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SERGE LATOUCHE LA APUESTA POR EL DECRECIMIENTO ¢COMO SALIR DEL IMAGINARIO DOMINANTE? Icaria $ Antrazyt ECOLOGIA stelibrohasdoimpreso en papel 100% Amigo delos bosques proveiente debosques sesteiblesycon un proceso de preducciéndeTCF (Total ln Fee, para colaboraren ne agestdn dele: boxes espetuosaconelmedio ambiente yeconémicamentesostenble ‘Titulo original: Le pari de la décroisance © Librairie Archéme Fayard, 2006 Traduccin del francés: Patricia Astorga Disefio dela cubierta: Josep Baga Fotografia de l cubierta: Adriana Fabregas © Primera edicin: abril de 2008 Segunda edicién: mayo de 2009 ISBN: 978-84.7426-984-0 Depésitot legal: B-22.670-2009 Fotocomy in: Text Grific Impreso a Romany’/Valls . 2 ‘Verdaguer, 1, Capellades (Barcelona) Printed in Spain - Impreo en Espafi Probibida la eproduciém total o parcial. fNDICE. Introduccion (Qué-es el decrecimiento? 9 Decrecimiento y bioeconomia 20 Decrecimiento y posdesarrollo 22 PRIMERA PARTE {POR QUE EL DECRECIMIENTO? 35 I. Elinfierno del crecimiento 37 La sociedad de crecimiento no es sostenible 38 Lassociedad de crecimiento no es deseable 49 Il, ;Se puede poner vino nuevo en odres viejos? Descrecimiento, «disvalor» y medida del bienestar 61 Felicidad, riqueza, «disvalor»: la impostura del PIBPNB 61 Los indicadores alternatives 69 Salir de la economia y entrar en la sociedad dedecrecimiento 78 IIL. Decrecero retroceder 85 Decrecimiento y regresién 87 Decrecimiento, austeridad, simplicidad. Reencontrar el sentido del limite 91 IV. Decrecimiento y sostenibilidad. La resi del desarrollo 103 El desarrollo sostenible como oximoron 104 El desarrollo sostenible como pleonasmo 113 ncia Ree ) V. Bl decrecimiento tiene que ser demogrifico? 123 El optimismo demogrifico beato 124 Cuil es la poblacién mundial sostenible (osible o deseable?) 127 Conclusién: :Es el decrecimiento una alternativa? 135 SEGUNDA PARTE zCOMO LLEVAR A CABO EL DECRECIMIENTO? ORGANIZAR UNA SOCIEDAD DE «DECRECIMIENTO» SERFNA Y CONVIVENCIAL EN EL NORTE YENELSUR 139 VI. Reevaluar, reconceptualizar. Cémo salir del imaginario dominante? 143 {Como ha sido colonizada nuestra mentalidad? 147 (Cémo liberarse? 153 VIL. Reestructurar, redistribuir, Decrecimiento ycapitalismo 167 Reestructurar/reconvertir 168 Redistribuir 176 VIII. Relocalizar. Por un renacimiento de lo local 183 Laapuesta local 184 La relocalizacién econémica en el decrecimiento 187 La utopia politica local 189 IX. Reducir, reutilizar, reciclar... 197 Reducir 198 Reutilizar, reciclar y otras «Ro: rehabilicar, reinventar, ralentizar, restituir, reponer, recomprar, reembolsar, renunciar... 217 (Tendré el Sur derecho al decrecimiento? 223 Retrono al etnocentrismo del desarrollo 223 Lacspiral virtuosa 228 XI. Ecofascismo 0 ecodemocracia. Esbozo de un programa «politico» para la construccién, de una sociedad de decrecimiento 233 Quiénes son los enemigos del pueblo? 237 Qué hacer? 240 ¢Dictadura global 0 democracia local? La utopia ola muerte 245 Conclusién: La pedagogia de las catéstrofes y volver ala magia del mundo 255 Glosario del decrecimiento 261 Bibliografia 265 INTRODUCCION 2QUE ES EL DECRECIMIENTO? La ecologia es subversiva porque pone en duda ef imaginario capitalista que domina el planeta. Cres tiona el motivo central. segtin el cual nuestro cles tino es el aumento imparable de la producci6n, y el consumo. Muestra el impacto catastréfico de Ig logica capltalista sobre el medio ambiente y sotbre Ia vida de los seres humanos. ‘Conwenius CaStORIAD 3! Es probable que estemos viviendo la sexta extincién de las espe. cies.? Estas (vegetales y animales), efectivamente, desaparecen a una velocidad de cincuenta a doscientas al dfa,’ es decir, a un ritmo comparable de 1.000 a 30.000 veces superior al de las hecatombes de los tiempos geoldgicos pasados.* Como muy bien sefiala Jean. Paul Besset: «En la memoria de los hiclos polares una cadencia parecida no tiene equivalencia».* La quinta extincién, que se pro- dujo en el Creticico hace 65 millones de afios, vio el fin de los dinosaurios y otras grandes bestias, probablemente tras el choque de un asteroide, pero se prolongs por un perfodo mucho més lar- g0. Pero, a diferencia de las precedentes, el ser humano es directa. mente responsable de la «disminucién» actual de los seres vivos y 1, Comelius Castordiars, eL’écologie contre les marchandss,en Une socied 4 la derive, Seuil, Paris, 2005, p. 237. 2. Richard Leakey y Roger Levin, La sixidme Extinction: évolution et ‘catastrophe, Flammarion, Pats, 1997. 3. Edward O. Wilson considera que somos responsables cada afo de Ja desapaticién de 27.000 a 63.000 especies. The diversity of life, Bleknap Pres, Harvard, 1992. 4, Frangois Ramade, Le Grand Massacre. Lavenir der esptces vivantes, Hachette Littératures, Pari, 1999. 5. Jean-Paul Besset, Comment ne plus éere progressste.. sans deveniy reactionnaie, Fayard, Parts, 2005, p. 83. dria muy bien ser su victima... Si creemos en el informe del pro- fesor Belpomme sobre el céncer y en los andlisis realizados por el profesor Narbonne, célebre toxicdlogo, el fin de la humanidat!ren- dlrfa incluso que llegar antes de lo previsto, hacia 2060, a causa de la esterilidad generalizada del esperma masculino bajo los efectos de los pesticidas y otros POP o CMR (para los toxicdlogos, los Po? son los contaminantes orgiinicos persistentes, de los que los CMR < productos carcinogénicos, mutagénicos o téxicos para la repro- duccién— constiruyen la especie mds simpatica) © Tras algunos decenios de frenético despilfarro, hemos entrado en la zona de tempestades, en el sentido literal y figurado... La ace. leracién de las catdstrofes naturales —sequias, inundaciones, ci. clones— ya estd en marcha. El trastorno climético ird acompafiado de guerras del petréleo, a las que seguirén las guerras por el agua,” asf como posibles pandemias, sin mencionar las previsibles cotds- twofes biogenéticas. Todos sabemos que en lo sucesiva vamos direc. tos al precipicio. Lo que queda es determinar a qué velocidad nos itaremos y cuando se produciré la caida, Segiin Peter Barrett, director del Centro de Investigacién para el Antartico, de la Uni. versidad de Victoria, Nueva Zelanda, «seguir con la dindmica de crecimiento actual nos enfrenta a la perspectiva de a desapaticion de la civilizacién tal como la conocemos, no en millones de afios, ni tan sélo en milenios, sino desde ahora y hasta el fin de este si, slor.* Cuando nuestros hijos tengan sesenta afios, si todavia existe, el mundo seré muy diferente.. Sabemos también que la causa de todo esto cs nucstuy modo de vida basado en un crecimiento econdmico ilimitado. Y sin em. bargo, el término «decrecimiento» suena como un reto 0 una pro- vocacién. La imposicién en nuestro imaginario de la religign del 6. E159% de las enfermedades respiratorias agudas, el 85% de ls enfermedades dlaréicas y cl 22% de los cinceres son atibuibls, segin el profesor Belpomme s ctores ambientals. Ces maladies eréés par Uhomme, Albin Miche, Pare, 200%, 7. Vandana Shiva, La Guerre de Teau, Parangon Paris, 2003 La UNESCO considera que entre 2 (hipSteis baja) y 7 (hipotesis alta) mil millones de perso, ‘na sufficin la fata de agua en 2050. El informe Camdestus,claboralo por el antiguo director del Py un grupo de experts a solicit del Consejo misodial del agua, avanza la ciffa a 4.000 millones, 8. Australian Associated Press, 18 de noviembre de 2004, 10 crecimiento y de la economia es tal, que hablar de decrecimiento nnecesario ¢s literalmente blasfemo, y aquel que se arriesga es tratado como minimo de iconoclasta, :Por qué? Sencillamente porque vivi. mos en plena esquizofrenia. Oimos al Presidente Chirac declarar en Johannesburgo: «La casa se quema y mientras tanto nosotros mira. ‘mos a otro lado...». Afiadié que nuestro modo de vida era insosteni- bley que nosotros, europeos, consumfamos el equivalence a tres pla- netas, lo que es rigurosamente exacto. Pero en el mismo momento de su discurso, os representantes de Francia en Brusela, siguiendo. sus instrucciones, conseguian que el Gaucho y el Paraquat, pestici- das terrorificos que matan a las abejas, provocan cincer y vuelven extériles a los hombres, no fueran inscritos en la lista de productos Probibidos. Paralelamente, con sus colegas Blair y Schroeder, Chirac se dedicaba a vaciar de todo contenido la directiva REACH (Regis- uation, Evaluation and Authorisation of Chemicals). La lista de las catistrofes ecolégicas presentes y anunciadas ya std hecha. La conocemas bien, pero no la asumimos. No podemos imaginar la magnitud del choque hasta que no se haya producido, Sabemos asimismo muy bien lo que se tendria que hacer, es decir, cambiar de orientacién, pero no hacemos précticamente nada mis *Miramos para otro lado...» mientras la casa se acaba de quemat. ‘Tenemos que decir en nuestra defensa que los «responsables», tan ‘0 politicos como econémicos, nos invitan a ello —Chirac o el Medef® y, por supuesto, el World Business Council for Sustainable Development (WSCSD), ese grupo de industriales preocupados ala vez por mantener sus ganancias y por el planeta, entre los cuales, sin embargo, se encuentran los principales contaminadores, a los que un antiguo primer ministro del Medio Ambiente no dudé cn «alificarlos de «club de criminales de cuello blanco». Y, durante «sc tiempo, esos bomberos-pirémanos ponen mas gasolina (los dl. 9. Al principio se trataba de catalogar, evaluar y autorizar las 100,000 mo- elas quimicas de base utilizadas en la industria, Sabemos que al final exea ‘medida de precaucién elemental fue retrocedicndo hasta su mds minima expre, sign. Reducido en principio a 30.000, el nimero de sustanciasrelacionada cca sélo serian unas 12.000, con posibles derogaciones, 10, Mouvement des Encreprses de France (Movimiento de las Empresas fancesas), equivalente en Espafia a la CEOE. (Nota de le Truductora} 11 Yes Cochet y Agnts Sinai, Sauver la Tere, Fayard. Paris, 2003, p. 132. timos bidones de petréleo) en el fuego, a la vez que claman avor.en cuello que es la tinica manera de apagarlo. En un libro premonito- tio poco conocido, el socidlogo de Québec Jacques Godbout plan- teaba cn 1987 la pregunta: «Es el crecimiento la tinica salida a la crisis del crecimi iAfirmativol, responde el director general de nuestra aldea glo- bal, cl jefe de los bomberos-pirdmanos, George W. Bush. Declara- ba, en efecto, el 14 de febrero de 2002 en Silver Spring, ante la administracién norteamericana de Meteorologta, que «Por ser la claye del progreso ambiental, por ser el proveedor de los recursos que permiten inverrir en tecnalagias limpias, el crecimiento es la solucién, no el problemay.'? Al invocar de manera hipnética «Cre- Es excelente que la eficiencia ecolégica pueda aumentar. Po- dria facilitar el paso a una sociedad de decrecimiento. Es indudable que se ha acrecentado, pero al mismo tiempo la persistencia de un crecimiento desequilibrado provoca una degradacién global. La disminucién del impacto y de la contaminaci6n se encuentran sisteméticamente anuladas por la multiplicacién del nimero de unidades vendidas y consumidas. Washington anuncia triunfal- mente que en cl 2012 la cantidad de gas de efecto invernadero emitido por cada délar producido por la economfa americana se reduciré a un 18%. ;Pero el PIB habré aumentado de 35 a 40%! A.este fendmeno se le llama «efecto rebote» o, en la literatura eru- dita, «paradoja de Jevons». Efectivamente, a finales del siglo XIX, el economista neoclésico William Stanley Jevons habja notado que las calderas a vapor iban consumiendo cada vez menos carbén gra- cias alos perfeccionamientos técnicos, pero que el consumo global iba aumentado por el aumento del niimero de éstas. Podemos de- finir el efecto rebote como «el aumento del consumo relacionado con la reduccién de los limites al uso de una tecnologfa. Limites que pueden ser monetarios, temporales, sociales, fisicos, relaciona- dos con el esfuerzo, el peligro, la organizacién....».2 Las tecnolo- gfas eficaces incitan al aumento del consumo; la ganancia se ve sobrecompensada por un crecimiento de las cantidades consumi- das. Frangois Schneider, uno de los especialistas en ese tema, sefia- la incluso la base psicoldgica de ese fendmeno: una vez satisfechos por haber reducido nuestro consumo de energia, por ejemplo, utili- zando bombillas de bajo consumo, nos ofrecemos un extra en forma de viaje a las Antillas, lo que representaré un consumo de energia muy superior a lo que hemos economizado.... Fl Tien de Alta Velo- cidad va mds répido, por lo tanto nos desplazamos mas a menudo. La casa est4 mejor aislada, ahorramos dinero por ello, compramos un segundo coche. Las limparas fluocompactas gastan menos elec- 25. Gesualdi Francesco, Sobrieta, Dallo spreco di pochi ai diritsi per tutti, Feltrinelli, Milan, 2005, p. 89. 26. Frangois Schneider, citado por Yves Cochet, Pétrole apocalypse, op. cit. p. 132. 46 | | | | | | ) tricidad, las dejamos encendidas. Internet desmaterializa el acceso a la informacién, imprimimos més papel. Hay mds autopistas, el tré- fico aumenta. .. Por otro lado, una buena parte de la eficacia ecolégica que cons- tatamos estadisticamente en los paises del Norte viene del hecho que nuestra base industrial ha sido ampliamente deslocalizada a los paises del Sur. Asi pues, la carga de bienes de produccién vidos de energia no ha desaparecido, sino que se ha trasladado a las im- portaciones. Segiin la consultora Enerdata, en 2004, el PIB mun- dial crecié un 3,9% y el consumo energético un 3,6%. Por con: guiente, jla desaceleracién est todavia lejos de la reduccién necesarial Ademés, segiin el informe 2005 de la agencia francesa ‘Ademe (agencia para el medio ambiente y el control de la energia), las mejoras tecnol6gicas estan Megando al limite. «Desde 2001, re- cuerda Jean-Paul Veste, la media de las emisiones de gas carbéni¢o de los vehiculos vendidos en Francia ha pasado de 156 gramos por kilmetro a 154 gramos, es decir, una ganancia extremadamente modesta de 2 gramos, aunque los constructores se comprometic- ron «voluntariamente» a un objetivo de 140 gramos».”” ‘Toda esta argumentacién se basa en una creencia sin fisuras en cl progreso. El informe de la National Science Foundation de 2002, titulado Converging Technologies for Improving Human Performances, ilustra perfectamente el «delirio» de la solucién cientifica. Promete nada menos que el bienestar material y espiritual universal, la paz mundial, la interaccién pacifica y mutuamente ventajosa entre los humanos y las méquinas inteligentes, la completa desaparicién de los obstéculosa la comunicacién generalizada —en particular aque- los que son el resultado de la diversidad de las lenguas—, el acceso a fuentes inagotables de energfa, el fin de los problemas relaciona- dos con la degradacién del medio ambiente. Y, finalmente, «la marcha hacia un grado superior de altruismo y de respeto». Todo esto gracias al acoplamiento de las nanotecnologias, las biotecno- logias, las tecnologfas de la informacién y las ciencias cognitivas.* 27. Jean-Paul Besset, Comment ne plus étre progresiste... Sans devenir réactionnaire, op. cit., p- 199. 28. Jean-Pierre Dupuy, «Quand les Technologies convergeronts, Revue du ‘MAUSS, 0. 23, 1° semestre de 2004. 47 Se trata aquf de una vieja antifona puesta al dia. Yaen el diario Le Monde del 3 de septiembre de 1996, Yves Coppens, profesor en el College de France, exclamaba: «{Que cesen de pintar el futuro de negro! El futuro es estupendo. La generacién que viene aprenderd a descifrar su cédigo genético, a aumentar la eficacia de su sistema nervioso, a tener los hijos de sus suefios, a controlar la tecténica de las placas, a programar el clima, a pasearse por las estrellas y a colo- nizar los planetas que quiera. Aprenderd a mover la Tierra para ponerla en 6rbita alrededor de un Sol mas joven. [...] Conduciré a Ja humanidad, no lo dudemos, hacia una mejor capacidad de re- flexién, una libertad mayor todavia y a una mayor conciencia de las responsabilidades que acompafian a esta libertad». No sorpren- de que sea a este sabio y «fildsofo cornucopiano medistico» (segiin los criterios de Yves Cochet) a quien Jacques Chirac confié la pre- sidencia de la Comisién sobre el Desarrollo Sostenible y el medio ambiente. ‘Tener una fe ciega en la ciencia y el futuro para resolver los problemas del presente no sélo va contra el principio de precau- cién, sino sencillamente contra la sensatez. Incluso si pudiésemos captar nuevas energias, ;seria razonable construir «rascacielos sin escaleras ni ascensores, basindonos en la tinica esperanza de que algiin dia triunfaremos sobre la ley de la gravedad»2® Esto es, sin embargo, lo que hacemos con la energfa nuclear, al acumular resi- duos potencialmente peligrosos para los siglos futuros, sin solu- cidn ni perspectiva, Sefialemos, no obstante, que no todos los «amos del mundo» participan de ese delirio «cornucopiano», ni se regodean con uto- pias euforizantes. En su vision geopolitica, parecerfa necesario, para algunos devolver a la poblacién mundial a los 600 millones de habitantes, tamafio compatible a la vez. con la supervivencia de la biosfera y el mantenimiento de sus privilegios. Tema del que se habla de lo més seriamente en el seno de la organizacién Bilderberger, sociedad semisecreta de la élite planetaria.®® 29. Mauro Bonaiuti, La teoria bioeconomica, op. cit. pp. 109 y 141 30. Véase William Stanton, The Rapid Growth of Human Population 1750- 2000. Histories, Consequences, sues, Nation by Nation, Multi-Science Publishing, Brentwood, 2003. 48 Autoceguera o cfnica lucide7, los nuevos amos del mundo no dejardn a los pueblos elegir su propio destino. La supervivencia del business, de las ganancias y privilegios es més importante que la del planeta 0, en todo caso, que la de la mayorfa de su poblacién. La apuesta por el decrecimiento ¢s otra. Consiste en apostar por el cambio voluntario de direccién por el interés de todos. La sociedad de crecimiento no es deseable Si seguimos el planceamiento de Ivan Illich, la desaparicién pro- gtamada de la sociedad de crecimiento no es necesariamente una mala noticia, «La buena noticia es que no hace falta, en primer lugar, renunciar a nuestro modo de vida para poder evitar los efec- tos secundarios negatives de algo que podrfa ser bueno en sf mis- mo —como si tuviésemos que arbitrar entre el placer de un manjar exquisito y los riesgos que comporta—, al contrario; lo que pasa es que el manjar es intrinsecamente malo, y que serfamos mucho més {elices eviténdolo. Vivir de otra manera, para vivir mejor». La sociedad de crecimiento no es deseable por lo menos por tes razones: engendra una buena cantidad de desigualdades e in- justicias, crea un bienestar considerablemente ilusorio, no suscita para los privilegiados una sociedad convivencial sino una antisocie- dad enferma de su riqueza. Engendra una buena cantidad de desigualdades ¢ injusticias Generalmente, los economistas silencian este tema, pero pocos tic nen el atrevimiento de sostener que el orden ecoldgico y econémi- co mundial engendrado por la economia liberal es equitative. En efecto, a principios de los afios noventa, Lawrence Summers, vice- presidente del Banco Mundial y luego, secretario del Tesoro bajo la presidencia de Clinton, afirmaba que «los recursos de la Tierra no tienen limites que puedan ser apremiantes en un futuro previsible. No hay riesgo de apocalipsis debido al recalentamiento global, ni nada parecido. La idea de que el mundo esté al borde del precipicio es un error fundamental; la idea que deberfamos limitar el creci- an-Pietre Dupuy, «Ivan Illich ou la bonne nouvelles, jembre de 2002. 49 miento a causa de algtin limite natural es un grave error que, si tuviera alguna influencia, tendrfa inmensos costes sociales». Por lo menos no fue hasta el limite de pretender que el uso de recursos naturales cra justo. En cambio, el ministro de trabajo de Clinton, Robert Reich, era mds pertinente al denunciar «la cara escondida del éxito americano»: «Mas inseguridad, muchos empleos pagados miserablemente y desigualdades que se entrelazan con una masa de asalariados que se pauperiza y una minorfa que se entiquece»,” El 1% més rico gana tanto como el 40% de los més pobres. En cuanto a las desigualdades, la polarizacién de las situacio- nes siempre ha sido constatada a escala planetaria y, tras el fin de los «Treinta gloriosos afios», se confirma también en cada pais, in- cluso en los pafses del Norte. Este punto se encuentra abundante- mente ilustrado en los célebres informes del PNUD (Programa de Jas Naciones Unidas para el Desarrollo). En 2004, el PIB mundial superé los 40.000 millones de délares, es decir una riqueza siete veces mas importante que hace cincuenta afios. La relacién de ri- queza entre la quinta parte més pobre y la quinta parte mas rica era de 1 a 30 en 1970, pero aumenté de 1 a 74 en 2004. En 1960, el 70% de los ingresos globales beneficiaban al 20% de los habitantes mAs ricos; treinta afios mds tarde, esta parte ha aumentado al 83%, mientras que la del 20% mas pobre ha retrocedido del 2,3 al 1,4%. Por otro lado, el 5% de los habirantes del planeta tienen un ingreso 114 veces superior al del 5% mas pobres.®® «La economia de lo inmaterial, sefiala Thierry Paquot, acentiia las desigualdades socia- les, agrava la fractura social. El 2% de los medios de produccién tangibles y el 37,7% de los activos-financieros estén en manos de menos del 0,5% de la poblacién norteamericana (es decir 843.000 familias), [...] tienen unos ingresos equivalences a los del 51% de los asalariados peor remunerados (es decir 49,2 millones)». El in- greso anual medio de un africano es inferior al ingreso mensual de 32. Citado por Jean-Paul Besset, Comment ne plus ire progresit.. sans devenir réactionnaire, op. cit, p. 272. 33 Fuente: PNUD, Rapport Mondial sur le Développement humain 2004. La liberté culeurelle dans un monde diversifié, Economica, Paris, 2004. 34. Thierry Paquot, Floge du luce. De Uutilieé de Vinutile, Boutin Ediveur, Paris, 2005, p. 38 50 un francés con un salario minimo de insercién.* Lo que no signi- fica que, entre pequefio trabajo precario y paro, los «trabajos forza- dos de duracién indeterminada»* sean una suerte envidiable. Por ejemplo, entre 1972 y 1992, en los paises de la OCDE, el niimero de encarcelamientos se ha duplicado, pasando aproximada- mente de 44 a 88 por cada cien mil habicantes. La cantidad de cerea- les destinados al ganado y a la ganaderfa en los pafses del Norte es superior en un 25% a los consumidos por las poblaciones del Sur ‘Nuestras vacas reciben 2 euros por dia de subvenciones, es decir mds axle lo que ganan 2.700 millones de seres humanos! Como subraya ‘Majid Rahnema, no es aumentando el poder de la maquina de crear bienes y productos materiales que ese escéndalo (el de la miseria y de la indigencia) se acabaré, porque la maquina puesta en marcha para ese fin es la misma que fabrica sistemdticamente la miseria».2” En cuanto al desarrollo de las injusticias, éste es inherente no s6lo al sistema capitalista, sino a cualquier sociedad de crecimien- to. Una sociedad incapaz de permitir a la mayorfa de sus miembros ganarse la vida mediante un trabajo honesto y que les condena, para sobrevivir, a actuar contra su conciencia haciéndose cémpli- ces de la banalidad del mal, est4 profundamente en crisis. Asi es, sin embargo, nuestra modernidad tarda, desde los pescadores que s6lo pueden salir adelante arrasando los fondos marinos hasta los ganaderos que torturan a sus animales, pasando por los agriculto- res que destruyen el suelo que les abastece y por los ejecutivos di- ndmicos que se convierten en «asesinos», etc. Crea un bienestar considerablemente ilusorio En este punto nos topamos con la paradoja ecolégica del creci- miento. La obsesi6n por el PNB hace que contemos como positivos 35. Jean-Paul Besset, Comment ne plus étre progressste ... sans devenir réactionnaire, op. ct., p. 271 36. Siguiendo la frmula de Michel Rocard y Pierre Larrouturou, Diatio Libération, 8 de febrero de 2002. 37. Majid Rahnema, Quand la misere chasse a pauvréte, Fayard/Actes Sud, Patis/Arles, 2003, p. 14. 38. Véase mi libro Justice sans limites. Le défi de l'éshique dans une économie mondialisée, Fayard, Parts, 2003, en particular el capitulo IV, «La banalite économique du mab 51 cualquier produccién y cualquier gasto, incluidos los que son per- judiciales y los que sirven para neutralizar los efectos negativos de Jos primeros. «Consideramos cualquier actividad remunerada, se- fiala Jacques Ellul, como un valor afiadido, generador del bienes- tar, aunque la inversién en la industria de la anticontaminacién no aumenta en nada el bienestar; como mucho, permite conservarlo. A veces pasa, indudablemente, que el aumento del valor a deducir sea superior al crecimiento del valor aftadido».” Para Hervé-René Martin, no hay duda de esto: «La verdad nos hace afirmar que la desorganizacién social y ambiental provocada por el sistema de produccién industrial (materias plasticas a la cabeza) y los modos de vida que inspira matan infinitamente a mds gente que la que podran salvar todos los filtros y protesis de plistico»,"° Es cada vez mds probable que, més alld de un cierto limite, el crecimiento del 7° PNB se traduzca en una disminucién del bienestar. Asi, en 1991, los Estados Unidos gastaron 115.000 millones “Pde délares de su PNB para proteger el medio ambiente, y todavia se gastardn mis. Se estima que el Clean Air Act aumentarfa esta cifta de 45.000 a 55.000 millones de délares mds al afio.*! Es verdad que las evaluaciones sobre el coste de la contaminacién o del precio de coste de la descontaminacién son eminentemente delicadas, problematicas y, desde luego, controvertidas. Los debates y los mercadcos sobre la factura de Chernébil durante la reunién del G7 en Népoles, en 1995, nos ofrecieron una ilustracién caricaturesca. Se calculé que el efecto invernadero podrla costar entre 600,000 y un billbn de délares anuales en los afios venideros, es decir, entre el -»3 y el 5% del PNB mundial. Los médicos laborales estiman el coste del estrés en un 3% del PIB en Francia.® El World Resources Institute, por su lado, ha intentado evaluar la reduccién del indice de crecimiento si se tomasen en cuenta las extracciones en el capi- 39. Jacques Ellul, Le Bluff tecbnologique, Hachette Littératures, Pars, 1998. 40. Hervé-René Martin, La Mondialisaion raconede a ceus quai ta rubient, vol. 2, op. cit. p. 79. ‘tLe Moni, 22 de povicmbte 1991.) ) Son a 42. Segtin Margot Wallstrm, vice presidenta de la Comisién Europea, «ada ste eco plete le Usa Geo peso ln oer di de ‘trabajo a causa de las enfermedades relacionadas con el esrés», Le Figaro, 24 de marzo de 2006. 52 tal natural bajo la éprica del desarrollo sostenible. Ast, para Indonesia, sefiala que el indice de crecimiento entre 1971 y 1984 ha pasado del 7,1 al 4% de media anual, integrando sélo tres ele- mentos: la destruccién de los bosques, las extracciones de las reser- vas de petréleo y gas natural, y la erosién del suelo. El economista alemn W. Schultz ha calculado, para 1985, a partir de un inven. tario no exhaustivo de las contaminaciones, que tomar en cuenta los perjuicios causados en la RFA equivaldrfa al 69 del Pip. @Podemos afirmar, por lo tanto, que se han compensado todas las pérdidas del «capital natural»? Segtin as informaciones dadas por la Academia de Ciencias china, si «los costes ‘ocultos’ del desarrollo econdmico relacionados con la contaminacién y la reduccién de re. ‘cursos naturales fueran contabilizados, el crecimiento medio del PIB chino entre 1985 y 2000 tendria que reducirse de 8,7 26,5 puntos». Leemos igualmente en el informe del Millenium Ecosystem Assessment (ONU) de marzo de 2005 que «muchos pafses que han Presentado un crecimiento positivo aparecerfan, de hecho, con una riqueza en retroceso si se incluyera en las cuentas la degradacién de los recursos naturales».*' En 2003, los atascos costaron a los Estados Unidos 63.000 millones de délares en tiempo perdido y sobreconsumo, segiin el informe 2005 de la Universidad de Texas. Lacontaminaci6n y la congestién automovilfstica en Dakar reducen cl PIB en 5 puntos en Senegal, segtin el Banco Mundial.‘* Anunciados con triunfalismo, los indices de crecimiento de la Productividad, que demostrarian de manera irrefutable el progreso del bienestar, resultan ser, a menudo, artificios contables. Ast pus, ‘nuestra alimentacién, gracias al productivismo de la agricultura, incorpora cien veces menos trabajo directo que la de nuestros abue. los; y nuestros preciosos automsviles, veinte veces menos que los de nuestros padres, pero un balance completo integrando la tota- gt Here Kempol, Economica Lepreure de lcologie, Hater, Paris, 1991, p52. 44, Jean-Paul Besset, Comment ne plus tere progressste... sans devenir rtactionnair, op. ci, p. 193-194 45. Ibid. p. 283. 46, Mientras que en 1951 hacfan falta 145 horas de trabajo aproximadamente ara construr un coche, en 1979 hacian falta 98, y en la actualidad menos de 12, 53 lidad de los costes del sistema agroalimentario o del sistema auto- movilfstico harfa aparecer resultados menos espectaculares, Si en la industria agroalimentaria se tomara en cuenta la multiplicacién de os empleos anexos (consultoria, investigacién, conservacién, trans- formacién, industria agroquimica, agrobiolégica, etc.) se reducirfa considerablemente la famosa productividad. Hace cincuenta afios, los agricultores recibfan entre el 45 y el 60% de lo que los consu- midores gastaban en alimentacién; hoy en dfa, en Francia sélo te- ciben el 18%, el 79 en el Reino Unido, ¢ incluso el 3,5% en Esta dos Unidos. La diferencia sirve para financiar actividades anexas.1” Resultado: el consumidor no nota una bajada total en el precio de Jos productos alimentarios, pero en cambio, su calidad deja mu- cho que desear.** Por otro lado, la integracién de los dafios colate- rales (extraccién de agua, contaminacién de las capas fredcicas, con- taminacién de los rios y de los océanos, la vaca loca, la fiebre porcina y otras pandemias)® Ilevarfa sin duda a pronunciarse por una con- tra-productividad comparable a la que Ivan Illich ponia en eviden- cia para el coche, hace afios. En esas condiciones, el aumento del nivel de vida del que pien- sa beneficiarse la mayoria de los ciudadanos del Norte es cada vez ‘ids ilusorio. As{ pues, gastan mds en términos de compra de bie- nes y servicios comerciales, pero olvidan deducir el aumento supe- rior de los costes. Dicho aumento toma diversas formas, comercia- les y no comerciales; degradacién de la calidad de vida no cuantificada pero sufrida (aire, agua, medio ambiente, gastos de 47. Nouvelles de Longomai,n. 82, otofo 2002, citado por Hervé-Réné Martin, La Mondialsation raconade a ceux qui la subisent, vol. 2, op. cit. p. 142. 48. «En diez afios, los precios alimentarios en Francia (lo que paga el consu- ‘midor) han aumentado el 11% mientras que los precios agricolas ala produccién. (lo que se paga al agricultor) cafan otro tanto. ;¥ algunos afirman que eso benef cia al consumidor» (ibid., p. 25). El sabor, por ejemplo, sdlo ostenta el séptimo puesto en los criterios de investigacién sobre las variedades actuales, después de la productividad, la clasficacin, el color, la conservacién, etc. (ibid. p. 28). 49. Un estudio titulado «Los costes ocultos de laagricultura intensiva» para Gran Bretafia nos informa que «en 1996 las compafias de distribucién de agua gastaron 330 millones de euros para eliminar los pesticidas, los nieratos y los ‘agentes patdgenos de origen agricola contenidos en el agua destinada al consu- mor (ibid., p. 25). 34 «compensacién» y de reparacién que se han vuelto necesarios por la vida moderna (medicamentos, transportes, ocio), aumento de los precios de productos que se han vuelto escasos, (agua embote- llada, energia, espacios verdes...).»® «Nuestras sociedades occiden- tales, subraya Denis Bayon, se encuentran desde hace algunos afios en una situacién comparable a la de un individuo que para ganar 3.000 euros tiene que adoprar un modo de vida tan a contranatura ‘que esté obligado a gastar 2.000 euros para intentar (sin esperan- za) compensar los efectos catastréficos sobre su salud fisica y men- tab! Esta «paradoja» es corroborada, por otro lado, por toda una serie de indicadores «alternativos»: indice de salud social, producto verde, producto interior ecolégico del Quebec, etc.** El triste ré- cord francés en materia de consumo de antidepresivos ilustra ese circulo vicioso al que nos lleva el crecimiento. Para soportar el au- mento del estrés engendrado por la vida moderna (condiciones de trabajo, transportes, entorno, etc.), nuestros conciudadanos nece- sitan drogas, lo que les permite crecer todavia més... ;Podemos afirmar que el crecimiento es un mito que se encuentra en el pro- pio interior del imaginario de la economia del bienestar, ¢ incluso de la sociedad de consumo! 50. Le Monde del 22 de diciembre de 1998, ya escribia: «En Francia, en veinte afos, el céncer ha progresado un 25% entre los hombres, el més extendi- do ¢s el céncer de préstara, que ha experimentado un répido aumento en los palses industralizados, y un 20% para las mujeres, con un salto de un 60% para cl cdncer de mama: una mujer sobre seis lo sufrird (después de la guerra era una sobre cuarenta). Sila probabilidad para un hombre de contract un cincer du- ante su vida ¢s, en la actualidad, del 46,9%, la de mori, gracias al progreso de la medicina, s6lo es del 27,6%». Hoy en dia, gracias al informe del Dr. Belopomme, sabemos de qué se trata. «Me he dado cuenta de que el céncer era tuna enfermedad que nuestra sociedad fabricaba en su toralidad y que estaba en gran parte inducido por la conraminacién de nuestro entornos. En Francia mue- en 150.000 personas al afio de céncer, y del 80 al 90% de los cdnceres son debidos a la degradacién ambiental. Durante estos veinte siltimos afios, el au- mento ha sido del 35% (Le Monde, 14 de febrero de 2004). 51. Denis Bayon, «Décroissance économique: Vers une société de sobriéeé éeologiques, ww.ladecroissance.org, p. 9 52. Informe de Jean Gadrey y Florence Jany-Catrice sobre los indicadores de riqueza y desarrollo, que se puede consultar en www.travail gouv.fe/iMG/pdf rapport-indicateurs-richesse-developpement. pdf, 55 iento no suscita ni para los propios «pudientes» una sociedad convivencial, sino una «antisociedad» enferma de su riqueza Jean-Baptiste Say afirmaba que la felicidad es proporcional al volu- men de consumo. Se trata aqué de la impostura economicista y modernista por excelencia, cuyos fundamentos podemos encon- trar en Thomas Hobbes. Efectivamente, éste anuncia con deleite esta hubris, esta desmedida propia del hombre occidental: «La feli- cidad de esta vida no consiste en el reposo de un espititu satisfecho. Yaque, en realidad, no existen ni ese finis ultimus (o meta final) ni ese swmmum bonum (o bien supremo) del que se habla en las obras de los antiguos moralistas.[...] La felicidad es una continua mar- cha hacia adelante en el deseo de un objeto a otro, cuya posesién es sélo el camino que lleva al siguiente.[...] Ast, pongo en primera fila, a eftulo de inclinacién general de toda la humanidad, un deseo perpetuo y sin tregua de adquirir poder tras poder, deseo que slo cesa con la muerte.»** Emile Durkheim denuncia esta suposicién utilitarista de la felicidad como una suma de placeres relacionados con el consumo egoista. Para él, una felicidad parecida slo puede evar a la anomia, es decir a la disfuncién social y al suicidio.* Segtin la OMS (Organizacién Mundial de la Salud) el ntimero anual de muertes por suicidio asciende a aproximadamente un millén a escala mundial, lejos de los homicidios (500.000) y las victimas de guerras (250.000). La OCDE estima que en el curso de los treinta tiltimos afios la tasa de suicidios ha progresado un 10% de media en los pafses miembros. Algunos estadistas han intentado definir la felicidad. Esta irfa en funcién de un creciente ingteso monetario y de los bienes relacionales. En este punto, notamos que la disponibilidad de bie~ nes relacionales tiende a disminuir cuando aumentan los ingresos. Més alld de un cierto equilibrio, la felicidad tenderfa a disminuir. El economista de Harvard y antiguo ministro de trabajo de Bill 53. Thomas Hobbes, Léviathan, Sire, Paris, 1971, capitulo XI, pp. 95-96. 54. Véase Christian Laval, Liambition sociologique. Saimt-Simen, Comte, Tocqueville, Marx, Durkheim, Weber, La Découverte, Parts, 2002, p. 255. 55. Véase Jean-Paul Besset, Comment ne plus tre progresise...sans deeenir réactionnaire, op. cit, p. 258. 56 Clinton, Robert Reich, realiza un lticido andlisis a partir de su ex- periencia personal: «El problema es que este equilibrio entre ganarse la vida y ganarse una vida més equilibrada es cada vez més dificil de alcanzar, porque la légica de la nueva economia hace que nos atemos cada vez més al trabajo y cada vez menos a la vida indivi- dual. {...] Todos sacamos grandes ventajas de la nueva economia. [..-] Disfrutamos de las extraordinarias oportunidades que nos ofrece como consumidores y, siempre més, como inversores! especuladores. Sacamos adelante la nueva economia. Y sin embar- g0, hay un «pero». Por muy maravillosa que sea la nueva econo- ‘mia, sacrificamos ante su altar partes significativas de nuestra vida: trozos enteros de nuestra vida familiar, de nuestras amistades, de la vida colectiva, de nosotros mismos. Estas pérdidas van a la par que nuestros beneficios. Eso constituye, en cierta medida, las dos caras de una misma moneda».% De hecho, si se mira de cerca, la riqueza tiene una caracteristica mucho mas patolégica que la pobreza. La extrema riqueza constitu- ye la principal plaga de la sociedad moderna. Mis que aumentarla pretendiendo solucionar el problema de la pobreza, se la tendrfa que atacar como una enfermedad peligrosa oculta por la representacién instituida del crecimiento. Mahjid Rahnema seftala pertinentemen- te: «Curiosamente, la misetia moral de los ricos y poderosos —suje- to tabii en la literatura especializada sobre la pobreza— ha atraldo mas la atencién de novelistas, poetasy, claro estd, de los propios po- bres, que la de socidlogos y economistas que la consideran como ajena al tema en cuestién. El estudio en profundidad de las verdade- ras causas de la miseria bien podria, sin embargo, demostrar que ésta se encuentra muy en el centro —si no en el mismo corazén— del tema» Y contintia: «La miseria moral de los poderosos, «envuelta» por sus mas bellos trajes, y por ello mismo menos visible desde el exterior, es, paradéjicamente, més perjudicial que la que golpea a los indigentes: a la obsesién propiamente patolégica de poseer mas, al deseo incesante de acumular para s{ mismo y de quitarle a los otros 56, Robert Reich, The future of Success, Alfred A. Knopf, Nueva York, 2000. Citado por Luigino Bruni, «Lieconomia eI paradossi della felicitar, en Pier Luigi Sacco y Stefano Zamaghni (dir.), Complessita’ relaciénale e comportamento economico, I Mulino, Bolonia, 2002, p. 242. 37 por el inico placer de ejercer sobre ellos algiin poder, se afiaden fac- tores exteriores como Jos numerosos criterios de éxito social, la dlespiadada dindmica dela competion, laregla de oro del beneficio see iquier precio o la comercializcién de todas las relaciones hu- 2 ctnas»” Es notable que el Lenguaje moderne, dus estigmatiza al pobre, «no utiliza nunca la palabra Flea quando se trata de ricos y one ni nadie piensa en definir ciertas categoriag de ricos por Pitta de clarividencia, falta de vireud, 0 de solidaridad, falta de senti- do de la justicia social o falea de compasin».* iF oieidad prometida a los ganadores se traduce en nd I smulacibn frenética de consumo con erecimiero del estrés, del in- ae. de los problemas psicosomaticos, de las enfermedades de sed tipo (céncer, crisis cardiacas alergias diversas. ahesidad, cirrosis “Te higado, diabetes...) «A medida que el ‘crecimiento progres SO- te rE sonjunto de frentes de a sociedad, sila Jean-Paul Besset, et ore estar individual aumenta: estados depresivos, sindromes de fa- tiga crénica, rentativas de suicidio, problemas psiquicos, actos de ‘jemencia, internamientos, consumo de antidepresivos, de tranqui- demons, de somntferos, de antipsicéticos, de cestimulantes, adic- anes de cod tipo, absencismo en el trabajo, en Ja escuela, ansie- dad, conductas de riesgo.-.»-” ‘ha Trancia, sein Patrick Viveret, la angusti, el miedo de vivis, y no solamente de morit, pesa mucho: de hecho, més 0 me- vey 315.000 millones de euros [1] que los franceses dedican, th su seguridad social. Los ingresos igenerados por el dolor de vivir podrian as{constituir un depésiro con ‘el que se podrian proyectar programas ambiciosos de ‘educacién en el arte de vivir. El tiempo ganado a la compettividad y la Logica de la guerra econdmica, el Fjempo ganado al trabajo, ese tiempo es precioso para la participa~ nvaivicay la capacidad para dedicarse al més bello oficio: hacer de nuestra vida una obra». G7. Majid Rahneena, Quand la misire chase la pauertd oP: SP 231 58. Ibid., p. 134. 39. Paul Besser, Comment me plus tre progres. sans devenir réactionnaire, op. cit., p. 258. it cick Viveret, Pourquoi game mt pas plus mals Fayard, Paris, 2005, pels. 38 Los mas acaudalados estén condenados a mori ble tristeza del alma».*! Algunos peenedos| tin ae a mo de la soledad. En Estados Unidos, la proporcién de eae cols ha pasado del 17% en el conjunto de hogaes al 3696. La mera paca y spiritual de los pudientes produce, en el os txtremo, la miseria material de los excluidos, ya qui : E dad que hace de la vida un combate y de a Taal pecs, di cel PNB/PIB (Producto Nacional o Interior Bruto). Es importante» Pues, volver sobre el significado de este indicador. zEs necesariO ‘que nos quedemos donde estamos y no nos preguntemos sobre ¢! alcance y los Ifmites de las proposiciones alternativas? Algunos pa- feeen pensar que serfa suficiente con calcular de otra manera 12 Tiqueza para salir del infierno del crecimiento. ;Existe un «buen” indice, capaz de trascender los sistemas sociales que en s{ mismos definan el sentido y el contenido de la riqueza? Felicidad, riqueza, «disvalor»: la impostura del pis/pNR En coherencia con Jean-Baptiste Say, que definia la felicidad por el consumo, Jan ‘Tinbergen, pura y simplemente, propuso rebautizat ¢l PNB como ENB: felicidad nacional bruta? Como anécdota, se fialemos que la idea fue asumida con un cierto humor por el rey dE Buran, que inscribié como objetivo en la Constitucién, el creci- miento de la FNB. 1. John Kenneth Galbraith, Les mensonges de Uéconomie. Vertes pour notr€ temps. Grasset, Paris, 2004. 2. Jan Tinbergen, Politique économique et optimum social, Economica, Pa~ ts, 1972. ot La arrogante pretensidn del economista holandés es, de hecho, tun rerorno a los origenes. La felicidad, esta «idea novedosa en Eu- ropa» en el siglo XVII, segiin el célebre dicho de Saint-Just, se ma- teualiza en bienestar, version cufemistica del ebientener». «La ideo- logia de la felicidad, escribe Jacques Ellul, exige un crecimiento del consumo del bienestar, al establecer cl terreno favorable para la Cclosién de nuevas necesidades. [...] Pero mientras més aumenta ST consumo, més tiene que ser poderosa la ideologia de la felicidad colmar el yacfo del absurdo del ciclo emprendido. Sin bienes- Pt la felicidad parece ilusoria y vana, estd desposeida de todos los tnedios de realizacién. La via para acceder a la felicidad es la det bienestar, y solo esa. Por otto lado, a medida que el bienestar ha ido cobrando csta importancia, nos hemos ido sintiendo tentados 4 minimizar la felicidad, nocién imprecisa, incierta, compleja, que onlleva una supervivencia de subjetividades lamentables y de sen- Cenentalismo romAntico. Socidlogos y economistas actuales pre- ficeten hablar de bienestar (nivel de vida, estilo de vida, etc.), por- que éste puede ser acotado, analizado y en tltima instancia Sado». Esta es, sin duda, una de las razones principales por las cuales la sugerencia de Tinbergen no fue mancenida, mucho més Gque por la impostura de identficar ebientener» con bienestar. Ee verdad, como lo recuerda juiciosamente Jean Gadrey, que los contables nacionales, cuando se les ataca, replican que «el PIB y- Klexecimiento no miden el bienestar, no estan hechos para eso».* Pero esto no impide que si la gente se equivoca es que todo esté hecho con ese fin. En los juegos olimpicos del crecimiento, el pre- mio de los PIB por cabeza es presentado, tanto por los politicos Como por los medios de comunicacién, como el resultado de la Carrera mundial hacia el bienestar, o incluso hacia la felicidad. La Confusin es tanto més ficil cuanto que el PIB por cabeza se en- 3. Jacques Ellul, Métamorphose du bourgeois, La Table ronde, Pars, 1998; p- 93, Pars estar bien seguro de ser comprendido, aad ademnds: ea flicitad Pal valor ideoldgico del bienestar. Es la Forma, la gloria y la legitimacion. Pero Se onestar la felicidad, para el hombre realista, no es mds que mentira y bur- la» (ibid, p. 94). if Jean Gadrey, «De la critique de la croisssance a Uhypothse de te décrolasmee. Croissance et innovation», Cahiers francais, n. 323, retomado en Jean Gadrey y Florence Jany-Catrice, Ler noweanex indcaters de richest, op 2 cuentra fuertemente relacionado, en el imaginario y en los hechos, con los niveles de vida y de salario. Hemos sido «formateados» para Ver la medida de nuestro bienestar en relacién estrictamente pro- porcional a nuestro consumo mercantil. «El nivel de vida, escribe He manera significativa Jean Fourastié, se mide por la cantidad de bienes y servicios que el ingreso nacional medio permite comprar.” Es facil justificar esta pretensién y demostrar que el producto interior 0 nacional no mide més que la «riqueza» comercial y lo que se le pueda asimilar. «E] PIB es pues, punto esencial, un flujo de riqueza puramente comercial y monetaria, vuelven a sefialar Jean Gadrey y Florence Jany-Catrice. En cuanto al crecimiento, ¢s la progresiOn del PIB, es decir, la progresién del volumen de todas las producciones de bienes y servicios que se venden, o que cuestan en moneda, producidas por un trabajo remunerada».® Es decit, «todo Io que puede venderse y con el cual un valor afiadido monetatio servira para inflar el PIB y el crecimiento, independientemente del hecho que esto afiada algo a nuestro bienestar individual o colecti- yo [...}. Hay numerosas actividades y recursos que contribuyen al biencstar que no se tienen en cuenta simplemente porque no son comerciales 0 no tienen un coste de produccién monetario direc to». Se dice también que el PIB mide los outpouts o la produccién, no los outcomes o los resultados. “ELPIB, segiin Gadrey, no considera que la progresin del tiempo libre sea una riqueza digna de ser contada. [...] En los Estados Unidos, desde 1980, el tiempo de trabajo anual medio por persona ha progresado al equivalente a cinco semanas de trabajo anuales (204 horas), contrariamente a lo que ha pasado en casi rodos los pa(ses europeos. Tenemos aqu{ un bello ejemplo de contribucién eeencial al bienestar, el tiempo libre, que no aparece en las cuentas de la riqueza».* «Nuestro PIB [...], declaraba Robert Kennedy, '5. Jean Fourastié, articulo «Niveau de vie» en Jean Romoeuf, Dictionnaire des sciences teonomisques, PU, Pats, 1958, p. 800. “Ct Joa Garey y Florence Jany-Catrice, Les nouveaus indicateurs de riches, op. cits p- 17. 7 Ibid, p. 18 i Jean Gadrey, «De la critique de la croissance & "hypothése de la ddcrolsunce. Croissance et innovations, at. Ciado, p. 23. 63 engloba también la contaminacién del aire, la publicidad de cigarri- llos y los trayectos de las ambulancias que recogen a los heridos en la carretera. Abarca la destruccién de nuestros bosques y la destruccién dela naturaleza. Abarca el napalm y el coste del almacenamiento de residuos radiactivos. Y, al contrario, el PIB no tiene en cuenta la salud de nuestros hijos, la calidad de su educacién, la alegrfa de sus juegos, la belleza de nuestra poesia o la solidez.de nuestros matrimonios. No toma en consideraci6n nuestra valentéa, nuestra integridad, nuestra inteligencia, nuestra sabidurfa. Lo mide todo, salvo lo que hace que la vida valga la pena de ser vivida».” Nos sentimos ficilmente agraviados por una evaluacién que cuente en positivo los sufrimientos causados por accidentes. La tormenta de diciembre de 1999 en Francia, por ejemplo, habria contribuido a un aumento del 1,2% del indice de crecimiento. Derek Rasmussen sefiala: «Mientras més vehiculos han sido remolcados, més reparaciones ha habido, més sangre de transfu- sidn se ha vendido y comprado, mds médicos, enfermeras y conse- jeros jurfdicos han encontrado empleo. Asf pues, efectivamente, ilos accidentes automovilisticos aumentan el PIB! El PIB nos ensefia. que la economia va bien. M4s aumenta el PIB, mejor vamos, segiin los economistas convencionales. ;Y las familias relacionadas con los accidentes automovilisticos, se sienten bien? ;Se sentiran mejor si un economista les dice que, gracias a su dolor, la situacién eco- némica ha mejorado?« ¥ en consecuencia, Rasmussen concluye: «Qué es lo que falla en este esquema?» ‘Nos encontramos enfrentados al sofismo de la formula peri distica provocadora seguida por la mayorfa de los paises en creci miento en un momento u otro: «La economia va bien, pero los ciudadanos van mal». «Japén va mejor, los japoneses menos bien», era el titulo de Le Monde Economie el 18 de noviembre de 2003. Esto esté especialmente de actualidad con la globalizacién, desde el momento en que el famoso trickle-down del desarrollo (es decir, el efecto de difusién 0 de recaida) se convirtié en trickle-up (creci- miento de las desigualdades). Es, evidentemente, el contenido de 9. Citado por Derek Rasmussen, «Valeurs monetisées et valeurs non monétisables» (titulo original «The priced versus the priceless»), Interculrure (Montreal), n. 147, octubre de 2004. 64 esta nocién polisémica de riqueza, de la que los economistas no han podido desembarazarse, lo que esté en el banquillo. «Una cost que encuentro muy interesante en el debate en curso, sefiala Elaine Bernard, en la pelfcula The Corporation, es ese concepto de quien crea la riqueza, que esta riqueza sea creada slo cuando se posec en privado. ¢Cémo llamamos entonces al agua pura, al aire fresco, al medio ambiente sin peligro? No es esto una forma de riqueza? {Por qué raz6n esto s6lo se convertiré en riqueza si una entidad lo todea de alambradas y lo declara propiedad privada? Pues bien, isepan que eso no es crear riqueza, eso es usurpar la riquezal».)” ‘As{ pues, el asunto se entiende de esta forma: el PIB/PNB s6lo mide lo que el sistema capitalista considera como riqueza y bastan- te mal, o mas bien, nada en absoluto, el bienestar vivido y las «ver- daderasy riquezas. Las razones propiamente técnicas de dicha disfuncién han sido bastante bien identificadas por los propios es- tadistas, y esto desde el principio, particularmente con la paradoja de la cocinera que hace disminuir el producto desde que se casa con su patrén.'! Sin embargo, ;qué cambia con eso? Desde 1893, Emile Durkheim al estudiar la anomia, es decir, las disfunciones sociales, observé que «el mimero de esos fendme- nos mérbidos (suicidios y crfmenes) parece crecer a medida que progresan las artes, las ciencias y la industria.'? De esta manera, Durkheim ponfa en duda la relacién que se supone evidente entre la riqueza econdmica y la felicidad social, que parece invalidar el crecimiento advertido del indice de suicidios en las sociedades de- sarrolladas»."* Con este hecho corroboraba una critica a la moder- nidad inaugurada por la economia social, el cuestionamiento re- formista y moral de la naciente industrializacién. Para Alban de Villeneuve-Bargemont, uno de sus representantes, «la verdadera 10. Citado en ibid, p. 10. 11. La riqueza evaluada por el PIB demuestra también su insignificancia al seflexionar sobre el delirio vertiginoso del crecimiento sin calidad. Entre 1900 7 2000 el PIB real de Francia, es decir nuestro poder de compra, se ha mul do por 12. ;Qué significa un bienestar doce veces superior? 12. Emile Durkheim, La Divisién del trabajo social, Akal. (Trad. Espanol) 13. Frangois Vatin, Trois Esais sur la genbse de la penide sciologique, op oF pauperizacién, es decis, la miseria general, permanente y progresi- va de las poblaciones obreras, tuvo su origen en Inglaterra y a tra- vés de ella fue inoculada al resto de Europa»'* Eugtne Bureo, el mayor te6rico de esta escuela ¢ inspirador de Marx, distingufa para ello la pobreza objetiva de la miseria moral. «La miseria es la po- breza moralmente percibida [...] La miseria es un fenémeno de la civilizacién; supone en el hombre el despertar ¢ incluso un desa- rrollo avanzado de la conciencia»."° El dominio del economicismo ha sido tal que fue pricticamente necesatio esperar a 1968 para oir hablar, particularmente a Ivan Illich con su concepto de «disvalor», de la recuperacién y prolon- gacidn de esta critica. El disvalor significa «la pérdida [...] que no [podrfa} estimarse en términos econdmicos». Ast, el economista ano tiene ninggin medio de valorar qué es lo que le pasa a una per- sona que pierde el uso efectivo de sus pies porque el auromévil jerce un monopolio radical sobre la locomocién. Dello que se pri- va a esta persona no es una cosa escasa. Sin embargo, en la actuali- dad, para ir de aqut a alld tiene que comprar kilometraje. El medio geografico le paraliza los pies. El espacio ha sido convertido en una infraestructura destinada a los vehiculos. Eso quiere decir que los pies estin obsoletos? En absoluto. Los pies no son «medios rudi- mentarios de transporte personal» como quisicran hacernos creer algunos responsables de las redes viarias. Pero sucede que al estar actualmente engullidos por la economia (por no decir anestesiados), la gente se ha vuelto ciega e indiferente ala pérdida inducida por el disvalor.'* Un aspecto similar a esta forma de disvalor, raramente tomada en cuenta en la evaluacién del bienestar, es el reemplazo de anti- {guos productos por productos nuevos. Al ser mds seductores los nuevos productos, nos apresurgmos a olvidar las cualidades de los viejos y los despreciamos. Al hacérlo, sobrestimamos considerable- ‘mente el aspecto positivo del progreso y subestimamos el peso real 14, Ibid. p. 102. 15:[bid., p. 103, «Si el campo es pobre, decia en el mismo sentido Michelet, la ciudad, con todo su esplendor, es tal vez més miserable (ibid, p. 104) 16. Ivan Illich, «Dans le miroir du passé», en Oeuvres complete, op. pp. 744-745. delos productos «desaparecidos». «Es asi como, escribe Jacques Ellul, ‘cuando evaluamos la progresién del consumo de materias textiles, s6lo situamos en las estadisticas las materias utilizadas actualmen- te, lana, algodén y materias textiles artificiales, pero no tenemos nunca en cuenta las materias cuyo uso ha desaparecido (lino, fibra de céfiamo), un uso mucho mayor de lo que pensamos y que pro- ducia tejidos infinitamente més duraderos» Y afiade: «Esto no es para negar el crecimiento del consumo, pero éste es mucho menos importante de lo que se cree; seria necesario valorar los productos cuya produccién ha sido eliminada»."” Esta substitucién de productos viejos por productos nuevos tiene efectos negativos de disvalor multiples y diversos. Una sola empresa holandesa de fabricacién de fibras sintéticas remplaz6 la totalidad del cultivo de sisal en Indonesia, que era, sin embargo, muy importante. El descubrimiento de la anilina hizo pura y sim~ plemente desaparecer el cultivo del indigo, esa planta herbiicea que daba color azul a los vestidos de los Tuaregs. La fabricacién de pro- ductos quimicos paré la cosecha de resina en Las Landas. Todo ‘esto tiene consecuencias increfbles —Ia ruina de miles de personas, la muerte de regiones enteras, etc.— que no se toman en cuenta al calcular la riqueza."® En el sector agroalimentario, el precio a pagar por el «creci- miento» abarca también una degradacién de la calidad de los pro- ductos —calidad gustativa, nutritiva y saniaria—. Ya no se puede comer sin peligro fruta con su piel o utilizar los granos con su en- voltorio. Se nos ha olvidado el gusto del vacuno natural. Incluso la miel se ha vuelto toxica... Aeste fendmeno se le llama actualmente por el término genérico de «comida basura» (junkfood). Y, por sil- timo, la clase rural ha desaparecido en los paises industriales y se encuentra en vias dle desaparicién acelerada en los paises del Sur, 17. Jacques Ellul, Le Bluff echnologique, op. cit, p. 60, Picrte Jakex Hilias, en su libro Le Cheval de lorgueil, recordaba como en Pays Bigouden (Bretafia francesa), uno se casaba con la ropa de toda la vida —52 camisas de lino, una para cada semana, guardadas en cofies y lavadas una vex al afo con cenizas, y Eunos pares de sidas sibanas (Le Cheval de lorgeuil. Mémoires d'un Breton dia ays bigouden, Plon, Pasis, 1975). 18. Jacques Ellul, Le Bluff technologique, op. cit p. 60. 67 en provecho de una nueva «no clase» cuya vida nos preguntamos si es més sana o mis feliz: los parados y los sin hogar aqui, los vaga- bundos de los barrios de chabolas, alli... Esta situacién provoca todo tipo de dafios colaterales en el medio ambiente, el paisaje y el equilibrio social. Sin embargo, es en los pafses del Sur donde la «moderniza- Gin» se traduce hoy en dia por la desvalorizacién mas intensiva, con la aparicién de productos comerciales contabilizados y la de- saparicién de producciones no comerciales, en su mayorfa no con- tabilizadas: regresién de la agricultura de subsistencia a favor de la agricultura intensiva, cerveza contra vino de palma, discoteca con- tra danza tradicional, informal contra formal...» Sostengo, escribe Ivan Illich, que el valor econémico sélo se acumula devastando previamente la cultura —lo que también puede ser considerado como creacién de disvalorm.!” Por este hecho, las estadisticas regis tran ctecimientos puramente contables que pueden esconder, y que esconden a menudo, degradaciones reales de la calidad de vida a causa de esta puesta en disvalor de la cultura tradicional. La contraprueba consistirfa en demostrar que el PIB no mide tampoco la «verdadera» pobreza. ;Cusl es el ntimero de margina~ dos, victimas de la economfa mundial? ;Se trata de los 1,2 0 2,8 mil millones (segtin se utilice cifras del Banco Mundial o de as ONG) que viven con menos de uno 0 dos délares diarios? Proba- blemente no de todos, pero sin duda de muchos mds en total, si incluimos a los nuevos pobres de Occidente y aquellos de Europa del Este, més desfavorecidos, incluso con algunos délares de més. .. Desde la éptica del desarrollo humano y bajo la influencia de Amartya Kumar Sen, el PNUD realiza estimaciones del nivel de pobreza en los paises del Sur basindose solamente en la débil espe- ranza de vida, la ausencia de educacién de base y la falta de acceso alos recursos ptiblicos y privados. En 1997, los niveles de pobreza son de 4,1% en Trinidad y Tobago, de 10,9 en México, de 11,9% en Tailandia. Pero las evaluaciones realizadas entre 1993 y 1996 con otras bases por los pafses concernidos dan un 17,8% para el Canada, un 13,7% para los Estados Unidos y un 20% para el Rei- 19. Ivan cit, p. 780. ich, Dans le miroir du passé, en Oewores completes, t. 2, op. 68 no Unido. El instituto de investigacién social Eurispes, en sui forme de 2005, evalia en 4,7 millones el ntimero de familias italia- nas pobres o casi pobres, es decir 14 millones de ciudadanos o ¢! 22% de la poblacién (en 2003, el Ministerio de Trabajo los evalua- baen7 millones, es decir un 12% de la poblacién). Sean objetivos © relativos, especificos del Norte o del Sur, «esos criterios de eva- uacién de la riqueza y de la pobreza, comenta Mauricio Pallante> son intrinsecos a la cultura de un sistema econémico y productiv? basado en la mercantilizacién total y en el crecimiento del produce to interior bruto, porque miden tanto la pobreza relativa como la pobreza absoluta con parémetros monetarios».2° La miseria en el Norte es a menudo més insoportable que 1a pobreza en el Sur, en el que los procesos objetivos, extrafios al me dio, son experimentados y vividos como una fatalidad. Algunas Poblaciones se ven desarmadas ante ese destino artificialmente crea~ do por la occidentalizacién del mundo y se encuentran desconcer- tadas ante el déficit de sentido sobrevenido de esta forma. Evidente ante los ojos del experto exterior ¢ invisible, 0 casi, en el interior de la sociedad concernida, la pobreza en el Sur es, con mayor frecuern- cia, ano pensada», y aunque es igualmente escandalosa, no condu- ‘ce necesariamente a la misma desesperanza que la miseria moder- niizada. A la inversa, el espectéculo televisivo de la abundancia fictica del Norte empuja a las masas desarraigadas del Sur a estrellarse contra los muros fronterizos de la vergtienca, al intentar desespera~ damente alcanzar el espejismo de la riqueza. Los indicadores alternativos ¢Serfa posible otro tipo de medida para escapar a estas imper- fecciones? Esta reivindicacién estd lejos de ser original ¥ novedosa. La preocupacién por tener en cuenta los miiltiples aspectos de la realidad ya estaba presente en el pensamiento de los estadistas en el origen de las primeras contabilidades nacio- nales. El informe de las Naciones Unidas de 1954 sobre la defi ). Mauricio Pallante, La dsereita felce. La qualitd Delle vita no dependié dal PIL, Editori Riuniti, Roma, 2005, p- 34, ™ a 6 nicién y la medida de los standards y de los levels of living inclu- ye doce componentes del nivel de vida que tendrfan que servir para comparaciones internacionales: salud, alimentacién, edu- cacién, condiciones de trabajo, habitat, vestimenta, ocio, segu- ridad social y derechos humanos.” :Quién da mds? Qué mas se puede decir? Los indicadores alternativos llamados de «bienestar» —IDH 0 indicador de desarrollo humano, Genuine Progress Indicator (GP) 0 indicador de progreso auténtico, indicador de salud social (18s)? de Robert Putnam, célculo de PIB verde, PID (Producto Interno Suave de Quebec) —consisten en ampliar la evaluacién hacia as- pectos «olvidados» o en corregir por medio de otros indices el peso del PIB a un indice sintético que representarfa el bienestar. El pri- mer IBED (Indice de Bienestar Permanente) se debié a John Cobb y Herman Daly en 1989, y fue retomado en 1994 por Clifford Cobb y John Cobb. La formula es la siguiente: Consumo comercial doméstico + servicios de trabajo doméstico gastos piblicos no defensivos gastos privados defensivos ~ gastos de degradacién del medio ambiente - desvalorizac’ $n del capital nacural + formacién de capital productivo El ocio y el capital humano estén ausentes. El indicador de progreso auténtico de Redefining Progress, establecido a partir de 1995, se le aproxima. Integra correcciones referentes a los gastos adefensivos» relacionados con la degradacién de la calidad de vida (contaminacién del agua y del aire, perjuicios actisticos, crifico pendular, accidentes de tréfico, criminalidad urbana, pérdida de 21. Naciones Unidas, Report in International Definition and Measurement of Standards and Levels of Living, doc. E. CN. 5/229 (1954). 22, Caleulado desde 1995 por el insticuo californiano Redefining Progress. {Este consiste en la adicién de una estimacién monetaria para el trabajo volunea- tio y doméstico y en la sustraccién de una estimacién monetaria para las degra- daciones ecolégicas y sociales. 23, Blaborado en 1996 por Marc y Marque-Luisa Miringofé 70 zonas hiimedas y de recursos no renovables), y toma en cuenta el trabajo doméstico no remunerado.”* «Bjemplo imaginario: si un pais pagara a un 10% de sus habi- tantes para destruir los bienes, hacer agujeros en las carreteras, ¢s- tropear vehiculos, etc., y a otro 10% para reparar, tapar los aguje- ros, etc., éste tendrfa el misino PIB que un pais en el que ese 20% de empleos (en los que se anulan los efectos sobre el bienestar) fue- ran dedicados a aumentar la esperanza de vida en buena salud, los niveles educativos y la participacién en actividades culturales y de ocio».** En consecuencia, «si los hogares cada vez compran mas equipos y servicios de proteccién contra el robo o dispositivos con- tra la contaminacién, y silos estados gastan miles de millones para prevenir los crecientes riesgos terroristas, los gastos correspondien- tes tienen que ser restados del PIB (0 del nivel de vida) si queremos evaluar mejor las variaciones del bienestar».*° Por otro lado, en 1981, el valor de la actividad doméstica en Francia representaba, segiin las hipétesis, entre un 32 y un 77% del PIB.” Si seguimos las gréficas de la evolucién del PIB y del GP (Genuine Progress Indicator), vemos que a partir de los afios setenta para los Estados Unidos, las tendencias divergen. Mientras que el PIB contintia su tendencia al crecimiento, el GPI empieza un. declive cada vez més pronunciado. El bienestar disminuye, mien- tras que el cbien tener» aumenta. Dos investigadores del Stockholm Environment Institute, Jim Jackson y Susanna Stymne, han obte- nido resultados similares a los de Herman Daly para Alemania, Reino Unido, Austria, Paises Bajos y Suecia. Es una listima que nadie en Francia haya empezado a realizar cscos céleulos. Creemos razonablemente que el resultado serfa compa- rable. El indicador de salud social confirma a su manera las conclusio- nes precedentes. Este indice fie puesto en marcha, en el marco del Fordham Institute for Innovation in Social Policy, por Mare y Mar- 24. El pensamicnto ccologista llama «gastos defensivos» a aquellos que sir ven para reparar los dafios del crecimiento... 25. Jean Gadrey y Florence Jany-Catrice, Les Nouveaux Indicateurs de richese, op. cit. p. 21. 26. Ibid. 27. Segtin Fouquet y Chadeau, citados ibfd., p. 24. m1 que-Luisa Miringoff en los afios ochenta; comprende 16 variables ele- mentales agrupadas en cinco componentes asociadas a categorias de edad (mortalidad infantil, maltrato infantil, pobreza infantil, suicidio de los jévenes, uso de drogas, abandono de los estudios universitarios, nifios nacidos de madres adolescentes, desempleo, salario semanal medio, cobertura de seguro médico, pobreza en mayores de 65 afios, esperanza de vida a los 65 afios, delitos violentos, accidentes mortales de trafico relacionados con el alcohol, acceso a una vivienda de precio asequible, desigualdad de los ingresos familiares)" Los otros indices —el PIB 40, el barémetro de las desigualdades y de la pobreza en Francia, 0 su pariente belga sobre el indice de seguridad social (puesto a punto por el Instituto para un Desarrollo Sostenible), o bien, el indice sobre seguridad personal canadiense— van muy a menudo en esta misma direccién. «La pretendida econo- mia del bienestar es en realidad una economia del tener-mucho»,” scribe Patrick Viveret citando a Jean Gadrey. «Fl dia en el que con- temos nuestras destrucciones en nuestro famoso PIB, concluye Bernard Maris, ;corremos el riesgo de vernos bien pobres!»”” Si, dando un paso més, vamos del bienestar a la felicidad, las distancias, si se pudieran medir, serfan despiadadas. En un notable libro, The Loss of Happiness in Market Democracies, Robert E. Lane ‘enumera todos los rodeos posibles de la contabilidad para intentar medir, a pesar de todo, la evolucién de la felicidad (subjective well- Leaving) en las sociedades liberales. En resumen, la progresién del nivel material de vida en los Estados Unidos va acompafiada de un descenso indiscutible de la felicidad real de la mayorfa de los norte- americanos. Este descenso serfa esencialmente debido a la degra- dacién efectiva de las relaciones humanas fundamentales (lo que Lane llama companionship), constatacién confirmada por nume- 28. Este indicador, como todos, tiene también sus limites: por constrc- cid, no puede descender bajo 0 ni sobrepasar los 100, 29. Patrick Viveret, Reconsidérer la richesse, Editions de l'Aube, La “Tourd'aigies, 2003. 30. Bernard Matis, Antimanuel d économie, Bréal, Rosny-sous-Bois, 21003, p. 290. 31. Robert E, Lane, The Loss of Happiness in Market Democracies, Yale University Press, New Haven, 200. Véase también Jean Claude Michéa, Onell éducateur, Climats, Paris, 2003, p. 162. 2 080s estudios. Las encuestas de opinién sobre el bienestar subjeti- vo opuesto al tener-mucho del PIB permiten hacerse una idea al respecto. «Cuando se le pregunté a los canadienses en 1998 sobre si consideraban que la situacién econémica global de su genera- cién era mejor que la de sus padres cuando tenfan su misma edad, menos de la mitad (44%) consideré que ese era el caso, a pesar de tun crecimiento del 60% del PIB por cabeza durante los 25 afios precedentes».® Los sondeos realizados en Estados Unidos en 2005 por Gallup para el Financial Times van en el mismo sentido. Si «la tiqueza media se ha més que triplicado tras la tiltima guerra, pa- sando de 15.000 a 35.000 délares constantes anuales [.,.], la pro- porcién de gente muy feliz va declinando desde 1960». Ya en el siglo XIX, Pellegrino Rossi, liberal-social, pensaba que la cconomia politica no podia ser la ciencia de la felicidad social, ya que segtin él, no tanto para las sociedades como para los indivi- duos, la felicidad no se identifica con la riqueza: «La riqueza no tiene por qué ser causa necesaria de felicidad; podemos concebir la felicidad material con poca riqueza y una infelicidad ampliamente distribuida junto a una gran masa de riquezas. Lo que ¢s ver- dad para cada uno de nosotros es verdad para todos y puede ser verdad para la sociedad entera, En resumen, la riqueza y la felici- dad material pueden muy bien ser causas indirectas, auxiliares, se- cundarias, pero no son causas necesarias del desarrollo moral».* En esas condiciones, parece necesario cambiar los indicadores de crecimiento y evaluar de manera diferente. «Hoy en dia, afirma Patrick Viveret, las nociones de produccién, de actividad, de riqueza y de 32. Lars Osbergy Andrew Sharpe, 2003, citados por Jean Gadrey y Florence Jany-Catrice, Les nouveaus indicateurs de richesse, op. cit. p. 24. 33. Segiin un informe de Eric Le Boucher, Le Monde, 16-17 de junio de 2005. Ya en 1968, segsin Francois de Closets, «los ciudadanos de ocho grandes palses industralizados fueron interrogados [..] por El Instituto francés dela opi- nin piiblica. E149% de los norteamericanos consideraban que la felicidad retto- cede, el 26% que progresa. El 69% consideraron que su inguietud aumenta, el 1596 que disminuye (..]el 79% de los holandeses dicen que su serenidad dismi- rnuye, el 49% que aumenta. En todos los pafses estudiados, los ciudadanos sienten ‘que su inguietud aumenta» (En danger de progres, Denodl, Pars, 1970, p. 43). 34, Cowrs(1835-1836), en Cours, t. 1, pp. 22-23, citado por Frangois Vatin, Trois Essais sur la pensée sociologique, op. cit. p. 33. 3 valor tienen que ser imperativamente reevaluadas si pretendemos tener plenamente en cuenta las apuestas ecoldgicas y sociales ampliamente ignoradas en la época en la que se construyeron los sistemas de con- tabilidad nacional y los indicadores como el PtBs. Por consiguien- te, los indices de desarrollo humanos y otras sofisticaciones estadisti- cas estén de actualidad. Sin embargo, gpermire esto resolver los problemas? Es cierto que si el termémetro esté estropeado, vale més cambiarlo para seguir la evolucién de la enfermedad; pero si ésta es grave, ni el mejor termémetro del mundo serd capaz de curarla. zExis- te, pues, un buen indicador del bienestar? Las convenciones sobre las que se basa el célculo del PIB con- tienen una parte indudable de arbitrariedad. Puede que se inclu- yan o no ciertos bienes y servicios no comerciales. Por otro lado, la contabilidad nacional es, en su origen, de inspiracién mas keyne- siana, es decir macrocconémica, que neoclisica. Sin embargo, di- cchos indicadores reflejan bastante bien los valores dominantes del capitalismo contemporsneo, evitando, indudablemente, los valo- res de uso cuando éstos no son en forma de mercancias o de servi- cios no mercantiles validados socialmente por su financiacién pi- blica (las retenciones fiscales), aunque, en una sociedad de mercado, no nos interesamos en el valor de uso propiamente. Es decir: el PIB/ PNB traduce una cierta «realidad». Esencialmente, las convencio- nes en las que se basa, se apoyan a su vez en una «tradiciéns cultu- ral sélida, construida en Occidente a lo largo de tres siglos de eco- nomia politica, siete siglos de capitalismo y veinte de prictica comercial. En la base del edificio se encuentra el problema de las fronteras de lo econémico, de lo que define las categorias funda- cionales (produccién, consumo, trabajo).** Los primeros econo- ‘mistas que buscaban descubritr, tras las apariencias mercantiles, una problemética «esencia» del acto econémico encontraron esta difi- cultad. Thomas Robert Malthus nos expresa as{ su perplejidad: «Si el esfuerzo que realizamos para cantar una cancién ¢s un trabajo productivo, por qué los esfuerzos que hacemos para hacer diverti- dae instructiva una conversacién, y que da seguramente un resul- 35. Patrick Viveret, Reconsidérer la richese, op. cit.. p. 68. 36. Véase sobre este punto mi libro Linvention de économie, Albin Michel, Paris, 2005, 74 tado mucho més interesante, estarfan excluidos del niimero de pro- ducciones actuales? :Por qué razén no engloba los esfuerzos que necesitamos hacer para controlar nuestras pasiones y ser obedien- tes con todas las leyes divinas y humanas, que son, indiscutible- mente, los més preciosos bienes? :Por qué, en una palabra, exclui- ramos cualquier accién cuyo objetivo es obtener placer o evitar el dolor, ahora o en el futuro? Es verdad que, de esta manera, podria- mos abarcar todas las actividades de la especie humana durante todos los instantes de la vida».” En efecto, por qué no se considera trabajo la danza de la lluvia destinada a traer a los espiritus propicios a la cosecha? :Por qué no serfa produccién de servicios de ocio el tambor que se toca al calor de la hoguera? :Por qué no serfa consumo nacional las caricias ob- tenidas de nuestro compaficro sexual? ;No es el uso de un vehiculo personal produccién de servicios de transporte y, consecuentemen- te, su compra, inversién? El trabajo realizado en la fabrica zno es un consumo de la energfa acumulada?, etc Sabemos que todas las barreras pueden derrumbarse, todas las, referencias pueden saltar a la minima emancipacién de los tabiies, de a tribu de los econémetros sobre los que se apoyan. Jean Gadrey reitera, dos siglos después de Malthus, esta perspectiva relativista «Desde el momento en que ponemos el dedo en el engranaje que también tiene en cuenta la produccién doméstica, el voluntariado los activos naturales, ya no sabemos donde conviene detenerse en la extensién de las fronteras de la riqueza (re)definida de esta ma- nera: el tiempo libre, el suefio reparador, los retoz0s amorosos...» Y concluye sabiamente, en la misma direccién que su ilustre prede- cesor: «No podemos hacer una contabilidad nacional de la felici dad!» «Y por otro lado, afiade él, nadie lo pide». ;De esto tiltimo, yo no estarfa tan seguro! Malthus los primeros economistas, desamparados, apelaron al sentido comin, es decir a los prejuicios de la prictica burguesa de la época, para conjurar el vértigo del sin sentido. Claro que hay que 437. Thomas Robert Malthus, Principes d'économie politique, Arthaud, Pa- rls, 1820, p. 28. 38. Jean Gadrey y Florence Jany-Catrce, Les Nouveaux indicateurs de richese, op. cit, p. 48, 75 alfadir que ese «sentido comin» puede varia en el tiempo y en of espacio, y, a menudo, segtin el sexo y en el seno de la misma tribu. As{ pues, la definicién de la riqueza es convencional. Los indicadores corresponden siempre a ls objetivos propuestos (la reconstruccién,, el poder, el crecimiento del consumo mercantil, ctc.).” Se puede in- luir en ella el armamento y el presupuesto militar. Los contables nacionales americanos ven en ello una inversién que suministra un servicio al sistema defensivo nacional, mientras que los europeos consideran ese gasto improductivo y estril por excelencia. «La cohe- renciay la teorfa tienen bastante menos influencia en las opciones contables que las representaciones dominantes del orcen social» reconoce Gadrey. Christine Delphy denuncia el machismo de nues- tra visién: «Si cultivar un peral ¢s produccién, cocinar también lo csv. Es slo el imaginario occidental el que funda este sistema cl sificatrio. No hay trabajo, en el sentido modemno del término, sin la &tica «protestante», no hay produccién mercantil sin los mitos de la naturaleza, de la necesidad, de la escasez.y de una concepcién mate- tial sacada del siglo XVII; no hay consumo sin la utopia del mercado generalizado. Lo que separa, en la infinita variedad de la actividad humana, el gesto hidico del gesto laborioso, y, en sus resultados, el objeto producido del objeto consumido o del residuo, esté comple- tamente basado en valores culturales. La crfa de un mismo animal (perro 0 buey) serd inversién, produccién 0 consumo segrin el lugar, siesta destinado a la caza oa la agricultura, al matadero, ala exposi- cién 0 al afecto. Las categorfas contables son una forma radical de imperialismo cultural. Cuando la globalizacién impone este despe- dazamiento estadistico en los paises no occidentales, no sélo es la felicidad y la alegria de vivir del habitante del pafs del Sur lo que se reduce a un itrisorio nivel de PIB por cabeza, sino que es su propia manera de ser, con sts «verdaderas» riquezas y virtualidades, las que se ven pisoteadas y anuladas. 39, Frames Fourqus (i). Le compe del Pusan, ase pln de la comptabilité nationale ez du Plan, Recherches, Parts, 19 40, Jean Gadrey y Florence Jany-Catrice, Les Nowveaus indicateurs de richese, op. es p33. "Ales iclttioa Delay, anemia tinciack cdi eae faite de patrarat, Sep, Pats, 1998, 76 - Los indicadores calificados de bienestar, que hemos evocado antes, son muy titiles por su papel eritico. Podemos estar de acuet. do con la formula de Patrick Viveret: «El derecho a calcular de otra manera tiene como meta defender el derecho a no calcula, pero a condicién, si se hace asf, de acordar que a lo que nos oponcmos ca ala sociedad de mercado o a la economia. ePueden servir esos indicadores para «construir» una «buena» economfa, un «buen» crecimiento o un «verdadero» desatvollo, ex decir, ora sociedad? Primero, incluso admitiendo que esas exprecio. Bes no sean en absoluto un oximoron, tenemos sélidas razones para dudar que la felicidad auréntca, es decit, el hecho que la gente se sienta razonablemente contenta y bien tal como esti, tenga relaciin con el imaginario de progreso, de crecimiento y de desarrollo, Y se. Bundo, no es del todo seguro que la felicidad se pueda medir, Por ejemplo, la impotencia del 1DH para acotar la «verdadera» riqueza, as{ como la «verdadera» pobreza es bastante evidente. Para constuirlo, se buscaron criterios, evahtaciones de situaciones for. zosamente objetioas, universales y transculturales, pero sin aban donar, no obstante, el Ambito de la representacién econémica ocel dental. Por consiguiente, al calificar de necesidades a elementos de tun modo de vida «ideal» segiin el modelo de los patses desarrolla. dlos, lo que se permite es que se impongan simbélicamente en el imaginario de otras sociedades. La investigacién sobre la pobreza 0 la riqueza no escapa ni al imperialismo cultural ni al etnocentrismno, En referencia a otros indices relativos a las sociedades occidentales, el problema es mas complejo. Vamos errados si, basindonos en éstos, pensamos definir una «verdadera» riqueza que permita, no sélo subvertir la sociedad de mercado, sino construit ese otro mun. do posible que desean los altermundialistas. Es cierto, como nos recuerda oportunamente Frangois Flahaut, que el pensamiento moderno se ha centrado «en la circulacién de los bienes comes {es (los bienes que tenemos o los que no tenemos) y ha subestima. do la importancia de los bienes que hacen que seamos,? pero slo que cuenta no se cuenta», segtin se dice. Los bienes «relacionales, 42. Frangois Flahaut, Pourquoi limiter Uespansion du capitaisme? Descar- tes et ce, Pars, 2003, p. 151. 7 s6lo son ebienes» de manera metafdrica en el plano econémico. Castoriadis decfa siempre: prefiero adquirir un nuevo amigo que un nuevo coche. Sf, pero un nuevo amigo, ,cudnto vale? «Para el hombre, decfa Spinoza, nada es mas util que el propio hombre»? Arnaud Berthoud comenta: «Vivimos principalmente por el hecho de usar la imagen, la palabra, la inteligencia, el saber, Ios gestos y el cuerpo sexuado del otro. Somos pobres o ricos seguin la cantidad, la calidad y la variedad de los servicios de los que dis- ponemos en nuestra vida conyugal, familiar y social, En el lengua- je comin, nuestra propiedad se puede expresar por medio de todos los posesivos con los que describimos el cfrculo de nuestras relacio- nes ordinarias —mi mujer 0 mi marido, mis hijos o mis padres, mis amigos, mis vecinos, mi médico, mi profesor y todos aquellos que estén a mi servicio y bajo mi mando» —.“ La observacién, pertinente, pone en duda el concepto moderno de consumo. Sin embargo, todo esto, que cs la everdaderay riqueza, ;forma todavia parte de la economia? La idea de Stéphane Breton de una «econo- mfa de las personas», siguiendo las investigaciones de Arnaud Berthoud, es interesante si se trata de una metéfora para denunciar la impostura de los indicadores oficiales, pero peligrosa si se trata de «salvar a la economfa» a pesar de todo. Salir de la economia y entrar en la sociedad de decrecimiento Partiendo de las gréficas de divergencia de la evolucién del PIB y del 15S (Indicador de Salud Social de Robert Putnam) 0 del GPL (Genuine Progress Indicator de Daly), se puede concebir una stije- ra» a la inversa, El PIB disminuiria micneras que el 18S y el GPI aumentarian 0 permanecerian estables. Es precisamente de alli que parte la intuicién de la construccién de una sociedad de decreci- miento: organizar el descenso del PIB y la mejora del ISS/GPI. Se trata de desacoplar 0 desconectar la mejoria de la situacién de los 43. Un proverbio wolof dice de manera ansloga que el hombre es la solu- cién para el hombre. 44, Arnaud Berthout «La richesse et ses deux types», Revista de MAUSS, ‘n. 21, ler semestre 2003, p. 279. 78 particulares del aumento de la produccién material, dicho de otra manera, hacer decrecer el ubien-tener» estadistico para mejorar cl bienestar vivido. Para la alquimia mercantil, la economia se ha demostrado capaz de engendrar un crecimiento de los valores sin crecimiento de la satisfaccién, o incluso con un decrecimiento de é:ta. Incorporando transporte, embalaje, publicidad, marca, pode- mos multiplicar el precio del yogur, del agua, de todos los alimen- tos, o de la produccién farmacéutica, sin mejorar las prestaciones. Y, por otro lado, este aumento de valor es incretblemente consumi- dor de energfa (transporte) y de materiales diversos (embalaje, con- servas, publicidad...). «En Estados Unidos, sefiala Bertrand de Jouvenel, el consumo alimentario por cabeza medido en precios constantes ha progresado un 75% de 1909 a 1957. En cambio, segiin los calculos del Department of Agriculture. el crecimiento del consumo fisiolégico ha sido como mucho del 12 al 15%. Es decir, segiin el andlisis de Simon Kuznets, que las cuatro quintas partes, al menos, del progreso aparente del consumo reflejan, de hecho, el crecimiento de los servicios de transporte y de distribu- cidn relacionados con los alimentos». Las rentativas actuales, casi desesperadas, para aumentar atin mas los valores en un planeca agotado (acuicultura, OGM, energia nuclear, por ejemplo) son netamente catastréficas por su impacto ecolégico, Es verdad que ‘mediante esto se crean empleos (a menudo mal pagados), pero esta misma satisfaccién final se podria conseguir mediante una reduc- cién dristica de los horarios de trabajo, como veremos en el capi- tulo 9. Y, ala inversa, al redescubrir la calidad fuera de las logicas mercantiles, se hacen decrecer los valores econémicos. Esté com- probado, por ejemplo, que produciendo uno mismo, fuera del Ambito mercantil, se reduce la huella ecolégica y el PIB y, a la vez, se consigue una cierta forma de satisfaccién personal. Evaluar la riqueza de otra manera sélo tiene interés si se trata de provocar otro tipo de riqueza. Es cuestién de, como escribe ef psicoanalista Georges Didier, «decrecer por el lado de la tiranfa del que todo lo puede, para crecer por el lado de la calidad relacional.* 45. Bertrand de Jouvenel, Arcadie. Esai sur le miews-vivre, op. cit p. 178 46. Geroges Didier, «Mons consommer demande un renoncement et un pont centre psychologic et éeologies, Silence, n. 302, noviembre de 2003, p. 11. 79 Por eso, reevaluar, es decir, revisar los valores en los que creemos, sobre los que organizamos nuestra vida, y cambiar los que tienen tun efecto negativo en la supervivencia feliz de la humanidad, cons- ‘ituye la primera etapa de la construccidn de una sociedad de de- crecimiento.” zEs necesario, por lo tanto, cuantificar lo que no es mercantil, poner un precio a lo que no lo tiene, desde la naturaleza al voluntariado? {No es lo que pretende hacer la ecological econonay? Pero noes también lo que sugieren los ultraliberales? Ciertas formas de internalizacidn de los costes externos de la economia son trampas. Es lo que pasa con el Full-cost accounting preconizado por Lester R. Brown, fundador del World Watch Institute. «La solucién para rees- tructurar la economfa, escribe, reside en la creacién de un mercado honesto [...] [El mercado] no incorpora los costes inditecius de los bienes y servicios, no evaltia adecuadamente los servicios de la natu- raleza [...]. Desgraciadamente, tenemos un sistema de contabilidad defectuoso a escala global (...]. La prosperidad econémica proviene en parte de la acumulacidn de deficits ecol6gicos: costes que no apa- recen en los libros contables, pero que alguien tendré que pagara fin de cuentas [...]. Cada vez. que calculamos el conjunto de los costes de un producto o de un servicio, podriamos incorporarlos en el pre- cio de venta al reestructurar las tasas, Si ponemos en marcha un mercado que reflec la realidad, podremos evitar ser cogidos por sor- presa a causa de un sistema de contabilidad defectuoso® {...}». Se trata de fijar un precio para cada cosa, «Por nuestra parte, escri- ben Jean Gadrey y Florence Jany-Catrice, no nos entusiasma la idea de que para hacernos entender cuando defendemos una visién no estric- tamente econémica de la riqueza y del progreso, tengamos que pasar obligatoriamente por la valorizacién econémica de todas las variables no econémicas. Podemos ver una contradiccién en los términos, Jo que significarfa la victoria definitiva de la economia como valor supre- ‘mo, y como tinica justficacién crefble de las acciones a favor de la justicia, de las relaciones sociales y del medio ambiente. Justficar al 47. Véase capitulo 6. 48. Lester R. Brown, Blueprint for a Better Planet, Mother Heart News, Hendersonville, 2004. pp. 92-95, citado por Derek Rasmussen, «Valeurs ‘monétisées et valeurs non monétisables», art. citado, p. 16. 80 voluntariado, es decir el don, y su contribucién social, mediante un valor monetario, es decir, lo queramos 0 no, mediante una referencia al mercado, jes revelarnos impotentes ante la imposibilidad de hacer prevaler otros valores que no sean la economia mercantill El peligro, en efecto, es ir en la direccién de la omnimercantilizacién, Seria taf, ciente con definir los derechos de propiedad sobre todo y de dejar co- merciar a la gente. De ahf esos calculos «absurdos» para determinay Por ejemplo, el precio de la biodiversidad en Canadé (60.000 millones de dares), el precio de una buena vida sexual (72 mil délaressegin Globe and Maib, el precio del cuerpo humano (20.000 ddlares), exe. Incluso se ha propuesto seriamente vender el aire. Se trata, para los anarquistas ultraliberales, de remediar la tragedia de los commons (bienes comunes), provocada por el individualismo de la economla moderna capitalista y mercantil, mediante su supresién pura y sim. Ple, sin constatar que la verdadera tragedia ha residido en su supre. sién programada, a partir del siglo Xv1, con el drama de las enclosines. «La proposicién de prescribir un valor mercantil a todos los valores naturales con el objetivo de solucionar la crisis ecoldgica se parece a administrar una enfermedad con el objetivo de curar>” sefala just mente Vandana Shiva. Decierta manera, siempre vamos en la direccién del imperia- lismo econémico. Siempre deploramos que el trabajo no haya ex. tendido suficientemente su imperio y su influencia sobre la vida, y que el «trabajo» de Ia casa o el voluntariado no sean tenidos en cuenta, es decir, retribuidos. Siguiendo la advertencia de Ivan Illich, las feministas también se equivocan cuando reivindican salatiog Para las tareas domésticas. «Lo mejor que pueden esperar [para las tareas domésticas), no es un precio fantasma (shadow prict), sino tun premio de consolacién».*" Reevaluar, st, por supuesto, pero no forzosamente basindonos en factores cuantitativos. Hay otros in. 49. Jean Gadrey y Florence Jany-Catrice, Les Nowveausx Indicateurs de richese, op. ct. p. 49. i 50. Vandana Shiva, «The world on the edge» in Will Hutton y Anthony Giddens (die), On the Edge: Living with Clobat Capitalism, New Pies, Nucra York, 2000, p. 128, citado por Derek Rasmussen, «Valeurs monétisées et valewe non monétisables», art. citado, p. 17. 51. Ivan Illich, Le Genre Vermaculaire, en Ocuores completes, t.2, op. cit, p.279. 81 dices por inventar. Volver a encontrar el sentido de la medida, zno serfa primero salir de la obsesién de medirlo todo y decir adiés a la economia para volver a lo social? Nos encontramos frente a la para- doja de pensar en salir de la economfa en términos econémicos.”* Desde la 6ptica de la construccién de una sociedad de decte- cimiento, el problema no es cambiar el patrén de medida para transformar la sociedad, sino empezar por cambiar los valores y sacar consecuencias para los conceptos. La reevaluacién precede a la reconceptualizacién. La razén por la que los indicadores de riqueza (0 de pobreza) ya no son los adecuados es porque se ha producido un cambio de mentalidad. Modificarlos conservando intactos, el marco econémico y social, es como poner vino nuevo en odres viejos. La descolonizacién del imaginario engendra un nuevo encaje de lo econémico en lo social (y al hacerlo, en la biosfera) que remueve los propios términos del problema. Pero, antes de redefinir la economia, hay que entenderla... Al centrarse en la riqueza econémica en una sociedad mercantil, se opta por considerar la pobreza como un problema y una injusticia concra Ja cual hay que luchar. Esta lucha esté, por otro lado, destinada a fracasar ya que, por definicién en cierta medida, la meta retroce- dea medida que se avanza. «En 2003, segiin la CGIL (la confede- racién sindical italiana Confederazione Generale Italiana del Lavoro), en Italia se era pobre con unos ingresos mensuales de 800 euros. En 2005, segin el Instituto de investigacién econd- mica ISIAE, segiin la percepcién de los italianos, la esperanza y los deseos afiadidos a las necesidades, requieren unos ingresos minimos de 1.250 euros».®® Asi, el umbral de pobreza relative siempre de desplaza hacia arriba con el crecimiento. Desde ese punto de vista, la pobreza se objetiviza (con las definiciones so- bre umbral de pobreza: menos de 1 0 2 délares, menos de la mi tad del ingreso medio, o del ingreso minimo, etc.). Nos olvida- mos de que, en una sociedad dentocritica el problema es la riqueza mercantil. «El mayor obstéculo al bieneitar es la organizacién de 52. El peligro serfa perpetuar la religidn del crecimiento al definir como PIB tuna serie de bienes y servicios reales y vireuales, mercantiles y no mercantiles, ¢ impedir la necesariasalida de la economia por medio de un economicismo (otal. '53. Citado por Fabrizio Pallante, La decrescita felice, op. cite p. 38. 82 Ja economia en su totalidad con vistas al mejor-estar, decia Ivan Illich en 1973». Para dar dignidad a la pobreza material, elimi- nar la miseria y volver a encontrar el sentido de las «verdaderas» riquezas, hay que limitar el enriquecimiento econdmico, y en consecuencia, la acumulacién de capital. No se trata de reducir al Ambito economicista las diversas satisfacciones de los econémi- camente pobres para enriquecerlos estadisticamente, ni tampoco de empobrecer a los ricos descontando de su riqueza los costes de su obesidad o de su malestar, La reevaluacién de los ingresos de los «pobres» no tiene en absoluto como objetivo intentar demos- trar que se equivocan si se quejan, sino al contrario, darles un m{nimo de dignidad y de amor propio para poder llevar a cabo el combate. Se trata de poner fin al acaparamiento sin freno para sacar a los miscrables de la pobreza econémica y reinsertarlos en una sociedad més convivencial y més sostenible. 54, Ivan Illich, La Convivialité, In Ocwures completes, t., op. cit. p. 572. 83 Il. DECRECER O RETROCEDER Si pudiéramos efectivamente imaginar una forma de produccién menos destructora del medio, esto seria tuna «vuelta atrés» ampliamente deseable, ya que, en realidad, lo que serfa una vuelta atris para nosotros serfa, de hecho, un gran avance para los pueblos del tercer mundo, Este hecho pondrfa en tela de juicio 4a vida de tan s6lo tuna pequefia minorta de la pobla- cién mundial que ha vivido hasta este momento de luna manera totalmente fuera de lo normal. Franoots Paniant «Quiere devolvernos a la edad de piedra», protestan a menudo los periodistas cuando evocamos ante ellos el decrecimiento, Es el decrecimiento, cfectivamente, una vuelta atrs? Para los «terro- ristas de la modernidad, sefiala Francois Brune, es la peor afren- ta: jestén llevando a cabo un combate de retaguardial; es verdad, Por otro lado: llevamos a cabo un combate de retaguardia, pero, Parad6jicamente, este combate es, de hecho... un combate de fu. furo, ya que cuando un ejército se encuentra en un callején sin lida, es necesario que tarde 0 temprano dé media vuelta, y en- tonces, jla retaguardia se encuentra en la vanguardia? Los retré. grados se convierten a fin de cuentas en los «verdaderos» progre- sistas... «Siempre es progresista ir rezagado por el mal camino! Esto es lo que implica la idea de decrecimiento tranquilo»? Los objetores del crecimiento podrian ciertamente, por provocacién, definirse, a instancias del anarquista americano Paul Goodman, como «conservadores neoliticosy.* De hecho, la edad de piedra, tal como Io analiza Marshall Sahlins en su famoso libro Age de 1. Entrevista en France Culture, 18 de mayo de 1995, Frangois Brune, Casseur de pub, n.18, noviembre 2003, retomado en rune, De tidéologe, aujourd'hui, Patangon, Paris, 2005, p. 165. 3. Ibfd. p. 163. 4. Jean Claud Michéa, Orwell éducateur, op. cit. p. 67. Fran, 85 pierre, age dabondance, jno estaba tan mal! «Los Papous Kapauku ‘de Nueva Guinea, subraya Yves Cochet en el mismo sentido, no dedican més de dos horas cotidianas a la agricultura de subsistencia. Lo mismo pasa con los indios Kuikuru de la cuenca del Amazonas 0 con los campesinos rusos antes de la Revolucién de octubre. Los ad- ministradores coloniales se sorprendian de esta subproduccisn i tuida, como si las poblaciones que vivian asi prefirieran el arte, la pelea y el reposo a la intensificacién de la produccién. ;No ocurria mas bien que esos grupos tenian la intuicién de que un aumento del trabajo agricola sélo implicarfa una produccién suplementaria mat- Dicho de otra manera, ;no tenfan el conocimiento innato de que la intensificacién agricola hubiera ciertamente aumentado el rendimiento de cada hectérea, pero al precio de una productividad horaria decreciente? Y, a la inversa, otras sociedades, bajo el efecto del crecimiento demogrifico sobre todo, se decidieron por la inten- sificacién agricola, al precio de una creciente complejidad (escardar, girar, abonar, irrigar, sembrar, cosechar, comercializar, transformar, diseribuir, vender.) y un considerable déficit energético.»® Pero, atin a riesgo de provocar, me gustaria ir mAs lejos, hasta el tiempo de la civilizacién de los bonobos, nuestros simpaticos primos cuya cultura consiste en hacer el amor y no la guerra... ‘Aparte de la cuestién «técnica» sobre una necesaria reduccién que nos Hlevarfa, a todos por igual, por otro lado, «atrés» (Al Neolitico?, ;A la sociedad preindustrial?, ;A los afios sesenta?), se plantean dos problemas filoséficos. El primero, con resonancias politicas, esta bien expresado en el titulo de la obra de Jean-Paul Besset, Comment ne plus étre progressste... sans devenir réactionnaire («Como dejar de ser progresista... sin volverse reaccionario»). EL segundo, con resonancias éticas: zen qué medida la opcién volun- taria de sobriedad responde a la exigencia del decrecimiento? Como muy bien lo resume el propio Besset: «Salir de la autopista del pro- greso no implica meterse en el callején sin salida del pasado».’ Es 5. Marshall Sahlins, Age de pierre, age d'ubondance. L¥conomie des socidsds primitives (1972), Gallimard, Patts, 1976. 6. Yves Cochet, Pétrole apocalypse, op. cit. pp. 166-167. 7. Jean-Paul Besset, Comment ne plus éire progressiste.. sans devenir réactionnaire, op. cit, p. 326. importante responder a estas dos preguntas sobre el plano teérico, antes de ver hasta qué punto es necesario reducir concretamente nuestro consumo de los recursos naturales del planeta. Decrecimiento y regresién .* El final del petréleo barato corre el peligro de Ilevarnos a esta situaci6n. La agricultura industrial productivista, en efecto, depende estrechamente de los hidrocarburos, tanto si se trata de maquinas, como de abonos y fertilizantes (son necesarias 23 coneladas de pe~ trdleo para producir una tonelada de abono nitrogenado), como 8, Silvia Pérez-Vitor , Les paysans sont de resour, op. cit. p- 192. 87 de irrigacién, 0 de transporte. Esta evuelta a la edad de las velas, sefiala de nuevo Silvia Pérez-Vitoria, no serfa absoluta, evidente- mente, ya que ha transcurrido el tiempo: las especies plantadas en nuestras regiones se quedardn y no se volverd a la propiedad feu- dal». Y concluye: «en resumen, no se estarfa tan mal».? Nosotros nos adherimos totalmente a este andlisis. El decreci- miento no es recesién, tal como nos lo intentan hacer creer los que no quieren ni ofr hablar de replantearse nuestros modos de vida La rrecesién es incluso su «imitaci6n negativay."” La neolengua subs- tiruy6 la expresién «decrecimiento» por «crecimiento negativo». Estd claro que, aunque quisiéramos, no se volveré atrés, pero hay se- ‘cuencias que deben ser invertidas, ciclos recorridos en el otro sen- tido. Hay «pérdidas» que es legitimo deplorar y deseable recuperar. El conjunto de nuestras «afioranzas» es proporcional al exceso de Progreso. Hace mucho tiempo que escribimos que no nos aver- gonzamos, nosotros los occidentales, de compartir el suefio de pro- greso occidental. Sin embargo, tras haber tomado conciencia de los perjuicios del desarrollo, se trata ahora de aspirar a mejorar la calidad de vida y no a.un crecimiento ilimitado del PIB. Creemos que hay que re- clamar el progreso de la belleza de las ciudades y del paisaje, el pro- reso de la pureza de las capas fredticas que nos abastecen de agua potable, el progreso de la transparencia de los rios y de la salud de los océanos, exigir una mejora del aire que respiramos y del sabor de los alimentos que comemos. Hay todavia muchas perfecciones que imaginar para luchar contra la invasién del ruido, aumentar los espacios verdes, preservar la fauna y la flora salvajes, salvar el patrimonio natural y cultural de a humanidad, por no hablar de los necesarios avances en materia de democracia. La realizacién de este programa de regres —si se me permite este neologismo— su- pone el recurso a técnicas sofisticadas, algunas de las cuales atin se tienen que inventar. Seria injusto calificar a los partidarios del de- crecimiento de tecnéfobos y reaccionarios bajo el tinico pretexto de que reclaman un «derecho de inventario» del progreso y de la 9. Ibid. p. 193. 10, Segiin la acertada expresién de Madeleine Nutchey, de la redaccién de la revista Silence 88 técnica —una minima reivindicacién para el ejercicio de la ciuda- danfa. La puesta a punto de nuevas herramientas de convivencia y de tecnologias suaves ficilmente controlables y reproducibles serfa bienvenida para recuperar un minimo de autonomia. Es el mismo planteamiento para los pafses del Sur, como vere- mos. Las acciones preconizadas, que toman la forma de un progra- ma de 5 «R» (romper, renovar, reencontrar, reintroducir, recupe- rar), son el remedio a la destruccién de la identidad, de los conocimientos y de las habilidades. ___tlmaginemos mafiana, escribe Philippe Saint-Marc, una Fran- cia en la que no haya mds que 200.000 parados, en la que la crimi- nalidad se haya reducido en cuatro quintas partes, y las hospitali- zaciones por problemas psiquidtricos en dos tercios; en la que los suicidios de jévenes disminuyan ala mitad, en la que la droga des- apareciese: zno tendrfamos la impresién de un maravilloso embe- Mecimiento humano [...}? Esta era, sin embargo, la Francia de los afios sesenta».'! No obstante, dejando de lado la desmedida dind- mica de crecimiento contenida en los Treinta Gloriosos aos, la vuelta a los afios sesenta de Philippe Saint-Maarc, que se encuentra bastante alejada de la edad de piedra, a pesar de estar de acuerdo a la equidad ecolégica ya a sostenibilidad, serfa un primer paso hacia el decrecimiento sereno. Este razonable «retroceso» no tiene nada de nostalgico, ya que tiene que ir acompafiado de los cambios cua- litarivos que son posibles gracias alas técnicas mds recientes y que son deseables para una equidad ecolégica y social. Asf, aunque hoy en dia vivimos cada vez més virtualmente, viajamos realmente, lo que es catastréfico para nuestros ecosistemas. La relocalizacién ten- drfa, pues, que Hevarnos a vivir realmente en el sitio donde esta mos y a viajar mucho més virtualmente, lo que las nuevas tecnolo- gfas nos permiten hacer. 11. Philippe Saint-Marc, Léconomie barbare, Frison-Roche, Parts, 1994, sitado por Pietre Drouin, «Pathologie sociales, Le Monde des Livres, junio de 1994. sin embargo, en una encuesta de finales de los ais sesent, ls fran- ceses fueron los Gnicos que declararon que crefan que la felicidad progresabs €1 35% era de esa opin, el 229 de la opinion contratia, 27% consdens, ps que ésta cra estacionaria (Frangois de Closet, En danger de progr, op. cit, Pp 89 Retroceder, en el sentido apropiado, se impone en ciertos am- bitos en los que las extracciones superan la reproduccién sosteni- ble. Hemos evocado el caso de la agricultura. Pero es todavia mas evidente en el caso de las riquezas pesqueras. «La actividad pesquera se estanca, escribe Jean-Paul Besset. La produccién mundial de pesca, que aumentaba de media anual un 7% desde Jos afios cincuenta, ha llegado al limite desde los afios noventa. Entre las diez especies de peces mds pescados, siete son conside- rados como ‘ampliamente explotados 0 sobreexplotados’. La mi- tad de las principales zonas de pesca ha alcanzado sus capacida- des naturales de renovacién, la cuarta parte las ha superado. La acuicultura no alcanzar4 a paliar el déficit, aunque se destruya lo que queda de los manglares para remplazarlos por piscifactorfas de pecesy gambas. Sobre todo cuando sabemos que hay que trans- formar cuatro kilos de peces marinos en harina para que un sal- mén de piscifactorfa alcance el kilo.»'* Al contrario, la acuicultura alentada por el Banco Mundial que la considera un substituto de la depredacién (nombre que los economistas dan a los dones dela naturaleza...) por la explotacién racional, s6lo puede agra- var el problema. No se trata aqui de examinar todas las reducciones necesarias para construir un futuro sostenible —esto lo haremos en la segun- da parte del libro— sino de imaginar como, en principio, éstas pueden ser pensadas de manera positiva. El ejemplo de los Amish es interesante de considerat, no evi- dentemente para realizar una servil imitacién literal, sino para re- chazar las objeciones que se refieren a la «irrealidad» del proyecto de decrecimiento. El rechazo por parte de los miembros de esta secta a un gran numero de técnicas por’ motivos religiosos, les ha Mevado a adaprarse al mundo moderno conservando aspectos in- crefblemente «arcaicos», como el uso de caballos para trabajar ka tierra y transportar hombres y mercancias, o la ausencia de la elec- tricidad de red. La motivacién religiosa y en absoluto ecolégica de sus actitudes conlleva acciones que nos parecen cémicas o aberrantes 12. Fuente: Informe bienal de la FAO, marzo de 2005, citado por Jean-Paul Besser, Comment ne plus tre progresiste... sans devenir réactionnaire, op. ct. p. 59. 90 —como la de llevar ropa o sombreros del siglo XVII con zapatillas de deporte. Sin embargo, el funcionamiento democritico de las comunidades y la toma de decisiones deliberativas sobre las opcio- nes tecnolégicas prucban que es posible someter la esfera técnico- ‘econémica. lo politico." No podemos contentarnos con deslegiti- mar répidamente esta forma de autogestién microlocal, resultado de una heteronimia que no compartimos, bajo el tinico pretexto de «la opresién de las aspiraciones individuales», que son sobre todo et Una larga tradicién filoséfica preconiza una forma de limita- cién de las necesidades para encontrar la felicidad. Segiin Epicuto, «el hombre que nose contenta con poco, no se contenta con nada». La biisqueda infinita termina, segtin Hans Jonas, en el «fracaso infinito». Lucrecio desarrolla esta idea: «Pero si tu deseas siempre lo que no tienes, y desprecias lo que tienes, tu vida se ha desarrolla- do, en consecuencia, sin plenitud y sin encanto; y de repente la muerte se halla a los pies de tu cama sin que puedas sentirte listo para partir, contento y satisfecho». El mito del suplicio de las Danaidas, esas jévenes condenadas, por haber matado a su esposo durante la noche de bodas, a Ilenar un tonel sin fondo en el Térta- ro, ilustra muy bien esta insaciabilidad. 15, Serge Mongea lens ol ing en facts ea Cena en 1985 (La ipd SN a Sei a os Sonal pa laa en rane Egin de os Exos Unidos (Volnsary Stapp: Torre Wey ter is Outwardly Simple, Inwardly Rich, Morrove, Nueva York, 1981). 16. Polly Ghazy y Judy Jones, Downshifting. A Guide to Happier Simpler ting Hensler cx Seon ce 2004 7. ibéeaion, 27 de junto de 2005, 18. Véase Mabjid Rahnema, Quand la mistre chasse la pauvréé, op. cit, hima pate’ sSobeeloeendae dee simple volunteer oka beget ty 92 {a versién americana de la simplicidad voluntaria (simple li- ving, downshifting, simplicity with style) encuentra una parte im- portante de su inspiracién en a filosofia de Herny David Thoreau, La tradicién curopea puede reivindicarse de Ledn Tolstoi, aunque también de Ghandi y de sus discfpulos, como Lanza de Vasto, fen. dador de las comunidades del Arca. «La cumbre de la civilizacién, para Gandhi, siguiendo con la larga tradicién de aparignapha (no Posesién), no es poseer, o acumular cada dia mds, sino de reducir y limitar las necesidades».2” En La Convivialité, 'van Ulich exalta ea sobria embriaguez de {a Vidar.” Denuncia, por otro lado, «la condicién «humanay ac. tual, en la que todas las tecnologias se yuelven tan invasoras que sélo podemos disfrutar con lo que yo llamarfa un tecno-ayunos 2 La limitaci6n necesaria de nuestro consumo y de la produccién, el fin dela explotacién de la naturaleza y del trabajo por el capital no significan, para él, un «retorno» a una vida de ptivacién y labor, sino todo lo contrario —si somos capaces de renunciar al confort ‘material— una liberacién de la creatividad, una renovacién de la convivencia y de la posibilidad de levar una vida digna> Para el objetor de crecimiento Frangois Brune, ala btisqueda de la simplicidad voluntaria, 0, si se prefiere, de una vida sobria, Re tiene nada que ver con una postura de frustracién masoquista, Es la opeién de vivir de otra manera, de vivir mejor, de hecho, y madsen armonfa con nuestras convicciones, reemplazando la carve, * hacia los bienes materiales por una biisqueda de valores mis sa. tisfactorios. No sentimos ldstima de las raras familias que escogen vivir sin televisién, ya que prefieren otras satisfacciones a las que podria ofrecerles la linterna magica, como la vida familiar o social, {a lectura, los juegos, las actividades artisticas, 0 ef tiempo libre (5) Robert Vachon, «Le terorisme de Pargent (I) Interulture (Montreal), 1. 149, octubre de 2005, 20, Citado en Ibid, p. 29. 21. Tan Mlich, La Convivialte, In Ocuores Completes, t. 1, Paris, Fayard, 2003, p. 476, 2a llc, Jean-Marie 4. «...que cae de las estrellas» (Corneille, Le Cid, acto IV, escena 3). 5. Al ser la economia una religidn cuya lengua sagrada es el anglosajén, la ttaduccidn de los términos econémicos es una tortura para los expertos. Véase también Franck-Dominique Vivien, Le Développement soutenable, op. cit, p- 13. 104 Harribey, en un informe de la DEA sobre el concepto de desarrollo sostenible (Bordeaux I, 1993), incluso propone «desarrollo sosteni- ble duraderamente». Maurice ‘Strong, responsable de la PNUE, fue el inventor de la expresi6n en 1973. Se trata otra vez de una chapuza conceptual destinada a cambiar las palabras en lugar de cambiar las cosas. Sin embargo, con la expresién «desarrollo duradero» y su an- tinomia mistificadora, nos enfrentamos a una monstruosidad_ ver- bal, quea la vez , debido su éxito universal, confirma el hecho de que el tema del desarrollo no sélo concierne, o sobre todo ya no sélo concierne, a los pafses del Sur, sino también a los del Norte. Los documentos de la Conferencia de Johannesburgo demues- tran que, actualmente, el desarrollo sostenible como mito reine todas las esperanzas de los desarrollos «en particulas». Seguin las ONG, se trata efectivamente de un desarrollo «econémicamente eficaz, ecolégicamente sostenible, socialmente equitativo, demo- créticamente instituido, geopolfticamente aceptable, culturalmente diversificado», En resumen, una joya. Para los organizadores ofi-

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