Una de mis areas en esta segunda lecei6n seri responder a
algunas de las preguntas que quedaron sin resolver durante Ia
primera. Yo queria concentrarme en las ficeiones excatolbi-
‘as, las ficeiones sobre el Final en relacién con el apocalipsis
‘mismo, y si bien me referi a ellas como andlogas alas Ticeiones
literarias, por medio de las cuales imponemos otros modelos al
tiempo hist6rico, no me extend! micho en justificar dicha ana-
Togia. Luego, cuando hablé del grado en que vatian las fic-
ciones partiendo de la base paradigmética, me concentré, una
vyez mis, sobre todo en el apocalipsis mismo, la forma en que se
‘modificaban las figuras tipicas y se las hacia referrse no a un
‘nal comin a todos sino a ia muerte personal, o ala crisis, 0 @ la
Epoca.. Mencioné que las fcciones literarias cambiaban del mis-
mo modo: las crisis perpetuamente recurrentes del individuo y
la muerte de ese individuo tomaban el jugar de los mitos que
supuestamente relacionan, la experiencia personal con princi=
pios y fines grandiosos. Sugeriasimismo que se han registrado
‘grandes cambios, en especial en tiempos recientes en. que
ruestras actitudes frente a la narrativa en general se han vuelto
tan complejas. A pesar de ello pareceria que al mismo tiempo,
al tratar de “*hallar sentido” al mundo, petsste siempre en no-
solros la necesidad, mds iitensa que niunea, de’ satisfacer, a
causa de uf escepticismo acumulado, de experimentar esa con.
cordancia entre principio, medio y flnal- que e¥ la-exeicta de
‘nucstras ficcionésexplicativas, en particular cuando perteneéen
‘tradiciones culturales que tatan el tiempo histbrico como pri-
miofdialinente réetlineo y no eielico,
Bs obvio que es necesario agregar algo mas ahora sobre la
6forma en que he venido utilizando términos tales como “fic.
cin” y "concordancia”. Primero, entonces, debemos pensar
‘que es bastante sorprendente que, dados los aicancesy la minu-
ciosidad de la teorialteraria moderna, nadie, dentro de lo que
‘puedo establecer, haya intentado alguna vez relacionar la teo~
ra de las ficciones literarias con la teoria de las ficciones en
general, si bien admito que algo semejante puede haber sido la
Idea de Ogden cuando preparé su Bentham’s Theory of Fic-
tions.! Existenasimismo implicaciones pertinentes a la cues-
tion en Richards,? cuando se refiere a los “instrumentos espe-
culativos"” y a Jo que llama ‘‘sometimiento experimental’.
Richards se preocupa por cierto por el cardcter y calidad de
nuestra aceptacién de ficciones como medio para la libertad
personal, o quiza simplemente para el bienestar personal.
“Pero el hecho de que existe una relacién simple entre las
feciones literarias y las de otro género, parece ser, si nos det
rnemos a pensar, mis obvio tal vez de lo que aparentaba ser. Si
consideramos en primer lugar la narrativa contemporanea, 10
puede ser accidental, ni mucho menos, que desde que Nietzsche
difundié y desarrollé las ideas de Kant la literatura haya afir-
‘mado cada ver més su derecho a una eleccin arbitratiay pri-
vada de normas para la narrativa, del mismo modo en que la
historiografia se ha convertido en una disciplina més tortuosa y
dudosa, como consecuencia de nuestro reconocimiento de que
sus métodos se fundan mas de lo que se sospechaba en mitos y
ficciones. Después de Nietzsche fue posible afirmar, como lo
hizo Stevens, que “la creencia final debe encontrarse en una
ficcion’. Este poeta, para quien toda la cuesti6
65 permanente, veia que pensar en tales términos significaba
postergar el Final —cuando pudiese decirse de dicha ficeién
‘que coineidia con la realidad— para siempre, transformario en
‘una ficeién, un momento imaginario en que “‘por fin” el mun-
ddo de la realidad y el mundo de la ficci6n serdn uno solo. Este
lipo de ficcin —Ia aitima parte de Notes foward a Supreme
Fietion es, como corresponde que sea, el punto en el que Stevens
le presta su maxima atencién— relativa al final es, como el inf
nto mAs uno y los mimeros imaginarios en la matematica,
algo que sabemos que no existe pero que nos ayuda a hallar sen
tido en el mundo y movernos dentro de él. Mundo es en si mis-
‘mo una fieeién. Creo que Stevens, quien por cierto creia que te-
4
rnemos que hallar nuestro propio sentido con los materiales de
‘que disponemos, cualesquiera que sean, lo tomé de Ortega.3 Su
doctrina general sobre las ficciones proviene de, Vaihinger,
‘uiza de Nietzsche y quizé del pragmatismo estadcunidense.
En primer término, un problema ético. Silas fiecionesfite-
rarias estin relacionadas con todas las demas ficeiones, hay
due decir que algunas de estas relaciones son peligrosas. “La
falsedad de una opinién no es... objecién alguna a ella, dice
Nietzsche, agregando que lo unico que importa es “hasta qué
punto dicha opinién protonga la vida, la preserva, preserva la
‘specie’. El hombre que piensa esto corre cierto peligro de ase-
‘mejarse al Mentiroso Cretense, ya que su opinién puede set no
‘menos falsa que aquellas alas que alude. Puede correr un ries-
{0 peor ain, el de alentar a quienes sostienen la idea ficticia de
{ue la muerte en gran escala prolonga la vida y preserva la es-
pecie. Por una parte tenemos una teorfa relativamente inocen-
fe, una forma de contemporizar con la manera moderna de re-
conocer el gran espacio existente entee ser y conocer, el sentido
dde que siempre es posible obligar a la naturaleza a responder a
nnuestras preguntas, obrar de acuerdo con nuestras ficciones.
Esto es lo que Wordsworth predijo en términos originales y
conmovedores cuando afirmé que “La Naturaleza nunca
traicioné en verdad/ Al corazén que la amaba”. En su forma
puramente operativa esto es la base de la vida del fsicote6rico,
Yya que supone que siempre habrd conficmacién experimental
para las posiciones alcanzadas por medio de la matemética pu-
ra’ Como es natural, las respuestas, como las preguntas, son
puramente humanas. “La naturaleza se muestra paciente fren-
tea la interpretacin en términos de leyes que ocasionalmente
nos interesan’”, como observ Whitehead. Pero por otra parte,
tenemos las cAmaras de gases. Alfred Rosenberg se valid de las
inocenies especulaciones de William James, John Dewey y
F.CS, Schiller para justificar que el conocimiento estaba al
servicio de la verdad “orgdnica”” que él identificaba con el de~
satrollo de la vida de lo que llamaba ‘la raza alemana”. Si ca-
be estimar el valor de una opinién s6lo por su éxito en el mun-
do, las proposiciones demenciales pueden llegar a ser tan va
liosas como cualquier otra ficeiOn, La validea de cualquier opi
nign individual sobre los judfos puede probarse aniquilando a
seis millones de ellos
45Hannah Arendt, quien escribié con gran lucides y pasion
sobre esa cuestion, sostiene que los supuestos filos6ficos o an-
tifilosfcos de los’nazis no eran genéricamente diferentes de
los del hombre de ciencia, o incluso'de los de cualquiera de no-
sotros en una época ‘‘en que el hombre, dondequiera que vaya,
s6lo se encuentra consigo mismo".# ,Cémo pueden llegar as
tisfaceros o tener sentido en semejante stuaciOn, nuestros pa-
radigmas de concordancia, nuestros prineipios y fines, nuestro
cuadro humanamente ordenado del mundo? ;Cémo puede te-
ner sentido el apocalipsis, la tragedia, o como lograr que tenga
‘mayor sentido que cualquier tipo de contrasentido arbitrario?
Si EI Rey Lear es una imagen del fin prometido, también lo es
Buchenwalds y ambas son acusadas de ser horrorosas, de-
sarraigadas fantasia la una no mas verdadera o més Fas que
Ia otra, de modo que lo mejor es reconicer que al menos EI Rey
Lear no es tan destructiva.
reo que debemos admitir que el apocalipsis det Tercer
Reich y el apocalipsis de EI Rey Lear, ambos conscientemente
falsos, implican por igual el econocimiento de que cada vez
que inyentamos ficciones nos enfrentamos con nosotros ii
‘mos. Incluso es posible que exista una relacin real entre ciertas,
clases de eficacia en la literatura y el totalitarismo en politica
PPro si bien las fieciones son todas formas de descubrir cosas
acerca del mundo humano, el antisemitismo es una ficién de es-
cape que no dice nada acerca de la muerte y en cambio la pro-
yecta hacia otros, mientras que E! Rey Lear inevitablemente
implica un encuentro con uno mismo y com la imagen del pro-
pio fin. Esta es una diferencia, pero hay otra, Hemos de distin-
uit los mitos de ls ficiones. Las ficciones pueden degenerar
‘en mitos cada vez.que no se los considera conscientemente co-
‘mo invenciones. En este sentido el antisemitismo es una fieeibn
degenerada, un mito, y Lear es una ficcion. El mito opera
dentro de los parametros del ritual, lo que presupone explica-
ciones totales y adecuadas de las cosas tal como son y como
fueron; es una secuencia de gestos radicalmente inalterables.
Las ficciones sirven para descubrie cosas y cambian a medida
que cambian las necesidades en cuanto a hallar sentido, Los
‘mitos son los agentes de a estabilidad y las ficiones los agentes
del cambio. Los mitos exigen acepiacién absoluta; las fic-
clones, aceptacién condicional. Los mitos tienen sentido en tér-
46
‘minos de un orden temporal perdido, illud tempus, como lo lla-
ma Eliade. Las ficciones, cuando tienen éxito, nos permiten
comprender el aqui y el ahora, hoc ¢empus. Es posible que en
‘este momento suene bien tratar las ficciones lterarias como si
fuesen mitos, pero como bien sefiala Marianne Moore acerca
de los poemas, “estas cosas son importantes no porque/ puede
ddarse de ellas una interpretacin altisonante, sino porque son/
itles”.
Desde el punto de vista de Vaihinger, el como side la fie-
cin se dstingue también de la hipotesis porque no cabe duda
«de queal final del proceso de descubrimiento sera abandonado.
En cierto sentido esto es evidentemente lo que ocurre con las
ficciones literarias, Nunca corremos el peligro de creer que la
rerte del Rey Lear, que tanto explica, sea verdad, A la afit-
‘macién de que murié ‘en tales y cuales circunstancias
ciando estas palabras sobre ei cuerpo de Cordelia, pi
espefo, jugando con un botsn— damos un asentimiento experi-
‘mental, $i lo hacemos bien, nos beneficiamos porque nunca
volveremos a adoptar del todo la posicién ante la vida y la
‘muerte que feniamos antes. Desde luego, puede decirse que al
‘cambiar nosotros mismos hemos cambiado el mundo de la me-
jor manera indirecta posible.
Por esta raz6n sugiero que las fleciones literarias se colo-
quen en la categoria que Vaihinger llama de “Io consciente-
‘mente falso”.5 A diferencia de las hipétesis, no estan sujetas a
prueba o desvirtuaci6n, sino s6lo cuando llegan a perder su efi-
‘acia operacional, al abandono. En ese caso se las arroja, como
lo expresa Stevens, “al vaciadero”, a “sentarme entre los cok
chones de los muertos”. En esto se parecen a las ficciones de
la ciencia la matematica y el derecho y se diferencian de las de
Ja teologia s6lo porque las ficciones religiosas son més dificiles
de liberar de los “depésitos” miticos. No veo razén alguna pa~
ra no poder aplicar a las fieciones literarias lo que afirma
‘Vaihinger de las ficciones en general: que son “estructuras
rmentales”. La psique elabora este 0 auel pensamiento, yapre-
‘miada por a necesidad, estimulada por el mundo exterior, des-
‘eubre la reserva de recursos ocultos dentro de si misma. El or-
{ganismo se encuentra en un mundo de sensaciones contradicto-
Flas, se ve expuesto a los ataques de un mundo hostily con el
jbjeto de preservarse a si mismo esté obligado a buscar todos
alos medios posibles de asistencia. Vaihinger distingue muchos
tipos diferentes de ficiones: las paradigmatieas, por ejemplo,
‘que incluyen las utopias, y los apocalipsis (agtegamos_no-
Sotros); las legales, en las que la invencion tiene una funcién en
la equidad (como cuando un tribunal fala que una esposa que
‘murié en el mismo instante, un poco después 0 precedié en la
muerte a su marido, lo hizo con el fin de evitar el pago poco
‘equitativo del doble de los impuestos sobre la herencia; 6 cuando
al cabo de un plazo determinado después de recibirl, se presu-
‘me que hemos aceptado la entrega de una encomienda postal
los fiticios casos-cero en matematica; las fieciones de la cosa.
cenvstmisma, o de la causalidad; y lo que Vathinger denomina,6
en términos recordados por Stevens, “la titima y mis grande de
las ficeiones, la de un Absoluto™. Si olvidamos que las fle-
|
Servacloneshechas en ee momento, Con cesta reserves (6
Aplin sblo a grandes ndmers cudnisg) sigue tenlondo vale |
de, bien node acuerdo con los hechos, Deesta manera pa: |
Sado se incorora al presente ex compimentaro
Hoy rest evidente ques tow interes de os nts
fucsen puramente pagmtisos no ge preeupaan por ee ipo
de complementareda, sino que apeaian lonctpt cfr
ta simpley operative como un equvlenteescursivo de un
ingealonoeerso matematca, Su hepatia a hacerlo elev la
Complementareia la etegoria de Pico, Hsenbty i
smo dice qe la isc clin ycudntica son respustashananas
Semeantes fens i ntralens yl compara con diferentes
esos dears: “l exo surge del juego recipoco ent el mun |
64
Elarte moderno, como la ciencia moderna, pueden entablar re-
Jaciones complementarias con sistemas descartados de fic-
clones: lo que es la mecdnica newioniana a la mecdinica eudnti-
a, es EI Rey Lear al Final de la Partida
Las aplicaciones més extremas del Principio estin aso-
ciadas con el nombre de Nils Bohr. Las discordancias diferen-
tesa la de onda/particula podrian resolverse del mismo modo.
Bohr estabece Ia complementariedad entre, digamos, el mecani-
cismo y el vtalismo en biologi el Estey el Oeste en politica, el
amor y la justicia en la vida comunitaria, Es verdad que en de-
{erminadas situaciones no podemos distinguir entre un hecho y
‘nuestro conocimiento de dicho hecho, quees lo que afieman los
fisicos acerca de las observaciones subatSmicas, Al parecer,
{endria entonces sentido que Heisenberg diga que “la situacion
de complementariedad no se limita excusivamente all mundo Su-
bbat6mico. La encontramos cuando clegimos entre disfrutar de
Ja misica y analizar su estructura”, Pero aqui, creo estamos
Iegando ya al punto en que disfrutamos dela complementarie-
dad por ia complementatiedad misma. Northrop, en su intto-
dduccion a la traduccion del libro de Heisenberg, seal los pe-
ligeos de un “jugar alternadamente la aceptacién y el rechazo
de la ley de contradiccion, en nombre de Ia complementa-
riedad’”, y hay una critica més severa ain en The Way
Things ‘Are de Bridgeman.25 A pesar de ello, el Principio
est resultando de un gran atractivo, por ejemplo para los ex-
ponentes de Jung. En €poca reciente el doctor von Franz ha
Afirmado que la relacibn entre lo consciente y lo inconsciente ex
una complementariedad andloga a la existente entre onda y
patticula en fisca.26
En definitiva, cabe imaginar que pueda usarse el Principio,
para establecer una consonancia entre To que es yo que no es,
para que las proposiciones sean verdaderas y falsas al mismo
tiempo. Pero cualesquiera sean nuestros pensamientos acerca de
estas extensiones del Principio —ya sea un principio aplicable a
las ondas y particulas, al amor ya justcia, al goce yal anaiss,
alo consciente y lo inconsciente— resulta siempre claro que és.
tees un ejemplo interesante de la forma en que una ficcién ope-
6srativa va mas allé de sus fines inmediatos. En términos genera-|
les puede decrse que su objeto es el establecimiento de una|
concordancia entre el mundo del pensamiento normal y el dela
fisica nuclear, entre las observaciones al principio difciles de
‘categorizary hasta cierto punto inquietantes, y un orden acep-
lable para nuestro sistema mental. Ahora st lo extiende para
{que cubra otras inquietantes brechas, intervalos entre el pensa-
‘miento y la experiencia. Cumple una funciéa andloga a Ia de
las ficeiones literarias. En resumen, es lo que denomino una
ficcion de concordancia. Bohr hace en realidad lo que hicieron
los alegoristas estoicos por cerrar la brecha entre su undo y el
‘de Homero, o lo que hizo San Agustin al explicar, contra toda)
cvidencia, la concordancia de las eserituras candnicas. Las di
sonancias y las armonias deben hacerse concordantes por me-
dio de una complementariedad definitiva. Mas tarde los espe-
cialisas biblicos habrian de buscar diferentes explicaciones y
concordancias més complejas, pero el movil es el mismo, por
‘mucho que puedan diferir 1os medios. Una época, como £0:
nent Einstein, es el instrumento de su investigacion. La fisica
de los estoicos, la tipologia biblica, la teoria cudntica de Co-
penhague, son todas diferentes, pero todas recurren a las Fic
ciones de concordancia y postulan complementariedades. |
‘Tales fieciones satisfacen una nevesidad. Parecen realizar)
To que Bacon dijo que podia lograr la poesia: "dar alguna,
muestra de satisfaccion a la mente, cuando la naturaleza de las
osas parece negirsela’. Las ficciones literarias (la “‘poesta”!
‘de'Bacon) hacen lo mismo, Una consecuencia es que cambian,
por la misma raz6n que la alegoria patristca noes la misma co
aj si bien puede ser en esencia la misma clase de cosa, que el|
Principio de Complementariedad de los fsicos. La muestra de
satisfaceidn ser eficaz s6lo cuando haya cierta met
cidn a la realidad tal como todos, de vezen cuando,
servaciones irreconciliables de la razén y de la imaginacién, la
‘una inmersa en chronos, y la otra en kairos, pero las propor
ciones varian indeterminablemente. O bien, cuando encontra-}
mos “lo que bastard”, el elemento que he calificado como pa
radigmético variaea, Medimos y ordenamos el
nuestrasfieciones, pero el tiempo parece ser, en realidad, cada}
‘ver mas diverso y menos sujeto a un sistema de medicioa uni
66
forme. Asi, pensamos en el pasado con escalas de tiempo muy ‘
diferentes, Seguin lo que estamos haciendo. Fl tiempo del histo-
tlador del arte es diferente del tiempo del te6logo, el técnica de
fitbol y el antropélogo. Existe un tiempo de los relojes, un
tiempo de carbon radiactivo e incluso un tiempo de cambio
Tingdistico, como en la lexicoesttica, Ninguno de ellos es igual
al tiempo “estructural” 0 conocido” de I sociologia. George
Kubler, en su libro The Shape of Time, distingui6 enire edad
absoluta” y “sistematiea”, una jerarquia de duraciones que
va desde la del banco de coral hasta la del ato solar, Nuestras
formas de lenar el intervalo entre el tc y el fac son cada vex mas
diffciles y autocriticas, ast como més diversas. Continuamos
sintlendo la necesidad de concordancia, y la lenarnos mediante
ficciones de concordancia de una variedad cada vez mayor.
Ellas cambian como cambia la realidad desde la eval, nosotros,
situados en el mismo medio, buscamos una muestra de satisfac.
cién, Cambian porque los “tiempos cambian”. Las fieciones
‘mediante las cuales buscamos “lo que bastar4’” cambian tam-
biéa. Cambian pordue no vivitnos ya ei un minido con un fic
hist6rico que se consumara con certera con un fae defiitivo. Y
entre todas las ficciones que cambian, las ficciones literarias
‘ocupan su lugar, hacen por nosotros descubrimientos sabre un
‘mundo cambiante, ordenan nuestras complementariedades. Pa-
ra algunos de nosotros, 1o hacen mejor quiz que la historia,
mejor que la teologia, en gran parte porque son deliberada-
‘mente falsas. Pero la forma de comprender su desarrollo es ver
de qué manera se relacionan con los otras sistemas de fiecién
‘onsiderados. No es que seamos grandes connaisseurs del caos,
‘sino que vivimos rodeados por ély s6lo contamos con nuestros
ppoderes de producir ficciones para coexistir con él, Puede set
&te un duro destino, a falta de una ficei6n suprema o de la po-
sbllidad de crear, razén por la cual el poeta de dichaficci6n
se ve obligado a decir:
De esto sure el poema:de que vivir on un gor
(que no exe rue propio, y masa, noes Nooo
Yio a pst de mera bleonaden da.
Esto explica también que las ficciones literarias mueran o que
pierdan su fuerza explicativa; y que las fiesiones que no cam=
bian ni siquiera comiencen a cobrar vida, sino que se hun-
o