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JESVS | SEL JVDIO fot BoA dh GEZA VERMES JESUS EL JUDIO. Los Evangelios letdos por un historiador Traduccién del inglés de José Manuet ALVAREZ FLOREZ y ANGELA PEREZ “MOMinHEditores 2AMHAV ASSO Ogu) Ja 20a], rwwbairoitid mu toq roblal reilegwact rol Primera edicién: noviembre de 1977 Segunda edicién: mayo de 1979 a 4 aot, Titulo original: : JESUS THE JEW © 1973 William Collins Sons & Co. Ltd., London © 1977 de la traducci6n castellana para Espafia y América: Muchnik Editores S.A., Balmes 357, Barcelona, 6 Cubierta: CARLO WIELAND Depésito Legal: B.43.887-1977 ISBN: 84 7264005 1 segunda edicion Impreso en Espafia - Printed in Spain Imprime Graficas del Congost - Avda. Sgn tniiinas/n. - Granolters Estas paginas van dedicadas a la memoria de un amigo, estudioso judio del Nuevo Testamento, el mas destacado de su generacién, cuyos sobresa- lientes hallazgos en el campo de la investigacién evangélica son justamente célebres, y cuya muerte (el 9 de octubre de 1969) cred un inmenso vacio en el mundo de la erudicién y dejé un hueco per- ceptible en las vidas de los pocos que le amaron. PAUL WINTER 1904-1969 IN PIAM MEMORIAM aiden a PREFACIO .--nosotros los judfos conocemos (a Jestis) de un modo —en los impulsos y emociones de su judei- dad esencial— que permanece inaccesible a los gen- tiles sometidos a é1.* Durante estos tltimos afios, me han preguntado a menudo si esctibia mi libro sobre Jestis desde un punto de vista judio. La respuesta es si... y no. No est4 inspirado por actitudes judias tradicionales hacia «el fundador del cristianismo», y decididamente no pretende pintar un Jestis «judio» como contrapartida nominal del Jestis de las diversas iglesias, sectas y partidos que se proclaman fie- les a él. De otra parte, en la medida en que insiste en que un estu- dio convincente de Jestis de Nazaret debe tener en cuenta que los Evangelios contienen la historia y la doctrina de este galileo del siglo 1, exige un conocimiento especializado del tiempo en que vivid, de la historia, instituciones, lenguas, cultura y lite- ratura de Israel, tanto de Palestina como de Ja Didspora; y en este sentido es sin duda un libro muy judio. Este conocimiento, ademds, no procede de las dos guias * Martin Buber, Werke, vol. III, Kosel and Lambert Schneider, Munich Heidelberg, 1963, p. 957. 10 Jestis el Judto més notorias que suelen emplear los eruditos del Nuevo Testa- mento, el Drcctonarto Teoldgico de Kittel y el Kommentar zum Neuen Testament aus Talmud und Midrasch de Strack y Bi- Ilerbeck. Procede, por el contrario, de una investigacidn perso- nal de Jas viejas fuentes concretas palestinas. Me he dirigido a un amplio publico: cristianos, judfos, per- sonas no afiliadas a ningiin credo, eruditos y legos cultos. Los eruditos hallardn referencias a literatura antigua y moderna en Jas notas, pero los no especialistas habrén de tener en cuenta que no son indispensables para comprender el texto; se incluye ademés una guia bibliogrdfica para la generalidad de los lecto- res. Por lo que respecta a las obras contempordneas, menciono s6lo las que bien me han ensefiado realmente algo importante 0, empujdndome a reaccionar negativamente, me ayudaron a poner en orden mis propios pensamientos. Amigos y discipulos de Oxford y de la Brown University de los Estados Unidos, donde fui profesor visitante en el se- mestre de primavera de 1971, me han ayudado a aclarar mis ideas. Philip Alexander, que fue discipulo mio, hoy profesor Nathan Lanski de estudios judios postbiblicos en la Universidad de Manchester, ha lefdo los capitulos dos y tres, y varias de sus observaciones se incorporaron en mi manuscrito final, Mi esposa, ha repasado minuciosamente el manusctito y ha mejo- rado sustancialmente mi inglés; pero contribuyé también con su critica constructiva casi siempre, aunque destructiva a ve- ces, del propio contenido. Ademds, doy las gracias a la sefio- rita Judith Todd, por su notable trabajo editorial en nombre de los editores, y a mi alumno Robert Hayward, del Worthes- ter College, Oxford, por la laboriosa tarea de preparar los in- dices. Por ultimo, en vista del actual interés por Jestis, con «Jesus freaks» y «Jesus kids» que proclaman que «Jestis vive hoy», y miles de personas que acuden a disfrutar del famoso espectdculo musical «Jesucristo Superstar», debo indicar que Jests el Judio no puede compararse con nada de esto. Es el fruto de veinticinco afios de investigacién ininterrumpida en religién y literatura rabinica e intertestamental, incluyendo los «Manuscritos del Mar Muerto», la ahtigua interpretacién bibli- ca judia y la modernizacién (actualmente en curso) del monu- mental clasico de Emil Schiirer, La historia del Pueblo Judio Prefacio 11 en Tiempos de Jesucristo. En un futuro, que no espero dema- siado lejano, seguird a esto una investigacién sobre la auténti- ca doctrina del Maestro de Galilea: El Evangelio de Jess el Judio. Instituto Oriental, Universidad de Oxford. . ‘Gera Vermes ad DOS PALABRAS ACERCA DE LA BIBLIOGRAFIA La Biblia y la Apécrifa La mayor parte de las citas de las escrituras provienen, en la versién inglesa original de esta obra, de la New English Bible with the Apocrypha (Oxford y Cambridge University Presses, 1970). Cuando la NEB no logra comunicar el matiz de si cacién que pide mi razonamiento, prefiero la American Revised Standard Version (Nelson, London, New York, 1952) 0 mi pro- pia versién. Las citas que provienen de estas uiltimas dos fuen- tes han sido indicadas con RSV o con TA (traduccién del autor).* Las versiones «standard» de las Biblias Hebrea y Griega son: Biblia Hebraica (ed. R. Kittel y P. Kahle); Septuaginta id est Vetus Testamentum Graece (ed. A. Rahlfs) y Novum Tes- tamentum Graece (ed. E. Nestle y K. Aland). Estas tres obras fueron publicadas por la Wiirttembergische Bibelanstalt, Stutt- gart. Los mismos editores han publicado los mejores Evange- lios comparados en griego, Synopsis Quattuor Evangeliorum por K. Aland (1965). Las obras correspondientes en inglés son: Gospel Parallels: A Synopsis of the First Three Gospels por B. H. Throckmorton (Nelson, London, New York, 1949) y A Synopsis of the Gospels por H. F. D. Sparks (A. & C. Black, * La versién castellana de todas las citas es traduccién directa de la versién inglesa que da el autor. (N. del T.) 14 Jestis el Judio London, 1970). La primera de éstas se basa en la American Revised Standard Version, y la segunda en la English Revised Version. E] comentario mds difundido de ambos Testamentos, en un tomo, es Peake’s Commentary on the Bible, por M. Black y H. H. Rowley (Nelson, London, New York, 1962). También es Util la obra de A. E. Harvey Companion to the New Tes- tament (Oxford y Cambridge University Presses, 1970), que sigue la versién de la New English Bible. | La mejor introduccién a la Biblia Hebrea, a la Apécrifa ya la Pseudoepigrafa es The Old Testament: An I ntroduction; por O. Eissfeldt (Blackwell, Oxford, y Abingdon, Nashville y New York, 1966). The New Testament: An Introduction for the General Reader, de O. Cullmann (SCM Press, London, 1968) puede servir como primera guia al Nuevo Testamento. Aun nivel superior, el libro més util es Introduction to the New Testament de W. G. Kiimmel (SCM Press, London, y Abingdon, Nashville y New York, 1966). Véase también The New Testa- ment: The History of the Investigation of its Problems por el mismo autor y el mismo editor (1973). Pseudoepigrafa La tnica edicién completa en inglés de las escrituras reli- giosas no canénicas, llamadas Pseudoepigrafa, es The Apocrypha and Pseudepigrapha of the Old Testament II por R. H. Char- les (Clarendon Press, Oxford, 1913). Manuscritos del Mar Muerto Los textos no biblicos son accesibles en mi propia versién, The Dead Sea Scrolls in English (Penguin Books, Harmonds- worth and Baltimore, Md., 1968). Die Texte aus Qumran (Késsel, Munich, 1971) ofrece cémodamente el original en he- breo con Ia traduccién alemana de E. Lohse. Una bibliografia selecta puede hallarse en The History of the Jewish People in the Age of Jesus Christ por E. Schiirer, G. Vermes y F. Mi- lar (T. & T. Clark, Edinburgh, 1973), pp. 118-122. Dos palabras acerca de la bibliografia 15 Josefo Hay en Ja Loeb Classical Library una edicién greco-inglesa de las obras completas de Flavio Josefo preparada por H. St. J. Thackeray, R. Marcus y L. H. Feldman (Heinemann, London, y Harvard University Press, Cambridge, Mass., 1926-65). Véa- se History I de Schiirer, Vermes y Millar, pp. 43-63, en donde hay una introduccién y una bibliografia atinente. Filén La Loeb Classical Library ha publicado también una versién gteco-inglesa de Filén, a cargo de F. H. Colson y G. H. Whi- taker (1929-62). Ver también An Introduction to Philo Ju- daeus (Blackwell, Oxford, 1962). Literatura rabinica La lista siguiente contiene solamente introducciones genera- les y traducciones inglesas (y a veces francesas o alemanas) de las fuentes. Introducciones: Schiirer, Vermes, Millar, History I, pp. 68-118; H. L. Strack, Introduction to the Talmud and Midrash (Jewish Publication Society, Philadelphia, 1931); J. Bowker, The Targums and Rabbinic Literature (Cambridge University Press, Cambridge, 1969). Traducciones: La version standard de la Mishnah es la de H. Danby, The Mishnah (Ox- ford University Press, London, 1933). No existe traduccién completa de la Tosefta en ningdn idioma europeo. El Talmud de Jerusalén esté en francés, Le Talmud de Jérusalem por M. Schwab (Maisonneuve, Paris, 1871-89, reeditado en 1969); el Talmud de Babilonia existe en Jos treinta y cinco volime- nes en inglés de I. Epstein, The Babylonian Talmud translated into English (Soncino, London, 1935-52). Entre las interpreta- ciones biblicas u obras de la Midrash, figuran los diez volime- nes de Midrash Rabbah a cargo de H. Friedman y M. Simon (Songino, London, 1951); Mekilta deRabbi Ishmael...with an English translation por J. Z. Lauterbach (Jewish Publication Society, Philadelphia, 1933); The Fathers according to Rabbi 16 Jesés el Judio *. Nathan por J. Goldin (Yale University Press, New Haven, Conn., 1955); W. G. Braude, Pesikta Rabbati...translated from the Hebrew (Yale University Press, New Haven, 1968); Sipbre zu Numeri en la traduccién alemana de K. G. Kuhn (Kohlham- mer, Stuttgart, 1959), etc. Targums La tinica traduccién completa de los Targums es en latin y se encuentra en la Biblia Poliglota de Londres, de Brian Wal- ton (1657). Hay una versién inglesa algo arcaica de los Tar- gums al Pentateuco por J. W. Etheridge, The Targums of On- kelos and Jonathan ben Uxziel on the Pentateuch with the Fragments of the Jerusalem Targum from the Chaldee (1862-5, reeditada por Ktav, New York, 1968). La edicién de un cédice recientemente hallado, Neophyti I, por A. Diez Macho, trae una traduccién inglesa. Hasta ahora el Consejo Superior de Inves- tigaciones Cientificas, Madrid y Barcelona, ha publicado Géne- sis (1968), Exodo (1970) y Levitico (1971). Enciclopedias Las dos obras més importantes en inglés son: Jewish Ency- clopaedia, 12 tomos (Funk and Wagnalls, New York - Lon- don, 1901-5), y Encyclopaedia Judaica, 16 tomos (Keter, Jeru- salem, y Macmillan, New York, 1972). Nota acerca de los paréntesis En las citas de esctitos antiguos lo que va entre corchetes son reconstrucciones hipotéticas; entre paréntesis van palabras del autor destinadas a facilitar la comprensién del texto. : an” INTRODUCCION: DEL CRISTIANISMO A JESUS Creo... en un Sefior Jesucristo, unigénito Hijo de Dios, engendrado por su Padre antes de todos los mundos, Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdade- to de Dios verdadero, engendrado, no creado, de Ja t misma sustancia que el Padre, que hizo todas Jas : cosas, ; Que por nosotros los hombres, y por nuestra sal- vacién, bajé del cielo y encarné por el Espiritu Santo en la Virgen Maria, y se hizo hombre, y fue crucificado también por nosotros bajo Poncio Pila- tos. Padecié y fue enterrado y al tercer dia resucité, segtin las Escrituras, y ascendié al cielo, y se senté a la diestra del Padre. Y volverd de nuevo con gloria a juzgar a vivos y muertos. Y su reino no tendré fin. , EI Credo, especialmente la versién nicena, de la que se de- tiva la cita, es considerado por creyentes y no creyentes expre- sién auténtica, consagrada y sucinta de la quintaesencia de la fe cristiana. Légicamente, tres quintas partes del documento se centran en el foco de esta fe: Jestis el Mesias, la persona con- siderada lazo entre cielo y tierra, entre tiempo y eternidad. Pero Jo notable del retrato que resulta del Jestis del Cristianismo es la desproporcién absoluta entre historia y teologia, hecho e in- terpretacién. Al formular su profesidn de fe, la Iglesia muestra 18 — Jesus el Judio apasionado interés en la preexistencia y vida posterior gloriosa de Cristo, pero casi nada dice a los fieles de su existencia te- trestre, salvo que nacié y murid. El Credo fija un ancla histé- rica no en el propio Jestis de Nazaret, sino en Poncio Pilatos, aquel funcionario romano de segunda fila y de notoria crueldad. Sin embargo, segin Ja doctrina basica de la Iglesia, el Cris- tianismo es una religién histérica, en la que el conocimiento del Cristo divino y de los misterios del cielo, nace de las palabras y hechos de un judio galileo del siglo primero de la Era Cris- tiana, de un hombre firmemente emplazado en el tiempo y en el espacio. Todo lo relativo a él procede, no del Credo, sino de Jos Evangelios, y concretamente (desde el punto de vista histd- tico) de los primeros Evangelios Sindpticos de Marcos, Mateo y Lucas. Desde luego, ni siquiera éstos se concibieron como registro objetivo de hechos, ni aun como crénicas populares. Pero se hallan en general més cerca del Jess de la historia en tiempo y estilo de exposicién, que el ultimo de los cuatro, el Evangelio spiritual de Juan el Divino! Para el cristiano creyente el Jestis de Ja historia y el Cristo de Ja fe son uno y el mismo. Para él, hay coherencia (identidad incluso) entre la imagen del Evangelio y la que ofrece el Credo; aunque pueda admitir que el primero es un esboz0 inicial que precede a la obra maestra definitiva del artista, un retrato imr perfecto que conduce al perfecto por desarrollo interno, directo y legitimo. En contraste con estos imperativos de Ja fe, los temas que autor y lector explorarén juntos se relacionan con Ja significa- cién primitiva, genuina, histérica de palabras y hechos recogi- dos en los Evangelios. Lo que se cree que pueden significar es cosa de tedlogos; 1a tarea del historiador es descubrir el signi- ficado original de su mensaje. Con este fin, se utilizard profu- samente el legado literario de los judios palestinos y de la Dids- pora desde los ultimos doscientos afios del periodo precristiano a los primeros siglos de Ja Era Cristiana: los Apécrifos y la Pseudoepigrafa; Filén, Josefo y las inscripciones judias; los manusctitos descubiertos en el desierto de Judea y los viejos textos rabinicos. Y estas fuentes no se tratarén sélo como telén de fondo, sino como testimonio. No serén simples auxiliares para resolver los dilemas que plantea el Nuevo Testamento, inn portayoces independientes capaces, de vez en cuando al Introduccion: del cristianismo a Jess 19 menos, de guiar la investigacién, de sugerir el 4ngulo de enfo- que correcto e incluso los interrogantes que deban plantearse. Hemos de subrayar que esta investigacién histérica de los Evangelios no la motiva impulso alguno de critica destructiva. Nace, por el contrario, de una busqueda dedicada y constante del hecho y la realidad, sin ningtin compromiso sentimental con Ja tragedia de Jestis de Nazaret. Si, tras leer este libro, el lector reconoce que este hombre, al que distorsionan por igual el mito cristiano y el mito judio, no fue, en realidad, ni el Cristo de la Iglesia ni el apéstata y espantajo de la tradicién popular judia, quials se haya iniciado la tarea de pagarle una muy antigua PRIMERA PARTE: EL ESCENARIO ah, I. JESUS EL JUDIO Casi todos, admitanlo o no, abordan los Evangelios con ideas preconcebidas. Los cristianos los leen a la luz de su fe; los judfos, con la carga de viejas suspicacias; los agnésticos, por sentirse escandalizados; y los especialistas profesionales del Nuevo Testamento con las anteojeras de su oficio. Pero un hombre culto deberia poder sentarse y leer, vacia Ja mente de prejuicios, los relatos de Marcos, Mateo y Lucas, como por primera vez. El Evangelio bdsico se presenta como crénica de la vida de Jestis desde su aparicién en piblico con Juan el Bautista al des- cubrimiento de su tumba vacia, estructura biogrdfica a la que se incorporan extractos de dichos a él atribuidos. Esta estruc- tura primaria ha sobrevivido en Marcos. Los otros dos evange- listas la preceden con relatos prefaciales sobre el nacimiento y juventud de Jestis, de motivacién exclusivamente teoldgica; son distintos del principal cuerpo evangélico, que en ningin punto les presta atencién. También tienen los tres Evangelios un epilogo sobre Jas apariciones de Jestis a sus discipulos tras su resurreccién, afiadido que no logré introducirse en la pri- mera tradicién manuscrita de Marcos,’ peto que se inserté sin dificultad en las de Mateo y Lucas. Como Ja tarea de establecer el valor histérico del relato Si- néptico, es siempre 4rdua y a menudo casi improba, no preten- do reconstruir el auténtico retrato de Jestis, sino, con més modestia, determinar cémo los autores de los Evangelios, ha- 24 = Jestis el Judio ciéndose eco de la tradicién primitiva, deseaban que se le cono- ciese. ¢Qué juzgaban ellos importante en ély qué secundario? gEn qué abundaron y en qué recortaron y pulieron? ¢Quién fue, en suma, el Jess de los Evangelistas? Datos personales El Evangelio principal, el de Marcos, sporta la siguiente informacién personal: Nombre: Jestis Nombre del Padre: José Nombre de la Madre: Maria ; Lugar de nacimiento: No se menciona a Fecha de nacimiento: No se menciona Domicilio: Nazaret de Galilea ivil: No se menciona : t ee Carpintero (?); también exor"’ 7 cista y predicador itinerante , a . El certificado de defuncién podria cumplimentarse cot mayor detalle: 4 : Lugar de defuncidn: Jerusalén defuncién: «Bajo Poncio Pilatos», entre ef =e 26 y el 36 de la Era Cristiana Causa de fallecimiento: Crucifixién por orden del pre- fecto romano Lugar de enterramiento: Jerusalén Antecedentes familiares Aparte de los relatos de infancia? que en todos los casos introducen un elemento de duda en la cuestin de Ja paterni- dad, sdlo aparece el nombre del padre de Jestis en Lucas y de forma imprecisa en Mateo. no «gNo es éste el hijo de José?» ? , ‘ «éNo es el hijo de [José] el carpintero?» Jess el Judio 25 El mismo pasaje incluye también la forma griega del nom- bre de su madre, Maria o Mariam, y (a menos que afecte al juicio del lector la posterior creencia en la virginidad perpe- tua de Marfa) los nombres de sus cuatro hermanos, Jacob, José, Juda y Simén, y mencién de sus varias hermanas.> EI principal Evangelio, frente a los relatos sobre el naci- miento que aparecen en Mateo y Lucas, no dice dénde nacié Jestis. En realidad, parece dar por supuesto que su lugar de nacimiento fuese Nazaret, el insignificante pueblecito galileo donde vivian él y sus padres. La tnica alusién indirecta a su fecha de nacimiento dice que su edad es de unos treinta afios cuando le bautiza Juan, en el afio quince del reinado de Tiberio, probablemente entre el 28 y el 29 de la Era Cristiana’ Aunque hubiese en su grupo durante su ministerio varias mujeres, jamds se le menciona esposa. No parece que dejase una en casa, como aconseja hacer a sus posibles discfpulos,”? 0 como hacfan ciertos ascetas judios de edad madura, los terapeutas, segin Filén de Alejandria® Tampoco le describen los Evange- Jios como viudo, asi que hemos de suponerle soltero, algo poco usual pero no insdélito entre los judios de su época, como se verd en un capitulo posterior” Jesas el carpintero Su profesién seglar no es segura. Segtin la tradicién era car- pintero y aprendié el oficio de su padre, pero basase esto en Ja frdgil prueba de que tras su primero y Ultimo sermén en la sinagoga de Nazaret, los aldeanos no podian comprender cémo podia haber adquirido tan gran sabiduria «el carpintero»,” o «el hijo del carpintero»."' ¢Era é1 mismo carpintero, 0 sélo hijo de un carpintero? Las expresiones confusas en el texto gtiego de los Evangelios indican normalmente, bien una dificultad doctrinal que segin algunos exige reformulacién, o bien un problema lingiiistico para expresar en términos helenisticos algo tipicamente judfo. Aplicase aqui lo segundo. Los congre- gados en la sinagoga dicen asombrados: «¢De dénde lo saca?» «¢Qué sabiduria es ésta?» «éNo es éste el carpintero/el hijo del carpintero? »” 26 ~— Jestis el Judio Ahora bien, los familiarizados con el lenguaje que hablaba Jestis, saben del uso metaférico de «carpintero» e «hijo de or pintero» en las antiguas escrituras judias. En Jos textos tal- mitidicos el nombre atameo que significa carpintero 0 artesano (naggar) equivale a «sabio» o «erudito». Esto es algo que ningdn carpintero, hijo de car- pintero, puede explicar.* 7 ; No hay ningtin carpintero, ni hijo de carpintero, para explicarlo.’* Asi, aunque nadie pueda estat absolutamente seguro de que las expresiones citadas en el Talmud se usasen ya en la pene del siglo 1 de la Era Cristiana, es probable que esta clase ie proverbios fuesen muy antiguos. Si asi fuera, es posible que la bella imagen de «Jestis el carpintero», haya de enterrarse y olvidarse.’® Jesas el exorcista Hiciese lo que hiciese para ganarse la vida antes de entrar en Ja vida publica, el Nuevo Testamento establece apn que durante su ministerio Jestis no practicd profesién aryl sino que se dedicé exclusivamente a actividades religiosas. Los autores de los Sinépticos nos lo presentan undnimemente como exorcista, curador y maestro. Subrayan también que la profun- disima impresién que Jesds causé entre sus contemporaneos de- rivaba de su control sobre demonios y enfermedades, y del poder magnético de su predicacién. Se afirmaba de él que habia definido una vez su misién en los siguientes términos: «Hoy y majfiana arrojaré demonios y haré curacio- i 17 nes; al tercer dia alcanzaré mi meta». En Galilea, ésta fue claramente su principal ocupacién. Le llevaron cuantos estaban enfermos 0 endemonia- dos... Curd a muchos de diversas enfermedades y expulsé demonios.”* Jestis el Judio 27 Y asi recorrié Galilea... arrojando demonios.” Ademés de estas referencias sumatias, los Evangelios Sinép- ticos enumeran seis episodios concretos relacionados con el exor- cismo. Cuatro de ellos, los tinicos que aparecen en Marcos, des- ctiben como posesién diabédlica lo que parece enfermedad men- tal o nerviosa. El endemoniado de Gerasena era un loco peli- groso que andaba desnudo, se heria repetidamente a si mismo, y al que tenfan que encadenar.” El muchacho cuyo demonio no pudieron expulsar los discipulos era un epiléptico, posiblemen- te sordomudo.” El exorcizado de la Sinagoga de Cafarnatin, temblaba y era victima de convulsiones.” Mds vagamente, la hija de la mujer de Tiro era atormentada mientras estaba po- seida pero permanecia pacificamente tendida en la cama des- pués de expulsar a su espiritu impuro. En otros casos, ausentes en Marcos y posible versién doble de la misma historia, se considera la posesién causa de sordera, o de sordera y ceguera combinadas.* Los doce apéstoles de Je- stis,* asi como sus setenta (o setenta y dos) discfpulos, son considerados también exorcistas generalmente de éxito,” y para gran indignacién de Juan, hasta se vio una vez a un no discfpu- lo expulsar demonios en nombre de Jestis.” En contra de la medicina popular judfa,* los Evangelios nada dicen de un ritual de exorcismo. La expulsién concreta se describe cuatro veces y, con excepcidn de la efectuada in absen- tia por una mera declaracién,” siempre sigue a una orden di- recta: «jCéllate!» ' «;Fuera, espiritu impuro, sal de este hombre!» «jEspiritu mudo y sordo, yo te lo mando, sal de él y jamés vuelvas!» * El ultimo ejemplo es el tinico caso en el que se ordena al demonio irse permanentemente y no volver cuando su exilio en el desierto se haga demasiado insoportable.* :Implica esto que en otros casos, empleando la jerga psiquidtrica contempord- nea, habia unicamente una remisién temporal del mal? Hemos de decir a este respecto que el psiquiatra al que consulté sobre el asunto de si Ja mayorfa de las enfermedades exorcizadas 0 28 = Jestis el Judio curadas en el Nuevo Testamento podian identificarse como his- teria, tras darme una calificada respuesta afirmativa, me dijo que le gustaria saber la proporcién de curaciones del tratamien- to y el estado de salud de los pacientes seis meses después... La historia del demonio llamado «Legién» que quiso tratar con Jestis y obtuvo una sentencia comparativamente leve (trans- ferencia a la piara local) puede parecer extraordinaria, pero no es insélita en la antigua literatura judia, como luego veremos.* Hay otro curioso rasgo del Evangelio que merece citarse: la excelencia del servicio secreto demonfaco.* En el relato de la tentacidn, Satanés desafia a Jess a que pruebe que es «el hijo de Dios»;* sus segundos temen a Jestis, sabiendo que él es «el Santo de Dios»,” «el Hijo de Dios» ® y el «Hijo del Altisi- mo».” : i Jesus el curador No siempre resulta facil trazar una linea que diferencie exorcismo y curacién en los Evangelios, pero a efectos practicos el factor de diferenciacién més de fiar parece ser el tratamiento que aplicaba Jestis a sus pacientes. El exorcismo se practica siempre sélo con palabras, pero, con la excepcién de la cura verbal de un paralitico,® las curas fisicas entrafian Ja ejecucién. de un rito, rudimentario casi siempre y complejo a veces. Descontando las alusiones a la curacién masiva de Cafar- natin,” en las riberas del lago,” y las realizadas en Galilea, donde la gente «recorria todo aquel pats y Ilevaba a los enfer- mos en camillas a cualquier lugar donde se dijese que estaba», y en «caserios, pueblos y ciudades», donde «dejaban al enfermo en la plaza del mercado»,® prescindiendo también del intere- sante detalle de que pese a la incredulidad de Nazaret, aun rea- lizé algunas curas alli," los Evangelios incluyen doce relatos de curaciones concretas aunque algunas se tengan por repeticiones. Distribuidas segtin la enfermedad, tres aluden a curaciones de ceguera,*® dos de lepra,* una de fiebre,” otra de hemorra- gia," otra de brazo seco,” otra de sordomudez,” otra de pard- lisis" otra de cojera ® y otra de hidropesia.¥ En la mayorfa de los casos los Evangelios testimonian que hubo algtin tipo de contacto corporal entre curador y enfermo. Jestis el Judio 29 Jestis practicé la imposicién de manos en Nazaret;* hizo lo mismo con la mujer paralitica; cogié las manos de la suegra de Simén;* tocé a los leprosos ” y a lus ciegos ® y le tocaron muchos enfermos® y la mujer que padecia hemorragia.® En este Ultimo caso, se dice que Jestis percibié que «habia salido poder de él». En dos casos se realiza un ritual en privado. En el primero, Jestis pone su dedo en los ofdos del sordomudo, toca su lengua con saliva y da la orden: «jAbrios!» ® En el segundo, el ciego de Betsaida se cura después de que Jestis le escupe en los ojos y posa su mano en él dos veces.® No se dice cémo se curd el hombre que tenia somnolencia, o los diez leprosos * (si por contacto o sin él) pero se citan tres casos en que se realiza una cura sin ningtin intercambio téc- til entre Jestis y el paciente. En dos de estos casos se atribuye el milagro a fe, concretamente en Ia curacién del mendigo ciego de Jericé © y en la del siervo del centurién de Cafarnatin.* En el segundo caso, el contacto era fisicamente imposible porque el enfermo yacia paralitico en su casa. , El método de curar sélo por orden («jEstira tu brazo!») es digno de mencién por ser la tinica curacién emplazada por la tradicién sindptica undnime en dia s4bado.” El hablar no podia considerarse «trabajo» que infringiese la ley que gobernaba el dia judio de descanso.* Ha de afiadirse que con sus poderes de exorcismo los doce apéstoles recibieron también el don de curacién. Su método de tratamiento era, sin embargo, el mds convencional de ungir a Jos enfermos con aceite,® aunque en los Hechos de los Apésto- Jes se haga referencia a curaciones por orden y por imposicién de manos.” Otros milagros Los relatos de la resurreccién de la hija de Jairo, y del hijo de la viuda de Nain, apenas difieren de cualquier curacién or- dinaria. Jestis toma la mano de la nifia que, en su opinién, no esta muerta, y le dice en arameo que se levante.” Asimismo, toca el féretro del joven y le ordena que se ponga en pie.” He. mos de subrayar, antes incluso de que el asunto se analice mds : RR TE TL 30 Jestis el Judio detenidamente,” que nunca se nos muestra a Jestis pteocupado por mancharse ritualmente por el contacto con un cadaver. Na- die puede ser curador y preservarse de la enfermedad y la muerte, ni exorcista y tener miedo del diablo. Comparados con la insistencia abrumadora de los Sindp- ticos en la curacién de enfermedades mentales y fisicas, los demés milagros atribuidos a Jests son numéricamente insigni- ficantes. El de aplacar la tormenta del Mar de Galilea,™ y el de alimentar a una gran muchedumbre con unos cuantos panes y peces,” debe situarse junto a otros relatos judios de milagros de similar naturaleza. Otros parecen ser afiadidos secundarios: por ejemplo, la historia de Jestis caminando sobre las aguas de noche,” la insdlita pesca de Pedro y sus colegas %® y el ha- Ilazgo oportuno que realiza el indigente Pedro de un pez con una moneda en Ia boca que tiene el valor justo para permitirle pagar su propio impuesto del templo y el de Jestis.” Jesas el maestro Los Evangelios retratan desde el principio a Jestis como un predicador popular e incluyen varios tipos de ensefianzas a él atribuidas. Algunas quizdés se nos hayan transmitido intactas, pero otras son reformulaciones de las originales hechas por la Iglesia primitiva, y otras auténticas interpolaciones destinadas a fundamentar en Ja autoridad derivada de «las palabras del Sefior» creencias en boga en una etapa posterior de desarrollo doctrinal. No pretendo siquiera, de momento, diferenciar lo auténtico de lo que no lo es, sino sdlo determinar qué clase de maestro era Jestis segdn los evangelistas. El andlisis no se ocuparé tanto del contenido como de la forma de su predica- cién, y de la impresién que causaba en oyentes predispuestos. En contra de la practica de Jos esenios que preservaban sus ensefianzas sdlo para iniciados,” e imitando a Juan el Bau- tista, Jestis dirigié en Galilea sus predicaciones a cuantos tenfan oidos para ofr; o més bien, a todos los judios con oidos para ofr, pues jamés proyecté una misién sistemdtica entre los gen- tiles. «Fui enviado a las ovejas perdidas de Ja casa de Istael, y sdlo a elas». Jestis el Judio 31 Pero incluso dentro de Israel, prefirid a los incultos, los pobres, los pecadores y Jos marginados sociales.” A todos Ilamé al arrepentimiento y dijo a todos que el advenimiento del reino de Dios al mundo era inminente. «Ha Ilegado la hora; el reino de Dios esta sobre vosotros; arrepentfos y creed Ja palabra de Dios».® Su mensaje ético dirigfase a todos y a cada uno, como sus pardbolas, forma de ensefianza homiliar usual entre los predi- cadores rabinicos. Decir que las empleaba para ocultar el con- tenido de su mensaje ™ es una explicacién falaz y tendenciosa. A los no judios, ajenos a los métodos de ensefjanza palestinos, debfa resultarles diffcil comprender algunas, y serian ellos, no los discipulos directos de Jestis, los que precisarian que todos los detalles del simil se les explicasen. El método judio, también tradicional, de predicacién a tra- vés de la interpretacidn biblica, se cita menos en los Evangelios, aunque quizds se trata de algo accidental. Sin embargo, si Je- stis fue primordialmente un maestro de moral, podria esperar- se que mostrase predileccién por el tipo de sentencias breves, piadosas y coloristas, el tipo de Jogias rabinicas que Ilenan las péginas de los Proverbios de los Padres de la Mishnah. Jess ensefié varias veces en sinagogas ® y pronuncié una vez el ser- mén litGrgico después de leer la leccién profética del dia en Nazaret.* ¢Diferia la predicacién de Jestis de la de sus contemporé- neos? Si, afirman los evangelistas, en tanto que, a diferencia de los doctores de la ley, él hablaba con autoridad.” Los comen- taristas del Nuevo Testamento ven normalmente en esto un con- traste entre el método de ensefianza de Jestis y la costumbre de los rabinos, que acudian a una doctrina legalmente vincu- lante en nombre del maestro del que Ja habian aprendido, que teéricamente la recibia de una cadena de tradicién rastreable hasta Moisés. Pero Jestis, sin embargo, distaba mucho de ser especialista en la ley judia, y es en consecuencia impropio com- parar su estilo de instruccién con el de las academias rabinicas posteriores. Lo més probable es que la gente viese los exorcis- mos y curas como confirmacién de la ensefianza de Jestis. Por 32 Jestis el Judio cjemplo, fue cuando se sintieron conmovidos y sobrecogidos al verle expulsar el demonio, cuando los que le ofan exclamaron: «eQué es esto? {Un nuevo tipo de ensefianza! El habla con autoridad. Cuando da érdenes, hasta los espiritus impuros se someten».* Esta interpretacién parece claramente preferible a la gue opone la autoridad de «escribas» de los rabinos a la autoridad profética de Jestis.” Si adoptaba un estilo personal de ensefianza, ¢era su doc- trina una novedad en si misma? ¢Rechazaba él o contradecia alguna creencia basica del judaismo? Descontando pasajes que Je muestran hablando superficialmente de ciertas costumbres no incluidas en las escrituras alas que otros maestros atribuian gran importancia, o interpretando un versiculo biblico en un sentido distinto del que habitualmente se le adscribia, tenemos atin un texto crucial que parece mostrarle «en contradiccién con su judaismo heredado»,” es decir, el que se tefiere a los alimentos puros e impuros.” : La polémica nace de las quejas de los fariseos contra los discipulos de Jests porque no respetaban la tradicién del lava- do de manos ritual antes de las comidas, con el riesgo de que Jas manos sucias hiciesen impura la comida y causaran asi im- pureza. A juzgar por Ja respuesta que da en Mateo, Jestis con- sideraba trivial toda la cuestién de Ja limpieza externa frente a Ja impureza moral. «Cuanto entra en la boca pasa al vientre y se expele en la letrina. Pero lo que sale de la boca procede del corazén; y eso es lo que hace impuro al hom- bre. Malos pensamientos, homicidios, adultetios... falso testimonio, blasfemia...» ” Pero en Marcos, el texto est4 tan alterado que casi es obli- gado concluir que Jestis rechazaba la ley dietética judia basica. «No veis que nada de lo que viene de fuera puede hacer imputo al hombre, porque no entra en su co- razén sino en su vientre y luego es expelido a Ja letrina?» Ast declaré limpios todos los alimentos.” Jestis el Judio 33 Pero si los discipulos entendieron en este sentido las pala- bras de Jestis, gpor qué reaccionaron ellos, y sobre todo Pedro, que planteé la cuestién a Jests y recibié la respuesta de éste, con tanta firmeza contra la posibilidad de comer alimentos pro- hibidos, no kosher? Pensemos que cuando el jefe de los apés- toles recibe el mandato en una visién, a través de una voz celes- tial, de comer toda clase de carne, en vez de exclamar, «jClaro, ahora recuerdo las palabras del Sefior!» muestra sorpresa e in- dignacién.* Hubiese sido de esperar, ademds, que Pablo acu- diese a la recomendacién de su Sefior cuando decidié apartarse de las leyes ceremoniales judias.® Dadas las circunstancias es razonable preguntarse si puede discernirse una frase significativa en arameo bajo la glosa grie- ga de Marcos, «asi declaré limpios todos los alimentos» (lite- ralmente, «putificd todo alimento»). Se ha indicado ya que la palabra «alimento» se empleaba metafdricamente por «excre- mento»,” peto a esto ha de afiadirse que un eufemismo posible para indicar letrina, «el sitio» (duja), podria invitar a un juego con el verbo «estar limpio» (deja): «... no entra en su corazén sino en su vientre, y pasa asi al sitio” donde todo excremento ”se expurga”...» Esta hipotética exégesis tiene el apoyo indi- recto de la versién semita mds vieja de Marcos de que dispo- nemos, la Ilamada recensién sinaftica del Evangelio siriaco. Per- cibiendo, digamos, el juego de palabras subyacente al texto grie- go, el traductor sustituye «sumidero» por el eufemismo «ex- pulsa» y resulta la frase: «...entra en su vientre y es arrojado en la purga que expurga todo alimento».” Si se acepta esta interpretacidn, el vinico conflicto doctrinal manifiesto entre Jesis y el judafsmo se debe a la alteracién deliberada de una frase probablemente auténtica de Jestis por parte del redactor del Marcos griego. Por aquel entonces la ctistiandad gentil necesitaba y aceptaba de buen grado una rati- ficacién formal en la ensefianza evangélica del abandono de las leyes y costumbres de Israel por parte de la Iglesia.* Actitudes y reacciones ante Jesiis Exorcista, curador y predicador itinerante, Jestis aparece retratado por los Sinépticos como una persona hacia la que sus 34 Jestis el Judio contempordneos rara vez, o nunca, permanecieron indiferentes. Sus reacciones no fueron, ni mucho menos, siempre favorables, pero, tampoco fueron, por otra parte, generalmente hostiles. Un pequefio grupo de devotos, gente sencilla de Galilea, se unieron a él desde el principio («después de haber sido encar- celado Juan»)® y se convirtieron en sus compafieros de viaje. Los Doce, un grupo atin mds pequefio, fueron elegidos luego para ser sus discipulos por excelencia.™ Tanto influyé en ellos la poderosa personalidad de Jestis que dejaron todo para se- guirle: trabajo, bienes y familia." Sin embargo, por muy he- roicos que Ilegasen a ser tras la muerte de Jestis, consagrandose por entero a la continuacién de su obra, no nos los pintan los Evangelios como particularmente habiles para comprender el pensamiento y las predicaciones de su maestro mientras vivid,” ni valientes en el momento de su prueba, cuando todos le aban- donaron. En realidad, permanecieron ocultos durante casi dos meses hasta su primera reaparicién en publico consignada.™ Jess tuvo un gran éxito entre las masas galileas. Se forma- ron grandes grupos que le acompafiaban en cuanto corria el rumor de que andaba curando a los enfermos,'® o simplemente cuando viajaba." Predicé a las multitudes en Cafarnain-y en las riberas del lago,” y pronto adquirié tal renombre que «no podia ya entrar en ningtin pueblo, y habia de quedar fuera en campo abierto».'* Aunque al parecer su fama desperté también curiosidad fue- ra de Galilea, no se le describe como visitante aclamado en reas no judias. Los habitantes de Gerasa le pidieron que abandonase su territorio," y, como judio de camino a Jerusa- lén, se le retrata como persona non grata en Samaria.” En cuanto a Judea, sdlo dos ciudades, segiin los Sindépticos (que sélo aluden a un breve viaje a la provincia del Sur), le rindie- ron pleitesfa: Jericé '” y Jerusalén. Sin embargo, en dos de los tres pasajes de Marcos la multitud de Jerusalén se halla en el recinto del Templo, es decir en un Jugar donde inmediatamente antes de la Pascua judia se reunian siempre grandes grupos, es- tuviese o no Jestis presente.’ La tercera referencia de Marcos, Ja de la entrada triunfal en Jerusalén, habla de que «muchos» cubrian el camino con sus capas," y el relato paralelo de Mateo habla de «multitudes»."5 Lucas, por otra parte, atribuye con claridad, y esta vez posiblemente con justeza, toda la ruidosa y Jestis el Judto = 35 feliz bienvenida, no a las multitudes de Jerusalén, sino a «todo el grupo de sus discfpulos»."* De cualquier modo que este re- Jato se interprete, no hay duda de que los evangelistas dan la impresién de que la popularidad de Jestis en Judea y en Jeru- salén no igualaba a la que posefa en su propio pais. Jestis y Juan el Bautista La verdadera relacién entre Jestis y sus seguidores, y el gru- po dirigido por Juan el Bautista, es mds dificil de determinar. E] objetivo de los autores de los Evangelios era, sin duda, dar una impresién de amistad y estima mutua, pero sus tentativas adolecen de superficialidad y un andlisis mas detenido de las pruebas, claramente fragmentarias, sugiere que, al menos al nivel de sus respectivos discfpulos, no faltaban sentimientos de rivalidad entre los dos grupos. El que Jestis acudiese a Juan para recibir el bautismo basta para demostrar el impacto inicial del Bautista sobre él. Marcos tiene poco mds que decir sobre el tema, salvo establecer una distincién entre los dos citculos religiosos,"” e informar de la curiosa creencia, compartida por el tetrarca Herodes y otros, de que Jestis era una especie de reencarnacién de Juan, un Juan redivivus."® Junto con los otros Sindpticos, también relaciona una polémica entre Jestis y los sumos sacerdotes, los jueces y Jos ancianos respecto al origen, divino o humano, del bautismo de Juan sobre lo cual ningtin grupo manifiesta abiertamente lo que piensa." Mateo y Lucas, en contraste con Marcos, expresan los sen- timientos de Juan hacia Jestis, asi como los de Jestis hacia el Bautista. En su primer encuentro, segtin estos dos evange- listas, Juan reconoce Ja superioridad de Jestis.2° Més tarde, cuando es encarcelado, se dice que envid a dos de sus discipulos pata que pidiesen a Jestis que manifestase formalmente si era él «el que ha de venir», o si aun debian esperar a otro.” Je- sts, ocupado con las curaciones, no quiso dar una respuesta di- recta y su mensaje toma la forma de una cita libre de varios versos de Isaias, que anuncian todos consuelo y cura. Jestis, por su parte, proclama a Juan el mayor de la larga 36 = Jestis el Judio serie de profetas israelitas, aquel en el que se cumplen las pa- labras de Malaquias, es decir, el regreso de Elias, precursor del Mesjas."* Al mismo tiempo, se nos cuenta que dijo que, aun- que Juan quizdés fuese el mayor de los hombres, «el mds pe- quefio en el Reino de los Cielos es mayor que él». Y de la interpretacién de este comentario de Jestis, y de la pregunta del Bautista sobre el papel de Jestis, depende la valo- racién correcta del material no marquiano respecto a los dos hombres. Pues (suponiendo que sea histdricamente concebible que el encarcelado Juan enviase mensajeros a Jestis, con las subsiguien- tes implicaciones de una administracién penitenciaria notable- mente ilustrada bajo Herodes Antipas, con horas de visita y un medio de comunicacién abierto con el mundo exterior), ¢cudl puede ser el significado de «¢Eres ti el que tiene que venir, 0 debemos esperar a otro?» ™ Dado que, y debe subrayarse, esta pregunta se planted después de que Ilegasen al Bautista (que, segtin Mateo, habia reconocido el papel de Jestis cuando le bautiz6) las noticias de «lo que Cristo estaba haciendo»,° las palabras citadas expresan inevitablemente duda: se esperaba que el Mesjas hiciese algo més que curar y exorcizar, asf que si ti eres el Mesias, aprestirate a probarlo. Jestis eludié la peti- cién implicita, reafirmé su misién curadora, y reprendié indi- « rectamente a los que tenfan tan poca fe en él: «jFeliz es el hombre que no halla en mi motivo de tropiezo!» La aparente pulla que contiene la alabanza que Jestis hace de Juan («el mds pequefio en el Reino de los Cielos es mayor que él») ha desconcertado a més de un intérprete. Unos han visto en ella un contraste entre la gloria futura de los elegidos y la grandeza terrena de Juan. Otros identifican «el reino» con el reino del espiritu, consecuencia del ministerio de Jestis, que Pertenece a una esfera superior a la del mundo del Bautista. Otros interpretan la frase, «el mds pequefio del Reino», como una descripcién de Jestis en cuanto siervo de Dios. Las dos pri- metas interpretaciones son demasiado teoldégicas para que las analice seriamente un historiador, pero la tercera es plausible, Jestis el Judio 37 al menos en Io relativo a su aceptacién como una referencia a Jestis. El concepto mismo de siervo se hace menos relevante si recordamos que en arameo y en hebreo la frase «el ultimo», «el mds pequefio», puede utilizarse en el sentido cronoldégico para designar a la persona més joven o a la ultima en una serie. Los evangelistas crefan que Jestis era el tiltimo enviado de Dios, y aunque no es en absoluto seguro que las palabras fuesen las del propio Jestis, su significado es: Juan fue muy grande, pero yo lo soy més. Si esta explicacién es correcta, puede inferirse que los dis- cipulos de Jestis afirmaban sin vacilacién alguna la preeminen- cia de su maestro sobre Juan. Un eco de esta atmésfera de riva- lidad aparece en los Evangelios en la tentativa de los apéstoles de silenciar a un extrafio que se atrevié a arrojar demonios en nombre de Jestis,* asi como en la queja de los seguidores de Juan, preservada sélo en el Cuarto Evangelio, de que el bautis- mo que hacia Jestis era impropio e irrespetuoso hacia su maes- tro. El conflicto planteado por Ia admiracién de Jess hacia el Bautista, y la rivalidad de los dos grupos de discfpulos, se re- solvié con el compromiso de que Juan, reconocido como el pre- cursor, admitiese la superioridad de Jests cuando le bautizé o, mejor aun, cuando ambos estaban en los vientres de sus ma- dres.! Sin embargo es interesante advertir que, en contraste con esta afanosa insistencia en Ja precedencia de Jestis sobre Juan, Marcos se da por satisfecho con una presentacién directa de Jestis como sucesor de Juan, sin analizar su relacién més alla de la exégesis, implicita, del versiculo 40:3 de Isaias: «Prepara un camino para el Sefior a través del desierto, traza una senda a través del desierto para nuestro Dios». Criticos y adversarios de Jesis Era inevitable que Jestis, como excepcional y polémico maes- tro religioso, encontrase critica y hostilidad lo mismo que res- peto y amor, pero, curiosamente, la primera oposicién vino de Jos més proximos a él, sus familiares y conciudadanos de Na- zaret. Cuando sus parientes oyeron de sus curas, exorcismos y predicaciones, se apresuraron a contenerle, pues decian: 38 ~~ Jess el Judio «Ha perdido el juicio».!” La escandalosa incongruencia de esta afirmacién es la me- jor garantia de su autenticidad, y la variante de Marcos «pues la gente decfa que estaba loco», asi como la ausencia de ejem- plos paralelos en los Sinépticos, se deben sin duda a una pri- mitiva tendencia «censora» de la tradicidén cristiana en evolu- cién, Se trata ademés, es evidente, de un preémbulo para una explicacién mds amplia, unos versiculos después, de la Hegada de la madre y los hermanos de Jestis a la casa donde éste ense- fiaba, que le piden que les siga y a los que Jestis contesta que Ja mayor familia de los que hacen la voluntad de Dios tiene mds derecho a su presencia.’ Fuere cual fuere el resultado concreto de esta clara negativa a sometetse al control familiar, no se menciona més contacto ea los Sinépticos entre Jestis y su familia. Y para remediar esta desdichada impresidn, el Cuarto Evangelio pinta expresamen- te a Marfa como la primera conversa de su hijo, en Ja fiesta de Jas bodas de Cand,'* y a coloca al final a su lado en la cruz." Lucas también sitéa a la madre y a los hermanos de Jestis en compafifa de los apdstoles después de la Ascensién.'* La fami- lia pudo, claro esté, cambiar de idea en una etapa posterior y hacer causa comin con los discipulos; de hecho, es tradicién histdricamente fidedigna el que Santiago, «el hermano del Se- fior», se convirtié en cabeza de la Iglesia de Jerusalén.'” Si sus parientes inmediatos se asustaron de su conducta, no es de extrafiar que amigos y vecinos se escandalizaran tam- bién.’* Nadie es profeta en su tierra, nos dicen que comenté filos6ficamente Jestis,’” aunque le sorprendié aquella falta de fe."® Sin embargo, lo que cuenta Lucas del intento de lincha- miento probablemente sea una exageracién.™! Este recibimiento hostil en Nazaret puede explicar el me- nosprecio retérico de Jestis por los lazos naturales, frente a los que ligaban a los hombres con él, y a través de él, con Dios. iFeliz el vientre que te llevé! grits una admiradora, y fue co- rregida: «No, felices son los que escuchan Ia palabra de Dios»."” En otra ocasién fue mas directo incluso: «Aquel que ama a su padre o a su madre mds que a mi, no es digno de mi».” Jestis el Judio 39 El conflicto entre Jestis y los representantes de la autoridad en los terrenos doctrinal y politico-religioso exige varias obser- vaciones preliminares. Primero, la identidad de sus adversarios es a menudo imprecisa porque las fuentes son conttadictorias respecto a ellos. Por ejemplo, los protagonistas de lo que parece el mismo acontecimiento se describen en Marcos como fariseos y herodianos, en Mateo sdlo como fariseos y en Lucas como jueces y fariseos."* En segundo lugar, la tradicién interpreta- tiva, tanto erudita como popular, se inclina con demasiada fa- cilidad a igualar a fariseos, escribas y jueces, pero dado que Marcos y Lucas aluden expresamente a los jueces de los fa- riseos, podria deducirse que los no descritos como tales no eran necesatiamente miembros de ese partido."* En tercer lugar, en los diversos relatos de la trama que Ilevé a la detencién de Je- stis y su entrega a Pilatos para que lo juzgara y ejecutara, los fariseos como clase no juegan papel alguno."® Por ultimo, la lucha con los sumos sacerdotes y ancianos, y también probable- mente con los saduceos, se limita a Jerusalén.™ En lo que a las creencias judias basicas respecta, el tnico choque serio de que hablan los Evangelios entre Jesés y las autoridades establecidas es su oposicién a los saduceos que negaban Ia resurreccién de los muertos. Aqui, asf como en * Ja identificacién del principal mandamiento (amar a Dios y al préjimo), se presenta a Jestis compartiendo la postura de los fa- tiseos y ganando la aprobacién de éstos.”” Seria sin embargo una tosca exageracién retratarle como fariseo. En realidad, en aquellas costumbtes a las que ellos otorgaban valor casi absolu- to, y para Jestis secundarias frente a los mandamientos biblicos, era inevitable un choque frontal. Jestis comfa con pecadores y no condenaba a Jos que se sentaban a la mesa sin lavarse las manos o trabajaban en sdbado." Los jueces que Je acusaron de blasfemia por su promesa de perdonar pecados, y los que sugieren que su poder exorcizador procede del demonio, no tienen por qué ser necesariamente fariseos.'*' Sélo otra persona, se dice, acusé de blasfemia a Jestis, y fue el sumo sacerdote sa- duceo durante el juicio, aunque Jas palabras atribuidas a Jesus no pueden, en realidad, considerarse blasfemia en virtud de ninguna ley judia conocida, biblica 0 postbiblica. De acuerdo con la Mishnah, sdlo el mal uso del Tetragrama, el sacrosanto nombre de Dios, constituye blasfemia,'* y ninguna acusacién 40 ~~ Jestis el Judio se lanza contra Jestis a este respecto. Ademés, aunque pudiera alegarse que él afirmaba ser el Mesias 0 el Hijo de Dios, no hay base pata ver en esto blasfemia ni cualquier otro crimen me- recedor de Ja maxima pena.!* Es muy probable que molestase a los fariseos su inconfof- mismo y que hubiesen preferido que se abstuviese de curar en sdbado no habiendo peligro de muerte! Evidentemente goza- ban confundiéndole con preguntas comprometidas, como la de si debian pagarse los tributos a Roma." Una respuesta afirma- tiva habria ofendido a los patriotas judios y una negativa equi- valdria a predicar la rebelién.!* Pero el propio Jestis no desde- fiaba emplear los mismos métodos:' en realidad, formaban parte integrante de la retérica polémica de la época. No hay pruebas, sin embargo, de que los fariseos participasen de forma jaan y organizada en Ja preparacién y ejecucién de Ja caida de jesus, Detencién y ejecucién de Jesés Los Evangelios Sindpticos hablan de dos conjuras princi- pales para poner fin a las actividades de Jestis: una en Galilea, que fracas, y una en Jerusalén, que le Ievé a la cruz. Puede que concretamente algunos fariseos tuviesen cierta responsabi- lidad en esto, pero en ambos casos el principal delito, y desde luego el decisivo, correspondié a los representantes del orden politico establecido: Herodes Antipas y sus seguidores en Ga- lilea, y los sumos sacerdotes y Pilatos en la capital.!* E! que hubiese un juicio de Jestis ante la corte suprema ju- dia de Judea en Jerusalén por un delito religioso, y una subsi- guiente condena a la pena capital que se traspasé luego, para su confirmacién y ejecucién, al brazo secular, contintia siendo histéticamente més que dudoso, tal como demuestra Paul Win- ter en su magistral estudio sobre el tema.'® Si hubiese tenido lugar tal juicio, y si fuese posible reconstruir su procedimiento con Jos informes discrepantes y a menudo contradictorios de los Evangelios, Ia unica conclusién posible seria que en una sola sesién el Sanedrin habfa logrado quebrantar todas las nor- mas del cédigo: seria, en otras palabras, un juicio ilegal. Pero incluso los que son capaces de creer que hubo un verdadero Jests el Judio 41 juicio se ven forzados a admitir que cuando Jos sumos sacerdo- tes transfirieron el caso de sus tribunales al de Poncio Pilatos, no pidieron que se confirmasen sus decisiones, sino que Jan- zaron una nueva acusacién ante el prefecto de Judea, es decir, que Jess era un agitador politico que pretendia ser rey de los judfos.” El representante del Emperador condené a Jestis a morir vergonzosamente en la cruz romana no por quebrantar un precepto de la religién judia sino una norma seglar. La resurreccién de Jess Aunque basada en pruebas que sélo pueden calificarse de frdgiles y confusas, la creencia en la resurreccién de Jestis se convirtié en tema de creciente importancia, y bdsico en ultimo término, en el estadio postsindptito y en especial postmarcosia- no de Ja evolucién doctrinal. Este proceso resulta atin mds asombroso si tenemos en cuenta que la idea de Ia resurreccién de Ja carne no jugaba ningtin papel significativo en las predi- caciones de Jestis. Ademés, sus discipulos no esperaban que él resucitase de entre los muertos lo mismo que sus contempo- réneos no esperaban que el Mesias lo hiciese.’* En definitiva, teniendo en cuenta la desesperacién de los discfpulos tras la tragedia de Jerusalén, y su asombrada incre- dulidad al saber por las mujeres lo de la tumba vacia, el histo- tiador estd obligado a preguntarse si Jestis les prepard en rea- lidad para este suceso extraordinario prediciendo repetidamente que resucitatia concretamente a los tres dias. Desde luego, en Marcos y Mateo, Jestis anuncia en cinco ocasiones distintas su calvario, muerte y resurreccién, pero se sostiene generalmente, incluso entre la ortodoxia académica, que las referencias a la resurreccién al menos constituyen profecta después del suceso.'* Quizds para conciliar esta incongruencia entre la sorpresa y la prediccién clara los evangelistas comentan torpemente que los apéstoles no podian entender a Jestis. Pedro le replica y es Hamado Satén; discuten sobre el sentido de «resucitar de entre los muertos»; no captan lo que él dice y tienen temor a pre- guntar; estén Ienos de dolor o totalmente desconcertados.'* Sin embargo, la incongruencia desaparece si se considera autén- — 42 Jestis el Judio tico el anuncio de la pasién sola, sin la resurreccién, es decir, Ja frase preservada en Lucas 9:44: «El hijo del hombre ha de ser entregado al poder de los hombres». Una afirmacién estremecedora como ésta podria muy bien provocar una réplica instintiva de Pedro y explicar el descon- cierto y el dolor de los discfpulos. Otra cuestién mds a tener en cuenta es que pese a Lucas y a Pablo, y al Credo, la resurreccién de Jestis «segtin las Escritu- tas» no puede considerarse una necesidad Iégica dentro de la estructura de [a herencia profética de Israel porque, como se ha indicado, ni los padecimientos del Mesias, ni su muerte y resurreccién, parece que formasen parte de la fe del judaismo del siglo primero. Siguiendo estos preliminares un tanto desconcertantes, ¢qué es exactamente lo que aportan los Evangelios como prueba conereta? ¢Qué luz arrojan sobre el desarrollo de las tradicio- nes mds primitivas? EI principal relato evangélico informa de siete hechos que siguieron a la muerte de Jesus: 1) José de Arimatea deposita el cadaver de Jess en una tumba excavada en una roca, que cierra con una piedra re- donda.'# 2) Al tercer dfa, al amanecer, dos, tres o varias mujeres, se encuentran con que la piedra ha sido desplazada y Ja tumba abierta.6 3) Entran y ven a un joven (Marcos), o a dos hombres (Lucas), que llevan tiinicas blancas, 0 a un Angel (Mateo), sen- tado (Marcos y Mateo) o de pie (Lucas), en el sepulcro.’* 4) Segtin Mateo y Lucas, pero no Marcos, las mujeres estén asustadas.'” 5) Las mujeres reciben Ia noticia de que Jestis ha resuci- tado de entre los muertos y se les indica dénde ha descansado su cuerpo.’ 6) Reciben luego instrucciones de transmitir a sus disci- pulos el mensaje de que Jestis va camino de Galilea, donde se le ver, como estaba dispuesto. Segtin Lucas, se recuerda a las Jestis el Judio 43 mujeres una prediccién que hizo Jestis en Galilea de su pasién y, stbitamente, Ja recuerdan.’° 7) Cada Evangelio describe sus reacciones de modo dis- tinto. Vuelven y transmiten la noticia (Lucas); corren asombra- das y gozosas a hacer su anunciamiento (Mateo); huyen de Ja tumba, aterradas, y no dicen nada a nadie (Marcos).'” Los manusctitos més antiguos del Evangelio de Marcos concluyen en este punto, pero Mateo y Lucas siguen resefiando varias apariciones de Jestis a las mujeres, a dos discfpulos que iban a Ematis, a Pedro y a los discipulos en Jerusalén, y a los once apéstoles en un monte de Galilea.”" Es en estos relatos donde los modernos eruditos del Nuevo Testamento, basdndose en Mateo y en Lucas, y sobre todo en la tradicién recogida por Pablo,” encuentran la fuente primaria de la creencia en la re- surreccién de Jestis; en su opinion, el relato de la tumba vacia es «completamente secundario», una «leyenda apologética» des- tinada a «demostrar Ia realidad de Ja resurreccién de Jestis».”* Sin embargo esta explicacién se presta a serias criticas. Marcos, cuyo texto ademds de ser el mds antiguo de los Evangelios Si- népticos es también el menos elaborado desde un punto de vista doctrinal, no alude a ninguna aparicién concreta, sino que se contenta con presentar como base, un tanto embarazosa, de Ja creencia en la resurreccién la prueba de dos mujeres que oyen de boca de un joven vestido de blanco que el cuerpo ha desaparecido de la tumba porque Jestis ha resucitado de entre los muertos. Hay una cuestidn en este episodio en la que insisten Marcos y los otros Sindpticos, es decir que la tumba que se encontraba vacia aquella mafiana de domingo era aquélla en la que se ha- bia colocado el viernes anterior el cuerpo de Jestis. Las mujeres no se equivocaron de tumba porque, al haber seguido a José de Arimatea, sabian muy bien dénde estaba enterrado. Marcos y Mateo son categéricos y Lucas es més enfatico atin: Maria de Magdala y Maria la madre de José... vie- ron dénde estaba enterrado.'* Marfa de Magdala estaba alli, y la otra Maria, sen- tandose frente a la tumba.'* 44 Jestis el Judio Las mujeres... se fijaron en la tumba y observaron cémo sepultaban su cuerpo. Mateo recoge una versidén hostil, la de que los discipulos ha- bian retirado deliberadamente el cuerpo de Jestis. Para neutra- lizar esta acusacién, Mateo introduce la historia de los guar- dianes colocados por el Sanedrin junto a la tumba, que se des- mayaron cuando el Angel descendid, en medio del temblor de tierra, a retirar la piedra, y que luego hicieron correr la noti- cia (tras una sustanciosa propina de los sumos sacerdotes) de que, mientras dormian, los discipulos de Jestis habian Ilegado, aprovechando Ia noche, y habian robado el cuerpo.!” E]} cuarto Evangelio preserva una tradicién segin la cual el cuerpo fue retirado de su primera tumba y enterrado en otro sitio por gente desconectada del grupo de Jestis. Confundiendo a Jestis con «el hortelano», se supone que Maria de Magdala pregunté: «Si sois vos, Sefior, quien lo retird, decidme dénde 1m le dejasteis, y yo lo Ievaré». De estos diversos relatos surgen dos elementos razonable- mente convincentes, positivo uno y negativo el otro. Primero, las mujeres que pertenecian al entorno de Jestis descubrieron una tumba vacfa y estaban seguras de que aquélla era /a tumba. Segundo, el rumor de que los apéstoles robaran aquel cuerpo es mds improbable. Desde el punto de vista psicoldgico, estarian demasiado deprimidos y agitados para empresa tan peligrosa. Pero sobre todo, dado que ni ellos ni nadie esperaba la resu- rreccién, no habria tenido ningtin objeto fingirla. Es preferible no especular sobre la desaparicién del cuer- po de Jestis durante el temblor de tierra que menciona Mateo pues podria haber sido més imaginario que real, una formula literaria que indicaba la presencia de lo sobrenatural. No tiene objeto asimismo conjeturar qué papel podria haber jugado al- guien ajeno, no implicado u hostil como «el hortelano». E! corolario debe ser, aunque pueda parecer curioso, que para el historiador la prueba de Marcos, Ja mas débil de todas, es la que posee mas visos de autenticidad: la historia transmi- tida por dos mujeres que (segtin Lucas) los propios apéstoles consideraron tan «absurda» que no querian cteerla.” Jess el Judio 45 La tradicién cristiana ha intentado perfeccionar la argumen- tacién. Lucas y Juan introducen dos testigos masculinos para dar fe de la noticia de las mujeres,’ pero esto no basta atin. El enfogue mds prdéximo a la prueba directa es el testimonio de varios hombres de probada veracidad que afirman que Jestis se les aparecid: a los Doce, a todos los apédstoles y a unos qui- nientos paganos, ademas de a los jefes de la Iglesia, Pedro y Santiago.’ Es su conviccién colectiva de haber visto vivo a su maestro muerto, junto con el descubrimiento inicial de la tumba vacia, lo que da base a la creencia en la resurreccién de Jestis de entre los muertos. Un comentario final, a modo de paréntesis. Ademds del concepto usual de resurreccién, existia al parecer otra concep- cién en Galilea en los tiempos del Nuevo Testamento. Ya se dice en la Biblia que Eliseo habia heredado una porcién do- blada del espiritu de Elias. En los Evangelios, se describe a Juan el Bautista y a Jestis como una especie de Elias redivivus, y algunos consideraban a Jestis como un Juan Bautista resuci- tado, o la reencarnacién de Jeremias o uno de los antiguos pro- fetas."* Es factible pensar que existiese una creencia de este género entre los que continuaron el ministerio de Jestis, incluyendo curaciones y exorcismos, y que tuviese efectos retroactivos dando origen a los anuncios de Ja resurreccién, y los historia- dores liberales han considerado desde hace mucho que el «auténtico milagro de la Pascua», no fue el Jestis resucitado sino la transformacién de sus discipulos.™ Pero al final, considerados y sopesados todos los argumen- tos, la tinica conclusién aceptable para un historiador ha de ser que las opiniones tanto del ortodoxo como del simpatizante liberal y del agnédstico critico (e incluso quizds de los mismos discipulos) son sélo interpretaciones del tinico hecho desconcer- tante: que las mujeres que fueron a honrar por tiltima vez a Jestis no encontraron, pata su consternacién, un cuerpo, sino una tumba vacia. : JI. JESUS Y GALILEA Se acepta generalmente que, aunque manifestando un claro interés en tiempo, espacio y circunstancias, los Sindpticos no pretendieron escribir propiamente historia. Aunque adoptaron Ja forma literaria biografica, concibieron su vida de Jestis prin- cipalmente como vehiculo para la predicacién de Ja Iglesia pri- mitiva. En consecuencia, aunque brillantemente analizados, no puede esperarse de los Evangelios que nos proporcionen més que un esbozo esquematico de Jestis de Nazaret tal como fue realmente. <¢Cabe sin embargo Ia posibilidad de afiadir un poco de car- ne a estos huesos desnudos? La respuesta es que ello puede ha- cerse si, como ya dijimos en Ja introduccidn, se utiliza en la forma y en el sentido adecuados el material paralelo judio. En vez de tratar la literatura judia como auxiliar del Nuevo Tes- tamento, el presente andlisis intentard lo contrario, es decir, emplazar a Jestis y su movimiento en el amplio contexto de la Palestina del primer siglo de Ia era cristiana. Si esta inmersién. en la realidad histérica aporta credibilidad al relato evangélico, y el retrato fragmentario trazado por los evangelistas comienza a aparecer de pronto sdlido y veraz, este andlisis habré logrado su objetivo primario.! ¢Qué aspectos de la historia y de la religién palestinas son més relevantes en un plan como éste de reintegracién y en el trabajo correspondiente de localizacién que entrafia? En primer lugar, para revitalizar a Jess, debemos tener en cuenta su me- 48 — Jestis el Judio dio natural, la Galilea del siglo primero. En segundo lugar, para apreciar la autenticidad y el objetivo de su misién como exor- cista y curador, debe situdrsele en el sitio al que pertenece: es decir, en la cortiente carismética del judaismo postbiblico. A primera vista, la reinsercién de Jestis en el judaismo ga- lileo de su €poca pareceria no sdélo razonable y necesario, sino también facil, pues resulta justificado suponer que el tema sea familiar a los estudiosos versados en literatura judia postbi- blica, Después de todo, Galilea dio desde el siglo segundo des- pués de Cristo en adelante todas las bases de la religién rabi- nica: la Mishnah, que es el cédigo fundamental de las leyes y costumbres judias; su extenso comentario, el Talmud palestino y las primeras obras interpretativas sobre el Pentateuco. Sin embargo, un uso indiscriminado de estos escritos para la recons- truccién de la atmésfera en que vivid Jesis serfa erréneo y crearia una total confusién. Pues aunque se formulé en la pro- vincia, la auténtica inspiracién del judaismo rabinico provenia de Judea. Ms exactamente, su fuente fue Jerusalén. La identi- dad regional de Galilea estaba profundamente afectada por el influjo de destacados rabinos de Judea que lograron sobrevivir a la rebelién de Bar Kosiba contra el imperio romano de Adria- no (132-5 después de Cristo) y sus secuelas, y a los que la le- gislaci6n imperial oblig6 a establecerse en el norte. Cuando la academia de Jamnia (Yavneh) —creada por Yohanan ben Zakkai tras la destruccién del Templo— se trasladé hacia el 140 d.C. a la pequefia poblacién de Usha, a unos quince kilé- metros de Haifa, ésta se convirtié en otra Jerusalén; pero Ja Tora propagada desde esta nueva Sién bajo la supervisién del Patriarca, la cabeza oficialmente reconocida de todos los judios residentes en el Imperio Romano, fue galilea sélo por accidente, La historia de Galilea Una imagen mucho més de fiar de Ja Galilea de Jesis la re- flejan los escritos de Flavio Josefo que, como comandante en jefe rebelde de la regién norte durante Ja primera Guerra Judia (66-70 d.C.), posefa un conocimiento directo del tema. No hay duda de que se trataba de un territorio sui generis. No sélo Hi Jestis y Galilea 49 tenfa su propio pasado peculiar, sino que su organizacién poli- tica, social y econémica contribufa también a diferenciarla del resto de Palestina. El conflicto entre Jestis y la autoridad reli- giosa y secular fuera de Galilea se debid, al menos en parte, a que él era galileo, y se le conocfa como tal. Geogrdficamente este distrito de Palestina, situado en el extremo norte, cra una pequefia isla en medio de mares hostiles. Hacia el oeste lindaba con la Tolemaida (Acre) y el monte Car- melo, otiginalmente galileo, zonas ambas pobladas principal- mente por gentiles. Al norte estaban las ciudades siriofenicias de Tiro y Sidén y sus dependencias. En su frontera oriental las también paganas Ganlanitis, Hippos y Gadara. E incluso en el sur se hallaba separada de Judea por el territorio helenistico de Escitdpolis (Beth Shean), y toda la provincia hostil de Samaria. En consecuencia, aunque la Transjordania, o Perea, compartie- sen el mismo gobierno que Galilea en el perfodo del Nuevo Tes- tamento, no hay duda de que la provincia constitufa en gran medida una unidad etnicopolitica auténoma y cerrada. Su judaismo predominante era fenémeno relativamente re- ciente. En el siglo vitt a.C. el profeta Isafas escribia del «Dis- trito (Gelil) de los Gentiles», frase de la que se deriva el nom- bre de Galilea. La colonizacién del norte del reino de Israel con- quistado por pueblos mesopotémicos ? dificilmente pudo alte- rar esta situacién, aunque no hay duda de que la ocupacién israelita nunca cesé del todo. Pero la minoria judia se vio so- metida a tal presién pagana en la época en que estallé la rebe- lién macabea, que Simén Macabeo, tras obtener un alivio tem- poral derrotando a los gentiles locales y a sus aliados exteriores, decidié como medida drdstica trasladar a todos los judios de Galilea a Judea.* Los refugiados volvieron sin duda a sus hogares tras el triunfo final de los macabeos, pero el norte de Galilea y sus distritos adyacentes no se ancxionaron hasta el mismo final del siglo 11 a.C. (104-103 a.C.) al reino macabeo-hasmoneano, como resultado de la victoria de Aristébulo I sobre Iturea.> Josefo habla también del ultimatum de los vencedores a los vencidos, cuya presencia seria tolerada si estaban dispuestos a «circuncidarse y vivir de acuerdo con las leyes de los ju- dios». Respecto a los sistemas de gobierno que imperaban en la 50 Jestis el Judio Palestina romana durante la primera mitad del primer siglo cristiano, la provincia de Galilea posefa una maquinaria admi- nistrativa diferenciada de la de Judea, hecho que sin duda re- forzaba la autoconciencia galilea. Tras la deportacién de Arque- lao a Vienna, en la Galia en el afio 6 después de Cristo, el efimero gobierno de Judea por un etnarca herodiano fue susti- tuido por un dominio romano directo, A partir del censo decre- tado ese mismo afio por Publio Sulpicio Quirinio, tan impor- tante en el Evangelio, el legado de Siria, un caballero romano llamado Coponio, fue nombrado prefecto de Judea y como tal responsable directo ante el Emperador de Ja administracién mi- litar, financiera y judicial de la regién.’ Asi, pese al auténtico poder que atin poseia el Sanedrin, los sumos sacerdotes y los funcionarios del templo, Judea no podia por menos de sentirse humillada ante Ja presencia de la Roma Imperial. : Pero Galilea no sufrié ese ultraje. Desde el afio 4 a.C. al 39 d.C. (a lo largo de toda la vida de Jestis) la administré, lo mismo que a Perea, un tetrarca herodiano, Antipas, y luego un rey, Agripa I (39-44 d.C.). Roma no aparecié en escena salvo entre los afios 44 y 66 d.C., e incluso entonces la regién del Lago Tiberiades estuvo bajo la jurisdiccién de Agripa II entre el 54 y el 66 d.C. Los herodianos eran Ia aristocracia nativa de la provincia; ademés los administradores de las 204 ciudades y pueblos de la alta y la baja Galilea y del Valle, es decir la regién del Tiberiades,* como por ejemplo el arcén (oficial jefe) Jairo, descrito como presidente de la Sinagoga (las dos funcio- nes eran la misma),’ eran galileos, asi como los recaudadores de impuestos, cuyo deber era llenar las arcas del tetrarca, no del Emperador. No tenemos ninguna prueba directa de que hubiese un se- nado y un alto tribunal similares al Sanedrin de Jerusalén, la principal institucién legal, politica y religiosa de Judea; pero el consejo (Sinedrién) formado por el procénsul Gabinius el afio 57 a.C, en Seforis, capital de Galilea,"° cabe suponer que tuvo continuidad hasta la época herodiana, o que se restablecié entonces. Dificilmente puede considerarse coincidencia el que los magistrados galileos introducidos por Josefo en su gobierno militar durante la primera rebelién fuesen, como los miembros del Sanedrin de Judea, exactamente setenta.! La Galilea de Jestis era populosa y relativamente prdspera. Jestis y Galilea 51 «Nunca falté valor alos hombres ni hombres al pais», escribe Josefo.? La razén de su bienestar econdmico era la extraordi- naria fertilidad de la tierra y el pleno uso que hacfan de ella sus habitantes. Tal como nos Ja describe Josefo, es «tan rica en terreno agricola y en pastos y produce tal variedad de Arboles, que hasta los més indolentes se sienten tentados por estas faci- lidades a dedicarse a la labranza». Aunque més pequefia que Perea, sus recursos eran mayores, «pues se cultiva toda ella y produce cosechas de un extremo a otro». Uno de sus produc- tos era el aceite de oliva, que se exportaba en grandes cantida- des pata los judios de Siria, Babilonia, Media, Egipto y Capa- docia, regiones de la Didspora que carecian de este importante atticulo. Esta rica industria agricola, junto con la pesca del Lago, y el trabajo en las artesanias normales que exigia la vida diaria,® daban a Galilea una autosuficiencia que, con la heren- cia de su historia y la ruda sencillez de su vida, es probable que alimentase el orgullo y Ja independencia de sus habitantes. Rebeldes galileos Desde mediados del ultimo siglo precristiano fue éste el dis- trito judio mas agitado. Simon Dubnov no exagera mucho cuan- do escribe: De Galilea surgieron todos los movimientos revo- lucionarios que tanto inquietaron a los romanos.'* De hecho, si la identificacién de Judas hijo de Ezequias como Judas de Gamala, conocido por Judas el Galileo, es co- trecta,"” Ja principal inspiracién de toda la agitacién zelote sur- gid de la misma familia galilea rebelde. Ezequias, descrito como un «jefe de bandidos», era el pa- triarca de los revolucionarios que a mediados del siglo 1 a.C. asolaban la Galilea superior. Capturado y ejecutado sumaria- mente hacia el 47 a.C. por el joven Herodes, gobernador enton- ces de Galilea," continuéd sus actividades su hijo Judas, hombre que aspiraba a la realeza y que, cuando Herodes murié, asalté el arsenal del rey en Seforis en el afio 4 a.C. y «se convirtié en causa de terror para todos los hombres». Diez afios después 52 Jestis el Judio este mismo Judas, apodado «el Galileo», incité a sus compa- triotas a rebelarse en la época del Censo, los unié para que no pagasen impuestos a Roma, y, en general, para que no recono- ciesen ningiin amo extranjero. Convirtidse asf, con un fariseo Hamado Zadok, en cofundador no sdlo de una banda de agita- dores sino también de un partido politico-religioso, el de los zelotes.” Todavia unos cuarenta aiios mds tarde, durante el tiem- po en que fue procurador de Judea, del 46 al 48 d.C., Tiberio Julio Alejandro, sobrino del filésofo judio Filén de Alejandria y totalmente romanizado, juzgé y condend a la crucifixién a dos de los hijos de Judas el Galileo, Jacob y Simén.” Su ultimo vdstago supetviviente, Menahem, tomé a los romanos el bas- tién de Masada e intentéd, en el afio 66 d.C., al principio de la primera Guerra Judia, imponer su autoridad suprema entre los rebeldes entrando en el templo con aparato regio. Sin embargo, él y la mayorfa de sus seguidores murieron en la lucha que sur- gid por entonces entre las diversas facciones revolucionarias en Jerusalén.” Uno de los que escaparon a la matanza fue otro des- cendiente de Judas el Galileo. Era un sobrino de Menahem, Eleazar, hijo de Jairo, el legendario capitan de Masada, y a la cabeza de unos centenares de zelotes continud la resistencia contra Roma durante cuatro afios después de Ja caida de Jeru- salén La lucha contra el Imperio no fue sin embargo sdlo un asun- to de familia, sino una actividad galilea general en el primer siglo d.C. Los peregrinos cuya sangre mezclaba Poncio Pilatos con la de los sacrificios debian ser revolucionarios galileos,* y fueron también un grupo de galileos quienes, en el 49 d.C., pi- dieron a las masas judias de Jerusalén que tomasen las armas, proclamasen su libertad y rechazasen la intolerable esclavitud que imponia Roma.* Ademés, uno de los caudillos mds sangui- narios de Ja guerra del periodo 66-70 d.C. fue Juan el hijo de Levi de Gischala (Gush Halab), en Galilea Superior.“ El y sus seguidores, «el contingente galileo», adquirieron particular no- toriedad en la Jerusalén asediada por su «ingenio, su astucia y su audacia».” Asi, en resumen, no debe sorprendernos el que para el orden establecido palestino del primer siglo d.C. la pa- Jabra «Galileo» dejase de aludir meramente a un dtea geografica particular y adquiriese la oscura connotacién politica de una posible asociacién con Judas el Galileo* Incluso el «Hereje Jesis y Galilee 53 Galileo» de la Mishnah es un nacionalista extremado que repro- cha a los fariseos que incluyan el nombre del Emperador en el fechado de un documento legal judio, una ley de divorcio.” Firmes nacionalistas y amantes de la libertad que, en pala- bras de Josefo, habian «combatido siempre cualquier invasién hostil» y estaban «desde la infancia acostumbrados a la gue- rra»,® los galileos eran segtin las referencias tabinicas penden- cieros y agresivos también entre ellos mismos;*! sin embargo, hasta sus criticos admitian que, en contraste con los habitantes de Judea, que «se preocupaban més de sus riquezas que de su gloria», ellos preferfan el honor al lucro financiero. Galilea y los Evangelios Provistos de esta informacién, en su mayorfa contemporé- nea, sobre Galilea y sus habitantes, podemos ver ya en qué me- dida el Jestis de los Evangelios se ajusta al tipo especificamente galileo. Es, para empezar, un sensible hijo del campo galileo. Las metdforas que se le atribuyen son principalmente agricolas, como podria esperarse de un hombre que pasé la mayor parte de su vida entre labradores y campesinos. Para él la maxima belleza es la de los lirios del campo, y el paradigma de la mal- dad sembrar malas hierbas en un campo de trigo, aunque per- tenezca al enemigo.® La ciudad y la vida urbana apenas si apa- recen en su doctrina. Es realmente notable él que no se haga mencién alguna en los Evangelios de ninguna de las grandes po- blaciones de Galilea. Jestis, por ejemplo, nunca aparece en Se- foris, la ciudad principal, situada a sdlo seis kildmetros de Na- zaret, o en otros centros regionales como Gabara (Araba) o Ta- tichaeae.* Los Evangelios Sindpticos no se refieren siquiera a Tiberiades, la nueva ciudad edificada a la orilla del Lago por Herodes Antipas y muy préxima al corazén del ministerio de Jestis.* Por contraste, el «propio pueblo» de Jestis, Cafarnain,® donde realizé la mayor parte de su actividad, no se menciona claramente mds que una vez en todos los escritos de Josefo; en una descripcién idilica del rico distrito del Lago de Genesaret, alude a un «manantial muy fertilizante, llamado por los habi- tantes Cafarnatin».” Sin embargo este Cafarnatin, y los pueble- citos, algo mds conocidos pero no mucho més importantes, de 54 Jestis el Judio Betsaida (Julias), y Corazin (no mencionado por Josefo), eran Jas «ciudades» de Jestis. En el fondo, era un auténtico campag- nard. Acostumbrado a la gente sencilla de la Galilea rural, de- bid sentirse totalmente extrafio en Jerusalén. Quizds la patrioteria galilea fuese responsable de la aparen- te antipatia de Jestis hacia los gentiles. Pues no sdlo se crefa enviado unicamente para los judios,* sino que calificaba a los no judfos, aunque sin duda con exageracién oratoria, de «pe- tos» y «puetcos».” Cuando el hombre de Gerasa (una de las diez ciudades paganas de la Transjordania), al que habia libera- do de posesién demonjaca, le suplicé que le permitiese estar en su compaiiia, Jestis le contesté con una negativa categérica: «Vete a tu casa con tu propia gente...» - Ademés, los doce apéstoles encargados de propagar el Evan- gelio tenfan expresamente prohibido hacerlo entre gentiles y samaritanos." La autenticidad de estas afirmaciones debe ser casi irrefutable, teniendo en cuenta que resulta absolutamente jnadecuadas en una iglesia internacionalmente abierta. La ac- titud que las inspiraba Ia heredaron en cualquier caso y clara- mente aquellos discipulos que, de principio, rechazaban instin- tivamente la idea de aceptar al romano Cornelio entre sus filas,” y manifestaban un constante recelo hacia el internacio- nalista Pablo. Citando a un autor moderno: «Si Jestis hubiese propugnado o expuesto un punto de vista igualitario para ju- dios y gentiles, resultaria extraordinariamente dificil entender por qué habrfan sido tan obtusos sus discfpulos».* De cual- quier modo, una tendencia de este género en un hombre por lo demés influido por ideas universales, un maestro que animaba a sus discipulos a amar no sélo a sus amigos sino también a sus adversarios, imitando al Dios que hace que salga el sol para buenos y malos, y caiga Iluvia para justos y pecadores,” exige cierta explicacién. Es ir demasiado lejos, una vez confrontados los datos y aceptada una cierta xenofobia en Jestis, el sugerir que podria haber sido un revolucionario galileo, un zelote? Esta teoria ha sido propuesta recientemente de modo sistemdtico y firme;* sin embargo ain no resulta del todo convincente. Lo tinico que se sabe seguro es que Jestis centraba su interés exclusivamente Jess y Galilea 55 en asuntos judios y que no tenfa gran opinidn de los gentiles, pero épuede esto indicar un compromiso politico serio? Fuese o no zelote, Jestis fue sin duda acusado, juzgado y condenado como tal, y es mds que probable que esto se debiese a su pais de origen y al de sus discipulos. Parece ser que a los ojos de las autoridades, herodianas 0 romanas, cualquier per- sona de la tetrarquia galilea con apoyo popular era, cuando me- nos, un rebelde potencial. E] relato de Josefo sobre el destino de Juan el Bautista es mds ajustado e iluminador. Se le pinta como a un «hombre bueno», que «exhortaba a los judfos a vivir justamente... y a hacerlo asi uniéndose en el Bautismo». Pero cuando sus sermones comenzaron a conmover a las multitudes, Herodes se alarmé. Una elocuencia que ejercia tan gran efecto sobre los hombres podfa Ilevar a alguna forma de sedicién, pues parecia que las gentes se dejasen guiar por Juan en todo. En consecuencia Herodes decidié que serfa mejor actuar a tiempo y librarse de él antes de que su actividad provocase una sublevacién.* Lejos de perder Ja cabeza por sus criticas al heterodoxo ma- trimonio del Tetrarca, como los Evangelios afirman, la caida de Juan se debié al poder de su clocuencia, que, se sospechaba, podria haberse utilizado, por él 0 por otros, con fines polf- ticos.” Es dificil que fuese coincidencia el que el Cuarto Evangelio atribuya a un motivo casi idéntico la conjura sacerdotal contra Jesis. «éQué haremos?», se decian. «Este hombre hace muchos prodigios. Si le dejamos, todo el populacho creer en él. Entonces vendran los romanos y arra- sarén nuestro templo y nuestra nacién», Y el sumo sacerdote Caif4s subraya: «Es més vuestro interés que un hombre muera por el pueblo, que el que toda Ja nacién sea destrui- da»* 56 ~~ Jestis el Judio Este Ultimo anticipa, como si dijéramos, la discutida maxima legal de que cualquier judio cuya extradicién exigiese Roma por una acusacién politica bajo la amenaza de un ultimétum debia entregdrsele «para que la comunidad toda no sufra por su causa».” Entre Ifneas, lo que Josefo dice de Jestis, el famoso Testi- monium Flavianum,® texto al parecer ampliado en unas partes y abreviado en otras por copistas cristianos, parece decir, en efecto, que durante un perfodo de altercados en Jerusalén la acusacién no especificada que lanzaton contra Jesis las autori- dades civiles era que, como maestro, se habia ganado a muchos judfos. Por el epiteto «hombre sabio» que le aplica, y por el uso que hace de la palabra «ultraje» en relacién con Ia cruci- fixién, da la sensacién de que el propio historiador no conside- raba culpable a Jesus. La posible jefatura de un movimiento revolucionario habria proporcionado bases suficientes para adoptar «medidas preven- tivas» radicales, pero algunos miembros del movimiento de Je- sts debfan comprometerle aun més. Entre los apéstoles uno al menos, Simén el Zelote, llevaba un sobrenombre de contenido politico amenazador;® pero varios de sus otros seguidores gali- leos estaban imbuidos al parecer de un espiritu de rebeldia y esperaban que Jestis convirtiese su magisterio religioso en el papel politico resetvado al Mesias real. Cuando entré en Jeru- salén Je aclamaban diciendo: «jHosana...! jBendito sea el advenimiento del rei- no de nuestro padre David!» ® Cuando Ilegé a la cuesta del Monte de los Olivos, todos sus discfpulos... comenzaron a cantar...: «jBendito aquel que viene como rey en nombre del Sefior!» * Ademés, la ultima pregunta que Lucas pone en boca de los Apéstoles atestigua la supervivencia de sus aspiraciones politi- cas incluso en el perfodo «postpascual»: «Sefior, grestaurards ahora el reino de Israel?» Jess y Galilee 57 Podria deducirse también, como explicaremos en un capitu- Jo posterior, que la primera versién judio-galilea de la vida y doctrina de Jestis se concibié dentro de un espiritu polftico- teligioso que muy probablemente fuese responsable, en parte al menos, de su vigoroso énfasis mesidnico.* Galilea y Ia literatura rabinica Si ciertos rasgos del retrato evangélico adquieren nueva vida enmarcados en la Galilea descrita por Josefo, otros adquieren un sentido nuevo si se complementan con fuentes literarias ra- binicas. Ha de advertirse, sin embargo, una vez mds que, aun- que galilea en cuanto a origen geogrdfico, la Mishnah no debe utilizarse indiscriminadamente para describir la vida galilea en cuanto tal antes del final de la rebeli6n de Bar Kosiba (135 d.C.). Como indica una de las cartas recientemente descubiertas dictada por el caudillo de la Segunda Guerra Judia, las diferen- cias regionales se mantenian claras hasta entonces,” pero a par- tir de mediados del siglo 1 d.C., Galilea fue el tinico centro - judio animado de Palestina y la distincién entre habitantes de Judea y Galilea pasé a ser, en gran medida, anacténica. El ma- terial comparativo debe reducirse, en consecuencia, a aquellos sectores de literatura rabinica en que se establece un contraste deliberado entre las costumbres, el lenguaje y la forma de vida de los habitantes de Judea y de los galileos. Los propios textos suelen mostrar que la situacién que se contempla en ellos es la que prevalecfa antes de la destruccién del Templo en el afio 70 dc. La imagen que Josefo da de los galileos como luchadores indomables tiene poco en comtin con el retrato rabinico del ha- bitante de la regién del extremo norte, como una figura ridfcula e ignorante. Una de las pullas mas comunes contra los galileos era que no hablaban arameo correcto: U-arameo en otras pala- bras. Segiin la famosa anécdota preservada en el Talmud, un galileo fue a la plaza del mercado de Jerusalén a comprar algo que él Ilamaba amar. Los mercaderes le ridiculizaron: Galileo esttipido, ¢quieres algo en que montar (un burro=hamar)? ¢o algo para beber (vino=ha- 58 Jesus el Judio mar)? ¢o algo para vestirte (lana = ’amar)? go algo para un sacrificio (cordero=immar)? * La distincién entre las diversas guturales desaparecié casi completamente en el arameo galileo; los sonidos guturales mds débiles, dejaron incluso de ser audibles. Por el contrario, en la conversacién descuidada de Ja vida cotidiana los galileos no pronunciaban las haches. En el siglo mr d.C. los rabinos babilo- nios sostenfan que Ja docttina galilea desaparecia debido al de- ficiente lenguaje de los galileos, mientras que las ensefianzas de Jos habitantes de Judea, con la pronunciacién precisa del dia- lecto surefio, sobrevivian.® Al parecer, habia gentes de ciertas poblaciones del norte (se citaban Tib’on, Haifa y Beth Shean) tan famosas por su mala pronunciacién del hebreo que no se les pedia que leyesen la Biblia en piblico cuando estaban fuera de su tierra.” Incluso el Nuevo Testamento griego alude al dialecto dis- tintivo de Galilea. En el patio de Ja casa del sumo sacerdote, re- conocen a Pedro como discfpulo de Jestis en cuanto abre la boca: «Tt eres también uno de ellos, tu acento te trai- ciona». Por otra parte, el nombre Lazaro de una de las famosas pardbolas de Jestis * es la forma dialectal «incorrecta» de Elea- zat, tal como atestiguan el Talmud palestino y la translitera- cién griega del nombre que sobrevivid en inscripciones en la célebre necrépolis galilea de Beth She’arim.® Aunque el tema de las diferencias dialectales concretas es complejo y polémico atin, no cabe duda de que el propio Jestis hablaba arameo de Galilea, el idioma que, segtin se dice, sobre- vivid en la popular y algo més reciente pardfrasis del Penta- teuco, el Targum Palestino y el Talmud de Palestina. Practi- camente todos los términos que los Evangelios Sindpticos pre- servan en arameo en vez de traducirse al griego apuntan en esa direccién. En Ja orden dirigida a la hija de Jairo, Talitha kum, «levantate, hija mia», el nombre (literalmente «corderito») sdlo viene atestiguado en el Targum palestino.* Otra palabra ara- mea, mamona, «dinero», utilizada en el sermén de la montajia, en Mateo 6:24, se repite notablemente en los Targums. Los Jestis y Galilea 59 tabinos solfan utilizar, incluso en frases arameas, la palabra hebrea mamon. El paralelo targumiano nos indica igualmente que cuando Jestis dijo Ephphetha, «4brete», hablaba arameo y no hebreo.* Sin embargo, aunque Jestis se expresase en dialec- to, seria erréneo argiiir por sus palabras en la cruz, Eloi Eloi lama sabachtani. «Dios mio, Dios mio, ¢por qué me has desam- parado?» y el comentario «Oid, est4 llamando a Elias», que la gente de Jerusalén no le entendia.* No puede esperarse mucha claridad en el grito de un hombre crucificado a punto de morir. Mucho mis grave, sin embargo, que las criticas provocadas por su acento regional, fueron las acusaciones Janzadas contra Jos galileos por los fariseos y sus sucesores rabinicos respecto a cuestiones relacionadas con los sacrificios y ofrendas del tem- plo de Jerusalén, con la pureza e impureza leviticas y el cddigo tabinico de conducta adecuada. La Mishnah, por ejemplo, or- dena que los votos informalmente formulados en beneficio del templo y sus sacerdotes sean vinculantes en Judea. En Galilea, por el contrario, debido a la supuesta ignorancia local del ritual, sdlo se reconocian validos los votos que inclufan todos los de- talles de éste.’ Ademés, fuentes rabinicas palestinas hablan de hombres pios (Jasidim) ignorantes en el campo de la pureza ritual.® Se dice que incluso eminentes rabinos galileos como Hanina ben Dosa y Yose el Galileo menospreciaban las normas de conducta decorosa. Se critica técitamente a Hanina por ca- minar solo por la calle de noche;® y Yose hubo de soportar la indignidad de que una mujer le reprendiera por hablar en ex- ceso, cuando le pregunté el camino de Lydda. Galileo estipido, los Sabios han dicho: «jNo te en- zarces en una conversacién prolongada con una mu- jer!» ® En suma, para los fariseos y rabinos del primer siglo d.C. y principio del segundo, los galileos eran unos completos pata- nes. Ademés, el epiteto ’am ha-arez, «campesino», que como ha demostrado Adolph Biichler solia aplicdrseles,” Mevaba en si, ademdas de Ja implicacién primaria, el estigma de persona reli- giosamente inculta. Aunque evidentemente exageradas, las si- guientes citas talmtdicas reflejan las relaciones que existian en- tre los «ortodoxos» y los ’am ha-arez: 60 Jess el Judto Ningdn hombre debe casarse con la hija del ’am ba-arez, pues son como animales impuros y sus mu- jeres como reptiles, y a sus hijas aluden las Escri- turas cuando dicen: «Maldito sea el que yace con cualquier clase de bestia» (Deuteronomio 27:21 RSV). Mayor es el odio del ’am ha-arez por el docto que el odio de los gentiles por Israel; pero el odio de sus mujeres es atin mayor.” Curiosamente, el eco més claro del antagonismo entre gali- leos y habitantes de Judea, a que se alude en escritos rabinicos, se encuentra en el Cuarto Evangelio del Nuevo Testamento. Por motivos no histédricos sino doctrinales, esta ultima obra ofrece pruebas, al parecer fidedignas, de que Jas actitudes claramente testimoniadas a finales del siglo primero d.C. y durante el siglo segundo, son rastreables hasta los tiempos de Jestis.? También de acuerdo con el mismo evangelista, cuando las multitudes de Jerusalén proclaman a Jestis el profeta esperado, o el Mesias, también se manifiestan dudas: «¢Cémo va a salir el Mesias de Galilea?» El episodio siguiente, cuando los soldados del Templo vuel- ven ante los principes de los sacerdotes, es aun més caracterfs- tico. Al preguntarles por qué no trafan a Jestis, contestaron: «Jamds hombre alguno hablé como habla este hombre». Los fariseos les dijeron entonces: «¢También a vosotros os ha extraviado? ¢Acaso al- guno de nuestros magistrados o de los fariseos cree en él? En cuanto a esa chusma, que no se preocu- pan por la Ley, caiga sobre ellos una maldicién». Cuando Nicodemos, que era fariseo, toma el partido de Jests, se le silencia con una pregunta humillante: «También ti eres galileo?»® Jests y Galilea 61 En las citas rabinicas, el calificativo «galileo» es sinénimo de chusma maldita y sin ley. Volviendo a los evangelistas, o simplemente al bosquejo de Jos Evangelios dado en el capitulo precedente, es obvio que a Jestis podria habérsele considerado culpable de infraccidn reli- giosa lo mismo que al resto de los galileos. Se rodeaba de pu- blicanos y prostitutas. Aceptaba la hospitalidad de gentes que no parecian muy inclinadas a observar todas las normas de la pureza levitica y del pago de los diezmos. No tomaba medida alguna para evitar contaminarse por el contacto con un cadaver. Se preocupaba mds de que no se celebrasen tratos ni negocios en el recinto del santuario que de la calidad de Jas victimas del io o del tipo de moneda utilizada para las donaciones al Templo. En consecuencia, dadas las circunstancias, era de es- perar un choque con los fariseos, no porque éstos estuviesen obsesionados con trivialidades, sino porque para ellos lo trivial era una parte esencial de la vida de santidad, cuyos minimos detalles se pretendia investir de significacién religiosa. La cuestién crucial es: ¢quiénes eran estos fariseos con los que Jestis chocd? ¢Eran también galileos? Son descritos al me- nos dos veces en los Evangelios como visitantes, y no habitan- tes, de Jerusalén.® Puede suponerse que eran de Jerusalén cuando no se dice lo contrario? La cuestién est4 en si se acepta, © no que los fariseos eran en realidad los gobernantes morales de Galilea en la época de Jestis. En cualquier caso, Josefo no da pie para suponerlo. Los uni- cos fariseos de Galilea a los que menciona son miembros de una delegacién de Jerusalén a la que envia Simeén ben Gama- liel, jefe fariseo de Ja capital, con vistas a planear su caida.” Los testimonios de la literatura rabinica son equivocos. Se dice que los presidentes del partido fariseo, Gamaliel el Viejo y su hijo Sime6n, enviaron instrucciones epistolares a los dos galileos,* pero no se dice cémo fueron recibidos éstos. Un autor reciente afirma que la escuela farisea de los discipulos de Sham- mai, adversario de Hillel en el cambio de era, tenia influencia en Galilea, e incluso que el propio Shammai era galileo, Pero esta audaz afirmacién no se apoya en ninguna prueba seria.” Fragmentos de literatura rabinica, por otra parte, indican una esporddica presencia farisea en Galilea y una ausencia de influencia durante el siglo primero d.C. Yohanan ben Zakkai, 62 Jestis el Judto adalid de la restauracién judia tras la destruccién de Jerusalén, pas6 algtin tiempo en Ja ciudad de Arab, posiblemente antes del afio 50 d.C.;® allf se pusieron en ejecucién dos de sus notmas Jegales relacionadas con la observancia del sébado. Sin embargo, segtin una tradicién del siglo m1 d.C., al comprender que pese a dieciocho afios de esfuerzos no habia logrado dejar huella, ex- clamé: jGalilea, Galilea, ti odias la Tora! * Sean o no auténticas, estas palabras muestran que los gali- leos tenfan reputacién de no estar muy dispuestos a preocuparse demasiado de escrtipulos fariseos. Si hemos de reconocer en Hanina ben Dosa (personaje del que hablaremos en el capitulo siguiente) un rabino fariseo, la mezcla era galilea. Aparte de él, el otro tinico maestro del siglo primero d.C. conocido como nor- tefio es Rabbi Yose «el Galileo». Teniendo en cuenta que Yose era uno de los nombres més cortientes, no hay duda de que el hecho mismo de que le distinguiesen por su pais de origen, en vez de darle la designacién patronimica ordinaria de «hijo de fulano», evidencia lo insdlito de su posicién en una academia surefia de erudicién farisea. El resumen de esta considetacién es que la oposicién fari- sea a Jestis en Galilea era principalmente extranjera, no local. Incluso suponiendo que los fariseos hubiesen adquirido cierta influencia en una o dos ciudades galileas (su influencia se hizo sentir especialmente entre gente de las ciudades segtin Josefo) * su autoridad apenas si se advertia en la Galilea rural, principal terreno del ministerio y del éxito de Jestis. Jestis pasé a ser politicamente sospechoso, a criterio de los gobernantes de Jerusalén, porque era galileo. Ademds, si se aceptan las teorfas actuales de los historiadores judfos respecto ala falta de cultura y a la heterodoxia galileas," su mismo ori- gen galileo le hacia también sospechoso desde el punto de vista de la religién. Si se juzgase tendencioso, sin embargo, este en- foque del cardcter galileo, Ja antipatia rabinica hacia los galileos y la hostilidad de Jos fariseos hacia Jestis podrian atribuirse justificadamente, no tanto a una aversién a la heterodoxia y la falta de cultura, sino simplemente, tal como insimia el estudioso israeli Gedalyahu Alon, a un sentimiento de superioridad de Ja élite intelectual de Ja metrépolis hacia los toscos provincianos.* Ill. JESUS Y EL JUDAISMO CARISMATICO «Hoy y mafiana atrojaré demonios y haré curacio- nes; al tercer dia alcanzaré mi meta». Seguin Lucas, el propio Jestis definié su ministerio esencial en términos de exorcismo y curaciones, y aunque estas palabras no fuesen del propio Jestis, sino del evangelista, reflejan el fir- me y undnime testimonio de toda la tradicién sindptica. Su misién estaba para él entre los enfermos: los enfermos fisica, mental y espiritualmente. Todas estas enfermedades se consi- deraban entonces unidas, como se demostrard de inmediato. El era el curador, el médico por excelencia. «No son los sanos los que necesitan médico, sino los enfetmos; yo no vine a invitar a los virtuosos sino a los pecadores».? En consecuencia, para reconstruir su personalidad religiosa y determinar sus afinidades con las corrientes espirituales de su época, deben analizarse en su entorno natural los tres aspec- tos fundamentales de su actividad. Es decir, sus papeles como curador de los fisicamente enfermos, exorcizador de los poseidos y dispensador de perdén para los pecadores, deben contemplarse en el contexto al que pertenece: el judafsmo carismético. Mien- tras no se emplace a Jestis dentro de esta corriente, en com- pafifa de otras personalidades religiosas afiliadas a diversos 64 — Jestis el Judio movimientos y grupos, ser4 imposible apreciar con auténtica Perspectiva y proporcidn su obra y su personalidad. EI médico eCuél es la relacién entre pecado, enfermedad y demonio en el judaismo biblico intertestamental? Dicho al revés, ¢cémo se definia el papel del médico? Hallar solucién a estas dos cuestiones es primer paso necesario para llegar a una compren- sién adecuada. La Biblia guarda un silencio casi completo sobre el tema de Ja curacién profesional. Se alude explicitamente a médicos egip- cios, que tenfan gran renombre como embalsamadores expertos, pero de sus colegas israelitas sdlo hay mencién oscura e indi, recta: a un hombre convicto de herir a otro se le ordena que Pague una compensacidn por Ja pérdida de ingresos de su vic- tima y que abone la factura del tratamiento médico3 En esen- cia, las Escrituras consideran 1a curacién monopolio divino. Recurtir a los servicios de un doctor con preferencia a la ora- cin era prueba de falta de fe, un acto de irreligiosidad que me- recia castigo. Esta actitud se refleja atin en el siglo terce- ro a.C, en que dice el Cronista en relacién con Ia grave enfer- medad de Asa, rey de Jud, que El no buscé la gufa del Sefior sino que recurtié a médicos.5 No hace falta afiadir que pronto murié. Los tinicos seres humanos con poder para actuar como dele- gados de Dios eran sacerdotes y profetas. Aun asf, la competen- cia médica de un sacerdote se limitaba a la diagnosis del ataque, a la cura de la lepra y ritos de purificacién especiales de tono médico después del nacimiento, la menstruacién y Ia convale- cencia de una enfermedad venérea.' Menos institucional pero mds eficaz es el papel adscrito a determinados profetas. Elfas resucité al hijo de una viuda,’ y Eliseo al hijo de la Sunamita*® Eliseo curé también al sirio Naaman de lepra, no tocando con su mano la parte enferma del cuerpo, como el paciente esperaba que hiciese, sino prescribiendo un bajio ritual en el Jordén? De Jesus y el judaismo carismdtico 65 Isafas se dice que restauré la salud del rey Ezequias con un ungiiento de higos."” En general, puede afirmarse que era un deber acudir en ciertas cuestiones médicas a un sacerdote; bus- car la ayuda de un profeta era acto de religién y visitar al mé- dico, de impiedad. Aparece por primera vez un compromiso en la literatura judia (la intervencién admitida del médico profesional), aunque se preserve al mismo tiempo el cardcter religioso de la curacién, a principios del siglo segundo a.C., cuando, en un notable pa- seo por la cuerda floja, el autor del Eclesiastés, Jestis ben Sira, logra investir de respetabilidad al médico." La habilidad del médico no viene, argumenta, de las regiones de oscuridad; es don divino que le confiere lugar destacado en la sociedad y ase- gura el respeto de reyes y nobles. Las cualidades medicinales de las substancias no se obtenfan por medios mégicos; habfan sido creadas asi y el que el doctor las usara era dar gloria a Dios. El Sefior dio Ja ciencia a los hombres, para que por el uso de sus maravillas le alaben; utilizdndolas, alivia el médico el dolor.” El procedimiento que el sabio de Jerusalén juzgaba irrepro- chable, el que aconseja a todo hombre devoto que adopte si cae enfermo, es rezar a Dios, arrepentirse del pecado, decidir enmendar su conducta y ofrecer limosnas y sactificios para el Templo. Tras probar asi su sincero 4nimo religioso podia Ila- mar al médico, como si fuese una pdliza de seguros extra: Llegaré un momento en que tu recuperacién esté en sus manos.” El médico, por su parte, debe empezar también pidiendo a Dios con oraciones que le permita diagnosticar la enfermedad correctamente, aliviar el dolor del enfermo y salvarle la vida. En la inteligente sintesis de Ben Sira se mantiene la rela- cién teoldégica entre enfermedad y pecado, y la causa de la en- fermedad y el medio de curarla se descubren através de un mensaje de Dios, una especie de revelacién. El corolario de un concepto tal, aunque no se exprese claramente, es que los pode- res de curacién de un hombre se miden, primero y ante todo, 66 = Jestis el Judio ws + pea por su proximidad a Dios, y sélo secundariamente por la peri- cia adquirida en el estudio de las cualidades curativas que Dios dio a plantas y hierbas. El conocimiento profesional es un valor secundario frente al requisito basico del curador, santidad. Angeles y demonios En el mundo de Jests, se crefa que el demonio era causa de Ja enfermedad al tiempo que del pecado. La idea de que los demonios eran responsables de todo mal, moral y fisico, habia penetrado profundamente en el pensamiento religioso judio en el perfodo que siguié al exilio babilénico, sin duda por influen- cia irani en el judaismo de los siglos quinto y cuarto a.C., cuan- do tanto Palestina como los judios de la Diaspora oriental es- taban sometidos a dominio directo persa. El libro apécrifo de Tobit, es uno de los primeros en dar testimonio de esta nueva idea. Segtin esta obra, un mal espfritu celoso se apoderd de Sara y maté uno tras otro a sus siete ma- ridos anteriores la noche de bodas. El joven Tobias, por con- sejo del angel Rafael, vencié a este demonio y le expulsé que- mando el higado y el corazén de un pez en un sahumerio de incienso."* El olor del pez mantuvo alejado al demonio, que al fin volé hasta el Alto Egipto; y Rafael le siguié in- mediatamente hasta alli atandole de pies y manos." El autor del Libro de Hénoj Etiope nos pinta al mismo Rafael como el angel curador al que Dios confié la reparacién del dafio causado en la tierra por Jos angeles caidos, los maes- tros de hechicerfa y magia dafiina."* «Ata de pies y manos a Azazel, y arrdjalo a la os- curidad... En el dia del gran juicio sera arrojado al fuego. Y sana a la tierra que los Angeles han co- rrompido, y proclama Ja salud de la tierra, que puedan curar Ja plaga, y que no hayan de perecer todos los hijos de los hombres gracias a las cosas secretas que los que velan han descubierto y ense- fiado a sus hijos... La tierra toda est corrompida Jestis y el judaismo carismatico 67 por las maquinaciones que Azazel ensefié; él es causa de todo pecado».” A partir de entonces se institucionalizé en el judaismo in- tertestamental que el uso adecuado de la ciencia de los 4ngeles era el mejor método de controlar a los demonios. Este arte se reservaba a iniciados porque desde tiempo inmemorial las fér- mulas arcanas en que se basaba se hallaban ocultas en libros esotéricos que sdlo unos pocos elegidos podian conseguir y en- tender. Se decfa que la mayoria de estos secretos venian de Noé y de Salomén. Cuando los demonios extraviaron, cegaron y golpearon a los hijos de Noé, éste rezé a Dios para que vi- niesen Angeles y los encarcelaran; pero Mastema, caudillo de las fuerzas de la oscuridad, apelé al Creador y logré de El clemencia, es decir, la libertad de una décima parte de sus seguidores capturados. Entonces el Sefior ordené a los Angeles, segtin uno de ellos: que ensefidsemos a Noé todas las medicinas... Ex- plicamos a Noé todas las medicinas de sus enfer- medades, junto con sus seducciones, cémo podria curarlas con hierbas de la tierra. Y Noé anoté todas las cosas en un libro segiin Je instruimos nosotros sobre toda clase de medicina... Y dio todo lo que habfa escrito a Sem, su hijo mayor.” EI retrato que Josefo hace de Salomén es sumamente ins- tructivo. Como historiador helen{stico, convierte al rey israelita en modelo del buscador de sabiduria, pero acompaiia este enfo- que por ideas mds populares de judio palestino. No habia forma de la naturaleza de que no tuviera conocimiento o que desechase sin examinar; estu- didbalas todas filoséficamente y mostraba el cono- cimiento mds completo de sus diversas propieda- des. Y concediole Dios conocimiento del arte de combatir a los demonios para la curacién de los hombres. Compuso también encantamientos para aliviar la enfermedad, y dejé formulas de exorcis- mos con los que los posefdos de demonios se li- bran de ellos para siempre.” 68 — Jestis el Judio . En tiempos del Nuevo Testamento los esenios ocupaban po- sicién preponderante entre los herederos de Ja tradicién esoté- rica. Josefo sefiala que una de sus principales caracterfsticas era su «extraordinario interés» por los libros de los grandes hom- bres de pasadas generaciones. Escogen en particular los que se ocupan de la salud del alma y del cuerpo; con esta ayuda y pensando en el tratamiento de las enfermedades, investigan las raices medicinales y las propiedades de las pie- dras.” Si mi interpretacién, esenios = curadores, fuese correcta! los extrafios estaban tan impresionados por las actividades de los esenios —dedicados, como los terapeutas (una comunidad religiosa similar de Egipto), a curar el espfritu y el cuerpo—” que solian aludir a ellos familiarmente como «curadores». Exorcismo Josefo no nos habla del rito esenio de exorcismo que sin duda no diferia mucho del «método de cura» adoptado por un tal Eleazar (al que se ha supuesto antiguo miembro de la secta) cuando expulsé a los demonios en presencia de Vespasiano y sus hijos, y de tribunos y soldados. Colocé junto a Ia nariz del poseso un anillo que tenia bajo el sello una de las raices prescritas por Salomén, y entonces, cuando el hombre lo olié, ex- pulsé al demonio por las narices. Y en cuanto se desplomé él conjuré al demonio para que nunca volviese a entrar en aquel hombre, pronunciando el nombre de Salomén y recitando Jos encantamientos que éste habia compuesto.2 Por la misma historia de Eleazar parece, ademés, que el cu- rador-exorcista profesional procuraba dar pruebas concretas de que el espfritu maligno se habfa ido. Jesus y el judaismo carismético 69 Eleazar colocaba una taza o cuenco Ileno de agua algo separado y ordenaba al demonio que al salir del enfermo lo derribase, para que los especta- dores supieran que habfa salido de aquel hombre.” Dado que el exorcismo piblico se realizaba con ayuda de un encantamiento que se creia revelado y transmitido por san- tos de siglos lejanos, el nombrar a la autoridad ultima parece haber formado parte del ritual. En la historia de Josefo se cita a Salomén. En los Evangelios, Jestis pregunta en nombre de quién operan los exorcistas fatiseos A él mismo le acusan, sin duda porque nunca invocaba ninguna fuente humana, de actuar en nombre de Beelzebti, principe de los demonios.* Sus discipulos, ¢ incluso uno de sus imitadores no afiliados, expul- saban espfritus en nombre de su maestro.” Fuentes contempordneas sugieren también que se creia que el éxito del exorcista se basaba en la observancia literal y pre- cisa de todas las normas y regulaciones prescritas; habia que utilizar las sustancias correctas de propiedades sobrenaturales adecuadas y pronunciar los conjuros apropiados. Esta tendencia semimégica al exorcismo profesional provocd, pese a su fre- cuencia en el judaismo intertestamental, cierto embarazo a los rabinos, pero nunca se la declaré directamente ilegal, quizds en parte porque se habia convertido en un componente dema- siado integral de la vida, y en parte porque su condena habria tenido consecuencias desfavorables en ciertas costumbres ritua- Jes propugnadas por la propia Biblia. De hecho Ia aceptabilidad de la peculiar ceremonia de la novilla roja™ se discute desde el punto de vista de la eficacia del exorcismo formal. Merece la pena reproducir la anécdota por entero pues ayuda a emplazar, todo el problema de Ja expulsién de demonios en una perspec- tiva adecuada: Un gentil dijo al rabino Yohanan ben Zakkai: Cier- tas cosas que hacéis los judfos parecen como de he- chicerfa. Comprais la novilla, la matdis y la que- midis. Las cenizas se recogen. Si uno de vosotros se contamina por el contacto con un cadaver, se Je rocia dos o tres veces y se le dice: Estds limpio. El rabino Yohanan ben Zakkai contesté: ¢Ha en- 70 ~— ‘Jestis el Judio trado alguna vez en ti el espfritu de la locura? No, respondié el otro. ¢Has visto a alguien en el que haya entrado ese espiritu? Si. ¢Qué se hace con ese hombre? pregunté. El gentil contesté: Se cogen taices, se le hace un sahumerio, y se le rocfa con agua, y el espfritu huye. Y Yohanan ben Zakkai dijo: gNo oyen tus ofdos lo que tu boca dice? Este espiritu (de locura) es también un espiritu de in- mundicia; como dicen Jas Escrituras: «Yo haré que los (locos) profetas del espiritu inmundo salgan de la tierra» (Zacarias 13:2 (TA)).” Los gentiles podrian, como comentaban los discipulos de ‘Yohanan, ser «derribados con una paja», pero eran mds exi- gentes, y, presionado por ellos, Yohanan hubo de acabar dén- dose cuenta de la falsedad de su argumento. Un ritual como el de la novilla roja, confesé, no admite ninguna explicacién racio- nal. Se observa simplemente porque Dios lo mando asi. (Por tu vida! Ningtin cadaver contamina y ningin agua purifica, pero esto es una norma del Rey de reyes.” El hombre santo cFue Jestis un exorcista profesional de este tipo? Se dice que arroj6 muchos demonios, pero ningtin rito se menciona en relacién con estos hechos. En realidad, comparado con el esoterismo de otros métodos, el suyo, segtin los Evangelios, es Ja simplicidad misma. Incluso en las curaciones, cuando més se aproximé al tipo de cura de Noé, Salomén y los esenios fue cuando tocéd al enfermo y Ie unté cor su propia saliva, sustan- cia que solia considerarse medicinal.” Por otra parte, tampoco puede presentarse a Jestis como un curador exorcista sui generis, pues, ademés de Ja practica de la medicina angélico-mistica, el pensamiento judio de la época daba pie a la actividad esponténea y libre del hombre santo en la lucha contra el mal. La norma establecida por los profetas Elias y Eliseo, que hicieron tantos milagros, se aplicé en pri- Jestis y el judaismo carisméatico 71 mer lugar, en la tradicién postbiblica, a otros santos del pasa- do escritural; también a ellos se atribuyeron poderes de cura- cién y exorcismo derivados no de encantamientos y drogas o de Ja observancia de complicadas operaciones, sino tinicamente de palabra y tacto. Siguiendo la cronologia biblica, el primer héroe al que se retrata como curador es Abraham en el Génesis Apoctifén de Qumran. El Viejo Testamento no proporciona por si mismo ningun precedente real El paciente era el rey de Egipto y la enfermedad que le afligia después del rapto de Sara se atribu‘a, como podria esperarse, a la intervencién de un «mal espiritu» enviado para azotarle a él y a todos los miembros varones de su casa y proteger asi la virtud de Sara. El problema se prolong durante dos afios completos y ningtin médico egipcio fue capaz de resolverlo. Ningiin curador ni mago ni sabio podfa quedarse a curarle, pues el espiritu les azotaba a todos y huian. Por ultimo Iamaron al propio Abraham para que expulsara al demonio, tal como se cuenta en la siguiente narracién auto- biografica. Oré... y posé mis manos sobre su [cabeza]; y el que azotaba salié de él y el mal [espiritu] fue ex- pulsado [de él], y se restablecié.* Esta combinacién del rezo, la imposicién de manos y el con- jutro que obligaron al demonio a marchar, merece particular atencién porque guarda sorprendente paralelo con el tipo de curacién y de exorcismo de Jestis.® Hay, sin embargo, una di- ferencia apreciable aunque no esencial entre el concepto de Qumran y el de los Evangelios. En el Génesis Apocrifén, exor- cismo y cura forman un proceso; en el Nuevo Testamento se mantienen separados y cada uno se maneja de modo distinto. La enfermedad se cura a través de un contacto corporal, la im- posicién de manos;* se expulsa al demonio por medio de un conjuro.” En Ja literatura rabinica existe un paralelo iluminador de tal forma de exorcismo. El rabino Simeén ben Yohai y el rabino Eleazar ben Yose se dice que exorcizaron a la hija del 72 Jestis el Judio emperador ordenando a su demonio, con el que tenfan relacién personal, que se fuese. jVete, ben Temalion! ;Vete, ben Temalion! * Moisés, aunque la Biblia nos lo presenta como autor de mi- Jagros, nunca aparece como curador. Sin embargo, ya en el siglo 11 a.C., el judio helenistico Artapano, cuya historia de los judios sobrevive sélo en los fragmentos citados en la literatura patristica, nos explica una cura sobrenatural realizada por Moi- sés. Encontrandose con que una mano celestial habia abierto la puerta de la prisién en que le habia encerrado el Faraén,® fue directamente a la alcoba real y desperté al rey. El Faraén quedé intrigado ante aquella visita inesperada y, furtoso (sin duda por- que Moisés habia perturbado su suefio), le pregunté el nombre del Dios de Israel para poder maldecirle. Cuando Moisés mur- muré el Tetragrama en sus ofdos se desplomé sin vida. Pero Moisés, anticipando la accién de Jestis al resucitar a la hija de Jairo,” le levanté y le revivid." David, cuya miisica se dice que calmé el mal espiritu del rey Saiil,” es el unico héroe biblico descrito como una especie de exorcista. El Seudofilén, autor del siglo primero d.C., le re- trata de acuerdo con la tradicidn, arpista y cantor, pero repro- duce también en su Libro de Antigiiedades Biblicas un poema supuestamente compuesto por David para controlar al de- monio.* El exorcismo poético, que se inicia con un esbozo de la obra de la Creacién, recuerda al demonio la condicién inferior de «la tribu de tus espiritus» y que el mundo infernal sera des- truido un dia por un descendiente de David. El poeta lanza entonces dos érdenes: jAhora deja de importunar, pues eres una criatura secundaria! “ jRecuerda el infierno en que caminas! * Otra figura biblica investida péstumamente de dones cura- tivos es Daniel, segtin un fragmento muy importante, aunque por desdicha bastante dafiado, de la cuarta Cueva de Qumran, Jestis y el judatsmo carismético 73 conocido como Ia «Oracién de Nabonido».* Aunque el nombre de Daniel no aparece en las partes del documento que han so- brevivido, no puede haber duda al respecto. La composicién se inspira en Ja historia de Nabucodonosor que aparece en Da- niel 4. La secci6n mds importante dice asi: Me vi afligido por una tlcera maligna durante siete afios... y un gazer perdond mis pecados. Era un judio de los [hijos de Judd y dijo:] «Anota esto por escrito para [glorificar y exaltar] el nombre del [Dios el Altisimo]». La palabra aramea gazer aplicada aqui al judfo que curé al rey y perdond sus pecados aparece cuatro veces en el Libro de Daniel," donde, como se liga normalmente a nombres que aluden a magos y astrélogos, suele traducirse en el sentido peyorativo de «adivinos» o «adivinadores». En el texto de Qumran es evidente que no va implicita esta imputacién. Gazer significa en esta obra, si se acepta el criterio de A. Dupont- Sommer, un exorcista.” Ademds, como la raiz de la que el tér- mino se deriva significa «decretar», un gazer es el que exorciza decretando Ia expulsién del demonio. En un relato que pronto consideraremos, se emplea el mismo verbo en una orden que Hanina ben Dosa dirige a la reina de los demonios.” Ha de tenerse en cuenta que aunque demonio, pecado y en- fermedad se combinan légicamente en la imagen de Qumran, Ja anécdota se explica de forma eliptica. El narrador menciona Ja enfermedad del rey sin enunciar su causa; y se atribuye al exorcista, no la expulsién del demonio, sino el perdén de los pecados del paciente. Los tres elementos estén tan estrechamen- te ligados, que era natural saltar del primero al tercero sin re- sefiar la etapa intermedia: un exorcista me perdoné mis peca- dos y yo me recuperé de mi enfermedad. Este fragmento que por fortuna conservamos es particular- mente valioso por arrojar nueva luz sobre el controvertido epi- sodio evangélico de la curacién del paralitico." Si consideramos el relato de Nabonido, no hay nada insdlitamente nuevo 0 tinico en las palabras de Jesus, «hijo mio, tus pecados te son per- donados». Los escribas consideran esto blasfemia, pero para Jestis (como para el autor del fragmento de Qumran) la frase 74 Jestis el Judio «perdonar pecados» era sindénimo de «curar», y es evidente que la utilizaba en tal sentido. «Para que veais que el hijo de hombre tiene auto- ridad en la tierra para perdonar pecados» —dijo al paralitico— «yo te digo, levéntate, coge tu ca- milla y vete a tu casa» (RSV). Comparando esto con el estilo del texto de Qumran, «él petdond mis pecados», el uso que se hace en el Evangelio de la forma pasiva, «tus pecados te son perdonados», da una nota més cauta. Las palabras no son irreverentes para con Dios, ni implican que el que habla se proclame de condicién divina. El principal motivo de escandalo de los escribas debid ser que su lenguaje legal era muy distinto del de Jestis. Pero aunque asi fuese, los rabinos de los siglos 11 y m1 d.C. aun sostenian que nadie podia recuperarse de una enfermedad si no se le perdo- naban sus pecados.™ Carismética judia El retrato evangélico de Jestis como hombre cuyas habili- dades sobrenaturales derivaban no de poderes secretos sino del contacto inmediato con Dios, nos muestra que posefa auténtico catisma como auténtico heredero de una muy antigua estirpe teligiosa profética. Pero, gpuede decirse lo mismo de otras figuras contemporéneas? La respuesta es afirmativa. Ademés, lejos de desviarnos del tema principal del presente andlisis, resulta muy adecuado estudiar, para dar con el auténtico Jestis, a aquellos otros hom- bres santos y el papel que jugaron en la vida religiosa palestina al final de la Era del Segundo Templo.* 1. Honi Una de las caracteristicas primordiales de los antiguos jasi- dim o devotos es que crefan a sus oraciones todopoderosas y capaces de obrar milagros, El mds conocido de estos individuos Jestis y el judaismo carismatico 75 carismaticos, aunque quiz4s no el mds importante en el estu- dio del Nuevo Testamento, es un santo del siglo primero a.C., al que los rabinos Iamaban Honi el Trazador de Circulos y Josefo Hamaba Onias el Justo. Para comprender la figura de Honi es necesario recordar que desde tiempos del profeta Elias * los judios creian a los hombres sagrados capaces de imponer su voluntad a los fend- menos naturales, Asi, ademas de las oraciones littrgicas forma- les pidiendo Iluvia, acudia la gente en las sequias a personas con reputacién de obrar milagros para que con su intervencién infa- lible favoreciesen a la comunidad. Una peticidn de ayuda de este género se hizo al parecer a Honi poco antes de la cafda de Jerusalén frente a Pompeyo, en el afio 63 a.C. Dijeron en una ocasién a Honi el que Traza Circu- Jos: «Reza para que llueva»... Rezé él mas no Ilo- vid. ¢Qué hizo entonces? Trazé un circulo, y den- tro de él dijo a Dios: «Sefior del mundo, han acu- dido a mi tus hijos porque yo soy como hijo de la casa ante ti. Juro por tu gran nombre que no me moveré hasta que seas compasivo con tus hijos». Entonces comenzé a Ioviznar. «No te pedi esto», dijo él, «sino Iluvia que Ilene las cisternas, los pozos y las hoquedades de las rocas». Estallé entonces una tormenta. «No te pedi esto, sino Iuvia de gracia, bendicidn y dones». Llovié entonces normal- mente. Es facil malinterpretar la curiosa actitud de Honi en este episodio. Su conducta hacia Dios parece impertinente; en rea- lidad, como veremos, las autoridades de su época fruncieron el cefio lo mismo que Ja ortodoxia posterior. Sin embargo, hasta sus criticos rabinicos aceptaron gustosos en ultimo extre- mo la relacién entre el santo y Dios como Ia de un nifio mima- do y consentido con un padre amoroso y paciente. Dicese que el fariseo mds destacado de la época de Honi, Simedén ben Shetah, declaré: «Qué puedo hacer contigo, que aunque importu- nas a Dios, él hace lo que quieres como un padre hace lo que le pide su hijo importuno?» 7 76 ‘Jess el Judio te EI Onfas de Josefo es muy distinto. Nos lo pinta como un personaje admirable y heroico, cuyo santo distanciamiento pro- voca la célera de los activistas politicos, inmediatamente antes de que Roma intervenga por primera vez en los asuntos de Judea con el conflicto de los dos hijos de Alejandro Janneo, Hircano II y Aristébulo II. Como en el relato rabinico, el ca- récter sobrenaturalmente eficaz de la intercesién de Honi se acepta una vez mds como algo natural. Hubo un cierto Onfas que, siendo hombre recto y grato a Dios, rez6 una vez en tiempo de sequia a Dios porque enviase Iluvia, y Dios oyd su oracién y la envid. Aunque se habia ocultado, los hombres de Hircano, que querian que «lanzase una maldicién contra Aristébulo» que su- ponjan tan eficaz como su oracién pidiendo Iluvia, le buscaron. Cuando, pese a sus negativas y excusas, se vio obli- gado a hablar a la multitud, se colocé en medio de ella y dijo: «Oh Dios, rey del universo, dado que estos hombres que estén junto a mi son tu pue- blo, y los asediados tus sacerdotes, yo te suplico que no hagas caso a aquéllos contra éstos ni aceptes lo que éstos te piden que hagas a los otros». Furiosos por esta neutralidad, «los malvados de entre los judios» le mataron a pedradas.* La diferencia entre el retrato casi abiertamente critico que se hace de Honi en Ja Mishnah al plenamente favorable de Jo- sefo para un ptblico helenistico es algo digno de tener en cuen- ta. Compérese en particular el epiteto hebreo, mds bien sinies- tro, «Trazador de Circulos», con el calificativo griego de «hom- bre recto y grato a Dios». Por otra parte, pese a la cortiente hostil a Honi del pensamiento rabinico, seria incorrecto consi- derar representativo del judaismo helenistico el punto de vista de Josefo y contrastarlo con el de Ia literatura talmudica, pues hay fragmentos que muestran una actitud menos hostil. Por ejemplo, Simedn ben Shetah declara que una sentencia biblica, Proverbios 23:23, se cumple en Honi.” Ademés, un comentario Jestis y el judaismo carismético 77 andénimo de Job 22:28, descrito como un mensaje de los miem- bros del Sanedrin a Honi y considerado del siglo primero o segundo d.C., dice: Cualquier cosa que ordenes sucederd: Ti ordenas- te en la tierra, y Dios cumplié tu palabra en el Cielo. Y la luz iluminaré tu camino: Té iluminaste con tu otacién a la generacién que estaba en la oscu- tidad.® Adin es més sustancial otra afirmacién anénima del Midrash Rabbah: No ha existido hombre alguno comparable a Elias y a Honi el Trazador de Cfrculos, en mover a los hombres a servir a Dios." No hay en las fuentes mds informacién sobre Honi. Se sabe que vivia en Jerusalén hasta que le mataron alli, pero dado , que la Mishnah y Josefo datan el acontecimiento hacia la fiesta ; de la Pascua, podria haber sido peregrino en Ja Ciudad Santa ; 0 ciudadano de ella. Dos de sus nietos, Hanan, hijo de su hija, y Abba Hilkiah, de su hijo, fueron también famosos por su po- der para provocar la Iluvia.@ En cuanto a las conexiones geo- graficas, es interesante afiadir que, en un texto paralelo, en vez de llamar a Abba Hilkiah por su nombre, se le lama «un jasid de Kefar Imi», pueblo que aunque desconocido aparece en un contexto galileo en ese pasaje del Talmud palestino.® 2. Hanina ben Dosa Las conexiones galileas de sus descendientes, y atin més las del propio Honi, siguen siendo pura conjetura. Sin embargo, Ja hipétesis que asocia el judaismo carismatico con Galilea ad- quiere atin més fuerza en el indiscutible origen galileo de Hani- na ben Dosa, figura capital para entender la corriente carismé- tica del siglo 1 a.C.* A menor nivel, presenta este personaje si- militudes notables con Jestis, hasta el punto de que es curioso, 78 — Jests el Judio por lo menos, que los estudiosos del Nuevo Testamento hayan utilizado apenas las tradiciones relativas a él. ¢Quién era pues Hanina ben Dosa? Fuentes rabinicas in- forman que vivid en Arab, ciudad galilea del distrito de Sefo- tis.© Situada a unos quince kilémetros al norte de Nazaret, esta ciudad, como ya dijimos, tuvo por jefe religioso algiin tiem- po, en el siglo 1 d.C., y claramente antes de estallar Ja Primera Guerra, a figura tan relevante como Yohanan ben Zakkai. A Hanina se le considera en una ocasién discfpulo suyo.” No hay referencias de su origen familiar, pero seria error dar de- masiada importancia al nombre griego de su padre; Dosa (=Dositeus) no era insdlito ni entre los rabinos y Mevar tal nombre no equivalia a propugnar ideas helenisticas. Que Hanina vivid en el siglo 1 d.C. lo refleja, indirecta pero convincentemente, el que las fuentes talmidicas le asocien a tres figuras histdricas con seguridad de este periodo: Nehu- niah, oficial del templo, Rabban Gamaliel y Yohanan ben Zak- kai.® Si, como es probable, el Gamaliel en cuestién fuese Gama- liel el Viejo, del que el apéstol Pablo afirmaba haber sido disci- pulo,® y no Gamaliel II, nieto del anterior, Hanina actué en el periodo precedente al afio 70 d.C. En apoyo de esto, debe su- brayarse que no se Je relaciona con ningtin acontecimiento ocu- rrido después de la destruccién de Jerusalén.” Dejando aparte varios afiadidos secundarios segtin los cua- Jes hacia portentos al por mayor, la tradicién rabinica primaria retrata a Hanina como hombre de extraordinaria devocién y de milagrosos dones curadores. Su nombre aparece en el capitulo de la Mishnah donde se pinta al precoz jasid consagrando una hora completa a dirigir su corazén hacia el Padre Celeste antes de iniciar su oracién propiamente dicha, siendo norma de concentracién que: Aunque el rey le salude, él no responder4 a su sa- lutacidn. Aunque una sierpe se enrosque en su to- billo, él no interrumpird su oracién.” Escogemos un episodio de la vida de Hanina para ilustrar este punto. Estando el rabino Hanina ben Dosa en oracién, le mordié un reptil venenoso,” pero él no interrum- Jess y el judatsmo carismético 79 wit & pid sus rezos. Ellos (los que le observaban) se fue- ‘“i2z8T ~~ ron y encontraron a la misma «serpiente» muerta a la entrada de su nido. «Ay del hombre», exclama- ron, «al que muerde una serpiente, pero ay de la serpiente que muerda al rabino Hanina ben Dosa».” Como es de suponer, a él nada le ocurtid, y cuando le con- taron mds tarde el horrible suceso, se dice que declaré: Que caiga el mal sobre mi si en Ia concentracién de mi corazén lo senti siquiera. Segtin otra versién de Ja historia, cuando Hanina supo de la presencia de la serpiente, pidié que le Ievasen a su nido y deliberadamente puso un pie sobre ella. La serpiente le mordié y él no sufrid dafio alguno; pero el reptil murié de inmediato. Ante lo cual, Hanina proclamd: No mata la serpiente, sino el pecado.” La relevancia actual del mensaje contenido en esta historia, es decir, que la total confianza en Dios y la comunién con él hacen inmune al hombre santo, se comprende si se advierte que Ja idea expuesta por Hanina no difiere de la que Jestis expuso a sus discipulos. «Los que creen pueden caminar sobre serpientes... y nada les dafiard».”* La intervencién de Hanina se buscaba principalmente en casos de enfermedad. Tal era su fama que se dice que las per- sonalidades sobresalientes de su época solicitaron su ayuda. Sin embargo, aunque aclamado luego como salvador y bene- factor de su generacién, hay indicios de que no gozaba del todo del favor de los dirigentes del fariseismo contemporéneo y de Jos representantes del orden establecido rabinico. Cuando el hijo del jefe de su comunidad, Yohanan ben Zakkai, cayé enfermo, se dice que el padre dijo al joven:” «Hanina, hijo mfo, reza porque viva». Y él puso Ja cabeza entre las rodillas y rezé;” y vivid. 80 — Jestis el Judio . Aunque Ia cura concreta se adscribe tdécitamente a Dios, Ja influencia de Hanina en el Cielo se afirma indirectamente en el comentario posterior de Yohanan: Aunque ben Zakkai hubiese metido la cabeza entre las rodillas todo el dia, ninguna atencidn se le ha- bria prestado. Esta humilde confesién de la superioridad del hacedor de milagros queda, sin embargo, equilibrada por una reafirma- cién de su dignidad momenténeamente perdida. Ante la pre- gunta envidiosa de su mujer de si Hanina era superior a él, Yohanan contesta: No, él es ante el rey como siervo y yo como prin- ’ cipe. El principal origen del renombre de este jasid galileo fue su habilidad para curar y anunciar una cura inmediata a dis- tancia. A este respecto, el mejor ejemplo es la curacién del hijo del famoso Gamaliel. Sufria el muchacho una fiebre mortal. El jefe de los fariseos de Jerusalén despaché en consecuencia a dos de sus discfpulos a Ja lejana casa de Hanina, que se retird a una habitacién alta y ord; luego bajé y les dijo: " Volved a casa, pues la fiebre ya le abandoné. Inerédulos y criticos los rabinos novicios preguntaron: Eres un profeta? + El contesté modestamente: No soy profeta, ni hijo de profeta, pero asi se me favorece. Si la oracién fluye bien en mi boca, sé que (el enfermo) es favorecido; si no, sé que (la enfer- medad) es mortal. Poco impresionados por la explicacién, los enviados anota- ron fecha y hora de Ja supuesta cura e informaron de ello a Gamaliel, que feliz y admirado confirmé: Jestis y el judaismo carismdtico 81 » sid Nada habéis quitado ni afiadido, asi sucedié. Esa fue la hora en que la fiebre le abandoné y nos pidid que le diésemos agua para beber.* La cura a distancia del siervo del centuridn (0 del hijo del funcionario real)” pertenece a la misma categoria e ilustra lo que parece haber sido norma carismdtica reconocida. Es inte- resante afiadir que tanto Hanina como Jestis se dice que perci- bieron la eficacia de sus curaciones: Hanina por lo fluido de su oracidn, y Jestis, que normalmente entraba en contacto corporal con los enfermos, por la sensacién de que habia emanado poder de él.” No sélo por sanar enfermos se veneré a Hanina ben Dosa, sino también por salvar a personas fisicamente en peligro, en especial a causa de espfritus malignos. Segtin una tradicién pteservada en el Talmud, una noche, cuando, infringiendo el cédigo fariseo de etiqueta,” Hanina caminaba solo por la calle, se encontré con él la reina de los demonios. Reconociéndole a tiempo, dijo: ‘ Si el cielo no me hubiese ordenado: «jCuidate de Hanina ben Dosa y sus ensefianzas!» te habria he- tido. 1 La respuesta de Hanina fue: Si tanto se me estima en el cielo, jque ti nunca vuelvas por lugar habitado! 8 Hanina, como Honi, eta al parecer capaz también de in- fluit en los fenémenos naturales. Una vez, durante un chapa- trén que seguia a una larga sequia, dijo a Dios, mientras cami- naba hacia casa: Sefior del Universo, el mundo entero se solaza y Hanina zozobra. Cesé inmediatamente la Iluvia, y él Ilegé a su casa seco. En- tonces rezd asi: 82 Jess el Judio 4 bs vel, Sefior del Universo, el mundo etait “sozobrd' ‘y Hanina se solaza. seh Y volvié a llover inmediatamente.* Un corolario importante de este andlisis de los hacedores de milagros y hombres sagrados judfos es que la imagen popu- lar de lo carismatico fue inseparable de la figura de Elias. Ya hablamos de la asociacién de Honi con este profeta legendario.® Rab, el gran maestro babilonio,” refleja la misma idea, aunque elipticamente, respecto a Hanina afirmando que mientras el ptototipo de hombre malvado es el rey Ajab, el del benefactor de Ja humanidad no es Elfas, el contempordneo de Ajab, sino el heredero posterior del profeta, Hanina. Comentando la sen- tencia rabinica segtin Ja cual el mundo fue creado por los total- mente justos y los totalmente malvados, Rab conclufa: El mundo fue creado tinicamente por Ajab, hijo de Omri y por el rabino Hanina ben Dosa. Para Ajab este mundo, para Hanina el que ha de venir.® Anticipdndonos a una cuestién que se analizard en el capitulo préximo, es oportuno recordar aqui que Jestis fue también iden- tificado por algunos de sus contemporéneos con el mismo Elfas.® Otra caracterfstica importante de la piedad jasidica fue el menosprecio de los bienes materiales, cuya quintaesencia se ex- presa en la frase: Lo mio es tuyo y lo tuyo de ti mismo.” La tradicidn retrata a Hanina como hombre que, a despecho de su mujer, vivid en Ja mayor pobreza.' Un contempordneo suyo mas joven, el rabino Eleazar de Modiim, consideré a Ha- nina y a los que eran como él encarnacién de los «hombres de la verdad que odian Ja ganancia pecaminosa»: * es decir, aque- Ilos que «odiaban su propio dinero, y aun més, el mammon de otras gentes».® La misma falta de codicia, realmente la misma entrega positiva a la pobreza, fruto de la confianza absoluta en Dios, es fundamental en el enfoque y la practica de Jestis. Jestis y el judaismo carismdtico 83 «Y asi os pido que no os inquietéis por comer y beber para mantener la vida, ni por ropas para cu- brir vuestro cuerpo».* «Vete, vende todo cuanto tienes, y dasclo a los pobres».> «Las zorras tienen sus madrigueras, los pdjaros sus nidos; pero el hijo de hombre no tiene donde te- clinar su cabeza». Es decir, en Jestis, en Hanina, y sin duda en los jasidim en general, hay una falta total de interés en los asuntos legales y rituales y a Ia vez una concentracién exclusiva en cuestiones morales. A Hanina jamds se le cita como autoridad en ley judia ni en la Mishnah ni en el Talmud. Aun asi, tres de sus logia se teproducen afortunadamente en el tratado Etica de los Pa- dres o Pirke Aboth, y muestran su deseo de un orden adecuado de prioridades espirituales” y las tres resultan notables pen- sando en el Nuevo Testamento. Basta sin embargo con exa- minar la primera. En todo hombre en el que el miedo al pecado su- pere a la sabidurfa, la sabiduria perdurard; pero si su sabiduria supera a su miedo al pecado, su sa- bidurfa no perdurar4.* La sentencia esté modelada sobre «El miedo al Sefior es el principio de la sabiduria».” «Sabiduria» en este contexto es pericia en Ia Ley, pero «miedo al pecado» es una frase més equivoca que connota, no disposicién negativa hacia el ascetis- mo y los escrtipulos, sino ejecucién concreta de buenas obras evitando incluso su posible contenido pecaminoso. Asi, a pro- pésito de la entrega de ofrendas, por ejemplo, la Mishnah men- ciona una «Cémara de secretos» del Templo Ilena de presentes destinados a los mds pobres para que pudiesen socorrerse «en secreto» sin tener que ver a los donantes. A benefactores de- licados como éstos, decididos a excluir hasta la posibilidad re- mota de ceder a su propia vanagloria o de humillar al prdjimo, se les describe como «temerosos del pecado». 84 — Jestis el Judio “sha. tn Jestis muestra una preocupacién similar y lo expresa mds enfaticamente atin: «No practiquéis vuestra piedad ante los hombres para que os vean; pues entonces no obtendréis ninguna recompensa de vuestro Padre que est en Jos cielos. As{, cuando déis limosna, no hagdis que suene la trompeta, como hacen los hipdcritas en Jas sinagogas y en las calles, para que los hombres les alaben. En verdad os digo que ellos tienen su recompensa. Antes bien, que cuando déis limosna NO sepa vuestra mano izquierda Jo que hace la de- recha, y que vuestras limosnas sean sectetas; y vuestro Padre que ve en secreto os recompen- sard».1 Jesiis y el judaismo catismatico Por las precauciones que impone una tesis que, por la na- turaleza de las fuentes, debe mantenerse en parte en el terreno de la hipdtesis, no pueden racionalmente invocarse coinciden- cias para explicar las similitudes consideradas en las paginas precedentes. La deduccién Idgica seria mds bien que la persona de Jestis debe considerarse parte del judaismo carismatico del siglo primero y ejemplo sobresaliente del primitivo jasid o de- voto. Quizds la caridad y la bondad de estos hombres inspirase el afecto que despertaron, pero fueron sus «milagros» los que causaron mds impacto. Cuando la tradicién rabinica intenta definir a Hanina, alude a él como un «hombre de hechos». Cuando el rabino Hanina ben Dosa murid, se aca- baron los hombres de hechos.'” Ha habido tentativas recientes de desacreditar esta inter- pretacion tradicional de la frase «hombre de hechos» en el sen- tido de hacedor de milagros; sin embargo, atin hay motivos para sostenerla. La corroboran, en realidad, los Evangelios, que dotan a la palabra griega correspondiente a «hecho» (er- Jestis y el judaismo carismatico 85 gon) de un significado similar cuando la aplican a Jas curacio- nes milagrosas de Jestis ™ 0 le describen como «profeta pode- roso en hechos y palabras». Es también digno de mencién el que en el Testimonio de Josefo se retrate a Jestis como «hombre sabio», capaz de reali- zar «hechos maravillosos». Encajan tan bien ambos epitetos —y especialmente el uiltimo— en el contexto histérico, que su invencién o interpolacién por un falsificador cristiano poste- rior es improbable. De hecho, hay incluso una mencién rabi- nica temprana, un tanto critica, que distingue no sdlo a Jestis sino también a sus discipulos por sus actividades curativas mi- lagrosas.'” Es indudable que existfa una tendencia diferenciada de ju- daismo carismético en el tiltimo par de siglos de la Era del Se- gundo Templo. A estos hombres sagrados se les consideraba voluntarios 0 involuntarios herederos de una vieja tradicién pro- fética. Se atribuian sus poderes naturales a una relacién inme- diata con Dios. Se les veneraba como lazo entre cielo y tierra, independientes de cualquier mediacién institucional. Ademés, aunque serfa forzar los datos afirmar que el judafs- mo carismatico fue exclusivamente un fendmeno del norte por- que Jess, Hanina ben Dosa, y posiblemente Abba Hilkiah eran galileos, su tendencia religiosa es probable que tuviese raices galileas. Es en cualquier caso seguro y justificado afirmar que el ambiente religiosamente poco refinado de Galilea era muy a propésito para producir hombres sagrados del tipo jasidico, y que su éxito en esta provincia se derivaba de las simples de- mandas espirituales del car4cter galileo, y quizds también de un vivo recuerdo popular de los hechos milagrosos del gran profeta Elfas. Carismiticos y fariseos La relacién de los jasidim con la corriente principal farisea es atin tema polémico, quizds injustificadamente. A. Biichler reacciond en 1922 contra la teorfa, muy en boga entonces pero hoy insostenible, de que los antiguos devotos eran sectarios esenios y decidié, mediante celo y estudio, demostrar que Honi y los otros jasidim eran «fariseos estrictos ligados a Dios de 86 — Jestis el Judio . todo coraz6n, y que servian a sus prdjimos con toda su alma».! Hoy, los eruditos suelen ser menos categéricos. S$. Safrai, por ejemplo, esta dispuesto a admitir que la practica religiosa que ensefiaban los jasidim era «altamente individual y a veces, en realidad, opuesta a lo que generalmente se cree», y que, aun- que reverenciados por los rabinos, los jasidim no eran idénticos a ellos." D. Flusser, en un contexto algo distinto, habla también de la «inevitable tensién entre milagros carismdticos... y ju- daismo institucional».!"” Considerando todas las pruebas disponibles, esta «tensién inevitable», verdadero conflicto, resulta innegable. Las razones de la oposicién entre judfos de actitudes esencialmente distin- tas y sin embargo con muchas cosas en comin, parecen haber sido dos en ntimero. La primera, aunque quizds menos impor- tante, estriba en la negativa jasidica a ceder en cuestiones de conducta y de observancia religiosa. La segunda razén nace de Ja amenaza que la autoridad sin trabas de los carismdticos significaba para los que controlaban el orden religioso estable- cido. No debe sorprender a nadie el que relatos sobre Honi y Hanina (y no digamos Jess) contengan a menudo una desapro- bacién, abierta o velada, pues toda la tradicién rabinica ha pa- sado por el canal de la «ortodoxia». Respecto al primer motivo de conflicto, Hanina no sdlo vio- laba el cédigo rabinico de conducta caminando solo de noche, sino que posefa cabras, lo que no deberia haber hecho en Pa- lestina segtin la Mishnah, e incluso Ilegé al punto de coger el cadaver impuro de una serpiente.' Otro jasid, que fue tam- bién sacerdote, no sdlo era, segtin el rabino Joshua ben Hana- niah, descuidado en tales cuestiones, sino que ignoraba la exis- tencia de una ley biblica sobre la impureza ritual."* Sin em- bargo se dice que otro burlaba Ja norma mishndhica que pro- hibja el uso de liquidos manteniendo una vasija descubierta de noche." Jestis de Nazaret se encontraria muy a gusto en tal compafifa. Alguien podria objetar que en ocasiones los jasidim eran més estrictos en sus observancias del ritual que el fariseo medio (se dice que Hanina daba comienzo al sdbado antes que el resto y que pagaba sus diezmos mds escrupulosamente) "* pero no hay duda de que todo esto es intrascendente porque no se aproxima a lo esencial de su ideario religioso, Para ellos eran periféricas tanto la severidad como la laxitud: por eso los tra- Jestis y el judaismo carismatico 87 dicionalistas respecto de la sociedad establecida imaginaron que amenazaban con socavar y pervertir el orden correcto de valores y prioridades. Por su familiaridad informal con Dios y su confianza en la eficacia de sus propias palabras, los carismaticos detestaban tam- bién profundamente cuantos tenfan autoridad derivada de los canales establecidos. Simeén ben Shetah, jefe de los fariseos en el primer siglo a.C., habria querido excomulgar a Honi, pero no se atrevid."5 Asi mismo, la frase «geres ti un profeta?» ditigida a Hanina, asi como la afirmacién de que el «principe» Yohanan ben Zakkai era superior a él, el siervo, perseguian neutralizar y eliminar un poder y una autoridad aparente, pero indemostrablemente, de origen divino. Quizds merezca Ja pena indicar que la tnica esfera en la que la prueba sobrenatutal se juzgaba totalmente inadmisible era Ja definicién de conducta legal (balajab). En ninguna parte aparece esto mejor ilustrado que en Ia relacién legendaria de una polémica doctrinal de hacia finales del siglo primero d.C. entre el rabino Eliezer ben Hircano y sus colegas. Tras agotar su arsenal de razonamientos sin lograr convencerles, realizé un milagro, pero los otros le dijeron que en un debate sobre la ley no cabian milagros. Exasperado, exclamé entonces: «Si mi en- sefianza es justa, jque el Cielo lo pruebe!» Inmediatamente una voz celestial declaré: «¢Qué tenéis contra el rabino Eliezer? Su doctrina es justa». Pero esta intervencidén se pasé por alto porque segtin Ja Biblia las decisiones deben tomarse por voto mayoritario."* Dado que la halajah se convirtid en piedra angular del ju- daismo rabinico, no debe sorprendernos que a pesar de su atractivo religioso y popular, Jestis, Hanina, y los demas fue- ran colocados lenta pero firmemente al margen de la auténtica respetabilidad. SEGUNDA PARTE: LOS TITULOS DE JESUS : Nuestra conclusién hasta aqui es que, analizado Jo que el Evangelio dice de su persona y obra, eliminados los rasgos se- cundarios, y situados los esenciales en el contexto de Ia historia religiosa y politica de su época, Jestis de Nazaret adquiere la personalidad muy plausible de un jasid galileo. Atin queda por ver si la definicién fundamental asi establecida basta por si misma o ha de completarse o incluso reemplazarse, aplicando a Jestis los papeles y funciones especificos adscritos por la Bi- blia o por la tradicién judia postbiblica a figuras escatolégicas muy esperadas en el siglo primero d.C. en Palestina. La venida del Mesias era indudablemente una parte del credo judio de la época, y también que Elfas o algtin otro pro- feta jugarfan un papel en el gran acontecimiento mesidnico. Sin embargo, aparte de la conviccién de que estos enviados iban a gozar de una relacidn especial entre sf y con el Cielo, la natura- Jeza exacta de su conexién estaba indefinida y era causa de in- terminables polémicas. Es evidente que el Nuevo Testamento hace afirmaciones en este campo. Pero la cuestién esencial es: gde quién proceden? ¢Del propio Jestis o de sus inmediatos seguidores? ¢De la pos- terior iglesia judia palestina o de la iglesia gentil helenistica? Podemos aclarar directamente un punto al menos: a los primeros evangelistas les interesaba mds divulgar las palabras y acciones de Jestis que examinar y demostrar sus tftulos. Son los escritos més teoldgicos de Pablo y Juan los que evidencian 90 Jesus el Judio una preocupacién por el papel que se consideraba habia de jugar Cristo en el plan eterno de salvacién de Dios; una preo- cupacién que, por la época en que se formularon los Credos cris- tianos, se hizo exclusiva a todo efecto y objetivo. En las paginas que siguen sélo se analizan los titulos cris- tolégicos basicos que aparecen explicitamente en los Evangelios Sindpticos, es decir los que podrian derivarse o del propio Je- stis o de sus contempordneos palestinos: aunque habriamos de subrayar que esta ecuacién de tradicién sindptica y uso pales- tino primitivo no pretende excluir la posibilidad (ni el hecho, en muchos casos) de que el mismo titulo fuese a adquirir, en el curso de Ja transmisién evangélica y de la redaccién de los textos, connotaciones teolégicas no palestinas mds avanzadas. EI enfoque que el historiador ha de hacer de la evolucién de los titulos evangélicos ha de diferir por fuerza del que haga el tedlogo. Este podria admitir un desarrollo doctrinal, pero alegarfa que estaba ya en el espiritu de lo anterior, que la modificacién que él puede apreciar en el Nuevo Testamento, en el pensamiento patristico, en los concilios y en la Iglesia, es «auténtica», inspirada, gobernada, protegida y madurada por el espfritu de Dios. En cambio, la tarea del historiador ha de ser analizar la metamorfosis de Jestis de Galilea en el Cristo del Cristianismo, y ha de conceder inevitablemente mds peso a la tradicién doctrinalmente menos avanzada en relacién con Jestis y procurar trazar a partir de ese punto las sucesivas etapas de cambio teoldgico. Al hacerlo, necesita tratar con especial cuidado los paralelos contempordneos ajenos, sin olvidar nunca que el significado de un titulo religioso depende mds del uso tradicional y de la cultura que de la etimologia. Epitetos como «sefior» 0 «hijo de Dios» dichos en griego por cristianos gen- tiles de Antioquia, Alejandria o Atenas, evocaban ideas distin- tas de las que los judios palestinos ligaban a sus originales he- breos o arameos. El objetivo primario serd en consecuencia de- terminar la importancia de un titulo en un medio galileo del primer siglo d.C. Si eso es factible, hay buenas posibilidades de aproximarse mds al pensamiento de Jestis y de sus primeros discfpulos. Pero incluso un mejor conocimiento de las costum- bres palestinas generales nos dard mds acceso a la mentalidad de aquellos contempordneos suyos que emplearon u oyeron em- plear dicho titulo. Los titulos de Jestis 91 Para la seleccién de los titulos que examinaremos en los cinco capitulos siguientes partimos del didlogo entre Jestis y sus apéstoles en Cesarea de Filipo, del que se habla en Ma- teo 16:14-22. Alli el maestro les pregunta: «¢Quién dicen los hombres que es el hijo de hombre?» Ellos contestan: «Unos dicen Juan el Bautista, otros Elias... 0 uno de los profetas». A su posterior pregunta sobre la opinién que ellos tenfan, Pe- dro contesta: «Tt eres el Mesias, el hijo de Dios vivo». Cuan- do inmediatamente después habla Jestis de su futuro martirio, el mismo Pedro le responde: «No, sefior, esto jamds te sucederé a tir. Junto con los epitetos principales analizaremos cuatro se- cundarios: «rabbi» y «maestro» con «sefior»; «hijo de David» con «el Mesias» y «el hijo» con «hijo de Dios». aay hel a te IV. JESUS EL PROFETA Ningin especialista negaria que los Evangelios pintan a Je- stis con el manto de un profeta, pero el tratamiento dispen- sado a los pasajes relevantes del Nuevo Testamento es muestra y sintoma de las dificultades de muchos eruditos que han de manejar los datos histéricos en que supuestamente descansa su fe religiosa. Los autores tienden bien a seleccionar lo que leen en los Evangelios, bien a cefiir su investigacién de modo que eluda los temas que no se consideren pertinentes. Asi su atencién no se centra en si Jestis era un profeta, y en el signi- ficado de la funcién profética en la Palestina del siglo prime- ro d.C., sino en si él era el dltimo profeta. Se da por supues- to, o se alega explicitamente, que el papel de profeta puro y simple es irrelevante, dada su superior funcién.' Pocos autores contempordneos estén dispuestos, de hecho, a aceptar la distin- cién que R. Bultmann hace entre la concreta figura histérica, Jestis de Nazaret, «maestro y profeta» y el Mesias de la esca- tologia judia? La verdad, sin embargo, es que, pese a la resistencia de los tedlogos a prestar atencién a uno de ellos, el Nuevo Testamen- to atribuye dos géneros de misién profética a Jestis, los cuales se analizarén en el presente estudio al margen de su pertinen- cia o utilidad en cuestiones de fe. Quede para otros determinar «las ventajas y desventajas del concepto profético para explicar el cardcter ptiblico de la persona y la obra de Jestis», o califi- carlo de cristolégicamente «abortivo» e «inadecuado»* 94 ~~ Jesés el Judto EI profeta Jesis an ae Una lectura imparcial de los textos Sindpticos revela que testigos adictos de su actividad galilea reconocieron a Jesus bien como Juan el Bautista, bien como Elias o algiin otro pro- feta,’ una idea que al parecer compartia la corte de Herodes Antipas, con la posible implicacién de que se tratase de un profeta redivivus.’ La muchedumbre, cuando él entraba en Je- rusalén, también le lamaba «el profeta Jests, de Nazaret de Galilea».” Habria de afiadirse que el calificativo «profeta» no era sélo una respuesta deliberada a una pregunta concreta, sino que refleja la admiracién esponténea de hombres convencidos de haber presenciado un milagro. El relato de Ja resurreccién del joven de Nain concluye con el comentario: Cayé sobre todos ellos profundo asombro, y alaba- ton a Dios. «Un gran profeta ha surgido entre no- sotros», decian® La creencia popular en el don profético de Jestis puede ade- més probarse negativamente desde la actitud dudosa, desapro- batoria o claramente irdnica que con él adoptan sus adversarios. Su anfitrién fariseo, asombrado al ver que Jestis se deja ungir por una prostituta, pone en duda sus virtudes proféticas: «Si este fuese verdadero profeta, sabria quien es Ja mujer que le toca, y que es pecadora»? En Jerusalén, los sumos sacerdotes y sus consejeros no se atrevieron a detenerle, porque, aunque concedian poco peso a su opinién, tem/an al pueblo, que veia un profeta en Jestis.” Por ultimo, después de su detencién, después de que le taparan los ojos y Je azotaran, los miembros del Sanedrin," o més probablemente Ios hombres del sumo sacerdote,” se dice Je preguntaron en burla: ‘ «Ahora, profeta, dinos ¢quién te pegs?» ¥ Jests el Profeta 95 ‘Muchos intérpretes del Nuevo Testamento aceptan al pa- recer la idea de que la imagen profética de Jestis la concibie- ron gentes ajenas a él pero amigas, y que, no siendo lo bastan- te buena, ni lo bastante adecuada dentro del circulo de sus inti- mos, fue sustituida por imdgenes mds idéneas. Que no fue asi Jo demuestra el obituario a uno de los discipulos de Ematis dos dias después de que Jestis muriera. El era, dice Cleofas, . «un profeta poderoso en hechos y palabras ante Dios y ante todas las gentes»."* Ademés, una de las primeras «cristologias» que sobreviven en los Hechos de los Apéstoles, pese a indicios de desarrollo doctrinal, atin se contenta con enfocar a Jestis como un profeta similar a Moisés.' Y, atin mds importante, la opinién de amigos y asociados parece coincidir con la idea que Jestis tiene de si mismo. Se- gan una declaracién resefiada por tres evangelistas, y otra mds preservada sdlo en Lucas, no sdélo se consideraba profeta, sino que también adscribia a su destino profético todos los males que habian de sucederle. Menosprecia el pesar que le causa que su familia le rechace en Nazaret, diciendo: «A un profeta se le honrard siempre en todas par- tes, salvo en su pueblo natal, y entre sus parientes y familia» .’° En el mismo espiritu, menosprecia la noticia de que He- rodes Antipas, el tetrarca de Galilea, ha decidido matarle: «Un profeta sélo puede morir en Jerusalén».” Seria sin duda exagerado afirmar que Jestis se declaré ex- plicitamente profeta, puesto que ninguna de estas declaraciones responden a una pregunta expresa; en realidad, hemos de re- mitir ambas a proverbios existentes, aungue no atestiguados de otro modo. Sin embargo, el carécter indirecto del argumento viene a tener un efecto fortalecedor: Ja certeza que Jestis tenia de ser un profeta es premisa bastante sdlida para permitir ex- traer una conclusién. 96 — Jestis el Judio Las palabras atribuidas a los discipulos en el camino de Emadis («un profeta poderoso en hechos») y las que siguen a la autoalabanza profética de Jestis («él no podria obrar nin- gin milagro» en Nazaret)™ sugieren que los términos «profe- ta» y «hacedor de milagros» eran para él y sus seguidores si- nénimos. Esta peculiaridad es tanto mds notable cuanto que el elemento milagroso se separa de la idea de profecia ante la ac- titud critica de los adversarios de Jesiis. Para el anfitrién fari- seo y los burlones siervos del sumo sacerdote, la profecia es sélo un don intelectual e implica un conocimiento de secretos. Cuando su misién profética consistia esencialmente en ac- tividad carismatica, Jestis se colocaba a si mismo, y le coloca- ban sus amigos, con Elias y Eliseo, dos personajes biblicos concebidos ante todo como obradores de milagros en el judais- mo intertestamental.’® Aparte la dependencia obvia entre varios pasajes evangélicos e¢ historias paralelas de los Libros de los Reyes (la resurreccién del hijo de la viuda en Nain puede re- lacionarse con actos similares atribuidos a Elfas en Zarefath y a Eliseo en Shunem,” y la multiplicacién de los panes y de los peces para alimentar a la multitud de Jestis con el milagro de Eliseo de proporcionar alimentos a cien hombres),” el propio Jestis reconoce concretamente un lazo directo con los dos pro- fetas cuando, en relacién con su propia marcha de Nazaret, cita a Elias y a Eliseo como modelos del profeta no respetado en su tierra: «A ningtin profeta se le reconoce en su tierra. Ha- bia muchas viudas en Jerusalén... en tiempos de Elfas... sin embargo Elfas no fue enviado a ninguna de aquellas, sino a una viuda de Sarepta, de tierra de Sidén. También en eJ tiempo del profeta Eliseo habia muchos leprosos en Israel, pero ninguno fue curado, mds que Naaman, el sirio».” Este paralelo, especialmente el que establece con Elfas, nos lleva a relacionar la reputacién profética de Jestis, su conven- cimiento de ser profeta, y la idea del jasid carismatico. Se re- cordaré que a Hanina ben Dosa le preguntaron si era profeta cuando dijo que su cura a distancia se habia realizado como Jestis el Profeta 97 consecuencia de su oracién.”* Ademés, la extrafia posicién que adopta para orar (con Ia cabeza entre las rodillas), al parecer imitando a Elfas,™ y la historia de cOmo interrumpe un chapa- rr6n, le asocian atin mas con éste.* En suma, parece no haber duda de que el jasid que hacia milagros bien tomaba como mo- delo a Elfas, bien era considerado, al menos, por los hombres de su generacién, otro Elias; mas, establecido esto, importa su- brayar que la conexidn era con el auténtico personaje histérico del pasado biblico, y no con el Elias que habia de tornar en tiempos del Mesfas, lo que implicaria que la leyenda jasidica existia (o al menos podria haber existido) sin estar ligada a especulacién escatolégica de uno u otro género. Por tanto, si- tuando el problema paralelo del Nuevo Testamento dentro de Ja estructura del judafsmo carismatico, puede afirmarse en jus- ticia que para que las referencias a Jestis como profeta sean significativas, no es necesario volver a los conceptos escatolé- gicos de un mediador definitivo de Ja revelacién divina o de un heraldo del Mesias. De hecho, que los contempordneos de Jestis le crefan pro- feta carismdtico parece tan auténtico, especialmente a la luz del ciclo de tradiciones Honi-Hanina, que el verdadero inte- rrogante histérico no es si estaba en boga un concepto galileo no dogmitico, sino més bien cémo, y por qué influencia, se le dio un giro escatolégico. EI profeta en el judaismo postbiblico El movimiento profético que habia florecido de diversas formas desde el principio de la monarqufa israelita (siglo diez a.C.) vino a concluir en el periodo que siguid al exilio babi- Idnico (siglo sexto a.C.). Sus tltimos representantes, Haggai y Zacarias, enriquecieron la Biblia con obras atin consideradas proféticas, pero con ellas el género alcanzé su culminacién y, aparte del libro del sombrio Malaquias, del que nada se sabe, no se permitié que el Canon de los Ultimos Profetas tuviese suplemento. Se impuso al parecer entre los eruditos la idea de que la profecia como tal habia cesado en Israel antes del cambio de era. Baste decir que Daniel no fue reconocido por los ju- 98 — Jestis el Judio dios como profeta, y que el libro de su nombre se acepté tni- camente entre los Escritos, Ja ultima seccién de la Biblia hebrea tripartita, después del Pentateuco y del Libro de los Profetas. Ademés, el historiador de la insurrecci6n macabea del siglo segundo a.C., al describir el pesar que afligia a Israel a la muerte de Judas Macabeo, dice que fue «lo peor que sucedid desde que los profetas dejaron de aparecer entre nosotros». Portavoces de la era postprofética aceptaron alegremente la nueva situacién y, suponiendo que perduraria, introdujeron herederos de los profetas. Josefo, por ejemplo, que considerd a estos ultimos como cronistas inspirados, considerd a los his- toriadotes (incluyéndose sin duda) como sus sucesores de se- gunda fila, Desde Artajerjes a nuestra propia época se ha es- ctito toda la historia, pero no puede decirse lo mis- mo de Ja época anterior, por no darse una sucesién continuada entre los profetas.” En el pensamiento rabinico, la misma suposicién es axio- miatica, y la indispensable funcién de profecfa dispone de otros canales. Los «hombres de la Gran Sinagoga» reemplazaron a los profetas como transmisores de la «ley oral» mosaica,* y, siguiendo una tradicién atestiguada mds recientemente aunque quizds antigua, a los targumistas intérpretes de la Biblia. Se dice que Jonatén ben Uzziel recibié instrucciones de los profetas Haggai, Zacarias y Malaquias antes de componer su pardfrasis aramea de los Libros Proféticos del Viejo Testamento.” Por otra parte, aunque las funciones secundarias del pro- feta se suplian de este modo, su oficio esencial, revelar la vo- Tuntad de Dios a los hombres, superaba los medios humanos ya que nadie crefa merecer recibir el santo espiritu, y convertirse en profeta, Si existié una persona tal, su generacién no fue dig- na de profecia. Se dice, por ejemplo, de Hillel, uno de los pila- res del fariseismo de la época de Jestis: Cuando Jos ancianos Iegaron a la casa de Gadia, en Jericé, una voz celestial les anuncié: Hay un hombre entre vosotros digno del espiritu santo, pero esta generacién no lo merece. Ellos fijaron los ojos en Hillel el Viejo.” Jestis el Profeta 99 El tinico instrumento sustitutivo de revelacién que recono- cia la doctrina rabinica, un instrumento expresamente descrito como sucesor de la profecia, era la «voz celestial» (bath kol): Desde la muerte de los tltimos profetas, Haggai, Zacarias y Malaquias, el espiritu santo no volvié a descender sobre Israel, pero ellos recibieron men- sajes por medio de una voz celestial. Como se ha visto, a la «voz» no se le concedia ninguna autoridad, normalmente, en cuestiones relacionadas con la hala- jab, disciplind que no debfa basarse en nueva revelacién sino en Ja razén y en las tradiciones.” Su actividad se limitaba a atestiguar la santidad de una persona (como en el caso de Ha- nina o cuando el bautismo de Jestis por Juan) o a transmitir una orden divina. Por ejemplo, a Jonatén ben Uzziel le prohi- bid una bath kol publicar el Targum de los Escritos.* Por supuesto, éstos eran los puntos de vista de la élite inte- lectual farisea de Jerusalén; y la tendencia a prescindir de Ja mediacidn profética no fue ni general ni siquiera predominante en el periodo intertestamental, Aunque los saduceos asociaban al parecer la profecia con la funcién sacerdotal,™ la creencia en santos, portadores del espiritu de Dios, seguia viva entre la gente sencilla, y en los medios en que la tradicién evangélica respecto al profeta Jestis no se consideraba en si misma contra- dictoria. De hecho, hay también indicios aislados, al nivel de Ja literatura, de que se esperaba un nuevo florecimiento pro- fético. El Primer Libro de los Macabeos es la primera fuente post- biblica que proporciona pruebas de esta idea. En él se afirma que el acuerdo sobre un problema de gran dificultad o impor- tancia debe acompafiarse de una cldusula previsora de su po- sible revisién, o cancelacién, por un posible profeta. Cuando los amigos de Judas Macabeo no saben qué hacer con las pie- dras profanadas del altar del Templo, acuerdan dejarlas en lugar adecuado «hasta que surga un profeta al que podamos consul- tar».> Asimismo, el nombramiento del hermano de Judas, Si- mon, para la etnarquia y el pontificado hereditario se condicio- na vagamente a una futura aprobacién profética.

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