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ENSAYO Y ERROR EL ENSAYO EN EL TALLER DE ESCRITURA Fernanda Cano Marina Cortés Pablo Katchadjian Beatriz Masine > Carla Ornani «y José Luis Petris } Jacobo Setton Ensayo y error : d ensayo en el taller de escritura / Fernanda Cano..{et al]. - 13 ced. - Buenos Aires : Eudeba, 2008 184 p. ; 23x16 cm. - (Temas) ISBN 978-950-23-1640-6 1. Estudios Literarios. I. Cano, Fernanda CDD 808.8 | Eudeba Universidad de Buenos Aires © 2008 Editorial Universicaria de Buenos Aires Sociedad de Economia Mixta ‘Ay, Rivadavia 1571/73 (1033) Ciudad de Buenos Aires Tel.: 4383-8025 / Fax: 4383-2202 www.cudeba.com.ar Disefio de rapa: Troop Designers Correccién general: Eudeba Impreso en la Argentina: Hecho el depésito que establece la ley 11.723 No se permite la reproduccién tox o parcial de este libro, ni su almacenamiento en tun sistema informitico, ni su transmisign en cualquier formna 0 por cualquier medio, lectrénico, mecinico, fotocopias u otros métodos, sin el permiso previo del ediror. ESCaneddo C CAPITULO 2 EN TORNO AL ENSAYO. De los inicios del género Ensayo: (del latin exagium, ‘peso’) Escrito breve sobre una materia” de [“ensayat”, probar, reconocer algo antes de usarlo; probar a hacer una cosa para ejecutarla mejor después.” Novisima Enciclopedia Ilustrada* 8 i imaginamos la literatura como una gran mansién, con una variedad de aposentos dentro de los cules podemos encontrar los diversos wéneros que comprende (las novelas, las poestas, los relatos, las obras teatrales), es posible hallar, en algiin recoveco, un cuarto donde muchos esctitos de temas y estilos dispares se acumulan. Un cuarto muy activo que, segtin las €pecas, es visitado asiduamente por criticos y académicos o bien permancce en el alvado En ese cuarto se ubican los ensayos. La imagen del "cuarto en el recoveco” para situar al yénero que nos ocupa fue desarrollada por el crftico argentino Jaime Rest? Junto con la suerte que los ensayos han tenido entre sus lectores y sus criticos, aquella imagen pretendfa subrayar la naturaleza misma de un género que parece escurrirse a las definiciones. La abundancia de temas y estilos que comprende, las variedades y dimensiones que ofrece, los usos de esos escritos que hacen siempre dificil establecer sus I{mites. Introducirnos en 1, Tomo J, Buenos Aires, 1970. 2. Rest, 1981. ESCaneddo C Carmo este género n través de su historia nos permite tr caracterizacidn del ensayo, reaindonos a una Lamayoria de los eriticos ucuerdan con establecer el iniclo del género en astillo medieval de Ia familia Montaigne, en los palsajes Allf, Michel Eyquem de Montaigne “inventa’” en marzo de 1521 el ensayo como género escrito, En el segundo plao de ka torre de exe castillo medieval, tras renunciara su cargo de consejero de fa cludad de Burdeos, a los 38 adios, Montaigne se encierra durante diez aftos a leer y escribir. de Périgord, F Montaigne pasa los dfas en su biblioteca, leyendo, meditando, y toma la costumbre de escribir a veces sobre el mismo libro que lee, la impresién que éste le produce, o completa con sus propias reflexiones. pasajes que le Ilaman la atencién. De abf pasa con toda naturalidad aescribir los primeros canftulos del libro que, en su primera forma, se emparienta cor las compilaciones morales de la época, composiciones mezcladas con citaciones y colecciones de aforismos. Era corriente en esa época vulgarizar Jas ensefianzas de la antighedad en breves y sencillos trozos, por medio de ejempos o maximas sazonados de moral. Se los Hamaba ‘lecciones’, ‘lecturas’, y no exigfan ni gran esfuerzo ni gran continuidad en el trabajo? La produecién de aquellos diez affos culmina en un libro que Montaigne titula, justamente, Ensayos y bautiza asta un género que, desde enconces, lo tendré como su fundador. Sibien sus primeros trabajosse dedicaban séloa comentar a escritores antiguos y también modemos, pronto Jos mismos se transformaron en lo que Nicolis ‘Abbagnano describe como un espacio textual donde "la personalidad emper6 ser el verdadero centro de la meditacién de Montaigne, que adquiere el cardcter de una‘pintura del yo” Asf, Montaigne funda una nueva forma tinica y singular: la vision de fas cosas desde sf mismo. Dice, nuevamente Abbagnano: Sus éltimos Ensayos asumen cada vez més un carficter autobiogrstfico, por el que filosofar se convierte en un continuo experimentarse asf mismo, una continua aclaracién del yoa st mismo. Ya en el prefaclo de la obra, Montaigne habta dicho: ‘Yo mismo soy la materia de mi 3. Biojout de Azar, 1970: 172. ESCaneddo C By Tonnes lilo’ En el tercer libro lega claramente a definit su flotofar como una incesante experiencia de sf mismo, ‘Si mi alma pudiese tomar pie, yo no me experimentarta, me resolveria, pero ests siempr aprendizaje y a prueba’ (IIL, 2). Montaigne tiene siempre despierto el sentido de Ia problematicidad de la existencia: la existencia es para él un problema siempre abierto, una experiencia continua que nunca puede concluir definitivamente y, por tanto, debe aclararse incesantemente asf misma. La imagen de Montaigne es la de un hombre encerrado durante diez afios (1571-1581) en una pieza semicircular de una torre de esquina de un antique: castillo, con su mesa de trabajo en el centro y rodeado de un millar de libros, que escribe y lee; lee y escribe. (Qué relacién podemos hacer entre esta situacién vital, concebida como una condicién de enunciacién, y un sujeto que produce formas breves de escritura del pensamiento? En una primera instancia, como sefiala el critico y_ ensayista argentino Nicolés Rosa. “entendemos que el hecho capital que radica en los Esiair esta sutil combinacién entre la escritura de una ‘experiencia de vida’ y la ‘experiencia de lectura’ que marca todo el ensayo de la modemidad y lo opone a las formas reinantes desde el Medioevo, el tratado, la enciclopedia, el manual”.* En los parrafos iniciales de uno de sus ensayos, el propio Montaigne describe el modo en que trabaja, la forma en que, de alguna manera, ejercita el pensamiento a través de la escritura: es. El juicio es cosa tila todos los temas y en todos interviene. Por tal causa, en estos Ensayos lo empleo en toda clase de ocasiones. Sitrato decosa que no entiendo, con més rasin ensayo el juicio, sondando el vado a prudente distancia, de modo que, silo encuentro demasiado hondo para mi estatura, me quedo en Ia orilla. El reconecer el limite de donde no se puede pasar es un efecto del juicio, y aun aquel de que el susodicho juicio se alaba més. Ocras veces miro sia una cost vana y baldfa podré el juicio darle cuerpo y apoyatla y afincarla. Y aun en otras ocasiones lo paseo por un tema elevado, pero manido, donde, por lo muy trillado que el camino ests, nada puede el juicio encontrar, sino s6lo seguir ajenas huellas. En este caso es su tarea 5. Op. cit., p31. 6. Rosa, 2002: 18. sCaneadao CON ULdlnocanner SE Carmo legit entre mil el camino que mas te Que &ste 0 aquél ha sido el mejor ele Argumento con que doy, pore onvenga, dictendo luego lo, Eseojo al el primer wr © todos los consider buenos por Rual y nunca me propongo seguirlos enteros, ya que no veo el | conjunto de nada, Entre las cien partes y caras de cada cosa, me | Fengo a una, ya para rozarla, ya para rascarla un tanto, ya para penetra hasta los huesos, No examino las cosas lo mas amplia, sino lo mas hondamente que yo sé; y con frecuencia suclo asitlas Por algin aspecto inusitado, Me aventuraria a tratar con nds Profundidad alguna materia si me conociera menos y me engafiase en mi impotencia. Pero, conociéndome, siembro aqut una frase y allf otra, como muestras de una Pieza, separadas, y sin propésito ni designio. No me he obligado a hacer algo bueno, ni siquiera a atenerme a mf mismo, sino que varfo cuando me place, \ entregsindome a mis dudase incertidumbres ya mi soberana maestra, que es la ignorancia.? En ese sentido, el ya citado Abbagnano subraya que el uso de la palabra “ensayo” por parte de Montaigne “quiere decir experiencias (no tentativas). Montaigne pretende recoger las experiencias humanas expresadas en los escritos de los autores antigués y modernos y ponerlas a prueba en relacién con su propia experiencia, la continua comparacién entre las experiencias propias y las ajenas"S Algo similar comenta el fil6sofo italiano Giorgio Agamben en su libro Infancia e historia al concebit a Montaigne como el iltimo signo de una cultura europea que piensa la experiencia separada del conocimiento cientifico, una experiencia que “es incompatible con la certeza”.? De esta manera, Montaigne se diferencia de otros escritores de ensayos (de Francis Bacon, por ejemplo) que pretenden, al desconfiar de la experiencia del sentido y de los acontecimientos comunes, volverlaprevisible y mensurable para adosarla al conocimiento cientifico. Si bien se acuerda que aquellos Ensayos, publicados en 1580, lacién del género, tal ver -sostiene Rest- el ensayo sea I{cito otorgar ese nombre a escritos de ny de constituyeron la fund existié siempre y, en ese sentido, Platén, a los tratados morales de Séneca, a ciertos escritos de Cicer 7. Michel de Montaigne, Tomo 1, 1984, pp. 245-247. 8. Op. cit., p. 31- 9, Agamben, 2001: 15 . ESCaneddo C EN TORNOAL ENSAYO San Agustin, a los dislogos de Luciano de Samosata.!® El mismo Francis Bacon, ensayista y contemporfneo de Montaigne, le disputaba la “creacién” del género, argumentando que la palabra para definirlo podfa set nueva, pero no el contenido, pues en varios autores anteriores podfan encontrarse “meditaciones dispersas reunidas en forma de epfstolas”. Sin embargo, puede decirse que Montaigne inventé algo mas que la palabra “ensayo”. Peter Burke explica esta novedad: “Al margen de la diatriba, la carta, el soliloquio y la paradoja, Montaigne fue desarrollando gradualmente una forma de su propia cosecha, que se distingue sobre todo, no por su extensién o asunto, sino por el intento del autor de captarse a sf mismo en el acto de pensar, ofreciendo el proceso del pensamiento, le progrez de mes humeurs, més bien que sus conclusiones”.!! En este sentido, concluye Burke, “Montaigne fue el creador de un nuevo género literario”.!* Pero hay otra caracteristica mas con la que Montaigne definis su género: el interés por las cosas aparentemente triviales. Dicho de otro modo, a Montaigne, ademés de los grandes temas (“De la gloria”, “De la virtud”, " la experiencia”), le interesaban los detalles: “No sélo se juzga un caballo mirando cémo realiza una carrera, sino cuando anda al paso, ¢ incluso en el reposo de la cuadra”.!3 Asf, no extrafia encontrarse con que sus ensayos leven titulos como “De los ojos”, “Sobre un nifio monstruoso”, “De los pulgares”, “Del parecido de los hijosa los padres", "De los vehiculos”, “Sobre el vestuario”, “De las sutilezas vanas”, “De las armas de los partos”, "De los lores”... Ni tampoco deberfa asombrar que en este ultimo, por ejemplo, escriba lo siguiente: Por mi parte, cualquier olor se me adhiere de manera maravillosa, porque tengo una piel muy sensible a ellos. Quien se quejaba de que a Naturaleza no habia dado al hombre instrumento para llevarse los 10. Luciano de Samosata es considerado como uno de los precursores del ensayo. Nacido en Siria,enel siglo Il d.C., Luciano escribia diflogos que se caraeterizaban por Ia ironta y la parodia. La forma del dislogo, al igual que en el caso de Plat6n, se mienta didéctica que permitia, a la ver, ofrecer diversas presentaba como una herra erlocurores. 10 tema, enunciadas en cada caso por diferente ia ficcidn, quizis de los primeros en opiniones de un ‘Assu ver, también se conocen de él relatos de cienci: lahistoria de la literatura. 11. Burke, 1985: 83. 12. Ibidem, p. 83. 13. Montaigne, 1984, T. 1, p. 245. * ESCanedado C ee Camo lores a la naris, se engnitaba, porque ellos mnismos se Hegan a ella. Si yo, particularizando, me acerco los quantes 0 el pafueloa los bigores, que uso largos, el olor me queda en ellos todo el dia, y por él puede colegirse de dénde vengo. Los sabrosos, glotones y apretados besos de la juventud me dejaban su aroma durante varias horas después.'* Casi cuatro siglos después, Theodor Adorno, en su ensayo sobre este género, plantea esta misma caracteristica: “El ensayo tiene que lograr que en tun rasgo parcial escogido o hallado brille la totalidad”.'S La libertad en la eleccién de objetos se explica, segiin Adorno, en que para el ensayo “todos los objetos estén en cierto sentido a la misma distancia del centro: del principio que embruja a todos”.'6 Entre Montaigne y Bacon: las dos Iineas del ensayo Montaigne, hemos dicho antes, publica sus Ensayos en 1580. Pocos aiios después, en 1597, el inglés Francis Bacon comienzaa publicar los suyos. Més all de las teméticas que cada uno de esos autores aborda en esos escritos, es posible reconocer dos estilos de escritura ensayistica, dos estilos que, como veremos mas adelante, es posible reconocer también en los escritos precursores de este género. Ya en el prélogo a sus Ensayos, Montaigne afirma: He aqufun libro de buena fe, lector. En él advertirés desde el principio que no me he propuesto, al hacerlo, fin alguno, no siendo doméstico y privado, No he tenido en la menor consideracién tu servicio ni mi gloria, porque mis fuerzas no son capaces de ello. Lo he dedicado al uso particular de mis parientes y amigos para que, cuando me pierdan (lo que sucederé muy pronto), puedan volver a hallar en él algunos rasgos de mi condicién y humor, y por este medio les quepa nuttir y tornar més entero y mas vivo el conocimiento que tuvieron de mi. Si yo hubiese pretendido buscar el favor del mundo, me hubiera cngalanado con prestadas hermosuras; pero no quiero sino que se me vea en mi manera sencilla, natural y ordinaria, sin estudio ni artificio, porque s6lo me pinto a mf mismo. Aqui se leerin a lo vivo mis 14. Ibidem, p. 256. 15, Adorno, 2003: 26. : 16, Ibidem, p. 30. \ Escaneago c Ba Tome AL AYO efectos ¢ imperfecciones y mi modo de ter, tod ello deserito con tanta sinceridad como el decoro priblico me lo ha permitide Ys yo ubiese estado en eearnaciones de Ine que ee dice que viven ain bajo salen, aver que In dulce libertad de lat primitivat leyes de la N de buen grado me hubiese pintado, pot entero y totalmente, af desnude, ‘Asi, yo mismo toy el tema de mi libro, no hay rastin, lector. para que cemplees tus ocios en materia tan frivola y vana. Adis, pues. 7 El escritor francés se reconoce, aqui, “sujeto de su libro” y “argumento” Una subjetividad que se verd expresada en un estilo de particular de escritura: un "yo", una vor que, en primera persona, expone sus ideas pero ala ver “se” expone. Gna primera persona subjetiva que organiza el texto tanto desde sus opiniones como desde sus experiencias de vida y de lectura Una escritura que representa lo que ese sujeto retiene y se comenta a si mismo sobre el encuentro entre ambas experiencias; porque lo que “inventa” Montaigne es la subjetividad moderna. A su ver, sus escitos se caracterizan por unalextensin breve y un estilo de divulgador que lo acerca a lo que hoy reconocerfamos como formas genéricas del periodismo de opinion, 'S que nos describen “modos de pensar” sobre temas Speen diversos como la educacién, la amistad, el canibalismo, etc)Bacon, en cambio, propone un estilo conciso, sobrio, exacto, mas cercano al lelo clisico, de herencia latina, un estilo en el que no aparece una subjetividad marcada desde el discurso. Tal como lo sefiala Jaime Rest en el articulo ya citado, “una ver tras otra surgen los nombre de Montaigne y de Bacon para trazar los limites del ensayo, para mostrar por contraposicién la vastedad de territutio que s¢ extiende desde una regién de intimidad espontinea y subjetiva hasta un drea de ngor objetivo casi impersonal”." Siguiendo a Rest, la intumidad del estilo de un. a oponerse al rigor objetivo del otro, dos caracteristicas centrales escritor de esas escrituras de las que derivan otra serie de rasgos. En su Teorta det ensayo, ¢ espafiol José Luis Gémez-Martinez, va a enumerar esos rasgos: Si comparamos un ensayo cualquiera de Montaigne ~'Des menceur’, por ejemplo- con otro semejante de Bacon “Of Truth’, se observa que mientras Montaigne to basa en ‘vivencias’, Bacon lo hace en 17, Montaigne, 1984.1, p. 3. 18. Ver Rest, op cit, 19 19. Op. cit. p. 18. ee ee a a a ak ESCaneddo C | yy eee vesee Cotnaoll ‘ahetracciones’. Flensayo de Montaigne gana en 'inteneddae? olde Racor 1, el weprarytes m&e ‘atberien’. El 1 segurvdo Wo ‘pratotipicn’ En » en ‘orden’, EL primero ex me ‘nate Primeny intensificn lo “individ Montaigne. en fin, domina Ia intuicién ‘petica’,en Bacon la 'rerdeiea! Montaigne y Bacon representan, segin el critica, dos posibilidades de ensayo, dos Iineas que evidencian dos modos de esctitura diversos. Esta ivencias” y “abstraceiones” es 1 plantears oponicidn entre intimidad y rigor. entr también reconocida por otros autores. El filésofo Vilém una opoticién similar entre lo que denomina como dos estilos diversos: un estilo “vivo” y personal, subjetivo, frente a un estilo “académico” 0 despenonalizado. Mientras que el primero compromete el cuerpo del escritor: cl segundo compromete su intelecto. Y la cleccién de un escritor por uno v otto estilo determinaré a su ver la forma de encarar el tema, la manera de establecer una suerte de diflogo entre el autor y el lector: En el caso del tratado, pensaré mi tema y discutiré con mis otros. En el caso del ensayo, viviré mi tema y dialogaré con mis otros. En el primer ‘caso, buscaré explicar mi tema. En el segundo, buscaré implicarme cn 4. En el primer caso, buscaré informar a mis otros. En el segundo, buscaré alterarlos. Mi decisién dependers, por lo tanto, de la manera en que encare mi tema ya mis otros. Dependers de mi identidad. En el tratado no me asumo, asumo el tema para mis otros. En el ensayo, me asumo en el tema y en mis otros. En el ensayo, yoy mis otros son el tema. dentro del tema. En el tratado, el tema interesa; en el ensayo, intereso (soy) ¢ interesamos (somos) en el tema. La decisin por el tratado es desexistencializante. Es una decision en provecho del ‘se’, del puiblico, del objetivo. La decisién por el ensayo es la que debe ser atendida!! Vilém Flusser sefiala, ademds, un peligro, que afecta al escritor que se inclina por ague! estilo vivo, que pone en escena el “cuerpo”: un peligro que, en palabras del ilsofo es también su belleza: el de perder en el tesa yelde perder el tema. Dos peligrosfronterizos, diré Flsser, que afectan a uns primera persona que termine idenuficdndose con eltema 20. En huep://www ensayistas.onyfcriuicafensayeygomed 21. Publicado oryginalmente en el diario © Estado de S. Pasko, 19/8/67 Tom Flusser, 1998, traduccidn al expafiol de Pablo Katchadpian. sCaneadao CON VLdalnocanner Pe some ae cen ‘Ambos esrilos sertan, Finalmente, rreonoe bles em ereritos anteriores 4 fox enaayos de Montaigne ¥ Bacon ¥ ae, sein Flummer, carscterisan don Filowcfing. “Le Silewefia erenviericn. com Plawin. Agueetin, Eckhart, Pascal Nierkeganrd, Nretmache, Carus, Unamnune Y la seadimicn, com Ariatneles Tumis, Descartes, Spinoza, Hegel, Marx, Carag". Y green ‘Ambat filosofias tratan lot mitenos temas, pero lo hacen shy en apariencia. Esto ex lo que toma tan dificil el dethogo enere ellie Porque si invalido ei pensamiento de un filimoko acahtmnico, nwa ‘su tratado. No basta, en cambio, invalidat un penanmenco pars erribar un ensayo. Es preciso, para erto, desaweenticar a ac titel Ls vulnerabilidad del academicumo es diferente a la del enaytamo. Es, por lo tanto, més dificil derribar a un Unamuno que derribar a un Camap. Pero si derbé a Camap, silo dernibé mi pensamient, derribé a Unamuno, nada queda de él Dos ensayos ejemplares Los dos estilos, el de Montaigne y el de Bacon, e! que expone la vnsnilnd y el que apela al rigor de las ciencias, el estilo vivo y €! extn académicn wor ddos clecciones de un escritora la hora de excribir un enseyo Venom, entone es ddos ejemplos de ambos autores que nos permitan apreciar dewle w escrituen las diferencias y similitudes planteadas més arriba Analizaremos para ello el ensayo XVII del libro Emayor de Moneayne que lleva por nombre “Del miedo”. Es un texto en proas conformade per wnt ticulo, un epigrafe en latin y siete pérrafos | Archivo XVI ! Del muedo Obstupesi, steterumique comse, ot wor faucibus hawwe No soy buen naturalista (como wele decane) y no sé por Qué renoete obra el miedo en nosotros, pero es, ¢n too can. sangulte paste, 7 Montagne, 1984, TI, pp. 43. 23, Themblo, ou wor extinguc yo caberon se era ( Vieglao, Emexta, {1 774 ) ESCaneddo C Carimmo ll opinan los médicos que la que mas trastorna nuestro juicio. En verdad, he visto muchas personas enloquecidas de miedo, y las m4s adolecidas de él padectan, mientras tal acceso les duraba, verdaderas ofuscaciones. No hablo ya del vulgo, que constantemente halla miedo en creer ver a sus abuclos salir de sus tumbas, envueltos en sus sudarios, cuando no lobos encantados, duendes y otras quimeras. Pero entre los mismos soldados, donde el micdo debiera encontrar menos lugar, jcudntas veces no ha trocado un rebaiio de ovejas en escuadrén de coseletes; palos y cafias en hombres de armas y lanceros; amigos en enemigos y la cruz blanca en la cruz bermeja? Cuando Borbén y los espafioles tomaron Roma, un alférez romano que estaba de guardia en San Pedro tuvo tal espanto a la primera alarma, que se lanz6 por una brecha hacia el enemigo, creyendo penetrar en la ciudad. Los de Borbén se aprestaron a recibirle y él creyé que los de la ciudad hacfan una salida; mas cn esto volvié en si y, tornando la cabeza, entré por el mismo agujero, fuera del cual habja recorrido més de trescientos pasos campo adelante. No fue tan afortunado el alférez del capitan Julle cuando el conde Bures y el sefior de Reu nos tomaron San Pablo, porque, en su piinico, lanzése por una tronera y fue hecho pedazos por los asaltantes. En este mismo sitio hfzose memorable el caso de un gentilhombre que, acometido de un miedo espantoso, cayé muerto en la brecha sin una sola herida. A veces semejante cosa ocurre a toda una multitud. En un encuentro de Germénico con los alemanes, dos gruesos cuerpos de tropas, en su espanto, tomaron opuestos caminos, huyendo el uno de donde se alejaba el otro. Tan pronto el miedo da alas a los pies, cual en los casos vistos, como los traba. El emperador Teéfilo, en una batalla, que perdié contra los agarenos, quedé tan petrificado y transido que no acertaba ni a huir: Adeo pavor etiam auxilia formidat.4 Fue menester que Manuel, uno de los principales jefes del ejército, le sacudiese y zarandease, como para despertarle de un hondo sueito, y le dijera: "Si no me seguis os mataré, porque mas vale que perddis la vida que no que perddis, si caéis prisionero, vuestro imperio.” El m4ximo poder del miedo se demuestra cuando nos impele a la valentfa que habfa substratdo a nuestro deber y honor. En la primera 24. El pavor, hasta de lo que puede auxiliarnos se espanta. (Quinto Curcio, Il, 11). mVuUUUUUY Bytow ALE batalla campal que los romanos, mandados por el cénsul Sempronio, perdieron ante Anfbal, una tropa de hasta diez mil hombres dea pie fue invadida por el terror y, no viendo por dénde abrir paso a su cobardfa, se lanz6 a través del grueso del enemigo, en el que abrié una brecha con maravilloso esfuerz0, matando muchos cartagineses y comprando una vergonzosa huida al mismo precio que hubiese ganado una gloriosa victoria. La cosa de que tengo mas miedo es el miedo, porque supera en poder a todo lo demés. ;Puede haber afliccién més rigurosa y justa que la de los amigos de Pompeyo, espectadores desde su navfo de aquella horrible matanza? Empero, el miedo a las velas egipcias que se aproximaban les dominé de manera que no pensaron sino en dar prisa a los marineros y en salvarse a fuerza de remos hasta que, llegados a Tiro y libres de temor, volvieron sus mentesa la pérdida que habfan suftido y dieron rienda suelta a los lamentos y lagrimas que el sentimiento del miedo, mds potente, habfa suspendido. Tum pavor sapientiam omnen mihi ex animo expectorat.?5 Los que de alguna funcién de guerra han salido heridos y ensangrentados pueden otra vezser llevados a la carga; pero.a quienes hhan tenido terror de sus enemigos no les haréis volver a presentarles cara, Por otra parte, los que viven en continuo temor de perder st hacienda, de ser desterrados y subyugados, estén en continua angustia yppierden el reposo y las ganas de comer y beber, mientras los pobres, los desterrados y los siervos viven a menudo tan alegremente como los otros. Y muchas gentes que, impelidas por el miedo, se han ahorcado, ahogado o precipitado, nos demuestran que el miedo es aun més importuno ¢ insoportable que la muerte. Los griegos admitian otra especie de miedo, ajena al error de nuestra sin causa aparente, procedia a su juicio, de un impulso razdn, y que, le los enteros. Ello celeste. Esto afecta a veces a ejércitos y aun a puel fue lo que sumié a Cartago en asombrosa desolacisn, haciendo que no hubiese més que gritos y voces de espanto, y habitantes saliendo de sus casas, como en alarma, y atascfndose, hiriéndose y matindose unos a otros, 25. El pavor ha desterrado de mi Escaneado c cual si fuesen enemigos que acudieran a ocupar la ciudad. fnimo toda virtud, (Ennio, en Cicerén, Tuse. lV, 3.) gga Cantuto It Todo se redujo adesorden y furor hasta que, con oraciones y sacrificios, se hubo apaciguado la célera de los dioses. A esto lo llamaron le, sriegos terror pinico, Su titulo “Del miedo” nos explicita el tépico 0 tema sobre el cual se va adesarrollar el ensayo. En cuantoal ‘epigrafe, tomado de la Eneida de Virgilio, Pareciera funcionar como una cita culta que, al modo de las llamadas “lecciones” en esa época, divulga los clésicos latinos y, al mismo tiempo, Permite que ingresemos a un tema en breves y sencillos fragmentos. En ese sentido, en el primer parrafo reconocemos dos aspectos del texto. El primero €8 su sujeto: una primera persona que parte del verbo ser, conjugado en Primera persona del singular, que nos abre a la existencia de una subjetividad que enuncia el texto: “No soy buen naturalista (como suele decirse) y no sé Por qué resortes obra el miedo”. “No soy” y “no sé”, dos formas verbales que abren el escrito: se tratard un tépico comin, un asunto o cosa humana. El tema es el miedo y desde el principio ese yo que enuncia nos avisa que no sabe mucho. {De qué manera va a desarrollar este tema si no sabe? Montaigne muestra aqui su marca de orillo: es un escéptico (del griego: OKentop.ort “mirar cuidadosamente”, “vigilar”, “examinar atentamente"). Que sais-je? (¢Qué es lo que sé?) es la frase que hizo acufiar en su medalla alrededor de 1575. En esta actitud escéptica, cuya sefial es la cautela, no hay ningun saber firme, no hay ninguna opinion absolutamente segura y, como tal, ese mismo “yo que no sabe” funciona como garante de la verdad del enunciado” pues quien habla (el texto est4 cerca de la espontaneidad, del pensar en vozalta) dice a medida que escribe. Este ensayo, desde su principio, manifiesta un sentido comtin més cercano a cierta informalidad que a la formalidad esperable en esa época para cualquier texto escrito. Por ello, podemos afirmar, como dice Adorno que el “ensayo no apunta a una construccién cerrada, deductiva o inductiva. Se yergue sobre todo contra la doctrina, arraigada desde Platén, segtin la cual lo cambiante, lo efimero, es indigno de la filosoffa"27 A su vez, podemos reconocer en todo este primer parrafo, lo que Rest llama la Ifnea informal del ensayo: “gobernada por la informalidad, la subjetividad, la fascinacién de la experiencia imaginativa".*® 26."El sujeto en primera persona es el garante de la verdad del enunciado”, Rosa, 2002, 14. % vee" escaneadgo C ne evr 97 BAnena HE Biron BSA Desde un lugar absolutamente comity ¥ muy cetcane a la dona ve habla del miedo, se parte de una experiencia abeolutamente pertonal: “he visto muchas Personas enloquecidas de miedo”; #i reconocemos un predominio cel diseu argumentative, diremos que se parte de un tema tan comin ¥ que no es necesario realizar mucho esfuerzo retético y discursive para captar am lector general, justamente por su sentido cor Sin embargo, a partir del tercer parrafo ce apela a ejemplos histdrieos. = Tuevas citas latinas para fortalecer Ia vor de la enuneiaciin. Estas citas funcionan, a los fines argumentativos, como pruebas discursivas de lo que se quiere persuadir: “la cosa de que tengo més miedo es el miedo porque supers en poder a todos los demas” y,a su vez, como estructura digresiva, Aquello que se quiere demostrar parte de una estructura paradojaly Pensamiento simétrico 0 tautoldgico: el miedo se torna el mayor miedo y. de Pronto, el texto no se concentra tanto en probar algo como en da¢ lugar a un Pensamiento de conjeturas y de dudas. Como si el sujeto que habla extuviera més preocupado por la experiencia de pensar el miedo en relacién con la historia de la humanidad (pérrafo 5) y con la propia experiencia (puirrafo 6) De esta manera, Montaigne expresa, a través de este ensayo, ¢! caricter fragmentario y provisorio de su escrito. A pesar de ello, no dejar de acudir a pruebas de la historia, (como en el pirrafo 5), para fundamentar su tesis acerca de cémo terminar con el miedo de los miedos: el terror pinico ejereido por los antiguos dioses griegos que, a su vez, funciona como una emoriva despedida epilogal. En resumen: reconocemos en este texto de Montaigne la forma ensayo como una estructura discursiva informal basada en una primera persona subjetiva que organiza el texto tanto desde sus opiniones como dew experiencias de vida y de lectura. A su ver, su extensién y su estilo de divulgacién lo acercan a lo que hoy reconoceriamos como formas genéric.as del periodismo de opinién,® que nos describen “modos de pensar® sobre 10 un temas absolutamente diversos. ‘A continuacién vamos a comentar, analizar y comparar el otro imovele ensay(stico de tradicién més cientifica. Francis Bacon (Inglaterra, 1561 29. Figura de pensamiento. “Igual que el oxtimoron la puradoya llama la atencidn por su aspecto superficialmente ildgico y absurdo, aunque la contradiccusa ey aparente porque se resuelve en un pensamiento mis prolongado que el literalmente enunctabs ~ H. Beristdin, Diccionario de retdrica y podaca, México, Ponta, 1997, p. 387 30. Rest, op. cit., 19. sCaneadago CON VLdalnocanner Carmo 1626) fue mo de los pilares furndantes de la ciencia renacentista, su método inductivo dio lugar al desarrollo de la ciencia moderna. Politico y epistemslogo, también eseribis una serie de ensayos, publicados en 1597, que inlays de un modo detetminante en la tradicién inglesaliteraria y peti En principio, comen adversidad os por el ensayo breve de Bacon “De la tomado de una famosa antologia realizada en el afio 1946, por el escritor argentino Adolfo Bioy Casares para Ia hoy desaparecida Editorial Jackson. De laadversidad Fue alto decir de Séneca (a la manera de los estoicos) “que las cosas buenas que pertenecen a la prosperidad han de desearse; pero las cosas buenas que pertenecen a la adversidad han de admirarse”. Bona rerun secundarum optabilia; adversarim mirabilia. Ciertamente, silos milagros son dominio sobre la naturaleza, aparecen sobre todo en la adversidad. El, sin embargo; habla con mas altura aun (demasiada para un pagano) cuando dice: “Es verdadera grandeza tener en uno la fragilidad de un. hombre y la seguridad de un Dios.” Vere magnuam habere fragtlizater hominis, securitatem Dei. Esto hubiera sido mejor en poesia, donde se da ims lugar las trascendencias. Y por cierto que las poetasse han ocupado de ello; porque es, en sustancia, lo que figuraba en esa extraiia invencién de los antiguos poetas, que parece no carecer de misterio y hasta acercarse a la condicién de un cristiano; “que Hércules cuando fue a desatar a Prometeo (que representa la naturaleza humana) cruzé todo el gran océano en un cuenco o c4ntaro de barro"; describien-do vivamente la resolucién cristiana, que navega en la fragil barca de la came a través de las olas del mundo. Pero hablemos con moderacisn. La virtud de la prosperidad es la templanza; la virtud de la adversidad es la fortaleza, que en moral es virtud mds heroica. La prosperidad es la bendicién del Antiguo Testamento; sise escucha el arpa de David, se oirdn tantos aires finebres como villancicos; y el épiz del Espiritu Santo se ha tomado més trabajo para describir las aflicciones de Job que las felicidades de Salomén. A la prosperidad no le faltan temores y disgustos; y a la adversidad, consuelos y esperanzas. En trabajos de aguja y en bordados vemos que es més agradable un dibujo vivaz sobre fondo oscuro y solemne, que un dibujo oscuro y mnelancélico sobre fondo luminoso; juz-gad, pues, el placer del corazdn segin el placer de los ojos. “44 mV UUUY do ue la 6, Ba Tom ALA Ciertamente, ta virtud es como los perfurnes preciosos, més fragantes la prosperidad exhibe cuando son incensados 0 molidos; porque nn mejor el vicio, pero la adversidad exhibe mejor la v Como ya lo hemos seftalado, es entre Montaigne y Bacon donde se configuran los limites de las formas posibles del ensayo. Desde la"intimidad esponténea y subjetiva", como dice Rest del primero, hasta un “rigor objetivo casi impersonal", del segundo.” Asi, a diferencia de la estructura enunciativa del ensayo de Montaigne, el presente excrito ¢s Hlevado adelante por una tercera persona objetiva ¢ impersonal. Esto es fundamental a la hora de analizarlo si lo comparamos con ¢l del fildsofo francés: Bacon propone un estilo conciso, sobrio, exacto més cercano al modelo clasico, de herencia latina, que él ya sefialaba en una introduccién a estos ensayos que, finalmente, no publicé: “si bien el vocablo [ensayo] es reciente, el objeto ¢s antiguo”.2» Por supuesto que existen antecedentes pero el interés predominio del género y el término es claramente de fines del siglo XVI; s esa “marca personal” tan observable en Montaigne, es “esa sombra del autor mezclandose con el tema” en la seleccidn de fragmentos; asf mismo, como dice Bioy Casares, “esa falta de transiciones en la redaccién es el mayor defecto de los ensayos de Bacon: dirfase que el texto es una sucesion de frases y no un discurso" pero también su estilo. Esce ensayo tiene, al igual que el de Montaigne, explicitado su tépico ya ‘en su titulo que nos introduce, in medias res, en lo que se quiere comentar y/ co demostrar por medio de una cita de Séneca que estructura el escrito: “que las cosas buenas que pertenecen a la prosperidad han de desearse: pero las cosas buenas que pertenecen a la adversidad han de admirarse”. Es que todo el texto esté organizado alrededor de la oposicién entre prosperidad y adversidad y su conclusi6n: la virtud como medida de ambas, donde “gana”, para el sujeto del enunciado, Ia adversidad. Sin duda, que el texto de Bacon implica una instancia diferenciada de la tradicién que funda Montaigne: no aparece una subjetividad marcada desde el discurso, tiene citas clasicas como la de Séneca, etc. “A 31, Bacon, De la adversidad, en AAVY, 1992. 32. Ver cita correspondiente a la nota 19. 33. Rest, op. cit, p. 18. 34. Adolfo Bioy Casares, “Estudio preliminar” en AA.VV. Ensayistas it Consejo Nacional, 1992, p. 12 leses, México, 45 & A a “A ne DOH HO ESCaneddo C Cannot Su vex, es una escritura austera y concisa, Pn ese sentido, Ja conclusion del ensayo de Francis Bacon es cerrada y tiene muchoque ver con toque fy el historiador inglés Peter Burke: "sus expresiones tone pa en : nba generalizaciones son la antftesisde Montaigne, en el sentido de que pareven Pensadas para terminar una discusidn mds bien que para promaverla!!* Debates actuales sobre el género As(como la pesquisa terminolégica sugirié una caracterizscién del ensayo que lo harfa comentar con un acto de autoconciencla del productor (Montaigne dice ser el primero en ensayar del imisino modo que Cervantes dice ser el primero en novelar en castellano) es posible utilizar otros casinos para caracterizar los textos ensayisticos: el pesto de Plusser, por ejemplo, yn se ha visto, se sustenta en un pensamiento binarlo y raza una Iinea divivoria partir del estilo enunciativo y, de seguido, pone a un lado 0 al otro sistemas enteros de filosoffa. Otro camino fue ver cémoen lacontinuidad temporal es posible reconocer formas de escritura que se acercan y, por lo tanto, Rest las recoloca en el mismo “cuarto”, sin dejar de reconacer que el ensayo, como todas bas creaciones humanas siempre trabaja desde la transformacién de materiales precedentes, nunca es creacién ex nihilo, Si nos fijamos en las précticas concretas de los autores, muchas veces encontramos que un mismo autor cruza las fronteras del extilo sin dificultad, Para ello se debe tener en cuenta que en la sociedad actual, el intelectual utiliza el estilo apropiado al medio de publicacién, esto es, sdecua el estilo las exigencias del dispositivo y, simultaneamente, utiliza la oportunidad a como “laboratorio” para ensayar su exeritura nds Esta es la leccién de Umberto Eco en el prefacio de al: que éste le proporcion: cientifica y académica, Laestrategia de la ilusién,} donde explica: son artfculos que he excrito publicacién en diatlos pero no Los ensayos elegidos para formar este libro en el transcurso de varios afios para su gemanarios (0 como méximo en revistas mensuales, tepectalizadas) (.») Noreo que exista rupturaentte lo que excrbo tor mis libros ‘especializados'y lo que exribo en os periidicos, Hay 35, Burke, 1985: 93. 36. Eco, 1994, Prefacio, 7-8. a6 ESCaneddo C una diferencia de toto, por eupuesto, dado que al leer dia tras dia low acontec tor cotidianos, al patat del diseurse politics al deporte sde la television al theau peste terrorista, a te parte de higwitesie tedrieas para evidenciar ejemplos concretos ine que mis bien acontecimientos para haccrlos hablar, sin que se esté obligade a llegar A conclusiones en términos tedricos definitivos. La diferencia reste entonces, en que en un libro tedrico, si se avanza una hipditesis, es para probatla confronténdola con los hechos. En un artic Periddico, se utilizan los hechos pata dar origen a hipstesis, pero 90 se pretende transformar las hipétesis en leyes: se proponen y se dejan ala valoracién de los interlocutores Y més adelante, agrega: Me pregunto a menudo si, en un periddico, trato de traducie en lenguaje accesible a todo el mundo o de aplicar a los hechos contingentes las ideas que elaboro en mis libros especializados, 0 st es lo contrario lo que se produce. Pero creo que muchas de las teorias expuestas en mis libros sobre la estética, la semistica o las comunicaciones de masas se han desarrollado poco a poco sobre la base de las observaciones realizadas al seguir la actualidad. (va ver sea titil considerar que el ensayo, por las variables que se han ido teMendo en cuenta, se acerca més bien a un “archigénero” (una serie abierta de formas genéricas empiricas ¢ histéricas) y que cualquier intento de organizacién clasificatoria es una tarea que encuadra caracteristicas de los textos en circulacién que siempre desbordan las gencalogias. En otras palabras, el género discursivo existe s6lo en el mecanismo produccor de sentido que lo describe. Y la consecuencia de este hecho es que asiduamente los textos son “recolocados”: las Aguafuertes de Arlt, que nacieron co “articulos periodisticos” en el diario El Muro, hoy pueden set leidas como ensayos breves, recogidos en oy (_Literaturat, (Filosoffa?, jgénero discursive o archigénero? Mis alls de las clasificaciones, cada texto leido como ensayo e wna estrates enunciativa que invita a entrar al “cuarto en el recoveco", a leer, a escribir, a descubrir. ) ESCaneddo C Carino Bibliograffa Abbagnano, Nicolés (1994): Historia de la Filosofia Vol. II, Barcelona, Hora. Adomo, Theodor W. (1962): "El ensayo como forma”, en Notas de literattera, Barcelona, Seix Barral. Agamben, Giorgio (2001): Infancia e historia, Buenos Aires, Adriana Hidalgo. Alazraki, Jaime, “Tres formas del ensayo contemporineo: Borges, Paz, Cortézar", Revista Iberoamericana, 118-119 (1982), 9-20. Alvar, Manuel (1980): “Historia de la palabra ensayo en espaitol”, en Ensayo, Malaga, Diputacién provincial de Mélaga, 11-43. Anderson Imbert, Enrique (1965): “{Quién es el padre del ensayo!”, Los domingos del profesor, Buenos Aires, Editorial Cultura. Arenas Cruz, Marfa José (1997): Hacia una teorfa general del ensayo. 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Pero si el criterio adoptado fue el alfabético es porque el resultado de cualquiera de estas decisiones hubiese sido el mismo: olvidar que los ensayos no son s6lo fruto de consignas y temas surgidos en las aulas sino expresiones de quienes los escribieron, y que, en tanto tales, son més que las consignas y los temas. Por eso, que el lector elija cémo agruparlos. Las posibilidades esbozadas arriba pueden servir de gufa; junto con ésas, probablemente primen. las ms tradicionales: el gusto y la identificacién Escaneado c Sitiar al miedo Anaht Abella Los detuvieron por atentado al pudor. Y nadie les creyé cuando el hombre y la mujer trataron de explicarse. En realidad, su amor no era sencillo, El padecta claustrofobia, y ella, agorafobia. Era s6lo por eso que fornicaban en los umbrales. Mario Benedetti! El miedo es una sensacién de angustia, de temor, que vivenciamos cuando algo amenaza (o parece amenazar) nuestra existencia. Es un comportamiento normal, es decir, es natural que ocurra, est relacionado con nuestro instinto de supervivencia. Pero el miedo no es una sustancia adherida a nuestras fibras musculares, imposible de desterrar, estatica y perenne. Es mas bien un accesorio, un apéndice mévil de nuestro ser, que puede aumentar su tamaiio o disminuirlo hasta extinguirse. Sino, icémo se explica que de adultos tengamos mas miedos que durante la infancia? Existen miedos para todos los gustos: a la oscuridad, a las arafias, a las cucarachas, a la sangre, a los perros, al agua, etc. El ser humano ha inventado temores a casi todos los elementos y situaciones de la vida cotidiana. 1. Mario Benedetti, 1992: “Su.amor no era sencillo”, en Despistes y franquezas, Madrid, Alfaguara. ESCaneddo C Canmaoltt Un miedo especifico A fines del siglo XIX y principios del XX, intelectuales de origen aristocratico emprendieron una acalorada critica a aquello que fue denominado como masa, turba o muchedumbre. En 1930 José Ortega Gasset decfa: "Lo que antes no solfa ser problema empieza a serlo casi de continuo: encontrar sitio...) Vemosa la muchedumbre, como tal, posesionada de los locales y utensilios creados por la civilizacién. El miedo del hombre al hombre (y, particularmente, a aquel que se distingue de uno por atributos raciales o de status), es un miedo que se aprende y que es especifico de los seres humanos. Con la educacién se van adquiriendo las primeras nociones de autoproteccién frente a los semejantes: “no aceptes caramelos de un desconocido” y “no hables con extrafios”, son las frases mas cominmente repetidas por los adultos —educadores en miedo— Este adoctrinamiento diario y constante logra, con el paso de los aiios, que intemalicemos pautas de defensa. Pero para que esto sea mis efectivo aun, debe estar acompafiado por un ordenamiento espacial que proteja nuestra integridad fisica y, principalmente, nuestro sentido comin: enfrentarse con otros hombres y darse cuenta de que no son més que eso, constituiria un serio golpe a nuestra psiquis. Habicamos, sobre todo en las sociedades occidentales, ciudades organizadas sobre la base del miedo. Las pinturas rupestres encontradas en cuevas demuestran que el hombre, desde tiempos remotos, ha buscado en la disposicién del espacio una forma de protegerse. En la actualidad, el espacio sigue actuando como un efecto tranquilizador, pero ya no frente a animales salvajes, sino a aquellos de nuestra misma especie, es decir, los hombres. Lasociedad delimita fronteras, construye muros para separar adento y afuera; 2 los otros, de nosotros; lo seguro, de lo temible, de lo que vulnera nuestra identidad. La urbanizacién otorga a cada uno su espacio, a veces imponiendo trabas econémicas; en otros casos, utilizando la violencia, o imponiendo a la libre circulacién barreras reales, de concreto, madera o metal. En Estados Unies est construyéndose una muralla para separar el espacio fronterizo entre Texas y México. Mientras que en la ciudad de Mar del Plata, sede de la Cumbre de las Américas fin de 2005, con motivo de su celebracién se instalé un vallado para impedir el paso de cualquier ciudadano, incluso marplatense, qué deseara acercarse a la reunién de sus representantes en el sistema democritico. 2. José Ortega y Gasser, 1984: La rebelin. de las masas, Barcelona, Planeta de Agostini. ESCanedado C luen fue my de ils ue in VARA RNID Carnnides 9 impenible ancntias 4 seyuellen 4 quienes on Ses tere, gearyve fon thw Henn pene tie wert legal hacerles, (mA pon eneeH aL Wh tnisties, S180 puedes con ellen, cegrheate, conatoupe bariien corraden (oyse vetbe td cearecto Mannan barrie ereeraden), En ewte gaunite, comaetistta tecin dan ia palabras de Levi-tarauss! cunnde reflesicnaba cerca de Occidente: "las tocterbades come ta nuettra adegnan la que ve gerstts Maras snteegeernia (del rieyn emein, ‘vornitar’) (.,) wlucitnn que Consinte en expultar a eum teres temibles fuern del cuerpo social mantenitndolos tempuratia 0 definteivamnente aistaden (..). Esta costunnhine inepirarta profuvide bento ala mayor parte de tas sociedades primutivas..." Miedo al medio 11 espacio nu es solo tranquilidad y proteccién, Es uns instancia que media entre dos xensaciones: la seguridad y el tenor. El 4rea que ocupamon puede ser causa de tnledos expectficos, como la claustrofobia, Ja nyoratobia y el vértiga, Pero, ademas de emociones que estén relacionadas a lo patoldgico, el espacio puede ser causal de miedo cuando se ve amenazado o Invadido, es decir, cuando falla en su funcidn de protegernios de los otros, hecho que como seres sociales, ocurte la snayor parte del tietnpo. Para describir esta sensacion, no hay nada mejor que un buen ejemplo. Son las seis de la tarde; el tren Sarmiento engulle més y mas pasajeros en cada estacién; los cuerpos se aprietan unos contra otros, el aire hucle a transpiracién, a pancho, a vino, ya todo un poco. El organismo empieza a adaptarse a exe ambiente de lata de conserva y cada uno de nuestros cinco sentidos entra en un estado de hibernacion forzado: la respiracién 1 comprime, Jas fosas nasales se contraen, los movimientos se hacen lentamente, los labios sueldan la fisura de la boca, la vista se pierde en la ntanilla o en algdn graffiti escrito sobre la pared y los ofdos son cubicrtos con auriculares, Convertimos e105 otros cuerpos en no personas y apretamos con fuerza la cartera contra el pecho, miramos de reojo las ras 7 las manos de los pasajeros contiguos a nuestro espacio, Un territorio que Nos pertenece pero que es invadido por seres andnimos, con cada movimiento del vagén, 1 inventado palieres, cocheras, barrios y hasta playas privadas. Sin embargo, frente a estos sitios exclusivos (que valiéndose de la propiedad de algunos privan fa entrada de los otros) el espacio piblico sigue vieStrauss, 1976: Trstes trdpicos, Buenos Alves, Eudeba sCaneago Con Lamocanner Carfruo ll constituyendo el 4mbito inevitable de roce o, simplemente, de mirada con aquel a quien tememos. Por mas que se construyan paredes y se armen vallados 0 cordones policiales, la disposicién espacial es mévil, a veces resguarda, pero también puede verse amenazada en una lucha constante de exclusiones ¢ inclusiones. ESCaneddo C con men Carpe diem eces ede Betina Bartol “Teméis todas las cosas como mortales,y todas las desedis como inmortales. Séneca El ciempo, esa materia intangiblemente concreta que enaltece y enfatiza la brevedad de la vida a través de su exuberante eternidad, funciona como barrera limitante del accionar humano. Todos somos poseedores de una arbitraria fecha de vencimiento, que se encuentra divinamente escrita junto anuestro destino. Sin embargo, a pesar de semejantes circunscripciones que confinan nuestra transitoria estadia en el mundo, existe una pequefia pero a la vez grandiosa posibilidad de aprovechar lo impuesto. Las candentes palabras de Shakespeare materializan esta visién: “El destino es el que baraja las cartas, pero nosotros somos los que jugamos”. A rafz de esta asercién se puede hacer referencia al tpico renacentista Carpe diem que dictaminaba el goce del dfa como si fuera el iiltimo y que subraya el t6pico latino Tempus fugit que concierne a la fugacidad del tiempo. Se ha establecido una progresiva preocupacién por la percepcidn de que el tiempo marcha cada vez més répido. Sin embargo, esta apreciacion es sumamente subjetiva. EL tiempo depende de la mirada objetiva del observador inherentemente subjetivo que desdibuja los limites entre pasado, presente y futuro. "No es que tengamos poco tiempo, sino que perdemos mucho.” Existen tres factores condicionantes que aceleran nuestra percepcién del paso del tiempo y nos encierran en un circulo vicioso: los ilusos deseos estereotipados de éxito, la insatisfaccién y las consecuencias de la tecnologta. 1. Séneca, 1980: De la brevedad de la vida, Buenos Aires, Aguilar, p. 27. -57- ESCaneddo C

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