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El neoliberalismo y Ia transformacién del populismo en América Latina. El caso peruano* Kenneth M. Roberts** {Una novedosa paradoja confronta a la aca- demia latinoamericana contemporinea; el surgimiento de lideres personalistas con am- plio apoyo social que siguen recetas neolibera- Jes para lograr la austeridad econGmica y rea lizar ajustes estructurales de mercado. Ha sido dificil caracterizar€ interpretar a lideres como Fujimori y Menem, porque su estilo persona lista de liderazgo evoca imagenes de lidere populistas del pasado, pero sus politicas eco- in6micas presentn grandes diferencias con los rasgos estatistas y distribucionistas (0 redistribucionistas) del populismo tradicional ‘Sin embargo, esta paradoja puede resul- tar mds aparente que real, porque se ba: cen la presunciGn ampliamente difundida de {que el neoliberalismo y el populismo son an- tinomias que representan proyectos Maria Moira Mackinnon y Celina Suarez. ™ Kenneth M, Roberts es profesor asistente de Ciencia desea expresa’ eu agradecmienio a Kurt Weyland, ‘Oster y Steve Levitsky por sus comentarios tan ties econémicos fundamentalmente divergentes. También refleja la creencia (Zo la esperan- z22) de que el populismo comresponde a una etapa anterior del desarrollo socioeconémi- co ~etapa usualmente asociada con la industrializacién por sustituciGn de impoxta- ciones~ que ha sido eclipsada por la crisis de Ja deuda y la revolucién neoliberal. Sin em- bargo, varios trabajos recientes han observa- do una coincidencia entre economia neoli- beral y politica populista," generando pre- ‘guntas sustantivas sobre el significado del populismo y su relacidn con diferentes mo- delos econdmicos. El populismo es suficien- temente flexible como para adaptarse a las condiciones socioeconsmicas y politicas de una nueva era en América Latina, 0 esti inextricablemente asociado a una etapa 0 « ate atteu tue pubtcado en World Politics, volume 48, NF, pp. 624116, octubre 1996. Taducido por Poltica en la Universidad de New Mexico. €) autor ‘Karen Remmer, ier Merkx, Robert Kaulman, Philip sobre los primeros borradores de este arcu. Tense. por elemplo, Luiz Carlos Bresser Perera, José Maria Maravall y Adam Przeworski, Economic Retorms in New Democracies: A socal Democratic Approach, Cambridge, Cambridge Universi Press, 1098 Ato: Denise Dresser, Neopopult Solutions 9 Neokberal Problems: Moc Navona! Solidarity rosa San thogo, Centr de Estudios Noresrericane-Mojcanos, 1601; Carmen Rosa Ba, “De Gope de de Abo Cees Los Problemas dela Teansicin ala Demacracia’, en Pretetos 9-4, diciembre de 1982, pp. 58-55: Jul Casto Rea, Graciela Ducatenzelery Philppe Faucher, “Back to Populism: Latin America’s Aemative 10 Semoctacy’, en Archibald RM. iter, Maxwell A. Cameron y David H. Polock (eds), Latin Amorca fo te Yoor 2000, Resctvaing Growth Improving Equly, Sustaining Democracy, Nueva York, Praeger: 1092. p. 145: Kurt Woland, Neo Populism and Neo-Lbealemn Lain Amare: Unexpected Aires’, taba presentado en a reunion anval de la American Postical Science Aseociation, Nueva York, septiembre 1-4, 1994 Kenneth M, Robers modelo anterior de desarrollo socioeco- ‘nGmice? Y si el populismo no se ha extn: guido, zes posible reconciliar sus caracterist- cas esenciales con las de su anttesis putati- va, el neoliberalismo? ‘Aunque algunos trabajos anteriores han ar- _gumentado con suma persuasi6n que el po- pulismo es un fenémeno recurrente, mis que ‘una anomalfa historica de un periodo espe- cifico,’ atin existe la tendencia a asociarlo con politicas estatistas y redistributivas que son la antitesis del neoliberalismo. Como tal, el espectro del populismo en la América L tina contempordnea a menudo se equipara con una reaccién violenta de las clases bajas contra la austeridad, las desigualdades y las inseguridades del mercado propias del neo- liberalismo.? Asimismo, los presidentes y los, ministros de economia que implementan planes de estabilizacién aprobados por el FMI reiteradamente juran resistir “la tentaci6n po- pulista”, es decir, el aumento del gasto gubernamental, politicamente conveniente pero “irresponsable” desde el punto de vis- ta fiscal, para paliar los costos sociales de reformas de me ado. Atin queda por explo- rar en profundidad la posibilidad de que las tendencias populistas puedan aparecer den- tro -mds que en contra de- un proyecto neoliberal ‘Tomando en consideraci6n un andlisis del régimen de Fujimori en Peni, este trabajo su- giere que estin apareciendo nuevas formas de populismo que son compatibles y com plementarias de las reformas neoliberales em ciertos contextos. Esta nueva variante mis le eral de populismo esté asociada com lay descomposicién de formas insttucionalizadas de representacién politica que a menudo ses produce durante periodos de trastomo social y econémico. Su emergencia demuestra qUES el populismo se puede adaptara la era nelle beral y que no esté definido por el derroches fiscal; de hecho, aun restringidos por a aust ridad fiscal y las reformas de mercado, 1 fis dleres personalistas han descubierto diversas, instrumentos politicos y econémicos pata ‘movilizar el apoyo del sector popular cuando Jas instituciones intermedias est.n en crisis: Para poder comprender esta transfo cin del populismo en la era neoliberal €3) necesario contar con un marco para reali el anilisis comparativo de las diferentes & presiones 0 subtipos de populismo. Este 1 serd iil para identificar cambio y continuida en el fendémeno populist, al iempo que cilitaré el anilisis de las condiciones que ‘gendr tre neoliberalismo y populismo en e! Perth siguiente secci6n desarrolla un marco eo ron la asociaciGn no convencional parativo que se puede aplicar tanto all peruano como a otros ejemplos de popu ‘mo, ya sea de orientaci6n liberal o estat Este marco sugiere que se puede aument Ia capacidad de generalizacién intertempa € interregional, desacoplando el concept 2, Ernesto Laciau, Politics and Ideology in Marist Theory. London, NLB, 1977, p. 183; Robert H. Populism: Authortarian and Demecratic’ Perruci Jt y Stoven E. Sanderson, ‘en Latin American Research Review 20, NP2, 1986; Ga Presidential Succession, Economie Crisis, and Populist Resurgence: Brazi", en Studies in Comparative Intemational Development 24, oloho de 1969, y Cynthia Sanbo., “Thal Democratic Let and the Persistence of Popul in Peru, 1975-1890", PH.D. diss., Harvard Unversity, 198 3, Véase Sergio Zermefo, El Regreso del Lider: Crisis, Neolberalismo y Desorden’, en Revista Mexicana do Sociologia 51, octubre diciembre do 1989, 0 Jorge Cat ineda, Utopia Unarmed: The Latin American Left attr the Cold War, Nueva York: Vitage Books, 1993, pp. 49:50. 376 tneotberaime yt anwlormacon da popdion en feds \afna, caso peniane Populista de cualquier eta desarrollo especificos, Perspectivas en pugna sobre el populismo El anilisis de los vinculos potenciales exis- tentes entre populismo y neoliberalismo dé pende en gran medida de la conceptualiza- ‘i6n que se haga del populismo, Por desgra- Cia, existen pocos conceptos en las ciencias Sociales tan nebulosas e inconsistentes como éte; como el hombre ciego del proverbio que trata de describir un elefante tocando sus par- tes por separado, las concepciones de opulismo son modeladas por la atencién selectiva que se presta a sus maiiples compo- entes y también por las partic ionales o regionales. Estas dimensiones mi tiples han permitido que el concepto de idades na Populismo se aplique a una amplia gama de fenmenos empiticos poco conectados, des- de poliicas econémicas y etapas de desarrollo a ideologias politicas, movimientos, partidos, ‘gobiemos, y coaliciones sociales,* Dentro de esta mélange, se pueden identi- ficar cuatro perspectivas principales sobre el opulismo en la literatura latinoamericana: 1) |i perspectiva hist6rica/sociol6gica, que enfatiza las coaliciones sociopoliticas ‘multiclasistas que surgen tipicamente durante Jas etapas tempranas de la industralizacién en América Latina;* 2) la perspectiva econ6mi: que reduce el populismo a la indiscipli- fiscal y a un conjunto de politicas e sionistas o redistributivas que se adoptan en respuesta a presiones de consumo de masas;* 3) la perspectiva ideol6gica, que asocia el populismo con un discurso ideol6gico que antic tre “pueblo” y "bloque de poder’; y 4) la pers Pectiva politica, que equipara el populismo con lun patrén cle movilizacion verticals aplicado. Por lideres personalistas y que omite 0 subor- dina las formas institucionales de la mediacion politica* Si se las considera por separado, cada erspectiva est limitada ya sea por una ten: dencia esttica a vincular el concepto de popu lismo a una etapa determinada de la historia race mlaan dlereries conceptos de popuisro en Margaret Canovan, Populism, Nuova York, Harcourt Brace Jovanovich, 1981 5. Algunos ejemplos destacados incyen a Gino German, Pitica y la Sociedad de Masas, Buenos Ares, Paidée, 1968, y Gino German, leteuats ¥ Octavio lann, Populsmo y Cantragleciones de Clase on Latnoamn: Sociedad Tadic 6. Ente los mejores epresentartes se encuer Latin America, San Francisco, ICS Press, 1990, y Rudiger Der fn Dornbusch y Edwards (eds). The macroeconomics of Populism Macroaconomics of Populism edad en una Epoca ae Tansicién 0 Ciudad de Mico, Era Sa, 8, Social Cantie: and Fopuist Poitics sch y Sebastian Edwards, "The SEGrze Chicago: University of Chicago Press, 191; as litaciones de a mirpretacen eroramienc ne Eaonae, 7 Ftane Cardoso y Ann Heiwege, “Populism, Protigacy end Redsinbuton”, en Derasecr's Edwaids, op. cit 7-Elmepor reprosentante de a perspectv (nota), 204, §,Nease Por elem, a defncion que orace lo Coles en Carls Franco, Juto Ctr y ‘Popusismo y Moderridad’, en Pretexoe2, febrero de 1991, p. 108 Véese the Concept of Populism: Popuist and Cienielst Modes of (on Politcs and Socioty 14, N3, 1986. Faucher (pola 1), p. 126: y Nicos Mouzel, Incorporation in Semi-Peripheral Pot feotgica es Emesto Laciau (ota2), cap. 4. Véase también Canovan ullermo Rachabrin, mbién Castro lea, Ducaterzelery Kenneth M, Rober negando de esta forma sus propiedacles diné- micas y de adaptacién, o por una tendencia reduccionistaa transformar un feémeno com- plejo y multidimensional en uno uniimen« sional. La perspectiva histiriea/sociol6gica, por ejemplo, capta gran parte de la riqueza y com- Plejidac! det populismo pero lo liga a una eta- a particular del desarrollo socioeconémico y Politico de las sociedades latinoamericanas. ara escritores como Germani ¢ lanni, el po- ulismo correspondié a una etapa de transi in en el pasaje de sociedades tradcionales a sociedades modemnas, cuando la crisis del orden oligirquico en la década del treinta Permitié que la clase obrera y la clase media recientemente movilizadas se incoporaran al proceso politico, Hasta los acadlémicos dle las tradiciones marxista y dependentista que no adoptaron esta orientacién funcionalista com: pPartieron una concepcién beisica del populis- ‘mo como movimiento politico multiclasista ue correspondia a la etapa de industrializa i6n por sustitucién de importaciones (ISI)? De acuerdo con esta intezpretacién, las politi= cas estatistas y nacionalistas de la ISI permi- tieron que los lideres populistas construyeran alianzas multiclasistas entre los obreros urba- os, ls sectores medios y los industrales na- ionales. Sin embargo, el “agotamiento” de las estrategias de a ISI despues de la década del’50 erosions las buses materiales para con- ‘retarcoalciones multiclass, acentuando los conflictos de clase y generando nuevas for ‘mas de autoritarismo excluyente para desmo- vilizar alos sectores populates." Mis recien- temente, se ha sostenido que la viabilidad del Populismo ha dlisminuido como resultado de la cisis de la deuda y de los ajustes neolibera- les que han minado la base fiscal de los pro- _gramas distributives y mutilado a los sindi tos y a otros actores colectivos cuyos intere- ses econémicos definieron las agendas del opulismo tradicional!" Aun cuando resulten ities para compren: der el ascenso y la caida del populismo cli si€o en América Latina, las teorias evolucionistas de las etapas de desarrollo conceptualizan el populismo de tal forma que resulta estatico y ligado a un contexto espacio-temporal, como una etapa fija en un patron secuencial de desarrollo que ya se ha desplazado a niveles mas avanzados ‘en América Latina y quiz no tenga parale- los claros en otras experiencias regionales. De esta forma, no contribuyen a profundi- zarla comprensi6n de fenémenos similares 9. El enloque estructural” de Carlos M. Vis es inueuaimento explicit on este sertido, ya que interpreta al Populism como una estratogia de acumulacén que corresponds a "la primera etapa del crecimiento dela Industria nacional y a la consolidacién del mercado interno"; véase Viles, “Latin American Popul A Structural Approach’, en Science and Society56, ivierro de 1992.93. 9.411 10. Muchos de los trabajos que han terido mas inuencia sobre la pllica latinoamericana del siglo XX {adoptan vatiantes do esta interpretacién: véase Guillermo O'Donnell, Modernization and. Bureauerehe ‘Authortaranism, Berkeley, Istiiao de Estudios Intern 'acionales, 1973, cap. 2: y Fernando Hervique Cardoso y Enzo Faleto, Dependency and Development in Latin America, Berkeley. Universty of Galeri Proce 1879, cap. 5,6. Véase también Michael. Conni,"nireduction: Toward a Comparative Defintion of Popul en Cont, Lain American Populism in Comparative Perspective. Albuquerque, University of New Menios Prose, 1982 11. Vase, por ejemplo, Rober R, Kaufman y Barbara Stalings, “The Pllcal Economy Latin American Poputsm ‘on Dornbusch y Edwards (nota 6), pp. 31-3; vel Comment” por Paul Drake en el mmo volumen . #0 378 | coal sis de mani pensie mas de lesy A ideology tidi ponent El neolberalame y la waneformacién del populism en América Lal ‘en otros contextos de desarrollo," y no lo- gran identificar las condiciones sociales 0 las coaliciones que podrian generar nuevas for- ‘mas de populismo en la era pos-ISI. Asimis: mo, no anticipan adaptaciones en las manifestaciones populistas que permitirian pensar en la existencia de importantes for- ‘mas de continuiclad bajo condiciones socia- les y econ6micas cambiantes. A su vez, las perspectivas econémicas ideol6gicas soslayan el problema de la mul tidimensionalidad destacando un solo com: ponente del populismo. El enfoque econd- mico, por ejemplo, equipara al populismo. con las politicas econémicas expansionistas ‘ redistrbutivas que no son alteradas por con- sideraciones fiscales. Por consiguiente, esta perspectiva purga el concepto de populis: ‘mo de su contenido politico y sociolégico mas alld del deseo de los lideres populistas de construir apoyo politico aumentando el consumo masivo. Adem, esti menos liga~ do a una etapa de desarrollo en particular, porque considera que la indisciplina fiscal es ‘una tentaciGn permanente para gobiemos de distintas orientaciones ideoldgicas dentro del contexto de las desigualdades sociales y los. conflictos distributivos de América Lati- na." La estrechez. de miras de este enfo- que reduccionista y economicista vuelve al concepto sinultineamente demasiado 1 caso peruano elistico y demasiado restrictivo. Su elasti cidad permite aplicar el epiteto de popu- lista pricticamente 2 cualquier gobierno, desde Allende a Samey, que no puede obtener recursos acordes con sus com- promisos de gasto, tenga 0 no una coali cién social 0 un estilo de liderazgo popu: lista." Por el contrario, su caricter restric. tivo excluye a los fenémenos contem- porineos que presentan paralelos nota- bles con el populismo clisico, pero co- existen con un tipo diferente de proyec to econsmico, ya sea por conviccidn ideo- Iégica 0 por restricciones fiscales, En par- ticular, este enfoque elimina por defini- ign a formas de clientelismo y a otros ins- trumentos econémicos usados para movil zar el respaldo politico de las clases bajas, que no dependen de aumentos inflaciona- tos de salarios 0 de gastos deficitarios. Por dlkimo, la perspectiva politica centra atencién en la desinstitucionalizacién de la autoridad y la representacién politicas bajo el populismo; es clecir, en la relacién directa y paternalista que existe entre los lideres per- sonalistas y su masa heterogénea de seguiddo- res, Jo que muchos estudiosos ven como un rasgo fundamental del populismo clisico."* Esta perspectiva resulta esencial para com: Jer nuevas formas de populismo en la ica Latina contemporiinea que explotan 12. Esto resuta corto no soo para as varartes lberales del populism en la América Latna contempordnea sino también pra las mantestaciones rurale del ppulsmo en Rusia los Estados Unigos a fines del igo XIX. 13. Lahipétesis ave vinoula e! populsmo conia desiguslded socialy el conficto disribuivo es desarrllada en ut distibucion sectoral en Kauirany 1d por Sachs (nota 6). También se puede encontrar un buon ani de los: lings (neta 11), pp. 19-22 tictos de clase y oe +4, También han advert sobre la excesivaelasticidad Drake (ncta 11), p. 38: Cardoso y Helwepe (70186) 15. Véase, por ejemplo, Carlos de a Torre, “The Ambiguous Meanings of Latin American Populism’, en Social esearch 59, verano de 1992, pp. 396-83; y Con (nota 10), p. 21-22. Paul W. Drake reconoce ia imporian cade este elenento pero adv te que el populism no se puede reducir a esto; vase Drake, “Conclusion Requiem for Populism”, en Conn (nota 10), pp. 220-28, Kenneth M, Robes yaaceleran al mismo tiempo la erosién de for ‘mas insttucionalizadas de representacin po- Itica en paises como el Pert. Sin embargo, no explica c6mo algunas figuras populistas clisicas de América Latina, tales como Cirde- nas y Haya de la Torre, combinaron un lide razgo personalista con formas significativas de cconstrucciGn de instituciones. Una perspecti- va politica unidimensional también puede encontrar dificultades para explicar la exitosa generaciOn y reproduccién de apoyo pop: Jar, aun la lograda por un lider carismtico. Los lideres populistas pueden ser capaces de movilizar apoyo articulando cuestiones polit ‘cas 0 simbolas tales como la lucha contra la ‘comupcisn, la ampliaci6n de los derechos de ciudadania"o la necesidad del “pueblo” de desafiara los burécratas y las elites politicas atrincheradas en el poder. Como tales, las medidas econémicas populistas no son una condicién necesaria para la existencia de re- laciones de autoridad populistas.” No obstan- te, en una regiGn de profundas desigualdades y de extendida inseguridad econémica, la mayor parte de las expresiones populists tra tarin de establecer un fundamento material para cultivar el apoyo de las clases més baja. Este ¢s un desafio para cualquier concepeién opullismo que se hace extensive a un proyecto neoliberal, y constituye la raz6n prin pal por la cual se presapone que el poplis- ‘mo ¢s incompatible con el neoliberalismo. Estas perspectivas rivales pueden produ- Gir interpretaciones radicalmente diferentes del mismo fenémeno. Por ejemplo, escribiendo esencialmente desde una perspectiva econ6mica, Kaufman y Stallings argumentan «que la plataforma electoral de 1989 del lider izquierdista brasilefo Lula era populista, en tanto que el conservador Femando Collor re- presentaba un proyecto “antipopulista”.™ Sin embargo, una perspectiva politica podria facilmente levar a 1a conclusién de que el a era Collor; mientras la candidatura se basaba en el respaldo institucional ociaciones partidarias, obreras y cvicas, Collor era un lider personalista arquetipico de os pobres atomizados y desorganizados” ‘Debido alos significados inconsistentes que sgeneran estas perspectivas alternativas, no es sorprendente que los académicos hayan cues- tionado la utilidad del concepto populist para la investigacion en ciencias sociales” Sin ‘embargo, como advienten Collier y Mahon, se puede perder un importante contenido empirico cuando se descartan conceptos en forma prematura como resultado de la ambigledad 0 de que no capturen en for: ma exhaustiva les casos Se deberfa con: servar el concepto de populismo, pero 16. Gino German (nota 8), pp. 325-27, por ejemplo, argumenta que el respaldo de la clase obrera a Perén 'e basabs no tanto en recompensas materiales tangibles sino més bien en benefcios percibiles en lo Felatvo al poder personaly a los derechos 0 los ciudadarce 17. autor agradece a Philp Oxhorn por la aclaracion de este punto, 18. Kaulman y Stalings (nota 11), p. 33 19, Vease Weyland rota 1). 12 20. Véase lan Roxborough, “Unity and Diversity in Latin American History", en Journal of Latin American Studies 16, mayo de 1984, p. 14 21. David Collier y James E. Mahon. Jt, “Conceptual ‘Stretching’ Revisited: Adapting Categories in ‘Comparative Analysis", en American Poltical Science Review 87, iciembre de 1993, p. 646. Su sugerencia de que se traten los concepios prablematicas coma “categoras radales" prove una salida ala confusion 380 concepruliza existen b adoptar unl priorice unal a integral incluiria dees nvicleo del atributos¢ plo, led corpora os perti Afinde| diferentes asar una en lo aiicleo del pectivas en) 1. Un aunque no} conceptual Una categoria dades que prototipico quay contexo: 1) p 2s, a i en dNverso8 g 1 neolberalamo y la transformacién del popuiemo en América Latina. El caso peruano conceptualizarlo en forma sintétia, ya que no cexisten bases te6ricas o empiricas claras para adoptar una perspectiva esencialista que priorice una propiedad en particular de este fenémeno multidimensional. Una experien- ia integral, prototipica de populismo tal como la della Argentina durante el gobiemo de Pern incluiria de esta forma los rasgos que hacen al niicleo del concepro en las cuatro perspe vas descriptas anteriormente. Desagregando, es posible, entonces, iclentificar subtipos po- puilistas que comparten un arecido de fa- xr de manifiesto algunos de los atributos centrales pero no todos. Por ejem: plo, lr nocién reduccionista de populism eco ‘némico podtfa constituir un subtipo que in- corpora propiedades econdmicas centrales, pero no todos los atributos sociales y politi 0s pertinentes. A fin de faciltar el andlisis comparative de diferentes expresiones populistas, se puede basar una construccién sintética de populismo en los siguientes cinco rasgos que hacen al nticleo del concepto, derivaclas de estas pers- peetivas en pugna 1, Un patron personalista y paternalista, ‘aunque no necesariamente carismatico, de i= derazgo politico. 2. Una coalicién politica policasista, hete rogénea concentrada en los sectores subal- temos de la sociedad. 3. Un proceso de movilizacién politic: de arriba hacia abajo, que pasa por alto las las subordina a vinculos més directos entre eller y las masa 4, Una ideologia amorfa 0 ecléctica, ca racterizada por un discurso que ¢ sectores subalternos o es antielitista y/o lablishment. t0 econémico que utiliza mé: ‘mente dliundicios con el fin de crear ‘material para el apoyo del sector popular. Estas propiedades centrales son consisten- tescon las casos clisicos dle populismo de la ‘etapa de desa y siguen estrechamente las ollo de sustitucisn de impor- taciones, conceptualizaciones multidimensionales de autores tales como Conniff, Drake y De la Torre. Sin embargo, una serie de motificacio- nes sutiles permite que estas propiedades tris ciendan los limites espacio-temporales y se trasladen con mayor faclidad al terreno social y econdmico de la América Latina contempo- riinea, asi como también a contextos no latinoamericanas, La noci6n inclusiva de “sec- tores subalternos” es mis apropiada que el énfasis convencional sobre a clase trabajado- ra, dada la creciente informalidad y hetero- sgeneidad de la fuerza laboral y la disminuida centralidad politica de los trabajadores orga nizados en América Latina, Asimismo, un dis curso antielitista y/o antiestablishment invo- lucra ideologias movilizadoras que se dirigen contra una clase politica establecida (0 contra caracteriza el estudio del populism, y gus la relormutacion que ee reliza a continvacion Una categoria racial estéanclada en un caso protlipico dades que hy protatpico que compar contexo: 1) permiten articular las en al nicieo del concepto, Las categorias secunda algunos (pero no todos) de alegovies radisles poseen tres ventalas metodk tinles propiedades de les concentoe mutcrensionales; 2) son eepe- ue incorpora un canwnta de elementos 0 propie (@ subtipce) eon va 8 alrbutos defintorios y no presentan una co- cficas, al tempo que permiten que un concepto se haga extensivo a os casos que se aproniman al protoino versos grados, y 3) facta la ide icaciin de subtipos distin 1 denito de determinada categoria, Kenneth M, Roberts las instituciones que ésta encarma),” y tam- bién contra los oligarcas wadicionales 0 las tes econémicas. Por tltimo, el énfasis sobre las relaciones directas entre los lideres y sus seguidores destaca la debilidad de los canales institucionalizados de representacién politica en contextos en los que es probable que sur jel populismo. Aunque estas propiedaces nticleo se cen- tran primordialmente en las dimensiones po- Iiticas y sociol6gicas del populismo, mantie- nen el contenido econémico del concepto sin ligarlo a ninguna etapa o modelo de desarro- lio especifico. Esta conceptualizacién supone que los lideres populistas tienden a dlisenar politicas econémicas para construir 0 soste- ner el respaldo politico brindando beneficios. ‘materiales a grupos subaltemos. Sin embargo los datos especificos de la politica macroeco- nnémica son variables; pueden estar orient dos por el mercado 0 el estado, pueden estar abiertos 0 cerrados a la competencia intern cional, ser permisivos o disciplinados desde el punto de vista fiscal, y progresivos o regre- sivos en su efecto distributivo general. Esta flexibilidad permite que el concepto populis- ta se mueva a través de diferentes estrategias de desarrollo, reconociendo que existen mil tiples y diversos instrumentos econémicos para cultivar el apoyo de las clases bajas. Pero, zesta reconceptualizacion permite que el populismo coexista con el neolibe- ralismo que, tanto por rizones econémicas como politicas, se considera una forma nttética de! populismo? Desde un punto de vista econdmico, su orientacién hacia el libre mercado contrasta con las politicas est € intervencionistis del populismo ctisico, que se fundaba en gran parte en un estado pro- pietario, industrias protegidas, y controles de precios o subsidios. Asimismo, la austeridad Fiscal y a integracion econémica internacio- nal postulsda por el neoliberalismo contras- tan con el consumo masivo y el nacionalismo: econémico postulados por el populismo eli« sico. Por Gitimo, el neoliberalismo en general ha redistribuido los ingresos hacia arriba mis ‘que hacia abajo, por lo menos en sus etapas les. En efecto, en el proceso de crear laborales mas “flexibles”, a menu= Jatado a la base social obrera del populismo cisico bajanco salarios, reducien= do el empleo en el sector formal y mutilando las salvaguardas legales de los trabajadores, Asi, os principales beneficiarios del neolibe= ralismo -y presumiblemente, su base sociopolitica fundamental- son generalmen- te considerados mis elitistas y excluyentes que los del populism. Ademis, se considera que el neoliberalis- ‘mo posee una légica politica muy diferente de la det populismo: una logica que rechaza cualquier tipo de comportamiento rentistico or parte de las “coaliciones redistibutivas” cn la sociedad civil que se especializan en extraer recursos o privilegios econémicos del estado." En amplios circulos se alega que el populismo refleja la incapacidad del estado. a resistir las demandas en pugna de gru- os organizados sectoriales 0 de clase; de hecho, a menudo se lo equipara con los es: fuerzos de los lideres personalistas para ine flar las demandas societales en aras de su propio beneficio politico. Por contraste, el 22. Este aspecto del populsmo se analiza en Canovan (nota 4), cap. 7 23, El ettice elésico de los monopoles lstibutivos es Hernando de Soto, The Other Path: The Invisible Revolution in the Third World, Nueva York, Harper y Row, 1989, cap. 6 982 neolit | aislar} suboa dale dele las fun | medigh proces lesy@ Sin} enteot taciond senan deste cas en has re do, na yar los) insti pues El neoiberalsmo y a translormacién ‘neoliberalismoa menudo se apoya en la toma tecnoeritica de decisiones que contribuye a aislar al estado de las demandas sociales y a subordinar a los agentes econémicos indlivi- duales a la légica competitiva y ala disciplina del mercado, Como el estado deja de cumplir las funciones de proveer al bienestar general, de redistribucion ¢ integraci6n soacial, en gran ‘medida se deja librada al mercado la tarea de procesar las conflictivas demands individua- les y colectivas in embargo, estas perspectivas se basin cen teorias “etapistas” o restringidas interpre- 1s del populismo, y pre- sentan dos limitaciones principales. Primero, destacan el papel de las demandas econémi- cas en la génesis del populismo, relegando las relaciones de autoridad. En este senti- do, no reconocen que al debilitar 0 sosla- yar los intereses onganizados y las formas institucionales de representaci6n los su: uestos causantes del populismo— la es- cena queda despejada para que los lide- res personalistas movilicen en forma di recta, mediacin, a las masas atomizadas. Como se observa en el caso Peruano, tanto los ajustes neoliberales como las crisis econémicas que los prece- den han debilitado al sindicalismo y a los Partidos politicos, las formas clasicas de epresentaci6n institucional de los secto- res subaltemos. Han creado, de este modo, un contexto politico en el que es factible que prospere un liderazgo populista, es decir, un liderazgo en el que la autoridad autocritica estd por encima de los intere- ses organizados y mis allé del control px blico sobre los gobernantes.** Guillermo O'Donnel, ‘Delegative Democracy Bresser Pereira, Maraval, y Przeworsk (nota 1), p. 10. del populism en América Latina, El ease peruano En segundo lugar, los argumentos que con- sideran que el neoliberalismo y el populism son inherentemente incompatibles igno- ran no sélo Ia variabilidad de las formas econémicas populistas (y neoliberales) sino también el ingenio de los lideres que ne cesitan mantener su apoyo politico mien tras implementan ajustes estructurales. El populismo chisico utiliz6 una mezcla de medidas sclectivas y universales como pa- lancas econ6micas para cultivar el respaldo Popular, En un contexto de austerilad fiscal, osajustes neoliberales pueden imposibilitar €l otorgamiento de ciertos beneficios ma ‘ales generalizados tales como incrementos de salarios o anticulos de consumo subsidiacos, ambos instrumentos usados cominmente por Jos populistas clisicos. Sin embargo, se pue- «den obtener dividendos politicos con el alivio de las penurias causadas por la hiperinflacié sobre los sectores mis vulnerables de la so- ciedad. Adems, los ajustes neoliberales pue- dn faciltarel otorgamiento de beneficios ma- teriales mas selectivos y direccionados hacia ‘grupos especiticos, beneficios que se pueden utilizar como elementos de construccién de intercambios clientelistas locales. Los progra- ‘mas direccionados tienen un impacto fiscal xis modesto que las medidas universalista, Pero su I6gica politica puede ser funcional- mente equivalente, ya que ambos tratan de intereambiar recompensas materiales por apo- yo politico Ademis de su costo mas bajo, los progr mas direccionados poseen la ventaja de ser directos y altamente visibles, permitiendo que los lideres del gobierno reclamen el ré dito politico por los beneficios materiales yen Journal of Democracy 5, enero de 1994, y Kenneth M, Rober otorgados. Al permitir que los lideres inau- guren personalmente proyectos locales 0 que “entreguen” beneficios direccionados, los programas selectivos resultan altamente com> Patibles con las relaciones personalistas lider ™masas del populismo. En forma similar al ar- ‘gumento de Olson de que los incentivos se- lectivos brindan alicientes mis poderosos para laaceién colectiva que los bienes pablicos,® los beneficios selectivos pueden crear vincu- los clientelistas mis fuertes que los benefi- ios universales, especialmente los que son poco visibles desde el punto de vista politi 0, coma los subsidios de precios permanen- tes 0 os controles de cambio. Las recompen- sas selectivas concedidas a una comunidad 0 ‘grupo en particular proven poderosos ali Gientes para un intercambio de apoyo polit ©0, creando relaciones reciprocas localizadas cen las que prosperan el patemalismo y el clien- telismo. En resumen, os lideres pueden bus- car establecer una base material para el po- ulismo a nivel micro aun cuando las politi- a8 a nivel macro resulten aparentemente cexcluyentes o antipopulares, Elcaso peruano sugiere que un rigido pro- Yyecto neoliberal a nivel macro puede ser com- Patible no sélo con un liderazgo politico de estilo populist sino también con medias eco- ‘n6micas populistas a nivel micro. Esta amal- ‘gama no esti exenta de contradicciones, y fo es seguro en absoluto que resulte eficaz en el largo plazo para mantener una base Politica popular que sostenga un proyecto ‘neoliberal. Sin embargo, la existencia de tal inesperada amalgama y su indiscutible éxito politico en el coro plazo ameritan un exa- Latransformacion del populismo en el Peru: andlisis del fymorismo A primera vista, Peri aparenta ser un caso dlisico de un populismo que ha sido estudio Por Drake (populismo “bait and switch)" es decir, cuando un lider personalista hace cam- pana con una plataforma populista para cam: biar abruptamente el rumbo hacia politicas neoliberales después de la elecciGn. Sin em- bargo, el viraje en materia de politicas econd- micas no implica necesariamente abandonar del todo e! populismo, itampoco sactficarel do politico offecido por los sectores por pulares. A pesar dle que la crisis econdmica y la revolucién neoliberal del Peri impusieron ‘nuevas restricciones al populismo, no lo extin .guieron porque emergieron nuevas formas de expresién populista en el vacio politico here dado de! cotapso dle sistema de partidos. Por cierto, la carrera politica de Alberto Fujimori constituye clara evidencia de la ma- leabilidad del populismo, Desde su ascenso mete6rico a la ctispide politica en 1990, se han dado tres caracteristicas popuilistas cons- tantes: un estilo personalista de liderazgo, una ‘base social heterogénea con amplio apoyo en las clases bajas, y la ausencia de formas Institucionalizadas de mediacin politica entre ellider y sus seguidores. Sin embargo, as for= 25, Mancur Olson, The Logic of Colectve Acton, Cambridge: Harvard University Press, 1971, 26. Después de haverse escito este articulo (abil de 1995), en eu contend por la presidencia con el ex ‘Sectetaio General do las Naciones Unidas, Javier Pérez de Cuellar y cos doce cancldalos el presidente, Fujmor ha transformado su rating de aprobacion publica de més del 60% en una reeleccién con ua vetoia, faplastante en la primera vet, 27, Drake (nota 11). p. 36 384 presidencial catapult6 a Review 27, N2, Et necliberalsmo y la ranstormacién del populsmo en América Latina. E1cas0 peruano ‘mulas ideolgicas y econémicas utilizadas para ‘generar (0 sostener) este apoyo popular han ‘cambiado con el tiempo, presentando tres fi- ses distintivas bien identificables. La primera fa con la campafa electoral de Fujimori, cuando su formula populista cult vaba una imagen de “hombre del pueblo” y ‘Proponia un programa econdmico graal para evitar las consecuencias sociales de un shock ‘neoliberal. Durante la segunda fase, que cu- bri6 aproximadamente los primeros dos aii de gobiemo de Fujimori, el populismo econé- ‘mico en rigor desapareci6, pero se sostuvo una base populista por medio de ataques al esta lishment politico, La tercera fase, que comen- 26 en el periodo posterior al “golpe presiden- Gal” (el autogolpe) de Fujimori de abil de 1992 (elautogolpe) y continus durante sx campatia Por la reeleeciGn en 1995, se caracteriz6 por el resurgimiento del populismo econémico a nivel micro. Estas tes fases destacan la diversi- dad de los instrumentos populistas, asi como. también su transformaci6n en la era neoliberal fase estuvo asocia Fase 1: de outsider a presidente Priicticamente un desconocido apenas un ‘mes antes de la primera vuelta de la eleccién, presidencial de abril de 1990, Fujimori se catapult6 ala victoria explotando la crisis de Jos partidos tradlicionales y oponigndloseal pro- ‘grama de shock neoliberal prometido por el novelista conservador y favorito de las mayo- ‘as, Mario Vargas Llosa, quien tenia el respaldo, de la elite tradicional del Pert.> En verdad, Fujimori construy6 su base politica sobre los escombros dejaddos por el colapso de los ex- perimentos populistas més wadicionales, a s2- ber, los del presidente en ejercicio Alan Garcia yellider izquierdista Alfonso Barrantes. Garcia hhered6 el liderazgo del APRA, el partido po- pulista nv antiguo de América Latina, después de la muerte de su fundador y lider durante largo tiempo, Victor Rati Haya de la Torre.” El joven y carismitico Garcia cultivé un enorme ‘caudal de seguidores personales y en 1985 lle- 6 al APRA a la presidencia por primera vez en su historia. Su apoyo crecié a medida que prometta limitar los pagos del servicio de la deuda; luego, implement6 un programa hete- rodoxo de aumentos de salarios, controles de precios, y reducciones de impuestos a fin de ‘estimular la demanda colectiva y sacar al Pers de la recesién, generando asf un boom econé- ‘mico de corta Vida. Sin embargo, Garcia y el APRA fueron arrasados politicamente cuando las restricciones extranjeras al cambio y los deficits gubernamentales levaron a la hiperinflacin, al cotapso de los salarios reales, ¥ a un 25% de contraccién de la economia Peruana entre 1988 y 1990. 28, Se puede encontrar un ands dela victoria de Fujmori on Carlos lin Degregoriy Romeo Grompone, iecciones 1990: Demonios y Redentores en e| Nuevo Per, Lima: Instuo de Estudios Peruanos, 1991, El ‘ascenco metecrico de Fujimori a un lugar destacado no fue ol primer sinfoma de la crisis de sistema de ‘eprecentacién patidria en el Peri; fue precedido on 1989 por a eeccién de estilo populsta del personaje televsivo independiente, Ficardo Belmont, como intendnte de Lima, 22. £1 populism de! APRA y de Haya dea Toro se analiza on Steve Stein, Populism in Peru: Te Emergence of {the Masses and the Poiics of Social Control, Madison, University of Wisconsin Pess, 1980 30. El colanso del programa heterodoxo de Garcia ce analiza en Matwel Pastor Jy Carol Wis, “Peruvian Economic Policy in the 1980: From Orthodoxy to Heterodxy and Back’, en Latin American Research Review 27, N#2, 1992 Elocaso del Aprismo parecié abrir un nue- -yo espacio politico para la coalicién de la Iz quierda Unida (IU), la fuerza electoral mas fuerte de Ia izquierda sudamericana durante Ja mayor parte de los aftos 80, y el principal ‘competidor dle] APRA en la lucha por obt ner el respaldo de las clases bajas.** Sin em- argo, un conflicto de larga data entre los moderadas y los radicales culming en la divi- sién de la IU en 1989 y en el colapso de la inquierda como fuerza electoral digna de ser tenida en cuenta. Los moderados de la 1U querian respaldar a Barrantes, un izquierdista independiente, ex-intendente de Lima, como candidato presidencial, reyendo que su atrac- tivo personal aumentaria el caudal electoral de la coalicin entre los votantes del centro y entes, Por el contratio, los part- es dela TU consideraban que las tendencias populistas de Barrantes eran un impedimento para el desarrollo de una al ternativa de izquierda mis institucionalizada, y rechazaban su llamado coneiliador para re: lizar un “acuerdo nacional” multilateral afin de apuntalarla incipiente democracia del Pert contra la crisis econémica y la insurgencia de Ia guerilla de Sendero Luminoso. Con la es- peranza de marginar a la iaquierda radical, Barrantes y sus seguidores se se TU en 1989, apostando a que un candidato independiente que prometiera alivio econd- mico y “concertacién* politica, o conciliacién, podria seducir a la masa flotante de votantes centristas y de centro-izquierda, que busca: ban una alternativa viable al desacreditado APRA yal “shock” neoliberal de Vargas Llosa. Barrantes estaba en lo cierto, salvo que el candidato independiente favorecido por es tos votantes fue un novato politico y un oul= sider(o extrapartidario), Alberto Fujimori, y ‘no el populista conocido de la izquierda pe- ruana.” En efecto, Fujimori gané la elecci6n utiizando la estrategia de Barrantes: una cam- afta personalista que evitaba las obligacio- nes partidarias, un llamamiento a las clases bajas y a los votantes independientes, y po~ niendo énfasis en la concertacion politica mas {que en un shock neoliberal como la solucién para la crisis nacional, Después de haber ob- tenido un segundo puesto con estrecho mar ‘gen de diferencia con Vargas Llosa en la pri mera vuelta de la elecci6n, Fujimori destroz6 a su rival conservador en la segunda vuelta con el apoyo de los votantes de la izquier y los apristas A fin de evitar el alejamiento de los votan- tes, Fujimori eludi6 las definiciones ideol6gi- ‘cas y cultivé la imagen de lider incorrupto que estaba por encima de las rencillas de la politica partidaria. De esta manera proclamaba representante de los intereses de Ja gente comin contra el sectarismo y las ‘maquinaciones egoistas de los politicos tradi onales, Mientras hacia campatia contra el tri tamiento de shock prometido por Vargas Host, poco decfa de su propio programa mis alld 31. Tanto el APRA com a IU obtuviron un apoye considerable de los obreres y de los pobres urbanos on. los 80; véase Maxwell A. Cameron, Democracy and Autheitarianism in Peru: Polical Coalions and Social Change, Nueva York, St. Martin’ Pross, 1994, caps. 2, 3 22, Barrantes. quien encabezaba las encuestas de las preferencias de los votartes en 1988 artes dela avon {Ge la I. tering en el quinto puesto en la primera welt de la elecién con un desastroso 4.8% del voto. El ‘cancidato de la IU, Henry Pease, obtwo el 8.2% en comparacion con el 22.6% para el candidato dol APRA, Luis Alva Casto; 29.1% para Fujimori y 32.7% para Vargas Llosa 386 Cares Vil prensa) 3S.Laseg A regu 5 neolberalsme y a transtormacion de! populismo en América Latina. El cso peruano de abrazar un vago compromiso con una es twategia concertacionista para enfrentar los pro- blemas sociales y econdmicos. El slogan de su campaha, "honestidad, tecnologia, y trab jo", contrastaba con la demagogia de los poli ticos tracicionales y evocaba imagenes de pro- bidad, eficiencia, y moxlemizacién tecnocrit ‘ca, mas que una motivaciGn ideologica. Esta falta de definicion ideol6gica resus ideal para atraer a Jos votantes independientes de las clases bajas con orientaciones politicas predominantemente centrstas o indefinidas." Dada la pérdida de legiimidad que suftia la elite politica criolta del Pert, ta herenc japonesa de Fujimori fue una ventaja y no un obsticulo en este proceso de construc- cin de imagen. Ademas de generar espe- ranzas sobre la inyecci6n de capitales japo- neses, le permiti6 sacar ventaja de los este- reotipos de la comunidad inmigrante japo- hhesa como grupo minoritario trabajador y exitoso, y mostrarse como un politico outst- der (0 un extrapartidario), de origen humil de que se haba destacado por su talento e iniciativa personal. Los esfuerzos realizados Por algunos seguidores de Vargas Llosa para incentivar los sentimientos nacionalistas con- tra Fujimori se volvieron en su contra, por- ue Fujimori sacé ventaja de la profunda bre- ccha cultural existente entre los peruanos des- cendientes de europeos y los de origen in- digena. En efecto, los rasgos faciales de Fujimori, su experiencia migratoria y sus ori genes humildes se asemejaban més al mes tizo del Peri y a la mayoria indigena que los. rasgos del europeizado Vargas Llosa. Fujimori, entonces, cultivé una doble im: gen: como politico extrapartidario que no ‘estaba contaminado por una asociacién con las instituciones establecidas,° y como un. lider que habia surgido de la gente comin Para ofrecer una nueva alternativa, En ‘consecuencia, mientras el urbano Vargas Llosa ‘obtuvo el respaldo de los partidos conserva- dores y de la elite criolla de la costa, Fujimori arras6 en el altiplano andino y en los iregu lares y extendidos distritos urbanos de clase baja poblados por una mayoria de mestizos indigenas. Al hacerlo, gané votos que an- teriormente habjan sido del APRA o de la IU, y obtuvo la mayor parte de los votos inde- Pendientes, fluctuantes, del centro politico que generalmente fueron decisivos en las elecciones peruanas.* En resumen, junto con su vaga promesa de evitar la aplicacién de un duro programa de estabilizaci6n econémica, as cvalidades personales de Fujimori resultaron esenciales ara lograr el heterogéneo apoyo politico {que acumul6, La retacién de Fujimori con sus 38. Un andlss de estes orietaciones se encuentra en el andlisis espacial del electorado peruano on Cameron (nota 31), eap. 6. 34, Véase Aldo Panfchi, “The Authoritarian Aternative: Ant:-Poltics among the Popular Sectors of Lima", en Carlos Vlas, Katherine Roberts-ite y Monique Segarra (eds.) Rethinking Participation in Latin America (en prensa). 35. Las ventas de eer un extrapartiderio en tiempos de crisis inettucional quiza estén mejoe descriptas en una ‘anécdota contada por Aima Guilermoprieto en The Heart That Bleeds: Latin America Now, Nueva York, Aled ‘A. Knopt, 1994, p. 81. una vendedora del mercado se le @proxima un conocido lider izquetdista. quien le Pregunts por qué estaba enarbolando un poster de Fujimori, durante la campafia presidencial. Ela le espondio que lo apoyaba “porque alin no ha hecho nada” 36, Las bases sociales de la vicioria de Fuimor se analzan detaladamente en Cameron (nota 31). cap. 5 387 sseguidores durante la campafia fue directa y altamente personalista; para destacar sus an tecedentes como agrénomo, recorrié el altiplane andino y las villas de emergen- ia urbanas en un tractor, y comié en los mercados junto a las masas. La mediacién institucional fue excepcionalmente débil; ¢l “partido” de Fujimori, Cambio 90, se armé rapidamente poco antes de la elec- cin, a partir de relaciones personales for- madas en circulos de negocios y académi cos, después de que Fujimori no pudiera obtener un puesto en la lista de candida. tos a senadores de la Izquierda Socialista que apoyaba a Barrantes:” Los compa- Aeros de campafa de Fujimori provinie ron de una federacién de pequefias em- presas y de una organizacién protestan: te, pero las relaciones con estos grupos se desvanecieron répidamente después de su eleccién presidencial Dados los temas de la campana de Fujimori y su electorado politico, los pe- ruanos quedaron azorados cuando, semanas de hacerse cargo de la presiden- cia, el nuevo presidente cambié de rumbo adoptando un programa de estabilizacién que era atin mas duro que el propuesto por Vargas Llosa. Como se explica a con- tinuacién, este nuevo modelo econémico ‘no for26 a Fujimori a abandonar el populis mo; sin embargo, exigié importantes modificaciones en el contenido de su men- saje populista, quitando énfasis a los com. ponentes materiales e intensificando los te- mas politicos antiestablisbment Fase 2: la desinstitucionalizacién y la politica de la antipoitica ‘Cuando Fujimori asumi6 la presidencia, he- red6 una economia que transtaba su tercer a0 ‘con una hiperinflaciin de cuatro digitos, junto con una recesién prolongada que habia retrotraido el ingreso per capita de los perua- ‘nos a los niveles de fines de la dlécada del'50. En respuesta a este problema, impuso un pa- quete draconiano de reformas neoliberales con {tes componentes principales. El primer paso fue un programa de establizacion adoptado «en agosto de 1990 para controlar la inflaciGn y ccapturar los ingresos necesarios para renovar Jos pagos del servicio de la deuda. Se recorta~ ron los subsidios alos precios, el gasto social y el empleo del sector piblico, se aumentaron. Jas tasas de interés y los impuestos de los ser- vicios estatalesyy se unificé el tipo de cambio, produciendo una devaluacién de facto de la moneda. Un segundo conjunto de reformas institucionales, en febrero de 1991, se disead para transitar de la estabilizacion hacia una re eesrucuracion de la economia peruana en base «politcas de mercado, Estas reformas incluian. Ja desregulacién del mercado financiero y el Jaboral, una reducci6n y unificacion de tanfas, 37. Alberto Actianzén, “Dispersion Poitica, Patdos y Filo Electra”, en Quehacer 91, septembre-octubre 0 1094, p. 5 {38:1 cambio on la paitica te alontado por un vile que ol president elocto Fumo nizo a los EEUU. para reuntse con representantes del FM, dol Banco Mundial y del Banco Interamericano Ge Desarrollo. Despuds 1 la renuncia de los economistas que asesoraron a Fujimori durante su campana, un nuevo equipo: ‘uerlemente ifluenciado por ol apétol neoliberal Hernando de Soto- implement el programa de shock @ principios de agosto de 1990, poco después de que Fujimori asuriera la presidencia, 388 frido una devastado pulares. Bf de trabajo el dusiria, i sual afi 1994. EL cond poblacién: je de la subempl 81,49 en informal pat en 1990 al cayeron ug] 28, Sep. de Olarte, 35, verano del ated Oat fo Pen 41-Los datos mayo de 1 Estructura del El neotberalsmo y la transtormacién del populism en América Latina €l caso peruano la priv 20s para ampliar izacién de empresas piblicas y esfuer base imponible y reducir la evasin impositiva. Por dltimo, estas reformas demereado, al mejora €l pago del servicio de a deuda, pemnitieron la ‘einserci6n del Peri en los crcuitos financieros intemacionales, quizd el objetivo principal del plan econémico de Fujimori.” Este ajuste estructural constituyé una dura ‘medicina para una economia que ya habfa su- frido una crisis prolongada, con efectos ddevastadores sobre los estindares de vida po- Pulares. Después de percier 800,000 puestos de trabajo durante l crisis econdémica de 1988- 89, el empleo se redujo otro 13,99% en la in- dustria, 13,7% en los servicios, y 21,8% en el ‘comercio durante los primeros dieciocho me- ses posteriores a la asuncin de Fujimori La inflaciGn, que habfa llegado a alrededor del 40%, se dispar6 al 398% en agosto de 1990, antes de declinar bruscamente al 3-5% men sual a fines de 1992 y al 1-2% mensual en 1994. El nuimero de peruanos que vivian en condiciones de pobreza crecié al 549% de la poblaciGn luego del “Fujishock’; el porcenta- je de la fuerza de trabajo considerada subempleada o desempleada aumenté del 81,4% en 1990 al 87,3% en 1993; el sector informal paso de! 45,7% de la fuerza laboral €en 1990 al 57% en 192; y los salarios reales cayeron un 40% entre 1990 y 1992, al 33% a salud fiscal y reanudar del nivel de 1980 en el sector privado y 9% nel sector pablico. También continué la ten dencia, de una década de duracién, hacia el ‘aumento de las desiguakdaces: la porcién del ingreso nacional representada por los salarios bajo del 46,79 en 1980 al 19,9% en 1990 y 13% en 1992, en tanto que la porcién representada por las ganancias creci6. del 25,9% en 1980 al 49,3% en 1990 y al 54,5% en 1992." la severidad de este plan de estabiliza ci6n, con su impacto distributivo regresivo y su firme compromiso con la austeridad, hace que resulte dificil pensar en Fujimori como luna figura populista. De hecho, sus seguido- res a menudo encomiaron su voluntad de quebrar con la tradici6n populista afincada en el Peri.* Sin embargo, al realizar un a lisis mas detenido, se puede observar que Fujimori sostuvo su proyecto populista a tra- vés de una astuta manipulacién de temas Politicos y simbélicos, aun durante un perio- do en el que las medidas econémicas popu listas brillaban por su ausencia, omo en el caso de los populistas clisi- 0s, el discurso de Fujimori era antielitista y antiestablishment. Sin embargo, mas q\ puntar contra la oligarquia tradicional por su dominio econémico, Fujimori inicié un ata- que sistematico contra las elites politicas de Pend y las instituciones del establishment que 99, Se pueden encontrar restmenes generales sobre la relormas econtmicas de Fujmori en Etrain Gonzales de Olarte, “Peru's Economic Program under Fuji", en Jeurnalofinteramercan Stusies and World Ata 35, verano de 1999; y Carol Wise, ‘The Poltics of Peruvian Economic Reform: Overcoming the Legacies of State-Led Development’, en Journal of Interamerican Studies and Word Aifas 36, prmavora de 1904 40, Peru Country Proto 1992-89, Londres, Economist nteligence Uni, 1982, p11 41, Los datos se toman de Denis Suimont Samain, ‘Aste sin Reestructuracion, en Cuadernos Laborales 100, ‘mayo de 1984, pp. 8-12; y Elana Chavez OB n, “El Mercado de Trabajo y las Nuevas Tendencias en la Estructura del Empleo en ol Peri", en Socilsmo y Partcipacién 60, dciombre de 1992, p: 20, 42, Véase Rafael Romero, £1 Pragmatismo de Fuimor: Del Exces0 leo SA 1992, al Realismo Poltico, Lima, Sediot controlaban; es decir, los partidos politicos, el Congreso, y el poder judicial. Esta orientacion. antiestablishment estuyo siempre presente en el estatus de Fujimori como politico extrapartidatio. Se intensifies, sin embargo, después de asumir el cargo, sin contar con ‘una base politica organizada propia y tenien- do que enfrentar a las instituciones alternati vas, independientes; ylleg6 a su punto maxi mo cuando el Congreso planted desafios mas agresivos contra su politica econdmica y de seguridad a fines de 1991 y comienzos de 1992. En consecuencia, Fujimori buscé movi lizar a la opinién publica contra lo que él de- ‘nominaba la partidocracia,* lanzando acusa- ‘jones contra la corrupeién, la ineficiencia y cl sectarismo de las elites partidarias arraiga- das que habian llevado al Pert al borde del colapso econémico y la guerra civil, De esta forma, describié al establishment politico de Peri como una clase dominante privilegiada {que se autorreproducia y que amenazaba obs- taculizar la implementaci6n de las reformas econémicas, en tanto colocaba los intereses partidarios por sobre el bien pablico, Esta “politica de la antipolitica™' es una técnica populista lisica, por cual un lider se presenta como la encaracién de la unidad ‘nacional y el interés pablico frente la discor dia desmoralizante de los intereses partidarios © partculares.” En el Pend, esto caléshondo en Jos sentimientos populares, porque avanzaa sobre la pérdida de legitimidad de las institu Ciones que habfan fracasid en la lucha para contener la insurgencia de Sendero Luminoso y revertir una crisis econémica cada vez mis, profuunda. En 1989, s6lo un 43,596 de los ind viduos encuestados en los sectores de las cla- ses bajas de Lima sostuvieron que Peri ado con el de los que opinaron que era no democriico,” En 1992, mis del 87% de los encuestados de los sectores de las clases bajas sostuvo que el ‘Congreso y el poder judicial habian fracasado en el cumplimiento de su rol constitucional.” En marzo de 1992, s6lo el 1256 de los perua- 1oS expres6 su confianza en los partidos poli ticos, ef nivel de confianza més bajo otorgado a cualquier instituci6n nacional.* Esta deslegi- timizaciGn de las instituciones establecidas era tan profunda que Fujimori fue aclamado cuan- do suspendié la vigeneia de la Constitucién, disolvis el Congreso y los gobiernos regiona- les e hizo una purga de la mayor parte del 43, Loe alaques de Fujimori al sctoma partidari y Ia crisis gonoralizada dela represontacién polica en Per 90 analzan en Alberto Adrianzén Merino, “Democraciay Pavtisos en el Pri, en Fretexts 2-4, ciciembre de 1992. pp. 7-8 {44 Se puede encontrar un andlsis de la“poltica dela antipoltica’ en Panfch (nota 34), 45. Véase Canovan (nota 4), cap. 7. 46, Walter Alarcén Giasinovih, “Clases Populares, Cutura Polticay Demrocraci,en Socialism y Partcipacsn 54, junio de 1991, p. 4 47, Sandro Macassi Lavander, “Cultura Politica de la Eficacia: {Qué Hay Tas la Discusién Dictadwa Orden Consttuciona?, en Socalsmo y ParcipaciénS8, junio de 1892, pp. 70-71 48, Apoyo SA, Informe de Opnién, septiembre de 1992, p. 32. Unirabajo sobre los pobres urbanos descubié que sd! 15% pertenecia un pate politico, mientras que el 94% sostenia que “el pueblo siempre ha sido engafiado por los polticos"; véase Jorge Parody Walter Twanma, “Los Pobladores, a Ciudad y a Politica: Un Estudio de Acttudes’, on Parodi (ed),Los Pores, LaCucad yla Patica Lima, Cervo de Estudos de Derocracia Sociedad, 1983, pp. 68-70, 390 podes) los mil Ful opti liga por politig compl rales} mente terés@ los pa vilizad delog periea roo! cial todo@ cobtuyg dicales adel tonom con tal dos pa lismoy carniah liberal fracas sindicg cures, | } wed eva ‘ea Coats Ps 5 fad El neclberalsmo y ta Poder judicial en un autogolpe respaldado por los militares en abril de 1992.° Fujimori, por lo tanto, redefini6 la lucha popular: ya no era “el pueblo” contra “la oligarquia”, sino “el pueblo", representado Por su presidente electo, contra la *clase politica’. Para Fujimori, esta clase politica comprendia no s6lo a los politicos profesio- nales y a los partidos politicos, sino virtual- mente a cualquier grupo organizado de in- terés en la esfera publica, incluyendoa aque- llos producidos por olas anteriores de mo- vilizacién populista. Por ende, al contrario de lo que sucede con la mayoria de las ex- periencias populistas, el movimiento obre- +0 organizado no fue un componente esen- cial de la coalicién multiclasista y atripalo- todo (cateb-all) de Fujimori, Aunque éste obtuvo el respaldo de las federaciones si dicales mas importantes en la seguncla vuel= ta de Ia elecci6n contra Vargas Llosa, su au. tonomia organizativa y sus lazos politicos con la Izquierda Unida las convertian en al dos poco confiables. Por cierto, el sindica lismo se convirtié rapidamente en un e1 carnizado opositor de Fujimori después de su repentina adopei6n de la economia neo- liberal. No obstante, tres paros nacionales fracasados demostraron la impotencia del sindicalismo para resistilos cambios estruc- turales propuestos por Fujimori El sindicalis- sformacion del populismo on América Latina. El caso pervano ‘mo, una vez baluarte del movimiento de protesta que socavé el gobierno militar a fines de los '70, fue entonces diezmado por una década de crisis econémica que produ jo cierres masivos de fabricas, aumento del subempleo y la informalizacién de la fuerza de trabajo. Para 1991, el nivel de sindicali zaci6n se habia reducido en un tercio, ca- yendo al 12% de la fuerza laboral,® mien- tras que més de la mitad de la poblacién econémicamente activa de Lima trabajaba en el sector informal y el 49% de los taba jadores asalariados del sector privado tenfa Contratos temporarios.*! En resumen, los cambios estructurales en Ja economia peruana habfan fragmentado y atomizado la fuerza de trabajo, obstruyen- do los esfuerzos organizativos que se apo- yaban en los intereses e identidades co- lectivos de clase. Estos cambios convirtic- ron al sindicalismo en una fuerza menos representativa en general de los diversos intereses de la clase obrera, y dej6 de ser el eje de los movimientos politicos popu- lates. El modelo econémico de Fujimori pudo desafiar, entonces, los intereses de ‘un movimiento obrero politicamente pos- trado con un costo relativamente bajo: por ‘medio de recortes de salarios, disminucién del empleo formal en el sector paiblico y privado y cambios en la legistaciin laboral que 48. El rating de aprobacién pbiea de Fujimori salt6 del 69% dela poblacién al 82% durante la somana de ‘su eutogolpe; véase Apoyo SA (neta 48). p. 8. Se puede encontrar un andlisis de este apoyo en Balbl (nota 1). Aparece una excelente expicacion de los cambios en el estado peruano en Philip Maucert,“Stte Reform, Coaitions, an the Neoliberal Autogoipe in Peru", en Latin American Research Review 30, NF1, 1998, 50. Foreign Labor Trends: Peru, Wsshington, D.C. Miristeio de Trabajo de los EE UU, 1991, p. 7. 51, Suimont Samain (nota 41), p11 52. En partculer lo sinaicatos delencian con firmeza los derechos legals @ a seguridad en et empleo, en ‘respuesta a 108 despidos masivos y a ls es{uerz0s del gobierno pata hacer mas “iexible" el mercado labora Estas preocupaciones eran de poco interés para los trabsladores més numeroscs del sector Informal y con contratos temporaros, Kenneth M. Robers mutilaron los derechos colectivos." De he- ‘cho, Fujimori podia obtener mis réditos poli- ticos apuntando su mensaje a los florecientes microemprendimientos y a los sectores in: formales; éstos incorporaban casi cinco ve~ ces mais gente que los sindicatos, y sus am- biguas identidades de clase, sus maleables lealtades politicas y su falta de poder organizativo aut6nomo facilitaban la movil 2zaci6n personalista. Como ha sostenido Fran- co, las masas urbanas del Pert han favorecido ‘una larga sucesién de figuras populistas al- tamente diferenciacas, en ausencia de formas autonomas e institucionalizadas de represen tacién politica * Debido al colapso de la ca ppacidad del estado para proveer los servicios publicos a fines de los 80, las masas urbanas se inclinaron cada vez mas a buscar canales individiuales ns que colectivas para progre sar, y fueron atraidos por el mensaje de Fujimori sobre la necesidad de trabajar duro, confiar en si mismo y ser eficiente. De este modo, Fujimori seleccioné companeros de ‘campaiia que eran simbolos del self-made mam, y cultv6 el respaldo de los sectores in- formales prometiendo legalizara los vende- dores ambulantes y crear un banco para otor- gar préstamos al sector informal * Fue recom- pensido con un apabullante apoyo politico. Las caracteristicas mas destacadas del Fujimorismo, entonces, fueron su persona- lismo, la atomizaciOn y la falta de instinsciona- lizacién. Las crisis del APRA y de la Izquierda Unida habian socavado las idemtidades pani- arias y habgan creado un vacio institucional que predisponia a los sectores populares a seguir a los lideres personalistas. Asimismo, el debilitamiento de! sindicalismo y la informalizacion de la fuerza de trabajo cr ron una masa electoral fragmentadl y hetero- génea que carecia de poder organizativo au ténomo. El gobierno de Fujimori, entonces, estaba suspendido en gran medida sobre los. intereses organizados de la sociedad civil dada la preferencia por los vinculos directos, sin ‘mediaci6n, entre el lider personalista y una ‘masa electoral atomizada, no se realizaron esfuerzos relevantes para construir canales de representacién partidarios © corporativos institucionalizados, Por cierto, las fuerzas ar- madas -o, por lo menos, algunos sectores dentro de ellas~ se convinieron en la prin cipal base de respaldo institucional de Fujimori, mientras el Presidente desarticu- laba ripidamente a Cambio 90 y rompia con los Iideres de los grupos protestantes y de pequenos empresarios que lo habian apoyado en un principio. Después del autogolpe de 1992, Fujimori contribuys a crear un nuevo movimiento entre los tecné cratas que lo apoyaban; Nueva Mayoria iba a respaldara una lista de candidatos en las elec- ciones para la asamblea constitucional, y esta agrupacién fue usada mas tarde por Fujimori para doblegar ain mis a Cambio 90. En resumen, Fujimori debi6 su ascenso po- litico a la crisis de las instituciones represen- tativas del Pent, y foment6 activamente la 153, E1 impacto de las relormas neotberales sobre el movimiento obrero se analiza en Carmen Rosa Balb ‘Miseria dl Sindicaismo”, en Debate 15, noviembre de 1992-enero de 1993, p38. 654. Carlos Franco, imagenes de la Sociedad Peruana: La Otra Moderidad, Lima, Centro de Estudios para 1 Desarrollo la Parcipacion, 1991. Véase también Parodi y Twanarra (nota 48) ‘55. Véase Camron (nota 31), cap. 6. 56, £1 apoyo de los soctoresinformales a Fuori sa analiza en Carmen Rosa Babi, "Modemidad y Progreso ten el Mundo Informal’, en Protextos 2, febrero de 1991, 392 El neoliberasmo y la vanstormacién del popuuisma en América Latina. 6 caso pervano dispersién politica y la atomizaci6n para acre- centar su autoridad personal. Esto se aprecia ‘mejor, quiz, en su decisi6n de simplificarlos requisitos de los candidatos pe las elecciones municipales dle 1993. Debido a presentarse a que los candidatos a intenclentes no necesita: ban movilizar el apoyo 0 los recursos de orga nizaciones partidarias para hacer campana, el resultado fue la proliferacion de candidaturas independientes y frentes politicos efimeros. En forma predecible, se produjo una difusion de experiencias populistas en pequena través del espectro politico; una cantidad ex- traordinaria de quince mil istas independien- tes se presentaron en las contiendas munici- pales en todo el pais,” capturando el 73% del voto nacional. En 1994, el vacio instituciona ca tan profundo que el 86% de la poblacion se revindicaba como politicamente indepen: diente, y Cambio 90 recibié el mas alto nivel de identificacién piblica: €1 5%, Sélo el Pbafir ‘m6 que votaria por un candidato provenie de un partido politico, et 77% sostuvo que pre ferfa a un candidato independiente.” Las elec ‘cones nacionales de 1995 confirmaron que en cesencia el sistema partidario peruano habia colapsado, porque Fujimor otros candicatos independientes acapararon ¢1 99% de los vo- tos en Ia carrera presidencial. En efecto, los partidos tradicionales que habgan dominado la politica peruana antes de 1990 ~el conserva dor Pando de AcciGn Popular el centrsta APRA, yl coalicién laquierda Unida-, todos perdi. ron su estarus legal al no haber podido obse- ner el 5% de los votos. 57. Juio Cotler, Descompesicién Pola y Autotarismo en el Per Lima, Institut 1993, p. 27 De este modo, Fujimori gobem6 con un estilo altamente autocritico, debilitando o climinando deliberadamente los controles institucionales sobre su autoridad, y alfin- dose con oficiales militares para neutralizar a la tinica fuerza que podri in O'Donnell, tales formas wutoridad -lo que él deno- régimen. S autocriticas de mina “democracia delegativa’~® se encuen- tran en sociedades en las que las crisis eco- ‘nGmicas y las debilidades institucionales per- miten que los lideres personalistas se pre senten como la encarnaci6n 0 los salvado- res de la nacién, Estos lideres pueden en. tonces gobernar en forma arbitraria, sin ser controlados por las restricciones institucio- rales, las promesas de sus campanas, o los intereses organizados. Al no tener que ren- dir cuentas de sus actos de gobierno en for ma institucionalizada, pueden cambiar de rumbo repentinamente, demostrando poca preocupacién por las posibles consecuen: cias politicas. Bresser Pereira, Maravally Praeworski const deran que el neolibe

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