporal, los monjes tomaron Ia int tiativa en el interés por la relojeria, Fue en los monasterios tance empezaron a montarse los primeros relojes mecanicos, «que regian sus movimientos mediante un balancco de contra- pesos; ven los campanarios donde primero sonaron las horas tn que la gente daria en parcelar sus vidas ¥1 deseo de medir el tiempo con precisién se difundié fire- 14 dle-los monasterios, Las cortes reales y principescas de Euro- pet, cuyas an los dispositivos mas recientes € Ingeniosos, empezaron a codiciar los relojes ¢ invertir en su perteccionamiento y fabricacién. A medida que la gente se trastacdaba del campo a la ciudad y comenzaba a trabajar en Joy mcrcados, talleres y fabricas en lugar de arar los campos, aus dias iban rebajandose en segmentos cada vez mas fina- mente divididos, anunciado cada uno de ellos por el taitido dle «nia campana. Gomo describe David Landes en Revolucién ¢n ef Gempo, su historia de la relojeria, «las campanas marcaban of inicio de las labores, las pausas para comer, el fin del traba- Jo. cl cicrre de las puertas, la apertura y el cierre del mercado, lus reuniones y asambleas, las situaciones de emergencia, las quezas premia sesiones del concejo, el cierre de las tabernas, las horas de lim- pieza urbana, el toque de queda y asf sucesivamente, median- te una extraordinaria variedad de repiques especiales en cada puebloy ciudade’, La necesidad de una estricta planificaci6n y sincronizacién del trabajo, el transporte, la devocién e incluso el ocio impul-| saron répidos avances en la tecnologia del reloj. Ya no bastaba con que cada pueblo o parroguia siguiera su propio reloj. La hora tenia que ser la misma en todas partes, en interés del co-| mercio y la industria. Las unidades de tiempo se estandariza- ron —segundos, minutos, horas— y los mecanismos del reloj se ajustaron para medir esas unidades con una precisién mu- cho mayor, Para el siglo x1v el reloj mecinico se habia conver- tido en algo comtin, una herramienta casi universal para coor dinar el complejo funcionamiento de la nueva sociedad! urbana, Las ciudades competfan entre si para instalar los relo- jes mas elaborados en las torres de sus ayuntamientos, iglesias: © palacios. «Ninguna comunidad europea —ha sefialado el historiador Lynn White— se sentia capaz de mantener la ca- beza alta a menos que en su centro urbano los planetas gira sen en ciclos y epiciclos, los angeles tocasen sus trompetas, los gallos cantasen y los apéstoles, reyes y profetas marcharan y! contramarcharan al compas de las horas». Los relojes no sélo ganaron en precision y ornamento. También se volvieron mas pequeiios y econdmicos. Los avan- ces de la miniaturizacién condujeron al desarrollo de relojes asequibles que la gente pudiera meter en las habitaciones de sus casas o incluso Ilevarse puesios consigo. Si la proliferacién| de relojes ptiblicos les cambié la forma de trabajar, comprar, actuary por lo dems comportarse como miembros de unal sociedad cada vez mas regulada, la propagacién de herra- mientas mas personales para el seguimiento del tiempo —ca- rillones, relojes de bolsillo y, més tarde, de pulsera— tendria| consecuencias mas intimas, El reloj personal se convirtid, es cribe Landes, en «un compafiero y vigilante, siempre visible y audible». Al recordar permanentemente a su propictario «el fan tnmtaniyn an ita sieve Hlempo utilizado, el jempo pasado, el tiempo malgastado 0 perdido», se volvié «un acicate clave para la realizacién per sonal y la productividad». La «personalizacién» de la medi- tlin precisa del tiempo «fue un importante estimulo para el {ndividualismo, aspecto sobresaliente de la civilizacién occi- dental», [i] reloj mecnico cambié nuestra forma de vernos. Y al {qual que el mapa, cambi6 la forma en que pensamos, Una vez que cl reloj habia redefinido el tiempo como una serie de uni- dudes de igual duracién, en nuestra mente comienza a desta- tur el metédico wabajo mental de la divisién y la medicién. ¥anpezamos a ver, en todas las cosas y fenémenos, las piezas que componen el conjunto, y luego empezamos a mirar los somponentes de que constaban estas piezas. Nuestro pensa- Inicnto se volvi aristotélico en su énfasis en discernir patro- hey abstractos detras de las superficies visibles del mundo ma- terial. El reloj desempefia un papel crucial en la salida de la Kalacd! Media y Ja entrada en el Renacimiento y la Iustraci6n, Kn Vienica y civilizacién, meditacién de 1934 sobre las conse- tucncias de la tecnologia sobre la vida humana, Lewis Mumford describio cémo el reloj

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