Una extrafia mujer
IFT ace muchos afios, cuando Bogoté no era la
inmensa ciudad que es hoy, una extrafia mujer
rondaba por sus calles a todas las horas del dia y
dela noche.
—Mirela, Perico, éCierto que parece una bru-
ja? —pregunté Chiquito haciendo temblar su
cuerpo de pies a cabeza.
—Si, es una mujer muy rara, pero yo no le ten-
go miedo, —Perico se pasé la mano por el cabe-
llo como si quisiera domar los pelos parados
que parecfan cerdas de cepillo.
—No diga mentiras. Yo sé que también le teme
ala bruja. Usté mismito me lo dijo —afirmé Llo-
16n, el mejor amigo de Perico, a quien el grupode nifios de la calle atormentaba sin considera-
cién, Adquirié el nombre por su manta de llorar
por cualquier cosa, En contraste con Perico, Llo-
rén le tenia miedo a todo.
Yo nunca dije eso, —Perico le envid a Llorén.
una mirada matadora,
Llorén no dijo nada, volteé la cabeza y le dio
un par de patadas a una rama seca que estaba
sobrela acera.
Perico y sus tres amigos perseguian a La
Changua cuando estaban con las ganas a cues:
tas, Se divertian a costa de la infeliz,
—2Qué cargaré la vieja en esa bolsa que arras-
tra calle arriba y calle abajo? Tenemos que ave-
riguarlo. Seguro que tiene un pocotén de cosas
buentoimas —dijo el mayor
de los chicos, Llevaba puesto
un sombrero gris de fieltro,
de los que en su tiempo usa-
bun los sefiores importantes
de la sociedad. Alguien se lo
hubia regalado hacia unos
dos afios, convirtigndose en el simbolo de autori-
dad del lider del grupo.
-Me muero de ganas de ver qué tiene La
Changua entre esa bolsa ~dijo Perico entusias-
mado con la idea.
Llenos de curiosidad, los gamines decidieron
arrebatarle a la mujer su mas preciada posesién.
—Mejor dejémosla en paz. Ese periédico con
el que nos golpes se siente como un létigo —dijo
Chiquito froténdose la parte del cuerpo donde
con frecuencia recibia la furia de la mujer.
—Nosotros tenemos cuidado de no dejarnos
coger, usté es al que agarra pa’ darle duro por
que como es bobo y se deja. Tiene que aprender
a defenderse —dijo Perico, el més fuerte y aven-
turero del grupo, y el que los retaba a toda clase
de travesuras~.éSe acuerdan cuando llamé aunpolicfa porque nos estabamos burlando de ella?
Corrimos tan répido que cansamos al policia.
Fue muy divertido.
Esta vez no la vamos a hacer rabiar, le qui-
tamos la bolsa y echamos carrera —dijo el chi-
co-lider en tono de seriedad. Con sus once afios
entrando en veinte parecia sentirse el padre de
sus compafieros. Su hogar eran las calles de la
ciudad y su familia aquellos que se encontraba
en su camino, teniendo que volverse mayor a
la fuerza,
‘Los nifios de la calle, vestidos con sacos y pan-
talones que habian pertenecido a otros nifios
més grandes o més pequefios que ellos, se de~
dicaban a atormentar a La Changua gasténdole
toda clase de bromas, lo que enfurecfaa la mujer.
La esperaban escondidos detras de los muros 0
en cualquier sitio donde pudieran sorprenderla.
Hacfan reuniones especiales con el tinieo objeto
de inventarse nuevas travesuras para sacarla de
quicio. Terminé por ser una guerra entre los ni-
fos dela calley La Changua.
—2No le podemos hacer aunque sea una bro-
ma? Es tan bueno hacerla rabiar.
A Perico le encantabe la aventura y el peligro,
aunque a veces sentia temor, pero no dejaba
que nadie se diera cuenta. Tenia una reputacién
que proteger.
~Ya dije que no. Si queremos epoderamos de
Ja bolsa debemos hacerlo con mucho cuidado y
sin ruido, El ehico-lider no parecia dispuesto a
permitir que se le contradijera,
—Esté bien, —Perico solté una carcajada-
No hay duda que’s una vieja loca. Mire no més
como se viste, Parece un arco iris
La extrafia mujer vestfa ostentosamente. Su
ropa de vivos colores se distingufa en la lejanta,
Llevaba una falda larga y rade, en verde, azul y
naranja, y dos o tres mas debajo de esta, en los
mismos tonos vivos y en estado de deterioro,
Una blusa verde y un sombrero de hombre com-
pletaban su atuendo.
—Me gusta el arco iris pero no me gusta La
Changua —dijo Chiquito, nombre que le habian
dado al diminuto nifio sus compafieros de vida,
alos que se habia unido heefa casi un alto.
Nadie sabja el verdadero nombre de la mujer
ni su procedencia, La Changua, nombre por elque se le conocia, posefa una cabellera abun-
dante, llena de crespos que cafan sobre su ros-
tro, saligéndose de entre el sombrero como si
guisieran liberarse de este, Cuando se lo quita-
ba, su aspecto era atin més extrafio. Solo crespos
y ropas coloridas parectan formar esa figura hu-
‘mana. Llevaba siempre un clavel rojo en su al-
borotado cabello, unas veces detrés de la oreja
izquierda y otras detrés de la oreja derecha, Los
zapatos masculinos que usaba estaban gastados
alos lados dando le sensacién de que caminaba
hacia afuera en lugar de hacia adelante.
—Esa mujer tiene los tomillos flojos. La gente
junatica hace cosas extrafias, écierto? —pregun-
6 Llorén.
El chico-lider se quedé pensativo por unos
instantes y dijo:
—Claro que hacen cosas extrafias, iQué pregun-
tal luego no ha visto to'esos locos que andan por
ahf? —Volvi6 quedarse callado por unos instan-
tes como si nunca hubiera considerado el tema,
—Bueno, dejemos los locos a un lado. Tenemos
que concentramos en seguir a La Changua, y al
primer descuido, iZAS!, le arrebatamos la bolsa.
No quiero problemas con la vieja, pero
me gusta cuando hacemos algo juntos —dijo
Chiquito
Es una suerte que nos hubiéramos encon-
tyndo ~dijo el chico-lider, més para sf que como
respuesta al comentario de Chiquito.
Los muchachos hablaban poco sobre sus fa-
milias, de las que casi no se acordaban, y cuando
lo hacian preferian olvidar. Habfan sido aban-
donados en las calles de la ciudad donde se las
arreglaban para subsistiz,
Esta singular mujer andaba por todas partes
arrastrando una bolsa de tela burda. Caminaba
por las plazas de mercado recogiendo lo que las
marchantas abandonaban y lo que buenamentele regalaban para su sustento diario, Las campe-
sinas y revendedoras ya estaban familiarizadas
con el extrafio personaje, Algunas de estas mu-
jeres se compadecian de ella y le daban frutas 0
verdures magulladas, aunque la mayoria le gri-
taba y la echaba de sus predios. La Changua les,
respondia con palabras que nadie entendia,
Los rapazuelos siguieron a la extrafia mujer
ese dia, el dia siguiente y varios dias més sin
encontrar el momento oportuno para poner en
préctica el plan que tenfan entre manos.
Perico, con el pelo mas parado que de cos-
tumbre, su cara roja por el viento frio que la
golpeabs, dijo:
Estoy cansado de andar detrés de la bruja
‘esa, éCudndo vamos a quitarle la bolsa? Qué
stamos esperando?
Elespiritu aventurero de Perico estaba siempre
listo para actuar, Le hubiera gustado ser el encar-
gado del grupo y planear todos los dias algo emo-
cionante que hacer con sus compafieros, pero el
chico-lider era mayor y més responsable, cosa
que les decia casi todos los dias. Perico habia de-
cidido tomarel papel de hermano mayor y prepa-
rarse para el dia en que el chico-lider decidiera
dejarlos, lo que pasarfa tarde o temprano.
—Paciencia que ya casito tenemos la bolea en
nuestro poder —dijo el chico-lider.
Una brillante y despejada mafiana La Chan-
gua, luciendo més colores que de costumbre, ca-
minaba despacio, arrastrando su bolsa llena de
enigméticos tesoros adquiridos aqui y all4, sin
perderla de vista en ningtin momento.
En esta brillante y despejada mafiana los ga-
mines habjan planeado llevar a cabo su més
reciente travesura dedicdndose a espiar a la
mujer desde su escondite al lado opuesto de la
calle donde se encontraba La Changus. La ofan
ahablar con los transetintes que por alli pasaban,
los que poca atencién le prestaban, acostumbra~
dos a encontrarsela en su camino casi cotidia-
namente, De vez en cuando le daban algunas
monedas y continuaban su jornada sin atender
asus quejas y desvarios.
—Quiero que sepan que no soy ninguna por-
diosera. Solo me gusta coleccionar cosas —le
decia a toda persona que pasaba frente a ella.
Parecia obsesionada con la idea,
Los gamines se mofsban de ella y le hacfan
coro, escondidos detrés de unas canecas de ba-
sura, “Yo no soy pordiosera. Yo colecciono..”.
La Changua no les prestaba atencién y conti-
nuaba con su retahile,
Su presencia y sus vistosas vestimentas eran
parte del escenario de las vidas de los que a
diario se la encontraban en su camino. En com:
pafifa de pordioseros y 2arrapastrosos, La Chan-
gua se sentaba los domningos a la entrada de las
iglesias y teatros, esperando mover a compa:
sién los corazones de la gente. La mujer parecia
multiplicarse y aparecia aqufy alla. Nadie sabia
cémo hacfa para estar en todas partes.
8
Hoy es el dia perfecto para apoderarnos de
la bolsa —dijo el chicorlider.
—Estamos listos —contestaron sus compaiie-
ros ala vez,
—Si, listos —repitié Perico. Ya no aguantaba
las ganas de ver lo que quardaba La Changua
en su misteriosa bolsa. Para Perico y sus com-
pafieros el encontrar tesoros en las canecas de
Ja basura, alo largo de las calles que recorrian, 0
en cualquier otro sitio de la ciudad, era el acon-
tecimiento ms importante del dia. Ciertamente
Ja bolsa de La Changua podria ser el tesoro més
interesante y valioso que hasta ahora se les ha-
bia presentado.
19El intento
p
In esta brillante y despejada mafiana, La
Changua caminaba despacio, ignorante del
plan que los nifios de la calle tenfan preparado
para quitarle su preciada bolsa.
—Chiquito, hemos ensayado varias veces lo
que tiene que hacer. No nos puede quedar mal
~dijo el chico-lider.
Seguro que la vieja me va a golpear. éPor
qué tienen que escogerme a yo? Pa’que des-
pués sea el que paga los platos rotos, y ustedes
tan campantes.
Chiquito pareefa un hombrecito en miniatura.
Vestia chaqueta gris, dos veces su tamaiio, unos
pantalones en los que hubieran cabido unas seispiemas del tamafio de las que en ese momento
encerraban, y un sombrero negro destefiido que
Te llegaba hasta los ojos, sorbiéndose al pequefio
que casi no se distinguia entre sus viejas ropas,las
que habia aprendido a manejar con gran destreza.
~Ya se lo he explicado més de una vez, usté es
el més chiquito y el més rapido, por eso lo esco-
gimos, asf que andando. Ya! —ordené el chico-{é
derdéndole un empujén para ponerlo en camino.
Chiquito alcanzé a dar varios pasos pero se
detuvo, esperando e] momento oportuno, No
tenia las menores ganas de un encuentro con
el petiédico de La Changua, Se despojé de la
desproporcionada chagueta para tener més ve-
locidad de movimiento, quedando en camisa y
pantalones, los que cuidadosamente se subid
para que no se le escurrieran, Después de otro
empujén que le proporcionaron Perico y Llorén,
quienes no parecian creer en momentos opor-
tunos, emprendié la acometida con la velocidad
de una réfaga.
La Changua aminoré el paso hasta detener-
se, como si un inesperado ruido la hubiera dis-
turbado,
Antes de que volteara le cabeza, Chiquito ya
estaba detrés. Agarré la bolsa y jalé de esta con
todas las fuerzas de que era capaz. Debia rapar-
Je la talega y echar carrera sin darle tiempo a la
mujer de atzaparlo, Para su sorpresa, la bolsa no
se movié un centimetro, era como si estuviera
pegada al piso, Una de las correas se rompié,
Fue tal la sorpresa de Chiquito que se quedé
como paralizade, déndole tiempo a La Chan-
gua para que le diera
una tremenda patada
en el sentadero, envién- J
dolo de bruces sobreel QQ
pavimento.
Chiquito se las arregls para ponerse de pie.
Podia saborear la sangre que salia de sus labios
reventados. Se limpié con la manga de la camisa
y salié corriendo a esconderse con sus compa-
fieros que ya se dispersaban:
—iEsperen! —grité a todo pulmén,
—Picaros, bribones, muchachos malos, sin es-
cripulos. éQué se creen? Espérense a que les
ponga la mano encima. Descarados, tratando
de robarse mi bolsa. Esto no se queda ast. 'Ya
3verén! —los amenazé, después de decirles todo
lo que se le vino a la mente.
Los rapazuelos corrian tan répido como po-
dian, dejando a la mujer gritando en la mitad de
la calle. A Chiquito le costé trabajo alcanzara sus,
‘compaiieros. Se escondieron detrés de un camién,
que estaba estacionado en les cereanfas mientras
esperaban a que La Changua se calmata.
—Fue como tratar de mover una montafia —les
dijo Chiquito a sus amigos mientras se sobaba
la parte adolorida del cuerpo—. No sé qué tiene
entre esa bolsa, pero deben ser piedras o plomo,
—Lo que pasa, mano, es que usté es muy pe
quefio y enclenque. Van a ver que a yo si no
me da trabajo quitarle la talega a le vieja —dijo
Ps
Perico, con su cara anche iluminada por una
wonrisa y el deseo de continua la aventura,
Es mejor hacerlo entre dos: uno la agarra y
Jala pa’lante y el otro ayuda empujando de atrés
dijo el chico-lider-. Perico y Llorén, ustedes
won mas fuertes y tienen que hacerlo. Andenle
antes de que la vieja se largue. Esté tan alterada
que no se va a dar cuenta, Seguro que no espera
que volvamos tan pronto.
Chiquito no queria ni pensar en volver a acer-
arse a la mujer
—iCémo sabe que esté todavia en la misma
calle? La tiltima vez que miré pa’trds venia persi-
guiéndome, Seguro que nos vio cuando nos es-
condimos y esta esperéndonos por abi.
—Usté lo que esta es muerto de miedo —dijo
Perico.
Para entonces los muchachos no aguantaban
la curiosidad de saber qué contenia la misterio-
sabolsa de La Changua, Siera tan pesada como
decfa Chiquito y la mujer no le quitaba los ojos
de encima, algo muy interesante y valioso debia
contener. Lo que habia empezado como un jue-
go se convertia en un reto.
5—No puedo esperar un minuto més sin saber
qué hay dentro de la bolsa. —Perico se movia in-
quieto—. Yo estoy requetelisto pe'l trabajo.
De pronto el recelo y el miedo parecfan apo-
derarse del resto del grupo. Llorén y el chico-Ii-
der atisbaban desde detrés del camién.
Perico miraba por encima del hombro de
Llorén.
—No veo nada. Vamos a buscarla antes de que
se vaya, éQué esperamos?
—Chiquito tiene razén, A lo mejor esté es-
perando a que salgamos pe'darnos una buena
tunda, Aguardemos un rato més —dijo el chi-
collider, quien ya no parecia estar tan seguro de
atravesdrsele a La Changua en ese momento.
Perico dio un paso adelante,
—Tendré que hacerlo yo solo. Ustedes son una
partida de eobardes. Es solo una pobre vieja. No
puede ser tan dificil quitarle la bencita bolsa.
—De aqui no sale.
El chico-ider agarré a Perico del brazo y lo
empujé detrés del camién.
Vamos a hacer esto juntos. éMe entiende?
Usté es un eabezudo, Todos queremos saber qué
26
arrastra La Changua en esa bolsa, pero tenemos
que hacerlo bien.
A Perico se le paré el pelo mas que de cos-
tumbre,
—No quiero esperar més. Usté mismo dijo que
debiamos aprovechar ya que no nos esperaba,
Chiquito no pudo porque es un debilucho, pero
yo si puedo, Pa’ mfno es problema.
—Esperemos a que se le pase la pataleta —dijo
Llorén gimoteando.
Chiquito queria que alguien dijera algo sobre
sus labios reventados y su trasero adolorido.
Una palmada en el hombro era esperar mucho,
Solo las mamas de verdad se preocupaban por
estas cosas. F] no tenia mami. Si alguna vez la
tuvo no se acordaba de ella. Solo recordaba alnifio que a veees lo cuidaba en una casa que se
caia a pedazos. Un dia el nifio desaparecié, Des-
de entonces Chiquito vagaba por las calles. Era
dificil recordar.
Vamos a esperar hasta mafiana y eso.es todo.
El chico-lider le puso Perico una mano sobre
elhombro.
—Hay que echarle més cabeza al asunto, Sal-
gamos de aqui antes de que llegue el chofer del
camién.
Chiquito sintié que le quitaban un peso de en-
cima. Estaba @ salvo, por el momento.
»
La oportunidad esperada
i el dia siguiente los nifios de la calle espe-
roron a que La Changua apareciera en los lugares
acostumbrados, pero no se veia por ningtin lado.
Extonuados de correr de sitio en sitio, y ya pasado
el medio dia, se sentaron en una acera a descan-
sary pensar. No era usual que la mujer no empe-
vara recorrer las calles desde el amanecer.
—iDonde se habré metido? —pregunté Llo-
r6n—. Busquemos algo que comer. Estoy que me
muero de hambre.
Perico le dio a Llorén una palmada en el
hombro.
Usté no tiene remedio, Se queja de todo y no
piensa. éPa’qué tenemos que ir a pedir comida
2cuando podemos conseguitla en la bolsa de La
Changua?
—iMiren! iAllé viene! —grité Chiquito.
—iEscéndanse!
El chico-lider los llevé a la esquina desde don-
de podian ver sin ser vistos.
Se amontonaron contra la pared. El chicorli-
der se encargé de vigilar 2 la mujer. Los otros
esperaban ansiosos: Ahora que’sté distrafda
dandole ala chachara con esas dos mujeres es el
momento de hacer otro intento. Perico y Llorén,
vayan y agarren la bolsa. No corran, caminen
sin hacer ruido pa'que no los vea. Ya! iVayanl
El par de amigos llevaron a cabo el plan con
resultados idénticos al anterior. La bolsa no ce-
dié un centimetro y los atrevidos muchachos
20
recibieron su merecido. La Changua estaba ya
{un enojada que los golpeé més fuerte que nun-
en con el periédico que guardaba en la bolsa y
que milagrosamente se mantenia como nuevo a
pesar del uso que le habia dado. Como pudieron
se escaparon hacia donde los esperaban el chi-
co'lider y Chiquito.
—De seguro que lleva piedras en esa bendita
bolsa. Ayyy, me duele todo. Mejor no se la quite-
mos pos quien sabe qué nos hace —dijo Llorén,
listo a soltar le lagrima, Llorar parecia aliviar las
emociones que siempre tenfa a flor de piel. Era
como si Llorén tuviera un grifo abierto detrés
de los ojos.
—Les digo que esa talega no es real. No en-
tiendo eémo puede la vieja arrastrar tolese peso
de calle en calle —Perico continué mascullando,
ou mente estaba hecha un ovillo, El enojo no lo
dejaba pensar. Habia querido mostrarle a sus
compafieros que él era més valiente y fuerte que
ellos, consiguiendo solo quedar como un necio,
Aqui hay algtin misterio —dijo.
El chico-lider se rase6 la cabeza por debajo
del sombrero,
a—Echémosle créneo al
asunto, Seguro que uste-
des no lo hicieron bien.
Cémo creen que La
Changue pueda arrastrar
esa bolsa como si Ilevara
paja y ustedes no puedan ni si-
quiera moverla, Tendzé que hacerlo yo mismi-
to, Ninguno sirve pa’nada,
La curiosidad los devoraba, Después de un
largo debate resolvieron seguir a La Changua
hasta su sitio de alojamiento y esperar a que se
durmiera para entonces arrebatarle la codiciada
bolsa. De una forma o de la otra estaban decidi-
dos a satisfacer su curiosidad.
2
Los gamines conservaban su distancia para
que La Changua no fuera a sospechar que la
seguian. Hubo un momento en que le vieron
detenerse y fijar su mirada hacia donde se en-
contraban, con tal intensidad que los dejé ate-
rrados, Confiaban en que no los hubiera visto.
La Changua era incansable, caminaba sin pax
ras, devorando cuadras y cuadras, recogiendo
\una cosa aqufy otra més all4, murmurando cons-
tantemente algo, pero en ningtin momento des-
cuidando su preciosa posesién. Finalmente se
detuvo en un parque y sentandose en una ban-
ca procedié a comer, aunque era muy tarde para
almorzar y temprano para
cenar, La gente de le calle no
seguia les horas tradicionales
de las comidas.
Los chicos la observaban
deede su escondite. La mu-
jer sacé de la bolsa un pe-
daze de pan, un banano y
algo grisoso que no se pare-
cia a nada conocido. Colocé
la talega entre sus piernas,
2cubriéndola con sus coloridas faldas. Comia si
prisa, masticando cada bocado por varios minu
tos mientras mireba de un lado para el otro cor
interés. Un grupo de nifios revolotesba a su alre
dedor vigilados por sus madres y nifieras.
—Parece que ya no tendremos que seguirla. Si
estamos de buenas, se duerme y podremos...
El chico-lider no terminé la frase. Tenfa los
ojos fijos en la banca donde se sentaba La
Changua,
Estoy cansado de tanto andar de aqui pela,
‘Mejor dejemos esto pa’otro dia —propuso Chi-
quito, senténdose en el césped.
—No, salgamos ya de la duda, No quiero espe-
rar més, Sino agarramos esa talega, me va a dar
algo —dijo Perico como anticipacién a la pesca
del tesoro.
Se miraron entre sf sin decir nada. Técitamen-
te acordaron continuar con el plan.
El parque era el lugar favorito de La Changua.
Los gamines la vefan alli casi todos los dias.
Siempre se sentaba en la misma banca,
enel centro del parque, para no perderse
de nada de lo que sucedia a su alrededor.
s
mEra una tarde esplendorosa, Las flores p-
recian sonreirle a la singular mujer, mientras
frondosos érboles la protegian del viento. La
Changua, intoxicada por el delicioso aroma de
flores, acabé de comer y se quedé dormida.
—Esta es nuestra oportunidad —dijo Perico,
listo para hacer el trabajo. Si no se la rapamos
ya mismito, no lo hacemos nunes. Con la vieja
dormida serd requetefécil.
Los muchachos, hambreados y curiosos, ya no
aguantaban la espera.
Cinco minutos més. Tenemos que estar se-
guros de que esté bien dormida —dijo el chi
collider Perico, espero que agarre la bolsa de
una vez por todas. Llorén, esté listo pa’yudar.
Para Perico fueron cinco minutos etemnos.
Finalmente oyé el esperado “iYA!". Caminé
despacio, con sigilo. Se acereé a la banca por
la parte de atras, y gateando se deslizé debajo
de esta, Desde alli podia ver las faldas de colo-
res cubriendo la bolsa que se disponia a rebar.
Perico no sabia qué hacer, La Changua lo inti-
midaba, Finalmente decidié levantarle un poco
los faldones.
8
Ahi esté —murmuré Perico emocionado. La
Changua aseguraba la bolsa con los pies, de tal
manera que sus viejos zapatos hacian una V con
Jos talones. No habia manera de mover la talega
sin despertar a su duefia, Perico, sintiéndose pro~
tegido por la banca de cemento, en caso de que la
mujer se despertara y tratara de agredirlo, deci-
dio jalar la bolsa con todas sus fuerzas, cogerla y
echar carrera, 1h sorpresal, esta no se movié,
—Si ella la puede arrastrar por todita la ciu-
dé, a yo no me la va a velar —murmuré Perico,
acosténdose debajo de la banca con la mitad del
cuerpo afuera, los pies dirigidos hacia la bolsa.
Se agarré bien del piso y le dio un tremendo
puntapié a la talega por encima de los pies de
la mujer, esperando que esta los aflojara aunque
se despertara, Llor6n vendria a agarrar la bolsa
mientras él se escapaba.
Como lo habia temido Perico, La Changua se
desperts.
—éQuién anda por ahi? —pregunté agachén-
dose a mirar si su preciosa posesién estaba don-
dela habia dejado,
Perico, con el rostro piirpura de hacer fuerza,
asus cabellos lacios de punta, estaba paralizado
del custo, Desesperado volteé a mirar hacia el
grupo que observaba la operacién desde detrds
de unos arbustos.
—éDénde estén, pequefios monstruos? $é que
estén por aqui en algtin lado. Esta vez no se me
escapan. Ya verén lo que La Changua va a hacer
con ustedes. Chinos mugrosos...
La mujer gritab, corriendo alrededor de la
banca en gran estado de excitacién.
En stibito e inesperado movimiento se fue
contra Jos arbustos tomando a los muchachos
por sorpresa, Estos, con la ligereza propia de su
edad, se escurrieron de entre las manos de su
perseguidora saliendo a perderse.
—Ajé, lo agarré, pequefio diablo. Si creen que
pueden continuar atormentando a esta vieja, se
equivocan, iMuchachos malos, ladrones! —grité
Ja mujer, agarrando a Chiquito, quien del susto
se habfa quedado clavado al piso en lugar de co-
rer como lo habian hecho sus compafieros.
Perico, todavia escondido bajo la banca, vio
al diminuto nifio tratando de zafarse, pero la
mujer lo tenia bien agarrado, Chiquito lucia
8livido y asustado dentro de la inmensa chaque-
ta, la mitad del rostro oculto bajo el sombrero
que lo cubria,
La Changua jalé al pequeio de un brazo.
—A usté me lo llevo.
—Déjeme ir. (Auxilio! iAyddenme! —Chiquito
gritaba y lloraba aferréndose a una rama mien-
tras la mujer continuaba jalando. A pesar de los,
gritos y de la rama, Chiquito no tuvo més alter-
nativa que seguir a La Changua. Nadie vino en
suayuda,
Al fin Perico se aventuré a salir de debsjo de
la banca, El chico-Iider y Llorén salieron de al-
guna parte.
Lo ultimo que vieron de Chiquito fue su es~
palda, con los pantalones escurridos barriendo
la calle, las manges desproporcionadas de su
chaqueta colgando casi hasta sus pies, le cabe-
za caida hacia adelante, La enfurecida mujer lo
jalaba con la mano izquierda mientras con la de-
secha arrastraba la bolsa. Pronto desaparecieron
enla distancia,
Otra vez en el parque
—iQ\« iré a hacer con Chiquito? —pre-
gunté Perico cuando salié de debajo dela banca.
Perico no se reponia de la terrible experien-
cia, Aterrado, pensaba que habria podido ser él
en lugar de Chiquito si La Changua lo hubiera
encontrado primero, y peor si se hubiera dado
cuenta de que él habia sido el culpable. Estos
pensamientos lo ponian a temblar, a pesar de
haber adquirido en las calles una corteza dura
que le ayudaba a protegerse contra el mundo
cruel que a diario enfrentaba.
Nadie contesté la pregunta, Los muchachos es-
taban tan confusos que no sabfan qué pensar ni
mucho menos qué hacer. Cuando reaccionaron,
aChiquito ya habia desaparecido, Buscaron al pe-
quefio y a su secuestradora por todas partes, pero
la pareja parecia haberse esfumado,
—IDiositol, ahora qué hacemos? —pregunté
Llorén después de la infructuosa biisqueda.
El chico-Iider parecia no entender lo que pasa~
ba, Llorén se quedé miréndolo en espera de una
respuesta,
—Nos llevan un pocotén de ventaja —dijo al
fin el chico-Iider—. Tenemos que ir a los sitios
a los que siempre va La Changua, Tan pronto
la topemos la seguimos hasta que encontre-
‘mos a Chiquito. En algiin momento tendré que
aparecer.
—2Y si nunca lo encontramos? iChiquito es mi
amigo! exclam6 Llorén sollozando,
—Cillese, chillar no ayuda pa’nada, Més bien
busquemos algo pe'llenar la barriga que vamos,
a tener que caminar mucho ~ordené el chico
der con autoridad, Parecia haberse recobrado lo
suficiente para continuar dando érdenes.
—Yo no tengo hambre —dijo Perico limpién-
dose la nariz y los ojos con le manga de su
chaqueta, que al contrario de la de Chiquito
@
le quedaba pequefia. Las
mangas apenas le llega
ban alos codos.
—Nunca me perdo-
naré si algo le pasa
4 Chiquito. éPero
como podria..?
Lo que iba a decir no se materializé, Era comosi
Jas palabras se hubieran enredado en su cerebro.
—No perdamos tiempo. —E] chico lider se qui-
taba y se ponia el sombrero—. Podemos pedir
comida mientras los buscamos. No pueden es-
tar muy lejos.
Los nifios de la calle se dispersaron para asf
abarcar todos los lugares que la extrafia mujer
visitaba en el menor tiempo posible.
Ya oscurecia cuando los rapazuelos, canss-
dos de caminar, se reunieron en el parque, de-
trds de los mismos arbustos donde unas horas
antes su pequefio amigo y La Changua habian.
desaparecido,
—éLa vieron en alguna parte? —pregunté el
chico-lider con ansiedad.
No ~contestaron todos ala vez.
“6—No estaba por ningtin lado. {Qué harfa con
Chiquito? —pregunté Llorén con ojos asusta-
dos. A lo mejor es una bruja de verdad, y las
brujas cocinan pontin...
~Cillese, Llorén, Nadie cree en brujas ni es-
pantos, —Perico sintié ganas de coger a pufios a
su amigo, Algunas veces Llorén lo desesperaba.
—Ustedes son necios y no saben nada de nada.
La Changua es solo una vieja loca. Seguro que
Je da una buena tunda al pobre Chiquito y en-
después lo deja ir pa‘que nos cuente y no la vol-
vamos a fregar,
El chico-lider parecia sentirse obligado a cal-
mar a los otros. Eran una familia, por lo menos
or un tiempo. El era el mayor y por lo tanto el
encargado de poner orden y de tomar decisiones,
Los chicos habfan sido abandonados en las ca-
lles de la ciudad hacta una etemidad, de acuerdo
con ellos. Perico solo recordaba a una mujer de
largos cabellos oscuros. Era muy pequefio para
acordarse de por qué terminé en la calle. Cuan-
do tuvo conciencia de su existencia se encon-
traba bajo el firmamento, en compaiifa de otros
nifios que lo cuidaban porque él no podia defen-
derse por sf mismo.
‘Un buen dia encontré a Llorén gimiendo de-
trés de una caneca de la basura, Desde entonces
eran compafieros de vida. El afio anterior habjan
conocido al chico-Iider, formando una familia.
Eso fue antes de que Chiquito se les uniera.
Llorén le dijo a Perico que habia nacido detrés
de un edificio, Eso era lo que le habfan dicho en
el orfanato donde habfa vivido por varios afios.
Una muchacha muy joven lo habia dejado alli
teniendo tan solo unas horas de nacido, Lo trata-
ban tan mal en el orfanato que se fugé tan pron:
to se las arreglé para hacerlo.
El chico-lider aseguraba que se habia perdido
cuando era muy pequefio y que sus padres esta-
ban esperdndolo en alguna parte.
El pequefio grupo habia encontrado a Chiqui-
to llorando en el parque hacia unos meses. Les
4sdijo que vivia con un nifio mayor que él, proba-
blemente un hermano, quien se fue y nunce vol-
vid, De alguna forma habia sobrevivido hasta
que se unié a ellos.
Una vez que contaron la vaga historia de sus
vidas no volvieron a mencionarlas, Era doloroso
para ellos hablar del pasado.
Se hacta tarde, El sol se escondia detras de las
montafias, Las sombras de la noche se aproxi-
maban, jugando a las escondidas con los asusta-
dos muchachos. Buscando calor y compafifa se
apiiiaron sobre el césped a comer lo que habfan
recogido aquiy alld.
Los pasos cortos de al-
guna persona se ofan
a poca distancia. Un
FX. susuro familiar rom-
pidel silencio.
—Es ella, de seguro que es ella, iAy, Diosito!
—exclamé Perico, todavia temblando de solo
pensar que podis haber sido él el desapare-
cido-. Yo conozco sus pasos y su masculler.
Miren, se senté alld, en la misma banca donde
casi me pilla,
Los otros se pusieron de pie para asegurarse
de que lo que decta Perico era cierto y no estaba
confundiéndola con otra persona, Lo tiltimo que
esperaban ver era a La Changua en su banca fa-
vorita, como si nada hubiera sucedido. Aunque
ya oscurecfa, las coloridas ropas de la mujer bri-
llaban en Ja distancia, No habia duda, era la mis-
ma Changue en persona,
—Estd sola —dijo Llorén,
—éDénde esté Chiquito? —pregunté Perico.
~A lo mejor nos anda buscando por ah —dijo
el chico-lider.
Los nifios de la calle continuaron donde esta~
ban, sin hacer el menor ruido, esperando a que
La Changua terminara de comerse algo que
ellos no podian distinguir. Una vez terminada su
cena, La Changua se recosté contra el espaldar
de la banca, su mirada perdida en el cielo. Pare-
cia estar esperando a que las estrellas decoraran
elfirmamento.
Habfa luna Ilena y todas las estrellas habfan
salido para darle gusto a la mujer que sonrefa
complacida, contemplando el fantéstico des-
pliegue de belleza, Finalmente se puso de pie,
”jalé la talega y empez6 a caminer, mizando ha-
cia el cielo de vez en cuando,
—Tenemos que seguirla hasta que encontre-
mos a Chiquito y también lo que guarda en su
bendita bolse.
Petico estaba ansioso por salir en biisqueda
de su pequefio amigo.
—No va a ser fécil seguirla en esta oscuridad
—dijo el chico-Iider, guiando al grupo fuera del
sitio donde se encontraban—. Callados, y man-
ténganse tan cerea como sea posible.
No pareefa muy seguro del plan, pero un lider
no muestra debilidad.
Asustados y en silencio emprendieron la jor-
nada en busca de su amigo y miembro de la
familia, la tinica que conocfan. Tenjan que man-
tenerse unidos porque no tenian a nadie més,
@
etl
La persecucién
al. Changua tomé una congestionada ave-
nida hacia el sur de la ciudad, Con las luces de
Jos automéviles y las del alumbrado puiblico, los
muchachos no tenfan dificultad en seguir a la
mujer, aunque esta caminaba con gran rapidez
a pesar del peso de la bolsa, A menudo los faros
de los vehiculos los encandilaban, haciendo que
perdieran de vista el blanco de su persecucisn,
teniendo que hacer grandes esfuerzos para vol-
verlo encontrar.
—éCuéndo iré a parar de caminar? —pregunté
Llotén, arrastrando los pies~. Ya no doy pa'més.
—No vamos a echar pa'trés ahora que ya esta~
mos en camino, Andele mano, usté es fuerte y
0puede subir hasta el tope. —Perico no sabia por:
qué Llorén era su mejor amigo siendo tan dife-
rentes. Llorén era un miedoso, y a veces Perico:
sentia ganas de ponerlo patas arriba y sacarle el
miedo del cuerpo.
—2Y si camina to’a la noche sin rumbo? Yo no
puedo. —Llorén estaba a punto de abrir el grifo
de lagrimas,
Seguro que va pe’su casa. Ella se cansa como
nosotros —dijo Perico con los ojos clavados en la
mujer que caminaba adelante de ellos.
La Changua, con movimientos bruscos y casi
de un salto, atravesé la congestionada avenida.
Los gamines creyeron perderla de vista, Con
destreza y juvenil irresponsabilidad eruzaron la
calle, haciendo ineresbles piruetas para esquivar
Jos vehfculos que milagrosamente no los estam-
pillaron contra el pavimento.
Finalmente aleanzaron a la escurridiza mujer
que subfa en direccién a las montaiias. Las luces
empezeban a escasear y se hacia dificil no per-
derla de vista, De alguna manera se las arregla-
ron para continuar la persecucién.
Caminaron y caminaron hasta dejar la ciudad
Alvis, El lkimo grupo de casas empezaba a dese-
parecer. Algunos ranchos se divisaban en los ce-
110s, iluminados por velas y limparas de petréleo.
La vieja va pa’ Monserrate —murmuré Llo-
yOn—. 2Vamos a seguirla montafia arriba? Esté
muy oscuro, Seguro que nos perdemos.
Claro que vamos a ir montafia arriba, No he-
mos caminado to'este trecho y a estas horas solo.
porque sf—dijo el chico-Lider.
Pero... nunca hemos venido tan lejos de no-
che —dijo Llorén en voz baja. Los sollozos no se
hicieron esperar.
~Si tiene miedo, devuélvase y espérenos en el
parque —dijo el chico-lider—. Estoy cansado de
sus lloriqueos. A yo no me da miedo subir.
3Sus asustados ojos delataban lo contrario.
Sus compafieros sabian lo terco que era y que
una vez decidido no se volverfa atrés, costara
Jo que costara.
El monte de Monserrate se erguia majestuoso
sobre la ciudad, casi abrezdndola con su mole
como si quisiera protegerla de todo peligro. La
Tuna lena le daba a la noche un aire encantado y
misterioso, iluminando el camino para que los ni-
fios de la calle pudieran seguir ala evasiva mujer.
—Llorén, apiirele, o quiere quedarse po'aqui
solo —dijo Perico, esperando a que su amigo lo
aleanzara. No querfa que el asustado chico se
perdiera. Llorén no era capaz de sobrevivir una
noche en la montafia.
=No puedo, Perico. El susto se me entré bien
dentro y no me deja mover las piernas. Tenga
compasién amigo.
Llorén se senté en el piso.
Claro que puede. Le digo que puede. Pérese
y andele. Ni se le ocurra volver a decir que no
puede. Vamos —ordené Perico, jalando a Llorén.
de un brazo.
se