You are on page 1of 31
IBERO-AMERICANA PRAGENSIA ANUARIO DEL CENTRO DE ESTUDIOS IBERO-AMERICANOS DE LA UNIVERSIDAD CAROLINA DE PRAGA ANO XL - 2006 UNIVERSIDAD CAROLINA DE PRAGA Nakladatelstvi Karolinum 2008 IBERO-AMERICANA PRAGENSIA ~ ANO XL ~ 2006 - PP. 151-179 PARA UNA HERMENEUTICA HISTORICA: EL DECIR CLASICO A TRAVES DE LA «REPRESENTACION DE LOS HACENDADOS» DE MARIANO MORENO por RUBEN DARIO SALAS (Universidad Nacional del Sur e Instituto de Investigaciones de Historia del Derecho, Buenos Aires) Prélogo La razén que motiva este trabajo puede consignarse epistemolégicamente como una explicacion entendida a manera de teleologta por metas y funciones. Desde tal premisa, nuestro modelo explicativo atiende a rememorar hermenéuticamente los aspectos nodulares de la argumentacién explanada por Mariano Moreno en un especifico texto en el periodo de oscilacién del saber occidental hacia la Moder- nidad. Planteo que tiene como meta significar la l6gica argumentativa de un espe- cifico sujeto empirico en funcidn de la «episteme» en que se encuadra.! En suma, las razones de esta propuesta atienden a reconocer el marco epistémico clasicis- ta, aquel que Michel Foucault nomina como «episteme clasica», de cuyo encua- dre epistemolégico partimos mediado por la extensa argumentacion de un refe- rente concreto. Meta y funcion persiguen seiialar cudles son los cddigos que permiten hablar de un sujeto que dice de una «episteme clasica», 0 sea, subrayar su vigencia en la €poca estudiada. Se trata de colocar ante la mirada reflexiva (a través de un espe- cifico mensaje discursivo) un modelo de saber con el que se cierra definitiva- mente el pensamiento occidental en su auténtica ontologia, aquel que, con el Cla- sicismo ilustrado, alcanz6 su expresién cimera. De alli en mas se dejara ver el umbral de los «singulares colectivos», aquellos que, desde la atalaya del abstrac- to «hombre» y de la omnipotente «historia», rezuman ya Modernidad. Nuestro caso-testigo (expresién de una €poca hablada en términos de crisis) nos permitird recorrer un suelo epistémico especialmente rico por las metas que lo definen. Importa, en suma, desde una mirada hermenéutica, conocer no al que habla detrs del texto sino “aquello de lo que habla, la cosa del texto, a saber, el tipo de mundo que la obra despliega de alguna manera delante del texto”.2 Pene- trar en el texto es (desde la distancia) construir un “arco hermenéutico”: de un lado la interpretacién vivida (intratextual), del otro, la nuestra (que es apropiacion).3 —_—_—_————— Cf. Susan CONDOR y Charles ANTAKI, «Cognicién social y discurso» (pp. 453-487), en Teun A. van DIJK (comp.), El discurso como estructura y proceso, Estudios sobre el discurso I. Una intro. duccién multidisciplinaria, Barcelona, Gedisa, 000, pp. 472-s Paul RICOEUR, Del texto a la accién. Ensayos de hermen: tura Econémica, 2000, p. 155. 3 Ibid., p. 147. fica II {1986}. México, Fondo de Cul- 151 Epoca clasica definida en clave lingiiistica, pues se identifica con la , «2.1, Definicidn de la retorica y generalidad de su aplicacién», 1355b, pp. 38ss. ‘© Roland DONZE, La gramatica general y razonada de Port-Royal. Contribucién a la historia de las ideas gramaticales en Francia, Buenos Aires, Editorial Universitaria de Buenos Aires, 1967, p. 5 " Emst CASSIRER, La filosofia de la Mustracidn [1932], México, Fondo de Cultura Econémica, 1984, p. 27. 153 resultaron indisociables; la lengua se convirtié en el Ambito donde asomaba el pensamiento y desde cuya plataforma éste era examinado.!? Al arribar al siglo XVIII el lenguaje se convirtié en el centro de todo auténti- co conocimiento. El arte de pensar (légica) y el arte de hablar (gramtica) decian del camino que conducia hacia el habla, hacia el ser del ente humano. Desde la plataforma lingiistica francesa las lenguas naturales alcanzaron su perfeccién, por eso podia concluirse afirmando que era “necesario considerar en la légica las ideas unidas a las palabras y las palabras unidas a la l6gica”. Bien hablar era mar- ca del buen pensar.!3 El humano del siglo XVIII era aquel que construfa su «mundo» en clave lin- gilfstica, esto es, en clave a la vez ldgica y ontoldgica, ética y estética. Asi cons- truido, la gramAtica de superficie («forma material del lenguaje»'+) sdlo importa- ba en tanto emanacién de la gramatica profunda («estructura formal relacionada con el sentido»);!5 emanacién del orden proposicional que era el orden del juicio. Dentro de ese ambito se encontraba un término denominado sustancia (sujeto), otro designado como predicacién (atributo) y una cépula (es) que los vinculaba y constituia la afirmacién, 0 sea, la principal manera de nuestro pensamiento.'¢ Todos los verbos se resumian en el verbo ser (verbo de “verdad eterna”), asi como todas las particulas de la predicacién encontraban su fuente en la relacién que.!7 Leer un texto es hacerlo de una ideologia gramatical'® (de un discurso hege- ménico que ejerce el control “sobre los otros discursos”).!9 Ideologia concebida, por la «episteme clasica», como Gramdtica General y Razonada, \o cual suponia ‘2 Antoine ARNAULD et Pierre NICOLE (1830), La Logique ou l'art de penser [1662] (pp. 158-595) («Premiére Partie, contenant les réflexions sur les idées, ou sur la premiere action de l’esprit, qui s'appelle concevoir [...]. chap. IV. Des Idées des choses et des Iddes des signes»), En Antoine ARNAULD et Claude LANCELOT [1660], Grammaire Générale et Raisonnée, contenant les fon- dements de l'art de parler, expliqués d'une maniére claire et naturelle; les raisons de ce qui est commun a toutes les langues, et des principales diférences qui s’ y recontrent, etc. (pp. 1-108). Paris, De L’Imprimerie D' Auguste Delalain, Libraire Editeur, 1830, p. 219. 13 A. ARNAULD et P. NICOLE, La Logique .... op. cit., p. 199. Cf, R. DONZE, La gramitica ..., op. cit., p. 40. '4 Noam CHOMSKY, El lenguaje y el entendimiento (1972). Barcelona, Planeta-Agostini, 1992, p. 40. 15. N. CHOMSKY, ET lenguaje.... op. cit., p. 40. 16 Cf. A. ARNAULD et C. LANCELOT, Grammaire..., op. cit. («Seconde Partie, ou il est parlé des principes et des raisons sur lesquelles sont appuyées les diverses formes de la signification des mots. Chap. Premier. Qui la connaissance de ce qui se passe dans notre esprit est nécessaire pour comprendre les fondements de la Grammaire; et que c'est de 14 que dépend la diversité des mots qui composent le discours»), pp. 23ss. 17 Cf. A. ARNAULD et C. LANCELOT, Grammaire..., op. cit. («Seconde Partie [...], chap. IX. Du pronom appelé Relatif»; «chap. XIII. Des Verbs, et de ce qui leur est propre et essentiel»), pp. 48-51, 70ss. También R. D. SALAS, El discurso..., op. cit., pp. 326-345. 18 Hablar de gramatica es hacerlo de ideologia en dos sentidos: (1) Louis Althouser entiende la voz “jdeologia” como “sistema (con su ldgica y rigor propios) de representaciones (imagenes, mitos, ideas 0 conceptos segiin los casos) dotado de una existencia y un papel hist6rico en el seno de una sociedad dada” (Georges DUBY, «Historia social ¢ ideolos de las sociedades» [pp. 155-177] En Jacques LE GOFF y Pierre NORA (dir.), Hacer la Historia, Barcelona, Laia, 1978, v. 1, p. 169). (2) Por otra parte, la gramatica opera ideolégicamente “en la medida en que las representaciones implicitas en determinados elecciones gramaticales significativas contribuyen a la reproduccién de relaciones de dominacién” (Norman FAIRCLOUGH y Ruth WODAK, «Anilisis critico del dis- curso» [pp. 367-404], en Teun A. van DIJK (comp,), El discurso como interaccién social. Estudios sobre el discurso I. Una introduccion multidisciplinaria, Barcelona: Gedisa, 2001, p. 374). En este tiltimo sentido empleamos en este trabajo la expresion discurso hegeménico. 19 M. FOUCAULT, El orden del discurso 1970], Barcelona, Fabula-Tusquets, 1999, p. 22 154 afirmar que existia un “lenguaje universal” a manera de “patrimonio genético”:20 Noam Chomsky lo Ilam6 «estructura profunda» (forma invariante del pensa- miento). «Estructura»?! que se representaba en la «estructura de superficie», aquella que dificilmente lograba apresar en su integridad a la primera pero que gustaba exhibirse con el rigor que se entendia ella atesoraba.?? La ideologia gramatical clasicista, en cuanto al tiempo de la accidn y del movi- miento, supone siempre el compromiso de un ente que se juega en el lenguaje pues, desde el nticleo ontoldgico del «Yo soy el que dice que...», construye una estructura siempre condicional, subjuntiva 0 concesiva, donde toda afirmacién indicativa es marca especular de aquel «yo soy» de la enunciacién que asoma en el texto para enseguida replegarse y devenir «yo enunciado».?? Toda indicacién verbal se investia con la fuerza de la duda pudorosa, de Ja solicitud cordial, de la forma imperativa (como expresi6n trégica), de un humano que se sabia limitado en su finitud. Lo condicional o subjuntivo, la concesién, siempre es sinénimo de la energia, de la potencia viril del hablante que, en virtud de tal actitud, requiere de la humil- de mitigacién para compensar el peso de los elementos reforzadores del texto (sentido de la simetria discursiva).*4 Ideal de simetria, de armonia césmica (en términos de Newton): signo denotativo del sentir (de la estética) clasicista. Formas interrogativas, polifonia textual? («discurso directo»), empleo de conectores de caracter condicional concesivo, y siempre el espiritu analitico que dice de una actitud mental que requiere de la explicacién; exige precisar el por qué de las cosas. EI relato de Moreno describe un tépico especifico pero (fundamentalmente) dice de un «juego de lenguaje» cuyas coordenadas son las del universo de su «episteme». En él encontramos las claves de una ideologia (de una «visién del mundo») que, habiendo superado las distintas modalidades del orden medieval, advierte la necesidad de dotarse de bases tan sélidas como las de éste. De cara al universo teocratico medieval, el clasico disefia un universo natural pero mantie- ne sin fisuras la concepcién eledtica del tiempo. El Clasicismo ilustrado pretende 20 Cf. Paolo VIRNO, «Historia Natural» (pp. 137-201). En IDEM, Gramditica de la multitud. Para un andlisis de las formas de vida contemporéneas, Buenos Aires, Colihue, 2003, p. 147. 21 Cf. N. CHOMSKY, Lingiiistica cartesiana. Un capitulo de la historia del pensamiento racionalis- ta, Madrid, Biblioteca Romanica Hispanica, 1984, p. 82. También: IDEM, El lenguaje.... op. cit., pp. 39-49. 2 Dice Beauzée: “La Gramética General es, pues, la ciéncia razonada de los principios inmutables, y generales del lenguaje [...] es una ciencia, porque su tiltimo objeto es la especulacién razonada”” Los “principios” de la “ciencia gramatical [...] son los mismos que los que dirigen la raz6n huma- nna en sus operaciones intelectuales; en una palabra, son de una verdad eterna”. “La Gramética par- ticular es un arte, porque contempla la aplicacién practica de las instituciones arbitrarias y usuales de una lengua particular a los principios generales del lenguaje.” («Grammaire générale, on expo- sition raisonnée des éléments nécessaires du langage, 1767». En N. CHOMSKY, Lingiiéstica.... op. cit., p. 114). 23 Algirdas J. GREIMAS, La enunciacién. Una postura epistemoldgica, México, Universidad Auto- noma de Puebla, Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades (Cuaderno de Trabajo 21), pp. L1ss 24 Cf, sobre la estética verbal en el texto clisico: R. D. SALAS, El discurso..., op. cit., pp. 235-2 25 Gf. Dominique MAINGUENEAU, Términos claves del andlisis del discurso, Buenos Aires, Nue~ va Vision, 1999, s.v. «polifonia», pp. 775s. 155 remontar el todo desde la observ; pre es retorno a la unidad.”6 Pero Retorica no es solo ambito de la l6gica gramatical sino a la vez del len- guaje figurado, aquél que expresa el cardcter afectivo de la razén y que también dice que las palabras guardan un sentido derivado (simbélico) con la realidad.?7 Lenguaje especulativo y lenguaje figurado se entrelazan en el discurso cla- sico, el cual, en orden a lo figurativo, y cualquiera sea la figura especifica en que se vierta el discurso, es lenguaje metaforico, o sea, creador de realidades que dicen de tensién entre opuestos, en suma, de “concordancia-discordante”.”8 Leer ret6ricamente un discurso impone advertir la presencia implicita o explicitamente marcada de cuatro planos-tipos: exordio (breve presentacién del asunto: dominio del @thos), narracién (exposicién de los hechos referentes a la causa: dominio del /égos), confirmacidn 0 demostracién (pruebas que dan fundamento a la argumentacién y refutacién de los argumentos adversarios: dominio del ldgos), epilogo (resumen de los argumentos: dominio del pathos).?° 2. el imponente cuadro que Michel Foucault traz6 del orden del saber occiden- tal en su obra Las palabras y las cosas, denomin6 «clasico» a aquél compren- dido entre los siglos XVII y XVIII y, «moderno», al saber reinante a partir de la tercera década del siglo XIX. En rigor, habl6 de «episteme clasica» y «mo- derna». Nos ubicamos, pues, en suelo epistémico cldsico, en el momento final de la oscilacién que conducird desde el orden universal de las identidades y diferen- cias, de la conciliacion de los opuestos, del sentir a-histdrico, a esa otra dimen- sién puramente accidental, humano-histérica.>° Todo orden del saber se define por vectores de significaci6n, por una sintaxis que aprisiona en su «juego de lenguaje» regularidades especificas. Perfilar el recuadro de esas regularidades epistémicas es nuestra intencién; de lado quedan en el presente texto las diferencias de la mundanidad,?! v.gr., aquellas que hacen al dato anecdotico y procuran capturar modernidades en un suelo que le es extra- fio. El vector de significacién del Clasicismo (v.gr., ilustrado) es el lenguaje, la «filosofia del signo», la dimensién légica y ontoldgica; el propio de la Moderni- dad es la historia. Comprender el sentir (que es el pensar) clasico es entrar en los dominios de la teoria de la representacion, aquella que dice que imagen es idea; aquella para la cual la palabra es espejo del pensamiento y, en consecuencia, espejo de la regu- 6n o desde la experimentaciOn. Por eso, siem- 26 Cf. E. CASSIRER, La filosofia..., op. cit., pp. 67-72. Cf. sobre una estética del lenguaje como poder de la palabra: Miguel METZELTIN, «El poder de la textualidad». En M. METZELTIN / M. THIR (eds.). El Poder. Andilisis det discurso politico espanol e hispanoamericano, Wien, Insti- tut fur Romanistik der Universitat Wien, Band 6 («Cinderella applicata»), pp. 47-54. 27 Cf. M. FOUCAULT, Las palabras..., op. cit., p. 119. 28 Cf, P. RICOEUR, Tiempo..., op. cit., pp. 97, 91ss. 29 Cf. O. REBOUL, Introducdo a Retérica, So Paulo, Martins Fontes, 1998, pp. 54-62 30 Cf, M. FOUCAULT, Las palabras..., op. cit., pp. 213-217 3) Cf, Martin HEIDEGGER, El ser y el tiempo [1927]. Barcelona, Biblioteca de los Grandes Pensa- dores, 2002 («cap. III, La mundanidad de! mundo...»), pp. 66-74. 156 laridad, de la armonia, del deber ser.32 ExpresiOn ético-estética; fluido temporal donde conviven todos los tiempos, pues el orden clasico se concibe en gerundio, siendo. El suelo revolucionario iberoamericano se construye en clave proposicional (argumentativa) clasica. Este momento epigonal del mundo indiano ofrece un «obs- taculo epistemolégico» vigoroso frente a las notas modernas, necesitados sus acto- res de operar de cara a la instancia agénica del desmembramiento imperial con herramientas conceptuales conocidas. Para que los signos modernos resulten deno- tados (reconocidos) habra que aguardar a la tercera década del siglo XIX, cuando una nueva subjetividad defina antropolégicamente sus practicas discursivas. Clasicismo: discurso del tiempo eterno, escrito en términos de Naturaleza y de Derecho Natural; discurso del imperativo categérico (éthos), aristocracia del pen- sar que es el decir y el actuar; reino de la condicionalidad.* Al decir de los légicos y gramaticos de Port-Royal todo pensamiento (actitud mental condicional, causal y teleoldgica) esta siempre escrito (explicita o impli- citamente) en clave del verbo «ser» y de la particula conectora «que».*4 Con Port- Royal, por vez primera en la historia del lenguaje, éste se entiende como expre- sién de un complejo de operaciones mentales («estructura profunda») que s6lo parcialmente captura la frase o «estructura de superficie».>> Interrogacin directa o indirecta (tensién tragica del discurso, pues «toda inte- rrogacién pone, por esencia, la posibilidad de una respuesta negativa»),*6 fusién &tico-estética: en esta dimensién se resuelve el ser del Clasicismo, cuyo sentir interrogativo define su «episteme», suelo compartido de especies y de géneros. Etica del «deber ser moral absoluto», estética de la belleza:37 intencién tltima de toda la discursividad clasicista. Corramos, Sefior, un velo a meditaciones que anegan el corazon en amargu- ra [...] y preguntemos a los enemigos [del libre comercio con Gran Bretaifia]: gserd justo que se envilezcan y pierdan nuestros preciosos frutos? [...] {Se- rd justo que las abundantes producciones del pais permanezcan estancadas? [...] gSera justo que [...] se decrete su ruina? (Representacion ..., p. 137) 32 Cf, A. ARNAULD et P. NICOLE, La Logique..., op. cit. («Deuxiéme Partie, contenant les réfle- xions que les hommes ont faites sur leurs jugements |...], chap. XIV. Des Propositions oi ’on don- ne aus signes le nom des choses»), pp. 350-356. También: Roger CHARTIER, «Poderes y limites de la representacién. Marin, el discurso y la imagen» (pp. 75-99). En IDEM, Escribir las practi- cas. Foucault, de Certeau, Marin, Buenos Aires, Manatial, 1999, pp. 75-93 33 Cf, Emst CASSIRER, Filosofia de las formas simbolicas. El lenguaje [1964]. México, Fondo de Cultura Econémica, 1998, v. 1, pp. 232-233. 44 R. DONZE, La gramitica..., op. cit., pp. 12, 54, 152ss. 35 N. CHOMSKY, El lenguaje..., op. cit., p. 40 36 Cf. sobre el alcance ontoldgico de la “interrogacién”: Jean-Paul SARTRE, EI ser y la nada {1943} Barcelona, Biblioteca de los Grandes Pensadores, 2004 («Primera Parte. El origen de la nada. Cap. I. El origen de la negacion. |. La Interrogacion»), pp. 36-77. 37 Cf. José M. MARILUZ URQUIJO, «Adiciones a un refranero rioplatense del siglo XVIII» (pp. 89-111). En Cuadernos de Estudios del siglo XVIII, n° 14 (Segunda época del Boletin del Cen- tro de Estudios del Siglo XVIII). Oviedo, Universidad de Oviedo (Instituto Feijéo de Estudios del siglo XVII), 2004, p. 90. 157 Recorrer un orden gramatical es adentrarse en una forma de vida: el orden dis- cursivo del clasicismo nos permite encontrarnos con la intencionalidad que lo ani- m6; nunca nos ser dable atrapar su ontologia, pero a través de la atenta lectura de sus cédigos podremos reconocer las lineas directrices de su entramado cultural. Discursividad, red de significados, ella apresa (en estricto sentido) el todo de una cultura; pues en la dimensién textual queda de manera singularisima atrapada una época, de la que da cuenta también, pero de manera menos saturada, la semiolo- gia de las artes plasticas, de la musica, en tanto se nos ocultan para siempre la ges- tualidad, los ritmos de la escritura, los matices del decir, de los silencios. La estructura retorica del discurso clasicista ilustrado se destac6 por su inten- to de reproducir los lineamientos latinos de la oratoria ciceroniana. Recorrié, por tanto, los estilos tenue, medio y elevado, en virtud del auditorio al que el narra- dor se dirigia. Retdrica que, si bien no difirié estructuralmente respecto de su antecesora barroca, exige, segtin la preceptiva dictada por la Gramatica filos6fi- ca del siglo XVIII, transparencia y severidad en la disposici6n légica de sus argu- mentos. El desafio ret6rico consistié en plasmar el apotegma cartesiano de clari- dad y distincién, de suyo, huir de cualquier ornamentaci6n afectada. La Gramitica especulativa, que senté sus reales en la Edad Media (con fuerza en torno al siglo XIII) y que luego de un largo creptsculo reaparecié** como Gra- matica “‘filos6fica’ 0 ‘universal’”, “florecié desde el siglo XVII hasta el Roman- ticismo”.3? Moreno form6 parte de las generaciones moldeadas por ella, la cual bajo el signo filosdfico de la Ideologia (v.gr. Condillac, Destutt de Tracy) se impu- so académicamente en los claustros de Buenos Aires desde 1819 hasta 1842.49 Atendemos aqui a las notas que identifican al «estilo elevado» del discurso cla- sicista, 0 sea, a aquel dirigido a un auditorio altamente jerarquizado. En palabras de Cicer6n, se trata de aquel discurso cuyo narrador sera capaz de hablar con «tranquilidad, suavidad, introduciendo clasificaciones, definiciones y distincio- nes, todo con encanto».4! TII. Aspectos ret6éricos y hermenéuticos de la «Representacién a nombre de los hacendados...» 1. Un paradigma judicial y epidictico La Representacion de los hacendados de pluma de Mariano Moreno, alegato ante el virrey en defensa de los labradores y del libre comercio con Gran Bre- 28 Cf, J. FERRATER MORA, Diccionario... s.v. «Gramatica especulativa». Cf. E. CASSIRER, Filo- sofia... op. cit., pp. 89-98. 39 N. CHOMSKY, El lenguaje..., op. cit., p. 48. 40 E] primer curso que incluy6 la Gramatica general y razonada o filoséfica lo dicté en el Colegio de la Union del Sud en 1819 Juan C, LAFINUR con el titulo de Curso filosofico (Buenos Aires, Uni versidad de Buenos Aires, Facultad de Filosofia y Letras, 1938). Le siguid entre 1822 y 1827 el curso de Principios de Ideologia dictado en la Universidad de Buenos Aires por Juan M. FER- NANDEZ de AGUERO (Buenos Aires, Universidad de Buenos Aires, Facultad de Filosofia y Letras, 1940, 3 vols.). Le siguieron las Lecciones de Filosofia (1828-1842) al cuidado de Diego ‘ALCORTA (Buenos Aires, Fondo Nacional de las Artes, s/d. Seleccién de Santiago Kovadioff). 41 CICERON, El orador [46 a.C.], Introducci6n y notas de E, Sanchez Salor. Madrid, Alianza, 1997 (§ 99), p. 77. 158 tana contra los intereses monopolistas, resulta una «alocucién-tipo» de estilo elevado. EI narrador form6 parte de aquella élite rioplatense (especificamente portefia) que protagoniz6 (desde el sector mas radicalizado) el Pronunciamiento de Mayo de 1810 dentro del marco del colapso de la Monarquia hispanica. La cartografia hist6rica permite observar entre 1808 y 1810 reacciones de variados matices de incertidumbre y desconcierto en todas las provincias imperiales: s6lo en 1810 (en virtud del dominio incontestable de Napoleén) la idea de preservar la integridad de cada regién ultramarina del Imperio soslayando la unidad de la Monarquia cobra fuerza.4? La Representaci6n (septiembre de 1809) es obra de un jurista de dotes sobre- salientes dentro de su dmbito, pero su relato no nos importa por resultar expre- sién de un reconocido agonista del drama imperial, sino porque la relevancia de su materia significante nos deja subrayar que el texto explica al texto mismo; aquello que se denomina contexto se encuentra siempre y primeramente en la misma trama; en la presente muestra de manera superlativa. Importa (desde nuestra mirada) rescatar las Iineas en perspectiva que definen la «episteme clasica» dentro de la cual la muestra es fiel exponente. La riqueza de la materia significante resulta un desafio para la hermenéutica histérica pues esta perspectiva impone trazar un mapa verosimil de un mundo. pretérito. Aqui s6lo exhibimos (dada su extensién) algunos de los rumbos ofreci- dos por el texto. EI narrador del texto clisico de estilo elevado siempre pretende ser el defen- sor de valores de virtud que entiende vulnerados. La Representacién es rescate del valor de la Justicia y, por lo tanto, traduce a la vez el sentir de lo justo (pro- pio del discurso judicial) y de lo noble (propio del discurso epidictico). Repre- sentacion pertenece a la vez a los géneros judicial y epidictico pues, en tanto la accidn propia del primero es la de acusar y defender, la del segundo es aprobar © censurar.4? El argumento-tipo del discurso elevado clasicista (no sdlo el judi- cial) quiere mostrarse rigurosamente deductivo (entimema), pero un imperativo epistémico impone a la vez un rumbo inductivo, en tanto se entiende que sdlo es dable asomarse a los valores supremos del saber desde el plano de la observacion o experimentacién de una realidad empirica concreta. En tal sentido, Moreno que, como todo narrador, procura agradar y conmover al destinatario, situado entre la demostracién (propia de la ciencia) y la eristica (éris: controversia), no ignora que todo argumento es potencialmente blanco de la refutacién.44 Ofrece el texto un encadenamiento de proposiciones enlazadas de manera sis- tematica que persiguen alcanzar ‘la verdad’. Se encuadra en un marco retérico —_—— “Cf dentro de una vasta bibliografia sobre el tema: Tulio HALPERIN DONGHI, Historia de Ameé- rica Latina 3. Reforma y disolucién de los imperios ibéricos 1750-1850, Madiid, Alianza, 1985, Pp. 122-124. No atendemos en este lugar a las distintas miradas del fisiocratismo y del utilitaris. mo rioplatense. “3 Cf. O. REBOUL, Introducdo..., op. cit., pp. XXII, 47. + Tbid., p. 7. 159 riguroso donde, después de un extenso exordio, se despliega la narracién a tra- vés del plano de la demostracidn que es a la vez un imperativo retérico y topos juridico por antonomasia, en tanto supone pruebas y refutaciones. Dentro de este esquema, Representacidn se ofrece estructurado en tres grandes segmentos don- de el narrador se obliga a “demostrar [...] la justicia del plan propuesto” “anali- zando, en primer lugar, el Oficio de V-E.; examinando, en segundo, los males que el apoderado del Consulado de Cadiz y comerciantes de esta ciudad derivan del permiso propuesto”: refuta “los siete arbitrios objetados por el apoderado; y, reformando, tltimamente, [...] las condiciones y trabas que el Consulado propo- ne y el Excmo. Cabildo parece adoptar” (p. 116). Iniciada la «Primera Parte», Moreno interrumpe la linealidad de la disertacién para adelantar (prolepsis)*5 cuestiones referidas a los “empréstitos” recomenda- dos por el apoderado del Consulado de Cadiz. En la «Tercera Parte» atiende al “examen de los medios con que el apoderado Agiiero pretende libertar de apuros a VE., sacdndolos en obsequio de la claridad, del primer articulo de la primera parte a que por un orden riguroso correspondian con mds propiedad” (p. 167). Enumera, enseguida, los “‘siete arbitrios” a los que agrega las consideraciones anunciadas respecto del “‘Consulado de Buenos Aires y el Cabildo”. Actitud cri- tica (el referente ancla en Agiiero) con la que construye la casi totalidad de la «Segunda Parte» del relato. El epilogo es el momento a la vez de la “sdplica” (ruego), donde (como manda el orden retdrico) sintetiza los argumentos princi- pales motivo de la Representacion, a los que alinea otros acerca de la situacién politica de Espafia y de la “nacién inglesa” “sin cuyo auxilio seria imposible la mejora que meditamos” (p. 179). Texto de base juridica con fuerza epidictica, responde a la funcidn apelativa pues, habiéndose dado vista al expediente, el narrador hace una solicitud. La fun- cion apelativa se asienta (en la presentacién de Moreno) en verbos (denominados por John Austin) judicativos (v. gr., reclamar, suplicar).4° El verbo “suplicar” debe leerse (en el siglo ilustrado) como equivalente semdntico de «recurso antepuesto ante quien ha expedido una norma o resolu- cidn» e, igualmente, en términos de “merced”.47 aquellos hacendados [...] me confirieron sus poderes, para que presentandome ante V.E. [virrey] reclamase el bien de la patria, con demostraciones propias de la majestad del foro y dignidad de la materia (Concluye el «Exordio»). Mis instituyentes [...] hacen a VE la siguiente stplica: [...] (Comienza el «Epilogo») 45 Cf. sobre el efecto de prolépsis: Gérard GENETTE, Figuras Il, Barcelona, Lumen, 1989, v. III, 95, 121-131 = Ch John L. AUSTIN, Cémo eed cosas con palabras. Palabras y acciones. Barcelona, Paidés, 1971 («Conferencia XII»), pp. 2 47 Cf. sobre el significado de la voz tetplics Victor TAU ANZOATEGUI, «La ley ‘se obedece pero no se cumple’. En torno a la suplicacin de las leyes en el Derecho indiano» (pp. 69-143). En IDEM, La ley en América hispana. Del Descubrimiento a la Emancipacién, Buenos Aires, Acade- mia Nacional de la Historia, 1992, pp. 74-78 160 Texto clasicista es (desde el titulo mismo) expresién del espfritu analitico: Representacién a nombre de los hacendados de las campaiias del Rio de la Plata dirigida al Excmo. Sefor Virrey Don Baltasar Hidalgo de Cisneros en el expe- diente promovido sobre proporcionar ingresos al erario por medio de un franco comercio con la Nacién inglesa.48 Titulo que resulta una sintesis del eje argumental dispuesta a manera de enca- denamiento deductivo que parte de explicitar el referente, el tipo de presentacion, el destinatario de 1a misma, su raz6n de ser y los medios para alcanzar la finali- dad motivo de la presentacién. Decimos que es sintesis del eje argumental y no de la totalidad de los tépicos que aborda el texto, porque el texto clasico se ve habitualmente recorrido por importantes desvios (digresiones), entendidos por el narrador como determinantes para su relato. El cardcter de las digresiones tendra distinta jerarquia convirtiéndose algunos de los desvios en el lugar escogido para atender a cuestiones sustanciales de la argumentacién. Otras (contrariamente) pueden ser requeridas a los efectos de explanar aspectos considerados necesarios para elucidar mejor la materia significante. Mariano Moreno en su Representaci6n transita por varios niveles de digre- sién. Esta generalmente quita y ocasionalmente imprime tensidn al discurso. Puede aparecer como elemento mitigador del eje argumental o también refor- zador cuando, v. gr., el narrador se propone hacer presente a su auditorio hechos que sabe turbarén su 4nimo (pathos). Sin embargo la digresién nunca opera en Representacién como marca de decisivo desplazamiento temporal respecto del referente argumental del texto. La estrategia discursiva (cogniti- va) de la digresién opera como desvio respecto del género discursivo enuncia- do por el titulo. Las materias jurfdica, politica, social, son géneros que se entrelazan con la cuestién del libre comercio y la defensa de los labradores y hacendados, constituyéndose dichos géneros en la auténtica digresién deno- tante de la intencién del narrador, que consiste en convertir su texto en repre- sentacidn de un teatro completo de situaciones: “empeiio arduo [...] por la difi- cultad [...] de combinar las innumerables demostraciones que ofrece la materia [...]” (p. 115); porque “la multitud de ideas que ofrece la materia no permite producirlas con la rapidez que se agolpan” (p. 128). No obstante, “yo debo demostrar la necesidad, conveniencia y la justicia del plan propuesto” (p. 116). Un “yo” que “es constituido por el texto”, el cual “desarrolla el mundo que tie- ne delante”.4? El texto, a través del “yo” del narrador, siempre es captura de una manera de concebir el mundo. Para la época (época de culto retérico) esta premisa es consigna inexorable: el narrador es envuelto por el lenguaje a quien él presta su voz plasmando asi aquello que el lenguaje como «representacién del mundo» le dicta.*? —_— 48 Mariano MORENO, «Representacién ...» (Buenos Aires, 30 de septiembre de 1809). En [DEM, Escritos politicos y econdmicos. Prélogo de Norberto Pinero. Buenos Aires, «La Cultura Argenti- na», 1915, pp. 111-179. 4 P. RICOEUR, Del texto..., op. cit., p. 109. 50 Cf. M. FOUCAULT, El orden... op. cit., p. 11. 161 La alternancia entre géneros ilustra de la mejor manera el estilo clasico, pues se convierte en reforzador de esa fictio que dice de mirada distante frente a los accidentes mundanos (lo histérico, lo politico, lo social, la riqueza) del conti- nuum. La digresién opera en el discurso de Moreno a manera de “memoria”,>! como testigo de aquello pretérito que es significativo en su hora Hermenéuticamente, si una cuesti6n se nos impone en este alegato ante el virrey, es que la materia significante resulta una fuerza cuyo peso se asienta en la estructura légica de la discursividad. La operaci6n cognitiva del sujeto Moreno frente a la materia significante se resuelve en el plano de la demostracién, de la meditacidn (disputatio), de los abundantes discursos referidos (directos), de las expresiones metaf6ricas, de los estereotipos léxicos, de la «voz universal» que siempre encuentra un «auditorio universal» (més all4 del empirico virrey a quien el narrador responde). [...] pero si quiere V.E. desvanecer este grande argumento [de nuestros mercaderes], que se deduce de la libre admisién de negociaciones inglesas ], que comparezcan los que lo proponen, que sean preguntados; {qué entienden por comercio del pais? Y los vera V.E. confundidos sin atinar a una verdadera inteligencia, con una juiciosa demostracién de los males que lamentan. (p. 151; cf. pp. 116 y 128) La oposici6n estriba en tan débiles fundamentos, que ha sido bastante acer- carnos a su examen para contar con su triunfo [...]; pero habiéndose pro- puesto arbitrios y arreglos por el apoderado de Cadiz y el Real Consulado, los indicaré con rapidez, notando su oportunidad o inconducencia. Con esta operaci6n llenaré la tercera parte de mi representaci6n, para lo cual reser- vé expresamente el examen de los medios con que el apoderado Agiiero pretende libertar de apuros a V.E., sacandolos en obsequio de la claridad, del primer articulo de la primera parte a que por un orden riguroso corres- ponden con mas propiedad. (pp. 166ss.) El verbo “demostrar” ocupa un lugar central en la discursividad clasica cual- quiera sea el género dominante. El texto juridico lo supone necesariamente y habla de rigor absoluto de las «pruebas». No obstante (atin los textos juridicos) transitan por los carriles de una ldgica argumentativa y nunca matemitica en tan- to eluden cuestionar cada premisa. El texto de Moreno necesita mostrarse como rigurosamente deductivo, con- signa denotativa del Clasicismo, «episteme» que ancla en los principios de las ciencias naturales. Sin embargo, importa recordar que el “derecho de dar testi- monio”, 0 sea, de “oponer la verdad al poder”, es la que dio lugar a la ““demos- tracién: cémo producir verdad, en qué forma, qué reglas han de aplicarse”. En suma, en el Derecho se encuentra la matriz de otros saberes, v. gr., el cientifi- 5! Cf. D. MAINGUENEAU, Términos..., op. cit., s.v. «memoria discursiva», p. 71ss. 162 co. “Indagar” sobre algo, ofrecer pruebas empiricas, tiene su nacimiento en el Derecho.5? Moreno da testimonio de una realidad ante el virrey, pero la accién de acusar y defender est4 enmarcada en el «deber» que hace a la ontologia del ser del ente. Toda su argumentacién se vacia en molde axiolégico. «Demostrar» y «deber», dos consignas de la ideologia gramatical general y razonada para las cuales todo argumento (que es juicio) vale silogisticamente, vale deductivamente (desde la base de la observaci6n o la experiencia). «Demos- trar» es «mostrar el camino» que se «debe» seguir; camino que impone al indivi- duo del clasicismo su raiz epistémica. “Autocoacci6n o sentimiento moral’’>3 que se nutre escépicamente desde la plataforma de lo «evidente»: de allf que «Ilumi- nismo» diga del sentir que conduce al pensar, diga de Ia “‘luz’” (“metdfora prefe- rida para adquirir y representar la verdad’’) que da forma al “deber de virtud”. El perspectivismo cartesiano sefiala que lo que hay en la mente son representacio- nes (el intelecto inspecciona “imagenes retinales”);54 el «deber» se construye como representacién (“autocoaccién”). «Deber ser» que es sentimiento y accién («deber hacer»). Por tanto, una sagaz discursividad (raciocinio) basta para anunciar que el camino propuesto esta allanado. El tiempo material puede urgir, pero éste siem- pre encuentra el sustento del tiempo eledtico que le permitira acomodar las con- signas facticas. Importa lo sustancial (el orden del juicio) pues alli el texto es acci6n pura; lo accidental siempre encontrar4 alguna instancia para su acertada concreci6n. Cuando la justicia clama, cuando la ciencia (que siempre es justa) se persigue, cuando el deber es una consigna, nada puede oponerse a la concrecién de lo pensado. [...] convirtamonos a nosotros mismos, y aunque nuestro comercio no se ha reglado hasta ahora por [...] la profesi6n y ciencia de los comerciantes ilus- trados, tal es la fuerza de las primeras verdades que [...] las encontraremos triunfantes y produciendo por la virtud misma de las cosas una demostra- cién que en otras partes fue fruto de las profundas meditaciones de sabios economistas. (p. 129) Debiéramos condenar al desprecio [la] pueril oposicién [...] (p. 144) [..-] la justicia no puede abandonar aquellas personas que la naturaleza mis- ma ensefié a ser virtuosas y rectas [...] (p. 142) 52 Cf. M. FOUCAULT, La verdad y las formas juridicas (Cinco conferencias dictadas en la Universi- dad de Rio de Janeiro, 21 a 25 de mayo de 1973), extraidas de http:/Avww.institutoarendt.com.ar/ salon/MichelFoucault%20Laverdad ylasformas jurididas. PDF, pp. 15-16. 5 Immanuel KANT, La metafisica de las costumbres [1797]. Estudio preliminar por Adela Cortina Orts. Barcelona, Altaya, («Grandes Obras del Pensamiento»), 1997, («Segunda Parte. Principios metafisicos de la doctrina de la virtud (...] IX. {Qué es un deber de virtud?»), pp. 248ss. 54 Martin JAY, Campos de fuerza. Entre la historia intelectual y la critica cultural, Barcelona, Paid6s, 2003, pp. 224, 254. 163 La Justicia, el deber que interacciona dentro del ser y que no es predicado sino esencia predicante, el discurso con sello proposicional, todo opera dentro de la acci6n que es tal en el momento de la concepcidn del texto. El discurso no es mera palabra, no traduce «luchas», «es aquello por lo que se lucha» 55 Aquello por lo que se lucha en Representacién es el triunfo de la “Justicia” sobre el imperativo de cualquier ley, topos que conforma el meollo argumentati- vo de discurso clasico que no quiere aparecer como simple “voluntad de verdad” sino que quiere constituirse en “discurso de la verdad”.>¢ El virrey debe prescin- dir de las “leyes prohibitivas” (pp. 119ss.) porque asi lo impone la “Justicia” (p. 132), asi lo impone el bien de la “Nacién” (entiéndase Estado)57 y de la “Pro- vincia” (p. 119) que est4 en sus manos custodiar. Se trata de priorizar el primer tipo de deber que es el «deber de virtud» antes que el deber de coaccién externa (el deber juridico). En suma, debe priorizarse la ley que autoriza el “libre comer- cio”, porque esto es lo que recomienda la mesura en funcidn del lugar, el momen- to, las personas y las cosas; se impone observar la preceptiva que deviene de la excelencia del hombre que manda y no de la excelencia de la ley. Con rigor juri- dico, Moreno recoge en su argumentacién el principio humanistico que opone a la tradicién juridica (“ius commune’) el Derecho basado en la “taz6n’’, “debilitan- dose asi la vigencia de lo que ha sido pensado en un distinto contexto histérico” 58 A la imperiosa ley de la necesidad ceden todas las leyes [...] Esta maxima [..-] arma al magistrado de un poder sin limites para revocar, corregir, sus- pender, innovar y todos aquellos recursos que en un orden comin estén prohibidos [...] (p. 116) Jamis [...] hubo jefe a quien una necesidad tan notoria autorizase a obrar sin sujecién a los caminos de la antigua rutina [...] (p. 118) Si, Sefior, la justicia pide en el dia que gocemos un comercio igual al de los demas pueblos que forman la monarqufa espafiola que integramos [...] (p. 132) [...] obre, pues, la justicia en todo su vigor para que empiecen a brillar los bienes que la naturaleza misma nos franquea prédigamente. (p. 134) Los términos temporales de este modelo de discursividad reniegan de toda mundanidad histérica, de alli que en el discurso clAsico el narrador, cualquiera sea la conclusién a la que arribe, siempre resultaré vencedor de la disputatio, porque 55 Cf. M. FOUCAULT, El orden... op. cit.. p. 15. 56 Ibid., pp. 19-23. 57 Cf. sobre el significado de la voz “nacién”: Jean-Yves GUIOMAR, «A Nagao», en Michel VOVE- LLE (org.), Franca Revoluciondria, 1789-1799, Sao Paulo, Editora Brasiliense, 1989, pp. 435-437. 58 José M. MARILUZ URQUHO, «‘lus commune’ y Nuevo Mundo». En “Panta rei, Studi dedicat a Manlio Bellomo, Roma, Il Cigno Edizioni, 2004, pp. 513-8. Cf. V. TAU ANZOATEGUI, El poder de la costumbre. Estudios sobre el Derecho Consuetudinario en América hispana hasta la Emancipa- ci6n, Buenos Aires, Instituto de Investigaciones de Historia del Derecho, 2001, pp. 242-248, 254-260. 164 se trata de la victoria de la palabra. Triunfar argumentalmente (en el arte de la dis ‘putatio) es haber triunfado en la praxis, pues teorfa y praxis son una misma cosa (se entraman).? En este plano temporal la cronologia hist6riea habita como motivo libre den- t1o de los dominios de la condicionalidad (el texto clasico se define en la interac \6n verbal de lo condicional-subjuntivo). La fecha, el contenido del dato (v.gr. de una Real Cédula: v. pp. 146-s.) reciben la fuerza (no de ellos) sino del «juego de Lenguaje» tramado en proposiciones de rigor vario pero que se imponen en vir- tud del ejercicio retérico (disputatio). El tiempo es fluyente, es siempre un Por otra parte, si bien Adam Smith enuncia la teoria de la produccion, el plan- teo general de su obra no abandona atin los fundamentos de la «episteme» en que se inscribe, de lo cual da cuenta su obra. Obra cuyas lineas innovadoras deberén esperar a la segunda década del siglo XIX para comenzar a ser descifradas en su patria de origen, alli donde habia nacido una nueva realidad material.® En suma, “este dominio, suelo y objeto de la ‘economia’ durante la época clasica, es el de la riqueza”.67 El discurso econémico de Adam Smith atin esta codificado como “moral” y ha pretendido fundarse sobre una “teoria de las riquezas”.68 [...] aprovéchense los tesoros que la naturaleza nos franquea [...]; la tran- quilidad sera inseparable de un pueblo laborioso, en que no tendrdn entra- da los vicios (Representacién, p. 143) & Cf, sobre la evolucién de la voz “capitalismo”: Pierre VILAR, Iniciacién al vocabulario del andli- sis historico, Barcelona, Critica, 1980, s.v. «capitalismo», pp. 203-263. 65 M, FOUCAULT, Las palabras..., op. cit., p. 164. 6 Cf. Maurice DOBB, Teorias do valor e distribuicao desde Adam Smith, Lisboa, Presenga (Biblio- teca de Textos Universitérios), 1977, pp. 87-89. 67 M, FOUCAULT, Las palabras..., op. cit., p. 164. 8 M. FOUCAULT, El orden... op. cit. p. 23 167 En momento alguno el relato de Moreno describird al orden de lo econémico imponiendo sus reglas al Estado; tal afirmacién (hoy de rigor) no encontraba lugar en el registro cognitivo clasico: no cabia suponer que lo inferior gobernara sobre lo superior. Por tanto, puede afirmarse que Representacion recoge las impresiones de una singular coyuntura histérica, en la cual el poder politico yace en extremo debilitado y para cuya recuperaci6n (por imperativo de la ley natural) serd el mismo dominio de lo politico-institucional (no otro) el que ofrecera la medicina indicada. La evocacién del fildsofo briténico, tomada ademas de las reflexiones sobre la ley agraria explanadas por “Jovellanos”, apuntaba a subrayar que el rol “de los gobiernos en las providencias dirigidas al bien general, deben limitarse a remover los obstéculos”. En el dmbito de la rigueza el accionar del Estado debia transitar por los carriles del laissez-faire. La teoria de la riqueza se mide en términos de escasez / abundancia. A lo lar- go de la época clasica “es la necesidad la que mide las equivalencias. Es el ali- mento el que valora los precios, dando a la produccién agricola, el privilegio que todos le han reconocido.”’® Esta es, en sintesis, la tesis central de la Representa- cién de Moreno: nada de Modernidad Ia recorre. Como lo quiere el pensamiento clasico, la medida de cambio es una medida interna, reconocible, se basa en la fertilidad de la tierra y en las posibilidades de intercambio mercantil; estrictamente en ese orden. Circulacién y cambio son los emblemas de la riqueza; riqueza que se concibe como circulacién continua den- tro del continuum temporal. [la] naturaleza [...] nos ha destinado al cultivo de sus fértiles campajias, y nos ha negado toda riqueza que no se adquiera por este preciso canal. Si V.E. desea obrar nuestro bien, es muy sencilla la ruta que conduce a él; la razon y el célebre Adam Smith [...] apdstol de la economia politica, hacen ver que los gobiernos en las providencias dirigidas al bien general, deben limitarse a remover los obstaculos: éste es el eje principal sobre el que el senior Jovellanos fund6 el luminoso edificio de su discurso econémico sobre la ley agraria [...] (pp. 134-s.) Adam Smith, Jovellanos, citas de autoridad con las que el narrador resguarda- ba su discurso ante posibles objeciones del gobierno y (a la vez) respuesta a los argumentos esgrimidos por los comerciantes monopolistas y sus defensores. La autoridad de Jovellanos se reconoce explicita o implicitamente (de acuerdo con el estilo de un siglo que evita citar fuentes) en mas de un trayecto discursivo. Jovellanos (que contribuy6 con su Informe sobre la ley agraria a los requeri- mientos planteados por el rey a la Sociedad de Madrid para ilustrar al Consejo de Castilla sobre la reforma de esa ley) hace explicito su interés por los escritos de Adam Smith, entre ellos el que atiende a la riqueza de las naciones. 6 M, FOUCAULT, Las palabras..., op. cit., p. 218. 70 Cf, Jean SARRAILH, La Espaita ilustrada de la segunda mitad del siglo XVIII, México, Fondo de Cultura Econémica, 1957, pp. 281, 549, 168 Discurso donde se cruzan dos débiles lfneas te6ricas (ambas en clave refor- mista) vinculadas a los fundamentos de la riqueza: linea fisiocrdtica (los Econo- mistas) para la que sélo la agricultura constituye riqueza y expresan acabada- mente Turgot, Quesnay, Dupont de Nemours; linea de los utilitaristas, mas preocupados por lo que se recibe en el «cambio», interesados en el proceso que leva a alguien a desprenderse de algo para hacerse de otra cosa que entiende mas itil y a la que concede un mayor valor (y que no excluye el comercio), dimensién expresada por Condillac, por Galiani.7! Entrecruzamiento del «valor» y del «cambio», del «valor estimativo» de las cosas (dird Turgot) que conduce al «valor apreciativo». Argumento que dice que el «valor» reside en la puesta en marcha del cambio y que tal posibilidad tiene el fundamento subjetivo que nace del «valor apreciativo» que los interesados en el objeto acuerdan para determinar el «valor estimativo».7* Los argumentos esgrimidos por Moreno buscaban persuadir al virrey de las ventajas del libre cambio con la Gran Bretafia para alejar los perjuicios que el comercio monop6lico imponia a los hacendados; juega su discurso procurando, obligar al virrey a una identidad de estimacién que permita satisfacer no necesi- dades inmediatas, sino necesidades mayores que deriven en trocar la escasez del erario por la abundancia de riquezas. [...] trato de fijar la opinion de que la libertad en las exportaciones de los frutos del pais es conveniente a la Provincia [...]; tal es en la economia poli- tica la gran maxima de que un pais productivo no sera rico mientras no se fomente [...] la extraccién de sus producciones, y que esta riqueza nunca ser sélida mientras no se forme de los sobrantes que resulten [...] de la abundante importacin de las mercaderias que no tiene y le son necesarias. (p. 128) 2.1 Acotaciones sobre economia politica Antes de comenzar este acapite recordemos que mas alla del material significan- te de la trama argumentativa de Moreno, de las teorfas que despliega, de su arti- culacién y de sus objetivos argumentales, lo que importa es advertir la existencia de un sistema de pensamiento; que las metas del narrador nos importan en fun- ci6n de la «episteme» en que se inserta su discurso porque da cuenta de un siste- ma de representacién que se encuentra ya en su momento de declive y que aque! que lo relevaré (Modernidad) supone la disolucidn, no s6lo del momento episté- mico que fue conciente del imperativo ético que le cabia al humano, sino que abre un abismo epistémico («abismo intransponible», al decir de Hans Kelsen) que rompe con una tradicién de 2.500 afios de historia. 7" C£, sobre las tesis de “los Economistas” y defensores del comercio: Adam SMITH, Una investiga- cidn sobre la naturaleza y las causas de la riqueza de las naciones [1776]. Estudio preliminar de Carlos Rodriguez Braun. Madrid, Alianza («El libro de bolsilloy. Economia), 1999, (Lib. IV. «De los sistemas de economia politica» [...] IX), pp. 646-661. 72 Cf. M. FOUCAULT, Las palabras... op. cit., pp. 194-196. 169 La economia adquiere status de ciencia de mano de los fisi6cratas dentro de los preceptos que animan a la «episteme clsica», segtin los cuales el “sistema natural” contiene un “cédigo de leyes” adecuado al orden positivo.73 Respecto del mentado Adam Smith, por un lado, nos enfrentamos de manera rotunda con el teorizador de la economia politica, por otro, con quien comienza a otorgar entidad a un eslab6n de ésta: la voz trabajo. Al hacerlo deambula por la discursividad clasica alguna sefial anticipatoria de la Modernidad: aquella que habla de economia como produccién, generadora de bienes que imponen deter- minadas cuotas de trabajo disciplinado dividido entre individuos humanos cuyo «valor de cambio» se traduciré en un salario que ya no entendera de «fatigas» de «destrezas». Si bien en la Gran Bretafia de su tiempo la oscilacién epistémica es clara, Adam Smith se mueve atin en suelo clasicista y de alli sus palabras: la mayoria de las personas entienden mejor lo que significa una cantidad de una mercancia concreta que una cantidad de trabajo. La una es un objeto claro y palpable; la otra es una nocidn abstracta que, aunque pue- da volverse suficientemente inteligible, en absoluto resulta tan natural y evidente.74 La riqueza juega discursivamente medida por la nocién de necesidad (expre- sién del par abundancia / escasez): los humanos intercambian porque experi- mentan «necesidades» y «deseos». Pero este planteo de Smith, al inscribirse fuer- temente en un periodo de oscilacién epistémica, enunciaba una medida de cambio externa al hombre: lo que avanzaba en importancia era la produccién y ésta se encontraba sometida al tiempo y a avatares externos sin importar la «destreza». Se hallaba vinculada a una medida fija, el “trabajo”, “entendido como jornada, pena y fatiga”.7> Lo que cambio no fue “el trabajo en si mismo”, fue “la relacién del trabajo con la produccién de que es susceptible”: “antropologia que habla de un hombre convertido en extrafio para si mismo y una economia que habla de mecanismos exteriores a la conciencia humana”.76 De la riqueza alojada en el Clasicismo en el marco del anilisis de la represen- tacion, se pasé en la Modernidad al concepto de trabajo mensurable por la canti dad de lo producido y por el tiempo insumido en la produccién. El trabajo defi- nido bajo la forma de «trabajo productivo» o «divisién del trabajo» (de trabajo como imposicién calculada por un productor externo) devino la palabra-eje de 78 Cf. «Francois Quesnay, ibid., ‘El Derecho natural, cap. Ill «De la desigualdad del Derecho natural de los hombres’, cap. V ‘Del derecho natural de los hombres reunidos en sociedad bajo una auto- tidad soberana’». En R. CUSMINSKY DE CENDRERO (comp.), Los fisidcratas. Quesnay, Dupont de Nemours, Mirabeau y otros, Buenos Aires, Centro Editor de América Latina (Colecc. «Los Fundamentos de las Ciencias del hombre»), 1967/1991, pp. 35-45. 7 A. SMITH, Una investigacin..., op. cit., lib. I «De las causas del progreso en la capacidad pro- ductiva del trabajo y de la forma en que su producto se distribuye naturalmente entre las distintas clases del pueblo» {...] 5. «Del precio real y nominal de las mercancias, 0 de su precio en trabajo y su precio en moneda», p. 66. 7 M, FOUCAULT, Las palabras..., op. cit., p. 219. % tbid., p. 221. 170 ese novisimo campo de estudio triunfante en la Modernidad denominado econo- mia politica.” La experiencia britanica entrama dos voces que hasta el siglo XVIII operaban en campos lexicales diferentes (Economia y Politica). La riqueza de las naciones acu- sa esta mudanza y (al hacerlo) se anticipa embrionariamente una visi6n que encon- traré en Karl Marx su expositor y oponente dialéctico més agudo. Momento en que se consuma una ruptura epistemoldgica de cara a la tradicién generada en la Héla- de, pues Economia nacié identificada con la esfera privada y, Politica, con la publi- ca. Sdlo con el advenimiento de la concepcién burguesa del liberalismo politico y de su reverso econémico, voces que se exclufan reciprocamente comienzan a con- vivir. Si oikonomia decia de familia entendida como unidad de produccién (agri- cultura, pastoreo, artesanado, intercambio de bienes entre familias, etc.), nomos lo hacia de los acuerdos entre humanos. Los helenos gestaron la pélis (politica) como el espacio ptblico de las leyes y del derecho para separarlo de la economfa (del con- junto de las normas de administraci6n de la propiedad patrimonial o privada, diri- gida por el jefe de la familia —despotes—). La economia politica impondra una nue- va concepcidn de la politica que enlaza la Naturaleza al Estado, resultando de esa singular ecuacidn los fenémenos econdémicos que, a manera de leyes fisicas, pero impuestas desde una nueva naturaleza (la humana), redefinirdn la vida social.’8 Economia Politica es (apunta Adam Smith) la “ciencia del hombre” que “se plantea dos objetivos”: en primer lugar, conseguir un ingreso 0 una subsistencia abundantes para el pueblo, o mas precisamente que el pueblo pueda conseguir ese ingreso © esa subsistencia por si mismo; y en segundo lugar, proporcionar al esta- do 0 comunidad un ingreso suficiente para pagar los servicios piblicos.7? Apenas iniciada la definicién, la particula disyuntiva interrumpe el decir clasico. De un lado de la disyunci6n se trata atin de la antigua concepcidn del Estado garan- te de la riqueza que permite al pueblo (a la familia) no detener el ciclo productivo. De otro lado, asoma el concepto individualista del Estado. El segundo objetivo tam- bién se resuelve disyuntivamente: estado y comunidad no logran converger semén- ticamente, al tiempo que el colectivo “servicios ptiblicos” dice de sociedad (“con- vivencia aparente”) y no de comunidad (“convivencia auténtica”).8° En el alegato de Moreno la presencia de Adam Smith no se reconoce en las notas de Modernidad, sino en aquellas que transitan por el ambito de la economia de la riqueza con sus necesidades dentro del par «escasez / abundancia». 7 CfA. SMITH, Una investigacién. 1, pp. 717s. 78 Cf, Marilena CHAUI, Convite & Filosofia, Sao Paulo, Atica, 1997, pp. 409ss. Cf. Manfred RIE- DEL, Metafisica y metapolitica. Estudios sobre Aristoteles y el lenguaje politico de la filosofia moderna (2 vols.). Buenos Aires, Alfa, 1972, vol. I, pp. 123-147. 79 A. SMITH, Una investigacién..., op. cit., lib. TV («De los sistemas de economia politica»), p. 539. 80 M. RIEDEL, Metafisica..., op. cit., v. II, p. 125, La distincién entre “sociedad” y “comunidad” st ge al concluir el siglo XVIII (ibid., p. 133). , Op. cit., lib. V («De los ingresos del soberano o del Estados»), 171 3. La filosofia del signo 3.1 La moneda Como la palabra en el lenguaje, la moneda es signo denotativo de la riqueza. Sig- no convencional, que vale no por la preciosidad que pueda encerrar (tal como ocurria hasta el siglo XVI), sino por representar el valor de las mercancias que coloca en circulacisn. Dentro del sistema de cambios, dentro del sistema que per- mite «a cada una de las partes de la riqueza el significar las otras 0 el ser signifi- cada por ellas», el valor representado en la moneda «es a la vez verbo y sustan- tivo, poder de ligar y principio de anilisis y atribucién».8! [...] la plata es un fruto igual a los dems, esta sujeto a las mismas varia- ciones, y la alteracién de su valor proporcionalmente a su escasez 0 abun- dancia, sostiene en ambos casos la reciprocidad de los cambios [...] (Representaci6n ..., p. 156).8? La plata no es riqueza, pues es compatible con los males y apuros de una extremada miseria; ella no es mds que un signo de convencién con que se representan todas las especies comerciables, y sujeta a todas las vicisitudes del giro, sube o baja de precio en el mercado segtin su escasez o abundan- cia, siempre que por otra parte no crezcan o disminuyan las demas espe- cies, que son representadas por ella (Ibid., p. 156).83 Vosotros, comerciantes [monopolistas] [...] {Mirdis en vuestras operacio- nes el bien del estado? No; el oro es vuestro dios y el objeto de vuestras diligencias, como lo prueba el que siempre os he visto contentos de la esca- sez y pesarosos de la abundancia (Ibid., p. 152).84 En el orden clasico, la moneda (como la palabra) representa, es un doble; medida de identidades y diferencias. El valor de la riqueza se significa en la 51 M, FOUCAULT, Las palabras... op. cit., p. 199. Cf. A. SMITH, Una investigacién..., op. cit., lib. 1 «De las causas del progreso en la capacidad productiva del trabajo y de la forma en que su pro- ducto se distribuye naturalmente entre las distintas clases del pueblo» [...] 5. «Del precio real y nominal de las mercancias, o de su precio en trabajo y su precio en moneda», pp. 64-85. 8 Cf. A. SMITH, Una investigacién..., op. cit. lib. TV, pp. 540-547. Recuérdese que el mercantilis- mo prohibia la exportacién “de metales preciosos y de moneda, en Ja creencia de que existia una cantidad fija de comercio y de riqueza en el mundo.” (Petry ANDERSON, EI Estado Absolutista, México, Siglo XT, 1978, pp. 30ss.; 106). Cf. sobre “moneda-signo” y “moneda-mercancia”: M. FOUCAULT, Las palabras..., op. cit., pp. 178-188. Cf. A. SMITH, Una investigacin..., op. cit., lib. I «{...} 11. De la renta de la tierra [...] Parte III. De Jas variaciones en la proporcidn entre los valores de los tipos de produccién que siempre generan renta y de los tipos que algunas veces generan renta y otras veces no [...) Concluye la digresion sobre las variaciones en el valor de la plata», p. 327. También MONTESQUIEU, Del espiritu de las leyes [1745]. Prologo de Enrique Tierno Galvan. Buenos Aires, Orbis-Hyspamérica (2 vols.), 1984, lib. XXII «De las leyes con relacién al uso de la moneda», cap. VI-VIII «Como se deter- mina el precio de las cosas cuando varian las riquezas de signo», cap. IX «De la escasez relativa del oro y Ja plata», v. HI, py 24, & CfA. SMITH, Una investigacién..., op. cit., lib. 1V, [1759]. En R. CUSMINSKY DE CENDRERO (comp.), Los fisidcratas..., op. cit., p. 64 87 «Francois Quesnay, ibid., ‘Maximas generales de un Reino agricola y notas sobre esas maximas [1759] [...] III. Tierra, Agricultura, Fuente tnica de riquezas'>. En R, CUSMINSKY DE CEN- DRERO (comp.), Los fisidcratas..., op. cit., p. 47. 173 un orden que definia su «juego de lenguaje» como valoraci6n ético-moral. El comerciante (Moreno se esfuerza por salvaguardar al identificado con el libre comercio) era aquel que «nunca miraba en sus operaciones por el bien del esta- do, porque tenia al oro por dios, siempre contento de la escasez y pesaroso de la abundancia» (p. 152). 3.2 La palabra Morada del ser; expresién del pensamiento (Descartes) 0 su artifice (Condillac),88 para el siglo ilustrado todo lo humano se resuelve en el seno de la argumentacién. Es por ello que Io acontecimental hist6rico tuvo reservado un lugar marginal fren- te al orden proposicional que lo define. Es en el juicio (en la esfera argumental) donde reside el verdadero sentido del decir, y es en ese suelo donde el discurso se expresa absolutamente y se resuelven los hilos de la tama que es defensa de la jus- ticia de una causa: “Si, Sefior, la justicia pide en el dia que gocemos ...” (p. 132). Légica argumentativa cuyo orden Proposicional gira en torno al imperativo cate- g6rico que no es otro que el inscripto en el orden causal de la naturaleza, ley que todo humano esta conminado a obedecer. Representacién es auténtica expresién ético-juridica, en tanto Naturaleza (y por extension el Derecho que bebe de ella) menta “verdades” que se reclaman “no slo para el mundo fisico, sino también para el mundo ético-espiritual”:89 “Ja justicia no puede abandonar aquellas perso- nas que la naturaleza enseiié a ser virtuosas”, apunta Moreno (p. 142). Especie de su tiempo, Representacién se define especularmente en dos senti- dos: como imagen de la enunciacién y a la vez de la palabra delegada: simula- cro del «yo» (pues se trata de un «yo» que se apropia de la lengua) y, adem4s, cuerpo desdoblado (el narrador es representante). Apunta Moreno en el Exordio: “Exmo. Sefior: El apoderado de los labradores y hacendados [...] dice: Que [...]”. Tercera persona que resulta la formalidad obligada que oculta al «yo» enunciado, detrds del cual se encuentra siempre un «Yo digo que» disuelto en el mismo momento de la enunciacién.® Esta reticencia animica articula el discur- so clasico que es siempre expresion duplicada, pues la palabra nunca es la cosa y porque los signos de la superficie se esfuerzan por capturar la estructura pro- posicional. Estructura que expresa una disposicién de 4nimo atravesada por el sentir tragico, en un discurso donde, al decir de Martin Heidegger, al «ser le va este mismo».9! Pero Ret6rica es no s6lo dimensién gramatical sino también figurada. Figu- ra que define al sentir (que es el pensar) clasico es la simetria (antitesis).92 Leemos en Representacion: “Un negociante a quien la suerte de sus asuntos —<<$ * Cf. Herman PARRETT, «Las teorias y sus ideologfas esenciales» (pp. 13-38), En Teorias lingiits- lucas y enunciacion, Buenos Aires, Universidad de Buenos Aires, Facultad de Filosofia y Letras («Cursos y conferencias», 2° época, 3), pp. 18-21 * E. CASSIRER, La Filosofia... op. cit., p. 270. Cf. sobre el cambio de significado de la vor “natu- raleza” en el siglo XVIII: ibidem, pp. 274-281. % Cf. A. I. GREIMAS, La enunciacion..., op. cit., pp. 7-14. 3! M. HEIDEGGER. El ser..., op. cit. (§ 41. El ser del «ser ahi»), p. 177. ° Cf. M. BEUCHOT, La retdrica..., op. cit., pp. 87-100. 174 Prepara un gran quebranto [...] es justo se le dispense todo género de consi- deraciones, como no se comprometa el bien general [...]” (subrayada la simetria; p. 154). Importante como efecto de simetria resulta el recurso cognitivo condicional cuyo paradigma es “si”: “[...] se clama que el comercio con los ingleses produ- cird una entera extraccién de nuestra moneda [...]; pero si se medita bien este punto se conocerdn los vanos temores en que se funda tan errado prondstico [...]” (p. 155). El efecto simétrico logrado por alternancia de formas mitigadoras y reforza- doras®> es consustancial al discurso clasico, requerido como se encuentra de dotar de equilibrio homeostatico a su figura de mundo, més atin cuando se trata de abordar cuestiones controversiales donde merodean «las pasiones del alma». Tal el caso que nos ocupa, pues se trata de confrontar argumentos del todo opuestos (libre comercio versus monopolio). Asi se explica un filésofo que, meditando en la calma de las pasiones los principios y costumbres de los estados, se ha engaiiado raras veces [...] (p. 130). Obsérvese que el sintagma, “meditando en la calma...”, enlaza analiticamen- te con su opuesto simétrico de cardcter reforzador (“se ha engafiado...”), mitiga- do a su vez bajo la forma de litote (“‘raras veces”). «Instruir> y «conmover» al auditorio (en Representacién se trata de persuadir al virrey), constituye una premisa de la ret6rica clasica que, a veces, articulada con el «deleite»,** resulta de rigor en el discurso elevado: tal el empleo de figu- Tas retoricas como la repeticidn (con su efecto de tension animica) y la gradacién (palabras dispuestas con ritmo ascendente que persiguen enfatizar una situacién). El enlace de ambas figuras refuerza doblemente el decir enunciativo. éserd justo que se envilezcan y pierdan nuestros preciosos frutos [...]? ,Se- r4 justo que las abundantes producciones del pais permanezcan estancadas L.-]? {Sera justo que rogdndosenos por los frutos [...] se decrete su ruina L...]? (pp. 137-s.). La parte mas ttil de la sociedad, la mas noble, la ms distinguida eleva sus clamores [...] (p. 142) [..-ly V.E. se desengafiard, aunque tarde, que sus verdaderas ideas [de los comerciantes} son que siga el contrabando, que el erario continie aniqui- lado, que los hacendados perezcan en la miseria [...] (p. 123). TT % Cf, sobre recursos “mitigadores” y “reforzadores” lingiiisticos: Maria L. PARDO, Derecho y lin- giiistica. Como se juzga con palabras. Andlisis lingiistico de sentencias judiciales, Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, 1992, p. 91 % Cf. O. REBOUL, Introducao..., op. cit.. pp. XVII-XVIII. 175 El empleo del discurso directo resulta una figura de la que echa mano la retorica cldsica, de manera recurrente en nuestro «caso testigo». Se trata de un efecto polifé- nico, pues el narrador cede su lugar a la entrada de otra voz (no siempre explicitada) que se convierte en cita de autoridad. Supone la interrupcién del ritmo del discurso, conformando una estructura reforzadora, generalmente transcripta entre comillas. El texto de Moreno se resuelve en el terreno de la relacién con que, en el cual vuelca el clasico la sustancia del “decir”.°5 La relacién con que es la posibilidad de conexién con la estructura proposicional («estructura profunda»).°° El que es puente hacia el dominio de las certezas, aquellas que lo accidental hist6rico ape- nas reflejan. Discurso del gue y del ser es narrativa de un humano que se conci- be como «causa eficiente», poseedor de un destino de causalidad virtuosa al que inevitablemente ascenderd por efecto de sus acciones. El que hace a la esencia de los verbos de decir, de pensar (“Mis instituyentes elevan a V.E. la siguiente supli- ca: Que [...]”). Particula autorreferencial, resume en ella todas las cosas. Huella residual de la aprehension sensible en el interior de la forma légica, le cabe la tarea de «‘guiar la vista’ hacia una mirada autorreflexiva».9” El discurso de Moreno es expresi6n cognitiva de una «episteme» que se impo- ne plantearse reflexionando como estructura l6gica de argumentaci6n. Y es esa misma estructura de «transparencia intelectual» la que evidencia (refleja) las fla- quezas demostrativas de algunas conclusiones de la trama. En Representacién la fractura reflexiva asoma cuando (desde la lectura hermenéutica) el narrador refu- ta a su oponente discursivo referencial (el apoderado Agiiero) desde un argumen- to ad personam adoptando para ello (como estrategia discursiva) la division del argumento en cléusulas subrayadas a manera de leyes 0 axiomas. Esto se advierte enel trayecto final de la segunda parte: “Las provincias interiores se arruinaran” (p. 162) con el libre comercio con Gran Bretaiia y, por tanto, “es de temer que a vuelta de pocos afios veamos rotos los vinculos que nos unen con la Peninsula espafiola”, consideraciones que (como confiesa el narrador) no es opinién en soli- tario del apoderado de Cadiz sino “que hasta los pulperos repiten entre dientes” (p. 163). La debilidad se profundiza cuando el narrador argumenta desde la figura de reticencia: “Es esta una materia sobre que no quiero discurrir” (p. 163). Tampo- co consigue inyectar verosimilitud a sus argumentos cuando delega en la voz de autoridad («discurso directo») la respuesta, para evitar los “transportes a que pro- voca la gravedad de la injuria” (p. 163). La confesi6n “Yo me voy exaltando insen- siblemente” (p. 165) pone fin a la polifonia del discurso y al cardcter reforzador de las cléusulas, comenzando (por exigencia epistémica) el ritmo mitigador donde subraya la endeblez de los juicios de las partes (“apuro de compilar argumentos”); estrategia cognitiva con la que el narrador, que cumplié con las premisas de la I6gi- ca argumentativa, arriba a su victoria mas all de cualquier desnivel anecdotico. _—_ 85 Cf. M. HEIDEGGER, «El camino ...», op. cit., pp. 198ss. 96 Cf A. ARNAULD et C. LANCELOT, Grammaire.... op. cit. («Seconde Partie [...]. chap. IX. Du pronom appelé Relatif», pp. 48-51. También N. CHOMSKY, Lingiifstica.... op. cit., 78-93 97 P. VIRNO, Palabras con palabras. Poderes y limites del lenguaje [1995]. Buenos Aires, Paidos, 2004, pp. 131ss. 176 Antes de concluir la segunda parte, expresa al virrey su deseo de ver publica- da la Representacion para “agregar las reflexiones que ahora suprimo”, pues “la estrechez del tiempo no me permite dar la debida extensidn a mis ideas” (p. 166).°8 3.2.1 El tiempo del discurso Tiempo eleatico, eterno, continuo. Nada de cronologias materiales, mensurables, de recurrentes cambios de progreso evolutivo. En realidad, dialéctica de tiempos que fluyen, expresién de un humano para quien progreso menta regreso incesan- te pues, sus avances, estan significados de restauraciones y reformas (como si se tratara de las revoluciones del Universo); modalidad reformista que ser4 la nota distintiva de las revoluciones iberoamericanas, desplegadas en el cuadro de la mathesis universalis. Revolucién es voz que entra tarde en el campo politico desde su pristino encla- ve en la astronomia (lento movimiento de un astro en todo el curso de su Orbita).9? Para verla circular con semAntica revulsiva (como cambio) habra que esperar a la conmocién que arrecié en Francia luego de 1789. “La teoria del gobierno revo- lucionario (afirmé Robespierre) es tan nueva como la revoluci6n que le ha dado vida.” ! E] tiempo de la historia (el tiempo cronoldgico del hombre) comenzaba lentamente su marcha. Cuando este movimiento alcance su plenitud se podra hablar en riguroso sentido de Modernidad; entonces cobrara entidad la historia del hacer del hombre que menta discontinuidad de un suelo epistémico en el cual los seres vivos ya no se reconocen conviviendo, puesto que se desplazan hacia distintas regiones empiricas. En el orden de lo politico-institucional los rasgos eminentemente clasicos del modo revolucionario (su tiempo lento) asoman en mds de un trayecto discursivo de la pieza de Moreno. Se desliza a través de la genealogia de la legitimidad (del Derecho Natural);!°! conciencia de legitimidad que cruje en el «mundo hisp4ni- co» “cuando los tiltimos sucesos variaron el ser politico de Espafia” (p. 132). Se observa la deriva en las precisas reconvenciones de Moreno al virrey: “no confi- rid el Soberano a VE. la alta dignidad de virrey [...] para velar sobre la suerte de los comerciantes de CAdiz, sino sobre la nuestra [...]” (p. 146). Igualmente el quiebre de la legitimidad monarquica surge de las evocaciones que (marcadas con figuras de repeticién y gradacién) recuerdan a Cisneros los justos derechos de las provincias indianas: 98 Este alegato fue publicado después de la Revolucion de Mayo en el folleto asi titulado (1810). Su hermano menor (Manuel) reedité la pieza bajo el titulo de «Coleccién de Arengas en el foro, y escritos del Dr. D. Mariano Moreno» (Londres, 1836), aunque el suelo modemo en que habité dejé sus huellas en el escrito que se vio despojado de su retorica cldsica (Ricardo LEVENE, El pensamiento vivo de Mariano Moreno, Buenos Aires, Losada, 1946, p. 159). %9Cf, Melvin J. LASKY, Utopia y Revolucion, México, Fondo de Cultura Econémica, 1985, p. 311-315. 100 Maximilien ROBESPIERRE, «Sobre los principios del gobierno revolucionario» [25 de diciembre de 1793), En IDEM, La Revolucidn jacobina. Prologo de Jaime Fuster, Barcelona, Peninsula, 973, p. 123. 101 Cf. Francisco E. TRUSSO, De la legitimidad revolucionaria a la legitimidad constitucional, Bue- nos Aires, Editorial Universitaria de Buenos Aires, 1968, pp. 1-3. 177 Uno de los rasgos mas justos, més magndnimos, mas politicos [de Espafia], fue la declaracién de que las Américas [...] formaban una parte esencial e integrante de la monarquia espajiola y en consecuencia de este nuevo ser [...] (p. 133) El humano del clasicismo es (por definicién) desgarro temporal. En el sentir cldsico (que es expresi6n de lo universal) nada se concibe vinculado a un con- creto espacio y tiempo. La modalidad indicativa de un preciso «aqui» y «ahora» o de alguna referencia pretérita, es simple marca contingente desde donde parte el narrador para disefiar el futuro, lugar de efectiva solucién de sus aspiraciones. Solo si aceptamos las premisas de su discursividad, de su ret6rica de raiz onto- ldgica y l6gica, nos es dable cruzar el umbral que conduce al sentido de la trama. En suma, en el planteo I6gico-argumentativo esta la clave de esta especie discur- siva, de la cual Representacién es expresién empirica. Solo respetando las premisas Idgicas no se verdn como «rellenos» las descrip- ciones y el cardcter analitico del texto, pues nos dicen efectivamente sobre toda la «red de significados»: allf habla la cultura clasica. Inserta la Representacion dentro del género judicial, Moreno se presenta como narrador omnisciente, adoptando la extensa argumentacién (consta de 165 pardgra- fos) un ritmo elevado de caracter imperativo, bajo formas aspectuales subjuntivas, condicionales y potenciales. Se trata de modalidades que enuncian la accidn del ver- bo como pendiente del elemento subjetivo y, por tanto, resultan potentes tiempos rela- tivos. Destaquese que en el orden clasico el concepto de persona verbal no se encuen- tra atin escindido del de persona real:!°° la dicotomia subjetivo / objetivo planteada por Immanuel Kant, sdlo sera epistémicamente reconocida (aunque modificando muchos de sus presupuestos) en terreno positivista. Clésicamente, el objeto («reali- dad-en-si») es representacion, imagen 0 idea del sujeto: se define desde su identidad. Para el discurso clasico, el eje subjuntivo s6lo ocasionalmente puede signifi- car irrealidad. Contrariamente, la «visién del mundo» clasico es auténtica fuerza subjuntiva. Los mercaderes que contradicen nuestro beneficio [...] sufran ahora el castigo que se les habria impuesto si no hubiesen conseguido burlar la vigilancia del gobierno; y avergiiéncense de implorar ante la respetable autoridad de V.E. que se sacrifique el pueblo para que ellos gocen [...] el fruto de sus delitos. (pp. 154ss.) Se trata en la muestra arriba citada del modelo de interaccién natural del dis- curso clasico elevado: el tono imperativo (especifico de este periodo) se articula con formas de potencial compuesto, presente y pretérito pluscuamperfecto del Modo Subjuntivo y en formas variadas de infinitivo. El juego marcado por el movimiento verbal plantea el sentido tragico, de tensa expectativa, que recorre el periodo y define a la alocucién en su conjunto. 102 R. DONZE, La gramatica..., op. cit., p. 96. 178 Rasgo denotativo de esta discursividad es la expresién del ser como entidad moral. Se trata de la forma canénica «poder / deber + Infinitivo». Poder es posibilidad de ser, perffrasis que dice de la posibilidad del «yo empi- rico» de apropiarse del saber. Poder y deber suponen (en todos los casos) el ver- bo ser, pues, como quiere el Clasicismo, todos los verbos residen en el verbo ser. Solamente debe mirarse con horror el vacfo de los mejores trabajos pro- ductivos del pais [...], el vacio en el conocimiento de los verdaderos prin- cipios de la economia politica. [...] Estos son los vacios que debieran temer nuestros mercaderes, y no el de un dinero [...] que bajo el sistema prohi- bitivo nunca podrd influir en la verdadera riqueza de la Provincia. (160) Deber ser (ontolégicamente) tiene su paralelo lingiiistico en el llamado len- guaje prescriptivo.!© Frente a la Modernidad que entiende al deber ligado /dgi- camente con el ser, el Clasicismo lo entiende como fundido ontoldgicamente. No opera por afuera del humano, sino que se encuentra entramado en el ser del ente. Epilogo Todo epilogo quiere constituirse en «horizonte» incitativo de nuevos desafios hermenéuticos. Este trabajo pretendié acercarse a una trama histérica para dejar ver algunas notas de la «episteme» que la contiene. Nos interes asomarnos al decir de una centuria en la que los humanos seguian advirtiendo que la fortaleza segura frente a los rigores del acaso era tomar “en serio la palabra”.!4 Desde esta perspectiva es preciso examinar el texto clasico, v.gr., la Represen- tacién. S6lo asi es posible asomarse a un relato cuyo objetivo va més alla del anunciado en su titulo. El carécter sentencioso y admonitorio de la estructura tex- tual define el propésito del narrador; mejor: define el dictado de su «mundo». Las distintas coordenadas argumentales significan en raz6n de la trama que las con- tiene. Histéricamente el texto importa desde una doble hermenéutica: técnica- mente, como método nos permite penetrar en algunos surcos de una época preté- rita; argumentalmente, nos acerca la argamasa de un «mundo». Nos enriquecemos (facticamente) por la minuciosa descripcién obra de una época donde los verbos ver y saber dicen una misma cosa: discernir. La hermenéutica hist6rica impone al historiégrafo atender a la «red de signifi- cados» que encierra cada «episteme» y, ésta, no dice sdlo de una época, pues no se reduce a la mera mundanidad sino que recala en los cédigos que la definen. Clave hermenéutica: hablar de texto clasico es hacerlo desde la perspectiva de una textualidad que siempre se entiende en el suelo de la «conciliacién de los contrarios» en el marco de la mathesis universalis. 3 Cf, R. D. SALAS, El discurso..., op. cit., pp. 345-347. 104 Jacques DERRIDA, «Notas sobre deconstruccin y pragmatism» (pp. 151-170). En Chantal MOUFFE (comp.), Deconstruccién y pragmatismo, Barcelona, Paidés, 1998, p. 152. Cf. E, NICOL, La primera... op. cit., pp. 27-34. 179 Centro de Estudios Ibero-Americanos de la Universidad Carolina de Praga Facultad de Filosofia CZ-116 38 Praga 1, nam, Jana Palacha 2, Repablica Checa correo électrénico: ibero@ff.cuni.cz Director Josef Opatrny Redactora Jefe ‘Simona'Binkova Resefiadores Bohumil Badura Jana Krilova Revision lingifstica de las tradueciones Luis Pérez-Cuesta Romero (espatiol) Marie Havifkova (porngués) Consejo de Redaccién Ivo Barfetek, Simona Binkové, Marie Havlikovd, Viasta Hlavitkovi, Anna Houskovs, Jif! ‘Chalupa, Bohumir Jansky, Pavel Marek, Anna Mi8tinova, Josef Opatrny Consej Asesor ‘Adim Anderle (Universidad Jészef Attila); Juan Bosco Amores Carredano (Universidad del Pafs Vasco); Noble David Cook (The Florida International University); John Fisher (The University of Liverpool); Franklin Knight (The Johns Hopkins University): Allan Kuethe (The Texas Tech University); Carlos Martinez Shaw (Universidad Nacional de Educacién a Distancia); Eduardo Matos Moctezuma (Museo del Templo Mayor): Consue lo Naranjo Orovio (Consejo Superior de Investigaciones Cientificas); José Antonio Pique. as (Universitat Jaume 1) © Univerzita Karlova v Praze ~ Nakladatelstvi Karolinum, Praha 2008 ISBN 978-80-246-1563-9 ISSN 0536-2520

You might also like