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xr Moral sexuada y moral sexual En la medida en que no es abstracta, la moral tiene que ser sexwada, porque la vida humana se tealiza en dos formas, varén y mujer, que consisten en su disyun- cién polar, es decir, en su referencia mutua, de tal ma- nera que la disyuncién no separa, sino que esta presen- teen la realidad misma de cada uno de sus términos. La moral tiene que ser «personal», y no puede serlo mas que teferida ala persona masculina o a la persona feme- nina. Lo meramente personal es una forma de relativa despersonalizacién. La moral consiste muy principalmente en la intensi- dad de la vida, y esto implica la intensificacién de lo hu- mano. Esto comprende necesariamente la condicién sexuada, El varén debe serlo plenamente, de una ma- nera saturada, lo mds posible; y otro tanto puede decir- se de la mujer. Las condiciones 0 atributos humanos no son algo «dado» y que pueda ser estatico, sino que son siempre proyectivos, argumentales; mas que ser, acon- tecen. Y esa intensidad no afecta solo a los rasgos res- pectivamente masculinos 0 femeninos, sino més atin a 93 la referencia mutua, a la proyeccién reciproca. El desin- terés o la indiferencia respecto al otro sexo es ya «in- moral» en una perspectiva antropolégica, a diferencia de lo que acaso podria pensarse desde otros puntos de vista. El contenido concreto de la moral sexuada tiene ca- rActer personal y por tanto se refiere rigurosamente a la vida individual; pero esta condicionado por las circuns- tancias sociales e hist6ricas, que determinan un hori- zonte de posibilidades, cuya actualizacién depende a iltima hora de cada persona. Ha sido muy frecuente atender exclusivamente a uno de esos aspectos. Los moralistas han solido olvidar los supuestos histérico- sociales de la conducta, aunque deslizando los vigentes para el propio autor, y lo que es més grave, sin darse cuenta de ello; piénsese, por ejemplo, en multitud de manuales de confesores. Los llamados «antropdlogos» 0 etnélogos, por el contrario, casi siempre se limitan a describir repertorios de usos sociales de un pueblo, de- jando fuera lo que procede de las personas como tales. Son dos visiones parciales, incompletas y que vienen a tesultar dos formas de abstraccién. Dentro de cada configuracién colectiva, con la cual el individuo.tiene que contar, queda un margen decisi- vo de libertad, que es el que confiere caracter moral ala conducta. Aun suponiendo que las formas vigentes sean aceptadas, quiero decir que no se inicie una inno- vacién personal respecto a ellas, es menester su depura- cién, su enriquecimiento, la busca de la perfeccién de cada sexo y, més atin, de sus'relaciones, - Hay siempre un margen. de originalidad respecto a las figuras que adopta la instalacién en el propio sexo, no digamos en cuanto a las relaciones de amistad; amozr, trato social. La moralidad consiste en evitar la degradacion de la convivencia, aumentar su intensidad, 94 escapat ala rutina, vivificar todo ello mediante la ima- ginaéi6n y la inelusién del cardcter personal, sin reducit lo sexuddo a lo meramente sexual 0 a las relaciones per- tenecientes a lo social, a la vida colectiva. : Los gtados de atraccién, atencién e interés de: un sexo hacia el otro son sumamente’ variables. Hay un factor permanente, aunque no constante, que-es la atraccién sexual. Tiene una base elemental’ instintiva, pero condicionada por miltiples influjos que determi- nan su efectiva realidad. Se esta difundiendo —intete- sadamente y creo que con gtave ertor— la interpreta- cién meramente sexual de la atraccién por el otro sexo; en sus comienzos existe como un trasfondo, pero nada més; el intérés del muchacho ola muchacha muy jéve- nes es ptimariamente sentimental, estético, ditigido'a una-configuracién.de vida distinta'de la suya y que se va | descubriendo, Lo que pasa es que-esa interpretacién meramente biolégica y sexual que se «inyecta». social- mente en el joven influye en su visién de las ‘cosas, la deforma en un sentido reduccionista y extretnadamen- te empobrecedor. yes En la imagen que varones y mujeres tienen recipto- camente cuenta con extraordinaria importancia la ini: cial, la que acompafia al descubrimiento, a las primeras relaciones, en gran parte «mentales», imaginarias, ante- tiores a todo contacto efectivo. Intervienen en ello mil- tiples factores: sociales, religiosos, convivenciales —los amigos y sus experiencias 0 suefios—, literarios; en el siglo xx, procedentes también del cine y, mas atin, de la television. En los tiltimos.afios han irrumpido los facto- res de origen fisiolégico 0 psicolégico, con pretensién cientifica, mas o menos justificada, a veces en grado-mi- nimo, con un:predominio inquietante de lo zoolégico. Parece evidente que es decisiva la calidad de todos los factores que he enumerado. Imaginese lo que pue- 95 de influir una religiosidad angosta y suspicaz, a diferen- cia de una abierta, generosa, penetrada de la convic- cién de que el-hombre est4 hecho a imagen y semejan-. za de Dios, y que la realidad de este es amor. La calidad de los estimulos literarios, de la dosis de lirismo 0 pro- saismo que encierren,-es capital. No digamos las formas de convivencia, que se difunden y son «contagiosas», para bien o para mal; todavia mas si estan potenciadas por los medios de comunicacién y reforzadas por. el prestigio que estos les conceden. El riesgo de inmoralidad no se limita a las formas y relaciones que se consideran «irregulares» y discrepan- tes de las vigencias establecidas. Pueden existir innova- ciones que representen un alto grado de motalidad, in- cluso el descubrimiento de posibilidades valiosas, A la inversa, la inmoralidad puede afectar a formas, incluso instituciones, que parecen ser los cauces adecuados de las conductas morales. : El matrimonio, en su concepcién mas rigurosa, la re- ligiosa, esté basado en: el consentimiento libre de los contrayentes, que son los «ministros» del sacramento. Pues bien, durante larguisimos periodos histéricos ha sido normal que los matrimonios fueset arreglados y decididos por las familias, sin que apenas contase el amor, la voluntad o la decisién de los que se casaban, especialmente de las mujeres. A lo largo de varios si- glos, ha habido incontables mattimonios estrictamnen- te invdlidos, pero que no han sido vistos como tales. Esto encierra una evidente inmoralidad, que se ha pa- sado por alto. Recuérdese El si de las nifias, de Moratin, que es de 1806; treinta afios antes, Cadalso anticipaba ya la critica de tales usos, pero al comenzar el siglo xxx todavia pervivian. En este capitulo de la moral podria tener aplicacién un criterio que recuerda vagamente el principio.en que 96 Kant fundaba su «imperativo categérico»; para Kant se ttataba de poder querer que el motivo de la accién fue- se «ley universal de la naturaleza»; se podria pensar en otra norma, que me atrevo a llamar la continuidad bio- grdfica. Existe una «trampa» que consiste en tomar el acto aislado.o la conducta parcial. Creo que hay que preguntatse, para valorar una conducta, si es aceptable y sostenible el conjunto de sus consecuencias, alo largo de las vidas implicadas. Dado el caracter argumental y sistemético de la vida humana, es menester ver la vida de que se trata —la propia y la de otras personas res- pecto a las cuales se acttia— en sui totalidad, mas alld del acto singular que se realiza, Esto requiere el eercicio de la imaginacién, cuyo pa- pel en la vida moral es decisivo, y asombrosamente ol- vidado con extremada frecuencia. Es menester imagi- nar a las otras personas en cuanto tales, en sus trayecto- tias posibles o realizadas, o acaso interrumpidas o truncadas por los actos concretos. Gratry, perspicaz- mente, atribuia al sentido intimo 0 sens intime aquella forma de presencia que hace posible el conocimiento de uno mismo y los actos de deseo, voluntad o amor; pero el mismo sentido se aplicaba al préjimo, autrui, es decir, a toda petsona en cuanto tal. - En esta perspectiva adquiere su significacién verda- deta la sexualidad bumana.-Por ejemplo, su relacién con la fecundidad; ha habido una tendencia, que me parece errénea, a «teducir» ld sexualidad a la fecundi- dad —casi todas las reducciones son deformadoras—, ahora se tiende a «disociar> ambas cosas, lo que es otra forma, igualmente errénea; de reduccionismo. La visién zoolégica del hombre es el riesgo actual mayor de inmoralidad. Se habla de «reproduccién», que se puede evitar, impedir o realizar artificialmente, con el uso de diversas técnicas, se olvidan Jas nociones 97 de paternidad o maternidad, y por consiguiente'de fi- liacién —que tienen ‘aplicacién basta entre los anima: les superiores—; frente a-la bella expresién alemiana “* para designar a la mujer encinta —ein Kind unter dem Herzen tragen, «llevar un nifio bajo el corazén»—, se llega ‘a la idea del nifio como un tumor que se puede extizpar. on # “ mo. ) La culminacién de estas tendencias es, no ya el abor- to —el hombre est expuesto al mal, al pecado o el de- lito—, sino su aceptacién social, su ingreso.en las legis- laciones-y en el catélogo de los «derechos» y:aun de las «conquistas ptogresivas», aunque sea un setroceso ala prehistoria. Si el nifio es un tumor enojoso, ¢por qué no extirparlo? Si es una persona viniente, que llegaré a su plenitud humana sino se la mata en el camino, se trata, no ya de algo inmoral, sino de una monstiuosidad. En este grupo de conductas fundadas en la condi- cién sexuada de la vida humana, el critetio decisivo es la condicién personal del sujeto de los actos y de aque- llos sujetos —nunca objetos— a los que se refieren. La inmoralidad constitutiva e indiscutible procede de prescindir de esa condicién, tomar a una persona como «cosa», organismo, algo que se-puede usar o poseer pata obtener placer o utilidad. Y cuando se hace esto, se empieza por someter a esa interpretacién a la propia persona que lo hace, y que asi se la reduce a un «algo» impersonal. ~ Lo especificamente sexual-es una «provincia» limita- da de lo sexuado. Su importancia e interés son eviden- tes, su limitacién también. El que la inmensa mayoria de las relaciones entre hombre y mujer no-sean sexua- les no implica que no sean sexuadas en miltiples di- mensiones. Si se cree que las relaciones deben ser se- xuales, como solamente algunas lo son, esto querria de- cit que la mayorfa son frustradas 0 fracasadas, lo que 98 patece simplemente absurdo. Si no se cae en esa iden- tificacién, el horizonte de las posibilidades se amplia y enriquece sin limitacién. Dentro del campo magnético de la convivencia sexuada, se abren horizontes de per- feccién que pueden dar un valor apenas conocido a la vida del varén y de la mujer. 99

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