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VIRTUDES, ARMONÍA, BIENESTAR 1

Intervenciones psicológicas patogénicas vs Intervenciones psicológicas salugénicas


¿Dañología vs Positivología?

Angie Yulieth Alvarado Barón

Karen Tatiana Alonso Cárdenas

Karol Tatiana Perilla Chinchilla

Daniel Andrés Cubides Rodríguez

Mónica Leicy Suarez Moncaleano

Docente

Corporación Universitaria Minuto de Dios

Facultad de Ciencias Humanas y Sociales

Programa de Psicología

Diplomado Opción de Grado en Psicología Clínica

NRC 199

Bogotá D.C

Noviembre de 2020
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Intervenciones psicológicas patogénicas vs Intervenciones psicológicas salugénicas


¿Dañología vs Positivología?

“Curar los aspectos negativos, no produce los aspectos positivos”.


Martin Seligman.

La frase célebre que abre las puertas de este ensayo es el vívido recordatorio de lo que la

Psicología, definida como la disciplina de máxima autoridad para el estudio de los procesos

mentales y comportamentales del ser humano, se propuso como razón de ser. Tales fines se

resumen así: a) curar la enfermedad mental, b) generar productividad y satisfacción en la vida

de las personas, y, c) identificar y fomentar el talento humano (Lupano & Castro, 2010).

Hasta aquí todo parece absolutamente prometedor. No obstante, el modelo tradicional de

tratamiento psicológico únicamente se concentró en el abordaje del primer objetivo, dejando

en segundo plano los dos objetivos restantes. En palabras sencillas, se interviene a los sujetos

débiles y con daño, pero si no se cuenta con esas características, se da por hecho que son

personas con estados mentalmente saludables.

El paradigma de abordaje del ser humano como una entidad sufriente y vulnerable, vinó a

ser criticado por una serie de representantes como Seligman, Diener, Csikszentmihalyi y

Jamieson que afirmaron que la salud mental no equivale a la carencia de trastornos. El

tratamiento de lo psicológicamente desadaptativo se encuentra bastante lejano del

aseguramiento de una vida plena para las personas, se necesita identificar y potenciar las

fortalezas del individuo para su óptimo funcionamiento. Surge así la Psicología Positiva,

encuadrada en un modelo de intervención salugénico que promueve la salud antes de hacer

énfasis en la enfermedad.
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Si el lector decide interpretar lo expuesto en los párrafos previos, podrá llegar a la

deducción de que la Psicología Positiva persigue los objetivos de satisfacción y desarrollo

humano que la Psicología tradicional no prioriza. He aquí una situación para que ponga a

prueba su capacidad reflexiva: Los redactores de este ensayo se encuentran próximos a

recibirse como psicólogos, y surge una incógnita esencial para su labor profesional: ¿Se ven

obligados entre psicoterapéuticamente tratar a los afectados, o psicoterapéuticamente

potenciar a los no afectados?

Siguiendo la misma línea, los autores de este ensayo se han atrevido a proponer la

siguiente hipótesis: si deciden orientarse hacia el trabajo en el modelo psico-médico, estarán

tratando con pacientes, mientras que si se dirigen al modelo psico-positivo, estarán tratando

con clientes. Un paciente se define como un ser sufriente, pasivo, vulnerable, que está

enfermo y necesita de un tratamiento específico (Sala et al. 2000, Lemus et al. 2017). Por otra

parte, el cliente es aquel que selecciona el tipo de servicio que le proporciona satisfacción a

sus necesidades (Ayuzo, 2016). Claramente una persona que no presenta dificultades

emocionales, no considera buscar servicios psicológicos ya que se considera mentalmente

sano. Por lo que si decide recurrir a abordajes psicoterapéuticos, es debido a que desea

encaminarse hacia una vida plena. El servicio que podría satisfacerle tal necesidad es una

intervención basada en el bienestar psicológico positivo.

Acorde a lo presentado, se conceptualiza que el tratamiento con pacientes queda sujeto a

una interpretación dañológica en la que no hay lugar de prioridad para quienes se encuentran

psicológicamente estables. Esto, ¿daría lugar a que el abordaje psicoterapéutico con clientes

quede sujeto a una interpretación positivológica en la que no priman las necesidades de los

psicológicamente inestables?. Claramente no hasta tal extremo, Linley et al. (2006)

establecen que la psicología positiva tiene como planteamiento central la reestructuración del
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desbalance existente entre el enfoque curativo dominante y el enfoque promotor alternativo;

por lo que se integran las virtudes con los sufrimientos para el aseguramiento de la calidad de

vida y la realización personal (p.8). Por consiguiente, los autores no tendrían que limitarse

psicoterapéuticamente a una vía de acción unidireccional, sino a una integradora en la que la

potenciación de los puntos fuertes del consultante sean los elementos curativos.

Ahora, es fundamental analizar qué tan positiva y que tan negativa es la Psicología

Positiva. El principal acierto de las intervenciones basadas en el bienestar psicológico es

encontrarse fundamentadas en un modelo conocido como PERMA por sus siglas en inglés.

La letra P hace referencia a las emociones positivas que actúan como amplificadoras de

repertorios cognitivo-conductuales que facilitan la flexibilidad psicológica y amortiguan el

impacto de estados nocivos para la salud mental del sujeto.

La letra E es el compromiso, relacionado con las tareas significativas de la persona que

generan una condición de flujo en el que la concentración total posibilita el pleno desempeño

de la persona; así como la disipación de cualquier ideación negativa. La letra R son las

relaciones sociales del sujeto; entre más vínculos significativos construya, su estado de

felicidad será más duradero.

La letra M es el significado, la puesta de los conocimientos y habilidades personales para

desarrollar las potencialidades de las otras personas. Finalmente, la letra A se orienta al logro

de las metas delimitadas que fortalecen la competencia y la satisfacción personal. Todas las

dimensiones que constituyen el PERMA se encuentran dirigidas a que los conocimientos,

habilidades y vivencias de carácter satisfactorio del individuo a lo largo de su experiencia

vital, sean los insumos esenciales para el logro de una vida feliz.
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Empero, ¿es realmente funcional orientar la totalidad del arsenal psicoterapéutico hacia el

alcance de la felicidad como fin último de la humanidad?. Se hace la analogía de que si todos

los cuerpos ubicados en el campo terrestre caen debido a la ley de la gravedad, se debe

institucionalizar como ley que la clave de la realización humana sea la felicidad. Esa es la

crítica central que los autores de este ensayo le hacen a las intervenciones sustentadas en el

bienestar psicológico positivo. Justamente como el medicamento psiquiátrico Prozac se

ofrece en el mercado bajo el lema de “la píldora de la felicidad”, la psicología positiva podría

entenderse como “la terapia de la felicidad”; en la que se propaga y legitima un optimismo

inescrupuloso basado en actitudes posibilistas para conseguir todo lo que se quiera.

Ese bienestar psicológico que se pretende lograr mediante la búsqueda de la felicidad,

puede ocasionar resultados negativos si: a) es desmesurada, ya que existe la probabilidad de

desencadenamiento de manías y euforias, b) se encuentra fuera de lugar, pues no todos los

contextos de participación humana permiten un mismo estado emocional, c) se persigue por

encima de todas las cosas, dando así una interpretación de fracaso que desemboca en un alto

malestar emocional debido a la ausencia de esta (Pérez, 2012). Por tales razones, es que se

propone el termino positivología, pues si la dañología entiende que la curación de lo

desadaptativo es sinónimo de bienestar psicológico, la positivología entiende que la

consecución de la felicidad es sinónimo de bienestar psicológico.

A modo de conclusión, los autores del presente documento han configurado la siguiente

frase como propuesta colectiva y profesional: “No se trata de ser feliz, se trata de estar

tranquilo”. La vida no debe verse como la búsqueda de una sensación de felicidad

permanente, sino que los esfuerzos sean dedicados a vivir en armonía. En el fondo resulta

inconsecuente e intrascendente querer ser feliz a cada instante; el ser humano no está

diseñado para eso, pero si está diseñado para construir un proyecto de vida. Expresado de otra
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manera, es mejor dedicarse a vivir en paz que a buscar la felicidad y, por contraparte, escapar

del malestar. En este sentido, la plenitud radica en el desarrollo de acciones con alto

significado personal, el cumplimiento de metas altamente reforzantes que contribuyan a una

adecuada concepción de autoeficacia. Es aquí donde se lleva a cabo la adhesión de los

postulados psico-positivos de la vida de compromiso y la vida de significado con la siguiente

cita: “¡Qué importa la felicidad!, respondió Zaratustra. Hace ya mucho tiempo que yo no

aspiro a la felicidad, aspiro a mi obra”. (Nietzsche, 1999). Mediante la promoción de las

metas significativas de cada sujeto se obtendrá el bienestar psicológico tan anhelado, porqué

curar los aspectos negativos no produce los aspectos positivos, pero los aspectos positivos no

deben ser producidos exclusivamente a través de la felicidad.


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Referencias

Ayuzo, C. (2016). Pacientes, clientes, médicos y proveedores, ¿es solo cuestión de

terminología?. Gaceta Médica de México. 152, 429-430.

Lemus, S., Sutton, A., Ixtla, M. & Maya, E. (2017). Una mirada crítica sobre la noción:

paciente/usuario/cliente desde la antropología de la salud. Revista Conamed. 22 (2), 98-

103.

Linley, A., Joseph, A., Harrington, S. & Wood, A. (2006). Positive psychology: Past, present

and (possible) future. The Journal of Positive Psychology, 1, (1), 3-16

Lupano, M. & Castro, A. (2010). Psicología Positiva: Análisis desde su surgimiento. Prensa

Medica Latinoamericana. 4 (1), 43-56.

Nietzsche, F. (1999). Así hablo Zaratustra. Barcelona, España: Altaya

Pérez, M. (2012). La Psicología Positiva: Magia simpática. Papeles del Psicólogo. 33 (3),

183-201.

Sala, M., Cárdenas, O., Sala, A. & Gonzales, J. (2000). Paciente… ¿Por qué? Revista Cubana

de Estomatología. 37 (2), 123-126

Vásquez, C., Hervas, G. & Ho, S. (2006). Psicología Conductual. 14 (3), 401-432.

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