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Nivel IL: Estudio explicativo/preventivo de légica deductiva. Por ejemplo, ser racista (un estereotipo 0 prejuicio, es decir, una generalizaci6n sin fundamento) podria llevarme de lo general a lo particular a través de un simple silogismo: “Los negros son ladrones, mi empleado es negro, debe ser ladrén”, y la consecuencia podria verse manifestada en un trato spero hacia la persona de color. Lo que obré fue un silogismo, ademds de una valoracién/significado. De otra parte, los esquemas motivacionales superiores (EMS) estable- cen relaciones combinadas y complejas con el pensamiento: de significado, de légica, pero también afectivas 0 de gusto. Muchos pensamientos que se desprenden de estructuras mo- tivacionales son imperativos que impulsan a actuar: “Quiero esto o aquello”, “No puedo renunciar”, “Debo perseverar”, “Es imprescindible hacerlo”, “Me agrada y punto”. A continuacién se examinaran los componentes del se- gundo nivel (ver, Figura 5), las definiciones, principios y fundamentos de: (a) el esquema nuclear, (b) el Sistema A de autoperpetuacion, y (c) el Sistema B de autoperpetuaci6én (creencia intermedias, estrategias de evitacién y estrategias compensatorias y profecias autorrealizadas). Esquema nuclear o creencia central 1. El concepto de esquema El concepto de esquema ha tenido una larga historia en psicologia (Bartlett, 1932, 1958; Piaget, 1952, 1954, 1980), sin embargo, es sdlo en la década de los setenta y ochenta cuan- do su utilizacién comienza a cobrar fuerza en 4reas como la psicologia social (Taylor, Crocker y D’Agnostino, 1978; Ta- ylor y Crocker, 1981), el procesamiento de la informacién e investigacién basica en cognicién (Carver y Scheider, 1981; Jennings, Amabile y Ross, 1982; Neisser, 1976) y la psicologia clinica cognitiva (Beck, 1982; Golfried y Robins, 1983; Hollon y Kriss, 1984; Ingram y Hollon, 1986, Beck y col., 1985).En la actualidad, el concepto de esquema es un tema ampliamente investigado y reconocido, tanto en la conceptualizacién como [or] [92] WALTER RISO en la intervencién clinica cognitiva (Clark, Beck y Alford, 1999; Ingram, 2003; Leahy, 2004; Mahoney, 2003; Newman y col., 2002; Wells, 2000). El esquema puede ser visto como una entidad organiza- cional cognitiva y estable, que contiene todo el conocimiento acerca de uno mismo y el mundo (Hollon y Kriss, 1984). En términos mis especificos un esquema se refiere a una estructu- ra cognitiva en la cual se representa la informacion referente a una particular categoria de personas objetos u eventos (Taylor y Crocker, 1981). Clark, Beck y Alford (1999) dan la siguiente definicion; Los esquemas son estructuras internas relativamente estables que han almacenado de manera genérica 0 pro- totipica caracteristicas de estimulos, ideas o experiencias que son usadas para organizar informacién de acuerdo a cémo los fenémenos son percibidos y conceptualizados (pag. 79). Los esquemas, como plantean Beck y Freeman (1995), poseen cualidades estructurales adicionales, tales como capa- cidad informacional (estrecha, limitada 0 poca), flexibilidad o rigidez (su capacidad de modificaci6n), densidad (la relativa distincién o relieve en algdn contenido especifico) y nivel de activacién o valencia (latentes o hipervalentes). Sin embargo, seria erréneo identificar el concepto de es- quema como un simple reservorio pasivo donde se guarda determinada informacién. Por el contrario, los esquemas cumplen una funcién activa en el procesamiento de la in- formacién, dirigiendo la atencién, recordando o percibiendo estimulos relevantes y/o ignorando los input de escaso valor. Parafraseando a Neisser (1976), los esquemas “no solamente contienen el plan, sino también son ejecutores del plan”. En cierto sentido, un esquema puede ser visto como un intento que los individuos hacen para imponer su propia realidad al mundo (Gitomer y Pellegrino, 1985; Greenberg y Pascual- Leone, 1998; Maturana, 1997; Leahy, 2003a). Se ha asumido que los esquemas proveen las teorias o hi- Nivel II: Estudio explicativo/preventivo potesis que en Ultima instancia guian y orientan la busqueda de informacién relevante y determinan cémo los estimulos recibidos y decodificados son organizados y estructurados. Los esquemas tienden a mantener su consistencia, a ignorar informacién contraria a su contenido y a facilitar informacion congruente con su base de datos (Riso, 1992; William y col., 1997; Leahy, 2001). Como veremos, es mis probable que los esquemas utilicen una cognicién confirmatoria de sus pre- concepciones, pese a existir evidencia en contra. Cuil es el contenido informacional de un esquema? El contenido de los esquemas puede incluir actitudes y creen- cias de uno mismo el mundo y el futuro. La triada de Beck reposa en lo profundo de los esquemas. Quizas la distincion mis aceptada, en lo que a contenido se refiere, es la que se ha establecido entre conocimiento declarativo y procedimental por un lado (Anderson, 1983, 1995) y memoria semantica y episddica por otro (Tulving, 1983, 1984). El conocimiento declarative es concebido como un conoci- miento conceptual basico, estatico, de los hechos y creencias almacenadas acerca del mundo de objetos o eventos, tanto rea~ les como imaginados (Nasby y Kihlstrom, 1986). También se lo ha definido como el “conocimiento del que”. El conocimiento declarativo incluye informaci6n acerca de significados concep- tuales, como también informacién de experiencia personales frente a los conceptos y los eventos del mundo real, 0 lo que es lo mismo: informacién abstracta y concreta acerca del mundo. De esta manera, se asume que el conocimiento declarativo contiene informacién semdntica (la cual es independiente del contexto y se desprende del conocimiento compartido por la gran mayoria de la personas que pertenecen a una comunidad lingiifstica-cultural determinada) e informacién episddica (la cual se refiere a las experiencias individuales, autobiograficas, rela- cionadas con el contexto espacio-temporal-emocional donde se produjo el contacto sujeto-objeto) (Gibbs y Rude, 2004; Decaer, Williams y Eelen, 2003; Raes, y col., 2002). También puede hablarse de una memoria semdntica y de una memoria episddica, segan sea el tipo de informacién almacenada [93] [o4] WALTER RISO (van der Kolk, van der Hart y Marmar, 1996; Puente, 1989). Ambos tipos de memoria se diferencian por sus caracteristi- cas de procesamiento. Por ejemplo, la memoria semAntica es més estable en el tiempo, los mecanismos de recuperacién de la informacién son realizados de manera relativamente mas automatica (con menos esfuerzo) y esta sujeta a menos erro- res y olvido que la memoria episédica. Desde un punto de vista neuropsicolégico, también se ha definido una memoria semantica para palabras, hechos verbales y conceptos, que se alteraria por lesiones en las regiones postero-inferiores del hemisferio izquierdo, y una memoria experimental (similar a la memoria episédica antes mencionada), la cual almacenaria las experiencias, no tan estables, que se alteraria por lesiones a nivel del lébulo limbico e hipocampo (Warrington, citado por Ardila, 1979; van der Kolk, 1996). Lo anterior estaria mostran- do el caracter diferencial de ambas memorias en lo referente a la participacién, o no, del componente afectivo. El conocimiento procedimental se refiere al “conocimiento del como”. Esto es, el conjunto de reglas, habilidades y estrategias por medio de las cuales se opera la informacién declarativa. Este tipo de conocimiento comanmente permanece ajeno a la conciencia. El conocimiento procedimental es general- mente representado como aquella secuencia de acciones que conducen a una meta. Incluye reglas de sintaxis lingiiisticas, operaciones légico-matemiaticas, juicios y andlisis de infe- rencias. Desde el punto de vista légico, responderia al condi- cional, si-entonces, y desde una perspectiva neurolinguistica se asemejaria al componente sintagmatico del lenguaje, mientras el conocimiento declarativo podria asimilarse al componente paradigmiatico (Leahey y Harris, 1998). Nisbett y Ross (1980) distinguen dos tipos de conoci- miento estructural: esquemas y teorias o creencias. Los es- quemas son considerados por estos autores como una forma mas genérica de conocimiento, donde las proposiciones no se relacionan necesariamente. Las creencias en cambio, se re- fieren a cogniciones que incluyen relaciones entre dos o mas conceptos y que contienen informacién general en forma Nivel I: Estudio explicativo /preventivo de reglas (Best, 2001). Esta perspectiva considera entonces que la informacién puede organizarse en teorias o sistema de creencias (Abelson, 1979; Beck, 1996; Ellis, 1980; Ellis y Harper, 2003) y que dicho contenido seria de un nivel de complejidad mayor al simple listado de conceptos. De Vega (1984), partiendo del contenido informacional dominante, propone clasificar los esquemas en: interpretati- vos visuales (marcos 0 frames), situacionales o guiones (script), sociales, de autoconcepto y dominio. Resumiendo lo expuesto hasta aqui, el contenido proposi- cional del esquema, 0 lo que es lo mismo, la informacién que contiene, puede dividirse en informacién semantica (vg. hombre, luz, silla, perro, lluvia), informacién episédica (las vivencias frente a los eventos 0 las cosas), informacién procedimental (la manera o el “como” se procesa y manipula la informacién), teorfas o creencias (sistemas altamente organizados de proposiciones relacionadas) y conocimientos prototipicos sobre un dominio es- pecifico (vg. marcos, script). Sin embargo, no debe perderse de vista que esta clasificacién obedece a fines didacticos y que los distintos tipos de informacién presentadas interactian y se entremezclan conformando estructuras que no siempre son faciles de comprender. El contenido de los esquemas no necesariamente debe ser “racional” 0 correcto. Si los conceptos son erréneos, si las experiencias personales se organizan mas alrededor de vi- vencias negativas que positivas y si las teorias 0 creencias se estructuran sobre la base de hechos falsos, el esquema resul- tante sera disfuncional y, en consecuencia, los pensamientos y comportamientos resultantes tendran un caracter maladap- tativo en la medida en que no estarin adecuados a la realidad. Por ejemplo, la idea de que “el destino esta escrito” (locus de control externo), generara pensamientos del tipo “Nada puede hacerse” o “De nada sirve intentarlo”, y un comportamiento de inhibicion y/o pasividad frente a los problemas y aconte- cimientos vitales. [96] 2. El concepto de autoesquema El concepto de esquema, cuando es aplicado a uno mis- mo, se lo denomina autoesquema. Markus (1977) lo define como: Generalizaciones cognitivas acerca de uno mismo, derivadas de experiencias pasadas, que organizan y guian el procesamiento de la informacién relacionada con uno mismo contenida en la experiencia social de un individuo (pag. 64)- La teoria cognitiva asume que el autoconocimiento 0 la representacion interna de “yo” incluyen elementos afectivos (Markus, 1990; McMahon y col., 2003; Strauman y Higgins, 1993;Winfrey y Golfried, 1986).Tal como lo han demostrado un nimero considerable de investigaciones, el autoesquema influye de manera determinante la forma de procesar informa- cién autorreferencial. A este fendmeno se lo reconoce como efecto de referencia de si mismo o efecto de autorreferencia, y se lo define como: la tendencia a procesar eficientemente y 4 recordar mejor la informacion que se relaciona con uno mismo comparado con el procesamiento de otras clases de informacién (Higgins y Bargh, 1987; Symons y Johnson, 1997): Fl autoesquema o esquemas de uno mismo (Markus y Wurf, 1987) organiza el mundo del yo (autopercepcion), y ayuda a responder la pregunta clave que define el autocon- cepto: “;Quién soy?”. La teoria cognitiva no asume que los autoesquemas son simples unidades cognitivas, sino que son entidades complejas que incluyen informacién conductual, motivacional, fisiolégica y afectiva respecto de uno y el mun- do. Por tal raz6n, la diferenciacion yo-otros ¢s vital para de- finir los subsistemas involucrados en la conformacién de los autoesquemas. Los trabajos de Robert y Monroe (1994), Strauman y Hig- gins (1993) y Clark, Beck y Alford (1999), entre otros, permiten establecer algunos patrones de funcionamiento general de los autoesquemas. Nivel II: Estudio explicativo/preventivo * Algunos autoesquemas pueden representar la vision actual del yo mientras otros pueden referirse a una vision idealizada del mismo. * Los autoesquemas pueden diferir en la orientacién temporal y procesar informacién pasada, presente y/o futura. + Los autoesquemas pueden brindar una visién positiva © negativa de uno mismo. + Los autoesquemas, de acuerdo con la informacion pro- cesada, pueden ser mis rigidos o mis flexibles. « Es probable que los autoesquemas tengan una fuerte orientacién interpersonal y que la informacién alma- cenada y codificada se refiera a un autoesquema rela- cional/social, donde el “‘yo” se compare constantemente con los otros. * Los autoesquemas tienden a mantener su consistencia interna. 3. Concepto y contenido del esquema nuclear La naturaleza del esquema nuclear (EN) es usualmente mas global, sobregeneralizada y absoluta que otras creencias. Por lo general, el contenido de los EN se refiere a términos de eva- luacién absolutas y generalizadas respecto de uno mismo y los otros. Beck (1996) dice con respecto a los EN patolégicos: La creencia nuclear consiste en el componente més sensible del concepto del si mismo o el “yo” (sentirse vulnerable, desvalido, no amable, incompetente, inutil) y la primitiva vision de otros (antipaticos, hostiles, desagra- dables (pag. 14). Prezter y Beck (2004) afirman que en TC los términos “es- y q quema”,“creencia central”, “supuestos subyacentes” y “creen- cias disfuncionales” habian sido términos intercambiables, pero en el uso contemporaneo tienden a diferenciarse. Los esquemas [97] WALTER RISO son estructuras cognitivas que sirve como base para procesar, categorizar e interpretar experiencias. Las creencias centrales autorreferenciales (para nosotros EN), son creencias incondicio- nales, como por ejemplo:“Yo soy malo” o “Los demas quieren hacerme dafio” o “Soy incapaz”. La creencia nuclear opera fuera de la conciencia del individuo y frecuentemente no es claramente verbalizada. Los supuestos subyacentes 0 creencias disfuncionales son creencias condicionales que responden a determinadas experiencia o situaciones. Por ejemplo: “Si me doy a conocer tal cual soy, entonces ella me rechazara”. El modelo presentado en el presente texto prefiere el tér- mino “esquema nuclear” a “creencia central o nuclear” por dos razones. La primera tiene que ver con el hecho de que el concepto de esquema es mas amplio e integrador que el de creencia. Como ya vimos, el esquema puede contener distintos tipos de informacién relacionados En segundo lugar, el término esquema nuclear explicaria mejor las estrategias de autoperpetuacién o de autoconfirmacién esquemitica. Es decir, el EN no es una entidad estable y acomodada, sino que, como veremos mis adelante, influye activamente en el desarrollo de las creencias intermedias (tragica, compensatoria, imperativos, actitudes) y en la manera de procesar la informa- cién (sesgos confirmatorio). Beck (1987) y Clark, Beck y Alford (1999) sugieren que el contenido ultimo del EN patolégico incluye dos factores basicos: la supervivencia (desvalido, incapaz) y el attachment (no sentirse querible o amable). ELEN puede estar totalmente desactivado, totalmente ac- tivado o parcialmente activado. La activacién del EN debe verse como un continuo dependiendo de cémo intervienen los eventos estresantes, los procesos de recuperacién de in- formacién de la memoria, el estado de 4nimo o las variables de personalidad. Por ejemplo, en un trastorno del Eje I el EN puede estar activado de manera discontinua, mientras que en los casos del Eje 11 (no me refiero a retardo mental) puede estar activado de forma continua. Es un error conceptual plantear [98] ‘ Nivel II: Estudio explicativo/preventivo dicotomias de activacién, como veremos en el apartado de Especificidad de contenido. Segtin la TC, el contenido del EN gira alrededor de dos factores:“Cémo me veo a mi mismo” y “Cémo veo a los dems”. Tradicionalmente estas variables fueron tratadas en conjunto en los trastornos de la personalidad (Beck y Free- man, 1995), aunque el yo y los otros suelen estar clinicamente presentes en la mayoria de las patologias, ya que pueden existir “rasgos” de personalidad, que si bien no lleguen a configurar un trastorno, incluiran necesariamente “un yo en relacién con otros”. Por ejemplo, una persona desconfiada, con rasgos pa- ranoides, ademis de sentirse vulnerable mostrar la tendencia a ver a los demas como potencialmente amenazantes. Incluso en los trastornos del Eje I, el EN puede incluir a “los otros” como factor determinante ademés del si mismo. Por ejem- plo, en una fobia social, el paciente no solo se siente incapaz de comportarse de manera adecuada, sino que percibe a los demés como altamente criticds 0 evaluativos.Y en un caso de depresion, la idea negativa de sentirse un fracasado hara que el sujeto se aisle y no se considere querible, lo que aumentara el sentido de pérdida y de soledad afectiva (la ausencia de otros): “Necesito el amor de la gente, pero no lo merezco”. Tal como ha quedado suficientemente demostrado por la psicologia social: “nos enteramos de quienes somos a través de nuestras experiencias con el mundo, en particular con las otras personas” (Klein, Loftus y Burton, 1989;Worchel y col., 2002). El entorno social afecta la conciencia del si mismo, mientras la opinién del si mismo influye en el juicio social (Meyer, 2000).Varias investigaciones dan soporte al constructo de la valoracién reflejada, el cual sostiene que toda autoevalua- cién refleja la percepcién que los demas tienen de nosotros (McNulty y Swann, 1994;Aron, Paris y Aron, 1995, citado por Worchel y col., 2002). Desde el punto de vista evolutivo los nifios de 18 a 24 meses comienzan a dar muestras de reconocerse a si mismos, posiblemente debido a que internalizan los esquemas senso- [99] [z00] WALTER RISO riomotores y logran asi formar im4genes mentales. Entre los 3 y 4 afios, comienzan a codificar experiencias relacionadas con recuerdos autobiograficos (memoria episédica) y a reconocer un “yo estable”, receptor de lo que ocurrié en el pasado (Nel- son, 1993; Povinelli y Simon, 1998). No obstante, para que un desarrollo cognitivo autorreferencial adecuado tenga lugar se deben incluir necesariamente las experiencias sociales (Shaffer, 2002). Gallup (1979) hallé que los chimpancés adolescentes que se habian criado en aislamiento social completo no eran capaces de reconocerse en un espejo, en comparacién con los chimpancés criados en grupos sociales. No hay reconocimien- to del yo en aislamiento social; Pooper llam6 a este proceso: el “fendmeno de mirarse al espejo” (Pooper y Eccles, 1982). Somos humanos en la medida que nos vemos reflejados en los demis. Para que lo especificamente humano haga su aparicion, ademas de un cerebro desarrollado, se requiere una dimensién social interactiva. Uno de los factores que mds contribuyen ala conciencia del yo en los nifios es el apego seguro, contar con un cuidador basico y amable o con un vinculo confiable y afectuoso (Bowlby, 1980; 1990; Riso, 2003b). Otro elemento que relaciona el yo con los otros es la comparacién social. Festinger (1954) definia la comparacion social como la tendencia compararnos a nosotros mismos con los otros para determinar si nuestra visién de la realidad es correcta o no. En Ja medida que nuestras opiniones coincidan con la de los demas, concluimos que nuestra manera de pensar es correcta. Es mas, nos dejamos influenciar por la opinion de otros al extremo de modificar las nuestras sin mas prueba que la opinién. Las investigaciones muestran que oir opiniones negativas sobre algo 0 alguien har4 que probablemente adop- temos opiniones similares, pese a nuestro desconocimiento al respecto (Maio, Esses y Bell, 1994). En resumidas cuentas, el yo se encuentra indisolublemente ligado a los otros, no solamente en los trastornos de la perso- nalidad sino en la formaciédn misma de los autoesquemas. La identidad social, el aspecto referido a “nosotros” contenido en el autoesquema, contiene la definicién social de lo que Nivel II: Estudio explicativo/preventivo somos (raza, sexo, religion, sexo, profesién) y, por oposicién, lo que no somos. La relacién yo-otros nos incluye o excluye. Es importante destacar que un ntimero de propuestas de for- mulacién clinica tienen en cuenta el “si mismo” y “los otros” en sus conceptualizaciones (DeRubeis, Tang y Beck, 2001; Horowitz y Eells, 1997; Leahy, 2003a; Wells, 1998; Young y Behary, 1998). El concepto de EN guarda alguna similitud con el concepto de esquemas maladaptativos tempranos. Young (1994) propone una terapia centrada en esquemas, cuyo ntcleo principal son los “‘esquemas maladaptativos tempranos”, a los que define: Son temas extremadamente estables y permanente que se desarrollan durante la nifiez y son elaborados a lo largo de la vida del sujeto, los cuales son fortalecidos por el procesamiento de experiencias posteriores (pg. 9). Estos esquemas son aceptados a priori como verdaderos e irrefutables, se autoperpetuan, muestran resistencia al cambio, son significativamente disfuncionales, se activan por eventos externos y estan asociados con altos niveles de afecto. Young define tres procesos esquematicos: mantenimiento (proce- samiento que refuerza el esquema), esquemas de evitacién (el individuo evita pensar sobre situaciones activantes, evita los sentimientos negativos asociados al esquema y evita con- ductualmente situaciones que puedan activar el esquema) y esquemas de compensacién (el individuo actha de manera conciente en un sentido opuesto a lo que se podria esperarse de sus esquemas). Gluboski y Young (1997) sostienen que los esquemas mal~ adaptativos tempranos son temas amplios, concernientes al si mismo y a sus relaciones con los demas. Son multifacéticos, contienen componentes cognitivos, afectivos, interpersonales y conductuales, y estén fuera de la conciencia. Seguin ellos, los esquemas maladaptativos tempranos tienen varios rasgos que los definen: se originan prematuramente en la vida y son crénicos a menos que sean tratados; llevan emociones intensas y disfuncionales (vg. autodestruccién, perjudicar a los demas); [ror] [102] WALTER RISO interfieren poderosamente la habilidad de los individuos para lograr sus necesidades basicas; y se mantienen rigidamente y son dificiles de cambiar, dado que abarcan el nticleo individual del sentido del si mismo. Debido a su importancia clinica, pasaremos a analizar en detalle los distintos contenidos esquemiaticos que han sido relacionados, desde una perspectiva cognitiva, especialmente con la dimensién del yo. Antoconcepto Para la terapia cognitiva el termino autoconcepto suele referirse a la representacién interna del yo. La hipdtesis de autoevaluacién en la que se basa el modelo cognitivo precisa que el contenido de los esquemas del si mismo guiaran las autopercepciones, autoevaluaciones y autoestima. Por ejemplo, para los individuos que sufren de depresin, la activacién de sus autoesquemas latentes de contenido negativo los llevara a tener una autopercepcion extremadamente negativa o pe- simista de si mismos (Dozois, 2002). En la mania ocurriria algo similar, pero en sentido contrario, es decir, el sesgo seria optimista (Leahy, 2003b). El contenido del autoconcepto ha sido también asociado al trastorno bipolar (Power, Jong y Lloyd, 2002), a la capacidad de moderar estados emocionales (Donahue, Robins, Robert y John, 1993, Showers, 1992) ya los efectos protectores (autocomplejidad) sobre el impacto de eventos estresares en la depresién (Solomon y Haaga, 2003). El autoconcepto es visto como un mosaico de las autorre- presentaciones que los individuos utilizan dentro de diversos dominios de vida, tales como familia, trabajo, vida social y recreacién. El autoconcepto seria un término que incluiria los distintos autoesquemas y estaria ms proximo al constructo de EN. Por ejemplo, Andersen y Cyranowski (1994) sugirieron Ja existencia de un autoesquema sexual, al cual definieron como: generalizaciones cognitivas sobre los aspectos sexuales de una persona que se originaron en experiencias pasadas, se manifiestan actualmente e influyen el procesamiento de la informacion sexual y guian el comportamiento sexual. Atn Nivel II: Estudio explicativo/preventivo asi, muchos terapeutas cognitivos prefieren seguir utilizando el término autoesquema en lugar de autoconcepto o utilizarlos como sinénimos. Rentsch y Heffer (1994) pidieron a doscientos estudian- tes universitarios que dieran veinte respuestas diferentes a la pregunta: “;Quién soy yo?”. Al estudiar los contenidos de las categorias que construian el autoconcepto, encontraron ocho categorias, lo cual llevé a pensar que el autoconcepto no se trataba de una estructura sdlida con un solo conteni- do especifico. Las categorias halladas fueron: (a) atribuciones interpersonales (“Soy una novia”, “Soy un estudiante”, “Soy un jugador de futbol”), (b) caracteristicas adscritas (“Soy un hombre” “Tengo 20 afios”, “Soy Carmen”), (c) intereses y actividades (“Me gusta cocinar”, “Voy mucho al cine”), (d) autodeterminacién (“Soy catdlico”, “Soy capaz de alcanzar mis metas”), (e) diferenciacién social (“Soy francés”, “Soy gay’, “Soy un ser humano”), (f) conciencia del self (“Soy una persona buena”, “Soy coherente”), (g) creencias interiorizadas (“Estoy en contra del aborto”,““Apruebo el matrimonio entre homosexuales”, “Soy pacifista y demdcrata”), y (h) aspectos existenciales (“Soy atractivo”, “Soy un ser especial”). Aunque los participantes se describian utilizando las mismas categorias, los contenidos eran diferentes. Una hipétesis comunmente aceptada es que el autocon- cepto va cambiando a medida que crecemos. Los cambios en la vida nos obligan a asumir nuevos roles y por lo tanto una nueva identidad social (Sheeran y Abraham, 1994; Stradling, Crowe y Tuohy, 1993). William James (1890) sostenia que aunque tenemos un nticleo central del self consolidado hacia los treinta afios, también tenemos muchos selfs sociales que se manifiestan diferencialmente en nuestras relaciones sociales. Al respecto, Baron y Byrne (1998) afirman: En definitiva, parece ser que el autoconcepto esta lejos de constituir un aspecto fijo de la persona, y que acon- tecimientos que proviene del exterior pueden provocar cambios en él (pag. 186). [103] WALTER RISO Desde el punto de vista clinico se ha intentado organizar el contenido del EN 0 autoconcepto en dos categorias basicas de creencias: (a) las que se asocian con desamparo (“Estoy indefenso”,“Yo soy débil”, “Soy inadecuado”, “Soy vulnera- oe ” ble”, “Soy fracasado” , “Estoy atrapado”, “No soy capaz » ‘Soy ” incompetente”) ,y (b) las que se asocian con incapacidad de ser amado (“No soy querible”, “No soy atractivo”, “Soy malo”, “Van a abandonarme”, “No soy deseable”) (Beck, 1996; J. Beck, 2000). Autodiscrepancia: yo real vs yo ideal Segtin algunos autores, el autoconcepto no slo incluye los autoesquemas actuales (lo que somos), sino también los “yo probables”, lo que podriamos llegar a ser, lo que se conoce en psicologia social como: los posibles yo 0 los yo que podamos proyectar, La vision del yo que afioramos ser 0 el que nos sen- timos obligados a ser, nos conduce a una confrontacién con lo que verdaderamente somos y nuestras aspiraciones (Inglehart, y col., 1989; Markus + Nurius, 1986). Higgins (1987) propone la teoria de la autodiscrepancia o la discrepancia del yo. Sostiene que mas que el contenido esquemiatico per se, lo determinante del EN es la dinamica que relaciona los distintos niveles de aspiraciones y metas que construimos alrededor del yo. Higgins, propone tres do- minios del yo: el yo real, actual (los atributos que creo poseer actualmente: “Lo que soy en realidad” 0 “Como me veo a mi mismo en el aqui y el hora”), el yo ideal (los atributos que me gustaria poseer: “Qué y como me gustaria ser”) y el yo obligado (lo atributos que creo debo poseer: “Qué tengo la obligacién de alcanzar”). Se postula que estas discrepancias entre el yo real y el yo ideal y obligado act4an como guias para el procesamiento de la informacion y la conducta manifiesta, y pueden generar consecuencias emocionales negativas. Mas especificamente se pronostica que las personas que muestren discrepancias significativas o la falta de correspondencia entre el yo ideal y el yo real padeceran tristeza y disforia, mientras la discrepancia entre el yo real y el yo obligado produciran {104} Nivel II: Estudio explicativo/preventivo activaciOn, agitacién y ansiedad. Varios estudios apoyan estas predicciones (Higgins, Klein y Strauman, 1985; Higgins, Strau- man y Klein, 1986; Higgins, Roney, Crowe y Hymes, 1994, citados por Worchefil y col., 2002). Clark, Beck y Alford (1999) afirman respecto a lo anterior: Asi la estructura, contenido e interrelaciones o discre- pancia entre diferentes partes de la organizacién de los autoesquemas contribuyen a nuestro entendimiento del papel del si mismo... (pag. 107). Bruch (1988) sostiene que la discrepancia yo real vs yo ideal genera sentimientos de inseguridad: conductas que levarian a una atencién prolongada hacia aspectos negativos del si mis- mo. Bruch (1988) encontré que las discrepancias entre el yo real y el yo ideal correlacionaban con pesimismo y creencias irracionales, ansiedad interpersonal, evitacién social, estilos atribucionales negativos, depresién y baja autoeficacia. Autoestima La autoestima ha sido relacionada con la funcién evalua- dora que caracteriza el autoconcepto (Showers, 2000). En general se la considera como un esquema, que si su conteni- do es negativo (baja autoestima), incrementa la vulnerabili- dad a la depresibn (Roberts y Monroe, 1994; Abela y Payne, 2003), afecta la sociabilidad, (Olmseand y col, 1991), debilita del sistema inmunolégico (Strauman, Lemieux y Coe, 1993) e impide el mantenimiento de emociones positivas (Smith y Petty, 1995), entre otras muchas consecuencias. La autoestima pude definirse como la autoevaluacién de las cualidades que componen el concepto del yo (Marsh, 1993). Es la parte del autoconcepto que determina qué tanto me quiero o qué tanto me detesto. La autoestima, entonces, envuelve observaciones acerca de uno mismo en términos de bueno-malo, deseable- indeseable, amable-no amable. Las personas con una elevada autoestima se perciben a si mismas como mejores, reconocen sus defectos y virtudes, se sienten més capaces y con mis valia personal. Una baja autoestima tiende a generalizar los fraca- [10s] [106] WALTER RISO sos (Baron y Byrne, 2000) y hace que las personas, incluso los nifios, se concentren més en sus deficiencias que en sus cualidades (Brown, 1998). La autoestima se vincula también con las discrepancias que el autoconcepto establece con su yo ideal (autodiscrepancia) (Eisenstadt y Leipe, 1994). Fennell (1997) propone una conceptualizacién cognitiva de la baja autoestima con base en el modelo cognitivo de Beck. Define la autoestima en términos de representaciones genéricas del yo (esquema), considerando la persona como un todo. Segtin la autora, la baja autoestima es una creencia central o esquema nuclear en la cual un individuo llega a una conclusién negativa de si mismo (vg. Yo soy débil”’, “Yo soy poco inteligente”). Esta conclusién resulta de una interaccién entre el temperamento y las experiencias negativas tempranas. En general, desde el punto de vista cognitivo, se considera que la autoestima modera (de manera similar a lo que ocurre con los estados de animo 0 mood) los estilos atribucionales y otros esquemas que pueden actuar como diathesis (Southall y Roberts, 2002). La evaluacién global de la autoestima surge de un proceso evolutivo. Entre los 4 y los 7 afios, las autoevaluaciones de los nifios se centran en dos Areas: aceptacién social (“Cuanto le gusto a los demas”) y competencia general, especialmente en las tareas (“Qué tan bien realizo mis tareas”), Hacia los ocho afios evaliian sus competencias en tres campos: competencia fisica, competencia académica y aceptacién social, pero estas autoevaluaciones estan fuertemente influenciadas por los de- mas, sobre todo por los padres. Todos los datos concuerdan en que tanto el autoconcepto como la autoestima dependen en buena medida de la forma en que los demas perciben nuestro comportamiento y reaccionan frente a él (yo reflejado) (Harter, 1998). Esto se hace mucho mis evidente durante la adolescencia, donde la valia personal se centra en las relaciones interpersonales, pero de manera diferenciada segtin se trate el contexto (vg. padres, amigos, profesores). A partir de ese momento, la “autoestima relacional” va construyendo una valoracién del yo mas global. Podemos tener una autoestima Nivel IT: Estudio explicativo/preventivo global positiva, si en un campo del desempefio somos brillan- tes, pero no en otros. El balance ponderado varia de persona a persona: podria afirmarse que los individuos que se evaltian a si mismos de manera general y balanceada son las que obtienen puntajes més altos en autoestima. La comparacién social que determina la autoestima se caracteriza por dos efectos: (a) el efecto de contraste: cuando nos comparamos con alguien y en algiin aspecto esta com- paracién puede producir efectos positivos en la autoestima (Reis, Gerrard y Gibbons, 1993), y (b) efecto de asimilacién: cuando al compararnos con algtin familiar o alguien cercano y la autoestima es mayor si percibimos algo positivo en ellos (Brown y col., 1992). Finalmente, existe una tendencia a considerar que la va- riabilidad de la autoestima es mas importante, que la cantidad (alta baja). Por ejemplo, un ntimero considerable de estudios convergen en que la variabilidad de la autoestima, mas que el rasgo de autoestima, incrementa la vulnerabilidad de la depresién ante eventos estresantes, especialmente en personas que han tenido una historia de depresibn (Hayes, Harris y Carver, 2004). Especificamente, con relacién a la depresién, Clark, Beck y Alford, afirman: Lo que confiere mayor riesgo para al depresién es la reactividad de la autoestima causada por falta de resiliencia a los eventos negativos. Asi, es la inestabilidad temporal de la autoestima (o0 su labilidad) y no la baja autoestima como rasgo, lo que caracteriza ala autoestima como un factor de vulnerabilidad a la depresién (pag. 350). Antoeficacia Como vimos, el autoconcepto es una vision compuesta de uno mismo, formada a través de experiencias directas y de evaluaciones realizadas por otras personas. La autoeficacia seria uno de los componentes del EN, otra faceta del pensa~ miento autorreferencial. La diferencia con la autoestima es como sigue: mientras la autoestima se refiere a la valia personal [107] [108] WALTER RISO en esencia, la autoeficacia percibida hace referencia a la eva- luacién de las capacidades personales. Aunque las relaciones entre la autoestima y autoeficacia estan ligadas, ya que culti- vamos nuestra autoeficacia en aquellas actividades donde la valia personal tiende a ser positiva, no correlacionan en una relacién uno a uno. Podemos sentirnos eficaces en tareas que no fomentan nuestra autoestima (vg, alguien puede ser muy eficaz como ladrén), pero no sentirnos dignos u orgullosos de Ilevarla a cabo. Para Bandura (1977) la autoeficacia hace referencia a la evaluacién que realiza un individuo respecto a su capacidad para desempefiar una tarea, alcanzar un meta o superar un obstaculo. Bandura (1987), define el contracto de autoeficacia de la siguiente manera: La autoeficacia percibida se define como los juicios de cada individuo sobre sus capacidades, en base a los cuales organizara y ejecutara sus actos de modo que le permitan alcanzar el rendimiento deseado. Por tanto, el concepto no hace referencia a los recursos de que se disponga sino a la opinién que una tenga de sobre lo que puede hacer con ellos (pag. 416). En dltima instancia representa la confianza del individuo de que sera capaz de ejecutar exitosamente un comportamiento especifico. La autoverbalizacién que acompaifia la baja auto- eficacia es:‘‘No soy capaz”. El constructo de autoeficacia parte de dos tipos de ex- pectativas: (a) expectativas de resultados (la estimacién de que cierta conducta Ievara a ciertos resultados), (b) expectativas de eficiencia (la conviccién o certeza de uno puede ejecutar, exitosamente, la conducta requerida para producir los resulta- dos) (Riso, 1988a). Una autoeficacia alta hace que los sujetos se sientan mas seguros ante los retos personales, mas persistentes ante los obstaculos, menos ansiosos y menos depresivos: ser autoeficaz genera ventajas considerables (Bandura 1997; Bogels y col, 2002; Scheier y Carver, 1992). Nivel II: Estudio explicativo /preventivo La autoeficacia ha sido relacionada con un gran rango de problemas clinicos, incluyendo fobias, adiccién, depresion, habilidades sociales, asertividad, estrés, enfermedades médicas, control del dolor y competencias académicas y atléticas (para una revision, ver Pajares, 1997). Desde el punto de vista del procesamiento de la informa- cién, se ha relacionado la autoeficacia con los heuristicos, (Ti- llena, Cervone y Scott, 2001), con la autopercepcién (Kashdan y Roberts, 2004) y con la atencién autofocalizada (Gaudiano y Herbert, 2003). Si consideramos que la autoeficacia es un esquema 0 autoesquema, no es de extrafiar que influya sobre el procesamiento a través de sesgos confirmatorios manifestados en los procesos de atencién, percepcién y memoria. 4. Especificidad de contenido El modelo cognitivo parte de la hipétesis de que cada trastorno psicolégico tiene un perfil cognitivo distintivo que se hace evidente en el contenido informacional, el tipo de cogniciones negativas y la manera de procesar la informacién asociada con el desorden en cuestién. Clark y Beck, (1987) sostienen que: Un principio importante de la teoria cognitiva es que la diferenciacion entre varios tipos de psicopatologia se hace evidente en el contenido de los esquemas, los pensamientos automiaticos y las interpretaciones erréneas 0 sesgadas que parecen en la distorsién (pag. 392). Asi, por ejemplo, la teoria cognitiva sostiene que es posible trazar perfiles cognitivos especificos a cada alteracién psiquia- trica o psicolégica, que en ultima instancia serian los temas cognitivos predominantes de cada trastorno (Clark, Beck y Alford, 1999; Semerari, 2002). Por ejemplo, en la depresién/ tristeza, el tema nuclear es la pérdida personal, la deprivacién y/o la soledad afectiva (Beck, 1971; 1991); en la ansiedad, el tema predominante es la percepcién de amenaza y la baja au- toeficacia (Clark y Steer, 1996); en la mania, una vision positiva exagerada del uno mismo, el mundo y el futuro (Newman y [109]

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