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Una extrafia mujer IFT ace muchos afios, cuando Bogoté no era la inmensa ciudad que es hoy, una extrafia mujer rondaba por sus calles a todas las horas del dia y dela noche. —Mirela, Perico, éCierto que parece una bru- ja? —pregunté Chiquito haciendo temblar su cuerpo de pies a cabeza. —Si, es una mujer muy rara, pero yo no le ten- go miedo, —Perico se pasé la mano por el cabe- llo como si quisiera domar los pelos parados que parecfan cerdas de cepillo. —No diga mentiras. Yo sé que también le teme ala bruja. Usté mismito me lo dijo —afirmé Llo- 16n, el mejor amigo de Perico, a quien el grupo de nifios de la calle atormentaba sin considera- cién, Adquirié el nombre por su manta de llorar por cualquier cosa, En contraste con Perico, Llo- rén le tenia miedo a todo. Yo nunca dije eso, —Perico le envid a Llorén. una mirada matadora, Llorén no dijo nada, volteé la cabeza y le dio un par de patadas a una rama seca que estaba sobrela acera. Perico y sus tres amigos perseguian a La Changua cuando estaban con las ganas a cues: tas, Se divertian a costa de la infeliz, —2Qué cargaré la vieja en esa bolsa que arras- tra calle arriba y calle abajo? Tenemos que ave- riguarlo. Seguro que tiene un pocotén de cosas buentoimas —dijo el mayor de los chicos, Llevaba puesto un sombrero gris de fieltro, de los que en su tiempo usa- bun los sefiores importantes de la sociedad. Alguien se lo hubia regalado hacia unos dos afios, convirtigndose en el simbolo de autori- dad del lider del grupo. -Me muero de ganas de ver qué tiene La Changua entre esa bolsa ~dijo Perico entusias- mado con la idea. Llenos de curiosidad, los gamines decidieron arrebatarle a la mujer su mas preciada posesién. —Mejor dejémosla en paz. Ese periédico con el que nos golpes se siente como un létigo —dijo Chiquito froténdose la parte del cuerpo donde con frecuencia recibia la furia de la mujer. —Nosotros tenemos cuidado de no dejarnos coger, usté es al que agarra pa’ darle duro por que como es bobo y se deja. Tiene que aprender a defenderse —dijo Perico, el més fuerte y aven- turero del grupo, y el que los retaba a toda clase de travesuras~.éSe acuerdan cuando llamé aun policfa porque nos estabamos burlando de ella? Corrimos tan répido que cansamos al policia. Fue muy divertido. Esta vez no la vamos a hacer rabiar, le qui- tamos la bolsa y echamos carrera —dijo el chi- co-lider en tono de seriedad. Con sus once afios entrando en veinte parecia sentirse el padre de sus compafieros. Su hogar eran las calles de la ciudad y su familia aquellos que se encontraba en su camino, teniendo que volverse mayor a la fuerza, ‘Los nifios de la calle, vestidos con sacos y pan- talones que habian pertenecido a otros nifios més grandes o més pequefios que ellos, se de~ dicaban a atormentar a La Changua gasténdole toda clase de bromas, lo que enfurecfaa la mujer. La esperaban escondidos detras de los muros 0 en cualquier sitio donde pudieran sorprenderla. Hacfan reuniones especiales con el tinieo objeto de inventarse nuevas travesuras para sacarla de quicio. Terminé por ser una guerra entre los ni- fos dela calley La Changua. —2No le podemos hacer aunque sea una bro- ma? Es tan bueno hacerla rabiar. A Perico le encantabe la aventura y el peligro, aunque a veces sentia temor, pero no dejaba que nadie se diera cuenta. Tenia una reputacién que proteger. ~Ya dije que no. Si queremos epoderamos de Ja bolsa debemos hacerlo con mucho cuidado y sin ruido, El ehico-lider no parecia dispuesto a permitir que se le contradijera, —Esté bien, —Perico solté una carcajada- No hay duda que’s una vieja loca. Mire no més como se viste, Parece un arco iris La extrafia mujer vestfa ostentosamente. Su ropa de vivos colores se distingufa en la lejanta, Llevaba una falda larga y rade, en verde, azul y naranja, y dos o tres mas debajo de esta, en los mismos tonos vivos y en estado de deterioro, Una blusa verde y un sombrero de hombre com- pletaban su atuendo. —Me gusta el arco iris pero no me gusta La Changua —dijo Chiquito, nombre que le habian dado al diminuto nifio sus compafieros de vida, alos que se habia unido heefa casi un alto. Nadie sabja el verdadero nombre de la mujer ni su procedencia, La Changua, nombre por el que se le conocia, posefa una cabellera abun- dante, llena de crespos que cafan sobre su ros- tro, saligéndose de entre el sombrero como si guisieran liberarse de este, Cuando se lo quita- ba, su aspecto era atin més extrafio. Solo crespos y ropas coloridas parectan formar esa figura hu- ‘mana. Llevaba siempre un clavel rojo en su al- borotado cabello, unas veces detrés de la oreja izquierda y otras detrés de la oreja derecha, Los zapatos masculinos que usaba estaban gastados alos lados dando le sensacién de que caminaba hacia afuera en lugar de hacia adelante. —Esa mujer tiene los tomillos flojos. La gente junatica hace cosas extrafias, écierto? —pregun- 6 Llorén. El chico-lider se quedé pensativo por unos instantes y dijo: —Claro que hacen cosas extrafias, iQué pregun- tal luego no ha visto to'esos locos que andan por ahf? —Volvi6 quedarse callado por unos instan- tes como si nunca hubiera considerado el tema, —Bueno, dejemos los locos a un lado. Tenemos que concentramos en seguir a La Changua, y al primer descuido, iZAS!, le arrebatamos la bolsa. No quiero problemas con la vieja, pero me gusta cuando hacemos algo juntos —dijo Chiquito Es una suerte que nos hubiéramos encon- tyndo ~dijo el chico-lider, més para sf que como respuesta al comentario de Chiquito. Los muchachos hablaban poco sobre sus fa- milias, de las que casi no se acordaban, y cuando lo hacian preferian olvidar. Habfan sido aban- donados en las calles de la ciudad donde se las arreglaban para subsistiz, Esta singular mujer andaba por todas partes arrastrando una bolsa de tela burda. Caminaba por las plazas de mercado recogiendo lo que las marchantas abandonaban y lo que buenamente le regalaban para su sustento diario, Las campe- sinas y revendedoras ya estaban familiarizadas con el extrafio personaje, Algunas de estas mu- jeres se compadecian de ella y le daban frutas 0 verdures magulladas, aunque la mayoria le gri- taba y la echaba de sus predios. La Changua les, respondia con palabras que nadie entendia, Los rapazuelos siguieron a la extrafia mujer ese dia, el dia siguiente y varios dias més sin encontrar el momento oportuno para poner en préctica el plan que tenfan entre manos. Perico, con el pelo mas parado que de cos- tumbre, su cara roja por el viento frio que la golpeabs, dijo: Estoy cansado de andar detrés de la bruja ‘esa, éCudndo vamos a quitarle la bolsa? Qué stamos esperando? Elespiritu aventurero de Perico estaba siempre listo para actuar, Le hubiera gustado ser el encar- gado del grupo y planear todos los dias algo emo- cionante que hacer con sus compafieros, pero el chico-lider era mayor y més responsable, cosa que les decia casi todos los dias. Perico habia de- cidido tomarel papel de hermano mayor y prepa- rarse para el dia en que el chico-lider decidiera dejarlos, lo que pasarfa tarde o temprano. —Paciencia que ya casito tenemos la bolea en nuestro poder —dijo el chico-lider. Una brillante y despejada mafiana La Chan- gua, luciendo més colores que de costumbre, ca- minaba despacio, arrastrando su bolsa llena de enigméticos tesoros adquiridos aqui y all4, sin perderla de vista en ningtin momento. En esta brillante y despejada mafiana los ga- mines habjan planeado llevar a cabo su més reciente travesura dedicdndose a espiar a la mujer desde su escondite al lado opuesto de la calle donde se encontraba La Changus. La ofan a hablar con los transetintes que por alli pasaban, los que poca atencién le prestaban, acostumbra~ dos a encontrarsela en su camino casi cotidia- namente, De vez en cuando le daban algunas monedas y continuaban su jornada sin atender asus quejas y desvarios. —Quiero que sepan que no soy ninguna por- diosera. Solo me gusta coleccionar cosas —le decia a toda persona que pasaba frente a ella. Parecia obsesionada con la idea, Los gamines se mofsban de ella y le hacfan coro, escondidos detrés de unas canecas de ba- sura, “Yo no soy pordiosera. Yo colecciono..”. La Changua no les prestaba atencién y conti- nuaba con su retahile, Su presencia y sus vistosas vestimentas eran parte del escenario de las vidas de los que a diario se la encontraban en su camino. En com: pafifa de pordioseros y 2arrapastrosos, La Chan- gua se sentaba los domningos a la entrada de las iglesias y teatros, esperando mover a compa: sién los corazones de la gente. La mujer parecia multiplicarse y aparecia aqufy alla. Nadie sabia cémo hacfa para estar en todas partes. 8 Hoy es el dia perfecto para apoderarnos de la bolsa —dijo el chicorlider. —Estamos listos —contestaron sus compaiie- ros ala vez, —Si, listos —repitié Perico. Ya no aguantaba las ganas de ver lo que quardaba La Changua en su misteriosa bolsa. Para Perico y sus com- pafieros el encontrar tesoros en las canecas de Ja basura, alo largo de las calles que recorrian, 0 en cualquier otro sitio de la ciudad, era el acon- tecimiento ms importante del dia. Ciertamente Ja bolsa de La Changua podria ser el tesoro més interesante y valioso que hasta ahora se les ha- bia presentado. 19 El intento p In esta brillante y despejada mafiana, La Changua caminaba despacio, ignorante del plan que los nifios de la calle tenfan preparado para quitarle su preciada bolsa. —Chiquito, hemos ensayado varias veces lo que tiene que hacer. No nos puede quedar mal ~dijo el chico-lider. Seguro que la vieja me va a golpear. éPor qué tienen que escogerme a yo? Pa’que des- pués sea el que paga los platos rotos, y ustedes tan campantes. Chiquito pareefa un hombrecito en miniatura. Vestia chaqueta gris, dos veces su tamaiio, unos pantalones en los que hubieran cabido unas seis piemas del tamafio de las que en ese momento encerraban, y un sombrero negro destefiido que Te llegaba hasta los ojos, sorbiéndose al pequefio que casi no se distinguia entre sus viejas ropas,las que habia aprendido a manejar con gran destreza. ~Ya se lo he explicado més de una vez, usté es el més chiquito y el més rapido, por eso lo esco- gimos, asf que andando. Ya! —ordené el chico-{é derdéndole un empujén para ponerlo en camino. Chiquito alcanzé a dar varios pasos pero se detuvo, esperando e] momento oportuno, No tenia las menores ganas de un encuentro con el petiédico de La Changua, Se despojé de la desproporcionada chagueta para tener més ve- locidad de movimiento, quedando en camisa y pantalones, los que cuidadosamente se subid para que no se le escurrieran, Después de otro empujén que le proporcionaron Perico y Llorén, quienes no parecian creer en momentos opor- tunos, emprendié la acometida con la velocidad de una réfaga. La Changua aminoré el paso hasta detener- se, como si un inesperado ruido la hubiera dis- turbado, Antes de que volteara le cabeza, Chiquito ya estaba detrés. Agarré la bolsa y jalé de esta con todas las fuerzas de que era capaz. Debia rapar- Je la talega y echar carrera sin darle tiempo a la mujer de atzaparlo, Para su sorpresa, la bolsa no se movié un centimetro, era como si estuviera pegada al piso, Una de las correas se rompié, Fue tal la sorpresa de Chiquito que se quedé como paralizade, déndole tiempo a La Chan- gua para que le diera una tremenda patada en el sentadero, envién- J dolo de bruces sobreel QQ pavimento. Chiquito se las arregls para ponerse de pie. Podia saborear la sangre que salia de sus labios reventados. Se limpié con la manga de la camisa y salié corriendo a esconderse con sus compa- fieros que ya se dispersaban: —iEsperen! —grité a todo pulmén, —Picaros, bribones, muchachos malos, sin es- cripulos. éQué se creen? Espérense a que les ponga la mano encima. Descarados, tratando de robarse mi bolsa. Esto no se queda ast. 'Ya 3 verén! —los amenazé, después de decirles todo lo que se le vino a la mente. Los rapazuelos corrian tan répido como po- dian, dejando a la mujer gritando en la mitad de la calle. A Chiquito le costé trabajo alcanzara sus, ‘compaiieros. Se escondieron detrés de un camién, que estaba estacionado en les cereanfas mientras esperaban a que La Changua se calmata. —Fue como tratar de mover una montafia —les dijo Chiquito a sus amigos mientras se sobaba la parte adolorida del cuerpo—. No sé qué tiene entre esa bolsa, pero deben ser piedras o plomo, —Lo que pasa, mano, es que usté es muy pe quefio y enclenque. Van a ver que a yo si no me da trabajo quitarle la talega a le vieja —dijo Ps Perico, con su cara anche iluminada por una wonrisa y el deseo de continua la aventura, Es mejor hacerlo entre dos: uno la agarra y Jala pa’lante y el otro ayuda empujando de atrés dijo el chico-lider-. Perico y Llorén, ustedes won mas fuertes y tienen que hacerlo. Andenle antes de que la vieja se largue. Esté tan alterada que no se va a dar cuenta, Seguro que no espera que volvamos tan pronto. Chiquito no queria ni pensar en volver a acer- arse a la mujer —iCémo sabe que esté todavia en la misma calle? La tiltima vez que miré pa’trds venia persi- guiéndome, Seguro que nos vio cuando nos es- condimos y esta esperéndonos por abi. —Usté lo que esta es muerto de miedo —dijo Perico. Para entonces los muchachos no aguantaban la curiosidad de saber qué contenia la misterio- sabolsa de La Changua, Siera tan pesada como decfa Chiquito y la mujer no le quitaba los ojos de encima, algo muy interesante y valioso debia contener. Lo que habia empezado como un jue- go se convertia en un reto. 5 —No puedo esperar un minuto més sin saber qué hay dentro de la bolsa. —Perico se movia in- quieto—. Yo estoy requetelisto pe'l trabajo. De pronto el recelo y el miedo parecfan apo- derarse del resto del grupo. Llorén y el chico-Ii- der atisbaban desde detrés del camién. Perico miraba por encima del hombro de Llorén. —No veo nada. Vamos a buscarla antes de que se vaya, éQué esperamos? —Chiquito tiene razén, A lo mejor esté es- perando a que salgamos pe'darnos una buena tunda, Aguardemos un rato més —dijo el chi- collider, quien ya no parecia estar tan seguro de atravesdrsele a La Changua en ese momento. Perico dio un paso adelante, —Tendré que hacerlo yo solo. Ustedes son una partida de eobardes. Es solo una pobre vieja. No puede ser tan dificil quitarle la bencita bolsa. —De aqui no sale. El chico-ider agarré a Perico del brazo y lo empujé detrés del camién. Vamos a hacer esto juntos. éMe entiende? Usté es un eabezudo, Todos queremos saber qué 26 arrastra La Changua en esa bolsa, pero tenemos que hacerlo bien. A Perico se le paré el pelo mas que de cos- tumbre, —No quiero esperar més. Usté mismo dijo que debiamos aprovechar ya que no nos esperaba, Chiquito no pudo porque es un debilucho, pero yo si puedo, Pa’ mfno es problema. —Esperemos a que se le pase la pataleta —dijo Llorén gimoteando. Chiquito queria que alguien dijera algo sobre sus labios reventados y su trasero adolorido. Una palmada en el hombro era esperar mucho, Solo las mamas de verdad se preocupaban por estas cosas. F] no tenia mami. Si alguna vez la tuvo no se acordaba de ella. Solo recordaba al nifio que a veees lo cuidaba en una casa que se caia a pedazos. Un dia el nifio desaparecié, Des- de entonces Chiquito vagaba por las calles. Era dificil recordar. Vamos a esperar hasta mafiana y eso.es todo. El chico-lider le puso Perico una mano sobre elhombro. —Hay que echarle més cabeza al asunto, Sal- gamos de aqui antes de que llegue el chofer del camién. Chiquito sintié que le quitaban un peso de en- cima. Estaba @ salvo, por el momento. » La oportunidad esperada i el dia siguiente los nifios de la calle espe- roron a que La Changua apareciera en los lugares acostumbrados, pero no se veia por ningtin lado. Extonuados de correr de sitio en sitio, y ya pasado el medio dia, se sentaron en una acera a descan- sary pensar. No era usual que la mujer no empe- vara recorrer las calles desde el amanecer. —iDonde se habré metido? —pregunté Llo- r6n—. Busquemos algo que comer. Estoy que me muero de hambre. Perico le dio a Llorén una palmada en el hombro. Usté no tiene remedio, Se queja de todo y no piensa. éPa’qué tenemos que ir a pedir comida 2 cuando podemos conseguitla en la bolsa de La Changua? —iMiren! iAllé viene! —grité Chiquito. —iEscéndanse! El chico-lider los llevé a la esquina desde don- de podian ver sin ser vistos. Se amontonaron contra la pared. El chicorli- der se encargé de vigilar 2 la mujer. Los otros esperaban ansiosos: Ahora que’sté distrafda dandole ala chachara con esas dos mujeres es el momento de hacer otro intento. Perico y Llorén, vayan y agarren la bolsa. No corran, caminen sin hacer ruido pa'que no los vea. Ya! iVayanl El par de amigos llevaron a cabo el plan con resultados idénticos al anterior. La bolsa no ce- dié un centimetro y los atrevidos muchachos 20 recibieron su merecido. La Changua estaba ya {un enojada que los golpeé més fuerte que nun- en con el periédico que guardaba en la bolsa y que milagrosamente se mantenia como nuevo a pesar del uso que le habia dado. Como pudieron se escaparon hacia donde los esperaban el chi- co'lider y Chiquito. —De seguro que lleva piedras en esa bendita bolsa. Ayyy, me duele todo. Mejor no se la quite- mos pos quien sabe qué nos hace —dijo Llorén, listo a soltar le lagrima, Llorar parecia aliviar las emociones que siempre tenfa a flor de piel. Era como si Llorén tuviera un grifo abierto detrés de los ojos. —Les digo que esa talega no es real. No en- tiendo eémo puede la vieja arrastrar tolese peso de calle en calle —Perico continué mascullando, ou mente estaba hecha un ovillo, El enojo no lo dejaba pensar. Habia querido mostrarle a sus compafieros que él era més valiente y fuerte que ellos, consiguiendo solo quedar como un necio, Aqui hay algtin misterio —dijo. El chico-lider se rase6 la cabeza por debajo del sombrero, a —Echémosle créneo al asunto, Seguro que uste- des no lo hicieron bien. Cémo creen que La Changue pueda arrastrar esa bolsa como si Ilevara paja y ustedes no puedan ni si- quiera moverla, Tendzé que hacerlo yo mismi- to, Ninguno sirve pa’nada, La curiosidad los devoraba, Después de un largo debate resolvieron seguir a La Changua hasta su sitio de alojamiento y esperar a que se durmiera para entonces arrebatarle la codiciada bolsa. De una forma o de la otra estaban decidi- dos a satisfacer su curiosidad. 2 Los gamines conservaban su distancia para que La Changua no fuera a sospechar que la seguian. Hubo un momento en que le vieron detenerse y fijar su mirada hacia donde se en- contraban, con tal intensidad que los dejé ate- rrados, Confiaban en que no los hubiera visto. La Changua era incansable, caminaba sin pax ras, devorando cuadras y cuadras, recogiendo \una cosa aqufy otra més all4, murmurando cons- tantemente algo, pero en ningtin momento des- cuidando su preciosa posesién. Finalmente se detuvo en un parque y sentandose en una ban- ca procedié a comer, aunque era muy tarde para almorzar y temprano para cenar, La gente de le calle no seguia les horas tradicionales de las comidas. Los chicos la observaban deede su escondite. La mu- jer sacé de la bolsa un pe- daze de pan, un banano y algo grisoso que no se pare- cia a nada conocido. Colocé la talega entre sus piernas, 2 cubriéndola con sus coloridas faldas. Comia si prisa, masticando cada bocado por varios minu tos mientras mireba de un lado para el otro cor interés. Un grupo de nifios revolotesba a su alre dedor vigilados por sus madres y nifieras. —Parece que ya no tendremos que seguirla. Si estamos de buenas, se duerme y podremos... El chico-lider no terminé la frase. Tenfa los ojos fijos en la banca donde se sentaba La Changua, Estoy cansado de tanto andar de aqui pela, ‘Mejor dejemos esto pa’otro dia —propuso Chi- quito, senténdose en el césped. —No, salgamos ya de la duda, No quiero espe- rar més, Sino agarramos esa talega, me va a dar algo —dijo Perico como anticipacién a la pesca del tesoro. Se miraron entre sf sin decir nada. Técitamen- te acordaron continuar con el plan. El parque era el lugar favorito de La Changua. Los gamines la vefan alli casi todos los dias. Siempre se sentaba en la misma banca, enel centro del parque, para no perderse de nada de lo que sucedia a su alrededor. s m Era una tarde esplendorosa, Las flores p- recian sonreirle a la singular mujer, mientras frondosos érboles la protegian del viento. La Changua, intoxicada por el delicioso aroma de flores, acabé de comer y se quedé dormida. —Esta es nuestra oportunidad —dijo Perico, listo para hacer el trabajo. Si no se la rapamos ya mismito, no lo hacemos nunes. Con la vieja dormida serd requetefécil. Los muchachos, hambreados y curiosos, ya no aguantaban la espera. Cinco minutos més. Tenemos que estar se- guros de que esté bien dormida —dijo el chi collider Perico, espero que agarre la bolsa de una vez por todas. Llorén, esté listo pa’yudar. Para Perico fueron cinco minutos etemnos. Finalmente oyé el esperado “iYA!". Caminé despacio, con sigilo. Se acereé a la banca por la parte de atras, y gateando se deslizé debajo de esta, Desde alli podia ver las faldas de colo- res cubriendo la bolsa que se disponia a rebar. Perico no sabia qué hacer, La Changua lo inti- midaba, Finalmente decidié levantarle un poco los faldones. 8 Ahi esté —murmuré Perico emocionado. La Changua aseguraba la bolsa con los pies, de tal manera que sus viejos zapatos hacian una V con Jos talones. No habia manera de mover la talega sin despertar a su duefia, Perico, sintiéndose pro~ tegido por la banca de cemento, en caso de que la mujer se despertara y tratara de agredirlo, deci- dio jalar la bolsa con todas sus fuerzas, cogerla y echar carrera, 1h sorpresal, esta no se movié, —Si ella la puede arrastrar por todita la ciu- dé, a yo no me la va a velar —murmuré Perico, acosténdose debajo de la banca con la mitad del cuerpo afuera, los pies dirigidos hacia la bolsa. Se agarré bien del piso y le dio un tremendo puntapié a la talega por encima de los pies de la mujer, esperando que esta los aflojara aunque se despertara, Llor6n vendria a agarrar la bolsa mientras él se escapaba. Como lo habia temido Perico, La Changua se desperts. —éQuién anda por ahi? —pregunté agachén- dose a mirar si su preciosa posesién estaba don- dela habia dejado, Perico, con el rostro piirpura de hacer fuerza, a sus cabellos lacios de punta, estaba paralizado del custo, Desesperado volteé a mirar hacia el grupo que observaba la operacién desde detrds de unos arbustos. —éDénde estén, pequefios monstruos? $é que estén por aqui en algtin lado. Esta vez no se me escapan. Ya verén lo que La Changua va a hacer con ustedes. Chinos mugrosos... La mujer gritab, corriendo alrededor de la banca en gran estado de excitacién. En stibito e inesperado movimiento se fue contra Jos arbustos tomando a los muchachos por sorpresa, Estos, con la ligereza propia de su edad, se escurrieron de entre las manos de su perseguidora saliendo a perderse. —Ajé, lo agarré, pequefio diablo. Si creen que pueden continuar atormentando a esta vieja, se equivocan, iMuchachos malos, ladrones! —grité Ja mujer, agarrando a Chiquito, quien del susto se habfa quedado clavado al piso en lugar de co- rer como lo habian hecho sus compafieros. Perico, todavia escondido bajo la banca, vio al diminuto nifio tratando de zafarse, pero la mujer lo tenia bien agarrado, Chiquito lucia 8 livido y asustado dentro de la inmensa chaque- ta, la mitad del rostro oculto bajo el sombrero que lo cubria, La Changua jalé al pequeio de un brazo. —A usté me lo llevo. —Déjeme ir. (Auxilio! iAyddenme! —Chiquito gritaba y lloraba aferréndose a una rama mien- tras la mujer continuaba jalando. A pesar de los, gritos y de la rama, Chiquito no tuvo més alter- nativa que seguir a La Changua. Nadie vino en suayuda, Al fin Perico se aventuré a salir de debsjo de la banca, El chico-Iider y Llorén salieron de al- guna parte. Lo ultimo que vieron de Chiquito fue su es~ palda, con los pantalones escurridos barriendo la calle, las manges desproporcionadas de su chaqueta colgando casi hasta sus pies, le cabe- za caida hacia adelante, La enfurecida mujer lo jalaba con la mano izquierda mientras con la de- secha arrastraba la bolsa. Pronto desaparecieron enla distancia, Otra vez en el parque —iQ\« iré a hacer con Chiquito? —pre- gunté Perico cuando salié de debajo dela banca. Perico no se reponia de la terrible experien- cia, Aterrado, pensaba que habria podido ser él en lugar de Chiquito si La Changua lo hubiera encontrado primero, y peor si se hubiera dado cuenta de que él habia sido el culpable. Estos pensamientos lo ponian a temblar, a pesar de haber adquirido en las calles una corteza dura que le ayudaba a protegerse contra el mundo cruel que a diario enfrentaba. Nadie contesté la pregunta, Los muchachos es- taban tan confusos que no sabfan qué pensar ni mucho menos qué hacer. Cuando reaccionaron, a Chiquito ya habia desaparecido, Buscaron al pe- quefio y a su secuestradora por todas partes, pero la pareja parecia haberse esfumado, —IDiositol, ahora qué hacemos? —pregunté Llorén después de la infructuosa biisqueda. El chico-Iider parecia no entender lo que pasa~ ba, Llorén se quedé miréndolo en espera de una respuesta, —Nos llevan un pocotén de ventaja —dijo al fin el chico-Iider—. Tenemos que ir a los sitios a los que siempre va La Changua, Tan pronto la topemos la seguimos hasta que encontre- ‘mos a Chiquito. En algiin momento tendré que aparecer. —2Y si nunca lo encontramos? iChiquito es mi amigo! exclam6 Llorén sollozando, —Cillese, chillar no ayuda pa’nada, Més bien busquemos algo pe'llenar la barriga que vamos, a tener que caminar mucho ~ordené el chico der con autoridad, Parecia haberse recobrado lo suficiente para continuar dando érdenes. —Yo no tengo hambre —dijo Perico limpién- dose la nariz y los ojos con le manga de su chaqueta, que al contrario de la de Chiquito @ le quedaba pequefia. Las mangas apenas le llega ban alos codos. —Nunca me perdo- naré si algo le pasa 4 Chiquito. éPero como podria..? Lo que iba a decir no se materializé, Era comosi Jas palabras se hubieran enredado en su cerebro. —No perdamos tiempo. —E] chico lider se qui- taba y se ponia el sombrero—. Podemos pedir comida mientras los buscamos. No pueden es- tar muy lejos. Los nifios de la calle se dispersaron para asf abarcar todos los lugares que la extrafia mujer visitaba en el menor tiempo posible. Ya oscurecia cuando los rapazuelos, canss- dos de caminar, se reunieron en el parque, de- trds de los mismos arbustos donde unas horas antes su pequefio amigo y La Changua habian. desaparecido, —éLa vieron en alguna parte? —pregunté el chico-lider con ansiedad. No ~contestaron todos ala vez. “6 —No estaba por ningtin lado. {Qué harfa con Chiquito? —pregunté Llorén con ojos asusta- dos. A lo mejor es una bruja de verdad, y las brujas cocinan pontin... ~Cillese, Llorén, Nadie cree en brujas ni es- pantos, —Perico sintié ganas de coger a pufios a su amigo, Algunas veces Llorén lo desesperaba. —Ustedes son necios y no saben nada de nada. La Changua es solo una vieja loca. Seguro que Je da una buena tunda al pobre Chiquito y en- después lo deja ir pa‘que nos cuente y no la vol- vamos a fregar, El chico-lider parecia sentirse obligado a cal- mar a los otros. Eran una familia, por lo menos or un tiempo. El era el mayor y por lo tanto el encargado de poner orden y de tomar decisiones, Los chicos habfan sido abandonados en las ca- lles de la ciudad hacta una etemidad, de acuerdo con ellos. Perico solo recordaba a una mujer de largos cabellos oscuros. Era muy pequefio para acordarse de por qué terminé en la calle. Cuan- do tuvo conciencia de su existencia se encon- traba bajo el firmamento, en compaiifa de otros nifios que lo cuidaban porque él no podia defen- derse por sf mismo. ‘Un buen dia encontré a Llorén gimiendo de- trés de una caneca de la basura, Desde entonces eran compafieros de vida. El afio anterior habjan conocido al chico-Iider, formando una familia. Eso fue antes de que Chiquito se les uniera. Llorén le dijo a Perico que habia nacido detrés de un edificio, Eso era lo que le habfan dicho en el orfanato donde habfa vivido por varios afios. Una muchacha muy joven lo habia dejado alli teniendo tan solo unas horas de nacido, Lo trata- ban tan mal en el orfanato que se fugé tan pron: to se las arreglé para hacerlo. El chico-lider aseguraba que se habia perdido cuando era muy pequefio y que sus padres esta- ban esperdndolo en alguna parte. El pequefio grupo habia encontrado a Chiqui- to llorando en el parque hacia unos meses. Les 4s dijo que vivia con un nifio mayor que él, proba- blemente un hermano, quien se fue y nunce vol- vid, De alguna forma habia sobrevivido hasta que se unié a ellos. Una vez que contaron la vaga historia de sus vidas no volvieron a mencionarlas, Era doloroso para ellos hablar del pasado. Se hacta tarde, El sol se escondia detras de las montafias, Las sombras de la noche se aproxi- maban, jugando a las escondidas con los asusta- dos muchachos. Buscando calor y compafifa se apiiiaron sobre el césped a comer lo que habfan recogido aquiy alld. Los pasos cortos de al- guna persona se ofan a poca distancia. Un FX. susuro familiar rom- pidel silencio. —Es ella, de seguro que es ella, iAy, Diosito! —exclamé Perico, todavia temblando de solo pensar que podis haber sido él el desapare- cido-. Yo conozco sus pasos y su masculler. Miren, se senté alld, en la misma banca donde casi me pilla, Los otros se pusieron de pie para asegurarse de que lo que decta Perico era cierto y no estaba confundiéndola con otra persona, Lo tiltimo que esperaban ver era a La Changua en su banca fa- vorita, como si nada hubiera sucedido. Aunque ya oscurecfa, las coloridas ropas de la mujer bri- llaban en Ja distancia, No habia duda, era la mis- ma Changue en persona, —Estd sola —dijo Llorén, —éDénde esté Chiquito? —pregunté Perico. ~A lo mejor nos anda buscando por ah —dijo el chico-lider. Los nifios de la calle continuaron donde esta~ ban, sin hacer el menor ruido, esperando a que La Changua terminara de comerse algo que ellos no podian distinguir. Una vez terminada su cena, La Changua se recosté contra el espaldar de la banca, su mirada perdida en el cielo. Pare- cia estar esperando a que las estrellas decoraran elfirmamento. Habfa luna Ilena y todas las estrellas habfan salido para darle gusto a la mujer que sonrefa complacida, contemplando el fantéstico des- pliegue de belleza, Finalmente se puso de pie, ” jalé la talega y empez6 a caminer, mizando ha- cia el cielo de vez en cuando, —Tenemos que seguirla hasta que encontre- mos a Chiquito y también lo que guarda en su bendita bolse. Petico estaba ansioso por salir en biisqueda de su pequefio amigo. —No va a ser fécil seguirla en esta oscuridad —dijo el chico-Iider, guiando al grupo fuera del sitio donde se encontraban—. Callados, y man- ténganse tan cerea como sea posible. No pareefa muy seguro del plan, pero un lider no muestra debilidad. Asustados y en silencio emprendieron la jor- nada en busca de su amigo y miembro de la familia, la tinica que conocfan. Tenjan que man- tenerse unidos porque no tenian a nadie més, @ etl La persecucién al. Changua tomé una congestionada ave- nida hacia el sur de la ciudad, Con las luces de Jos automéviles y las del alumbrado puiblico, los muchachos no tenfan dificultad en seguir a la mujer, aunque esta caminaba con gran rapidez a pesar del peso de la bolsa, A menudo los faros de los vehiculos los encandilaban, haciendo que perdieran de vista el blanco de su persecucisn, teniendo que hacer grandes esfuerzos para vol- verlo encontrar. —éCuéndo iré a parar de caminar? —pregunté Llotén, arrastrando los pies~. Ya no doy pa'més. —No vamos a echar pa'trés ahora que ya esta~ mos en camino, Andele mano, usté es fuerte y 0 puede subir hasta el tope. —Perico no sabia por: qué Llorén era su mejor amigo siendo tan dife- rentes. Llorén era un miedoso, y a veces Perico: sentia ganas de ponerlo patas arriba y sacarle el miedo del cuerpo. —2Y si camina to’a la noche sin rumbo? Yo no puedo. —Llorén estaba a punto de abrir el grifo de lagrimas, Seguro que va pe’su casa. Ella se cansa como nosotros —dijo Perico con los ojos clavados en la mujer que caminaba adelante de ellos. La Changua, con movimientos bruscos y casi de un salto, atravesé la congestionada avenida. Los gamines creyeron perderla de vista, Con destreza y juvenil irresponsabilidad eruzaron la calle, haciendo ineresbles piruetas para esquivar Jos vehfculos que milagrosamente no los estam- pillaron contra el pavimento. Finalmente aleanzaron a la escurridiza mujer que subfa en direccién a las montaiias. Las luces empezeban a escasear y se hacia dificil no per- derla de vista, De alguna manera se las arregla- ron para continuar la persecucién. Caminaron y caminaron hasta dejar la ciudad Alvis, El lkimo grupo de casas empezaba a dese- parecer. Algunos ranchos se divisaban en los ce- 110s, iluminados por velas y limparas de petréleo. La vieja va pa’ Monserrate —murmuré Llo- yOn—. 2Vamos a seguirla montafia arriba? Esté muy oscuro, Seguro que nos perdemos. Claro que vamos a ir montafia arriba, No he- mos caminado to'este trecho y a estas horas solo. porque sf—dijo el chico-Lider. Pero... nunca hemos venido tan lejos de no- che —dijo Llorén en voz baja. Los sollozos no se hicieron esperar. ~Si tiene miedo, devuélvase y espérenos en el parque —dijo el chico-lider—. Estoy cansado de sus lloriqueos. A yo no me da miedo subir. 3 Sus asustados ojos delataban lo contrario. Sus compafieros sabian lo terco que era y que una vez decidido no se volverfa atrés, costara Jo que costara. El monte de Monserrate se erguia majestuoso sobre la ciudad, casi abrezdndola con su mole como si quisiera protegerla de todo peligro. La Tuna lena le daba a la noche un aire encantado y misterioso, iluminando el camino para que los ni- fios de la calle pudieran seguir ala evasiva mujer. —Llorén, apiirele, o quiere quedarse po'aqui solo —dijo Perico, esperando a que su amigo lo aleanzara. No querfa que el asustado chico se perdiera. Llorén no era capaz de sobrevivir una noche en la montafia. =No puedo, Perico. El susto se me entré bien dentro y no me deja mover las piernas. Tenga compasién amigo. Llorén se senté en el piso. Claro que puede. Le digo que puede. Pérese y andele. Ni se le ocurra volver a decir que no puede. Vamos —ordené Perico, jalando a Llorén. de un brazo. se

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