Observar, imaginar, proyectar
Analizar la forma de una ciudad es, en cierto modo, como escrutar el
rostro de una persona amada. Cuando nos demoramos en el estudio de
los lugares que una ciudad encierra 0 cuando ahondamos en la super-
posicion de sus estratos, lo hacemos movidos por el deseo de arrancarle
ala ciudad su secreto, tratando de hallar la clave de nuestra propia fasci-
nacion para, asi, apaciguarla y liberarnos de ella. Y, tal como nos ocurre
con ciertos rostros, también al contemplar la ciudad de un modo inqui-
sitivo y apasionado descubrimos en cada gesto y en cada leve inflexién de
su forma el reflejo de un acontecimiento o la huella de un recuerdo.
Prevalece en nosotros una vision animista de la ciudad que hace que
tendamos a considerarla como un personaje dotado de identidad e in-
cluso de voluntad propia, a cuyos dictados nos vemos a menudo so-
metidos, actuando bajo el influjo de su poderoso ascendiente. La ciudad
se nos aparece, entonces, ya no como escenario sino mas bien como
motor de la accion. El vinculo que establecemos con ella es complejo
e inestable: tan pronto se instala en la complicidad como deriva en el
reproche. Y, como ocurre en toda relacion personal, a la vez que se cum-
ple nuestra experiencia de la ciudad, ésta se convierte en una construc-
cin imaginaria a la que vamos dando forma en la misma medida en
que ella nos modela y nos recrea.
Esta condicién enigmatica que solemos identificar con el “alma de la
ciudad” se nos revela, de un modo especialmente nitido, a través de al-
gunos mitos literarios y cinematograficos. Pensemos, por ejemplo, en
Senso, el filme de Luchino Visconti, del que emerge como verdadero
protagonista la ciudad de Venecia, cuyo dédalo de calles y canales aca-
ba por confundirse, inextricablemente, con las pasiones encontradas de
la condesa Livia Serpieri (iinolvidable Alida Valli!). O bien, en las cua-
tro piezas que componen el ciclo novelfstico al que Lawrence Durrell,de manera inequivoca, puso por titulo E/ cwarteto de Alejandra, y en
las que el retrato de la propia ciudad adquiere mas firmeza y perma-
nencia que el de cualquiera de los multiples y proteicos personajes que
orbitan en torno a ella.'
Con raz6n George Steiner calificé la Alejandria de Durrell como “uno
de los mas hermosos monumentos de la arquitectura de la imagina-
cién”’ Ya en la primera pagina del libro, Durrell descarga sobre el mi-
to de Alejandria (crisol de culturas y de razas, cruce de destinos y
afectos) todo el peso de los acontecimientos relatados, poniendo en
boca de Darley, el narrador, la siguiente frase: “lejos del polvo calcina-
do de aquellas tardes de verano, veo al fin que ninguno de nosotros
puede ser juzgado por lo que ocurrié entonces. La ciudad es la que de-
be ser juzgada, aunque seamos sus hijos quienes paguemos el precio”.
En términos no muy distintos se refiere a Nantes Julien Gracq en su Ii-
bro La forma de una ciudad,’ un texto memorable, de gran calado litera-
rio, a caballo entre la autobiografia y el tratado de urbanismo. Gracq
vivid en Nantes durante su adolescencia en régimen de internado y en
esos afios se forjé una idea de la ciudad “medio desconocida, medio so-
fiada” que jams habria de abandonarle. Por ello, sus lentos y azarosos
paseos por Nantes, esas inmersiones en que el tiempo parece quedar
suspendido y en que los paisajes urbanos se nos ofrecen baiiados por
una luz que nunca pierde la dorada suavidad del alba, acaban por de-
volverle, una y otra vez, a los sentimientos y experiencias decisivas de
su formaci6n que la ciudad incubé y propicid.
Lo que Graq descubre (y nos descubre) a través de su circular indaga-
ciOn es que aunque nuestra comprensién de la ciudad esté basada en un
1, El cnarteto de Alejandria, de Lawrence Durrell, est’ compuesto por cuatro novelas: Justine,
Baltasar, Mountalive y Clea y fue editado en castellano por Edhasa en 1970.
2. George Steiner: “Lawrence Durrell y la novela barroca” (1960). Publicado en la recopila-
cién Lenguaje y silencio, Barcelona: Gedisa, 1994, pig. 275.
3. Julien Gracq: La forma de una ciudad, Madrid: Anaya y Mario Muchnik, 1995.conocimiento minucioso y exacto de su realidad fisica, siempre aparecera
inevitablemente entreverada con la dimensién autobiografica. O, dicho
de otro modo, que el hecho de basar el andlisis de la ciudad en técnicas y
procedimientos objetivos no puede impedir que éste quede tefiido por el
deseo, la imaginacién y el recuerdo. Ahi, precisamente, reside la clave que
nos permite considerar el andlisis como una parte del proyecto.
Desde esta perspectiva, el analisis urbano tal como lo entendemos los
arquitectos, es decir, como anilisis de la ciudad en cuanto construc-
cién formal, no ha perdido un dpice de su vigencia. Lo que ha condu-
cido a un infructuoso academicismo en cierta clase de elaboraciones
ha sido la ingenua creencia de que del andlisis “cientifico” de la ciudad
podria derivarse mecanicamente su nueva configuracion.
La estrategia del arquedlogo sirve de referencia porque emplea los ves-
tigios encontrados para formular, a partir de ellos, una hipotesis de re-
construccion de la realidad investigada. Como ha observado Daniele
Vitale, “hoy sabemos que [los estudios arqueoldgicos], partiendo de su
propio rigor filoldgico, desembocan en una intensa tarea de imagina-
cién y de invencidn. La obsesién analitica por el objeto amado, al tra-
ducirse en medidas y levantamientos, en clasificaciones y catalogos,
conduce insensiblemente al territorio del suefio y de las ideas, que ali-
mentan la construccién de un mundo de formas paralelas. Esta mezcla
de rigor, de obsesion y de invencién puede arrojar mucha luz sobre la
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relacion andlisis-proyecto”.
Analizar equivale a redescribir. Sdlo con un trabajo paciente de redes-
cripcion de la ciudad podremos llegar a conocer su intima sustancia.
Observar, imaginar, proyectar. Tal vez sea éste el tinico camino transita-
ble para acercarnos a una interpretacién de la ciudad que al mismo
tiempo presuponga una idea de transformacién y de proyecto.
1997
4. Daniele Vitale: “Analisi urbana e architettura”, Urbanistica, nim. 82 (febrero 1986), pag. 16.