Cultura Identidad y Territorio Jorge Luis Gonz Lez Calle2 PDF

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* Anilisis de la Vulnerabilidad a desastres * Cultura, Identidad y Territorio be aarConCnCMN treme Cetera ty \ * La Huella Ecoldgica, indicador de sustentabilidad Naturaleza y Sociedad ISSN 0123-9341 Direccion Yolanda Molina Poveda Editor Fabio Yepes Pérez Consejo Editorial Efrain Herrera Espinosa Rafael Vargas Rios Omar Melo Cruz Francisco Pérez Naturaleza y Sociedad es una publicacién de la Maestria en Planificacién y Manejo Ambiental de Cuencas Hidrograficas Facultad de Ingenieria Forestal UNIVERSIDAD DEL TOLIMA mueeueeeseenneee Dirigir correspondencia a: Barrio Santa Helena, Ibagué - Colom- bia Teléfonos: 644219 — 642544 Fax: (0982) 644869 « A.A, 546 Ibagué Email: mplanif@ut.edu.co Produccion editorial y grafica errediciones Tels, 6301736 - 6305437 Bogotd, DC - Colombia E-mail: erredici@latino.net.co Faride Stella Kairuz Hemdndez Vaturaleza y Sociedad — No. 2 Varcas L,, Juuian, «El Barrio Popular: Una perspectiva sociolégica del sector informal urbana». En: Leon G, Lisarno. La ciudad fraguada, Sociologia del espacio urbano, Bucaramanga: UIS, 1992. Witces-CHaux, Gustavo. Herramientas para Ia crisis: De- sastres ecologismo y formacién profesional. 1° ed. Popaydn: SENA, 1989. Servicio Nacional de Apren- aje SENA, Regional del Cauca. Cultura, identidad y territorio JORGE LUIS GONZALEZ CALLE Introduccién 22 Civilizacién universal y cultural local 25 Introduccion «Los paisajes, los espacios, presente: vencias del pasado. Horizontes antiguos que se dibujan, no sont sinicamente reatidades ino que también, y en gran medida, superci- fornan a erearse para nosotros a través de los espectiicn- los que ofrecen; ta tierra esti, como nuestra piel, conde- audi a conserva la huella de antiguas hevidas», Fernan Braudel El presente escrito tiene como finalidad abordar el territo- rio como un es] ‘io en permanente transformacién, como un espacio socializado y culturizado, y no como una es- tructura fisica objetiva como la pregonada por muchos pen- sadores cercanos a Ja geografia fisica. Lo que delimita una unidad tet vial mas que un hecho fisico: una cuenca hidrografica, un corredor vial, un corredor industrial, etc, son fas intervenciones que el hombre hace sobre el espacio y la forma como cada cultura se apropia de un lugar deter- minado y crea alli sus propios patrones de asentamiento. : 3 : & 2 4 5 é eT ae ee OR et eel pertinente aclarar que preferimos la nocion de «territorion, 0, la de «lugar», por ser estos conceplos de mayor significacién cultural que el conceplo «ce que en los estudios territoriales mas que brindar claridad confunde, o, parafraseando a José Luis Gareia, «el espacio. constituye uno de esos conceptos polis sélo, sin precisiones calificativas, se vacia a causa de su generalidad. El espacio de las ciencias fisico-matemia no tiene mucho que ver con el que situa el psicdlogo en ta base de sus investigaciones, y éste, a su vez, pacion, micos, que por si cas Frente al mundo de las megalépalis, frente al mundo mecanizado moderno, frente a jos regionalismos extremos discrepa del concepto como nocién epistemologica, geografica, 0 9) sociolgic Desde la anterior perspectiva el presente escrito busca generar in- quietudes sobre el estudio del te- rritorio y st significacién cultural. , estudiar el O en otras palabra opuestes, generando un regionalismo critico. territorio como artificio cultural, es decir, indagando las huellas de memoria que una sociedad deja en un lugar determinado y en una temporalidad especifica. No se comparten las interpretaciones tecn6cratas que pri- vilegian el ordenamiento territorial como una distribu- cian separada de hechos fisicos y human elementos en necesidad de explicarse muttiamente. El territorio es valorizado por sus multiples tansforma- nes, no es una cuadricula imaginaria a la que se plani- fica como un espacio no humanizado, pensando m: sy nocomo dos en Garcia, Jost Luis. Antropologia del tersitorio. Madrid. Taller de Ediciones Josefina Betancor. 1976. pag.25. (regionalismo sentimental), debemos propender por un punto de encuentro entre estos polos aparentemente y temiorio Jas potencialidades del terreno, en los costo s de una cultura cada vez nvis universal que en aras del crecimiento econdmico desconoce cualquier forma de identidad local. Frente a esta disyuntiva compartimos la inquietud de Paul Ricocur* «...Cémo Hegar a ser modernos ar a las fuentes; como revivir una antigua y dormi- vilizacion y tomar parte en la civilizacién universal», En esta misma perspectiva y partiendo de esta misma inquietud, podriamos pensar un analisis del territorio a partir de una necesaria mediacién entre «Civilizacion moderna» y «Cultura local». En otras palabras, podria- mos decir que frente al mundo de las megal6polis, frente al mundo mecanizado moderna, frente a los regionalismos extremos (regionalismo sentimental), debemos propender por un punto de encuentro entre estos polos aparentemen- te opuestos, generando un regionalismo critico, tal y como lo proponia hace algun tiempo Kenneth Frampton”! para la arquitectura, y facilitando el encuentro entre la civiliza- cién universal, con sus téenicas y artimaiias, y la cultura local como Ia posibilidad que tiene toda sociedad de hacer perdurar un lugar propio en torno a su memoria. y en los inte- ne Civilizacion universal y cultura local «Solo mma cultura vig, a la vez fiel a sus origenes y en estado de creatividad artisticn, literaria, filoséfica y espi- ritual, es capaz de superar el encuentro con otras cultu- yas. Y no solo es capaz de soportar ese encuentro, site tambien de darle sentido... segriu Heidegger, tenemos que des- plazamos hasta mmiestros propios onigenes, es decir, volver a ®! Ricoeur, Pact. Historia y Verdad. Madrid, Alianza Editorial,1987. © Peanteron, Kenner. aFlacia un regionalism critico: seis puntos para una arquitectura de resistencia,» En: FOSTER, Hall, La po faturaleza y Sociedad - No. 2 R Wa jedad ~ No, 2 foci Naturaleza y S nuestro origen griego, a nuestra origen hebreo, a nuestra origen cristiano, para ser interlocutores validos en el gran debate de les culturas, Para tener ante nosotros al otro, hemos de tenernos enfrente a nosotros mismos,» Paul Ricoeur Es comin sentir en nuestro medio la preocupacién por recuperar la memoria de la ciudad, por «restaurar» algu- nos lugares del centro histérico y sus alrededores en la busqueda de una identidad propia; tal y como ha venido sucediendo con algunos edificios del sector de la Cande- laria en Bogota, con la estacién del ferrocarril en Medellin, ©, con la casa Urrutia y el Teatro Tolima en Ibagué. Fren- te a estos procesos, casi siempre aislados del contexto ur- bano, surge el siguiente interrogante: zson éstas edifica- ciones el pilar sobre el cual se soporta gran parte de la cultura de dichas ciudades? Si asumimos el territorio como una forma espacial que conlleva necesariamente significaciones socioculturales: la casa, los cultivos, las divisiones parcelarias, etc, y si asumimos que cada cultura tiene su forma particular de sembrar la tierra, de construi poblados y vias de comunica: Heidegger de «habitar, construir y morar»; podemos pen- sar que la arquitectura como soporte cultural, y dentro de Ja arquitectura las restauraciones sehaladas, contiene parte de la memoria de estas ciudades. Son parte del soporte cultural de dichas ciudades, pese a que dichas restauraciones desconozcan el contexto urbano que rodea dicha edificacion; y a que sus formas arguitectonicas sean el producto de la hibridacton cultural de espaitoles y americanos con las corrientes modernistas europeas que afectaron la arquitectura criolla durante la sus Cal as, de organizar sus mn, etc,, 0 en palabras de ad de primera m y temiorio siglo XX. Al respecto, vale la pena recordar lo escrito por Ives Bruand sobre la identidad en Ja arquitectura latinoamerican: st existe realuente und identidad en ituestra arqiitec- tra, esta es debida a las técnicas y tendencins urbanisti- cas traidas por los espaitoles, proviene de un estilo varba- uistico caracterizado por la rignrosa aplicacion de planes a cuadros y de la arquitectura monumental, de edificios priblicos alrededor de rea plaza, uiertiras que en la Amé- vica Lusitana la iniciativa fue dejada al sector privado o al religioso, lo montmental solo aparece mucho muds tar- de esparcido por Ia ciudad y el estito es muclto inns econd- atica y funcional» La cultura es e] producto de permanentes contactos 0 hibri- daciones de lo local con otras formas culturales, 0, con la Si asumimos que cada cultura tiene su forma particular de sembrar la tierra, de construir sus casas, de organizar sus poblados y vias de comunicacion, etc, podemos pensar gue la arquitectura como soporte cultural contiene parte de fa memoria de estas ciudades. Breann, Ives. «Urbanisme et architecture in Amerique Coloniel. des Amerigucs En: Cale «Civilizacién Universal». Un ejemplo claro lo constituye [a diferencia ci da de Ives Bruand entre la arquitec- tura impuesta en América por el im- perio espaiiol y el imperio portugués. Hace mucho tiempo que la mayo- ria de las sociedades fueron obliga- das por el desarrollo capitalista a abandonar sus suefios de impenetra- bilidad, de alli que el presente de nuestra cultura, se nos presente mas bien como un proceso ciclico de revitalizacion entre Civilizacién uni- versal y Culturas locales. 4, Pari 1985 pag. 113. Naturaleza y Sociedad - No. 2 El territoria, como espacio producido 6 como sujeto de intervencién, no escapa a una polémica como la anterior; por un lado se quiere mantener la unidad paisajista en tomo a una tradici6n agraria y campesina, y por el otro, Ja economia capitalista se nos presenta invadiendo cada vez mas lugares, 0, como dirian Josan y Tomas Mata", pasa de ser un centro. que sirve de referencia a las experiencias personales y organiza el espacio Inomanizandolo (...) de ser una viven- cia (_..) « convertirse en un concepto, algo ajeno e imper- sonal, crece ef niimero de individuos que no experimen- to una relacién de pertenencia hacia el lugar donde viven, El resultado es una alienacion del hombre, que acaba cos siderando los lugares o el paisaje como abjetos cout los que solo cabe una relacién de constino o de contemplacién stiperficial, Podemos afirmar que el territorio deviene como un es- pacio-mercancia, 9, en palabras de Henri Lefebvre: edeviene cada ve z mds como un espacio instrumental (,..) ~donde- las fuerzas productivas no pueden definirse tini- caurente por ta produccidn de bienes 0 de cosas en el espa- cio (..) se definen (...) conto ta produccién del espacio». En nuestro medio, cada vez son mas comunes los espa- cios destinados para ocio y recreacién, segunda vivienda, Proyectos turisticos o hidroeléctricos; alterando profun- damente la cultura local. Los campesinos cercanos a estos grandes proyectos modernos, generalmente dejan sus Mara, Jovan, Mara, Tous, «Topofilia. Una pasion necesarian. En: Revista Integral, N° 10. Madrid, pag, 587. i vne, Het, «La produceion del espaciom. En; Papers. Revista de 8 Universidad Autonoma de Barcelona. Barral ed Dar celona. 1974, Pp. 223. Naturaleza y Sociedad ~ No. 2 y tertiorio tierras por la presion del mereado sobre el suelo rural para a la ciudad, © convertirse en mayordomos de las mig) nuevas casas de recreo, en vendedores de productos agri- colas a orillas de las grandes vias, o en celadores de los nuevos macroproyectos, términos generales lo que podemos ver en nuestro tiempo es, mas que una convivencia de la civilizacién uni- versal con la cultura local, una imposicién de Ja primera sobre la segunda. El ordenamiento del territorio en los lugares donde se han realizado grandes obras de infraes- tructura, ha dividido el espacio, le ha asignado usos y funciones, lo ha clasificado; pero Ja cultura como. una concepcién més amplia, como, una relacién mas estrecha entre el hombre y su espacio, ha sido des- conocida muchas veces, Una expli- cacién a este hecho, tal vez nos lo dan nuestros dirigentes politicos, quienes han demarcado el territo- como un proceso ciclico de yio nacional pensando en unas revitalizacion entre fronteras que nada tienen que ver civilizacién universal con {a identidad de cada una de las y culturas locales, vegiones; pareciendo como si las lineas que dividen nuestros depar- del mapa, fuesen las mismas fronte- Hace mucho tiempo que fa mayorla de las sociedades fueron obligadas por ef desatrollo capitalista a wbandonar sus suerios de inpenetrabilidad; de alli que ef presente de nuestra cultura, se nos revele tamentos, las ra’ ras culturales y olvidando que una cultura no es suscepti- ble de cartografiar tan estrictamente. En la anterior perspectiva, resulta interesante [a pro- puesta de Orlando Fals Borda, de volver a regionalizar el , arggumentando que fucron pais en torno a las provinci estas formas territoriales las que de mejor manera inter- pretaron la «regién» desde Ia diversidad cultural del pais. 29 Naturaleza y St fedad — No. 2 joie ———e ey Sin embargo, hay que tener mucho cuidado a la hora de pensar ese pasado que se quiere revivir desde su confi- guracion territorial; hay que pensar la identidad cultural como un proceso, Mas que como un hecho cumplido, por Jo cual hay que abstenerse de caer en el mito del origen, que nos Ileva a pensar que las regiones histéricas son aquellas que se configuraron desde la época colonial, ol- vidando en gran parte la identidad de las culturas indi ige- nas, y las transformaciones culturales del territorio co- lombiano en las tltimas décadas del siglo XX, transformaciones que en gran medida escapan a [a regionalizacién propuesta por Fals Borda. Planteamientos como el anterior, nos llevan a recordar la ordenaci6n territorial hecha en el Departamento de la Guajira, lugar de asentamiento de parte de la cultura Wa- yuu para quienes la frontera colombo venezolana o los limites politicos de la Guajira con otros departamentos colombianos no existen, y donde Ja relacién con el terri- torio se encuentra fundamentada en su tradicién ances- tral. Al respecto afirma Hernan Dario Correa, sobre la espacialidad de dicha comunidad: su Lat espaciatidad Win se desdobla hacia ef mar donde se pesca, y hacia el pasado profundo de la especie: las abn de los nivertos no descansan hasta la reatizacién de un N ‘ 6 Stade entierr, cunudo se encaminat hasta et Sfouce det = war con sus rebatios, donde se reproduce el mniverso social 3 Wingate; dejados los huesos en el cementerio de su clan, aportando a In reproduccion de su pueblo (...) cono se ve, et juego de reciprocidades es amplio y complejo. No tiene 4 s § Hernsn Dario. «Etnicidad, territorto y desarrollo en la Gui Bla colombianan. En: SILVA, Renin, od. Territoris, regions, soc S| dts. Ed. Presencia. Bogota, 1994. pag. 100. 3 & = 30 Jugay soloentye s bietr entre seres naturales y sobrenatwrales, animales, pla tas, el viento, la Iuvia, el sol, las sombras, la tierra (...) y fodos sort mtovidos, en el suresio y en ta vigilia, por la pala- bra, pues se trata siempre de verdaderos sujetos.» Lo que nos muestra en este caso Hernan Dario Correa es una relacion con el territorio de una forma muy dife- rente a la del hombre occidental. Es una relacién susten- 5 tada en la tradicién comunitaria, Hay que abstenerse de en Jas huellas de memoria que ha caer en ef mito def origen, — reproducido Ja comunidad local. El (ue nos Heva a pensar que Cerrrejoncomoun proyecto al ser- las regiones histéricas son vicio de! capital, desconocié ae aquellas que se Tante mucho tiempo esta tradicin conmiguraron desde la y paso por encima de la relacion que el Wayuu mantiene con su te- Regent Ae erica ceaviieeadsorc aa pro- en gran parte ta Kdentidad a+ asesino de la cultura local y de las culturas indigenas, on una forma de acabar con las y las transformaciones hwellas de memoria que daban culturales del territorio sentido a la cultura Wayuu. Es la colombiano en fas ditimas muerte de una cultura en aras de décadas del siglo XX. la civilizacién universal y Ja repe- ion de un hecho que se ha vuel- to cotidiano en Ia historia colombiana y uno de los princi- pales problemas mundiales, puesto que cada vez son mas las culturas desplazadas de sus territorios, 0 las culturas sin espacio fisico de asentamiento: Palestina, Kurdistan, etc. Y por ende cada vez son mas frecuentes los conflictos en este sentido, a s 2 1 g g g x i 3 =

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