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tros, tanto varén como nifia, sin duda esta amarrada a la limi- nar y luminosa percepcién del primer rostro inclinado sobre el nuestro. ¢Brillaba esta mirada con expresién de amor al acogernos, a nosotros que éramos el nuevo huésped descono- cido en el hogar de nuestros padres? ;Era el rostro de un téc- nico profesional en partos? En cualquier caso, la mirada de este rostro humano es el primer punto de referencia para nues- tra identidad-valor, ={ LA CASTRACION PRIMARIA A VECES LLAMADA CASTRACION GENITAL NO EDIPICA Se trata del descubrimiento de la diferencia sexual entre ni- fias y varones. Hemos visto al nifio llegar, después de los treinta meses, al nivel de desarrollo que le permite la motricidad, la deambula- cion, esté bien o mal educado, hable o no. Debido a que tiene manos y una Jaringe, manifiesta en sus juegos, en sus intercam- bios con los otros, las suficientes sublimaciones concernientes a las pulsiones de la época oral —olfato, gusto, vista, oido, tac- to— como para realizar observaciones y experiencias sensoria- les personales. Ciertamente, ha conocido el espejo y observado todas las regiones corporales homdlogas a las suyas en el prdjimo, se le hhayan procurado o no las palabras que las significan. Asi, la vision del trasero de otro nifio le aporta la revela- cién de las formas nalgatorias en lo que tienen de visible, mien- tras que, salvo eventualmente y muy rara vez por juego de es- pejos, no ha conocido, en su forma, mas que la cara anterior de su propio cuerpo. Unicamente sus sensaciones tactiles le permitieron, por placer o molestia, sentir la regién posterior de su pelvis, por ejemplo cuando lo limpiaban2! Como corolario, Ja cara anterior de la pelvis, que sirve para la miccién urinaria y caracteriza al sexo, sdlo es observada por el nifio en lo que respecta a su diferencia de formas masculina o femenina en general después de los treinta meses. (Asimis- mo, mientras que en casa ve a los adultos, padres, hermanos y hermanas desnudos, cuando es pequefio no repara en el sis- tema piloso corporal de las demas personas.) De hecho, sdlo una vez que ha conocido la cara posterior del cuerpo del otro 21. Pienso en esos nifios que cuando hacen una tonteria reciben una paliza en el trasero: ahi, pues, es donde madre y padre sitian el origen intencional del deseo en ‘su hijo. Por qué no habran de creerlo los nifios, tan inocentes, que gozan diciendo escandalosa y salazmente «pipi> y ««caca», {pero que lo crean también’ los adultos, y que encuentren. cho- cantes estas palabras! jY que imaginen que valorizando el trasero estan educando! 132 se interesa el nifio por la cara anterior de la pelvis: tanto la suya, en el espejo, como la del otro. En cambio, esta cara anterior ya le ha supuesto un proble- ma cuando, sentado en las rodillas del adulto, comparaba el pecho de las mujeres con el térax de los hombres. ¢Por qué él mismo, nifia o varén, al mirarse en el espejo y palparse el té- rax, comprueba que no tiene senos? ¢Por qué no los tiene su padre? Los nifios de esta edad verbalizan todas estas preguntas, cuando tiene libertad para usar palabras relativas al cuerpo. ¥ las palabras que se les dicen en lo que concierne a estas di- ferencias del cuerpo los incitan a suponer, sobre todo si son varones, que la protrusién palpable de su sexo y del sexo de los hombres es de la misma naturaleza que esta otra protru- sion, palpable en el térax de las mujeres: los pechos. No es raro que los nifios, y no solamente los muy pequefios, no ten- gan mds palabras para calificar los pechos de las mujeres que las de «lolo» o «pi»,* nombres que, por extensién, dan a su sexo propio: en la lengua francesa** la palabra «pi», du- plicada, pasa a ser «pipi», asi como en francés «lolo» ¢s la repeticién del fonema del elemento vital que, como la leche del pecho de la madre, calma la sed: el agua.*** La palabra «pi», onomatopeya de chorros sucesivos, que se les da para las ubres de las vacas o cabras ordefiadas a mano, se redobla para significar lo que Ilaman el «grifo» («canillan) de los varones, o sea el pene, término éste que rara vez se utiliza con los ni- ios. Al suscitarse este interés por los pechos y el pene, interés que el nifio traduce con las palabras que se hallan a su dispo- sicién, el nifio, mujer o varén, se plantea la cuestidn de la di- ferencia de formas entre el cuerpo de los hombres y el de las mujeres, entre el de los varones y el de las nifias. ;Cémo puede ser que los varones tengan uno abajo, los papas también, las mamas también (esto es obvio), y que las mamas tengan dos arriba, mientras que Jas nifias no tienen nada tan bello ni tan funcional, ni abajo ni arriba? No hay duda de que la diferencia ya esta expresada en las frases: «Eres una nifiita», «Eres un nifio», pero atin no ha sido referenciada al cuerpo; a lo sumo a «maneras» conformes con lo que se espera de una nifia o de un varén. El nifio descubre la diferencia a través de preguntas relativas al cuerpo dife- rente que presentan sus padres; pero, para eso, también es preciso que advierta que del lado posterior del cuerpo no hay diferencia entre chicas y varones. Esto trae aparejada la cu riosidad por la delantera diferente. Cuando los padres se limi- tan a emplear el término «trasero» 0 «popd» para designar * Denominaciones familiares intraducibles. [T.] ** Y castellana. [T.] ** To es homéfono de Weau, «agua». [T.] 133 la pelvis del nifio, indistintamente respecto de Ja parte ante- rior como de la posterior, lo complican todo, aun si, discrimi- nando la zona por su funcionamiento, ahaden a «popd» 0 a «trasero» el adjetivo «grande» o «pequefio».* La primera vi- sion clara, para un nifio, de lo curioso que es el sexo de una nifia, significa un choque, asi como la primera visién clara, para una nifia, del sexo de un nifio. No hay caso en el que, si los nifios pueden hablar con libertad, no reaccionen abrupta- mente a esta primera visidn. El chico piensa que las nenas tie- nen un pene, pero que esta escondido, momentaneamente, para adentro; y las nifias, todas, realizan de inmediato un gesto rap- tor, irreflexivo. Cuantas de ellas, segtin los testimonios de los padres, dicen: «Eso es mio, me lo has quitado». No hacen pre- guntas, raptan, jconvencidas de su derecho! En cuanto al va- rén, este interés le desconcierta, 0 bien suelta una carcajada y corre a decirselo a quien quiera escucharlo. Precisamente en conexién con esta experiencia del descubrimiento y las pregun- tas indirectas o directas tocantes a la diferencia sexual, deben darse respuestas verdaderas al nifio de ambos sexos, que con- firmen el acierto de su observacién y lo feliciten por haberse percatado de una diferencia que siempre, existiéd. Las palabras rdaderas que resan la conformidad de si sexo con un futuro de mujer o de hombre, proporcionan valor de lenguaje y valor social a su sexo y al propio nifio; y preparan un por- venir sano para su genitalidad, a una edad en que las pulsiones genitales no son atin predominantes. Desde pequefio, el nifio oye que es varén o chica; pero se trata de una referencia pura- mente verbal, que no halla correspondencia con su observacién del cuerpo. Es una palabra que contiene juicios éticos bastante vagos, segtin las familias y, encima, ideas desagradables 0 agra- dables para las mamas o los papas que habrian deseado o no, al nacer el pequefio, un hijo de sexo diferente al suyo. En las conversaciones corrientes de la vida, se dice que las nifias son coquetas y los varones bruscos. Las nifias Iloran, los varones no deben llorar. Las nifias son delicadas, y los varones supues- tamente temerarios. jCuantas afirmaciones ociosas no oiran los nifios, referentes a una diferencia no obstante sexual, mucho antes de saber cémo referirlas a los genitales! ;Y cuantos nifios quedan abandonados sin explicaciones a esta observacién, fun- dadora de su inteligencia general y de su afectividad! Porque ella es la base de todas las discriminaciones significantes que dan sustento a las comparaciones, las diferencias, las analogias, la induccion, la deduccién y al vocabulario del parentesco, de Ja ciudadania, de la responsabilidad. * Denominaciones también de uso familiar, sin equivalentes exactos en el habla castellana, [T.] Tal vez la palabra «cola» —en espafiol— sea tributaria de esta indistincién. [R.] 134 Es indispensable que los nifios, cuando expresan su curios: dad o sus dudas sobre sus observaciones, 0 cuando a veces, por prudencia, acusan a otro nifio de interesarse por ver o mostrar esa region, 0 incluso cuando sostienen Jo falso para conocer lo verdadero, reciban en ese preciso momento no la orden de ca- llarse ni palabras que los ridiculicen, sino las palabras justas del vocabulario referentes a su observacidn, a las formas fisio- l6gicas de su sexo, del de los otros: formas que hacen que, desde su nacimiento, un bebé sea inscrito en el Registro como varon 0 mujer, y que, al crecer, se haga hombre como su padri © mujer como su madre. Palabras verdaderas, justas y simples: iqué dificil parece ser esto! O bien escuchan una clase magis- tral, acompafiada de moralejas, de advertencias; o bien, mds a menudo, una negativa: «Este no es el momento, es demasia- do importante para contestarte ahora». jComo si hiciera falta un cara a cara, en Ultima instancia erotizado, y términos bota- nicos 0 zooldgicos! Fuera de que casi siempre sélo se proponen términos de funcionamiento, que confirman la ilusién de una forma de utilidad urinaria, para confundir las pistas de la cu- riosidad relativa al placer que el nifio conoce ya y a su cues- tionamiento: para qué sirven la ereccin, el sexo (que se ob- servan), © para qué sirve lo que se siente con eso, tan intere sante, tan emocionante, sobre todo cuando se trata de las nifias, que no tienen, o que no pueden, hablar de la ereccidén peniana, y que en el lugar donde sienten no se ve nada. Muchos adultos —los psicoanalistas los oimos, en el divan, y los médicos también pueden atestiguarlo— siguen sin tener, para designar sus*érganos sexuales, mas que palabras infanti- les, en las cuales la funcién sirve para denominar el érgano, © motes en definitiva peyorativos, picarescos 0 argéticos, De aqui proviene sin duda, de genitores a engendrados, de padre a hijo, de madre a hija, la imposible informacion dada por los padres a los nifios, quienes sin embargo lo esperan todo de sus ex- plicaciones. Esperan sobre todo que no se dé muerte al deseo nial placer: porque esto es lo que mas le importa al nifio, que lo ha descubierto mucho antes de advertir la distincién entre el placer que acompafia a la liberacién excremencial y el que él siente ya sea por manipulacién de esta zona, ya sea en cier- tos momentos emocionales de cuya explicacién carece. Hacia los treinta meses, acabando el periodo anal —pero puede ser mas tarde—, la pulsidn epistemoldgica del nifio sitia en el «para qué sirve y respecto de lo que fuere, buscando respuesta sobre lo util, lo imitil, lo agradable o lo desagradable, a corto 0 a largo plazo; en sintesis, sobre lo que suministraba ya los crite- rios de satisfaccién o de renunciamiento ante los peligros de las pulsiones orales y anales. Uno de estos peligros, bien co- triente, es disgustar a mama, y este displacer el nifio lo cons- tata en torno al placer que a él le procuran sus excrementos. 135 La constatacioén de este displacer es uno de los medios con que cuenta el nifio para discriminar lo que corresponde a lo sexual en relacién con lo excremencial, mientras que al principio am- bos estan confundidos. Confundidos sobre todo en el varon, dado que hasta los veintiocho o treinta meses no puede orinar sin ereccién. Sdlo después las erecciones independientes de la miccién hacen de este érgano, que se mueve solo y sin fina- lidad funcional, un problema. No tiene entonces la posibilidad de descifrar él solo el sentido de lo que experimenta. En cuan- to a la nifia, muy tempranamente la funcion urinaria pierde relacién con el placer de las sensaciones clitoridianas y vagina- les. Ademas las nifias son mds precoces, pero quizd, como sus érganos en ereccién, es decir, cuando experimentan su sensa- cién de variancia, no se ven, tienen mas dificultad para hablar de ello. Se trata de sensaciones intimas, sin correspondencia visible con el testimonio que de ellas podrian dar. Para cualquier nifio sus padres son los poseedores de todo el saber, y sus dichos tienen autoridad, después del destete, en todo cuanto incumbe al tomar, al actuar, al hacer del nifio que tienen bajo su tutela. Con la maduracién neuromuscular, el desplazamiento del interés —que del trdnsito digestivo se dirige a la deambulacion por el espacio— hace que el nifio registre, respecto de los di- chos y de los actos, el caracter agradable o desagradable que percibe de ellos tanto en su propio cuerpo como en la armonia de sus relaciones emocionales con su entorno. La castracion brindada por la instancia tutelar con palabras (y también con el ejemplo, en los mejores casos), es decir, las prohibiciones que limitan la libertad del nifio, conciernen a lo bueno y lo malo para su cuerpo y para el del otro, para las cosas y los seres vivos, las plantas y los animales, en acuerdo o en contra- diccién con el placer experimentado al llevar a la practica sus deseos 0 al frenarlos por sujecién a los del otro. El nifio es iniciado por los adultos tutelares en lo posible y en lo imposi- ble, segtin la naturaleza de las cosas, segtin lo prohibido o lo permitido que a ellas se refieren, y que en ocasiones dependen de un saber tecnolégico experimentado relativo a la edad, el tiempo, el espacio, los dichos del adulto, mas atin que a la ex- periencia directa que tiene el pequefio de lo posible y de lo imposible. «Mas adelante, cuando seas grande», se le contesta a veces. El criterio de lo imposible, que él intuye y que se le ensefia (veridico o no, segtin la ansiedad de la instancia tutelar), tal es el auténtico peligro, a corto o largo plazo, y, su corola- rio, la prohibicién de dafiarse o de daiiar a otro a sabiendas. Golpearse, lastimarse, enfermarse, envenenarse, cortarse, muti- larse, quizds incluso morir, éstas son las palabras que ha oido y que le plantean un problema a propésito de todo aquello que 136 lo tienta y que se le prohfbe. Lo bueno y lo malo se relacionan con el cuerpo; pero lo feo, lo ruin, con lo visto por el otro, El bien y el mal son algo muy complicado con respecto a lo bueno y a lo malo, porque to bueno, tomado en exceso, puede hacerse malo, y esta mal desobedecer a la instancia tutelar tomando en exceso lo que es bueno. A veces esta bien no actuar, aunque tiente hacerlo, porque este hacer seria bueno pero estaria mal para otro o si fuera observado por la instancia tutelar. Todo lo realizado por el trabajo mental discriminativo del nifio inteligente, desde que es introducido en el lenguaje, le hace elaborar un sistema de valores, una ética concerniente a lo imaginario y a la realidad, mientras que él se encuentra, porque es un ser viviente, a la btisqueda del placer, siempre meta del deseo, inconsciente o consciente. Esta el placer «por decir» o en broma, el que se siente hablando; y también el placer «de verdad», «de veras», el que se siente al realizar lo que se desea, Ello subtiende todas las sublimaciones de las pulsiones en los nifios de ambos sexos. Por introyeccién de las palabras del adulto, de las conductas del adulto que el nifio observa y de las que depende para sobrevivir, la imagen in- consciente del cuerpo (recordemos que es triple: basal, funcio- nal y erégena) se estructura desde la primera castracién umbi- lical, luego el destete y luego la independencia motriz. Se es- tructura informando el esquema corporal con los dichos pa- rentales en cuanto que limitan las iniciativas del nifio (pre- Supery6), porque éstas pondrian en peligro la cohesién del sujeto y de su cuerpo por la que se mediatiza su relacién con su objeto de amor: madre, padre, persona tutelar. «Mama- Papa» o «Papaé-Mama», instancia bicéfala en cuanto objeto fa- miliar a manipular y, en cuanto relacién matizada con cada uno de ellos, a adular diferentemente segtin el caso, pero siem- pre, fatalmente, proyectando sobre los dos el narcisismo del hijo. El nifio, hacia los tres afios, seguin Ja iniciacién verbal y los ejemplos recibidos, conoce ya su apellido, su direccién, su per- tenencia familiar. Sabe automaternarse lo suficiente como para no morir de hambre o de frio si tiene qué comer y con qué abrigarse dentro del espacio que lo circunda, sabe encontrar interés y placer en todo cuanto lo rodea sin excesivos riesgos, y si conoce el espacio en el que sus familiares lo han intro. ducido, sabe ya conducirse, es decir, autopaternarse. Este nifio, nena 0 vardn, crece deseoso de identificarse con los adultos iu. telares, progenitores y hermanos mayores. Y es entonces cuan- do su observacién y su deseo de saber —pulsién fundamental de todo ser humano que le leva, respecto de todo, a investi- gar para qué sirve, de qué esta hecho, cémo funciona y por qué— le permiten descubrir claramente la diferencia sexual, sorprendente descubrimiento inmediatamente referido al pla- 137 cer especifico que esta region, al ser excitada, procura, Es bue- no, es agradable, gpor qué? ¢Para qué sirve? ¢Acaso no estara bien? ¢Por qué? «Porque eres muy chiquito —se le dice con aire incémodo—, cuando seas grande lo sabras. —¢Y cuando sea grande, seré como tti?, dice el chico a su mama 0 la chica a su papa. —Va- mos, no digas tonterfas —se le contesta—, seraés como. . serds no lo sé. Hablemos de otra cosa.» De manera que hacer estas preguntas tiene algo, misterio- samente, de malo, de prohibido. Lo que sucede es que los pa- dres, adultos que han olvidado por completo la manera de pen- sar y sentir de su primera infancia (cosa que Freud descubrié y que denominé represién) se sienten cuestionados en lo mas intimo de sf mismos; y quedan pasmados, y se sienten casi mo- lestos al revelarseles que su hijo experimenta un placer que ellos crefan reservado a los adultos, en relacién con emociones que imaginaban ligadas a un sexo completamente desarrollado, en un cuerpo de caracteres sexuales secundarios enteramente visibles. Para un adulto, el deseo y el amor antes de la pubertad son impensables; y la posibilidad de un orgasmo sexual avin més. El adulio interrogado piensa, pues, que es imtitil respon- der a preguntas que les parecen desprovistas de fundamento. Pero el nifio comprende el malestar de los padres de una mane- ra bien distinta. El nifio que ve que el sexo de otro es diferente del suyo tie- ne el fantasma de que se trata de una anomalia o de una muti- lacién: :padecida?, gaceptada?, ¢efectuada por los padres? Es el mismo fantasma que en ocasiones despierta demasiado pre- cozmente al nifio a su genitalidad. Los padres lo han olvidado. Pero el malestar que el nifio constata en el adulto le confirma que sin duda fueron ellos quienes hicieron eso con él o con otro, ellos quienes Io quisieron, y ¢por qué? De aqui una angus- tia absolutamente imitil, que se agrega a la primera angustia de despertar, inevitable y necesaria, dado el modo de razonamien- to del pequeiiito hasta entonces, bien sea por su Idgica de las formas (parecido-no parecido, grande-pequefio, mas-menos, bue- no-malo, posible-imposible), bien sea por su légica de los fun- cionamientos de su cuerpo, siempre acompafiados por aprecia- ciones de las personas tutelares (es bonito o feo, ha comido bien o ha comido mal, ha estado muy enfermo, mira cémo te has puesto, etc.). Asi pues, el inconveniente de las no respuestas o de las res- puestas inadecuadas a,las preguntas del nifio sobre el sexo es el de confirmar su hipétesis: fueron los padres los que cortaron algo o tramaron aquello. Opinion mas creible atin para el nifio cuando es testigo de disputas entre padres que ya no pueden hacer concordar su deseo sexual y su amor. Hay un malenten: dido inherente a Ja edad respectiva del que pregunta y del que 138 adultos, es decir, a sus pro- stracién y a sus dificiles y actuales trances inteligencia de lo que observa, y que ame al nifio como futuro hombre o futura mujer—, la aceptacién de la castracién pri- maria implica para el nifio de ambos sexos la valorizacién del pene en cuanto forma bella y deseable. Esta bella forma del Pene se inscribe en la continuidad de la bella forma del pecho, En cuanto a la nina, sdlo en un segundo tiempo y después de Ja reflexion admite que para su cuerpo es mas valido no tener pene para hacer pipi: dado que, por una parte, ella puede ha- cer pipi (no de pie, ciertamente, pero puede); y, por la otra, hurgando en la zona con la idea de que tal vez tiene uno 0 le crecera, ha descubierto el clitoris, y éste al fin y al cabo le procura muchas satisfacciones; finalmente, al aprender que su madre y las mujeres hechas como ella estan conformes, deduce de esto que ésa es la condicién para ser mama, para tener o hacer bebés (concebir no es algo todavia pensable) y gustar a los papas. iEntonces, bien esta no tener pene! Aceptemos este agujero ¥ este botén (la vagina y el clitoris), como ellas los Jlaman. Y ademas estan los otros dos botones del pecho. «:Cuadndo se convertiran en pechos para dar de mamar a mis bebés?» Pre- gunta de nifia. Que conforta a la imagen del cuerpo de la nifia, imagen inconsciente, y conforta a la nifia, conscientemente, en la aceptacién de su esquema corporal. Ella acepta mas facil- mente que el varon Ja castracién uroanal, es decir, el renun- ciamiento al placer erético con el objeto excremencial La continencia esfinteriana va seguida de la sublimacién de las pul- siones tactiles en la destreza manual, tal como [a nifia la ob- serva en el habil desempeiio de las mujeres en el hogar. Asi- mismo, el placer motor muscular se desplaza mucho mas ra- pidamente en las chicas que en los chicos, del narcisismo del peristaltismo erdgeno y de la manipulacién del cuerpo en la region vulvar, sobre el placer procurado por las labores seudo- domésticas de mantenimiento de la casa, de cuidado de las mu- fiecas, sustitutos de hijos, y sobre Ia pulcritud de su cuerpo, el arreglo de su peinado, sobre su vestimenta; en sintesis, sobre la coqueteria, la Preocupacién por sus vestidos, el gusto por los pliegues, los botones, bolsillos, cintas, nudos... Observemos a los nifios de esta edad que pasan bien este a los varones el valor de su pene, sin creer demasiado en ello, 139 Jo «fuertes» que son cuando se pegan, pero: «jUstedes no, no- sotras las chicas si seremos mamas y tendremos bebés!», De ahi el jugar a las mujiecas, cldsico juego de nena, o al menos con- siderado como tal, mientras que es, en efecto, juego de nena pero juego erético en lo que respecta al hijo fetiche falico anal, como para el varén el juego de los autitos: desplazamiento del objeto parcial excremencial sobre un objeto fetiche anouretral que él mismo conduce, del que es amo y al que adora. Asi como los juegos con armas corresponden al desplazamiento del feti- chismo del objeto parcial peniano, cuando el nifio ha aceptado el control de la continencia. Como podemos observar, la nifia se dedica a juegos de desplazamiento de objeto parcial anal con los que se ejercita en la maternidad, y el nifio a juegos de despla- zamiento de objeto sexual parcial anal y uretral (interno y & terno —el pene—) donde expresa su virilidad en devenir. El va- rén experimenta una contrariedad ante esta presunta superio- ridad de las nifias que no poseen pene pero que tendrén bebés, salvo si se les ensefia, al mismo tiempo que a las chiquillas que de este modo creen triunfar sobre su presunta superioridad en la diferencia sexual aparente, que una mujer no puede tener hijos sino a condicién de que un hombre, el padre del nifio, dé a la mujer, en la unién sexual, la posibilidad de concebirlo. En este preciso momento debe hacerse saber con palabras que el padre y la madre estan tan imtplicados y son tan respon- sables el uno como el otro en la fecundidad, es decir, en la con- cepcién del nito. Todo nifio de tres afios y mas, cuando pregun- ta «El sexo, para qué sirve?», debe oir claramente expresado lo que constituye la fecundidad de los seres humanos, es decir, la responsabilidad humana de paternidad y maternidad en la union de los sexos. Esto es perfectamente posible, y los padres que encuentran dificultad con estas respuestas pueden hacerlo tras haber hablado de la cuestién con un psicoanalista. Cuando el nifio no conoce a su genitor, o mds raramente a su genitora y es criado por un padre solo o con la ayuda amistosa de un o una reemplazante, para los padres es mucho mas dificil res- ponder. Y, sin embargo, es indispensable. Responder claramente la verdad se traduce por una alusién implicita 0, mejor, explicita, a la union sexual de los genitores, acto deliberado o no durante el cual el nifio ha sido concebido, y a menudo a espaldas del deseo consciente 0 del goce de los genitores. Todo nifio conoce algo del placer sexual y es sensi- ble a la forma en que los adultos, sin nombrarlo, sc refieren, al mismo tiempo que a su concepcidén, a su amor reciproco, a su propio placer, 0 su no-placer. El tiempo transcurrido entre la concepcién y el nacimiento, que enfatiza el papel materno, da también a los progenitores la posibilidad de ofrecer al niiio su status de sujeto. Es él quien, una vez concebido, ha asumido 140 cada dia su parte en Ia simbiosis fetomaternal. Esta respuesta clara acerca de la concepcién abre la posibilidad de una palabra veridica del adulto sobre el placer sexual, que no siempre esta forzosamente al servicio de la fecundidad. Si no se les dice esta verdad, los inocentes imaginan el acto sexual como estric- tamente funcional, animal, zooldgico, woperacional». «Lo ha- béis hecho dos veces» (si hay dos hijos). Y con ello se los in- duce a una incomprensién total y cada vez mayor, al crecer, de sus emociones sentimentales y de los deseos experimentados en su cuerpo, al evocar y/o ver a aquellos o aquellas a quienes desean y aman. Que Ia Hegada al mundo de un nifo sea asunto de un deseo y de placer recfprocos de sujetos que se buscan, se hablan y, en el encuentro concertado, han Iamado hacia si al ser que han concebido, sabiéndolo o no (esperandolo o pretendiendo evitarlo), esto es lo que, dicho con palabras que el nifio per- cibe como veridicas, le revela la humanizacién de la sexualidad genital, lenguaje de vida y no sdélo proceso funcional. La filiacién y la parentalidad responsables de este nifio, de las que también hay que hablarle, dan su sentido fundamental a su vida tal como ella sé ha inaugurado: facil, dificil o impo- sible de asumir por sus genitores. Y esta verdad hablada lo humaniza definitivamente, en relacién con lo que ha podido ver y saber acerca del celo, los acoplamientos, la maternidad entre los mamfferos, entre los pajaros, y la camaraderia paren- tal que practican. Por lo general, a los nifios no se les explica claramente la fecundacién en los animales. Aun cuando hoy en dia no se elude informarlos sobre la tecnologia de la fecunda- cién y del parto entre los animales, casi siempre se lo hace empleando términos ambiguos: por ejemplo, el acoplamiento para la inseminacién de un animal doméstico es Mamado «ca- samiento», el celo instintivo y estacional de los animales se verbaliza en términos de deseo y de amor, como si se tratara de seres humanos. Sin una explicacién verbal de la responsabilidad en la con- cepcién y la crianza del lactante, y posteriormente en la educa- cién del nifio, procedente del genitor o de un reemplazante pa- ternante, de la genitora o de una reemplazante nodriza, el nifio no puede comprender el vocabulario del parentesco, en par- ticular el vocabulario relacional entre los adulios familiares y él. Sdlo el conocimiento de la unién sexual le perinite compren- der el sentido simbélico de las palabras de 1a parentalidad de cuerpo, de la parentalidad afectiva o de corazén, v de ia paren- talidad social, es decir, la nominacién por un patronimico legal, inscrito en el Regisiro del estado civil, patronimico que el nifio Neva toda su vida. La diferenciacién de estas acepciones del término parentalidad —acepcién paterna y materna, carnal, 141 afectiva, legal— posibilita al nifio la inteligencia de las rela- ciones simbdlicas. Se me dira que el nifio de entre tres y cuatro afios no com- prende nada de todo esto. No es verdad; él intuye su sentido, si las palabras acotan una realidad que él ha experimentado; palabras justas para el adulto, y que él siente justas, lo cons- truyen como ser humano, Tiene necesidad de saber que su pa- dre, como él, fue concebido por la unién sexual de un hombre con su abuela paterna, y que el hombre que dio su apellido a su padre es su abuelo paterno. Sus tios y tlas paternos tam- bién fueron concebidos por el mismo hombre o, en todo caso, fue el mismo hombre, el abuelo paterno, quien les dio su ape- llido y se mostr6, ante la Ley, responsable de ellos, a través de su madre, la esposa, que es para él la abuela paterna. De igual manera, necesita saber que su madre fue concebida del abuelo materno y de la abuela materna, esa que él conoce u otra de quien su madre le habla. Sus tios y tias del lado ma- terno lo son porque son hermanos y hermanas de su madre, Jo cual significa que nacieron de la misma madre que su madre, o del mismo padre que su padre, o bien de la union sexual de este mismo abuelo con esta misma abuela. Comprende enton- ces que sus tios y tias sean mds jovenes 0 de mas edad que su madre, El es su sobrino 0 su sobrina, los hijos de ellos son sus primos 0 primas; lo mismo del lado del linaje paterno. Y si por la razon que fuere, el nifio no tiene parentesco legal del lado de uno u otro de sus padres, se le debe proporcionar la explicacién veridica de ello. Esta explicacién del vocabulario del parentesco carece de sentido si la unién sexual no es men- cionada como origen del nacimiento y de la filiacién del nino, asumida por quien le ha dado su apellido, y que después lo ha criado o no. El varén —que goza ya en su imagen del cuerpo de su valor erético peniano, tanto por la imagen funcional anouretral de la excrementacién como por Ja masiurbacién, en parte su- blimadas sobre objetos ltidicos y utilitarios que es preciso do- minar, y que con ello se narcisiza como varoén— es despertado asi a la conciencia no sdlo del placer que experimentara como hombre en la unién sexual de los amantes, sino también de lo que habra de ser su valor social de compaiieros, tal vez de marido de una mujer a la que amard; y sobre todo del valor procreador de su padre y de su abuelo a quienes, hasta enton- ces, sdlo veia como satélites, compafieros, cémplices, compar- sas, agradables 0 no, de la madre o la abuela. Todo nifio de pa- dre desconocido no para hasta saber de quién lo concibid su madre. He visto muchos hijos de madre soltera manifestando numerosos y diversos trastornos del comportamiento como efecto de no respondérseles a una pregunta implicita o indirec- tamente explicita referente a su padre: «{Para qué lo necesi- 142 tas, acaso no somos felices?». «;No tienes a tu tio, a tu abuela?». Estas son las palabras que un nifio oye cuando plantea la cues- tién, tan sdlo indirecta: «¢Por qué los demas nijios tienen papd?», Veamos, por ejemplo, un nifio mestizo con los cabellos tan crespos como los de un africano y cuya madre era rubia; como él se le quejaba de las preguntas que le hacian sus com- pafieros sobre el color de su piel, ella respondié: «Te has bron- ceado en tus vacaciones, en la montafia, eso es todo. —

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