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LEONARDO STREJILEVICH

GERONTOLOGÍA

República ARGENTINA
2012
2

PRÓLOGO

Después de haber publicado en papel “La vejez. Aspectos biopsicosociales


y ténicopolíticos” (Editorial Víctor Manuel Hanne; Salta; 1998) y
“Gerontología Social” (Editorial Dunken; Buenos Aires; 2004) y en libros
electrónicos “La vejez en la patria morena”(2008), “La muerte” y “Los
viejos de Salta” (2010) nos habíamos resignado a no publicar nada más
acerca de la problemática del envejecimiento con la ilusoria convicción de
que habíamos logrado construir con esas publicaciones un soporte más que
suficiente de conocimientos y de análisis reflexivo de gran parte de los
problemas que afectan a los adultos mayores.
La vida sigue andando y nosotros los viejos somos cada vez más
numerosos en este mundo y en el porvenir. De modo que los problemas se
acrecientan y escasean las soluciones que no sólo abarcan los problemas
sanitarios y sociales de los mayores sino también innumerables otros
problemas y cuestiones que les atañen no sólo a ellos sino a la sociedad
misma, a los responsables políticos, a los recursos humanos destinados a la
atención, cuidado, rehabilitación, auxilio, soporte y acompañamiento de los
mayores.
Este libro “Gerontología” ha sido construido con una serie heterodoxa y
abigarrada de ensayos breves, mayoritariamente publicados en diarios y
revistas de la Argentina y otros guardados en el cajón de sastre y no
publicados por pereza, desasosiego, desinterés o falta de oportunidades.
Soy conciente del paso del tiempo y de la caducidad de muchos de los
testimonios, opiniones, reflexiones y propuestas contenidos en este y otros
libros pero, también presumo, que hay temáticas importantes, duras, no
resueltas que tenemos como argentinos y como país y que estas palabras
enuncian y otras veces denuncian desgranando algunos de los problemas
vitales que tenemos como sociedad.
3

Gabriela Mistral decía: de tu obra saldrás con vergüenza porque ha sido


inferior a tu sueño. De la indulgencia de los lectores depende la
supervivencia de estas palabras.
Para algunos de nosotros, el pensamiento y la palabra escrita que es su
instrumento, merece ser comunicada en cuanto han nacido de las vísceras
mismas y del compromiso de quien las construyó.

Salta; República Argentina; 2012 Leonardo Strejilevich


4

ENVEJECIMIENTO A ESCALA MUNDIAL

Cuando en 1982 se adoptó en Viena el primer Plan de Acción Internacional


sobre el Envejecimiento, este fenómeno se proyectaba como un problema
importante prácticamente sólo para los países más desarrollados. Desde
entonces, el proceso de envejecimiento ha comenzado a afectar también a
varias regiones del mundo en vías de desarrollo. En el siglo XXI, el
envejecimiento rápido se convertirá progresivamente en un fenómeno a
escala mundial. Para resolver los desafíos que el proceso de envejecimiento
plantea en el presente y en el futuro a todas nuestras sociedades es
necesaria una mayor toma de conciencia a escala mundial. La cooperación
internacional puede mejorar la capacidad de los países para responder a
estos desafíos. Para abordar debidamente la problemática que el
5

envejecimiento plantea, es preciso empezar desde ahora a adoptar medidas


concretas. Hay la necesidad de adoptar un planteamiento político, es decir,
crear políticas de estado al respecto que abarquen los aspectos sanitarios,
sociales y económicos. Los Principios de las Naciones Unidas en favor de
las personas de edad, que se centran en la independencia, la participación,
la atención, la realización personal y la dignidad deben ser reafirmados en
una sociedad para todas las edades. El crecimiento sostenido de la
longevidad cuenta entre los grandes logros de la humanidad en los últimos
cincuenta años. El hecho de que las personas en general puedan esperar
vivir más tiempo abre grandes oportunidades de realización personal. A
medida que avanza el siglo XXI, el envejecimiento pondrá en cuestión los
fundamentos sociales y económicos de las sociedades en numerosas
regiones del mundo. Nuestras sociedades deberán no sólo ofrecer un marco
apropiado para personas cada vez más longevas, sino garantizar al mismo
tiempo la viabilidad social y económica en un mundo en proceso de
envejecimiento. El envejecimiento de las sociedades es el resultado,
esencialmente, de la caída de las tasas de fecundidad y de una esperanza de
vida cada vez mayor, a lo que hay que sumar los efectos de la explosión
demográfica de los años 60, responsable de grandes diferencias en el
tamaño de los grupos de edad. Los flujos migratorios también pueden
influir en este proceso. Cuando se compara el fenómeno del envejecimiento
en las regiones desarrolladas y en las regiones en desarrollo del mundo, se
comprueba que el proceso de envejecimiento crecerá a un ritmo sin
precedentes en los países en vías de desarrollo, como consecuencia del
fuerte descenso de las tasas de fecundidad y del acelerado incremento de la
longevidad. Se espera que, para 2050, el número de personas mayores en
los países menos desarrollados se habrá más que cuadriplicado (pasando de
374 millones en 2000 a 1.570 millones). Ese año, esta categoría de edad
representará el 19 % de la población de los países menos desarrollados,
6

frente al 8 % actual, y la edad mediana aumentará 11 años, para situarse en


los 35 años. En los países desarrollados, en los que la proporción de
personas de edad ya es mucho más elevada como consecuencia del rápido
crecimiento registrado, particularmente durante el periodo de la posguerra,
la población seguirá envejeciendo, pero a un ritmo más lento que en los
países menos desarrollados, y el porcentaje de personas de edad pasará del
19 % actual al 33 % en 2050, al tiempo que la edad mediana aumentará 9
años, para alcanzar los 46 años. También crecerá significativamente el
número de personas de edad muy avanzada, es decir, de 80 años o más. La
esperanza de vida de las mujeres supera actualmente en más de 6 años la de
los hombres. En la categoría de edad de 60 años o más, hay un 50 % más
de mujeres que de hombres y el 70 % de la personas de 75 años o más que
viven solas son mujeres. El fenómeno del envejecimiento es más marcado
en Asia y América Latina donde en el año 2050 el porcentaje de personas
mayores ascenderá entre el 20 y el 25 % de la población general. El
envejecimiento de la población tiene repercusiones sobre la economía, el
empleo y las cuestiones sociales. Las políticas de estado tienen que
dirigirse hacia el aprovechamiento máximo de los ciudadanos de toda edad
y establecer políticas y prácticas de envejecimiento activo: aprendizaje
permanente, prolongación de la vida activa, promoción de una jubilación
más tardía y progresiva, potenciación de la jubilación activa y fomento de
actividades que promuevan las capacidades y el estado de salud de las
personas mayores. Estas prácticas permiten elevar la calidad de vida media
de los ciudadanos y, a nivel social, contribuyen a alcanzar mayores niveles
de crecimiento, a aliviar la carga de la dependencia y a reducir
considerablemente el costo de las pensiones y la atención sanitaria. Son,
por lo tanto, estrategias que redundan en beneficio de todos los ciudadanos,
independientemente de su edad.
7

La puesta en práctica de estos enunciados requiere la participación de todas


las partes interesadas con un espíritu de diálogo, cooperación y voluntad
política para construir, mejorar y modernizar el modelo social y sanitario.
Deberíamos, rápidamente, preservar el crecimiento y el saneamiento de las
finanzas públicas; dar una respuesta adecuada al desafío que plantean el
envejecimiento y la disminución de la mano de obra; garantizar pensiones
adecuadas, viables y adaptables y asegurar el acceso de todos a una
atención sanitaria de calidad, preservando al mismo tiempo la viabilidad
financiera de los sistemas de salud dado que es obvia la incidencia que
genera el envejecimiento sobre la demanda de pensiones públicas,
asistencia sanitaria y cuidados de larga duración; el envejecimiento pone en
entredicho la viabilidad a largo plazo de las finanzas públicas y las políticas
sociales. Hay que afrontar la cuestión de la pobreza en la vejez, que sigue
siendo un problema acuciante en muchos países del mundo y también en
Argentina, en los que un gran número de personas mayores, especialmente
mujeres, tienen un acceso limitado a una renta mínima o a prestaciones
sanitarias o de asistencia social. Dada la fiabilidad de las proyecciones
demográficas disponibles, no faltan razones de peso para fijar el marco en
la toma de decisiones fácticas frente a la problemática del envejecimiento
de ahora en no más de veinte años. Las prioridades de los Planes de Acción
deberían definirse en función del tipo de contexto socioeconómico y
cultural más apropiado y para cada región de nuestro dilatado y diverso
país. Las políticas públicas deben tener en cuenta todas y cada una de las
variables que tienen que ver con la calidad de vida de las personas
mayores.
8

EL DESASOSIEGO EN “DE SENECTUTE”


DE NORBERTO BOBBIO

Hace poco tiempo llegó a nuestra Provincia de Salta (Argentina) la versión


española del libro “De Senectute” y otros escritos del anciano intelectual y
profesor italiano Norberto Bobbio.
Al margen de una prosa de excelencia y de cálido impacto sobre el lector,
cuyos contenidos culturales y filosóficos son de difícil emulación,
sobrenada a lo largo del discurso una impronta que, para definirla de algún
modo, es el desasosiego.
El desasosiego es la falta de quietud, de tranquilidad, de serenidad. Es la
imposibilidad de descansar después de una larga faena, de una tarea larga -
tan larga como la vida misma- que nos llevó el tiempo vital, todas nuestras
energías.
“De Senectute” de Norberto Bobbio es una expresión estructurada de su
propio desasosiego frente a su envejecimiento y por momentos desasosiega
al lector. Su desasosiego reverberante frente al análisis de su propia vejez
revierte, aún aceptando sus argumentos, en una desazón que nos invade
lenta e inexorablemente. Esta desazón puede caer, en una lectura
9

despaciosa y comprometida del texto, en una percepción que puede


convertirse en disgusto, pesadumbre, molestia, inquietud o dolor interior y
en una mala disposición del ánimo frente al proceso del envejecimiento
personal y generacional.
Noberto Bobbio, es un anciano especial. Su participación activa a lo largo
de su fecunda vida en ámbitos de alta excelencia y cualificación como el de
la cultura, los claustros universitarios, la filosofía, el derecho y la política
que, por suerte en su caso, tiene reconocimiento dentro y fuera de la
intelectualidad de Europa, en apariencia, no crearon los suficientes soportes
para rescatar las enormes posibilidades que la vejez tiene, en términos
generales, para la mayoría de los ancianos de este mundo y de aquél. Será
que la excesiva dedicación y la apuesta única a la formación intelectual
continua no compensada con una interrelación con la afectividad de
propios y ajenos y la inclusión personal en la dinámica social aisla, deprime
y crea, finalmente, un nihilismo sin salida y ese desasosiego que parece
ineluctable.
Bobbio descree, entre otros, de la versión “romántica” que acerca de la
vejez tenía Platón, Mantegazza y Cicerón; parece adscribirse más a la
versión cruel y negativa que tuvo Simone de Beauvoir o a la del argentino
Adolfo Bioy Casares en su ya viejo pero actual tema de la exclusión y la
victimización del viejo en una sociedad juvenil sin memoria y sin raíces en
el Diario de la Guerra del Cerdo.
La memoria es un instrumento valiosísimo a toda edad, especialmente en la
vejez, para aferrarse a la vida, conservar el dominio sobre sí mismo, tener
autonomía, autovalimiento y conservar la identidad (la mismidad al decir
de Rof Carballo). La remembranza, el recuerdo nostálgico planteado por
Bobbio puede ocasionar un permanente dolor terebrante vinculado al
propio pasado, a los propósitos no resueltos que se suma al aislamiento y a
la exclusión de la vejez en la actualidad que no tiene, la más de las veces,
10

espacio social para participar e integrarse; el viejo no tiene status ni


prestigio social en Iberoamérica (el caso de Norberto Bobbio es una de las
excepciones) y la memoria histórica, colectiva y generacional pretende ser
reemplazada por la informática.
La vejez cronológica, la biológica, la burocrática y la psicológica
enumeradas por Bobbio no pueden ser desagregadas; estas variables se
entrecruzan e interactúan; la vejez psicológica en el mundo occidental es
más difícil de recuperar que la biológica (la mayoría de los ancianos están
biológicamente sanos para su edad).
El señalamiento, el viejo está “inmóvil entre dos extrañamientos” habla
claramente de la baja capacidad de adaptación a la velocidad de los
cambios pero, también a la falta de inclusión de los mayores como
participantes intergeneracionales de esos mismos cambios.
Claramente Bobbio destaca el problema sociodemográfico de la expansión
de la vejez en el mundo pero no insinúa soluciones programáticas al
respecto; hay mucho camino andado en estas cuestiones y agenda política
para acercar soluciones a los mayores, especialmente en Europa.
Para don Norberto los viejos son seres desesperados; están a la espera de
nada; la vejez es una suspirada espera de la muerte; la muerte es una meta
no temible sino deseable ante la insoportable fatiga de vivir. La
“extinción”, el final sin recomienzo, es una realidad implacable en la que
Bobbio sólo reconoce el hecho, lo magnifica y absolutiza sin encontrar los
medios para prepararse para el final y descree del aporte de una generación
a otra para la construcción de un continuo histórico, cultural y social de la
humanidad organizada como sociedad (la propia materia de su
conocimiento, la filosofía política, parece no haber servido para resolver su
abismal contradicción existencial). El envejecimiento, para este autor,
siempre tiene un significado negativo.
11

Afirma que las satisfacciones más duraderas provinieron de su vida de


relación, de los maestros que lo educaron, de las personas que amó y que lo
amaron, de cuantos siempre han estado a su lado y ahora lo acompañan en
la última vuelta del camino.
Finalmente, se advierte que es el mundo de la afectividad, la
intersubjetividad entre las personas de cualquier generación e índole y la
inclusión participativa en la realidad social de la propia comunidad la que
favorece, justifica y brinda mayor calidad de vida en los mayores por
encima de cualquier otra razón.

Bobbio, Norberto. De Senectute; Edit. Santillana,S.A. Taurus; Madrid;


l997.
“De Senectute” es el discurso pronunciado el 5 de mayo de l994 en la
Universidad de Sassari por Norberto Bobbio al recibir el Doctorado
Honoris Causa en Ciencias Políticas a los 87 años.
12

EL ADENTRO Y EL AFUERA
DE LOS HOGARES PARA ANCIANOS

Poner al descubierto la infinidad de interjuegos, articulaciones y


desarticulaciones de las personas mayores residentes en un hogar
comunitario y establecer las dicotomías del afuera – adentro de las
instituciones no se hace con frecuencia.
El imaginario individual, grupal y social acerca del acontecer de las
personas mayores residentes en el adentro y afuera adolece de
extrañamiento, diversidad interpretativa y miradas con afirmaciones
contradictorias.
Una persona que visita un hogar para ancianos, aunque sea vieja, es “gente
de afuera” por el semblante, la actitud, la vestimenta, el empaque...
Adentro, sólo hay gente vieja y muy vieja; algunos están bien otros mal;
todos tienen un registro con sus datos y las etiquetas diagnósticas de sus
polipatologías clasificadas numéricamente por el designio taxonómico de la
OMS.
13

Los residentes que se “adaptan”, a poco andar, adquieren una cultura de


base institucional y muchas veces sus propios valores y costumbres se
sumen en el sistema de control social que impone la institución.
Poco a poco se proyecta y equipara el mundo interno institucional con el
externo y los mayores viven un proceso de “resocialización” dentro de los
paradigmas de la residencia y reelaboran una cosmovisión adaptativa.
El afuera estigmatiza, margina y aísla a los residentes delegando en el
cuerpo profesional y técnico de la residencia la atención, los cuidados y los
mínimos necesarios para la supervivencia. El adentro no ofrece resistencia
y soterradamente consiente la deconstrucción de la identidad individual.
Las “puertas abiertas” de las instituciones no impiden del todo la atmósfera
de reclusión y aislamiento. Quien intente penetrar en un hogar para
ancianos o residencia para mayores será detenido inmediatamente por una
barrera, personal de seguridad lo identificará y deberá explicar a quién, por
qué y para qué se propone visitar a un residente. Otras barreras suelen ser
representadas por un largo muro, tupida y extensa arboleda, cercos de
vegetación que constituyen defensas protectoras para el adentro y
protegientes para el afuera.
En el fondo, salvo excepciones, las residencias para mayores son
instituciones “totales” que funcionan como un lugar de residencia y trabajo
y donde un número grande de personas mayores en más o menos igual
situación viven aislados de la sociedad por un período apreciable de tiempo
hasta que sobreviene la muerte y, mientras tanto, comparten una rutina
diaria administrada formalmente.
En general, la institucionalización de mayores tiene efectos deletéreos
sobre las capacidades funcionales y el psiquismo; las motivaciones y las
actitudes en un contexto de resocialización institucional forzosa generan
una serie de hábitos que atentan contra la calidad de vida individual.
14

Este tipo de significaciones no sólo deben ser atribuidas a los residentes


sino también al personal – profesional o no –que desempeñan tareas en las
instituciones.
Una persona mayor institucionalizada pierde los hábitos normativos del
mundo de afuera, descuida su persona, olvida las normas, transgrede pautas
sociales; de alguna manera se deshumaniza. Los procesos de
institucionalización que pueden llevar a la cronificación, son procesos
diametralmente opuestos a la habilitación y calidad de vida.
En nuestro país, aún hoy y pese al crecimiento sociodemográfico de
personas mayores y muy mayores, no se han construido políticas
nacionales de Estado gerontológicas que destaquen, apoyen, acompañen y
sostengan la permanencia de los mayores en sus hogares y en su
comunidad teniendo en cuenta además y de acuerdo con nuestra realidad,
que las familias, mayoritariamente, no pueden acompañar el proceso de
envejecimiento de sus allegados.
El residente, se va transculturalizando dentro de los códigos de la
institución generando por un lado la adaptación dentro de dichos códigos
pero ocasionando al mismo tiempo e inevitablemente una progresiva
“institucionalización – cronificación”.
El residente, con el transcurso del tiempo se discapacita funcionalmente, se
convierte en un dependiente del cuidado de los otros; el personal si no es
cuidado y “tratado” debidamente se torna rígido, cristaliza su mirada, se
resiste a los cambios y a la puesta en marcha de nuevas acciones.
El residente que no se vale por sus propios medios, que depende de otros
para su supervivencia, que tiene alguna imposibilidad física o despliega
hábitos sociales inapropiados es segregado en el “adentro” todavía más
adentro; la interlocución desaparece en el adentro y en el afuera se hace
absoluta y definitiva.
15

Para muchas personas mayores, el primer contacto con una institución es


sumamente traumático; impresiona la condición de las otras personas
mayores y se vivencia un estado de crisis personal al reconocer en uno
mismo la condición de viejo a través de la vejez de los otros.
El componente biomédico, cuando prevalece en las propuestas de actuación
de las instituciones, es tomado e incorporado por los residentes que en
forma inconveniente reformulan su discurso y asumen una posición
actitudinal de patologización permanente de la propia vida cuando lo que
hay que lograr es un modelo de competencia, de aptitud para, de
capacidades para un funcionamiento adecuado para el contexto del adentro
como el de afuera todo el tiempo que sea posible.
Los atributos de capacidad, potencialidad, adecuación, la participación en
un espacio construido, un modelo propio de vida que funcione, la
preservación de la propia identidad, la habilitación para valerse por los
propios medios, la estimulación de las habilidades cognitivas evitando la
cronificación y el ritualismo, son las herramientas para integrarse en el
adentro y en el afuera.
La residencia, para muchas personas mayores, suele ser una familia
substituta que da albergue, alimenta y cuida, sugiere ocupar el tiempo en
tareas adecuadas a elección voluntaria, insta, alienta, vigila, controla
procurando no infantilizar ni destruir roles ni alejar a las personas del
afuera aunque éstas no puedan salir definitivamente de la institución.
Es necesario revisar viejos paradigmas y construir nuevos en el tratamiento
sociosanitario de las personas mayores institucionalizadas donde, si no se
cambia, podemos llegar a no poder diferenciar las condiciones de
contención de las del padecimiento inhibiendo la capacidad de funcionar en
un contexto diferente.
16

Hasta donde se pueda, es mejor para todos relacionar a las personas


mayores residentes con el afuera y con personas de toda edad ahuyentando
la dependencia y dando, todo el tiempo, oportunidades de autonomía.
17

JUBILACIÓN ANTICIPADA

La evolución del mercado del trabajo para los próximos cincuenta años
estará condicionada por la estructura de la población y el peso de los
diferentes grupos humanos por su edad. La proporción de población
inactiva mayor se duplicará y, desde ya, hay que plantearse políticas activas
destinadas a mejorar las perspectivas de los trabajadores, profesionales y
técnicos mayores en el mercado de trabajo. Ha llegado el momento de
considerar la posibilidad de introducir reformas en los sistemas actuales
que sitúe con una nueva mirada y paradigma el irreversible proceso de
envejecimiento de la sociedad con su relación con el mercado de trabajo
que plantea la oportunidad inefable de aprovechar la experiencia
acumulada a lo largo de una prolongada vida laboral. El envejecimiento de
la población parece ser un “problema” recurrente que no acaba, en nuestra
medio, de adquirir el estado de protagonismo relevante y continuado en las
agendas y políticas sociales. Parece que no acabamos de entender en qué
consiste el envejecimiento de la población y cuáles son sus consecuencias.
En términos macro-sociales, el efecto más visible del envejecimiento de la
18

población es la puesta en duda de la viabilidad del sistema de jubilaciones y


pensiones y, por extensión, de las cuentas de la Seguridad Social del
Estado. El razonamiento es sencillo y bien conocido: la garantía de rentas
en la vejez y la atención sociosanitaria se ponen en cuestión cuando
aumenta la demanda y, al mismo tiempo, se reduce la capacidad de
financiación de los sistemas. En el caso de las jubilaciones y pensiones, el
envejecimiento supone un aumento del número de jubilados y pensionistas
y al mismo tiempo una disminución de las aportaciones financieras, como
consecuencia de la reducción del volumen de la población en edad de
trabajar. En el sistema de atención sociosanitaria, el aumento del peso
relativo de la población mayor tiene como resultado un aumento de los
pacientes y un mayor consumo de prestaciones y servicios. En las
sociedades actuales casi todos podemos alcanzar una vida plena, de
recorrido completo y longeva. La nueva y larga vida emerge de la
revolución industrial, el mejoramiento de los recursos sanitarios y de la
creación de la institución de la jubilación. En la actualidad, el paso de unas
edades a otras se ha vuelto más difuso, menos claro y más variable de unos
individuos a otros. Un error frecuente de muchos políticos es creer que la
población de personas mayores constituye un conjunto homogéneo con
intereses similares y con capacidad de hacer valer sus derechos y
reivindicarlos a cambio de su cuota de mercado de voto. Si las pautas de la
actividad laboral no varían, las poblaciones de los países envejecidos (la
Argentina es uno de ellos) deberían encontrar su sustento material en una
parte cada vez más pequeña de su población, es decir, que cada vez más
personas mayores vivirían del esfuerzo productivo de menos trabajadores.
Poco a poco, la población que se encuentra en condiciones de trabajar
reducirá su volumen en los próximos años; las generaciones del boom de la
natalidad ya están alcanzando la edad de la jubilación sumado a la irregular
evolución de la fecundidad que en muchos países está por debajo de la tasa
19

de sustitución. La población en edad de trabajar no sólo se alteró en


volumen sino también en estructura interna aumentando el peso de los
grupos de edades más altas; si esto se mantuviera así el peso de la
población activa se reduciría mucho. El concepto de envejecimiento activo
y saludable debería involucrar las oportunidades de empleo y trabajo por
parte de los mayores; el trabajo en condiciones de salubridad laboral y
adaptado a la edad del trabajador es un medio privilegiado para conseguir
las metas que permite conseguir esa vejez activa y saludable y aprovechar
el capital humano y la experiencia acumulada por los trabajadores
veteranos.
Las causas de la caída de la actividad de los trabajadores, profesionales y
técnicos de 55 o más años no sólo se explica por la situación del mercado
de trabajo. Las jubilaciones, esta vez la jubilación anticipada (también los
retiros voluntarios), han recuperado su función de reguladoras de
excedentes de mano de obra. Históricamente la jubilación por encima de
las edades ordinarias, con la ayuda de los mecanismos de garantía del
sistema previsional del Estado, era un regulador tradicional. En el último
cuarto del siglo XX y en lo que va del siglo XXI, el proceso de separación
de la actividad laboral de los mayores se ha magnificado, la inactividad en
la vejez se ha convertido en norma. El mercado de trabajo parece seguir
necesitando este tipo de vías de ajuste entre oferta y demanda; la jubilación
se ha anticipado alcanzando a edades más tempranas, una vez más, con la
ayuda de la acción protectora del Estado que permite una regulación menos
dolorosa y sangrienta. En cualquier caso, esta nueva situación configura
una posición menos segura para los trabajadores en edades próximas a la
jubilación, que dependerían, como antes los mayores de 65 años, de la
evolución de las magnitudes del mercado; ellos serían los primeros en ser
expulsados del mercado laboral ante una escasez de puestos de trabajo y,
probablemente, los últimos en volver cuando el mercado se recuperase. La
20

situación de los trabajadores veteranos se ha hecho aún más vulnerable


como consecuencia de los procesos de reestructuración de los sistemas
productivos. Esas transformaciones productivas se saldaron con una
reducción de la oferta de los puestos de trabajo que tradicionalmente
ocupaban trabajadores veteranos y con un endurecimiento de las exigencias
para ocupar esos mismos puestos u otros fundamentalmente como
consecuencia de los cambios tecnológicos. En cualquier caso, los
trabajadores veteranos se han enfrentado al estrechamiento de la oferta de
puestos de trabajo y a las transformaciones tecnológicas con menos
recursos de formación, lo que ha dificultado su adaptación a los puestos de
trabajo disponibles teniendo en cuenta que la mayoría de los mayores
poseen niveles de educación formal inferiores a los comunes entre los
trabajadores más jóvenes y algunos, los menos, están sobrecalificados pero
son considerados viejos; los más tienen cualificaciones obsoletas
correspondientes a ocupaciones en retroceso y una supuesta menor
capacidad de aprendizaje. Todo ello se agrava porque los trabajadores
mayores tienen menos posibilidades que otros de acceder y participar en
programas de formación como consecuencia de la creencia, común y
erróneamente aceptada entre los empleadores, de que la inversión en capital
humano es menos rentable con la edad. Las razones serían que los
trabajadores de más edad rinden menos y, por tanto, son menos capaces de
aprovechar las ventajas de la formación, y que están próximos a la
jubilación y la inversión no se rentabiliza para el empleador. Sin embargo,
existe evidencia empírica sobre la importancia de los niveles educativos
para la permanencia en el mercado de trabajo de quienes están más
próximos a las edades para jubilarse. Las tasas de actividad de quienes han
alcanzado niveles educativos más altos son mayores también en las edades
maduras pero, actualmente, un nivel de estudios elevado no evita por sí
mismo la salida anticipada del mercado laboral.
21

Creemos que habrá acuerdo mayoritario con la intención de cualquier


proyecto que se construya destinado a mejorar la calidad de vida de los
adultos mayores de la Argentina y que contenga principios de equidad,
justicia social, accesibilidad, universalización y calidad prestacional de los
servicios sociosanitarios que se brinden y, más aún, afirmamos que toda
Ley o Decreto Nacional que contemple estos aspectos debe ser,
necesariamente, uniforme para todo el país y para todas las personas sin
someter a los ciudadanos a perjuicios difícilmente enmendables. Los
adultos mayores no deberían, sin participar activa y organizadamente,
compartir la idea y mucho menos su consolidación legislativa de las
variables y propuestas de actuación que en materia previsional o de la
oferta de servicios sociales y sanitarios se les intente imponer sin previa
consulta. Entre otras, hay varias razones ejemplificadoras:
- No se puede ni se debe, por la necesidad de acotar el financiamiento
social, conculcar los derechos de los mayores taxativamente enunciados en
la Constitución Nacional y Provincial,
- La desvinculación jurisdiccional, administrativa o de otra índole de los
regímenes previsionales no pueden violentar los derechos adquiridos de las
personas,
- No es admisible que se recurran a maniobras políticas y económicas
encubiertas de legitimidad legal para lesionar los intereses reales de los
mayores cuya defensa tiene que ver con la proyección en el tiempo de su
dignidad y calidad de vida,
- Las personas mayores deben acercarse lo más posible a la edad real de su
jubilación,
- Cuando hoy se habla de “jubilación anticipada” ó “prejubilación” se
encubre el despido de grandes masas de trabajadores y empleados en la
edad previa a la jubilación y ello, no se hace por razones sociosanitarias ó
por “beneficiar” a las personas, sino por razones de índole económica,
22

- La jubilación anticipada al igual que ciertos tipos de retiros, difieren en un


plazo más o menos largo y con amortizaciones parciales obladas en el
tiempo que transcurre entre el momento de la extinción laboral y la
jubilación,
- Las jubilaciones anticipadas son un instrumento eficaz para ayudar a
empresas en crisis y a los propios estados,
- La jubilación anticipada es una condena y una victimización indirecta de
trabajadores y empleados encerrada en una concepción antigerontológica,
- Nadie reconoce la utilidad de los trabajadores mayores cuyo papel
funcional, muchas veces, es superior al de los jóvenes y no se les ofrecen
nuevas oportunidades adaptativas a las tecnologías cambiantes y a las
circunstancias de producción,
- Es mejor utilizar el dinero público para alentar la formación y el reciclaje
técnico en el Estado y en las Empresas en lugar de utilizarlo en ayudas
individuales o para impulsar la regulación económica que nada tiene que
ver con el desarrollo humano en el campo social,
- El mercado de trabajo debe ser para todos y no sólo para los jóvenes,
- El Estado y las empresas no deberían emprender el camino del abuso en
las jubilaciones anticipadas y en los “retiros voluntarios”,
- Por su salud biopsicosocial, los mayores deberían trabajar, si así lo desean
y para ello se pueden otorgar vía bonificaciones empresariales y/o estatales
el estímulo necesario para que ello suceda,

- La jubilación anticipada genera problemas específicos y graves en lo


social y psicológico individual que están a caballo entre la situación del
jubilado y el desempleado,
- En un país como el nuestro, en que las jubilaciones no están acordadas,
son compulsivas, no tienen tratamiento preparatorio psicosocial y no
responden mayoritariamente a las necesidades dinerarias y adquisitivas
reales de los mayores, el jubilado no tiene futuro ya que arranca en este
23

status con un porcentaje muy por debajo de lo que le corresponde en


justicia y con desajustes adaptativos a la nueva realidad,
- La Seguridad Social, desea y necesita ahorrarse un porcentaje elevado del
costo total con las jubilaciones anticipadas (para los países que subsidian el
desempleo el costo de un prejubilado y de un desempleado es el mismo);
por eso interesa jubilar anticipadamente y mantener a una enorme masa de
personas en una actitud resignada y no conflictiva; el mal menor es la
jubilación anticipada versus el desempleo a cierta edad,
- Nadie está dispuesto a contemplar los efectos nocivos para la persona, su
familia y la sociedad de las jubilaciones anticipadas,
- Las jubilaciones anticipadas suponen un empobrecimiento real de los
trabajadores,
- Las empresas prefieren sacarse de encima a los trabajadores mayores, que
son más costosos porque tienen más tiempo de relación laboral.
En conclusión, sería deseable proteger los derechos de las personas
mayores y no convalidar, sin un análisis previo participativo y crítico, todo
lo que se oponga a criterios biológicos, sociales, psicológicos, económicos,
políticos y culturales que se aparten de nuestra realidad gerontológica
social para hoy y a futuro para las próximas generaciones.
24

LOS VIEJOS GHETTIZADOS

El término “ghetto” surgió en Venecia en 1516 para designar el barrio judío


de la ciudad ubicado en el emplazamiento de una fundición abandonada (=
gietto).
Se refiere a una zona geográfica en la que un grupo social estigmatizado se
ve obligado a residir y a desarrollar allí una red de instituciones paralelas.
La noción de ghetto designa no sólo un espacio sino un mecanismo de
dominación, discriminación y exclusión étnica, racial o de grupo social.
Los viejos constituyen, cada vez más, grupos ghettizados en sentido
estricto o sea obligados a residir en un espacio propio, prestado, contratado,
alquilado o subsidiado y a desarrollar instituciones paralelas
manteniéndolos a distancia del cuerpo social. Tal el caso de obras sociales
para los viejos, sistemas de jubilaciones y pensiones para viejos, turismo
terapéutico para viejos pudientes, servicios multidimensionales para viejos
25

que pueden pagarlos, mercado de medicamentos para retardar los achaques


de la vejez, clínicas, residencias para mayores, geriátricos para mayores no
autoválidos...
Hay, al igual que en los ghettos de judíos, de negros, de drogadictos en
comunidades terapéuticas, de discapacitados, de enfermos mentales, etc.,
estigma, coacción, encierro espacial, exclusión, duplicación institucional,
ostracización.
El ghetto es un instrumento de encierro y de ostracismo social que produce
un mundo cerrado y claustrofóbico; así los viejos involucionan
rápidamente, se deprimen, disminuyen sus capacidades funcionales y de
autonomía, se deterioran cognitivamente, alteran negativamente su
conducta, quedan apartados totalmente de una posibilidad de intercambio
intergeneracional.
Las poblaciones de viejos tienen supuestamente “problemas” que no
convienen ni interesan al inconsciente social de los dominantes. Además, la
mayoría, está sometida a una pobreza intensa en razón del repliegue de la
economía salarial y previsional y del achicamiento del ala protectora del
estado social que en los últimos tiempos ha mejorado un poco en nuestro
país pero no lo suficiente.
El “guettismo” forma parte de las polifacéticas formas del “viejismo” que,
como sabemos, encierra conceptualmente a la discriminación, exclusión y
no reconocimiento que se ejerce contra los viejos.
El secreto del buen envejecer radica en mantener la capacidad de aceptar y
acompañar las inevitables declinaciones, sentirse y procurar ser activo,
sentirse querido y necesitado y no perder los roles sociales en el amplio
espacio intergeneracional.
26

VIEJO MODELO DE VIEJO

Arquitecto Empresario
Oscar Niemeyer Pascual Mastellone
102 años (La Serenísima) 80 años

Los viejos cada vez son más y viven mejor; representan el grupo humano
con mayor crecimiento demográfico del planeta y gracias a los avances
sociosanitarios en materia de su atención están mayoritariamente sanos y
gozan de calidad de vida. Los viejos y viejas ya no son personas mayores
27

que andan en bata de dormir, todo el día con pantuflas, soportan el apodo
despersonalizado de abuelo, muchas veces sin serlo, y no se resignan a
estar en desuso, excluidos, descartados, ignorados. No sólo los baby
boomers, hijos del boom de natalidad de posguerra, que aún siguen
trabajando y destacándose en el mundo desarrollado sino también grandes
masas de viejos de ésta y otras tierras hacen sentir, cada vez más, su
presencia. Desafortunadamente un porcentaje todavía pequeño de viejos
tiene la solvencia económica suficiente para gastar su dinero y pasar
buenos momentos en su vida. En EE.UU. los mayores acumulan más
riqueza y poder de gasto que ningún otro grupo en la historia; gastan
anualmente más de 1.7 billones de dólares en productos y servicios y
representan casi la mitad del gasto de consumo de ese país. Desde el año
1950 al 2000 se triplicó la cantidad de personas mayores de 60 años en el
mundo; hoy son más de 606 millones; se espera que para 2050 sean 2.000
millones (20 % de la población global proyectada) que vivirán en su
mayoría en los países en vías de desarrollo. Los consumidores mayores son
una fuerza económica inmensa en permanente crecimiento que está
transformando las industrias y el comercio como no lo hizo ningún otro
cambio demográfico reciente en la historia. Los mayores demandan
crecientemente desde el cuidado de la salud a productos del comercio
minorista; viajes; servicios financieros; entretenimiento; electrónica; los
consumidores mayores van a demandar productos y servicios hechos a la
medida de sus necesidades (productos alimentarios con más contenido de
nutrientes y mayor absorción de vitaminas; envases más pequeños con
tipografías de gran tamaño y sistemas de abrir y cerrar que requieran poco
esfuerzo; revistas para mayores; sitios de Internet con información, juegos
y humor; un canal especial de TV; lamparitas para iluminar que se
enciendan solas cuando hay penumbra; cordones elásticos que no se
desaten; manijas cómodas para ajustar cierres y botones de las prendas de
28

vestir; martillos de fibra de vidrio con mango antideslizante; adminículos


que ayuden a desabrochar el corpiño; abrelatas fáciles de usar; artículos
para el hogar sencillos de manipular; utensilios adaptados para comer;
sanitarios adecuados ; mobiliario adecuado para situaciones especiales; un
bastón que no deslice y que no caiga al piso al ser apoyado contra una mesa
o una pared ; un changuito que sirva a la vez para transportar las compras y
como andador; etc., etc.) muchas de estas cosas, prácticamente todas, se
pueden diseñar y fabricar en nuestro país ayudando a los mayores a
preservar su independencia. En Argentina, más del 21 por ciento de los
mayores de 65 se ubica dentro de la clase media alta y esto repercutirá
progresivamente y con más intensidad en el mercado. Los viejos, dentro de
poco, serán los “nuevos viejos” que se sentirán ciudadanos, autónomos,
activos; como generación que modificó estilos de vida al participar en
distintos tipos de revoluciones rechazará el trazado de perfiles
homogéneos e intentará cambiar el estado de cosas cuando se presente la
oportunidad. Lo que ya es palpable en el mercado -la fuerte presencia de
los adultos mayores como consumidores- no tiene todavía un completo
correlato en la percepción social. En Argentina –dice la Socióloga y
Gerontóloga Nélida Redondo- aún prevalece cierta idea del pobre y
vulnerable viejito, con escaso derecho ciudadano, cuando las encuestas
muestran que no es pobre ni vulnerable en la mayoría de los casos. El
temor que manifiestan los adultos mayores ante el proceso del
envejecimiento no pasa por ello sino por la angustia de perder autonomía.
Seguramente, en un futuro próximo, se logrará una longevidad exitosa, con
participación social y económica y se rescatarán las habilidades de los
mayores que ya están siendo reconocidas en el mercado laboral colocando
a los jóvenes en los sectores innovadores de las empresas y a los viejos en
las áreas vinculadas a la ética organizacional, el gerenciamiento, el
asesoramiento y el contralor técnico. Poco a poco cambiará la mirada hacia
29

la generación de los adultos mayores; se empieza a reivindicar el respeto a


la experiencia, la capacidad de reflexión y los saberes acumulados. Ya se
está hablando de los senior groups (grupos de viejos) capacitados, con
experiencia, trabajadores que están formando la nueva “edad de oro”. La
perspectiva y la realidad gerontológica está cambiando; esperemos que siga
así.
30

VEJEZ Y FIN DE AÑO

Se afirma y casi siempre se acierta, que las celebraciones de Navidad y


Año Nuevo concitan acercamientos afectuosos entre familiares, amigos,
vecinos, compañeros de trabajo con los que se comparten algunos valores,
esperanzas renovadas, proyectos.
En el caso de los viejos, y pasadas ya las fiestas, muchos de ellos llegan a
Navidad y Año Nuevo en soledad, contabilizando pérdidas de su propia
generación y aún de algunos más jóvenes; los sorprende y los cautiva la
tristeza de los duelos inacabados; aparece el balance individual que se
presenta como necesidad a fin de año pero que puede arrojar frustración y
angustia.
En estas circunstancias, hay confusión de sentimientos y la bisagra del
tiempo cronológico, la del calendario, desnuda situaciones de
desencuentros, conflictividad vivida y no superada, ausencias intolerables e
inaceptables.
31

El sentimiento opresivo de lo ineluctable del ocaso y de la muerte puede


invadirnos y subyugar la expectativa de no tener, el próximo año, las fiestas
de siempre y como siempre.
Muchos de nuestros viejos, muchos realmente, soportan la pobreza
inveterada, nunca han podido ni podrán colocarse en la vertiente amable y
gratificante de la brecha social que los excluyó, marginó y les impuso el
olvido prematuro y definitivo.
Las experiencias afectivas de amor, odio, culpa, simpatía, antipatía,
aversión, amistad, duelo, preocupación, forman parte inseparable de la
constelación emocional de los seres humanos; el interés permanente por las
cosas y por la relación con el prójimo es el vector central de la
predisposición por la vida pese al hecho cierto de nuestra finitud y a pesar
de nuestras ataduras impuestas o voluntarias y aunque la vida sea en la
vejez, al decir de nuestro poeta Carlos Müller, “La noria”: Soy el caballo /
de apagado brío / que se lanza hacia delante / creyendo que a su paso /
devora el infinito. Aunque en verdad / tan sólo soy uno / que siempre da
vueltas / sobre el mismo círculo. El espíritu de la noria / ha hecho de la
molienda / un mecanismo compulsivo. Soy el caballo / que no sigue un
camino / sino un ritmo.
¿Qué nos queda? Renovar la esperanza para un próximo mañana que existe
y que nos debe contar en él pese al miedo, la mayor edad, la violencia
circundante, la pobreza y la indiferencia del mundo joven que muy pronto
se tornará viejo, decadente y obsoleto si no reacciona a tiempo y se mira y
acepta el viejo potencial que hay en todos nosotros.
32

RESPONSABILIDAD SOCIAL Y VEJEZ

Hoy, los servicios sociales estatales (y privados?) deberían formar grandes


empresas sociales. Actualmente, la mayoría de las empresas privadas que
obtienen grandes beneficios económicos no contemplan la responsabilidad
social. El sector privado debería concentrar toda su atención en producir
beneficios y el sector público en realizar tareas de distribución. Los países
desarrollados hace tiempo y la Argentina desde hace poco, con el objeto de
mantener un estado y una sociedad de bienestar sustentable, están
dirigiendo sus políticas hacia la “responsabilidad social corporativa”, es
decir, la integración, por parte de las empresas privadas, de las
preocupaciones sociales y medioambientales en sus operaciones
empresariales y en sus relaciones con los interlocutores. Se está dando una
alianza estratégica entre los estados y las organizaciones empresariales,
tratando de combinar la racionalidad de la política social, de la solidaridad
y de la cohesión social con la racionalidad económica de gestionar
correctamente los recursos productivos que por definición son siempre
33

escasos. La imagen-horizonte, es integrar la lógica económica con la lógica


de asumir responsabilidades en el ámbito de la solidaridad social. Los
principales instrumentos para garantizar la calidad de los servicios sociales
es la profesionalización de sus trabajadores y directivos, la
descentralización de la gestión, el traspaso de competencias y la exigencia
de aumentar su nivel de eficiencia, de gestión y de contralor. El mercado,
por sí sólo, no crea los incentivos suficientes para que las empresas
privadas opten por desarrollar estrategias empresariales basadas en la
“responsabilidad social corporativa”. A las empresas se les plantea una
contradicción entre los beneficios a largo plazo y el desarrollo social
sustentable que, finalmente, las favorecería. Por ello, los gobiernos deben
legislar y aplicar los institutos legales para que se cumpla la
responsabilidad social de las empresas tanto hacia adentro, a los miembros
de sus propias organizaciones, como hacia fuera, a los usuarios. Un balance
social equilibrado y satisfactorio para los ciudadanos, favorece al mercado
y a las empresas. El mundo está cambiando a velocidad increíble y no
predecible y esto exige nuevos comportamientos de los actores
económicos, por ello, es menester implantar y experimentar con la
“responsabilidad social corporativa” que articula el sector público, el sector
privado lucrativo y el sector privado no lucrativo con el objetivo de
equilibrar las fuerzas de la globalización y el mercado económico para
conseguir un desarrollo humano sustentable y con equidad en lo
medioambiental, social y económico lo que significa unir fuerzas para
obtener beneficios mutuos. Para operar con firmeza en esta línea debe
haber un gran impulso político basado en el paradigma en que puede haber,
y es necesario, una gran capacidad de competencia económica y, al mismo
tiempo, sistemas de solidaridad y cohesión social altos y fuertes con
intervención activa de servicios sociales, atención sanitaria y educación
continua con la cooperación de todos los actores sociales. Dos cosas no se
34

pueden esconder más en el mundo: la pobreza y la vejez. La pobreza se


puede erradicar y la vejez es un triunfo deseable y conveniente de la
especie humana y de la sociedad; en ambos casos, mucho es lo que
debemos hacer. Todos sabemos que hay un notable envejecimiento
poblacional, hay un cambio en la estructura familiar con baja natalidad y
aumento de la población no activa (está llegando el momento en que una
persona a lo largo de su vida pase tanto tiempo trabajando como jubilado;
en pocos años más, cuatro de cada diez personas será mayor); los jóvenes
están viendo a los mayores como una carga social generadora de gastos; los
servicios sociales y sanitarios los ven como clientes, usuarios y
consumidores de un gran mercado en auge y expansión, con mayor, aunque
todavía exiguo, poder adquisitivo que las generaciones anteriores y con el
deseo de disfrute en esta etapa de la vida. La seguridad social, cuyo modelo
debe recrearse, es fruto de un pacto intergeneracional que es
irreemplazable. En los años ´70, a los mayores se los llamaba “viejos” (en
Argentina se los sigue llamando así en forma cariñosa y afectuosa); en los
´80 se acuñó el término “Tercera Edad”; en los ´90 se los llamó “mayores”;
en el año 2000 son la “edad del poder”. Toda la sociedad en nuestra
realidad, debería reconocer que necesitamos emprender acciones concretas,
en especial hacia los niños y los mayores, a través de la interacción entre
los poderes públicos y los distintos actores sociales (economía pública-
privada-social -tercer sector-) con adecuación, sustentabilidad y salud
financiera de los sistemas.
35

LOS MAYORES Y LA CULTURA

La cultura es una síntesis de un tesoro heredado. La cultura puede ser


entendida como el conjunto de ideas y formas de vida del ser humano. La
cultura es una instancia en la que cada grupo social, que son muchos y
diferentes, organiza su identidad nutriéndose de repertorios interculturales.
Lo importante y trascendente es proporcionar en los espacios sociales
contextos adecuados dentro de los cuales esos grupos puedan ejercer sus
oportunidades creativas y de desarrollo cultural.
Otra cosa es la provisión de entretenimiento que la industria cultural pone a
disposición de consumidores predispuestos en un intento más de
cosificación ya que, entre otras cosas, la industria cultural organiza y
administra el ocio para una vida más productiva de un grupo social
minoritario al decir de Theodor Adorno.
El hombre y su comunidad contemporánea crea, construye y atesora cultura
dentro de un cuadro preexistente razón por la cual es vana toda pretensión
de una cultura puramente autóctona y sólo dependiente del presente.
Desconocer o menospreciar las herencias es inconducente pero desdeñar
nuestra raíz americana es peor aún. Nuestra América aspiró a construir
hombres universales pero con sabor a su propia tierra, con sabor nativo,
36

genuino y carácter propio sin localismos, sin pintoresquismos trasnochados


y envejecidos apasionamientos patrioteros. La cultura americana debería
constituir una unidad integrada a la cultura universal pero afirmada en lo
original y en lo suyo en identidad y pertenencia conjugando lo propio con
lo recibido de otros.
La Argentina, como otros países, no es un único país, sino una serie de
países superpuestos. Traducir lo que se ve o se escucha con palabras,
traducir cultura, es difícil; cada pueblo tiene una manera de entender el
mundo.
Cuanto mayor carga simbólica tenga la cultura de los pueblos, cuando más
abstracción predomine en ella, tanto más difícil será su lectura e
interpretación.
El noroeste de nuestro país fue el núcleo geopolítico y fundacional de lo
que después fue la Argentina. Fue la región más activa y más dinámica
comercialmente, porque estaba vinculada al Potosí, al Perú. Fue también la
región más poblada y de una relativa prosperidad durante mucho tiempo.
Buenos Aires emergió después, con el puerto, como un centro económico y
administrativo muy importante. Rescatar el trasfondo histórico permite
recuperar la identidad y la pertenencia y, al mismo tiempo, plantear un
nuevo regionalismo, dinámico, moderno y abierto al mundo.
Salta es una provincia muy extensa, es la que más diversidad lingüística y
étnica tiene en nuestro país, con nueve grupos de pueblos originarios y
profundas desigualdades.
En el campo de la política cultural de Argentina, se ha intentado forzar
desde siempre a las comunidades marginadas y a los pueblos originarios a
acceder y aceptar la cultura de elite, sin respetar que esas comunidades
tienen su propia cultura y producen sus propias obras. La noción de
diversidad cultural implica reconocer que se construye cultura en todos
lados aún en los pueblos más apartados y olvidados.
37

Es difícil articular una buena cantidad de variables para una comprensión


de la Argentina; los argentinos, casi todos nosotros, somos protagonistas de
un mestizaje cultural creativo y enriquecedor; somos una experiencia social
y cultural única. La Argentina es un escenario de una confluencia de etnias,
religiones y culturas basada históricamente en el exterminio de una masa
indígena importante y la inmigración masiva. La riqueza de los argentinos
se basa en las bondades de su tierra y su clima; la mezcla de personas
diversas y plurales nos ha dado una identidad única y quizás privilegiada.
La raíz de la actitud psicológica, social y cultural de los argentinos de estas
latitudes proviene de su singular relación con la tierra. La tierra es una
realidad brutal; es lo más seguro bajo el pie y bajo la espalda, cuando ha
concluido la marcha. La tierra es la verdad definitiva, la primera y la
última: es la vida y es la muerte.
La tierra tiene secretos que hay que desentrañar si se quiere acordar la
existencia humana con los ritmos de la armonía cósmica.
Los griegos distinguían claramente la “poieses” que es la invención estética
o la actividad creadora y la “ tekhné” que es la reglamentación práctica que
parecen ser, hasta hoy, las herramientas para construir cultura. Las reglas,
normas y fórmulas pretendieron y pretenden enseñar la fabricación de
belleza, de arte, de cultura.
El prestigio de la razón, de la técnica y de la ciencia es muy grande en
nuestro tiempo y para algunos se inicia en Occidente con la irrupción de la
clase mercantil cuyos instrumentos son el dinero y la inteligencia y no
tienen normas morales, atributos nacionales, raciales o religiosos. El dinero
se ha convertido, en detrimento del arte y la cultura, en capital y ha dejado,
desde hace mucho tiempo, de ser un simple instrumento de intercambio
para convertirse en potencia autónoma que permite la obtención de
mercancías y que sirve para obtener más dinero.
38

Se hace difícil, entonces, compatibilizar arte, cultura y mercantilismo


aunque se mercantilizan la mayor parte de los productos culturales y
artísticos al menos en nuestra cultura.
Un arte y una cultura son una visión del mundo u opuestamente un
ejercicio formal intrascendente. La importancia del arte y la cultura radica
en la cantidad y calidad de Universo que transforma y no puede ser
valorado independientemente de los valores estéticos, éticos y metafísicos
de su tiempo.
En épocas de agotamiento y crisis se suele elogiar a artistas y creadores por
sus innovaciones técnicas, por su ingenio retórico, por sus adquisiciones
estilísticas que sólo son adquisiciones instrumentales que no conducen a
nada trascendente y están muchas veces al servicio de las búsquedas de la
Nada. Cuando no hay un qué importante que expresar, nos ocupamos
demasiado del cómo.
El hombre va “como en un sueño de la cuna a la sepultura”. Una de las
misiones del arte y la cultura es despertar a la criatura humana; ésta es una
misión metafísica en el único animal metafísico que existe que es la
persona humana, pues es el único que tiene conciencia de su muerte.
El arte y la cultura son expresiones integrales del hombre que restaura y
recicla la unidad primitiva entre el yo y el universo, entre lo emocional y lo
mental, entre lo individual y lo colectivo (E. Sábato).
Los académicos y muchos intelectuales tienen una visión apocalíptica
imaginando que una cultura sin codificación, sin normas, sin reglas
fatalmente entra en el desorden, la declinación y la extinción, por suerte y
pese a ello no pudieron impedir la aparición de grandes obras, de grandes
creadores y de la cultura popular.
“El ideal de justicia está antes que el ideal de cultura: es superior el hombre
apasionado de justicia al que sólo aspira a su propia perfección intelectual.
Al diletantismo de Goethe, opongamos el nombre de Platón, nuestro primer
39

maestro de utopía, el que entregó al fuego todas sus versiones de poeta para
predicar la verdad y la justicia en nombre de Sócrates, cuya muerte le
reveló la terrible imperfección de la sociedad en que vivía”; así decía Pedro
Henríquez Ureña.
Despojar de alma a la cultura para llevarla a planos exclusivamente
utilitarios es condenarla a no tener futuro, es bloquear y esterilizar su
permanencia viva entre nosotros. Por sobre todas las cosas, es el pueblo
quien inventa el debate, la crítica y la cultura en general.
La cultura es espíritu y no sangre más hoy en día en que se ha caído la
mística de las razas. Desgraciadamente, el raquitismo espiritual de los
pueblos originarios comenzó hace más de 500 años; la conquista fue una
verdadera tragedia para los nativos; sólo una minoría se libró del yugo, el
sufrimiento y la muerte y los beneficios que prometían la educación y la
cultura fueron escasos e irreconocibles para ellos.
Por raro que parezca, uno de los principios que en los tiempos de la
Colonia guiaban a nuestro pueblo, después de la religión, era la cultura
intelectual y artística¸ adquirir éstas suponía la coronación de la vida social
del mismo modo que la santidad era la coronación de la vida individual.
Aquella cultura no era progresiva, se fundaba en la autoridad y no se
basaba en la educación del pueblo como es natural y paradigmático en el
mundo actual.
España había dado a sus colonias una organización cultural tan completa
como la que ella misma poseía que se completó y recreó con el mestizaje;
el hombre americano se parece bastante, en algún sentido, al hombre del
mediterráneo lugar de confluencia de pueblos y de culturas que no tenía
prejuicios arraigados de razas y que al menos en el siglo XVIII tenía
doctrinas políticas y sociales igualitarias.
Cada cultura es una cristalización de modos de pensar y de sentir; cada
obra cultural se crea con medios propios y peculiares de expresión,
40

aprovecha las experiencias anteriores pero las rehace, no es suma sino


síntesis, es una invención.
Toda cultura genuina tiene sabor de primicia aún cuando ninguno de sus
elementos resulte estrictamente nuevo; la novedad la da el color, el tinte
emocional, la forma expresiva que recrea las emociones de muchas cosas
que son eternas y universales y que surgen de cosas vistas por todos.
De los griegos nos viene lo de la cultura; ellos contemplaron el conjunto de
su haber espiritual como un gran sistema de educación, la Paideia, forma
específica que entre ellos reviste lo que los modernos normalmente
llamamos la cultura. Esta idea de cultura, se instituye como un valor y
último fin de la acción espiritual en esta tierra de las personalidades
individuales y de los pueblos, sólo concebible sobre la base de una
conciencia expresa de los valores de humanidad y educación.
Es un hecho diferencial del mundo heleno-céntrico respecto de los otros
orbes culturales. La fuente originaria de esta concepción es griega. Los
antiguos son los creadores y el prototipo de nuestro propio sistema de
valores; su mundo de formas es el arsenal vivo de nuestra forma de vida
espiritual.
La cultura debe integrar lo individual con lo colectivo, lo temperamental
con los valores, la originalidad con la tradición, la creación con la
erudición, el ser con el mundo, lo particular con lo universal, ideal y
permanente, lo subjetivo con lo objetivo, lo contemplativo con la acción, el
intelecto con la sensibilidad, lo concreto con lo genérico, lo ideal con un
bien entendido realismo práctico, la integración con el equilibrio y todo
esto impregnado de belleza y trascendencia donde se conjugue la vida con
el arte.
41

ESTUDIAR DE VIEJO

Estudiando a los 86 años

Ayuda a prevenir enfermedades mentales de la edad, reduce el riesgo de


depresión y permite recuperar roles sociales.
Seguir cultivándose, estudiar o comenzar a estudiar a partir de los 60 años
y más no sólo parece un desafío sino que se considera imposible y, casi
siempre, se buscan excusas diciendo ¿a esta edad?, la cabeza no me va a
responder…
Retomar estudios siempre es posible y altamente beneficioso: el cerebro
rejuvenece, se previenen o retrasan las enfermedades mentales de la edad
avanzada, reduce las depresiones, se recuperan roles sociales, se mejora la
calidad de vida y la calidad del proceso de envejecimiento.
Tenemos una edad biológica que nos es propia e inmodificable y otra edad
42

psicológica; la segunda, la podemos modificar, mantener y hasta mejorar.


Los adultos mayores tienen la misma capacidad de aprendizaje que en otras
épocas de la vida; las variaciones obedecen a conocimientos previos,
estudios finalizados, ritmos, tiempos de cada uno, e interés y motivación
por la tarea.
La mayoría de la gente mayor tiene motivación e inquietud por adquirir
conocimientos, otros tienen el deseo de superación, de compartir
experiencias o simplemente curiosidad.
Lo que impulsa a estudiar o a realizar actividades culturales a las personas
mayores difiere en cada uno, pero lo interesante es que el énfasis no se
coloca en la productividad, como los más jóvenes, sino en la
retroalimentación, en sentirse que todavía están vivos y con posibilidad de
hacer cosas no para ocupar el tiempo libre, sino porque les sirven para usar
en su vida diaria.
Las personas mayores y también sus familias no se dan cuenta que siguen
teniendo aptitudes cognitivas y de socialización. El actuar, participar,
estudiar les permite sacar más provecho de la vida, ser más fructíferos y
mejorar su calidad de vida.

Con sólo prepararse y salir de su casa aunque sea una vez por semana o
más para ir a clase, exposiciones, conciertos, espectáculos, la persona
mayor deja de sentirse aislada y fuera del contexto social, en el que
generalmente se lo margina y se le impone que a partir de cierta edad no
puede hacer determinadas actividades. Conviene que los mayores reviertan
la desagradable imposición social de pertenecer a la clase pasiva. Los
recursos cognitivos de las personas mayores disminuyen con el
envejecimiento pero también pueden aumentar si se los ejercita.
El aprendizaje y la actividad cultural en la población de personas mayores
es condición necesaria para mejorar su salud psicofísica.
43

Los problemas comunes que tienen las personas mayores, psicosocialmente


hablando, son la depresión y la pérdida de los roles sociales. La inactividad
y la soledad son malos compañeros de ruta y pésimos consejeros y lleva a
la pérdida del sentido de la existencia.

Con la actividad intelectual y cultural los adultos mayores mejoran la


adquisición de habilidades, estimulan el pensamiento crítico, mejoran el
humor y se adaptan mejor a la realidad. En definitiva, nos parece que queda
demostrado cuánto se justifica invertir en prevención, educación y cultura
en las personas mayores.

LA ACTIVIDAD Y LA PARTICIPACIÓN CULTURAL DE LAS


PERSONAS MAYORES ES TERAPEUTICA Y TIENE ACCION
DINAMIZADORA SOCIOCULTURAL

En una sociedad “viejista”, intensamente gerontofóbica, en la que se


discrimina, excluye, aísla y hasta se victimiza a las personas mayores la
actividad cultural no sólo los reconoce y aumenta su dignidad personal y
como colectivo sino que además estimula sus capacidades funcionales
mejorando su calidad de vida.
Los mayores de Argentina están cautivos de un modelo prestacional
asistencialista y esencialmente biomédico, con excesiva medicalización,
que “patologiza” la vejez considerándola una enfermedad y no un proceso
normal y característico de las personas que logran alcanzar la mayor edad.
En el contexto actual del envejecimiento poblacional de nuestras
comunidades, especialmente las pobres y marginadas, hay que mirar,
criticar y autoimponerse un cambio ideológico, estratégico y operativo de
un nuevo modelo biopsicosocial.
44

En las actuales circunstancias de crisis globalizada y multidimensional que,


entre otras cosas, involucra a una enorme población altamente envejecida
parte importante de la cual es miembro de nuestra comunidad, una alta
proporción de adultos mayores – por varias razones – carecen de un
instrumento básico para la vida que es la alfabetización.
Así las cosas, hay que tomar la sabia decisión de apostar por la calidad de
vida de nuestros viejos y no sólo intentar “reparar” enfermedades.
Los servicios sociosanitarios acotados que se brindan a las personas
mayores y en que, la hegemonía biomédica ha descuidado y sigue
soslayando las propuestas de actuación psicosociales, culturales, educativas
y del tiempo de ocio en sus aplicaciones y efectos terapéuticos y
dinamizadores.
En la realidad de los viejos, distintos y especiales, pertenecientes e
identificados con una historia sociocultural multiétnica, diferente en cada
región del país, sanos o enfermos, viven aislados, inmersos en su vejez
llena de necesidades complejas no resueltas por ellos mismos – por que no
pueden -, por sus familiares, por las obras sociales, el Estado y la sociedad
misma.
Nuestros viejos se han quedado “sin lenguaje” expresivo y receptivo, no se
comunican, no comparten, no se asocian, no participan, no se dinamizan,
no son activos, sufren el ostracismo generacional que nadie escucha y
mitiga; esto se torna peor y más grave cuando hay enfermedades y pobreza,
falta de educación y carencia de un instrumento básico de comunicación y
pertenencia social como es una adecuada alfabetización y una participación
activa en el medio cultural.
La expresión corporal, el lenguaje gestual, el movimiento, el ritmo, el
canto, la simulación de la lucha por la vida a través de la actividad teatral
(escenificación de la propia vida y la de los actores sociales) son,
45

efectivamente, propuestas terapéuticas basadas en la refuncionalización de


las aptitudes adormecidas de los viejos.
El canto coral y el teatro es un vehículo inapreciable de cultura y expresión
comunitaria; integra, asocia, identifica, activa y aglutina el esfuerzo común.
Estas actividades, sobre todo en mayores, proporcionan aprendizajes que
intervienen en la regulación de la relajación, vocalización, respiración,
dicción, cognición.
También, son un “producto cultural” que se exhibe y que dinamiza
socialmente “hacia fuera”, que recrea y señala posibilidades hacia los
viejos de las diversas comunidades.
La actividad músico-coral y el teatro crean y recrean espacios sociales de
participación, recreación, integración, contención psicosocial y es
manifestación expresiva; es disfrute y logro.

Está demostrado, biomédicamente hablando, que las personas mayores


pueden aprender siempre y cuando no medien procesos de enfermedad
neurológica desestructurante que afecten especialmente la memoria , la
ideación, la representación simbólica, el esquema corporal, es decir, la
cognición en general.

ALFABETIZAR Y HACER PARTICIPAR ACTIVAMENTE A LAS


PERSONAS MAYORES EN EL MEDIO SOCIAL Y CULTURAL
PERMITE:

x Dotarlas de un instrumento de comunicación social,


x Brindarles la posibilidad del autovalimiento a más largo plazo,
x Estimular su autoestima y su inserción social y comunitaria,
x Dejar atrás y para siempre la vergüenza “de no ser” que lleva a la
soledad y la exclusión familiar y social,
46

x Cultivarse, disfrutar, discriminar y elegir,


x Utilizar un instrumento operacional para la vida cotidiana aboliendo
la “ceguera intelectual”,
x Abrir el panorama al disfrute, el gozo, la pertenencia, la opinión y
recuperar la individualidad sin dependencia,
x Es proporcionar calidad de vida.

El siglo veinte descubrió la existencia y la presencia de los adultos mayores


en las sociedades humanas; el siglo veintiuno deberá ser el de la reinserción
de estos mismos mayores y los que vendrán en el sentido más integral de la
palabra.
Actualmente y cada vez más, los mayores son una fuerza en crecimiento
que miran con interés los políticos, los economistas y los agentes sociales.
Se trata, entre otras cosas, de mirar a los mayores no como “mayores-
viejos” sino como “mayores-jóvenes” con derecho a brindarse una vida
digna y buscar oportunidades de actuación en la sociedad que les toca vivir.
Los mayores no deberían compartir nostalgias entre los miembros de su
propia generación, sino ejercitar actividades espiritualmente connotadas en
la sociedad plural e intergeneracional. Para ello, debemos abrir puertas,
abrir caminos nuevos sin ensanchar el único camino transitado, evitar
dirigismos, sostener a los mayores para que sigan entre los suyos y en lo
suyo no sólo entreteniéndose, sino enriqueciéndose. Es un estereotipo
negativo más, creer que no se puede transformar verdaderamente a una
persona mayor sin preparación y sin altas excelencias intelectuales.
En una sociedad como la actual, fragmentada, de cambios acelerados, de
puntos de referencia desdibujados, con coordenadas de sentido específico y
acotado en términos de especialización en el campo científico, tecnológico
y cultural que erosionan y confunden la cosmovisión de la globalización; la
presencia de los mayores es un antídoto.
47

Los eméritos de la vida, del trabajo, de la inteligencia, de la sabiduría de la


vida, suelen hablar desde una visión del mundo que, por lo general,
conserva una estructura que puede servir, en un momento dado, para no
perder el rumbo.
No se trata de que los mayores, por el sólo hecho de serlo, posean el
monopolio de la sabiduría de la vida; es cierto que su situación, los libera
del engranaje tecnoeconómico que aprisiona más y más al mundo más
joven; el tráfago de la vida actual que el enervante activismo no ayuda a
percibir.
La realidad reposada y profunda de los mayores y su protagonismo en la
“intrahistoria” permiten una visión de conjunto de las cosas y el hallazgo
de su sentido.
La presencia de estos eméritos de la vida en los espacios socioculturales
contribuye a su expansión y crecimiento y permite rescatar a los adultos
mayores de nuestra tierra para que puedan continuar con su actividad
cultural y científica o incursionar en ellas, más allá de los límites que
imponen inconsultas decisiones administrativas; favorecerá la
aproximación de la inteligencia y la experiencia de los mayores a la gente
joven y estimulará en los mayores su participación, la actividad, el
protagonismo y la sensación que hasta ahora tienen de ser extraños al
mundo de hoy, de no ser necesarios y útiles, de ser marginados y excluidos.
La actividad cultural ha demostrado ser un camino inmejorable para
integrar a los mayores informados y formados, motivados por y para la
cultura, creadores, promotores y consumidores de cultura en una sociedad
nueva para todas las edades.
Esta sociedad nueva tiene que buscar una mayor promoción de programas
culturales para los mayores y Programas de Aulas de Tercera Edad que
fomenten el envejecimiento activo y la participación social y política de los
mayores.
48

Por otra parte, gran cantidad de mayores deben encontrar ámbitos


accesibles para adquirir una formación a la que no tuvieron acceso en su
juventud o encontrar modos de actualización de conocimientos que ya
tenían y que conviene ponerlos al día.
La actividad cultural es parte de la riqueza social que debe generarse en los
espacios vitales y sociales de intercambio y crecimiento.
Los nuevos retos de los mayores de nuestros días son la formación, la
información y la participación que son las mejores herramientas para
conseguir un bienestar integral y mantener en alza la autoestima.
Los mayores tienen que procurar participar en actividades culturales
enriquecedoras, buscar espacios de comunicación y de encuentro
interpersonal e intergeneracional para adquirir conocimientos, desarrollar
habilidades para optimizar las capacidades propias, tomar decisiones
autónomas, sentirse útiles, ser más ciudadanos, seguir construyendo un
proyecto vital que los encontrará más motivados para ponerse en marcha
por las mañanas.
Queremos hacer una llamada a las diversas autoridades políticas y
culturales, de todos los ámbitos y niveles, con el fin de que tomen
conciencia de las posibilidades que tienen los programas culturales para las
personas mayores, que los promuevan y ofrezcan cauces para la creación
de nuevas propuestas y proyectos que surjan desde la libre iniciativa.
La actividad cultural para los mayores debe entenderse desde la
interrelación aplicable al diseño de programas, a la creación de circuitos de
intercambios, a la organización de eventos destacando y potenciando el
valor del trabajo en red.
En otro sentido, consideramos que debe crearse el voluntariado cultural a
cargo de personas mayores capacitadas para enseñar a propios y ajenos los
museos, las catedrales e iglesias, el patrimonio histórico, las tradiciones y
las manifestaciones culturales de nuestros pueblos.
49

La participación activa de los mayores en proyectos culturales y sociales


ayudan a mejorar a la sociedad y especialmente a la propia comunidad,
favorece el envejecimiento saludable y permiten cambiar la imagen
estereotipada negativa que tienen los mayores en nuestra sociedad al vivir
su ciudadanía en oferta continua hacia los demás sectores, conscientes del
mérito y valor que tiene la entrega de su tiempo, de su formación y de su
experiencia vital
50

LAS PERSONAS MAYORES Y LA MEMORIA

El hombre tiene distintas formas de memoria orgánica por la cual revive


experiencias anteriores que han dejado huellas en su persona.
La práctica, el hacer cosas, el adiestrarse dejan también su huella en el ser
humano.
El “pasado” de una persona mayor hace que esa persona “sea lo que hizo”;
su pasado subsiste en el presente y permite darle unidad a su existencia.
Las circunstancias de tiempo y lugar son partes esenciales del recuerdo. La
persona mayor vive el presente tendido a futuro y es, en el presente, el
proyecto vivido en el pasado.
Al “olvidarnos” de las cosas y los hechos anulamos la posibilidad de vivir
adecuadamente en el presente con visión de futuro.
La ventaja que tiene el pasado y el recuerdo es que nos permiten estar
“presentes” en la construcción de nuestras vidas y actuar por nosotros
mismos en la vida diaria. Saber de nuestro pasado, de nuestra generación y
de la cultura a la que pertenecemos nos permite reconstruir nuestra propia
51

historia y ser conscientes y capaces de administrar el tiempo y valernos por


nosotros mismos.

DISCAPACIDAD Y PERSONAS MAYORES

En la Argentina, como en todo el mundo, hay millones de personas con


discapacidad (+/- 10 % de la población general). Entre los adultos maduros
(50 – 64 años) y adultos mayores (65 años y más) hay muchísimos
discapacitados. Cuanto más elevada es la edad es más probable, sobre todo
la discapacidad de origen neurológico.

x La tasa de discapacidad entre los varones de 50 o más años es


aproximadamente del 11 % y mayor entre las mujeres (19 %).
x A partir de los 85 años, alrededor del 55 % sufre alguna
discapacidad.
x El 80 % de toda la población con discapacidad tiene más de 50 años.
x La mayor parte de los procesos que generan discapacidad y que
limitan la calidad de vida en la vejez avanzada, tiene su origen en la
madurez y en la vejez temprana.
x El sobreenvejecimiento de la población y la discapacidad creciente
está obligando a plantear estrategias a largo plazo proveyendo
servicios integrales de rehabilitación, mantenimiento y cuidados de
mayores en su propio hogar con la ayuda de familiares, el medio
social incluyendo el vecindario.
x Las discapacidades relacionadas con el entorno (andar por la calle;
utilizar transporte público de pasajeros, etc.) aparecen antes y limitan
a un número mayor de personas.
52

x Más del 50 % de mayores de edad avanzada tienen dificultades para


realizar las tareas del hogar y moverse dentro del mismo.
x Los accidentes ocurridos en el hogar está entre las principales causas
de lesiones, secuelas y discapacidad.
x Más del 80 % de las discapacidades en mayores tienen su origen en
el proceso y evolución de enfermedades comunes.
x El deterioro físico y las enfermedades comunes no debidamente
atendidas son causas frecuentes de discapacidad en la vejez.
x Los factores de riesgo más frecuentes para sufrir discapacidad son:
edad avanzada, ingresos escasos, instrucción baja, ocupación
profesional no cualificada, malos hábitos de vida (sedentarismo, no
ejercicio físico, mala salud percibida), lugar de residencia.
x Para ganar calidad de vida a los 80 años es mejor actuar
preventivamente no más allá de los 50 años.
x La familia de los discapacitados sigue siendo el principal
contribuyente en los cuidados de larga duración.

GRISELDA GAMBARO tiene 80 años, sigue activa y opina:

Los viejos –hablo de ellos como si yo no lo fuera — me sorprenden, me


fastidian y me conmueven. Por eso empecé a escribir unos textos breves,
donde digo que soy vieja y soy nueva. Se llama Contradicciones. Es que
justo había leído el Elogio de la vejez, de Cicerón, y encontré que el autor
hace ahí como la zorra que no puede acercarse a las uvas: acentúa los
beneficios de la vejez. Eso me causó gracia. Y escribí esas líneas. Pero no
sé si seguiré o no con el tema.
53

Creo que la vejez es una etapa de la vida muy activa y hay ejemplos de
sobra, como Colette, o nuestras China Zorrilla o Lydia Lamaison. Una
etapa en la que las pasiones persisten con fuerza, incluso a veces la pasión
erótica. Los sentimientos siguen también vigentes con la intensidad de los
veinte años. ¿Qué los viejos son apáticos, pasivos? No; hay viejos sabios,
impetuosos, arbitrarios. Y algunos muy obsesionados consigo mismos, que
se aferran de mala manera a sus enfermedades, a la decadencia inevitable.
En mi libro Escritos inocentes, un ensayo de 1999, yo escribí –perdón por
no citar con exactitud – algo así como que la fatiga, la pérdida de los
dientes y las canas son tres signos de la vejez que podemos superar; no así
el cuarto, que es cuando los seres y las cosas nos miran y nosotros no
devolvemos la mirada. Eso es lo que me parece terrible de la vejez: la
pérdida de la curiosidad, el ensimismamiento.

Fuente: “Desconfía de tanta aprobación”; Reportaje a Griselda Gambaro

por Olga Cosentino en Revista de Cultura Ñ; 28 de junio de 2008-extracto -

.
54

LA TERCERA EDAD Y LOS DOCENTES

LOS JUBILADOS DOCENTES Y SU

RESPONSABILIDAD SOCIAL EN

PROVINCIAS ARGENTINAS MARGINADAS

Nos parece que queda suficientemente claro, después de conocer la


problemática del envejecimiento poblacional y su proyección, las
respuestas que los adultos mayores deberían tener a partir de este fenómeno
social dentro del contexto socioeconómico y cultural en provincias
argentinas marginadas y también en vastas zonas de la Ciudad Autónoma
de Buenos Aires, la Provincia de Buenos Aires y el conurbano bonaerense,
de asumir el contexto y las proyecciones de las necesidades sociosanitarias
y de consumo de las personas mayores y la problemática soslayada y
excluida de los mayores dentro de la cultura y la formación permanente
que, necesariamente, deberían tener para obtener mayor calidad de vida.
55

Uno de los señalamientos graves y vergonzantes acerca de la realidad son


las altas tasas de analfabetismo y su predominio entre las mujeres y las
personas mayores.
Qué hacer entonces ?. A su edad, los docentes jubilados, después de haber
trabajado consciente y consecuentemente a lo largo de muchos años, con su
experiencia, no pueden ni deben autoexcluirse de una propuesta educativa,
alfabetizadora y cultural en el marco de la sociedad en la que tenemos que
convivir todos.
Felizmente, la tercera y en algunos casos la cuarta edad nos sorprende
sanos para lo que somos como personas mayores; estamos vivos, somos
autónomos y autoválidos; nuestras expectativas están centradas en las
próximas generaciones que están viviendo, dramáticamente, una serie de
carencias y necesidades derivadas del marco de la pobreza, la marginación
y la exclusión social.
Las oportunidades, en la sociedad actual, se basan fundamentalmente en las
capacidades adquiridas a través de la educación y del conocimiento en
general. Conseguir esto significa, nada más y nada menos, ser libres,
independientes, protagonistas de la historia y salir de la pobreza.
La pobreza cultural derivada de la falta de educación es uno de los factores
decisivos que tornan imposible estar saludable y tener calidad de vida.
La misión de los miembros de esta generación de jubilados docentes es
contribuir personal y grupalmente a través de organizaciones e
instituciones a brindar servicios docentes a las generaciones más jóvenes y
propender a la educación permanente de nuestros viejos en forma tal vez
asistemática, informal y antinormativa para todos aquellos que carecieron
de oportunidades a lo largo de su historia personal. Se trata, entonces, de
generar un voluntariado docente en beneficio del desarrollo humano de
nuestra comunidad.
56

ENUNCIADOS Y SEÑALES EN GERIATRIA Y


GERONTOLOGIA

In memóriam Doctor Mario Strejilevich

La senescencia y la senectud, con o sin demencia, son parte de la vida


humana.

Trabajar todo el tiempo con viejos enfermos es insalubre.

A los viejos no les molesta tanto el tema de la muerte como el de la


invalidez y la dependencia patológica.

Al socializar la medicina, se eleva el nivel de salud de toda la población.

Si el bienestar económico fuera suficiente para ser independiente y


teniendo una buena relación familiar y social, el 95 % de los viejos no
tendrían problemas y estarían sanos y saludables.

La arterioesclerosis cerebral no llega a representar el 11-12 %.

No hay que dar pastillas a quien no las necesita y consejos a quien no le


sirven.

No es conveniente hablar de viejos en plural; el viejo es una persona única,


exclusiva e irrepetible.

Mantenerse activo es una receta útil para los viejos que trabajaron poco o
nada; para los viejos que trabajaron toda la vida, que fueron explotados y
57

siguen siendo pobres, están muy cansados y para ellos no es una receta
válida.

La jubilación en sí no enferma ni mata pero genera un shock porque es


brusca, depende de una sola de las partes, genera pobreza por el descenso
de los ingresos y hace perder status social.

La gerontología como campo, sigue marginada en las preocupaciones de


los médicos y psiquíatras en general.

Hay un aumento veloz de la cantidad de ancianos con trastornos mentales.

La asistencia de ancianos requiere una buena organización asistencial,


trabajo en equipo y un excelente nivel terapéutico y de investigación. De no
ser así, los servicios se transforman en depósitos de enfermos crónicos.

El viejo sufre un proceso de “cosificación” que no acaba de distinguir


objeto de ser humano y contiene apreciaciones de inutilidad,
irreparabilidad, abandono y muerte.

Los servicios destinados a la atención de las personas mayores pueden


terminar en cronicarios atendidos por “gerontofobos” o en microsociedades
sobreprotectoras atendidas por “gerontófilos” donde se estimula la
dependencia y, por ese camino, se cronifica al enfermo.

La ausencia de estimulación conduce a un debilitamiento de la conducta, se


es menos eficiente, se inducen intensos y alterados estados afectivos y se
generan marcados cambios de la motivación.

Trabajando, en forma “desalienante”, la persona mayor mantiene un lazo


con su vida habitual anterior y futura.
58

La inactividad en la persona mayor tiene un valor patógeno porque genera


cuadros clínicos graves o suman déficit al cuadro clínico ya presente:
atrofia muscular, anquilosis, retracción tendinosa, fijación de articulaciones
en posiciones viciosas, osteoporosis, incontinencia esfinteriana, escaras,
inversión del ritmo nictemeral (somnolencia diurna con insomnio
nocturno), desorientación témporoespacial, confusión mental, delirio.

Cambios bruscos de actitudes, del cuidador, de la habitación, producen en


los ancianos cuadros confusionales de aparición frecuente.

El trabajo (ergoterapia) propuesto a las personas mayores debe contemplar


las deformaciones reumatismales de las manos, la agudeza visual
disminuída, la torpeza en los movimientos finos o en el manipuleo de
piezas pequeñas, el aumento de la fatigabilidad. Se imponen horarios
cortos, discontinuos y secuencias lentas con desarrollo de tareas en cadena
de complejidad creciente y adaptada a las posibilidades y deseos de cada
uno.

En los servicios de geriatría es más necesario en un comienzo el trabajo


psicoterapéutico con el personal que con los residentes o los enfermos.

El aumento del sueño diurno en los ancianos puede ser consecuencia de la


inmovilidad y del aislamiento en relación al entorno.

Entre los trastornos mentales de los mayores, tres síndromes presentan


insomnio: la manía, la depresión y la arterioesclerosis.

La agitación se manifiesta con mayor frecuencia en la manía, en las formas


ansiosas de la melancolía, la enfermedad de Pick, la enfermedad de
Alzheimer y los estados confuso-oníricos.
59

La imposibilidad de una expresión por medio de la palabra deriva hacia


otro tipo de actividad con diversos grados de organización.

Las personas mayores en general y los enfermos en particular necesitan de


un medio no perturbado, condiciones físicas adecuadas, buena nutrición,
buen trato y conversación, buena y adecuada cama.

La frontera entre el envejecimiento psicológico normal y el patológico es


en la mayoría de los casos borrosa.

El criterio asistencial hacia los viejos está determinado por las condiciones
de vida (falta de recursos, soledad, enfermedades físicas invalidantes) y la
valoración de la capacidad de bastarse a sí mismo en las tareas domésticas
elementales.

Los trastornos de la memoria de diverso origen son una de las causas de


invalidez más frecuentes en la vejez.

La observación del anciano en casa, rodeado de su “historia-museo”


acumulada durante décadas y plasmado en muebles, decoraciones y objetos
en diverso estado de uso, enriquece enormemente la observación
semiológica y permite mejores diagnósticos que el consultorio médico o el
hospital.

Geriatría y cronicidad no son sinónimos.

Es difícil separar el deterioro normal del patológico en el anciano; la


sintomatología es menos específica o atípica y las lesiones
anatomopatológicas presumiblemente causales son más diversas y no
guardan en general una relación unívoca con las manifestaciones clínicas.
60

El trabajo médico, de enfermería, de rehabilitación y de cuidados en


geriatría es muy difícil y frecuentemente poco gratificante.

La experiencia asistencial en geriatría del mundo desarrollado no puede ser


transpuesta mecánicamente a la Argentina; se necesitan grandes recursos
económicos, técnicos y humanos que permitan un trabajo de alto nivel en
los planos diagnóstico, terapéutico, rehabilitativo, social y de investigación
gerontológica.

La población de personas mayores, por el peso que su propio pasado tiene


en sus hábitos presentes y sus expectativas, difiere en diferentes países,
zonas o comunidades más que grupos de menor edad. Hay que adecuar las
instituciones a las necesidades y expectativas de cada generación de viejos.

El Estado, en nuestro país, debería desarrollar un sistema coherente y


continuo de protección a los ancianos y crear instituciones válidas,
competentes y planificadas para que sirvan de amortiguadores en las
relaciones y vínculos generacionales, intergeneracionales y entre hijos
grandes con padres viejos.

La vida en casa de un anciano severamente enfermo cuyos miembros de


familia no tienen posibilidad de ayuda, puede eventualmente culminar en
una situación donde cualquier cosa puede ocurrir, aún una tragedia.

El anciano con problemas es rechazado en los hospitales por viejo, en las


residencias para mayores por sus conductas o inconductas y, muchas veces,
plantea problemas dramáticos en su núcleo familiar.

Se debe tener sumo cuidado con los efectos iatrogénicos en cualquier nivel
de actividad terapéutica con las personas mayores. A veces el tratamiento
es más invalidante que la enfermedad misma.
61

Casi todos los psicofármacos tienen efectos secundarios leves o severos en


las personas mayores.

La farmacología aplicada al anciano con extremismo produce “segregación


farmacológica” y esto suele ser cómodo para el sistema que carece de una
red médico-social de protección a la vejez.

Los grupos familiares no pueden asumir durante largo tiempo tareas


terapéuticas, de rehabilitación o de custodia y cuidados de sus ancianos;
estas acciones insumen un monto elevado de angustia, esfuerzo físico y
económico por momentos insoportable.

La población añosa de la Argentina no recibe el cuidado, las ayudas


institucionales y estatales que permitan compensar, aunque parcialmente, el
alejamiento comunicacional, económico, de nivel de información, etc. que
la separa cada vez más del resto de la sociedad.

El envejecimiento humano es de cada época y de cada lugar. Muchas de las


llamadas “conductas” de los ancianos no son sino las respuestas a lo que la
sociedad espera de ellos y lo que la familia y la sociedad les permite.

Se envejece como se ha vivido y hay que aprender a envejecer, tolerando y


tolerándose las limitaciones, las pérdidas y los duelos procurando ser
escuchado por alguien que sepa escuchar y que tenga un mínimo de
capacidad de identificación positiva con el viejo.

Hacer gerontopsiquiatría no es acompañar a los humanos a “bien morir”


sino ayudarlos en una etapa de la vida, que como todas, tiene sus duelos y
sus logros.

En la Argentina, las personas mayores en su mayoría constituyen un grupo


marginado y discriminado (también victimizado) y con grandes
62

limitaciones en su posibilidad de recibir recursos sanitarios y sociales


especializados.

La población añosa, pese a que constituye más del 10 % de la población


general en Argentina es declarada, implícita o explícitamente no prioritaria
en los programas de bienestar social y salud pública y está “oculta” por los
problemas de salud, hambre, analfabetismo, etc. de los más jóvenes.

Actualmente, la sociedad de consumo impulsa a reemplazar “lo viejo”


(sirva o no) como “al viejo” (sirva o no) presionada por un ejército de
desocupados jóvenes sin dar al menos la oportunidad y los recursos para
que el viejo también se convierta en un buen consumidor. La lucha social
por el cambio, el status y los beneficios es vivenciada indebidamente como
lucha intergeneracional.

Los grupos familiares carenciados y las comunidades con niveles de


asistencia bajos, se ven obligados a “enterrar” a sus padres viejos en vida
por falta de recursos.

Para tratar y asistir a los viejos hay que utilizar técnicas biológicas,
psicológicas y sociales al mismo tiempo, coordinadamente, con ritmo
adecuado, a largo plazo y realizado por un equipo interdisciplinario al que
debe incorporarse al médico de cabecera y al grupo familiar.

Pagar un alto precio para institucionalizar a un viejo sin necesidad, con


gran nivel de confort es, la más de las veces, un gesto de la familia para
disminuir la culpa de no integrar y querer a su viejo.

Una residencia para mayores sanos o enfermos no puede enorgullecerse


sólo porque no se huela amoníaco, no haya escaras o que los viejos se
porten bien, obedezcan y sean tratados como niños (arrugados).
63

Las instituciones sociales y sanitarias dedicadas a la población geriátrica


deben difundir normas de geriatría clínica como técnicas permanentes de
educación del post-graduado. A través de los médicos generalistas se podrá
acceder, en este extenso y diverso país, a los millones de ancianos que
actualmente viven entre nosotros.

Pobre, viejo y loco es una tríada difícil de contener y superar para el viejo y
su familia.

La mayoría de las instituciones geriátricas han adoptado modelos


custodiales que responden a necesidades vegetativas básicas (techo –
comida – higiene) con cuidado médico precario o nulo, sin estudios
preventivos, sin rehabilitación planificada, sin programa de actividades
diarias adecuadas, sin discriminar los cuadros médicos de los sociales, sin
asociar y articular la vertiente social con la sanitaria (modelo
sociosanitario).

Lo mejor para los viejos es evitar: 1) infinidad de hospitalizaciones con


falsos o incorrectos diagnósticos; 2) el aislamiento innecesario; 3) el
biologismo mecanicista; 4) el reduccionismo psicologista ingenuo; 5) la
polifarmacia.

Las instituciones que prestan servicios a los viejos no pueden funcionar


verticalmente. El personal y los beneficiarios deben intervenir en la
discusión de objetivos, métodos, prioridades y programas. Deben ser
capaces de autoperfeccionarse capacitando permanentemente a sus cuadros
técnicos e incorporando a todos los profesionales nacionales ya capacitados
por concurso abierto, sin discriminaciones de orden político, ideológico o
religioso, Debe evitarse la exagerada asistencia médica en los programas
geriátricos integrales para evitar, entre otras cosas, la creación de un
mercado que consuma casi solamente, asistencia médica y fármacos.
64

Los hospitales, clínicas y sanatorios de nuestro país no fueron construidos


pensando en la rehabilitación durante la etapa aguda o la convalecencia de
diversas enfermedades y sobre todo en la presencia de los viejos que
necesitan actos terapéuticos complejos, interdisciplinarios, programados y
progresivos con seguimiento domiciliario integral y continuo.

Los desequilibrios socio-psicológicos tienden fácilmente a somatizarse en


muchos ancianos creando falsos cuadros clínicos, es decir, una hipocondría
socialmente engendrada al carecer de respuestas a sus necesidades
económicas y socio-culturales básicas indispensables.

El envejecimiento es un proceso asincrónico y las exigencias sociales


respecto a este proceso varían de persona a persona.

Tratar de detener el proceso del envejecimiento es, al menos, una conducta


utópica que no se resuelve visitando médico en médico o geriatra en
geriatra.

Cada viejo tiene una especie de marcapasos biológico y psicológico de


existencia cotidiana.

No saber geriatría y atender viejos es muy frecuente en la Argentina y es


grave.

Uno de los deberes que tenemos para con los millones de viejos de
Argentina es impulsar la investigación de las características médicas,
psicológicas y sociales de las diversas regiones de nuestro país y no copiar
modelos importados aunque sean útiles afuera. Capacitar a los médicos en
general en la atención y terapéutica de los viejos y “llegar” a ellos en todo
el país a través de médicos clínicos y agentes sanitarios gerontológicos que
65

caminen por los valles, las ciudades del interior y los barrios de las
capitales.

El gran magma geronticida, socialmente hablando, es la desocupación.

Envejecer en los países en desarrollo es un modo ecológico de


supervivencia porque en estos países hay hambre, desocupación,
analfabetismo, enfermedades endémicas, pobreza en todas sus formas.
Envejecer en ese mundo es un logro reservado para aquellos mejor dotados
genéticamente o es el resultado de la suerte.

Recordando a Mario Strejilevich

El Doctor Mario Strejilevich, nació en Buenos Aires el 20 de abril de 1928. Su


educación secundaria la realizó en el Instituto Industrial Otto Krause. Estudió Medicina
en la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de La Plata, a pesar de vivir en
Buenos Aires. Se graduó en 1957. Fue pionero de la geriatría, la gerontología en
iniciador de la psicogeriatría en nuestro país. Se dedicó por entero a este campo a través
de la investigación científica, la práctica clínica y fue un militante cuestionador para
obtener mejores condiciones de vida para los viejos de nuestro país; muchas veces se
tornó sospechoso para los gobiernos autoritarios que le complicaron la vida más de una
vez o lo dejaron cesante en algún cargo público. Trabajó en centros internacionales tales
como Ste. Anne en París, Bel-Air en Ginebra, Suiza, con Julián de Ajuariaguerra, en
Holanda y en Londres con Félix Post. En Buenos Aires (Argentina) fue asesor en los
Hospitales Italiano, Francés e Israelita, en el INSSJP (PAMI) y en el Instituto Nacional
de Salud Mental. La OMS lo convocó a Ginebra en 1970 como uno de los ocho
expertos en psicogeriatría del mundo y en 1985 fue invitado a Washington por la OPS,
entre otras cosas, para clasificar las enfermedades psicogeriátricas.

Murió a los 60 años en Buenos Aires, el 23 de setiembre de 1988.


66

CALIDAD DE LA ATENCIÓN
SOCIOSANITARIA EN ADULTOS MAYORES

Tenemos las tasas más altas de poblaciones de adultos mayores en la


historia de la humanidad; la tendencia en el presente siglo es hacia el
aumento de las personas mayores, incluso en los países
subdesarrollados. Cada año se agregan a la población unos 9 millones de
adultos mayores, lo que ascenderá a 14.5 en el período del 2010 al 2015.
En la actualidad, un 77% de ese aumento será en las regiones desarrolladas
y en los primeros 15 años del presente siglo llegará al 80%. Ya para el
2045, cuando se considera que la población aumentará cada año en 50
millones de personas, aquellas personas de la tercera edad crecerán a razón
de 21 millones anuales, fenómeno que se producirá fundamentalmente en
las regiones subdesarrolladas.

Según las proyecciones de los expertos para el 2010 la esperanza de vida


67

mundial se habrá elevado a 80 años. El aumento de la longevidad


determina que la mayor parte de los países desarrollados y también los
denominados en vías de desarrollo, exhiban una expectativa de vida al
nacer superior a los 60 años, mientras se incrementa una tendencia
decreciente de la fecundidad y de la morbimortalidad, lo cual ha variado en
forma notable la pirámide poblacional del planeta.

Los importantes avances sociales, técnicos y científicos han posibilitado


este fenómeno. En un futuro cercano (año 2025) tendremos una población
de más de 1000 millones de personas de 60 años y más, y también por
primera vez en la historia de muchos países, los mayores serán más
numerosos que los jóvenes.

De acuerdo con las proyecciones demográficas de la Organización de


Naciones Unidas (ONU), a partir del año 2003 una cuarta parte de la
población del planeta tiene más de 60 años, y 1 de cada 3 adultos es una
persona de mayor edad.

En el perfil sanitario o el cuadro de morbilidad y mortalidad de todas estas


personas predominan las enfermedades crónicas no transmisibles y
degenerativas. El desafío actual y a futuro no consiste únicamente en
prolongar la esperanza de vida, sino de incrementar las expectativas de las
personas para que continúen siendo miembros activos en la vida social y
cultural con una vejez sana y exitosa. Se trata no sólo de añadir años a la
vida, sino también de añadir vida a los años. No son pocos los mayores que
viven en malas condiciones y que no cuentan con un adecuado soporte y
contención de la familia, la comunidad y los Estados, situación que se
agrava con la insuficiente disponibilidad de instituciones sociales y redes
de apoyo que faciliten una calidad de vida aceptable a las personas de la
tercera edad.
68

La calidad de la atención en salud y enfermedad que se le brinde es de vital


importancia en la calidad de vida que tengan los adultos mayores de ahí lo
necesario de evaluar la calidad de la atención brindada a las personas de
este grupo de edad. La calidad de la atención de la salud y la enfermedad es
“aquella que se espera maximice una medida comprensible del bienestar
del paciente después de tener en cuenta el balance de las ganancias y las
pérdidas esperadas que concurren en el proceso de atención en todas sus
partes” (Donabedian; 1980) o “el tratamiento que es capaz de lograr el
mejor equilibrio entre los beneficios de salud y los riesgos”.

Cuando hablamos de calidad nos referimos a calidad técnica, calidad


interpersonal, calidad individual y calidad social y a las relaciones entre
cantidad y calidad y entre beneficios y riesgos. La calidad de la atención
fue también definida como el "grado en el cual los servicios de salud para
individuos y población mejoran la posibilidad de lograr los resultados
deseados en salud y son congruentes con los conocimientos profesionales
actuales" esto involucra el buen desempeño profesional; el uso eficiente de
los recursos; garantizar el mínimo de daños y lograr la satisfacción del
paciente y los familiares y, obviamente, el estudio permanente y la
actualización de las variables de estructura, de proceso y de resultados.
La realidad en nuestro país adolece de la carencia de Equipos
Multidisciplinarios de Atención Gerontológica (EMAG) que no están
constituidos y carecen de la asignación mínima de geriatra, enfermera y
psicólogo. Tenemos serias dificultades con la identificación de ancianos
frágiles, y lo relativo a la conducta a seguir cuando el paciente acude al
consultorio o a una visita de control. También hay insuficiencias sobre
síntomas y signos de la enfermedad trazadora seleccionada, ya que no
todos los síntomas y signos son identificados adecuadamente; hay poca
periodicidad de realización de la evaluación geriátrica, la identificación de
69

los objetivos y constatación de los mismos en los programas sociosanitarios


destinados a los adultos mayores; también hay problemas con la
orientación diagnóstica y tratamiento inicial respectivamente.

De la competencia profesional del personal de salud y por añadidura de su


eficacia, efectividad y eficiencia en materia de atención depende la
selección y ejecución de las acciones más efectivas y eficientes que
conviene al problema de salud afrontado, aún con las limitaciones de los
recursos existentes. No se tiene en cuenta lo suficiente el trabajo realizado
por las trabajadoras sociales en función de la atención integral de los
problemas de salud y sociales que se presentan en los adultos mayores y
sobre todo a aquellos que viven solos, sin amparo filial, o son frágiles; la
intervención del trabajo social es de vital importancia en la mejora de la
calidad de vida de este grupo poblacional que requiere cuidados especiales.

La estructura, la infraestructura y el equipamiento sanitario puede aumentar


o disminuir la calidad de un buen proceso y buenos resultados pero no
asegura una adecuada atención a la salud, ya que los recursos pueden estar
mal utilizados y la organización no ser la mejor.

Los Hogares para Ancianos o mejor Residencias para Mayores no son la


vía de solución a los problemas de vejez demográfica que hoy se vive, pues
la solución debe estar en la familia y la comunidad.

Las valoraciones geriátricas y gerontológicas no suelen realizarse en el


consultorio y el paciente es enviado directamente a recibir otros servicios
sin que el equipo gerontológico (si es que existe) lo haya evaluado antes de
remitirlo y se desconoce si el problema puede o no ser resuelto en el lugar,
lo que acarrea que el adulto mayor sufra molestias por demoras en su
atención, además se corre el riesgo de inadecuadas valoraciones por
70

evaluaciones incompletas y toma de decisiones y remisiones erradas o


innecesarias.

Muchísimos adultos mayores presentan dificultades en su propia casa,


desde la limpieza del hogar, la higiene personal, la compra y cocción de los
alimentos, etc. y el servicio de atención gerontológica domiciliar, los
cuidados en el hogar, el acompañamiento prácticamente no se presta, ya
que existen pocos trabajadores geriátricos y hay falta de previsión de un
presupuesto adecuado para la remuneración de la actividad para aquellos
que la ejercen.

Hay deficiencias en la capacitación de los profesionales así como en el


nivel de exigencia y control de los decisores en el área de salud; los
factores motivacionales, de sobrecarga de trabajo y de bajos honorarios o
salarios a profesionales y técnicos pueden ser aspectos que también estén
influyendo negativamente en la atención adecuada al paciente anciano.
El interrogatorio y el examen físico en la consulta son elementos
importantes para lograr una buena orientación diagnóstica indispensable
para poder complementar el diagnóstico de los enfermos o sus
complicaciones; sólo alcanza a una práctica escasa y acotada.

Se omite la indicación de tratamientos no farmacológicos como el estilo de


vida, la dieta, el reposo y uso del tiempo libre. La calidad de la atención
sociosanitaria brindada a los adultos mayores pasa por la continuidad, que
es una de las características definitorias de la atención primaria de la salud
o primer nivel de atención.

Hay calidad en la atención de los adultos mayores en la medida que la


atención necesaria se provea de forma ininterrumpida y coordinada. No
está demás decir que la adecuada atención médica y de enfermería en el
primer nivel de atención debe enfatizar en la prevención. Un servicio
71

sociosanitario que pretende ser de calidad requiere además un análisis


secuencial de sus resultados y, en el caso de encontrar defectos, detectar
sus causas y eliminarlas para garantizar la calidad y satisfacer los requisitos
propuestos. No es posible admitir deficiente promoción de la salud,
seguimiento inadecuado y falta de certezas, aún en las mayores
dificultades, en el diagnóstico precoz o temprano de las patologías propias
del adulto mayor, las sobreagregadas y las complicaciones.

Se debe tener en cuenta que es la cuantía de la satisfacción del usuario,


entre otras cosas, un valor esencial para alcanzar una calidad de vida plena
y que reviste una gran importancia para la legitimación de la política
sociosanitaria que se está aplicando. Por lo tanto, el nivel de satisfacción
constituye un indicador importante del desempeño global de los sistemas
de salud y de atención de salud.

Son las enfermedades crónicas no transmisibles las que constituyen los


problemas de salud que con mayor frecuencia afectan a las personas de la
tercera edad por lo que este grupo de pacientes debe tener una asistencia
adecuada para poder aumentar sus expectativas de vida y tener una mejor
calidad de vida. La calidad de la atención hay que administrarla o dirigirla
con un enfoque integral de los resultados y del proceso para poder
garantizarla.
Hay un abanico de variables que deterioran la calidad de la atención en
nuestros días tales como el deficiente seguimiento y contralor del adulto
mayor, la deficiente calidad de las historias clínicas, el insuficiente
conocimiento y experiencia clínica tecnoprofesional de los problemas de
salud de las personas mayores y sus características y comportamientos
específicos, la falta de una masa crítica de profesionales dedicados a la
geriatría y la gerontología, pobre educación sanitaria de la población y
72

como consecuencia de ello la baja percepción de alarma, insuficiente e


inoportuna realización de estudios complementarios.

Algunas de las dificultades que afectan la calidad de los servicios al


alcance de los adultos mayores en nuestro país y también en otras latitudes
son: los insuficientes recursos humanos (médicos, enfermeras, geriatras,
internistas, psicólogos, trabajadores sociales, terapistas, cuidadores,
recreadores, etc.); la deficiente infraestructura; la falta de sistemas de
atención integral domiciliar con seguimiento adecuado; déficit de
programas de cuidados intensivos, progresivos y continuos; la restringida
accesibilidad y la generalizada insatisfacción de los usuarios dada por lo
que desearían obtener en materia de servicios y lo que realmente reciben.
Como hemos visto, hay mucha tarea por delante y este trabajo requiere
voluntad política, conciencia gerontológica de toda la sociedad,
participación activa de todos y cada uno incluidos los adultos mayores y
empezar de una buena vez para que no nos sorprenda y nos encuentre
desarmados la evidente explosión demográfica de los adultos mayores con
su carga multidimensional de problemas que tenemos que solucionar.
73

APORTES
PARA UN PLAN GERONTOLÓGICO
EN LA PROVINCIA DE SALTA

EJES PARA EL DEBATE Y EL CONSENSO

·Reconocimiento de la realidad sociodemográfica y de su proyección en


términos de existencia y peso absoluto y relativo de los adultos mayores en
la población general de la Provincia.

.Reconocimiento, análisis y discusión de las características


socioeconómicas, sanitarias, geográficas, de cobertura social o falta de ella,
antropológicas, étnicas y culturales dentro del vasto territorio de la
Provincia.
74

· Establecer agenda política del Estado en materia de políticas sanitarias,


sociales, económicas y culturales con participación activa de organismos
gubernamentales, organismos no gubernamentales, instituciones,
organizaciones y especialmente organizaciones de mayores.

· Reafirmar solemnemente los derechos fundamentales e inalienables de los


adultos mayores a través de los institutos legales nacionales e
internacionales (revisión y puesta al día de la legislación).

· Analizar y establecer aspectos principistas acerca de la salud,


alimentación, vivienda, medio ambiente, familia, bienestar social,
seguridad del ingreso y empleo, educación de los adultos mayores.

· Asegurar, en forma consistente, que la formulación de políticas, la


planificación , la instalación operativa de programas destinados a adultos
mayores deben inscribirse en el marco de la planificación del desarrollo
humano, económico y social en general.

· La formulación y ejecución de políticas relativas al envejecimiento son un


derecho soberano y responsabilidad de cada Estado.

· Los gastos y las inversiones relacionados con el envejecimiento deben


considerarse como una inversión útil y duradera, teniendo en cuenta que el
envejecimiento gradual de la sociedad, en aumento constante, es previsible
y debe ser previsto. Al invertir en mayores de acuerdo con la realidad
actual determinada por la globalización, industrialización, tecnologización
que ha aumentado en forma creciente la cantidad de desocupados en edad
activa, los soportes y ayudas sociales a los adultos mayores revierten sobre
los más jóvenes y crean un mercado laboral de servicios y cuidados hacia
ellos de forma y alcances crecientes.
75

· Elaborar un plan asociacionista entre el Estado, las instituciones existentes


y la sociedad civil construido como red sociosanitaria.

· Planificar, elaborar propuestas de actuación y programas de acuerdo con


las necesidades de la demanda y no a través de los intereses de la oferta.

· Definir el problema del envejecimiento poblacional no sólo en términos


de “problema”, de protección y prestación de servicios sino también de
“activismo social” de los propios mayores.

· Definir los esfuerzos concentrados para mejorar las condiciones y la


calidad de los servicios a los adultos mayores en las zonas rurales.

· Definir los aspectos bioéticos y los límites para las prestaciones


sociosanitarias.

· Definir qué es un adulto mayor desde el punto de vista gerontológico y


qué es un paciente geriátrico.
76

PROYECTO DE LEY

El Senado y Cámara de Diputados de la Provincia de Salta

LEY PROVINCIAL DE LOS ADULTOS MAYORES

CAPÍTULO I

NORMAS GENERALES

Artículo 1º. La presente Ley tiene como objeto preservar los derechos del
adulto mayor, promoviendo su integración activa en la familia y la
comunidad, asegurándole una vejez con bienestar biopsicosocial, mediante
una asistencia sociosanitaria integral con orientación gerontológica,
geriátrica y protección jurídica.

Artículo 2º. A los efectos de la presente Ley, se considera adulto mayor a


toda persona que tenga cumplidos sesenta años de edad.

Artículo 3º. El Poder Ejecutivo instrumentará un Plan Gerontológico


Provincial de carácter permanente el que se adecuará a las pautas
establecidas en esta Ley. A tales efectos, se constituirá una Comisión
Bicameral de los Adultos Mayores en la Legislatura Provincial y una
Secretaría de Gobierno de los Adultos Mayores en el Poder Ejecutivo
77

Provincial que articulará, a sus efectos, con el Consejo Provincial de las


Personas Mayores (Ley 7006/98).

CAPÍTULO II

FUNCIONES DEL ESTADO

Artículo 4º. Son funciones del Estado:

a) Cumplir y hacer cumplir con los soportes, auxilios, ayudas y asistencia


hacia los adultos mayores por medio de las instituciones, organismos y
organizaciones públicas y privadas y de la seguridad social en lo sanitario y
social, tanto en organismos centralizados como descentralizados y
organizaciones no gubernamentales,

b) Cada una de las entidades citadas en el inciso a) debe incorporar a


adultos mayores en forma individual o a través de las organizaciones
legitimadas que los representan en su estructura orgánica o funcional, en
sus cuadros de cargos, promoviendo la participación activa y la capacidad
decisoria; en cualquiera de los casos, los adultos mayores no percibirán
honorarios por la tarea realizada,

c) Promover medidas de acción positiva que garanticen al adulto mayor la


igualdad de oportunidades y de trato y el pleno ejercicio de sus derechos
sociales, estableciendo planes de asistencia sociosanitaria que, en todo
caso, deben incluir a los adultos mayores que no se encontraran
comprendidos en el régimen del seguro social,
78

d) Promover la formación de conciencia gerontológica positiva en la


sociedad civil, las comunidades, el sistema educativo responsabilizando de
ello a los poderes públicos hasta el nivel municipal,

e) Proyectar y proponer programas nacionales y provinciales y ejecutar


programas nacionales o extranjeros de capacitación de recursos humanos
especializados destinados a las organizaciones públicas y privadas cuyo
objetivo sea la atención integral pluridisciplinaria del adulto mayor,

f) Proporcionar asistencia técnica a Municipalidades, Instituciones y


Entidades tendientes a la construcción e implantación de una política
integral, articulada en red y de acciones convergentes en materia
gerontológica,

g) Crear la Red Provincial de Instituciones dedicadas a la atención del


adulto mayor.

CAPÍTULO III

PLAN GERONTOLÓGICO PROVINCIAL

Artículo 5º. El Plan Gerontológico Provincial deberá

a) Establecer medidas de acción positiva para la promoción, protección,


atención y rehabilitación de la salud biopsicosocial de los adultos mayores
mediante la participación y la acción de equipos multidisciplinarios,
79

b) Establecer normas con enfoque de riesgo sociosanitario para las


acciones preventivas primarias y secundarias, periódicas y permanentes
para todas las instituciones públicas y privadas que asistan a adultos
mayores,

c) Promover la capacitación de médicos, enfermeras, rehabilitadores físicos


y mentales, trabajadores sociales, psicólogos, auxiliares gerontológicos,
técnicos en gerontología social y todo otro recurso humano necesario para
la asistencia integral de los adultos mayores que, constituyendo equipos
multidisciplinarios, se instalen y actúen en las instituciones públicas y
privadas que presten servicios a adultos mayores,

d) Propiciar acciones que tiendan a preservar, estimular y apoyar la


permanencia del adulto mayor en su domicilio y en el seno de su familia y
de su comunidad, acercándole servicios domiciliarios integrales, efectivos
y oportunos evitando la internación institucional u hospitalaria excepto por
razones estrictamente objetivas medico-geriátricas,

e) Garantizar el acceso a toda la población adulta mayor a los


medicamentos, prótesis, ortesis, prótesis odontológicas, prótesis sensoriales
y ayudas técnicas para el mantenimiento de su calidad de vida, la
autonomía, la independencia, el autovalimiento y la autoestima. A los
efectos de la dispensación de medicamentos se elaborará un vademécum
geriátrico y formulario terapéutico de uso obligatorio sobre la base de
monodrogas,

f) Obligar a los establecimientos de servicios de salud pública y privada a


la instalación de unidades geriátricas de agudos, unidades de tratamientos
80

prolongados integrales en articulación.

g) Establecer disposiciones reglamentarias que aseguren la calidad


asistencial de los establecimientos públicos y privados geriátricos sean
estos residencias para mayores, centros de día, unidades de servicios de
salud, etc. que, en todos los casos, deben asegurar privacidad y protección
y respeto por las costumbres y la dignidad de los adultos mayores que
utilizan sus servicios,

h) Propiciar programas de preparación para la jubilación; fomentar la


progresividad del cese laboral con flexibilización horaria y modificación de
las condiciones de trabajo a partir de los sesenta años de edad tanto para el
hombre como para la mujer,

i) Realizar acciones concertadas tendientes a asegurar el adecuado nivel de


los haberes previsionales garantizados por el Estado con la movilidad
acorde a las variaciones del costo de vida y que permitan afrontar las
necesidades básicas de vivienda, alimentación, vestimenta, salud y
recreación. Las necesidades básicas enumeradas deben ser aseguradas a
todos los adultos mayores aunque carezcan de derecho a los beneficios del
sistema previsional,

j) Propiciar, la reducción del costo de los servicios públicos básicos,


impuestos, tasas y contribuciones, transporte público de pasajeros para los
adultos mayores carenciados,

k) Propiciar, la concesión temporaria a los adultos mayores de viviendas


asistidas, tuteladas o de hogares familiares protegidos con asistencia y
seguimiento profesional y técnico,
81

l) Fomentar la alfabetización, la educación permanente y el acceso a la


cultura en todos sus niveles a los adultos mayores,

m) Fomentar la capacitación y la actividad laboral de los adultos mayores


acogidos o no a la jubilación,

n) Promover, desarrollar e implantar programas de actividades gratuitas


deportivas, recreativas y culturales en instituciones públicas y privadas,

o) Promover, para todos los adultos mayores, el turismo y planes turístico-


terapéuticos en planes especiales de terapias alternativas, especialmente, el
termalismo social,

p) Promover la participación activa de los adultos mayores en la sociedad


civil, instituciones públicas y privadas, partidos políticos, organismos de la
seguridad social, obras sociales con especial énfasis en el voluntariado
social,

q) Establecer acuerdos con el Ministerio de Educación de la Nación y


provinciales para incorporar conocimientos gerontológicos en las currícula
de los diferentes niveles del sistema educativo,

r) Erradicar las barreras arquitectónicas y trampas urbanísticas de las


ciudades y pueblos, edificios, calles, etc. para evitar accidentes y facilitar la
ambulación y el acceso a los transportes, edificios e instituciones en
general,

s) Desarrollar acciones concretas articuladas con el Ministerio Público para


82

prevenir, detectar, tratar y erradicar la discriminación por edad, sexo o


condiciones socioeconómicas y culturales de los adultos mayores, el
maltrato, la violencia, la victimización, la marginación o la exclusión
social,

t) Facilitar la adquisición y mantenimiento de servicios de telefonía,


televisión, computación o cualquier otro medio comunicacional que
posibilite y facilite el nexo entre el adulto mayor con su entorno y los
servicios asistenciales disponibles.

Artículo 6º.

La Secretaría de Gobierno de los Adultos Mayores dependerá en forma


directa del Gobernador de la Provincia de Salta y será el organismo
competente que tendrá a su cargo la aplicación de la presente Ley. En uso
de sus atribuciones específicas, formulará las políticas generales del área y
será el órgano de coordinación de las acciones gubernamentales y no
gubernamentales en el ámbito nacional, provincial y municipal y tendrá
facultades para establecer acuerdos a nivel nacional e internacional.

Artículo 7º. De forma.


83

MAR DEL PLATA Y LA VEJEZ

Hay cada vez más viejos en lugares


que no tienen espacio ni esperanza.

Hay muchos viejos tristes, en silencio.


Hay viejos que se alejan y se mueren
porque no quieren ver lo que los hiere,
asfixiante rincón de los desprecios.

Como lauro de espinas, el olvido.


Como sueño la paz del cementerio.
Como alegría única, el recuerdo
de los que ya no están, no vienen o han partido.

Hay cada vez más viejos ocupando


ciudades, territorios, continentes.
Kilómetros de arrugas. Pocos dientes
mordiendo soledad. Solo esperando.

Y cada vez más cerca, tantos viejos,


otrora los abuelos, hoy los padres,
acercando su amor agonizante,
creciéndonos de blanco en el cabello.

Gerardo A Pássera; “El Espejo: Poesías de atrás de la vía”; Editorial Martín


Colección “La Pecera”: Mar del Plata; 1996.
84

Estuve en Mar del Plata con motivo del 25° Aniversario de la Asociación
de Geriatría y Gerontología a fines de octubre de este año de 2009. Me
encontré con viejos amigos e hice nuevos; estuve rodeado
permanentemente de adultos mayores no sólo en los encuentros académicos
o en los festejos para celebrar el aniversario sino también en las calles,
bares, restaurantes, lugares de esparcimiento, playas y rambla costera…en
todos lados estaban los viejos, de toda condición y muchos en estado de
discapacidad evidente pero incluidos socialmente, participando activamente
en diversas actividades y teniendo en cuenta que todavía no estábamos en
temporada turística.
Sabía por mis visitas y por la información de mi amigo y colega
gerontólogo el Licenciado en Psicología Eduardo Casella que la ciudad de
Mar del Plata tenía muchos viejos en su población residente estable cuyo
número total, para toda edad, es aproximadamente el mismo de la Ciudad
de Salta (650.000 habitantes y más); pero no sabía que ya alcanzaba el 21
% de adultos mayores.
85

Cuando otro amigo y colega, el Geriatra Marplatense Dr. Gerardo A.


Pássera escribió el poema que encabeza esta nota intuyó que la explosión
demográfica de los adultos mayores en la ciudad en la que vive y trabaja
aumentaría y explotaría demográficamente incrementándose críticamente
las necesidades y la cantidad de servicios sociosanitarios imprescindibles.
Mar del Plata como sociedad, hace muchos años, reconoció la existencia de
una población de adultos mayores en franco crecimiento y advirtió que se
estaba produciendo un envejecimiento del envejecimiento con un grado
elevado de marginación y exclusión social, es decir, había cada vez más
viejos y entre ellos, personas muy viejas en muy malas condiciones.
Algunos miembros de la comunidad de esta bella ciudad no sólo se dieron
cuenta sino que “tomaron en cuenta” esta realidad y poco a poco, buscaron
alternativas de contención y de aportes de servicios sanitarios y sociales
concretos para esta creciente demanda pese, como se dice ahora, a que no
había agenda tecnopolítica para asumir esta problemática y planificar al
respecto.
Mar del Plata reconoció, también hace muchos años, la existencia de
muchos adultos mayores con trastornos cognitivos y demencias que no
tenían un espacio terapéutico no biomédico y establecieron un programa
especial, pionero en nuestro país, de atención integral que todavía actúa
eficazmente denominado Grupo Gama y que se extendió por muchas
capitales de provincia de nuestra Argentina.
Mar del Plata, advirtió que la atención exclusivamente médica del proceso
del envejecimiento no alcanzaba y que era necesario crear una alternativa
de inclusión, ergoterapia, divertimento y de exhibición rutinaria de sus
logros a un número significativo de adultos mayores de la ciudad que
estuvieran dispuestos, y lo siguen estando, a fabricar instrumentos
musicales de papel, elaborar arreglos musicales sobre la base de las
posibilidades técnicas de tales instrumentos y presentarse en conciertos y
86

espectáculos públicos toda vez que fuera posible; “Papelnonos” sigue


musicalizando la vida de manera informal y transgresora para nuestra gente
de cualquier edad.
Mar del Plata, desde hace mucho, se dio cuenta que los viejos en su
mayoría tenían dificultades y a veces imposibilidades insalvables para
acceder a las consultas médicas, realizar estudios complementarios, ser
controlados en la evolución de sus enfermedades y las acciones de los
tratamientos suministrados, rehabilitarse, ser cuidados o acompañados y
estableció programas de atención integral domiciliaria.
Mar del Plata nunca dejó de aprovechar sus bellezas naturales, en cualquier
época del año, al servicio del esparcimiento, la socialización, el disfrute y
la calidad de vida de los viejos de su comunidad.
Mar del Plata logró, no hace mucho, por la voluntad, el trabajo, el
compromiso, la habilidad negociadora, el poder de convicción y la
militancia de profesionales y técnicos en el área gerontológica asociar y
articular a todas y cada una de las instituciones, organizaciones y efectores
sociosanitarios para la atención de los adultos mayores estableciendo un
sistema en red con el apoyo de los responsables políticos del Gobierno
Municipal.
La Asociación de Geriatría y Gerontología de Mar del Plata funciona,
crece, tiene un alto grado de madurez organizativa y su liderazgo en la
sociedad es notorio; con motivo de este encuentro estuvimos juntos
profesionales, técnicos, adultos mayores independientes, adultos mayores
organizados, funcionarios políticos, responsables de las obras sociales
nacionales y provinciales, voluntarios sociales…y hasta compartimos un
confortable espacio debajo de las tribunas del Estadio Mundialista con los
hinchas de fútbol que se portaron de maravilla y se retiraron al término del
partido en silencio y con respeto para con los vejestorios allí reunidos.
Mar del Plata ha hecho mucho más que muchas de las ciudades envejecidas
87

de nuestro querido país por los adultos mayores; no tengo la respuesta para
explicar estos logros; me viene a cuento aquello de la migración de los
jóvenes de ayer que escaparon de la dureza y el furor de lugares como la
Ciudad de Buenos Aires para vivir mejor y más barato, tener servicios
acordes con sus necesidades, ser aceptados, poder convivir en una hermosa
ciudad intergeneracionalmente, aún con dificultades, en forma cálida,
respetuosa y digna. Todo lo que he narrado sintéticamente me da mucha
envidia y estoy convencido que depende de la mirada, la voluntad de hacer
y el espíritu solidario de cada sociedad y de cada comunidad en la
construcción de emprendimientos para nuestros viejos de hoy y para los
que vendrán.
88

VEJEZ, ACTIVIDAD CREADORA Y


TRABAJO

“La vida tal cual la conocemos, es absurdamente breve.


No alcanza para nada, ni siquiera para que lleguemos a sentirnos
adultos.
¿Qué le conceden al creador? ¿Noventa o cien años en lugar de los
clásicos setenta?”

“En la imaginación nos liberamos de los límites,


vivimos en la eternidad sin disminuciones físicas ni achaques”

Adolfo Bioy Casares

“Es lícito pensar que seremos vencidos, no por la mortalidad


sino por el desgaste que el tiempo inflinge en nuestras páginas”

Griselda Gambaro

“Qué bien se te ve! Soy vieja pero no estúpida!”


Respondió alguna vez

Silvina Ocampo
89

El tiempo nos devora a todos, artistas o no, y además como si esto fuera
poco, debemos desafiar aún en esta época dureza, furor, vértigo
tecnológico…

Todo es fugaz, el tiempo se escurre, el futuro es ilusorio. En muchas


personas y aún en las edades muy avanzadas, la creatividad se mantiene en
constante ebullición y desarrollo pese a la declinación física ineludible.
Muchas veces, la involución, no se manifiesta en la imaginación creadora.
Eran y son todavía gente mayor creativa, para hablar con reconocimiento y
afecto de algunos argentinos, Adolfo Bioy Casares (85), Antonio Berni
(76), José Bianco (78), Carlos Gorostiza (91), Juan José Manauta (92),
Ernesto Epstein (86), Agustín Alezzo (76), Elvira Orphée y María Elena
Walsh (80), Angélica Gorodischer y Griselda Gambaro (83), Alfredo Alcón
(81), Lydia Lamaison (97), Ernesto Sábato (100)…

Don Santiago Ramón y Cajal decía (El mundo a los ochenta años; Parte IV)
“Quede sentado, pues, que hay muchos ancianos ansiosos de pensar y
exteriorizar sus pensamientos, condensándolos en la letra de molde, sin
detenerse a juzgar si son vulgares o interesantes ni si están condenados al
naufragio y olvido irreparables. Admitido, pues, el hecho de que tales
proyectos no pueden condenarse al ineditismo absoluto. ¿Prohibiremos al
caduco, próximo al término de su carrera, las excursiones por el campo de
la literatura, de la Historia del arte o de la erudición enciclopédica?
Seríamos crueles. Quien ha consagrado buena parte de su vida a un orden
de actividad intelectual siente en su cerebro el callado palpitar de regiones
postergadas. Una catarsis ideal o emocional puede ser provechosa para
restablecer el equilibrio. Presa de esta comezón compensadora, muchos
intelectuales avejentados gustan de explayar su imaginación por territorios
limítrofes y aun distantes de sus inveterados fervores. Con ser grandes los
defectos, tales lucubraciones encierran a veces alguna enseñanza”.
90

La actividad creadora es génesis y abismo creador; el mundo psíquico


reprimido, estereotipado por hábitos, contenido por límites y perfiles
destinados a objetos concretos, signado por pautas de conducta, se
reorganiza, se reformula de otra manera, crea un nuevo orden y así
descubre belleza o una verdad nueva.

La creatividad no se da casi nunca en un mundo alucinado o alienado,


oprimido o carente de libertad; la creatividad se basa en la reestructuración
permanente de los datos elementales preconscientes que están en la base de
todo gran descubrimiento o de toda creación artística de envergadura.
La actividad creadora queda, muchas veces, impedida de realizarse por la
mala o incompleta formación en la edad más oportuna para ello, por la falta
de habilidad técnica, por la naturaleza paradigmática del conocimiento que
se ha incorporado y utiliza, por miedo a la heterodoxia, por no poder
escapar a los cánones de una ciencia, de un arte o de una técnica
incompleta, por angustia generada en la insatisfacción producida por la
relativa efectividad de esos conocimientos.

La creación que vincula creatividad con pensamiento, es una


superestructura que oculta los componentes inarticulados simbólicos; el
trabajo angustiante y doloroso de un encorvado obrero; el regocijo casi
infantil ante el logro obtenido; la rabiosa comprensión de que la obra es
siempre inferior a lo soñado.

No hay creación sin formación, sin conocimiento y empleo de las técnicas,


es decir, dominio del oficio; sin dura, tenaz y rigurosa disciplina; sin
trabajo, sin sudor, sin una dosis de irracionalidad, sin una tensa implosión
de la realidad, sin respeto por uno mismo y sin la intención de escrutar los
propios fantasmas.
91

Si no conseguimos que el hombre cambie mejorando su naturaleza; si no


capacitamos a cada generación para que transmita adecuadamente los
conocimientos que posee a la venidera y si no ponemos en libertad el
potencial creador de cada hombre, la cultura de nuestra civilización puede
considerarse fracasada.

La actividad creadora es una de las respuestas que organiza el caos, que da


direccionalidad a la existencia, que reencuentra los fundamentos del
constructo de la humanidad, que da sentido a la vida.

La creatividad, el trabajo, el hacer, el estar activo desde el punto de vista


relacional tiene que ser un deber para el adulto mayor sobre todo en los
pueblos en vías de desarrollo; ellos deben decidirse a pensar y hacer por
ellos mismos. El conformismo y la pasividad inhiben la capacidad de
creación sumada a la soterrada “ayuda protésica” que a veces nos
proporcionan.
Aceptemos que ser original e independiente exige un esfuerzo casi heroico;
exige apartarse de la vida presurosa, del conformismo, de la banalidad, del
ruido sin s o n i do.

La creatividad no es una simple reorganización de las ideas sino que es,


también, tránsito por un camino de evolución y enriquecimiento que
supone ampliación de horizontes, apertura de puertas a nuevas empresas
con un gran esfuerzo de síntesis, desafiando los presupuestos del
pensamiento, el desorden y el desequilibrio.

El hombre es capaz de crear a lo largo de toda su vida y aún en los


extremos o al final de ella. Para ello no debemos negar nuestra
personalidad, hay que aspirar a poseerse uno mismo por entero con sus
armonías y disonancias, y saber que tras una confusión hay un orden no
encontrado.
92

Uno de los mayores obstáculos para la creatividad, la transformación y el


cambio son las defensas y el miedo del grupo social frente a lo nuevo y
sobre todo si proviene de los viejos; esto se origina en inconscientes
angustias colectivas, prejuicios y estereotipos negativos.
A veces, la des-sexualización de la vida, a cualquier edad y especialmente
en el envejecimiento, es sustituida por la actividad creadora o el trabajo
(generalmente no remunerado). Los seres humanos tenemos cambios en la
cualidad del vínculo amoroso preexistente con el mundo y hacia nuestro
interior que se puede sustituir a veces por vínculos pasionales (como por
ejemplo la pasión amorosa, la pasión política, la pasión creadora, la pasión
por el juego, la pasión intelectual, la pasión deportiva, la pasión mística
entre otros). Es necesario el vínculo pasional para la actividad creadora y el
trabajo.

En la vejez, el trabajo ya no suele usarse como poder sobre otro, como


soporte económico para subsistir, como obligación inexcusable, como
vínculo alienante con las manifestaciones de la vida que nos rodea o porque
estamos coartados o “quemados” por el medio o por el odio al trabajo, se
genera la imposibilidad de sublimar o aceptar sin resignación lo que
deviene en degradación y retorno intrasomático con producción de
enfermedad y caos.

El trabajo y la actividad creadora es posibilidad de apertura para seguir


teniendo proyectos; para insertarse en ellos, a pesar de que el ámbito
laboral convencional sea negativo y aún cuando los espacios sociales
habituales claudiquen o se deterioren.

Cuando la perspectiva del tiempo comienza a ser tomada más en función de


lo que falta por vivir y surge la conciencia de la finitud, más intenso
debería ser el activismo, el entusiasmo que no sólo proviene de lo interno
93

sino también de cuánto hay de creativo o de identitario en el acto de


trabajar.

Antes, mucho antes, de pensar en las posibles alternativas de despedirse de


la vida con engreimiento, rezongo u honesto silencio y el aceptar el
componente letal de la vida que es la pulsión de muerte, es bueno y
trascendente justificar con actos creativos y buen trabajo nuestra propia
historia individual.

La capacidad a tiempo y en forma para reconocer la finitud de la existencia


y aceptar la pena que este descubrimiento produce, es quizás, el logro
psicológico más grande.

Esto implica la aceptación de los límites de las capacidades físicas,


intelectuales y emocionales en una síntesis que amalgama las adquisiciones
con el enriquecimiento que acompaña al ejercicio de un sistema de ideales
y valores. Es el momento en que se puede vislumbrar el resultado
victorioso de la personalidad total durante la vida vivida.

Muchas de las frustraciones personales o colectivas, la desgana y la bronca


en o por el trabajo se deben a que, muchas veces, las instituciones no
funcionan bien porque no hay políticas institucionales o éstas están
envejecidas; porque los salarios son bajos; porque no hay expectativas ni
posibilidades de ir ascendiendo en un status profesional, técnico o
simplemente laboral porque no hay carrera; porque los roles y funciones no
están legitimados; porque la rutina y la cadena de “mandos” asfixia la
creatividad e impide y sanciona la opinión porque se considera transgresora
o desestabilizadora.

Si estos supuestos se dan aislados o interactúan, el recurso humano -el más


importante de cualquier institución o empresa- se “desmotiva” para la tarea,
94

la profesión o el puesto de trabajo; no hay desenvolvimiento del sujeto o


del grupo; todo y todos “se mueren” por haber perdido la motivación (latín;
motio) que significa tendencia, apetencia, incitación o movimiento hacia
algo. Previamente, surge el cansancio (la fatiga, la astenia) cuya presencia
puede llevar al trastorno orgánico, psicológico, psiquiátrico o
psicosomático de las individualidades y a la enfermedad institucional.
Esta fatiga, pronta y fácil, se presenta al inicio mismo del esfuerzo físico o
intelectual al asumir la jornada laboral; se pierde el gusto y el interés por la
tarea y se universaliza la desgana.

La motivación es toda condición interna en el individuo que le impulsa a la


acción o al pensamiento; ésta influye sobre la voluntad para trabajar y
hacer; la cantidad de energía para gastar en la tarea depende de la
motivación que se encuentre en el trabajo. La energía para trabajar no está
almacenada en el hombre, se obtiene a partir de la motivación; tampoco la
energía se agota por el trabajo, sólo se gasta la parte asignada a una tarea
determinada; la motivación controla la distribución de esta energía. Cuanto
más elevada es la motivación más energía puede obtenerse y menor es la
fatiga producida.

La mala actitud de cualquier profesional o trabajador puede deberse a:

- Desgaste de energía inconducente o sin objeto;

- Enfrentamiento con una realidad cotidiana que minimiza las expectativas


individuales o grupales;

- Inadecuada ubicación aptitudinal porque no se ha contemplado en el rol


laboral asignado su perfil socioprofesional, sus intereses y sus capacidades
innatas;
95

- Existencia de conflictos sociales individuales o institucionales;

- Deficiente organización de la institución;

- Falta de comunicación; falta de información y existencia de tensiones


interpersonales con frustración y agresividad.

De estas cosas y de muchas otras más surge la potencia creadora de fabricar


síntomas en las instituciones y, muchas veces, este tipo de instituciones son
generadoras de procesos “patogénicos”, ayudan a enfermar y lo peor, es
que lo consiguen.

Fuentes:
Plager, Silvia: La imaginación no cree en los achaques; Revista Ñ de
Clarín, pág. 17; Buenos Aires, 31 de diciembre; 2010.

Ramón y Cajal, Santiago: Obras literarias completas; Aguilar, S.A. de


Ediciones, Madrid; 1954.

Strejilevich, Leonardo: Gerontología Social; Editorial Dunken; Buenos


Aires; 2004.

Strejilevich, Leonardo: La actividad creadora; Diario El Tribuno; pág. 2;


Salta, 13 de junio; 2007.
96

JUVENTUD Y VEJEZ

La juventud, según el Diccionario de la Lengua de la Real Academia


Española, es una edad que se sitúa entre la infancia y la edad adulta; es el
estado de la persona joven; es un conjunto de jóvenes; es la etapa de la vida
en que hay mayor energía, vigor y frescura; constituye los primeros
tiempos de algo nuevo.
La vejez en esta sociedad posmoderna que pretende haber encontrado lo
más nuevo de lo nuevo, tiene un perfil psicosocial “viejista” y considera a
los viejos como enfermos – seniles – deprimidos – asexuados - pasados de
moda – diferentes – discapacitados - sin derechos – no pertenecen – son los
otros - no importan demasiado sus necesidades económicas y sociales – no
contribuyen a la sociedad - no producen – gastan demasiado – no interesan.
El envejecimiento de la población conlleva un aumento del consumo de los
recursos sanitarios y sociales convirtiendo al adulto mayor, cuando está
enfermo, en el principal ocupante de camas hospitalarias, el que genera
mayor mortalidad, estancias más prolongadas, mayor número de reingresos
97

y elevada utilización de servicios múltiples de atención, cuidados, apoyos,


auxilios, acompañamiento, soportes, ayudas continuas y a largo plazo.
Hace unos cuantos años la juventud vivía preocupada por los adultos
maduros y los viejos (había pocos viejos muy viejos). La juventud
respetaba, imitaba y admiraba a los mayores; recibía los usos, el régimen y
el estilo de vida de una sociedad madura y mayor; aprobaban e
incorporaban las políticas; los jóvenes esperaban la aprobación de los
mayores y hasta temían su enojo.
La vida social no estaba organizada en vista o de acuerdo a un modelo
juvenil; las pautas establecidas tenían que ver con el modelo, los valores y
el tipo de vida de las personas maduras, en suma, la juventud se miraba y
vivía en “servidumbre” de la madurez del mismo modo que la inmensa
mayoría de las mujeres vivía en servidumbre parecida con respecto a los
hombres.
Piolín de Macramé (seudónimo literario para el humor del célebre médico
pediatra argentino Florencio Escardó; 1904 -1992) escribía por el año 1972
este tipo de cosas: “Nadie es viejo porque tenga más edad que otros. Sino
porque es más viejo que su propia juventud. Se envejece a medida que
nuestros contemporáneos mueren en nosotros. Un longevo es un
extemporáneo. Envejecer es un absoluto. Que los demás se empeñan en
convertir en relativo. Mediante un repertorio de consuelos. Que
desconsuelan. Percibimos que estamos viejos cuando comienzan a decirnos
que no lo estamos. Y hablamos de los viejos jóvenes. Y de los jóvenes
viejos. Un viejo es alguien que no cree en el futuro. Porque lo van a hacer
los jóvenes. Un joven que se muere joven es un entrometido en los
derechos de la vejez.”
De la juventud Escardó decía: “Se denomina joven a un ser que tiene un
hambre normal. Y hay que satisfacerlo. Un apetito sexual normal. Y hay
que reprimirlo (esto era en los tiempos de Escardó). Y una insolencia
98

normal. Y hay que aguantarla. Si un adulto tiene iguales apetitos y la


misma insolencia decimos que es un espíritu joven. Si es amigo. Un
marginal. Si es enemigo. Y un degenerado. Si es contemporáneo. Los
jóvenes sirven para echarles la culpa de todo lo que creemos que deberían
hacer. Y no hacen. Y que es lo que los viejos dejaron por hacer. Y para
criticar lo que hacen. Y que pensamos que no deberían hacer. Porque
quisiéramos hacerlo nosotros.
La juventud es el tema predilecto de los viejos. Para hablar mal de los
jóvenes. Los jóvenes usan la palabra juventud como un automático derecho
a ser comprendidos. Y una excelencia para no comprender a los otros. Se
denomina joven a alguien que procede como si la historia comenzara con
él…y tienen escondida en algún lugar del corazón esta sentencia: Qué
razón tenía mi padre. Los jóvenes no admiten que son como son por obra
de los mayores. Que han fracasado en ellos. Y no se animan a convertir el
fracaso en sistema." (Fuente: Penúltimos ¡Oh! antes del año 2000; Piolín de
Macramé; Editorial Américalee; Buenos Aires; 1972).
Después del baby boom de los ´60 y hasta hoy la juventud parece dueña
indiscutible del espacio social que expresa claramente su vocación de
dominio.
La juventud actual no se preocupa mucho por las personas de mayor edad,
actúan con resolución, con presencia activa y una carga elevada de extrema
seguridad en sí misma.
Hoy el hombre y la mujer adultos mayores viven casi excluidos, azorados,
con un sentimiento de que casi no tienen derechos.
Los viejos, desesperados e impotentes se aferran a tiempos pasados y tratan
de imitar a los jóvenes para “retrasar” la vejez y ser aceptados por ellos
tratando de parecer más jóvenes de lo que son.
Muchas veces se fingen mocedades que no se tienen y se usan placeres,
costumbres, modales, indumentaria, léxico, jergas…que están cortados a la
99

medida de los jóvenes. Juventud y masa son los cuerpos sociales


dominantes en este tiempo.
El triunfo de la juventud se demuestra, entre otras cosas, por el entusiasmo
por el cuerpo; el cuerpo tiene su flor, su akmé, en la estricta juventud y
luego decae irreversiblemente; a los jóvenes se les mira a los maduros se
les escucha; el espíritu, la inteligencia, la experiencia, la voluntad son más
vigorosos en la cima de la vida.
La juventud se ha liberado de su antigua servidumbre al mundo de los
adultos pero también conviene reconocer, para ser un poco justos, que el
ocio floreciente de muchos jóvenes de hoy se apoya en el mundo creado
por varias generaciones sin juventud; vivir no sólo es ser joven y mucho
menos creer que todo lo demás es desvivir; la juventud es una enfermedad
que se cura con el tiempo, dijo alguien.
Muchas de las generaciones que nos anteceden han tenido que vivir en vilo,
sosteniendo con gran esfuerzo su nivel de existencia; son las generaciones
que han combatido más, que han ganado y perdido más batallas y que han
gozado de los triunfos bien poco.
No se ha logrado aún que nuestro retrato envejezca por nosotros y que el
ser humano sea guapo y joven para siempre como fantaseaba Oscar Wilde
en su novela El retrato de Dorian Grey (1890), pues conviene, entonces, no
sufrir y resignarse.
"Juventud, divino tesoro, ¡ya te vas para no volver! Cuando quiero llorar,
no lloro... y a veces lloro sin querer." “Juventud” Rubén Darío, Félix
Rubén García Sarmiento; poeta nicaragüense.
100

LA MEMORIA, MADRE DE LAS MUSAS

La memoria fue divinizada por los antiguos griegos que le pusieron el


nombre de Mnemosina, madre de las musas.

En la mitología griega, Mnemósine o Mnemosina, Mneme era la


personificación de la memoria. Esta Titánide era la hija de Gea y Urano, y
la madre de las Musas con Zeus.

En la Teogonía de Hesíodo, los reyes y los poetas recibían el poder de


hablar con autoridad por su posesión de Mnemósine y su especial relación
con las Musas. También se cuenta que Zeus se unió a Mnemósine nueve
noches consecutivas y así engendró a las nueve Musas, que nacieron en un
parto múltiple.

Las musas eran cada una de las deidades que, según la fábula, habitaban,
presididas por Apolo, en el Parnaso o en el Helicón y protegían las ciencias
101

y las artes liberales, especialmente la poesía. Su número era variable en la


mitología, pero más ordinariamente se creyó que eran nueve: Calíope,
musa de la poesía épica, madre de Orfeo; Clío, musa de la historia.;
Euterpe, musa de la música de flauta; Terpsícore, musa de la danza; Erato,
musa de la poesía lírica; Melpómene, musa de la tragedia; Talía, musa de la
comedia; Polimnia, musa de la danza o la geometría y Urania, musa de la
astronomía.

La “mente”, es un conjunto de actos y de valores. Hablar de la mente es


hablar de la realización de actos (formas motoras) y de la percepción de
objetos (formas sensoriales). El mundo, para que exista, obliga a la
actividad y a la percepción. Construir objetos es elaborar mundo, es saber
hacer, siempre y cuando podamos previamente percibir.

Mundo es intelecto e instinto. El mundo se construye en la corteza del


cerebro humano por medio de “facultades mentales” práxicas que sirven
para la construcción de objetos y pragmáticas que se utilizan para la
selección de objetos, se establece lo útil y conveniente, se elabora una
escala de valores para contextos cambiantes. Las escalas de valores o tabla
axiológica son entidades preventivas que inhiben los actos por medio de
emociones inhibitorias.

Cuando no se realizan actos el objeto vuelve, se registra y permanece en la


memoria práxica y biográfica o del Yo que es un compendio de los
momentos vividos y que, normalmente, pueden ser rescatados, evocados y
utilizados nuevamente.

La emisión de un acto, es el único signo de la existencia de un registro en la


memoria. La coherencia interna de los actos es una cualidad de la
organización del cerebro que está predeterminada.
102

Cuando se alteran los mecanismos cerebrales aparece la alienación, la


confusión, la demencia, las enfermedades mentales o neurológicas.

Nuestro pasado hace que nuestra persona sea lo que hizo; el pasado
subsiste en el presente y permite darle unidad a nuestra existencia; somos
lo que recordamos.

“El hombre, en cambio, merced a su poder de recordar, acumula su propio


pasado, lo posee y lo aprovecha. El hombre no es nunca un primer hombre:
comienza desde luego a existir sobre cierta altitud de pretérito amontonado.
Este es el tesoro único del hombre, su privilegio y su señal. Y la riqueza
menor de ese tesoro consiste en lo que de él parezca acertado y digno de
conservarse: lo importante es la memoria de los errores, que nos permite no
cometer los mismos siempre. El verdadero tesoro del hombre es el tesoro
de sus errores, la larga experiencia vital decantada gota a gota en milenios.
Por eso Nietzsche define al hombre superior como el ser “de la más larga
memoria”” (José Ortega y Gasset; La rebelión de las masas).

Las personas vivimos el presente tendido al futuro y es, en el presente, el


proyecto vivido en el pasado. El hombre tiene distintas formas de memoria
por la que vuelve a vivir experiencias anteriores que han dejado huella en
su persona.

La memoria es parte esencial e indispensable del capital humano que


debemos conservar el mayor tiempo posible a través de la práctica, el hacer
cosas, el adiestrarse y construir y reconstruir el cúmulo de aptitudes,
destrezas, habilidades y actitudes para mantener nuestra independencia,
autonomía, autovalimiento y autoestima.

Al olvidarnos de las cosas y los hechos anulamos la posibilidad de vivir


adecuadamente en el presente con concisión de futuro. La ventaja que tiene
103

el pasado y el recuerdo es que nos permiten estar presentes en la


construcción de nuestras vidas y actuar por nosotros mismos en la vida
diaria.

Saber de nuestro pasado nos permite reconstruir nuestra propia historia y


ser conscientes y capaces de administrar el tiempo y valernos por nosotros
mismos.

La memoria es uno de los dones más preciados y maravillosos que no sólo


es archivo de lo pasado y lucimiento del presente; nos da la noción de
persona e identidad; eterniza lo vivido puesto que enlaza y funde el
presente con el pasado; enriquece la percepción de lo actual por medio de
asociaciones de hechos vividos en el pasado; establece analogías; adapta
las reacciones del hoy para prevenirnos y precavernos con sucesos
similares alejados en el tiempo; reaviva los recuerdos y las imágenes de las
tinieblas del subconsciente y abastece y nutre las fantasías creadoras.

La memoria es una facultad psíquica por medio de la cual se retiene,


almacena y recuerda el pasado. En la filosofía escolástica es una de las
potencias del alma.

Es un dispositivo físico que está en el cerebro en el que se almacenan datos


e instrucciones para recuperarlos posteriormente y es siempre un recuerdo
que se da de algo pasado.

Es un libro o una relación escrita en que cada uno de nosotros puede, en


cualquier momento, narrar su propia vida o acontecimientos de ella.

Estos recuerdos personales se atesoran para ilustrar la propia historia. La


persona de poca memoria es un olvidadizo. Para acordarse de algo y tenerlo
presente hay que olvidar muchas cosas (el saber y los recuerdos ocupan
104

mucho lugar). Aprender no es sólo tomar datos de la memoria, sino


cambiar de actitud y praxis frente a las cosas. Recordar o acordarse no es
sólo rescatar datos; siempre el recuerdo tiene un componente emocional
personalísimo.
Quedar olvidado por ser viejo, excluido socialmente o por estar muerto es
haber sido desplazado sin retorno de la memoria colectiva. Acordarse de lo
que pasó permite reflexionar, ejercer la autocrítica y cambiar para mejorar.
Hacer memoria nos permite no repetir los mismos errores. Renovar el
recuerdo de algo que se tenía olvidado permite sentir las mismas emociones
originales pero con la carga de nostalgia de las cosas pasadas.
Para desdicha de propios y ajenos, la tan preciosa propiedad del cerebro
que es la memoria flaquea lamentablemente en muchas personas,
especialmente en algunos adultos mayores.

La cinta cinematográfica de nuestro pasado sufre mutilaciones y va


disminuyendo nuestra capacidad mental, los esfuerzos de intelección se
hacen cada vez mayores y tenemos dificultades expresivas. Hay personas
privilegiadas que apenas claudican de su memoria hasta llegar a edades
extremas.

Por lo común, cuando estamos perdiendo la memoria, nuestras palabras e


ideas se eclipsan cuando las buscamos y más las necesitamos; lo nuevo se
recuerda menos y se pierde rápidamente, lo antiguo se preserva más
tiempo. Pero también, muchas veces, por falta de interés, por circunstancias
emocionales y por falta de atención sostenida en el tiempo olvidamos o no
fijamos nuestros recuerdos.

La mayoría de las personas mayores duplicando su trabajo atencional, con


voluntad y paciencia, con entusiasmo, estudiando con cariño las cosas que
105

hacen o quieren hacer tiene un rendimiento casi tan bueno como cualquier
hombre joven o maduro de su misma condición.

Podemos cometer errores, olvidos y pérdidas de memoria (lapsus) por


error, por analogía fonética, por similitud ideológica, por antítesis, por
generalización excesiva y precipitada, por cambio de personas y funciones,
por exceso de confianza en el saber de los demás, por desagregación
espontánea de las representaciones y creación de nuevas combinaciones
arbitrarias, por confusión inconsciente de juicios valorativos sobre las
personas…”el error es un estado del alma, tan nítido subjetivamente como
la verdad” (Santiago Ramón y Cajal).

El recuerdo como el cerebro que lo aloja es algo vivo, cambiante y plástico,


que evoluciona, que involucra nociones de espacio, tiempo y personas, que
puede desagregarse y morir, que puede generar representaciones
enriquecidas o mutiladas y contener información y datos espurios o
arbitrarios
La “demencia” es la privación del proceso mental. La demencia lleva a
perder la existencia presente, a trastornar la concepción del espacio y a
desorientar en el tiempo. La demencia nos convierte en prisioneros del
tiempo mecánico perdiendo el tiempo adecuado, oportuno y efectivo para
hacer las cosas. Los actos no pueden realizarse o se hacen mal y en
consecuencia los propósitos quedan incompletos. La demencia nos condena
a no formar parte del tiempo, se pierde estructura y orden, seguridad y
experiencia; no se posee más la capacidad de crear tiempo y proyectos.
Cuando una persona está demente ya no puede ser y hacer; no puede decir
“pienso, luego existo” y “hago, luego soy”.

La inferencia más simple que podemos obtener de lo que hemos comentado


es que la regla de oro en términos de salud integral, de vivir con calidad de
106

vida y en forma exitosa el mayor tiempo posible es estar funcionalmente


activo. Los seres humanos, sobre todo las personas mayores, pueden
padecer trastornos mentales, sufrir enfermedades cerebrales orgánicas con
deterioro y manifestar trastornos psíquicos de variadas causas biológicas,
psicológicas y sociales. Muchos podemos tener enfermedad cerebral
orgánica asociada con manifestaciones psiquiátricas; muchos también,
podemos tener enfermedades de otra índole que se expresan con apariencia
neuropsiquiátrica.

La principal patología de base biológica con graves repercusiones


cognitivas, funcionales y sociales asociada con la edad es la demencia cuyo
síntoma cardinal es la pérdida de la memoria (5 a 15% a los 65 años y más;
30% a los 80 años y más). De carácter reversible 10 %; 50 % enfermedad
de Alzheimer; 25% vasculares; 25% mixtas y otras causas). Debe
establecerse claramente su diagnostico, gravedad y curso. El tratamiento es
medico, psicosocial y educativo.

Hay instrumentos de tratamiento e intervención médica por medio de


fármacos y no médicos (poco desarrollados en nuestro medio): programas
de psicoestimulación integral; talleres de psicoestimulación cognoscitiva;
terapias físicas (cinesiterapia, músicoterapia, relajación, masaje podal,
juegos más actividades físicas); talleres ocupacionales; terapia de
orientación a la realidad; terapia de reminiscencia; estrategias de
intervención para mejorar ambulación, incontinencia fecal y urinaria,
conductas sexuales inapropiadas, autocuidado (aseo, alimentación); reunión
con familiares (transferencia, cuidados, pautas a seguir, compromiso,
apoyo); asistencia diaria a un centro de día especializado; fomento
permanente de actividades multidimensionales extra e intramurales;
seguimiento del curso de la enfermedad planificado.
107

Hay que proponerse implantar recursos terapéuticos integrales alternativos


a la institucionalización para las personas que padecen trastornos severos
de la memoria sumados a padecimientos neuropsiquiátricos que acompañan
esta problemática y a llenar, en nuestro medio, el “vacío terapéutico”
sociosanitario existente.

El modelo terapéutico debe ser de intervención biopsicosocial con el fin de


apoyar y mantener las capacidades y habilidades del sujeto y alejar los
riesgos de la dependencia.

Se basa en la filosofía de la eficiencia en la atención y cuidado de las


personas afectadas, en estructuras pequeñas con profesionales distintos
integrados en un equipo pluri e interdisciplinar que prestan sus servicios
ajustándolos a las necesidades concretas de la persona enferma
individualmente poniendo el acento sobre los diagnósticos tempranos con
asignaciones de tratamiento oportuno, sostenidos en el tiempo y con la
máxima calidad posible.

El ideal es incluir a pacientes con enfermedad de Alzheimer u otras


demencias recientes y de corta evolución en:

- Grado leve,

- Bajo nivel de dependencia,

- Con deterioro cognitivo sin trastornos psiquiátricos profundos u otros


problemas de conducta que impidan la convivencia o el trabajo grupal,

- Con capacidad funcional para desenvolverse en las actividades básicas de


la vida diaria o aún con supervisión ligera y puntual.
108

Un tratamiento de estas características debe conformar una prestación y un


servicio de atención sociosanitaria que deberá evitar transformarse en un
obstáculo en la integración personal de los usuarios y que sirva, en todo
caso, como vehículo integrador de la vida social y afectiva familiar y
comunitaria; no sustituye el rol de la familia y la comunidad organizada
alrededor de la persona enferma.

• Debe tener un carácter limitado de plazas.

• Debe proponerse evitar el “proceso actitudinal institucionalizador” de


pacientes y familiares.

• Debe contemplar, desde la “fase de ingreso”, el proceso de adaptación e


integración.

• Los posibles usuarios y sus familiares deben conocer previamente el


recurso ofrecido, sus alcances, sus limitaciones y participar activamente en
el emprendimiento al igual que los auxiliares técnicos y el voluntariado
social.

• Debe crear y construir una unidad con entorno agradable y facilitador de


la autonomía, de la implicancia en un grupo y del desarrollo de las
competencias individuales y grupales.

• Los usuarios y sus familiares, dentro de sus posibilidades, deben


participar en la toma de decisiones y del contralor del entorno.

• Las intervenciones terapéuticas comprenden:

- Capacidad funcional,

- Funciones cognitivas,
109

- Funciones psicoafectivas,

- Funcionamiento social,

- Fomento de la relación familiar y la integración comunitaria,

- Contralor de la toma de medicamentos,

- Valoraciones realizadas a través de instrumentos establecidos


previamente, con baremos al ingreso y “en cortes” del proceso de
tratamiento y seguimiento.

• La intervención terapéutica deberá ser permanente; su plan se elabora en


forma consensuada entre los diferentes profesionales, implicando en el
mismo a los auxiliares técnicos y a los voluntarios sociales. Los planes de
intervención son de aplicación individual y deberán revisarse
periódicamente.

• Este tipo de proyectos deben ser validados científica y técnicamente; sólo


así ameritará, seriamente, el convertirse en un recurso real y permanente.

• El proyecto y el modelo debe ser flexible y versátil (al igual que los
recursos humanos que lo integran) y ser capaz de adaptarse a diferentes
tipos de pacientes y familiares, en poco tiempo y con costos reducidos;
acomodarse a la evolución de las diferentes necesidades de las personas y
sus familiares; atender hasta las preferencias personales de las personas
mayores e involucrarse en un proceso de mejoramiento continuo de la
calidad de los servicios y prestaciones.

La mirada y la acción prestacional dentro de un modelo biomedicalizado a


ultranza como el nuestro, no contempló de manera extensiva, hasta ahora,
110

este tipo de propuestas de actuación con respecto a los pacientes y a sus


familiares.

1. La propuesta de actuación sociosanitaria debe se “directa” y de atención


integral a pacientes y familiares,

2. Debe intentar concitar la asociación entre pacientes, familiares e


instituciones efectoras de salud pública y/o privada,

3. La mirada implica una acción sociosanitaria integrada e integral,

4. Debe asociar inteligencia, dedicación y voluntad de hacer de grupos de


trabajo institucionales y extrainstitucionales,

5. Procurar incentivar la asociación y articulación de bienes, insumos,


materiales y recursos humanos altamente profesionalizados de alta
relevancia sanitaria en el ámbito público y privado,

6. Los prestadores sociosanitarios capaces de llevar adelante un programa


de atención de estas características, deberán demostrar la calidad de los
servicios y los resultados obtenidos en tiempos acotados y en consecuencia
recibirán beneficios dinerarios en concepto de rentabilidad al asociarse o
prestar servicios.

Todos y cada uno de nosotros, deberíamos corresponder con nuestro


esfuerzo y dedicación a la concreción de este tipo de acciones que, por otra
parte demuestra, una vez más, que la salud en general y especialmente la de
los adultos mayores necesita irrenunciablemente del soporte social que es,
definitivamente, un instrumento inefable de salud y calidad de vida.
Estamos advertidos, desde hace bastante tiempo, acerca de la importancia
sanitaria, epidemiológica, de la necesidad de disponer y dispensar recursos
111

terapéuticos y de apoyo a los pacientes con esta problemática y del


correlato financiero y social de estos graves trastornos de la salud.

No se ha avanzado al ritmo deseable en materia de detección temprana,


prevención primaria y secundaria; no hay agenda político-sanitaria en
materia de atención, asistencia, cuidados, ayudas, auxilios, soportes y
sustentabilidad a largo plazo con propuestas de actuación sociosanitaria
válidas para las enfermedades humanas neurodegenerativas en un país
como la Argentina que tiene una enorme masa de personas desfavorecidas
y entre ellas un gran número de personas mayores en franco e irreversible
crecimiento.

N. del A.: Las demencias y en concreto la Enfermedad de Alzheimer, la


más frecuente de todas, son una realidad palpable en todo el mundo y
especialmente en la sociedad europea que tiene una población altamente
envejecida. La enfermedad de Alzheimer no sólo esta ligada al
envejecimiento de la población (mayores de 65 años), siendo uno de los
males de las sociedades industrializadas. Se calcula que en el mundo la
padecen más de 22 millones de personas, y que en tres décadas esa cifra
será el doble. Ya en el año 2000 había en Europa casi 8 millones de
ciudadanos afectados, es decir, un 2% de la población mayor de 65 años
(Prevalencia de Alzheimer en Europa: entre 30 y 59 años- 0,02%; entre 60
y 69 años- 0,3%; entre 70 y 79 años -3,2%; entre 80 y 89 años- 10,8%).El
diagnóstico precoz es necesario en esta patología de origen todavía
desconocido para mejorar el pronóstico, ya que el tratamiento
farmacológico disponible es sintomático, pero no cura las lesiones
cerebrales y sólo funciona en los primeros estadíos. Ante este panorama,
conocer el problema lo antes posible se hace indispensable, tanto para el
paciente como para su entorno. En cuanto a la prevención se recomienda un
plan de envejecimiento saludable que incluya interrelaciones sociales,
112

ejercicio, y una dieta sana y variada, acompañada de un control de la


hipercolesterolemia, la hipertensión arterial y la diabetes, lo que sería
básicamente la misma estrategia que se esgrime frente a las enfermedades
cardiovasculares. Asimismo, se recomienda una actividad mental
mantenida en un aprendizaje constante. Los programas de
psicoestimulación de la memoria y de las funciones cognitivas, son muy
importantes para los pacientes, sobre todo al comienzo de la enfermedad.
Hay que asesorar a las familias para que accedan a los recursos que son
escasos con relación al número de enfermos. Hay que procurar que
cuidadores y enfermos aumenten su calidad de vida. Hay que desarrollar
estrategias dirigidas a su evaluación integral; considerando el diagnóstico,
seguimiento y el tratamiento integral (individualizado, y multidisciplinar)
como actividades coordinadas y continuadas. Se deben crear unidades
especializadas específicas para atender a la demencia.
113

DEBATE JUBILATORIO

Por primera vez en la historia de la humanidad, en el curso de la próxima


década habrá más personas mayores de 65 años que menores de cinco años,
según las Naciones Unidas. En los países desarrollados, la población mayor
de 65 años se incrementará un 50 por ciento antes de 2030; en los
subdesarrollados, el aumento será del 140 por ciento.

La expectativa de vida alcanzará en 2050 los 90 años para los hombres y


los 97 para las mujeres; en la actualidad es de 75 años para los hombres y
de 82 para las mujeres.

El sistema de seguridad social que nos atiende hasta el presente está


fundamentado en la solidaridad entre generaciones y sostenido por los
ciudadanos aún jóvenes que tienen actividad laboral legitimada.
114

La sociodemografía actual plantea una disyuntiva de hierro motivada por


los bajos índices de natalidad y los requerimientos económicos y
sociosanitarios de una población adulta mayor en permanente crecimiento.

Se vive en un mundo altamente inseguro, con crisis recidivantes y por


momentos reina el caos. Muchos sospechan que los niños de hoy
disfrutarán de un nivel de vida muy inferior a la de la generación de sus
padres cuando sean mayores. Con esta realidad y en este contexto parece
que hay necesidad de aplicar medidas complementarias para paliar el
déficit de las cajas de jubilaciones y pensiones de los países que las tienen
y asegurar de algún modo, con cierto grado de previsibilidad, la
sustentabilidad del sistema de la seguridad social. Según los expertos,
estamos a las puertas de un déficit financiero mayúsculo de las
administraciones de la seguridad social.

Para muchos, la única vía para cubrir el déficit del sistema de retiro es
elevar la edad mínima de la jubilación para cobrar una jubilación/pensión
completa y aumentar los años de aporte para obtener dicha jubilación.

El envejecimiento de la población parece ser un “problema” recurrente que


no acaba de adquirir el estado de protagonismo relevante y continuado en
las agendas y políticas sociales; lo que se visibiliza en la parte del mundo
donde se administran recursos para la seguridad social, y esto incluye a
nuestro país la Argentina, es que la única y última preocupación parecen
ser los aspectos económicos y financieros de la problemática que, de no
encontrar soluciones a corto plazo, nos llevará nuevamente, después de
haber perdido gran parte de los soportes y beneficios del estado de
bienestar por la crisis actualmente desencadenada, al darwinismo social y al
neomalthusianismo.
Parece que ha llegado el momento de considerar la posibilidad de
115

introducir reformas en los sistemas actuales que sitúe con una nueva mirada
y paradigma el irreversible proceso de envejecimiento de la sociedad.

Cada vez son menores las oportunidades para los adultos mayores y
también para los adultos maduros, jubilados o no, de aprovechar la
experiencia acumulada a lo largo de una prolongada vida de trabajo
inmersos en un mercado laboral de creciente “desocupación”, con elevadas
exigencias en materia de capacitación de los recursos humanos, con
salarios en blanco muy por debajo de las necesidades reales de la gente y
sin perspectiva de mejoramiento a corto plazo y un mercado comercial y
laboral corrupto e informal en su inmensa mayoría.

La evolución del mercado del trabajo para los próximos cincuenta años
estará condicionada por la estructura de la población y el peso de los
diferentes grupos humanos por su edad. La proporción de población
inactiva mayor se duplicará y, desde ya, hay que plantearse políticas activas
destinadas a mejorar las perspectivas de calidad de vida para millones de
personas.
En términos macro-sociales, el efecto más visible del envejecimiento de la
población es la puesta en duda de la viabilidad del sistema de jubilaciones y
pensiones como ya dijimos y, por extensión, de las cuentas de la Seguridad
Social del Estado. El razonamiento es sencillo y bien conocido: la garantía
de rentas en la vejez y la atención sociosanitaria se ponen en cuestión
cuando aumenta la demanda y, al mismo tiempo, se reduce la capacidad de
financiación de los sistemas.

En el caso de las jubilaciones y pensiones, el envejecimiento supone un


aumento del número de jubilados y pensionados y al mismo tiempo una
disminución de las aportaciones financieras, como consecuencia de la
reducción del volumen de la población en edad de trabajar. En el sistema
116

de atención sociosanitaria, el aumento del peso relativo de la población


mayor tiene como resultado un aumento de los pacientes y un mayor
consumo de prestaciones y servicios. En las sociedades actuales casi todos
podemos alcanzar una vida plena, de recorrido completo y longeva. La
nueva y larga vida emerge de la revolución industrial, el mejoramiento de
los recursos sanitarios y de la creación de la institución de la jubilación.

La población de personas mayores no constituye un conjunto homogéneo


con intereses similares y con capacidad de hacer valer sus derechos y
reivindicarlos a cambio de su cuota de mercado de voto en las democracias
electorales. Si las pautas de la actividad laboral no varían, las poblaciones
de los países envejecidos (la Argentina es uno de ellos) deberían encontrar
su sustento material en una parte cada vez más pequeña de su población, es
decir, que cada vez más personas mayores vivirían del esfuerzo productivo
de menos trabajadores.

La población que se encuentra en condiciones de trabajar reducirá su


volumen en los próximos años; las generaciones del boom de la natalidad
ya están alcanzando la edad de la jubilación sumado a la irregular
evolución de la fecundidad que en muchos países está por debajo de la tasa
de sustitución. Ha aumentado muchísimo el peso de los grupos de edades
más altas en casi todas las sociedades y se ha reducido también mucho el
de la población activa.

En el último cuarto del siglo XX y en lo que va del siglo XXI, el proceso


de separación de la actividad laboral de los mayores se ha magnificado, la
inactividad y la pasividad en la vejez se ha convertido en norma. Las
transformaciones productivas se saldaron con una reducción de la oferta de
los puestos de trabajo que tradicionalmente ocupaban trabajadores
veteranos y con un endurecimiento de las exigencias para ocupar esos
117

mismos puestos u otros fundamentalmente como consecuencia de los


cambios tecnológicos.

En cualquier caso, los trabajadores veteranos se han enfrentado al


estrechamiento de la oferta de puestos de trabajo y a las transformaciones
tecnológicas con menos recursos de formación, lo que ha dificultado su
adaptación a los puestos de trabajo disponibles teniendo en cuenta que la
mayoría de los mayores poseen niveles de educación formal inferiores a los
comunes entre los trabajadores más jóvenes y algunos, los menos, están
sobre calificados pero son considerados viejos; los más tienen
cualificaciones obsoletas correspondientes a ocupaciones en retroceso y
una supuesta menor capacidad de aprendizaje.

Todo ello se agrava porque los trabajadores mayores tienen menos


posibilidades que otros de acceder y participar en programas de formación
como consecuencia de la creencia, común y errónea aceptada entre los
empleadores, de que la inversión en capital humano es menos rentable con
la edad. Creemos que habrá acuerdo mayoritario ante un eventual debate
jubilatorio que cualquier proyecto que se construya destinado a mejorar la
calidad de vida de los adultos mayores de la Argentina debe contener
principios de equidad, justicia social, accesibilidad, universalización y
calidad prestacional de los servicios sociosanitarios que se brinden.
En un Estado de derecho no se puede ni se debe, por la necesidad de acotar
el financiamiento social, conculcar los derechos de los mayores
taxativamente enunciados en la Constitución Nacional y Provinciales que
abarcan no sólo el célebre 82% móvil de las asignaciones previsionales
sino también un menú completo, muy difícil y costoso para cumplir, de una
serie de prestaciones sanitarias y sociales, ayudas, auxilios, soportes y
variados servicios directos a las personas. No se pueden violentar los
derechos adquiridos de las personas y no es admisible que se de legitimidad
118

legal a institutos que lesionan los intereses reales de los mayores cuya
defensa tiene que ver, con la proyección en el tiempo de vida que les
queda, con su dignidad y calidad de vida.

De acuerdo con lo que hemos comentado, las personas mayores deben


acercarse lo más posible a la edad real de su jubilación. Las jubilaciones
anticipadas, que han demostrado ser instrumentos eficaces para las
empresas y los estados en crisis económica, son una condena y una
victimización indirecta de miles de trabajadores y empleados maduros y
mayores.
Nadie reconoce la utilidad de los trabajadores mayores cuyo papel
funcional, muchas veces, es superior al de los jóvenes y no se les ofrecen
nuevas oportunidades adaptativas a las tecnologías cambiantes y a las
circunstancias de producción.

Es mejor utilizar el dinero público para alentar la formación y el reciclaje


técnico en el Estado y en las Empresas en lugar de utilizarlo en ayudas
individuales o para impulsar la regulación económica que nada tiene que
ver con el desarrollo humano en el campo social. Por su salud
biopsicosocial los mayores deberían trabajar, si así lo desean, y para ello se
pueden crear alternativas administrativas, legales y salariales en el campo
laboral.

En un país como el nuestro, en que las jubilaciones no están acordadas, son


compulsivas, no tienen tratamiento preparatorio psicosocial y no responden
mayoritariamente a las necesidades dinerarias y adquisitivas, el jubilado no
tiene futuro ya que arranca en este status con un porcentaje muy por debajo
de lo que le corresponde en justicia y con desajustes adaptativos a la nueva
realidad. La Seguridad Social necesita ahorrarse un porcentaje elevado del
costo total para sostener el sistema y para ello tiene que desburocratizarse y
119

ser eficaz, eficiente y efectiva con economía y asignación racional de los


recursos, contar con todos y cada uno de los aportes obligatorios, impedir
filtraciones y desvíos de dinero para ser utilizados en otros menesteres y
compromisos. Es ineludible proteger los derechos de las personas mayores
y no convalidar, sin un análisis previo participativo y crítico, todo lo que se
oponga a criterios biológicos, sociales, psicológicos, económicos, políticos
y culturales que se aparten de nuestra realidad gerontológica y geriátrica
para hoy y a futuro para las próximas generaciones.

Los adultos mayores jubilados o no; los trabajadores activos en el ámbito


de sus respectivos sindicatos; las organizaciones sociales; las redes sociales
que se ocupan de los adultos mayores; los funcionarios públicos
especialmente vinculados a la salud pública, el desarrollo social y humano,
la educación; los legisladores de nivel nacional, provincial y municipal; los
economistas de acción pública o privada deberían proponerse un “debate
jubilatorio” nacional que trascienda la discusión de un 82 % incumplido y
vetado por la autoridad máxima del Estado y que sin duda es un aspecto
importante pero parcial de la problemática de los adultos mayores. Este
debate jubilatorio evitaría el desmadre en las discusiones, la puja por
intereses muchas veces ajenos a la problemática de las personas mayores,
la imposición de planes y programas sociosanitarios destinados a los
mayores en forma inconsulta y generalmente originados en centros de
poder, consolidaría a mediano y largo plazo los planes y programas que se
pongan en práctica a través de un consenso amplio y participativo con los
propios interesados y nos ayudaría a encontrar instrumentos adecuados
huyendo del extremismo impiadoso político y social de un Sarkozy en la
Francia actual o la dádiva insuficiente aunque loable de Evo Morales para
con los ancianos de la postergada Bolivia.
120

MALTRATO DE PERSONAS MAYORES

In memóriam

Homenaje al Doctor Robert Neil Butler

Dr. Robert Neil Butler (1927 - 2010) falleció a los 83 años el 4 de julio
de este año de 2010 en los Estados Unidos de Norteamérica. Fue
médico, gerontólogo, psiquiatra y escritor. Inventó y acuñó una
palabra ampliamente utilizada para describir la discriminación contra
las personas mayores: " discriminación por edad " (viejismo,
edadismo). Fue uno de los fundadores de la gerontopsiquiatría y la
gerontología social. Trabajó y ayudó infatigablemente para cambiar
las actitudes y los estereotipos negativos a fin de que el envejecimiento
pueda ser percibido como un proceso positivo. Promovió los derechos y
necesidades de la ciudadanía de la nación al envejecimiento y
estableció pautas programáticas para mejorar la calidad de vida de los
estadounidenses de edad avanzada. Fue un visionario profético y entre
121

tantas otras cosas fue director fundador de la National Institute on


Aging. A lo largo de su extensa vida dedicada al envejecimiento al que
llamaba " la hijastra abandonada del ciclo de la vida humana” trabajó
para que tomemos conciencia de que "los seres humanos necesitan la
libertad de vivir con el cambio, inventar y reinventarse a sí mismos un
número de veces a través de sus vidas ".

El maltrato de las personas mayores por los miembros de la familia o de la


sociedad se remonta a la antigüedad. Sin embargo, el advenimiento de las
iniciativas para afrontar el maltrato de los menores y la violencia doméstica
aparece en los últimos 25 años del siglo XX. Este tema, hasta hace poco, se
consideró como un asunto privado, que no debía ventilarse en público.

El maltrato de las personas de edad y otras formas de violencia doméstica


en la actualidad se han convertido en cuestiones vinculadas con la salud
pública y la justicia penal. El maltrato de los ancianos, estadísticamente
hablando, es muy frecuente en el seno familiar y las acciones de abuso,
maltrato y violencia de todo tipo son ejercidas por los propios miembros de
la familia o por otras personas allegadas o conocidas de aquellos, en sus
hogares o en los ámbitos residenciales o institucionales. Obviamente los
adultos mayores, como todos nosotros, están sometidos además a otros
tipos de violencia que pueden ejercerse contra las personas como la
agresión de desconocidos o la resultante del delito callejero, las guerras de
pandillas o los conflictos bélicos.

El maltrato de las personas mayores se describió por primera vez en 1975


en las revistas científicas británicas empleando el término “granny
battering”, que podría traducirse como “abuelita golpeada”. Sin embargo,
fue el Congreso de los Estados Unidos de Norteamérica el primero que
abordó el tema en tanto cuestión social y política. Luego lo hicieron los
122

investigadores y los profesionales. El maltrato de los adultos mayores se


identificó por primera vez en los países desarrollados, donde se han
realizado la mayoría de las investigaciones existentes, los hechos
anecdóticos y la información procedente de algunos países en desarrollo
han demostrado que se trata de un fenómeno universal.

El maltrato de los ancianos, afortunadamente, se está tomando mucho más


en serio y es un reflejo del interés cada vez más generalizado por los
derechos humanos y la igualdad en materia de género, y también por la
violencia doméstica y el envejecimiento de la población. Se considera que
la vejez es el período de la vida en que las personas, debido a la pérdida de
su capacidad física, ya no pueden desempeñar las funciones familiares o
laborales que les corresponden.

La preocupación por el maltrato de los adultos mayores debe aumentar


dado el enorme incremento demográfico de los grupos de población de
edades avanzadas; según las predicciones en el año 2025 la población
mundial de 60 años o más aumentará a más del doble, de 542 millones en
1995 a 1.200 millones. En todo el mundo, 1 millón de personas cumplen 60
años en un mes cualquiera. El contexto actual muestra la debilidad
progresiva y la falta de redes familiares y comunitarias que en otros
tiempos habían servido de apoyo y protección a la generación mayor
porque los cambios sociales, económicos y culturales han sido muy rápidos
y esto no permitió establecer las políticas, la planificación estratégica, los
recursos humanos y financieros y los cambios culturales necesarios para
afrontar esta problemática. Los ancianos de antes habían contado con el
apoyo de sus hijos durante la vejez, ahora se encuentran con que son ellos
mismos los principales proveedores de cuidados y que no contarán con una
familia que los ayude en el futuro.
123

Sólo el 30% de las personas mayores del mundo están cubiertas por
regímenes jubilatorios. Las economías de mercado han dejado a muchas
personas de edad avanzada desprovistas de ingresos jubilatorios y de los
servicios de salud y bienestar social y además se han visto afectados por las
desigualdades estructurales de la sociedad como son los bajos salarios, la
elevada tasa de desempleo, la elevada tasa de empleo informal o en negro,
las deficiencias de los servicios de salud, la falta de oportunidades
educativas, la discriminación y por ello los adultos mayores son más pobres
y vulnerables.

A medida que aumenta la esperanza de vida, el anciano será víctima de


enfermedades prolongadas asociadas con la vejez, en gran medida
incurables y a menudo discapacitantes, que actualmente son las de mayor
prevalencia y que ocasionan un enorme gasto de aplicación sociosanitaria
para su atención.

Se conviene en que el maltrato de las personas mayores se puede cometer


tanto por acción como por omisión y que puede ser intencional o no.
Además, puede ser de carácter físico o psíquico (este último incluye las
agresiones emocionales o verbales), o puede entrañar abuso económico u
otros perjuicios materiales. Cualquiera que sea el tipo de maltrato, es
indudable que el anciano será víctima de sufrimientos innecesarios, de
lesiones o dolor, pérdida o violación de sus derechos humanos y deterioro
de su calidad de vida.

La calificación de una conducta como maltrato, descuido o explotación


dependerá, probablemente, de la frecuencia con que se produzcan, su
duración, gravedad y consecuencias, y, sobre todo, del contexto cultural.
Los cambios sociales, económicos y culturales que se están produciendo en
el mundo en desarrollo harán que las familias no tengan las mismas
124

posibilidades de cuidar a sus miembros más vulnerables y, por tanto,


presagian mayor demanda de asistencia institucional.

En la actualidad, se reconoce que las normas culturales y las tradiciones,


como los prejuicios contra la vejez, el sexismo y la cultura de la violencia,
también desempeñan un papel importante en esta problemática. Se dice,
muchas veces, que las personas mayores son frágiles, débiles y
dependientes, y por ello menos merecedoras que otros grupos de los fondos
del Estado, e incluso de la atención familiar, y se las ha considerado como
blancos fáciles para la explotación. Para los adultos mayores, las
consecuencias del maltrato pueden ser especialmente graves. Se trata de
personas físicamente más débiles y más vulnerables que los adultos más
jóvenes, sus huesos son más quebradizos y los procesos de convalecencia
son más prolongados. Una lesión relativamente leve en un adulto mayor
puede causar daños graves y permanentes. Más del 70 % de nuestros
adultos mayores sobreviven con ingresos limitados, de modo que la pérdida
o la sustracción delictiva de una suma de dinero, por pequeña que sea,
puede tener un impacto significativo. Muchos mayores viven aislados,
solos o atribulados por alguna enfermedad, y en ese caso están más
expuestos a convertirse en blanco de algún fraude. Los adultos mayores
maltratados tienen graves dificultades emocionales; la depresión o las
dificultades psicológicas son más frecuentes en los ancianos maltratados
que en sus pares no maltratados. Existen otros síntomas asociados con los
casos de maltrato, como los sentimientos de impotencia, alienación, culpa,
vergüenza, temor, ansiedad, negación, el estrés postraumático y aumenta el
riesgo de muerte. El maltrato o descuido descubiertos en una institución
puede ser consecuencia de actos individuales u originarse en fallas
institucionales; en muchos casos ambos se superponen. Muchos
maltratadores se aprovechan de la situación de dependencia de las personas
125

mayores. También se observa que en las instituciones falta personal de


dirección y de servicios capacitados técnica y profesionalmente para la
atención integral de los adultos mayores y esto agrava el problema.

El maltrato institucional, especialmente en residencias para mayores, se


origina en deficiencias que suelen ser habituales: malnutrición por
deficiencias en la cantidad, calidad y en la preparación de alimentos;
carencia de evaluaciones periódicas documentadas de todas las necesidades
de atención, entre ellas la atención médica, de enfermería y la atención
social; falta de planes de atención integrales: generalmente en forma de un
registro en el que se especifican las necesidades de atención cotidiana de un
paciente y se designa a la persona responsable de brindarla y el programa
de acciones, así como observaciones sobre su evolución y los cambios
necesarios; accidentes; úlceras de decúbito o por presión por falta de
movilidad y poca o nula atención de cuidados especializados; baja calidad
de la atención; uso indebido o mal uso de medios de inmovilización; mala
administración interna; falta de dignidad y respeto; falta de prevención de
accidentes.

Se supone que los médicos son quienes están en mejores condiciones para
detectar los casos de maltrato, debido en parte a la confianza que la
mayoría de las personas de edad depositan en ellos, pero muchos médicos
no son capaces de diagnosticar el maltrato porque este tipo de situaciones
no son parte de su adiestramiento formal o profesional y, en consecuencia,
no figuran en su lista de diagnósticos diferenciales. En las salas de
urgencias, también sucede lo mismo.
126

INDICADORES DE MALTRATO A LAS PERSONAS MAYORES

INDICADORES RELACIONADOS CON LA PERSONA DE EDAD

FÍSICOS

*
Quejas de agresiones físicas

* Caídas y lesiones no explicadas

* Quemaduras y hematomas en lugares sospechosos o de tipo sospechoso

* Cortes, marcas en los dedos u otros indicios de uso de medios de


inmovilización

* Pedido demasiado reiterado de recetas de medicamentos o poco uso de


los medicamentos

* Desnutrición o deshidratación sin una causa que guarde relación con la


enfermedad

* Signos de atención inadecuada o de poca higiene

* Búsqueda de atención sanitaria con varios médicos o en centros de


atención de salud

CONDUCTUALES Y EMOCIONALES

• Cambios en los hábitos alimentarios o problemas para dormir

• Actitud de temor, confusión o resignación

• Pasividad, retraimiento o mayor depresión

• Indefensión, desesperanza o ansiedad


127

• Afirmaciones contradictorias u otras ambivalencias que no son el


resultado de la confusión mental

• Renuencia a conversar abiertamente

• La persona evade el contacto físico con su cuidador, no lo mira a los ojos


y evita la comunicación verbal

• La persona mayor es dejada de lado por los demás

SEXUALES

• Quejas de agresión sexual

• Conducta sexual que no condice con las relaciones habituales y la


personalidad anterior de la persona

• Cambios no explicados en la conducta, como la agresividad, el


retraimiento o la automutilación

• Quejas frecuentes de dolores abdominales o hemorragias vaginales o


anales inexplicadas

• Infecciones genitales recurrentes o hematomas alrededor de las mamas o


en las zonas genitales

• Prendas íntimas desgarradas, manchadas o ensangrentadas

ECONÓMICOS

• Retiros de dinero irregulares o atípicos de la persona de edad

• Retiros de dinero incompatibles con los medios de la persona de edad


128

• Cambio de un testamento o título de propiedad que deja la vivienda o el


dinero a “nuevos amigos o parientes”

• Falta de una propiedad

• La persona de edad no puede encontrar joyas o efectos personales

• Movimientos sospechosos en la cuenta de la tarjeta de crédito

• Falta de comodidades, pese a que la persona de edad podría permitírselas

• Problemas de salud física o mental sin tratamiento

• El nivel de atención que recibe la persona de edad no está a la altura de


sus ingresos o medios

INDICADORES RELACIONADOS CON EL CUIDADOR

• El cuidador parece cansado o estresado

• El cuidador parece muy preocupado o indiferente

• El cuidador culpa a la persona de edad por ciertos actos, como la


incontinencia

• El cuidador se comporta agresivamente

• El cuidador trata a la persona de edad como a un niño o en forma


inhumana

• El cuidador tiene antecedentes de abuso de sustancias psicotrópicas o de


maltratar a otros

• El cuidador se niega a que la persona de edad sea entrevistada sola


129

• El cuidador se pone a la defensiva cuando se le pregunta algo; puede ser


hostil o esquivo

• El cuidador ha estado atendiendo a la persona de edad durante un período


prolongado

El maltrato hacia los adultos mayores por parte de los miembros de la


familia, los prestadores de asistencia y otros se comprende mejor en la
actualidad que hace algunos años; se necesita una base de conocimientos
más sólida cuando se trata de elaborar una política, planificar o formular un
programa. Aún se desconocen muchos aspectos del problema, incluidas sus
causas y consecuencias, y el grado en que ocurre.

Tal vez, la forma más insidiosa de maltrato de los ancianos radique en las
actitudes negativas hacia ellos y en los estereotipos negativos que se tienen
de las personas mayores y del propio proceso de envejecimiento, actitudes
que se reflejan en la exaltación frecuente de la juventud. Mientras se siga
desvalorizando a los ancianos y se los margine y excluya de la sociedad,
sufrirán una falta de identidad propia y quedarán siempre expuestos a la
discriminación y a todas las formas de maltrato. Es necesario investigar aún
más y adecuadamente el papel de los prejuicios contra la vejez (la
discriminación contra los ancianos y su estigmatización) como una causa
posible del maltrato de ancianos. Los estudios transculturales podrían
ayudar a comprender mejor la situación del abuso, el maltrato y la
victimización. Son escasos los estudios en los que se han evaluado los
efectos psíquicos sobre las personas maltratadas. Con excepción de los
problemas de depresión, es poco lo que se conoce acerca del daño
emocional causado a las víctimas.

El problema del maltrato de los ancianos no podrá resolverse


adecuadamente si no se satisfacen sus necesidades esenciales, como la
130

dignidad de la remuneración previsional, la alimentación, la vivienda, la


seguridad y el acceso a la asistencia sanitaria. El mundo debe crear ámbitos
en los que el envejecimiento se considere una parte natural del ciclo de la
vida y se desalienten las actitudes que tiendan a negar el paso de los años.
Los ancianos tienen el derecho de vivir con dignidad, sin sufrir malos tratos
ni explotación, y se les brinde la posibilidad de participar plenamente en las
actividades educativas, culturales, espirituales y económicas de su
comunidad y de la sociedad en general.
131

CALIDAD DE VIDA EN ADULTOS MAYORES

El siglo XX se caracterizó por un acelerado crecimiento de la población


mundial y por el inicio de su envejecimiento que continúa acrecentándose
en el siglo XXI; este fenómeno exige respuestas inmediatas por parte de la
sociedad. Este desafío se complica y está lleno de dificultades; debemos
enfrentar en los próximos años severos problemas sanitarios y
socioeconómicos y habrá que establecer, desde ya, políticas de estado al
respecto.

Según una proyección sociodemográfica de Naciones Unidas, para el 2025


se avizora que el 28,6% de la población tendrá 60 años y más, situación
que lleva a reorganizar políticas sociales y de salud si pretendemos ofrecer
una solución decorosa al problema.

El Envejecimiento poblacional e individual es continuo, heterogéneo,


universal e irreversible; determina la pérdida de la capacidad de adaptación
de los individuos. El proceso del envejecimiento como tal no puede ser
132

considerado sinónimo de enfermedad; debemos diferenciar cuando es


normal o fisiológico, del patológico.

El envejecimiento de las personas es un reto para el sistema sanitario y


social de cualquier país. La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha
expresado que al menos el 60% - 75% de la población europea morirá de
una enfermedad crónica evolutiva que requerirá la aplicación de cuidados
paliativos. Hasta hace poco sólo se pensaba en cuidados paliativos en el
caso de los enfermos de cáncer terminales. Ahora es necesario incorporar a
los enfermos crónicos evolutivos que en su mayoría son adultos mayores
muy viejos. Esto implica que sin dilación hay que disponer e implantar
programas públicos de cuidados paliativos. Las enfermedades crónicas
pesan enormemente en el presupuesto sanitario nacional; este porcentaje
tan elevado constituye al momento el 70% del total en países desarrollados.
La edad avanzada tiene alta co-morbilidad y los adultos mayores son muy
dependientes del soporte hospitalario, lo que provoca el deterioro de su
calidad de vida. Hay que configurar un nuevo marco de atención integrada
que articule los aspectos sanitarios, sociales y de salud pública de una
forma coordinada; este nuevo marco de atención integrada debe garantizar
a los enfermos crónicos una mejor calidad de vida, a la vez que se reduce
este gasto.

El eje estratégico y los planes de acción concretos deben pasar por la


hospitalización a domicilio (HD), el acortamiento de los días de estadía
hospitalaria y un seguimiento activo a corto plazo en el domicilio. Los
programas de atención integrada pueden convertirse en un ‘gran paraguas’
que permita cubrir el amplio abanico de necesidades de forma eficaz,
evitando las duplicidades y asegurando la continuidad asistencial en todos
sus aspectos.
133

Cualquier programa de atención integrada debe contar con cinco elementos


básicos: la atención centrada en el paciente, la sostenibilidad, la
participación de los profesionales, la promoción de la atención integrada, y
la visión territorial local (sistemas locales sociosanitarios para la atención
integrada de adultos mayores). El objetivo central es lograr una longevidad
satisfactoria en la cual la declinación fisiológica sea mínima y donde, desde
el punto de vista clínico, se alcance un bajo riesgo de enfermedad y
discapacidad, un nivel alto de funcionamiento físico y mental y una
satisfacción activa con la vida. La evaluación de la calidad de vida de los
adultos mayores, al considerar esta como un indicador de envejecimiento
satisfactorio, adiciona a la supervivencia información sobre el bienestar a
un menor costo social. El aumento del promedio de vida de las poblaciones
es un fenómeno social con trascendencia sanitaria y económica y
constituye, en todos los casos, situaciones complejas que deben ser
enfrentadas y resueltas. El incremento de la longevidad no debe constituir
la única meta de la ciencia contemporánea, a ello deberá añadírsele una
mejoría de la calidad de vida de la población longeva, como se dice desde
hace mucho tiempo, el reto no está sólo en agregar más años a la vida, sino
en aportar más vida a los últimos años. Con el envejecimiento comienzan a
proliferar, de forma creciente, un grupo de enfermedades crónicas y
degenerativas, así como limitaciones que disminuyen en los ancianos la
percepción de su salud.

Al incremento de la longevidad deberá añadírsele una mejoría de la calidad


de vida que se define en términos generales como el bienestar, felicidad y
satisfacción de un individuo, que le otorga a éste cierta capacidad de
actuación, funcionamiento o sensación positiva de su vida. Según la OMS,
la calidad de vida es "la percepción que un individuo tiene de su lugar en la
existencia, en el contexto de la cultura y del sistema de valores en los que
134

vive y en relación con sus objetivos, sus expectativas, sus normas, sus
inquietudes”. Se trata de un concepto muy amplio que está influido de
modo complejo por la salud física del sujeto, su estado psicológico, su
nivel de independencia, sus relaciones sociales, así como con los elementos
esenciales de su entorno.

El principal objetivo en la asistencia del adulto mayor no es tanto el


aumento de la expectativa de vida como el aumento de la expectativa de
vida activa o libre de incapacidad, por ello, la situación funcional es un
parámetro prioritario en la evaluación del estado de salud, de la calidad de
vida y de los cuidados del paciente adulto mayor. Los motivos que
justifican este interés por la función son básicamente dos, por un lado, la
situación funcional es un determinante fundamental en el riesgo de
desarrollo de dependencia, institucionalización, consumo de recursos
sanitarios y sociales y mortalidad del anciano, por otra, el deterioro
funcional aparece como la complicación habitual en el que confluyen las
consecuencias de las enfermedades y sus tratamientos,

Debemos acostumbrarnos a medir preferentemente la salud del adulto


mayor en términos de función y no de patología, definiendo la buena salud
y el envejecimiento satisfactorio como la capacidad para funcionar de
manera autónoma en un contexto social determinado. El adulto mayor, si es
social, funcional e intelectualmente activo, puede considerarse sano, aún
cuando tenga alguna enfermedad crónica y esté tomando fármacos. La
pluripatología y la polifarmacia supone que las reacciones adversas entre
medicamentos sean más frecuentes en los ancianos y aumenten sus riesgos.

El envejecimiento de la población es, sin duda, el factor que más está


incidiendo en el incremento cuantitativo de las situaciones de dependencia.
La existencia de niveles de dependencia en la población anciana repercute
135

negativamente en su calidad de vida, en el bienestar familiar y en la


sociedad. La dependencia es un estado en el que las personas, debido a la
falta o pérdida de autonomía física, psicológica o mental, necesitan algún
tipo de ayuda y asistencia para desarrollar sus actividades del diario vivir,
ya bien sea en el plano familiar o social. La dependencia puede ser
económica, física, social y mental. No hay que ahorrar todos aquellos
recursos que supongan un beneficio para los pacientes para que mejoren su
calidad de vida, pero también debe pensarse en la sustentabilidad del
sistema sanitario, ya que siempre es beneficioso para el sistema y para las
personas un ahorro económico y de recursos.
136

POLITICAS SOCIOSANITARIAS PARA LOS


ADULTOS MAYORES DE LA ARGENTINA

Argentina es un país en creciente proceso de envejecimiento de su


población; es un país extenso y diverso con gran pluralismo étnico,
económico, social, antropológico, cultural y con fragmentación y
desarticulación histórica en materia de políticas sociosanitarias para los
adultos mayores y para la problemática, ya presente, del envejecimiento del
envejecimiento.
La naturaleza de nuestras instituciones es fragmentaria, acotada en sus
objetivos, metas, programas y en la dotación de su financiamiento; no
integran sistemas sociosanitarios y tampoco se han asociado para planificar
estratégicamente, con la participación real de los adultos mayores, en
137

materia de modelos, diseños y programas integrales de soporte, asistencia,


ayuda, auxilio para las variables biopsicosociales que deberían ser miradas
como emergentes de necesidades concretas y sentidas expresadas
libremente por los demandantes y con el correlato de una atenta y
respetuosa escucha por parte de las instituciones y organizaciones que los
atienden.
La “oferta” sociosanitaria tradicional está todavía centralizada en términos
decisionales políticos en manos del Estado, muchas veces adoleciendo de
falta de criterios científicos gerontológicos y geriátricos para planificar e
instrumentar las acciones.

Mientras tanto, los adultos mayores, sometidos e indefensos ante esta


realidad se transformaron generacionalmente, para aquellos que tuvieron
suerte, en beneficiarios o clientes de la seguridad y las obras sociales y en
su inmensa mayoría en “clientes de la dádiva”.

La sociedad civil no creó, por su actitud soterrada y vergonzante expresada


en términos de intolerancia, discriminación y hasta victimización de los
ancianos, los espacios sociales necesarios para nuestros adultos mayores; la
sociedad democrática y plural, por ahora, no termina de internalizar y
aceptar la presencia de los adultos mayores en ella y parece no darse cuenta
que aquí y ahora vamos a tener que con-vivir con ellos, sin diferencias de
género y status social y, más aún, vamos a tener que disponer y proveer
instrumentos y recursos para sostenerlos y darles calidad de vida.

El Estado tiene la obligación y la responsabilidad política de incluir en la


agenda el envejecimiento de sus ciudadanos y generar desde él cambios
estructurales en su beneficio dirigiendo las señales hacia la sociedad civil.

La globalización actual que, entre otras cosas, muestra la caducidad y la


inviabilidad económica y política del Estado de Bienestar debe liderar la
138

reingeniería social para transformar este Estado en la “sociedad de


bienestar” estimulando y vinculando las asociaciones mutuas, congruentes
y coherentes donde las instituciones, las organizaciones y los sujetos
interactúen y elaboren sus consensos y criterios unitarios y adaptativos a las
realidades locales y generacionales en materia de propuestas de actuación
sociosanitaria sobre los mayores.

Este Tercer Milenio es el del “boom gerontológico”, preanunciado por


algunos argentinos lúcidos en la década de los ´60 y desoídos por la
mayoría. La evolución sociodemográfica del envejecimiento en Argentina
se plantea no sólo en términos numéricos de aumento de la población añosa
sino también en términos de acrecentamiento de la precarización,
pauperización, marginación y exclusión social de la mayoría de nuestros
mayores sumado a un aumento del número absoluto de discapacitados; este
crecimiento es sensiblemente mayor y más rápido que la capacidad de
contención integral y de la adecuación de la comunidad al mismo.
Las mujeres constituirán una mayoría cada vez más grande de la población
de más edad y aumentará considerablemente la proporción de mayores en
las zonas urbanas.

Estas tendencias tienen severas consecuencias sociales; el desarrollo


humano exige equilibrio entre los factores sociales, económicos,
ambientales y en materia de oferta-demanda de servicios asistenciales y de
apoyo; el esfuerzo financiero se torna muy importante.

La acción sanitaria y social -concomitante y simultánea- a través de un


sistema de red sociosanitaria con recursos en cada localidad, teniendo como
puerta de entrada la Atención Primaria de la Salud (APS) y siendo ella
misma la moduladora a largo plazo de la protección global de nuestros
ancianos contiene en forma más efectiva, eficiente y eficaz más del 85% de
139

los problemas emergentes y prevalentes sin recurrir a la utilización de


niveles superiores de atención que, en general, son de bajo impacto
sociosanitario y mucho más costosos.

La institucionalización, debería estar reservada casi exclusivamente para


adultos mayores con dependencia física y/o neuropsíquica, sin familia, sin
cobertura social, sin beneficios asistenciales públicos o privados.

Poco se ha hecho en lo que se refiere a proveer de servicios domiciliarios


polivalentes, a la promoción de la cultura, la educación, la participación, la
presencia activa de los mayores en la sociedad civil, la contribución de los
mayores al mundo del trabajo, al intercambio y convivencia
intergeneracional, al mejoramiento de jubilaciones y pensiones (hoy
asistimos a un debate trasnochado acerca de la legitimidad, la
sustentabilidad, la oportunidad del 82 % móvil de las asignaciones como si
los viejos tuvieran la posibilidad de esperar que las fuerzas en pugna se
pongan de acuerdo en qué hacer con esta inmensa masa de personas
mayores), a la vivienda comunitaria con apoyo de servicios, a la recreación
y esparcimiento, al turismo social, a la organización de federaciones de
mayores.

Las principales dificultades parecen ser:

1. La ausencia de políticas de estado sociosanitarias para los adultos


mayores (no confundir conceptual, técnica y políticamente con la
existencia de organismos válidos y muy valiosos como el Anses, el
INSSJP-Pami y Obras Sociales),

2. La ausencia de articulación entre políticas, instituciones y


organizaciones,
140

3. La falta de debate permanente de la problemática de la vejez y el diseño


de lineamientos y modelos superadores de alto impacto y de costo racional,

4. La inclusión en la agenda pública y privada de la situación sociosanitaria


de los mayores y la necesidad de brindar respuestas institucionales y no
institucionales,

5. El logro de acuerdos con diversos “socios” y diversas fuentes de


financiamiento para un accionar programático de buena calidad,

6. El logro de una reingeniería articulatoria prestacional integral con


coordinación rápida, efectiva y eficiente de la oferta de servicios sociales y
sanitarios,

7. La superación y la abolición del cortoplacismo y la supresión de


intereses ajenos a la tercera y cuarta edad ya que, cuando se trabaja con y
para los mayores, se lo hace siempre para varias generaciones.

8. La integración de todos los actores sociales de la comunidad,

9. La construcción de redes que operen sin liderazgos ilegítimos o


impuestos por individuos, grupos u organizaciones,

10. La introducción de actores privados en la atención integral del proceso


de envejecimiento de la población,

11. La sustitución de servicios costosos por servicios menos costosos e


igualmente o más beneficiosos para los mayores,

12. La estimulación autoorganizativa de los mayores en núcleos


autogestionarios,
141

13. La transformación de la “dependencia” de los mayores con respecto a


las organizaciones que los atienden y protegen en una actitud protagónica,
participativa y co-responsable del beneficiario o cliente.

14. La capacitación permanente de una masa crítica de recursos humanos


expertos en gerontología- geriatría y su participación inexcusable en el
nivel de las decisiones tecnopolíticas que se tomen para con los mayores,
en todo el país y con enfoque local y regional,

15. La capacitación y acreditación de una gran masa de recursos humanos


(auxiliares gerontológicos, agentes sanitarios gerontológicos urbanos y
rurales, promotores de salud, dinamizadores sociales, cuidadores
domiciliarios e institucionales, profesores de educación física para
mayores, gestores administrativos, voluntarios sociales, terapistas
ocupacionales,
psicólogos intervencionistas, etc) que formen equipos pluridisciplinares en
oferta permanente. Esto supone, un concepto de verdadera contención y
tratamiento integral de los problemas y la creación de un inmenso mercado
laboral hasta ahora desatendido.

Los ancianos de este tiempo son los protagonistas inconscientes de las


fronteras del cambio social y tecnológico que habrá que promover para
ellos y los que vendrán; manejar en el futuro inmediato lo social y atender
los problemas básicos de una vida prolongada tiene que ver con el
desarrollo y el progreso de la sociedad misma.

La globalización de la vejez es algo inevitable; el límite que actualmente


separa a los países pobres de los ricos será casi nada comparado con la
transformación creciente de países jóvenes y maduros en viejos, teniendo
en cuenta, además, que la mayoría de los ancianos vivirá en las áreas
pobres del mundo. América Latina, tiene una tasa elevada de
142

envejecimiento de su población y es, en estos momentos, la región más


inequitativa del orbe, con intensos procesos de empeoramiento continuo; es
el antiejemplo más relevante en materia de efectos regresivos de la alta
inequidad y de la falta de inversión social. América Latina y el Caribe tiene
hoy algo más de 42 millones de personas de 60 años y más (8,1 %); para el
2020 la cifra será de 84 millones (12,4%).

Será necesario revisar y adaptar la política social de seguridad económica,


empleo, salud, jubilación, etc. y la filosofía social con referencia a la
inserción de los mayores en la sociedad.

Por otra parte, nos parece que habrá que estimular el “activismo social” a
partir de la organización de un movimiento federativo que incluya a los
mayores en su totalidad para reivindicar derechos y consolidar y mantener
los logros alcanzados.

Los adultos mayores no deberían constituir una categoría social especial al


margen de la sociedad sino que deben ser parte integrante de ella; la
sociedad tiene deberes para con los mayores, éstos también tienen deberes
para con la sociedad.

Los servicios de atención sociosanitaria debieran comprometerse con la


promoción, apoyo y mantenimiento -durante el mayor tiempo posible- para
que los mayores permanezcan en el seno de sus familias y en la comunidad;
brindar soportes a las familias de bajos ingresos y alentar a los hijos para
que mantengan a sus padres, dado que en general hay escasez de recursos y
de servicios sociosanitarios a disponibilidad para todos.
143

Creemos que debería haber:

a) Una incentivación de la solidaridad intergeneracional para asegurar el


bienestar integral de los adultos mayores,

b) Una reformulación financiera viable del sistema previsional basado en el


principio de la equidad social,

c) Una regulación que garantice la accesibilidad a los servicios


sociosanitarios públicos y privados,

d) Una satisfacción básica permanente de las necesidades de los adultos


mayores vulnerables y en riesgo sociosanitario,

e) Una promoción para la construcción de espacios sociosanitarios locales


para la prevención, la cultura, la educación y el esparcimiento,

f) Una educación permanente de los recursos humanos destinados a la


atención de los adultos mayores,

g) Una organización y su correspondiente normatización que garantice el


cuidado preventivo, continuado, progresivo e integral de los mayores,

h) Una solicitación expresa y permanente de cooperación técnica y


financiera para programas e investigaciones gerontológicas a partir de los
gobiernos, organizaciones y empresas privadas,organismos internacionales
y ONG´s,

i) Una política gerontológica basada en la educación permanente y la


prevención sociosanitaria a temprana edad,

j) Una definición de las políticas de Estado con clara especificación de los


roles y formas de articulación de los distintos actores sociales.
144

HOGARES DEL FELIZ OCASO

A José Saramago, in memóriam

El escritor portugués y Premio Nobel de Literatura (1998) José Saramago


murió el 18 de junio de 2010 a los 87 años en Lanzarote (Las Palmas) en su
residencia de la localidad de Tías en la rocosa isla española en la que vivía
desde hacía dos décadas.

En 2005 apareció su libro “Las intermitencias de la muerte”; ya estaba


irreversiblemente enfermo de una leucemia crónica que lo llevaría a la
muerte por fallo multiorgánico.

Este su libro, nuestro libro, expresa alegorías, reflexiones y reglas de la


finitud de la vida e inteligentes reflexiones. La traducción del portugués al
español realizada por su esposa Pilar del Río nos brinda una versión
145

brillante, iridiscente, llena de gracejo y muy española que torna, por


momentos, difícil saborear intensamente el texto a la luz de nuestro torpe
manejo de la lengua madre.

Leer esta y otras obras de Saramago es como escuchar buena música. Las
palabras de este escritor tienen un ritmo oral, una intensidad emocional,
momentos inefables de prosa poética, narra con un ritmo interno
hipnotizante y el lector siente la rabia, el sosiego, la concordancia con sus
imperativos de conciencia.

Decía Saramago: "Hablar es como hacer música: hablamos con sonidos y


con pausas y la música se hace con sonidos y con pausas". "Yo tengo muy
claro que el discurso oral es mucho más creativo que el escrito. A la hora
de decir algo, todos lo decimos. La verdad es que hablando todos somos
creadores". Sus libros reinventan en forma escrita el discurso hablado.
Dicen que los portugueses son sobrios y muy bien educados pero la
escritura de Saramago fue un grito como el de Camus o Sartre.

Fue un escritor radical, no hizo concesiones ni aún escribiendo ficción;


como ciudadano fue multitudinario. Sus palabras apelaron a la sencillez de
la dicción y del entendimiento, que puso al servicio de muchas causas con
las que el siglo XX se despidió para abrazar a un siglo XXI aún más cruel y
más inexplicable. Presidió manifestaciones, cartas de apoyo solidario, fue
el adalid de muchas penas que aún hoy laceran y todo lo hizo con un
sosiego que desarmaba a sus adversarios y a sus enemigos, a aquellos que
entendieron sus posiciones y las respetaron y a los que no le dieron tregua
ni en el instante mismo de la muerte; su obra no fue únicamente una obra
literaria.

Usa en su literatura palabras directas; las metáforas de sus libros siempre


buscan la paradoja y el sarcasmo; tienen que ver con la lucha del hombre
146

por su libertad, contra la sociedad de consumo, contra los lugares comunes


de la religión o de Dios, contra la violencia, contra las perversiones
intermitentes de la muerte, contra la dominación del hombre por el hombre,
contra la mistificación de la democracia manejada por el mercado que
nadie elige, contra el silencio al que se somete a los hombres, a todos los
hombres... muestra las heridas y las cicatrices de las dentelladas rabiosas
de la mezquindad que él mismo sufrió hasta después de decir adiós. Decía,
escribía y publicaba lo que pensaba y sentía donde fuera sin importarle ni
lo políticamente correcto ni las consecuencias de sus dichos. Sólo le
importaba decir lo que pensaba.

Fue un hombre excepcional y de viejo más aún por su papel activo dentro
de una sociedad que no termina de encontrar su rumbo en lo que a
igualdad, solución de la pobreza y derechos humanos se refiere. Los
ideales de Saramago fueron permanentes, consecuentes y coherentes a lo
largo de su vida; acceder a un lugar privilegiado y hacerse famoso no le
hizo cambiar sus opiniones sino todo lo contrario, afirmarla en cada dicho y
cada acción.

“Hogares del feliz ocaso” llama Saramago sarcásticamente en el libro de


referencia “Las intermitencias de la muerte” a las residencias para mayores
u hogares para ancianos o geriátricos y tiene razón, mucha razón. En
nuestro caso el “ocaso” no es una puesta del sol, o de otro astro, al
transponer el horizonte, o el oeste como punto cardinal; para nuestro tema
es decadencia, declinación, acabamiento de la persona humana.

Tantas veces hemos dicho, demasiadas tal vez, sin ser escuchados que lo
peor que le puede suceder a un adulto mayor cuando no hay una expresa e
inequívoca razón, mejor varias razones de peso para su institucionalización
es ponerlo, depositarlo, obligarlo a residir en un lugar de esos, rodeado de
147

viejos excluidos dentro de un verdadero ghetto por mejor, costoso, bonito y


protésico que se muestre.

En este libro, Saramago hace jugar y dinamizar las escenas del relato sobre
la muerte sólo a Átropos que es una de las tres parcas. Las Parcas (Parcae
en latín) o diosas infernales son tres deidades hermanas de origen latino
Nona, Décima y Morta conocidas como las Moiras de la mitología griega:
Cloto que hilaba el hilo de la vida, Láquesis que devanaba y era la
distribuidora de suertes; asignaba a cada persona su destino y la duración
de la vida y Átropos, la inexorable, que llevaba las temibles tijeras con las
que cortaba el hilo de la vida del hombre en el momento apropiado (muerte
= cesación de la vida). La creación de las Moiras es el resultado de la
intelección que advierte al ser humano que también él es parte de la
naturaleza, y por eso está sometido a la inexorable muerte.

En idioma idish (= idish, yidis, yídico ó yiddish es un idioma judeoalemán


cuyos componentes son el hebreo, el arameo, el alemán, el latín y el eslavo.
Fue el vínculo y la preservación de la identidad del pueblo judío en la
diáspora; todavía se lo sigue hablando y construyendo productos culturales
en ese idioma) moira, (mejor dicho "moire"), significa temor y no destino.
Se insinúa el miedo, "moire", a la muerte. Fueron retratadas en el arte y la
poesía como ancianas severas o como melancólicas doncellas y se las
representaba siempre como tejedoras.

Presidían sucesivamente el nacimiento, la vida y la muerte de los humanos;


determinaban la vida humana y su destino y asignaban a cada persona al
nacer una parte del bien y del mal, aunque cada persona podía y puede
acrecentar sus males acumulando sus propios desatinos.

Dice nuestro escritor que es habitual y lógico morir; la muerte nunca hace
huelga pese a que el núcleo central del texto es precisamente la suspensión
148

de la muerte en un pueblo entero. Morir sólo es preocupante cuando las


muertes se multiplican sin control, salen de la rutina como en una guerra o
una epidemia.

Los “hogares” para la tercera y cuarta edad, “esas benefactoras


instituciones creadas en atención a la tranquilidad de las familias que no
tienen tiempo ni paciencia para limpiar los mocos, atender los esfínteres
fatigados y levantarse de noche para poner la bacinilla…” y que llegan a la
insufrible situación de tener que cuidar hasta el final los tristes y
decadentes cuerpos, con caras de rostros encogidos y arrugados como pasa
de uva, los miembros trémulos y la actitud permanentemente dubitativa de
las personas mayores.

La fatal, irrenunciable e irreversible vejez debe ser cuidada hasta que los
días tengan fin; con el paso del tiempo, como sabemos, hay más personas
de mayor edad y será necesaria cada vez más gente para ocuparse de ellos.
Es infructuoso combatir la vejez y la muerte; el hombre tiene, desde
siempre, la ingenua ansia de vida eterna. Es la misma muerte la que mata a
un hombre, un animal o una planta; el problema es que sólo el hombre sabe
que va a morir. Cada uno tiene su muerte propia, personal, intransmisible;
simplemente hay que morir cuando nos llega la hora y no se puede incluir
el derecho a la eternidad en la declaración universal de los derechos
humanos.
Con qué dinero los países, también el nuestro dentro de pocos años, pagará
las pensiones de los millones de personas viejas, inválidas en forma
permanente, discapacitadas, dependientes. Cuánto tiempo falta para que
algunos empiecen a cuestionar el paradigma del respeto por los viejos y por
los enfermos que por ahora son deberes esenciales de cualquier sociedad
civilizada.
Sólo que la memoria colectiva rescate para las conciencias el culto y el
149

cultivo de los valores de la espiritualidad de que la sociedad se nutría en el


pasado evitaremos la catástrofe.

De cualquier modo, es bueno “recordar que la muerte, por sí misma, sola,


sin ninguna ayuda exterior, siempre ha matado mucho menos que el
hombre”. La vida o existencia es un contrato temporal que rescinde la
muerte; “morir es, a fin de cuentas, lo que de más normal y corriente hay en
la vida, asunto de pura rutina…”

Saramago nos dice “que somos, en la convulsa realidad del universo, un


hilo de mierda a punto de disolverse” dentro de una masa ridícula de siete
mil millones de hombres y mujeres bastante mal distribuidos por los cinco
continentes.

La vida es un laberinto sin puertas; la muerte es mucho menos complicada


que la vida.

“Las intermitencias de la muerte” de José Saramago destila sabiduría y


realismo; desde un punto de vista no literario es una joyita de la
gerontología social.

* Las comillas corresponden a citas textuales del libro “Las intermitencias


de la muerte” de José Saramago.
150

FRAGILIDAD Y FUNCIONALIDAD DE LOS


ADULTOS MAYORES

El número de personas que en el mundo sobrepasa la edad de 60 años,


aumentó en el siglo XX de 400 millones en la década del 50, a 700
millones en la década del 90; estimándose que para el año 2025 existirán
alrededor de 1.200 millones de ancianos. También ha aumentado el grupo
de los "muy viejos", o sea los mayores de 80 años de edad, que en los
próximos 30 años constituirán el 30% de los adultos mayores en los países
desarrollados y el 12% en los llamados en vías de desarrollo.

El envejecimiento humano es un fenómeno universal e inevitable.


Etimológicamente, vejez (derivado de viejo) procede del latín veclus,
vetulusm, que a su vez, viene definido por la persona de mucha edad. Los
términos viejo, vejez y envejecimiento, hacen referencia a una condición
temporal y concretamente a una forma de tener en cuenta el tiempo y la
consecuencia del paso del tiempo en el individuo. Con frecuencia se
151

considera que es la edad cronológica de la persona humana la que marca la


vejez aunque no es exacta ni necesariamente así. Sobre la base de la edad
cronológica, se establecen dos categorías de vejez: los jóvenes viejos, que
abarcaría de los 55 a los 75 años y la de viejos viejos que se situaría a partir
de los 75 años.

El reto social que el proceso de transición demográfica hacia el


envejecimiento poblacional representa para las naciones es una pesada
carga que se origina en las grandes necesidades que genera este creciente
grupo de edad desde el punto de vista económico, biomédico y social. Su
repercusión sobre el sistema de salud radica en que son los ancianos los
mayores consumidores (relativos o absolutos) de medicamentos y servicios
de salud.

A nivel estatal representa un considerable aumento de los gastos para la


seguridad y la asistencia social; también influye sobre la estructura, la
dinámica y la economía de la familia.

Hay numerosas definiciones de fragilidad en adultos mayores: “el estado en


que la reserva fisiológica está disminuida, llevando asociado un riesgo de
incapacidad, una pérdida de la resistencia y un aumento de la
vulnerabilidad” (Buchner). “Equilibrio precario, entre diferentes
componentes, biomédicos y psicosociales, que condicionarán el riesgo de
institucionalización o muerte” (Brocklehurst). “Sinónimo de inestabilidad,
de mayor probabilidad o riesgo de cambiar de estatus, de caer en
dependencia o de incrementar la preexistente (Campbell y Buchner).
“Los ancianos frágiles son un subgrupo de alto riesgo, susceptible de un
control sociosanitario riguroso sobre los que instaurar políticas curativas y
preventivas específicas (Fried).
152

“La fragilidad puede definirse como la disminución progresiva de la


capacidad de reserva y adaptación de la homeostasis del organismo
(homeoestenosis) que se produce con el envejecimiento, está influenciada
por factores genéticos (individuales) y es acelerada por enfermedades
crónicas y agudas, hábitos tóxicos, desuso y condicionantes sociales y
asistenciales” (Batzán). “Disminución de la habilidad para desarrollar
actividades prácticas y sociales importantes de la vida diaria” (Brown).
Otras definiciones dicen de la fragilidad: “demanda excesiva sobre
capacidad reducida”; “balance precario fácilmente perturbable”; “estado
que coloca a la persona en riesgo de sufrir eventos adversos a su salud, o
que la hace altamente vulnerable a los cambios del entorno”; “incapaz de
integrar las respuestas para enfrentar el stress”; “estado fisiológico que
induce a un aumento de la vulnerabilidad ante factores estresantes debido a
la disminución de las reservas fisiológicas, e incluso a la desregulación de
múltiples sistemas fisiológicos”; “adultos mayores frágiles son los que
padecen o están en riesgo de presentar los llamados “Gigantes de la
Geriatría” o las cinco I: Inmovilidad, Inestabilidad, Incontinencia,
Deterioro Intelectual y la Iatrogenia (OPS); “mayor necesidad y riesgo de
utilizar recursos sociales y sanitarios, institucionalización, deterioro de la
calidad de vida y muerte” (Maestro Castelblanque y Albert Cuñat).
La fragilidad se debe considerar como el deterioro de capacidades que
ponen al individuo en el umbral del deterioro funcional. Es por ello vital su
diagnóstico e intervención temprana

La edad constituye un elemento importante a tener en cuenta en la


valoración de la fragilidad pero se considera insuficiente como criterio
aislado para evaluar, cuantificar y definir las necesidades de una persona
mayor enferma.
153

La pérdida de la reserva funcional condiciona una mayor susceptibilidad a


la agresión externa al disminuir los mecanismos de respuesta y su eficacia
para conservar el equilibrio del medio interno, aumentando la posibilidad
de que cualquier agente causal desencadene pérdida de función,
discapacidad y dependencia.

El proceso normal de envejecimiento produce cambios en la homeostasis y


en la reserva, aumentando la vulnerabilidad a presentar enfermedades
crónicas y degenerativas. Lo que sumado a predisposición genética, estilos
de vida inadecuados y condiciones socio-económicas precarias y
ambientales nocivas, hace que el estado de salud funcional de la persona
mayor aumente el riesgo de transitar desde la independencia a la
dependencia.
En la vejez, la expresión de las enfermedades, suele ser más larvada,
silenciosa, oculta o enmascarada y los síntomas se modifican y no son
iguales a las mismas enfermedades padecidas por los adultos jóvenes;
incluso en algunas ocasiones, existiendo compromiso orgánico, los signos y
síntomas clásicos de las enfermedades aparecen como normales.
Los adultos mayores a los 80 años, aún en los mejores sistemas de salud,
pueden presentar hasta tres enfermedades crónicas o degenerativas. Lo que
en realidad marca la diferencia y la importancia es si la enfermedad u otra
condición física, psíquica o social han favorecido o desfavorecido el estado
de salud funcional.

La alteración de la funcionalidad se constituye, en el signo de alerta más


importante. De aquí la relevancia fundamental que tiene la medición
permanente de la funcionalidad en el adulto mayor. En los adultos mayores
la salud es definida como la capacidad para atenderse a sí mismo y
desenvolverse en el seno de la familia y la sociedad, la cual permite
desempeñar sus actividades de la vida diaria por sí solo. Los adultos
154

mayores frágiles son débiles, a menudo tienen muchos problemas médicos


complejos, tienen menor habilidad para vivir de forma independiente,
pueden tener habilidades mentales reducidas y con frecuencia requieren de
ayuda para sus actividades cotidianas (vestirse, comer, ir al baño,
movilidad). El estado de fragilidad se traduciría en el individuo en un
aumento del riesgo de incapacidad, una pérdida de la resistencia y una
mayor vulnerabilidad a eventos adversos.

Una de las mayores características del envejecimiento es su


heterogeneidad, que resulta de interactuaciones complejas entre los factores
genéticos y ambientales, llevando a una variabilidad individual de edad
fisiológica que no coincide exactamente con la edad cronológica y la
presencia de la comorbilidad (efecto de una enfermedad o enfermedades en
un paciente cuya enfermedad primaria es otra distinta) y discapacidad; por
ello hablamos del viejo y no de los viejos.

El envejecimiento biológico, los hábitos tóxicos, las patologías agudas y


crónicas, la nutrición inadecuada, la inactividad, el inmovilismo y el reposo
en cama, los factores sociales y económicos: condiciones de la vivienda,
soledad, nivel educativo, pobreza, aumentan el riesgo de fragilidad,
morbilidad y mortalidad.

La inactividad produce cambios a nivel del sistema musculoesquelético


(pérdida de hasta un 3% diario de la fuerza muscular, descalcificación ósea
acelerada), cardiovascular (reducción de 150 ml de volumen
plasmático/día) y respiratorio (reducción de la PO2), entre otros parámetros
biológicos.
El contacto del anciano con el sistema sanitario genera dependencia; la
institucionalización en residencias para mayores y la internación
hospitalaria o sanatorial produce deterioro y genera involución aguda
155

desde el punto de vista funcional. La fragilidad, se caracteriza por múltiples


patologías como son bajo peso, fatiga, dolor muscular, poca energía,
disminución de respuesta motora, además de una lenta reacción cognitiva.
Se han propuesto numerosos criterios para diagnosticar la fragilidad: fuerza
de prensión, disminución de la velocidad de la marcha (es una
manifestación preclínica de fragilidad física).

Para ser considerada frágil, una persona debe tener 3 o más de las
características siguientes: poca actividad física, debilidad muscular,
funcionamiento más lento, fatiga o poca resistencia y pérdida de peso
involuntaria. Las personas que son frágiles tienen más propensión a
volverse discapacitadas, a ser hospitalizadas y a tener problemas de salud.
Los adultos mayores frágiles son más propensos a desarrollar infecciones
debido a que su sistema inmunológico no funciona tan bien como el de los
adultos mayores sanos.

La funcionalidad es el mejor elemento de predicción pronóstica en


personas de edad avanzada debilitadas y su evaluación seriada, proporciona
la forma más útil de monitoreo del estado de salud.

La presencia de la fragilidad en los ancianos de la comunidad es una fusión


de un conjunto de variables biológicas, psicológicas y sociales de variada
intensidad en su aparición y que constituyen factores de riesgo entre los
cuales se incluyen: la edad avanzada, la baja escolaridad, las enfermedades
crónicas, la polifarmacia, los sentimientos de soledad, la ausencia de
confidentes, la sensación de inactividad, la inadaptación a la jubilación, la
pérdida de roles sociales, la insatisfacción con actividades cotidianas y las
condiciones materiales de vida inadecuadas.

La salud en los ancianos no puede medirse sólo por la presencia o ausencia


de enfermedades; es necesario e insoslayable valorar el grado de capacidad
156

funcional. De ahí que la independencia y la autonomía para las actividades


de la vida diaria sean los aspectos principales de la salud del adulto mayor.

Se ha denominado anciano frágil, aquel que está en riesgo de desarrollar un


estado que requiera de cuidados especiales, debido a sus condiciones
biológicas, psicológicas, sociales o funcionales.

Dentro de los criterios de fragilidad se encuentra:

• Incontinencia doble (urinaria y fecal).


• Alteraciones de la movilidad y el equilibrio.
• Tratamiento con tres o más medicamentos.
• Alteración de la movilidad.
• Efectos adversos de medicamentos.
• Apoyo familiar inadecuado.
• Apoyo social inadecuado.
• Malas condiciones económicas.
• Cualquier combinación de problemas sociales (situación familiar, social y
económica) y el deterioro funcional.
• Anciano que vive solo y presenta alguna disfunción.
• Mayor de 80 años con alguna discapacidad.
• Pérdida acentuada de la memoria.

La condición de fragilidad coloca al adulto mayor en una situación de


riesgo de desarrollar, empeorar o perpetuar efectos adversos para su salud,
debido a la disminución de su reserva fisiológica; se relaciona con mayor
riesgo de evolucionar hacia la discapacidad y la dependencia, y en última
instancia, hacia la muerte
157

El reconocimiento clínico de la fragilidad sólo puede establecerse mediante


la valoración integral sistemática, progresiva y continua de los adultos
mayores en salud y enfermedad.

La fragilidad siempre se presenta por la disfunción de múltiples sistemas; la


fragilidad siempre progresa en el tiempo. La fragilidad puede presentarse
en un número significativo de adultos mayores que no están discapacitados.
Algunos aspectos de esta problemática justifican describir la fragilidad
como una discapacidad subclínica o preclínica.

Actualmente se considera a las escalas de evaluación geriátrica la


herramienta o la metodología fundamental de diagnóstico global en que se
basa la clínica geriátrica en todos los niveles asistenciales, aceptada su
utilidad universalmente y que por razones inexplicables no se realizan en
general en nuestro país especialmente en el nivel de atención primaria y
comunitaria. La evaluación y valoración geriátrica ha de hacerse de forma
sencilla, rápida, objetiva, estandarizada a todos y a cada uno de los adultos
mayores que pertenezcan al universo de las responsabilidades de los
servicios de salud sea cual sea su nivel: evaluación física; evaluación
funcional; evaluación psicoafectiva (la evaluación emocional-afectiva
encuentra problemas particulares en los ancianos, que tienden a negar sus
sentimientos de depresión o ansiedad, y a presentar con mayor frecuencia
molestias somáticas con base orgánica real, que se confunden con facilidad
con las asociadas a estos dos problemas, y se incorporan a los efectos de
determinados fármacos de uso común en estas edades; por otro lado, el
grupo etario de los adultos mayores tiene el máximo riesgo de suicidio,
muchas veces en el seno de cuadros depresivos no detectados);
polifarmacia (cuando dos drogas son prescritas simultáneamente el
potencial para que se presente interacción es del 6%, aumenta al 50%
cuando se administran 5 y a un 100% cuando son 8 o más medicamentos
158

dados). Un consumo inadecuado de fármacos ocasiona el aumento de la


fragilidad en nuestros mayores; hasta el 20% de los ingresos hospitalarios
del anciano está relacionado con el consumo de fármacos. Las caídas,
incontinencia urinaria o deterioro cognitivo reversible son, en ocasiones,
situaciones clínicas sugestivas de reacciones adversas a los medicamentos.
Es irreversible el aumento de la fragilidad de los adultos mayores de
nuestro país que hasta ahora no cuentan con un incremento de la calidad y
cantidad de los cuidados otorgados por los sistemas sociosanitarios.
Así como es imprescindible determinar la fragilidad de los adultos mayores
se debe, al mismo tiempo, identificar las capacidades potenciales de
autocuidado que posean para que ellos mismos puedan satisfacer sus
necesidades de autocuidado con el fin de mantener la vida y la salud,
recuperarse de los daños y de la enfermedad y manejarse con sus efectos y
no frustrarse en la búsqueda de servicios, apoyos, auxilios, cuidados casi
inexistentes para la mayoría.

El autocuidado es también responsabilidad de la sociedad y el estado, es


decir, que no es solamente responsabilidad de los adultos mayores; el
autocuidado se aprende y debe ser enseñado y promovido por los
responsables sociosanitarios de los servicios destinados a los adultos
mayores. La autosuficiencia en el cuidado de uno mismo y su entorno es
una de las dimensiones imprescindibles cualquiera que sea el concepto de
calidad de vida que se adopte, este desiderátum, desafortunadamente, no
engloba a todos los adultos mayores y es por eso que hay que atreverse,
intervenir y tratar adecuadamente la fragilidad y la discapacidad.
La atención médica brindada a los adultos mayores debe ser personal,
íntima, informada e individualizada y como primera medida combatir el
sufrimiento de los pacientes geriátricos en especial en la etapa terminal. La
labor del clínico debería incluir detectar el sufrimiento, ponerle un nombre
159

y validar la necesidad de actuar para mitigarlo siempre que sea posible. Los
profesionales y técnicos de la salud y los trabajadores sociales que
intervienen sociosanitariamente en la atención de los adultos mayores están
expuestos a tener que admitir sus propios temores, vulnerabilidad y
limitaciones, a veces no reconocidos por ellos mismos. Muchas veces, para
defender un rol equivocadamente omnipotente, se debe ocultar cualquier
manifestación de compasión, de sensibilidad, de tristeza por la situación de
ese ser humano convertido en paciente.

Continuamente hay que enfrentarse a la realidad de la muerte de otras


personas y cualquier día con la propia; a menudo se intenta evitar el tema
ignorándolo, evadiéndolo o confrontándolo con un fuerte sentimiento de
frustración ante la muerte de un enfermo bajo cuidado y que por la
impronta cultural y educativa impartida a los profesionales y trabajadores
de la salud basada en el ideal de salvar vidas a ultranza, cuestiona inclusive
su capacidad para autoevaluarse frente a la inevitabilidad de la muerte, lo
cual le impide muchas veces brindar una mejor atención a una persona que
va a morir y que merece hacerlo de manera digna y participando en su
proceso.
Es obvio que genera menos miedo y menos ansiedad trabajar con la vida,
que trabajar día a día con el deterioro, la discapacidad y la muerte.
De todos modos, afortunadamente, la inmensa mayoría de las personas
mayores han dejado de ser los “viejos valetudinarios” de antaño y cada vez
más están activos y contestatarios en una sociedad que pretende ser para
todas las edades.
160

15 DE JUNIO: DÍA MUNDIAL DE LA TOMA


DE CONCIENCIA Y ABUSO EN LA VEJEZ

LA PREVENCIÓN
DEL MALTRATO A
LAS PERSONAS
MAYORES EN UN
MUNDO QUE
ENVEJECE, ES UN
ASUNTO DE
TODOS Y EL
RESPETO DEBE DE
ESTAR EN CADA
UNO DE
NOSOTROS.

El maltrato a los adultos mayores, es el trato indebido o negligente a una


persona mayor por otra persona que le cause daño o lo exponga al riesgo de
sufrir daño a su salud, su bienestar o sus bienes.

La violencia constituye una de las afectaciones más severas que ha venido


azotando a la humanidad. Las distintas formas de expresión individual y
colectiva de la violencia, los factores que la originan y las consecuencias
sociales que generan hacen de ella un fenómeno complejo. Se estima que la
violencia tiene un carácter cambiante en función de la dinámica del poder y
de la distribución de los roles y recursos, es por ello que pueden
establecerse diferentes tipos de violencia.

Si bien los ancianos han sido venerados y respetados como personas por su
vasta experiencia y sabiduría, el abuso contra los mismos se remonta al
siglo XI antes de nuestra era, en la Mesopotamia y en algunas tribus del
161

África del Sur y del Centro, eran sacrificados cuando arribaban a ese
período de la vida.

La población adulta mayor seguirá aumentando su peso sociodemográfico


hasta alcanzar las cifras de 25% a 30% de la población general en el 2050.
Esto es verdaderamente alarmante si tenemos en cuenta que muchos países,
como la Argentina, no están preparados para enfrentar una realidad de esta
magnitud, que afectará en lo económico, político y social a las sociedades.
Se trata de una transformación con consecuencias de todo tipo, entre ellas,
el replanteamiento de nuestra actual forma de organización social,
construida en torno a una población joven.

En el mundo actual hay una tendencia creciente a la violencia. En América


Latina los países con mayor índice de violencia son en orden descendente:
Colombia, Brasil y Panamá, donde se reportan anualmente más de 102 mil
casos de extrema violencia, de los cuales un 38,00 % de los maltratados son
adultos mayores. En Argentina y Chile este fenómeno se ha venido
incrementando desde hace más de tres décadas; se estima que más de
33.600 adultos mayores sufren algún tipo de violencia dentro del seno
familiar.

Alrededor de un 8% de la población mayor de 65 años es maltratada en los


Estados Unidos, sin embargo lo más escalofriante constituye el hecho de
que más del 20% de los ancianos no sólo son maltratados en sus hogares,
sino también en diversas instituciones destinadas a su cuidado y en centros
de asistencia sociosanitaria.

Las primeras publicaciones acerca del maltrato, abuso y victimización de


adultos mayores en el ámbito médico aparecieron en el año 1975, cuando
se describió en el Reino Unido el síndrome del “zamarreo del anciano” o
Granny Battering, demostrándose además que era un problema substancial
162

e invisibilizado. Más del 10 por ciento de la población actual del mundo


supera los 60 años; se estima que aproximadamente un 10% de personas
mayores de 65 años sufre algún tipo de maltrato.

Los paradigmas y los estereotipos negativos relacionados con la vejez


como el viejismo constituyen actitudes aceptadas en nuestra sociedad que
hacen del adulto mayor un ser tremendamente vulnerable al maltrato y al
abuso. El adulto mayor se ve afectado por este problema social, el que se
caracteriza por su invisibilidad y deficiente registro; la existencia de
instituciones que no cuentan con sistemas de detección precoz o apropiada;
así como también, la escasa comprensión de la dinámica de las relaciones
violentas y de las experiencias de las personas mayores afectadas.

El temor de los adultos mayores frente a la violencia no es infundado. Los


ancianos se encuentran en muchas ocasiones en situaciones de aislamiento
e indefensión y, a menudo, la persona maltratante es un familiar cercano.

Los principales victimarios de los adultos mayores son sus propios hijos
adultos con el 44.4%, los cónyuges 14.6%, pareja actual (afectivo y/o
sexual) 9.7%, u otros familiares (nuera, yerno, etc.) 17%. Es necesario
destacar que las edades de los hijos/as agresores fluctúan entre 26 y 45 años
y son en un 68% varones. En el ámbito familiar el tipo de violencia que
mayoritariamente se ejerce contra los adultos mayores es el maltrato
psicológico hasta en un 95%. Siendo la agresión más frecuente los insultos
(85%), humillación y desvalorización (66.3%), amenazas de muerte (40%),
y rechazo no están exentos de la violencia física. Las bofetadas, empujones,
puntapiés y puñetazos son las formas de agresión más frecuentes. La
violencia familiar y sexual tiene como principal víctima a la mujer.

Los factores que hacen del adulto mayor una persona vulnerable frente al
maltrato son la pérdida del rol social, la baja autoestima, los niveles de
163

dependencia derivados de algunas patologías, los bajos niveles de ingresos


económicos que los obliga a vivir con otros o a depender económicamente
de ellos.

Hay factores que contribuyen al maltrato de las personas adultas mayores


como la presencia de ciertas dinámicas familiares (violencia familiar, falta
de comunicación, inversión de roles); la naturaleza y la calidad de la
relación que se establece entre la persona mayor y quien le cuida en el
entorno familiar; la descalificación, falta de reconocimiento a la sabiduría y
la experiencia de las personas mayores de 60 años ( la sociedad tiene un
culto muy elevado por la juventud y tiende a excluir y marginar a las
personas mayores); la dependencia económica, emocional y física hace que
muchas víctimas de maltrato no delaten a su victimario/a; esto los convierte
en blancos perfectos para toda forma de abuso. Por otra parte, muchas
personas de la tercera edad sienten temor a sufrir daños mayores si acusan a
su agresor.

El abusador es por lo general la persona que "lo cuida" o vive a su lado, y


puede ser un miembro de la familia, un vecino, amigo o el responsable de
una institución. Para el adulto mayor lo más doloroso es que las agresiones
provengan de sus hijos o nietos, a quienes ha contribuido a formar y en
quienes ha depositado toda su esperanza de tener una vejez grata y
equilibrada.
El ritmo de vida actual fomenta una forma violenta de interrelacionarse en
la sociedad, y las familias como cualquier otro grupo social, no está exenta
de alterarse, tornarse disfuncional y entrar en variantes relacionales
victimizadoras. A todo esto agreguemos la falta de políticas públicas,
recursos sociales y de salud adecuados, pensiones y jubilaciones no acordes
a las necesidades de la tercera edad, dificultades en el acceso a servicios,
mal ejercicio e incumplimiento de leyes, todos los cuales se traducen en
164

pobreza económica y en todos los aspectos negativos que no permiten el


desarrollo personal de las personas mayores.

LA PREVENCIÓN DEL MALTRATO A LAS PERSONAS


MAYORES EN UN MUNDO QUE ENVEJECE, ES UN ASUNTO DE
TODOS!
165

MUERTE DIGNA Y DERECHOS DEL


PACIENTE

El proceso de la muerte está adquiriendo una gran importancia en nuestras


sociedades. Suele decirse que contribuyen a ello tanto las posibilidades
técnicas y avances de la medicina como la introducción del valor de la
autonomía personal en la toma de decisiones en esta etapa, antes
gestionado de manera casi exclusiva por médicos y sacerdotes.

El sistema sanitario tiene como fin último la mejora continuada de la


asistencia sanitaria y al paciente como centro de todas sus acciones
poniendo el marco para el desarrollo de un respeto exquisito por la
autonomía y la libertad de elección, garantizando el protagonismo del
paciente en el sistema sanitario, fortaleciendo la capacidad de los
ciudadanos para participar realmente en la toma de decisiones relacionadas
166

con algo tan esencial como es la propia salud, la enfermedad y la forma de


morir.

Todavía hay barreras administrativas para que el ciudadano pueda elegir


médico de familia, pediatra y enfermero en Atención Primaria y médico
especialista y hospital entre todos los del sistema sanitario; este derecho
debe ser garantizado y refrendado por profesionales sanitarios, sociedades
científicas, órganos colegiados, asociaciones de pacientes y el propio
Estado como administrador y responsable de la salud pública.

Para garantizar una atención sanitaria donde el ciudadano tenga libertad de


elección, hay que llevar a cabo una nueva organización territorial y
funcional del sistema de salud que permita ampliar la movilidad voluntaria
de los profesionales a todo el territorio y favorecer los procesos de
centralización y estandarización, para homogeneizar los procesos y
procedimientos que actualmente se realizan en diferentes jurisdicciones.
Esto significa que hay que dar soluciones iguales a problemas iguales,
profundizando en la equidad y calidad del sistema.

Debería haber una Historia Clínica Unificada que pueda ser consultada por
todos los profesionales sanitarios desde cualquier centro que el paciente
elija, lo que evitará duplicidad de pruebas, reiniciar el mismo proceso de
nuevo o que la historia tenga que ser trasladada.

La libertad de elección permite a los usuarios no sólo acceder a un servicio


que responda a sus necesidades y expectativas, sino también, identificar el
grado de calidad del sistema sanitario, lo que permitirá a la Administración
actuar sobre las áreas susceptibles de mejora.

Hay una condición personal vinculada a la libertad de cada uno para


gestionar su propia biografía asumiendo las consecuencias de las decisiones
167

que toma. De la salud sabemos bastante y hay acuerdo en cómo definirla.


Ahora, qué es una enfermedad? Existen enfermedades provocadas por
demostradas o probables lesiones orgánicas; hay enfermedades de origen
fisiológico o funcional en que no podemos demostrar lesiones orgánicas y
hay otras enfermedades causadas ideológicamente que algunos denominan
enfermedades de categoría estratégica o de iatrogénesis conceptual. Estas
últimas antiguamente se llamaban vicios y hoy adicciones o
comportamientos inhabituales o de riesgo que, obviamente, son
desaprobadas por sectores de la sociedad con poder de decisión, veto o
prohibición. Quién tiene, la más de las veces, el poder de cualificar y
decidir sobre nuestras enfermedades, vicios, adicciones, comportamientos
de riesgo, hábitos inaceptables es el poder o el Estado sanitario que decreta
que es lo que está mal y que pedagógicamente interviene en la sociedad
estableciendo pautas de opinión que a poco andar repudia ciertas
enfermedades o comportamientos humanos.

De este modo, se configura una situación en que conculcamos nuestros


derechos y cercenamos nuestra libertad individual, en apariencia
garantizada, para enfermar; no podemos disponer libremente de nuestra
salud pues ésta pertenece al Estado, a la seguridad social, a las obras
sociales, a los planes de la medicina prepaga que costea nuestros
desaguisados sanitarios.

Muchas veces, declararse o aceptarse como enfermo trae sus beneficios: se


descarga la culpa, se diluye la responsabilidad ante terceros, nos habilita a
pedir ayuda en materia de provisión de medicamentos o de soportes
sociales. Somos muchos los que en situación de enfermedad y aún teniendo
los mismos síntomas que nuestro prójimo nos encontramos bastante bien y
casi a gusto con nosotros mismos. El enfermo real quiere que le curen; el
enfermo ideológico o el famoso enfermo imaginario de Moliere, que es
168

ideológico, reclama la curación de la sociedad, de la sociedad enferma que


a su vez lo enferma.

Una pregunta que suele no hacerse tiene que ver con la frecuente
declaración de que algo es insano, patógeno, nos pone en riesgo, es
insalubre. Para legitimar estas aseveraciones tenemos poderosas
instituciones que van más allá del poder sanitario de los estados tales como
la OMS o la OPS. Lo que no se dice, que muchas de las cuestiones
consideradas insalubres devienen del perjuicio que ocasionan en la
rentabilidad laboral dentro de una sociedad domesticadora y mercantilista.
Hemos convivido desde hace mucho tiempo con el vino, el whisky, los
medicamentos, las drogas legales, las drogas ilegales…pero últimamente se
escucha poco a las personas que están enfermas y que tienen mucho que
decir acerca de lo que les pasa y decidir sobre la conveniencia o la
inconveniencia de ciertas recomendaciones sanitarias; los seres humanos
protagonizamos desde dentro nuestra enfermedad sabiendo que la sociedad
no se preocupará demasiado por nosotros al momento de nuestra muerte
que es absolutamente individual, propia, intransferible y que se concreta la
mayoría de las veces en solitario.

No podemos garantizar la salud de nuestro cuerpo ni de nuestra alma; la


vida está perdida de antemano a cualquier edad por muchos riesgos que
logremos esquivar. Nuestra vida es única e irrepetible y todos nos
nivelamos al final gracias a la genérica muerte. La experiencia de estar
sano o saludable se entiende y se siente desde adentro y es mucho más que
la mera duración de la vida, el adecuado funcionamiento de nuestros
órganos o la posibilidad cierta de concretar nuestros compromisos laborales
o sociales. Nuestra salud está más allá de las estadísticas sanitarias, de la
dictadura productivista y de algunos que consideran a las personas como
engranajes hechos de material desechable.
169

Quien ama la vida debe aceptar que los dolores nos sirven de límites y
frontera; la vida es el arte de disfrutar con maestría buscando la
gratificación y el placer mesurados; no es fácil tener y ejercer una cordura
hedonista. La moderación o el cuidado de la salud depende de la razón
sensual de cada uno, como diría F. Savater, ningún abuso o ataque a la
salud resulta personal y colectivamente tan nocivo como el de la autoridad
que lo prohíbe en nombre de los posibles abusos y riesgos intentando salvar
a cada cual de sus propios deseos en lugar de educarle para desarrollarlos
con sensatez.

Las leyes enmarcan las situaciones, y señalan elementos para su valoración,


pero la aplicación concreta de las mismas siempre es una tarea reflexiva del
ciudadano o ciudadanos implicados. Ahora bien, si lo que esperamos es una
cierta seguridad jurídica a la hora de tipificar las situaciones del final de la
vida, a la hora de señalar esos contenidos de muerte digna y de ubicarlos en
situaciones clínicas concretas, va a ser necesario legislar al respecto. La
pregunta a hacerse es cómo debe llevarse a cabo el proceso de relación
clínica en situaciones de terminalidad y/o enfermedades avanzadas; para
ello es imprescindible la deliberación social, convocando a todos los
agentes sociales, institucionales y ciudadanos implicados, sociedades
científico–médicas, organizaciones de consumidores y usuarios de los
servicios de salud. Nos veremos obligados a tratar, desarrollar y legislar
acerca de los derechos de los pacientes y una Ley de derechos y garantías
de la dignidad de la persona en el proceso de la muerte haciendo mención
taxativa de las situaciones clínicas y existenciales que el proceso de la
muerte conlleva. Nos parece que realmente son necesarias leyes para una
muerte digna en una sociedad como la nuestra.

El concepto de dignidad pertenece al ámbito de la filosofía. Es la clave


axiológica del antropocentrismo moderno, la ética en la que se sustentan las
170

constituciones de las democracias liberales. Si bien su contenido ha ido


variando a lo largo de la historia política y social, como expresión del
escalonamiento jerárquico de la sociedad; indicador del rango superior del
hombre en el cosmos para el cristianismo; de la libertad y capacidad del
hombre para convertirse en artífice de la propia vida en el Humanismo
renacentista; la defensa más potente de la noción de dignidad proviene de
la Ilustración alemana con Kant, la dignidad sirve para caracterizar el valor
interno de la persona humana, su capacidad autolegisladora, su autonomía
moral y su carácter incondicionado: es el único ser que tiene valor y no
precio.

Estamos obligados a precisar los contenidos que garantizan la protección


de esa dignidad en el momento de la muerte, es decir, la muerte digna. Los
contenidos y derechos ideales de la buena muerte son: el derecho a recibir
cuidados paliativos integrales y de calidad; no iniciar o retirar medidas de
soporte vital cuando no tienen otro efecto que mantener artificialmente una
vida meramente biológica, y el respeto a la autonomía de la voluntad de la
persona en el proceso de su muerte, usando para ello los siguientes
instrumentos: la información clínica, el consentimiento informado y la
toma de decisiones en el paciente capaz, y el derecho a realizar y a que sea
respetada la declaración de voluntad vital anticipada.

Los derechos de los pacientes fueron una realidad desconocida y muchas


veces no aceptada, tanto sociológica como jurídicamente; el
reconocimiento y validación de esos derechos implica la plasmación de una
ética cívica. Un listado de mínima de derechos de los pacientes abarca: el
derecho a la información y a la toma de decisiones consecuente; el derecho
al rechazo del tratamiento propuesto; la obligación del médico de obtener el
consentimiento del paciente antes de cualquier intervención de tipo
sanitario. Estos elementos fueron ajenos a la tradición profesional, y por
171

ello se perciben aún hoy como una especie irritante de ordenamiento


jurídico de la medicina. De implantarse esos derechos no quedará más
remedio que tolerarlos hasta aceptarlos, aunque muchos opinan todavía que
nada tienen que ver con lo que los profesionales entienden por una buena
relación clínica y que, además, va en detrimento de la misma.
Autonomía, derechos y obligaciones de los pacientes es la “gramática
fundamental” que consolida una ética cívica, una ética de mínimos que
nuestra sociedad considera exigible en las relaciones entre los profesionales
de la salud y los ciudadanos. El rechazo del tratamiento por un paciente es
un presupuesto genérico, en el que el médico duda si corresponde o no un
rechazo de tratamiento. En los últimos años han aparecido casos
relacionados con la sedación paliativa, el rechazo de tratamiento y la
limitación de medidas de soporte vital que han sido motivo de debate social
y de gran preocupación para los médicos.

La limitación de medidas de soporte vital, el rechazo de tratamiento que


comprende tanto la no admisión como la retirada del mismo o la sedación
paliativa son actuaciones que no deben ser calificadas como actos de
eutanasia y los escenarios en los que se plantean tienen que ver con los
pacientes capaces, las personas incapaces y los menores de edad. No
bastará con especificar los derechos de los pacientes. Para asegurar que se
cumplen de manera efectiva, el elenco de “derechos” de los pacientes debe
relacionarse con los deberes del personal sanitario que los atiende, y
también con un conjunto de obligaciones para las instituciones sanitarias en
las que se presta atención clínica en las fases finales de la vida de las
personas. La relación médico-paciente es un proceso deliberativo, en el que
el médico es un elemento fundamental para que el paciente pueda ejercitar
estos derechos. Una buena práctica médica conlleva limitar el esfuerzo
terapéutico cuando la situación clínica lo aconseje. Dada su dificultad dicha
172

limitación requiere la opinión coincidente de, al menos, otros dos


profesionales sanitarios de los que participan en la atención del paciente. Es
deber de los profesionales, determinar el procedimiento y el momento de
retirada o no instauración de ciertas medidas terapéuticas de forma
consensuada entre el equipo asistencial. En la Argentina no hay legislación
sobre el derecho a la muerte digna. La eutanasia está penada y existe un
vacío que no permite interpretar y tomar decisiones en los diferentes casos
que se presentan. Para nuestra medicina, la alimentación y la hidratación no
son medicamentos y seguir administrándolos no puede considerarse
encarnizamiento terapéutico.

La situación sería diferente en caso de que se mantuviera vivo al paciente


por medios mecánicos o si se tratara de una enfermedad terminal, en el que
realizar un tratamiento sólo prolongaría inútilmente la vida y el
sufrimiento. Retirar un soporte vital es algo que debe decidirse en la
confidencialidad de la relación médico-paciente. Estas situaciones
"penosas" son el precio que se debe pagar por el avance de la medicina. En
principio en la Argentina cualquier persona tiene derecho a rechazar un
tratamiento. Los médicos deben respetar este deseo. Así lo establece una
ley que data de 1968; sería bueno que se sancionara una ley que les permita
a los médicos actuar con tranquilidad y sin angustiosas expectativas de
soportar injustificados juicios por mala praxis.

En ese sentido, un buen ejemplo es la Ley de Río Negro que establece que
toda persona que padezca una enfermedad irreversible en estado terminal
tiene derecho a manifestar su rechazo a los procedimientos quirúrgicos, de
hidratación y alimentación y de reanimación artificial cuando éstos sean
desproporcionados a las perspectivas de mejoría y produzcan dolor y
sufrimiento. Sería positivo que se incluya dentro de la futura legislación la
creación de un registro de objetores, en el que todos aquellos que por
173

razones de conciencia se oponen a desconectar a un paciente puedan dejar


asentada su posición. Actualmente, en el Senado hay tres iniciativas
presentadas pero no se activan ni avanzan desde hace largo tiempo. Nadie
cuestionaría hoy el derecho de todo ser humano a recibir una adecuada
atención y a no sufrir de manera innecesaria; sin embargo, los datos
disponibles y la realidad actual señalan que este derecho no está, ni mucho
menos, cubierto como debiera. La Organización Mundial de la Salud ha
reiterado este tipo de mensajes; en 2005 promovió la celebración del Día
Mundial de los Cuidados Paliativos —un tipo de atención que marca como
esencial objetivo aliviar el sufrimiento y mejorar en lo posible la calidad de
vida de los pacientes, dignificando su final—, puntualizó que en todo el
mundo más de 100 millones de personas podrían ser beneficiarios directos
de este tipo de cuidados.

Los enfermos deberían morir en su casa rodeados por los suyos, más del
60% de los fallecimientos se producen en los hospitales, clínicas y
sanatorios. Todas las personas tienen derecho a una asistencia sanitaria de
calidad, científica y humana. Por tanto, recibir una adecuada atención
médica al final de la vida no debe considerarse un privilegio, sino un
auténtico derecho. La medicina paliativa debe aplicarse desde todos los
ámbitos asistenciales: atención primaria, atención especializada y atención
sociosanitaria. Además el médico, cualquiera que sea su especialidad, debe
adoptar ante el sufrimiento una actitud particularmente compasiva y
humana, con empatía, respeto y delicadeza. Abandonar al enfermo cuando
necesita esta atención constituye una mala práctica médica. El objetivo en
la atención a las personas con una enfermedad en fase terminal es procurar
su mejor calidad de vida, lo que implica identificar, evaluar y tratar el dolor
y otros síntomas de forma temprana, así como atender las necesidades
psicosociales y espirituales. El tratamiento del dolor no es una cuestión
174

opcional sino un imperativo ético. Hay que procurar una comunicación


respetuosa y sincera, que aporte información responsable y adecuada. Hay
que facilitar al enfermo que pueda expresar sus emociones y siempre debe
ser escuchado. Debe haber continuidad en los cuidados a lo largo de la
evolución de la enfermedad, estableciendo mecanismos de coordinación
entre todos los niveles asistenciales, promoviendo y facilitando que el
enfermo, si así lo desea y como dijimos, pueda morir en su casa.

Es un deber conocer y respetar los valores del enfermo promoviendo su


autonomía y facilitando su participación en la toma de decisiones,
prestando una especial atención a las voluntades anticipadas.
Debemos reconocer la importancia de la familia y el entorno personal del
enfermo, promoviendo su colaboración en los cuidados. Así mismo, hay
que prestar atención esmerada a las necesidades de los cuidadores. Las
actuaciones asistenciales deberán evitar tanto la prolongación innecesaria
de la vida por medio de la obstinación diagnóstica y terapéutica, como su
acortamiento deliberado, o el abandono del enfermo y su familia.

La eutanasia o el suicidio asistido pueden desaparecer como petición


aplicando los principios y la práctica de unos cuidados paliativos de
calidad. El nivel de evidencia sobre la efectividad de los cuidados
paliativos ya es irrefutable. La información y la comunicación entre
enfermo, familia y equipo terapéutico es otro de los pilares fundamentales
para una atención de calidad.

Se debe promover y practicar el trabajo en equipo interdisciplinario, sin


olvidar el papel del médico como referente. La ética clínica, entendida
como la metodología que promueve la toma de decisiones respetando los
valores de quienes intervienen, debe ser usada como método de trabajo
cotidiano.
175

La demanda social de medicina paliativa es un buen ejemplo para entender


la urgencia de reformas en los planes y programas de atención
sociosanitaria que deberán adaptarse a las necesidades de una sociedad que,
en buena medida, muestra su grado de civilización y compromiso en el
nivel de cuidados que presta a sus ciudadanos más frágiles.
La muerte siempre mostrará su triunfo. Interés por la salud y preocupación
por la muerte hubo siempre; podemos situar como antecedente moderno de
preocupación por el mantenimiento de la salud, esto es, de prevención los
años de la gran pestilencia (1347-1353), cuando una pandemia de peste
bubónica aniquiló a 25 millones de europeos, el 25 por ciento de la
población. El tiempo del triunfo de la muerte, pintado por Pieter Bruegel el
Viejo, y Los Tractatus de peste, cantados por Dante y Bocaccio, podrían ser
considerados los primeros modelos de comunicación preventiva sobre la
enfermedad. "Escribo para evitar que al miedo de la muerte se agregue el
miedo de la vida." Decía Augusto Roa Bastos (1917-2005), escritor
paraguayo.
176

ADULTOS MAYORES. ALGUNOS ASPECTOS


DEMOGRÁFICOS Y SOCIOSANITARIOS

Cada vez hay mayor longevidad que es alcanzada por un grupo de


población proporcionalmente más numeroso. En el siglo XXI la población
mundial envejecerá más aún, pues se prevé que la natalidad siga
descendiendo y que la mortalidad continúe siendo baja. Por lo tanto, habrá
menos niños y la gente vivirá más años; tal vez en el año 2050 el número
de adultos mayores en el mundo alcance el 22%. Si se cumplen las
predicciones, uno de cada cinco habitantes del planeta tendrá más de 65
años a mediados del siglo XXI; es ésta una verdadera revolución
demográfica.
El envejecimiento humano es un fenómeno universal, inevitable y por lo
que se ve irreversible. No sólo es cuestión deseable el vivir muchos años,
sino que la larga vida transcurra con una capacidad funcional y una calidad
de vida adecuada. El buen envejecer, el envejecimiento exitoso, consiste en
177

poder sobrellevar la discordancia entre lo que se es y lo que parecemos ser;


poder aceptar que uno se siente joven pero que el cuerpo envejece y se
deteriora.
El adulto mayor se encuentra en un momento vital en el que se torna
vulnerable ante los cambios en el medio. Los ingresos económicos merman
debido al cese o disminución de la capacidad laboral lo que dificulta la
satisfacción de las necesidades básicas sobre todo en nuestro medio. A esto
se suma, en nuestro extenso país, la inexistencia de servicios especializados
en cada localidad, la falta de accesibilidad geográfica o económica a los
servicios, así como la inaccesibilidad a los servicios privados por las
mismas razones expuestas. Tampoco tenemos una masa crítica de recursos
humanos tecnoprofesionales con conocimientos y experiencia en la
asistencia, atención integral, cuidados y rehabilitación de adultos mayores.
En Argentina, hay pocos programas priorizados de carácter institucional
dirigidos a la atención de esta enorme población de adultos mayores; por
suerte para todos, las condiciones de salud de la población adulta mayor es
buena a muy buena en poco más del 80 % de los casos. El estado de salud
está influenciado por las características de la dieta básica, los patrones
culturales y costumbres, las posibilidades económicas, la accesibilidad para
la adquisición de los alimentos, el nivel de instrucción escolar y de salud,
que son algunos de los condicionantes para la esperanza de vida y
determinantes en la calidad de vida del adulto mayor.

Es conocido el hecho de que en los adultos mayores aumenta la incidencia


de enfermedades crónicas como aterosclerosis, cardiovasculares en general,
diabetes, cáncer, demencias. Aunado a los cambios biológicos y la
presencia de enfermedades, algunos adultos mayores tienen que enfrentarse
a problemas sociales, psicológicos, físicos y económicos.
178

El desequilibrio biopsicosocial y físico, se identifica con un estado de


enfermedad y en consecuencia se desarmoniza la calidad de vida; por
cuanto, cuando el adulto mayor tiene calidad de vida, ésta lo conduce a
mayor expectativa de vida.

En el proceso de envejecimiento, ocurren cambios anatómicos en todos los


órganos, tejidos y sistemas del cuerpo humano. Algunos de estos cambios
van acompañados de cambios fisiológicos como las alteraciones del
sistema inmune y del aparato digestivo, entre otros. También los
requerimientos de energía disminuyen conforme la edad avanza. Muchos
adultos mayores están en estado de malnutrición proteico calórica
(ingestión reducida de alimentos o aumento de los requerimientos de ellos),
que acompañan o no a procesos tumorales, infecciosos y enfermedades
autoinmunes.

Entre los 60 y 90 años la ingesta disminuye en una cuarta parte. La dieta de


un adulto de aproximadamente 75 años debe contener entre 1.600 y 2.400
calorías, además del suministro de proteínas de primera clase, minerales y
vitaminas adecuados. Un tercio de las personas mayores de 65 años
presentan algún déficit nutricional y el por ciento de pacientes
institucionalizados desnutridos y anémicos también se encuentra elevado.
Al pasar los años la capacidad de absorción del intestino delgado va
disminuyendo como consecuencia de la atrofia en sus vellosidades, por lo
que algunas enzimas digestivas reducen su acción.

La manera de alimentarse de cada persona es un reflejo no sólo de los


hábitos aprendidos, sino también de la propia forma de pensar. Todas las
personas mayores tienen, para bien o para mal, hábitos establecidos de
comida que se han consolidado con el paso de los años. Las preferencias al
179

comer terminan por formar parte de la forma de ser y no se cambian con


facilidad a edades avanzadas.

Las personas mayores corren un mayor riesgo de presentar deficiencias


nutricionales generadas por problemas físicos, sociales y/o emocionales
que interfieren con el apetito o alteran la capacidad para adquirir, preparar
y consumir una dieta adecuada.

Las enfermedades en el adulto mayor son sindromáticas y de presentación


atípica que se manifiestan por síntomas y signos inespecíficos (depresión
sin tristeza; infección sin leucocitosis, fiebre ni taquicardia; abdomen
agudo silente; enfermedad maligna silente; masa intracraneana ocupante de
espacio sin déficit neurológico; infarto de miocardio sin dolor; edema
pulmonar sin disnea; trastornos tiroideos con depresión; etc. por ello hay
adultos mayores sanos (la mayoría para su edad), enfermos, de alto riesgo,
inmovilizados y frágiles.

El adulto mayor enfermo se reconoce como paciente geriátrico con


polienfermedad y polifarmacia, al que la evolución natural le va a conducir
a la invalidez y dependencia; cuya asociación con problemática mental y/o
social agrava la situación y marca el paso a la evolución.

El proceso del envejecimiento no es una enfermedad; en principio, es una


condición temporal y concretamente una forma de tener en cuenta el
tiempo y la consecuencia del paso del tiempo en el individuo, es decir, a la
edad; con frecuencia se considera que es la edad cronológica del individuo
la que marca la vejez. Hay jóvenes viejos, que abarcaría de los 55 a los 75
años y la de viejos que se situaría a partir de los 75 años. La vejez se suele
ver como un problema, no por ella en sí misma, sino más bien por las
incapacidades a las que se asocia.
180

Se establece un conflicto para mantener la independencia y la confianza en


uno mismo, al mismo tiempo que se debilitaba el cuerpo. El adulto mayor
tiene una menor capacidad de enfrentar los desafíos externos, lo cual hace
que sea más vulnerable y tenga mayor riesgo para diversas enfermedades e
infortunios de diversa índole.

Una vida con calidad significa para el adulto mayor, un encuentro entre el
reconocimiento de sus necesidades y la búsqueda eficaz de su satisfacción.
Cualquier persona y en especial los adultos mayores tienen necesidades
objetivas y subjetivas que permite decidir que puede haber un estado de
carencia o de necesidad no satisfecho, aún cuando las personas afectadas
no sientan esta carencia o no la manifiesten. Calidad de vida se define
como un proceso multifactorial, de carácter primariamente individual y
subjetivo, que es la resultante del estado de salud del individuo más el
grado de satisfacción con su vida sin obviar los patrones de conducta de la
sociedad en la cual él se desarrolla. Es la percepción del individuo sobre su
posición en la vida dentro su contexto cultural y el sistema de valores en el
que vive, expectativas, normas y preocupaciones. Es un concepto que
engloba la salud física, el estado psicológico, el nivel de independencia, las
relaciones sociales, creencias personales y la relación con las características
sobresalientes del entorno. La calidad de vida se expresa a través de las
conductas que el adulto mayor tiene para sí mismo y para con la
comunidad. La vejez marca el ingreso al mundo del tiempo libre como
ruptura de las obligaciones, donde concurren al mismo tiempo
posibilidades como dificultades.

En resumen, calidad de vida del adulto mayor es la resultante de la


interacción entre las diferentes características de la existencia humana
(vivienda, vestido, alimentación, educación y libertades humanas); cada
una de las cuales contribuye de diferente manera para permitir un óptimo
181

estado de bienestar, teniendo en cuenta el proceso evolutivo del


envejecimiento, las adaptaciones del individuo a su medio biológico y
psicosocial cambiante, el cual se da en forma individual y diferente;
adaptación que influye en su salud física, fallas en la memoria y el temor,
el abandono, la muerte, la dependencia o la invalidez.
182

SALUD, MODELO MÉDICO Y SOCIEDAD

La enfermedad y la atención de la salud en general constituyen hechos


estructurales en la sociedad y expresan no sólo fenómenos epidemiológicos
o clínicos sino también las condiciones sociales, económicas y culturales
que tienen que ver con las formas de enfermar, curar o morir. La salud
constituye un eje político dentro de la organización social y el saber médico
es una parte de la atención y prevención de las enfermedades. Hasta no
hace mucho existía una exclusión o secundarización de lo social, político e
ideológico en el análisis y la praxis de las problemáticas de salud /
enfermedad y, en consecuencia, el tratamiento de la enfermedad era
considerado como patrimonio exclusivo del saber médico. Esto último fue
impulsado, impuesto, legitimado y hegemonizado por criterios
profesionales, por institutos legales aplicados por el Estado, por las
instituciones médicas. La enfermedad y la preservación de la salud no sólo
tiene una mirada médica autónoma, profesional y científica porque, entre
otras cosas, ningún saber profesional puede fundamentar su autonomía
excluyente sólo en criterios científicos o técnicos. En toda sociedad, la
183

atención de la enfermedad expresa las características de la sociedad en la


cual se desarrolla y opera. El saber médico no debería reducir la
enfermedad a signos, síntomas y diagnósticos construidos a través de
indicadores casi exclusivamente biológicos separando al enfermo y a la
enfermedad de sus relaciones sociales, psicológicas y culturales concretas
porque esto, además, orienta el trabajo en salud casi exclusivamente a la
enfermedad y no a la salud. Se hace necesario definir una política para la
salud y no sólo para la enfermedad. Las características del modelo médico
son su biologismo, individualismo, ahistoricidad, asociabilidad y eficacia
pragmática. El biologismo supone considerar la evolución pero no la
historia de la enfermedad y para ser realmente útil debe incorporar el
análisis de los procesos históricos y los condicionantes socioeconómicos,
culturales e ideológicos respecto de la causalidad y desarrollo de los
padecimientos. La biomedicina se instituye inicialmente en algunos países
europeos a fines del siglo XVIII y principios del siglo XIX, y en los países
americanos incluido los EE.UU., en la segunda mitad del siglo XIX
coincidiendo con la Primera Revolución Industrial, la aparición de la clase
obrera, la construcción de las ciudades industriales y la expansión colonial
del período imperialista. A fines del siglo XIX se da una discusión y
preocupación por la cuestión social que conducirá a varios gobiernos
europeos a modificar los sistemas asistenciales y a proponer medidas de
seguridad social y a la intervención directa del Estado, aún en las
comunidades políticas capitalistas liberales, respecto de los problemas de
salud (entre 1840-1870 disminuyó notablemente la tuberculosis
broncopulmonar en Inglaterra por el aumento del nivel de vida y la
salubridad y no por los avances biomédicos). En la segunda mitad del siglo
XIX se organiza la Salud Pública en los países hoy denominados
desarrollados. El Estado reconoce y asume lo social y más tardíamente el
sector salud reconoce esto mismo pero sin embargo su papel de
184

intervención en la vertiente social del proceso salud / enfermedad es aún


muy débil. Por entonces, el salubrismo tenía como objetivos convertir en
áreas productivas ciertas zonas que presentaban condiciones de salubridad
que imposibilitaban su desarrollo económico debido a la presencia de
factores endémicos (paludismo, cólera, fiebre amarilla); posibilitar el
desarrollo y el mantenimiento de la capacidad productiva de los
trabajadores para que no sean afectados y se enfermen; proteger al conjunto
de los estratos sociales, pero sobre todo a los sectores dominantes, de
contraer enfermedades.
El sector salud será utilizado como uno de los principales legitimadores a
partir de la crisis de 1929.

Frente a las sociopatías, la biomedicina ha evidenciado su escasa eficacia


tales la desnutrición o el hambre, la creciente incidencia de las
enfermedades mentales, el comportamiento sexual, la salud reproductiva,
las consecuencias negativas del proceso laboral en la salud de los
trabajadores, etc.; en varias huelgas médicas de larga duración se produjo
un hecho paradójico: disminuyó la morbimortalidad. Se ha demostrado,
también, que el número de médicos por habitante no supone
necesariamente un mejor estado de salud de la población.

El constante incremento del consumo médico y del costo en salud, el


desarrollo enfático de la biomedicina, la tendencia a la polifarmacia
indicada por la prescripción médica, el uso abusivo de tecnología médica
para el diagnóstico, la aplicación de criterios empresariales y económicos
en las formas de atención y prevención de la salud, la cartelización de la
industria farmacéutica, la concentración de las propuestas biomédicas en
los países altamente desarrollados, la indeseable transformación de la
profesión médica que de formas basadas en el profesional liberal
independiente llegó a la de profesionales asalariados en una institución
185

oficial o privada de salud y cuya ocupación depende en gran medida de las


capacidades de compra de servicios de los conjuntos sociales y de las
políticas de salud de los sectores dominantes. La producción y el consumo
en salud constituye uno de los principales rubros del gasto familiar como
a nivel del PBI de cada país.

El saber médico se desarrolló durante los siglos XIX y XX en la


universidad, el consultorio privado y el hospital público y se profesionalizó
a fines del siglo XVIII y principios del XIX. Durante el siglo XX se
desarrolla la medicina de especialidades pero, en general, no
correspondientes con los problemas prioritarios de salud.

Se produce un proceso de concentración de la atención médica y la


construcción e instalación de grandes hospitales creando, al mismo tiempo,
rasgos de despersonalización y burocratización en la relación con el
paciente.

La investigación biomédica y el avance estrepitoso de la tecnología en


medicina se autonomiza del saber médico y del ejercicio profesional; el
médico es un instrumento que aplica el conocimiento; se reemplaza la
actitud clínica por la aplicación de tecnología y la prescripción de
fármacos.
186

ATENCION DE LA SALUD Y LA
ENFERMEDAD EN PROVINCIAS
ARGENTINAS MARGINALES

Es difícil para las provincias argentinas marginales emular a los grandes


servicios y centros de atención sanitaria del mundo que poseen tecnologías
diagnósticas y terapéuticas de avanzada, líneas de investigación en
ultraestructura, biología molecular, etc., etc.

Las bases de apoyo tecnológico en materia diagnóstica son múltiples pero


comunes para muchas de las especialidades médicas tanto que, una vez
individualizada y definida la patología, sólo hay dos vertientes posibles
desde el punto de vista terapéutico: terapéutica médica o quirúrgica siendo,
en algunos casos, simultáneas y en otros preceden o subsiguen al acto
médico de inicio.
Consideramos que los servicios de atención sanitaria deberían estar
integrados en los hospitales y centros de salud; esto los hace más eficaces;
187

estimulan el conocimiento y el perfeccionamiento mutuo; contribuye a la


educación de clínicos y generalistas; enriquece al equipo de salud;
soluciona en forma rápida y con el mejor aprovechamiento del nivel
técnico-asistencial la patología de su dominio y contribuye a racionalizar la
asignación de los recursos.
Nuestro país está parcialmente inscripto dentro de los países en vías de
desarrollo y en América Latina, a la que pertenecemos, vive el 75% de la
población mundial, absorbe sólo el 17% del ingreso global, tiene el 20% de
su población subalimentada, el 50% no tiene agua potable, el 50% de los
mayores de 15 años son analfabetos, el 55% de los habitantes con
capacidad laboral está subempleado o desempleado, el 60% no tiene
atención médica, gran proporción de habitantes viven en zonas rurales o
semirurales, en bolsones de alta pobreza y con inaccesibilidad a los
servicios de salud más elementales o primarios.
Se sabe, en las provincias marginales, cuántos enfermos hay de cada una de
las patologías; existe un plan normatizado para la atención integral de los
pacientes; hay asesoramiento a pacientes y familiares acerca de las
enfermedades en general y de las de origen genético en particular; existe en
la comunidad una noción aproximada de cuáles son las afecciones que
prevalecen y la manera de prevenirlas; están preparados los médicos
clínicos y generalistas para atender la elevada cantidad de pacientes de toda
edad y condición que esta incluida en su demanda habitual; se han
preocupado los médicos por trabajar en medios carenciados haciendo
participar a la comunidad en programas de atención primaria de la salud?
Hasta lo que conocemos, la clínica médica en general se ocupa, en nuestro
dilatado y diverso país, de hacer diagnósticos comunes soslayando los
difíciles. La formación de postgrado de los médicos que aspiran a
especializarse suele ser sofisticada, costosa, extendida en el tiempo y
divorciada de la epidemiología propia del país y de sus regiones. Estos
188

profesionales, la mayoría de ellos, están sólo preparados para actuar en


centros especializados, institutos y hospitales de excelencia académica
dotados de gran infraestructura y equipamiento. Pareciera que el modelo
“científico” está alejado de las necesidades sanitarias básicas de la
población en general.
Este perfil, hace que si no se tienen condiciones de tecnología avanzada y
expertos que sepan utilizarla en todos y cada uno de los puntos del país, los
médicos no puedan arribar a conclusiones y tratamientos aceptables para
sus pacientes utilizando los viejos métodos cognitivos, semiológicos y
epidemiológicos. Cualquier especialidad médica, por más prestigio que
tenga, tiene la ventaja de permitir manejarse muy adecuadamente a través
de relaciones de conocimientos anatómicos, funcionales y patológicos aún
en medios inhóspitos o poco o nada dotados de infraestructura y
equipamiento.
En la realidad de las provincias marginales de la Argentina, el médico
especialista debe manejar pacientes en estrecha relación con clínicos y
generalistas; pensar con conocimiento de causa, antes de obrar, si es
oportuna y útil la derivación de pacientes a centros de alta complejidad,
poner límites bioéticos a su intervención y sopesar la verdadera efectividad
funcional de los tratamientos propuestos; no demorar la rehabilitación;
enfatizar en la contención y soporte de la prevalencias sanitarias que en
más del 90% tienen solución con propuestas sencillas; discernir que el
sobreabundamiento de estudios no incide mayormente sobre las tasas de
morbimortalidad; resguardar la economía del sistema sanitario; integrarse
en las redes y efectores de la atención primaria de la salud para solucionar
problemas de los enfermos y transferir conocimientos al equipo de salud;
realizar investigación clínica a largo plazo; valorar la utilidad de las
prácticas en uso; perfeccionarse, periódicamente, en centros especializados
y ser mesurado en la extrapolación y aplicación de los conocimientos
189

adquiridos; integrar equipos asistenciales de medicina general en


comunidades reducidas sin subestimar la eficacia de los primeros niveles
de atención.
Un hospital complejo y poseedor de servicios asistenciales
multidisciplinarios, debe contar con una estructura integral articulada con
las especialidades conexas y con la actividad clínica y quirúrgica general de
las instituciones de servicio.
En el interior de las provincias marginadas, las tasas de morbimortalidad
son muy altas; los pacientes merecen, estén donde estén, una respuesta
diagnóstica y terapéutica útil y en un tiempo máximo tolerable. Los
servicios de salud periféricos deben responder a las necesidades derivadas
de la cantidad y distribución de los habitantes, comunicaciones, transportes
y tener un grado aceptable de autosuficiencia. La capacitación del recurso
humano para la salud y la coordinación, entendida como la ordenación
metódica en el uso de los recursos disponibles, permite lograr un buen nivel
de integración y eficiencia.
Cada provincia marginada, debería contar con un Centro de Referencia
Sanitaria y de Rehabilitación Integral acreditado, de buena cualificación,
con dotaciones de recursos humanos especializados y entrenados, con
equipamiento adecuado, con perfil interdisciplinario y que esté integrado
por el servicio social, la rehabilitación fisiátrica e integral, las unidades de
terapia y de cuidados intensivos y el contralor, seguimiento y rehabilitación
domiciliaria.
190

DÍA MUNDIAL

ENFERMEDAD DE ALZHEIMER

21 de septiembre

ALOIS ALZHEIMER

(1864 – 1915)

Nació en Marktbreit (Bavaria)

Perteneció a las Universidades de

Würzburg, Tübingen, Berlin y Breslau

Discípulo de von Kölliker, coterráneo de

Nissl, trabajó con Kraepelin y fue amigo

de Erb.

Publicado en
www.portalesmedicos.com

Alzheimer no pudo imaginar que su nombre se haría tan famoso a partir de


la segunda mitad del siglo XX y más aún en el XXI y que la enfermedad
que estudió y describió magistralmente por primera vez se convertiría en la
causa de demencia por excelencia de la gente mayor que próximamente,
hacia el año 2025, tiene una proyección de envejecimiento sólo para la
Argentina del 18 % de su población de personas de 60 años y más y con
cifras progresivamente en alza de sobreenvejecimiento.
Alois Alzheimer (1864 – 1915) médico neurólogo, psiquiatra y
neuropatólogo alemán, presentó en 1906 y publicó en 1907 la primera
observación clínica y anatomopatológica de una mujer gravemente
demenciada que murió a los 56 años, edad avanzada para aquella época ya
que la esperanza de vida del ser humano era muchísimo menor a la que hoy
191

en día tenemos y en que la mujer, que vive más que el hombre, puede
superar cómodamente los 80 años, a causa de una enfermedad “singular y
grave de la corteza cerebral”, título de su publicación princeps. El célebre
Kraepelin la bautizó con el nombre de Alzheimer quien murió
tempranamente a los 51 años.
La enfermedad de Alzheimer, es la causa más frecuente de demencia en los
adultos mayores, por lo que siempre debe ser considerada ante la
manifestación de trastornos de la memoria en estas personas. En general, se
tiene dificultad para recordar hechos recientes y para adquirir datos nuevos;
se presentan cambios de personalidad y de la manera de ser y estar; el
lenguaje se empobrece y se torna dubitativo; hay desorientación en lugares
no familiares.
Desde las décadas de 1960-70 a la fecha, la enfermedad de Alzheimer se ha
convertido en el prototipo de las demencias que aumentaron
cuantitativamente y cuya incidencia y prevalencia son muy elevadas en
todos los países con altas tasas de envejecimiento. Las consecuencias de la
presencia, cada vez mayor, de la enfermedad de Alzheimer no sólo afecta a
las personas mayores enfermas, sino también a sus familias, a la sociedad, a
la seguridad social, a la disponibilidad de una cantidad enorme de recursos
costosos que son necesarios y que deberíamos desde ya disponer para
atender, asistir, cuidar, ayudar, auxiliar, soportar y sostener a una enorme
masa de personas mayores y a sus familias desfavorecidas, principalmente
en nuestro país, cuya problemática sociosanitaria, socioeconómica,
educativa y cultural es de solución difícil y a largo plazo en el marco de la
realidad social y económica actual de América Latina, tal vez el continente
más envejecido al momento y con elevada pobreza. El envejecimiento de la
población es uno de los mayores triunfos de la humanidad y también uno
de nuestros mayores desafíos.
192

IATROGENIA

A la memoria del Profesor Doctor Raúl M. E. Carrea; médico


neurocirujano, docente, investigador y humanista

Iatrogenia, significa etimológicamente originado en el médico. Es el mal


que el médico produce o puede producir en su condición de tal. Una lesión
iatrogénica es el daño innecesario, pero a veces inevitable, que hace el
médico en el enfermo con las consecuencias físicas, psíquicas y sociales
derivadas de un acto médico.

La iatrogenia es un concepto conocido y aceptado por los médicos y por la


mayoría de los pacientes.
Habida cuenta del tremendo avance de las ciencias vinculadas a la
medicina, los médicos se ven obligados a adquirir cada vez más
conocimientos completos, claros, precisos y actualizados y desarrollar y
perfeccionar sus aptitudes, destrezas y habilidades.
La conducta habitual del mejor de los médicos de hace 20 o 30 años –
sobre todo en ciertas especialidades – sería considerada hoy grave
negligencia o inexcusable impericia. En general, las enfermedades que
pueden ser solucionadas o curadas por procedimientos médicos o
quirúrgicos dan cierto tiempo a los médicos y a los pacientes pero, en
algunos casos, el retardo de pocas horas en la actuación médica o la
omisión de la acción terapéutica hacen la diferencia entre la vida o la
193

muerte o entre recuperación con plena capacidad o invalidez parcial o


definitiva.
El médico puede incurrir en enfermedad iatrogénica por falta de
información actualizada; por impericia; por negligencia o por el
“procastinare”, es decir, postergar para mañana lo que debe hacerse hoy;
por imprudencia al no estimar todos los parámetros del riesgo
sobrevalorando los procedimientos o técnicas médicas y subestimando la
magnitud del acontecer patológico del enfermo; por defectos de formación
médica; por incompetencia al realizar procedimientos que no son de su
incumbencia y por incapacidad basada en la falta de destreza y experiencia.
Siempre hay una lesión iatrogénica prevista en que el daño a producir
tiende a evitar o suprimir un mal mayor, esto es, el riesgo calculado.
Los servicios de salud, especialmente los hospitales, deben funcionar
como centros de promoción, protección y reparación de la salud; deben
fiscalizar, calificar y supervisar la labor médica imponiendo planes y
programas de actualización de los conocimientos médicos no sólo para los
especialistas sino también para los médicos generalistas y los médicos
rurales. Los médicos recién egresados deben recibir una formación básica
auxiliada por técnicas modernas mediante capacitación progresiva y
supervisada en un régimen de residencia hospitalaria. Los servicios de
salud deben ofrecer condiciones adecuadas para que los médicos
entrenados puedan hacer buen uso de su capacitación y los residentes
puedan aprender. Esta es la base para que la medicina institucionalizada
disminuya sus efectos nocivos y evite la iatrogenia institucional, el
excesivo uso de tratamientos ortodoxos no siempre bien probados y el
empleo mecánico de recursos terapéuticos; “vale más la claridad que cabe
en el hueco de la mano que un río de turbia erudición” (G. Marañón).
No hay invención médica, electrónica o química capaz de resolver el
problema de la potencialidad iatrogénica del acto médico. Hay ciertos
194

ambientes de “ultraciencia” que tiende a derogar todo lo clínico como


acientífico y a exaltar la tecnología médica como infalible; el médico bien
formado está en condiciones y en posición intelectual de proceder de lo
simple a lo complejo, de lo obvio a lo oscuro, observar el fenómeno total
de la enfermedad, resolver en el laboratorio de su mente la conducta de los
padecimientos orgánicos y las luchas de la personalidad humana contra su
propia condición y tener una propuesta de tratamiento para “cada persona
enferma”. La eficacia de la medicina depende en gran medida de la
metodología, la ordenación de los hechos y las estructuras teóricas que
posea quien la practique.
El diagnóstico en medicina es conocimiento de la realidad a través de sus
manifestaciones y no un ocultamiento tras una etiqueta; en todo caso,
conviene no poner nombres sabios a lo que se ignora confundiendo ciencia
con opinión.
La erudición de un médico consiste, en gran medida, en la familiaridad que
haya adquirido con la conducta acostumbrada por cada enfermedad;
siguiendo la secuencia interrogatorio, examen físico y utilización racional,
correcta y moderada de exámenes complementarios, siempre llega a un
diagnóstico lógico, eficiente y económico.
El diagnóstico es cuestión de discriminación y no de manipulación; se
puede suponer que las máquinas hacen diagnósticos y esto nos llevaría a un
grave error y a subvalorar el conocimiento de los médicos.
Los errores o defectos de técnica médica no son iatrogenia; es impericia. El
médico, por su sola presencia junto a la persona enferma es medicación, es
terapéutico; las dosis que administra pueden ser óptimas, máximas, tóxicas
o producir intolerancias y efectos adversos.
El acto médico es, cada vez, una situación interpersonal nueva, inédita,
exclusiva, sin antecedentes y con reglas de validez para cada persona
195

enferma en particular; es un acto creativo que participa, a pesar de su


apariencia técnica, de todos los caracteres de la vida misma.
La sociedad valora en el médico su competencia técnica, su formación
ético-espiritual, el respeto por la vida y su compromiso irrenunciable por
ser compañero de ruta de los padecimientos biopsicosociales que nos
aquejan.

El Profesor Doctor Raúl Manuel Eduardo Carrea, falleció en Buenos


Aires el 24 de noviembre de 1978. Personalidad relevante a nivel
nacional e internacional en el campo de la medicina diagnóstica, la
neurocirugía, la investigación neurocientífica y la docencia. Incorporó
por primera vez en nuestro país la tomografía axial computarizada
para la exploración del cerebro. Egresó con Diploma de Honor en 1942
de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad de Buenos Aires.
Actuó como investigador asistente del Profesor Pío Del Río Hortega,
del Instituto de Investigaciones Patológicas Ramón y Cajal de la
Institución Cultural Española de Buenos Aires. Profundizó sus
conocimientos en la Universidad de Columbia. Fue Jefe del Servicio de
Neurocirugía y Neurología del Instituto de Oncología Angel H. Roffo
(1948-1953). Ejerció, desde 1957, la Jefatura del Servicio de
Neurocirugía de la Sala XVIII del Hospital de Niños de Buenos Aires.
Fue Director de Salud Mental (1958) del Ministerio de Asistencia
Social y Salud Pública de la Nación. Profesor Regular de la Facultad
de Medicina de Buenos Aires. Director del Centro de Investigaciones
Neurológicas del Instituto Torcuato Di Tella y Centro de Tomografía
Computada de la Fundación para la Lucha contra las Enfermedades
Nerviosas de la Infancia (FLENI). Desempeñó la presidencia de la
Sociedad Internacional de Neurocirugía Pediátrica. Fue Editor
permanente de la Federación mundial de Neurocirugía y Child´s
196

Brain. Dejó numerosos y calificados discípulos; publicó numerosos y


valiosos trabajos científicos y fue, durante mucho tiempo, el más citado
en la bibliografía internacional de la especialidad.
197

VOLVER A LA MEDICINA SOCIAL

Vinculando la presente nota con la situación sanitaria catastrófica que


todavía nos aqueja y nos duele, pensamos que debemos insistir en retomar
varios de los aspectos de la medicina preventiva, que es sólo un aspecto de
la medicina social. Todavía estamos soportando renovados embates de las
enfermedades endémicas que están agazapadas y que, en cualquier
momento, de acuerdo con las condiciones favorables que éstas encuentren,
explotarán como epidemias incontrolables.

La “medicina social”, es la realización social de la asistencia médica y no


debe confundirse con la “sociología médica”, que es el estudio científico
del momento social de la enfermedad, su prevención y su tratamiento o con
la “sociopatología o patosociología” que tiene que ver con las causas de
origen social (etiología social) del enfermar.
198

El enfermo no es sólo un “caso clínico” es también “persona” y un “sujeto


social” o biopsicosocial y miembro de un grupo humano con características
propias desde el punto de vista social, cultural, económico, político y
psicológico.

La enfermedad humana es un proceso en su instalación y en su reparación;


es un complejo psico-orgánico-social vinculado íntimamente a la biografía
personal y social. Desde los escritos de Hipócrates, Maimónides, Paracelso,
Ramazzini, John Peter Frank, Virchow, Salomón Neumann, A. Grotjaher y
sin olvidar a Ramón Carrillo, Maurín Navarro, Carlos Alvarado, Arturo
Oñativia, Germán de Arciniegas en América Latina, se ha demostrado
hasta el cansancio que hay causas preponderantemente sociales
generadoras de enfermedad: polución atmosférica, tóxicos, agentes físicos,
pobreza, falta de educación, agentes terapéuticos mal usados.
En general, hay enfermedades de origen genético, ambientales y sociales.
La consideración del enfermo como miembro de un grupo social, permitió
legitimar la medicina como “ciencia social” (1848) y ello produjo no sólo
un cambio en la apreciación del enfermo sino también en los planteos
modélicos y operativos para su asistencia.

En el siglo XIX, la alta morbilidad estaba condicionada por efectos de la


revolución industrial, enfermedades y accidentes profesionales, trabajo en
fábricas y minas, expansión comercial, urbanización creciente,
construcción de grandes obras de infraestructura, intoxicaciones inéditas,
pobreza en los suburbios industriales, mala alimentación, viviendas
insalubres, barrios mal urbanizados, jornadas laborales extenuantes, trabajo
de los niños, falta de salud mental en el campo laboral tuvo como
consecuencia el aumento de la frecuencia de las enfermedades habituales,
aumento de las cifras de mortalidad y la producción de “nuevas”
enfermedades.
199

Los médicos fueron los primeros en denunciar estos hechos desde la


publicación “La miseria del pueblo, madre de enfermedades” (John P.
Frak; Universidad de Pavía; 1790) hasta nuestros días. La sociedad,
sanitariamente mal protegida, es el campo propicio para la instalación de la
enfermedad epidémica; el planeta, ya en esa época y también ahora, se
había lanzado a la empresa de la expansión comercial, industrial y urbana
con pauperización creciente de las mayorías y una insolente injusticia
social.

La tuberculosis pulmonar fue mirada desde la óptica social; se incorpora la


noción de neurosis laboral e industrial y se advierte acerca del aumento de
las tensiones psicosociales que derivan del trabajo insalubre; el “cólera
asiático” no respetó a nadie como hoy sucede en la Argentina con el
dengue avasallando la salud especialmente de los grupos humanos de bajo
nivel económico, sin recursos y sin asistencia.

Se hace necesario reinstalar el interés social y político por estos problemas


(accidentes laborales, discapacidad, epidemias) y volver a incorporar la
idea o el paradigma de que la ciencia y la justicia social permiten el logro
de una profilaxis de la enfermedad tan eficaz como total. En Europa
(1842), la esperanza de vida era de 35-40 años para los aristócratas; de 22-
25 para los artesanos y comerciantes; de 16-20 para los obreros
industriales. En 1914, la cifra media de esperanza de vida superaba los 50
años por el solo hecho de haber mejorado las condiciones de vida y del
trabajo: alimentación, urbanismo, vivienda, vacunaciones, educación
creciente de las masas populares, aumento de los derechos para todos,
participación en la distribución de la riqueza, acceso a la educación y la
cultura, creciente confianza en las posibilidades de la medicina.
200

“La medicina es una ciencia social y la política no es otra cosa que


medicina en gran escala”, escribía Virchow joven. En el siglo XX, se
produce la reforma sanitaria después de la Primera Guerra Mundial. Antes,
los enfermos estaban estratificados por clases sociales: “clase alta”,
atendida en consultorios privados, en su domicilio o en los sanatorios por
profesionales de alto prestigio y de elevados honorarios; “clase media”,
atendida por médicos baratos en su domicilio o en los servicios de las
asociaciones para la ayuda mutua; “clase baja”, al “hospital de
beneficiencia” con pocos recursos pero con aplicación de una medicina
actualizada ejercida por excelentes profesionales.

La medicina, se va tornando cada vez más eficaz y cada vez más cara. El
obrero industrial y más tarde el trabajador rural reivindicaron y exigieron
ser atendidos aceptablemente bien en sus enfermedades y accidentes y
obligaron a introducir en la agenda política esta realidad; los estados
tuvieron que buscar, incorporar e implantar alternativas de asistencia
sanitaria accesibles y con equidad social.

En la rusia zarista se constituye el sistema Zemstvo de asistencia médica


gratuita a través de una red de médicos funcionarios y centros sanitarios
rurales; en la Alemania Guillermina, las Krankenkassen (cajas para
enfermos) de Bismarck, conformadas con el criterio de un seguro médico
unificado y centralizado que, entre otras cosas, estaba destinado a contener
el creciente malestar del mundo obrero; fue aprobado parlamentariamente
en 1864 y adoptado por Austria (1886), Hungría (1891), Luxemburgo
(1901), Noruega (1909), Suiza (1911). En Inglaterra, se crea el Seguro
Nacional de Salud por ley (1911; Lloyd George) como un servicio médico
unificado dentro de un amplio sistema de seguridad social. Se forman
enfermeras profesionales (Florence Nightingale en el St. Thomas Hospital
de Londres); se construyen las ideas sobre la práctica médica en equipo; se
201

instala la parcelación edilicia y funcional de los hospitales; se abandonan


las prácticas coercitivas y se establecen los criterios de salud humana y sus
cuidados; se aplican las estadísticas al estudio de los problemas sanitarios;
se desarrolla la higiene científica con proyección social (alcantarillado,
aprovisionamiento y depuración de aguas, tratamiento de la basura, luchas
metódicas contra enfermedades endémicas y profesionales, planeamiento
de la acción sanitaria).

La tarea no ha sido concluida. Nuevos desafíos y nuevas enfermedades a


resolver existen para la medicina social, en un siglo XXI caracterizado por
la explosión demográfica, el envejecimiento poblacional, la polución, el
deterioro global del medio ambiente, el progreso tecnológico del transporte
y las comunicaciones; las acciones bélicas que no cesan; el consumismo
indebido; la inequidad social; la pobreza; la vivencia de las crisis como
hábito o estado; la incertidumbre de la vida cotidiana y laboral; los duros
contrastes sociales; el azoramiento ante la realidad; la desorientación; el
repudio del pasado inmediato; el autoengaño originado en la virtualidad; el
quiebre de ideas y valores presagian la necesidad impostergable de avanzar
aún más, mucho más, en la medicina social.
202

HABLEMOS ACERCA DE LA MUERTE

Las edades y la muerte


Hans Baldung Grien
Museo del Prado de Madrid
1539

No es el hecho ineluctable y definitivo de la muerte sino la certidumbre de


la muerte como destino final propio y de todos nuestros semejantes lo que
nos convierte en humanos por encima de la razón o el lenguaje.

Los agujeros negros más significativos para el hombre y la mujer


contemporáneos, y por tanto para los distintos ámbitos de la antropología,
psicología y teología actual son: la soledad, la culpa, la enfermedad, la
vejez y la muerte. Frente a ellos fracasan muchas de las conquistas técnicas
203

y las reflexiones filosóficas de las que nos sentimos tan orgullosos los
ciudadanos del siglo XXI.

La muerte constituye, en cualquier momento, el desenlace inevitable de


nuestras vidas; por muchos riesgos que podamos evitar la vida está perdida
de antemano. La genérica muerte que nos hermana y nos nivela nos permite
descubrir que somos seres humanos únicos e irrepetibles.

La muerte es una realidad excesivamente familiar por la frecuencia y


evidencia con que se presenta en nuestro entorno y, sin embargo en nuestro
medio cultural, aparece en gran manera tabuizada, negada o confinada
entre las paredes del hospital o del cementerio.

La muerte día a día se abre paso y está con sus exigencias de


imprevisibilidad, irreversibilidad, inevitabilidad y universalidad,
recordándonos de manera evidente nuestra condición de seres contingentes
y vulnerables.
No podemos dar nuestro cuerpo por garantizado pero si por perdido de
antemano ya que se deteriorará durante la marcha y los quebrantos.
Todas las sociedades y todas sus culturas han querido combatir contra la
muerte y prometer una victoria social contra ella procurando hacer
trascender nuestro destino físico con símbolos e ideologías
inmortalizadoras.
Ante la transitoriedad de casi todo y de uno mismo, se procura la
inmortalidad social y el permanecer de algún modo en la memoria colectiva
o en la historia. Queremos forzar una inmortalidad que nuestra realidad nos
niega.
Otra cosa es tener el propósito racional de vivir con perspectiva de
inmortalidad pero sabiéndonos mortales.
La “otra vida” es una compensación que enmienda, suaviza, tranquiliza y
sublima las zozobras de la vida que tenemos o padecemos; la muerte, en
204

esta situación, es sólo un trámite necesario e intrascendente que anticipa


una vida inacabable, invulnerable, eterna y sin posibilidades de morir
nuevamente.
La muerte nos preocupa porque no la asumimos seriamente como lo que es:
cesar de ser.
En la muerte no hay nada que temer (Epicuro, Lucrecio); si estamos
nosotros aún no hay muerte; si está la muerte, no estamos nosotros; la
muerte no es buena ni mala, es el final de todo bien y de todo mal y nada
sobrevive a ella.
Los humanos no somos propuestas inalterables y eternas; encarnamos una
peripecia fugaz.
Deambulamos por el azar en un laberinto y vivimos por azar, es decir,
vivimos permanentemente en una mezcla de incertidumbre y de fatalidad.
Tal vez, el hombre no tenga tanta voluntad de vivir o de poder sino ante
todo voluntad de futuro. El hombre es un ser práxico, es decir que actúa y
actuar es llevar a cabo un proyecto que trasciende lo instintivo. Con su
cerebro, que es el órgano del pensamiento y la acción, el hombre conoce,
delibera, valora, elige y decide.
La muerte es destino, es lo no elegido, lo inevitable, lo inexorable que
obtura o relativiza la libertad humana; el tiempo y la muerte forman nuestro
destino.
Aunque no haya vida más allá de la vida, la aventura humana no está en la
duración de la vida sino en su intensidad; mucha vida no es siempre vida
larga. Por ello conviene alejarse de la tiranía medicinal de la salud
(medicalización de la vida individual y de la sociedad) y de la obligación
de mantenerse siempre joven so pena de ser considerado o de estar enfermo
y además ser culpable por ello.
205

La mayor dificultad al abordar la cuestión que representa el tema de la


muerte se da respecto a que tiene aspectos culturales, filosóficos,
religiosos, sociales y psicológicos, entre otras razones.
El proceso de aceptación social de una definición de muerte está en
realidad consensuada por la comunidad médica para fines exclusivamente
médicos (trasplante de órganos y limitación terapéutica), por más estricta
que sea desde el punto de vista científico y por más altruista que sea su
finalidad no resuelve el problema existencial y moral del fin de una vida
humana.
El acontecimiento que supone morir no se agota en una buena definición
desde el punto de vista médico o legal, ya que es una experiencia en la que
está en juego lo más íntimo de la esencia humana.
Está acordado que lo primordial de un ser humano, de una persona como
tal, y cuya ausencia determina su muerte, no se halla en ningún órgano que
pueda ser reemplazado por otro similar o sustituido por un artefacto
producto de la tecnología, que realice la misma tarea. Es, en términos
generales, la tarea del cerebro, que coordina toda la actividad del
organismo, la que nos identifica como las personas que somos.
El bioeticista español Diego Gracia Guillén llega a una conclusión
sumamente interesante: “…que el concepto de muerte natural no existe,
que la muerte no es un hecho natural, ya que siempre está mediatizada por
la cultura. La muerte es un hecho cultural, humano”.
Tanto el criterio de muerte cardiopulmonar, como el de muerte cerebral y el
de muerte cortical son construcciones culturales, convenciones racionales,
pero que no pueden identificarse sin más con el concepto de muerte natural.
No hay muerte natural. Toda muerte es cultural. Y los criterios de muerte
también lo son. Es el hombre quien dice qué es la vida y qué es la muerte.
La muerte es la certidumbre máxima de la biología, pero en los seres
humanos es insuficiente para explicar el fin de la vida. No somos
206

únicamente seres vivientes mortales, tampoco dioses. Estar balanceándonos


en ese frágil puente imaginario entre la finitud real y la trascendencia ideal
nos ha llevado a crear la cultura, la ciencia, la religión, la filosofía. En la
medida que al pensar la muerte no tengamos en cuenta todas estas
dimensiones la tarea no habrá sido totalmente cumplida y sus resultados no
serán enteramente satisfactorios.
Quien se sabe mortal ama la vida, porque ésta le ha llegado por azar y
porque la perderá sin remedio. Nos encontramos viviendo en una sociedad
que, siendo mortal, rechaza la muerte. La muerte es un personaje incómodo
al que se desea olvidar, excluir, no hablar de ella.
Este deseo de olvidar puede tener más éxito para quien no trabaja junto a
los enfermos, en continuo contacto con la muerte y con su miedo; la
sociedad le encarga a los profesionales y técnicos de la salud que luchen
contra la muerte y le endilgan la responsabilidad sobre ella.
Se generan conflictos difíciles de resolver, especialmente cuando la
muerte se adueña del escenario provocando profundas angustias en el
equipo sanitario y conductas de esquivamiento, de huída, sensación de
fracaso, y esto suele ser sustituido a veces por una puesta en marcha de un
activismo desmesurado de tipo técnico, cuya finalidad consiste en “salvar”
al enfermo a ultranza, pero cuya motivación mas profunda suele ser el
apaciguamiento de la ansiedad, del malestar y de los sentimientos de
impotencia de quien asiste al enfermo.
Se trata de mecanismos defensivos de negación del equipo de salud, que no
esta preparado para aceptar la “pérdida”, es decir, la derrota de quién más o
menos conscientemente se considera a sí mismo y es considerado por el
enfermo y por sus familiares como un sanador omnipotente. A los
estudiantes de medicina en la Universidad se les enseña a salvar vidas
aunque debutan con cadáveres en los anfiteatros de anatomía.
207

Más adelante, la muerte de nuestro enfermo la vamos a interpretar como un


fracaso profesional, no estamos preparados para ayudar a los enfermos en
el final de sus vidas, cuando lo primero que nos deberían haber enseñado
es: Si puedes curar, cura. Si no puedes curar, alivia. Si no puedes aliviar,
consuela.
La sociedad, en términos generales, también percibe la muerte como un
evidente fracaso de la ciencia. Es la constatación dolorosa y continua de la
derrota del progreso científico. La medicina siempre tendrá sus límites,
defraudando a los propios médicos y a la gente. Viendo morir a un hombre,
es a nosotros mismos, en realidad, a quien vemos morir. Medicalizar la
muerte, como hemos dicho, es una hiperactividad terapéutica, tan valiente
como inútil y fútil.
La futilidad, en nuestro caso, es aquello con lo que no puede cumplirse el
objetivo fisiológico y social de una acción. Los objetivos fisiológicos son
del organismo no del órgano y desde el punto de vista cualitativo mediante
lo que yo estoy haciendo, lo único que logro es una dependencia absoluta
de los medios de soporte.
De acuerdo con los objetivos sociales, la calidad de vida de una persona
enferma debe ser definida por el propio paciente o sus familiares en el caso
que el paciente no pueda ejercer su autonomía, y no por el médico. Para
ejercer la autonomía se debe tener información y que esta información sea
relevante, es decir, no debe haber una conspiración del silencio pero
tampoco un encarnizamiento informático.
Se puede cooperar con una muerte digna, asumiendo esa muerte y evitando
el dolor, recibiendo y transmitiendo afecto, con lucidez, con presencia y
palabra de esperanza.
208

TRABAJO SOCIAL CON ADULTOS


MAYORES

La gerontología, es un campo aplicado que pertenece a todas las disciplinas


científicas y a todas las profesiones que puedan tener relación directa o
indirecta con el proceso del envejecimiento humano. Conviene percibir el
fenómeno del envejecimiento humano como una construcción social. Los
viejos han adquirido un peso absoluto y relativo en el medio social y
familiar y tienen una serie de limitaciones, obstáculos y necesidades
simultáneas que deben soportar y necesitan obtener una o varias respuestas
a situaciones percibidas y consideradas como problemáticas. Así como no
es posible fraccionar a los viejos en sus aspectos biológicos, por un lado, y
psicológicos y sociales por otro, tampoco debe brindárseles respuestas
parcializadas ni programas aislados con enfoques unidimensionales.
Las necesidades de una población anciana son complejas; los viejos no
forman un grupo homogéneo, tienen variedad etaria, económica, sanitaria,
étnica, cultural, social y espiritual y por ello sus tratamientos implican
distintos tipos de intervención con la concertación de abordajes
interdisciplinarios tratando de evitar la sola mirada disciplinar y enfocando
209

los instrumentos de los soportes, ayudas, asistencia, auxilios y cuidados en


un contexto operativo multidimensional, continuo, progresivo e intensivo
apropiado a cada persona mayor.
El trabajo social como praxis, se basa en la intermediación entre las
necesidades sociales y los recursos y en los eventos humanos
problemáticos constituidos por las personas y su situación. Interviene sobre
los efectos de las contradicciones coyunturales y – si fuese posible –
estructurales de la sociedad que impactan en las condiciones de vida de los
sectores más desfavorecidos o vulnerables, estableciendo el vínculo entre
los recursos y satisfactores y las necesidades y carencias involucradas en
cada intervención; organiza, administra y presta servicios, previene y
rehabilita situaciones problemáticas de índole social. Provee, con carácter
de inmediatez paliativos materiales y apunta a recrear los fundamentos de
la promoción y dignidad humana y la justicia social.
El trabajador social, es un “trabajador olvidado”, recluido o refugiado entre
los papeles de la administración burocrática o subsumido en la realidad de
las organizaciones e instituciones. El trabajador social, que tiene una
formación profesional orientada hacia la promoción social y el desarrollo
humano, soporta una contradicción en su realidad laboral que se expresa
por indiferencia desde los diferentes núcleos de poder que niega, la más de
las veces, toda posibilidad promocional y preventiva en su accionar.
Todavía existe una falta de reconocimiento de los agentes profesionales del
trabajo social en cuanto a la dimensión política de la profesión y a su
carácter de actores sociales imprescindibles. Los trabajadores sociales,
deben obtener información sobre los hechos, reunir datos confiables y
significativos, reflejar fielmente la información obtenida para aportar a una
eficiente intervención. El modelo de abordaje e intervención del trabajo
social en situaciones problema con adultos mayores, actualmente, es más
extensivo y abarcativo y sobrepasa el plano asistencial; interviene en la
210

práctica médica y legal, en mayores abandonados, maltratados o


internados, en el contexto social y familiar cotidiano del viejo y dispone de
insumos para instrumentar acciones paliativas. No se puede admitir, de
acuerdo con algunos aspectos de la realidad expuesta, que los trabajadores
sociales que se ocupan de los adultos mayores tengan una actividad
profesional intermitente, acotada y poco profunda. En la tarea diaria, los
trabajadores sociales se enfrentan con mayores seniles, con situaciones de
conflicto, enfermedades invalidantes, violencia doméstica, situaciones de
abandono, alteraciones de roles familiares, dificultades en el pasaje de los
períodos del ciclo vital, disfunciones comunicacionales, pobreza, etc.;
resistencias de las instituciones y aún de profesionales para focalizar el
trabajo cotidiano o implantar programas y propuestas de actuación más
extensivas y de mayor impacto. Las políticas sociales, muy tibias para
nuestro gusto, ponen el énfasis en la provisión de recursos materiales – si
los hubiere suficientemente – y desaprovecha las potencialidades
sociopsicológicas y culturales en la intervención de los trabajadores
sociales. El trabajador social debe escuchar, comprender y tratar de buscar
salidas y soluciones a la situaciones problema planteadas y, entre otras
cosas, debe ocuparse de la pérdida de la madurez y la responsabilidad filial
en el cuidado integral de los mayores por parte de sus familias y, en
consecuencia, debe trabajar con el anciano y además también con las
familias. La intervención del trabajador social en las situaciones problema
de las personas de edad es un “encuentro” que permite establecer una
relación de ayuda no sólo asistencial sino también promocional y
autogestionaria con control de auditoria social y vigilancia del
cumplimiento de los derechos de las personas mayores. Puede ser
individual, grupal, institucional o comunitario. El trabajador social es parte
integrante del sistema relacional: grupo familiar – contexto social –
institución. La demanda, que da origen a la intervención profesional, es
211

formulada mayoritariamente por los adultos mayores o sus familiares con


el sólo intento de depositar el problema en el trabajador social y a través de
él en la institución para que lo resuelva “mágicamente”. Muchas veces, es
difícil establecer el vínculo profesional y disminuir el nivel de ansiedad y
exigencia del demandante, habida cuenta que el anciano no dispone de
muchos espacios para la expresión de sus necesidades y frustraciones. Es
un gran esfuerzo, por parte del trabajador social, asesorar desde la
persuasión para el cambio de opinión y de actitud de una persona mayor. El
trabajo social con adultos mayores es insalubre y, en todo caso, merece
mayor reconocimiento y protagonismo.
212

¿ THAT´S ALL ?

Murió mi padre Samuel José Strejilevich (Carlos Zol, artísticamente);


marzo de 2000. ¿That´s all? (¿Esto es todo?), me dijo mi padre el 13 de
febrero de 2000 con 90 años y más, conversando conmigo - su único hijo -,
mi mujer y mi anciana madre, ese domingo por la tarde en el Hogar
Israelita Argentino para Ancianos en Burzaco, Provincia de Buenos Aires.
Cumplía consigo mismo y con nosotros en resumir su vida (y la de casi
todos) con ese sentimiento trágico pero no patético, que hace que la muerte
siempre sea nimia e inconsistente si no se ha sabido establecer, en el
proceso de la vida, valores esenciales en los que apoyarse, defender y
jugarse por ellos sin vacilación y sin renunciamientos.
Mi padre, el viernes 3 de marzo de 2000 moría en plena lucidez, en
absoluta soledad en una clínica de las inmediaciones perdiendo la
oportunidad, que seguramente hubiera querido tener, de morir acompañado
con los pocos que quedan a las alturas de tamaña edad y en la comunidad
de ancianos que convivió con él en estos últimos años.
Ese domingo, mi padre sabía (todos lo sabemos), prescindiendo de
médicos, diagnósticos, estudios y pronósticos que a poco andar iba a morir;
no se expresó en este sentido en forma directa pero buscó entre sus cosas
los manuscritos del libro que escribiera como residente en el hogar para
ancianos durante los últimos cinco años; escribió en las noches hasta las
madrugadas, sin tabaco, sin importarle el deterioro y la enfermedad que le
corroía y al lado de mi madre, velando creativamente su sueño nocturno
accidentado y tormentoso.
El libro no se concretó como producto; fue escrito con sacrificio y pasión;
sirvió para justificarse y proyectarse; miró desde adentro su propia
ancianidad y miró y dibujó las imágenes sugeridas por los otros mayores y
213

los actores institucionales que los cuidan. Dios sabrá por qué lo hizo; no era
muy biologista, tan práctico al uso, tan eficaz y eficiente como se pretende
que sea la gente hoy en día; era románticamente trascendente.
Los ancianos que están o viven en una residencia para mayores, tienen allí
su última morada. Es difícil asumir esa realidad pero conviene adaptarse a
ella, se sufre menos y se convive mejor; al descartar la nimiedad se rescata
lo que puede haber de trascendente y se es más feliz compartiendo. Cuando
el ambiente es protésico y continente, ayuda a envejecer, a aceptar la
enfermedad, el deterioro y hasta la muerte.
¿That´s all?, me dijo mi padre al realizar el balance antes del fin.
El fue conocido y admirado, querido y odiado, amigo de los amigos y de
sus enemigos; escribió libros, plantó árboles, construyó un hijo, amó a su
mujer por setenta y dos años; le dio trabajo a la humilde y pobre Eva
Duarte (más tarde de Perón); fue amigo y compinche de Enrique Santos
Discépolo, Libertad Lamarque, Elsa O´Connor, Tita Merello y tantos otros.
Transmitió el sepelio de Carlos Gardel por la “broadcasting” de LR3 Radio
Belgrano al país, parado sobre una mesita de café en Corrientes y Río de
Janeiro; silenciaba a las multitudes alocadas de aquella época en los
festivales del Luna Park; alternaba con multitudes y con encumbrados sin
perder sus comunes rasgos; impulsó la olivicultura en Argentina; escribió
toneladas de papel para la radiotelefonía, la TV, el teatro y para actos
públicos de todo tipo; fue maestro de locución, en la época de los Thorry,
Font Saravia, D´Agostino, la Revista Dislocada, los Cinco Grandes del
Buen Humor, Troilo, D´Arienzo, Laurenz y Mafia; era Emelco en los cines
y la prensa escrita y radial.
Fue la época de oro de la radio; luego vino la televisión; fue una época
comunicada y comunicativa pero no mediática. Se le adjudicaron romances
novelescos promocionados por revistas y diarios del ambiente, mientras mi
madre guardaba el anillo de casamiento y le arreglaba el moño del cuello
214

de la camisa antes de ponerse el smoking (en aquella época, no “convenía”


que los animadores fueran casados porque perdían su “atractivo”).
Renunció muchas veces a la “guita” fácil; murió con lo puesto; heredé
solamente los manuscritos de un libro posible.
El entierro fue como las normas lo indican y exigen, como él no lo hubiera
querido. Un estuche austero lo cobijó hasta su sepultura en tierra; el cortejo
también fue austero, mi anciana madre, el hijo, dos ancianas de la
residencia para mayores en un remise pobretón que se alquila para todo
servicio hacia el cementerio de Berazategui, en la lejana provincia de
Buenos Aires.
El tránsito y los transeúntes ausentes y atareados bajo la canícula del
mediodía, el largo camino pavimentado desde Burzaco al cementerio de
Berazategui bordeado de mugre, desperdicios, chatarra, villeros,
oportunistas y desocupados.
Es lo que hubiera querido; no le gustaba el prestigio malhabido, el dinero y
el status simbólico que se le suele dar a la gente cuando muere. Obras son
amores – me decía -; estoy orgulloso de él; no sé si lo he merecido.
CARLOS ZOL (Samuel José Strejilevich; 17-01-1910 / 03-03-2000).
Escribió (entre otras muchas cosas) los libros “Adán, jugó y perdió. Relatos
de tierra adentro”; “365 días locutor. La radio por dentro y por fuera”;
“Transmite XYZ. Sintoniza el hombre de la calle”; “Repertorio para 7
domingos. Jornadas del campo y la ciudad”; “Crónica sentimental de un
viaje”; “La hechicera de Castilla” de Schalom Asch (traducción y prólogo
directamente del idioma original con Abraham Maler); “Cháchara” (entre
los 85 y 90 años; inédito). Fue Miembro Titular de Argentores (Sociedad
General de Autores de la Argentina); fundador de la Sociedad Argentina de
Locutores; Primer Locutor Nacional (con Juan Carlos Thorry); Director
Artístico de LR3 Radio Belgrano (época de Jaime Yankelevich) y autor de
la Ley Nacional de Olivicultura.
215

CARTA A MI MADRE

en el HOGAR ISRAELITA – ARGENTINO PARA ANCIANOS DE


BURZACO

Hoy, día 2 de octubre de 2002, Rosita, mi mamá, cumple 90 años de edad.


Ruego, con toda la insistencia de que soy capaz, que alguno de los
inefables amigos del Hogar para Ancianos, se acerca a ella y que haga de
vocero de mi persona. Se que lo que estoy pidiendo es difícil y
comprometido y, siempre, se traiciona buenamente o no se traduce
acabadamente el sentimiento estructural de amor que siento por ella desde
siempre como hijo y como persona.
A estas alturas, después de tanto andar, ella y yo, no puedo percibir,
tampoco importa, si la relación con mamá tiene su raíz en lo biológico que,
muchas veces, suele ser un accidente.
Se, absolutamente lo sé, que mi condición de hijo es insospechablemente
deseada y querida por Rosita y por José, en otro tiempo, en que se creía y
se cantaba al amor en términos mucho mas líricos que hoy.
A mamá, persona, le debo su cariño, la rigidez de su conducta, la
insobornable honestidad, el estilo racionalista y socializante de su visión
del mundo, las batallas por la dignidad, la autoestima y el servicio a los
demás, las ansias incontenibles de justicia, la defraudación de la existencia
ante lo horrible de la realidad, la noción de libertad responsable, el aprecio
por el arte, la cultura y el pensamiento, el amor por la patria y el
reconocimiento de nuestros orígenes, el querer arreglar el mundo casi solo,
el pesimismo constructivo de sus acciones..., tantas cosas.
Mamá, si puedes entenderme, concíliate con la vida; tira por la borda tanta
tarea; resígnate a las pérdidas; confía sin distraerte; acepta que has elegido;
216

abandona la culpa ya que no cargas con ninguna; discúlpame de no estar a


tu lado físicamente.
Hemos debatido casi todo; la más de las veces hemos coincidido, lo que es
una maravilla; afortunadamente, siempre nos ha quedado algo en el
tintero...
Celebro, jubilosamente, que hayas entrado en la mayoría de edad pero, te
ruego, que si se te ocurre hacer balance, des por descontando que te será
favorable.

Tu hijo, que te ama; Leonardo


217

GERIATRÍA

Ignatz Leo Nascher

El término geriatría se incorpora a la terminología médica hacia el año


1909, fecha en la que I.L. Nascher publica en el New York Medical Journal
un artículo titulado: «Geriatrics: The diseases of the old age and their
treatments», solicitando una medicina específica y distinta de la tradicional
para la mejor atención de los pacientes ancianos.
La medicina geriátrica moderna surge en Gran Bretaña alrededor de 1935
de la mano de la doctora Marjory Warren, cuando fue destinada al West
Midd-Lessex Hospital encargándose de la asistencia del adyacente
hospital-asilo de los pobres a los que diagnosticó, evaluó y rehabilitó como
pudo, logrando metas no sospechadas que no pasaron inadvertidas por sus
colegas.
La doctora Warren en una de sus publicaciones, en 1946, sobre ancianos y
pacientes crónicos incapacitados decía: «No hay duda en absoluto que estos
pacientes han sido inadecuadamente tratados en el pasado y con frecuencia
continúan recibiendo una atención insuficiente y escasa, si es que reciben
alguna, en una atmósfera que pierde la comprensión con su edad y
218

condición. La profesión médica, habiendo tenido éxito en la prolongación


de la vida del hombre, no debe seguir fallando en asumir su responsabilidad
con el anciano enfermo o que se vuelve débil. Se necesita urgentemente un
cambio en la actitud del cuidado y tratamiento de los enfermos crónicos».
Hoy sabemos que la vejez no es una enfermedad, que es esencial hacer
diagnósticos concretos y con certeza en los ancianos, y que el reposo y la
inactividad prolongados pueden ser peligrosos.
Hoy en día son inaceptables en adultos mayores el diagnóstico médico
incompleto, la sobreprescripción de medicamentos, el uso inadecuado de
la asistencia sociosanitaria, cuidados permanentes, continuos y progresivos,
auxilios, soportes, ayudas, contralor y seguimiento, acompañamiento,
ayudas técnicas y la infrautilización de la rehabilitación.
En nuestra realidad hay pobre coordinación entre servicios e instituciones
sociosanitarias destinadas a los adultos mayores que imposibilitan la
continuidad de la atención, seguimiento y cuidados y en casi todos los
casos institucionalización inadecuada.
Hay que asegurar a los adultos mayores de nuestro país: el diagnóstico
médico completo con valoración geriátrica integral, tratamiento integral
médico, funcional, psicológico y social, coordinación mediante niveles
asistenciales que garanticen la continuidad de cuidados, así como la
supervisión de los ancianos institucionalizados. Esta metodología de
trabajo debe ofrecer un tratamiento al paciente anciano que sea
individualizado, que se ajuste a sus necesidades en función de la fase del
proceso patológico que presenta.
Si no tenemos en cuenta estas premisas básicas en la manera que se
proporciona atención médica al anciano, prolongaremos su vida a costa de
su discapacidad y su dependencia.
La geriatrización de la medicina ya es un hecho quedando reflejado en las
tasas de consumo de recursos sanitarios por parte de este grupo
219

poblacional, obligando, por un lado, a las instituciones a adaptarse a las


nuevas necesidades de este gran consumidor y, por otra, los profesionales
que asisten a adultos mayores tendrán que tener mayor capacitación,
cualificación y excelencia prestando más calidad en la atención con la mira
orientada a dar y facilitar la mayor calidad de vida posible.
La asistencia sociosanitaria de pacientes adultos mayores debe tener en
cuenta la heterogeneidad de la población mayor de 65 años: anciano sano,
anciano enfermo, anciano frágil y paciente geriátrico, las peculiaridades de
las enfermedades en los mismos: presentaciones atípicas de las
enfermedades, la fragilidad como marcador o indicador de vulnerabilidad
en las personas mayores, la pluripatología: varias enfermedades pueden
afectar a distintos órganos o sistemas relacionados o no entre sí. Se ven
favorecidas por algunos factores: alteración de la capacidad de mantener
constante el medio interno, interacción de unos sistemas con otros, largos
períodos de latencia de muchas enfermedades hasta hacerse sintomáticas,
alteraciones inmunitarias e yatrogenia, la polifarmacia: el aumento del
consumo de fármacos suele ser consecuencia de lo anterior y, en
ocasiones, por sobreprescripción, uso inadecuado, efectos adversos e
yatrogenia, tendencia a la cronicidad y frecuente incapacidad: alta
prevalencia de enfermedades crónicas y degenerativas, que originan
dependencia con sobrecarga de los cuidadores y alto porcentaje de
institucionalizaciones, pronóstico menos favorable de las enfermedades:
éstas asientan en un organismo con menor reserva funcional y capacidad de
respuesta a estresores externos, no justificando la abstinencia diagnóstica y
el tratamiento oportuno, ya que se comprueba a diario que un enfermo bien
diagnosticado y tratado responde mejor de lo que esperaríamos,
dificultades diagnósticas y terapéuticas: tanto las actitudes diagnósticas
como terapéuticas en geriatría deben guiarse por el binomio
riesgo/beneficio siempre buscando este último, teniendo en cuenta la
220

opinión del anciano y siempre tras una correcta valoración geriátrica


integral que justificará el realizar o no determinadas medidas diagnósticas o
terapéuticas, mayor utilización de recursos sanitarios: los ancianos tienen
una tasa de ingresos hospitalarios doble al de la población general, siendo
el triple el de los mayores de 80 años, prolongación de la estancia
hospitalaria en muchos casos ligados a la mayor dependencia, abandono
familiar e yatrogenia, gran número de reingresos, mayor necesidad de
rehabilitación: interactivas; siendo, por otra parte, en este grupo
poblacional donde con más frecuencia inciden enfermedades
discapacitantes. Uno de los objetivos de la geriatría, como hemos señalado,
será el mantenimiento de la autonomía y la función a través del uso de la
rehabilitación temprana, permanente y progresiva que formará parte del
plan global de tratamiento integral del anciano, necesidad frecuente de
utilización de recursos sociales: en el anciano con frecuencia la aparición
de enfermedad visibiliza o agrava problemas sociofamiliares, frecuentes
problemas éticos: en toma de decisiones diagnósticas y terapéuticas en los
estadios finales de la vida, alargamiento de la vida de forma artificial en
ausencia de un testamento vital del individuo, incapacitaciones legales en
personas con demencia.
La salud del adulto mayor se mide siempre en términos de función. En los
pacientes geriátricos se deberán adoptar actitudes terapéuticas
diferenciadas, con utilización de medidas adaptadas a las características del
paciente, evitando los encarnizamientos diagnósticos y terapéuticos, así
como las actitudes nihilistas que conduzcan a la infrautilización de medidas
terapéuticas de probada eficacia.
En geriatría es útil pensar en términos de problemas más que en
enfermedades concretas aisladas. Kane, en 1989, en su libro Essentials of
Clinical Geriatrics definió los principales problemas geriátricos,
221

permitiendo a través de una regla nemotécnica su memorización por medio


de la regla de las «ies»:
*Immobility: inmovilidad
*Instability: inestabilidad y caídas
*Incontinence: incontinencia urinaria y fecal
*Intellectual impairment: demencia y síndrome confusional agudo
*Infection: infecciones
*Inanition: desnutrición
*Impairment of vision and hearing: alteraciones en vista y oído
*Irritable colon: estreñimiento, impactación fecal
*Isolation (depression)/insomnio: depresión/insomnio
*Iatrogenesis: yatrogenia
*Inmune deficiency: inmunodeficiencias
*Impotence: impotencia o alteraciones sexuales
En muchas ocasiones, en forma rápida y desaprensiva, las enfermedades de
los adultos mayores son achacadas al propio envejecimiento. En los
pacientes de edad avanzada no es frecuente asociar un síntoma a una única
causa, sino que las razones pueden ser varias.
Debemos desterrar de la mente la idea de que los procesos patológicos en la
vejez siguen el modelo clásico de enfermedad; esto sólo ocurre en la mitad
de los pacientes geriátricos, es frecuente que en los ancianos diferentes
factores de morbilidad actúen de forma sumatoria. Es necesario un rápido
reconocimiento y tratamiento de estos cuadros para conseguir la
recuperación del paciente y no desarrollar una enorme cascada de efectos
adversos que generan mayor morbi-mortalidad en este grupo poblacional,
especialmente predispuesto a ser víctima de la yatrogenia.
En la Medicina corriente y clásica, un acto médico se reduce a un
diagnóstico y un tratamiento, siendo el principal objetivo el hallazgo de una
222

enfermedad que explique todos los síntomas a los que el médico se enfrenta
en un determinado paciente.
Las personas mayores presentan varias enfermedades diferentes, agudas o
crónicas, relacionadas o no, y en ocasiones las interacciones entre ellas
hace que el manejo clínico del anciano no sólo sea difícil, sino que llega a
constituir un reto su abordaje; para afrontar este reto todo el personal
sanitario debe tener una formación geriátrica adecuada a las necesidades
del paciente.
El adulto mayor, como dijimos, es un gran consumidor de recursos
sanitarios. Utilizan al médico de Atención Primaria tres veces más que la
media de la población, con un consumo de 1,5-2 veces más medicamentos,
y en cuanto a la hospitalización la tasa de ingresos en los mayores de 65
años es el doble que en la población general, triplicándose esta tasa en los
mayores de 80 años, asimismo sus estancias en los servicios asistenciales
son más prolongadas.
Las Facultades de Medicina de las Universidades de la Argentina carecen
de formación en el pregrado en geriatría y gerontología. La importancia de
la formación de pregrado sigue siendo subestimada. El envejecimiento
poblacional ha condicionado que gran parte de la actividad profesional en
la práctica y en la totalidad de las especialidades médicas y quirúrgicas se
realicen sobre pacientes ancianos. Ello debe exigir a todos los profesionales
tener un mínimo de conocimientos en geriatría que permitan obtener en
cada momento los mejores resultados posibles. Los futuros médicos deben
adquirir conocimientos teóricos y habilidades mínimas que le permitan
abordar y conocer las peculiaridades del anciano, sea cual sea su
especialidad, y es en las facultades de Medicina donde se deben impartir y
adquirir estos conocimientos. Los programas deben desarrollar contenidos
sobre: cambios demográficos, procesos biológicos del envejecimiento,
presentación de cuadros clínicos y síndromes geriátricos y tratamiento de
223

las enfermedades en el anciano, el trabajo en equipo y la organización de


los cuidados mediante niveles asistenciales.
Se deben acreditar y controlar, especialmente en su calidad, los servicios
sanitarios y sociales públicos o privados destinados a la atención integral de
los adultos mayores incluidos los servicios de atención domiciliaria.
Aproximadamente el 97% de los adultos mayores viven en el medio
comunitario y deberían estar, por tanto, en cuanto a salud se refiere,
cubiertos bajo la responsabilidad de la Medicina Familiar y Comunitaria y
la Atención Primaria de la Salud (APS), siendo la población anciana una
alta consumidora de su labor asistencial.
Los adultos mayores son los que proporcionalmente frecuentan más la
urgencia y la proporción de ingresos es también mayor, lo que indica
mayor severidad de sus patologías que precisan controles y tratamientos
más complejos. Por esta razones, sería conveniente la familiarización de los
facultativos integrados en los servicios de urgencias, con las peculiaridades
de los pacientes geriátricos y entre ellas el conocimiento de los síndromes
geriátricos.
Se considera que un 15-20% de los mayores de 65 años son ancianos
frágiles y precisan de una atención específica para los múltiples problemas
que presentan con el alto riesgo de incapacidad y dependencia, que la
hospitalización aguda puede agravar.
La mayoría de nuestros hospitales no han implantado servicios de
rehabilitación funcional y cuidados de calidad integrando profesionales y
técnicos formados en geriatría que formen una cadena o red asistencial
teniendo como prioridad el mantenimiento de la función del adulto mayor.
Como sabemos, la tendencia es favorecer la permanencia del anciano en su
medio, recurriéndose a la institucionalización ante problemas de
discapacidad física o mental, así las residencias para mayores atenderán a
224

ancianos con una alta prevalencia de patologías y de síndromes geriátricos


que de no ser manejados correctamente generarán iatrogenia.
Los profesionales médicos y de enfermería de estos centros deberían tener
una cualificación especial en el abordaje multidisciplinar de los problemas
de los ancianos institucionalizados que optimizaría la utilización de
recursos y mejoraría la calidad asistencial.
Debemos reconocer y denunciar que las estructuras sanitarias actuales no
tienen una óptima solución integral de los problemas de los adultos
mayores.
Es preciso iniciar un proceso de renovaciones institucionales que
contemplen en sus esquemas, tanto en formación como en asistencia, las
peculiaridades de este colectivo en crecimiento en todo el mundo.
225

EL GERONTÓLOGO PLATÓN

En “La República”, Platón expresa conceptos vinculados directamente a los


mayores. No se le escapan ninguna de las variables biológicas, psicológicas
y sociales que hoy forma parte del aparato doctrinario de la gerontología
moderna.
Platón, que en realidad se llamaba Aristocles como su abuelo paterno,
nació en la isla de Egina 427 años a. C. y murió en Atenas a los 82 años;
fue enterrado en la Academia, cuna del pensamiento occidental, que
permaneció abierta casi 900 años, hasta 529 DC, cuando el emperador
Justiniano ordena su clausura por considerarla reducto del paganismo.
De joven lo llamaban Platón por su vigorosa contextura y por sus victorias
en las pruebas infantiles de los juegos Istmicos; de viejo lo llamaban El
Divino, por su laboriosidad intelectual y su empecinada vocación por la
enseñanza y la formación de discípulos.
226

Sócrates fue su maestro durante diez años y compartió el Siglo de Oro


griego con Sócrates, Sófocles y Pericles.
Trabajó en el campo de las ideas “universales e inmutables” acerca de la
física, la lógica, la moral y la política.
Trashumante por vocación y por necesidad, tras la muerte de su maestro
recorrió Grecia, Italia, Egipto y Sicilia. En Siracusa, por opinar y objetar al
gobiernote Dionisio en Antiguo, fue vendido como esclavo; sus discípulos
lo compraron y liberaron. En el 388 a. C. volvió a Atenas –tenía cuarenta y
un años- y fundó la Academia, institución dedicada al estudio y en la que
no se podían obtener cargos o títulos; la dirigió durante cuarenta años.
La razón, la sabiduría, la voluntad centrada en el valor y la justicia
formaron parte del círculo virtuoso de Platón.

ACTUALIDAD DE CONCEPTOS PLATÓNICOS

En Platón la “vejez” es utilizada como término que surge de un juego de


palabras: “geras” (= vejez) y géras (= honor, provecho).
“Por no ser capaz, supongo yo, de sanar de su enfermedad, que era mortal,
se dedicó a seguirla paso a paso y vivió durante toda su vida sin otra
ocupación que su cuidado, sufriendo siempre ante la idea de salirse lo más
mínimo de su dieta acostumbrada su propia; y así consiguió llegar a la
vejez muriendo continuamente en vida por culpa de su propia ciencia”.
Hoy se habla de la longevidad versus calidad de vida y de satisfacción por
la vida; se critica la excesiva biomedicalización de la vejez y, por otra
parte, la vejez no es una enfermedad.
“Los ancianos, condescendiendo con los jóvenes, se hinchen de buen
humor y de jocosidad, imitando a los muchachos, para no parecerles agrios
ni despóticos”.
227

Reacción lógica y autodefensita ante la exclusión y la gran brecha


generacional establecida entre jóvenes y viejos dadas las características del
modelo actual que privilegia la juventud.
“Al verme Céfalo me saludó y me dijo: ¡Oh, Sócrates, cuán raras veces
bajas a vernos al Pireo! No debía ser esto pues si yo tuviera aún fuerzas
para ir sin embarazo a la ciudad, no haría falta que tú vinieras aquí, sino
que iríamos nosotros a tu casa. Pero como no es así, eres tú el que tiene que
llegarte por acá con más frecuencia; has de saber, en efecto, que cuanto
más amortiguados están en mí los placeres del cuerpo, tanto más crecen los
deseos y satisfacciones de la conversación; no dejes, pues, de acompañarte
de estos jóvenes y de venir aquí con nosotros, como a casa de amigos y de
la mayor intimidad”.
El aislamiento y la soledad en la ancianidad se mitiga con la relación
afectuosa y participativa entre viejos y jóvenes en el seno de una
comunidad convivencial respetuosa y solidaria. La gente y los sistemas que
pretendan asistir a los ancianos deben llegar hasta ellos, en su propio lugar
y en sus propios hogares, en forma periódica dejando de lado la actitud
asistencialista y sobreprotectora.

MEMORIA, CONFORMIDAD Y AYUDAS

“Y en verdad, Céfalo –dije yo-, me agrada conversar con personas de gran


ancianidad; pues me parece necesario informarme de ellos, como de
quienes han recorrido por delante un camino por el que quizá también
nosotros tengamos que pasar, cuál es él, si áspero y difícil o fácil y
expedito”.
Para el sentir general de los griegos la edad de sesenta años y más no era
considerada tan avanzada. La memoria histórica está en poder de los viejos
228

y de ella conviene abrevar; ningún archivo informatizado puede reemplazar


el mundo de imágenes que esta especial memoria es capaz de transferir.
“En la vejez se produce una gran paz y libertad. Cuando afloja y remite la
tensión de los deseos nos libramos de muchos y furiosos tiranos. No es,
Sócrates, la vejez no es de gran pesadumbre, y al que no lo es, no ya la
vejez, ¡oh Sócrates! Sino la juventud le resulta enojosa”.
Cada ser humano envejece tal como ha sido en su vida; muchas veces las
actitudes personales y no el contexto definen la calidad de vida de las
personas ancianas; es la profecía autocumplida. El estereotipo de la vejez
pesarosa es, por suerte, poco frecuente.
“Ni el hombre discreto puede soportar fácilmente la vejez en la pobreza, ni
el insensato, aún siendo rico, puede estar en ella satisfecho”.
De modo tal que las ayudas, los soportes, los auxilios, los cuidados y la
asistencia deben proponerse en forma unívoca para todos los mayores
prescindiendo de su condición económica si bien los ricos, para algunas
cosas, se las arreglan mejor para obtener los servicios que les son
necesarios.
LA MUERTE Y LA SABIDURÍA

“Cuando un hombre empieza a pensar en que va a morir, le entra miedo y


preocupación por cosas por cosas por las que antes no le entraban…y ya
por debilidad de la vejez, ya en razón de estar más cerca del mundo de allá
empieza a verlas con mayor luz. Y se llena con ello de recelo y temor y
repasa y examina si ha ofendido a alguien en algo”.
La muerte, bienhechora “nodriza de la vejez” (Píndaro) es esto y no otra
cosa para el esperanzado, el justo y el piadoso pero, hace falta hablar de
ello, prepararse y asistir al ser humano en este trance se vea como tránsito o
la nada. “No hay nada en que el hombre libre piense tan poco como en la
muerte” (Spinoza).
229

“Nadie es justo por su voluntad, sino porque su poca hombría, su vejez o


cualquier otra debilidad semejante le hacen despreciar el mal por falta de
fuerzas para cometerlo”.
El hecho de ser viejo no es garantía ni legitima una conducta personal y
social apta y proba.
“El buen juez no debe ser joven, sino un anciano que, no por tenerla
arraigada en su alma como algo propio, sino por haberla observado durante
largo tiempo como cosa ajena en almas también ajenas, haya aprendido
tardíamente lo que es la injusticia y llegado a conocer bien, por medio del
estudio, pero no de la experiencia personal, de qué clase de mal se trata”.
La experiencia es intransferible genética o culturalmente; lástima nos da en
que el día que el ser humano aprendió es el día que se muere y vuelta a
empezar con los nuevos que siguen.

EJERCICIOS FÍSICOS Y RESPETO

“…sino también hasta las ancianas, como esos viejos que, aunque estén
arrugados y su aspecto no sea agradable, gustan de hacer ejercicio en los
gimnasios”.
Está demostrado que el ejercicio físico adaptado a la edad individual
mejora la capacidad biológica, mantiene la independencia y la autonomía,
refuncionaliza las pérdidas y los deterioros, y aún las discapacidades,
retrasa los aspectos involutivos que sobrevienen con la edad, da calidad de
vida. Actividad física y cognitiva sumada a una necesaria ergoterapia no
deja de ser una buena fórmula para una vida plena aún en la extrema vejez.
“Y se ordenará que el más anciano mande y corrija a todos los más
jóvenes. Y, como es natural, el más joven no intentará golpear al más
anciano ni infligirle ninguna otra violencia, ni creo que lo ultrajará tampoco
230

en modo alguno, pues hay dos guardianes bastantes a detenerle, el temor y


el respeto: el respeto, que les impedirá tocarlos, como si fueran sus
progenitores, y el miedo de que los demás les socorran en su aflicción, los
unos como hijos, los otros como humanos, los otros como padres”.
Desgraciadamente, asistimos hoy en día a un aumento de la victimización
de los ancianos que, cada vez más, lo ocupa la crónica policial y el tiempo
de las instituciones sociales y judiciales; revela trágicamente la conducta
enfermiza de la sociedad y aún de muchas familias frente al deber ético y
jurídico que obliga a proteger, contener y asistir a los ancianos.
“Y al llegar a la vejez, todos, excepto unos pocos, se apagan mucho más
completamente que el sol heracliteo, porque no vuelven a encenderse de
nuevo…, cuando, por faltar las fuerzas, los individuos se vean apartados
de la política y milicia, entonces hay que dejarlos ya que pasen en libertad
y no se dediquen a ninguna otra cosa sino de manera accesoria; eso si se
quiere que vivan felices y que, una vez terminada su vida, gocen allá de un
destino acorde con su existencia terrena”.
Pensamos que aquí puede encontrarse la clave de la idea de la jubilación
que aparece tardíamente en la historia (creación de la seguridad social en
Europa a fines del siglo XIX y en Argentina en los ’50 del siglo XX) como
una creación humana a partir del reconocimiento de los derechos de las
personas.
“Pues no creamos a Solón cuando dice que uno es capaz de aprender
muchas cosas mientras envejece; antes podrá un viejo correr que aprender,
y propios son de jóvenes todos los trabajos grandes y múltiples”.
En esto se equivoca Platón. La neurogeriatría y la neurogerontología le dan
la razón a Solón cuando decía “envejezco sin cesar de aprender muchas
cosas”. “Y en cuanto a las riquezas, las despreciará mientras sea joven,
pero ¿no las amará tanto más cuanto más viejo se vaya haciendo, como
231

quien posee un carácter partícipe de la avaricia y no puro en cuanto virtud,


por hallarse privado del más excelente guardián?”
La avaricia, el desprendimiento, la generosidad o la codicia no son
inherentes a la vejez sino a las condiciones del carácter previo de los
ancianos.
Los antiguos maestros sabían mucho de temas que hoy parecen descubrirse.
También es cierto que los ciclos de la vida y de la sociedad afectan o
desafectan los problemas según su mirada, su interés o la agenda política
que preocupa a pueblos y gobernantes. Hoy, la explosión demográfica de
los viejos originada en un aumento notable de la esperanza de vida en el
mundo, y también en la Argentina, hace que la presión ejercida por los
adultos mayores deba inexorablemente canalizarse a través de programas
de acción destinados a su sostén y a la utilización de herramientas
sociosanitarias válidas para darles calidad de vida.
232

ABISAG, LA SUNAMITA
O EL CARIÑO HACIA LOS VIEJOS

En el libro De los Reyes, Capítulo I del Antiguo Testamento, se dice así:


1. Como el rey David era viejo, y entrado en días, cubríanle de
vestidos, más no se calentaba.
2. Dijéronle por tanto sus siervos: busquen a mi señor el rey una moza
virgen, para que esté delante del rey, y lo abrigue, y duerma a su lado
y calentará a mi señor el rey.
3. Y buscaron una moza hermosa por todo el término de Israel, y
hallaron a Abisag Sunamita, y trajéronla al rey.
4. Y la moza era hermosa, la cual calentaba al rey, y le servía: más el
rey nunca la conoció.
La pobre y tierna Abisag, esposa virgen del rey David, no haría otra cosa
que acompañarle afectuosa y cariñosamente en su vejez y en su agonía.
233

La vejez nada tiene que ver con la incapacidad de amar y ser amado; por el
contrario, el ser amado contribuye a una vejez plena, satisfactoria y ayuda a
bien morir.
Muchos de los problemas psicológicos de los viejos provienen de
conflictos afectivos, traumas y frustraciones correspondientes a etapas más
tempranas de su propia vida.
Las dificultades psicológicas se acumulan en la vejez de las personas
insatisfechas, inadaptadas o neuróticas; una vida adecuadamente vivida
constituye la verdadera profilaxis de los riesgos psicológicos de la vejez.
No olvidemos, hoy por hoy, que la marginación, la discriminación, la
violencia, la segregación y por sobre todas las cosas la falta de afecto
condicionan en gran medida la satisfacción y la calidad de vida de las
personas mayores.
El estímulo hacia el ánimo y la mente a través del ”aliento” afectivo y la
comunicación personal entre jóvenes y viejos constituye una práctica
recomendable e higiénica para envejecer normalmente.
Esto es el “sunamitismo”, término acuñado por la gerontología en recuerdo
de la perfecta relación intergeneracional plasmada hace miles de años en el
libro de los libros de la humanidad.
234

ELOGIO DE LA VEJEZ

PABLO MANTEGAZZA,
LA PLUMA OPTIMISTA O EL ABOGADO DE LOS MAYORES

Paolo Mantegazza

(Monza, 1831-San Terenzo, 1910) Médico y antropólogo italiano. Creó


el Museo de Antropología y Etnografía de Florencia y fundó en Pavía
el primer laboratorio de patología experimental de Europa. Fue uno de
los defensores de la teoría evolucionista de Darwin. En 1851 descubrió
la reproducción de las bacterias mediante esporas. Escribió numerosas
obras, la mayor parte de carácter divulgativo: Fisiología del placer
(1880), Fisiología del dolor (1888), Fisiología del odio (1889), Elogio de
la vejez (1894).

“…que a los viejos se los aparta,


después de habernos servido bien”.
Joan Manuel Serrat

“Vivo mi vida en anillos crecientes


que se extienden sobre las cosas.
Acaso no terminaré el último
pero quiero intentarlo”.
Rainer María Rilke
235

“Elogio de la vejez” (1894) de Pablo Mantegazza, traducido directamente


del italiano por Clara Chiappe y editado en Buenos Aires en 1946 es la
base y la justificación de este breve ensayo.
Mantegazza en su libro navega por medio de una prosa poética dulce,
armoniosa y convincente por todos los temas que hoy se estudian con rigor
científico en el campo de la gerontología social y, sin duda, se adelanta en
el tiempo al construir paradigmas acerca de la ancianidad, anuncia su
inexorable presencia en la sociedad y destruye sistemáticamente los
estereotipos negativos que se edificaron acerca de ella.
Dice Mantegazza que la “vejez no es una enfermedad”, y la rescata como
parte del proceso de la vida y como un estado de feliz serenidad. El viejo es
un antiguo gladiador de la vida que, después de larga lucha, descansa y
vive real y plenamente el protagonismo de la existencia y no el de la
agonía.
Si el viejo no se siente tal, por más que tenga sesenta años o muchos más,
una renta mensual y buena salud para su edad, no tiene pretextos para
sentirse infeliz, salvo que haya acumulado demasiados errores en su vida y
les haya sumado los propios de la última edad; es mucho más difícil ser
feliz de viejo.
Es más que necesario saber envejecer; no es importante lo que la
ancianidad nos quita sino lo que nos deja.
Desde siempre y actualmente cada vez menos la sociedad olvida a los
viejos, los consideran un estorbo. ¡Qué trabajo es sostenerlos, cuidarlos,
alimentarlos, socorrerlos, defenderlos, aceptarlos y compartir con ellos!
¡Qué trabajo es modificar la actitud hacia ellos cambiando piedad y
compasión por amor y estima!
236

La mayoría de las personas, a un mismo tiempo, desean y temen a la vejez;


tienen un sentimiento ambivalente que oscila entre el amor a la vida y el
temor a la muerte.
El hombre de edad no tiene todavía su puesto bajo el sol, pese a que el
Evangelio tiene casi veinte siglos de antigüedad, y esto, más que a causa
del anciano, es de la sociedad en que vive”.
Es el mayor quien debe conquistar y mantener su puesto en el organismo
social, así podrá legitimarse, lograr su espacio y reivindicar sus derechos
para no ser objeto de piedad, compasión o ser beneficiario de una dádiva o
una limosna en la distribución injusta de una riqueza que pocos se acuerdan
que construyeron con su esfuerzo, a lo largo de mucho tiempo, esos
mismos viejos.

EL AMOR Y LA ANCIANIDAD

Mantegazza, prácticamente, comienza su libro con el tema del amor y la


ancianidad. Nos resulta elocuente y aleccionador que así sea.
El amor humano en la pareja que logra envejecer de “a dos” y que lo
acepta, se gratifica en la evocación memoriosa de los dulces recuerdos, las
borrascas superadas, la solidaridad, el perdón recíproco, las
voluptuosidades compartidas, los hijos y los nietos presentes, la
complicidad, la compañía tierna y sincera, el amor sensual que sigue siendo
válido aunque distante del ardiente y volcánico de la juventud, la
indulgencia y las concesiones mutuas, las mentirillas y las tiernas
hipocresías. Todo esto crea ese necesario e insustituible clima de tibieza
mórbida.
El anciano no debe abdicar de las dulzuras del amor así como debe asirse al
timón de la vida con una brújula delante de los ojos hasta el final.
237

LA AMISTAD ENTRE LOS VIEJOS

Es mérito de ellos mismos si han sabido tener buen corazón y mejor


talante. La intensidad de la amistad a edades avanzadas es mejor que su
extensión ya que la muerte la restringe inexorablemente en número. La
elección de los amigos y el mantener esa “consanguinidad” en el afecto, la
inteligencia y los intereses crean el espacio contenedor que es insustituible
para vivir, así como la presencia viva de la familia.
El ser de una misma edad y viejo significa tener un parentesco común con
las cosas, con la naturaleza y con los hombres, esto es, constituye una
generación; el problema radica en cómo se reducen las brechas
generacionales y cómo se logra el intercambio, la interactividad, el
reconocimiento y la aceptación mutua intergeneracional.

PÉRDIDAS Y GANANCIAS

Si la actividad física y espiritual no se interrumpe en los mayores, si bien


tienen lugar pérdidas, hay también transformaciones y conquistas; el
resultado es que la vejez puede ganar más de lo que pierde.
Uno de los estereotipos negativos más comunes acerca de la vejez es creer
que los viejos son inválidos de la inteligencia y el quehacer; aún en los
niveles medios y bajos de la educación se encuentra una enorme cantidad
de ancianos que se desempeñan maravillosamente bien en la vida cotidiana,
la industria, el comercio, el arte, la cultura, la ciencia, la técnica y la
política.
Los mayores tienen una perspectiva serena del pasado, mayor sensibilidad
estética, convicciones profundas y seguras, mayor capacidad de síntesis,
facilidad en la técnica del pensamiento, mayor elasticidad en el manejo del
lenguaje, mayor elocuencia y capacidad de convicción, grandes aptitudes
238

políticas, asociaciones de ideas más numerosas y más fáciles, aptitud de


abarcar al mismo tiempo todos los aspectos de un problema por medio de
una mirada global si bien adolecen de menor memoria de hechos y datos
recientes, poca paciencia para el análisis y la observación, menor
resistencia para el trabajo continuo y el esfuerzo, merma de la creatividad.
El anciano suele ser más justo y ecuánime, no odia el pasado, no teme al
porvenir, tiene serenidad y calma, tiene una larga historia de evolución
personal y social, tiene pocas pero indubitables convicciones, no se
atormenta en la búsqueda o en las conquistas, tiene seguridad de
propósitos.

VIRTUDES Y DEFECTOS

Se es como se ha sido, de tal modo que atribuir al anciano virtudes o


defectos inherentes a su edad es un error mayúsculo, sobre todo si se
generaliza la apreciación.
El mayor no resigna, ni debería hacerlo, su dignidad. No tiene por qué
envilecerse, inspirar compasión y depender de la generosidad del prójimo.
Por ello, tiene una “avaricia benigna o fisiológica” destinada a mantener su
independencia económica aumentando sus ingresos, siendo austero y
racionalizando el gasto a lo necesario para no depender y mantener su
dignidad.
Para gastar dinero hay que empezar por tenerlo y los ancianos, por qué no,
tienen derecho a satisfacer sus deseos; entre otras cosas, el dinero es un
símbolo de intercambio con la vida y las cosas, es un “quiero” luego
“puedo”.
Por lo general, los ancianos son prudentes, pacientes, indulgentes,
tolerantes y modestos; carecen de ciegos fanatismos y de ardientes
239

pasiones; suelen ser conservadores pero no por ello retrógrados; son


rutinarios y ordenados.
Los mayores aman el mundo propio que han podido crear y las cosas,
muebles, objetos que los rodean en un microcosmos particular y
personalísimo que rescatan una y otra vez que les recuerda su propia
historia y le ayudan a mantener su identidad.
El hombre de edad suele ser un gran narrador y se complace en compartir
largas historias de aventuras, accidentes e incidentes.
El ocio, el uso debido del tiempo libre, la relación humana, la actividad
propia o compartida alegran al mayor y transmutan las desdichas de sus
achaques en resignación procurándose sensaciones placenteras en el
presente, administrando la multitud de recuerdos y así obtener una sana
esperanza de un tiempo de vida mayor, satisfactoria y gratificante.

MEMORIA Y REMINISCENCIA

El anciano tiene un entrañable parentesco con todas aquellas cosas y


sucesos sobre las que ha soplado el hálito del tiempo y se regocija, sin
dolor, con los recuerdos; tanto más cuanto más haya cultivado su vida y se
haya unido al mundo.
“No puede afirmar que ha vivido plenamente quien no ha podido alcanzar
la edad de los largos recuerdos…quien no ha bebido el amargo y al mismo
tiempo dulce néctar de la melancolía”.
“La vida no es más que el sueño de una sombra”, pero en el anciano el
temor a la muerte es más grave e insistente; para muchos el mayor
tormento.
La moral del dolor debería ser cambiada por la moral del placer y de la
vida; así alejamos el fantasma de la idea de la muerte y los atormentados
pensamientos cuya imagen evoca.
240

Los que piensan de continuo en la muerte antes de que ésta llegue ya han
muerto una y mil veces. Bienvenida sea la muerte, porque al morir me
constituyo en hermano de toda cosa viva y comparto su finitud.

EL CÓDIGO DE LA ANCIANIDAD

x Valorar las energías que se tienen, entrenarlas y sostenerlas para


gozar de la vida lo más posible, lo mejor posible y durante el mayor
tiempo que se pueda.
x Saber ser viejos y conocerse a sí mismos.
x Regular los hábitos.
x Combatir las enfermedades desde sus comienzos.
x Trabajar siempre un poco, sin esfuerzo y sin llegar a la fatiga.
x Cambiar de casa, de clima y de hábitos no es conveniente.
x Cuidarse del frío; comer y beber con moderación sin nunca ayunar.
x No tomar medicinas porque sí.
x Saldar todas las cuentas y no abrir otras nuevas.
x No pensar en el porvenir, revivir el pasado gratificante y considerar
cada día como un regalo.
x Hacer de la alegría de los demás la propia y ser solidario con el
prójimo.
x Conservar el espacio y el lugar; no resignarse a perderlos.
x A la gran obra de la civilización concurren jóvenes y viejos;
conviene recordarles a los jóvenes este aserto.
¡GRACIAS, PABLO MANTEGAZZA, POR VUESTRA
LECCIÓN!
241

N. del A.: las frases encomilladas son textuales del libro “Elogio de la
vejez” de Pablo Mantegazza.
242

CARTA ABIERTA DE
UN JUBILADO A LOS JÓVENES

“El hombre está sano cuando ama y trabaja”


Sigmund Freud
“Lo más triste de la senectud es carecer de mañana”
Santiago Ramón y Cajal
243

Estoy en la última etapa de mis trámites para jubilarme y no soy joven.


Estoy indeciso y con sensaciones raras, no exentas de angustia, ante la
posibilidad cierta de integrar las grandes columnas de hombres y mujeres
de la llamada tercera edad, de jubilarme, de pasar a la vereda de enfrente
separado por la calle de la “brecha generacional”.
Haciendo memoria de años pasados que he vivido, de mi tiempo azul e
ilusionado, de mi época que está quedando atrás con sus luchas en la
dureza y el furor de la vida cotidiana de la ciudad, siento el impulso desde
mi interior de comunicar algunos pensamientos, mis andanzas y traducir
mis fantasmas.
He decidido escribir esta carta a los jóvenes por la capacidad que tienen de
transformar la realidad, por el compromiso que deben tener en la difícil
artesanía de construir su propia vida y la de la sociedad en la que también
estamos nosotros “los viejitos”.
Queridos jóvenes, deseo presentarme sin trampas: he pasado por la
medicina y nunca sabré si he dejado rastro, he caminado por la enseñanza
y la educación y no sé si he aprendido; sólo se que mi pasión constante por
las cosas y las gentes me llevaron a hablar mucho y a decir poco, todo ello
se lo llevaron los vientos y mis crisis y otras, las más mediocres, por ser las
más elaboradas, fueron escritas e irresponsablemente publicadas como esta
carta.
No soy escritor, tal vez, simplemente, autor de algunas ideas y sobre todo
de mi propia vida en que maestros y legos dejaron en mí la impronta de su
saber y de su sentir.
Voy a intentar, por medio de esta carta, hacerles conocer algunas viejas
pero actuales cosas, algunas palabras nuevas que desvergonzadamente
exhumo para ustedes con la convicción de que las tomarán debidamente y
que las usarán para comprendernos y valorizarnos ya que, inexorablemente,
si viven muchos años van a envejecer. Gracias y disculpen.
244

Pocas cosas son tan difíciles como aprender a ser viejo; es el último
aprendizaje del hombre y no admite opciones ni alternativa alguna. De qué
se trata entonces; de agregar vida a los años, porque de ese modo se
agregan años a la vida.
Decía Santiago Ramón y Cajal que “lo más triste de la senectud es carecer
de mañana” y afirmaba Freud que “el hombre está sano cuando ama y
trabaja”.Esto define la dimensión temporal de la vida y la propuesta de
vida.
El viejo, el anciano, el adulto mayor, la persona mayor, no es un niño
arrugado, ni es un niño viejo; es una persona con una historia cultural,
social y generacional.
La definición de vejez (mayores de 65 años) es cronológica y puramente
convencional, ya que no hay parámetros biológicos, psicológicos o sociales
que indiquen el comienzo de la edad madura o tardía o el comienzo del
envejecimiento.
¿Podemos catalogar de viejo al hombre en términos de su actividad
creadora? Goethe terminó su Fausto a los ochenta y tres años, Verdi
compuso el Te Deum a los ochenta y cinco, Tiziano pintó la Batalla de
Lepanto a los noventa y cinco, Segovia a los noventa y un años ejecutaba la
guitarra, Chagall a los noventa y ocho estaba lúcido y laborioso; ya se que
están pensando mis queridos jóvenes, estos hombres fueron excepcionales
sin embargo, lo que finalmente importa, es reunir las riquezas vivenciadas
de los largos años vividos para hacerlas rendir todo lo que puedan dar de sí,
sembrando y cultivando tal vez sin brillo pero con dignidad, profundidad y
buen sentido, sin precipitaciones presuntuosas, con benignidad y cierta
oposición razonada, con humor y espíritu de cooperación.
Vivir de tal forma que la vejez no sea vejez sino vida renovada durante más
tiempo; una sucesión de juventudes sucesivas (Lacordaire).
245

Para que la vejez se desarrolle en forma normal es necesario que las edades
anteriores hayan sido vividas con un ritmo adecuado, sin lentitudes
anquilosantes y sin vértigos agotadores (Loudet).
La tercera edad, término acuñado por el gerontólogo francés Huët, ha
adquirido gran difusión y es actualmente sinónimo de vejez o senectud.
“Tercera Edad” es un invento francés que no tiene asidero social,
antropológico, ideológico; es un eufemismo para evitar la palabra viejo,
aparentemente peyorativa. Un error es llamar al viejo “abuelo”; ésta es una
titularidad que a veces el mayor no profesa.
Sin fundamentos razonables, la tercera edad está separada de la sociedad en
su papel productivo, no obstante no estar agotada su capacidad en este
sentido; está marginada socialmente y también en lo psicológico y cultural.
Se requiere que la comunidad ayude a las personas de edad a seguir
viviendo con dignidad pero sin aislamiento y que los jóvenes hagan cosas
para los viejos pero consultándolos previamente; el anciano debe participar
activamente en la construcción de su mundo propio.
La “internación” de los viejos provoca muy pronto, en tres o cuatro meses,
fenómenos graves de segregación parecidos a los que los niños pequeños
sufrían cuando en otra época se los internaba sin sus madres en los
hospitales.
Se me ocurre plantearles a ustedes los jóvenes qué deben reclamar para sus
viejos queridos, y si es posible para todos los viejos de vuestra comunidad:
que la mayoría de los ancianos necesitan seguridad, atención, prestigio,
cariño y no medicamentos; que la atención de la salud y la enfermedad del
viejo es básicamente la medicina del asistir, del acompañar, del aliviar, del
aconsejar; que los ancianos son más susceptibles a las drogas y los
medicamentos que los jóvenes y tienen frecuentemente reacciones
adversas; que por lo menos el cincuenta por ciento de los malos resultados
que obtiene el sistema sanitario en la atención de los viejos se debe a la
246

mala decodificación del mensaje y a la acción de los medicamentos


administrados ante el enunciado superficial de la dolencia; que los viejos
sean escuchados, se les den menos remedios y más relación humana; que
los viejos actúen en el seno de su comunidad y habiten su propia vivienda
en la que sean asistidos en los casos necesarios a través de servicios
comunitarios de atención coordinada; que participen de la vida cultural
para enriquecer su espíritu; que integren, a través de mecanismos de
cogestión y codecisión los sistemas de servicios sociales para solucionar
problemas específicos (salud, vivienda, cultura, ocio); que la comunidad
deje de ser asistencialista, benefactora y sobreprotectora para con los viejos
y que éstos participen plenamente en la vida de la comunidad, para que la
vejez tenga las mismas posibilidades de gratificación que otras edades y
para que los últimos años de la vida se deslicen en forma placentera, sana,
útil y dinámica.
El proceso de envejecimiento no comienza de un día para otro; es un
proceso de características propias que impone al hombre una serie de
cambios que se hacen ostensibles varios años antes.
Las manifestaciones de la vejez comienzan insidiosamente y evolucionan
en forma lenta y progresiva. La senectud es la última etapa de la vida del
hombre y se la considera como proceso de regresión e involución que
precede a la muerte.
En la mayoría de los casos, las alteraciones atribuibles a la senectud son
muy leves o casi imperceptibles y se caracterizan por disminución de la
adaptabilidad psicológica y fisiológica que da lugar a una conducta
estereotipada con aspectos de dignidad; decadencia de la visión y la
audición, debilitamiento muscular, disminución de la memoria, trastornos
psicológicos provocados por los cambios del ambiente físico y moral y la
indefensión económica, por las modificaciones del lenguaje corriente y las
transformaciones de las costumbres.
247

Esta ha sido una descripción objetiva de lo que me está pasando y que, mal
que les pese a mis amigos los jóvenes, les pasará igual que a mí. No somos
todos iguales a cualquier edad y para suerte de algunos el proceso del
envejecimiento es asincrónico y las exigencias sociales respecto a este
proceso es variable de persona a persona y de sociedad en sociedad.
Quiero recordarles que el valor de la familia en el proceso normal y
enfermizo del envejecimiento es primordial, si bien admito que nosotros los
viejos tenemos algunos trastornos de la personalidad con el paso de los
años y que ustedes los jóvenes –aún nuestros hijos-, cada vez nos toleran
menos y nuestras relaciones suelen hacer crisis. Así como hay escuelas
para padres para atender y entender a los niños, debería haber escuelas para
hijos que enseñen a atender y entender a los padres y enseñar formas de
diálogo y comprensión.
A esta altura de la carta ustedes podrán creer que el encuadre que les estoy
ofreciendo de los adultos mayores es una abstracción, un academicismo
petulante y que este tipo de viejos sólo existen en la imaginación senil del
que esto escribe. Les cuento algo más para que sepan en qué mundo
vivimos.
Uno de los hechos más notables del tiempo presente es, sin duda, el
predominio numérico alcanzado por las personas mayores sobre el total de
la población, la Argentina participa de este fenómeno común a todo el
mundo que es el aumento de la población anciana.
La vida media del hombre en los países desarrollados alcanza
cómodamente los setenta y dos años y es muy probable que se superen los
ochenta años y que más del veinte por ciento de la población estará
constituida por hombres y mujeres de más de setenta y cinco años. Del
número de viejos va en aumento gracias a los adelantos sanitarios en
general, el descenso de la natalidad y la mortalidad infantil, el
mejoramiento de los factores ambientales, nutricionales y culturales.
248

La Argentina, el país de ustedes los jóvenes y también de los viejos, tiene


un creciente envejecimiento en términos demográficos.
Se han preguntado ¿por qué no se nota demasiado?
Porque en nuestro país los viejos sufren efectos desintegradores por su
segregación de la comunidad, el resquebrajamiento de su posición social
tanto en su poder adquisitivo como en su participación en las decisiones, en
su respetabilidad; sus lazos afectivos están fisurados muchas veces a partir
de su propia familia y en su distante relación con los jóvenes.
Aún en el caso hipotético de que los viejos estén preparados para asumirse
como tales, en nuestro medio y salvo excepciones, viven una verdadera
crisis caracterizada por marginación, desadaptación, aislamiento,
frustración, conciencia de decadencia, inactividad y falta de utilización de
su enorme tiempo útil.
Los estudios que se realizaron después de la terminación de la Segunda
Guerra Mundial, demostraron y probaron, entre muchas otras cosas, que la
incorporación a los puestos de trabajo de adultos mayores jubilados en
razón de que los jóvenes habían sido enviados por miles a los frentes de
batalla, fueron capaces de producir en cantidad y calidad como los jóvenes,
faltaban menos al trabajo, fueron más precisos y responsables aunque
tuvieron algunas dificultades sin trascendencia frente a la adaptación a los
cambios súbitos.
Pero, se dice de nosotros los viejos, desconociendo estos estudios y dada la
lejanía de la Segunda Guerra, que no hay que ocupar a personas mayores
en el trabajo porque no pueden aprender nuevas técnicas, porque no toman
decisiones velozmente…entonces qué se hizo: se nos jubiló generando un
gran ejército de desocupados para “beneficiarnos socialmente” en mérito a
nuestro esfuerzo de toda una vida o para, subrepticiamente, incorporar un
249

nuevo mecanismo en la regulación de las fuentes de trabajo. Si hay menos


trabajo, además de aumentar la desocupación, se opta por disminuir la edad
jubilatoria o se invita al retiro voluntario; es menos peligroso para la
gobernabilidad mantener sin trabajo y casi en la indigencia a un grupo de
viejos ya que los jóvenes son potencialmente fuente de conductas
contestatarias y violentas.
Se dice de nosotros los viejos que estamos “desgastados”, como si
fuéramos motores mecánicos funcionando al límite y muchos grupos,
industrias de todo tipo, campañas publicitarias y hasta especialistas en
geriatría nos quieren revitalizar, modernizar y posibilitarnos sin nuestro
consentimiento y participación una vejez más feliz en un mundo cada vez
más contradictorio y menos feliz.
Creo que comparten conmigo la idea de que el creciente interés por los
viejos no se debe en exclusiva a la sublimación de conductas afectivas
hacia nuestros padres, canalizadas en tareas sociales, ni menos aún a
preocupaciones obvias ante el incremento numérico total y parcial de la
cantidad de ancianos en muchos países incluida la Argentina. Este interés
se debe a que los adultos mayores representamos un inmenso mercado real
en franco crecimiento del cual vive parte de la economía de muchos países.
Quiero recordarles que en nuestro país la jubilación tiene características
que deben tenerse en cuenta. Estas características inciden negativamente en
muchos de nosotros. La jubilación en Argentina es forzada y obligatoria;
las dos únicas razones para otorgarla es la sumatoria de la edad cronológica
y el haber completado los aportes previsionales. No se tiene en cuenta la
cualificación tecnoprofesional de la persona mayor, su utilidad para el país
y su capacidad productiva. Las jubilaciones no son pactadas entre el
trabajador y el empleador sino que es una decisión unilateral del
empleador, son bruscas, sin transición, sin preparación y como si esto fuera
250

poco una vez concretada la jubilación el “beneficiario” percibe en general


el 30-50 % de lo que ganaba previamente.
Nuestro sistema sanitario y social brinda servicios a millones de jubilados
en la Argentina que no son totalmente “gratuitos” y que inciden en su
economía personal y familiar. Los servicios sociosanitarios no son lo
único que consumen los viejos jubilados. No se puede desconocer que hay
una realidad que muestra que el ser humano participa durante 60, 70 u 80
años de una vida cotidiana de trueque en que se usa dinero como medio
básico de comunicación con el medio social, al jubilarse el sistema le
ofrece a la mayoría de las personas mayores un salario previsional muy
reducido en su cuantía que no alcanza para casi nada y que hay que
administrar durante 30 días, esto genera, en millones de nosotros miedo,
ansiedad, inseguridad, depresión, apatía, bronca, angustia.
Un maestro de la geriatría y gerontología Argentina decía que la primera
lección que deberían recibir los profesionales universitarios que quieren
especializarse es vivir exclusivamente con el salario de un jubilado
argentino durante tres meses…
Hace mucho que los viejos estamos escuchando acerca de las causas
patógenas de la vejez infeliz basada en los desequilibrios emocionales, la
soledad, el duelo, el sexo, la ateroesclerosis, las enfermedades del corazón
o las del cerebro y casi nunca se incluye la pobreza permanente de millones
de ancianos.
¿Somos los viejos, para ustedes los jóvenes, representantes de un pasado
perimido, obsoleto, inservible; somos anacrónicos, retardatarios y acaso
prescindibles?
No me aparto que el triunfalismo es parte de la realidad y las apetencias de
los jóvenes que además están estimulados por una sociedad que induce al
consumismo, el facilismo, la exteriorización de la belleza corporal y la
promoción de la juventud como un valor en sí mismo.
251

Pienso que la juventud y la vejez no constituyen un mérito para nadie; la


juventud es transitoria y sólo es parte de la historicidad del hombre. Es un
error atribuir como necesario a la vejez lo que en verdad es aleatorio. En la
vejez lo que más importa es la capacidad funcional y el carácter discreto y
tolerante; en estas condiciones la vejez no es demasiado molesta, en caso
contrario, no sólo la vejez sino también la juventud se hace insoportable.
A nosotros los viejos se nos atribuyen condiciones y pautas de conducta
casi innobles; se dice que somos refractarios al cambio o a las
innovaciones, adolecemos de rigidez e intolerancia, somos avaros,
hipocondríacos y quejosos. Estas condiciones no son inherentes a la vejez;
la vejez no conforma por sí misma una personalidad determinada; la
personalidad del viejo es el producto constructivo de los materiales que se
tenían en las etapas juveniles; en la vejez los defectos o las excelencias se
manifiestan o se exhiben más ostensiblemente que en otras edades. Se
envejece como se ha vivido y como alguien dijo: después de los cuarenta
años cada uno tiene la cara que se merece. En todas las épocas hubo y
habrá viejos jóvenes y jóvenes viejos.
“Sus hechos son los que hacen viejo a un hombre (Ovidio); llegar a viejo
feliz o desgraciado es frecuentemente el resultado de nuestra vida pasada.
Los viejos no pretendemos que nos idolatren por nuestra antigüedad sino
que nos juzguen por nuestros méritos y que nos incorporen a una parte de
su mundo para que, acompañándonos mutuamente, aprendamos a vivir.
Aprovecho esta oportunidad para saludar a los jóvenes y agradecerles la
benevolencia con que se han dispuesto a leer esta carta. Muchas gracias.
252

HABLEMOS DE JÓVENES Y VIEJOS

Se puede ser joven y viejo en ideas y costumbres. Se es viejo cuando se


pierde la alegría de estar y haber estado buscando, incesantemente, “lo que
tuvimos”, sin brindarse la posibilidad de la aventura de la vida mientras
ésta dure y el dolor sea soportable.
Los viejos somos, estamos y no debemos estar pendientes de agradar a la
juventud; hacer esto es un signo inequívoco de senilidad, de autoexclusión
social y de pérdida de identidad.
Los viejos no queremos morir; en todo caso, lo dejaremos para más
adelante, cuando no haya más remedio…
Los viejos hemos tenido tiempo de pensar la vida y, en consecuencia,
debemos vivir mejor todo el tiempo inasible y huidizo que se nos ha
concedido porque, más allá, sólo hay silencio y olvido, todo queda atrás al
ser barridos por el mañana.
El sentido de la vida humana es ser felices, y nadie puede decirnos e
impedirnos serlo con pretextos negativos y admonitorios: ¡A tu edad! ¡Pero
si ya no tienes edad! ¿Qué edad crees que tienes? ¡Cuánto has cambiado!
253

(esto sin entender y admitir que otros cambian poco y siguen tan imbéciles
como siempre).
Que no se nos indique cómo vivir, cómo vivir mejor y qué es lo que nos
conviene y siempre, pero siempre, que digan de nosotros que hemos muerto
”malogrados” y demasiado jóvenes después de los 90 años…
254

EL CONCEPTO DE SALUD Y ENFERMEDAD


EN LAS PERSONAS MAYORES

El concepto de salud en el anciano está en función de un adecuado


desempeño social y en la ausencia de determinadas enfermedades.
A edades avanzadas, el cúmulo de achaques o enfermedades que no afecten
funcionalmente, que no comprometan la inserción familiar, social o la
actividad de la vida diaria y algunas capacidades laborales que permitan
conservar la autonomía, un estilo de vida, la compensación de la
declinación y la conservación de la autoestima permiten considerar a un
viejo como una persona sana.
Este es un envejecimiento normal o exitoso. Por otro lado, la llamada
normalidad es un concepto estadístico inaplicable a las personas mayores,
porque cada una de ellas tiene una historia personal única, exclusiva,
diferente a otras e irrepetible (cada persona envejece como lo que ha sido).
Cierto es que un porcentaje no muy grande de personas mayores tiene un
envejecimiento patológico o no exitoso con la presencia de una o varias
enfermedades crónicas acumuladas (de larga data, permanentes,
255

irreversibles, tratables pero no curables, compensables). Cuando más edad


se tiene esto es más probable. Por ejemplo:
*Demencias (varios tipos): con prevalencia de un 5% en mayores de 65
años y del 20% en mayores de 80 años.
*Artritis reumatoidea: 49% en mayores de 55 años.
*Osteoartrosis de rodillas: 20-40%en mayores de 70 años.
*Osteoartrosis de cadera: 5-10% en mayores de 65 años.
*Osteoporosis: hasta un tercio de las mujeres mayores de 50 años con
riesgo de fracturas.
*Hipertensión arterial: 8-18% hasta el 42%, con riesgo de padecer
cardiopatías, accidentes cerebrovasculares, insuficiencia renal.
*Trastornos afectivos (especialmente depresión).
*Cataratas: 20%.
*Cardiopatía: 14%.
*Venas varicosas: 10%.
*Diabetes: 10%, con riesgo de padecer insuficiencia renal, trastornos
vasculares del cerebro y del ojo, afectación del sistema nervioso y de las
arterias periféricas.
*Cáncer: 6%
*Accidentes cerebrovasculares (ACV): 6%.
*El 70% de las mujeres y el 53% de los hombres mayores de 80años
presentan dos o más de estas condiciones. Más vale prevenir que curar.
256

GALAS GERONTOLÓGICAS DE

ANTONIO GALA

Paráfrasis y extractos de su libro: “LAS AFUERAS DE DIOS”


Editorial Planeta Argentina S.A.I.C.; Buenos Aires; 1999

Las palabras que a continuación leeréis son de profunda raigambre


gerontológica que sólo pueden crearse a través de la pluma de un gran
artista. El texto está basado en una paráfrasis de una novela del
celebrado autor español Antonio Gala. Siempre hay cabida para
miradas geriátricas y gerontológicas de extracción literaria que, a mi
juicio, suelen ser aleccionadoras y revelan profunda y
multidimensionalmente la problemática de la vejez y que suelen ser
mucho mejor expresadas por los artistas que por los técnicos. Esta
paráfrasis no intenta mejorar lo ya escrito ni agregar explicaciones a
un texto por demás revelador. ANTONIO GALA, nació en Córdoba
257

(España) en 1936; se licenció en Derecho, Filosofía y Letras y Ciencias


Políticas y Económicas. Desde 1963 se dedica exclusivamente a la
literatura cultivando todos los géneros tales como la poesía, el ensayo,
la narrativa, los guiones televisivos, el periodismo, el teatro; ha
obtenido numerosos premios y reconocimiento internacional por sus
obras traducidas a varios idiomas.

Los viejos pobres, de legaña en el ojo turbio de pez cocido, con cada
desgarrón y cada descosido en la ropa raída, cada botón ausente y los hilos
restantes alargan la mano torpe, tanteando, sin dar a la primera con el
picaporte ni con el tirador del botiquín; tienen un resto de sonrisa sin afeitar
en la boca desguazada y fantasean hablando con sus propios dedos.
Todo se ha vuelto monotonía, rutina, reiteración, aburrimiento, pese a que
han vivido con más fuerza en otro tiempo y no nos parece que los viejos
que desaparecen sean una pérdida. Las muertes de los ancianos, tan
reiteradas, se convierten en hábito. La muerte, o sea, el fin último,
identifica a todas las formas de vida.
Muchos viejos esperan, quién sabe qué. La comida es para ellos un
talismán de supervivencia; hay que ofrecerles agua por que ellos no la
piden y, a veces, no saben cómo hacerlo, pero distinguen el afecto con que
se alarga un vaso.
A muchos viejos les tiembla continuamente el pulso y tienen un olor, olor
de los viejos, que ningún perfume del mundo puede ocultar y que ninguna
convivencia consigue que deje de ser repelente. Ya no son esperados en
ningún lugar de la tierra; nada de lo que ellos hagan alterará el curso de
ninguna vida, ni de la suya.
Los ancianos suelen creer, una vez amanecido, que cuentan con un día más,
porque la muerte suele venir de noche con pasos de paloma. De ahí que
pretendan, insomnes, anticipar el alba.
258

Sin embargo, de aquellas demacradas carnes surge el espíritu; cuando se


desvanece el diseño lineal del marco físico es cuando aparecen mejor las
facciones del alma; se es más sereno y mucho más sabio. La vejez es un
tiempo más o menos largo en que nada falta ni sobra, y que produce un
estado de intimidad gozosa con cada persona y con cada objeto. La mayoría
de los viejos no lo son por dentro; se resisten con denuedo a serlo; no se
resignan a ser viejos porque estarían confesando un fracaso; otros, no se
proponen negarse a envejecer, se dejan ir, y ya está. Ninguno se considera
tan viejo como los demás.
Los viejos se arropan y se desarropan, emiten suspiros de desánimo o de
insomnio; tosen en forma más o menos pertinaz; expelen ventosidades
voluntarias o no; dan vueltas y revueltas en la cama; manotean los ruidosos
orinales, tienen las palmas de las manos hendidas, acribilladas por las
profundas puñaladas del tiempo, áridas y al mismo tiempo sagaces; las
uñas estriadas; las arrugas de la piel acumuladas por el uso, por el pesar y
la dicha, arrugas que van imprimiendo el nombre, el apellido y la identidad
de cada uno.
Algunos viejos consideran a todo el mundo como enemigos suyos o por lo
menos no como aliados y se transforman así en sus peores enemigos, con
sus manías persecutorias que los aíslan y los encastillan, convirtiéndoles en
solitarias atalayas endurecidas por el egoísmo.
Los viejos, a veces, fingen dormir, pero están alerta examinándose. Para
muchos, lo que más importa y es su mundo entero, el dolor de su pierna o
de su espalda, sus taquicardias y sus palpitaciones, el escucharse el ritmo
de la respiración o la creciente torpeza de su paso, el temor a caerse o que
alguien lo empuje o lo trompique quizás adrede, las corrientes de aire, el
invierno terrible, los anocheceres en que parece que con el sol se irá la vida
para no volver más; su curiosidad se reduce a lo que sucede en su sola
cama y culpan siempre a alguien de lo que en todo caso habría sucedido
259

igual. Débiles y maniáticos viejos; hablan mal de los jóvenes de hoy pero
es verdad que ellos trabajaron y se sacrificaron; se aferran al hilo de la vida
y la defienden con sus uñas quebradizas y los dientes depauperados. Para
ellos, todo lo que les queda es toda su vida.
La duda es un espeso túnel; el pensamiento una tortura. La muerte dará no
lo que se espera, sino la incesante noche de la nada. Suena la hora de la
última juventud; la culpa se extingue y ni siquiera los hechos que la
provocaron son dignos de confesión; concluye el tiempo de la conformidad,
del autoengaño, de los plazos. La gente cree que el viejo ya no tiene nada
que ofrecer, sólo pobreza, dolor sordo, impotencia y abyección.
A cierta edad, no tenemos nosotros a los años, sino los años a nosotros y se
hace cuesta arriba vivir entre los viejos. Que Dios anime a vivir y asumir la
vejez. Jesús le decía a Pedro: cuando seas viejo, extenderás las manos y las
de otro te atarán tu cintura, y otro te llevará allí donde no quieras.
No son los viejos una prueba de la fealdad de la vida y su mal término. No
son un cilicio; sino una alegría y un consuelo.
En la vejez se pierden las pasiones indignas; desaparece el miedo; los
ruidos, la alteración y las miserias del exterior no afectan; todo está bien,
todo está como debe estar, y pese a que se les sugiere a los viejos que no
son necesarios, que son un lastre para la sociedad, que podrían morir ante
su indiferencia, ellos sí que son la luz del mundo y su alegría a pesar de
todo.
Cada viejo vive su historia pasada, o resucita a través de ella. Hay dos
indicios del envejecimiento: uno, despreciar a los jóvenes; otro, halagarlos.
En cualquier caso y a cualquier edad, la gente madura, se endurece o se
pudre. Lo importante no es saber cuánto se va a vivir, sino cómo. Hay
gente que, por mucho que viva, jamás aprenderá respuestas nuevas. Es
necesario que los achaques no estropeen el tiempo que queda y resistirse a
ser un viejo quejumbroso.
260

El anciano suele ser egoísta porque se siente aislado; se figura preferido;


los traen las familias a las instituciones y aguantan en silencio las fricciones
con sus compañeros, sin decírselo a nadie por temor a caer en desgracia
ante no saben quién. De todo acusan a los demás, están pendientes de sí
mismos; la convivencia se hace a veces imposible y otras posible porque
olvidan; se quejan de que les roban; van con la mano tendida por donde
vayan, tan faltos de cariño se hallan, y buscan antes que nada el beso, la
caricia en que apoyarse, la mirada afectuosa, una sonrisa. Basta oírlos
contar una vez y otra el tema que los obsesiona, en el que su vida, sin
saberlo, se detuvo, y al que miran volviendo inconscientemente la cabeza.
No les importa tanto que les duela algo o que no les duela, siempre que se
les escuche hablar del instante en que culminaron sus tribulaciones o su
prosperidad; tienen enfermedades pero no son enfermos.
Su patria es el pasado y a ella desean regresar. Acuden a médicos y
enfermeras para ser escuchados, prefiriendo la explicación de lo que les
pasa a su solución, finalmente, lo peor no es sentirse o ser viejo, indeseable
o moribundo; lo peor es saberse rechazado por todos. Los viejos son como
los muertos a los que se les acaba relegando y olvidando.
La vida es sólo un gran malentendido, extraordinariamente breve. Los
viejos no sufren las añoranzas de lo que, con seguridad, tuvieron en su vida
aunque a muchos les gustaría empezar una nueva y distinta. Lo único que
de verdad queda, es morir y ser olvidado. Mientras tanto, si bien el paso de
los años produce cierta declinación de la potencia física, al mismo tiempo
hay un enriquecimiento de las facultades interiores; el descenso de la
cantidad se compensa con un ascenso de la calidad; se da un reencuentro
consigo mismo y con los otros.
Si un viejo se enamora y es correspondido, la vejez ha de ser la condición y
la mejor cualidad de su atractivo.
261

Ser viejo y de buena memoria, permite revivir lo vivido; en todo caso, para
no tenerle miedo a la vida, hay que estar muerto; el viejo derrotista se
plantea el para qué quiero la memoria si ya no hago proyectos; para que
quiero la previsión y la cordura; de qué me sirve la experiencia; éste es el
mejor camino del silencio, el olvido, la ausencia y la muerte. La vida es
suntuosa. Es necesario malgastarla para que ella se sienta agradecida, no es
para avarientos y tibios. La vehemencia, la intensidad, el regusto de la vida
dependen de la muerte: sólo existen porque ella existe.
La muerte multiplica la melodía de la vida; por otro, la vida que, a partir de
una edad, se transforma en una costumbre donde nos cuesta distinguir entre
la pena de morir y lo que vale la pena estar vivo. Los sucesos acaecen y
perduran, nos dan una idea de nuestra propia vida; la memoria nos recuerda
que somos los mismos que anoche pero no somos lo que éramos antes, los
de siempre; nos impide abdicar de nosotros mismos. La falta de memoria y
la incapacidad de la reminiscencia, hace que los viejos vayan pasando
enajenados, fuera ya de sí mismos, a trompicones de las penúltimas a las
últimas soledades, y después a la nada.
Vamos por la vida ligeros, cumpliendo la labor de cada día, joviales a ser
posible, sin advertir hasta qué punto solos y extraviados, camino del otoño
al que pertenecemos, sin amar lo que hacemos y haciendo lo que se ama.
Los viejos suelen creer que la experiencia es infalible; por eso se equivocan
a menudo.
Un viejo es una persona que ha vivido más; pero también, el pasado será
estéril y falso si se niega a aceptar lo joven y lo nuevo.
La vida es sólo una larga agonía hacia la muerte; comenzamos a morir
cuando nacemos. La no aceptación del destino final es lo que más
desasosiega al ser humano. No el sufrimiento, no el dolor, no la vejez, no la
muerte, sino su incomprensión. Es sólo en el minuto de la muerte cuando
muchísimos se enfrentan por primera vez consigo mismos. Es más difícil la
262

vida que la muerte. La vida es caminar por un desierto; nuestra huellas las
borrará el viento nada más estamparlas; la arena las iguala a todas.
La fuente de ingresos es una perpetua penuria para los viejos; son
sostenidos por pensiones por aquellos que han adquirido el derecho; las
aportaciones declinantes de sus familias y por alguna, muy poca,
subvención de la oficialidad.
La medicina geriátrica mejora al menos al diez por ciento de los ancianos,
y ello conforta a ellos mismos y a los médicos. La mayoría de los viejos
son pacientes crónicos, en los que la vejez agrega algunas enfermedades;
los cambios son mínimos y todo depende de los resultados funcionales que
se obtengan con el tratamiento.
La gente, al vivir más, tiene más incapacidades, y esto es lógico. Quizás, lo
más terrible, es la dependencia como vínculo. Canas y dientes son
accidentes; arrastrar los pies vejez ya es.
Hasta que no se es capaz de aceptar, sin tratar de embellecerla o suavizarla,
toda la fealdad de la vejez, no se la ama de verdad. Ningún anciano debe
perder, ni por falta de visión ni de oído ni de interés, su capacidad de
relación o de comunicación, que es lo peor que puede sucederle.
Los ancianos son hombres y mujeres como cualquiera, susceptibles de
equivocarse y de caerse, capaces de ser solicitados y ser útiles; se debe
confiar en ellos y escucharlos; no es cuestión de quitárnoslos de encima
sino aprovechar su sabiduría, su experiencia y su memoria.
Los viejos no son una nueva mercancía y no se deben manejar sus recursos
en términos de rentabilidad o acercarse a ellos en el momento de las
elecciones para hipotecar sus votos.
La pregunta actual es dónde caben los pobres viejos en una sociedad llena
de ruido y furia, cibernética y ajetreada, que en los últimos cincuenta años
ha dado un salto mayor que en los tres mil anteriores; una sociedad gélida a
la que sólo mueven el poder y el dinero, que son la misma cosa. Dónde
263

colocar a los viejos? En terribles residencias y asilos fríos como depósitos


de cadáveres; tomando el sol en los parques junto a otros desahuciados, sin
molestar a los niños ni asustarlos; o abandonados donde sea para que no
nos den la lata ni nos incordien.
No se está dando lo que Séneca, en una carta, le decía a Lucilio:
“Acojamos a la vejez con un abrazo y amémosla con sosiego. Está llena de
deleites si la sabes usar. Sabrosísimos son los frutos últimos. Porque la
vejez gusta del lento gozo de no necesitar ninguno...”
Hemos llegado al extremo que ya no se sabe si la longevidad es un
privilegio o un castigo. De momento ningún joven quiere llegar a viejo; no
porque no quisiera vivir más años, sino porque tiene miedo, por lo que ve, a
lo que eso trae consigo. Hay un estrepitoso fracaso de nuestra época: el
haber acabado con la consideración, que era primordial, a nuestros
mayores; el haber transformado la jubilación, en contra de su nombre, en
una especie de muerte civil; el convertir las residencias de ancianos en una
más o menos decorosa reclusión, en costosas cárceles para el olvido o en
cronicarios para viejos descartables.
El maltrato a la ancianidad no es exclusiva de los ambiciosos que poner
residencias; también en sus casas hay daños físicos y crueldad verbal y
expolio patrimonial continuo. Se acusa a los ancianos de ensombrecer la
vida de la familia, de sembrar tensiones en el hogar, de aburrir y perturbar a
los nietos, de costar más de lo que valen o de lo que ingresan.
No todos envejecemos igual; cada viejo es distinto. La vejez no se
improvisa, se va haciendo y hay que prevenirla; el estilo y la forma de vida
es lo que más influye.
Los médicos y los cirujanos dan un paso hacia atrás cuando el paciente es
un anciano. Temen la inutilidad terapéutica o la inutilidad quirúrgica más
que sus errores o su ignorancia y para la gente común, la vejez es mucho
peor que una enfermedad, porque no tiene cura, sólo empeoramiento.
264

La esperanza de vida continúa y continuará creciendo; la sociedad puede


resarcirse con creces de los gastos para atender a quienes en ella confiaron,
y por eso la hicieron; a quienes le pagaron por adelantado lo que ella les
regatea ahora, a los que en su día fueron su origen y su proyecto, y hoy son
su profecía y su memoria.
El miedo a la vejez, nos pone de un empujón frente a lo que somos y hemos
sido, frente a lo que hemos dejado de ser y frente a lo que seremos, sin
saber, finalmente, si somos el producto de nuestra biografía, o una
biografía que no se completa hasta el final.
Si bien, la única verdad irrebatible para el viejo es la edad, esto no autoriza
a considerarlo como una reliquia que nadie mira y nadie necesita; no son
sobrevivientes de un naufragio. La vida no puede exprimirse, ni criticarse,
ni calificarse, ni ser discutida. Vivir no es luchar contra resión y la pérdida
de la identificación personal, la orientación o la pérdida del lenguaje la
muerte, ni es ella la que da sentido a la vida; aquellos cuya vida no tiene
significación real matan a muchos: son los odiosos muertos en vida.
Lo que el viejo siente en su momento presente es una notable indiferencia
respecto al punto de evolución en que se encuentra, si sobre todo ha llevado
una vida con sentido de totalidad, de firmeza, de constante coherencia, de
seguridad y que sienta que no está concluida la totalidad de su trabajo, y
que además entienda que la felicidad es lo opuesto a un proyecto: es lo
menos programable que existe, posee más de rapto y de entusiasmo que de
comprobación; se trata de una dádiva, no de una consecuencia. Es un
estado transitorio que puede darse en plena madurez y aún en la vejez más
extrema. La felicidad no consiste en cumplir los ideales de la juventud, ni
en una creación gozosa y exultante a la que raramente el cuerpo acompaña.
El cansancio mayor de un viejo proviene de sumar todas las desilusiones
que nos engañamos al creer olvidadas; de acumular todas las desesperanzas
a las que cerramos los ojos para fingir que no existieron; de soportar el
265

mundo sobre nuestros hombros, cuya fragilidad pretendimos desconocer; el


de caer en la cuenta de que nunca fuimos lo que aspiramos a ser, y el haber
dejado de intentarlo. Somos los mismos que ayer fuimos; conviene revivir
en la vejez, los momentos en que fuimos esencialmente amados,
imprescindibles para alguien; basta desclavar el recuerdo de la memoria y
exhumarlo del corazón. Conviene, en todo caso, ser como los niños
amorosos, preguntones, razonadores y nunca echarnos a perder con
sistemas de creencias y atiborrarnos de prejuicios.
La primera certeza sobre que las otras se construyen es nuestra
temporalidad: es ella la que nos hace humanos. Con independencia de una
mañana improbable, el hoy debe vivirse sin olvidar que es hoy. Si bien hoy
es ofensivo morirse, se aparta a los agonizantes; se los destierra de nuestra
cercanía, se exilia a los cadáveres a los tanatorios; se maquilla a los
muertos, y se convierte el tema de la muerte en una idea lejana, vaga y,
desde luego, ajena; hoy se mueren los otros, por muy próximos que sean a
nuestra intimidad. La idea de la muerte, aún inadvertida, nubla y hunde
nuestro horizonte cotidiano y trivial, sin proyección, sin trascendencia
alguna. Su irrevocabilidad ni se menciona; se cambia de conversación, se
mira hacia otro lado; pasa con ella lo que pasaba antes con el sexo.
El progreso técnico, aspira a poseer una especie de omnipotencia frente a la
enfermedad, y la muerte es su fracaso. La culminación del ser humano se
identifica con la posesión y el enriquecimiento, y la muerte es una prueba
radical de nuestra indefensión. El triunfo del cuerpo, de la juventud y la
belleza es el protagonista del deseo colectivo, y la muerte derrota todo este
tinglado artificial.
No hay nadie más joven que un anciano lúcido; la nueva senescencia es
muy distinta de la antigua, y se está aprendiendo a envejecer.
266

La vejez no tiene por que ser un largo y ensombrecido pasillo, una


supervivencia vacía y tenebrosa, un añadido tétrico a la vida, tiene que ser,
sencillamente, más vida, no sólo más edad.
Todo el mundo quiere vivir mucho, pero nadie quiere envejecer porque se
tiene el prejuicio de adjudicar a los viejos valor personal incierto, dignidad
perdida olvidando que en esta etapa se obtienen estados de conciencia más
elevados.
Hay que vivir el presente, vivir más y mejor, saborear las cosas, gozar del
presente hasta en las más duras circunstancias; hay que poseer la vida para
que las horas no pasen sobre uno, que no te hagan rodar y que no gobiernen
ellas.
Los viejos, casi todos, en nuestra realidad, están gastados porque han dado
mucho, se han dado mucho, y ahora se enfrentan con un vacío de
generosidad y de mala paga.
Los conflictos siguen vivos en los seres humanos, y resucitan cuando la
edad, por avanzada que sea, vuelve a plantear una situación de
dependencia. El anciano es, a su modo, narcisista: vive en la incertidumbre
y tiende a replegarse sobre sí mismo; tiene crisis de identidad; cuando no
puede obrar sobre los acontecimientos externos ni sobre la evolución
interna, se angustia o se deprime; es insoportable para él dejar de saber
quién es, o para qué o a quién sirve; tiene miedo de perder su control
económico, quieren seguir siendo los amos de sus bienes por temor a las
carestías, o a ser desposeídos; también tienen miedo de perder sus
recuerdos.
Se critica a los viejos diciendo que viven de sus recuerdos, mientras su
esperanza retrocede; pero los que critican y son jóvenes no se dan cuenta
que carecen del agridulce bien de la nostalgia. El vaivén de vanguardia a
retaguardia, con los recuerdos como mensajeros, es lo que nos hace quienes
somos y como somos. Hay algo peor que vivir olvidados por todos: vivir
267

sin recordar; no se vive sin tener conciencia de haber vivido; olvidar es no


existir ya para sí mismo.
Cada uno, debiera reconocer la relatividad de su importancia y dejar la
obsesión por la certeza y su posesión en exclusiva; la sabiduría es la
perplejidad y la duda; la plenitud no es nuca ególatra ni excluyente; la vida
es el arte de lo imposible.
La vejez, es una época propicia al buen humor, al desenfado porque se sabe
que todo es relativo, propensa al fomento de la amistad y a la capacidad de
complacerse complaciendo, a la simpatía comprensiva, al destierro de los
falsos estereotipos, a la vehemencia por la vida sin ignorar el dolor, el dar a
las cosas la importancia que tienen, para la indulgencia, para sentirse
conformes con lo que se es aunque nos reconozcamos imperfectos; se suele
ser más profundo, más perspicaz, más generoso, más creativo; se olvida la
violencia y la agresividad, porque cada cosa ocupa ya su puesto y a cada
sentimiento se le da su medida; es buena la vejez para la tolerancia que
enseña a participar en lo que se tiene de común y en lo que se tiene de
diferente, y que confirma que si fuésemos todos iguales todos seríamos
peores; no hay ambiciones, ni codicias, ni ansias, ni rivalidades asesinas; se
tiene un concepto más estricto de lo suficiente.
Hoy los viejos no tienen muchos argumentos para envidiar a los jóvenes,
perdidos entre familias que han abdicado y se han disuelto; perdidos entre
iglesias arrinconadas; perdidos entre escuelas que deforman para
integrarlos en lo que exige la economía, la técnica, el aparato de los
Estados a cuyo servicio aspiran a ofrecerse; inmersos en un mundo
sobrepasado por los medios de comunicación, vegetalizados por las drogas
sin morir de una vez sino muriendo con cada cosa y a cada momento.
268

ATENCIÓN INTEGRAL DOMICILIARIA


PARA PERSONAS MAYORES

Atención integral domiciliaria para personas mayores es “la actividad


asistencial desarrollada en el hogar de la persona y que incluye elementos
de promoción, protección y rehabilitación de la salud, proporcionada por el
equipo de atención primaria, con el fin de fomentar la educación sanitaria,
tendiendo al autocuidado para la recuperación de la salud o su
mantenimiento”.
*La atención “hospitalaria” de las personas mayores en el propio domicilio
del paciente reduce la mortalidad y los reingresos en hospitales, clínicas y
sanatorios.
*La mortalidad es cuatro veces menor en pacientes atendidos en sus casas.
*Permite educar al paciente, a su familia y a los cuidadores profesionales
formales en el conocimiento y manejo de la enfermedad y en la superación
de las crisis.
*Hay ausencia de infecciones nosocomiales.
*Se evitan los fenómenos de hospitalismo.
269

*Disminuye la frecuencia de los episodios de confusión mental y/o


depresión.
*Se mejora y humaniza la relación personal sanitario/paciente.
*Hay mayor intimidad, confort, comodidad y privacidad.
*Se liberalizan los horarios de alimentación, descanso, higiene, visitas, etc.
*Evita desplazamientos de los familiares con el consiguiente ahorro de
dinero y tiempo.
*Facilita la comunicación entre el personal sanitario y los familiares.
*Integra a la familia en el proceso curativo.
*Promueve las actividades de educación sanitaria.
*Disminuye los costos marginales por proceso.
*Incrementa la rotación enfermo/cama.
*Reduce las listas de espera.
*Facilita el acceso a unidades de internación a quien realmente lo necesita.
*Sirve de conexión entre el hospital, la clínica o el sanatorio y la atención
primaria de la salud o primer nivel de atención, favoreciendo la
comunicación entre profesionales de distintos niveles asistenciales.
*Es mucho mejor, muchísimo más barato y con altos índices de
satisfacción y bienestar que otros sistemas de atención de la salud.
270

VEJEZ Y DISCAPACIDAD

En el marco del crecimiento vegetativo de la población mundial, el


aumento de la expectativa de vida y la presencia inexorablemente creciente
de las personas mayores se está presentando una elevada discapacidad
efectiva en las poblaciones.
La prevalencia de las discapacidades se acrecienta cuando se tiene una
mayor edad y tiene un carácter acusadamente evolutivo.
Este aumento de la discapacidad requiere mayor inversión económica,
mayor cantidad de profesionales y técnicos capacitados, mayor esfuerzo de
las redes sociosanitarias.
Las soluciones no son fáciles, pero hay que plantearlas en forma urgente
construyendo modelos de actuación y atención realistas, sustentables y
flexibles en un marco de políticas públicas con servicios “mix” públicos y
271

privados, con planes y servicios asociados y articulados en el ámbito


referencial más cercano al problema.
El sistema público y privado debería contemplar servicios organizados para
los adultos mayores tales como unidades de pacientes agudos, unidades de
media estadía, equipos de atención sociosanitaria utilizando como efector
la atención primaria de la salud, hospitales de día, consultas externas y
domiciliarias.
La vejez discapacitada debe ser atendida con recursos formales sin abusar
de la buena predisposición y fortaleza de las familias como recurso
informal que suele ser insuficiente y rápidamente se agota, claudica y
abandona a los viejos.
272

EL PORVENIR DE LOS ANCIANOS

Poco nos enteramos de lo difícil que es la vida de las personas mayores en


nuestro país y también parece ser que ya no hay muchos deberes
irrenunciables que cumplir para con ellos.
Constituimos generaciones trajinadas en este mundo globalizado y
tecnocrático; los cambios son vertiginosos y apenas tenemos tiempo de
observarlos, adaptarnos e incorporarlos, casi no nos asombramos de nada y
por nada; el tiempo huye, la burocracia nos traba, el tránsito de las urbes y
los apremios nos disculpan de nuestras ausencias y distancias afectivas para
con los otros y esto incluye a los padres, abuelos y hasta los propios hijos
grandes y los nietos.
Si alguien no quiere que sus hijos le causen problemas no los tenga; en
cambio, nadie puede evitar tener padres y abuelos y que estos envejezcan.
Los Estados y algunos grupos están preocupados por el mortificante
aumento de la esperanza de vida y razones presupuestarias condenan a los
273

viejos a subsistir con magros ingresos por jubilaciones y pensiones para


aquellos que las tienen y esta realidad los torna pasivos, incapaces,
dependientes, anónimos, mansos, oscuros, humildes y demandantes de
dádivas y no de derechos perdonándoles su supervivencia.
Parece casi imperdonable que los seres humanos se permitan llegar a la
madurez y a la ancianidad misma; es una gran suerte que todavía nadie
haya decidido por nosotros la edad ideal para morir.
Vivimos una época en la que se han reinventado los siete pecados capitales
que hoy parecen ser: pobreza, fracaso, fealdad, anonimato, honestidad,
enfermedad y vejez.
Estos nuevos pecados se han convertido en estereotipos negativos difíciles
de modificar; algo habrá que hacer, el paso del tiempo es inexorable aún
para los que no creen en ello.
274

CARTA A UN HIJO QUE ENVEJECE

La problemática de la vejez y de los jubilados en nuestra país se acrecienta


adquiriendo ribetes dramáticos.
Al finalizar este siglo XX se estima que América Latina contará
aproximadamente con 20 millones de personas que habrán sobrepasado los
65 años de edad. El aumento poblacional de los adultos mayores está
previsto en el 82%; esta situación adquiere especial relevancia por las
características comparativas entre nuestro país y nuestros pueblos
hermanos de América Latina.
Mi padre, de 83 años, me escribió una carta desde su residencia en el Hogar
para Ancianos Israelita Argentino en Burzaco (Provincia de Buenos Aires)
en el que eligió vivir junto a mi madre de 82 años y que considero oportuno
comunicar dado que expresa “desde el lado del viejo” la realidad que les
toca vivir:
“Aquí estamos al minuto con lo que está pasando en esta castigada y
atormentada espera que gira alrededor del sol. Alredor de cien personas que
son nuestros compañeros (70% mujeres el resto hombres), sumados a la
radio, la TV, los diarios y las revistas son nuestra fuente de información.
275

No hacemos lo que se dice sociabilidad pero andamos bien con todos y


todos con nosotros.
En el hogar hay la más amplia libertad para que cada cual sea como es. Una
especie de Arca de Noé con los más diversos ejemplares de la fauna
humana. Igual que los viejos de fuera de aquí. El ser humano no es
irrepetible y también es igual a sí mismo.
Hasta algunos años atrás los viejos vivían y morían dentro de la familia.
Ahora esto ocurre fuera de ella debido –lo entendemos bien- a los
profundos cambios estructurales que acontecen lejos de aquellos sosiegos
sociales donde los tiempos, las costumbres y los comportamientos se
computaban de otra manera. Agrégale ahora que los viejos no pueden ser
cuidados y atendidos en familia porque en la mayoría de los casos el
hombre y la mujer trabajan a la par fuera de la casa, los chicos y
adolescentes están en lo suyo, de donde, lógicamente, se deriva un penoso
quebrantamiento familiar.
En esta tremenda revolución del cambio los viejos no tenemos cabida,
somos algo así como “un sobrante” de la familia.
Los geriatras del futuro tendrán que pensar y actuar seriamente –diría con
imaginación y sabiduría- para darle lamedor solución a todo eso, ya que no
está ni remotamente dilucidado el papel que les cabe a los viejos en el
devenir de la vida humana dentro de la familia y la sociedad.
En cuanto a los hechos actuales acerca de los viejos, mamá y yo tenemos
ya muy poca tela, hasta para indignarnos y enfurecernos. ¡Si supieras cómo
lo sentimos!
Hay momentos en que uno se siente enfermo de todo esto. Falta dinero
suficiente para mantener este Hogar, para esta enorme obra de bien. La
crisis también está aquí. Mamá y yo le decimos a los decaídos ¡arriba ese
ánimo! (¿quién nos levanta el ánimo a nosotros?, nosotros. Un abrazo
grande y fuerte. Tu papá.
276

LAS NANAS DE LA VEJEZ

Entre las personas de edad avanzada pueden aparecer numerosos problemas


de salud, reducción progresiva de las capacidades, del autodominio y
formas crecientes de dependencia. En estos casos, los familiares y/o
cuidadores deberán sostener a los mayores con el fin de darles durante el
mayor tiempo posible la atención, los soportes, las ayudas y los auxilios
necesarios para proporcionar una mejor calidad de vida.
Conviene tener en cuenta:
*No tiene sentido discutir en el seno de la familia si los padecimientos del
anciano se deben a tal o cual enfermedad; lo importante es que reciba la
mejor atención y tratamiento posibles.
*Muchas veces el estado de subnormalidad de una persona mayor se debe a
un exceso de medicamentos o a enfermedades subyacentes u ocultas.
*No es conveniente generalizar la respuesta de cada persona a la
enfermedad y a la discapacidad porque son diferentes.
277

*Evitar la crítica a los ancianos por sus actitudes y conductas. Para que una
anciana sea dulce, primero tiene que ser una dulce joven. Con la edad las
personas se hacen menos complejas pero mantienen una continuidad en su
planteamiento básico de la vida. Además, el anciano se da cuenta de lo que
sucede aunque a veces en forma imprecisa y vaga. Es sabio y prudente
escucharlo con paciencia.
*Ningún miembro de la familia del anciano puede hacerse el sordo o el
distraído cuando se debe enfrentar el sostenimiento integral de éste. Hay
una obligación moral y jurídica de asistencia para todos los responsables.

SENTIMIENTOS ENCONTRADOS

Familiares y cuidadores de personas mayores deterioradas en su asistencia


y cuidados a largo plazo pueden sentirse presa de sentimientos encontrados
como cólera, broca, resentimiento, aflicción, desolación, angustia,
infelicidad, impotencia, turbación o soledad. En esos casos no se debe
sentir nadie culpable por ello; esto es normal; si es necesario y si la
situación no se resuelve espontáneamente a través del tiempo conviene
solicitar apoyo psicológico y social.
El comportamiento de un anciano enfermo puede llegar a poner a prueba la
paciencia del más santo. No lo olvide. Justifíquelo y aumente su dosis de
paciencia.
Además, como familiar o cuidador de un anciano, considere que está
prestando todo tipo de cuidados a una persona que en el pasado atendió a
su vez sus necesidades (ser padre de sus propios padres).
No tenga miedo, pospadecimientos del anciano que atiende no tienen nada
que ver con los riesgos que podrá tener usted cuando envejezca.
278

Adopte una actitud insensible frente a lo que puedan decir los demás; su
cariño, su capacidad y su paciencia tienen más valor que la opinión de una
serie de desconocidos que no afrontan ni viven el problema.

ASISTIR SIN RENUNCIAR A LO PROPIO

El familiar o cuidador no debe permitir que su labor de asistencia lo


obligue a renunciar a su vida propia, sus amistades y contactos sociales.
Además, no hay que fijarse objetivos demasiado elevados; en general, es
posible que se cosechen decepciones; muchas veces la esperanza de
mejoría, curación o cambios espectaculares son irreales.
Es un comportamiento erróneo el acusar al anciano enfermo por algo que
éste no puede controlar.
Cuando se está considerando la posibilidad de traer al padre o a la madre
enfermo a la propia casa, si no existe pleno acuerdo sobre este tema en
todos los miembros de la familia será preferible no intentarlo.
El anciano enfermo debe acostumbrarse desde el principio a que su cuidado
sea compartido por varias personas. Es posible la convivencia sin ayudar
demasiado ni presionar excesivamente; lo mejor es dar apoyo y ayuda
precisa considerando la oportunidad de que el mayor utilice sus facultades
y recursos propios.
La comunicación con el anciano debe ser clara, con buena pronunciación,
con frases cortas y sencillas sin taparse la boca con la mano al hablar, con
timbre suave y bajo y en todo momento con una sonrisa.
El cariño y la ternura deben comunicarse siempre; para ello se han
inventado los abrazos y los mimos.
El objetivo del cuidador debe ser convertirse en el principal organizador de
los cuidados más que en la persona que presta esos cuidados; en un
momento dado podrá ser necesario un entramado de servicios.
279

Es la enfermedad y no el enfermo la culpable de todo lo malo que puede


suceder en la asistencia de mayores a largo plazo; en todo caso es menester
tener calma y tranquilidad.
El buen aspecto y la higiene personal mejoran la autoestima; si es posible
un buen baño diario o máximo una vez a la semana viene muy bien.
Hay que intentar que la dieta sea equilibrada, con elevado contenido de
fibra, proteínas, verduras y frutas y que ingiera diariamente una gran
cantidad de líquidos.

SABER CUIDARSE

El amor por un familiar y la satisfacción que se deriva de ayudarle pueden


ser sentimientos que coexistan con el resentimiento por la pérdida de la
propia privacidad y la frustración al creer que no se tiene control sobre lo
que sucede.
También puede suceder que se encuentre duro aceptar el deterioro en esta
persona tan especial que ahora se está cuidando. Las emociones
conflictivas pueden causarle al cuidador sentimientos de culpabilidad y
estrés. Para evitar llegar a un vacío físico y emocional, uno debe cuidar de
uno mismo. El cuidador necesita mantener su salud y desarrollar formas de
manejar la situación.

LOS MEDICAMENTOS

Muchos médicos que atienden a adultos mayores no dan explicaciones a los


familiares y cuidadores por iniciativa propia pero si se les pregunta, y esto
debe hacerse siempre, responden con amabilidad; no hay que tener miedo a
preguntar.
280

Los medicamentos son potencialmente peligrosos en los ancianos; si hay


varios médicos que están recetando al enfermo habrá que asegurarse que
todos ellos y cada uno conozca lo que los otros han recetado.
Las medicinas que no se utilicen deben tirarse y las que se están
administrando en ese momento conviene guardarlas bajo llave; como
mucho deberá dejarse al alcance del anciano la dosis de un día.
Conviene evitar dar órdenes al anciano enfermo; las sugerencias indirectas
y la prudente reducción de las exigencias dan mejores resultados.
No conviene reducir el volumen total de líquidos ingeridos al día so
pretexto que el anciano es incontinente, especialmente de noche.
El cuidador no debe admitir acusaciones por parte del anciano ni tampoco
consumir demasiada energía intentando persuadirlo de que está
equivocado.

QUÉ PUEDE HACER UN ADULTO MAYOR PARA AYUDARSE

*Buscar información.
*Fijarse metas realistas.
*No esperar que otros pregunten si necesita ayuda sino pedirla si lo
considera necesario.
*Comunicarse con su familia y amigos.
*Utilizar los recursos de la comunidad.
*Mantener su propia salud.
*Hacer ejercicios adecuados.
*Reír lo más posible que suele ser una de las mejores medicinas.
*Evitar comportamientos destructivos.
*Buscar ayuda oportuna y confiable cuando sea necesario.
*Construir la propia estima.
*Ejercer sus derechos.
281

VIEJISMO
DISCRIMINACIÓN, SEGREGACIÓN Y
AISLAMIENTO
DE LAS PERSONAS MAYORES

Robert Neil Butler Leopoldo Salvarezza

La palabra viejismo, traducida al castellano por el eminente


gerontopsiquíatra argentino Dr. Leopoldo Salvarezza, proviene del inglés
ageism acuñado por el psiquiatra norteamericano Robert Neil Butler en
agosto de1970 y se refiere a la discriminación que se hace a las personas
mayores por el solo hecho de serlo y se basa en la utilización de prejuicios.
Estos prejuicios acerca de la vejez y a veces en contra de los viejos se
basan en un imaginario social que no es otra cosa que una construcción
colectiva, a veces muy arraigada en vastos sectores de la sociedad, que se
282

estructura sobre la base de concepciones subjetivas cargadas de


expectativas negativas, deseos, temores que, muchas veces, adquieren un
carácter irracional pero con fuerza y dinámica propia que actúa sobre los
individuos y la sociedad misma, generando formas de pensar, conductas y
pautas de acción.
El viejismo y su imaginario social representan en todo caso:
*Actitud discriminatoria y prejuiciosa hacia los viejos,
*Imposibilidad de colocarse uno mismo, en proyección, como viejo,
*Desconocer la vejez como realidad,
*Confusión entre vejez y enfermedad,
*Agobio de las familias por los síntomas de los viejos enfermos,
*Expectativas fantasiosas y tratamientos no probados para detener el paso
del tiempo,
*Cansancio de los cuidadores de los familiares viejos,
*Irracional biomedicalización del proceso de envejecimiento basado en el
paradigma médico,
*Participación de los propios profesionales de la salud, sin formación
gerontológica, en los criterios del viejismo,
*Inconciente colectivo de la sociedad que suele ser gerontofóbica y
tanatofóbica,
*Falta de legitimación de la gerontología en el consenso popular y
académico,
Resulta doloroso, intolerable, angustiante y desesperante para muchos de
nosotros verse viejos y sobre todo que la gente que nos rodea nos vea y
juzgue como tales. La adultez mayor y sobre todo el sobreenvejecimiento
aún en las mejores condiciones biológicas, psicológicas y sociales es difícil
de sobrellevar aún con excelentes soportes y ambiente protésico de
comprensión, continencia y ayudas de afectuosos familiares y
bienintencionados vecinos.
283

La sociedad que nos rodea ve a los adultos mayores como enfermos,


seniles, deprimidos, asexuados, pasados de moda, diferentes,
discapacitados, sin derechos, sin pertenencia, son los "otros", no importan
mucho sus necesidades económicas y sociales, no contribuyen a la
sociedad, gastan demasiado, no producen, en el fondo no interesan y son
una carga, son descartables, desechables, obviamente biodegradables y no
pueden reciclarse...
Hace poco ( 4 de julio de 2010) falleció el Dr. Robert Neil Butler a quien
habíamos nombrado más arriba, que además de su talento inigualable para
estudiar el proceso del envejecimiento en todas sus variables, fue un
militante gerontológico e hizo escuela; acuñó a través de la palabra
castellanizada "viejismo" el concepto trágico de la discriminación de las
personas por su edad. La vejez para esta sociedad posmoderna es algo mal
visto e intolerable; se llega a extremos límite en que menudean los abusos,
el maltrato, el abandono, la exclusión y la violencia explícita hacia los
viejos en todas sus variantes. Lo había intuido el escritor Adolfo Bioy
Casares cuando publicó su novela Diario de la guerra del cerdo y nadie le
creyó; tampoco creyeron en los '60, a partir de la visión científica de pocos
profesionales lúcidos, que se estaba produciendo una explosión
demográfica de viejos que habría que atender, cuidar y sostener. Para
muchos, ver a un viejo es verse a sí mismo más adelante y esto resulta
espantoso y produce pánico. Los viejos que siguen envejeciendo en forma
exitosa sin son cultos, educados y pretendidamente intelectuales viven más
tiempo, mejor y si tienen notoriedad hasta pueden ser aceptados aunque no
todo el tiempo.
Mucha gente no puede aceptar la enfermedad, el envejecimiento y la propia
muerte; estas situaciones se procesan para bien o para mal dentro del
contexto cultural que nos rodea, nos identifica y hasta nos determina. La
284

única manera de evitar este verdadero embrollo es morirse joven, pero no


vale la pena perderse la fiesta de una vida larga y bien llevada.
285

15 DE JUNIO: DÍA MUNDIAL DE LA TOMA


DE CONCIENCIA Y ABUSO EN LA VEJEZ

El maltrato a los adultos mayores, es el trato indebido o negligente a una


persona mayor por otra persona que le cause daño o lo exponga al riesgo de
sufrir daño a su salud, su bienestar o sus bienes.

La violencia constituye una de las afectaciones más severas que ha venido


azotando a la humanidad. Las distintas formas de expresión individual y
colectiva de la violencia, los factores que la originan y las consecuencias
sociales que generan hacen de ella un fenómeno complejo. Se estima que la
violencia tiene un carácter cambiante en función de la dinámica del poder y
de la distribución de los roles y recursos, es por ello que pueden
establecerse diferentes tipos de violencia.
286

Si bien los ancianos han sido venerados y respetados como personas por su
vasta experiencia y sabiduría, el abuso contra los mismos se remonta al
siglo XI antes de nuestra era, en la Mesopotamia y en algunas tribus del
África del Sur y del Centro, eran sacrificados cuando arribaban a ese
período de la vida.

La población adulta mayor seguirá aumentando su peso sociodemográfico


hasta alcanzar las cifras de 25% a 30% de la población general en el 2050.
Esto es verdaderamente alarmante si tenemos en cuenta que muchos países,
como la Argentina, no están preparados para enfrentar una realidad de esta
magnitud, que afectará en lo económico, político y social a las sociedades.
Se trata de una transformación con consecuencias de todo tipo, entre ellas,
el replanteamiento de nuestra actual forma de organización social,
construida en torno a una población joven.

En el mundo actual hay una tendencia creciente a la violencia. En América


Latina los países con mayor índice de violencia son en orden descendente:
Colombia, Brasil y Panamá, donde se reportan anualmente más de 102 mil
casos de extrema violencia, de los cuales un 38,00 % de los maltratados son
adultos mayores. En Argentina y Chile este fenómeno se ha venido
incrementando desde hace más de tres décadas; se estima que más de
33.600 adultos mayores sufren algún tipo de violencia dentro del seno
familiar. Alrededor de un 8% de la población mayor de 65 años es
maltratada en los Estados Unidos, sin embargo lo más escalofriante
constituye el hecho de que más del 20% de los ancianos no sólo son
maltratados en sus hogares, sino también en diversas instituciones
destinadas a su cuidado y en centros de asistencia sociosanitaria.
Las primeras publicaciones acerca del maltrato, abuso y victimización de
adultos mayores en el ámbito médico aparecieron en el año 1975, cuando
se describió en el Reino Unido el síndrome del “zamarreo del anciano” o
287

Granny Battering, demostrándose además que era un problema substancial


e invisibilizado. Más del 10 por ciento de la población actual del mundo
supera los 60 años; se estima que aproximadamente un 10% de personas
mayores de 65 años sufre algún tipo de maltrato.

Los paradigmas y los estereotipos negativos relacionados con la vejez


como el viejismo constituyen actitudes aceptadas en nuestra sociedad que
hacen del adulto mayor un ser tremendamente vulnerable al maltrato y al
abuso. El adulto mayor se ve afectado por este problema social, el que se
caracteriza por su invisibilidad y deficiente registro; la existencia de
instituciones que no cuentan con sistemas de detección precoz o apropiada;
así como también, la escasa comprensión de la dinámica de las relaciones
violentas y de las experiencias de las personas mayores afectadas. El temor
de los adultos mayores frente a la violencia no es infundado. Los ancianos
se encuentran en muchas ocasiones en situaciones de aislamiento e
indefensión y, a menudo, la persona maltratante es un familiar cercano.

Los principales victimarios de los adultos mayores son sus propios hijos
adultos con el 44.4%, los cónyuges 14.6%, pareja actual (afectivo y/o
sexual) 9.7%, u otros familiares (nuera, yerno, etc.) 17%. Es necesario
destacar que las edades de los hijos/as agresores fluctúan entre 26 y 45 años
y son en un 68% varones. En el ámbito familiar el tipo de violencia que
mayoritariamente se ejerce contra los adultos mayores es el maltrato
psicológico hasta en un 95%. Siendo la agresión más frecuente los insultos
(85%), humillación y desvalorización (66.3%), amenazas de muerte (40%),
y rechazo no están exentos de la violencia física. Las bofetadas, empujones,
puntapiés y puñetazos son las formas de agresión más frecuentes. La
violencia familiar y sexual tiene como principal víctima a la mujer.
288

Los factores que hacen del adulto mayor una persona vulnerable frente al
maltrato son la pérdida del rol social, la baja autoestima, los niveles de
dependencia derivados de algunas patologías, los bajos niveles de ingresos
económicos que los obliga a vivir con otros o a depender económicamente
de ellos. Hay factores que contribuyen al maltrato de las personas adultas
mayores como la presencia de ciertas dinámicas familiares (violencia
familiar, falta de comunicación, inversión de roles); la naturaleza y la
calidad de la relación que se establece entre la persona mayor y quien le
cuida en el entorno familiar; la descalificación, falta de reconocimiento a la
sabiduría y la experiencia de las personas mayores de 60 años ( la sociedad
tiene un culto muy elevado por la juventud y tiende a excluir y marginar a
las personas mayores); la dependencia económica, emocional y física hace
que muchas víctimas de maltrato no delaten a su victimario/a; esto los
convierte en blancos perfectos para toda forma de abuso. Por otra parte,
muchas personas de la tercera edad sienten temor a sufrir daños mayores si
acusan a su agresor.

El abusador es por lo general la persona que "lo cuida" o vive a su lado, y


puede ser un miembro de la familia, un vecino, amigo o el responsable de
una institución. Para el adulto mayor lo más doloroso es que las agresiones
provengan de sus hijos o nietos, a quienes ha contribuido a formar y en
quienes ha depositado toda su esperanza de tener una vejez grata y
equilibrada.
El ritmo de vida actual fomenta una forma violenta de interrelacionarse en
la sociedad, y las familias como cualquier otro grupo social, no está exenta
de alterarse, tornarse disfuncional y entrar en variantes relacionales
victimizadoras. A todo esto agreguemos la falta de políticas públicas,
recursos sociales y de salud adecuados, pensiones y jubilaciones no acordes
a las necesidades de la tercera edad, dificultades en el acceso a servicios,
289

mal ejercicio e incumplimiento de leyes, todos los cuales se traducen en


pobreza económica y en todos los aspectos negativos que no permiten el
desarrollo personal de las personas mayores.

LA PREVENCIÓN DEL MALTRATO A LAS


PERSONAS MAYORES EN UN MUNDO QUE ENVEJECE, ES UN
ASUNTO DE TODOS Y EL RESPETO DEBE DE ESTAR EN CADA
UNO DE NOSOTROS!
290

EL GERONTÓLOGO
SANTIAGO RAMÓN Y CAJAL

Santiago Ramón y Cajal, célebre neurohistólogo, pensador, escritor, tantas


veces laureado, presente y actual; se torna problemática la definición de su
perfil y difícil el apreciar la dimensión de su obra tan vigente y cuya
trascendencia científica, doctrinaria y humana se escapa de sus propios
límites, invade el conocimiento, lo fundamenta y crece con él aún en
nuestros días.

Ortega y Gasset escribía: “Nada garantiza mejor la autenticidad y, por


tanto, el valor de una obra intelectual como el hecho de que el autor se haya
dedicado a sus meditaciones y estudios movido por una necesidad íntima,
es decir, personal” y nada, creemos, esquematiza mejor la posición y la
predisposición intelectual de este gran español que revolucionó el
291

pensamiento científico a través de lo inobjetable de sus aseveraciones en el


campo del conocimiento de la estructura del sistema nervioso.

Nació en un pueblo llamado Petilla de Aragón (Provincia de Navarra) el 1°


de mayo de 1852 y murió en Madrid un 17 de octubre de 1934 a los 82
años, en una casa modesta de la calle Cuatro Caminos, comprada a plazos
con sus escasos ahorros, el 17 de octubre de 1934. A partir de 1887, en que
comenzó los estudios que habrían de abarcar la totalidad de las formaciones
del sistema nervioso, publicó no menos de catorce obras y más de
cuatrocientos títulos científicos originales en casi todas las revistas
especializadas del mundo.

La intensa labor de Cajal, culminó con el otorgamiento del Premio Nobel


de Medicina en 1906 además de innumerables títulos académicos, premios,
profesorados y doctorados honoris causa de las más importantes
universidades y miembro de casi todas las entidades científicas de Europa,
Estados Unidos de Norteamérica, América del Sur, Moscú y Buenos Aires.

Si comparamos el intervalo entre la primera vez que llegara a conocimiento


de Cajal (1887) los adelantos italianos (Golgi) y alemanes (Kölliker) sobre
la textura y arquitectura de los centros nerviosos (las células nerviosas
habían sido identificadas por Ehrenberg en 1883), hasta la concepción
fisiológica lógico-matemática del sistema nervioso (Wiener, Brazier, von
Foerster, Mc Culloch) en la que se propuso la analogía entre las máquinas
electrónicas y los circuitos del cerebro que permitieron el desarrollo de la
cibernética, la informática, el radar, el sonar, los cañones y cohetes
autodirigidos, podemos apreciar la velocidad con que se ha operado en el
conocimiento en este campo.
292

a base anatómica se encontró en las hermosas preparaciones argénticas del


sistema nervioso de Ramón y Cajal que demostraron la morfología y las
conexiones de las células nerviosas de la médula espinal, el cerebelo, la
retina, el bulbo olfatorio y los ganglios simpáticos.

Desde que Waldeyer inventara la feliz expresión de “neurona” (célula


nerviosa con sus prolongaciones) (1891); Nissl (1892), describiera por
primera vez la sustancia cromidial; Weigert (1884) lograra demostrar, con
su método de coloración, la continuidad de la célula nerviosa con el axón;
Schültze (1871) descubriera las neurofibrillas hasta Pavlov (1849-1936),
fundador de la psicofisiología refleja; Sherrington (1859-1935) y Jackson
(1835-1911) creadores de la neurofisiología moderna; Cushing (1869-
1939) y Dandy, normatizadores de la neurocirugía actual; Freud, Janet,
Prince, Adler, Young, Jaspers y otros maestros de las ciencias mentales
(psiquiatría y psicología); la obra de Ramón y Cajal sigue siendo, en gran
medida, la gran conquista del saber neurológico.

“A la hora de juzgar, escribía Cajal, debemos despersonalizarnos, olvidar


prejuicios seductores propios o ajenos; ver las cosas, según decía Gracián,
como si fueran contempladas por primera vez. Y no temamos a las
invenciones técnicas futuras, porque si los hechos han sido bien
observados, ellos perdurarán, aunque cambien las interpretaciones. No
somos exclusivos ni dogmáticos. Tenemos a gala el conservar una
flexibilidad mental que no se avergüenza de rectificaciones”.

Cajal fue un español fervoroso; amó su tierra y su historia. Sentimental, a


veces un poco egolátrico, tradujo en palabras sus exquisitos sueños
nostálgicos y en ocasiones ingenuos. En sus propios escritos científicos
transita, de cuando en cuando, el espíritu de una infancia rica en el amor
por el mundo cósmico (era un entusiasta admirador de la luz, el color, el
293

paisaje, los fenómenos de la naturaleza) balanceada por su afán de


exactitud y detallismo; su positivismo y su inquebrantable fuerza de
voluntad (estaba orgulloso de su terquedad) no impidieron que inventara
términos como “nidos pericelulares”, “ramas trepadoras”, “fibras
musgosas” de clara vocación naturalista.

Su personalidad autoformada, traspuso su persona y marcó pautas en la


vida científica de su país. Fue un gran organizador y hábil para la gestión;
formó discípulos, creó instituciones dedicadas a la investigación (Instituto
Cajal de Madrid) y al bien público (Instituto Nacional de Higiene).

Las viejas rémoras del pasado científico en España no se reeditarían jamás


después de Cajal. Su naturaleza emotiva, se prodigó en el ámbito de sus
afectos, repartidos con manifiesta desigualdad entre su esposa y sus dos
hijos, la Facultad, su laboratorio, los paseos a pie por las calles madrileñas
y las tertulias de café secundones con heterogéneos grupos de amigos.

Narrador ameno, ingenioso, original, profundo y no pocas veces irónico


hasta la causticidad, impregnó con su filosofía individualista las páginas de
su obra y las anexó de incontables reflexiones marginales con hábil prosa
castiza de estilo llano y comunicativo.

Escribió para él, como pasatiempo, sus páginas literarias verdadero legado
confidencial. Se nos ocurre que es útil rescatar con el modo de paráfrasis
algunos de los conceptos vinculados a la vejez y al envejecimiento escritos
por Santiago Ramón y Cajal que están en general dispersos en sus obras
literarias.. y que pese al tiempo transcurrido siguen siendo útiles y de
actualidad.

Hemos llegado sin sentir a los helados dominios de Vejecia, a ese invierno
de la vida sin retorno vernal, con sus honores y horrores. El tiempo empuja
294

tan solapadamente con el fluir sempiterno de los días, que apenas


reparamos en que, distanciados de los contemporáneos, nos encontramos
solos en plena supervivencia. El tiempo corre lento al comenzar la jornada
y vertiginosamente al terminarla.

El eje de nuestra vida interior y exterior sigue presente a despecho de un


cuerpo decrépito que nos sigue jadeante y como a remolque en nuestras
andanzas fisiológicas e intelectuales. Todas las tribulaciones de la senectud
son tolerables si nuestros registros sensoriales y centros nerviosos
superiores, sobresaturados de experiencias y lecturas, se mantuvieran
íntegros.

Sabido es que Demócrito (murió a los 109 años), Platón (81 años),
Teofrasto (99 años), Aristófanes (62 años), Epicuro (72 años), Kant y otros
pudieron abandonarse a la reflexión casi toda su larga vida logrando
abarcar en síntesis suprema el universo moral y material.

La cultura moderna crece vertiginosamente, por ello, la vejez antaño


llevadera se torna cada vez más angustiosa.

El anciano pretende enjuiciar el hoy con el criterio del ayer. Las


decadencias de los ancianos son sensoriales, cerebrales, psicológicas y
somáticas o corporales. No deben preocuparnos las arrugas del rostro –que
significan pérdida de grasas y aligeramiento de lastre- sino las del cerebro.
Se es verdaderamente anciano, psicológica y físicamente, cuando se pierde
la curiosidad intelectual, y cuando la torpeza de las piernas, coincide la
torpeza y premiosidad de la palabra y del pensamiento.

La conversación es el lazo sentimental por excelencia y el gran consuelo de


los avejentados algo retraídos siempre por los achaques de la edad y la
suspensión total o parcial de sus actividades laborales.
295

Los viejos caemos insensiblemente en el funesto abuso de los fármacos.

La memoria es el don más preciado y maravilloso de la vida; es archivo de


lo pasado, lucimiento del presente y único consuelo de la vejez. Bien hará
el viejo desmemoriado en desconfiar de sí mismo.

El recuerdo de la juventud es dulce en los viejos, los cuales aman los


lugares donde transcurrió su mocedad. Pero estos lugares amados cambian
y tales cambios nos privan del placer de reconocerlos y evocar recuerdos
gratos y emociones placenteras. No se mantienen en pie la mayoría de mis
simpáticos camaradas contemporáneos con quienes cambiar recuerdos y
añoranzas; casi todos han sido guadañados por la Parca inexorable.

Como decía Cervantes “en los nidos de antaño no hay pájaros hogaño”.

La humanidad gira con aburrida tenacidad, como hace diez mil años, en
torno a cuatro centros de atracción: el alimento, el amor, la holgazanería y
el afán de dominio. Decía Quevedo: “cenas, penas y soles son las tres cosas
a cuyo cargo está despachar de esta vida para la otra”.

Los auténticos adversarios del anciano pertenecen a la generación


inmediatamente anterior; no faltan algunos que, impulsados por el
automatismo de los escalafones o por mezquinas rivalidades, tratan de
amargar la vida del avejentado para ocupar algún puesto que juzgan
inmerecido o detentado. A estos tales se les caen de la boca frases tan
piadosas como viejo caduco; cuando nos dejarás en paz con tus chocheces;
te ronda la degeneración senil; careces de secreciones internas; tus centros
nerviosos son infecundos; has sido superado y vegetas onerosamente sobre
el cuerpo social; paso a los jóvenes!
296

Todos conocemos jóvenes mentalmente viejos y ancianos seductoramente


jóvenes.
Los viejos somos incomprendidos por los jóvenes; vivimos en capas
sociales diferentes y adoptamos actitudes contrapuestas; somos indolentes
y egoístas; nos agobia el pasado que ha convertido nuestro rostro en
caricatura y nuestro cerebro en desván.

Llegado a octogenario o iniciadas dolorosas afecciones crónicas


inquietantes, no es apetecible la vida solitaria de la quinta o el cortijo.
Antes que el hechizo de las flores, importan los servicios, a veces
urgentísimos, del médico especialista y de bien surtida botica. Sin olvidar
una variada y copiosa biblioteca- esa botica moral inestimable- el teléfono,
la radio…(y ahora la televisión y la Internet).

Ya lo dijo el sublime Jesús: “Sólo hay una regla segura para juzgar a los
hombres: el fruto”.

Lo más deplorable de la vejez extrema es la pérdida de la individualidad


física y moral y la flaqueza de la memoria.

A los viejos nos faltan el beso de amor de los padres y el beso de Judas de
los enemigos. Por desgracia, esta última amargura no siempre falta.

Todos desean llegar a viejos y, en siéndolo, no quieren parecerlo (Gracián).

Rasgo característico de la vejez es el pensar que con nuestra ruina debe


precisamente coincidir la del Universo.

Dichosos los hombres que ofrendan su vida a una idea grande, porque ellos
perdurarán en ella y por ella.
297

Conforme avanzamos en la senectud disminuyen los amigos y aumentan


los desdeñosos y censores, que son cuantos codician nuestros puestos
oficiales y nuestra modesta reputación.

Que lástima da el viejo verde construyendo nidos donde jamás habitará el


amor.

La vida, función de la materia y del tiempo, fluye siempre hacia la nada.

De chicos pensamos: soy inmortal. De viejos decimos: muero sin haber


vivido; no he sabido vivir. Y pensaríamos lo mismo si nuestra vida durara,
al decir de los naturalistas, los trescientos años del cocodrilo o los
doscientos del elefante.

El viejo puede aprender cosas nuevas aunque no consiga elevarse a las


cimas de la genial creación. Catón estudió el griego en la ancianidad;
Platón murió escribiendo a los ochenta y un años; Sócrates anciano se
consagró con éxito a tocar la lira; el Quijote se forjó en los linderos de la
senectud de Cervantes.

La juventud no ama a los viejos, salvando honrosas excepciones, aunque,


por fortuna, todavía no los devora.

Las bibliotecas constituyen cuna y sepulcro del espíritu. En ellas se templa


y apercibe el joven para las ásperas luchas de la vida, y consuélase el
anciano de la muerte próxima, conversando con los muertos.

Lo más triste de la vejez es carecer de mañana.

La pobreza e imprevisión producen a veces un nuevo parasitismo: el de la


ancianidad desvalida.
298

Notorio es que los años no poseen la misma duración subjetiva al terminar


que al iniciarse el curso de la existencia. De niños decimos: un año más;
qué alegría! De viejos, pensamos: un año menos; qué pena!

Encomiaba Cicerón la vejez sana, opulenta y patricia. Olvidaba, sin


embargo, un detalle: que esa próspera longevidad se apoyaba en el trabajo
abrumador del esclavo o del libertino, condenados, casi siempre, a arrastrar
vida breve y miserable. Nadie ignora que, hasta en Grecia, los filósofos
vivían a costa de los esclavos. Por ello hallo sospechosos los ditirambos
sobre la senectud feliz entonados por helenos y romanos, pueblos
fundamentalmente aristocráticos.

Afirmaba Diógenes que nada hay más miserable que el viejo pobre. Hay
todavía algo peor: el viejo enfermo, desengañado y escéptico.

Desolador y ridículo es el anciano que se acicala y adoba cual otoñal


desesperada. No deshonremos las canas con menjunjes. Ellas son corona de
luz y signo de cordura.; no conviene tener los cabellos negros y las ideas
turbias.

No hay acontecimiento más real e ineluctable que el fenecer, ni tema sobre


el cual menos se platique.

La gloria no es otra cosa que un olvido aplazado.

La vida es un azar y un enigma. Esclavos de las circunstancias, nuestra


carrera vital tanto puede constituir una fuerza nueva y fecunda como una
esperanza frustrada. Loor a los maestros que, como el admirable Sócrates,
han hecho de su muerte la más elocuente lección.

Los que profesamos el oficio de ser mayores tenemos la obligación


inexcusable de oír a los jóvenes, a fin de discernir el talento positivo de la
299

huera palabrería y de trabajar para crear al mérito naciente el ambiente de


comprensión y respeto a que tienen derecho.

Al modo de los callos, las opiniones crónicas, cuanto más se pisan y soban,
más se irritan y enconan.

Ocioso es porfiar con viejos. Sus opiniones, como sus suturas craneales, se
hallan osificadas. Nada me inspira más veneración y asombro, que un
anciano que sabe cambiar de opinión.

Emplea tu vida de manera que tus hijos te llamen tonto y tus conciudadanos
benemérito.

La afición a la soledad de muchos viejos, a veces, es el fruto amargo del


conocimiento de los hombres.

La mitad de la felicidad depende de la ilusión, y la otra mitad, de la


esperanza.

La tendencia irresistible de la juventud es creer, y el de la vejez el


desengañar.

La alegría es garantía de salud y longevidad.

Sólo interesan y perduran positivamente las obras que se escribieron con


sangre y entre las angustias del dolor. Pocos genios alcanzan la dicha
suprema de cultivar el humorismo en plena senectud.

Un joven puede decirlo todo: tiempo habrá de rectificar ofuscaciones,


errores o ligerezas. Un viejo debe aspirar a ser grave y definitivo, pues le
faltará tiempo para redactar su fe de erratas.
300

El ideal de mucha gente es jubilarse tras breves años de trabajo y, si es


posible, antes de trabajar.

Hay hombres que se pasan la juventud, a la manera de las pulgas, picando


en las mujeres; mas, llegada la vejez, la mujer se venga, picando en sus
bolsillos.

¿Quieres ser invisible para los hombres? Sé pobre. ¿Quieres serlo para las
mujeres’. Sé viejo.

Aquellas heroicas mujeres que cargan con viejos carcamales proceden


como los penetrantes rayos X y sólo ven en el averiado cónyuge las cosas
que detienen esos rayos: el oro, los diamantes y el esqueleto; el cual no
causa pavor por anunciar próxima y sabrosa viudez. Lo más grave es que,
según las estadísticas, la anciana, irrevocablemente abandonada de las
Gracias y de Minerva, vive bastantes años más que el hombre. Y en vez de
librarnos de ella, es ella quien se libra de nosotros.

FUENTES:

Ramón y Cajal, Santiago: Charlas de café; en Obras Literarias Completas;


Aguilar, S.A. de Ediciones; Madrid; 1954.

Ramón y Cajal, Santiago: El mundo visto a los ochenta años. Impresiones


de un arterioesclerótico; en Obras Literarias Completas; Aguilar, S.A. de
Ediciones; Madrid; 1954.

Strejilevich, Leonardo: Santiago Ramón y Cajal; La Semana Médica; año


LXXI; N° 3897; Tomo 125; No. 32; 12 de octubre; 1964.

Strejilevich, Leonardo: Gerontología Social; Editorial Dunken; Buenos


Aires; 2004.
301

Strejilevich, Leonardo: Escritos reunidos; ISBN 978-1-4583-9182-7; 359


págs. con ilustraciones en e-book; http://www.lulu.com/content/e-
book/escritos-reunidos/10162796.

Strejilevich, Leonardo: El gerontólogo Platón; ISBN 978-1-257-10358-4;


212 págs. con ilustraciones en e-book; http://www.lulu.com/content/e-
book/apuntes-de gerontolog%c3%8da- segunda-edici%c3%b3n/10090973
302

ENVEJECIMIENTO Y VIABILIDAD DEL


SISTEMA SANITARIO

Es un hecho constatado que la pirámide de población se ha transformado


radicalmente en los últimos años. Según algunas proyecciones, se prevé
que en 40 años la población mayor de 65 años se duplicará. El
envejecimiento de la población encarece la asistencia sanitaria por el
aumento de las enfermedades y la consecuente demanda de prestaciones
médicas y sociales pero esto sólo supone una parte del aumento de los
gastos sanitarios y al parecer no constituye una amenaza para la
sostenibilidad del sistema de salud.

Es difícil establecer pautas previsibles de utilización futura de servicios


sanitarios por adultos mayores y, al mismo tiempo, estimar
aproximadamente la viabilidad financiera del sistema de salud.

Es conocido que el gasto sanitario de los adultos mayores es varias veces


superior al gasto medio y hay que tener en cuenta que al gasto corriente se
le agregan gastos sanitarios y sociales (ayudas, soportes, acompañamiento,
atención domiciliaria, rehabilitación, terapias especiales para enfermedades
degenerativas de alta incidencia, etc.).
303

En todo caso, habría que propiciar la reflexión sobre la efectividad y la


eficiencia del sistema, la sostenibilidad, la utilización intensiva de la red de
servicios de salud que constituyen la base operativa del sistema de la
Atención Primaria de la Salud que en nuestro medio está subutilizada por
nuestros mayores dadas, además, las dificultades ocasionadas para la
accesibilidad por la realidad de un vasto territorio, de geografía compleja,
con población pluriétnica, diversidad cultural y pobreza estructural.

Nuestros adultos mayores tendrían que tener una mayor dependencia de la


cobertura sanitaria pública admitiendo la consistencia de las afirmaciones
precedentes.

Las personas mayores deberían concentrar buena parte de la atención en


sus domicilios debido a las razones expuestas y a la menor movilidad que
presenta este grupo de edad.

Hace bastante tiempo que tendríamos que haber establecido patrones de


utilización de los servicios de salud por parte de los mayores y un modelo
realista y adecuado de organización de los servicios mejorando la práctica
clínica y terapéutica.

El gasto sanitario siempre aumenta con respecto a las decisiones clínicas


que se tomen, al incremento acrítico de pruebas, ingresos e intervenciones,
a un mayor uso de la tecnología y mayores servicios y a las decisiones
políticas a veces erróneas de construir nuevos, más grandes y complejos
hospitales o aumentar innecesariamente el número de prestaciones y
tratamientos.

El aumento de los precios en general y también los del sector salud, el


aumento de la población, una mayor accesibilidad y uso de los servicios y
304

los progresos de la medicina y la tecnología médica contribuyen al aumento


en espiral de los costos de la atención médica.

Los servicios de salud suelen ser de propiedad múltiple y su operación y


financiación se efectúa bajo múltiples auspicios y responsabilidades y los
controles del gasto en salud suelen ser laxos y se hace muy difícil contener
los de productividad, accesibilidad y efectividad que el sistema de salud
debería tener asegurando sus fortalezas y descartando los anacronismos y
los usos indebidos del sistema.

Un sistema nacional de servicios de salud integrales que llegue a todos


sería lo ideal pero nuestro país no ha podido concretarlo en sucesivos
intentos cuyo análisis no cabe, por su extensión, en esta breve y acotada
nota.

Todavía no hemos logrado equilibrar el financiamiento de los fondos


destinados a la recuperación de la salud con los invertidos en servicios
preventivos, investigación y desarrollo y educación permanente de recursos
humanos en el sector salud.
305

ENVEJECIMIENTO, MUNDO Y ECONOMÍA

En el mundo actual hay un cóctel explosivo formado por la fragilidad


informática de todos los sistemas de seguridad, la crisis económica que
condiciona la disponibilidad de fondos, gran descontento interno en los
Estados Unidos y la Unión Europea, tensión comercial entre China y los
Estados Unidos, proliferación nuclear provocada por la disgregación de la
Unión Soviética, conflictos entre las dos Coreas, enemistad manifiesta
entre dos probables potencias nucleares inestables como Irán e Israel,
escasez de recursos naturales como el agua, crisis económica de Europa,
hambre mundial de la mitad de la población del globo (hace 40 años los
ingresos del 5 % más rico de la población mundial eran 30 veces más altos
de los del 5 % más pobre; hace 15 años ya eran el 60 % más altos y hacia
2002 habían alcanzado un factor del 114 %; Zygmunt Bauman),
inestabilidad política de los países que poseen las mayores cuencas
306

petrolíferas y gasíferas del mundo, el envejecimiento poblacional y otras


cuestiones que transforma a los tiempos actuales en los más peligrosos.
Algunos sostienen la tesis de que, un mundo con 7.000 millones de
habitantes y altamente envejecido no es sustentable, por último, cabe
recordar que grandes crisis económicas y políticas precedieron a las dos
grandes guerras del siglo XX.

En la época en que nació Jesucristo y durante el imperio romano, la


población mundial no superaba los 200 millones de personas; en el año
1000 la población mundial era de 270 millones de personas; en el 1700
había aumentado alrededor de 600 millones y es posible que en el año 1820
haya sobrepasado los 1000 millones. Se necesitaron dos siglos para que la
población mundial se duplicara y sólo un poco más de un siglo para que
volviera a duplicarse y llegara a 2.300 millones en 1940. En 1960, éramos
3.000 millones; hoy en día, medio siglo después, creció de nuevo a más del
doble hasta 7.000 millones; se espera que la población mundial alcance
8.200 millones en 2030 y más de 9.000 millones en 2050.
Como se ve, antiguamente el crecimiento de la población era lento y se
autorregulaba por la muerte a causa de las hambrunas y las enfermedades
(peste negra en el siglo XIV en Europa que mató entre una y dos terceras
partes de la población); la aceleración del crecimiento demográfico
comenzó después de 1700 en Inglaterra y después de 1800 en Europa.
Las proyecciones indican que para 2.050 la esperanza de vida de hombres y
mujeres de los países desarrollados llegará a 79 y 85 años respectivamente;
en los países en vía de desarrollo 72 y 76 años y en las economías más
pobres 65 y 69 años. Hay 62 países donde vive el 45 % de la población
mundial que tienen tasas de fecundidad iguales o inferiores a la tasa de
sustitución de 2.1. Ya se acabaron las épocas en que “una generación
307

trabaja; la segunda acumula fortuna, la tercera lleva esa fortuna al máximo


y la cuarta la dilapida. Y así todo vuelve a cero” (Thomas Mann).

Los índices de mortalidad infantil han descendido en muchos países en los


últimos años; paralelamente con el descenso de la mortalidad en los niños
de menos de 5 años se ha registrado una disminución en el índice total de
fertilidad de 5.0 en 1950 a 2.5 en 2009, con lo cual el promedio y la
mediana de edad se incrementaron en la mayoría de las poblaciones.

La muerte en las personas de 15 a 59 años se considera actualmente


prematura y tiene consecuencias muy desfavorables en términos
económicos y productivos para la sociedad. El aumento de las
enfermedades no comunicables obligatoriamente reciben mucha menos
atención. La información actualizada es fundamental para adoptar las
intervenciones necesarias en salud y para determinar el progreso de los
países. Hay que mejorar la metodología, los sistemas de registro y la
vigilancia demográfica para posibilitar una valoración sistemática de las
tendencias. Siempre existe una brecha entre el momento de la recolección
de los datos y la publicación de la información; aunque esta brecha es
mayor en unos países que en otros.

El riesgo de mortalidad por lo general es mayor para los hombres que para
las mujeres.

Los datos en conjunto indican que la variación en la mortalidad en los


adultos por país y a lo largo del tiempo es significativamente mayor que la
correspondiente para la población de menos de 5 años.

Los factores que influyen en la mortalidad en adultos y en niños son


sustancialmente distintos, por lo tanto, no es válida la extrapolación de la
308

información de una población a otra ni la consideración de la expectativa


de vida en el momento del nacimiento.

Los movimientos migratorios, el crecimiento socioeconómico, los avances


tecnológicos en salud, la disfunción social, las epidemias (especialmente
por el VIH; afecta a más de 33 millones de personas en todo el mundo
incluidos 2.5 millones de niños; todos los días 6.800 personas se infectan y
5.700 mueren a consecuencia de la enfermedad) son algunos de los factores
que indudablemente contribuyeron a los cambios en los patrones de
mortalidad en los últimos 40 años. Aunque el crecimiento económico
explicaría la reducción de los índices de mortalidad en algunos países, otras
regiones con el mismo crecimiento no presentaron una modificación
similar en el riesgo de mortalidad.

De hecho, los cambios esperables en relación con la mejor alimentación,


con el control de las enfermedades infecciosas y con el mayor acceso a la
atención médica se reflejan en forma diferente según la región, y una
proporción considerable de las modificaciones registradas, sin duda no
puede explicarse mediante alguno de los factores conocidos o por la
combinación de diferentes factores.

La mortalidad en los adultos suele variar en forma mucho más lenta que la
mortalidad en los niños; esta última se considera un parámetro más sensible
del estado de salud en una determinada región. Los cambios en la
mortalidad en los adultos se correlacionan muy poco con los respectivos
para los niños.

No es aceptable pensar que la reducción de la mortalidad en los niños


inevitablemente se reflejará en un menor índice de mortalidad en la
población adulta. Cada año en el mundo, más de 7.7 millones de niños
mueren antes de cumplir los 5 años; sin embargo, un número casi tres veces
309

más alto de adultos muere antes de cumplir los 60 años. En términos de


salud pública, la prevención de la mortalidad prematura es un objetivo tan
importante como la reducción de la mortalidad infantil. Habría que
garantizar y esforzarse para que los habitantes no sólo lleguen a adultos
sino también para que no se produzca su fallecimiento antes de los 60 años.
Este objetivo sólo podrá cumplirse si se realiza un esfuerzo conjunto con
sistemas comunes de vigilancia y de registro con la finalidad de establecer
pautas y programas específicos de prevención.

De acuerdo con las tendencias demográficas publicadas, en 2050 la


población mundial alcanzará los 9.200 millones de personas; la mayor parte
de esta población estará compuesta por ancianos. Dijimos que hay un
incremento en la esperanza de vida (en muchos países del mundo existen
actualmente más personas en condiciones de jubilarse que niños menores
de 16 años) debido probablemente a los avances de la medicina, el cuidado
preventivo de la salud y la alimentación y también una fuerte disminución
en la tasa de fecundidad especialmente en los países desarrollados. Estas
desproporciones llevará a que una cantidad cada vez más reducida de
personas jóvenes deberá sostener económicamente a una población cada
vez mayor de viejos. Si no se toman las medidas convenientes a tiempo las
consecuencias pueden llegar a ser catastróficas en el orden financiero,
social y político.

La demografía es “la rama del conocimiento que trata de las poblaciones


humanas, en especial del análisis estadístico de los nacimientos,
defunciones, migraciones, enfermedades, etcétera, que ilustran la condición
de la vida en las comunidades”.

Hasta hace poco tiempo, antes de la crisis económica global actual, hubo
un crecimiento económico pujante, una rápida aceleración del ritmo de la
310

globalización y el cambio tecnológico pero, al mismo tiempo, se han


generado y acumulado temores crecientes acerca de la desigualdad del
ingreso, las amenazas al empleo y la creciente desocupación en edad activa,
la inmigración y crisis xenofóbicas, la viabilidad financiera de las
jubilaciones y pensiones, los marcados e inestables desequilibrios
financieros en la economía global, la degradación del medio ambiente. Los
pobres, que son la mayoría, siempre están necesitados de ayuda y no
siempre se les alcanza oportunamente lo necesario y carecen de voz política
enérgica; las clases medias evidencian mayor aumento del descontento ante
la inseguridad económica. La velocidad y el monto del crecimiento
económico global se ha detenido bruscamente porque la mayoría de las
economías avanzadas empezaron a sucumbir desde el año 2007 como
respuesta a una grave crisis bancaria y a una recesión económica sostenida
de largo plazo. La incidencia de estos problemas se agudiza en las
sociedades senescentes. Parece ser que se ha aquietado la euforia del
capitalismo triunfalista y se empieza a creer que el capitalismo de libre
mercado no satisface las necesidades de la clase media y menos las de los
pobres y las sociedades envejecidas. Habrá que pensar rápidamente en
nuevas formas de capitalismo y de seguridad social.

Las sociedades envejecidas tendrán que hallar la forma de que el Estado


otorgue más prestaciones a los adultos mayores y el cómo pagarlas. Al
momento y por largo tiempo las sociedades experimentarán indeseables
cambios que afectarán los precios de los activos, los salarios, las utilidades;
los trabajadores sufrirán cada vez más presión para ahorrar a causa de la
elevación de los impuestos y de las cargas sociales; se requerirán esfuerzos
adicionales para invertir en educación y capacitación para mantener la
competitividad, la calidad y la productividad; muchas de las premisas que
soportan los programas de seguridad social pronto deberán cambiar. La
311

pobreza de los jubilados y pensionados se está volviendo un problema


creciente; la mayor esperanza de vida significa en muchos casos más
achaques y discapacidad; la jubilación es para la mayoría de las personas
un amplio período de ocio sustentado por el Estado que nunca se previó y
que tampoco estamos pensando cómo se va a pagar todo esto cuando la
cantidad de jóvenes activos laboralmente (que no son la totalidad)
contribuyen cada vez menos en cantidad y montos adecuados al
sostenimiento de las jubilaciones y pensiones estatales y los programas de
atención médica.

Se espera que el número de personas de 60 años y más llegue a 1.000


millones para 2020 y a 2.000 millones en 2050, alrededor del 22 % de la
población mundial; las personas de más de 80 años representarán un 4 % de
la población mundial. El número de personas de 65 años y más superará al
de niños menores de cinco años; esto significa que no va a haber niños en
cantidad suficiente para que crezcan y se conviertan en trabajadores y
empleados que puedan sostener a la población envejecida que crece con
rapidez.

Deberíamos debatir ya mismo las características y los efectos económicos y


sociales de las sociedades envejecidas como la nuestra; la viabilidad de las
jubilaciones y pensiones; la atención médica; la inmigración; el trabajo y la
posible escasez de mano de obra calificada; las políticas fiscal, social,
laboral y educativa; las enfermedades no transmisibles, crónicas,
degenerativas e invalidantes; las estructuras familiares; la forma, la edad y
el momento del retiro laboral; la necesidad del ahorro propio para
complementar los haberes previsionales; los sistemas y programas
sociosanitarios de atención y ayuda; las funciones de los gobiernos y de las
instituciones destinadas a los adultos mayores y la política gubernamental
312

hacia ellos. No nos hallamos en mejor posición que nuestros padres o


abuelos para predecir qué sucederá con nuestra vejez.

En general no pensamos o no nos gusta pensar en la vejez; nuestra cultura


está dominada por imágenes de juventud, energía, dinamismo y sexo pero
será inevitable que varíe la cultura absolutamente juvenil.

Habrá que plantearse aumentar la participación en la fuerza laboral de


personas mayores que podrán trabajar más o durante más tiempo; aumentar
la productividad para que quienes trabajen aporten más a la economía y la
seguridad social; incrementar la inmigración según las necesidades
demográficas y laborales; fomentar el ahorro que al presente es
insuficiente.

La población envejecida o muy envejecida tiene alta demanda de atención


sanitaria y social; los costos financieros de la atención de la vejez son
mucho más altos que los de la atención de la juventud; los jubilados y
pensionados reciben salarios previsionales insuficientes; los adultos
mayores necesitan mayor atención médica y consumen más medicamentos
cuyos costos aumentan progresivamente a ritmo más acelerado que los
bienes y servicios; los costos sociales para cuidar y auxiliar a las personas
mayores son muy altos y no se los puede quitar porque son
imprescindibles.

Los adultos jóvenes han empezado a quedarse solteros y muchos de los que
se han casado se divorcian y viven o han regresado en una proporción muy
alta a la casa de los padres son los “kippers” (acrónimo de “kids in parents
pockets eroding retirement savings = muchachos en los bolsillos de los
padres reduciendo los ahorros de la jubilación) y además, estos adultos
jóvenes tienen cada vez más problemas para conseguir un buen y estable
trabajo o empleo ya que en este mundo globalizado y competitivo
313

dominado por la tecnología informática hay que demostrar niveles cada vez
más altos de educación, capacitación, capacidades específicas,
conocimientos y saberes; muchos de los jóvenes actuales son
incompetentes para trabajar y nadie quiere emplearlos. La situación se
presenta tan crítica que muchos empleados actuales llegarán como
generación a la edad del retiro sin recursos suficientes para jubilarse.

El crecimiento económico es esencial para mantener el nivel de vida y para


la creación de los recursos necesarios para financiar las metas económicas
y sociales y al mismo tiempo habrá que aceptar el cambio en la estructura
del trabajo que está dejando la estabilidad para transformarse en empleo
intermitente, comprometerse con una capacitación y educación continua y
un retiro gradual. La edad de jubilación tiende a aumentar en el mundo y
muchos adultos mayores desean trabajar más tiempo después de jubilarse;
en este sentido habrá que seguir luchando contra el estereotipo negativo y
la discriminación por edad (viejismo, edadismo).

El gasto gubernamental en jubilados y adultos mayores en general subirá


como la espuma los próximos años, mucho más rápido de lo que la tasa
subyacente de crecimiento económico puede financiar; por ello habrá que
tomar decisiones con respecto a la prioridad del gasto y adecuar el nivel de
las tasas impositivas necesarias para mantener las finanzas públicas en
orden. Ya se está advirtiendo una reducción del monto de jubilaciones y
pensiones en muchos países y en muchos casos en los límites más bajos de
lo que es políticamente aceptable quedando muy poco margen para
recortarlas aún más.

Casi todos los 30 países miembros de la OCDE han hecho cambios a la


baja de jubilaciones y pensiones desde 1990 aumentando la edad para
percibir el monto previsional completo y estableciendo cambios en la
314

estimación de los ingresos reduciendo la oferta a futuro cayendo en picada


el ingreso por prestaciones del sistema de jubilaciones que se irá
reduciendo a no más del 62 % en 2040.; la pobreza en la vejez acecha
como un grave riesgo. Entre el 40 y 60 % del gasto público se relaciona
con la estructura de edades de la población; las jubilaciones y pensiones
son el componente más importante del gasto relacionado con la vejez.

Los índices de crecimiento del gasto en atención médica han superado el


crecimiento del PIB en todos los países pero esto no se debe en realidad al
creciente envejecimiento de la población sino a la ampliación y aumento de
las prestaciones con la introducción de métodos de diagnóstico y
tratamiento de alto costo.

Tarde o temprano, si se vive lo suficiente, todos los seres humanos


envejecerán y todos pasarán a formar parte de una creciente razón de
dependencia biopsicosocial, económica y cultural y todos tendrán que
recibir como derecho toda clase de prestaciones.

No hay que ir demasiado lejos ni argumentar más para constatar que el


envejecimiento poblacional ha empezado a cambiar a nuestras sociedades;
ya hay legiones de personas de mediana edad que tienen sentimientos de
angustia e inseguridad cuando más se acercan a la jubilación; el
envejecimiento exacerbará muchos de los problemas económicos y
sociales.

La mayor longevidad no sólo significa un promedio superior de esperanza


de vida; aumentos continuos en la edad máxima que se puede vivir harán
aflorar problemas sociales y económicos sin precedentes, tal vez conflictos
generacionales por la distribución de la riqueza, el ingreso y las cargas
fiscales y pleitos entre familias por el acceso al ingreso y la riqueza.
315

Los propios adultos mayores tienen preocupaciones financieras en el


sentido de cómo cubrir aún parcialmente los costos de su atención médica,
las residencias para mayores, auxiliar económicamente a sus hijos y
familiares adultos jóvenes desocupados, permitirse cierto tipo de
gratificaciones sencillas y merecidas. Todo esto no afecta a los adultos
mayores más ricos que están mejor dotados para costear los gastos de la
vejez; los más pobres, que son la mayoría, deben enfrentar la mayor edad
con menos recursos, más sobresaltos y en general mueren más jóvenes que
sus compatriotas ricos. Seguramente, la autoridad gubernamental y
administrativa tenga que ampliar su responsabilidad para instar al cambio y
a su regulación.

Se espera que los problemas sociales y económicos más graves de las


sociedades envejecidas no provengan de vivir más, sino de la fecundidad
baja y el estancamiento del número de personas jóvenes en condiciones de
trabajar; por otra parte, hay factores que guardan relación con los
problemas de las sociedades envejecidas que aún hoy no se conocen o se
comprenden bien.

Se calcula que para mantener los programas sociosanitarios nacionales


vigentes para la atención de adultos mayores en cantidad y calidad en
muchas partes del mundo, los niveles de prestaciones tendrían que
reducirse en un 30 % en cada edad y los impuestos tendrían que aumentar
un 38 %; a futuro cuando las sociedades envejezcan aún más los ajustes
tendrán que ser mayores.
316

TEORÍA Y PRAXIS DE LA MEDICINA

“De humani corporis fabrica libri septem” Andrés Vesalio (1543)

“No hay nada más práctico que una buena teoría”


Kurt Lewin
317

Los avances médicos de los últimos cincuenta años se apoyan en


paradigmas conceptuales muy anteriores, muy antiguos y completamente
desnaturalizados de acuerdo con la realidad actual. Hoy en día nos resulta
muy difícil comprender el sentido de la inmensa cantidad de datos que nos
está ofreciendo la investigación médica, las ciencias básicas, las ciencias
afines a la medicina y la profusión de tecnología médica para el diagnóstico
y la intervención terapéutica; no tenemos el marco teórico necesario para su
comprensión global y profunda.

La medicina actual carece de un sólido paradigma filosófico capaz de


integrar, articular y dar sentido a las múltiples y diversas aportaciones que
le ofrecen las denominadas “ciencias de la salud” como la economía
sanitaria, la sociología sanitaria, la psicología de la salud, el derecho
sanitario, la arquitectura sanitaria y otras muchas. La elaboración de un
nuevo marco conceptual, capaz de repensar los fundamentos del quehacer
médico e investigar filosóficamente la naturaleza de la práctica clínica es lo
que debería constituir la tarea de construir una auténtica “Teoría de la
Medicina”.

Tal teoría tendría que incluir varias cuestiones como la relación entre la
necesidad, el deseo, la demanda y la queja que se mezclan en toda consulta
médica; la interrelación entre cuatro grandes protagonistas que interactúan
en el sistema sanitario: el médico con el resto del personal sanitario, el
enfermo con su familia y allegados, el tercer pagador de carácter público o
privado y el sistema industrial-sanitario como la problemática que plantean
determinados recursos genéticos y farmacológicos que son, por el
momento, técnicamente posibles y económicamente inviables. El campo
que se abre es tan diverso como complejo pero es también tan importante
como trascendente.
318

Por otra parte y no es casual, hay un crecimiento notable de las


humanidades médicas en las universidades europeas y estadounidenses,
particularmente a partir del año 2000, como voluntad política imperiosa en
términos de educación de recursos humanos para la salud para que se
adapten a nuestro tiempo y necesidades.

Los proyectos de investigación de punta en el área de la medicina como en


otras disciplinas se basan en la colaboración internacional que conllevan
numerosos beneficios, aunque también presenta diversas limitaciones. La
proporción de estas colaboraciones, valorada especialmente desde el punto
de vista del número de autores que aparecen en los artículos publicados, ha
crecido de forma exponencial en los últimos años, reflejando no sólo la
naturaleza internacional sino también multidisciplinar de los mismos y, al
mismo tiempo, se exige, audita y verifica la realización responsable de la
investigación. La realización responsable de la investigación es un factor
primordial para el desarrollo de la ciencia con integridad. Existe, asimismo,
la necesidad de construir eficazmente las capacidades de cada nación con la
finalidad de hacer frente a la mala praxis científica cuando ésta ocurra y
poder prevenirla.

En estos momentos la investigación científica y tecnológica se enfrenta con


una serie de problemas como la adquisición y gestión de datos, la solución
de los conflictos de intereses y el compromiso de los investigadores con la
tarea; la protección de los investigadores activos, la lucha y el contralor de
la mala praxis de la investigación, normalización de las prácticas de
publicación científica y responsabilidad de los verdaderos autores, tutorías
y financiación, transparencia y equilibrio en la colaboración científica
estimulando la movilidad pero tomando en cuenta los límites culturales,
lingüísticos, institucionales y políticos para una praxis correcta de la
investigación, establecimiento de acuerdos para el manejo de datos
319

científicos entre diferentes países y grupos de investigación, liderazgos y


estatus de los proyectos, establecimiento de los controles de diseño, plazos
para la finalización de las distintas fases, requisitos para la publicación.

También, es necesario prestar atención a si las cuestiones propuestas son


política o culturalmente correctas; muchas veces los conceptos y los
términos utilizados no poseen el mismo significado para todos o pueden
existir inconsistencias en la comprensión de ciertas enfermedades. Otra
posible limitación es la disponibilidad de los investigadores implicados en
los proyectos en los países menos desarrollados, ya que a menudo poseen
diversos trabajos con la finalidad de mantener unas condiciones de vida
aceptables. En algunos casos, los investigadores de los países más
desarrollados pueden enfrentarse a la desagradable realidad que, en algunas
culturas, un proyecto determinado no podrá empezar ni finalizar por el tipo
de condiciones existentes o inexistentes.

Durante la fase de planificación, los aspectos éticos cobran especial


relevancia. En este sentido, el concepto de protección adecuada como por
ejemplo el significado de consentimiento, puede variar entre distintas
culturas. En muchos casos, los comités institucionales responsables de la
revisión de proyectos imponen exigencias poco realistas y excesivamente
burocratizadas a los grupos de investigación. En ocasiones, la explicación
de conceptos aparentemente sencillos como placebo y riesgo puede
representar un problema de difícil solución. Asimismo, las posibles
reacciones de la comunidad local a los estudios de investigación deberían
anticiparse y, de ser posible, ser gestionadas en cada lugar.

La segunda fase del proyecto, de creación y manejo de grupos de datos,


presenta otros problemas y dificultades. Es muy importante corroborar la
terminología y las diversas construcciones utilizadas para evitar sesgos y
320

asegurar la fiabilidad a la hora de realizar comparaciones. Temas


especialmente delicados son los conceptos de posesión, acceso y control de
datos.

Los científicos de diferentes países también pueden experimentar


limitaciones de tiempo y trabajo; se ha observado que en investigaciones
internacionales, existe un número considerable de investigadores
pertenecientes a los países menos desarrollados que abandonan el proyecto
como consecuencia de su emigración a países más desarrollados o por el
simple hecho de cambiar de trabajo debido a las condiciones laborales
precarias propias de ese país. Los diferentes problemas que pueden
aparecer pueden deberse a las propias condiciones de vida en los países en
vía de desarrollo.

La tercera fase se concentra en la diseminación y publicación de resultados


y existen diversas expectativas culturales derivadas de los estilos variables
de narración académica así como el orden de los autores puede conllevar
dificultades y esfuerzos notables; no es infrecuente observar la inclusión de
autores en función de consideraciones jerárquicas, aún en ausencia de una
participación explícita o implícita de los mismos en un proyecto
determinado.
En nuestro país, no se concede un espacio adecuado a las humanidades
médicas y a las ciencias sociosanitarias en la formación médica; esto viene
de muy lejos y no se advierte una tendencia al cambio (en la década del ´60
el maestro Profesor Doctor Pedro Laín Entralgo de España dictó un largo y
profundo curso de Antropología Médica en la Facultad de Medicina de la
Universidad de Buenos Aires; éramos sólo ocho alumnos; hoy ni se haría la
propuesta de tal capacitación universitaria…).
321

Sin embargo, en otras latitudes, se produjo el florecimiento en las


universidades norteamericanas de los departamentos de Medical
Humanities a partir de los años setenta y es paralelo al importante
desarrollo que estas mismas disciplinas están teniendo actualmente en las
universidades de los principales países europeos.

Las humanidades médicas no pueden ni deben tener un carácter amateur,


decorativo y optativo que han tenido en otras épocas en la formación de
grado de los médicos; hay que darles un rigor académico y obligatoriedad
que les permita servir como instrumento de análisis global de los grandes
problemas teóricos que plantea cada día la compleja práctica de la medicina
actual.

Fuera del alcance del método científico-experimental, hay una importante


serie de aspectos personales y sociales de la medicina como los
componentes psíquicos de la enfermedad, los factores socioeconómicos y
socioculturales, el papel de la situación histórica de cada enfermo, la
condición ética básica de los actos clínicos, la variabilidad del saber
médico a lo largo del tiempo que deberían tenerse en cuenta.

Las humanidades médicas son imprescindibles para complementar las


materias tradicionales desde la anatomía hasta la higiene y la terapéutica;
no es posible conocer la anatomía humana sin haber meditado sobre el libro
“De humani corporis fabrica” de Andrés Vesalio (1543); interpretar la
neurología sin recurrir al libro de Thomas Willis “The Anatomy of the
Brain and Nerves” (1664) o dejar de leer las publicaciones originales de
Alois Alzheimer (1906), James Parkinson “Essay on the Shaking Palsy)
(1817), Thomas Sydenham (1624 – 1689) de la corea menor o reumática; la
descripción del drama pancreático por Georges Paul Dieulafoy (1839 –
1911), la angina de pecho por William Heberden (1768), la circulación de
322

la sangre “”Exercitatio anatomica de motu cordis et sanguinis in


animalibus” de Guillermo Harvey (1628); la “Fisiología del sistema
nervioso” de John F. Fulton (1938), la “Folia Neurobiológica Argentina”
de Christofredo Jakob (1939); la “Teoría del Hospital” de Ramón Carrillo
(1951); “De la vejez” de Cicerón (1546)…

La psicología médica no puede ser, como hasta ahora ha venido


sucediendo, pese a los ingentes esfuerzos en la Argentina del Doctor Jorge
Insúa y tantos otros de simple introducción psicológica a la psiquiatría; una
sociología médica capaz de dar razón de todas las implicaciones sociales,
económicas y jurídicas de la salud, la enfermedad y la asistencia médica;
una antropología cultural de la medicina, en la cual sea científicamente
estudiada la relación entre la salud y la enfermedad y las distintas
situaciones históricosociales en que desde el Homo habilis hasta el Homo
sapiens se ha realizado la condición humana; una ética médica que, más
allá de la vieja e insuficiente deontología de la medicina, muestre cómo la
constitutiva eticidad de la vida y las acciones del hombre se ha expresado
en el pasado, y debe expresarse hoy, tanto en el pensamiento como en la
praxis del médico; una historia de la medicina apta para la formación
intelectual del práctico y el teórico de ella y por tanto no limitada a la más
o menos erudita información del sanador; una epistemología de la medicina
adecuada a lo que la medicina es; una antropología médica general, en la
cual tengan su verdadero fundamento teorético el saber y el quehacer del
médico; esto es parte del ideario del maestro Pedro Laín Entralgo (1908 –
2001); no debe admitirse que la geriatría y la gerontología no se enseñe
obligatoriamente en el pregrado en todas y cada una de las universidades de
nuestro país teniendo en cuenta la irreversible explosión demográfica de la
vejez en el mundo.
323

Nos proponemos sugerir para la construcción de una nueva teoría de la


medicina y de una praxis congruente con ella los paradigmas siguientes:

* Reconocimiento de los elementos esenciales de la profesión médica,


incluyendo los principios éticos, las responsabilidades legales y el ejercicio
profesional centrado en el paciente.

* Comprensión acerca de la importancia de tales principios para el


beneficio del paciente, de la sociedad y la profesión, con especial atención
al secreto profesional.

* Aplicar el principio de justicia social a la práctica profesional y


comprender las implicaciones éticas de la salud en un contexto mundial en
transformación.

* Desarrollar la práctica profesional con respeto por la autonomía del


paciente, sus creencias y cultura.

* Comunicarse de modo efectivo y claro, tanto de forma oral como escrita,


con los pacientes, los familiares, los medios de comunicación y otros
profesionales.

* Establecer una buena comunicación interpersonal que capacite para


dirigirse con eficiencia y empatía a los pacientes, a los familiares, medios
de comunicación y otros profesionales.

* Reconocer los determinantes de salud en la población, tanto los genéticos


como los dependientes del sexo y estilo de vida,demográficos, ambientales,
sociales, económicos, psicológicos y culturales.

* Conocer las organizaciones nacionales e internacionales de salud y los


entornos y condicionantes de los diferentes sistemas de salud.
324

* Conocimientos básicos del Sistema Nacional de Salud y de legislación


sanitaria del país en el que uno se encuentra y trabaja; conocer,
comparativamente, otras realidades y modelos sociosanitarios.

* Conocer, valorar críticamente y saber utilizar las fuentes de información


clínica y biomédica para obtener, organizar, interpretar y comunicar la
información científica y sanitaria.

* Saber utilizar las tecnologías de la información y la comunicación en las


actividades clínicas, terapéuticas, preventivas y de investigación.

* Tener, en la actividad profesional, un punto de vista crítico, creativo, con


escepticismo constructivo y orientado a la investigación.

* Comprender la importancia y las limitaciones del pensamiento científico


en el estudio, la prevención y el manejo de las enfermedades.

* Ser capaz de formular hipótesis, recolectar y valorar de forma crítica la


información para la resolución de problemas, siguiendo el método
científico.

*Ofrecer a los estudiantes y a los jóvenes graduados una visión conceptual


y transdisciplinar de la medicina que, recurriendo a conocimientos básicos
de historia, filosofía, narrativa, sociología y otras disciplinas, proporcione
una imagen realista y más abarcativa de los diversos aspectos de la ciencia
y de la profesión.

Los estudiantes tendrían que tener una visión conceptual y transdisciplinar


de la medicina que, recurriendo a conocimientos básicos de historia,
filosofía, narrativa, sociología y otras disciplinas, proporcione una primera
imagen realista de los diversos aspectos de la ciencia y de la profesión por
325

la que los alumnos han optado. Esta visión ha de abarcar, al menos, los
siguientes aspectos conceptuales:

* La enfermedad es una realidad histórica con múltiples dimensiones, es


decir, los factores que a lo largo del tiempo influyen en la aparición, los
cambios y la desaparición de enfermedades: factores geográficos,
climáticos, bélicos, laborales, alimentarios, culturales.

* La profesión médica está inmersa y se ejerce en la realidad social, que se


define históricamente a través de una serie de instituciones regidas por
derecho: las asistenciales (consultas, hospitales, centros de salud), las
docentes (facultades de medicina, hospitales universitarios), las
profesionales y científicas (colegios médicos, asociaciones de especialistas,
revistas y congresos).

* Las ciencias sanitarias no son saberes en exclusiva de los médicos aunque


éstos actúen sobre la enfermedad en el ejercicio profesional. En estos
saberes hay que distinguir, histórica y conceptualmente, todas las formas
alternativas de medicina, con sus respectivos componentes empíricos,
mágicoreligiosos y especulativos.

* La experiencia personal, subjetiva y biográfica del enfermo, sólo se


puede comprender, en la clínica, a través de la narrativa personal de cada
paciente, y en el aula a través de profesores y maestros que han sido
capaces de sintetizar en sus cabezas lo que miles de enfermos sienten y no
son capaces de transmitir. Cuando se realiza y concreta una carrera tan
larga como la medicina y uno se dedica a estudiar los conocimientos
objetivos sobre la enfermedad, no es mala cosa dedicar un tiempo a intentar
comprender la vivencia subjetiva de los enfermos.
326

Nuevos planes de estudios se hacen necesarios con un discurso más


reflexivo, más analítico y más moralizante y menos dogmático.
327

VOLUNTAD ANTICIPADA:
DECISIONES AL FINAL DE LA VIDA

“Las edades y la muerte” Hans Baldung Grien Museo del Prado


Madrid – 1539
328

Cuando éramos niños


los viejos tenían como treinta
un charco era un océano
la muerte lisa y llana no existía
luego cuando muchachos
los viejos eran gente de cuarenta
un estanque era un océano
la muerte a lo más
una palabra
ya cuando nos casamos
los ancianos estaban en cincuenta
un lago era un océano
la muerte era la muerte
de los otros ahora veteranos
ya le dimos alcance a la verdad
el océano es el océano
pero la muerte empieza a ser
la nuestra.

Mario Benedetti

No es el hecho ineluctable y definitivo de la muerte sino la certidumbre de


la muerte como destino final propio y de todos nuestros semejantes lo que
nos convierte en humanos por encima de la razón o el lenguaje.
329

Los agujeros negros más significativos para el hombre y la mujer


contemporáneos, y por tanto para los distintos ámbitos de la antropología,
psicología y teología actual son: la soledad, la culpa, la enfermedad, la
vejez y la muerte. Frente a ellos fracasan muchas de las conquistas técnicas
y las reflexiones filosóficas de las que nos sentimos tan orgullosos los
ciudadanos del siglo XXI.

La muerte constituye, en cualquier momento, el desenlace inevitable de


nuestras vidas; por muchos riesgos que podamos evitar la vida está perdida
de antemano. La genérica muerte que nos hermana y nos nivela nos permite
descubrir que somos seres humanos únicos e irrepetibles.

La muerte es una realidad excesivamente familiar por la frecuencia y


evidencia con que se presenta en nuestro entorno y, sin embargo en nuestro
medio cultural, aparece en gran manera convertida en tabú, negada o
confinada entre las paredes del hospital o del cementerio.

La muerte día a día se abre paso y está con sus exigencias de


imprevisibilidad, irreversibilidad, inevitabilidad y universalidad,
recordándonos de manera evidente nuestra condición de seres contingentes
y vulnerables.

No podemos dar nuestro cuerpo por garantizado pero si por perdido de


antemano ya que se deteriorará durante la marcha y los quebrantos.

Todas las sociedades y todas sus culturas han querido combatir contra la
muerte y prometer una victoria social contra ella procurando hacer
trascender nuestro destino físico con símbolos e ideologías
inmortalizadoras.
330

Ante la transitoriedad de casi todo y de uno mismo se procura la


inmortalidad social y el permanecer de algún modo en la memoria colectiva
o en la historia. Queremos forzar una inmortalidad que nuestra realidad nos
niega.

Otra cosa es tener el propósito racional de vivir con perspectiva de


inmortalidad pero sabiéndonos mortales.

La “otra vida” es una compensación que enmienda, suaviza, tranquiliza y


sublima las zozobras de la vida que tenemos o padecemos; la muerte, en
esta situación, es sólo un trámite necesario e intrascendente que anticipa
una vida inacabable, invulnerable, eterna y sin posibilidades de morir
nuevamente.

La muerte nos preocupa porque no la asumimos ni la aceptamos seriamente


como lo que es: cesar de ser.

En la muerte no hay nada que temer (Epicuro, Lucrecio); si estamos


nosotros aún no hay muerte; si está la muerte, no estamos nosotros; la
muerte no es buena ni mala, es el final de todo bien y de todo mal y nada
sobrevive a ella.

Los humanos no somos propuestas inalterables y eternas; encarnamos una


peripecia fugaz. Deambulamos por el azar en un laberinto y vivimos por
azar, es decir, vivimos permanentemente en una mezcla de incertidumbre y
de fatalidad.

Tal vez, el hombre no tenga tanta voluntad de vivir o de poder sino ante
todo voluntad de futuro. El hombre es un ser práxico, es decir que actúa y
actuar es llevar a cabo un proyecto que trasciende lo instintivo. Con su
331

cerebro, que es el órgano del pensamiento y la acción, el hombre conoce,


delibera, valora, elige y decide.

La muerte es destino, es lo no elegido, lo inevitable, lo inexorable que


obtura o relativiza la libertad humana; el tiempo y la muerte forman nuestro
destino.

Aunque no haya vida más allá de la vida, la aventura humana no está en la


duración de la vida sino en su intensidad; mucha vida no es siempre vida
larga. Por ello conviene alejarse de la tiranía medicinal de la salud
(medicalización de la vida individual y de la sociedad) y de la obligación
de mantenerse siempre joven so pena de ser considerado o de estar enfermo
y además ser culpable por ello.

La mayor dificultad al abordar la cuestión que representa el tema de la


muerte se da respecto a que tiene aspectos culturales, filosóficos, religiosos,
sociales y psicológicos, entre otras razones.

El proceso de aceptación social de una definición de muerte está en


realidad consensuada por la comunidad médica para fines exclusivamente
médicos (trasplante de órganos y limitación terapéutica), por más estricta
que sea desde el punto de vista científico y por más altruista que sea su
finalidad no resuelve el problema existencial y moral del fin de una vida
humana.

El acontecimiento que supone morir no se agota en una buena definición


desde el punto de vista médico o legal, ya que es una experiencia en la que
está en juego lo más íntimo de la esencia humana.

Está acordado que lo primordial de un ser humano, de una persona como


tal, y cuya ausencia determina su muerte, no se halla en ningún órgano que
332

pueda ser reemplazado por otro similar o sustituido por un artefacto


producto de la tecnología, que realice la misma tarea. Es, en términos
generales, la tarea del cerebro, que coordina toda la actividad del
organismo, la que nos identifica como las personas que somos.

El bioeticista español Diego Gracia Guillén llega a una conclusión


sumamente interesante: “…que el concepto de muerte natural no existe,
que la muerte no es un hecho natural, ya que siempre está mediatizada por
la cultura. La muerte es un hecho cultural, humano.

Tanto el criterio de muerte cardiopulmonar, como el de muerte cerebral y el


de muerte cortical son construcciones culturales, convenciones racionales,
pero que no pueden identificarse sin más con el concepto de muerte natural.
No hay muerte natural. Toda muerte es cultural. Y los criterios de muerte
también lo son. Es el hombre quien dice qué es la vida y qué es la muerte.”

La muerte es la certidumbre máxima de la biología, pero en los seres


humanos es insuficiente para explicar el fin de la vida. No somos
únicamente seres vivientes mortales, tampoco dioses. Estar balanceándonos
en ese frágil puente imaginario entre la finitud real y la trascendencia ideal
nos ha llevado a crear la cultura, la ciencia, la religión, la filosofía. En la
medida que al pensar la muerte no tengamos en cuenta todas estas
dimensiones la tarea no habrá sido totalmente cumplido y sus resultados no
serán enteramente satisfactorios.

Quien se sabe mortal ama la vida, porque ésta le ha llegado por azar y
porque la perderá sin remedio.

Nos encontramos viviendo en una sociedad que, siendo mortal, rechaza la


muerte. La muerte es un personaje incómodo al que se desea olvidar,
excluir, no hablar de ella.
333

Este deseo de olvidar puede tener más éxito para quien no trabaja junto a
los enfermos, en continuo contacto con la muerte y con su miedo; la
sociedad le encarga a los profesionales y técnicos de la salud que luchen
contra la muerte y le endilgan la responsabilidad sobre ella.

Se generan conflictos difíciles de resolver, especialmente cuando la muerte


se adueña del escenario provocando profundas angustias en el equipo
sanitario y conductas de esquivamiento, de huída, sensación de fracaso, y
esto suele ser sustituido a veces por una puesta en marcha de un activismo
desmesurado de tipo técnico, cuya finalidad consiste en “salvar” al enfermo
a ultranza, pero cuya motivación mas profunda suele ser el apaciguamiento
de la ansiedad, del malestar y de los sentimientos de impotencia de quien
asiste al enfermo.

Se trata de mecanismos defensivos de negación del equipo de salud, que no


esta preparado para aceptar la “pérdida”, es decir, la derrota de quién más o
menos conscientemente se considera a sí mismo y es considerado por el
enfermo y por sus familiares como un sanador a ultranza, omnipotente. A
los estudiantes de medicina en la Universidad se les enseña a salvar vidas
aunque debutan con cadáveres en los anfiteatros de anatomía.

Más adelante, la muerte de nuestro enfermo la vamos a interpretar como un


fracaso profesional, no estamos preparados para ayudar a los enfermos en
el final de sus vidas, cuando lo primero que nos deberían haber enseñado
es: Si puedes curar, cura. Si no puedes curar, alivia. Si no puedes aliviar,
consuela.

La sociedad, en términos generales, también percibe la muerte como un


evidente fracaso de la ciencia. Es la constatación dolorosa y continua de la
derrota del progreso científico. La medicina siempre tendrá sus límites,
defraudando a los propios médicos y a la gente.
334

Viendo morir a un hombre, es a nosotros mismos, en realidad, a quien


vemos morir. Medicalizar la muerte, como hemos dicho, es una
hiperactividad terapéutica, tan valiente como inútil y fútil.

La futilidad, en nuestro caso, es aquello con lo que no puede cumplirse el


objetivo fisiológico y social de una acción.

Los objetivos fisiológicos son del organismo no del órgano y desde el


punto de vista cualitativo mediante lo que yo estoy haciendo, lo único que
logro es una dependencia absoluta de los medios de soporte.

De acuerdo con los objetivos sociales, la calidad de vida de una persona


enferma debe ser definida por el propio paciente o sus familiares en el caso
que el paciente no pueda ejercer su autonomía, y no por el médico. Para
ejercer la autonomía se debe tener información y que esta información sea
relevante, es decir, no debe haber una conspiración del silencio pero
tampoco un encarnizamiento informático. Se puede cooperar con una
muerte digna, asumiendo esa muerte y evitando el dolor, recibiendo y
transmitiendo afecto, con lucidez, con presencia y palabra de esperanza.

Si puedes curar, cura.


Si no puedes curar, alivia.
Si no puedes aliviar, consuela.

La sociedad, en términos generales, también percibe la muerte como un


evidente fracaso de la ciencia.

Es la constatación dolorosa y continua de la derrota del progreso científico.


La medicina siempre tendrá sus límites, defraudando a los propios médicos
y a la gente.

Viendo morir a un hombre, es a nosotros mismos, en realidad, a quien


vemos morir.

Medicalizar la muerte es una hiperactividad terapéutica, tan valiente como


inútil y fútil.
335

Se generan conflictos difíciles de resolver, especialmente cuando la muerte


se adueña del escenario provocando profundas angustias en el equipo
sanitario y conductas de esquivamiento, de huída, sensación de fracaso, y
esto suele ser sustituido a veces por una puesta en marcha de un activismo
desmesurado de tipo técnico, cuya finalidad consiste en “salvar” al enfermo
a ultranza, pero cuya motivación mas profunda suele ser el apaciguamiento
de la ansiedad, del malestar y de los sentimientos de impotencia de quien
asiste al enfermo.

Hay una tendencia a alejar a la muerte del espectro de la vida, sentenciarla


al encierro hospitalario, o a los cementerios cada vez más compactos.

La muerte es socialmente rechazada, en cuanto atenta contra el mundo


material, el único que parece existir.

Culturalmente hay menos motivación y hasta rechazo a dedicarle tiempo a


la muerte, porque el morir perjudica la productividad, la tristeza debe
resolverse lo antes posible, dado que el mundo "real" requiere de los
cuerpos y las mentes lúcidas y capacitadas de los que trabajan para su
crecimiento.

La definición de la muerte está sujeta y condicionada a la idiosincrasia de


quien trata de explicarla; de ahí la variedad de opiniones al respecto.

Alrededor de 1930-1940, generalizada a partir de 1950, la muerte va


pasando, es transferida, al mundo aséptico de la higiene, de la medicina y
de la moralidad cuyo modelo ejemplar es el hospital, sus normas y su
disciplina.

La habitación del moribundo ha pasado de la casa al hospital. Debido a


razones técnicas médicas, ese traslado ha sido aceptado por las familias y
facilitado por su complicidad y el hospital se ha convertido en el mejor
lugar para morir, obviamente, en forma solitaria.
336

ACTITUDES ANTE LA MUERTE EN LOS


PROFESIONALES DE LA SALUD

*Abandono: es la actitud del que se desentiende del paciente con pocas


expectativas y que deriva la responsabilidad para que sean otros los que lo
atiendan y cuiden,

*Lucha: es inercia, obstinación, obsesión y encarnizamiento terapéutico


que implica una actitud del que no sabe parar a tiempo o no consigue
asumir que muchas veces más tratamientos no se traducen en beneficios
clínicos,

*Finalización: provocar el fallecimiento,

*Acompañamiento: busca alternativas para paliar empleando medios


proporcionados a la situación y al pronóstico del paciente.

La medicina postmoderna en nuestra cultura es más que curativa es


“triunfalista” por ello son pocos los que se apuntan con enfermos viejos,
terminales o crónicos.

No es verdad que no haya nada más que hacer por una persona sufriente en
las cercanías de la muerte aunque sean inútiles todos los tratamientos;
todavía se puede prestar atención, consuelo, alivio y bienestar.

“Si los profesionales de la salud no son esclavos del paciente tampoco son
sus dueños”. El intento médico de prolongar la vida, por medio de
complejas tecnologías, en pacientes con estados irreversibles, debe
encaminarse a mitigar el dolor y el sufrimiento del paciente para lograr una
muerte digna. La obstinación terapéutica es un error ético y una falta de
competencia.

TODA PERSONA TIENE DERECHO A:

*Que su vida y su salud sean protegidas, mediante la prevención de la


enfermedad, la curación cuando la enfermedad se presenta, y el cuidado en
el caso de enfermedades irreversibles,

*Que la atención sanitaria sea un derecho de justicia y no de beneficencia;


337

es una exigencia social y éticamente necesaria,

*Que como paciente, se le trate con dignidad y respeto, sin discriminación


por razones de posición social, tipo de enfermedad o edad,

*Disponer de la propia vida como valor prioritario,

*Ser considerado como una persona de carácter único, irrepetible,


irreductible y no intercambiable, *Ser respetado como un absoluto hasta el
final de su vida,

*Ser considerado como una persona bio-psico-socio-espiritual,

*Recibir una atención integral personalizada, *Participar en las decisiones


que afecten su salud y los cuidados que se le han de aplicar,

*Que se valore y respete su autonomía y su capacidad en salud o en


enfermedad,

*Que apliquen todas las medidas necesarias para combatir el dolor y el


sufrimiento,

*Recibir información y respuesta adecuada y honesta a sus preguntas,

*Mantener su jerarquía de valores y no ser discriminado en sus decisiones,

*Mantener y expresar, desde la libertad de conciencia y de culto, su fe


religiosa,

*Ser tratado por profesionales competentes, capacitados y que puedan


ayudarle a afronta la enfermedad o la muerte,

*Recibir el consuelo, el cariño y el afecto de su familia y amigos que desee


que le acompañen,

*Morir en paz y mantener viva la esperanza.


338

REFLEXIONES GERONTOLÓGICAS

Ignatz Leo Nascher

Reconocerse como adulto mayor, persona mayor, anciano o viejo es


reconocerse en el propio destino si se tiene suerte de vivir muchos años y
llegado a este punto es mejor asumir las condiciones que impone la edad
avanzada.

En esta época de modelo juvenil, bello y exitoso, presentarse como viejo es


casi vergonzoso e indecente.

Ahora que se han caído, por un largo tiempo, los mitos de la abundancia, la
expansión y el estado de bienestar, millones de viejos en el mundo están
339

condenados a la miseria, la soledad, la invalidez, la angustia y la


desesperación.

El ser viejo aún hoy no está bien definido, llegar a la vejez no encuentra en
su proceso modelos de pasaje de unas edades a otras; los viejos en la
mayoría de los países no tienen un status definido y apreciado y se dice que
las personas mayores conservan los mismos derechos y obligaciones de
siempre. Sin embargo, a la hora de sostener económicamente a los viejos
economistas, legisladores y gran parte de la sociedad lamentan el peso que
los no activos o pasivos representan para los activos como si éstos no
concluyeran en la misma situación pero un poco más tarde.

Los viejos al no constituir una fuerza económica en términos de producción


pero sí de consumo para aquellos que pueden, no tienen fuerza ni peso
específico para hacer valer sus derechos y reivindicar justicia y dignidad
para mejorar su estándar y calidad de vida.

El joven y también el adulto suelen comportarse como si nunca hubieran de


llegar a viejos. El que ha trabajado y estuvo activo gran parte de su vida
queda perplejo cuando le anuncian la fecha cierta de su jubilación. Nos
negamos a reconocernos en el viejo que seremos (Simone de Beauvoir).

Nadie se vuelve viejo repentinamente; estamos habitados por nuestra futura


vejez y nuestra propia muerte, sin embargo, ambas cosas nos parecen
irreales, lejanas o que les sucede a otros.

Muchos viejos son además de viejos pobres y enfermos, condenados a


vegetar en soledad.
340

En teoría, las personas mayores jubiladas tienen con el ocio posibilidades


nuevas pero en la realidad pese a la liberación del yugo del trabajo no
tienen los medios suficientes para utilizar su libertad.

Es una abstracción y una inadecuada actitud tecnoprofesional y política


considerar separadamente los aspectos biológicos, psicológicos y sociales
del envejecimiento, como al mismo tiempo soslayar o excluir la actitud
práctica e ideológica que tenga la sociedad para con los viejos en un
momento dado.

El envejecimiento es “un proceso progresivo –ineluctable, irreversible-


desfavorable de cambio, ordinariamente ligado al paso del tiempo, que se
vuelve perceptible después de la madurez y concluye invariablemente en la
muerte” (Lansing). La vejez debe ser entendida en su totalidad y además de
ser un complejo biopsicosocial es un hecho cultural.

Sin embargo es inexacto e inconveniente hablar de envejecimiento cuando


las deficiencias en una persona mayor son esporádicas y fácilmente
solucionables. Cuando esas deficiencias cobran importancia funcional y
son irremediables, entonces estamos frente a una persona mayor frágil, más
o menos dependiente, que obviamente declina y que puede convertirse en
un paciente geriátrico.

La medicina, recién a partir de Hipócrates, se convierte en ciencia y arte y


se comienza a comparar y separar las etapas de la vida reconociendo y
señalando que en la vejez se necesitan menos alimentos, se padecen
dificultades respiratorias, trastornos urinarios, dolores en las articulaciones,
vértigos, trastornos neurológicos, disminución de la visión y la audición,
etc. pero siempre y a pesar de todo se recomendaba que los viejos no
dejaran de ser activos, que tomaran baños calientes y bebieran vino
moderadamente.
341

Se consideró hasta hace muy poco a la vejez como una enfermedad; en


1840 aparece el primer tratado sistemático sobre las enfermedades de la
vejez (Prus). La geriatría como tal empezó a existir más allá de la mitad del
siglo XIX y la gerontología, que no estudia la patología de la vejez sino el
proceso mismo del envejecimiento, es mucho más reciente.
Se considera a Ignatz Leo Nascher (1863 – 1944), norteamericano nacido
en Viena, como el padre de la geriatría. Viena, en aquellos tiempos, era un
centro importante de estudios sobre la vejez. Nascher fue a New York y allí
estudió medicina. Visitando un asilo con un grupo de estudiantes oyó que
una vieja se quejaba de diversos trastornos. El profesor que la asistía
explicó que su enfermedad era su avanzada edad. Qué se puede hacer?,
preguntó Nascher. Nada, le contestaron y fue por ello que se dedicó al
envejecimiento. En un viaje a Europa le sorprendió la longevidad y la
buena salud de la mayoría de los residentes en instituciones para mayores y
sus colegas le aseguraron que trataban y cuidaban a los pacientes de edad
como los pediatras tratan a los niños. Nascher creó una rama especial de la
medicina que denominó geriatría; en 1909 publicó su primer programa, en
1912 fundó la Sociedad de Geriatría de Nueva York y publicó en 1914 un
nuevo libro con muchas dificultades porque le costó encontrar un editor
porque no se consideraba interesante el tema.

Parece ser que cada persona contiene ya en el momento de partida en la


vida su vejez que es ineluctable y es consecuencia última del proceso vital
si, desde luego, no hay accidentes o desviaciones de toda índole en ese
proceso antes que el programa se haya cumplido.

Es excepcional encontrar vejez en estado puro sin polipatología crónica,


achaques y discapacidades.; el número de consultas a médicos y el
consumo de medicamentos aumentan con la edad.
342

El envejecimiento no es una pendiente abrupta que todos bajamos a la


misma velocidad, algunos nos precipitamos más rápido que otros. Mientras
lo que llamamos espíritu se conserve en equilibrio, vigor y funcionalidad,
se consigue mantener una buena salud física pese a la edad.

Cuanto más elevado sea el nivel intelectual y el nivel de educación previa


alcanzados más lenta o nula será la disminución de las facultades
necesarias para mantenerse autónomo y con calidad de vida sin olvidar que
la salud depende estrechamente del nivel de vida (siempre enferman más y
mueren más los pobres).

Hoy sabemos que la vejez no es una enfermedad; que sobre todo en las
personas mayores un diagnóstico médico debe ser exacto, oportuno,
temprano y es esencial hacerlo; que muchas enfermedades de la vejez y en
la vejez son curables; que el reposo injustificado en personas mayores
puede ser peligroso.

En muchas especies de animales, sobre todo los evolucionados, los


animales viejos gozan de gran prestigio y transmiten a otros las
informaciones que han obtenido por su experiencia; en la especie humana
también fue así hace muchos años. En las sociedades humanas modernas y
posmodernas la experiencia y mucho menos la edad es valorada y en
apariencia es casi innecesaria dada la explosión tecnológica que nos abarca
a todos.

El paso del tiempo en los hombres de nuestra cultura entraña desgaste,


debilitamiento y obsolescencia. Muchos de los hombres de edad poseen
conocimientos útiles y pese a ello se los aparta de los asuntos públicos, de
las áreas técnicas y científicas en muchos países, de la docencia
especializada, del asesoramiento tecnoprofesional.
343

En teoría, en las sociedades evolucionadas, prósperas y equilibradas la edad


de las personas no tendría que ser indicador ni de decadencia ni una fuente
de prestigio; la edad avanzada de las personas no debería conferir valor
particular o derechos especiales excepto que se valore la inteligencia, la
experiencia, el talento y la conducta individual y social como excepcional.
Los viejos podrían sobrevivir mejor si conservaran su capacidad de trabajo
y ésta fuera requerida y aprovechada debidamente por la sociedad. Cuando
una sociedad está armoniosamente equilibrada garantiza a los viejos un
lugar decente confiándoles trabajos adaptados a sus fuerzas.

La suerte de la gente de edad depende en gran medida de sus capacidades,


de su prestigio y de sus riquezas; no es lo mismo la realidad y el
tratamiento de los viejos del vulgo que de los privilegiados. La sociedad
tecnocrática de hoy ha desacreditado la noción de experiencia; hoy nadie
cree que el saber se acumule sino que caduca; por eso la edad acarrea
descalificación y desprestigio mientras que los valores de la juventud son
apreciados.

La colectividad humana decide la suerte de sus viejos según sus


posibilidades e intereses; los viejos la soportan y acatan casi sin remedio y
protesta alguna. El sentido que la sociedad asigna a su existencia sobre la
base de un sistema global de valores, es el que define el sentido y el valor
de la vejez; por la forma en que una sociedad se comporta con sus viejos
muestra sus principios, sus fines y su escala de valores.

El viejo, como categoría social, nunca ha intervenido en el curso del


mundo; mientras el viejo es eficaz y productivo permanece integrado a la
sociedad; cuando pierde sus capacidades se convierte en puro objeto, no
sirve para nada.
344

Las personas viejas o muy viejas eran poco numerosas y las circunstancias
no favorecían la longevidad. Desde hace unos años y en forma creciente, el
mundo ha envejecido notablemente y no dejará de hacerlo. En la alta
antigüedad la idea de honor estaba unida a la de la vejez. Gera, gerón, son
palabras que designan la edad avanzada, significan también el concepto de
privilegio por la edad, el derecho de ancianidad, la diputación. Los
Consejos del poder político en la antigüedad eran siempre gerusia, sus
miembros ingresaban tarde y permanecían hasta la muerte, formaban parte
de la denominada gerontocracia.

Cada edad tiene su propia organización y su especificad; el adulto mayor


no es un adulto más viejo y desvirilizado, su estado no es una complejidad
de carencias, tiene un equilibrio diferente para consigo mismo y con el
mundo; no es un niño viejo ni un niño arrugado.

El viejo de hoy ya no puede ser un héroe, está acabado, detenido, sin


espera, sin esperanza, la suerte está echada para él, la muerte ya lo habita,
nada de lo que puede sucederle es importante.

La vejez fue poderosa en la China jerárquica, en Esparta, en las oligarquías


griegas, en Roma hasta el siglo II antes de Cristo. La vejez no ha
desempeñado ningún papel político en los períodos de cambio, de
expansión, de revolución; los viejos en la medida que eran ricos y tenían
una cuota importante de poder tenían un gran peso en la vida pública y
privada, hoy por hoy los viejos son muertos a plazo fijo.

Mucho del interés que los viejos despiertan en los adultos de la sociedad
actual se basa en que constituyen un mercado inmenso en permanente
crecimiento para el consumo de bienes y servicios, constituyen un fuerte y
decisivo mercado electoral por su gran número y si tienen bienes y fortuna
personal son objeto de explotación por clínicas, residencias para mayores,
345

casas de descanso, tratamientos biológicos especiales de resultados


infalibles y hasta ciudades y aldeas de muy alto costo preparadas
especialmente para ellos. Esto se basa en la certeza de que de todos los
fenómenos contemporáneos, el menos discutible, el más seguro en su
marcha, el más fácil de prever con mucha anticipación y el más cargado de
necesidades impostergables de servicios es el envejecimiento de la
población. Es claro y notorio que el envejecimiento de la población
significa que el límite de vida se desplazó en forma importante y sobre todo
que la proporción de gentes de edad es mucho mayor.

En las democracias capitalistas el envejecimiento de la población plantea


graves problemas a resolver;”la vejez es el monte Everest de los problemas
sociales actuales” (Ian Mac Leod) y la vejez necesita en forma
impostergable convertirse en una política de Estado.

Si se tienen en cuenta casi en exclusiva los intereses de las economías y no


de las personas, los jubilados constituyen una carga que las sociedades
basadas en el lucro asumen a regañadientes.

La idea actual es que los trabajadores permanezcan activos plenamente


mientras puedan y asegurarles para el momento de su jubilación un nivel de
vida satisfactorio. Mucho antes de la jubilación, muchas personas de edad
están sin empleo y no consiguen volver a ubicarse a medida que aumenta la
edad pese a que se ha demostrado que con la edad aumentan la regularidad
del ritmo en el trabajo, el método, la puntualidad, la atención concentrada y
vigilante, la buena voluntad, la disciplina, la prudencia, la paciencia, la
calidad y el trabajo bien terminado. La inactividad impuesta a los viejos no
es una fatalidad natural sino la consecuencia de una opción social. La
jubilación gradual sería seguramente menos penosa que la jubilación
346

mazazo o la jubilación anticipada sin justificación psicofísica que la


explique y legitime.

Las ayudas socioeconómicas para los viejos son sólo paliativos; la


precariedad en la que viven millares de viejos los obliga a recurrir a los
servicios sociales que los embrollan y fatigan con papeleríos inútiles para
otorgar “beneficios” (que los viejos no suelen reivindicar como derechos)
que casi siempre son tardíos y menguados.

La jubilación, en la mayoría de los países que las tienen, está por debajo del
estándar y disminuye el nivel de vida de las mayorías.

La vejez no exitosa representa para las mayorías un triple encadenamiento


de mala salud, indigencia y soledad.

Cuando los viejos no pueden bastarse a sí mismos ni física ni


económicamente los institucionalizan en residencias para mayores, los
antiguos asilos, que son lugares inadecuados y negativos para la inmensa
mayoría de los viejos donde involucionan y mueren rápidamente en un
guetto que se transforma en cronicario, salas-pudrideros, moridero y en
todo caso hospicio de mendicidad. Se sabe, desde hace mucho tiempo, que
los ancianos sanos admitidos en un asilo u hogar para ancianos, aún en
aquellos en que las condiciones de vida institucional sean las mejores y las
más costosas, son responsables parcialmente del deterioro, la involución, la
creciente dependencia y finalmente la muerte de numerosos ancianos. El
trasplante de la persona mayor acarrea deterioro y hasta la muerte en un
complejo sumatorio de abandono, segregación, decadencia, demencia,
muerte en un contexto de vida rutinaria, reglamentada, rígida, masificada,
aislada del medio habitual y sometido a frecuentes relaciones conflictivas.
No tenemos opciones, o morimos prematuramente o envejecemos; no hay
otra alternativa. Decía Goethe: “la edad se apodera de nosotros por
347

sorpresa”. La experiencia de vivir no nos indica el número de nuestros


años. La vejez sana no anuncia su presencia, el individuo que envejece no
lo nota. Muchas veces se pretende conjurar la idea de enfermedad
invocando la edad o se elude la noción de edad invocando la enfermedad;
en esta contradicción los viejos no suelen proteger su salud adecuadamente
al no darse cuenta del momento en que su estado se vuelve patológico y
achacan sus trastornos a la edad o adoptan una actitud pasiva de
renunciamiento o exageran sus preocupaciones construyendo un
sentimiento de inutilidad. Para el que se siente bien y cómodo bajo su piel,
satisfecho de su condición y en buenas relaciones con su medio, la edad es
una abstracción. Cuando se otorga demasiado tiempo al examen continuado
del propio cuerpo o se expresa una queja plañidera permanentemente
cargada de dolores o malestares la intención oculta es llamar la atención y
sirve de excusa para apoyarse en la enfermedad como justificativo de la
inferioridad y la exclusión; lo más desgarrador de la senectud es el
sentimiento de irreversibilidad.

La edad modifica la relación de las personas con el tiempo. A medida que


sumamos años el futuro se hace más pequeño y el pasado aumenta. Las
personas mayores tienen una larga vida detrás de sí y por delante una
esperanza de vida limitada; el recuerdo predomina sobre la esperanza.
La muerte de los contemporáneos y de los seres queridos produce dolor y
desasosiego y rompen y volatilizan nuestro pasado; los muertos que nos
acompañan mientras vivimos jalonan nuestra propia historia y preanuncian
nuestro propio entierro. El tiempo parecería que se acelera y se consume
más rápido a medida que se envejece; la fuga del tiempo depende también
de su contenido y de la presencia de proyectos personales que deseamos
emprender o terminar de construir. El ser humano tiene una doble finitud:
la contingente y fáctica en que la vida tiene un término cuya conclusión
348

viene de afuera y la ontológica del para sí. La decadencia biológica acarrea


la imposibilidad de ejercer actividad creadora, de apasionarse, mata los
proyectos y en ocasiones torna aceptable la muerte.

La vejez no es la suma de la vida; la vida es dinámica, nos da y nos quita,


se aprende y se olvida, nos enriquecemos y nos degradamos.

En el mundo actual el devenir social es mucho más rápido que el devenir


individual y la persona mayor queda retrasada, se desfasa, con respecto a su
tiempo y pese a los esfuerzos que muchos viejos realizan para estar al día el
número de cosas y hechos que se suceden se multiplican y no permiten su
conocimiento e internalización.
349

INDICE

Prólogo 2

Envejecimiento a escala mundial 4

El desasosiego en “De Senectute” de Norberto Bobbio 8

El adentro y el afuera de los hogares para ancianos 12

Jubilación anticipada 17

Los viejos ghettizados 24

Viejo modelo de viejo 26

Vejez y fin de año 30

Responsabilidad social y vejez 32

Los mayores y la cultura 35

Estudiar de viejo 41

Las personas mayores y la memoria 50

La tercera edad y los docentes. Los jubilados docentes y su


responsabilidad social en Provincias Argentinas marginadas 54

Enunciados y señales en geriatría y gerontología 56

Calidad de la atención sociosanitarias en adultos mayores 66

Aportes para un Plan Gerontológico en la Provincia de Salta 73

Mar del Plata y la vejez 83

Vejez, actividad creadora y trabajo 88

Juventud y vejez 96
350

La memoria, madre de las musas 100

Debate jubilatorio 113

Maltrato de personas mayores 120

Calidad de vida en adultos mayores 131

Políticas sociosanitarias para los adultos mayores de la 136


Argentina

Hogares del feliz ocaso 144

Fragilidad y funcionalidad de los adultos mayores 150

15 de junio: Día Mundial de la toma de conciencia y abuso en


la vejez 160

Muerte digna y derechos del paciente 165

Adultos mayores. Algunos aspectos demográficos y


sociosanitarios 176

Salud, modelo médico y sociedad 182

Atención de la salud y la enfermedad en Provincias


Argentinas 186
marginales

Día mundial enfermedad de Alzheimer. 21 de septiembre 190

Iatrogenia 192

Volver a la medicina social 197

Hablemos acerca de la muerte 202

Trabajo social con adultos mayores 208

¿That´s all? 212

Carta a mi madre 215


351

Geriatría 217
El gerontólogo Platón 225

Abisag, la sunamita o el cariño hacia los viejos 232

Elogio de la vejez 234

Carta abierta de un jubilado a los jóvenes 242

Hablemos de jóvenes y viejos 252

El concepto de salud y enfermedad en las personas mayores 254

Galas gerontológicas de Antonio Gala 256

Atención integral domiciliaria para personas mayores 268

Vejez y discapacidad 270

El porvenir de los ancianos 272

Carta a un hijo que envejece 274

Las nanas de la vejez 276

Viejismo. Discriminación, segregación y aislamiento de la


personas mayores 281

15 de junio: día mundial de la toma de conciencia y abuso en 285


la vejez

El gerontólogo Santiago Ramón y Cajal 290

Envejecimiento y viabilidad del sistema sanitario 302

Envejecimiento, mundo y economía 305

Teoría y praxis de la medicina 316

Voluntad anticipada: decisiones al final de la vida 327


352

Reflexiones gerontológicas 338

Indice 349

Breve curriculum vitae del autor 353


353

LEONARDO STREJI LEVI CH


E-mail: leonardostrejilevich@hotmail.com

Médico.
Master en Gerontología Social de la
Universidad Autónoma de Madrid.
Dedicado a la Neurogerontología–
Neurogeriatría y Gerontología Social.
Periodista científico. Ensayista.
Ex – Docente Facultad de Medicina y
Facultad de Farmacia y Bioquímica de
la Universidad de Buenos Aires.
Ex Profesor Regular Adjunto Facultad
de Ciencias de la Salud de la Universidad Nacional de
Salta. Ex - Director General Comisión Permanente de
Carrera del Ministerio de Salud Pública del Gobierno de
la Provincia de Salta. Ex – Miembro activo del
Laboratorio de Investigaciones Neuroanatómicas
Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires.
Premios:
de la Academia Nacional de Medicina,
Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires
y Universidad Maimónides de Buenos Aires.
Publicó los libros:
“Orientación en Anatomía Humana”
Ediciones Purinzon Librero y Editor; Bs. As.; 1975
“Fundamentos de Neurología”
Editorial COBAS. Comisión Bicameral Examinadora de
Obras de Autores Salteños; Salta; 1994
“La vejez. Aspectos biopsicosociales y
tecnicopolíticos”
(Premio Nacional de Ensayo Federico Gauffin); Editorial
Víctor Manuel Hanne; Salta; 1998
“Maimónides. Pensamiento en acto”
Editorial Milá (AMIA); Bs.As.; 2004
“Gerontología Social”
Editorial Dunken; Buenos Aires; 2004
“Aportes para una Sociología Argentina”;
Colección UPCN en las Letras; Buenos Aires; 2005;
“La curación por el espíritu”
(Primer Premio Ensayo; Concursos Literarios
Provinciales 2006; Secretaría de Cultura de la Provincia
de Salta)
”La vejez en la patria morena”, 2008
“Los viejos de Salta”
(Premio Nacional de Ensayo “Senador J. Armando Caro”,
Mención Especial; Salta; 2010)
”La muerte”, 2010
“Anatomía funcional de la columna vertebral”,
2010
“Apuntes de gerontología”,2011
y más de 200 trabajos científicos, literarios y
periodísticos.
354
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