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La perra PILAR QUINTANA | LITERATURA RANDOM HOUSE ~ i Esta mafiana la encontré ahi, patas arriba —dijo dota lodia sedalando un lugar en la playa donde se juntaba la basurs que el mar taia o desenterraba:troncos, bolsas plasticas, borellas. —¢Envenenada? Yo creo. —2Qué hicieron con ella? gLa enterraron? Daiia Blodia dijo que si con la cabeza: —Mis nietos. —zArriba en el cementerio? Ne, aqui nomis en la plays. ‘Muchos perros del pueblo mori los. Algu- 1a gente decia que los mataban aposta, pero Damaris no podia creer que hubiera personas capaces de hacer algo asi y pensaba que los perros se comian por ettor las car- nnadas con veneno que dejaban para las ratas o a las ratas ‘que estando envenenadas eran ficiles de cazar. —Lo siento —dijo Damaris. Dojia Elodia solo asintié. Habia tenido esa perra mu- cho tiempo, una perra negra que se la pasaba echada junto al estadero y andaba detris de ella para todos la- dos: Ia iglesia, la casa de la nuera, la tienda, el muele... Debia estar muy triste, pero no lo mostraba. Dejé al cachorro que acababa de alimentar con una jeringa que eg oe Nenaba con la leche de una taza y agarré otro. Habjg diez y eran tan pequeiios que no habian abierto los ojog —Tienen seis dias de nacislos —dlijo dofia Elodia— no van a sobrevivir. : Ella habia sido vieja desde que Damatis tenfa memo. ria, usaba unas gafas de vidrios gruesos que le agranda. ban los ojos y eta gorda de la cintura para abajo, una persona de pocas palabras que se movia con lentiud y se mantenia tranquila hasta en los dias mas ocupados del estadero, cuando habia borrachos y nifios que co- rian por entre las mesas. En cambio, hora se le notaba el agobio. —cPor qué no los reparte? —dijo Damaris. —Ya se llevaron uno, pero nadie quiere a los perros, tan chiquitos. Como era temporada baja, en el estadero no habia ‘mesas ni miisica ni turistas ni nada, solo el espacio vacio que ahora se veia enorme con dofia Elodia sentada en un banco y los diez eachorros dentro de una caja de cartén, Damatis los mir6 con atencién hasta que se de- idié por uno. —¢Me puedo llevar ese? —dijo, Dosa Elodia puso en la caja al que acababa de ali ‘mentar, sacé el que Damaris habfa sefialado, uno de pelo artis y orejas caidas, y lo miré por detris. —Es una hembra dijo ‘Cuando la marea estaba baja, la playa se volvia inmensa, tun descampado de arena negra que mis parecia barro. Cuando estaba alta, el agua la tapaba toda y las olas traian palos, amas, semillas y hojas muertas de la selva y los revolvian con la basura de la gente. Damaris venia de visitar a su tia en el otro pueblo, que quedaba arriba, en tierra firme, pasando el aeropuerto militar, y era mis moderno, con hoteles y restaurantes de concreto. Habia parado en la casa de dofia Elodia por curiosidad, al ver~ la con los perritos, y ahora iba para su casa en la punta copuesta de la playa. Como no tenia dénde meter a la petra, se la puso contra el pecho, Le cabia en las manos, olfa a leche y le hacia sentir unas ganas muy grandes de abrazarla fuerte y llorar. El pueblo de Damaris era una calle larga de arena apre- tada con casas a lado y lado. ‘Todas las casas estaban des- tartaladas y se elevaban del suelo sobre estacas de madera, ‘con paredes de tabla y techos negros de moho. Damaris| tenia un poco de temor de la reaccién de Rogelid cuando vviera ala perra. A él no le gustaban los perros, y silos cria- ba era solamente para que ladraran y cuidaran la propie- dad. Ahora tenia tres: Danger, Mosco y Olivo. Danger, el mayor, eta parecido a los labradores que usaban los militares para olfatear las lanchas y los equi- pajes de los turistas, pero tenfa la cabeza grande y cua. drada como las de los pitbulls que habia en el Hote, Pacifico Real del otro pueblo. Era hijo de una petra de finado Josué, a quien si le habian gustado los perros Fil los tenia para que ladraran, pero también les daba carifio y los entrenaba para que lo acompafiaran a cazar Rogelio contaba que un dia que estaba visitando al finado Josué, un cachorro que todavia no cumplia dos meses se alejé de la camada para ladrarle. El pensé que ese era el perto que necesitaba, El finado Josué se lo regalé y Rogelio lo llamé Danger, que significa peligro * Danger crecié para convertitse en lo que prometia, un perro celoso y bravo, Cuando hablaba de él, Rogelio parecia sentir respeto y admiracién, pero en el trato no ‘hacia mas que espantarlo, gritarle “Fuchil” y levantar- “Ye la mano para que recordara todas las veces que le | habia pegado. 7 Se notaba que Mosco habia tenido mala vida de ca- chorto, Era pequeiio, laco y tembloroso. Un dia apa- recié en la propiedad y, como Danger lo acepté, se quedé a vivir, Venia con una herida en la cola, que a los pocos dias se le infect6, Para cuando Damaris y Rogelio se dieron cuenta, la herida se le habfa llenado de gusa- nos y a Damaris le parecié ver que de ella salia volando ‘una mosca ya completamente formada. —pViste?! —dijo. Rogelio no habia visto nada, y cuando Damatis se lo explicé se rio a carcajadas y dijo que por fin le habian encontrado el nombre a ese animal. —Ahora quedate quieto, Mosco hijueputa orden. Lo agarr6 por la punta de la cola, alz6 su machete y, antes de que Damaris pudiera entender lo que haria, se Ia corté de tajo, Aullando, Mosco salié a correr y Da- maris miré a Rogelio horrorizada. Ei, con la cola plaga- da de gusanos todavia en la mano, alz6 los hombros y dijo que solo lo habia hecho para detener la infeccién, pero ella siempre creyé que lo-habja-disfeutado, El mis joven, Olivo, era hijo de Danger y la perrade las vecinas, una labradora chocolate que ellas decian que cera purz. Se parecia a su papa, aunque tenia el pelo mas largo y rucio, Olivo era el més arisco de los tres, Ningu- no se acercaba a Rogelio y todos desconfiaban de la gente, pero Olivo no se acercaba a nadie y desconfiaba tanto que no coma si habia personas a la vista. Dama- tis sabia que era porque Rogelio aprovechaba cuando” estaban comiendo para llegar hasta ellos sin que se die~ ran cuenta y agarrarlos a latigazos con una guadua del- ‘gada que tenia solo para eso. Lo hacia cuando habian hecho algin dafio o porque si, por el placer que le daba “pegarles. Ademas Olivo era traicionero: mordia sin la- drar y por detras. Damaris se dijo que con la perra todo seria diferente. Era suya y ella no permitiria que Rageli ine ‘guna de esas cosas, no dejaria ni que la mirara mal, Ha- bia legado a la tienda de don Jaime y se la mostr —Qué cosita tan pequetia —dijo él La Benda de don Jaime solo tenia un mostrador y una pared, pero estaba tan bien surtida que en ella se con- seguian desde alimentos hasta clavos y tornillos. Don Jaime era del interior del pais, habia llegado sin nada en Jos impos en que estaban construyendo la base nay se junt6 con una negra del pueblo mis pobre que g, “Algona genre decta que habia progresado gracias aque "hacia brujeria, pero Damaris pensaba que era por ser un, hombre bueno y trabajador. ise dia él le fio las verduras de la semana, un pan para el desayuno de! dia siguiente, una bolsa de leche en polvo y una jesinga para alimentar ala perra. Ademas, le regalo una caja de cartén. - 4 — ‘Rogeldera un negro grande y-musculaso, con cara de ‘estar enojado todo el tiempo. Cuando Damaris leg con la perma l estaba afuera limpiando el motor de a guada- fadora. Ni siquiea la salud. Otro perro? —dijo—. Ni creés que me voy a en- cangar de él —Acaso quién te est pidiendo algo —respondis ella y siguié derecho hacia la eabafia. La jeringa no funcion6. Damatis tenia un brazo po- deroso pero torpe y los dgdos tan gordlos como el resto de su persona. Cada vez que empujaba, el émbolo se le iba hasta el fondo y el chorro de leche salia disparado del hocico de la perta y se derramaba por todas partes. ‘Como la perra no sabia lamer, no podia dale la leche en un taz6n, yos teteros que vendian en el pueblo eran para bebés humanos, demasiado grandes, Don Jaime le recomend que sara un gotero y ella lo intent6, pero comiendo gota a gota la perra no se lenaria la barriga nunca, Entonces a Damaris se le ocursié remojar un pan con laleche y dejar que la perra lo chupara. Esa fue la solucién: se lo devors entero. [Lacabaiia donde vivian no quedaba en la playa sino en tun acantilado selvitico donde la gente blanca de la ciudad tenia casas de recreo grandes y bonitas con jardines, ance 15 nes empedados y piscinas. Para llega al puebg bajaba por unas esaleraslargas y empinadas que, coy ® lovia tanto, debian restregar a menudo pata quay la lama y que no se pusieran resbalosas. Lucgo hay que atravesar la caleta, un brazo del mar ancho y 4, Frentoso como un tio, que se Henaba y vaciaba eon fharea. En esos as a marea estaba alta de mafiana, asf que para comprar el pan de la petta Damaris tenia que I. vvantarse a primera hora, cargar el canalete desde la, baa, bajar las escaleras con él al hombro, empujar ¢ potrillo desde el embarcadero, meterlo al agua, canale. tear hasta el otro lado, amarrar el potrillo a una palma, llevar el canalete al hombro hasta la casa de alguno de Jos pescadores que vivian junto a la caleta, pedirle a) pescador, su mujer o los nifios que se lo cuidaran, oftle las quejas y los cuentas al vecino y atravesar medio pue. blo caminando hasta la tienda de don Jaime... Y lo mis. mo de vuelta, Todos los dias, aun bajo la Ulu Dante el dia Damaris levaba a la perra metida en -cLbrasier, entre sus tetas blandas y generosas, para man.- tenerla calientica. Por las noches la dejaba en la caja de cartén que le habfa regalado don Jaime, con una botella de agua caliente y la camiseta que habia usado ese dia para que no extrafiara su olor. La cabaiia donde vivian era de madera y estaba en imal estado. Cuando cafa una tormenta temblaba con los truenos y se hamacaba con el viento, el agua se metia Por las goteras del techo y las rendijas entre las tablas de ls paredes, todo se enfiiaba y humedecta, y la pera 16 se ponia a chillar. Hacia mucho tiempo que Damasi Rigele dectsanco coatoaaepanicon, yenesas noches ella se levantaba ripido, antes de que él pudicra decir 0 hacer algo. Sacaba a la perra de la caja y se quedaba con ella a oscuras, acariciéndola, muerta de susto pot las ex- plosiones de los rayos y la furia del vendaval, sintiéndo- se diminuta, més pequesia y menos importante en el mundo que un grano de la arena del mar, hasta que la petra dejaba de chillar. “También la acariciaba de dia, por la tarde, luego de «que acababa los oficios de la maftana y el almuerzo, y se sentaba en una silla plistica a ver las telenovelas con ella ‘en su regazo. Cuando estaba en la cabaiia, Rogelio la vela pasar sus dedos por el lomo de la perra, pero no hacia ni decia nada, .~ Joviznaba, Estaban en mediodel monte, en.un lugar I feo donde habian cortas p pas smuy food ‘Los troncos podridos que to. de al P aes sas pie parecian hs ipidas descuidadas av 1CGementend i llevaba puesta sus botas pantane. de urtcementeng. Et : pas tas ella, que estaba descalza, wpa os pies-cubiertas ‘de barre, Damars agach6 la cabeza yen voz baja le conté la verdad. Fil se qued6 un rato en silencio, ‘Yo soy tu marido —le dijo pot fin—, vos no estis sola en esto. i Dade ese momento fueron juntos a recoger la hier. bas y preparar las infsiones,y por las noches discutan * omibres que les pondrian a sus hijos. Como no lo. graron ponerse de acuerdo en ninguno, deidieron que {4 escogera los de los varones y ella los de las hembras Queran tener cuatro, ojai una pareja de cada sexo, Pero ~ pasaron otros dos afos y yatuvieron que explicarles alos «que preguntaban que el problema era que ella no queda paembarazada, La gente empez6 a evitar el tema y la tia Gilma le aconsej6 a Damaris que fuera adonde Santos. ‘Aunque tenia nombre masculincs Sangh era una mu- jer, lahija de una negea del Chocd y un indigena del bajo San Juan. Conocia de hietbas, sabia sobar y curaba con secreto, es decir, invocando palabras y rezos. A Damatis le hizo un poco de cada cosa y cuando vio que fracasa- ba le dijo que el problema debia ser de su marido y lo mandé llamar, Aunque se notaba incémodo, Rogelio se tomé todos los bebedizos, acepté todos los rez0s y so- porté todas las friegas que le hizo Santos, pero entre més tiempo pasaba sin que se produjera el embarazo = lo — 2 mis reacio se ponia y un dia anuncié que ya no iria més. Damaris lo tomé como un ataque en contra de ella y le dejé de hablar. ‘Aunque no dejaron de vivir juntos ni de dormir en la misma cama, estuvieron tres meses sin dirigirse la palabra. Una noche Rogelio llegé medio borracho y le dijo que él también queria un hijo, pero sin la presién de Santos ni de ninguna hijueputa hierba, friega o rezo, y que si ella queria él estaba ahi para que lo siguieran intentando. La pieza donde vivian era el cuarto trasero de una casa gran- de que hacia mucho tiempo habia dejado de ser la mejor del pueblo. Ahora estaba malparada, con comejenes y rofia, yl pieza era tan estrecha que apenas cabian la cama, su viejo televisor de caja y una estufa a gas de dos boqui- llas, Pero tenia una Sentand que daba al mac Damaris se quedé un raro junto a la ventana sintien- do en sucara la brisa con olor a hierro oxidado. Cuando él terminé de desnudarse y se acost6, ella cerré la ven- tana, se tendid a su lado y empez6 a acariciatlo, Esa no- che tuvieron relaciones sin pensar en hijos ni en nada mis y yano volvieron a hablar del tema, aunque a veces, al enterzrse del embarazo de alguna cono 1a o del na- cimiento de un nifio en el pueblo, ella loraba en silencio, apretando los ojos y los pufios, luego de que él se que- daba dormido, ‘Cuando Damaris cumplié treinta afios estaban en me- jores condiciones y se habjan pasado a una pieza un poco mis amplia dela misma casa. Ella trabajaba en una de las, ptopiedades del acantilado la de la sefiora Rosa—, por Jo que recibia un sueldo fijo, y él pescaba en unas embar- 4 2 ——_____ anes mats wie Yar Se dag so yoann de, catios dis 0 da, Rogelio y $4 compatietO CORieron sede eras Y 8 €NCONEEREON con osyun mont tes me “epg 08 pudieron aprovechar, casi 7 mea envoy 2cadauno equed ung de plata. El queria comprarse un nuev do grande con cuatro allo yun equipo de sonido par oa, i vpaaliewaba un empo pensando Smo He re cao de ser unio y que veo a intentat sn porta 105stciicios que eran que NCEE mayor que ella de tia och0 sos habia logrado dar emt ahora tenia un bebé precioso gra. aise ingen ic rela faen lotro pueblo. Las consulta eran COstosas, pero con la plata que babian reunido podrian empezar qos tratamientos Luego ya verian. La noche que Rogelio ound gue da siete iia a Busnasentac com. pra el equipo de sonido, Damaris se puso a lorar. Yo no quieto wn equipo de sonido —Ie dijo—, yo cado. En una sai quiero un bebe: LUorando, le cont la historia de la mujer de treinta y ‘ocho, de las veces que habia llorado en silencio, de lo horrible que era que todo el mundo puciera tener hijos y ella no, de ls cucilladas que sentia en el alma cada ver que veia a una mujer prefiada, un recién nacido 0 una pareja con un nfo, de suplcio que era vivir ansian- do-un ser pequeito para acunarlo en su pecho y que a 2 —— todos los meses le legara la regla. Rogelio la escuchd ‘gn decir palabra y Inego la abraz6, Estaban en la cara, goto qu el abrazo fue con todo el cuerpo yas se que- éaron dormidos. Bl jaband vio a Damaris durante largo tiempo. Le dio bebedizos, le preparé batios y sahumerios y a invi- 46a ceremonias en las que la ungid, la frot6, le fumé, le sez6 y le canto, Luego hizo lo mismo con Rogelio, que esta ver no tuvo mala actitud ni renunci6. Esos fueron solo los preparativos. El verdadero tratamiento consis- tin en una operacién que le haria a Damas, sin abrirla por ninguna parte, para limpiat los caminos que debian recorzer su huevo y el esperma de Rogelio y preparar el vientre que recibiia al bebé. Era muy costosa y tuvieron que ahorrar durante un azo para podeda pagar. ‘La operaciéa tuvo lugar una noche en el consultorio del jaband, una choza con techo de paja y estacasaltisi- mas, que quedaba mas alla del otro pueblo, en medio de tun monte talado y seseeo, donde abundaban los jejenes yas malezas las hierbas cortaderasylos helechos filudos, ‘que crecian amontonindose unos sobre otros. Damaris yy Rogelio se despidieron afuera de la choza, pues nadie ‘mis que ella y el jaiband podian estar presente. Cuando estuvieron solos, el jaibana le dio a beber un liquido oscuro y amargo y le dijo que se acostara en el suelo, en una colchoneta. Ella tenia puesta una icra has- ta las rodillas y una blusa de manga corta, y apenas se tendié se vio acosada por una nube de jejenes que de- jaban tranquil al jaibani mientras que a ella la picaban ‘en todo el cuerpo, hasta en las orejas el cuero cabelludo Los jejenes desaparecieron g encima de la opa- Lo iron de errr Damars empez6 a escuchar @ un bio que cau Jo Icjos. El canto del (6GRD fue acercindoge sai seta ENE GRE .oco a poco ¥ hizo wn a que pod of, equedé dormide Nis cn nada mis yaa mafiana siguiente se despey, 6 Fa Ia ropa intacta, el mismo dolor ligero “ laespal. “fa de todos los das y ninguna novedad en el cue Rogelio a exaba eperando fuera Ta lew de uct f lacasa. ‘Damaris ni siquie ewwo un araso,y el jaiband les dg que ya no pod hacer mis por ellos: De alguna formg fhe un lv, pues tener teaciones se habla convert para ellos en una obligacio. Dejaton deteneslas al prin. cipio tl ver solo para descansa,y ella se sitio libera ‘pero al mismo tiempo derrorada ¢ insti, una vergiienza En esa época ya vivian en el acantilado. Ta cabaia) tenia unas thos, un bao sin du. cha y una layaplatos donde habrian podido ‘ponss-satestufa, pero prefirieron cocinar en el quiosco, {que era amplio y contaba con un lavaplatos grande y un fogén de lefa que les permitfa ahorrarse lo que costaba el cilindro de gas. La cabafia era pequeiisima, Damaris. ‘no se demoraba mas de dos horas en limpiaela, Sin em- bargo, por esos dias se dedicd al trabajo con tanta ob- sesin que le tomé una semana. Restreg6 las tablas de las paredes por fuera y por dentro, las del piso por en- ima y por debajo, saci con un cepillo de dientes la mu- Bre delas uniones entre las tabla, escarbé con un clavo en los orificios y las grietas de la madera y lavé con una esponja la cara interna de las laminas del techo, Para 1 hacer esto tiltimo se trepé en una silla plistica, En la barra de la cocina y en Ia cisterna del inodoro, que, Como era de cerimica, se rompié bajo su peso y tuvie. ron que ahorrar para teponerla “Al cabo de dos meses, cuando Rogelio volvié a buscar a Damas, ella lo rechaz6 y la noche siguiente lo volvié a rechazat y asia lo largo de una semana hasta que él dejé de intentarlo A Damaris le alegtd. Ya no se ilusionaba con ilidad de quedar embarazada, no esperaba con an- sicdad la falta de la regla ni suftia cada vez que le legaba. Pero él, amargado o resentido, empez6 a echarle en cara que Ihubiera roto la cisterna, y cada vez que se le resbalaba algu: ra cosa de las manos —un plato, un frasco, un vaso—, Jo que ocurria a menudo, la crticaba y se burlaba, “Bur. da’ le decia, “evos creés que la loza se da en los drboles?”. “La préxima te la cobro, :si me oiste?”, Una noche, con Ia disculpa de que él roncaba y no la dejaba dormir, Da- mars se fue al otro cuarto y ya no volvié mis, ‘Ahora estaba a punto de cumpli@aarendd, la edad cen que las mujeres se secan, como le habia oido decir tuna ver a su tio Eligeer. Haefa poco, el dia que adopts ala perra, Luzmila le habia hecho un alisado, y mientras Te echaba el producto le admiré la piel, ue se le man- tenia muy bien, sin manchas ni arrugas. —En cambio mirame a mi —dijo y, a modo de ex- plicacidn, afiadié—: claro, como no tuvistehijos. Ese dia Luzmila estaba de buen genio y solo habia querido alabarla, pero a Damaris le dolié hasta el hueso de qu ely seguramente todo el mundo, arse event nyse “aban su caso por perdides¥ Je costaba aceptatlo- que este nevo comet dos Jo estaba, ella lo sabia, pero tario de su prima, que a los le hizo dar 1 como en las telenovelas y ‘en los ojos, para que se arrepintie. de su maldad: “Sf, la lamé Chi como a Ia hija que oer Pero no se puso dramatica ni dijo nada ane ves de vuelta a la caja y le Pregunt a sy habia hablado con su papa, el tio 1 sur y tltimamente no se sentia decirle con lagrimas ‘nunca Lieve a la perra de prima si esa semana ligcer, que vivia en el bien de salud. Se ag 7 ‘A veces, cuando bajaba al pucblo, Damaris iba ala casa ‘de dota Elodia a preguntar porlos pertitos. Dofa Elodia se habia quedado con uno, que mantenia en el estadero dentro de la caja de carton y al que seguia alimentando conla jeringa. Habia conseguido repartir los demis entre ‘conocidos de los dos pueblos, pero los cachorros se mo- rian dia tras dia. Uno porque en su nueva casa lo habia atacado el perto principal, ls siete restantes no se sabia por qué. Damatis trataba de convencerse de que era por- «que estaban demasiado tiernos y la gente no sabia cémo ccuidarlos, pero las palabras de Luzmila sonaban en su ‘cabeza una y otra vez, “Vas a matara ese animal de tanto tocarlo”, y pensaba que tal vez ella también estaba ha- ciendo todo mal y un dia de estos a perra ibaa amanecet tiesa como sus hermanos, ‘Al final del primer mes, de los once perritos solo quedaban tres: la de Damaris, el de dofia Blodia y el de ‘Ximena, una sefiora como de sesenta afios que vivia de vender artesanias en el otto pueblo. A Damatis le sorprendié que el de esa sefiora no se hubiera muerto. Ella no Ia conocia bien, pero sabia que se daba mala vida, Una vez, durante el festival de las ballenas, ls habia visto tan borracha que no podia tenerse en pie y otra vez, un domingo por la maiiana, la encontré tirada en on —— alaplayadel otro pueblo, dy, pegoresde vomit ena op, er uss se saroa —e dio doa Ey ; nj mori es POT Ot COSA, Se ee alivio y luego satisfaccion de cia y se ponta brava por todo. -Par, sj meter casa cuando per ge hci to ai sro los ojos y carina 2 busea est comida, xg ia de darle Ia raz6n? Denna sequin Hevando a a pera en el brasier, perp cade a eba mis pesaa ya ponia mas tempo ene eta Habiaaprendidoa lamer, comer del taz6n, alimen. tame de sopas de pescado que Damas le preparaba yen Tee mos dig desobrados, como los 1108 perros Ade mis estaba ensefindole a hacer sus necesidades afuer, delacabatiayelquiosco, donde pasaban la mafiana mien. tras Damar ccinaba y doblaba la ropa limpia, ‘Hasta ese momento Rogelio no se habia metido con lapersa Pero ahora que estaba mas despierta, que per- segula a Damats hacia todos lados, saltaba y eatacaba Ios pies y morifcaba a los perros con sus dientes fl dos, lla se puso vigilante i Rogelio le hacia algo, si se atrevia tan sf I ia. Sinem- bargo, lo nico que él hizo fue seattle era tiempo de sacarla dela cabafa, no fuera a acostumbrarse a estar donde la gente y a hacer daiios en Ia casa grande. las escaleras que bajaban miendo la borrachera con cosa que ella de ‘ ra la nueva Seiorita Colom ta Tur hile So 10 i iy 3B ears Ia pasaban admirindola en ung, SOT xistas Cramas que la siora Elvira habia traido de Bo, Nicolasto sels daba de explorador y onganizahy antilado en las que Damats hy got, ‘unas caminatas por el acé cde gia ya las qu levaban linternas aunque Fueray de dia. I J La mayoria de las veces ft somila los acompafaba, pero ese dia se enfureci6 por que ol dejan ial rented a expen, Se lps Sl pao que levaba par defenderse de las eulebrs y s fue para su casa renegando, ‘Damaris y Nicolasio legaron solos a su destino, un punto bajo y leno de peias donde las olas lamian el ‘cantilado, Al principio se quedaron tranquilos mirando ‘unas hormigas artieras que bajaban por un iirbol en fila yrcargadas con pedazos de hojas. Eran grandes, rojas y dduras, con puntas filuds en la cabeza y el lomo. “Pare- ce que tuvieran armaduras”, dijo Nicolasito. Entonces se acerca las pefasdiciendo que queria que el rocio de las olas lo mojara, Damatis traté de impeditlo, le ex plicé que era peligroso,le dijo queen ese lugar las peiias ean resbalosas yl marttaicionero Peto no hizo caso se paré sobre las pefas y la ola que reventd en ese mo- las vaca ‘mento, una ola violenta, se lo llevé, aimagen quedé gravada en la memoria de Damatis asi: un niio blanco y alto frente al mar, a continuacién - 3 —— — el chorro blanco de la ola y luego nada, las pefias vacias sobre un mar verde que a lo lejos parecia tranquilo. Y lla ahi, junto a las artieras, sin poder hacer nada. ‘Damaris tuvo que devolverse sola por una selva que le parecié (ais cextada V oscura que nunes. Arriba las copas.de las isholes se juntaban y abajo cruzaban sus raices. Los pies se le enterraban en la alfombra de hojas muertas del suelo y se sumian en el barro y ella empez6, a sentir que la respiracién que escuchaba no era suya sino de la selva y que era ella —y no Nicolasito— la que sse estaba ahogando en un mar verde repleto de hormi- ‘gas y plantas. Quiso huir, perderse, no decisle nada a nadie y que la selva se Ja tragara. Empez6 a correr, se tropez6, cayé, s€ levanté y volvié a correr, ~ Cuando llegé a la propiedad de los Reyes, se encon- tr6.con que la tia Gilma estaba en la cabaiia conversan- do con los cuidanderos. La tia Gilma escuché lo que Damaris le cont6, pero no le dijo ni una sola palabra de regaiio y se encargé de todo. Les pidié a los cuidanderos que salieran en el potiillo a buscar a Nicolasito y ella fue aavisarle a la sefiora Elvira lo que habia pasado. Como el sefior Luis Alfredo andaba pescando en altamar, la sefiora estaba sola en la casa, La tia Gilma entr6 y Da- maris se qued6 esperando en el baledn. No habia vien- to. Las hojas de los arboles se habian quedado quietas y lo tinico, ofa era el mar. A Damas le pareci6 que el tiempo se estiraba y que ella estaria ahi hasta ha- cerse adulta y luego vieja. or fin salieron, La sefiora Elvira estaba como loca, Gritaba, lloraba, se agachaba para quedar a su altura, se porel baledn, manoteaba, le hy + luego volvia a preguntar ogee Sone bahar rane aaa, pero no la cara del Seiora, ni su angys, ter evsos, que eran azules, con ls venitas de aden, rect oe da buscaron a Nicolasito hasta que se hizo de roche y lo siguieron buscando sin descanso todos los “Tox Evo lier estaba ayudando en la bisquedl,y por las tardes, cuando legaba con las malas noticias, se sen. taba en un tronco que tenian en la entrada de la cabafia, Damars sabia que esa ea la seal para que se acercara, Lo hacia sin demora, pues no queria que é se enojaa mas de lo que ya lo estaba. Entonces el rig Jevantaba, daba vueltas ba una rama de dura yelistica ya azotaba, La tia Gila le habia jue no se tensara, que entre mis flojos tuvi nde el tio Je pe- ¢gaba, menos le daleria. Fla lo intentaba, peto el susto y cl estado del primer latigazo hacian que apretara todos Jos misculos,y cada nuevo latigazo la lastimaba mas que el anterior, Sus muslos parecian la espalda de Cristo. El primer dia le habia dado uno, el segundo dos, y asi habia ido aumentando por cada dia que Nicolasito no aparecia. El tio Eligcer paré el dia que habria tenido que datle treinta y cuatro latigazos. Habjan pasado treinta y cuatro dla, el mayor tiempo que el mar se habia demorado en devolver un cuerpo. Estaba despellejado por la accién de saltre y el sol, comido por los peces en algunas par- tes hasta el hueso y, segtin dijo la gente que estuvo cer- a, hediondo, Latia Gilma, Luzmila y Damaris fueron a verlo des. de cl acantilado. Un cuerpo que ahora parecta mis pe- (qefio, eLouerpecto de un nfo, trado en la a e tan rubia, in linda, levantin- dolo ua-poco del suelo pare abrazalo yilenarlo de be- a i sodavia fuera hermoso. La tia Gilma le pasé q1brazo a Damaris por la espalda y ella no aguanté mas y se soli llorar por primera vez desde la tragedia, 2 - w Los Reyes no volviron a su casa del eantilad, per tampoco Ia puseon en vents El to Eliécer vend thiwo de sus terenosa unas hermanas de Tulua,y man, {Y constrir una casa de dos pisos en el pueblo, adonde «efi a vivir con su familia y la mama de Damaris, ue tayo que trabajar mis en Buenaventura, Fue una épo. ta de abundancia. Con las ganancias de ls primeras ven. tase fo se habia comprado un terteno en el sur, adonde se fueron vvirloshijos que tenia con su primera muje, ¥ dos lanchas, que alquilaba para pescar. De pronto se habia convertido en un hombre pudiente y hacia unas fiestas que ocupaban la calle y duraban todo el fin de se- mana, Asi se le empez6 air la plata. Llegé a tener tantas deudas que para pagaclas tuo aque vender una de as lanchas, Entoneces vino la racha de mala suerte. Alito siguiente la segunda lancha se hundié en una marejada y a los pocos meses, en las ce- Iebraciones de diciembre, una bala perdida hirié en el pechoa la mama de Damaris. En el puesto de salud del pucblo no pudieron hacer nada por ella y la levaron de urgencia en un bore a Buenaventura, pero para cuando legaron al hospital ela ya habia muerro, Damaris, que estaba a punto de cumplir quince afios, cancel6 su fies- * ua a habia estado plancando con su mama y ahora solo queria que la dejaran lorar tranguila en el cuarto que cmmpartia con Luzmila. Su prima se sentaba a su lado sala cama, le hacfatrencita en el pelo ye contaba chis- snes del pueblo hasta que lograba hacerla rei. Ta gente del pueblo decia que tantas desgracias se- guidas no eran normales ytenfan que vex obra de alin nvidioso que les habia hecho una brujeria. Preocupa- {Jos los téos Hamaron a Santos y ella les hizo una lim- pieva ala eas ya todos los miembros dela familia ps0 la siruaci6n no mejord. ~ Edle mance raion ‘Una marea brava tumbé la casa y, como no hubo pla- ta para reconstruirla, la familia se dividié, Para esa €poca ya Rogelio habia venid a parar al pueblo en un barco de pesca averiado, Mientras legaban los repuestos de Bue- aventura y lo arreglaban, se dedicé a tomar cerveza y a smirara las muchachas del pueblo, Conocié a Damaris un. domingo en la playa y, cuando el barco estuvo listo, re- nuncié a su trabajo, alquilé una pieza en el pueblo y Da- aris se juntd con él. El vo Eliécer y la tia Gilma se separaron. El se fue a vivir al sur con sus hijos mayores y ella encontré un trabajo de camarera en el Hotel Paci- fico Real y se mudé con Luzmila al otro pucblo. Con el tiempo los Reyes dejaron de subirles el sueldo alos cuidanderos y de mandarles los productos que ne- cesitaban para mantener la propiedad: detergentes, abo- nos, cera, fumigantes, pinturas, cloro, aceite y gasolina para la guadafiadora y la planta de tratamiento de la pis- ina... Entonces se supo que su empresa en Bogot ~ —una fibrica de maletines— habia quebrado. Los ct danderos renunciaron cuando se consiguieron un tra- bajo en una finca del interior, y Josué acepté cuidar casadelos Reyes. Acababa de legar al pueblo y no ten mujer, hijos ni nada que perder. Le pagaban menos jc la mitad de un salario minimo, pero él completaba peg cando y cazando por su cuenta, Un dia los Reyes ya py Je pagaron mas y él se quedé en la propiedad porque no tenia a dénde ir, Tiempo después mutid de un tir de escopeta en lo que parecié un accidente de caceria, El tio Eliécer estaba en el sur, la tia Gilma habia sy. ffido un derrame cerebral y era dificil entenderle cuan. do hablaba, y Luzmila, que ya tenia matido, acababa de parira su segunda hija en Buenaventura, Aparte de Da. imatis, en el pueblo no quedaba nadie que hubiera sido cercano a los Reyes y pudiera darles la noticia de la muerte del cuidandero. En esa época todavia no habian llegado los celulates a la zona, La oficina de Telecom quedaba entre los dos pueblos y era una de las pocas construcciones de lackri- lo, Tenfa una sola ventana y cuando hacfa calor hacia mis calor adentro, y si el dia estaba fresco se sentia mis fresco adentro. Damaris nunca habia estado en Bogot: ni siquiera en Cali. La vinica ciudad que conocfa era Bue- aventura, que quedaba a una hora en lancha y no tenia grandes edificios. Tampoco conocia el frio de las mon- tafias, pero porlo que veia en televisién y decia la gente, se figuraba que Bogota debia ser como la oficina de ‘Telecom luego de una semana de Muvia: un lugar oscu- +0, con ecos y que olia a humedad como las cuevas. Fl dia que llam6 alos Reyes estaba haciendo sol, pero habia muchas nubes y en el pueblo hacfa tal bochorno — 36 — ve era como estar dentro de la olla del sancocho. A amar las manos le sudaban y casi se le deshizo el mato donde llevaba anotadlo cl niimero de teléfono, nP habia sacado de un cuaderno del finado Josué. En. 1a cabina, marcé los ndmeros, la llamada se demo- oun segundo demasiado largo en enganchar y, mientras los tonos, Damaris pensd que al otro lado de esos faidos estaban una parte muy fea de su pasado y una ‘civdad monstruosa que no podia imaginar. Ya iba a col- .do contest6 un hombre. gar cua _Sefior Luis Alfredo? Si. Damaris quiso buir. Habla con Damatis. El sefior Luis Alfredo escuché el nombre y se hizo unsilencio terrible, que ella recibi6 resignada como ha bia recibido los latigazos de su tio todas las tardes du- rante treinta y tres dias, Para Jos Reye§ ella era un _AGged etal de malos auguris. Luego, como pudo, ner “Fiosamente, le cont6 lo que habia pasado: hacia dos dias se habia oido un tiro de escopeta en el acantilado. Su marido y otros hombres del pueblo subieron a buscar a Josué, pero no lo encontraron en la eabafa ai en los caminos. Al dia siguiente ya habia gallinazos en el acan- laron el lugar donde estaba cl cuerpo. jor Luis AL tilado y estos s —Se suicidé —dijo impresionado el s fredo. ‘ No, sefior, yo no creo, La semana pasada yo habia hablado con él y no se ve Ya. ia mal ni triste ni nada, Hasta tenia planes de ita Buenaventura para cop, prar unas boras que necesitaba. —Ya _Y imi marido dice que de pronto se cay6 y se disparé la escopeta. El cuerpo estaba en el monte eg tuna posicién muy Fara. —Si, s Ya tenés treinta y tres aflos, ¢n0? Se hizo otro silencio terrible y luego Damatis hablg como disculpandose: fredo suspir6. Luego laments la des gracia del cuidandero, e agradeci6 a Damaris a llamada ‘le pregunt6 sella podia hacerse cargo de la propiedad, —Vos sabés lo importante que es para nosotros, —Si, sefior. —Yo te voy a mandar lo de tu sueldo y los insumos Damaris sabia que no era verdad, pero hizo como que le cteiay e dijo que sta todo. No solo se sentia en deuda con los Reyes, también la emocionaba Ia idea de volver a vivir en el acantilado, que ella siempre habia considerado su hogar. No fue dificil convencer a Rogelio. En el acantilado fo tendrian que pagar arriendo y la cabatia de los cuidan- dros, aunque no era gran cosa, era mis amplia que la pieza del pueblo y ellos podrian arreglarla, Para mante- nerse seguitian trabajando como hasta ahora, él cazando ‘en el monte y pescardo en las embarcaciones viento y marea y ella en la casade la sefiora Rosa, que ahora lane M - seaba mas que nunea, pues su maride, el efor Gene, cet quedado postrdo cn una sil de ued Trnnico que 20 Tes fustaba era que en la propiedad de oe Reyes no habia hz Sin embargo, en la de a se pare Rosa, que quedaba al frente, habia y lla es dio iso para scar wna extension cel tansformador de ee ciadl que srt 8838, ya Damas y Rogelio stjeron akumbrarse. SubicrOn Sus Cosas, el viejo tle Pre de cj, la esta cde gas que nunca usaton la cama vis sibanas que Tes habia reyalado latin Gilma, y se ¥panorlaron en a cabatia mejor de lo que lo habian es fado aunca en la pieza del pueblo, bl trabajo en la propiedad de los Reyes no exa com plcado, Para lvary impiar usaban los productos que Fe todas manera compraban para la cabaia, mantenian ta piscina vefa ya lavaban cuando lovia abonabat lox jardines con desechos orginicos que conseguian en e ronte y Rogelio guadafaba con la gasolina que sobraba He sus salidas a pescar. La casa grande necesitaba una! mano de pintura y que reemplazaran un par de liminas agretadas, ya los andenes les hacia falta un refverzo, pues el pavimento se habia podrido en algunos tramos, pero ellos tenian siempre todo limpio y bien cuidado Cuando vinieran, los Reyes no tendrfan ninguna queja | F= I Los euidanderos que habian trabajadlo para los Reyes habjan hecho convencidos de que en algtin momen ellos volverian al sitio donde habfa muerto su hij, fa aque todos se habjan esforzado por mantener la casa sobre todo el cuarto del finado Nicolasito como eli, lo habian dejado, en la medida que el clima, la selva, e salitre y el paso de los afios lo habian permitido, La casa grande habia sido hecha para resistir las con diciones més duras. Las liminas de aluminio eran inoxi. dables, el piso era de trapichero, una madera finisima g Ja que no le entraban el comején ni el gorgojo, y para Jos cimientos y la base elevada habian usado una mezcla de concreto especial, mas fuerte. No era una casa boni- tasino prictica, con espacios amplios y mucbles de ma- teriales sintéticos, El cuarto del finado Nicolasito eta el nico decorado. La sefiora Lia le habia encargado la cama y el armario al mejor carpintero del pueblo y ella ‘misma los habia pintado con colores vivos. Las cortinas yel tendo de la cama los habia traido de Bogota y eran ‘juego, con un motivo de E/ libre de la selva, Se habian destefido un poco y tenian unos cuantos agujeros, pero ‘eran pequeitisimos y no se notaban de lejos. Ein el ar mario, entre bolitas de naftalina, quedaba alguna ropa de Nicolas y pantalones, dos pant (0, unas camise' 0 “basa y va no ja volvic Jones de baflo, un pa de tenis y unas chancs. La pee tee mantenia abierta con una catacola que diane habia traido de Negritos un dla qu sali a pesear con vg papi ys inguetes staan cn un coe de madera gue ve bién habia pintado Ia sefiora Elvira. Sobrevivian ig gpeenan de plistico o madera pues Tos quetenan partes sroxlicas hacia aiios se habian oxidada, "Ahora Damaris acept6 que Regelio tenia azn, La acostumbrarse a estar con ella dentro de perra no del Freabasia o la casa grande, donde pasaba gran pare del tiempo limpiando y encerando, Pod destor tn earacola del finado Nicolasito, uno de sus juguetes, sas tenis 0, Dos no Lo quisiera, los mucbles que le habia pintado su mami. Gon pesar y culp: Damaris saz6 a Ja perea de ba ca dejar subs detris de ella a nin- puna de as dos casts, que se elevaban del suelo sobre fstacas, de concreto especial las de la casa grande y de madera ordinaria las de la cabaita, Peto tampoco la obi g6.a vivir debajo de ellas como alos otros perros Aly a sitio ct m ria prox la de la luvia y los perros tenian prohibida I entrada 4 Era el cumpleafios de la tia Gilma y Damaris prano a vsitarla, antes de que legaran las primeras lang, comenzaba la temporada aly, de Buenaventura. Ese d de mitad de aiio y queria evitarse las hordas de turisa, «que desembarcarian en el muelle ¢ irfan al otto pucbjg donde estaban los mejores hoteles. La noche anterior apenas habia caido una lovizna umanecidlo despejado y el mar azul y mys aquieto. Se vein que seria uno de esos ratos das sin ny. bes, de cielo azul vivo y calor ardiente. Cuando pasé por Ia casa de doa Blodia, ella salié del interior y con la mano, En el estadero estaban sus hijas organi. zando las mesas y poniendo los manteles. Dofia Elodia tenia su delantal de cocina y en las manos un cuchillo cielo hal de destripar pescado. —Se muri el perro de Ximena —dijo. Damaris quedé desconcertada, —.Como? —pregunts. Billa dice que envenenado. Igual que la mamé. Doi Blodia asintié. —Ahora solo quedan su perra y el mio —dijo. Los perros ya habjan cumplido seis meses. Fl de dovia Elodia estaba echado en la playa, afuera del estadero, en ajar donde antes pasaba los das su mam, emato median como la perra de Damar ran nico ch que Se parccin. Tena las oye ls ora un el pelo nepro y desordena a ian et pe Sup habian mantenido cadae Pa ‘Guia siendo gris, muy corto, Nadie habria pensade SAT ia mis ca: Danas tno ster a sv casa part abraza ala petty wen de que seguia bien, pero era el cumpleaiios de la tia Gil. may se obligé a seguit hacia el otro pueblo, Desde que habia suftido el derrame, a la tia Gilniale costaba moverse y pasaba todo su ticmpo en una me- ceddora que corrian de la sala al eorredor de la entrada y del corredor de la entrada ala sala. Dormia en un cuar- to con las dos hijas y las nietas de Luzmila. El marido dela hija mayor trabajaba en Buenaventura y solo venia algunos fines de semana. Luzmila y su marido dormian en el otro cuarto. El trabajaba en construccién y ella vendia productos de revistas: ropa, perfumes, maquilla- jes, alisadores para el pelo, baterias de cocina... No les La casa era pequeia pero de ladrillo y tenia -s: un comedor ovalado de madera y una sala con dos sofis tapizados en tela de flores. Almorzaron arroz con camarones, cantaron el feliz ccumpleaiios y se comieron una torta con erema azul que habian encargado en Buenaventura. Las nifias le entre- garon un regalo a su bisabucla ya ella sc le eseurteron las lige le pas6 el brazo por la espalda y se a estuvo Koband3dun rato, Laeyo ls is quiron jugar con In tia Damar y se le encaramaron por ls - B —. Jos brazos. La puerta y todas las ventanas eg, pres abiertas, pero esol estaba en a mitad del ciel . habivun soplo de bes. Lzmilay sus hijas abaniea. con las revistas, la ta Gilma se mecfa lentamente en ., “ily hs ais sguieron brincando sobre Damar, gy, cempezd a sentirse sofocada. = Ahora no —les decia—, paren por favor, Pero las nifias no pararon sino hasta que Luzmila je, pegs un grito y las mandd para su cuarto. Por la tarde, cuando salia hacia su pueblo, Damar ppasd por los puestos de artesanias. Todavia llegaban ty, ‘Estas desde el muellea pie 0 en mototaxi, con las maletas val hombro, cansados y sudando, pero la mayoria ya se habia instalado en sus hoteles y muchos paseaban por ahi, mirando los jarrones de giérregue y los sombreros + ls mochilas de jfeara que Tos indigenas extendian en suelo sobre sébanas desteftidas, Costaba avanzar entre ly piernas y gente. En un momento Damaris qued6 atascada frente al puesto de Ximena, que era mucho mejor que el de los indigenas.Estaba clevado del suelo, tenia techo de plis- tico y el tablén donde ponia la mercancia estaba forra- do en una tela de terciopelo azul. Vendia pulseras, collares, anillos, manillas tejidas, papel de arroz 1 pipas para fumar mariguana, Damaris y Ximena cru- Zaron una mirada y Ximena se levanté y la abords. —Me mataron a mi perrito —le dijo. Ellas dos nunca habian hablado. —Asi me dijo dofia Elodia. —Eueron Jos vecinos wags hijuepuyas. 4. 4, —— —— amas se sitio incémoda de qu le hablara mal de seas personas, aun cuando 20 sabia quiéns eran, perp ‘mismo tempo Ximena le dab lima, Olia a mari. tenia la Voz ronca por el cigar, la piel man aipda y con arrugasy ens rales del pelo, que Leraba tgoy sea de neBTO, ela que lo tenia todo bln. co, Le conté-que ba “Fo miensras estaba en - awn Ximena no tenfa ‘inguna otra prueba para acusar a los vetinosy ni si ra podia asegurar que el perro habia sido envene- ido. Damaris pens6 que era posible que lo hubiers vratado otra cosa, una culebra o una enfermedad, por tempo, y que si Ximena tenia tanta rabia conta los ecinos era solo para no hundirse en la tristeza, Yo queria una hembra —le confes6—, pero doa lodia me dijo que usted se habia quedado con la nica dela camada, asi que me lo llevé a él. Era diminuto, ese acuerda cémo eran? Mi Simonciohme cabja en las manos, — | Cuando llegé a su casa Damar se alegrs de ver ay petra tanto como la perra de verla allay la estavo aca, Ficando un rato largo, hasta que se mir6 las manos y 5. dio cuenta de que se le habfan manchado de mugre Decidié bafarla. El sol todavia estaba pegando fucrtey ‘lla necesitaba sacarse el ealor y el sudor de la caminat, La baiié junto al lavadero con el cepillo y el jabon an de lavar la ropa, para desgracia de la perra, que odiaby 1 agua y bajé la cabeza y escondié la cola. | LLuego, mientras lapersa se secaba con las Giimas Iuces del sol, Damaris lavé una ropa interior que habia dejadoen remo ys ais ella, Como en la cabaa no | | | | | habia ducha siempre se bafiaban en el lavadero, sin qui tarse la ropa y echindose agua con una totuma. El atar decer fue espectacular. Parecia como si hubiera un incendio en el cielo y el mar se puso morado. Ya estaba ‘oscureciendo cuando colgé la ropa interior en un ten. dedero pequefio, de piso, que tenia en el quiosco y dejé ala perra, que seguia ofendida por el baiio, en su cama, una colehoneta doblada en dos que le habia forrado con unas toallas viejas. Por la noche seguia sin llover, pero tuvieron que ce- rar la puerta de la cabaiia y todas las ventanas porque sc habian alborotado los clvitos, unos zancudos peque- > 6 - — | jos que picaban como agujas, Rogelio fue por ung olla vieja eevorcida que guardaban debajo de la casa ale j de estopa de coco y le prendi fuego. La estopa em, 6 a quemarse ¥ 10s clavitos se fueron un rato, pero nas el humo se aclaré regresaron en canidad, yam. pos tuvieron que agarrar un trapo para espantarlos, No diet vera telenovela en paz Hacia ano calor que 2 lle erecieron dos manchas de sudor en las axils 4 tdlale chorreaba un hilo de agua por la patillas, 4s que no va allover? —se quejé Damaris mien- ‘ras batia el trapo, Rogelio no respondi y se fue asu cama, Fla se que- dé viendo television porque sabia que con ese calor y Jos clavitos mortificindola no podria dormir. 4 ‘Mis alli de la medianoche, cuando estaban en las te- levenas de repente explots un ayo cercansimo que por tun instante lo iluminé toda. Damaris pegs un brincu del susto, la luz se fue y se solté un aguacero tremendo, con rayos, truenos’y tanta agua que era como si cayeraabal- dados sobre el techo de la cabaita, Pero el clima se refres- 6, os clavitos desaparecieron y Damaris,sabiendo que la perra estaba protegida en el quiosco, se fue a dormir. ‘A la mafiana siguiente seguia lloviendo duro y ella, como habia trasnochado, se levant6 tarde. El piso se sentia frio y himedo y la olla donde habjan quemado la estopa de coco la noche anterior servia ahora para re- cibir el agua de una gotera en la mitad de la sala. No habia vuelto la luz y Rogelio estaba en una de las sillas plisticas, frente al televisor apagado, mientras se toma ba un café que debia haber preparado en el quiosco. a Esa perra fy lesastres anox io, Damaris se horrorizé no por lo que la petra hubjg podido hacer sino por el castigo que Rogelio debig berle dado aprovechando que ella no estaba . —icQué le hiciste?! Yo nadia, peto ella@yolvis mierda unos basins, Damaris sliéa toda prisa dela cabaia. No se vein 1 mar, lasisla,el pueblo ni nada més que lallvia, by, ca alo lejos como una cortina de gasa y cortiendo ¢g forma de arroyo por los techos, los andenes y las ese,, leras de la propiedad. Damatis lleg6 al quiosco emp, pada, Sus calzones y los calzoncillos de Rogelio gue habia colgado en el tendedero pequefio la noche anteriog segufan en su puesto, Solo sus brasieres, que eran trey, estaban tirados en el suelo y despedazados. La perra peto se veia bien. Da. maris la chequed de la cabeza x la cola y fue tal su alivig de encontrarla sana que en vez de regaftatla la abrazé y Ie dijo que no pasaba nada, que habia entendido el men. saje y ya no la bafiaria nunca més. 7 ra hasta que se perdi pants, (gary mimandd a Galante Fu una noche en ln que exaba sob, Roge- habia salido a pescar en una viento y marea, Danger, we yo y Mosco acababan de comer afuera del quiosco y Of sestaba sobaindole la cabeza ala perraa modo de peda, pus estaba a punto dese paralacabaa, De Tonto Danger empe76 a ladrar en direccién al monte. qs ottos dos perros se pusieron alerta y la persa sali dl quiosco y se adelanté unos metros hasta quedar al thdode Danger. Hlacia donde ladraban no habia casas ni aris supuso que se trataba de alg wucha, un eriz0, aoe fermo. Como no habia luna, estaba oscurisimo y la tinica “arera ka del bombillo del quiosco. Ella no alcanzaba a er nia ofr nada a lo lejos, pero los perros estaban cada sez mis nerviosos, con el pelo erizado y ladrando fuerte. Damaris empez6 a lamar a la perra para tranquilizar- layque volviera a su lado. “{Chirll”, gritaba por una vez sin vergiienza de pronunciar en voz alta el nombre del «que su prima se habia burlado, “Chiiiiliil”, Pero en- tonces Danger arrancé a correr y todos lo siguieron, incluso la perra, que se adentré con ellos en el monte. Damaris los ofa ladrar y moverse entre los matorrales, Como estaba descalza y podia tratarse de una culebra, seguro una equis, que salen de noche y son bravisin,, ¥y muy venenosas, 10 dico que podia hacer era sepa, llamindolos desde el quiosco. Gritd con voz furg,, neutra, dulce, suplicante sin ningtin resultado hasta, ue todo se qued6 en calma y ya no Se oyeron mas ladsido, ninada, Frente a ella solo quedé nalbestid agarn6 el machete y la linterna y se meti6 al monte poy donde habian andado los perros. En ningtin moments “sintié miedo de todo lo que daba miedo en esa selva: iy coscuridad, las equis, las fieras, los muertos, ¢Lfinado Nico. ‘sito, eLfinado Josué y el finado sefior Gene, los espantos de los que habia oido hablar cuando nifia... Tampoco se asombré de su valentia, Solo tenia un pensamiento: la pe- Estuvo caminando por entre los matorrales sin ale jarse demasiado para no perderse en las tinieblas, alum- brando hacia todos lados, haciendo ruidos y lamando ala petra y a Danger, Olivo y Mosco. Como niinguno volvia ni pasaba nada, decidié adentrarse mas, Fue ala quebrada que separaba la propiedad de los Reyes de Ia de las vecinas, a la cerca junto al camino principal, al acantilado y alas palmas de mil pesos donde terminaba el Gnico camino que habja hacia ese lado. ~ No veia sino lo que alcanzaba a apuntar con Ia lin- tetna, partes de cosas, de una hoja inmensa, del tallo de un arbol alfombrado en musgo, del ala de una inmensa polilla con muchos ojos que, sorprendida por la luz, si- 1i6 volando y aleteé asustada en torno a su cabeza... Las je enredaban las races yse le hundan en el se aba, resbalaba Y para. tenerse en pie ponia op, superficies duras, mojadas o fibrosas. La oe cs jsperas, peludas o con espinas y ella brin- ale a aque era una arafia, una culebra de las que oe ee grholes 0 un chimbilaco chupador de sangre, rane nordi6 nadia, solo la picaban los zancudos, pe ng le importaba ysegula buscando en la oseu 104 (alg era babosa, lo sent pesado en su piel Be fuera lama, Ie parecia que la bulla de ls fans om a insoportable como la misica en la discoteca Js cb, no estaba en a seta sino dento desu can Ta luz de la linterna se fue opacando y no le que- opts medio que volver la cabaia,derrotda y lo- rando, antes de que se apagara del todo. ‘Sedurmi6 enseguida, pero con un suefio que ne hizo & enirningin descanso.Gorial) con ruidos v sombras,que “Festaba despierta en su camarque no podia moverse, que | go a atcalrg que era | bia metido en. yue la cubria de lama y le bots apart, que lc lama Ia cara para saludarla, Cuando se des perté seguia sola, Afuera cafa una tormenta brutal, con vientos de los que azotaban las tejas y truenos que hacian temblar la tierra: el agua se colaba por las rendijas y flota- ‘adentro de la cabaiia. Pensé en Rogelio, que estaba en un bote miserable camedio de la furia de esa tempestad, sin nada mis que = 31 un chaleco salvavidas, una capa de lluvia y unos pli cos para protegerse, 6 mai a * para ct: alli afuera en el monte, empapada, aterida de frio, my, 7 , cr ta de miedo y sin ella para socorrerla, y volvié a llora . 10 Se pres : Sa |\ media mafiana del dia siguiente escampé y Damaris is buscando a los perros. Fl dia estaba oscuro y fres- torykabia lovido tanto que todo estaba inundado, Volvi, ‘aminando pot entre el agua, alos lugares en los que ha- bia estado Ia noche anterior, pero el aguacero habia bo- ado las huellas. Tampoco habia huellas en el camino principal, que estaba encharcado como lo demis y ella recortié completo. Visit6 a los vecinos para alertarlos y «que estuvieran pendientes de los perros: a los cuidande- 10s de la casa del ingeriero, que eran gente del pueblo y 10 le dieron importancia al asunto, y a las hermanas de “Tulua, que como adoraban a su labradora compartieron la angustia de Damaris ya invitaron a almorzat. Porlla tarde fue ala propiedad de la sefiora Rosa, que estaba desocupada desde que el sefior Gene murié y ella empeord de la cabeza. ala sefiora Rosa se le clvi Yer sonas, perdia objetos vhacia cosas que a la gente le cau- saban gracia, como repintarse los ojos y la boca 0 guardar el celular en el congelador. Gon la muerte del jior{RoS2 se agsavs. No sabia qué afio segui soltera en Cali y se ponfa a bai- alo creia que recién habia lle- seiior Gene la cra, pensaba que Jar con el himno nacion: gado al acant tilado cor su marido y estaban esperando Aatese la muerte de su marido, tos materiales para construirla casa, Empen se dentro del propiedad, se quedaba con a tay mirando como boba por ratos la las paredes y hasta se le olvidé toma Te gustaba el aguardiente y bebia casi Como nof Dende, bo: 80S habla 4 ella que tage todos los digg J.una sobrina vino hizo cargo de todo, Tntern9 a su tia en un < RGAE Gl pac sepa tras se vendla la sobrina les seguia pagando a Damar, ya Rogelio, como lo habia hecho su tia, Para que lacy) daran, B se encargaba de los jardines Y las reparaciongy yeella de la limpieza de la casa, La perra habia ido con Damaris das las semanas desde que Il 86 que de pronto podria « echarse, en la plancha de cor se mantenia fresca y seca si tuviera haciendo, clay .€8a propiedad to. legal acantilado ella pen star doncle mas le pustahy mcreto del patio de atts, que in importar el clima que e. 4. perra no estaba ah ni en ningin otro ado de exa Propiedad, que era la mas grande del acantilado, Day fs la revis6 entea: Ia easa, los jars, la escaleras en !n entrada, la larg linea del acantilado, el sendero hci, 's quebrada y la quebrada, que como habia lovido tan to bajaba furiosa y se derramaba por encima del muro dela represa que habia construdo el fiado seiior Gene EI segundo dia tampoco salié el sol y lovie dry basta el mediodia, Damaris sais luego del almuerzo, bajo una lovizna tan débil que, a pesar de que no se ‘eia ni se sentia en el cuerpo, si mojaba, y record los amino secundarios, que solo usaban los cazadores y wise a lores. Tampoco vio sefiales de los pertos. adores. Jos aserts a media tarde, pero el cielo no se abrié y el é scar i gris fe , ei Te se topé con una invasién de hormigas, Ala «miles avanzando por entre la selva como un a ae unas gras ERED que salian de sus’ Cae bajo dela tierra y arrasaban con todos os bi- ae era as Cecelia Ta que bee que habia sido en vida, y eso que él habla bianco de apes el blanco més blanco que Damatis spa comocio. Ten apie desea capa una ara aus los pies oe inbarriga inflada y la boca abierta. Damaris lo miré pot ibarriga yla boc Pe dentro, Le fltaba la lengua y un agua negra le subia has : tala garganta, Olia a podrido y a ella le parecié que en cualquier momento subirian peces desde su barriga o ly brotaria una enredadera, Habja estado perdida-vetatian dlas_y erd, después de Nicolasito, el segundo cuerpo que mis tiempo se habia. demorado en devolver el mar. ye est ciendo “Pere Damaris vio

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