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XI La intensidad de la vida como criterio moral Las instalaciones tienen una dimensién moral, en la que no se suele reparar, en la que he insistido del modo més explicito. Peto las instalaciones son el punto de partida de los vectores en que la vida propiamente con- siste, y que se apoyan en ellas. En rigor, lo que existe, lo que petmite comprender la estructura de la vida huma- na, son las , son las instalaciones vectoriales. Ahora bien, como el vector es una magnitud dirigida, orientada, le perte- nece una determinacién, si no «cuantitativa», sf de una determinada intensidad, que se agrega a su cualidad. Por tanto, al conjunto de la vida le corresponde tam- bién una intensidad mayor o menor, y de ella depende el grado de su moralidad. — Una vita minima es una pobre vida, escasamente es- timable. Significa una falta de aprovechamiento de las posibilidades, una renuncia a la vida, en Ja medida en que no es algo dado, sino que hay que hacer, que’es, no creacién, pero si obra de cada cual. Por debilidad vital —biografica, no biolégica—, por cobardia, por no atreverse, por falta de amor, se reduce la vida a un nivel inferior al posible. : 101 Todo esto son formas de inmoralidad, que afectan al conjunto de la vida, a su integra realidad, a su configu- racién; esa inmoralidad es previa a cada uno de sus ac- tos, que pueden parecer «inofensivos», no delictivos ni: pecaminosos, pero pecan contra la vida misma, contra”. la empresa personal en que consiste, contra sus posibi. lidades, de las que hay que dat cuenta. Se puede «resbalar» por la vida sin entregarse enér- gicamente a ella: no exponerse a las tentaciones, a los = -, fracasos, a las decepciones, a los errores, alos azares ad- versos, al dolor. Son formas timidas de suicidio, de ne- gacién de la vida, un ahorro de lo que se puede hacer, en todos los érdenes. Las causas de esta actitud, en la - que tara vez se ve lo que es, un grave desorden moral, pueden ser muy vatias, aunque si se mira bien se descu- bre que tienen un origen comin. Con frecuencia se trata dela avaricia vital, de la inca- pacidad de dar, que es ptimariamente darse. O bien la vida estd cohibida por un inmoderado affn de seguri- dad, el temot a exponerse, a atriesgarse. O domina la pereza, la evitacién del esfuerzo, del cansancio, espe- cialmente de la continuidad que la vida, en su decutso, requiere, y que puede ser sumamente fatigosa. Tam- bién puede tratarse de esa soberbia impotente, que re- hiye la.compatacién, que lleva a no hacer nada por no «meditse» con los demas. Finalmente, la causa puede set la envidia, la resistencia a hacer lo que puede ayudar o enriquecer a ottos, a hacer que sean més y algo mejor; con otras palabras, el malestar ante la posibilidad del bien ajeno. Tnesperadamente, han aparecido diversos pecados capitales, que ponen en un contexto esttictamente mo- ral lo que no se suele ver en esa perspectiva. Hay que evitar la «atomizacién» de la vida moral, porque ello va en contra de la estructura misma de la vida; todo se fal- 102 sea cuando la atencién se concentra exclusivamente en los «actos», en los contenidos particulares, que no tie- nen sentido personal —y por.tanto.moral— mds que dentro de una vida fntegra, con su argumento y el siste- ma total de sus justificaciones... : Por el contrario, la intensidad de la vida es ya, en sf misma, un aumento,.una exaltacién de su valor. Sila vida lo tiene, ser4 tanto mayor cuanto més:vida sea. Una vez més, hay que rechazar toda interpretacién de la vida como algo «dado» y verla como una empresa cuya realidad se va haciendo y admite muy diversos . grados, que en amplia proporcién dependen de la-acti- tud del que vive. ‘ Esa intensificacion es la forma en que el hombre ex- presa més enérgicamente la gratitud por esa vida que le ha sido dada, en y con la cual se ha encontrado, preci- samente como un.quehacer, como algo. que cada uno tiene que imaginar, proyectar y realizar. Es la acepta- cién real de ese don, que se presenta, al menos en prin- cipio, como algo positivo, valioso, posiblemente-mara- villoso.. Recuérdese la parabola de los talentos en el Evangelio, la puesta en juego de las dotes hasta el limi- te de las posibilidades. La diferencia entre ellas puede set muy grande, desde la esplendidez hasta la penutia, pero en- cada caso esta en la mano del hombre su utili- zacion para los: proyectos, el aprovechamiento de lo quees mas propio de la vida humana: las posibilidades. Hay vidas extremadamente «modestas» en cuanto a sus dotes —desde las organicas o psiquicas hasta las que proceden de la situaci6n social—, que parecen es- pléndidas como tales vidas, por la intensidad que han logrado.a pesar de Ja limitaci6n de sus recursos. Y hay ejemplos evidentes de lo contratio: vidas admirable- mente dotadas, ricas en posibilidades, cuya realizacién puede mostrar una pobreza lindante con la miseria. 103 La vida intensa cumple con el primer requisito 0 ras- go esencial de Jos vectores: la magnitud; que en la ma- yor parte de las formas de vida es propiamente intensi- dad. Queda el segundo elemento, la direccién u orien- tacién, es decir, la cualidad. Es decisivo, pot supuesto, el acierto de los proyectos a los que se aplica esa inten- sidad requerida. Ambas cosas juntas completan la mo: © ralidad de la vida en su conjunto; de ellas depende en Ultima instancia el valor moral de Ja vida. La atencién se ha concentrado casi siempre sobre las cualidades, sobre el contenido de los vectotes, prescin- diendo de su intensidad. De ahi la frecuente valoracién de las formas de vida limitadas, excesivamente pruden: tes, que propenden-a la abstencién, dominadas por el temor a errar. Se podria descubrir un paralelismo entre esta actitud y la aplicada al conocimiento en aquellas formas impregnadas de cautela y suspicacia, més inte- - tesadas en evitar el error que en alcanzar la verdad. En un caso y en otro, me parecen actitudes indebidas y en ultimo término erréneas. La consideracién que aqui propongo descubre el va- lor moral de todo un repertorio de actitudes y posibili- dades humanas cuya estimacién, en la medida en que ha existido, ha procedido de diferentes criterios.-Desde la perspectiva de Ja intensidad vital adquieren singular valor la generosidad, el esfuerzo, los deseos, la magna- nimidad, la capacidad de interesarse por las cosas y, so- bre todo, por Jas personas. En suma, el amor, ultimo motor de todo esto, clave de una manera de entender la vida. : Esto no quiere decir que se desconozcan los aspectos negativos, lamentables, en ocasiones attoces, de la rea- lidad. Con ellos hay que enfrentarse, hay que contar con ellos, sin retroceder ante los mas graves, precisa- mente aquellos que representan el maximo de inmora- 104 lidad; concretamente, la maldad, que la menitalidad-de nuestto tiempo tiene tal resistencia a admitir, que inten- ta disolver y negar con miltiples pretextos y disfraces. Con esto, justamente, tiene que habérselas una vida intensa; ante todo, para verlo y reconocetlo; en segun- do lugar, para intentar superarlo con toda la energia disponible. No tiene sentido, por la indudable existen- cia del mal, la descalificacién de la realidad. Considerar que el temple adecuado ante ella es la nausea me pare- ce, no solo un error intelectual, sino una actitud de pro- funda inmoralidad. Desde la realidad, valiosa en sf mis- ma y Ilena de posibilidades, empezando por la propia del hombre que va a hacer su vida, apoydndose en to- das las instalaciones desde las que se pueden proyectar los diversos vectores, con cuidadosa seleccién de la cualidad u orientacién de estos, la moralidad de la vida consiste en lograr la maxima intensidad, teniendo pre- sente que el hombre no necesita tener éxito, que el fra- caso es una de sus posibilidades, y que también tiene valor cuando algo se ha intentado con plena voluntad de acietto. Una vida intensa esté amenazada por todas las inse- guridades que son inseparables de la condicién buma- na. Puede ser, en una u otta proporcién, errénea; pue- de estar sujeta a desviaciones, desmayos, caidas; puede ser también pecaminosa. Pero suele estar movida por algo positivo, por una idea certera de que la vida debe buscar su plenitud. ; Una vida asi puede fallar en su detalle, incluir mo- mentos resueltamente negativos, incluso directamente inmotales; pero tiene lo que podriamos llamar una jus- tificacién general, wn acierto en cuanto al sentido de lo que es vivir, una comprensién y aceptacién de sus exi- gencias. Y en todo caso, la energia de esa forma de vida hace 105 posible volverse sobre ella misma, hacerse. responsable de ella, mirarla cara‘a cara, y como no esté cerrada y conclusa hasta la muerte, cotregirla, abrirse al atrepen- timiento, iniciar, a cualquier altura.o nivel, una torsién hacia.lo mejor. ee

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