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ados de investigaciones que combina de la medicina. C parece aqui es diverso, El lector encontrara un balance historiografico de esos campos de Investigacion en Am como estuclios que tratan numerosos problemas dela historia de Colombia: conflictos entre medicina oficial y practicas tradicionales y populares; usos y abusos sociales y politicos de s para gobernar; experiencias médicas pr teorfas craticas y_microbi s formas de epidemiologi sdicamentos y sus estrategias publicitarias; eme gencia de una epidemiologia descriptiva en empresas situadas e Turales y en el mundo urbano colombiano; la igiene como mezcla de educaci6n y represion para contrarrestar la practica d Bogota historia dela reforma en Colombia como momento de emergencia dle las c a Atlantica; relaciones causales entre herenc dad, enfermedad y degeneracién racial en los peritajes problema del patrimonio documental cientifico, su inestimable valor, la diversidad de sus usos piblicos y la necesidad de respetar la inves. tigaci6n por ella misma, sin someterla a coacciones exteriores. a wavensibAD ‘SNACIONAL ia SEDEMIEGECTTR DRECCIODE NVESTICACIONES 95891552922 oneal tey Ps Fl cl i= freee Higienizar, medicar, gohernar Historia, meticina y sociedad en Colombia GIHSA GRUPODDE INVESTIGACION HISTORIA DE LA SALUD El Grupo Historia de la Salud trabaja desde 1998 en el desarrollo del campo de investigacién en historia de la salud y la ‘enfermedad en Colombia. Esti conformado por profesores y estudiantes de la Uni- versidadl de Antioquia (Facultad Nacional de Salud Prblica y Facultad de Ciencias Sociales xy Humanas) y de la Universidad Nacional de Colombia, sede Medellin (Facultad de Giencias Humanasy Econdmicas). Nuestra misién es unifiear esfuerzos de historiadores y profesionales de la salud para mejorar la comprensi6n de los procesos de ‘constituci6n y de percepeidn de la salud y la enfermedad, en Colombia Nuestras Iineas de investigacién com- prenden los diversos procesos de medica- Tizacién ¢ higiene, el estudio de las repre- sentaciones sobre salud, enfermedad y euerpo en las sociedades modernas, la historia general de las terapéuticas, los procesos historicos de la salud paiblica y la defensay conservacién del patrimonio documental y bibliogréfico referente a estas teméticas, Contribuims a la formacién de nuevos investigadores, al tiempo que generamos ‘nuevos conocimientos y rellexién ceérica, Higienizar, medicar, gobernar Historia, medicina y sociedad en Colombia Jorge Marquez Valderrama Alvaro Casas Orrego Victoria Eugenia Estrada Orrego Directores de edicién Higienizar, medicar, gobernar Historia, medicina y sociedad en Colombia SEDE MEDECLIN IME DIRECCION DE INVESTIGACIONES Medellin, 2004 ISBN:958-9352.92.8 ‘Universidad Nacional de Colombia Rector: Mateo Palacios Rozo 7 Decano dela Facultad de Ciencias Humanas yEconémicas: Oscar Almario Garefa Vicertector Sede Medellin: Argemito Echeverri Cano Directora DIME: Olga Cecilia Guzmn Moraes, Editor: La Carreta Bditores EU. Carétula: disefio de Alvaro Vélez Tlustracién: campafia antihelmintica de 1923 en el Hospital San Juan de Dios de la ciudad de Medellin. Fotografia de la coleccién privada del Dr. Tiberio Alvarez. (© 2004 Universidad Nacional de Colombia, Sede Medellin Direccién de Investigaciones, DIME © 2004 Grupo de Investigaciones Historia de la Salud Primera edicién: noviembre de 2004, 500.jemplares Impreso y hecho en Colombia por Editorial Lealon, Medellin Contenido Presentacién 9 Legados y tendencias en la historiograffa sobre la enfermedad en América Latina moderna Diego Armus B Enfermedad, magia y medicina en el Antiguo Régimen Diana Luz Ceballos Gémez 4 El célera en la Nueva Granada Estela Restrepo 3 La prictica médica en Cartegena desde la Colonia al siglo xx Alvaro Casas Orrego 1 Clima y ficbres en Colombia en el siglo xx Jorge Mérquex Valderrama 95 Estrategias publicitarias del medicamento en Colombia, 1850-1930 Victor M. Garcia G. 9 Jorge Marquez V. ul Comienzos de una epidemio'ogia de terreno en Colombia Victoria Estrada Orrego 2 La lucha antialcohélica en Bogoté: de la chicha a la cerveza Carlos Emesto Noguera R. 159 Politicas, trificos y epidemias en Colombia a comienzos del siglo 2 Jorge Marquez Valderrama 183 La antropologfa criminal en Colombia: el rostro y el cuerpo del criminal revelan su conducta anormal Hilderman Cardona Rodas 203 Experiencias y resultados en la sala de patrimonio bibliogrfico de la Facultad de Medicina U. de A. Libia J. Restrepo mi Presentacién. Jorge Marquez V., Alvaro Casas O. y Victoria Estrada O. “Laincomprensiin del presente nace fatalmente dela ignorancia del pasado, Pero quizéssea igualmente vano agotarse en compren- derel pasado cuando no se sabe nada del presente”. Mare Bloch, Apologia por la historia El libro que hoy oftecemos a los lectores subraya algunos de los retos que el oficio de historiador en‘tenta sin cesar: la delimitacién de objetos yel replanteamiento constante de problemas, la demarcacién de periodos de tiempo, la inevitable reflexién desde el presente y, tal ver, uno de los més acuciosos en Colombia, la conservacién de la memoria y el patrimonio documental. La historia como disciplina vive un momento de crisis fecunda, pues se ha abierto hacia una gran diversidad de objetos, preguntas, expecialidades, orientaciones teGricas, teméticas y formas de subjetividad. La parcela de Investigacion que cultivamos desde hace varios afios pertenece ala vez ala historia social y cultural, a la historia de la medicina, a la de la dupla salud- enfermedad y a la de la analitica de las interacciones saber-poder. Este conjunto de intereseses visible en das dominios de investigacién: historia de la medicina e histcria de la salud y la enfermedad. En cuanto al primero, podkfa lamarse “historia dela medicina” a secas, pero a condicién de que se comprenda bien qué queremos incluir bajo esa denominacién. Se la ha separado a veces en dos grandes tendencias: la “externa” y la “interna”. Que esta divisiGn es falaz, lo muestran bien los resultados que presentamos aqui. En esta obra, no separamos la medicina ‘como ciencia o como “suma de ciencias aplicadas” de sus condiciones his- téticas, sino que nos interesamos a la ver por el problema del saber y la verdad y porlas estrategias de poder en que esas verdades y saberes se crista- lizan en politicas, representaciones, acciones. Peto tampoco dejamos de Jado las resistencias frente a un saber legitimado institucionalmente. En cuanto al segundo dominio, si tomamos unio solo de los problemas que enfrentamos, el de la historia de la enfermedad, es evidente que su historia natural, trazada por le biomedicina, no basta para conocerla, pues el historiador de hoy no se conforma con la pregunta por el pasado de las as pecs patologtas actuales, no busca s ellas sonentidades que atvavies 9 si son absolutamente nuevas. Esos interrogantes pertenecen al dominio de la paleopatologfa. Sin despreciar Ia historia natural de la enfermedad, ¢ incluso empleando sus datos, nos preguntamos Ze6mo y de qué se enferma- ban las gentes en el pasado c6mo se enfrentaban a los cambios generados por esas realidades que son las enfermedades? {Cémo se representaban el ‘cuerpo, lasalud yla enfermedad y cémo objetivaban las ociedades del pasa- do las patologfas colectivas? ‘Qué alcances tuvieron las epidemias y qué distancia hay entre la medida de ese impacto porlos hombres que las pade- cieron yla que pudiéramos trazar hoy? La historia de la medicina, en sus escritos y en su ensefianza, ha sido monopolio de médicos y cientificos, pero las orientaciones recientes de los, estudios hist6ricos nos permiten, como historiadores profesionales, propo- ner una nueva historia de la medicina, interesada por el juego complejode factores cientificos, politicos, cultuales y sociales. ‘Al mismo tiempo, la historiogeafia general recurre cada vez mas a la historia de la medicina y, por esa misma via, la modifica. Los estudios de la vida cotidiana, los enfoques cuantitativos, la demograftahist6tica, las ana- iticas de las relaciones saber-poder y las historias de las epidemias revalo- rizan las investigaciones de historia de la medicina y le asignan tareas nue- Por otra parte, la sociologia de la medicina, disciplina relativamente nueva) necesita referencias hist6ricasy mantiene globalmente una relacién ambivalente con la historia de la medicina: por un lado, tiene una marcada tendencia a pensar la enfermedad como el resultado de una “construecién social y cultural” y ese constructvismo intenta reducir los conceptos y teo~ ‘fas cientificas a su contexto social. Por otro lado, sus resultados son a vec una historia de la medicina, en la cual esta ciencia y su devenir casi no aparecen, una “historia de la medicina sin medicina”, como lo denunciaba el historiador Leonard Wilson en 1980!. Esas visiones exclusivamente sociologizantes de la enfermedad corren el riesgo de desconocer que nues- {tos ancestros, como nosotros, se enfermaban realmente y sufrfan por ello, incluso sia veces no llegamos a comprender sus relaciones con el dolor, la enfermedad y la muerte La renovaciénen los estudios de un periodo, en el cual el poder médico apatece ya institucionalizado, ha suscitado nuevas preguntas por las fuen- tes, por la arqueologia de la medicina y por las pcticas de curat no oficiales. Poreso, cuatro de losinvestigadores que participan en est libro se plantean también nuevos interrogantes acerca de lasartes de curar en la época colo- 1. Wilson, L., "Medical Fis Medicine, 35, pp. 5-1 ry without Medicine", Joumad of the History of 10 nial y acerca de esos mismos ofcias en el perfodo en que la medicina apenas se estaba convirtiendo en herramienta indispensable para el proyecto de Estado-nacién, Enlosestudios que presencamos a continuacién, la medicina, la salud y Taenfermedad aparecen como mativos para enfeentar el objeto principal de Ia historia las sociedades del pasado. Imposible tomara la salud como obje- ‘ode la investigacién hist6rica eparéndola del problema de la enfermedad ylas epidemias. A su ver este problema aporta al conocimiento hist6rico ‘ocasiones insustituibles para poner en evidencia muchos aspectos del fun- cionamiento de una sociedad dada. Esta postura epistemol6gica concibe a la historia de la medicina como uno de los campos de estudio necesarios para la comprensi6n de la historia social y cultural, en general y de la histo- ria dela salud ya enfermedad en particular. ‘Como los dominios que estudiamas, el recorrido que aparece aqui como resultadoes diverso. En “Legados y tendencias en la historiogeaffa sobre la enfermedad en América Latina moderna”, Diego Armus hace un balance historiografico de las nuevas formas de histoviar la enfermedad, siguiendo la producci6n latinoamericana de los iltimos quince aos. Enelart{culo “Enfermedad, magia y medicina en el Antiguo Régimen” Diana Ceballos G. sintetiza lasrelaciones entre précticas magicas y artes de curar de los siglos xvu y xvnt, ylas ilustra con algunos ejemplos tomados de sus investigaciones en archivos colombianos y espafioles del periodo colo- nial, Muestra los conflictos entre medicina oficial y pricticas tradicionales ‘y populares como curanderfa, Ferbolaria, hechicerfa en una sociedad mest za, en la cual las dltimas eran el remedio més usado, Con “El célera en la Nueva Granada’, Estela Restrepo nos adentra en. los us0s y abusos biopoliticos de la epidemia como medio de dominacién, controle higienizacién de las cases pobres. Muestra que la clase dominan- te, al abrazar el partido del anticontagionismo, atribuy6 a la pobreza el carter de foco de infecci6n y causa de la enfermedad. Sefiala laimportan- cin el debate entre contagionistas y anticontagionistas en la judicializacién del espacio publico y privado. En su articulo “La priictica médica en Cartagena desde la colonia al siglo xx", Alvaro Casas O. compara tres casos de médicos que trabajaron en laciudad de Cartagena, en mementos diferentes. Distingue varios niveles dela experiencia médica en sus formas de reconocimiento sacial, en pleno teénsito de la medicina privada a la medicina social. En suestudio "Clima y fiebres en Colombia en el siglo x1", Jorge Mér- quez V. analiza problemas de li historia de la medicina concernientes ala clinica, la nosologfa y las teorfas médicas de una medicina oficial enfrenta- da al problema de'las fiebres del Magdalena”, en el momento de transici6n de las etiologias ncohipocréticxs hacia las microbianas. ul rategias publicitarias del medicamento en. Colombia, 1850- 1930”, Victor Manuel Garcia G. y Jorge Marquez V. estudian los dispositivos del mercado de los medicamentos y sus estrategias publicitaria en la prensa colombiana de la segunda mitad del siglo xixy comienzos del xx, Analizan Tas teorias y mitologfas médico-terapéuticas, los ideales de progreso, de sa- lud y bienestar dominantes en una sociedad modemna y explotados por esas, wublicidades, Pu pn “Comientos de una epidemiologia de terreno en Colombia", Vieto- tia Fstrada O. analiza un conjunto de discursos médicos cuyos comunes denominadores on haber sido elaborados a partir de précticas de terreno y tratar todos el problema de la anquilostomiasis como patologia colectiva. Ete estuosubraya a emergencia en Colombia de ura enidemil des- ctiptiva en empresas situadas en reas rurales yen el mundo urbano. Carlos Emnesto Noguera R., en "La lucha antialcobica en Colombia de lachicha ala cerveza” presenta un problema de historia pocoestudiado, pero de gran impacto en la definicién de las politicas pablicas de finales del Siglo xX y comienzos del siglo xx. Aborda la higiene como estrategia de teducacion y represién para contrarrestar el “chichismo”, promotor de “la degeneraci6n de la raza” wore Marquet V analiza en un segundo articulo, “Politcas, tefcos y epidemias en Colombia, a comienzos del siglo XX”, la historia de la reforma sanitaria en Colombia en el momento de emergencia de diversas pricticas, ysaberes como la bacteriologia, la epidemiologia, las estadisticas sanitarias ¥la higiene de los puertos. Plantea problemas epistemoldgicos e historicos de Ia historia de laepidemiologia en general y de la historia de a epidemiologsa ‘colombiana en particulat. , El historiador Hilderman Cardona R., en el articulo “La antropologia criminal en Colombia: el rostro yel cuerpo del criminal revelan su conduc- ta anormal”, analiza las relaciones entre herencia, alcoholismo, anormali- dad enfermedad ydegeneracion racial Se vale dees anecedentes itr ‘cos de las mediciones antropométricas en su telacién con el darwinismo social y del estudio de un peritaje médico hecho ene siglo XX, por médicos colombianos convencidos de las teorias del criminal nato de la escuela ositivista italiana, Pos nalmente, en “Expetiencias y resultados en la sala de patrimonio bi- bliogeéfico de la Facultad de Medicina de la Universidad de Antiog Libia Restrepo define el patrimonio documental y su inestimable valor, valiéndose de sus propias investigaciones en archivos colombianos. Suex- periencia nos muestra la diversidad de utilidades y usos pablicos de ese patrimonio y resalea la necesidad de respetar la investigaciGn por ella mis ma y por sus propios fines sin someterla a coacciones exteriores. 2 Legados y tendencias en la historiografia sobre la enfermedad en América Latina moderna Diego Armus En las iltimas dos décadas, el tema de la enfermedad ha comen- zado a ganar un lugar destacado en la historiografia latinoamericanal. Su crecimiento como subcampo es parte de la actual fragmentacién de los estudios hist6ricos ~ahora mucho més prolificos en recortes te- miticos que en ambiciosas narrativas~ y también de preguntas y enfo- ques que las ciencias sociales y las humanidades han destacado entre sus preocupaciones. Esta ostensible presencia de la enfermedad como objeto de re- flexién ha sido, y sigue siendo, el resultado de contribuciones origina- das en distintas agendas de trabajo. En primer lugar, los esfuer2os por renovarla tradicional historia de la medicina. Luego, la diseminacién de modelos interpretativos srovenientes de otras disciplinas que por diversas vias encontraron en la enfermedad un nudo problemético. Finalmente, los estudios his:6ricos de la poblacién y de sus condicio- nes materiales de existencia. Lo que ests surgiendo de este din4mico proceso historiogréfico ha sido etiquetado como nueva historia de la medicina, historia de la salud pablica o historia sociocultural de la enfermedad. Tal vez por detrés de cada una de estas etiquetas pueda encontrarse una trama de preocupaciones propias yespecfficas. Es evidente, sin embargo, que cuando se evalia la produccién de estas distintas historias, algunos de sus temas ~no asf, necesariamente, el modo de abordarlos- tien- den a repetirse. Es evidente también que todas ellas reconocen las 1. Una versién algo distin: y titulada *La enfermedad en la historiografia de América Latina moderna”, apavecié en Cuadernos de Historia (Cérdoba), 3, 2000, pp. 7-25, y en Asclepio, Revista de Historia de la Medicina 9 de la Ciencia (Madrid), uv, 2, 2002, pp. 41-60. in inglés, y ttulada "Disease in the Historiography of Modern Latin America", se sublicé en D. Atmus, Disease in the History of ‘Modern Latin America. From Malaria to AIDS, Duke University Press, Durham y Londres, 2003. El texto que se incluye en este volumen mantiene, con cambios rmenores y ms informacién bibliggefica, los argumentos centrales de ls versiones anteriores, pero incluye trabajos de mis colegas colombianos con quienes tuve el gusto de compartir experiencias en Medellin, en septiembre de este ano. B enfermedades como fenémenos complejos, algo més que un virus 0 tuna bacteria. Ademés de su dimensién biolégica, las enfermedades cargan con tn repertorio de pricticas y construcciones discursivas ue reflejan la historia intelectual e institucional de la medicina. Las enfermedades también pueden ser una oportunidad para desarrollar y legitimar politicas piblicas, canalizar ansiedades sociales de todo tipo, facilitar y justficar el uso de ciertas tecnologfas, descubrir aspectos de las identidades individuales y colectivas, sancionar valores cultu- rales yestructurat la interaccién entre enfermos y proveedores de aten- ci6n ala salud. De algtin modo, y tal como ha escrito uno de los més influyentes historiadores en este campo, una enfermedad existe luego de que se ha llegado a una suerte de acuerdo que revela que se la ha percibido como tal, denominado de un cierto modo y respondido con ‘acciones més o menos especfficas’, En otras palabras, razones particu- lares y coyunturales enmarcan la vida y muerte de una enfermedad, su “descubrimiento”, ascenso y desaparicion. En estas notas no me propongo hacer un balance exhaustivo y detallado de lo que se ha escrito para el largo perfodo que va desde el “ltimo tercio del siglo x1x en adelante, Tampoco me propongo adelan- tat la agenda de lo que debe hacerse en el futuro, ya que entiendo que esas indicaciones pueden ser tan presuntuosas como inttiles. Se trata, solamente, de dar cuenta de la direccién, o mejor, de las direc ciones que est4 tomando la historia de la enfermedad. En esa produc- ign historiogréfica tres t6picos han sido y son los dominantes: la di- mensiGn social y politica de las epidemias, las influencias externas en. eldesarrollo médico-cientffico y en las poltticas de salud pablica y sus influencias en los procesos de construccién de los estados nacionales y, finalmente, los usos culturales de la enfermedad. Escribiendo la historia de la enfermedad: nueva historia de la medicina, historia de la salud publica e historia sociocultural de la enfermedad Tradicionalmente el tema de la enfermedad ha sido una suerte de coto controlado por los historiadores de la medicina. Fueron ellos los 2. Rosenberg, Ch., “Framing Disease: Ilness, Society, and History”, en Ch. Rosenberg y}. Golden (eds.), Framing Disease. Studies in Cultural History, Rurgers University Press, New Brunswick, N. J 1992, p xt. 4 que eseribieron no s6lo una historia de la evolucién de los tratamien- tos sino también las biograffas de médicos famosos. Mas allé de sus especificos aportes, estas historias parecen haberse empefiado en re- construir el “inevitable progreso” generado por la medicina diplomada, unificar el pasado de una profesiSn cada ver més especializada y resal- tar cierta ética yfilosofia moral que se pretende distintiva, inalterada yemblemética de la practiea médica a lo largo del tiempo. La nueva historia de la medicina, por el contrario, tiende a destacar los desa- rrollos inciertos del conocimiento médico, dialoga con la historia de la ciencia, discute no s6lo el contexto -social, cultural y politico en el cual algunos médicos, instituciones y tratamientos “triunfaron”, ha- ciéndose un lugar en la historia, sino también el de aquellos que que~ daron perdidos en el olvido. Es una narrativa que se esfuerza por tensionar la historia natural de la enfermedad y algunas dimensiones de su impacto social’, Por su parte, la historia de la salud pablica destaca la dimensi6n politica, ditige su mirada al poder, a la politica, al Estado y a la profe~ sién médica. Es, en gran medida, una historia atenta a las relaciones entre las instituciones de salud y las estructuras econdmicas, sociales ypoliticast. Es también una historia que se piensa Gtil e instrumental 3. Stepan, N, Beginnings of Brazilian Science. Oswaldo Crue, Medical Resear cui 550180 See oy Paes Non ork 9 Cat Me Excelencia cientfica en la periferia, actividades cientfcas e investigacién biomédica en Per, 1890-1950, Tatea, Lima, 1989; Benchimol,J-y Texcia, L Cobras, lagartos outros bichos. 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Esta mirada, en verdad, retoma el legado de la préctica y los estu- dios del higienismo de fines del siglo xix y comienzos del xx y, més tarde, en tomo a los afios cincuenta, de algunos estudios que ya se presentaban como historias nacionales dela salud pablica. Ambos es- fuerzos, que reconocfan y enfatizaban el cardcter social de la enfer- medad, son antecedentes relevantes al momento de evaluar la histo- ria de la historiografia sobre la salud en América Latina. All estan, entonces, los puntos de partida de una serie de trabajos que en algu’ nos casos no harén mas que celebrar a los primeros sanitaristas ~de modo bastante similar a la tradicional historia de la medicina— y, en otros, se empefiarén en analizar, en clave estructuralista, la cuestign de la salud y la medicina como epifenémenos de las relaciones de produccién’. Como sea, el énfasis de esta historia de la salud no esta tanto en los problemas de la salud individual como sf en la de los sgrupos, en el estudio de las acciones politicas para preservar o restau- rar la salud colectiva, y en los momentos en que el Estado o algunos Revolution in Cuba, The University of Texas Press, Austin, 1983; Herndnde2 Lla- mas, H. (ed), Laatencién reral primaria en Mésico, 1930-1980, IMSS, México D.E, 1984; Horn, J, “The Mexican Revolution and Health Case, or the Health of the Mexican Revolution”, Latin American Perspectives, 10, 4, 1983, pp. 24-39; Cartillo, A.M, "Economia politica y salud pablica en el México porfiiano, 1876-1910", Histéria, Ciencias, Sade. Marguinhos, vol. 9, Suplemento 2002, pp. 67-88; Abel, Ch., Health Care in Colombia, c. 1920-<. 1950. 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E, 1994. 16 sectores de la sociedad han impulsado acciones destinadasa combatir una cierta enfermedad, a partir de una evaluacién que excede lo estrictamente médico, y queesté definitivamente marcada por facto- res politicos, econdmicos, culturales, cientificos y tecnol6gicos. No hay duda que, en la historia de la salud, la medicina piblica aparece en clave positiva y progresista, ala manera de una feliz con- secuencia de la asociacién de la biomedicina con una organizacién. racional de la sociedad donde ciertos profesionales -los médicos sanitaristas en primer lugar- han sabido oftecer soluciones frente a las enfermedades del mundo moderno. Esta asociacién, vista como po- tencialmente benéfica, fue evaluada a partir de sus logros concretos. Asi, el insatisfactorio balance resultante ha sido explicado por algu- ros, y no sin una gran dosisde esquematismo que prescinde de cual- quier mati nacional o temporal, como un resultado de la condicién dependiente de la regién®. sta dependencia, se decta, determinarfa laexistencia de una elite dirigente y una estructura de poder econé- mico incapaces o desinteresadas en crear y distribuir equitativa y eficientemente recursos y servicios sanitarios. Otros estudios listaron los logros ylimitaciones de les proyectos de modernizacién en materia de salud pablica en el émbito nacional o para una ciudad en particu- Jar como reaccién contra el exquemstico uso del modelo dependentista. Se propusieron mostrar que al menos en ciertos contextos urbanos el balance no ha sido tan negativo, y que la condicién periférica no fue tan decisiva cuando el Estado se lanz6 a construir la infraestructura sanitaria bésica y a intentar reducir las tasas de mortalidad, en parti- cular las ocasionadas por las enfermedades infecciosas?. Mésatin, apo- yAndose no s6lo en un intenso diflogo con la ciencia politica sino también evitando pensar los procesos hist6ricosen clave determinista, algunos estudios centraron su atencién en la politica como un factor de peso en el momento de entender las azones que explicitan el eriunfo de una determinada alternativa, entre las varias posibles, que marcan la emergencia de un cierto sistema de servicios de salud o de las ca- 6. Navarro, V., “The Underdevelopment of Health or the Health of ‘Underdevelopment: An Analysisof the Distribution of Human Resources in Latin America", International Journal of Health Services, 4, 1, 1994, pp. 5-27. 7. 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Asf, esta historia sociocultural apenas dialoga con la historia de la biomedicina y se concentra en las dimensiones sociodemogréficas de alguna enfermedad, en los procesos de pro- fesionalizaci6n y medicalizacién, en los instrumentos ¢ institueiones del control médico y social, en el rol del Estado en la construccién de la infraestructura sanitaria, y en las condiciones materiales de vida y de trabajo y sus efectos en la mortalidad?. En algunos casos, estas & _Belmartino, S, “La emergencia del Estado social en la Argentina: cons- truceign de ntievasrelaciones Estadojsociedad en salud”, en A. Alvares, 1. Molinari YD. Reynoso (eds. 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En otros casos el objetivo pareciera apuntar a mostrar, sin mayores esfuerzos de problematizaci6n, que las condiciones de exis- tencia de los pobres, de los sectores populares o de los trabajadores han estado siempre marcadas por la desdicha. Y en otros, por fin, y buscando una (nica y dltima explicaci6n, a mostrar que cualquier iniciativa en materia de salud piblica ha sido el resultado de un es- fuerzo por aumentar la productividad o garantizar la reproduccién de Ja fuerza de trabajo; o que la elites impulsaron las reformas sanitarias por su propia seguridad; o que las reformas sanitarias fueron el resul- tado de un arbitrario e inescrupuloso empefio de control y disciplinamiento liderado por una burocracia profesional ya afirmada en instituciones estatales 0, més en general y de modo bastante sim- plista, que el capitalismo dependiente necesitaba esos cambios”, La narrativa sociocultural de Ia historia de la enfermedad también se ha apoyado en las interpretaciones foucaultianas de la medicalizacin y México”, Dynamis. Acta Hispdnica ad Medicinae Scientiarumque Historiam hustrandan, 19, 1999, pp. 167-190; Agostoni, ., Sanitation and Public Works in Late Nineteenth Century Mexico City”, Quipw. 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En este contexto, se ha argumentado que las hipotéticas etiologtas de ciertas enfermedades terminaban sirviendo ‘como instrumentos de regulacién social, etiquetamientos dela diferen- cia y legitimacién de sistemas ideol6gicos y culturales. Fstas sugeren- tes referencias te6ricas, cuando fueron lefdas y aplicadas con rigides, terminaton ignorando el examen de las mediaciones y particularida- des que de modo espectfico ~es decir con wn tiempo, un lugar y una Sociedad historicamente concretos~ recorren la trama tejida por el poder, el Estado, las politicas ptblicas, los saberes, la vida cotidiana, Ins percepciones dela enfermedad y las respuestas de la gente comtin. Tin estos tres abordajes, cada uno de ellos con mas o menos reno- vacién, hay un indudable esfuerzo por escapar de las limitaciones y estrecheces que han marcado la tradicional historia de la medicina. “odas_la nueva historia de la medicina, la historia de la salud pébli- ca yla historia sociocultural de la enfermedad entienden la medici- ‘pa como un terreno incierto, donde lo biomédico esté penetrado tan- to por la subjetividad humana como pot los hechos objetivos. Estos tenfoques también proponen discutir sobre la enfermedad como un problema que, ademés de tener una dimensién biol6gica, se carga de Eonnotaciones sociales, culturales, politicas y econmicas. Es cierto, Se siguen escribiendo trabajos con énfasis sesgadamente empfticos, foucaultianos, celebratorios, o ignorantes de cualquier tipo de media- TL. Machado, R. et al, Danagao da norma: medicina social e consttugdo da pisquiairia no Bras, Graal, Ro de Janeito, 1978; Freire Costa, J, Onder médica e hrorma familia, Graal, Rio de Janeito, 1979; Lépez Sénchex, 0. Enfermas, mentiro- Mas 9 temperamentales. La concepeién médica del cuerpo femenino durante la segunda thitad del siglo xx, Plaza y Valdés, México D. F, 1998 Seveenko, N, A revota da ‘vacina: mentes insanas em corps rebeldes, Brasiliense, Sao Paulo, 1984; Vezzett, H., “Bladiscurso psiquistrico", en H. Biagini (ed.), El movimiento positivista argentino; Martinez Vergne, T Shaping the Discourse on Space: Charity and its Wards in ‘Nineteenth-Century San Juan, Puerto Rico, University of Texas Press, Austin, 1999, 20 ciones entre las acciones médico-sanitarias y los requerimientos del sistema econémico. Pero también pareciera estar prefiguréndose una narrativa historiografica inceresada en contextualizar e interpretar creativamente la riqueza de las iniciativas originadas en la medicina y la salud pGblica, no sélo en sus dimensiones disciplinadoras sino también en las humanitarias yasistenciales. Fscribiendo sobre las epidemias como un problema hist6rico La literatura ha sido mis prolifica en torno a las epidemias. Su foco esté en los avatares de las enfermedades contagiosas que azota- ron sorpresiva e intensamente las ciudades entre el tiltimo tercio del siglo xix y las primeras décadas del xx y que, en ciertos casos, han ‘vuelto a hacerlo en las postrimerfas del xx!?, Algunas de estas histo- 12, Scenna, M., Cuando mirié Buenos Aires, La Bastila, Buenos Aices, tive, 1 AH She bra de Gundalaares on ML Cast ed) Sau cultura sociedad en América Latna, Nuevas perspectivas histéricas, IEP/OPS, Lima, 1996; Telarolli, R. 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Asf, los casos latinoameri- ‘anos engrosan una suerte de dramaturgia comtn a todas las epide- mias donde se enlazan los temas del contagio, el temor, la huida, la salvacién, la bésqueda de chivos emisarios, la estigmatizacion y los esfuerzos por explicar ~cultural, religiosa, o polfticamente— la llega- da,en un cierto momento, del azote epidémico. Pero esta dramaturgia, ¢s preciso subrayarlo, sdlo define los marcos de la experiencia epidé- mica, ya que las enfermedades no son iguales, los microorganismos se transmiten y afectan de distinto modo, las estrategias de combate no son las mismas, y cada sociedad —y, en ocasiones, sus diversos grupos puede dar un sentido espectfico, particular, a sus consecuencias. Las epidemias ponen al descubierto el estado de la salud colectiva yla infraestructura sanitaria y de atencién. Pueden facilitar iniciati- vyas en materia de salud pablica y de ese modo desempefiar un papel acelerador en la expansidn de la autoridad del Estado, tanto en el campo de las politicas sociales como en el mundo de la vida privada Sin embargo, la familiaridad de la sociedad con un cierto mal, bien puede preparar el terreno para que se lo ignore, precisamente porque su persistente presencia lo vacta de algunas de las caracteristicas aso- ciadas a lo extraordinario y sorpresivo, o porque el contexto politico —qué intereses pone en juego-, el contexto social -a quiénes afecta— 0 el contexto geoeréfico -cudn lejos o cerca esté de los centros de poder no lo transforman en una cuestin pablica, aun cuando por definici6n se trate de un problema de salud colectiva, relevante para importantes sectores de la poblacién. ‘Antes y después del despegue de la bacteriologfa moderna las epi- demias quedaron estrechamente asociadas al mundo urbano, en par- ticular el de las grandes ciudades, y, desde fines del siglo x0x, a la cuestién social. Asf, y junto a la creciente aceptaci6n de las explica- ciones monocausales de cada mal, las referencias al contexto fueron ineludibles, de la precariedad de los equipamientos colectivos a la vivienda, de la herencia biol6gica o racial a los habitos cotidianos de higiene, del ambiente laboral a la alimentacién y la pobreza, de la inmigracién masiva a las multitudes que se agolpaban, peligrosas, en las ciudades. Con el despuntar del siglo Xx, la estadfstica se afirms 2 como disciplina, yen algunos pafses comenzaron a consolidarse agen- cias estatales especfficamente abocadas a las cuestiones de la salud piiblica. Los médicos higienistas primero los sanitaristas més tarde, casi perfilados como una burocracia especializada, dialogando y com: pitiendo con otros médicos otros actores en los ambitos politico, re- ligioso o legal, tendrfan un tol decisivo en la modernizaci6n del equi. pamiento urbano y las redes de asistencia, reforma y control social. A veces la lucha antiepidémica desplegaba campafias cuasi militaristicas en su ret6rica -los microorganismos eran definidos como enemigos— y también en su practica alentando intervenciones intrusivas y violentas. Tal vez por eso, en ocasiones, fueron resistidas aun cuando utilizaran recursos que no eran totalmente nuevos para la poblacién. Otras veces, a esas estrategias se sumaban empefios que ponfan énfasis en la persuasién y la educacisn yapuntaban a difundir entre la poblacién un cédigo higiénico que, en el mediano plazo, lo- grarfa gran aceptacién e impacto en la vida cotidiana. Algunas enfermedades como la sffiliso la lepra, sin afectar masi- vamente a la poblacién, fueron calificadas, en algunos contextos, como epidémicas. Razones sociales, culturales politicas,legitimadas por el saber médico, las transformaban en problemas nacionales capaces de atraer la atenci6n de la opinion pablica y promover campafias especi- ficamente destinadas a erradicarlas, Otras enfermedades ~cronicas como la tuberculosis o las gastrointestinales, 0 endémicas como la malaria, la anquilostomiasisy la fiebre amarilla—que no irrumpfan por sorpresa, pero que estaban bien instaladas en la trama social y con frecuencia mataban y enferriaban més que las epidémicas, no siempre lograban movilizar suficientes recursos materiales, profesionales o sim- bélicos para ser percibidas como problemas colectivos serios. Menos espectaculares, estas enfermedades tuvieron impacto en el mundo ur- bano, en el rural o en ambos. Y por omnipresentes, menos ruidosas, carentes de terapias espectiicas exitosas, fuertemente marcadas por lascondiciones materiales de existencia o localizadas en los mérgenes ‘geograficos o sociales, la gestaciGn de politicas concretas destinadas a combatirlas.o no existian o demandaban ingentes es{uerz0s al momen- to de querer instalar el tema en la opinién piblica y en la coneiencia de las elites locales y nacionales. Y sien el mundo urbano algunas de estas enfermedades finalmente lograron devenir en asuntos ptblicos en gran medida por haber sido pereibidas como elementos constitu- tivos de la cuestién social-, en el campo fueron los males endémicos los que facilitaron la ampliacién del érea de incumbencia de las polf- B ticas pablicas en materia de salud, En ese contexto, el proyecto de sanear el campo o al menos combatir una de sus endemias reafirmaba el proceso de construccién de la nacién y la expansiGn del Estado y del poder central” Escribiendo sobre la enfermedad, las influencias externas y los procesos de construccién de los Estados nacionales Otro t6pico relevante ha sido el de la llegada de la medicina euro- pea y norteamericana a América Latina. Se trata, en gran medida, de luna reaccién contra las interpretaciones difusionistas que asumfan, una pasiva recepcién de conocimientos y practicas articulados fuera de la region. Asf, el énfasis no esté en el trasplante e importacién de ideas sobre ciertas enfermedades —las llamadas, de modo impreciso, tropicales como la fiebre amarilla, la malaria o la anquilostomiasis- sino en el proceso de selecci6n y ensamblaje en su cteativa teelabo- racién y modificacién de acuerdo con contextos culturales, politicos e institucionales especificos. En ese marco interpretativo, los médicos higienistas y los cientfficos de la periférica América Latina aparecen ‘como aliadosy, en ocasiones, como competidores y cuestionadores de Ja hegemonfa cientifico-cultural europea o norteamericana. Sus tra- yectorias los descubren discutiendo entre ellos, promoviendo -antesy después del triunfo de la bacteriologfa moderna debates sobre las posibles etiologias de ciertas enfermedades, creando instituciones de excelencia cientifica, empefiindose en esfuerzos més 0 menos origi- nales por incidir en las tendencias de la morbilidad y la mortalidad®, 1B, Arius, D, “Consenso, confit yliderazgo en la lucha contra la tuber- culosis, Buenos Altes, 1870-1950", en J. Suriano (ed.), La cuestién socal en la ‘Argentina, 1870-1943, La Colmena, Buenos Aires, 2000; Casto Santos, Ly "Estado ¢ sate pablica no Brasil (1889-1930), Dados-Revista de Ciéncias Socials, 23, 2, 1980, pp. 237-250; Obregén, D,, "De 'érbol maldto' ‘enfermedad curable’ los spy consresn dela lpracn Colombia, 18841939" en M.Cost Salud, cultura y scieda 14. 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Lo interesante es que las enfermedades que desde finales del siglo xx permitieron articular estos esfuerzos no han sido necesariamente las mismas en cada pats. Asf, el c6lera, la tuberculosis, la malaria, el mal de Chagas, la sfflis, a lepra y, ya en las postrimerfas del siglo xx, el sida y otra ver el célera tienen una rele- vaneia y una significacién simbdlica, que solo puede aprehenderse cuando se las contextualizaeen la historia nacional, regional o local, 0 cuando se las cruza con las estructuras demogréficas, los niveles de urbanizacién y los avatares-cienttficos, tecnolégicos, poltticos y cul- turales~ que marcan la ofe:ta de estrategias especfficas de cura. En tomo a ciertas enfermedades “tropicales”, como la malaria, la fiebre amarilla y la anquilostomiasis, se articula otro tema conectado con los problemas de la politizacién de la salud y de la recepcisn y transferencia de saberes y pricticas desde los centros cienttficos inter- nacionales. En esa recepcién periférica de novedades biomédicas se han notado muchos elementos comunes a gran parte de los pafses de la regi6n y, més recientemente, algunas diferencias. Tal es el caso de Brasil, donde se enfrentaron los problemas sanitarios de la mano de un programa de investigacién en el que se integraban la bacteriolo- fa, la parasitologfa y la preocupacién por los vectores, mientras en. Colombia y Argentina se hizo con énfasis en la microbiologta y las estrategias “aeristas” propiss de la higiene clésica'®, Disease in the Farly Twentieth Century", Medica History, 40, 1996, pp. 344-364; Coelho Eales FO debote en tomo da medicina experimental no segundo teina do", Historia, Ciencia, Saide. Marguinhos, ut, 2, 1996, pp. 284-299; Pear, ], Race Place and Medicine. 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No hay duda de que sus misiones, presentes entre las décadas del diea y del treinta en casi todos los pafses de América Latina, son una prueba més del aumento de la influencia de los Estados Unidos en la region, asf como de su rol deci- sivo en la organizacién de servicios independientes por enfermedad y en la promocién, en general, de la medicina curativa y del control técnico de las dolencias en desmedro de una préctica médica més integral y educativa, Pero el problema es mas complejo y, por fortuna, las visiones maniqueas y simplistas sobre la injerencia imperialista de la Rockefeller no parecen dominar en la historiografia"”. En muchos pafses de la regién, la salud como cuestién pablica es anterior a la llegada de estas misiones. Durante los dos primeros ter- cios del siglo x1x, dominaron los enfoques miasmaticos y medio ambientalistas, pero sin producir cambios sanitarios de peso en la in- fraestructura, y de ese modo limitaron sus efectos sobre la mortalidad general. Hacia finales del siglo, la bacteriologia moderna tomaré la iniciativa, marcando profundamente la dinémica de muchos de los emprendimientos en materia ce salud pdblica. En ese contexto algu- nas comunidades cientificas nacionales tendieron a jerarquizar el es- tudio de ciertas enfermedades tropicales. Entrenados principalmente en Europa occidental, estos médicos desplegaron novedosos esfuerzos de investigacion e intervencién antes que sus pares norteamericanos. Sin embargo, la llegada de las misiones Rockefeller fue decisiva en la orientacién de las reformas sanitarias, en particular en el mundo ru- ral, y respecto de enfermedades que, se crefa, podfan erradicarse con pocos gastos y en poco tiempo. Mas alla de las singularidades y los resultados —diferentes segtin las paises ylas enfermedades-, los empe- fos de la Fundacién Rockefeller movilizaron a la opinién pablica tes- pecto de las condiciones de vida y de salud de los pobres del campo, facilitaron enormemente la centralizaci6n de los esfuerz0s sanitarios, contribuyeron a consolidar el poder del gobierno central frente a las tradicionales estructuras de poder local y regional, y galvanizaron la posicisn de los Estados Unidos como referencia externa dominante en lombia, 1995, pp. 105-122; Caponi,S, "Thépicos, microbios y vectores", Historia, Ciencias, Sade, Manguinhos,vol.9, Suplemento 2002, pp. 111-138. 17." Cueto, M. 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En cual- quier caso, las relaciones entre médicos nativos y especialistas extran- jeros fueron complejas, a veces signadas por la subordinacién, la alianza, el pragmatismo, el conflictoo la adaptaci6n de las partes involucradas, Aligual que en el mundo urbano, pero enfrentando otras enfermeda- des, los problemas de c6me intervenir en el mundo rural, cusn pro- fundamente penetrar en susmodos cotidianos, cémo persuadir 0 cusn- do recurrir a la coercién fueron cuestiones ineludibles. Y si, en el disefio original, estas intervenciones podian reverenciar lo técnico 0 ser instrumentales en una agenda filantr6pica neocolonial o funcional para los intereses de grupos econémicos con fuertes emprendimientos en la regi6n, al momento de ser llevadas a la préctica, intencio- nalmente o no, contribuirfan a sentar precedentes y facilitar la cons- truccién de las bases institucionales de futuros desarrollos que, en materia de medicina social y prevencién, liderarfan actores locales" Escribiendo la historia sociocultural de la enfermedad ELtercer y Gltimo t6pico que permea a muchas de las nuevas na- rrativas hist6ricas sobre la enfermedad destaca sus dimensiones cul- turales y sociales en sentido amplio. Se trata, de una parte, de estu- 18. Palmes, S., “Central American Encounters with Rockefeller Public Health, 1914-1921", en]. Gilbert,C, Legrandy R. Salvatore (eds), Close Encounters of Empire. Writing the Culueral History of U. 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De otra, en los usos metaféricos de la enferme- dad, El estimulante y atractivo marco interpretativo foucaultiano ‘motori26 los trabajos sobre la locura y el orden psiquidtrico, sus insti- tuciones espeefficas, sistemas tedricos y procesos de profesionalizacién. ‘As se ha discutido la locura como un objeto que nace y se transforma ‘en un campo de intersecciones que desbordan los temas propios de la psiquiatrfa, Cuentan entonces la higiene pablica y el espacio del ma- nnicomio, las ut6picas empresas de moralizacién colectiva y el lugar y rol del orden psiquistrico en la historia de la construcci6n del Esta- do, En ese contexto, se enfatiz6 la emergencia de un poder médico dedicado a disciplinar los cuerpos, normativizar los umbrales sanita- rios generales e influir en las précticas politicas de la sociedad no tanto como exterioridades sino como inmanencias®. Ahora el enfo- que dominante busca distanciarse de la repeticién casi mecénica y simplificadora de los postulados foucaultianos, tratando con mayor 0 ‘menor éxito de usarlos pero de modo matizado y cauteloso, apoyéndo- se en informacién empirica y explorando los contenidos disciplinadores y los asistenciales de las précticas psiquidtricas. En algunos casos, el Enfasis ha estado en el examen del lugar de la salud mental en los procesos de modernizaci6n. En otros, a la vida cotidiana en hospicios yasilos, a la consolidacién de grupos profesionales, y a las relaciones entre disciplinas como la psicologta o el psicoandlisis con la cultura ilusteada y la popular", 19, Vezzett, H, La locura en la Argentina, Folios, Buenos Aires, 1983; gui J (ed), La piguitra en América Latina, Losada, Buenos Aires, 198%; ia-Hucreas, R, El delincuentey su patologla: medina, evimen y sociedad en el postivisme argentina, Cuadernos Galileo, CSIC, Madrid, 1991; Carrara, S Crime éloucura: O aparecimenta do manicémio juiciéio na passagem do século, EDUERY/ EDUSP Rio de Jancito/Séo Paulo, 1998. 20. Machado, R., Loureiro, A. Luz, R. y Muricy, K.y Danagdo da norma Medicina social econstituiao da psiquiatria no Brasil, 1978 21. Ruiz Zevallos, A. 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Los huidizos y ambiguos significados que recorren Tos desérdenes fisicos y espitituales, y los discursos y narraciones que pretenden darles sentido, estan en el centro de estos imaginativos y audaces esfuerzos interpretativos, a veces no siempre~ basados en una muy acotada informacién empfrica®, Los discursos sobre las enfermedades de transmisi6n sexual, en. particular la sfilis y con ella la més vasta problemitica de la sexuali- dad, también fueron discutidos desde perspectivas fuertemente foucaultianas. Ast, la lucha contra las enfermedades venéreas apare- ‘ce como un recurso para construir implicita o explfcitamente una po- blacién més permeable a los intereses de una biopolitica que postula, frente a los imperativos del sexo, el autocontrol y la asunci6n racional y consciente de las responsabilidades biol6gicas. Enfocada de este ‘modo, la historia de la sfflis -y también la de la locura~ se recorta como un capftulo del proceso civilizador de Occidente y termina ig- norando cualquier especificidad local o nacional. Cuando sf toma re- gistro de ellas, se trata de historias interesadas en conectar ta enfer- ‘medad con cuestiones como la degeneracién de la especie, la raza, la inmigracién, la identidad nacional y la esfera pdblica y privada’*. En 2001; Agueros,N.y Eras, Y, "Saber psiquidtric institucén manicomial, Hacia tna comprenain de ls eetategas de moralacin’ enel Aslo Colonia de Ola (Cérdoba, 1914-1934)", Cuademor de Estria (Cordoba, 2, 2000, pp. 7-25; Zslawak A, *Menalliness and Democracy in Bolivia: The Manicomo Pacheco 1935-1980" en D. 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Arms (ed), Distasi the Histor of Moder Latin America » ese contexto, algunos trabajos analizaron la generacién de modelos médicos de exclusién -que definen estereotipos, estigmatizan y patologizan comportamientos- respecto de la sexualidad y condicién, de la mujer, de la homosexualidad, de los “pueblos” y de ciertos gru- pos inmigratorios y raciales, Otros estudios, en particular los enfoca- dos en el sida, discuten la compleja y porosa frontera entre lo privado yylo pablico en cuestiones de poltticas de salud. En ese territorio~per- tinente, por otra parte, a a historia de tantas otras enfermedades, en el pasado y en la actualidad-toma forma el problema de la formacién histérica de los derechos a la salud y de sus componentes individuales y sociales. Ast, mientras algunos encuentran en el sida la emergencia de una ctisis en materia de derechos humanos con una dimensién propia de problemas de salud pablica, otros ven allf una crisis de salud publica saturada por la problemstica de los derechos humanos®. En ese contexto se examinan las polfticas respecto de la enfermedad, su impacto en la prensa y su rol en la gestacién de nuevos o renovados movimentos sociales*, 24. Aronna, M,, ‘Pueblos enfermos”. The Discourse of less in the Tarn the Century Spanish and Lain American Essay, North Carolina Studies in the mance Language and Literatures, Chapel Hill, NC, 1999; Nowzeilles, G., “Polit cas médicas de la histeria: mujeres, salud y representacién en el Buenos Aires del fin de siglo”, Mora. Revista dl Instituto Interdisciplinavio de Estudios de Género, 5, 1999, pp. 97-112; Nouzeilles, G., “An Imaginary Plague in Turn-of the-Century Buenos Aires: Hysteria, Discipline, and Languages of the Body", en D. 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Otras han buscado armar una historia de la salud a partir de un examen de la génesis, el desarrollo y las crisis del asistencialismo estatal, y han oftecido una narrativa bastante peculiar puesto que, si bien presentan, al Estado como el gran gestor de las desdichas o fortunas de la salud del pueblo, no hay, como sf ocurre en otras historiograffas, un delibe- ado esfuerzo por reconstruir de modo detallado fenémenos vincula- dos a la profesionalizacién y emergencia de instituciones de atencién®, Sin enfocarse en una enfermedad en particular, sino en la medicina 0 en la salud en general, estasambiciosas historias, mejor 0 peor ancla- das en informacién empfricayy, por momentos —inevitablemente- enu- merativas, no dominan en la literatura. Desde hace ya un tiemgo, el tono lo han estado dando enfoques més acotados yen un estilo que, con éxito dispar, parece haberse pro- puesto evitar los determinismos foucaultianos, economicistas 0 de cualquier otro tipo. Uno de esos enfoques, inmerso en los discursos sobre la raza, la ciencia, la medicina, la nacionalidad y el futuro, ha sido el de la eugenesia ‘latinoamericana con su carécter dominan- temente preventivo y positivo, una apuesta neolamarkiana de mejora- miento social bien diferenciada de la eugenesia anglosajona de las esterilizaciones forzadas y masivos exterminios®. 27. Barrén, J, Medicinay sociedad en ol Uruguay del novecientos, Edici la Banda Oriental, Montevideo, 1994, 3 vols. 28._Illanes, M., "En Nombre del pueblo, del Estado y de la ciencia”. Historia social dela salud pblica. Chile 1860-1973, Colectivo de atencién primaria, Santia g0 de Chile, 1993. 29. 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Apuntes sobre la eugenesta, Jorge Baudino Ediciones, nes de 31 Otro enfoque se ha centrado en el estudio de la degeneracién como t6pico relevante en la construccién de la nacionalidad, tanto enlos paises donde el tema del trépico y la raza aparecfan con persis- tencia asociados como en los que recibieron importantes contingen- tes inmigratorios y por eso discutieron politicas selectivas de atrac- ci6n y admisién de extranjeros®, Esta problemética, articulada en torno a la preocupacién del Estado por construir saludables “razas naciona- les’, también permea muchos de los estudios centrados en discursos y polfticas piblicas de bienestar. De una parte, se pone énfasis en la problemética de preservar o mejorar la salud infantil y de la mujer en sucondicién de madre, reforzar la institucién del matrimonio y evitar la proliferaci6n de hijosileg{timos"'. De otra, la de la higiene como un conjunto de postulados, una suerte de ideologfa en sentido laxo, que permite articular en clave técnica preocupaciones politicas de diver- so cufio doctrinario y, también, como un valor que en el mediano plazo logra, al igual que la educaci6n, ser celebrado por las elites ylos Buenos Aires, 2002; Noguera, C. E, Medicinay pata, discurso médicoy prdcticas igiénicas durante a primera mitad del siglo xx en Colombia, Fondo Editorial Univer- sided Eafit, Medellin, 2003, 30. Sehwaren, Ly, O espectaculo das racas: Cienistas, institugdes € questdo racial no Brasil, 1870-1930, Companhia das Letras, So Paulo, 1993; Naranjo Oso- tio, C.y Garcfa Gone, A., Medicina racimo en Cuba la ciencia ante laiumigra- iin canaria en el siglo xx; Catizates, J, “Entre el ocio y la feminizacién tropical: ciencia, elites y Estado-nacin en Latinoamética. 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Distintos grupos politicos o profesionales encontraron en ellas uno de los modos de ordenar y encuadrar de una cierta manera la sociedad tanto por su cima como por su base. Impuestas con sutileza o coercién, alentadas o inducidas con los recursos de la persuasién © la propaganda, las précticas de la higiene terminaron siendo interiorizadas por la gente comin, y no necesaria o exclusivamente, como resultado de una suerte de resignada aceptaci6n de las iniciati- vas disciplinarias del Estadomodemo, sino como una evidencia de las ventajasy mejoras que podian lograren sus condiciones materiales de existencia®, 32. Armus, D, “Salud y anarquta: la tuberculosis en el dscursolibertara argentino, 1870-1940" cn M. Lobto (ed, Folica, médias enfermedaes; Arms, 1, *O discurso da tegeneragio. spaco urbano, utopias e tuberculose na Buenos Altes, 1870-1930", Estudos Fist6icos, 16,1995, pp. 235-250; Arius, D, "Laden del verdeen la ciudad moderna, Buenos Aies, 1870-1940", Enerepatadas. 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Ast, enfermedades venéreas como la sifilis o la gonorrea son t6picos inevitables aunque no centrales en ‘muchas de esas historias enfocadas, las mas de as veces, en el andlisis de los esfuerzos estatales por controlar el contagio de esos males, re gular o prohibir el sexo comercial e intentar modelar la sexualidad de lasprostitutas®, Asf, también el alcoholismo, en algunos lugares con- siderado como una enfermedad endémica por la medicina diplomada, ha sido discutido no slo como un ejemplo de las limitaciones de la préctica y el saber médicos y de la propia medicalizacién, sino tam- bién como un caso donde las dimensiones sociales, culturales, econ6- micas y polfticas del problema son mis relevantes que las espectfica- mente médicaso psiquistricas™. En el marco de estos esfuerzos por historiar el proceso de medi- calizacién se han explorado las respuestas de los sectores populares urbanos frente a las précticas compulsivas e intrusivas originadas en las iniciativas de salud piblica. En el caso de la vacunacién anti- varidlica, algunos quisieron encontrar en esas respuestas populares motivaciones antigubernamentales articuladas como reacciones mo- 1876-1910", en P Bourdelas (ed), Les hygienists. Enjeux, modes et pratiques, Belin, Parts, 2001; Casas Ortego, A., "Los citcuitos del agua y la higiene urbana en Cartagena a comienaos del siglo 2x", Histéria, Ciéncas, Saide. Manguinhos, 7,2, FO) wea 3 35. Engel, M., Meretrizes e doutores. O saber medico ea prostituedo na cidade do Rio de Janeiro, 1840-1890, Brasiliense, Rfo de Janeiro, 1989; Abreu Esteves, M., Meninas perdidas: Os popudares e 0 cotiiano do amor no Rio de Janeiro da "Belle Epoque”, Paze’Terra, Rio de Janeiro, 1989; Rago, M, Os prazeres dant. 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Lecturas de historia dela salud en la Argentina. 34 rales, como evidencias del modo en que sectores de la elite manipula- ron el descontento de las masas o como resistencias a determinadas politicas sanitarias®. Otros analizaron en detalle los avatares de la vacunaci6n antivaridlica y las percepciones y tradiciones de ciertos grupos raciales en relaci6n con el control de la viruela. Asi, lo que estos estudios estén revelando es que no s6lo las resistencias a ciertas iniciativas en materia de salud pablica fueron indicativas de la dis- tancia social, racial, cultural, religiosa y politica que separaba a los pobres de los esfuerz0s del Estado por higienizar el medio urbano, sino también que las medidas preventivas de una enfermedad podian te- ner distintos significados ertre distintos sectores sociales*, En el caso de los enfermos con tuberculosis se ha indicado su ca- pacidad de respuesta tanto en lo individual como en lo colectivo. En el individual, se estudiaron los modos con que los tuberculosos recu- saban los estereotipos que sobre ellos circulaban entre grupos de mé- dicos y entre la gente comin. En el colectivo, se analizaron instancias en que los enfermos negociaron e incluso desafiaron al poder médico organizando huelgas, presicnando a la clase politica, usando y siendo usados por los diarios, reviscas y por la radio con el abjeto de facilitar suacceso a tratamientos que no tenfan el aval del establishment profe- sional y académico". Los enfermos de céncer también protagonizaron ‘movimientos sociales oriertados a tener acceso a drogas que, ellos crefan, eran efectivas®, 35. 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Manguinhos, Vi, 3, 1999, pp. 493-522; Bertolli Filho, C., Histria social da tubereulose edo tuberculoso: 1900-1950, Editora Focrus, Riode Janeiro, 2001; Arms, D., "De'médicos dcta- dores'y ‘pacientes sometidos. Les tubereulosos en accién. Argentina, 1920-1940", Allpanchis, 004, 53, 1999, pp. 219-253. 38. De Ipola, E, “Estrategusde la creencia en situacionescrticas: el céncer yyla crotoxina en Bucnos Aires a mediados de los afos ochent’, en D. Atmus (ed.), Entre médicos ycuranderas. 35 ‘También los enfermos de fiebre amarilla, clera y malaria resistie- ron medidas de salud pblica que evaluaban como inefectivas o con- trarias a sus percepciones de la enfermedad, resultado de una mezcla de saberes indigenas e hipocraticos”. Al final, estos estudios sobre la viruela, la tuberculosis, el céncer, la malaria, el e6lera ya fiebre ama rilla parecen estar indicando por lo menos tres asuntos. En primer lugar, aceptaciGn, resistencia o abierto empefto por acceder a trata- mientos y recursos ofrecidos por las intervenciones de salud péblica y précticas médicas de acuerdo a condiciones dadas por el contexto local, cultural y espectfico de cada enfermedad. En segundo lugar, la necesidad de estudiar las intervenciones de salud pablica y su receptividad en la poblaci6n a corto y largo plazo, prestando atenci6n no sélo a las coyunturas de contestaciGn sino también a su exitosa -y por esa raz6n menos estudiada y al mismo tiempo més obvia—incorpo- racién en las précticas de la gente comtin. For dltimo, la existencia de un cierto grado de protagonismo por parte de los enfermos y, en ese sentido, la necesidad de reconocerlos como sujetos hist6ricos y no ‘meramente como blancos inermes del saber y de las practicas médi- cas. Estos problemas son relevantes porque dan cuenta de la presen- cia de la enfermedad y la salud en el complejo proceso de ampliacién de la ciudadanfa social, y también de lo que, de modo impreciso en el entresiglo y mucho més claramente una ver entrado el siglo xx, se lamé, en algunos patses de la regién, “derechos a la salud”. Pero siel protagonismo de los enfermos no puede ni debe ignorarse, su relevan- cia y significacién deben ser materia de cuidadosa reflexi6n. Nada indica que durante la primer mitad del siglo xx los temas de la salud, a enfermedad y los equipamientos sanitarios hayan sido centrales en Ta agenda del movimiento obrero, o motor sostenido de movimientos sociales, Sélo cuando la enfermedad se diluye en otros problemas la larga lucha por la reduccién de la jornada laboral, las condiciones ambientales de trabajo y los esfuerzos organizativos de ayuda mutua de origen étnico o laboral- 0 cuando una patologfa esta asociada a ciertas ocupaciones ~como es el caso de las asf Ilamadas enfermeda- des profesionales~ esa correlacién es hasta cierto punto pertinente. Por fuera de estos escenarios, el protagonismo limitado pero real de los 39. Cueto, M., El regreso de las epidemias. 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Aun cuando muchos de estos estudios se proponen como ex- cursiones al interior de las medicinas folel6ricas yalternativas al saber diplomado y oficial, otros sefialan que la gente usa —incluso para acti- vidades distintas a las vinculadas al cuidado y la asistencia diferen- tes sistemas de atencién y de salud. Fn otras palabras, se constata la coexistencia, y no mutua exclusién, de varios sistemas de salud que, segtin las cireunstancias, aparecen como las referencias de atencién dominantes. ste enfoque, que se preocupa por el empleo que la gente comtin hacfa de las ofertas de atenci6n provenientes del cam- po de la medicina diplomada y de la popular, ha comensado a tener un lugar en la historiograf'a. Asf, se han estudiado las trayectorias de profesionales marginados que recurren a la prensa y al apoyo de los enfermos para hacerse de un lugar pablico que el establishment académico y profesional les niega; el de curanderos capaces de usar discrecionalmente posturas, practicas y terminologia propias de la medicina oficial; el de médicos diplomados que se acercan a los modos de atenci6n y précticas de los curanderos. Lo més interesante de estos desarrollos es el reconocimiento de que entre esos dos mun- dos ~el de la medicina diplomada y las medicinas alternativas y po- pulares—hay intercambios, superposiciones, competencia y complemen- tariedad®, 40. Palmer, S, La voluntad radiante dl profesor Carbell: medicina popular y populism mééico en’ Costa Rica enol decenio de 1930", en D. Atmus (ed), Entre 1édicos 9 curdnderos; Palmer, S., From Popular Medicine to Medical Populism. 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Asf, la relevancia social de eventos médicos modernos queda enmarcada en un contex- to politico y econdmico yen una coyuntura temporal espectficos. Con esa agenda, un estudio encontré una fuerte correlacién entre pobreza y sida‘. Y analizando la emergencia de movimientos sociales de las décadas de 1970 y 1980 enfocados en salud ocupacional y salud ‘medioambiental, se ha subrayado el cardcter moderno de las percep- ciones y acciones de quienes, prescindiendo de categorias humorales, religiosas o propias de la medicina popular, encontraron en la polu- ci6n industrial el origen de la enfermedad que les aquejaba®. La historia de la enfermedad en la historiograffa de la América Latina moderna ha crecido de modo disparejo. En Brasil el subcampo existe como tal. Hay revistas académicas, debates, una produccién sostenida de tesis de maestrfa y doctorado sobre temas vinculados a la Lifein Brazil, University of California Press, Berkeley, 1992; Bastien, J., Drums and Stethoscope. 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Armnus (ed.), Entre médicos y curanderox; Di Liscia, M., Saaberes, traps x pret médica en Argentina (1750-1910), CSIC, Madrid, 2003; ‘Armus, D,, "De'médicos dictadores’y ‘pacientes sometidos”” 41. Farmer, P, AIDS and Accusation: Haiti and the Geography of Blame, University of California Press, Berkeley, 1992; Farmer, P, "Brujeré, politica y con- ccepciones sobre el sida en el Haiti rural”, en D. Atmus (ed), Entre médicos ‘ewranderos 42. Susser, 1, “Union Carbide and the Community Surrounding It The Case of a Community in Puerto Rico”, International Journal of Heaith Services, 15, 4, 1985, pp. 561-583. 38 enfermedad, asf como centios de estudios, programas de estudios de poserado, instituciones y archivos que han definido su agenda de tra- bajo e investigacién en torno a las relaciones entre la ciencia, la me- dicina, la historia y la salud. En el resto de América Latina —incluso entre los paises grandes y medianos~ el balance es muchfsimo més modesto y el cuadro resultante destaca publicaciones periddicas atin en proceso de consolidacién, iniciativas individuales, y una suerte de puntillismo que no puede ofrecer més que, en el mejor de los casos, tuna media docena de traba'os para un cierto tema. Sin pretensiones de extaustividad -ciertamente més abundante en referencias para el caso argentino que para el resto de los pafses de la regién, porque es el que conozco mas y no porque alli la produccién sea relevante-, estas notas hicieron referencia a legados y tendencias que han animado y animanel crecimiento de la historiograffa sobre la enfermedad en la América Latina moderna. Es evidente que sus de- sarrollos, limitaciones y posibilidades estn motorizados por temas y preocupaciones queno son exclusivamente latinoamericanos. Ast, cual- quier intencién o tentacién de evaluar la historiografia de la enfer- medad en la regiGn centréndose (nica o prioritariamente en las enfer- medades tropicales no s6lo es sesgada y parcial, sino también incapaz de reconocer la diversidad latinoamericana, No hay duda de que el estudio de las enfermedades tropicales es relevante y necesario tanto por el peso que tuvo en loscentros académicos imperiales como por Jas tensiones que acompafiaron la llegada de esos saberes y précticasa la periferia, Pero América Latina es algo més que un mundo con geo- sraffas, culturas, razas y patologias asociadas con frecuencia al exotis- mo tropical. En América Latina, incluso en sus tr6picos, otras enfer- medades han dejado, dejan y seguirdn dejando una ostensible marca en la trama social, cultural y demografica. El cuadro que emerge de esta revision de los legados y tendencias de la historiografia sobre la enfermedad en América Latina moderna es, en consecuencia, uno donde se destacan junto a los males del tr6pico otros asociados a los procesos de urbanizacisn e industrializa- cién modernos, No hay duda de que esta historiografia est4 tomando nota de la heterogeneidad de la regiGn. Por eso, mientras no olvida la compartida condicién neocolonial que ha marcado a todas las ex- periencias nacionales en el dltimo siglo y medio —con maltiples y cambiantes referencias metropolitanas~ indica, sin ambages, que Amé- rica Latina es parte de las muchas, en plural, modernidades de Occi- dente. 9 Enfermedad, magia y medicina en el Antiguo Régimen' Diana L. Ceballos Gomez ’Dénde acaba la medicina y dénde empieza la magia en los proce- sos curativos del Antiguo Régimen en el Nuevo Reino de Granada’; iqué se entiende por enfermedad y qué la produce?; Zquiénes practi- can los oficios médicos? Las précticas y los saberes médicos y magicos son vividos desde una doble perspectiva, por una parte, lade la nece- sidad, en el campo y en pequefios poblados donde se aprovecha el uso positivo de saberes que se tienen a mano, los de los “otros” -hechice- rfa, chamanismo, curanderismo, yerbateria...~; por otra parte, en las ciudades centros de poder, donde existen quienes se acogen a la nor- ma de la medicina oficial: médicos, barberos, cirujanos y parteras?. Magia ymedicina Si bien lo que se entiende por enfermedad varfa de una cultura a otra e incluso de una épocaa otra -es una construccién cultural- es claro que la enfermedad, ccmo tal, ha preocupado a la humanidad y ha sido combatida de diversas formas o, si se quiere, por medio de diferentes sistemas simbéticos, como la magia, la medicina y la reli- gién. El uso de la magia, como alternativa médica y como vehfculo de explicacién del mundo, sigue haciendo parte de las sociedades actua- les y es préctica extendida en vastas zonas, aun en pafses de Europa occidental, como lo atestiguan los estudios de J. Favret-Saada, G. Paicheler, T. Lurhmann y‘T. Hauschild. En algunos pafses afticanos, 1. Una versién reducida ce este articulo fue publicada en Dictionnaire dela pensée médicale, PUR Paris, 2004, dirigido por Dominique Lecourt, bajo el titulo Maxie, 2. Se han estudiado estos problemas en trabajos anteriores: Ceballos D., "Quen tan hage que tal page”. Sociedad y prdcticas mégicas en el Nuevo Reino de Granada, Ministerio de Cultura de Colombia, Bogor, 2002; Hexerei und Zauberei Eine Untersuchung magischer Praxen im Newen Kenigreich Granada, Peter Lang, Frankfurt am Main, 2000. 41 ademés, la “medicina mégica” 0 medicina tradicional esta insti- tucionalizada por el Estado y convive -incluso en el mismo consulto- rio— con la medicina cientifica, y se usa, fundamentalmente, en la cura de enfermedades clasificadas por las culturas de esos pafses. En. ellos, los curanderos han sido capacitados en asepsia y en atenci6n de partos, y suplen a los médicos en muchos lugares. Enlos patses inscritos en la Grbita occidental, lo que hoy se podrfa englobar bajo la expresién saberes mdgicos (brujerfa, hechicerfa, chamanismo, curanderismo, yerbaterfa...) se ha constituido en alter- nativas médicas de carécter popular, por oposici6n a la medicina en- sefiada en las universidades (hasta el siglo xvii, hipocratica y galénica con algunas excepciones, como Vesalio y la Escuela de Padua y, ‘més tarde, medicina cientifica), sobre todo a partir del Descubrimiento de América. Alternativas médicas que han sido, por lo demas, de forma intermitente perseguidas y marginalizadas, més que todo en Buropa e Iberoamérica, por medio de los sistemas judiciales durante el Antiguo Régimen, para ser posteriormente estigmatizadas de ma rneras més sutiles o mediante de campafias de desprestigio. ‘Solo hasta la aparicién de la medicina cientffica y el advenimien- to de la Tlustracién en el siglo xvi, cuando la medicina cambia de pretensién, de objeto y de método, los limites entre magia y medicina comienzan a ser claros en Occidente. G, Canguilhem’ afirmé que la ‘medicina, al realizar su historia, ha hecho alarde del prestigio de la ‘magia, pues la medicina ~como la alquimia—, como escribe M. Mauss, estuvo dominada por la magia, mientrasel elemento técnico fue mini- mo en sus procedimientos, y fue en su seno donde se desarroll6, “No sélo el acto médico ha estado, casi hasta nuestros dfas, rodeado de prescripciones religiosasy magicas, de oraciones, sortilegios y precau- Ciones strol6gicas, sino que todavia la droga, las dietas del médico... son un conjunto de simbolismos, simpatfas, homeopatfas y antipatfas que, en realidad, se conciben como mégicas™. ‘Sin embargo, es durante la Edad Media y el Antiguo Régimen que el dominio de la enfermedad es compartido de manera clara por la religion, la magia y la medicina, dado que el concepto de salud- enfermedad estaba atravesado entonces por una l6gica mégica, que gobernaba la relacién causa-efecto, pues, si bien el proceso curativo 3. Canguilhem, Georges, “Le statu épistémologique de la médecine", History and Philosophy ofthe Life Science, 10 (supplement), 1988, pp. 15-29. 4. Mauss, Marcel, Socialogie et athropologie, PUF, Pati, 1950. a se regfa por diferentes formas de racionalizaci6n, la etiologia de la enfermedad, su concepcién, su produccién y sintomatologfa eran par- ticipes, en parte, de los mismos mecanismos que gobernaban la légica magica (iha acompafiada de elementos rituales, de sfmbolos y de pro- cedimientos de carécter magico que reforzaban la eficacia del trata- miento) 0, incluso, se regfan por principios mégicos para explicar la causalidad y los resultados. Ya en el siglo xu, Roger Bacon justificaba la medicina magica y el uso de hechizos y exorcismos: “...por ellos el remedio es recibido con mayor deseo y confianaa, y el 4nimo del pa- ciente resulta estimulado y se llena de fe, esperanza y alegrfa; y el alma estimulada es capaz de restaurar el cuerpo y hacerlo pasar de la enfermedad a la salud en virtud de su jubilosa confianza”® Magia-ciencia Magia, ciencia y religion son sistemas simbdlicos, es decir, consti- tuyen aparatos cognitivos de cardcter simb6lico, mediante los cuales se conoce e interpreta el mundo. Por tanto, la hechicerfa, la brujerta, el chamanismo, la yerbaterf, la herbolaria, el curanderismo, la adivi- nacién, los ensalmos 0 curacién por la oracién, la curacién pot las reliquias, en suma, las précricas y los saberes mégicos bajo todas sus ‘manifestacionesson otras fornas de aproximacién al entorno, de puente entre individuos o sociedades y la naturaleza, cuya caracterfstica ba- sica reside en que tienen efcacia simbdlica. Hacen parte del campo de las representaciones socioculturalesyy, como tales, son un medio no s6lo de conocimiento de “larealidad’, sino también de reconocimien- to de los otras. Consticuyer, al igual que Ia ciencia y la religién, un sistema simbolico completo. una forma de clasificaci6n, con una logi- ca interna de funcionamiento, que se rige por sus propias reglas y de acuerdo con sus propios mesanismos y actéa donde otros saberes son ineficaces. For lo tanto, una lectura desde otro sistema o saber, es decir, bajo otros pardmetros, se hard s6lo a riesgo de una mala inter- pretacién o de una interpretacién defectuosa. La magia no es un enmascaramiento de las leyes naturales ni obe- dece a una forma de condueta falaz, como afirmaba J. Frazer, ni tam- poco es propia de una mentalidad primitiva prel6gica, segtin la con- cepcién de L. Lévi-Bruhl, como quedé claro a partir de los trabajos de 5. Garin, Eugenio, Medioevo y Renacimiento, Taurus, Madrid, 1981. 8 E. Evans-Pritchard. Tanto la magia como la ciencia pretenden obrar y “obtener un control sobre la naturaleza de manera directa, Lévi-Strauss Tomostré magistralmente, el pensamiento mégico no es una mera eta- pa del pensamiento cientifico, es un sistema, completo y coherente. Como la ciencia, posee una exigencia de orden, pero varfa su princi- pio de causalidad. La magia postula un determinismo global, mientras, la ciencia opera distinguiendo niveles. E1 pensamiento mégico tiene tuna I6gica interna (instauraci6n de relaciones necesarias), un caréc- ter sistemético en sus relaciones; coherencia interna y capacidad de extensi6n, tiene intenci6n clasificatoria (exigencia de orden). Es, pues, un sistema total, que puede ser “cientifico”, ya que es una estructura que produce acontecimientos; esa la vezanalttico y sintético. El “pen- samiento salvaje” se define por una devoradora ambicién simbélica y por una atencin escrupulosa totalmente orientada hacia lo concreto, ;por tanto, la magia es una forma simbdlica, en la que la transmision, del saber teposa sobre una “ciencia de lo concreto” (un pensamiento salvaje). Las acciones mégicas tienen funciones precisas en la vida social: provocar a distancia la cura, la enfermedad, la fortuna, la mala suer- te, la venganza; modificar condiciones meteorolégicas para restable- cer el orden de la naturaleza comprometido por un agente externo, 0 provocar dafios alterando el orden climético; Hevar a cabo, en los sistemas chamAnicos, todas las précticas atinentes ala salud, ala vida yala muerte, a lo sagrado y al conocimiento; establecer un contacto con los muertos para que, con su potencia sobrenatural, participen y propicien la existencia de los vivos, y realizar los maleficios o inducir la muerte. Tados san actos magicos con roles precisos dentro de una comunidad. La magia no es un subproducto de la religién, que satisfa- rfa las necesidades que ésta no puede satisfacer. Aunque también pro- ccede de forma ritual, e invoca alo sobrenatural ya fuerzasinmateriales, su objetivo es la accién directa y la apropiacién de la naturaleza por parte del hombre, y no la conciliacién de esas fuerzas, como en la religion. Curavenfermedad Enllas précticas médicas con caracteristicas mégicas, la causalidad que explica las enfermedades puede ser de dos tipos, interna y exter- na, Las enfermedades del primer tipo estén focalizadas en el espfritu mismo del paciente y, porlo tanto, como en ciertas curas chaménicas, 4 Ja cura se juega tinicamenteen un plano simbélico; en esta categorfa, se situarfan también algunos estados 0 padecimientos psicosomaticos © culturales. En el segundo tipo, la enfermedad es causada por un agente exterior al paciente, que bien puede ser la agresién de otra persona, mediante un maleficio, un hechizo, la manipulacién de espt- ritus 0 una maldicion, o por el pecado, el deseo de los dioses 0 un agente perturbador extemnc de cualquier tipo, como un veneno. Al igual que la magia, la medicina anterior a la Hustraci6n hizo uso de principios simpaticos y antipaticos en su ejercicio. Asf como la ‘magia simpStica emplea la analogia en sus operaciones (ie, usar ima- nes para reforzar el poder mgico de un hechizo), la medicina de Hi- pécrates y Galeno, con su teorfa de los humores, acude a clasificacio- nes por categorfas analdgicasy antag6nicas (i.e. en los humores: sangre, himeda y caliente; en los é:ganos: cerebro, himedo y fr En Occidente, los “males” o enfermedades se clasificaban en dos tipos: los “que Dios les ha dado” a las personas, y en ellos cabrfan todas las enfermedades que se consideraban “connaturales” ~enferme- dades que se conocfan y estaban clasificadas en los saberes de la épo- ca, que podfan desembocar, generalmente después de un largo pa- decimiento, en la “muerte natural” —Ia “muerte propia” de Ph. Ariés-, que era la que correspondia a cada persona segtin el disefio divino; y Jos que eran ocasionados porlos hombres, por malos métodos de male- ficio o por las faltas de la persona afectada, Enfermar podta ser siem- pre una consecuencia del pecado, razén por la cual se recibfan enfer- medades de Dios, por la falta de bondad personal. Pero también por obra de un maleficio o de una maldicién, en cuyo caso, luego de en- fermar, se producfa un desgeste fisico lento, con una consunciSn pau- latina del cuerpo, lo que se denominaba “secarse”. Esto era factible gracias a la concepcién hivocratico-galénica de la salud-enferme- dad, basada en la teorfa de los cuatro humores, que clasificaba la enfermedad segtin el temperamento y la apariencia exteriores del en- fermo, de acuerdo con el “humor” predominante: sangre, flema (pituita), bilis negra (melancolfa) y bilis amarilla (célera). De esta forma, todas las enfermedades podfan ser encuadradas en cuatro ti- pos: sanguineo (sangre), flemético (flema), melanestico (bilis negra) ycolérico (bilis amarilla), ccn combinaciones posibles entre ellos, que ampliaban un poco la tipologfa. La salud residia en el equilibrio y la proporcién correctas (armonfa) entre los humores (poseedores de una “complexién” natural: sangre, htimeda y caliente; flema, hiimeda y fifa; bilis negra, seca y frfa;bilis amarilla, seca y caliente) y los tres 6 ‘6nganos principales (cerebro, huimedo y fr coraz6n, seco y caliente; higado, hiémedo y caliente). Ademés, cada persona tenfa una com- plexién “natural” predominante (caliente, hiGmeda, seca o fia). Por Jo cual, cuando se rompfa la armonia aparecfa la enfermedad y para encontrar su causa habfa que detectar el humor o los humores desestabilizados, para luego intentar restaurar el equilibrio, Cada en- formedad, entonces, tenfa su propia complexi6n y turbaba la armonfa fundamental del cuerpo, armonfa que podfa ser rota, desde afuera, pot agentes externos, no naturales, como la brujerfa, el pecado o la ‘maldicién, Esta tiltima posibilidad facilits que muchas personas fue- ran acusadas y procesadas por brujerfa, hechicerfa, chamanismo, yerbaterfa, herbolaria... en muchos lugares de Europa e Hispanoamé- fica en los siglos xvi, Xvile, incluso, xvi. De igual manera, fue la raz6n por la cual, desde el siglo xvit -en algunos pafses con mayor retraso-, los médicos comenzaron a intervenir en los uicios, y se recu- tri6 a su testimonio, sobre todo en los casos en que se sospechaba de unenvenenamiento ~con yerbas principalmente-, para contar con la “aseveraci6n de médicos y peritos” (dictamen médico o pericial), con elfin de que declarasen siel “veneno era propinado o ingénito” (oca- sionado 0 connatural) o producido por “malignidad” (maleficio), por Jos humores del paciente o por “corrupcién del vientre” (orgénico). ‘Como en el caso de Ana Marfa de Arnalte®, quien fue procesada en 1608 en Santa Marta, inicialmente por brujerfa, a causa dela muerte de su marido, Clemente Salguero. Con el fin de comprobar el motivo de la muerte, ante las sospechas de un posible envenenamiento por parte de la esposa, quien tenfa un amante, se ordené la realizaci6n de tuna atstopsia por parte de tres médicos: doctor Alonso de Villarreal y licenciados Francisco Pérez y Juan Lépez, en presencia del barbero Pedro de Figueroa, quienes realizaron la “anatomfa’ y tuvieron opi- niones diferentes sobre el hecho. O el caso, en Antioquia en 1713, de Marfa, esclava del capitén Antonio de Muriel, quien se encontraba enfermo de un “achaque de calidad que no ha sido conocido por la rina’ y que puede ser causado por “algun maleficio por arte ilfcito y diabolico”. Se sospechaba de Marfa. En primera instancia, se le pidié ala mulata que curase a su amo (recurso bastante usado, el de recu- rrit a la medicina de las castas, cuando se requiere; a la vez que se la 6 Archivo General de la Nacién, Caciques ¢ indios, 1608, ¢. 65, N° 12, f 513-714. 7. Archivo Histérieo de Antioquia, B-72-4, 1713, 6 persigue, cuando puede resultar molesta 0 no es necesitada). Marfa se neg6 a hacerlo y se fugé. Después de un largo proceso y de una sentencia a tormento no ejzcutada por enfermedad de la rea, provo- cada por la larga y penosa prisi6n-, la esposa del capitén, dona Ana Diaz Delatorre, recurrié al sargento Miguel Gutiérrez de Lara, con experiencia en medicina, quien dictaminé que lo padecido por De Muriel no era producto de maleficio ni de yerbas: ‘Yoel sargento Miguel Gutierrez de Lara vecino de esta ciudad de Antio- «quia digo que por lasexperiencias que tengo en la medicina que me han traidoal conocimiento de pulsos, orina y humorespor donde se goracina ‘cualquier curacion de los achaques que entran a los hombres, siento y tengo por seguro cierto y verdadero de que el achaque de que ha adole- cido el capitan Antonio de Muriel, privandole de la mayor parte de las acciones naturales imposibilitandole los miembros que evidentemente flaquean, no resulta de maleficio ni yerbas que llama el comtin, sino de un humor gravemente galico [sls] introducido hasta la segunda region de los huesos, complicado con haber adolecido con la mesma gravedad los dos humores,flema y melancolia que sobresalen sobre los otros a uienes sujetan estos por haber tomado la fuerza de la irritacion, todo lo ‘cual por las dichas experiencias lo declato por esto segun mi conoci- miento, salvando causas ocultas que yo no aleance y asi lo juro por Dios Nuestro Seftor y esta sefial de + que hago en la forma del detecho, declarando por la presente razon jurada a pedimento de dovia Ana Diez de la Torre y para que conite lo firme en Antioquia a siete de diciembre de 1713 (£39) Firma En ocasiones, sobre todoen las pequefias poblaciones, no se recu- rrfa a testimonios especializedos, porque no se contaba con personas capacitadas ante quienes acudir, pero cuando se tenfan, no siempre se acataban, porque la l6gica de los funcionarios estaba inscrita en un sistema de creencias diferente al del perito. Por esta raz6n, aunque dofia Ana ~iniciadora del proceso declarara que su marido estaba “imposibilitado por achaques habituales que Dios nuestro sefior ha sido servido de darle” (€ 38) el fiscal del caso no acept6 este testimo- nio y Ia sentencia no fue depuesta, porque, segtin él, los delitos se le tenfan probados, aunque no fueran la causa de la enfermedad del capitén; dofia Ana no era parte del caso, y Miguel Gutiérrez de Lara “no es filésofo graduado en medicina” (f 39), por lo que no habrfa raz6n “...para que por su parecer se desvanezca lo que consta proba- do” (6.39), es decir, por formalismo juridico, de un lado, y por la creen- 4 cia en las précticas mégicas de la mulata, del otro. Bl fiscal era el guardién de la justicia y el orden y, para este Estado moderno en onstruccién, el fuero interno de la ley y el establecimiento del orden importaban més, a veces, que la objetividad de las conductas 0 la materialidad de los delitos. ‘Como loha mostrado C. Lévi-Strauss en suestudio sobre la “efica- cia simbélica”, en toda operacién migica, sea esta de carécter positi- ‘vo (curar,atraer la buena suerte, usar medios para enamorar a otro, predecir el futuro, emplear la magia protectiva individual o de grupo, Convocar a los espfritus ayudadores 0 a los ancestros, propiciar las, buenas cosechas, el bienestar de los animales y el buen clima) onega- tivo (enfermar o dafar a otro, tomar venganza, usar medios para desenamorar, dafiar cosechas 0 semovientes, provocar tormentas, gra- nizo y mal clima...), operan tres presupuestos bésicos: 1) la creencia del hechicero en la’ eficacia de sus técnicas; 2) Ia creencia del pa- ciente o consultante o de quien contrata los servicios, y3) la creencia de la comunidad, que garantiza el consenso social en Ia cultura para tuna determinada préctica, Condiciones que son importantes en cual- quier tipo de proceso curativo y que son las mismas que operan en la ‘medicina occidental actual en el caso del efecto placebo. “La eficacia simbélica consistirfa ~dice Lévi-Strauss precisamente en esta ‘pro- piedad inductora’ que poseerfan, unas con respecto a otras, ciertas estructuras formalmente homélogas capaces de constituirse, con ma- teriales diferentes en diferentes niveles del ser vivo: procesos orgéni cos, psiquismo inconsciente, pensamiento reflexivo”’. ‘La medicina, mégica 0 no, considerada sélo en su proceso curati- vo, como todo sister siibélico, proporeiona una explicacién de la enfermedad o del padecimiento, y brinda, a su vez, una alternativa para la cura, para la climinacién del agente ‘perturbador' del equili- brio del organismo, ya sea un virus, una bacteria, un crecimiento des- ordenado de las células, un espfritu agresivo, una fuga de fuerzas vita- les, el pecado, un maleficio o una maldicién. Fl principio tector de la uta es equilibrar el “orden” perdido y restablecer lo que falta, encon- trando los medios adecuados para tal fin: el equilibrio en el creci- miento celular el equilibrio hormonal, el de lipidos, 0 el orden cardio- vascular, si hablamos de la medicina occidental; la armonfa perdida de los cuatro humores y las cuatro complexiones de la medicina 8 LéviStrauss, Claude, Antropologia Estructual, Siglo x, México, 1979. eB hipocratica; el logro del perd6n y la reparaci6n de la falta por el peca- do, por parte de los ensalniadores 0 curadores de oracién o de reli quia; el equilibrio del alma yde los espfritusen la medicina chaménica, por la recuperacién de las fuerzas secuestradas ~dobles espirituales; el equilibrio entre fuerzas sositivas y negativas mediante una contra © triaca ~filtro-, cuando sehan roto por obra del maleficio. Practicas, saberes'y oficios Se pueden distinguir les saberes mégicos en tres grupos funda- mentales, en los que es posible agrupar la mayorfa de las précticas magicas, y que se refieren a tres maneras distintas de actuar sobre el mundo: la hechicerfa, la brujerfa y el chamanismo. Esta distincién ha sido realizada en otros textos’, por tanto no me detendré en ella. En sfntesis, se puede afirmar que los saberes mégicos son sistemas simb6- licos que pretenden actuar sobre el mundo fisico, bien de forma si bolica o bien con otros mediosfisicos, y que se ponen en obra, general- mente, a través de un ritual. De otra parte, hay saberes que se encuentran a mitad de camino entre la magia y un conocimiento por niveles -cientifico-, como la yerbateria, la herbolaria y el curanderismo, saberes hibridos, que osci- lan entre una y otra forma de conocimiento. El curanderismo es un saber con especificidades regionales, culturales y étnicas, de acuerdo ‘con su procedencia y con las tradiciones culturales que lo anteceden (Ge. la influencia érabe en el Mediterraneo; las tradiciones germéni- casyy célticasen el centro y norte de Europa, o las tradiciones medite- rréneas, negras ¢ indias en los reinos iberoamericanos del Antiguo Régimen), en el que el uso del lenguaje y la comunicacién con el paciente son importantes. El conocimiento de yerbas y venenos -la yerbaterta y la herbolaria— se transmite por linea de parentesco (famni- liar, amistad o compadrazgo), hace parte del conocimiento social he- redado o aprendido y puede ser usado en tres direcciones: con fines rituales, con fines magicos » con fines practicos, curar 0 envenenar (yerbas para matar). En la ardetica de la herbolaria se podrfan com- prender dos figuras: la medizval, representada sobre todo, aunque no exclusivamente, por los monjes medievales, y la de los indios america- 9. Hechiceria, brujeria e Inguisicién en el Nuevo Reino de Granada. Un duelo de imaginarios, Bogots, Universidad Nacional de Colombia, 1994 y 1995 y “Quyen tal haze... op. cit. asi como en articulos y memorias de eventos. » nos transculturados después de la Conquista, quienes conservan adn cleonocimiento de los chamanes. Aquétampoco me detendré, por las ‘mismas razones. asta el siglo xvi, hubo una distribuci6n de tareas entre diversos oficios médicos, que se podrfan denominar “oficiales”, porque eran legitimados por las autoridades civiles en cada lugar, y que se disputa- ron la preeminencia con saberes y précticas que aqut se han denomi- jhado como mégicos: médicos, boticarios, barberos, cirujanos, curan- deros, comadronas, ensalmadores 0 curadores de oracién, curadores por reliquias, ete Para set médico era necesario ser Bachiller en Medicina ~previo titulo de Bachiller-, haber aprobado el examen requetido por la Ley Real, haber sido presentado y examinado por el protomédico y exami- adores", y haber practicado dos afiosal lado de médicos y cirujanos de renombre —recibfan el titulo de doctores-; 0 haber obtenido el titulo de Bachiller, aprender el oficio al lado de un médico de renom- bre y luego presentar el examen -recibfan el tftulo de licenciados-. Para ejercer, era necesario presentar los tftulos ante el cabildo de la ciudad o villa y ser examinado y autorizado por el protomédico del lugar o del reino. En la préctica, se violaban con frecuencia todas estas disposiciones y muchas personas recetaban, desde indlios, negros ‘y mestizos, hasta blancos, pobreso licenciados, que no tenfan ttulos y habfan aprendido el oficio sirviendo de ayudantes al lado de un médi- co, 0007 10s titulos sin “convalidar”. Boticarios, especieros, cirujanos ybarberosno recibfan una educacién universitaria, como los médicos, pero sf necesitaban autorizaci6n de las autoridades (protomedicato) para poder ejercer. Tedricamente, s6lo podfan recetar medicamentos x imples”. En lasboticas, se preparaban medicamentos con frmulas y nombres preestablecidos, se vendian plantas medicinales y otros pro- Guctos e ingredientes no elaborados. Los cirujanos y barberos tenfan. ‘como funci6n primordial realizar las sangrfas, también recetaban y, a falta de médicos, suplfan todas sus funciones en muchos lugares. Los barberos, ademés, hacfan las veces de “sacamuelas”. A menudo, se presentaban problemas de competencia ente los diferentes oficios, fue daban lugar a querellas contra personas que curaban sin estar 10. El protomedicato era la institucién que regulaba los oficios médias, expedta los permisos para ejercerlos y controlaba la ventay los precios de los pro- dluctos de las botc: 50 autorizadaso que se salfan del campo de funciones que tenfan delimi- tado. Los cirujanos aprendian el oficio, en forma practica, al lado de médicos y cirujanos reconocidos. Para poder ejercer, debfan presentar tn examen e informacién sobre su aprendizaje. Estos examenes verifi aban los conocimientos en el “arte”: en anatomtfa del cuerpo huma- no, Ilagas, heridas y enfermedades graves. Para ser efectivos, los re- medios involucraban con frecuencia la religi6n. Su efectividad proventa de la sacralizacién de los medios, bien por oraciones, bien. por contacto con efectos sagrados, como las reliquias, o bien por uso Ue objetos sagrados como les piedras del altar o el agua bendita, ‘Un buen ejemplo de estos saberes médicos lo constituye el caso de Manuel de Aguilar en 1768", arriero y curandero de oficio, quien aprendié al lado de un mécico en Santafé de Bogota, don Francisco Rutz, mientras estaba a su servicio. Declaré poseer un librito sobre “el modo de curar”, que éste le habia regalado, aunque no sabfa leer ni tescribir, 0 que reforzaba, simbélicamente, su prdctica y su estatus. Del médico, aprendié también la forma de curar maleficios y de reco- nocet a quien los habfa causado, por medio de la “experiencia del guineo”, lo que nos remitea la no clara sepatacién entre magia, me- dicina y religién; deslinde que tarda més en los campos y sectores turalesy pucblerinos. En el oficio de ensalmedor, santiguador y curandero de oracién, (quias de procedencia érabe, tradicién en la que se recitaban versos del Corén con fines curativos), oficio mediterréneo, se hacfa uso de raciones para curar: los ensalmos, denominados asf porque a menudo empleaban versos del salterio. Muchos de estos rezos se realizaban en latino contenfan algunas ralabras en esta lengua; con ello, se apelaba a la fuerza de la oraciGn y a su carécter mégico (palabras sagradas, escrituras, cruces sobre llagas y heridas, invocaciones a Dios), que se teforzaba por ser el atin una lengua sagrada, de uso culto y ciltico, es decir, intelectual y religioso. La curacién por reliquias fue también tuna practica extendida durante la Edad Media, en la que se hacia uso de los restos mortuorios u objetos de los santos, para provocar mediante su contacto la curaci6n de los enfermos por la via del mila- gro. A veces, se invocaba también el santo a distancia 0 por medio de tin ex-voto. A finales del medioevo y en los siglos siguientes, se exten is el uso de imagenes de santos como medio de cura y como vehtculo yy refuerzo para otros procedimientos magicos. En iltimo término, res- TI. Archivo Hist6rico de Antioquia, B-79-15, 1768-1769, 36 51 ta por mencionar el oficio de comadrona o partera, oficio inmemorial y,qui24, el mas antiguo de todos, por ser un oficio de género, oficio en el que las mujeres han ayudado a llevar a buen término la més feme- nina de todas las funciones: dar a luz. 52 El célera en la Nueva Granada Estela Restrepo De laatmésfera ala pobreza Desde que Hipécrates de Cos (s. viv a.C.) anuncié la intima re- lacién del medio geogréfico.con las enfermedades en el tratado Sobre los aires, aguas y lugares! la atmésfera corrompida por elementos con- tumaces provenientes de circunstancias climaticas y topograticas, o de pantanos y aguas estancadas, fue por muchos siglos la causa espect- fied, es deci, la primera y permanente de las enfermedades contagio- ‘as, Pasado un extenso per‘odo de tiempo, en la primera mitad del siglo xx, los pobres ~por su modo de vida y sus costumbres~ fueron considerados el principio dela cadena etiolgica, como consecuencia de los efectos de la revolucisn industrial, el movimiento sanitario en ‘marcha y la pandemia de eélera? en Europa. Con sucesivas reformulaciones, la concepcién miasmética o del contagio inanimado fue dominante hasta el Renacimiento. Los mias- mas eran vapores deletéreos o efluvios generados en aguas estanca- das, excrementos, materias en descomposicién 0 emanaciones del subsuelo que, supuestamente, entraban en accién por la humedad, la suciedad, los vientos y los cambios atmosféricos; en sintesis, emana- clones originadas en focos medioambientales propagados a través del aire. Rodifguez Ocafta, steban, Pr la su de as naciones igen, micobio logia medina social, Historia de la Ciencia y de la Técnica, AKAL, Madtid, 1998, p.9 2. Célera:Infeccién intestinal aguda geave causada por el vibrién colético (Vibrio cholera o Vibrio coma). El perfodo de incubacin tiene una dutacién de tunas cuantas horas a5 dias, aunque generslmente son 3. El reservorio es una persona infectada; la fuente de irfeceidn son las hecesy el vémito de pacientes de Ia enfermedad, yen menor grade las heces de pacientes en periodo de incubacién Y también de los convalectentes. El periodo de trarsmisibildad dura mientras éxisten vibriones en las heces, por lo general entre 7y 14 dis despues de haber comenzado la enfermedad. La infeceisn inmuniza por espacio de 6 meses. En Péree Tamayo, Ruy, Micrbias y Enfermedades, FCE, México, 2000, pp. 63-64. El contra de las enfermedades ransmsbles en el hombre: informe oficial dela Asoeiacin ‘Amercanade Saud Publica, 2 ed, 1960, Nueva Yorkpp. 49-51 3 ‘A finales del siglo xv y durante el xvi, con el fin de conocer y cexplicar las causas de la peste, la medicina interesada reiter6 la concep ion ambiental, por lo general con el argumento de la influencia de conjunciones astrolégicas como causa de la alteracion del aire. En la ‘misma centuria Girolamo Fracastoro! (1483-1553) formul6 en 1546 la teorfa del contagio animado. En la obra titulada De contagione', el mé- dico y poeta italiano atribuy6 la enfermedad a “semillas” o gérmenes invisibles producidos en el enfermo y transmitidos por contacto directo e inditecto por medio de objetos, oen virtud de influencias inmateriales © fomites’. A este proceso de contagio se le llamé infeccién®. En la era modema las concepciones miasmética y contagionista explicaron el principio de las distintas epidemias: la doctrina contagionista, para la comunicacién de la viruela, el sarampi6n y,con distintos argumentos, la lepra. El enfoque “aerista”, centrado en el clima, reiter6 su conviccién de que las enfermedades epidémicas pro- venian, en primer lugar, del estado de la atmésfera. Este razonamiento cobr6 relevancia en el siglo xvit por el determinismo geogréfico ex- puesto entre otros por Georges-Louis Leclere, Comte de Buffon, Char- les de Secondat Montesquieu y Juan Jacobo Rousseau, como por la geografia médica, género literario que tuvo por objeto la descripcisn, de las caracteristicas topograficas de un lugar y su relaci6n con las enfermedades presentes en él. En la segunda mitad del siglo xvi, geografias y topografias médicas, muy prolijas por cierto, no solo sefia- Taron las caracteristicas de Ia fisiologia humana de acuerdo con el 3. _ Girolamo Feacastoro eseribié en 1530 el tratado Syphilis sve de morbo ulin (Silico mal ferns) del cual se hirieron watias tradwcciones y ediciones. En 11546 escribis el primer tratado de epidemiologta (Tres libros sabre los contaios, las enfermedades contagiosas y su tratamiento), en el que expuso su teoria sobre los agentes invisibles capaces de reproducitse. Babin, José, Historia de la medicina, Gedlisa, Barcelona, 2000, p. 77. 4. "De contagion, fue el primer tratado sobre el tema del contagio y del ccardcterinfeccioso de las febres”. Ibid, p. 139. 5. Sénchez Gonzélez, Miguel, Manual de historia de la medicinay terminolo sia médica, AESIM.AS,, Madrid, p61 6. Eleérmin infecién opuesto a contagio, equivalié a epidemia en las dos primeras décadas del siglo xx, aunque " la mayorfa profesional no tuvo inconve- hiente en [utilizar] infeccién y contagio conforme fuera preciso en la explicacisn decasos concretos. [uo A partir de 1820, infeccién pasé a tepresentar otraforma de ttansmisindistinta al contagio. | La unficacién bajo un solo epigrafe de epide ras, endemias y contagios [fue propuesta] en la primera nomenelatura de enfer medades escrita por W. Fatr en 1837”. Rodriguez Ocatia E., op. et, p. 30. St 7 clima, sino las cualidades del espfritu, proporcionales exactamente a las necesidades que los pueblos habfan recibido de la naturaleza, o de las circunstancias que les habfan sometido’. ‘Teniendo como efe la temperie, la Historia Natural connot fisio- logica y moralmente a los habitantes de diversas culturas. La concep- ciGn de las buenas costumbres en orden a lo Ifcito, introducida por el discurso ambientalista, fueel preludio del razonamiento propuesto por cl capitalismo industrial sobre los habitos de los pobres, que fueron argumentados poltticamerte como capacidad o ineptitud para el tra- bajo, 0 como causa de la salud y de la enfermedad. Asf puede leerse cn el debate entre contagionistas y anticontagionistas y, sobre todo, cen su concepto respecto a las causas del célera, Como narra Esteban Rodriguez Ocafia el célera®, confinado en. Asia, en 1817, salié por primera vez en forma epidémica desde Jessore, poblacién de la provincia ce Bengala al noroeste de Calcuta. A través de los efectivos del ejércitobriténico, la enfermedad se propags hasta Siberia, Filipinas y las islas Célebes. Entre 1823 y 1838 el cdlera se extendié por Europa, Africa y América. En esta oportunidad la epide- ‘mia sigui6 dos vias desde s1 aparici6n en Hudwar: los caminos de las caravanas que atraviesan las estepas de Asia central hasta la ciudad rusa de Oremburgo, y a través de Persia y el Caspio alcanz6 la ciudad rusa de Astrakén invadida por segunda vez en 1830. Después de ex- tenderse por el imperio rus» el célera pas6 a Varsovia, siguié a Berlin, Hamburgo y otras ciudades de Alemania. A finales de octubre de 1831 lleg6 a Inglaterra porel puerto de Riga; en el febrero siguiente se declaré en Londres, en marzo alcana6 el puerto de Calais y dfas des- pués llegs a Parfs. En junio de ese afto se comunicé a Canadé y los Estados Unidos y posteriormente a Cuba?. Cuando el eélera atacé Jessore, la junta médica inglesa residente en Calcuta, declaré que la enfermedad era “[...]la epidemia habitual 7. Buffon, Gorges-LouisLeclete, Comte de, Histoire Nawurll, vol. 5, vers culo 21, p. 408; Montesquieu, Charles de Secondlat (1689-1755), "De las eyes en su relacin con la naturaleza del clima”, cap., xiv. Del esprit de las leyes, Editorial “Fecnos, Madrid, 1972, pp.35, 37; Rousseau, Juan Jacobo, Discurso sobre el origen y findamento de la desiqualdad de os hombres, Alambra, Madrid, 1885, pp. 55-56. 8. Rodriguez Ocafia, F, El célera de 1834 en Granada, Universidad de Granada, Granada, 1983. Coleccién Monogrifica. 9. Ibid, pp. 11-12. Véase también Monlau, Pedro Felipe, Elementos de higie- ne publica 6 arte de conservar lasalud de los pueblos, 38 ed., Moya y Plaza, Madrid, 1871, pp. 648-650. 55

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